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After the Afterlife

Capítulo 1
For those who will be missed

Lunes, enero 25

La foto de aquella aparición lo miraba desde la pantalla de su ordenador, como mofándose


de él, destrozando todo el diseño de la página. Ni siquiera se veía bien, parecía un borrón
hecho con tinta o alguna silueta familiar distorsionada. Exhaló exasperado, echándose hacia
atrás en la silla y mirando a Bronco con cara de que quería ser salvado. Si hubiera sido
cualquier otra publicación, le hubieran dicho que la retocara un poco, pero ellos sólo
publicaban la verdad, y Ageha no tenía problemas con eso, sólo odiaba la fealdad.

–Esto no funciona, sería mejor si colocásemos alguna imagen general. Ni yo me lo creo… –


se quejó, poniéndose de pie y dirigiéndose a donde estaba la cafetera.

Bronco esbozó una ligera sonrisa y se levantó de su silla para ir a echar un vistazo a la
pantalla de su empleado. Era un buen editor, muy bueno en realidad, además de muy
trabajador; pero a veces sentía que el aspecto era demasiado importante para él en todo lo
que hacía. Tal vez él estaba anticuado o algo así, nadie leería una revista por más buena que
fuera, si no se veía bien. Algunos de sus sponsors eran importantes marcas de trajes
italianos o relojes alemanes demasiado caros para sólo dar la hora. Por su parte, su pelo
canoso se repartía por encima de su frente sin que él se molestase en peinárselo por las
mañanas ni siquiera, y sus camisetas preferidas eran las que venían de regalo con el tetra
brick de leche. Estaba claro que alguien como Ageha hacía mucha falta allí.

Se sentó en la silla de él, observando la pantalla.

—A mí me parece que no está mal.

–Es terrible… Se ve como si la hubiera creado yo –se volvió a quejar, entregándole una
taza de café, y colocando la suya en la mesa, para poder rodearlo con un brazo –. ¿Cuándo
regresa Steiner?

—Esta noche, mañana… —movió la mano para echar un vistazo a la hora en el reloj de
Windows, ya eran las ocho y media de la noche —A mí no me ha llamado —le tocó el
brazo tras soltar el ratón, dándole una palmadita suave.

Steiner y Ageha tenían algo, no sabía cómo calificarlo, pero había algo entre ambos. En
realidad, lo más probable es que ni ellos mismos pudiesen darle un nombre a su relación.

–Más le vale, me siento tenso –se estiró, sonriendo un poco y procediendo a sentarse en las
piernas de Bronco con toda la confianza del mundo –. Me haces trabajar demasiado –se
quejó, dejando que los mechones de su cabello teñido de rosa, cayeran descuidadamente
sobre su frente.

—¿Ah sí? —se acomodó un poco, volviendo a sonreír y tocándole la espalda con una mano
—Si no te pasases medio día hablando, y el otro medio mirando a saber qué cosas en
internet, seguro que acababas a tiempo —. Se rio sin separar los labios apenas, y echó la
espalda hacia atrás para coger un cigarro de su bolsillo.

Hacía dos años y medio, más o menos, que trabajaba para él. Podría decirse que eran
amigos, o algo así, nunca había sabido definir muy bien la amistad; el caso es que sería
capaz de matar a alguien por Ageha y sin embargo… Lo miró, pensando que era muy
guapo, no sólo eso. Era el tipo de chico que hacía a la gente girarse a echarle un segundo
vistazo. Asiático, delgado pero con un cuerpo tonificado, (aunque tenía que arrastrarlo
siempre con él al gimnasio), alguien realmente atractivo, que además solía vestirse de
forma provocativa. Todo eso… sin mencionar esa sonrisa encantadora que tenía y lo
cariñoso que era… hacían que amistad no fuera una palabra tan simple cuando se refería a
él.

–Yo sólo me esfuerzo por estar informado, es todo –se rio, recostándose mejor contra él y
tomando su café para beber un poco.

Amaba trabajar allí, casi no se sentía como un trabajo. No era sólo la ventaja de reunir lo
que había estudiado, diseño gráfico, con algo que le había interesado toda la vida, lo
paranormal. También se llevaba bien con Bronco y con Steiner, era como estar en una
especie de familia, sólo que mejor.

—¿Por qué no vemos lo que nos ha llegado al correo, y dejas esa portada para mañana? —
le sugirió, pensando que seguiría odiándola mañana probablemente, pero no había nada que
hacer. Encendió el cigarro y se lo llevó a los labios, estirando el brazo para acercar un papel
apretujado que pensaba utilizar como cenicero improvisado.

—Creí que ya habías revisado el correo —lo miró, levantándose por fin para ir a buscarlo.
Lo habían dejado en una mesita cercana a la puerta, y tomó el manojo de sobres y cartas,
mirándolos por encima —Hay mucha publicidad… Mira, este se ve interesante, ábrelo —le
entregó uno ligeramente abultado que no parecía contener solamente papel.

—Así, si es un artefacto explosivo para matarnos por freaks… que me explote a mí en la


cara —murmuró con el cigarro en los labios, pero bromeaba y Ageha sonrió encogiéndose
de hombros.

—No te preocupes, si es así, me suicidaré para acompañarte, pero no antes de corregir esa
portada.

Bronco no pudo evitar mirarlo mientras se reía para sí. Lo cierto es que no se libraban de
correos electrónicos llamándolos de todo o burlándose, casi cada día, pero eran respetados
por el instituto de parasicología. Trabajaban con ellos de forma asidua en la revista, sólo a
cambio de promover aquellos temas.

“Algún día, la idiotez de toda esa gente escéptica quedará demostrada”, eso solía decir la
directora del centro, con cara de dignidad cansada y apretándole el brazo como si fueran
compañeros en una guerra imaginaria.
Alzó la mano tras abrir el sobre y le mostró lo que contenía, un dvd.

—Esto es nuevo —los ojos de Ageha se iluminaron con la curiosidad y abrió la bandeja del
dvd rom, como instándolo a ponerlo inmediatamente.

—Voy, seguro que es una amenaza de muerte o una peli porno —trató de calmarlo antes de
que se decepcionase, colocándolo de todas formas y apartándose un poco de la mesa como
invitándolo a sentarse en sus piernas de nuevo.

—Si es una peli porno, yo me la quedo —bromeó, sentándose sobre sus piernas de nuevo y
pensando que en realidad dependía de si no era algo asqueroso. Sin embargo, el reproductor
les mostró algo muy distinto, era la filmación de un entierro. La imagen se veía borrosa ya
que había sido tomado con un teléfono móvil al parecer, pero por lo menos, la mano que lo
sujetaba era firme.

Bronco se había quedado en silencio, al igual que él, y se aproximó más a la pantalla,
observando cómo, tras el cura que oficiaba la ceremonia, la silueta de un chico joven se
erguía. La grabación no era nítida para nada, pero de todas formas podía distinguirse cómo
una figura traslucida se movía hacia delante y atrás en un extraño balanceo. Estaba cubierto
por una especie de camisola, aunque los demás iban sumamente abrigados, y desde luego
aquella no era la ropa indicada para un chico. Casi parecía estar descalzo.

—No sé si esto es cierto, pero me pone los pelos de punta —le dio una palmadita en el
muslo y se levantó para ir a buscar sus gafas.

Ageha apoyó las manos sobre el escritorio, ya que lo había hecho ponerse de pie, mirando
la pantalla con detenimiento.

—He visto muchos fraudes ya, pero no sé si se pueda lograr algo así con este tipo de
cámara. No sé, parece muy integrado.

—Sí, parece filmado con un teléfono móvil —se apoyó en su espalda, mirando al monitor y
tocándose el mentón con la mano que sujetaba el cigarro —. Tendré que examinarlo más de
todas formas, pero vamos a ponernos con esto —tomó el sobre de nuevo, deseando ponerse
en contacto con el remitente, todavía era pronto y podía hacerlo. Lo volteó dos veces, pero
no había nada. Miró en el interior, nada, sólo el acolchado que protegía el Dvd. Miró al
suelo con la esperanza de que algún papelito se hubiera caído, pero no era así —. Genial, es
un anónimo —se quejó frunciendo el ceño.
—No da muchas esperanzas —lo miró Ageha, poniendo pausa por fin, pero sonriendo un
poco —. Es mejor así, ¿no? Eso significa que no es alguien intentando hacerse famoso.
Aunque de todas maneras no debe ser tan difícil encontrar ese cementerio si está cerca…

—No lo creo. Aquí hay tres cementerios y… ninguno sigue realizando entierros de esa
forma. Nichos…, eso es lo que hay aquí —palmeó la madera de la mesa —. En las paredes
—murmuró —. O bien es una filmación en un pueblo o algo así, o es algo de internet…, o
de otro país. ¿Quién sabe? Hasta podría ser una película experimental o algo así. Nos han
tomado el pelo muchas veces —cogió el sobre otra vez, mirando los sellos —. No, al
menos es de aquí, pero no sabemos de dónde procede. Tal vez Steiner sepa, le encantan los
cementerios.

—Sexy —dijo medio en broma, sonriendo de nuevo y mirando el video en pausa —.


Realmente espero que no sea una película experimental o los voy a odiar. A menos que
tenga sexo.

—Si lo tiene, seguro que es hetero… —Bronco alzó una ceja sonriendo, y se sentó otra vez,
volviendo a reproducirlo y apretando el “espacio” para detenerlo en el momento en que
mejor se veía al chico. Observó luego a la gente a su alrededor, se veía muy mal, no
distinguía rostros, pero sí trajes y demás. Había poca gente, unos cuantos adultos, ningún
chico, eso era extraño para ser el entierro de alguien tan joven, que probablemente debería
tener unos cuantos amigos.

—Me arruinas las fantasías —se quejó Ageha, volviendo a sentarse y observando aquella
imagen también —. Es depresivo, ¿no? ¿Crees que sea de hace poco?

—No lo sé. Desde luego no es de hace siglos teniendo en cuenta la ropa de los asistentes y
que está grabado con un teléfono móvil, pero… podría ser un truco lo del móvil —
sospechaba de todo en realidad. Necesitaban un analista, tendría que llevarlo a la
universidad mañana —Y... siempre son depresivos —se rio, pasándole la mano por el brazo
tras colocarse el cigarro entre los labios.

La puerta sonó tras ellos y un chico de cabello largo y negro se apoyó contra el marco,
sujetando un casco de moto en una mano y alzando la otra.

—¿Interrumpo algo? —bromeó, torciendo una sonrisa en su bronceado rostro.

—¡Steiner! —exclamó Ageha, saltando de las piernas de Bronco y corriendo a abrazarlo —


Te he extrañado y veíamos un video creepy. Bronco dice que te gustan los cementerios.

—Demasiada información a la vez. Me quedo con lo de que me has echado de menos —lo
sujetó por la cintura para besarlo, y Bronco giró un poco la silla antes de levantarse con el
Dvd en la mano, llevándolo hacia su portátil.

—Estás muy moreno… —comentó mientras iba hacia su escritorio —¿Qué tal? ¿Has
sacado algo de provecho?
—Tengo material para unos cuantos reportajes… —le contestó, sujetando a Ageha contra
él todavía, acariciándole el cabello.

—¿Fotos? —le preguntó el chico, ya que era lo que le atañía a él —Buenas fotos —le
pidió, mirándolo a los ojos de tal manera que no parecía que estuvieran hablando de
trabajo.

—Tengo fotos de unos templos donde practicaban unos cultos bastante raros… algunas
filmaciones de lugares extraños… Tengo de todo —lo miró a los ojos también, tocándole el
cabello en la nuca.

—¿Has ido a esa ciudad abandonada? —le preguntó Bronco, pensando que mejor si se
largaban ya, lo estaban poniendo incomodo, además siempre era la misma historia. Tal vez
estaba un poco celoso y por eso le molestaba tanto…

—Sí, y casi me matan… Bueno, ya lo hablaremos mañana, ahora tengo hambre y… —miró
a Ageha de nuevo, sonriendo al observar sus labios —¿sueño?

—Sueño, sí —sonrió levemente el chico, apartándose —. ¿Está bien si termino esa portada
mañana? Tal vez se me ocurra algo para arreglarla.

—Sí, largaos de una vez… —frunció el ceño un poco, y Steiner soltó a su editor para que
cogiese sus cosas e irse.

—No gruñas —Ageha fue a su escritorio, finalmente llevándose el ordenador portátil por si
se le ocurría algo en casa y se acercó a Bronco, besándole una mejilla —. No te quedes
hasta muy tarde.

—No… —murmuró serio, aunque luego negó con la cabeza y sonrió un poco al escuchar la
puerta cerrarse.
Steiner besaba a Ageha tras la misma una vez más, antes de bajar las escaleras del antiguo
edificio con el chico rodeado por los hombros.

La editorial estaba en el primer piso, así que, no era un gran problema que no hubiese
ascensor, y el alquiler era más barato.

—¿Has cenado algo?

—Un burrito de microondas, pero quisiera algo más… sustancioso —sonrió, mirándolo y
sujetándolo por la cintura luego. Lo encontraba irresistible, pero era más que eso, con él se
sentía completamente compenetrado. Lo suyo era algo físico, pero acompañado de un
cariño innegable.

Steiner se rio, sentándose en la moto y metiendo el brazo por dentro del casco, ya que no se
lo ponía para ir hasta casa desde allí. Sabía que no estaba bien, pero no era el rey de la
prudencia, así eran las cosas.
—Tengo comida tailandesa ahí —le dijo cuando se sentó tras él.

—Genial, sabes que me encanta —lo rodeó por detrás, pegándose a su fuerte espalda y
entrecerrando los ojos —. ¿Tú me extrañaste a mí?

—Claro que sí, mucho —sonrió un poco, sintiendo su cabello largo moverse con el viento,
y pensando que iba a enmarañársele. Cuando se pararon en un semáforo, aprovechó para
recogérselo con una goma —. ¿Ya me has puesto los cuernos con el jefe?

—¿Qué cuernos? ¿Acaso eres mi marido? —le preguntó medio en broma, riéndose —
Mejor dime tú que no te enrollaste con un chico exótico en tus viajes.

—Uf… ya se ha puesto en verde —se rio, poniéndose en marcha de nuevo y dirigiéndose al


edificio en el que tenía un piso alquilado. No era nada grande ni lujoso, pero para el tiempo
que pasaba allí…

Ageha había fruncido ligeramente el ceño, pero suspiró, soltándose con reticencia en cuanto
el moreno hubo aparcado, mirándolo mientras cogía la comida de atrás.

—Antes de ir pasé por casa para dejar mis cosas, pero están por el suelo —le advirtió,
aunque sabía que no le importaba eso. Le dio una nalgada y lo aproximó a él otra vez —.
No quería esperarme más para ir a verte.

Ageha sonrió de nuevo, como derretido, y lo besó.

—Yo también me estaba desesperando. No me gusta cuando te vas por tanto tiempo, me
tenso.

—Lo sé…, es una mierda.

En realidad le encantaba estar por ahí, pero no mentía, era una mierda no poder verlo. No es
que no se consolase con otra compañía, pero Ageha era especial, cuando estaba en casa,
siempre regresaba a él. Los dos lo hacían, era algo que parecía haberse decidido por un
acuerdo tácito entre ambos.

Abrió el portal y se metieron juntos en el ascensor. No tardó ni dos segundos en volver a


besarlo, incluso mientras marcaba el quinto piso. Las manos de Ageha se movían por su
nuca, enredándose en su cabello mientras le devolvía aquellos besos, con los ojos cerrados.
Había cierta pasión entre ellos, que no conseguía sentir con un desconocido.

Steiner resopló ligeramente y lo levantó a horcajadas, riéndose mientras salían del ascensor,
y abriendo la puerta como podía, sin dejar de besarlo. La empujó con un pie, y lo dejó
bajar, soltando el casco y la bolsa con comida sobre la mesita de la entrada. No dejaban de
besarse, y le abrió la cazadora enseguida, bajándosela por los brazos y tirando de ella para
apretarlo contra él mientras le besaba el cuello.
Ageha también se estaba riendo, sus manos intentando subir la camiseta de Steiner,
buscando bajo la misma para sentir su piel cálida y familiar. Finalmente tiró de él,
guiándolo hacia la habitación.

—Ya… ya voy… —se pasó la lengua por los labios, siguiéndolo y tirando la cazadora de
cuero blanco por el camino. Le sacó la camiseta y se inclinó hacia él, oliéndole el pecho y
sintiendo su aliento temblar un poco mientras lo lamía. Le mordisqueó y lo tiró en la cama,
subiéndose sobre él enseguida.

—Hum… te he extrañado más de lo que pensaba —se rio el chico, deslizando las manos
por sus hombros y hasta su espalda, relamiéndose mientras miraba en sus ojos azules.

Steiner entreabrió los labios contra los suyos, sintiendo su aliento y tocándole la lengua con
la suya.
—Yo también, y… esto —le bajó los pantalones y besó su sexo, metiéndoselo en la boca
enseguida, apretándole las nalgas con fuerza y elevándoselas un poco del colchón.

—Ahn… Oh, sí, eso… —gimió, estirándose y alzando los brazos por encima de su cabeza
debido al placer. Ya estaba completamente erguido, Steiner era un experto en excitarlo —
Qué lengua…

—A ver qué tal aquí… —lo dobló un poco sobre su propio cuerpo y comenzó a lamerlo. Su
lengua entraba y salía entre sus nalgas. Se las mordía tras arrastrar la lengua por ellas. Él no
necesitaba ni que lo tocase, sólo con aquello, su sexo ya estaba como una piedra,
marcándose bajo los apretados jeans.

—Ahí… también, y por dentro… —se rio, revolviéndose un poco y bajando las manos por
su propio cuerpo. Estaba ardiendo, no necesitaba mucho para encenderse así —Hazlo…
sabes que quieres…

—Ah… te voy a dar —le amenazó sonriendo y mordiéndole el muslo, cerrando los ojos y
oliendo su piel, marcándosela cerca de la ingle. Volvió a tomar su sexo, colocándose sus
piernas por encima de los hombros y apretándose las mejillas con ellas mientras succionaba
su sexo.

—Mhm… así… no se puede… —jadeó Ageha, cerrando los ojos, y sonriendo de nuevo,
alzando un poco las nalgas como buscándolo, realmente tenía una lengua increíble.

—Claro que se puede, sólo que cuando yo lo digo… —se escuchó el tintineo de su cinturón
de hebilla metálica al abrírselo, sonreía y subió entre sus piernas de una sola vez.
Besándolo agresivamente y frotándose contra su sexo antes de penetrarlo —Oh… sí —
jadeó rompiendo el beso sólo para escucharlo gemir —. ¿Te gusta? —preguntó contra sus
labios.
—Oh sí… Me gusta —se rio entre gemidos, rodeándolo con las piernas e intentando
atraerlo para que lo besara de una vez. A juzgar por cómo lo estaba tomando, sí que lo
había extrañado y eso era algo de apreciar.

—Ah… —jadeó, riéndose contra su boca antes de besarlo. Sus caderas chocaban contra las
nalgas del asiático y la cama estaba provocando un sonido muy característico. El viejo
jergón de muelles parecía ir a romperse de un momento a otro, pero aguantaría las batallas
que le echasen —¡Humph! —rompió el beso de nuevo, separándose un poco de él para
arrodillarse y sujetar sus caderas. Lo movió contra él con brusquedad —Así te gusta —le
encantaba su cuerpo manejable, flexible. Resopló para quitarse unos mechones de delante
del rostro, pero cayeron de nuevo delante, los ignoró, observando su rostro delicado y la
forma de sus labios al gemir.

—Si… me encanta… ah… —Ageha lo estaba mirando de aquella manera casi afiebrada,
gimiendo abandonadamente ahora. Realmente era atractivo, le era imposible resistirse, y
esa manera de moverse… Cerró los ojos riéndose, y dejando que el cuerpo de Steiner lo
moviera, dejándose llevar, su propio sexo rebotando contra su abdomen.

Steiner volvió a acostarse sobre él, empujándose dentro de su cuerpo profundamente,


sujetándole los brazos para que le rodease el cuello. Los besos se hicieron ansiosos una vez
más, mientras sus cuerpos se movían piel contra piel. Los pies de Ageha se apretaban
contra sus nalgas empujándolo hacia él y pidiéndole más, bajándole los jeans por las nalgas.

Le besó el cuello, refugiándose en su suavidad y en el olor de su piel. Quería que lo


envolviese por completo. Tenía uno de sus muslos sujeto con la mano con fuerza, como
para que no dejase de sujetarlo, y la otra se adueñó de su sexo húmedo enseguida.

Un estremecimiento violento recorrió el cuerpo de Ageha y gimió una vez más entre los
labios de Steiner, sus ojos cerrados ahora, completamente entregado al placer. Lo apretaba
contra su cuerpo tanto como le era posible, sus lenguas entremezclándose, su sexo pulsando
con urgencia.

—Oh… —Steiner apoyó una mano en el cabezal de la cama para moverse con más brío y
apretó su mano en el sexo de Ageha como si la vida le fuera en ello. Entrecerró los ojos
mientras eyaculaba, sonriendo un poco aun entre jadeos al sentir el semen del chico salpicar
su abdomen.

Volvió a besarlo enseguida, escuchando unos golpes contra la pared, que provenían del piso
de al lado. ¿Es que todavía no comprendían que no le importaba un carajo?

—¡Gracias, gracias! —les gritó Ageha, riéndose luego y pasándose una mano por la frente
para secarse el sudor —Eso sí es una bienvenida…

—Ah… que les den —se dejó caer a su lado, golpeando la pared de vuelta y moviendo el
brazo luego para aproximarlo a él —. Ahora sí tengo hambre…
—Yo también, y me siento… —se rio, abrazándolo y besando su pecho, oliéndolo un poco
—Ahora sí me podré concentrar. ¿Me vas a contar todo lo que hiciste?

—Sí…, bueno, me saltaré las partes aburridas —sonrió, tocándole el hombro y


acariciándolo —. ¿De qué estabais hablando cuando llegué?

—Oh, nos llegó un Dvd —Ageha se alzó entusiasmado, mirándolo a los ojos, aunque sabía
muy bien que debería tener por lo menos una quinta parte del escepticismo que tenía
Bronco —. Es un funeral, pero aparece la imagen de un chico… un fantasma.

—Hum… —sonrió, levantándose de la cama y subiéndose un poco los jeans, cogiendo una
camiseta para secarse el abdomen y tirándola al suelo. Fue a la sala a buscar la comida y se
recostó otra vez en el colchón —Habrá que verlo.

—Se ve bastante real, ¿eh? Fue filmado con la cámara de un teléfono móvil. No lo sé, yo
quería averiguar acerca del cementerio, por eso Bronco me dijo que a ti te gustaban. Es un
funeral anticuado…

—Le echaré un vistazo mañana —abrió unos tallarines y empezó a comer, mirándolo a los
ojos como examinándolo —. Come… —lo invitó, sonriendo de nuevo —¿Sabes que un tío
casi me pega un tiro? Al parecer en la ciudad esa a donde me mandó tu jefe… sí había
alguien. Un tipo que se encarga de que no saqueen más aquello.

—¿Le mostraste tu identificación? —sonrió porque sabía que eso era algo estúpido cuando
te encontrabas con alguien así en el medio de la nada, y comenzó a comer con él,
acomodándose mejor —En serio, Steiner, no lo digas así, parece que Bronco te hubiera
intentado matar.

—Yo creo que sí… —se rio, llevándose la comida a la boca de nuevo —Estabais muy
juntitos los dos cuando llegué.

—Sabes que Bronco me da cariño y estoy muy necesitado —se quejó poniendo cara de
tragedia y cogiendo mas tallarines luego, sonriendo —. ¿Celoso?

—No sé qué es eso… —le besó los labios antes de que se llevase los tallarines a la boca, y
luego se los comió él de sus palillos —Te traje esto —se sacó una pulsera con cráneos
pequeñitos tallados en marfil. No era un regalo precisamente romántico, y mucho menos
iba envuelto, pero había pensado que le gustaría. No se lo regalaba con ninguna intención
complicada.

—Oh, genial… No tendrá una maldición, ¿no? —le preguntó, aunque poniéndoselo y
riéndose luego, tendría que preguntarle a Bronco. Steiner solía traerle cosas que
consideraba interesantes siempre que se iba de viaje, era natural. En realidad, él nunca le
había pedido nada.
—No, no la tiene —se rio, apoyándose en un codo —. Se supone que da buena suerte, está
hecha de huesos humanos… —le mintió, apartándose el cabello de delante de la cara.

—¿Huesos humanos? ¿En serio? —el chico la miró, desconfiado —Mejor me la quito para
comer, no me digas que la sacaste de esa ciudad.

El moreno se rio, deteniéndolo antes de que se la sacase.

—Es broma —le sujetó la muñeca y le besó la mano antes de soltársela —. Y no, se la
compré a un tío que vendía ídolos extraños, pero esos me dieron un poco de cosa.

—¿Y por eso me la trajiste? —lo miró fingiendo estar molesto, pero se le escapaba una
sonrisa sin que pudiese evitarlo. Lo empujó, riéndose por fin —No es gracioso, madura.

—Venga, claro que es gracioso —se rio también, dejándose caer en el colchón y cruzando
el brazo tras la cabeza. Con él se sentía como si hubiera llegado a casa, de haber tenido que
quedarse sólo en aquel piso vacío…

Odiaba cuando discutían. Lo miró e hizo labios de beso, esperando uno y levantando un
poco el otro brazo.

—No sé, no sé… —Ageha se quejó, aunque besándolo por fin, abrazándose a él con
cuidado de no tirar la comida —No me gusta que te ausentes por periodos tan largos…

—A mí tampoco me gusta, ¿eh? Aunque admito que me lo he pasado bien, te echaba de


menos —apartó las cajitas de comida y las apoyó en la mesilla, tirando de él para que se le
acostase encima.

—Yo a ti, me hubiera gustado ir contigo, pero entonces… no tiene mucho sentido tener una
revista —se rio, además pensando en que Bronco se sentiría muy solo y tendrían que
llevárselo también y eso ya no era un trabajo, era una excursión.

—Eso suena a unas vacaciones —le pasó las puntas de los dedos por la espalda, dibujando
el arco de sus nalgas y sonriendo —. Además, los reencuentros son tan buenos…

—En eso tienes razón, son excelentes —Ageha le besó el pecho, sonriendo y recostándose
sobre el mismo.

Steiner le apretó las nalgas con la mano que lo había estado acariciando y comenzó a
tocarlo de nuevo, bajando la mirada hacia su rostro como buscando una señal para
continuar. Ageha le sonrió de manera traviesa, besándolo con suavidad y susurrando contra
sus labios

—Ahora sí te creo que me extrañaste…

El moreno se rio y lo besó, abalanzándose sobre él.


Capítulo 2
The consistency of smoke

Martes, enero 26

A las cuatro de la madrugada, Bronco seguía en la oficina, tirado en el sofá de cuero gris
azulado y observando la pantalla de su portátil. Había hecho varias capturas del supuesto
espectro, e incluso de algún que otro de los asistentes al entierro. Más que nada los que
tenían unos rasgos más distinguibles. Tenía a un hombre no mucho más mayor que él, de
cabello castaño y corto, caucásico, sobre un metro ochenta de altura y complexión fuerte.
Estaba delante, tal vez era un familiar, parecía llevar perilla, pero no era capaz de
distinguirlo con tanta precisión. Por supuesto, tenían al párroco, (obviamente no había nada
que decir de su atuendo), calvo, bajo y caucásico. Tal vez alguien lo reconociese si
preguntaban en las parroquias cercanas. También podía distinguirse a dos mujeres de unos
treinta años, ropa negra y discreta, cabello negro ambas. Colgó las fotos en la página web
de la revista para ver si alguien les echaba una mano. No facilitó el video, ni dijo para qué
deseaba identificarlos, sólo que eran unas personas en un entierro. Luego se quedó mirando
la captura del mentado espectro, esta no la colgó, por algún motivo… se sentía protector
hacia él.

No podía distinguir muy bien sus rasgos, pero le dio la impresión de que estaba muy
confundido. Sabía que los espíritus suelen encontrarse confundidos, incapaces de asimilar
que han muerto. Tal vez fuera su caso. ¿En qué momento había dejado de interesarle
aquello como caso y había pasado a preocuparle un espíritu? Ni que él pudiese hacer algo
por ayudarlo.

La verdad es que siempre había sido un buen sensitivo, para bien o para mal, podía notar
cosas, incluso verlas u oírlas a veces. Probablemente no era tan bueno como otras personas
más abiertas a esa facultad, pero el caso es que había formado parte de alguna investigación
de la universidad parasicológica y estaba bien considerado. De todas formas, no le gustaba
mucho eso. Era como si se metiesen en su cabeza y luego le costaba sacárselas.

Se llevó el cigarro a los labios, subiéndose las gafas, que se habían escurrido por el puente
de la nariz. La verdad es que las patillas estaban ya un tanto flojas de ponérselas en la
cabeza, de dejarlas en el sofá y sentarse encima… de que se le cayesen por debajo del
asiento del coche cuando se las quitaba luego de un trayecto…

Resopló, levantándose para hacerse otro café, y cerrando las fotos que tenía abiertas. En el
fondo de la pantalla tenía dos perros lobo jugando en la nieve.

Pensó en Ageha y Steiner; esos dos… seguramente se habían pasado la noche devorándose
el uno al otro, y él allí a dos velas. Steiner siempre se quedaba con todos, era el típico
“capullo encantador”. Y él que había pensado que Ageha se interesaba por él al principio…
ahora era algo así como su papá. No es que aquello le disgustase, era sólo que estaba
celoso.
Chasqueó los labios y echó un terrón de azúcar al café antes de recostarse de nuevo en el
sillón, esta vez boca arriba. Había impreso una de las capturas del chico y la alzó frente a su
rostro para mirarlo. Tenía el cabello negro, un aspecto muy delgado, casi como si fuera un
chico enfermo. Hablar de su palidez… no tenía sentido realmente, ya que no parecía que
esa fuese su tez natural. Le parecía que sus ojos eran de un color claro, tal vez azules como
los suyos.

—¿Quién eres? —le preguntó, sintiéndose un poco estúpido, pero a veces hacía esa clase de
cosas. Se quedó en silencio, no sintió nada —¿No quieres que te ayude? —esperó… nada.

Se giró de medio lado en el sofá y dejó la foto sobre el puff donde tenía apoyado el portátil.
Se sorprendió al no ver a los perros en la pantalla. ¿Es que no había cerrado las fotografías?
No podía estar completamente seguro.

Se quedó mirando la imagen fijamente, se había ampliado sola hasta que casi podía
distinguir píxeles y apenas nada más. Estaba sorprendido, pero no asustado, acostumbrado
como estaba a ese tipo de cosas, aunque trataba de no comentarlo demasiado. La redujo un
poco y se fijó en qué era lo que había en el rectángulo ampliado. Se trataba del rostro de
aquel hombre moreno y alto.

—¿Quieres que lo encuentre? Lo encontraré… —murmuró con el cigarro colgando de los


labios. Puede que sólo fuera un error del ordenador, pero tenía una corazonada, no podía
ignorarlo.

*****

Bronco se había quedado a dormir en la oficina sobre el sofá, y todavía estaba tomándose
un café en su escritorio, con cara de estar medio dormido cuando llegaron los otros dos.

—Ageha, tienes el reportaje de Dana sobre la mesa listo para corregir y montar —le
advirtió, señalando hacia allí de cualquiera manera —. Lo trajo esta mañana.

—¿De qué va? —preguntó Steiner echándole un vistazo por encima —¿Otra vez de
asesinatos macabros? —se rio y lo dejó caer en la mesa de nuevo. A veces hablaban de
cosas de ese tipo también, aunque no tuviesen nada de sobrenatural.

—Es lo que le interesa, además, son entretenidos… —sonrió Ageha, acercándose para
besar a Bronco en la mejilla, antes de ir a por una taza de café. Se sentía energizado luego
de lo de anoche —Bronco… dime que fuiste a casa a dormir.

—Me fui a casa a dormir… —le contestó mientras leía y se bebía un poco de café.

—Seguro, pero lleva la misma ropa de ayer, y no se ha afeitado esta mañana —Steiner le
dio una palmada en la espalda y Bronco resopló.

—Déjame en paz, tengo cosas que hacer. ¿Has visto ya ese video?
—Pero si acabo de llegar… —se rio el moreno.

—Pues en vez de tomar café, ve a verlo. ¿Es que no desayunas en tu casa?

—No, ni Ageha, pero a él no le dices nada —lo ignoró y se sirvió una taza de todas formas.

—Steiner no tenía café, ayer solo compró comida tailandesa y su nevera estaba casi vacía
—se quejó el aludido riéndose y dirigiéndose a su escritorio para revisar aquel reportaje.

—No te he dicho nada a ti… —lo miró, sonriendo un poco —A ti sí te doy de mi café.

Steiner se puso a mirar el video, jugando con un bolígrafo mientras tanto y sonriendo por el
tema del café.

—¿En serio os creéis esto?

—Yo sí le creo, siempre me da café —bromeó Ageha, alzando la mirada, y contestando


luego en serio —. ¿Te parece un fraude?

—Hombre… no sé, es demasiado bueno, ¿no? —mordió un poco el bolígrafo, mirando la


pantalla y reproduciendo el video otra vez.

—Ese motivo es pésimo —Bronco se levantó, aproximándose a su escritorio —. Yo creo


que es real.

—Yo también lo creo, precisamente porque es demasiado bueno —Ageha se quedó


pensativo, mirando a Bronco luego —. Lo viste varias veces anoche, ¿verdad?

—Sí, estoy muy interesado. He puesto en la página algunas fotos de la gente que estaba allí,
pero de momento no he obtenido ninguna respuesta que nos sirva —bebió otro poco de
café, mirando a Steiner —. ¿Te suena ese cementerio?

—Es lo que estaba mirando, bueno… —se levantó, acudiendo a su escritorio, que era un
auténtico desbarajuste. Encendió el ordenador y se quedó de pie, apoyado contra la mesa —
Tengo que ver fotos y comparar, pero creo que debe ser de por aquí.

—¿Cómo lo sabes?

—Bueno, es el aspecto que suelen tener los cementerios de las afueras por aquí, el aire aquí
es de ese color, y las luces de… Al fondo se ve la matrícula de un coche. Que estáis en el
mundo para que haya de todo… —se rio.

—Yo sabía que no podía ser tan difícil —se rio Ageha, aunque estaba exagerando por
supuesto, y se giró, encendiendo su ordenador para terminar lo de la portada esa por fin. Iba
a poner la imagen en sepia, así se vería más clásica y no tan… incongruente.
—Bien… encuéntramelo —le pidió Bronco, tocándole el hombro a Steiner.

—Si lo encuentro… ¿quieres que vaya a echar un vistazo a ver si merece la pena? —le
preguntó, alzando un poco la cabeza.

—Pues sí…, sí —se alejó, tocándose el mentón.

—¿Vas a llevarlo a la universidad? —le preguntó después.

—No, de momento no.

—¿No? —Ageha alzó una ceja, ligeramente sorprendido, ya que Bronco no solía ser tan
velado en sus investigaciones. Ellos y la universidad tenía un vínculo de colaboración que
estaba seguro causaba la envidia de muchos otros que se hacían llamar “investigadores
paranormales.” —¿Por qué no?

—Porque no, no quiero que nos roben el caso. Seguro que se entusiasman y quieren meter
las narices demasiado. Al final acabamos siendo sus asistentes.

—Creía que te gustaba que nos hicieran el trabajo sucio a veces… —comentó Steiner sin
apartar la mirada de las fotografías.

—Esta vez no… —les dijo en tono de reprimenda comprensiva.

—Vale, vale… —Steiner miró a Ageha de soslayo, encogiéndose de hombros y sugiriendo


de pronto —Lo quieres sólo para ti.

—Sí, porque pienso con la punta como tú…

—No piensa sólo con la punta, piensa con toda su longitud —se rio Ageha, encogiéndose
de hombros también y volviendo a mirar su ordenador, preguntándose en realidad por qué
se lo tomaba tan a pecho. Ya se lo preguntaría cuando estuvieran a solas.

—Vale… basta de hablar de mi polla —los riñó, riéndose mientras se sentaba tras su
escritorio.

—Tienes los reportajes sobre la mesa —le advirtió Steiner —, échales un vistazo a ver cuál
quieres que prepare.

Bronco le echó una mirada como recordándole que él era el empleado, pero no le sirvió de
nada, porque Steiner no estaba mirando.

A las seis y veinte, Steiner se levantó de pronto de su escritorio como si le hubiera dado
calambre la silla, cerrando el ordenador a las prisas.

—Creo que ya sé en dónde está ese lugar. Tengo que ir a asegurarme.


—¿Ahora? —Bronco lo miró, tapando un momento el teléfono mientras le hablaban.

—Sí, ahora… me quedaré a dormir por allí y luego os llamo.

—Vale —se volteó y siguió hablando con el sponsor, disculpándose sin muchas ganas.

—¿Ya llegaste y ya te vas? —se quejó Ageha como si fuera a hacer un viaje de meses,
poniéndose de pie y acercándose —¿Quieres que te acompañe?

—No —le advirtió Bronco tapando el aparato de nuevo.

Steiner se rio y le besó los labios.

—No se puede, papá nos riñe.

—Ah, papá… —se quejó Ageha con gesto de desánimo, aunque sabía por qué lo hacía, no
estaba enfadado realmente —Bueno, me quedaré aquí y seguiré moviendo fotos y texto
como todas las noches… —aún así besó a Steiner, sonriéndole —No hagas cosas kinky de
cementerio sin mí.

—Voy a trabajar… —puso cara de indignación fingida, besándole la frente antes de salir
Bronco colgó al cabo de un rato y suspiró, pensando que le dejaban la oreja caliente con
tanto rollo y exigencia.

—¿Te parece que tenemos poco trabajo pendiente? Te recuerdo que tienes que corregir el
reportaje de Dana, y el de Steiner, y eso último te puede llevar dos días.

—Ya lo sé, ya lo sé, no me riñas que te hice caso, ¿o no? —le sonrió divertido ante su cara
de estrés, y se fue a sentar en su escritorio —No me puedes culpar por intentarlo.

—Claro que puedo, lo he hecho… —se sentó otra vez y cogió un cigarro, secretamente
mirando de nuevo esa fotografía, en lugar de ponerse a trabajar otra vez —¿Cuántos años
crees que tenía?

—¿Quién? —le preguntó girándose y sonriendo un poco al darse cuenta de lo que miraba
—¿Es porque se ve joven?

—¿Hum? Es porque es un buen caso —se movió un poco para quedar tras su monitor,
percatándose de que lo había preguntado realmente.

—No lo sabemos aún —le recordó sin apartar la mirada —. Parece como si te afectase
personalmente. Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? No se lo diré a Steiner.

—Es que sé que no es un montaje… —lo miró, inclinándose un poco para poder verle la
cara —Lo sé de esa manera.
—Oh… Pues entonces no lo es —le aseguró completamente serio, poniéndose de pie para
ir a mirar la foto junto con Bronco —. Parece un adolescente, un chico muy joven en todo
caso.

—¿Tú crees? —se pasó la mano por el cabello, frotándose la nuca después —A mí me
parece que tiene expresión de adulto, aunque sea menudo… Tú también lo eres —giró la
cara para mirarlo, como si no supiese de sobra su fisonomía.

—Lo sé, por eso dije que parecía un chico joven en todo caso. No creo que tenga cuarenta
años tampoco —bromeó sin poder evitarlo, carraspeando luego y añadiendo —Yo tampoco
los tengo, ¿eh? Eh… ¿crees que sabe lo que está pasando?

—No, no lo creo, creo que necesita ayuda. Aunque no sé si podemos dársela —se encogió
de hombros, observando aquella foto borrosa —. Espero que Steiner no se haya equivocado
y tenga buenas noticias.

—No lo creo, ya dijiste que le gustan los cementerios, él ha de saber —le aseguró,
irguiéndose y colocándose detrás de su silla para masajearle los hombros —. No te estreses
demasiado, ¿eh? Haremos lo que podamos, hasta donde podamos.

—No me estreso, y menos si haces eso… —sonrió un poco, alzando la cabeza para mirarlo
—¿Te importa que salga un momento para tomar una ducha?

—No, no me importa, eres el jefe —sonrió dándole un apretón más en los hombros e
inclinándose para besar su frente. Sabía que Bronco no sólo era sensitivo sino también
sensible. Por eso lo quería tanto y por eso se preocupaba cuando parecía interesarse de más
por un caso, no quería verlo triste.

—Vale, soy el jefe pero tengo responsabilidades de todas formas —alzó una ceja y se
levantó, apagando su ordenador y cogiendo una carpeta antes de apartarse del escritorio —.
Avísame si llama Steiner y sabe algo.

—Aquí estaré —le hizo un saludo militar aunque guiñándole un ojo, y fue a por más café.
Prefería atiborrarse de trabajo ahora que no estaba Steiner, para poder disfrutar después.

*****

Bronco salió de la ducha, pensando que se había pasado con el agua caliente, estaba todo el
baño lleno de bruma y el espejo empañadísimo como para afeitarse.

—Otra vez será —murmuró para sí, frotándose el cabello con una toalla pequeña para
secárselo de cualquier manera. Pasó la misma toalla por el resto de su cuerpo en la
habitación, y se sentó desnudo sobre la cama, revolviéndose el cabello con la mano y
sacudiendo la cabeza ligeramente para alborotarlo.
Suspiró profundamente, tomando aire mientras miraba su propio reflejo en el espejo del
dormitorio. Se quedó así por unos segundos, reconociendo la extraña sensación de no estar
solo. La mayor parte de la gente creía que sólo era eso, una sensación, pero él sabía que no
era tan simple. Si te parece que no estás solo, es que no estás solo. No se giró, observaba la
pared del fondo desde el cristal.

—¿Eres tú? —le preguntó, de nuevo sin obtener respuesta. Esperó por unos segundos y se
resignó, levantándose y poniéndose unos calzoncillos con la goma ligeramente floja ya, que
se le caían hasta debajo de las caderas. Cuando alzó la vista al espejo, notó una bruma
delante de él por un flash de unos segundos. Tuvo que contenerse para no emitir un jadeo
de sorpresa. El corazón le iba deprisa y se giró despacio. Por supuesto que no hay nadie, se
dijo.

Sin embargo, un leve sonido lo desmintió, el sonido de algo deslizándose lentamente contra
el vidrio. Era débil, pero inconfundible, a pesar de que no se veía nada en el mismo aparte
del reflejo de la habitación. De pronto se detuvo, tan abruptamente como había
desaparecido aquella bruma.

Bronco se pegó al cristal, mirándolo fijamente. No veía nada, pero estaba seguro de que
había escrito algo en él. Acercó los labios al cristal y dejó salir su aliento, empañándolo
donde había estado la bruma. No vio nada y probó de nuevo.

Sus ojos azules se reflejaron en la superficie pulida. Un circulito empañado por su aliento y
en el medio una marca. ¿Era una letra o simplemente una ralla? Podía ser una “i”
mayúscula, tal vez una “j” inacabada, una “l”.
Sonrió ligeramente porque se comunicase con él y se echó hacia atrás, sentándose en la
cama de nuevo y sintiendo cómo se hundía el colchón a su lado ligeramente, como si
alguien más estuviese allí.

Cerró los ojos, tocando el colchón donde se había hundido, tratando de sentirlo. Se movió
un poco hacia delante, sintiendo un miedo increíble que no era suyo, era el del chico.
Desconcierto… Sentía la mano sobre la colcha, helada, pero por su espalda resbaló una
gota de sudor frío. No podía ver nada, absolutamente nada, era la primera vez que no veía
nada de esa forma. ¿Esto es la muerte? ¿Nada? Se preguntó.

La sensación desapareció de pronto, y abrió los ojos como si todavía no estuviese del todo
allí. Había un grito mudo dentro de su cabeza, como si resonase desde muy lejos, algo que
nadie en aquella habitación hubiese podido escuchar, pero que era tan real para él como la
cama sobre la que estaba sentado.

Jadeó, incapaz de levantarse de la cama, no era capaz de ver su cuarto ni su propio reflejo,
que ahora estaba bastante más pálido. Tampoco era capaz de hablarle o buscarlo, estaba
descontrolado.

Se sintió como empujado de pronto, y con los ojos abiertos como los había tenido desde
antes, se vio en el espejo de nuevo, percatándose de que estaba muy pálido. Se había ido, ya
no estaba allí. Sacudió la cabeza, frotándose la nuca y su piel ahora fría, necesitaba
ayudarlo, porque si no, no se lo sacaría de la cabeza jamás.

Ageha se estiró en su asiento, haciendo un sonido que más parecía de protesta que de
cansancio, y en cierta forma lo era. Le gustaba su trabajo, en realidad amaba su trabajo,
pero no así el pasar mucho tiempo solo. Incluso cuando Bronco estaba concentrado y no le
hablaba, se sentía acompañado, pero esta noche se había quedado para adelantar algo,
además de que alguien tenía que atender la llamada de Steiner.

Miró el teléfono como ordenándole que sonara y casi pega un salto cuando el mismo lo
hizo. Se rio, levantándose corriendo a contestarlo.

—Tengo buenas noticias… —le dijo la voz de Steiner al otro lado. Estaba en la parte final
de un cementerio comarcal y bastante pequeño, iluminando una tumba en el suelo, con la
luz de su linterna.

—¿Cuáles? ¿Ya vienes a verme? —le preguntó, apoyándose en la mesa y sonriendo —


Dime…

—Estoy frente a la tumba de nuestro supuesto fantasma. El lugar pertenece perfectamente


al encuadre de la foto y he hablado con el hombre que vigila el lugar… —se quedó en
silencio de pronto —Creo que hay un animal por aquí o algo.

—¿Un animal? Mientras no sea algo peligroso… —contestó Ageha, en realidad


tensándose. ¿Y si le sucedía algo a Steiner? Seguro que se reía si le decía algo —¿Puedes
decirme el nombre? Intentaré averiguar algo en internet…

—El hombre del cementerio me dijo que era un universitario de por aquí, su familia era del
pueblo. Se llama… —alumbró la tumba otra vez y se apartó el cabello que había caído por
delante de su rostro —Jiken Foster.

—Vale… —Ageha lo apuntó en un bloc de notas que tenían junto al teléfono,


específicamente para esos casos —Un universitario… ¿Te dijo algo más? Como… ¿si ha
sucedido algo extraño en los últimos días? O si sucedió algo durante el funeral.

—Me dijo que se suicidó, y que era un poco raro, medio chino, pero apuesto a que era
medio japonés —dijo con ironía.

—Sí, Jiken es un nombre japonés —le aseguró sonriendo un poco. Un suicidio… Eso tenía
sentido —. ¿Has visto algo tú?

—Nada, sólo una tumba y ya está, lo que era de esperar. Bueno, me voy a quedar a pasar la
noche en una posada para estudiantes que me ha dicho el hombre este… —miró hacia atrás,
preguntándose si los ruiditos los hacía él espiando que no hiciese nada malo. Si era así,
claramente no era ningún ninja.
—Vale, y… ten cuidado, ¿eh? Bronco está convencido de que es real y yo también —le
aseguró, sujetando el auricular con ambas manos.

—Tal vez, pero yo no le he hecho nada —sonrió un poco, alumbrando delante de él


mientras regresaba hacia su moto. —Mañana cuando me despierte iré hasta la universidad y
preguntaré allí a ver qué me cuentan del chico.

—Vale, pero llámame en cuanto sepas algo. Y no seas gracioso, recuerda que un espíritu
confundido… está confundido —se rio, aunque sentía una gota de sudor frío recorrerle la
espina dorsal. Él no era nada sensitivo, sólo estaba nervioso por Steiner

—Pero ¿tú no sabes que los espíritus aman a los chicos guapos? Procuraré que no me viole
—se rio, hablando un momento con el vigilante al salir y pensando que sí debía haber sido
un animal lo de los ruidos —. Vale, mañana te llamo.

—Vale, extráñame y mantente alejado de esos universitarios. Aún no saben nada —le
advirtió medio en broma, enviándole un beso a través de la línea —. Yo seguiré matándome
en la oficina.

—Tú no te sientes demasiado en sitios calientes, que luego pasa lo que pasa —le
recomendó, colgándole y riéndose mientras se guardaba el móvil en el bolsillo. Miró hacia
atrás un momento, y se puso el casco, la verdad es que ese cementerio tenía bastante de
tétrico.

—Sitios calientes… Extraño tu polla, Steiner —le habló el chico al teléfono, a pesar de que
el moreno ya no lo escuchaba y colgó, estirándose de nuevo antes de volver al trabajo.

—Lo siento —se disculpó Bronco por haberse retrasado, la verdad es que se había quedado
dormido después —. Me eché en la cama porque estaba mareado y… me quedé dormido —
cerró la puerta y caminó por la oficina deprisa, quitándose la cazadora por el camino.

—No importa, he adelantado bastante a decir verdad —el chico alzó la cabeza, preocupado
—. ¿Por qué estabas mareado? Si te sientes mal, no deberías haber regresado.

—Estoy bien ahora, creo que me duché con agua demasiado caliente —se explicó,
mintiendo un poquito y sentándose tras el escritorio —Vete a casa ya si quieres, es tarde…
—comenzó a decirle mientras encendía el ordenador —¿Has sabido algo de Steiner?

—Sí, acaba de llamar —le mostró el bloc de notas con el nombre del chico y el dato de que
era un suicidio —. Iba a buscar en internet por ver si descubría algo. Steiner se va a quedar
esta noche en una posada para estudiantes.

—Vale… —se quedó mirando las notas, pensando como siempre, que Steiner era muy
bueno. Sólo por eso merecía la pena soportar sus desaires. ¿Así que se llamaba Jiken? Se
movió un poco en la silla, mirando a Ageha, que se había acercado para llevarle las notas
—Vete a casa y descansa.
—¿Estás seguro de que vas a estar bien solo? —le preguntó con un gesto de desconfianza
—¿Qué piensas hacer?

—Exactamente lo que tú has dicho, buscar por internet —sonrió alzando una ceja y
haciéndose el inocente —. ¿Qué quieres que haga?, el Indiana Jones residente es Steiner.

—Es más sexy que Indiana Jones —bromeó riéndose y acercándose para besar su frente —.
Bien, me iré, pero cuídate. Descansa, y si te sucede algo raro, llámame. Ya me llega con
preocuparme por Indiana Steiner.

—Intentaré no cortarme con el abrecartas y evitaré que me salte corrector al ojo —se rio,
negando con la cabeza y despidiéndolo con la mano para que se largase. La verdad es que
le agradaba que se preocupase así por él, pero necesitaba estar a solas con la cuestión, por
así decirlo.

—Gracioso… —Ageha suspiró, cogiendo su cazadora y su portátil y saliendo de allí, lo


cierto es que sí estaba cansado. Iba a caer en coma apenas llegara a su habitación.

Capítulo 3
The bonds between us

Parte I
Miércoles, enero 27

Se detuvo frente a la puerta, alzando la mano, sin llamar y frunciendo el ceño. No era su
primera cita, pero siempre se ponía nervioso, como si le fuera a hacer un examen.

Carraspeó, moviéndose de un pie al otro y pensando en faltar esta vez, sólo esta vez…, pero
siempre pensaba en lo mismo y eventualmente llegaba a la conclusión de que si se
escapaba, sólo se condenaría a hablar de eso en la próxima sesión.

Finalmente se armó de valor, llamando a la puerta y esperando.

—Pasa… —la voz masculina salió del interior en un tono muy calmado, y el hombre al que
pertenecía la misma, dejó el periódico a un lado para atenderle, doblándolo antes
metódicamente. Alzó la mirada para ver al rubio y le ofreció que tomase asiento como
siempre.

—Hola —lo saludó el chico, sentándose y observando en silencio a aquel hombre alto de
cabello castaño y profundos ojos negros. Era extraño cómo podía hacerlo sentir relajado e
intimidarlo al mismo tiempo.

—¿Quieres un café, Lowe? —apoyó un codo en el reposabrazos, y lo miró a los ojos.


—S…sí —asintió el chico como hipnotizado por los nervios —. Sigo igual, no ha pasado
nada nuevo, ¿eh?
El moreno esbozó una sonrisa sin poder evitarlo, y le sirvió un café con cuatro cucharadas
de azúcar, ya sabía cómo lo tomaba. Regresó junto a él, y lo apoyó en un platito sobre la
mesita de cristal, extremadamente limpia.

—Qué aburrido, ¿no?

—Algo así —lo miró preguntándose si estaba bromeando y revolvió un poco el café,
aunque no hacía falta.

—No estés tan nervioso, sólo tenemos que charlar un poco. Nada de lo que digas va a
hacerte suspender “mi asignatura” —lo miró comprensivo, echándose un poco hacia atrás
en el sillón —. Es normal necesitar hablar un poco en estos casos.

—Pero no lo necesito, no sé… No cambia nada, ¿no? Jiken sigue muerto —se encogió de
hombros, bebiendo algo de café —. ¿Qué se supone que le diga?

—Lo que me estás diciendo sirve —lo miró, pensando que parecía un poco rabioso, pero no
era para menos, era su mejor amigo después de todo, y sólo había trascurrido una semana
desde que lo encontró —. Nada va a cambiar el hecho de que está muerto, sólo podemos
cambiar los demás, aceptándolo lo mejor posible. ¿Has estado yendo a clases?

—Aún no, no me siento con ganas y no me puedo concentrar. Además, odio que me miren.
Todos me miran, se creen que no me doy cuenta… —exhaló, alzando la mirada —Ya sé
que está muerto, pero… No es tan fácil.

—Lo sé, por eso estás aquí —se tocó la barbilla por un momento, suspirando ligeramente
mientras se acomodaba mejor —. Te miran porque sienten curiosidad. Quieren saber si
estás bien, ¿no? ¿Por qué crees tú que te miran?

—Porque sienten curiosidad, quieren saber todos los detalles morbosos. Porque piensan que
soy raro, porque creían que Jiken era raro —le contestó, cambiando un poco las frases del
psicólogo. No podía evitarlo, estaba molesto, se molestaba cada vez que pensaba en los
demás.

—¿Y lo eres? ¿Eres raro, Lowe? —miró hacia la ventana, pensando que obviamente no era
como los demás. Ni él ni Jiken, pero es que además poseían ambos una sensibilidad
diferente a la de la mayoría de las personas.

—No… No lo creo —contestó confundido, volviendo a beber un poco de café, pensativo


—. No, no lo soy, pero no quiero hablar de Jiken con los demás.

—Claro que no, porque no les interesa realmente. Jiken era especial para mí, se supone que
no sientas apego por la gente que viene a hablar contigo, pero es imposible no hacerlo en
algunos casos —se quedó en silencio por unos segundos, pensando en Jiken, y en todas las
cosas personales que había acabado compartiéndole, aunque le había costado un mundo que
se abriese. Lo miró comprendiendo muy bien su postura, los profesores también lo habían
hecho, acercarse a él para que le contase por qué.

El rubio lo miró, sonriendo levemente por fin porque dijera eso. Así no podía mantenerse
con esa actitud agresiva. Jiken había sido su mejor amigo, el único en ese pueblo en
realidad. Lo había llegado a conocer bastante bien y no soportaba que ahora estuviesen
esparciendo rumores sobre algo acerca de lo que no comprendían nada.

—Sí, era diferente. No sé cómo pudo… Bueno, es extraño que creciera en este lugar —se
movió un poco, incómodo, preguntando de pronto —¿Usted cree que era suicida?

—Creo que estaba muy deprimido, y nadie puede saber a ciencia cierta realmente todo lo
que hay en la cabeza de otro —lo miró, pensando que Jiken le había confesado no haberse
tomado los medicamentos antidepresivos que el doctor le había recetado —. A veces algo
sucede, algo detona la situación… —en realidad se sentía un poco culpable por no haber
podido hacer algo más, aunque sabía que no debía tomar esa actitud tan poco profesional —
No vino a verme los últimos días.

—Estaba enfermo, le dije que fuera a ver a un médico, pero no quiso. Decía que sólo era un
resfriado, que ya se le pasaría —le contestó, recordando aquello. ¿Por qué no le había
insistido más? Era un terco —Yo no lo creo…

—¿Qué crees tú? —lo miró a los ojos, cruzando los brazos de forma relajada bajo el pecho,
y haciendo que la camisa que llevaba entreabierta, se apretase contra su cuerpo.

—No lo sé, pero no creo que se haya suicidado. No lo haría. Jiken… —lo miró a los ojos de
nuevo, de una manera casi desesperada, necesitaba que alguien le creyera —Jiken me dijo
que estaba mejorando, usted le agradaba.

El sicólogo bajó la vista un poco, pensativo. Lo cierto es que era muy posible que se
hubiese suicidado, y los exámenes forenses lo habían corroborado, pero él creía lo mismo.
Había pensado que estaba progresando mucho, no lo había esperado para nada, por eso
cuando los profesores le dijeron que estaba enfermo y por eso no iba a verlo, se lo había
creído. Debía haberlo visitado, por el dichoso hecho de no implicarse más, ahora…

—Sí, yo también creía que estaba mejor, pero los exámenes médicos son contundentes,
Lowe —apoyó una mano sobre la suya, sin apretársela y sólo un momento —. ¿Tú cómo te
sientes? Dentro de lo posible… ¿estás bien?

—Estoy bien… Me resulta difícil asimilarlo cuando estoy en casa —se encogió de
hombros. No lo creía para nada, estaba seguro de que Jiken no haría eso. Además, las
píldoras no eran su estilo.

—¿Has pensado en buscar algo que hacer para mantenerte activo? Y eso demuestra que
debes ir a clase… —le recordó después.
—¿No puede esperar a que termine la semana por lo menos? Es igual, no puedo estudiar —
se quejó, dejando la taza sobre la mesita que tenía al lado y dejándose caer hacia atrás,
contra el respaldo del sillón —. No sé qué hacer, no hay nada que hacer aquí y no es como
que me guste tejer o algo así.

Don se rio suavemente, no podía decir que no lo comprendiese, la verdad.

—Entre tú y yo: sí, esto es horrible —sonrió todavía y se apretó una mano con la otra —.
No lo sé, tal vez el deporte…

—¿Me ve cara de deportista? —le preguntó, aunque no sentía un rechazo completo hacia el
deporte, no le agradaban mucho los chicos deportistas. No quería que se pusieran con cosas
de macho alrededor de él.

—¿Hay que tener una cara especial? —sonreía todavía y lo miró a los ojos —¿No será que
no quieres hacer deporte con los demás? Podrías ir a correr, eso puedes hacerlo solo.

—Sí, bueno… Tal vez haga eso —asintió, enrojeciendo un poco porque hubiese adivinado
sus pensamientos —Todos son muy tradicionales aquí, ¿eh?

—Sí… —suspiró de nuevo, cruzando una pierna sobre la otra —Es una buena manera de
decir que en este lugar, parece como si no hubiera transcurrido el tiempo. Quiero que sigas
viniendo a verme, Lowe, y quiero que me llames si necesitas ayuda. Tus padres viven
fuera, ¿verdad?

—Sí, pero no los llame, sólo me van a molestar, ¿eh? —le advirtió señalándolo por si acaso
—Seguiré viniendo… Si no los llama.

—Ahora los estudiantes me chantajean, he debido perder todo el respeto —se levantó,
metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón y mirando hacia la ventana —. No
pensaba llamarlos, yo no soy el director, sólo el sicólogo, y lo que hablamos aquí dentro es
secreto profesional. Pero ven a verme de todos modos, sin sentirte coaccionado.

—Está bien… —casi se quejó, poniéndose de pie, y enrojeciendo de nuevo. En realidad era
una pose, se sentía cohibido, era la verdad, pero también le gustaba hablar con él, de todas
maneras no tenía a nadie más con quien hacerlo y le parecía que era el único, aparte de él, a
quien le había importado Jiken.

—Espera —se acercó al escritorio y escribió el número de su teléfono móvil por detrás de
una de las tarjetas, en las que figuraba sólo el teléfono de la oficina en la universidad —.
Toma, por si acaso —se la ofreció mientras lo esperaba cerca de la puerta —. Y sobre los
demás… míralos cuando te miren, no te escondas ni apartes la mirada, al final lo harán
ellos —le apoyó la mano en el hombro —. Pero no te pongas agresivo —le pidió, ya que
sabía que era bastante irritable.
—No lo haré… —se quejó de nuevo, mirando la tarjeta y leyendo el número. Lo hacía
sentir más seguro, pero se ponía nervioso con esa clase de cosas —Gracias.

Don le dio una palmada en la espalda y cerró la puerta cuando salió. No quería que se
pusiese tan a la defensiva con todo el mundo, y aunque le habían dicho que le echase un
vistazo tan sólo… Ni que fuera magia lo que hacían allí.

*****

Afuera, en el piso de abajo, había cierto alboroto. Un chico de cabello largo y con una
mecha azul en el flequillo, (lo cual ya era bastante llamativo en ese lugar), había aparcado
su moto en la entrada, e iba por ahí haciendo preguntas sobre Jiken.

—Así que… tú no lo conocías muy bien —le dijo a un chico, apoyado con una mano en el
pasillo y cortándole ligeramente el paso, sonriendo con algo de picardía.

—No, en realidad era un raro, ¿sabes? Nadie lo conocía muy bien, aunque creo que andaba
con un tío…
—¿Sabes cómo se llama? —le preguntó interrumpiendo el coqueteo por unos segundos.

—Hum… Lowe, pero es otro raro, y mejor ni le hables que es capaz de lanzarte algo —se
rio, tensándose de pronto y desviando la mirada por si acaso —. Es ese que viene ahí.

El rubio ya iba bajando las escaleras y apenas les dirigió una mirada, antes de proceder
hacia la salida. No tenía ganas de ver a nadie, era lo mejor de todas maneras.

Sin embargo, Steiner salió detrás de él, caminando apuradamente e ignorando el consejo
del otro.

—Eh… ¿eres Lowe? —le preguntó, apoyándole la mano en el hombro al alcanzarlo.

—¿Quién quiere saberlo? —le preguntó, moviéndose con brusquedad para apartarle la
mano.

—Uh… qué mala hostia tenemos… —sonrió, alzando un poco las dos manos como
diciéndole que ya no lo tocaba más, aunque probablemente eso no era muy cierto —Me
llamo David Steiner, soy periodista para la revista Decameron, y antes de que me digas que
me pudra… quisiera hablar contigo un momento, off the record si así lo prefieres.

—¿Off the record? ¿Sobre qué? —lo miró con desconfianza, ya sabía de qué quería hablar
y no estaba para esas cosas. Aceleró, saliendo de la universidad, con el ceño fruncido —No
tengo nada que decir.

—Sin comentarios… ¿eh? —murmuró sin rendirse. Lo siguió de nuevo, volviendo a


sujetarlo del hombro y levantado las manos cuando se volteó —Será algo confidencial,
venga, échame una mano. No me hagas decirle a mi jefe que vine hasta aquí para nada.
—¿Qué clase de periodista quiere hablar de manera confidencial, eh? ¿Crees que eso te va a
funcionar?
El moreno sonrió y miró a un lado un momento, mordiéndose el labio inferior.

—Yo quiero, me llega con hablar contigo, no publicaremos nada de lo que me cuentes, ni
siquiera tomaré notas, ¿vale? ¿Te invito a comer algo?

—Eso no tiene sentido. ¿No tomas notas, hablamos en confidencia y no publicas nada? ¿Y
dices que no quieres decirle a tu jefe que viniste a perder el tiempo? —resopló, pasándose
una mano por el cabello y alborotándoselo más de lo que estaba —Pues no se lo digas y
punto —concluyó, girándose de nuevo y echando a caminar a paso apresurado.

—Oh… venga, Lowe —lo siguió pese a todo, poniéndose delante de él y caminando de
espaldas, a pesar de que ya hacía un rato que varios estaban mirándolos, para colmo le daba
la risa —. Lo que me digas me servirá tal vez para investigar por mi cuenta. Va… tú sabes
que estás muy bueno para ser tan malo.

—No soy malo, y ¿quién te dijo que quiero coquetear contigo, eh? No funciona —lo miró,
enrojeciendo y cambiando de rumbo, para rodearlo y poder llegar a su piso. Sí que era
insistente.

—Lowe… —corrió tras él y se puso delante de la puerta del edificio para que no pudiese
entrar —Venga, escúchame al menos, y si aún así no quieres decirme nada… me voy —no
se lo creía ni él, pero se lo dijo muy serio.

—Agh —se quejó el chico, frustrado por no poder entrar. Por un momento pensó en
empujarlo, pero era más alto que él y se veía fuerte. Si iba a otro lado, seguramente lo
seguiría —¿Qué es lo que quieres investigar y por qué?

—Bueno… —lo miró, pensando que odiaba este momento, la gente solía cabrearse a no ser
que fueran los que estaban experimentando los fenómenos en sí —Alguien nos envió una
grabación del entierro de tu amigo, y vimos algo muy extraño. ¿Puedes ver esto? —se sacó
el móvil del bolsillo de los jeans, ya que le había pedido a Ageha que le enviase el video.

—No, no sé de qué estás hablando y estoy ocupado… —frunció el ceño, echando a caminar
en otra dirección inmediatamente, alejándose del edificio.

—Vas a estar ocupado en este pueblo de mierda… —murmuró para sí Steiner con el ceño
fruncido también, buscando el video en el teléfono —Mira esto... ¡Joder! —alzó la mano a
punto de lanzar el teléfono al suelo y desistiendo para no cargárselo —Mierda…

Se había desvanecido, obviamente había echado a correr mientras buscaba el video. Echó a
correr en su misma dirección y empezó a mirar entre las casas y edificios, pero no había ni
rastro. Llamó a la oficina, apoyando la espalda contra la pared.
—Decameron… —saludó Ageha, sentándose sobre la mesa y cruzando las piernas —
Estamos para servirle.

—Uf… cómo me pones cuando dices eso —sonrió de nuevo, resignándose —. Dile a
Bronco que voy a tener que quedarme por aquí un poco más.

—¿Y eso por qué? Yo te necesito —le preguntó, seguro de que tenía buenos motivos, pero
quejándose igual —. Acabas de regresar.

—Lo sé, pero esto es bueno. El chico parece que era muy raro según me dicen todos.
Estaba yendo al sicólogo del centro universitario en el que cursaba, y no tenía muchos
amigos. Sólo uno según los chicos a los que he estado preguntando. El caso es que el chico
este…

—¿Qué sucede con el chico ese, eh? —le preguntó poniéndose alerta. Steiner siempre
estaba persiguiendo a alguno durante las investigaciones, no le sorprendía.

Steiner se rio sin poder ni querer disimularlo.

—Me odia y no quiere hablar conmigo, así que voy a tener que insistir un poco más, ¿vale?
Intentaré hablar con el sicólogo… y… te llamaré por la noche para que me cantes una
nana… —le dijo en otro tono ahora.

—Una nana…, pero voy a estar desnudo y más te vale que duermas solo, ¿eh, Steiner? —le
advirtió, riéndose de todas maneras —Te estaré esperando.

—Haré todo lo posible… —sonrió, pensando que había muchos estudiantes haciéndole
ojitos por ahí. Le colgó y se guardó el móvil de nuevo, suspirando y preguntándose si
estaría disponible el sicólogo ese.

—¿Qué sabe? —le preguntó Bronco en la oficina a Ageha, en cuanto este hubo colgado.

—Sabe que los universitarios le atraen —contestó cruzándose de brazos y mirándolo —.


Bueno, en serio, era un chico extraño, estaba atendiéndose con el psicólogo de la
universidad. Ahora Steiner está persiguiendo a su mejor amigo.

—Por Dios, que tampoco haga que nos demanden, ¿eh? —suspiró, sabía que era
horriblemente insistente, pero a veces era necesario. El caso lo tenía intranquilo, tal y como
había previsto, no podía quitárselo de la cabeza.

—Oye, que es Steiner, hará que lo demande yo —se rio, acercándose y sentándose en sus
piernas de manera casual, como si fuera lo más natural del mundo —. ¿Por qué siempre
tiene que estar persiguiendo a otros? Iré a un pub esta noche, ven conmigo. Bueno, mejor
me espero a que llame.
—Sí, mejor, porque no pienso ir a un pub a verte ligar, me sentiría como tu padre. Además,
en esta ocasión lo persigue porque es su trabajo. Aunque no quiero defenderlo… porque no
me juego ni un pelo por él —le apoyó una mano en el abdomen para que se recostase contra
su pecho y se reclinó a la vez en el asiento —No sé para qué sigues con eso.

—Porque me hace sentir bien cuando está aquí y porque lo quiero —le contestó como si
fuera algo de lo más simple —. Somos adultos, Bronco, los dos sabemos lo que hacemos.

—Ya… yo no digo nada, olvida que he mencionado el tema —suspiró, pensando que mejor
se hubiera estado callado, y le dio una palmadita en el muslo —Te invito a cenar pizza.

—Con doble queso y champiñones —le pidió sonriendo y abrazándolo con más fuerza —.
Y me dices por qué no tienes a nadie… Te voy a conseguir un novio.

—Ya tengo a alguien, lo que pasa es que… es algo nada serio. Estoy ocupado, por eso —
echó la cabeza hacia delante y se apoyó en él.

—No puedes seguir ocupado para siempre, y no puedes pasar todas las noches en esta
oficina —sonrió, acariciándole el cabello con una mano, a pesar de que él era culpable de lo
mismo. Sabía que lo suyo con Steiner no era algo formal, y mucho menos esas aventuras de
una noche que tenía.

—Tú no te preocupes por mí, yo sé lo que hago al menos. Créeme, no merece la pena que
pierda tiempo de trabajar por ello, y tampoco es que la otra persona esté tan interesada en
que le dedique mi tiempo. Y hace como dos semanas que no nos llamamos, tal vez tres —
analizó pensativo, apagando el cigarro en el cenicero.

—Pues sigo pensando que necesitas a alguien más, alguien que te comprenda —lo miró,
analizando lo atractivo que era realmente con esos ojos agradables y el cabello negro pero
canoso que le daba un aspecto interesante, como de intelectual descuidado. Tenía muy buen
cuerpo además, fuerte —. Vamos al gimnasio mañana —le pidió en un esfuerzo poco
característico en él.

—¿Para bajar el doble de queso? —sonrió, tocándole la cara y apartando la mano después
—Si ya te tengo a ti para que me comprendas —carraspeó, pegándole una palmadita para
que se levantase —. A trabajar, que luego vamos a cenar.

—Vale, pero primero necesito café —se quejó como si solo quisiera estar ahí tirado todo el
día —. Y en realidad es para buscar buenos prospectos en las máquinas.

Bronco se apoyó la mano en el cabello, revolviéndoselo un poco y mirándolo, pensando en


lo que le diría de no ser porque todo era demasiado complicado.

—Sírveme un café, anda.


—Por supuesto, jefe —le hizo un saludo militar con un guiño de ojo, y se alejó hacia la
cafetera, si fuera cualquier desconocido seguro que lo abordaría en un pub.

Parte II
Miércoles, enero 27

Lowe cerró la puerta de su piso con un suspiro, aún sintiendo que estaba demasiado
silencioso. No es que Jiken hiciera mucho ruido, la verdad, pero igualmente se sentía
extraño. Finalmente se había decidido a regresar a la universidad, a correr un poco tal y
como le había recomendado el psicólogo.

Se acomodó la tira de la bolsa de deportes alrededor del pecho y se guardó las llaves en el
bolsillo de los jeans, bajando las escaleras, que no eran muchas, y dirigiéndose a la puerta.
Aquel tío se había ido por fin, esperaba que se hubiera largado del pueblo.

—¿Qué tal? —le preguntó Steiner con una sonrisa en cuanto salió por la puerta, ya que
estaba pegado con la espalda contra la pared.

—Mal —contestó el chico de manera cortante, retrocediendo a toda velocidad y tirando de


la puerta para trancarla. No se creía aquello.

Steiner chasqueó los labios y se puso frente a la puerta, llamando en el cristal con los
nudillos.

—Venga, habla conmigo. Sé que puedes oírme… Sólo mira el video, ¿vale? Si lo miras me
voy.

—¿Por qué no te vas? No tengo nada que decirte. Sólo… —se quedó allí a pesar de todo,
pensativo. No sabía qué hacer.

—Mira, te voy a explicar algo, (aunque sea a través de un cristal)—finalizó para sí —.


Nosotros nos tomamos esto muy en serio. No somos unos payasos —abrió la bolsa que
cargaba al hombro y sacó un ejemplar de la revista —. Coge esto, abre un poco —lo tendió,
pensando que era una ridiculez eso, y aguantándose para no reírse.

Lowe exhaló molesto ante su cara de confianza, pero abrió un poco, tomando la revista. Ya
la conocía por supuesto, ese tío no comprendía nada. La revisó al descuido, mirándolo
luego.

—¿Y bien? Ve a investigar, yo no sé nada.

—¿Puedes ver el video y salir aquí? Te voy a molestar lo mismo con o sin cristal por el
medio, y no sé si sentirme como un taxista, un presidiario o un cajero de banco —alzó una
ceja, suspirando.
—Presidiario —le contestó, sonriendo un poco para sí, y finalmente abriendo la puerta. Tal
vez dejase de molestarlo y además… ya no tenía sentido —Stalker.

—No me importaría stalkearte un rato…, pero a la larga me cansaría —se rio, buscando su
móvil y mirándolo de soslayo mientras ponía el video —. No te me escapes esta vez, ¿eh?

—No hubiera salido si pensara hacer eso, no es como que sea un deporte —se quejó,
poniéndose nervioso —. ¿Por qué te interesa?

—Es mi trabajo, y mi jefe está seguro de que es real. Bueno… él entiende de esas cosas —
le dijo sin querer exponerlo demasiado, pasándole el móvil para que lo mirase él mismo.

Lowe se quedó mirando el video, serio, sintiendo los ojos aguados luego. Le regresó el
móvil finalmente desviando la mirada.

—¿Y qué pensáis hacer?

—Normalmente, cuando hay un espectro… es porque el alma sigue aquí, en nuestro


mundo, perdida. Probablemente no acababa de comprender qué hacía dentro del ataúd —lo
miró de soslayo, notando que estaba afectado, y pensando que probablemente por eso no
había ido al entierro, o al menos él no lo veía entre la gente de delante —. ¿Puedes
ayudarme a identificar a la gente que acudió? —insistió. No sabía si mañana lo iba a
mandar a freír espárragos de nuevo.

—Sí, aunque no los conocía a todos. Bueno, no conocía a casi nadie, la verdad, sólo sé
quiénes eran —le explicó tocándose un brazo y parpadeando varias veces hasta asegurarse
de que sus ojos estaban libres de lágrimas. Extendió la mano para que le pasara el móvil de
nuevo, mientras el periodista sacaba una agenda para apuntar lo que le dijese.

—Estas son su madre y su tía, había visto a la tía en fotos solamente. A la madre la conocí
allí. Y estos… son sus primos. Y este es un amigo de la familia creo… No sé quién es este
otro. Y… —sonrió un poco sin poder evitarlo —este es el psicólogo de la universidad, le
tenía mucho cariño.

—A mí no me ha querido atender. Me dijeron que estaba ocupado, pero estuve ahí en la


puerta esperando horas y… hostias. Ni entró ni salió nadie —le dijo mientras escribía,
hablándole con toda la naturalidad del mundo, y mirándolo a los ojos después.

—Probablemente piensa lo mismo que yo —sonrió un poco, como orgulloso —. ¿Qué vais
a hacer con esta información?

—Me imagino que mi jefe piensa ponerse en contacto con la gente relacionada y… —alzó
una ceja, rascándose el cuello con la parte de atrás del bolígrafo —ayudarlo si puede.
También supongo que pretende hacer un reportaje para la revista. Ese es nuestro trabajo.
—¿En serio lo ayudaría? —le preguntó, mirándolo a los ojos como si pudiera ver hasta su
alma.

—Es sensitivo, ¿sabes de qué va? No es un médium o algo así, ¿eh? Y tampoco le gusta
mucho hacer esas cosas, pero sé cuando está muy interesado, y lo está —le dio con el
bolígrafo en el pecho, pinchándolo un poco —. Tú puedes asegurarme que ese chico que se
ve en la grabación es tu amigo, ¿no?

—Sí… Puedo —lo miró por un segundo eterno casi, finalmente suspirando y abriendo la
puerta del edificio —Pasa.

—Te sigo… —susurró casi, sonriendo y siguiéndolo hacia su piso.

Lowe frunció el ceño, esperando estar haciendo lo correcto, y subió las escaleras de nuevo,
abriendo la puerta de su piso. Era lo suficientemente amplio para que dos personas pudieran
vivir allí sin estorbarse la una a la otra, y estaba limpio, a pesar de que había libros,
carpetas, dvds y otras cosas en todas las mesas. Se notaba que era un piso de universitarios.

El moreno miró a su alrededor y lo siguió con la vista, preguntándose si quería mostrarle


algo en especial, sólo hablar, ¿o qué?

—¿Erais compañeros de piso, no?

—Sí, Jiken era de aquí, pero no quería vivir con su familia. Yo vine de afuera —le contestó
quitándose la bolsa y dejándola en el gastado, pero cómodo sofá —. ¿Necesitas ver una foto
suya?

—Si puede ser… ¿puedo escanearla o algo para mandarla a la oficina? O si puedes dejarme
una que tengas por ahí… —dejó su bolsa allí también y se sacó la cazadora de cuero
blanco. No es que hiciera calor, pero por dentro sólo llevaba una camiseta sin mangas de
color azul cobalto, bastante llamativa.

—¿No vais a escribir estupideces acerca de Jiken, eh? Porque te vi hablando con esos
chicos, son unos idiotas y no lo conocían para nada —le advirtió, señalándolo y pensando
que no parecía un periodista. No estaba seguro de si debía confiar en él.

—No vamos a escribir ninguna estupidez. Y siempre puedes mirar el artículo antes de que
lo publiquemos o incluso participar en él, ¿vale? —se rio por su agresividad —Si miento, te
dejo que me pegues un puñetazo.

—No será sólo un puñetazo, créeme —le advirtió, dirigiéndose a la pequeña cocina que
estaba junto a la sala —. ¿Quieres café, cerveza, soda?

—Cerveza, y vale, puedes darme unas nalgadas si quieres… —se rio, apoyándose en el
marco de la puerta de la cocina y mirándole las suyas sin querer.
—Sí, claro —(Te las voy a meter para adentro), continuó mentalmente, tomando dos
cervezas y dejándolas sobre la mesa luego, para ir a buscar la foto —. Es de carnet, las otras
que tengo no sirven —comentó porque salían juntos y él no pensaba aparecer en ninguna
revista. Por otro lado, no se había atrevido a revisar su álbum de fotos, ya que Jiken lo
mantenía guardado siempre.

—Me vale —le adelantó, cogiendo la cerveza y abriendo la lata antes de darle un trago y
sentarse en el sillón—. Antes me dijiste que no quería vivir con sus padres.

—No, no tenía una buena relación con su familia —se encogió de hombros ya que estaba
más o menos enterado de la situación, aunque no sabía muchos detalles. Regresó
sentándose a su lado y entregándole la foto, antes de abrir su propia cerveza.

Steiner la miró, desde luego era el mismo chico que salía en la grabación, de eso no había
duda.

—¿Me la puedo llevar? Te la devolveré —lo miró a los ojos, bebiendo otro trago.

—Sí —Lowe asintió observándolo, pensativo aún —. No se suicidó —soltó de pronto


porque no tenía ni idea de cómo llegar a eso.

—¿Cómo? —lo miró sorprendido, alzando la vista, porque se había inclinado para coger la
cartera del bolsillo trasero de sus jeans.

—Que no se suicidó, no lo creo. Jiken no haría algo así, y mucho menos de esa manera y…
—exhaló de nuevo, asumiendo que no le quedaba más remedio que admitirlo —Yo fui el
que envió ese video.

El rostro de Steiner se enserió por completo mientras se guardaba la fotografía en la cartera,


y lo miró a los ojos, acomodándosela en el bolsillo otra vez.
—Vale… ¿de qué manera se suicidó?

—Píldoras, supuestamente se tragó un montón de píldoras. Lo encontré en el baño. Yo…


—se estremeció recordando ese momento, lo había remecido, abofeteado, intentando que
reaccionara —No me fijé bien, había muchas píldoras por el suelo, el frasco también…
Luego ya no estaban, se las llevaron por la investigación supongo, todo fue muy confuso.

—¿Y él tomaba píldoras normalmente? ¿Tú lo encontrabas extraño antes de… eso?
Deprimido o algo así… —el tema parecía estarse complicando.

—No, bueno… estaba viendo al psicólogo, pero estaba mucho mejor gracias a eso. Y
odiaba las píldoras por cierto, le molestaba tragarlas —le explicó, recostándose un poco en
el sofá y reposando la cerveza sobre su muslo derecho —. Justo antes de morir se enfermó,
tenía fiebre y se sentía débil. Le dije que fuera al médico, pero se negó, estaba seguro de
que sólo era un resfriado y también odiaba ir al médico.
—Así que, no fue, y de pronto un día aparece muerto. Pero supongo que le hicieron una
autopsia, ¿no? No estamos en el Medievo para que vean un bote de pastillas y digan que es
el motivo sin más —se echó un poco hacia atrás en el asiento, observándolo. La verdad es
que eso a ellos les venía un poco grande, pero no se iban a echar atrás, ni siquiera si al final
todo eran excusas de un chico, que no quería aceptar la muerte de su mejor amigo.

—Sí, la autopsia… La autopsia reveló que era una sobredosis —admitió reticente y
desviando la mirada —. No puede ser.

—Tal vez deshizo las pastillas en agua para tomárselas, o llevaba todos esos días tomando
un exceso de ellas. Se nota que no era una persona nada corpulenta, incluso puede que si el
médico le había recetado algo, la dosis no fuera la correcta. ¿Sabes si se estaba medicando?
—le tocó el hombro para que lo mirase.

—Tomaba algo para la depresión, pero… había dejado de tomarlo en realidad, no lo


necesitaba —movió la cabeza exasperado, bebiendo un trago largo de cerveza antes de
continuar —. No es posible, Jiken no era tan metódico.

—Bueno, puede que hubiese tomado esa determinación. Algunos antidepresivos son
bucodispersables, se deshacen en la lengua y no es necesario tragártelos —le explicó,
apartando la mano e imitándolo para tomar un trago también —. No intento desmoronar tus
teorías, sólo trato de ayudarte —le dijo antes de nada.

—Bueno, pues es igual, Jiken no se suicidaría. No lo creo y no lo pienso creer —negó


frunciendo el ceño y poniéndose de pie. Tal vez por eso había aparecido en su grabación,
tal vez intentaba decirle algo ya que todos los demás parecían haberlo decidido. No la había
visto hasta después, sólo estaba documentando aquello y casi se había quedado sin aliento
al ponerla en la pantalla de su ordenador.

—Te creo… —suspiró, mirándolo y apartándose un poco el cabello de delante de la cara,


recogiéndoselo en una coleta finalmente —¿todavía están aquí sus cosas?

—Sí, no he podido recogerlas y creo que a nadie le interesan de todas maneras —lo miró
alzando una ceja, convencido de que no le creía nada.

—¿Puedo? —le preguntó, levantándose.

Lowe lo miró por un momento, sumamente serio. Finalmente suspiró, asintiendo.

—Pero no es para que te pongas a curiosear.

—Claro, porque no tengo nada mejor que hacer… —hizo una mueca con la boca, y lo miró,
esperando a que lo guiase hacia su habitación. La cama todavía estaba deshecha, había ropa
encima de un sillón, y el escritorio estaba igual de desordenado. Era natural, Jiken solía
estudiar o tirado en la cama o en la sala, viendo la televisión a la vez. La pared estaba llena
de bocetos y dibujos de criaturas extrañas, la mayoría en blanco y negro, algunos sólo con
un trazo de color. Había algunos cuadros contra la pared, recostados. También había un
caballete con lo que parecía ser el comienzo de una nueva pintura, una silueta apenas. Era
extraño ver todo aquello así, se sentía como si en cualquier momento fuese a regresar para
continuarla.

—E… Estudiaba arte.

—Son muy buenos —no pudo evitar mirar aquellas criaturas, seguro de que hubiera podido
ser profesional como ilustrador. No le era difícil imaginárselas siendo parte de algún
videojuego —. Sólo voy a ver si encuentro algún tipo de droga, vale. No soy un pervertido
al que le guste ver ropa interior o algo así —le advirtió antes de acuclillarse y echar un
vistazo en los cajones —. ¿Estabais muy unidos? ¿Os contabais los problemas y eso?

—Sí, bueno… No le gustaba hablar mucho de algunas cosas y yo lo respetaba —le


contestó, metiéndose las manos en los bolsillos de los jeans y aun vigilando a aquel hombre
—. Sólo encontrarás sus medicamentos, no tomaba nada más. Aspirinas quizás.

—No está de más mirar —lo miró un momento, y abrió el siguiente cajón, revisándolo sin
encontrar nada en especial, salvo el conocimiento de que era una desordenado. Se inclinó
para mirar bajo la cama, pero allí sólo había unas zapatillas de andar por casa y algunas
bolitas de polvo.

Se levantó de nuevo, tocándose el abdomen como si estuviera pensando en algo —. Es que


me extraña que no te dejase una nota o algo. Dices que esta era su casa, así que, a ti te hace
una putada, entre comillas. ¿Ahora la pagas sólo tú?

—Sí, tengo que buscar un nuevo compañero, pero… —se encogió de hombros, realmente
no quería hacerlo, no podía imaginarlo siquiera —Jiken me hubiera dejado una nota, lo sé.
No es su manera de hacer las cosas, ¿sabes?

—Ya… no, no lo parece, y es cierto que no parece muy metódico a juzgar por el
desorden… “artístico” de este cuarto. Oye… ¿tenía un ordenador? —se giró para mirarlo a
los ojos.

—Sí, pero está en la sala —le señaló sin moverse, ya que no pensaba dejarlo solo en el
cuarto de Jiken, a pesar de que parecía estárselo tomando en serio.

—Vale, déjame echar un vistazo —lo siguió allí, esperando a que se lo señalase. Apartó un
poco la silla que había delante del escritorio y se sentó tras recuperar su lata de cerveza —.
¿Lo has estado utilizando?

—No, tengo el mío —señaló a su cuarto, colocándose a su espalda por si acaso —. A Jiken
le gustaban las cosas oscuras, y un poco raras, ¿eh? Pero eso no significa nada malo.
Además, él era el que traía esa revista a casa.
—Oye… no estoy aquí tratando de juzgarlo, sólo quiero ver si había estado buscando algo
sobre el suicidio, porque es normal hacerlo. Quiero saber si había comprado algo
recientemente que pueda echarnos una mano, o si estaba en algún foro en el que puedan
haberle metido ideas raras en la cabeza —lo miró mientras le explicaba, y luego se giró
hacia la pantalla otra vez —. A ver si piensas que trabajo en una revista como esa porque
no me gustan las cosas raras…

—Yo qué sé, a lo mejor es porque necesitas el dinero —contestó, enrojeciendo luego ya
que sólo había dicho lo que se le había venido a la cabeza. Exhaló, apoyándose en la mesa
con una mano.

—Pues no soy millonario —le dijo sin verse afectado para nada por su comentario.

—Bueno, quiero decir que nadie sabe por qué los demás hacen las cosas. A Jiken le
interesaba la muerte, tiene una carpeta con fotos de cosas muertas.

—Y yo una con tíos en jeans —se rio, mirando el historial y bajándose un programa que
solía utilizar cuando quería cotillear en un ordenador. De todas formas era algo bastante
extraño, sólo esperaba que al menos no se pajease con ellas. Le dio otro trago a la cerveza,
pensando que, de todas formas, eso podría haberle hecho mantener contacto con gente
peligrosa.

—Sólo quería advertirte de eso… —contestó frunciendo el ceño de nuevo, aunque quizás
era mejor que le pareciese gracioso a que lo juzgase por psicópata o algo así —Le
interesaba artísticamente, como… algo de filosofía. No es que quisiera matar a nadie y
estoy seguro de que tampoco quería morir.

—Vale… —lo miró, como diciéndole que le creía —¿Y tenía novieta o algo? Estoy
esperando a que se baje algo, así que… te puedes esperar sentado —le dijo más bien para
que se relajase un poco.

—Era gay —lo miró, por fin yendo a sentarse y cruzándose de brazos, observándolo —. No
tenía pareja, pero a veces salía de noche. No sé, me decía que a fiestas y cosas así, pero que
era por investigar. No… inspirarse, eso.

—¿Se inspiraba de fiesta? —se rio, meneando un poco la cabeza —No sé, a lo mejor no lo
conocías tan bien como te crees.

—Sí lo conocía. Y no eran fiestas en sí… Más bien como reuniones en las afueras. Sé lo
que parece, pero es igual. Sigo pensando que no se suicidó —le aseguró, inclinándose hacia
delante —. Además, se suponía que fuéramos juntos en alguna ocasión para… —miró
hacia otro lado prefiriendo ahorrarse la razón que le había dado Jiken: para que se cabrease
de una vez y le dijese que quería irse de allí.

—¿Para qué? —se giró en la silla, estirando las piernas y cruzando los tobillos uno sobre el
otro —¿Sabes en dónde era?
—No estoy seguro, en realidad creo que sólo eran un montón de chicos haciéndose los
interesantes, ¿sabes? —exhaló sin responder a su otra pregunta y apartándose un poco —
¿Qué estás bajando?

—Un programa que rastrea claves de foros y cosas de ese tipo. Facilita ver las páginas más
visitadas, en qué fechas… blablablá —movió una mano, como diciéndole que era aburrido
—. ¿Para qué quería que fuerais juntos? ¿Estabais enrollados?

—No, no —negó enérgicamente, poniendo cara de incredulidad —. No era mi tipo ni yo el


suyo, créeme… Quería que fuera porque siempre le estaba preguntando acerca de eso, me
preocupaba, y porque él sólo me contestaba que no me gustaría.

—Así que… los dos gays en este pueblo de… mierda. Bueno, no es un pueblo, pero para el
caso —suspiró, cruzando el brazo tras la cabeza, mirándolo —. ¿No crees que es un poco
extraño? Quería que fueras pero a la vez te decía que si ibas no te iba a gustar, parece una
excusa para hacer que no vayas. ¿Conoces a alguien que fuera allí y pueda decirnos dónde
es?

—Tal vez… Hay un chico en la universidad que puede estar relacionado, pero es un
imbécil —frunció el ceño de nuevo, sin poder evitarlo y sin apartar la mirada esta vez —
Claro que no quería que fuera, por eso quería ir. Jiken era demasiado curioso, siempre
estaba buscando cosas nuevas. A veces incluso me aparecía un poco ingenuo.

—Pues… igual se metió en algo feo. Eso nunca se sabe, y mucho menos cuando alguien se
siente deprimido y esas cosas —apoyó los codos en los reposabrazos, golpeteándolos con
los dedos y mirando el collar de pinchos que llevaba en el cuello —Dame el nombre del
imbécil, hablaré con él —alzó la vista a sus ojos otra vez, esperando.

—James, casi siempre está cerca de la cafetería. Ni siquiera estoy seguro de que vaya a
clase alguna vez, ¿eh? —se encogió de hombros, un poco nervioso por cómo lo miraba —
Jiken no era una mala persona, ¿sabes? —le aseguró por si acaso se estaba formando una
opinión extraña de su amigo.

—Sí, eso creo, pero si te metes en sitios donde sí las hay, y eres una buena persona… es
cuando la cagas, ¿no crees? —se giró para ver cómo iba el download, pero todavía iba a
tardar, así que, se sentó en el sofá a su lado, girado para poder verlo de frente.

—Supongo, por eso quería ir con él —suspiró, relajándose por un momento también, quizás
por la manera de hablar del moreno, ya no sentía que tenía que agredirlo —. A veces pienso
que simplemente estaba demasiado acostumbrado a estar solo.

—¿Y tú? —apoyó el brazo en el sofá, girándose un poco para alcanzar la lata de cerveza y
terminarse lo que quedaba.
—¿Yo qué? Yo estoy bien… —desvió la mirada, pensando que no tenía ganas de ser
analizado ahora y levantándose de nuevo —Estoy en un pueblo lleno de idiotas, es natural
que no tenga mucha compañía. ¿Quieres otra?

—Vale… —se rio suavemente, cogiendo su mochila, y aprovechando para apuntar el


nombre del estudiante con el que necesitaba hablar, antes de que se le olvidase. Miró hacia
la cocina un momento y se dio con la libreta contra el mentón. Estaba muy bueno el
dichoso universitario, pero seguramente Bronco le iba a cantar las cuarenta si acababa con
él en la cama, y mejor no pensar en lo que diría Ageha si se enteraba.

Lowe cogió dos latas de cerveza de la nevera, ya que había olvidado que él aún tenía en la
suya. Lo miró de soslayo antes de regresar.

—¿En serio me crees cuando te digo que Jiken no se suicidó? No me mientas sólo para
conseguir información.

—No lo hago, pienso que la duda es razonable, y que merece la pena investigarlo más.
Sabemos que la policía es bastante capulla cuando no se trata de algo que ellos consideren
“importante”. Tal vez sí murió de una sobredosis, pero eso no quiere decir que él tomase la
droga conscientemente. ¿Tenía algún enemigo? —lo miró, alargando la mano para coger la
lata que le ofrecía.

—¿Enemigos? —Lowe se rio, abriendo su lata y bebiendo de ella —No, no los describiría
así, pero no tenía amigos si a eso te refieres. La gente tenía una idea equivocada de él, si les
preguntas, era raro, consumía de todo tipo de drogas, era satánico… Les faltaba poco para
decir que desayunaba bebés.

Steiner se rio, pensando que sí, cosas así eran las que le habían contado sobre el chico, pero
la verdad… sabía que no había que hacer mucho caso.

—¿Sabes si se enrolló con alguien recientemente o algo así?

—No, no lo creo. Por lo menos no era algo importante, estoy seguro de que me lo hubiera
dicho —negó con la cabeza, preguntándose si le habían dicho algo, y si existía un nuevo
rumor que él desconociera, pero no era posible. La mayoría de los chicos no inventarían
algo así, ya que no querían ser considerados gay.

—Vale… me lo pones bastante difícil —apoyó la cabeza en el respaldo, mirando al techo y


quedándose así unos segundos, hasta que recordó que tenía unas hamburguesas en la bolsa.
Cogió una y le pasó la otra, aunque en origen las dos iban a ser para él —. Con queso y
bacon —le informó.

—Gracias, iba a comer afuera de todos modos —la aceptó, enrojeciendo, pero para colmo,
esas eran sus favoritas. ¿Por qué tenía que tener justo eso? —Lo lamento, nuestra amistad
se basaba en otras cosas, teníamos personalidades afines supongo. Yo no lo juzgaba y él no
me juzgaba a mí.
—Ya, sé cómo es eso —abrió la hamburguesa, que todavía conservaba algo de calor, y se
puso a comer —. ¿Su familia piensa que es normal que se suicidase?

—Sí, pero no estaban unidos. No creo que lo conocieran bien tampoco —mordió la
hamburguesa, encogiéndose de hombros de nuevo, pensativo —. Ya te dije que no se
llevaba bien con ellos.

—Ya, pero de todas maneras quería saber su opinión —hizo un esfuerzo para no bostezar y
volvió a comer, pensando que Bronco se iba a activar todo cuando le contase el asunto. A
Ageha no le iba a hacer ninguna gracia cuando le dijese que pensaba quedarse unos días
más.

—Mira, en este pueblo, sólo hay dos personas a quienes nos importaba Jiken. A mí y al
psicólogo —le aseguró, contando con los dedos como si fuera necesario y hablando con la
boca semi llena —, pero tenía talento, estaba seguro de que podría largarse de este pueblo
tarde o temprano.

—Ya, pues el talento jode a más personas de las que tú te crees, ¿y podrías conseguir que
su sicólogo hablase conmigo? —sonrió un poco, pensando que ya podía terminarse lo que
tenía en la boca primero.

—Puedo intentarlo —contestó, mordiendo otro trozo. Lo cierto es que si hablaba con él,
por lo menos tendría otros datos sobre Jiken, cosas que no lo harían ver como un bicho
raro, era lo que menos quería en el mundo.

—Hazlo, yo… hablaré con mi jefe a ver qué piensa de todo esto —se giró en el sofá,
apoyándose de rodillas para mirar si ya había terminado de bajarse el programa.

—¿Ya se bajó? —le preguntó, continuando con la hamburguesa, no se había dado cuenta de
cuánta hambre tenía hasta que había comenzado a comer —¿Qué esperas encontrar allí?

—Si mantenía conversaciones extrañas con alguien, ese tipo de cosas, y sí, ya se ha bajado
—se metió en la boca lo que le quedaba y se sentó, limpiándose los labios con la servilleta
antes de sujetar el ratón para instalarlo —. Va a tardar lo suyo en recuperar la información y
todo eso… así que, déjalo encendido esta noche y no lo toques, ¿vale? —le echó un vistazo,
tocándose el labio —Tienes pan ahí —(ven aquí y te lo saco con la lengua) remató
mentalmente.

—¿Dónde? —le preguntó, intentando limpiarse y lamiéndose los dedos luego. Sonrió un
poco, mirando por la ventana decidiendo que mejor dejaba eso de correr para el día
siguiente —Es igual, no iba a dejar que te lo llevases de todas maneras.

—¿El qué? ¿El ordenador?

—Sí, el ordenador. No voy a dejar que lo revises sin mí.


—Ni yo pensaba llevármelo, ¿con qué excusa iba a acosarte si no? —sonrió, pensando que
siempre estaba a la defensiva —Por mí puedes sentarte en mis piernas si quieres.

—Eso quisieras tú —se quejó, señalándolo luego —. No eres profesional. ¿Siempre te


comportas así? ¿Cómo puedo confiar en que escribas un buen reportaje?

—Porque lo escribo con las manos, no con la punta… Venga, era una broma para que te
relajases un poco, y ahí tienes la revista, puedo decirte qué reportajes son míos —se sentó
en el sofá, apoyando la mano en el respaldo para indicarle que se sentase a su lado —. Y
no… no siempre me comporto así.

—No estoy para bromas —se acercó con desconfianza, tomando la lata de cerveza para
acabársela. Se sentó a su lado finalmente, un poco más alejado de lo que pretendía el
moreno —A ver… Los leeré esta noche.

—A ver… —le contestó, mirando su propia muñeca para averiguar qué hora era —Mejor
será que me vaya, antes de que te enamores de mí.

—Como dije antes: eso quisieras —alzó una ceja, aunque había enrojecido un poco, tenía
ganas de empujarlo.
—Ja, ja… tú tiéntame a que te lo demuestre… —bromeó, sin levantarse todavía y
tocándole una mejilla, por si pensaba que le iba a pasar desapercibida la rojez en ellas.

—¡No toques! —manoteó molesto, poniéndose de pie de un salto —Sigue y no te dejo


entrar mañana. Anda, es tarde, estoy cansado… —se quejó, empujándolo hacia la puerta en
cuanto se levantó.

—Que ya voy —le empujó el pecho para que se calmara, aunque no violentamente, pero lo
miró serio —Tengo que coger mis cosas, ¿sabes? —. Las tomó de encima del sofá, y se
colgó la bolsa al hombro antes de dirigirse a la puerta.

—Ya… Bueno…, hasta mañana supongo —se “disculpó” a su manera. Sabía que no sólo
tenía el problema de la agresividad por su dolor, también se ponía así cuando algo lo ponía
nervioso —, pero sí es tarde.

—Sí, los niños pequeños tienen que acostarse —le sujetó la cabeza con la mano y le besó la
frente con recochineo, saliendo y cerrando él mismo, no sin algo de urgencia en realidad.

—Sí, ¿eh? Mejor corre —lo amenazó, aunque no pensaba perseguirlo, ya tendría que
regresar al día siguiente de todas maneras y no lo pensaba olvidar.

Se giró, mirando al piso vacío de nuevo y luego el ordenador encendido. Realmente se


sentía un vacío allí.

*****
Steiner llamó al móvil de Ageha en lugar de la oficina, por si no estaba ya allí, aunque lo
dudaba.

—Mi amor… —contestó el chico al ver el número, sonriendo instantáneamente mientras


caminaba a su casa desde aquella pizzería que tanto le gustaba.

—Estás en la calle… —le dijo al escuchar el ruido de los coches —Yo también, voy a la
pensión ahora.

—Bronco me envió a casa, estaba comprando comida —le explicó, sin dejar de sonreír —.
Es como si caminásemos juntos. ¿Qué has averiguado?

—Buf… un montón de cosas, creo que casi os envío un email y le echáis un vistazo
mañana, mierda… —se colgó mejor la mochila del hombro y se percató de que se había
dejado la cazadora en casa del chaval ese —. Bueno, el caso es que esto promete. Me va a
llevar más tiempo del que pensaba —cruzó la calle, y se dirigió al lugar de la otra noche.

—¿En serio? —se detuvo por un momento, decepcionado. Tan sólo había obtenido una
noche con él —¿Qué tanto tienes que investigar?

—Su mejor amigo dice que… no se suicidó —le dijo en bajo, ya que estaba entrando en el
establecimiento y sentía que todos eran muy cotillas en aquel lugar —, y la verdad,
empiezo a creérmelo. Él fue quien nos envió la grabación.

—¿Y ese amigo, no será guapo por casualidad, verdad? —le preguntó, empezando a
caminar de nuevo y buscando sus llaves de manera precaria entre la pizza y el móvil.

—Pues… depende de quién lo mire supongo —se rio, subiendo en el ascensor hasta su
dormitorio. Cerró la puerta a su espalda y dejó la mochila en el suelo —. ¿Vas a cenar solo?

—Desgraciadamente, y luego me iré a la cama, pero sólo por esta noche —se rio como
amenazándolo, mientras abría la puerta —. Y ahora dime por qué le crees a ese chico.

—Es su actitud, y además he visto el ordenador del otro y… bueno, no sé. Es posible que
no se suicidara, es extraño que no buscase nada al respecto, y… no le dejó una nota ni nada,
a pesar de que estaban muy unidos. No sé, son una serie de cosas, como que por ejemplo
tenía planes de irse de allí, y buenas expectativas. Se llevaba mal con sus padres, pero
estaba independizado, así que… no me parece un motivo para decir sayonara —se sentó en
la cama y se quitó las botas estilo motero que llevaba.

—La gente es muy extraña, se suicida por las cosas menos importantes —le advirtió,
mientras subía al ascensor —, aunque si tú lo dices, debo creerte, tienes buenos instintos. Y
por otro lado, supongo que si fuera el fantasma de un suicida, no estaría confundido, no sé.
—Tampoco lo sé, pero parece estúpido —se rio sin poder evitarlo, y se tumbó en la cama,
pasándose la mano por el pecho —. Con lo bien que estaba yo contigo encima ahora —se
soltó el cabello, suspirando.

—Y yo contigo debajo… —sonrió, ladeando la cabeza, ahora saliendo del ascensor —


Dormiré desnudo, sólo mi piel entre las sábanas.

—Hum… qué envidia de las sábanas… —resopló, sonriendo y colocándose la goma en la


muñeca —Aunque me quede, el viernes por la tarde me tienes ahí.

—Más te vale, porque voy por mi segunda pizza del día y es por despecho. Como no
llegues el viernes, me iré a un pub —se rio un poco, mientras cerraba la puerta de su piso,
dejando la pizza sobre la mesa —. Mañana voy a llevar a Bronco al gimnasio, necesita
acción.

—Pues llévatelo a una sauna, no al gimnasio, se le va a oxidar… —sonrió un poco, aunque


no con la misma expresión. No es como que no supiera que a Bronco le gustaba Ageha,
cuando comenzó a acostarse con él.

—No es eso lo que busca. Quiero que conozca a un chico guapo, sexy…, pero que no sólo
busque un polvo —le aclaró, pasándose una mano por el cabello.

—Ya conoce a uno, ¿no? Guapo, sexy, y que lo quiere mucho —miró de soslayo hacia el
teléfono, como si así pudiera leerle el pensamiento.

—Sí —le contestó de manera algo seria, sintiéndose culpable, aunque no estaba seguro de
lo que sucedía allí —, pero no estamos hablando de ti —bromeó luego para quitarse aquella
sensación.

—Qué graciosillo —sonrió también, suspirando con fuerza y sujetándose al cabecero,


tensando los músculos mientras se estiraba —. Hum… me voy a duchar, te llamo mañana si
sé algo más. Puede que el amigo de Jiken me consiga una cita con su sicólogo. A mí no
quiso recibirme.

—Buena suerte entonces. Tú sólo recuerda lo más importante, tu polla va en tus pantalones
—se rio, enviándole un beso —. Descansa.

—Se me pone dura sólo con que tú me la mentes… —sonrió, pero la verdad es que no
mentía tanto —Ciao —le dijo antes de colgar, pensando que iba a tener que cascársela para
poder dormir.

—Ciao —contesto Ageha como ya era costumbre ya que siempre le colgaba él primero.
Aun así le susurró al teléfono —Polla dentro de los pantalones.
Capítulo 4
Help

Jueves, enero 28

Bronco se movió en la cama, con la camiseta gris algo subida por el abdomen, y las sábanas
apiladas a la altura de sus piernas, como si hubiera estado empujándolas mientras dormía.
Respiraba pesadamente, y tenía los músculos tensos, parecía estar sufriendo una pesadilla.
Gotas de sudor bañaban su nuca, a pesar de que en el cuarto, el calor no era para nada
excesivo, su cabello, revuelto, también estaba húmedo.

No era tanto por lo que veía, si no por el esfuerzo que tenía que hacer, a pesar de estar
inconsciente. La angustia que sentía, aunque las imágenes no se mostraban ante él como
algo horrible, sino, de algún modo, consolador para quien las dibujaba. Podía percibir la
tristeza de la persona que estaba trazando en un trozo de folio arrugado, aunque a la vez era
algo… hastiado y hasta rabioso por momentos. No era sólo tristeza, o no al menos una
tristeza sumisa. Utilizaba un lápiz mal afilado, y apretaba tanto el grafito, que por
momentos se desprendía polvillo fino de la punta.

Los dedos eran delgados, y las manos delicadas, sabía que era él. Era Jiken, ¿por qué no
podía alzar un poco la vista para observar su rostro? ¿Y por qué esa necesidad? Podía verlo
de cualquier manera en ese estado. Lo sabía, ese “don” por así llamarlo, no era una ciencia
exacta. Es más, tal vez estuviese teniendo una pesadilla simplemente. Casi estaba
temblando en su necio intento por verlo, por establecer un contacto visual entre ambos,
aunque careciese de sentido.

La visión se desvaneció por completo, como si hubiese tentado demasiado a la suerte con
su insistencia. Se fue calmando poco a poco, cayendo de nuevo en un sueño profundo.

No fue sino hasta dos horas más tarde, cuando se movió en la cama otra vez. Se giro de
lado en el colchón, y se sentó en el borde del mismo, completamente serio, como ido. No
tardó mucho en levantarse y fue hasta el escritorio en la pequeña salita. Se sentó sin más,
casi de forma pesada, no miraba las cosas a pesar de tener los ojos abiertos. Su mirada
estaba perdida.

Arrastró un folio torpemente, tirando un montón más por el suelo. Sujetó un bolígrafo y se
puso a dibujar, con movimientos que no eran suyos, muy rápidos y mecánicos. Al cabo de
unos minutos, los frenéticos trazos se detuvieron y cayó de nuevo en aquel estado de sopor
absoluto causado por el agotamiento tras el trance.

*****

Eran las ocho de la mañana cuando sonó el despertador, y le pareció que estaba tan lejano,
que parecía estar sumido en un sueño todavía. Abrió los ojos despacio, moviéndose por
costumbre para apagarlo y por poco cayéndose al suelo al percatarse de que estaba sentado
en la silla, pero estaba seguro de haberse acostado la noche anterior, y además estaba en
calzoncillos y camiseta, previsiblemente congelado, por haber pasado la mitad de la noche
sentado en aquella silla. Apagó el monitor al darse cuenta de que estaba encendido.

—Oh… —se frotó la cara, de nuevo se había obsesionado demasiado. Y ahí estaba…
haciendo lo que a aquel ente le parecía.

Al bajar la mano descubrió los folios dibujados. Era un solo dibujo, pero repartido en varias
hojas, tal y cómo habían caído en la mesa. Había algunos por el suelo también.

No reconoció lo que había allí plasmado, hasta unos segundos después, era lo que Jiken
dibujaba en su sueño. ¿Así que, no había sido un sueño entonces?

Adelantó una mano para tocarlos, pero finalmente no lo hizo, por no estropear la
composición de folios, que de haberlos movido habrían estragado el dibujo.

—Dios… —de pronto se percató de que la palabra “ayuda” estaba escrita por encima del
dibujo, atravesando algunas hojas incluso.

Se levantó y fue a por una pequeña cámara digital que tenía, tomó varias fotografías y se
sentó en el escritorio, encendiendo de nuevo el monitor para sacar las fotos y ver si habían
salido lo suficientemente bien. Movió un poco la cabeza al notar lo que había en la pantalla.

Estaba abierto un explorador, y en el mismo, el email de la revista a su nombre. La clave no


había sido introducida. Lo hizo enseguida, por instinto.

Sólo tuvo que esperar unos segundos para ver que había un email en la bandeja, el mismo
era de Steiner, y devoró lo que le contaba sobre sus descubrimientos acerca de Jiken, en
unos pocos minutos.

Abrió el adjunto y observó la foto de carnet, tomada de nuevo con el móvil de Steiner para
enviársela.

Se quedó mirándola fijamente, la amplió hasta que ocupó gran parte de su pantalla. Lo miró
a los ojos. Sí que eran azules, azul celeste. Sonrió con tristeza.

—Te ayudaré, te lo prometo… —le dijo a la fotografía, echándose contra el respaldo sin
poder dejar de mirarlo —, pero no vuelvas a dejarme en calzoncillos en la salita —
murmuró luego cogiendo un cigarro mientras reunía energía para ir a ducharse y tomar un
café.

*****

Lowe bostezaba mientras caminaba por los pasillos de la universidad. Tampoco había ido a
correr esa mañana, se había quedado durmiendo en el sofá en vez de eso y seguía teniendo
sueño, pero le había dicho a ese periodista que hablaría con el doctor Crawford y no le
gustaba faltar a su palabra. Además, si era cierto que querían ayudar a Jiken, no podía
hacerlo.

Se detuvo frente a la puerta, alzando la mano y titubeando como siempre, aunque esta vez
estaba aun más nervioso por el hecho de tener que pedirle un favor. De todas maneras ya
sabía lo que pensaba respecto a lo del suicidio.

Se quedó allí congelado con la mano en el aire, vigilando de soslayo a un chico que pasaba,
como advirtiéndole que no se le ocurriera mirarlo, y se esperó a que hubo doblado la
esquina para llamar a la puerta por fin.

—Pase, no estoy ocupado —se extrañó ya que no tenía ninguna cita en ese momento, pero
la verdad es que atendía a los estudiantes en cualquier momento. Dejó el periódico a un
lado y esperó a que la puerta se abriese, sentado tras su escritorio —. Lowe… —se levantó
despacio —siéntate.

—Hola… gracias. ¿Seguro que no molesto? —le preguntó mientras tomaba asiento,
nervioso —Porque si tiene otra cita, puedo volver más tarde…

—No, no tengo ninguna cita ahora, sólo estaba leyendo el periódico —se sentó de nuevo,
mirándolo a los ojos —. ¿Quieres un café?

—Sí, gracias —asintió, tamborileando con los dedos de la mano derecha sobre el
reposabrazos de madera de aquel sillón elegante —. Fue a verme un periodista —soltó de
pronto.

El moreno ya estaba sirviéndole el café, y mientras estaba de espaldas a él, puso una cara
muy seria, tensándose de inmediato.

—¿Qué quería? —preguntó, tratando de volver a adoptar una postura más o menos
relajada. Colocó la taza frente a él y se sentó.

—Está investigando lo de Jiken, es que hay algo que no le he dicho porque supuse que no
me creería —le confesó, sujetando la taza con ambas manos como si necesitase sentir el
calor de la misma, algo así como un abrazo reconfortante.

—Te escucho —cruzó los brazos sobre la mesa, mirándolo a los ojos.

—El día del funeral, estaba filmando con la cámara de mi móvil. Quería… añadirlo a mi
diario, pero cuando lo vi en casa… —buscó el video, girando el móvil hacia el psicólogo y
mostrándoselo —¿Lo ve? Allí está Jiken. Incluso intenté filmarme en casa luego
llamándolo, pero eso fue lo único que he conseguido.

Don sujetó el móvil, incapaz de decir nada por unos segundos. Él estaba ahí, delante,
sentado en uno de los bancos, y no había visto nada. Se lo devolvió, apoyándolo en la mesa.
—Es… muy extraño, sí.

—Se… se lo envié a esa revista, no puse mi nombre, sólo pensé que… tal vez Jiken quería
decir algo.

—¿A qué revista? —en realidad quería preguntarle cómo es que se le había ocurrido una
idea tan pésima, pero no por nada tenía experiencia.

—Decameron, es una revista sobre cosas sobrenaturales, a Jiken le gustaba —sonrió un


poco, carraspeando luego —. Es legítima, digo que están apoyados por una universidad y
todo eso.

—Ya… —lo miró, sonriendo un poco, pensando que, claramente lo había hecho con toda la
buena intención del mundo, pero ahora lo iban a acosar —¿Qué le has contado?

—Todo. Bueno, no es que le haya contado la vida de Jiken. De todas maneras, hay mucho
que no sé —le aseguró, asintiendo y luego desviando la mirada porque sabía que lo iba a
contradecir —Le dije que no creía que se hubiera suicidado. Él dice que me cree.

—Lowe… seguramente sólo te está dando cuerda para poder hacer un artículo sobre él —lo
miró, pero el chico no le devolvía la mirada —. ¿Por qué no le dices que hable conmigo?

—¿En serio? ¿Lo haría? —alzó la mirada entusiasmado, aunque la expresión del moreno no
le daba mucha confianza de que le fuese a creer —Se lo diré.

—Vale, dile que venga al cabo de una hora y media más o menos. ¿De acuerdo? —se tocó
la perilla, observando su expresión y sonriendo ligeramente.

—Vale, gracias —asintió, guardándose el teléfono móvil y bebiendo un poco de café para
no ser grosero —. Será mejor que regrese a casa entonces.

—Sí… —suspiró, pensando que no iba a clase. Se levantó para acompañarlo a la puerta y le
apoyó la mano en la espalda —No te fíes demasiado de él. ¿De acuerdo? Y si sucede
cualquier cosa…

—Se lo diré. No se preocupe, sé cuidarme —le sonrió, girándose al salir de su oficina —.


Lo veré en la próxima cita.

—Sí… —tomó aire, respirando pesadamente y observándolo caminar por el pasillo un


momento, antes de cerrar la puerta.

*****

Lowe se encontró con Steiner saliendo de la cafetería con un bocadillo en la mano, y el


moreno fue hacia él enseguida.
—Hoy no ha venido a clase el tipo ese.

—Te dije que casi nunca iba —se encogió de hombros, mirándolo con desconfianza sólo
porque era él y finalmente comunicándole —. Te conseguí una cita con el doctor Crawford.
Dice que vayas a verlo dentro de una hora, hora y media.

—Vale, ayer me dejé mi cazadora en tu casa… ¿me paso por ahí a buscarla después? O por
la noche. Tengo que mirar eso además —lo miró a los ojos, guardándose el bocadillo
empaquetado, dentro de la mochila y apoyándose en la pared.

—Vale, debe estar en donde la dejaste, no me había dado cuenta —le contestó con
sinceridad, mirándolo luego a los ojos —. ¿Por qué por la noche?

—¿Y por qué no? Tienes cara de trasnocharte… —sonrió un poco, metiéndose con él y
observando su cabello rubio.

—No sé, porque podríamos ir ya por ejemplo, o cuando salgas de ver al doctor Crawford —
le contestó observando su sonrisa y decidiendo que lo ponía un poco nervioso también.

—No me digas que te da miedo quedarte a solas conmigo. ¿Qué crees que voy a hacer, eh?
—le tocó un mechón de pelo, aproximándose hacia él —A saber lo que dicen si me ven
entrar a esas horas en tu casa.

—No me importa lo que diga la gente —le aseguró, moviendo un brazo para apartarle la
mano, aunque mirando a su alrededor luego —. Y ya me voy, ¿eh? Necesito café —
protestó, aunque lo cierto es que ahora extrañaba ese café que había dejado sin beber casi
en la oficina del psicólogo.

—Te invito a un café —lo sujetó del brazo —. A mí también me hace falta y me ayudas a
hacer tiempo.
—Pero acabas de salir de la cafetería —se quejó tirando para el otro lado y preguntándose
si es que no tenía modales o qué.

—Estaba preguntando, y me he comprado un bocadillo para comer… ¿Para qué rechazas


un café gratis? Si lo estás deseando… —sonrió porque sabía que no.

—Porque el de mi casa es gratis también —frunció el ceño, pensando que además lo que
había querido hacer era escapar de él, pero ahora se vería extraño si simplemente lo pateaba
y echaba a correr. Sobre todo considerando que luego iría a su casa a buscar su cazadora.

—Vale, pues nada —lo soltó y se pasó la mano por el pelo, recogiéndoselo y riéndose para
sus adentros en cuanto se dio la vuelta.

—Sí, nos vemos luego —se despidió, rojo, y girándose rápidamente para que no lo notara.
Estaba loco, no sabía ni cómo entrevistaba a la gente con esa personalidad. Ahora le
preocupaba lo que fuera a pensar el doctor Crawford.
Al cabo de una hora, tal y como había acordado con Lowe tras topárselo en la universidad
mientras buscaba infructuosamente al chico del que habían hablado la noche anterior, subió
al despacho del sicólogo y llamó a la puerta con los nudillos.

—Soy el periodista de Decameron —le avisó desde afuera, excusando darle su nombre,
cuando probablemente para él sólo era un periodista con ganas de meter las narices donde
no le importaba.

El hombre que abrió la puerta, (en vez de hacerlo pasar como solía acostumbrar) parecía
estar aclarándole que no se andaba con tonterías. Su gesto era serio, y su aspecto, así como
su actitud, le hicieron tenerle cierto respeto sólo con verlo. Estaba seguro de que era uno de
esos tipos a los que no conviene enfadar.

—Puede pasar, Steiner —le dijo, como remarcándole que sí sabía su nombre. Él paso,
ligeramente tenso por su forma de hablar, sujetando la mano que le estrechaba —. Don
Crawford, soy el sicólogo del campus —se presentó sólo por formalidad.

—Encantado —(de que me devuelvas mi mano) remató mentalmente, al pensar en cómo se


la había estrechado, aunque él no se había quedado atrás al notar la forma en la que
apretaba.

—Bien, puede sentarse si quiere, pero seamos breves —se sentó, y el otro hizo lo mismo.
Ya le había dejado claro que no lo soportaba, y obviamente estaban en su territorio.

Steiner lo miró, observando su postura segura, con las piernas cruzadas de forma relajada, y
los codos sobre los reposabrazos. Tenía las manos juntas formando un triángulo con los
brazos, y sus dedos se entrelazaban relajadamente. Ambos permanecieron unos segundos
examinándose, mientras Steiner se recostaba hacia atrás en el sillón.

De pronto el sicólogo se movió un poco, al notar el silencio entre ambos.

—Supongo que ha venido a hacerme toda serie de preguntas acerca de Jiken. Pues lamento
decirle que eso es secreto entre el paciente y su doctor, y no puedo facilitarle ninguna clase
de información…

—Lowe…

—Sh… —lo interrumpió cuando iba a hablar, y el otro se calló, aunque de forma reticente
—Sé lo que le ha dicho Lowe, pero comprenderá que está muy afectado por lo sucedido a
su amigo.

—Oiga, trato de ayudar a ese chico —alzó una ceja, con un gesto chulesco.

—¿Sí? Pues deje que le diga algo. Lo que necesita ahora, es tranquilidad, si quiere hacer
algo por él, esfúmese y deje que lo supere. Metiéndole cosas extrañas en la cabeza no lo
está ayudando en nada —frunció el ceño, inclinándose un poco hacia delante, señal que
Steiner interpretó, como que iba a atacarle si no acababan pronto con la charla.

—¿Ha visto el video?

—Lo he visto, me lo ha enseñado, sí. Puedo ver que… hay una imagen ahí, de un chico que
podría ser Jiken, pero como eso no tiene ningún sentido. Lógicamente… he de suponer que
no es.

—No es ilógico sólo porque no sea una ciencia probada. La parapsicología… —se detuvo
cuando el otro alzó un poco una mano.

—Basta, por favor… ¿por qué no busca otro… fantasma por ahí para su revista? Aquí ya
tenemos bastantes problemas. Háganos un favor a todos, y esfúmese.

Steiner negó con la cabeza y se levantó.

—No va a olvidarlo, sólo porque usted sea un completo escéptico —le dijo por poco
perdiendo los papeles.
El otro se levantó también y abrió la puerta del despacho para que se largase.

—Aléjese de él —le dijo al salir.

—Pst… —Steiner alzó una ceja, con una mueca que por lo menos lo invitaba a perderse.
Vaya pérdida de tiempo, debió haberlo supuesto.

Capítulo 5
Subtext, subtext

Jueves, enero 28

—¿Sabes ese chico que te estaba mirando? El que te preguntó la hora, aunque tenía el reloj
puesto… —Ageha miró a Bronco con una sonrisa traviesa en los labios mientras entraban
en la oficina. Aun tenía el cabello húmedo de la ducha que se había dado en el gimnasio,
pero no era como que tuviese que atender público.

—Sí, lo vi, y le di la hora… —le dijo haciéndose el loco —No era mi tipo, te lo regalo —
dejó la bolsa de deportes por cualquier esquina y se frotó un poco el cabello, también
húmedo.

—¿Seguro que no era tu tipo? —le preguntó sonriendo un poco para sí y pensando que
mejor no le decía que le había dado su número entonces —¿De verdad no había nadie que
te gustase en todo el gimnasio?

—Alguno había, pero no me pidió la hora… Bueno, tampoco estaba tan mal, ni que yo
fuera Brad Pitt —puso a hacer café, y se sentó en la esquina de la mesa. Ya le había
contado acerca del email en el gimnasio, aunque todavía no le había dicho lo sucedido por
la noche, y tampoco tenía ganas.

—No eres Brad Pitt, eres mucho mejor —le aseguró sonriendo y encendiendo su
ordenador, apartándose luego para ir con Bronco —. No quiero presionarte, ¿eh? Es sólo
que todos necesitamos algo de compañía.

—Quiero ir a conocer a ese chico —le dijo de pronto, cambiando de conversación sin
ninguna delicadeza, pero es que prefería no seguir con ese tema —. Pero voy a tener que
llevarte conmigo —lo miró, pensando en realidad, que sin Ageha no podía ni controlar sus
llamadas de la oficina. Era un desastre, tampoco podía dejarlo allí —. ¿Crees que podemos
acabar el número de este mes antes de mañana?

—Por supuesto, sólo tendré que quedarme un poco más tarde, pero, ¿desde cuándo es eso
una noticia? —se rio, pasándose la mano por el cabello de nuevo y pensando que por nada
del mundo iba a rechazar una invitación de revisar lo que estaba haciendo Steiner —. ¿Te
ha sucedido algo más, Bronco? ¿Algo que no me hayas contado?

—Algo, ayer por la noche —le aclaró, sentándose en su mesa mientras el café se preparaba.
Por un momento incluso se quedó pensando en el gorgoreo del agua al salir, y luego lo miró
—. Me desperté en la salita, en la silla. Ni idea de cómo llegué ahí.

—¿No? ¿Y no te pareció importante eso? —le preguntó poniéndose serio y acercándose


más, apoyándose en la mesa incluso —¿Viste algo?

—Estaba haciendo un dibujo… —lo miró a los ojos, un poco incómodo por la proximidad,
preguntándose si debía o no contarle todo.

—¿Tienes el dibujo? ¿Tiene que ver con ese chico? —ahora estaba realmente preocupado y
mucho más porque sintiera que tenía que ocultarlo. No sabía demasiado de eso, pero tenía
miedo de que fuera poseído o algo así.

—Sí, quiero decir que lo vi hacer un dibujo, pero no podía mirarle a la cara y… luego me
dormí. Cuando me desperté estaba en la sala, en la mesa del ordenador, con un montón de
papeles por el suelo y otros tantos con un dibujo allí. Y te aseguro que yo no sé dibujar. Me
pide ayuda, esa palabra estaba por todas partes —suspiró, apoyando las manos en la mesa y
estirando un poco el cuerpo.

Ageha colocó las manos sobre los hombros del moreno, masajeándolo cariñosamente.

—Ya lo estamos ayudando, ¿no? Hacemos lo que podemos, no quiero que te pase algo.
¿Por qué no me lo habías dicho? Además, no hubiera insistido en que fueras al gimnasio si
hubiera sabido que dormiste mal.
—Es igual, tampoco quiero que me salga barriga por eso… —suspiró, echándose
ligeramente hacia atrás —Ya sabes que no me gusta hablar de esas cosas, creo que sólo me
obsesiono más. Aunque esta vez, va a ser difícil.

—¿Por qué lo dices? ¿Es más fuerte que en otras ocasiones? —le preguntó sin dejar de
masajearlo de aquella manera.

—No lo sé, es sólo que me interesa mucho. Pienso demasiado en eso… —le aclaró
observando sus ojos rojizos.

—¿No estás posesionado, verdad? Me preocupas —le confesó por fin sin apartar la mirada.
Lo cierto es que le tenía un cariño increíble, Bronco siempre estaba allí para él, para
consolarlo, para compartir los buenos momentos. Si no hubiera empezado aquello con
Steiner, tal vez ahora estaría enamorado de él.

—Claro que no… —se rio y lo sujetó por la cintura para apartarlo un poco de él y
aproximarse a la cafetera, que ya había terminado. Sirvió dos tazas y movió la cabeza para
estallarse el cuello —Necesito saber más de él, eso es todo.

—Vale, pero no me ocultes cosas, ¿eh? Ya te lo dije, no quiero que te pase nada —le
advirtió, aceptando la taza que le ofrecía y bebiendo un poco, antes de hacer una mueca —.
No me distraigas —bromeó, yendo a ponerle leche y azúcar.

—No lo hago… y por cierto, Steiner me llamó por la mañana para decirme que no
conseguía hablar con el sicólogo. Seguro que lo cabreó, así que… —le dio en el hombro,
sonriendo —Es tu misión.

—Ah, genial, porque ya sabes que amo entrevistar a gente que Steiner ha cabreado.
Siempre me reciben con los brazos abiertos —se quejó, aunque en el fondo le hacía gracia.

—Lo sé, pero siempre lo consigues, así que… juega a los periodistas por mí —le besó la
frente y se sentó en el escritorio —. Venga, a trabajar o no acabaremos a tiempo para que
puedas ir a vigilar a Steiner.

—Sólo por eso lo haré —mintió ya que en realidad era bastante responsable, y le envió un
beso mientras se dirigía a su escritorio a trabajar. Ya tenía una idea de cómo quería aquel
artículo.

*****

A las diez de la noche, Steiner se presentó en la casa del chico, gracias a que una mujer le
había abierto el portal del edificio. Llamó al timbre y esperó un poco, cogiendo un chicle de
su bolsillo.

—Soy el coco… —le dijo sin alzar la cabeza.


—La gente no tiene sentido de la seguridad en este pueblo —se quejó el chico ya que
hubiera preferido que le avisase de que había llegado. Lo dejó pasar, la rota camiseta
cayendo de manera descuidada sobre su torso ya que acababa de ponérsela para recibirlo,
había estado tomando una siesta.

—Le dije que era tu novio y me dejó pasar. Hola, cariño… ya veo que te has puesto tu ropa
más roñosa para seducirme —cerró la puerta, dejando la bolsa a un lado y acercándose al
ordenador.

—Es la ropa que me gusta y no le digas esas cosas a los vecinos. Además… mira que es
idiota —se quejó pensando que si fuera su novio, lo habría visto antes por allí —¿Ya está?
¿Quieres algo de beber?

—Sí, eso pensé yo. Y si me traes una cerveza… —le pidió mientras se sentaba, moviendo
el ratón para que se iluminase la pantalla. Allí había para hartarse de mirar —Me va a llevar
más tiempo del que pensaba.

—¿En serio? ¿Puedo ayudarte en algo? —le preguntó, mientras iba a la nevera y buscaba
dos cervezas. Lo miró desde allá, pensando que no le desagradaba del todo, era sólo un
poco… irritante a veces.

—Bueno, sólo si tienes otro ordenador para pasarte la mitad y que lo revises tú mientras,
pero no vamos a hacer eso, porque… no me fio de que luego te largues por ahí a hacer el
héroe si te enteras de algo —se apoyó con un codo en la mesa, echando un vistazo.

—No voy a hacer el héroe. ¿Crees que soy idiota? Sólo quiero ayudar a Jiken —se quejó,
acercándose para dejarle la cerveza al lado y abriendo su lata.

—No, no lo creo. Creo que quieres a tu amigo, y que eres capaz de cabrearte hasta ese
extremo —lo miró a los ojos un momento, mientras abría la lata —. ¿Tú también vas al
sicólogo? Estoy haciendo un filtro de palabras para ver si reducimos un poco el material
para buscar.

—Sí, tengo que ir, no es que esté tan mal, ¿eh? Puedo manejarlo —le advirtió por si acaso,
mientras se sentaba —. Me dirás lo que encuentres, ¿no es así?

—Sí, aunque esto va a ser un poco complicado teniendo en cuenta los hobbies de tu colega.
Normalmente cuando uno busca cosas relacionadas con la muerte en el ordenador de
alguien… no le salen todas estas coincidencias —le dio un buen trago a la cerveza y luego
miró para él otra vez —. Entonces sólo vas desde lo de tu amigo, ¿no?

—Sí, la universidad me obliga, aunque… no es tan malo —se encogió de hombros,


bebiendo y moviendo los pies un poco como nervioso —. Jiken decía que había algo
artístico en la muerte, algo intangible.
—Intangible… sí, probablemente lo que nos causa a los vivos observar algo, o alguien
muerto —se levantó y dejó al programa filtrando documentos por palabras, para sentarse a
su lado —. Tú lo viste, ¿no?

—Sí, pero no estaba pensando en eso precisamente —negó con la cabeza, recordándolo de
nuevo y estremeciéndose —. Sé lo que algunos pensarían, que estaba enamorado de la
muerte o algo así, pero yo no creo que él lo viera de esa manera.

—Sí, no creo que alguien enamorado de la muerte se mate a sí mismo para averiguar más
de ella, y de todas formas, con pastillas no es muy bonito —bebió otro trago,
acomodándose mejor en el asiento —. Y no lo preguntaba por eso, no sé, es que debe ser
muy fuerte. Lo siento.

—Gracias —le sonrió, hablando con sinceridad y bebiendo un poco más —. Llamé a una
ambulancia, aunque ya no respiraba. Creí que tal vez yo estaba equivocado.

—Comprensible —le tocó el mismo mechón de cabello que por la mañana y lo movió para
hacerle cosquillas en la mejilla —. ¿Tú qué estudias?

—Derecho, te voy a demandar —bromeó, apartándole la mano, aunque sin tanta


agresividad esta vez —. No he ido a clases desde que sucedió.

—Tómate un tiempo, la gente encontrará otra cosa sobre la que hablar, y te dejarán en paz.
Aunque bueno, luego hablarán de que has regresado —se rio un poco, y bebió de nuevo.

—Es igual, no tengo ganas de dar clases, no puedo concentrarme. Todo lo que quiero hacer
es dormir o distraerme —le confesó sin siquiera preguntarse por qué le era tan fácil decirle
esas cosas —. Supongo que no puedo culparlos a todos, aquí nunca sucede nada. Lo que
más me molesta es que se me acerque gente que hablaba mal de Jiken, supuestamente a
darme el pésame. Los odio.

—Son gilipollas —suspiró, sentándose de frente y bebiendo de nuevo, preguntándose si por


eso estaba tan protector con él el sicólogo ese —. Odio a esa gente, por eso me encanta
trabajar en esta revista. Y por otras cosas…

—¿Trabajas en la revista porque odias a la gente? —le preguntó un poco divertido con ese
comentario —. ¿Qué otras cosas?

—No… —se rio —Odio a la gente que cotillea, por eso me gusta esta revista.
Generalmente no tengo que molestar a nadie, y mucho menos airear los trapos sucios de los
demás —se encogió de hombros —. Y respecto a lo otro, me refiero a cosas como viajar,
viajo mucho para hacer reportajes. Siempre me mandan a mí porque saben que no tengo
problemas con eso. Soy el único periodista en nómina de la revista, el resto son
colaboradores.
—Se oye interesante —lo miró, apoyándose en una mano y bebiendo algo más de la
cerveza —. ¿Cómo decidiste trabajar en esto? ¿O fue casualidad?

—No, no fue casualidad. Yo quería trabajar para esa revista y empecé a mandar artículos
hasta que me publicaron uno. Después de eso… seguí mandando, hasta que un día el jefe
me llamó y me dijo si me interesaba hacer un artículo por encargo. Lo demás ya te lo
imaginas… —lo miró, apoyando los brazos en la parte de arriba del respaldo —En realidad
a mí lo que más me interesa son los ovnis, pero ya ves… aquí estoy.

—Los ovnis, ¿eh? ¿Has visto alguno? ¿Has visto algo extraño aparte de mi video? —le
preguntó realmente interesado.

—He visto muchas cosas extrañas, aunque normalmente… son testimonios de otras
personas. Nunca hemos publicado mentiras en la revista, ¿sabes? Mi jefe es muy maniático
con eso… —se apoyó en su propio brazo, observándolo —Nunca he visto un ovni, sólo
fotografías, y hay bastantes testimonios de los que uno puede fiarse. Testimonios de
militares en sus bases por ejemplo.

—¿En serio? ¿Y por qué los ovnis? —le preguntó sonriendo un poco, aunque no lo hacía
porque no le creyese, sino por el entusiasmo que veía en él —¿Todos los artículos que he
leído entonces… son verdad?

—Sí, al menos hasta donde hemos podido comprobar, pero esa gente no tiene por qué
mentir, y si vieses lo que les ha cambiado la vida las experiencias que han pasado… bueno,
te das cuenta de que no se consideran afortunados precisamente —bebió lo que le quedaba
en la lata, y luego la movió un poco en la mano —. Y los ovnis… bueno, me parece que es
estúpido pensar que somos los únicos seres inteligentes del universo. ¿No crees? De
pequeño me fascinaban ya, mi tío coleccionaba folletines de misterio y… —se encogió de
hombros, como diciéndole que se imaginase.

—Sí, creo que tiene sentido, aunque no estoy muy enterado. Pero también hay muchos
locos, ¿no? ¿Te molestan? —le preguntó, ya que a él sí que lo enfadarían y bebió un poco
más de cerveza, aunque ya estaba tibia, no le importaba.

—Me cabrean un poco, hacen que la gente que sí sabe de lo que habla, queden como idiotas
por su culpa. ¿Sabes que no tienes pinta de abogado, no? —se rio, tocándole el pelo otra
vez.

—Lo sé, ya no sé si quiero ser abogado, la verdad —le aclaró, asintiendo, sin apartarle la
mano esta vez. Le hacía falta aquello, el poder hablar con alguien de esa manera informal
—. Tú no tienes pinta de periodista.

—¿Ni siquiera de freak? —se rio, apoyando la mano de nuevo en el respaldo —Y con lo
que me esmero en ponerme mi uniforme por las mañanas.
—Bueno, pareces un poquito freak, aunque yo creía que esos siempre iban barbudos y
apestosos —se rio, terminándose la cerveza —. ¿Tu familia aprueba lo que haces?

—Me fui de casa cuando tenía dieciocho años. No aprobaron eso, pero tampoco se pusieron
muy pesados. De todas formas, a mi madre le da igual mientras siga en contacto con ella.
Casi todas las madres son así… —le dio en la cabeza por detrás —Y eso por decir que sí
parezco un poco freak.

—Pues no es algo malo —protestó Lowe cubriéndose la cabeza y frunciendo el ceño —.


¿Te quieres ver normal? Porque yo no lo creo…

—¿Sinceramente? Me importa una mierda si me veo normal o no, deberías ver cómo luzco
desnudo…

—No, gracias —negó, haciendo gesto de asco y riéndose después. Se levantó apartándose
un poco —. Voy a buscar otras cervezas. A Jiken le hubiera encantado conversar contigo,
¿sabes?

—Seguramente a mí con él… —lo miró ir a la cocina, sonriendo un poco, y pensando que
tampoco tenía que poner cara de asco, ¿no? Si no fuera porque como lo cabrease, Bronco
iba a matarlo… ya estaba en la cocina sujetándole esas nalgas y comprobando si le daba
asco o no. Se le pasó por un momento por la cabeza que Ageha también lo mataría, pero no
iba a enterarse.

Lowe regresó con la suya ya abierta y bebiendo un poco mientras caminaba.

—Bueno, es que le gustaban esos temas, se compraba todos los números de tu revista y
luego los dejaba tirados por la sala. Por eso comencé a leerla.

—¿Y te gusta? —cogió la cerveza que le ofrecía y la abrió enseguida, preguntándose si ya


habría cenado esta vez.

—Es… interesante. Me pareció lo suficientemente fiable como para enviar el video —se
encogió de hombros, asintiendo —. No soy cerrado de mente.

—Después de eso, tendrías que ser idiota para no creer. Confiesa que comienzo a agradarte.
Dentro de poco me estarás echando de menos —se metió con él, y le pinchó el pecho con
un dedo.

—No tanto —se rio, echándose hacia atrás, de alguna manera sintiéndose aliviado —. Si
hubierais publicado algo como “Me casé con pie grande” no os hubiera enviado nada.

—Me encantaría que me llegase una noticia así, tengo muchas preguntas que hacerle a su
señora, como si se le meten muchos pelos en la boca, o si lo tiene todo tan grande… —se
rio, bebiendo y lanzándole un cojín.
—Ya sabes lo que dicen del tamaño de los pies —se rio, golpeando el cojín y dejándose
caer sentado de nuevo.

—Pues yo uso la cuarenta y cuatro, ¿quieres comprobar si no es un mito? —le dijo todavía
sonriendo.

—Deja eso. ¿No te cansas de esos chistes? Son terribles —se rio, bebiendo más de la
cerveza y entrecerrando los ojos —¿Tienes novio? Asumo que eres gay.

—Son terribles pero te ríes, ¿no son para eso los chistes? —sonrió, contestando
naturalmente —No, no tengo, a mí no hay quién me aguante. ¿Cuál es tu excusa?

—Algo parecido y que vivo en un pueblo lleno de idiotas, pero no estoy aquí para
romancear, sino para estudiar —contestó, volviendo a encogerse de hombros —. Ya habrá
tiempo para eso.

—¿Y si no lo hay? —le preguntó serio, ya que era algo en lo que pensaba a menudo —Yo
pienso que hay que disfrutarlo todo ahora.

—¿Quieres decir… si acabo como Jiken? —se puso serio también, bajando la mirada.
Quizás tenía razón, pero de todas maneras no tenía suerte.

—Puede ocurrirnos a cualquiera de nosotros. Lo pienso mucho… siempre estoy viajando,


¿y si un día me mato en la carretera, o en un avión? En esta última ocasión, casi me pegan
un tiro con una escopeta —se aproximó a él y se levantó un poco el cabello para mostrarle
que tenía una cicatriz en la mejilla y parte del cuero cabelludo.

—Por dios… No pensaba que fuera tan peligroso ese empleo —bajó la lata de cerveza,
sorprendido y extendió la otra mano para tocar aquella cicatriz, deteniéndose centímetros
de la misma —. ¿Qué haces entonces?
Steiner sonrió un poco, pensando que no se podía ser tan inocente con esa edad, y ese
aspecto de ir a comerse el mundo.

—Improvisar… —le sujetó la mano para que le tocase la mejilla.

Lowe sonrió un poco, cohibido y enrojeciendo, apartó la mano así como la mirada.

—Improvisar causa problemas. A lo mejor te dispararon por improvisar.

—Me dispararon porque entré en un pueblo abandonado, y había un vigilante. Estaba un


poco loco ya, ese hombre. Creía que había ido a saquear el pueblo —se aproximó un poco
más, y le pasó la mano por el pecho, apretando un poco sus pectorales.

—Normal, ¿no? Para… —se quejó, apartándose y poniéndose de pie. Lo peor es que
físicamente era su tipo, pero se suponía que estaba allí para trabajar, y además no podía
confiar en alguien que “improvisaba”.
Steiner lo miró, levantándose también y poniéndose frente a él.

—¿Seguro? —se inclinó y lo besó, sujetándole la cintura enseguida.

—¡Que no! —Lowe lo empujó, ahora completamente rojo, limpiándose la boca —¿Qué
haces? No hagas eso.
—Como quieras… —movió un poco el hombro, conteniéndose para no sentarlo de un
empujón él. Al fin y al cabo, lo había rechazado por las buenas ya una vez, y aunque no le
gustase para nada ser rechazado… tenía que joderse —Me voy a descargar eso y me largo.

—Creí que ibas a revisarlo aquí —protestó preocupado por haberla cagado, abrazándose a
sí mismo de manera inconsciente. Para colmo, lo había estado pasando bien hasta ese
momento.

—Estoy un poco tenso ahora, ¿vale? —le dijo en un tono que además lo demostraba,
conectando el USB que llevaba en el llavero para descargarse el contenido seleccionado.

—Ya… —contestó el chico, pasándose una mano por el cuello y dedicándose a recoger las
latas luego como si fuera muy importante el hacer eso en ese preciso momento.

Steiner se fue poniendo la cazadora mientras tanto y cogió la bolsa del sillón para no
olvidársela. Sacó el USB, y le dejó la hamburguesa que le había llevado, sobre la mesa.

—Ya te llamaré si encuentro algo —le dijo antes de abrir la puerta, y apresurándose para
irse de allí de una vez.
—Eh… espera —lo llamó confundido, mirando la hamburguesa y la puerta; suspirando
luego. Si lo seguía sería aun más incómodo, y lo peor es que tenía hambre.

*****

El teléfono de Steiner sonó cuando ya estaba llegando a su moto, y se sentó antes de


cogerlo, aunque seguía con el ceño fruncido.

—Dime… —contesto al ver que era de la oficina, pensando que sería Bronco.

—¿Qué maneras son esas? —se quejó Ageha, apoyándose con ambos brazos en el
escritorio —Así me dan ganas de colgarte, ¿eh?

—Mejor que no, ¿ha sucedido algo? No tengo nada nuevo por el momento —le advirtió.

—Bronco tuvo un sueño, una visión o algo así. En resumen, mañana vamos a reunirnos
contigo. Me dijo que le consiguieras una habitación, pero a mí no me importa dormir sobre
ti —se rio, aunque lo decía en serio.
—… ¿Sí? Pero si no hace falta, tampoco hay tanto que hacer —se echó un poco sobre el
asiento de la Hayabusa, pensando que su vida era un desastre de pronto.

—Oye… ¿has tenido un mal día? No suenas como siempre —le preguntó preocupado ahora
y algo molesto porque no se alegrase de que fuera a verlo.

—Bueno, ya te dijo Bronco que el sicólogo no quiere hablarme, ¿no? Sólo estoy un poco
molesto, y este pueblo es una mierda plagada de mojigatos —frunció el ceño de nuevo,
aunque procurando relajarse —. ¿Cómo vais a venir? ¿Y la revista?

—La estoy terminando mientras hablamos, sólo me falta un detalle —le aseguró con calma,
preguntándose si eso de los mojigatos tendría que ver con lo que pensaba y no con el
trabajo —. Es igual, Bronco no se quedará tranquilo si no vamos, se lo ha tomado muy
personal.

—Vale, pues… vuelvo a la posada ahora, y reservo una habitación, aunque ya te digo que
esto tiene habitaciones libres hasta en temporada alta. Si es que existe algo como eso aquí
—se bajó de la moto otra vez, resignándose a regresar. Así se ponía a trabajar por otra
parte.

—Está bien, te veré mañana, Steiner. Sonríe, sabes que quieres hacerlo, piensa en mis
nalgas y en lo cerca que estás de tocarlas —bromeó un poco ya que además lo tensaba
escucharlo así.

El moreno sonrió de verdad, y luego se tocó la mandíbula.

—Llámame cuando lleguéis, iré a buscaros, ¿vale? Y tráete esos shorts azules que sé que
tienes, que son muy cómodos para dormir.

—Tus deseos son… mis deseos —se rio, enviándole un beso antes de colgar. Suspiró
mirando la pantalla de nuevo y decidiendo que mejor dejaba de pensar y terminaba su
trabajo.

Capítulo 6
Turn it upside down

Parte I
Viernes, enero 29

—Es un poco más adelante —comentó Ageha, mirando el mapa que había comprado, a
pesar de las protestas de Bronco, pero no tenía ganas de perderse —. Steiner dijo que nos
estaría esperando. Espero que tenga algo de comer.

—No sé yo…, pero hay estudiantes allí, así que no creo que sea un problema encontrar un
buen sitio. Además… ¿vais a comer? —alzó una ceja, reduciendo para no perderse la
entrada, ya que no conocía de nada aquel lugar.
—Pues ya te dije que tengo hambre, sí. No quieres que convenza a un hombre terco con el
estómago vacío ¿o sí? —alzó una ceja como respondiéndole a su gesto —Qué mente tan
sucia, Bronco.

—¿Qué quieres? La mente es lo único que ensucio últimamente… —se quejó, aunque
estaba un poco de broma. Sólo en parte —Es aquí —giró por el desvío y entraron en una
pequeña ciudad, que podría en realidad calificarse de pueblo medianamente urbanizado.
Aún así tenían un campus, cosa que probablemente justificaba toda la cantidad de clubes y
discotecas que se estaban topando por el camino.

Se fueron dirigiendo a donde Steiner les había indicado mientras Ageha lo llamaba.

—Amor… ya estamos llegando —lo saludó, bajando un poco la ventana para sentir el
viento; era distinto al de la ciudad después de todo, mucho más limpio. Tampoco estaba tan
mal aquel pueblo, podría ir a uno de esos clubes luego a ver qué sucedía.

—Vale, ya voy para allá, tardo cinco minutos —le colgó, levantándose de la cama, ya que
al final se había quedado revisando charlas de chats y foros de Jiken, hasta las tantas.

*****

Al final eran Bronco y Ageha quienes estaban esperando por él, el primero fumándose un
cigarro y el otro llamando de nuevo para preguntarle si es que se había perdido por el
camino.

Steiner le colgó en vez de contestar, y les silbó a lo lejos, utilizando los dedos.

—Sabes que no me gusta esperar —se quejó una vez hubo llegado a su lado, acomodándose
de nuevo el llamativo cabello teñido de rosa y haciéndose el ofendido, aunque en realidad
había matado el tiempo conversando con Bronco.

—Pero si estabas bien acompañado con el señor “contamino tu ambiente” —le sacó el
cigarro de los labios a modo de saludo y se lo apagó contra el crucero en el que habían
quedado.

—Y apagar mi cigarro en un lugar sagrado está mejor… —murmuró contrariado Bronco,


observando a Steiner sujetar los hombros de Ageha —Estamos aquí para trabajar, ¿eh? No
son unas vacaciones pagadas.
—Ya sé, ya sé, todo porque dije que tenía hambre… —se quejó a medias, riéndose luego
—Si no tienes nada que pueda comer, Steiner, manos a la obra.

—Tengo algo…

—No —sentenció Bronco, caminando detrás de ellos y pensando que eso iba a ser una
pesadilla si empezaban a jorobar —. ¿Has avanzado algo o qué?
—Bueno, el compañero de Jiken me dejó mirar su ordenador y todavía estoy investigando.
De momento no tengo nada de peso, pero le gustaba verse con unos tíos raros en las
afueras, y no me gusta mucho de qué va la cosa por el momento.

—¿De qué va? —lo imitó Bronco.

—Charlas pseudo-filosóficas sobre las drogas, el sexo, la muerte e incluso ideas políticas.
De todo.

—De todo lo normal para un universitario… —su jefe se encogió de hombros —Búscame
algo que sirva —sujetó a Ageha y lo separó un poco de él —. Y tú ve a hablar con ese
hombre mientras yo dejo las cosas en la posada y me pongo al día, ¿vale? ¿O estás muy
cansado del viaje?

—No, en realidad no puedo esperar. Estoy lleno de energía —se rio, enviándole un beso y
mirando luego a Steiner —. ¿Me dices en qué dirección queda la universidad?

El moreno señaló hacía allí y le lanzó las llaves de su moto por si no quería ir andando.

—Sé bueno… —le dijo con una mueca rara.

—Soy más que bueno y lo sabes —bromeó, alejándose hacia la moto, pensando que iba a
necesitar de todo su buen humor. Seguro era un viejo de esos amargados y estrictos.

*****

Don se pasó una mano por el cabello, mirando por la ventana y sintiéndose ligeramente
encerrado dentro de aquella oficina. No, en realidad todo ese pueblo le parecía una cárcel,
sin rejas, pero una cárcel. Le hubiera gustado abrir la ventana, pero hacía demasiado frío
afuera, y dentro podía disfrutar de calefacción.

Se giró al escuchar que llamaban a la puerta y miró la hora, pensando que aún estaba en su
descanso. No tenía ninguna cita programada, así que, supuso que era un estudiante. Fue a la
puerta y le abrió él mismo, sorprendiéndose un poco por su aspecto. No se hacía ideas al
respecto de los demás por cosas como esa, pero le parecía extraño no haberse fijado antes
en él.

—Pasa… —se hizo a un lado, invitándolo con una mano —. Creo que tu tutor no me dijo
que ibas a venir, ¿tu nombre? —le preguntó mientras iba hacia el escritorio.

—Puede llamarme Ageha, pero creo que mi tutor se rindió hace años conmigo —sonrió
encantadoramente, aunque casi se había quedado sin palabras al ver su aspecto. Cerró la
puerta tras de sí, avanzando y extendiendo una mano —. Vengo de parte de la revista
Decameron, creo que ya conoció a uno de mis compañeros.
—Disculpe —frunció el ceño automáticamente, definiendo más las marcas que ya estaban
permanentemente dibujadas entre sus cejas. Extendió la mano de todas formas y se la
estrechó con firmeza —. Don Crawford —le dijo sin ofrecerle asiento ni tomarlo, acto
seguido cruzando los brazos y apoyándose contra la mesa del escritorio.

—No se ponga así, no he venido a interrogarlo —le sonrió más ampliamente como si aquel
hombre estuviera siendo sumamente amable. Se sentó, cruzando un poco las piernas, así era
más difícil que lo largara —. Sólo quiero hablar un rato. De todas maneras no puedo
publicar nada de lo que diga si no me da permiso.

—No voy a decirle absolutamente nada. Jamás diría nada acerca de mis pacientes, a no ser
que se tratase de un caso de fuerza mayor, y desde luego… —se aproximó a él, parándose
delante —no porque unos periodistas fantasiosos crean que pueden manchar su memoria a
cambio de hacer un artículo ridículo sobre fantasmas. Seguro que ambos tenemos mejores
cosas que hacer, que seguir aquí perdiendo el tiempo, así que…

—No, en realidad yo no tengo nada mejor que hacer. Esto es lo más importante que tengo
que hacer hoy y créame, no soy nada fantasioso —le aseguró, empezando a hablar él ya que
aquel psicólogo se veía difícil de convencer —. Puedo ver que le importaba mucho su
paciente, aún le importa. ¿No quiere ayudarlo? Mi jefe es una persona muy seria, jamás
publicamos nada que no sea verdad y… se ha involucrado mucho con este caso. En realidad
creo que seguiría investigándolo aunque no fuésemos a publicar nada, él quiere ayudar a
Jiken.

—Está muerto, ¿es que no lo entiende? —se sentó en el mismo sofá que él, aunque en el
otro lado, girándose un poco para mirarlo a los ojos. Le parecía increíble que realmente
estuviera pensando que lo ayudaban.

—Claro que está muerto, es un fantasma —le sonrió, sosteniendo su mirada. Sí que era
sexy, se preguntaba si lo sabía. No, parecía de esos que no se daban cuenta de nada respecto
a sí mismos —. Sé que es difícil creer en esas cosas, pero es más difícil negarlo cuando las
has visto. El chico en el video, es definitivamente Jiken y está claro que necesita ayuda.

—He visto el video, sí, pero… —tomó aire, recostándose un poco contra el respaldo,
apretando los brazos bajo el pecho y mirándolo fijamente. Siempre se pensaba mucho las
cosas antes de decirlas. No tenía una explicación para eso, y sabía que Lowe no había
preparado aquello —eso no tiene sentido. Sólo estáis perturbando a Lowe, así no va a
superarlo. Nada más le hace falta que le metáis en la cabeza ideas sobre fantasmas y
espíritus…

—Nosotros no le metimos esas ideas en la cabeza, él vio lo que vio y nos buscó —le
recordó, suspirando —. Revisamos el video, no crea que tomamos en serio todo lo que nos
envían. Y de todas maneras, si puedo hablar con usted, no tendríamos que hacerle tantas
preguntas a Lowe. Seguramente conoce una parte de Jiken que él nunca ha visto.
—Bien, yo hablo con usted, y dejan a Lowe tranquilo —aceptó, aunque no pensaba
contarles nada que pudiese perjudicar su memoria —. ¿Es usted un periodista para
comenzar? Y su amiguito… ¿cómo sé que pertenecen a esa revista?

—Aquí tengo mi identificación y mi tarjeta —le ofreció, sacándolas del bolsillo de los
ajustados pantalones —. Soy el editor en realidad, Steiner es nuestro reportero de
investigación en plantilla. Está acostumbrado a hacer las cosas de manera informal, estoy
seguro de que no quiso ofenderlo.

—Ya veo… —sujetó la tarjeta, mirándola casi como si fuera un portero de discoteca. No
sabía dónde escondía los cinco años menos que parecía que tenía. Lo miró a él y se la
devolvió, apretando un poco las mandíbulas —Qué plantilla tan peculiar.

—Gracias, lo tomaré como un cumplido —sonrió de nuevo, observando sus ojos negros y
profundos, preguntándose si esa era una manera educada de decirles “freaks” —. Tenemos
el apoyo de la asociación de parapsicología, y puedo asegurarle que no inventamos cosas.
Somos periodistas y nos tomamos eso en serio.

El sicólogo esbozó una sonrisa, pensando que para él decirle que la asociación de
parasicología los respetaba, sólo le daba que pensar. Sólo le faltaba al jefe por venir, se
preguntaba si también era tan colorido como sus empleados, pronto le parecería estar en un
capítulo de los teletubies.

—Disculpe… ¿quiere un café? —le preguntó, carraspeando un poco.

—Se lo agradecería enormemente, no he comido nada en todo el viaje —asintió,


siguiéndolo con la mirada mientras iba a servirlo y sin poder evitar bajarla a sus nalgas por
un momento —. ¿Qué puede decirme de Jiken que no viole la cláusula entre doctor y
paciente?

—No sé qué quiere saber, sinceramente… No sé qué pretenden —le sirvió un café, y lo
apoyó en un platito sobre la mesa de cristal, junto al azúcar. Regresó a donde estaba la
cafetera y le dio unas galletas, pensando que se quedaba sin ellas, pero en fin —. Coma
algo, no sé cuál era la urgencia… —se apoyó en el respaldo otra vez, mirándolo
atentamente. Era muy guapo, justo su tipo. Llevaba unos pantalones negros de tela vaquera,
que parecían tatuados en su piel, y una camiseta fucsia, que jamás habría imaginado le
pudiese sentar bien a un hombre.

—Muchas gracias, aunque no lo quería poner en aprietos —se rio con suavidad, tomando
una de las galletas y mordiéndola con cuidado —. Están deliciosas —le aseguró evitando
por poco guiñarle un ojo, le costaba no coquetear más con él, pero podía escuchar la voz de
Bronco en su cabeza pidiéndole que se comportase —. Queremos saber cómo era, si
realmente tenía tendencias suicidas. Si estuvo raro esa última semana, por ejemplo, o si le
dijo algo que lo pusiera nervioso la última vez que lo vio. Lowe dice que estaba mucho
mejor en realidad.
—Estaba mejorando mucho, se sentía esperanzado y muy inspirado en sus trabajos, pero es
complicado. Sí, era una persona depresiva, y es posible que se suicidase. La autopsia fue
clara, una sobredosis… Sé lo que dice Lowe, pero como he dicho, aún no supera la muerte
de su mejor amigo —se tocó el cabello en la nuca, peinándoselo hacia atrás antes de
colocarse mejor en el asiento. No estaba en una postura para nada relajada, pero lo
intentaba. El otro parecía que estaba en su casa.

—¿No cabe la posibilidad de que haya sido un accidente? ¿Ni siquiera eso? —le preguntó,
recordando lo que les había comunicado Steiner en el email —Por lo que tengo entendido,
Jiken se enfermó los últimos días.

—Sí…, bueno, he pensado en la posibilidad de una sobredosis por mala dosificación por
parte del médico, pero me reuní con él y las dosis eran correctas, además… no las tomaba
—negó con la cabeza, tomando aire profundamente y frotándose una mano con la otra —.
Lo cierto es que probablemente algo sucedió y… no se lo quiso contar a nadie, o no
supimos entender su llamada de atención. Hay algo que… bueno, en realidad no tengo
ganas de compartirlo con usted —dijo de pronto con aplastante sinceridad, pero en el
mismo tono.

—¿Y eso estaba en su personalidad? ¿El ocultar algunas cosas? —bebió un poco de café,
mirándolo a los ojos, y bajando la taza luego —Usted le tenía mucho cariño, ¿no es así?

—Me costó mucho que se abriese, nunca ha tenido en quién confiar. Cuando vives esa
situación durante demasiado tiempo, te acostumbras a no tener la necesidad de compartir
tus problemas o temores. Los expresas de otra forma, era un gran artista, dibujaba con el
corazón. Así comunicaba a los demás lo que le pesaba —evitó hablar de sí mismo, ya que
no era el tema.

—Asumo que le mostraba sus dibujos entonces… —dejó la pregunta en el aire, pensando
en lo que había dibujado Bronco. No se atrevía a hablar de él, sabía que era algo personal y
de todas maneras era posible que este hombre no le creyese. Lo mejor sería preguntárselo al
mismo Bronco —Pero me parece a mí que si no tienes a nadie en quien confiar y luego te
abres a alguien… ¿no le dirías a esa persona si algo te molesta o te preocupa? Claro, yo no
soy un psicólogo, sólo especulo.

—Tal vez no, si es algo que te avergüenza. Si te tienes en mala consideración, o estás
minado en cuanto a autoestima, lo último que deseas es que la persona que te respeta, o por
la que sientes aprecio… sepa algo malo de ti. Tal vez sea demasiado y ya no vea igual…,
tal vez se dé cuenta de que en realidad soy esto… —se relajó al fin, y apoyó un brazo en el
respaldo del sofá, mirando la hora de soslayo.

—Suena terrible, yo no podría vivir así —comentó, en realidad sintiéndose mal por ese
chico. Tomó otra galleta mirándola, y comiéndosela finalmente —. ¿Sabe si Jiken tomaba
algún tipo de droga, aparte de sus prescripciones?
—No que yo sepa…, pero eso no quiere decir nada —se encogió de hombros ligeramente
—. Era una persona reservada. ¿Para qué necesita hacerme todas estas preguntas, eh? Creo
que ni usted mismo lo sabe… —movió un poco la pierna, cruzándola sobre la otra.

—Necesito saber lo más que pueda acerca de Jiken. Lo cierto es que mi jefe y Steiner,
creen a Lowe y yo no suelo dudar de sus juicios. Pienso que mientras mejor lo conozcamos,
mejor podremos ayudarlo. ¿No es parecido a lo que hace usted? —sonrió levemente,
mirándolo a los ojos.

—No, lo que yo hago está derivado de una carrera universitaria, y una especialización en
adolescentes y jóvenes. He estudiado para ello y estoy capacitado además de tener muchos
años de experiencia, pero ustedes no lo creo… —se sintió un poco ofendido y frunció el
ceño. ¿Cómo podía compararlo? —Y ya han dicho que iban a dejar a Lowe tranquilo.

—No dije que fuéramos a molestarlo sólo porque le creemos. Y yo también fui a la
universidad. Todos lo hemos hecho. De todos modos, dije que era parecido, no lo mismo,
no se ofenda —le pidió bajando un poco la cabeza porque aquello le había hecho gracia —
¿Sabía usted que Jiken solía atender a ciertas reuniones en las afueras?

—No —sentenció, un poco molesto porque supiera más que él al respecto —. Pero antes de
que siga. Yo he dicho que fui a la universidad para ayudar a la gente, los editores no. No
tergiverse mis palabras, y no me ofenderé.

—Está bien, me disculpo —alzó las manos en señal de que no había querido ofenderlo y
suspiró —. ¿Le habló alguna vez acerca de otros amigos? Aparte de Lowe.

—No —sentenció de nuevo.

—¿Nadie? Y… ¿le habló de su relación con Lowe? Lo pregunto porque sólo hemos
escuchado de su punto de vista —le aclaró antes de que se alterase de nuevo.

—Sí, se llevaban bien, aunque de todas formas, continuaba siendo reservado. Ambos lo
son, pero él más que Lowe —suspiró de nuevo, volviendo a mirar su reloj —. Si tiene más
preguntas, vamos a tener que continuar más tarde. Dentro de diez minutos tengo una sesión.

—Por supuesto, muchas gracias por su tiempo, doctor Crawford —Ageha se levantó,
extendiendo la mano hacia él —y por todo. Le puedo asegurar que no publicaremos nada
que difame a Jiken.

—Eso espero —se levantó, estrechando su mano, sin soltársela todavía y alterándose un
poco —. ¿Quiere cenar conmigo?

Ageha lo miró, sonriendo con sorpresa y por supuesto, algo de satisfacción.

—Estaré encantado. Me estoy quedando en la posada para estudiantes. ¿O prefiere que nos
reunamos en algún lado?
—Será lo mejor, supongo que no quiere ser el tema de conversación de mañana en el
campus, ¿no? —soltó su mano, sin saber si sentirse aliviado, o más tenso.

—No lo sé, me gusta la atención en realidad —se rio, tocándole un hombro y de paso
aprovechando para sentir sus músculos —No se preocupe, no lo meteré en problemas. Sólo
dígame el lugar y la hora y allí estaré.

—Está bien, hay un café que se llama “Armado” aquí cerca, pasaré a buscarlo a las…
¿nueve y media? —apretó un poco el brazo y se metió las manos en los bolsillos.

—Estaré listo —le aseguró, otorgándole su sonrisa más encantadora antes de salir —.
Tenga un buen día hasta entonces.

—Lo mismo digo… —se despidió, cerrando la puerta y tomando aire, preguntándose por
qué había hecho algo tan estúpido como quedar con él. Por otra parte… sonrió mientras
regresaba hacia su mesa, le había dicho que sí.

*****

Ageha iba tarareando casi cuando llegó a la posada. La verdad no estaba tan mal aquel
pueblo, tenía todas las necesidades básicas, aunque suponía que era un suplicio si querías
conocer gente nueva o tener algo sin importancia con alguien.

Por lo demás, era agradable, limpio, organizado, la universidad era como cualquier otra,
pero también había tiendas, cafeterías y esos clubes que había visto al llegar. Por supuesto,
no se le pasaba por alto que su única razón para sentirse tan optimista podía ser ese
psicólogo.

Steiner y Bronco estaban sentados en un sofá del recibidor, hablando entre ellos, no le tomó
nada localizarlos.
—¿Me extrañasteis? Yo sé que sí.

—Sí que has tardado —Steiner se levantó, pegándole una nalgada.

—No hagáis esas cosas aquí… —les recomendó Bronco, ya que esa gente era bastante
cerrada —Vamos a la habitación. Parece que te ha ido bien, ¿no?

—Muy bien, mucho más que bien y además tengo una cita esta noche —se rio subiendo las
escaleras —. No cree en nada de lo que hacemos, pero le aseguré que sólo queríamos
ayudar a Jiken.

—¿Y qué pasa con lo de “mi culo está más cerca” y “dormir sobre ti”? Vaya huevos… pues
vas a dormir con Bronco —Steiner frunció el ceño, chasqueando los labios.
—Mejor para mí —Bronco por poco le dio con la mano en la cabeza, pero lo evitó en
último instante —. Convéncelo de que colabore. Si te ha invitado a cenar…

—Ya está colaborando, es sólo que le tengo que sacar la información con pinzas —sonrió,
encogiéndose de hombros —. No seas frío, Steiner, no es mi culpa ser encantador.

—Espero que la información no sea lo único que tengas que cogerle con pinzas —le echó
un corte de mangas, aunque en realidad estaba seguro de que no iba a ser más que una
aventurilla pasajera.

—Callad… ¿podemos hablar de trabajo y punto? —les pidió Bronco, suspirando —Y llama
a ese chico, quiero hablar con él.

—Te doy su número y lo llamas tú —abrió la puerta de su cuarto y los invitó a pasar.

—No seas ridículo. A mí no me conoce, tienes que acompañarme… —Bronco lo miró


serio, observando la cara de circunstancias del otro —No puede ser…

—Sí puede ser y además me hace gestos obscenos. Lo sabía —Ageha frunció el ceño,
pasando y dejándose caer en la cama, no se iba a medir nada con el psicólogo esa noche.

—¡No hicimos naaada! —exclamó Steiner molesto, más por eso mismo, que por lo que
opinasen.

—Pero… —Bronco se cruzó de brazos, apoyado contra la puerta.

—Pst… puede que lo intentase —se encogió de hombros, suspirando —. ¿Es que ahora no
puedo ni echar un polvo? —se quejó, aunque en realidad sabía muy bien cuáles eran los
motivos del enfado de Bronco.

—Pues no si pones en peligro un trabajo… —frunció el ceño, sentándose junto Ageha.

—Eso y con un chico en duelo, qué terrible —se quejó, girándose un poco y mirando a
Bronco luego —. El psicólogo no sabía acerca de las reuniones. Tampoco cree que tomase
otras drogas aparte de las de prescripción, pero dice que se expresaba a través de su arte, así
que estaba pensando…

—Ya…, hablaré con ese chico a ver si puede decirme algo, aunque no sé. ¿Por qué?
¿Quieres mostrárselo a él?

—¿De qué estáis hablando? —Steiner los miró con sospecha, y se sentó en una de las sillas.

—Tengo una imprimida en el bolsillo —le dijo a Ageha, metiéndose la mano en el bolsillo
trasero del pantalón.
—No me hagáis el vacío… ¿es que sois críos? —Steiner se la sacó de las manos
bruscamente, abriendo la hoja y mirando aquello, estupefacto. ¿Acaso no era uno de los
dibujos que estaban en el cuarto de Jiken? —¿Qué es esto?

—Eh… Lo dibujó Bronco —confesó Ageha ya que de todas maneras era lo único que
podían hacer —. Tuvo un sueño con ese chico y cuando se despertó, había dibujado eso.
Así que pensé que tal vez había más allí que sólo la palabra “ayuda”. Pero me será difícil
mostrárselo sin explicarle de dónde salió, ¿no lo crees?

—Explícaselo… —se encogió de hombros. No le gustaba, pero llegaría a donde hiciese


falta para ayudarlo.

—Es exactamente igual que los que hay en su cuarto —le dijo Steiner.

—Entonces no cabe duda de que es definitivamente suyo. Me será más fácil convencerlo
así —Ageha sonrió ligeramente complacido, aunque no quería poner a Bronco en una
situación difícil —. ¿Tenía muchos? ¿Alguno te llamó la atención?

—Todos eran interesantes, era algo así como entrar en el cuarto de un artista conceptual de
videojuegos… No sé mucho de arte, pero… no dejaba impasible.

Bronco sacó el paquete de cigarros con el mechero dentro. Uno de esos pequeños que te
regalan cuando compras un cartón.

—Llama a ese chico, quiero verlo y es viernes, tal vez quede con alguien por la noche.

—Lo dudo… —murmuró Steiner.

—Tú llámalo —lo señaló con un dedo, frunciendo el ceño.

—Ya voy… —lo frunció también, observando cómo abría la ventana para ir a fumarse el
cigarro. Al menos tenía consideración.

—¿Acaso te peleaste con él? —Ageha sonrió de nuevo, esta vez de manera maliciosa,
levantándose de la cama y acercándose a él —Te pasa por perseguir chiquillos.

—Tú también, no, ¿eh? Ya sabes cómo soy —le dio un beso en los labios, alargándolo un
poco —. Como tú —sonrió, y luego sacó el móvil para hacer la llamada.

—Como yo, sí —le aseguró apartándose para darle espacio y yendo con Bronco, que lo
sujetó por la cintura y le dio un beso en la sien. No necesitaba motivos para ser cariñoso
con Ageha, y él tampoco se los exigía, era casi como si fueran de la misma familia en
cuanto a trato.

Steiner se alejó un poco hacia el baño, y llamó al rubio.


Lowe se giró en la cama, dejando el libro a un lado y cogiendo el teléfono, aunque con
pereza.

—¿Diga?

—Soy Steiner… —le dijo un poco tenso al escuchar su voz —Mira… ¿puedo ir por ahí esta
noche?

—¿Por qué? ¿Es… acerca de Jiken? —le preguntó sentándose enseguida, y poniéndose
tenso también.

—Claro, ¿por qué iba a ser si no? —frunció un poco el ceño, apoyándose en el lavabo —Mi
jefe está aquí, y quiere hablar contigo, ver el cuarto de Jiken, y mostrarte algo.

—Vale, ¿a qué hora vienes? —le preguntó más relajado, aunque de alguna manera también
se sentía decepcionado al escuchar que venía su jefe. Era una locura, estaba haciendo eso
para ayudar a Jiken, no para conseguir una cita.

—Cuando tú quieras. Dime tú… ¿A las nueve? —se miró al espejo un momento, pensando
que necesitaba cambiarse de ropa, ahora que Ageha le había traído algunas cosas.

—A las nueve estará bien —asintió, pensando que en realidad a cualquier hora estaría allí,
no tenía nada que hacer.

—Vale… —le colgó y salió al dormitorio otra vez —A las nueve, voy a darme una ducha
—les informó, buscando en la bolsa que le había traído el asiático.

—De acuerdo —le dijo Bronco, que ya estaba sentado con Ageha en las piernas, mirando
los archivos de Jiken en el ordenador.

—Ve a ponerte bonito para ese chico —le comentó Ageha no sin un dejo de celos, como si
él no fuese a salir luego con el psicólogo.

—Llevo unos días sin poder cambiarme de ropa, cariño… Y si quieres ven a enjabonarme
—lo invitó, alzando una ceja.

—¿Crees que puedes seguir solo, Bronco? —le preguntó el chico, sonriendo un poco y
moviéndose sobre sus piernas.

—Sí… —murmuró, cogiendo el portátil y levantándose luego de que Ageha lo hiciera —


Me voy a mi cuarto.
Sinceramente, no sabía por qué tenían que complicarse así la vida.

—Si sucede algo, me avisas —le pidió poniéndose serio por un momento y luego yendo
con Steiner, guindándose de su cuello y recibiendo un beso casi de inmediato, mientras era
llevado a horcajadas hacia el baño.
Bronco los miró un momento y cerró la puerta, negando con la cabeza afuera. Ya hasta le
daba pena el sicólogo ese.

Parte II
Viernes, enero 29

A las nueve y diez minutos, por insistencia de Bronco en no presentarse enseguida, llegaron
al portal de la casa de Lowe, y el mayor tuvo que detener al otro para que no subiera así
como así aunque la puerta estuviese abierta de par en par. Llamó primero, y luego subieron
hasta su piso.

Steiner lo miró, como pidiéndole permiso de broma antes de llamar, y el otro dio con los
nudillos en la puerta.

Lowe abrió enseguida, los había estado esperando, nervioso a decir verdad.

—Hola —saludó, mirando a Steiner y luego estudiando al otro hombre con curiosidad.

—¿Podemos pasar? —le preguntó Bronco, haciéndolo en cuanto el chico les hubo dejado
sitio. Las sensaciones eran muy fuertes en aquel lugar, y el ambiente pesado incluso, tardó
unos segundos en darse cuenta de que estaba siendo un maleducado, cuando escuchó a
Steiner como si hablase de lejos, diciendo la palabra “jefe”.

—…, Bronco —carraspeó, pegándole un codazo.

—Disculpa, encantado —adelantó una mano para estrechársela, no había escuchado su


nombre, pero por suerte se acordaba de habérselo escuchado decir a Steiner.

—Sí… lo mismo —contestó el rubio, estrechando su mano y rascándose la cabeza con la


otra. ¿Qué le sucedía? Parecía estar distraído —. Y… ¿qué quería saber?

—Quiero que me digas qué opinas de esto…

Bronco abrió la carpeta que llevaba en la mano, y con la mirada buscó una mesa,
dirigiéndose hacia allí, y apartando algunas cosas tras pedir permiso con la mirada. Fue
colocando los folios sobre la misma, numerados y marcados para poder formar lo que había
dibujado en su casa.

—Parece uno de los dibujos de Jiken. ¿Dónde lo consiguió? —le preguntó sorprendido,
acercándose y observando los trazos, leyendo luego aquel mensaje. Jiken nunca había
escrito algo en sus dibujos que él recordase, mucho menos algo así.
Bronco lo miró interesado, inclinando un poco la cabeza a un lado y mirando el dibujo otra
vez.
—Yo lo hice, en mi casa. Bueno… en estado de trance.

Steiner se acercó un poco para mirar el dibujo también, pensando que debía ser realmente
complicado tener que explicar algo así.

—¿Estado de trance? ¿Entonces esto lo dibujó Jiken? ¿Lo dice en serio? —le preguntó el
rubio alterándose un poco y mirando esos dibujos más de cerca. Pensó en el doctor
Crawford y en lo que diría, que tal vez Steiner había copiado algún proyecto de su
ordenador y simplemente estaban fingiendo, pero los trazos eran demasiado exactos,
incluso aquellos pequeños errores que había aprendido a reconocer.

—Por supuesto… —lo miró serio, observando al chico por un momento —Esto no sucede
cuando yo quiero. Tuve un sueño, obviamente inducido por Jiken, y… luego de lo único
que me acuerdo, es de haberme despertado en la sala de mi casa, congelado, con un montón
de hojas por todas partes, y ese dibujo en la mesa. Yo lo hice, claro está, pero fue Jiken
quién movió mi mano. Te aseguro que yo no puedo dibujar ni una “o” con un canuto —
tocó el dibujo con la mano, rozando el grafito en los folios y mirando esto de nuevo.

—Entonces… sí está pidiendo ayuda —comentó, observando aquella palabra y luego lo


que el dibujo parecía representar, pero no comprendía nada. Parecía ser un lugar, pero no lo
conocía —. No sé qué significa…

—Bueno, lo averiguaremos… —murmuró aunque algo decepcionado —guardó los papeles


en orden y los metió en su carpeta, tratándolos con mucho cuidado —¿Puedo ver su cuarto?
—miró hacia la puerta del mismo, como si ya supiera cuál era.

—Sí, claro… Es por aquí —lo guió, abriendo la puerta y dejándole espacio. Apenas el
moreno entró en aquella habitación, los papeles pegados a las paredes empezaron a agitarse
en una leve brisa, aunque la ventana estaba cerrada.

Bronco escuchó su propia respiración como si fuera lo único que había allí, y miró a su
alrededor, sin percatarse apenas de la presencia de Steiner en el marco de la puerta, detrás
del rubio. En aquellos momentos era como si el tiempo pasase muy lento, o como si
estuviese en otro plano distinto al real.

Cerró los ojos, tratando de escuchar su voz, pero en vez de eso escuchó algunas de las
páginas de un libro moviéndose, y unas hojas desprendiéndose del mismo, escondidas entre
ellas. Abrió los ojos despacio y se agachó a recogerlas. Estaba sudando tanto, que tenía la
camiseta mojada bajo la nuca.

Se levantó con los folios en la mano, pero no comprendía sus dibujos, parecían lugares…
en el bosque. Y el último, un pájaro muerto, con gusanos saliendo de su pico, y los ojos
vidriosos.
—¿Es Jiken? ¿Está aquí? —preguntó Lowe sin creerse aquello y dando un paso hacia
delante, pero sintió la mano de Steiner sobre su hombros.

La brisa había desaparecido, pero ahora se escuchaban una serie de golpes que parecían
proceder del suelo, el último fue el más violento, antes de que todo quedase en silencio de
nuevo.

Bronco los miró, respirando agitado todavía, y sentándose sobre la cama porque estaba un
poco mareado.

—Bronco… ¿estás bien? —Steiner se aproximó a él, acuclillándose en el suelo delante del
otro, que asintió con la cabeza, sin soltar aquellos dibujos.

—Esto va a parecerte muy extraño —le dijo ahora al rubio —. Pero… ¿podéis dejarme a
solas en la casa?

—¿A solas? ¿Por qué? —le preguntó nervioso, aunque ahora se arrepentía de no haber
tenido su cámara con él, tal vez hubiese podido ver a Jiken de nuevo, tal vez el mensaje
hubiera sido más claro —No sé…

—Lo comprendo, olvídalo —Bronco se tapó la cara con la mano, pasándosela hacia atrás y
revolviéndose un poco el cabello.

Steiner se levantó y miró a Lowe.

—No va a hacer nada…, puedes confiar en él —abogó por su jefe, desde luego, además de
que estaba un poco sobrecogido por todo eso, y por verlo así —. Podemos bajar al bar de
abajo y te aseguras de que no vaya a escaparse con tu televisión, aunque sea dueño de una
revista y no le haga falta robar a un estudiante —bromeó un poco por ver si lo convencía.

El rubio sonrió, carraspeando luego y frunciendo el ceño.

—Va… vale. Vamos abajo. Hay… cervezas en la nevera si quiere, zumo también.
¿Necesita algo más?

—No, gracias, sólo voy a quedarme aquí, o eso espero. Cierra la puerta con llave cuando
salgas, será lo mejor —le pidió por su propia seguridad, ya que no se fiaba de lo que
pudiese acabar haciendo si entraba en trance.

Steiner alzó un poco una ceja, preocupado.

—Llámame si pasa algo.

Bronco asintió con la cabeza, pero pensando que en esos momentos no era consciente de sí
mismo, aún así, no quería parecer demasiado extraño.
—Hasta luego —Lowe pasó por el sofá para tomar su cazadora negra, y se la puso,
subiéndose la cremallera de la misma. Miró hacia aquella habitación una vez más, tratando
de decidir si debería dejarle algún mensaje a Jiken, pero le parecía un poco estúpido.

—Vamos, no pasará nada —le dijo Steiner, mirando a Bronco, que seguía sujetando los
folios en la misma postura, y llevándose al rubio de la cintura hacia fuera. Esperó a que
cerrase con llave, y se guardó las manos en los bolsillos de los jeans, aunque no es que
hubiera mucho sitio para ellas con lo ajustados que los llevaba en las nalgas.

—¿Es en serio, verdad? Eso no fue un truco, no pudo serlo —comentó Lowe mientras
bajaban al bar —. Porque el cuarto ha estado cerrado todo el día y yo he estado allí, y
además ese dibujo era demasiado exacto.

—No, Bronco no es ningún payaso para ponerse a hacer trucos, y tampoco suda así
normalmente, que no es un luchador de sumo —le dijo serio, nervioso todavía —. La
verdad es que odia que lo vean así, llevo años trabajando con él y… nunca lo había visto, ni
habla de ello. Supongo que le dará muchos problemas —abrió la puerta para él, y espero a
que saliera antes de seguirlo —. Me parece que sólo le habla de ello a Ageha —dijo más
bien para sí ahora.

—¿Es otro de la revista, supongo? —le preguntó ya que no lo conocía y se dio la vuelta
mirándolo, tocándose un poco los brazos porque hacía frío —Estás serio, ¿crees que sea
peligroso?

—Espero que no, pero me preocupo por él. Se obsesiona bastante con este caso —lo miró a
los ojos, quitándose la cazadora y poniéndosela por encima, aunque él sólo tenía la
camiseta, pero era un caluroso —. Y sí, es nuestro editor.

—Bueno, Jiken no le haría daño, mucho menos si está buscando ayuda —le aseguró,
aunque imaginaba que ese no era el único peligro. En realidad le fascinaba aquello —.
¿Cuántas personas trabajan en la revista?

—Sólo nosotros tres, pero tenemos colaboradores, claro —siguió caminando para ir hacia
la cafetería, y volvió a guardarse las manos en los bolsillos, pensando en lo primero que el
chico había dicho.

—Creí que erais muchos más… por la cantidad de artículos —le aclaró, metiéndose las
manos en los bolsillos de la cazadora que para variar no estaba rota. Se sentía un poco
aturdido, como si sus pies se movieran solos por inercia.

—No, bueno, yo suelo salir de viaje, paso un tiempo fuera y luego regreso con varios
artículos. Luego Bronco selecciona los que piensa que son mejores y Ageha los prepara. Lo
mismo hace con los artículos de otros freelancer, pero a mí me tiene en nómina porque me
manda encargos y eso… —entraron en la cafetería y se sentó junto al cristal, a pesar de que
no había posibilidades de que Bronco saliera, estaba cerrado con llave.
—Es... interesante —Lowe alzó la mirada cuando se acercó el camarero, pidiendo un
chocolate caliente ya que no tenía ganas de alcohol en ese momento. Se quedó mirando a
Steiner luego, pensando en aquella hamburguesa de nuevo, no lo comprendía.

—Sí, supongo, es un buen empleo… —suspiró con suavidad y miró al camarero,


ordenándole un sándwich de jamón y queso y un café con leche. Miró al rubio y cruzó los
brazos sobre la mesa —¿Seguro que sólo quieres eso? Te invito, sé lo que significa tener
sueldo de universitario, y es culpa nuestra que hayas tenido que salir de casa —se apoyó en
un codo, y luego se echó hacia atrás, cambiando de idea. Seguía tan estupefacto que estaba
cansado.

—No es eso, no tienes que alimentarme… —le contestó, observándolo y pensándolo mejor
luego —Es decir, gracias… por la hamburguesa y por todo esto. Todavía no lo comprendo.

—¿Qué hamburguesa? —alzó una ceja, sin comprender de lo que hablaba.

—La que me dejaste ayer o… —¿se te olvidó?, finalizó en su mente, enrojeciendo ahora
seguro de que había metido la pata y ni siquiera era para él.

—Ah… ya, no tiene importancia —se encogió de hombros, mirándolo —. La había llevado
para ti.

—Por eso, gracias —se encogió de hombros, tamborileando contra la mesa —. Quisiera
saber qué está pasando allá arriba.

—Ya lo sabremos luego… —le echó una mirada, sonriendo ligeramente y apartándose para
dejar sitio a la comida. Se apoyó en la mesa con los antebrazos cuando el camarero se fue, y
se aproximó a él un poco —Estabas deseando que te llamara.

—¿De nuevo empiezas con eso? Claro que sí, quiero ayudar a Jiken —frunció el ceño,
enrojeciendo y bebiendo un poco del chocolate, echándose hacia atrás con todo y taza.

—Ya… —se puso a comer el sándwich, mirándolo de todas formas con una sonrisa torcida
en los labios —Y dime, ¿qué piensas estudiar si dejas derecho?

—No lo sé, algo más libre supongo —se encogió de hombros de nuevo —, pero no tengo
muchos talentos.

—No pienses en talentos, piensa en algo que te guste hacer o serás un adulto muy aburrido,
guapo… —se acabó el sándwich porque comía muy rápido y echó media cucharadita de
azúcar en el café.

—Pero no sirve de nada si no puedo hacerlo bien, ¿o sí? ¿Así vives tu vida? —continuó
bebiendo, sonriendo un poco contra la taza.
—Si te gusta… lo haces bien, o al menos tienes la moral de seguir intentándolo hasta
conseguirlo —lo señaló con la cucharilla, mirándolo y sonriendo —. ¿Qué te gusta? A parte
de mí.

—Me gusta jugar videojuegos, y la música punk, pero no sé tocar nada. Las películas de
miedo, lo paranormal, gracias a Jiken. ¿Ves? Nada útil —suspiró de nuevo, dejando la taza
sobre la mesa y pasando el dedo por el borde de la misma.

—Oye, lo paranormal es muy útil —se rio porque sonaba hilarante —Si te gusta, ¿por qué
no estudias eso? Quién sabe, a lo mejor un día acabas quitándome el puesto.

—No lo creo, no podría entrevistar gente, no soy bueno para eso —sonrió, bajando la
cabeza y añadiendo luego —. Pensándolo mejor, tú tampoco.

—Eso dirás tú…, pero has confiado en mí, ¿no? —alzó una ceja y le apoyó la mano en la
cabeza, acariciándole un poco el cabello, pero de forma desenfadada.

—Porque eres insistente y tienes pruebas, pero yo ya creía en eso. ¿Cómo te ha ido con el
doctor Crawford, eh?

—Creo que me odia —(y más me odiaría si supiera), pensó para él, guardándoselo y
riéndose entre dientes —…, pero Ageha se ha encargado de él —retiró la mano y cruzó los
brazos sobre la mesa, tras terminarse el café.

—Oh, ¿estás seguro? Es terco, pero sólo lo hace porque quería a Jiken —le aseguró,
frunciendo el ceño luego —. Aunque es demasiado terco.

—Tú también… —entreabrió los labios y cogió un palillo, mordisqueando la punta —


Vamos a tomar algo.

—No he comido nada, me embriagaré —se rio, bebiéndose lo que quedaba del chocolate
caliente —. Además, se supone que esperemos a que te llame tu jefe, ¿o no?

—Es mayorcito… —se apoyó en un codo, mirándolo —No hace falta ir muy lejos,
podemos coger unas cervezas y subir al monte. He visto que arriba del todo hay una
escultura, quiero verla. Seguro que no has ido… seguro que eres un ermitaño —se acercó
un poco más a él —. Deja que te enseñe…

—No he ido y no tiene nada de malo, pero recuerda que lo dejamos encerrado —le mostró
las llaves, mirándolo a los ojos ahora, casi retándolo.

—Pues ya llamará… —alzó una ceja, sonriendo y demostrándole que podía ser tan fresco,
o más.
—¿No te preocupa? —le insistió, guardando las llaves.
—Sí, la verdad, pero aquí no puedo tratar de ligar contigo… —se echó hacia atrás en el
asiento de nuevo, pensando que era aburrido.

—Mejor nos quedamos aquí entonces —le contestó, alzando la mano y llamando al
camarero para pedirle algo de comer.

—¿Por qué haces eso? —le preguntó serio, tocándole en la pierna con el pie para llamar su
atención.
—Porque sí tengo hambre después de todo —sonrió, pidiendo un club sándwich y otra taza
de chocolate —. ¿Quieres algo?

—A ti desnudo… —dijo con el camarero ahí todavía, provocando que este lo mirase con
cara de haber escuchado mal. Steiner lo miró —y una cerveza.

—Un momento… —les contestó el hombre, desapareciendo de allí enseguida.

—No digas esas cosas así, ¿qué te pasa, eh? —se quejó Lowe enrojeciendo tremendamente
y bajando la cara, como si pudiera ocultarse así.

—No lo sé…, es culpa tuya… —se quejó, apoyándose en una mano.

—No lo es, y recuerda que yo vivo aquí. Tú te vas luego… —resopló, al final dejando caer
la cabeza sobre la mesa. No importaba, ya era lo suficientemente “popular” de todas
maneras.

Steiner le apoyó la mano en la cabeza, y se puso a jugar con su cabello.

—Siempre puedes decir que soy un capullo y me metía contigo. ¿Qué te pasa, eh? Me
pones mucho… ¿no te gusto?

—No preguntes, sé profesional mejor —casi lo riñó, apartando la cabeza, de nuevo rojo —.
Eres un donjuán, ¿no? Lo noto.

—No lo sé, ¿lo soy? ¿Qué quieres que haga? Si un tío me gusta… tengo que probar. Lo
tuyo es lo antinatural… —se rio, ya que sabía que él era un poco capullo —Es igual, ya lo
he captado.

—Bueno… es que no es profesional y la verdad, yo quiero ayudar a Jiken, ya te lo dije —se


echó hacia atrás mientras el camarero les servía con toda la rapidez del mundo y casi
huyendo luego —. Además de que no te conozco de nada y de todas maneras te irás luego.

—Lo profesional y esto, no tienen nada que ver. En lo demás tienes razón —bebió la
cerveza del botellín de cristal, observando sus ojos azules. La verdad, comenzaba a perder
el interés, le ponía un poco nervioso, parecía uno de esos tíos complicados a los que hay
que dar demasiadas explicaciones. Hasta le había dicho que se iba a ir luego…
—Bueno, pero prestarías menos atención a tu trabajo si me estás mirando a mí, ¿o no? —le
preguntó, mordiendo el sándwich y mirándolo con disimulo. Era guapo, ya lo había
pensado antes. ¿Por qué no podía ser uno de esos nerds raros que sólo piensan en
extraterrestres? Pero no, no encajaba en el estereotipo.

Steiner se encogió de hombros, pensando que había un momento para todo, pero prefería no
seguir insistiendo en realidad. No tenía sentido estar razonando tanto un polvo, eso ya daba
miedo de por sí.

—Tienes razón, tal vez sí deberías seguir estudiando derecho. Eres muy convincente. ¿Por
qué no seguimos repasando el material de Jiken? Así no perdemos el tiempo mientras.
Tengo algo impreso en la bolsa… Te lo iba a dar para que me ayudases.

—Vale, ¿has encontrado algo raro? —le preguntó, comiéndose una patata frita y desviando
la mirada por la ventana. No había mucha gente en la calle, tan sólo algunos chicos que
iban y venían de vez en cuando, seguramente haciendo planes para más tarde.

—Muchas cosas, discusiones filosóficas sobre muerte, drogas, de todo —movió la mano en
su bolsa, y le pasó el fajo de folios —. La pasta que me debes en fotocopias, chaval. Hala,
ponte a trabajar.

—¿No que comprendías lo que era vivir en un sueldo de universitario? —alzó una ceja,
tomando los folios y revisando —Pero esta clase de cosas eran normales en Jiken, ¿sabes?
Bueno… lo de las drogas no, nunca me habló de eso —se quedó mirando una página en la
que hablaba de diferentes alucinógenos, incluso de algunos venenos que ingeridos en
pequeñas cantidades, producían alucinaciones.

—Igual pensaba que le ayudarían a inspirarse o yo qué sé. Nunca conocemos a la gente por
completo, lamento ser yo quien te lo diga —bebió otro trago, preguntándose qué estaría
haciendo Bronco, y si Ageha estaría ya con el sicólogo ese. No recordaba a qué hora habían
quedado. Miró afuera, por un momento asustándose de que pudiese quedarse colado de
aquel tipo. Ahora que lo pensaba… era un hombre atractivo…, pero un reprimido de
pueblo, seguro. Se quedó con la boquilla del botellín apoyado en los labios. No tan
reprimido si lo había invitado a cenar.

—Pero me hubiera dado cuenta si tomaba drogas. Jiken no cambió, para nada. Nunca se
comportó de manera diferente, aunque igual… Tal vez las tomaba en esas reuniones, no sé
lo que hacía. Regresaba cuando yo ya estaba dormido —le confesó, observando ahora una
discusión sobre experiencias cercanas a la muerte.

—Puede ser, es normal que la gente cambie cuando toma drogas. Tal vez le provocaron una
depresión muy aguda o algo —lo miró, como regresando a la tierra.

—Pero no estaba deprimido, no lo creo —negó con la cabeza, revisando más —. No lo sé,
todo lo demás parecen cosas normales de Jiken. No sé por qué le fascinaba tanto la muerte,
pero tampoco comprendía sus criaturas.
—Muéstrale esas cosas a tu sicólogo, igual él sabe decirte algo sobre eso. Yo no tengo ni
idea… —bebió otro trago, y luego le quitó una patata.

—Lo haré, aunque me siento un poco como si estuviera violando la confianza de Jiken,
aunque si ya las viste tú… —exhaló, seguro de que su lógica no tenía sentido. Era él quien
se sentía intimidado por el psicólogo, porque quería que le creyese y tenía miedo de que
aquello sólo afianzara la teoría de que Jiken se había suicidado.

—Él quiere ayuda, pues tú se la das lo mejor que sabes, ya está —se encogió de hombros,
como diciéndole que no tenía que comerse tanto el coco.

—Sí, eso supongo —sonrió un poco, mirando su chocolate y pensando que sí que cambiaba
cuando no estaba tratando de meterse en sus pantalones.

—Y si no seguro que te lo hace saber… Te tirará un libro en la cabeza mientras duermas o


algo —cogió otra patata y se terminó la cerveza, alzando la mano para pedir otra.
Lowe se rio, negando con la cabeza.

—Jiken no haría eso, bueno, tal vez sí, la verdad… —tomó otro trozo del sándwich,
comiendo con calma, ya que no tenía prisa de todas maneras y seguro que se llevaba la
mitad para su casa.

—Ya lo averiguarás… —sonrió un poco, comiéndose un trozo de su sándwich —Tú tienes


que cuidar la línea.

—¿Y tú no? —le preguntó, cogiendo una patata además, sonriendo de nuevo.

—Yo… tengo un cuerpazo que te cagas, y tú no lo vas a ver —se rio, lanzándole una patata
demasiado frita.

—¿Ah sí? Ya veremos eso —se quejó, tirándole otra patata y riéndose, cubriéndose luego
para que no se vengara.

Parte III
Viernes, enero 29

Ageha podía sentir las miradas de las demás personas que se encontraban en aquel recibidor
y a decir verdad, aquello lo satisfacía. Incluso estaba sonriendo para sí, a pesar de que
fingía leer una revista mientras esperaba a que Don Crawford lo viniese a recoger.

La razón de aquellas miradas, además de su llamativo cabello teñido de rosa, era la ropa
que llevaba puesta, una camiseta sin mangas negra con algunos acentos fucsia en el centro
en forma de escamas de dragón. Los pantalones eran negros, sumamente ajustados y con un
ligero brillo metálico en la tela stretch. Había barajado ponerse unos de látex, pero supuso
que sería demasiado para el psicólogo. No quería matarlo de un ataque al corazón en su
primera cita.
Don atravesó la sala de la cafetería, buscándolo con la mirada y preguntándose si llegaba
demasiado tarde. Finalmente se había quedado dormido sin querer, y todavía estaría
adormilado si no fuera por los nervios. ¿Iba bien con unos jeans y un jersey? Relájate, se
dijo, pensando que estaba demasiado “desentrenado”.

Se quedó mirándolo y no pudo evitar pensar, que se había vestido “para matar”. Le
encantaba…

—Disculpa, me quedé dormido —le dijo al llegar junto a él, tan serio como siempre,
aunque ofreciéndole una mano para que se levantase.

—Es igual, no tengo otra cita después —sonrió, sujetando su mano y poniéndose de pie. Se
veía sexy así, realmente sexy, y de nuevo parecía que no se daba cuenta —. ¿Estoy bien?
No sabía cómo eran las cosas aquí.

—Estás… increíble. Estoy seguro de que van a ponerte verde, pero así tienen algo de qué
hablar durante la cena —lo sujetó de la cintura, pensando que era fina y el calor de su piel
traspasaba un poco la tela —. ¿No tendrás frío afuera?

—Pero tú me calentarás —bromeó, metiéndose las manos en los bolsillos —. Estaré bien,
tampoco está nevando.

—Podemos ir a mi casa si lo prefieres… tengo calefacción —bromeó, aunque estaba serio


como un muerto, pero no era para menos, lo acababa de poner nerviosísimo.

—¿En serio? No sé cocinar realmente, pero… ¿tienen una pizzería aquí, verdad? ¿O eres de
los que prefieren la comida china? —le preguntó, observándolo y deseando tocar ese pecho
tan fuerte.

—Sí, en serio —aceptó, aunque casi sentía que todo lo hacía por impulso, y eso no le
gustaba nada. Pero de todas formas, ¿para qué había quedado si no, con alguien que sólo
estaba de paso? —. Y me gusta todo, prefiero la italiana, pero… si quieres una pizza —se
rio, pensando que hacía siglos que no comía algo como comida china o pizza.

—No, llevemos comida italiana, hace tiempo que no la como y además… soy exigente con
las pizzas —se rio, sacándose las manos de los bolsillos y sujetándose de su brazo —.
¿Estás nervioso?

—¿Se me nota? —lo miró un momento, apretando las mandíbulas y guardándose la mano
en el bolsillo para que fuese más cómodo —La verdad, hace siglos que no tengo una cita.
No sé ni cómo tuve la ocurrencia de invitarte. Incluso medité la posibilidad de decirte que
no podía ir.

—Me hubiera puesto triste —le aseguró serio, aunque exageraba un poco, sólo habría
insistido él. Era sincero además, esa era una cualidad rara y maravillosa —. No te pongas
nervioso, no como gente. A decir verdad, me quedé sin palabras cuando te vi, creí que
serías un viejo amargado.

—Acabaré siéndolo, créeme. No sabes lo que es ser gay en este lugar. Bueno… en realidad
finjo no serlo y todos saben que sí, pero son más felices haciéndose los locos al respecto —
lo miró mientras le hablaba, y se dirigió al Audi A5 plateado que había aparcado cerca.
Apretó el llavero para abrir las puertas, abriendo la del acompañante para él —. Pasa, es
una casa y hay un trecho andando.

—Gracias —sonrió mientras entraba en el coche, poniéndose el cinturón más por


costumbre que porque lo necesitase y porque estaba pensando aún —. Creo que es bastante
obvio que estamos en una cita. ¿Te molesta? Nunca he sabido ocultarme.

—No, me da igual… —se sentó a su lado y cerró la puerta, mirándolo un momento antes de
encender el coche —Si no te besas delante de ellos, son capaces de ignorarlo —se dirigió
cuesta arriba, alejándose un poco del núcleo de población, aunque tampoco demasiado
lejos.

Subían por una carretera con bosque a los lados, algunas huertas, y casas de veraneo de
gente adinerada, que contrastaban mucho con el resto del ambiente.

—No creas que te voy a dejar sin comer, yo prepararé algo.

—Ya lo suponía, yo siempre me alimento, de una o de otra manera —bromeó, riéndose y


observando el paisaje —. Esto sí es diferente, debe ser muy relajante vivir aquí, sin el
sonido de los claxon cuando vas a dormir.

—Es demasiado relajante… —le aseguró, pensando en lo mucho que le aburría en realidad
—Nunca hay gente nueva, y está lleno de reprimidos —se echó contra el asiento —, yo
incluido —puntualizó sonriendo y, tocando el volante con las puntas de los dedos —. ¿No
te da miedo?

—¿Miedo? ¿Vas a comerme? —le preguntó riéndose, una idea fugaz pasó por su mente
apenas por un momento, pero la desechó enseguida —Lo siento, no soy comida italiana,
sólo sushi, pero… soy satisfactorio de todas maneras.

Lo miró de soslayo, pensando que era muy agresivo sexualmente. No le dejaba relajarse ni
un momento.

—Tal vez te coma… —le dijo sonriendo y mirando a la carretera de nuevo —Ya es por
aquí —le advirtió, utilizando el llavero para abrir los portones de una finca con una casa de
dos pisos, no muy grande, y a la vista de los vecinos, cerrada por cipreses.

—Me encanta, ¿eh? —le informó, agachándose un poco para mirar por la ventana delantera
—Creo que tiene mucho de tu personalidad.
—¿Ah sí? —sonrió un poco, sin poder evitar analizar qué había querido decir con eso. Dejó
el coche en la entrada por si tenía que usarlo de nuevo después de la cena, y se bajó,
abriéndole la puerta y acompañándolo al interior.

Se entraba por una galería acristalada, con plantas alineadas en la ventana que daba al
salón, y tuvo que abrir también esa puerta para dejarlo entrar por fin.

El salón era muy amplio, con el suelo de baldosas color caramelo quemado, a juego con
unos muebles un tanto rústicos, y un sofá de tres plazas color crema. A la derecha había una
mesa de doce asientos, con un jarrón en el medio, al que parecía no prestársele mucha
atención, ya que no había flores dentro. Al fondo de la pared, a la izquierda de una
televisión de pantalla plana, la chimenea estaba encendida.

—Ponte cómodo, o ven a la cocina conmigo si quieres —se sacó el jersey, ya que en la casa
hacía calor, pero a él le gustaba así.

—Claro que iré contigo, es una cita ¿no? Y quiero conocerte mejor —le sonrió siguiéndolo
y pensando que la casa era aún más como él por dentro, o al menos la impresión que se
había formado.

La cocina era bastante amplia, se notaba que le gustaba la comodidad. Ageha se fue a sentar
en uno de los taburetes, colocando las manos en el centro de sus piernas y observándolo,
intrigado.

—Esta casa da la impresión de ser más grande por dentro que por fuera.

—Sí, siempre lo he pensado.

Utilizó una olla que tenía sobre la encimera para llenarla de agua y poner la pasta, y se
dirigió a la nevera para coger algunas cosas y distribuirlas para ir preparándolas con
comodidad —. Sobre lo que te dije antes de tener miedo… Siempre lo he pensado, ir a casa
de alguien que no conoces de nada… no sabes lo que puede pasar.

—Lo sé, pero es parte de la diversión y créeme, sé defenderme. Por otro lado, no me
inspiras desconfianza. ¿O es que eres uno de esos psicólogos que atrae a sus víctimas con
un aire paternal y luego... zas? —se rio sin creérselo, por supuesto. Se puso de pie
acercándose —Es sexy ver a un hombre como tú cocinar.

—¿Un hombre cómo yo? ¿Y qué clase de hombre es ese? —preguntó sin voltearse, aunque
le parecía que estaba bastante cerca de él.

—Un hombre fuerte y varonil, siempre he encontrado eso atractivo —se apoyó contra la
mesa, aun observándolo, su mirada bajando a sus nalgas.

Él sonrió, pasando algunas cosas por la sartén, y mirándolo de soslayo.


—Creo que tú me das más miedo a mí, que yo a ti —movió un poco la pasta, y se apoyó en
la encimera para mirarlo, notando adónde se habían estado dirigiendo sus ojos y mirándolo
serio porque lo ponía nervioso, una vez más —. ¿Eres japonés? De nacionalidad, quiero
decir.

—Sí, vine a estudiar y me quedé —asintió, añadiendo —. En realidad había venido antes
por cosas del trabajo de mi padre, pero fue sólo por un año.

—¿En qué trabaja tu padre? —le preguntó interesado, sin percatarse de que tal vez estaba
siendo indiscreto. De todas formas, su trabajo era serlo en cierto sentido.

—Es gerente de sucursal de una compañía constructora. Lo enviaron aquí por un proyecto
conjunto…
—contestó casualmente, ya que no le parecía una información para nada importante.

—¿Echas de menos aquello? —se giró para atender la comida, y escurrió la pasta, friéndola
un poco con lo que tenía en la sartén, y preparando la salsa en la olla mientras tanto.

—¿Japón? No realmente. Es decir, no es que fuese desagradable, pero me gusta vivir aquí
—lo miró, sonriendo de manera maldita luego —. Además, siempre me llamaron la
atención los chicos extranjeros.

Don sonrió, mirándolo un momento antes de servir la comida en dos platos.

—Los chicos… ¿o los hombres?

—Los hombres —se rio, observando la comida por un momento —. Huele bien… ¿Cómo
aprendiste a cocinar?

—Con libros de cocina —le contestó, sonriendo un poco y llevándose los platos para el
salón. Los dejó en la mesa baja que había delante del sofá, y regresó a por dos copas y vino
tinto —. Ya sabrás lo que es vivir sólo. No podía alimentarme de comida precocinada para
siempre.

—Yo sí, pero soy una excepción a la regla —se rio, pensando que le parecía muy solitario
en realidad —. Háblame más de ti, anda —le pidió, siguiéndolo a aquella mesa.

Don sirvió el vino y se sentó en el sofá pesadamente.

—No hay mucho que decir, a parte de lo que ya ves. Vine aquí tras hacer unas oposiciones,
y como en la ciudad no encontraba un trabajo con un sueldo decente, no me pareció tan
mala idea… —bebió un poco, observándolo —Claro que, por entonces vivía con alguien
que decidió venir conmigo, y cualquier cosa lucía bien.

—Estabas enamorado —comentó, tomando la copa de vino y bebiendo de ella sin apartar la
mirada del rostro del psicólogo —. ¿Qué sucedió?
—Lo típico… descubrí que me era infiel y… todo terminó. A veces pienso, ahora que han
pasado años incluso, que tal vez debí hacerme el que no lo sabía —lo miró a los ojos y
sonrió un poco —. Pero es imposible, porque luego me enfurezco.

—No, hiciste lo correcto —sonrió sintiendo cómo si le hubiese caído una peña encima,
pero era distinto, Steiner y él no tenían ninguna relación formal y además, seguramente
estaba tratando de conquistar a ese chico —. No pareces la clase de persona que pueda
pasar por alto algo así.

—No, no lo soy, pero cuando estás solo mucho tiempo… es duro. Piensas que incluso eso
era mejor. En mi caso, lo pienso sólo por unos segundos, luego me dan ganas de matar a
alguien —empezó a comer, preguntándose si estaría quedando como un perdedor. Pero no,
quiso tranquilizarse. No era ni más ni menos que algo normal —. Tú pareces la clase de
persona que no pasa más de dos días con el mismo —sonrió, mirándolo —. Come, te juro
que las setas no son venenosas.

—Estoy seguro —sonrió, asintiendo —Y tienes razón, aunque tengo algo así como… un
amigo íntimo, pero no es nada serio en realidad —le aseguró empezando a comer y
tragando para poder decirle —. Está delicioso…

—Gracias… —lo miró, preguntándose si realmente le convenía ser el que jodiese a ese
amigo íntimo suyo. Claro que si no era él, sería otro. No era problema suyo de todas
maneras —¿Y estás aquí por mí, o por él?

—Por ti por supuesto —se rio, bebiendo más vino —. Ya te dije que no es algo serio,
somos amigos y tenemos sexo de vez en cuando, es todo.

—Qué complicado, ser amigo de alguien con quien tienes sexo, ¿no? Seguro que os
enfadáis continuamente… —siguió comiendo, no podía evitar pensar demasiado. Era parte
de sus problemas.

—Sí, pero siempre hacemos las paces, son enfados de una o dos frases —se rio, comiendo
más, en serio estaba delicioso, le gustaría comer esa comida todos los días —. ¿Te parece
terrible?

—Para vosotros sí, a mí no me incumbe… —bebió un poco de vino, pensando que él jamás
podría tener esa clase de relación con nadie —No creo que sea muy bueno, y puedo darte
motivos, pero seguro que no te interesan —le sonrió, sirviendo un poco más para ambos.

—En realidad, sí que me interesan. Me gustaría tener la opinión profesional de un


psicólogo y de paso, quisiera saber qué piensas de mí y si debo seguir llamándote doctor
Crawford —le preguntó, bebiendo más del vino y acercándose por el sofá.

—Sólo si quieres jugar a los médicos —bebió otro poco, mirando lo que hacía y deseando
sujetarlo de una vez y hacérselo allí mismo. Se quitó la camiseta y la tiró a un lado —.
Dejemos esa conversación para después…
Ageha dejó la copa a un lado sonriendo, agradablemente sorprendido. Se sacó su propia
camiseta, acercándose más y colocando una mano sobre el pecho del moreno.

—Doctor, me duele en un lugar muy íntimo.

—Yo voy a echar un vistazo a todos… esos lugares íntimos tuyos —le sujetó el brazo,
aproximándolo a él y sujetándole la nuca antes de besarlo apasionadamente, jadeando
contra sus labios casi con alivio al sentir otros labios sobre los suyos —. Ven aquí.

—Sí —jadeó el asiático, subiéndose sobre sus piernas a horcajadas y besándolo


nuevamente. Había pensando que las cosas irían con más calma, pero esto era mucho
mejor.

Don le apretó las nalgas con fuerza, pegándole una nalgada después y mirándolo a los ojos
sólo para ver lo atractivo que era. Abrió los labios y lo besó otra vez, apartándolo un poco
con su propia boca.

—Deja que te vea… ponte de pie.

—Como quieras —sonrió, quitándosele de encima y poniéndose de pie frente a él. Sus
manos se acariciaron el pecho, bajando luego y abriendo la cremallera del pantalón —.
¿Sigo? —preguntó como tentándolo.

—Sigue… —le pidió, tocándose por encima de los jeans y observándolo fijamente mientras
se echaba mejor contra el respaldo, frotándose la espalda.

Ageha dejó escapar una leve risa, metiendo dos dedos por entre su piel y la ajustada tela, y
bajándose el pantalón luego, muy lentamente, revelando los prietos calzoncillos negros, de
borde fucsia que llevaba.

Don lo miraba serio y se abrió los jeans, sujetando su propio sexo grueso y grande,
mostrándoselo mientras se tocaba.

—Continúa… —lo animó, deseando verlo desnudo ya.

—Oh dios, lo que tienes ahí es un arma —Ageha jadeó sonriendo, y se bajó la ropa interior,
pateándola junto con los pantalones, a un lado de su cuerpo. Tenía la piel pálida,
inmaculada casi y su sexo estaba erguido y duro también. Se acercó al moreno,
mostrándoselo —. ¿Y bien? ¿Te gusta lo que ves?

Él lo sujetó por las nalgas, acariciándole los muslos y aproximándolo a él. Arrastró la
lengua por su sexo, sintiendo las venas, su calor. Se lo metió en la boca y lo atrajo más
hacia él, hundiendo los dedos en su carne. Lo cierto es que había pensado que sólo estaba
delgado, pero en realidad tenía un cuerpo fibroso que le encantaba.
—Hum… qué elocuente, tienes… el don de la lengua —se rio, alborotándole el cabello, y
estremeciéndose, sin poder evitar pensar que siempre eran los más callados. Subió una
pierna contra sus muslos, moviendo las caderas mientras el sicólogo deslizaba los dedos por
el surco entre sus nalgas, empujando uno dentro de él muy despacio.

Lo miró otra vez, succionando sus testículos y moviendo aquel dedo en su cuerpo con más
fuerza ahora.

Ageha entrecerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás y apretando las nalgas como si
quisiera atraparlo así. Continuaba revolviendo su cabello y ahora empezó a gemir
quedamente, con suavidad, casi era un ronroneo.

La boca del moreno volvía a cubrir su sexo completamente, y lo succionaba con ansiedad.
No sabía si lo estaba disfrutando tanto por el tiempo que hacía desde la última vez, o
porque aquel chico encendía todos sus motores, pero le encantaba aquello. Le besó el muslo
y luego alzó el brazo, inclinándolo para que se agachase a besarlo, y bajándole luego la
cabeza por la nuca para llevarlo hacia su propio sexo.

Ageha lo besó con devoción casi, agachándose en el suelo y metiéndose su verga en la boca
luego, succionándola. Su piel tenía un sabor delicioso, fresco y por dios, realmente era
grande. Deslizó la lengua a lo largo, haciendo círculos luego en el glande, alzando un poco
la mirada para observar su reacción.

Estaba completamente recostado contra el respaldo y tenía los ojos cerrados. Su pecho
subía y bajaba, el abdomen le temblaba por momentos cuando se estremecía. Le acarició el
cabello y abrió los ojos como si se sintiese observado, sujetándolo con aquella mano firme
y alzando las caderas para penetrar su boca muy lentamente, de forma profunda y
placentera para ambos.

No se cortaba nada a la hora de gruñir y jadear con voz profunda, mirándolo a los ojos y
estrujándole un poco el cabello.

Ageha sonrió contra su sexo, succionándolo profundamente antes de liberarlo y tomar sus
testículos ahora, envolviéndolos con la lengua una y otra vez. Estaba arrodillado en el suelo
y movía las nalgas sinuosamente como intentando llamar su atención. Cosa que consiguió
enseguida. Don lo sujetó contra sus testículos y se inclinó hacia delante, pegándole una
nalgada y jugando con los dedos dentro de su cuerpo otra vez, sonriendo un poco y
levantándolo por debajo de los brazos para que se sentase en sus piernas. Se metió una
mano en los jeans y sacó un preservativo, cortando la funda con los dientes y
entregándoselo para que se lo pusiera él.

—Eres casi perfecto, ¿lo sabías? —se rio mientras le colocaba el preservativo,
desenrollándolo cuidadosamente y prácticamente acariciando su sexo con el mismo —
Fuerte, grande, caballeroso… kinky.
—¿Kinky? —le preguntó sorprendido, ya que él pensaba que era de lo más normal. Se rio y
lo alzó por las nalgas, sujetándolo y observando cómo su sexo entraba. Ageha se dejó caer
de golpe de pronto y lo hizo gemir en lo que parecía un gruñido fuerte. Lo besó afiebrado, y
comenzó a moverlo sobre él, aunque el chico ya botaba sobre sus muslos por sí mismo, más
que bien, sus brazos entrecruzándose por detrás de su nuca y su espalda arqueada para
sentir más aquel sexo grande y apasionado que se hundía en su cuerpo.
No dejaba de besarlo, gimiendo entre sus labios de manera urgente y desesperada. Si no
hubieran tenido calefacción, probablemente Ageha tampoco la hubiese necesitado.

Don lo sujetó por la espalda, echándolo sobre el sofá de pronto y embistiéndolo de forma
que movía su cuerpo entero con cada empujón, acompañado de un resoplido grave y un
gemido del asiático. Se sujetaba con una mano al respaldo del sofá, y la otra la apoyaba en
su frente para apartarle el cabello. Quería ver cada instante en la expresión de su rostro.

—Dame un poco más de tiempo —jadeó contra sus labios, pidiéndole que no se corriese
todavía y apretando los dientes antes de besarlo.

—Todo el tiempo del mundo —le contestó el chico, sonriendo, aunque había sentido un
estremecimiento intenso tan sólo porque se lo pidiese así. Además de que excitado tenía
una voz demasiado sexy. Lo besó de nuevo, moviéndose con más calma y tratando de no
rozar mucho su propio sexo erguido contra el abdomen del moreno.

—Nunca he estado con alguien como tú… —le pasó la mano por la mejilla, tocándole los
labios y entreabriéndoselos un poco. Tenía unos labios increíbles, no sólo era su forma, era
la manera en la que se dibujaban cuando jadeaba. Era difícil dejar de observarlos. Sujetó su
sexo y se volcó sobre él, besándole el cuello y succionándolo, manteniéndose muy dentro
de él con penetraciones profundas.

Estaba sudando y los músculos de su espalda se movían a causa del esfuerzo. Ageha lo
rodeaba para sentirlos mejor, apretándolos con fuerza y pegándose a él, entrecerrando los
ojos sin dejar de gemir. Su cuerpo resbalaba suavemente contra el del psicólogo, a causa
del sudor de ambos. Ahora le era difícil no buscar aquel contacto.

Don volvía a besar sus labios y prácticamente lo aplastó con su cuerpo, apoyando un pie en
el suelo, porque una de sus piernas había resbalado fuera del sofá. Gruñó fuertemente
contra su boca y rompió el beso para mirarlo a los ojos, con la frente cubierta por el cabello
húmedo y oscurecido, entrecerrándolos al sentir el orgasmo invadirlo.

—Oh… Don… —Ageha le apartó el cabello de la frente, echándoselo hacia atrás para
poder mirarlo mejor a los ojos y se dejó ir completamente, sin tapujos ni restricciones,
corriéndose mientras gemía en voz alta.

—Hum… —resopló el otro pesadamente, besándole el pecho con suavidad ahora, casi
como si le estuviera agradeciendo lo mucho que lo había hecho disfrutar. Y bien sabía dios
que lo necesitaba. Apoyó la frente sobre sus pectorales, saliendo de su cuerpo y quitándose
el preservativo sin apartarse de él del todo mientras lo ataba y lo dejaba en el suelo.
Parte IV
Viernes, enero 29

—Supongo que está bien… que te llame Don, sería extraño si no —se rio Ageha,
completamente acostado y relajado, aun con el peso del moreno sobre su cuerpo —. ¿Te
gustó tanto como a mí?

—No sé si a ti te habrá gustado tanto —susurró algo drenado, levantándose de encima para
no molestarlo, aunque no se apartó del todo, sólo se apoyó en los brazos y lo miró a los ojos
otra vez —. Y claro, puedes llamarme Don.

—Claro que me ha gustado mucho, Don —el chico se sentó, tocándole el pecho con un
dedo y sonriendo casi para sí —. Lo supe desde el primer momento, no tienes ni idea de lo
sexy que eres.

—Claro que no… No lo soy —se apartó, subiéndose los pantalones, -que nunca había
llegado a quitarse del todo- y recogiendo la camiseta para secarse el pecho y el cuello.

—Claro que lo eres —se rio sin molestarse en vestirse por su parte. Sólo se acercó a la
mesa para servirse más vino, bebiendo un poco luego.

—Sí, por eso tengo tanto éxito —se rio, sirviéndose también y echándose de nuevo contra
el respaldo. Se sentía sin fuerzas —. Admito que tengo un buen físico, como si no me
costara mantenerlo… —se quejó —, pero soy bastante inepto a la hora de ligar. No sé ni
cómo aceptaste venir después de cómo me comporté.
—Me pareciste encantador y me gustan los retos —se rio, recogiendo las piernas y
recostándose contra su hombro —. Sé que es difícil creer estas cosas y es obvio que te
importaba ese chico. ¿Cómo le diría que no a alguien que tiene buenos sentimientos?

—Tengo malos sentimientos también. No lo sé… no quiero hablar de eso. Ahora me siento
bien —se sintió tentado de alzar el brazo para que se apoyase en su pecho, pero mejor para
él si no hacía esa clase de cosas. No tenía ganas de sufrir —. En realidad, hay algo en lo
que no dejo de pensar, y no soy capaz de contarle a nadie, y tú eres la persona menos
indicada a la que decírselo, pero necesito hacerlo… —resopló —Ahg, que patético.

—Sólo hazlo, no voy a vender tus secretos a un tabloide —se rio, alzando la mirada y
bebiendo más vino —. Lo que dije antes, lo dije en serio. No publicamos nada que no sea
verdad, no nos dedicamos a difamar a los demás sólo por publicar una noticia.

—No es sobre mí, es sobre Jiken. Pienso que tal vez sí se suicidó, y aunque creo que no
estaba en un momento en el que sea lógico que lo hiciera… Hay algo que… —se quedó en
silencio, negando con la cabeza y bebiendo más.

—Puedes decírmelo. Mira, hay algo que yo también debo decirte, ¿vale? Prometo que no
publicaremos nada que pueda hacerle daño a su memoria —le sujetó una mano, mirándolo
a los ojos.
—No, no quiero hacerlo —se negó, mirando su propia mano y luego a Ageha. La verdad es
que sí quería, aunque sólo fuera una simple teoría, se sentía como un traidor si se la contaba
a alguien. Por otra parte, tal vez sólo se había acostado con él para conseguir información.
No le sorprendería nada.

—Bien, no puedo obligarte —suspiró, sonriéndole con suavidad —, aunque creo que sí
quieres decírmelo, porque si no fuera así, no lo hubieras ni mencionado. Así que te diré lo
mío en vez de eso.

—Adelante… —lo miró a los ojos, bebiendo otro buen trago antes.

—No es acerca de mí realmente —le sonrió de nuevo, bajando la copa y sosteniéndola con
ambas manos ahora —. Es sobre mi jefe, Bronco. No le gusta hacer mucha publicidad
acerca de eso, pero es sensitivo. Quiero decir que puede ver cosas que los demás no, o
sentirlas.

—No creo en eso, lo siento… Para mí es como que un niño me diga que ha visto a los reyes
magos. Puede que lo haya hecho, pero no deja de formar parte de su imaginación —negó
con la cabeza, encogiéndose de hombros.

—Ya lo suponía, pero el caso es que tuvo un sueño acerca de Jiken y cuando despertó,
había hecho un dibujo… como los suyos. No me creerás tampoco, pero antes de eso,
Bronco no había visto ninguna de sus pinturas, ni sabía que dibujaba. Me gustaría que lo
vieras… Tal vez podrías decirnos si significa algo.

—Está bien, puedo mirarlo… —se encogió de hombros, pensando que eso no haría mal a
nadie.

—Gracias —le besó una mejilla dos veces, volviendo a recostarse contra su hombro —Y
ahora te preguntaré otra cosa: ¿por qué eres tan escéptico?

—Porque… es lógico serlo. ¿Por qué tú no lo eres? —suspiró, avergonzado por aquel beso
sin venir a cuento.

—Porque nunca lo he sido, siempre he sido un romántico y siempre me han interesado este
tipo de cosas. Para mí es lógico que existan espíritus, otras criaturas… —su mano
acariciaba levemente el pecho del moreno —Además, ya he visto demasiadas pruebas
como para no creer.

Don lo miró de soslayo, pensando en lo peligroso que era lo bien que se sentía con él allí.
Apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y miró el techo, frotándose la frente con los
dedos.

—¿Todavía quieres que te responda a lo que me habías preguntado antes?


—Por supuesto —contestó tranquilamente, terminándose lo que tenía en la copa y
dejándola a un lado para abrazarse mejor a Don. Se sentía sumamente cómodo allí,
protegido.

—Bien, pues… —alzó el brazo, suspirando pesadamente y pasándoselo por encima sin
poder evitarlo, acariciándole el cabello con suavidad —Esa relación que tienes con tu
amigo… es destructiva para ambos. Los dos estáis juntos por un simple motivo, que no es
el amor. No el amor romántico al menos, pero a la vez… seguramente arruináis otras
relaciones que sí podrían ser de verdad, por conservar ese… “juego” que os hace tanto
daño. Es miedo…, es sólo miedo a afrontar una relación real y madura. Y créeme, sé
mucho de gente inmadura.

—Sí, supongo que lo sabes —contestó, bajando la mirada y cambiando de expresión —. No


voy a discutirte eso, ni que tengo miedo, pero odio estar solo y nunca he conocido a alguien
que quiera quedarse conmigo. Por otro lado, no quiero que Steiner se aleje de mí, realmente
lo quiero como amigo. No creas que es sólo por el servicio, ¿eh?

Don alzó la cabeza, mirando hacia delante y moviéndose un poco para servirse otra copa y
apartarlo de él con una buena escusa. Estaba un poco alterado, ¿así que… ese amigo era el
periodista ese? Así no era lo mismo. No era lo mismo que pensar en una hipotética persona
que ni siquiera estaba allí mismo, en esa misma ciudad mientras ellos dos lo hacían. Ahora
no dejaba de pensar que tal vez incluso él lo había enviado. Pues la llevaban clara, no iban a
sacarle nada.

—¿Estás molesto? —le preguntó acariciando su espalda —Creo que no fue buena idea
hablar de esto con mi cita, nunca he sido muy consciente.

—Estoy bien —lo miró un momento, moviendo el vino en la copa. Después de todo, sabía
controlarse —. ¿Por qué iba a estar molesto?

—Porque te gusto y te gustaría salir conmigo de nuevo. Si me invitaras, yo diría que sí,
¿sabes eso? —le sonrió, buscando su copa para servirse también —Y no sólo para follar.

—Sí, me gustas —lo miró a los ojos, muy serio—. Me gustas mucho, pero yo no comparto,
y suficiente de “cambiar pañales” he tenido para toda mi vida con mi anterior pareja. Tú no
eres de aquí, los dos sabemos que sólo estás de paso.

—Lo sé, pero… —Ageha suspiró de nuevo, bebiéndose casi toda la copa de golpe —¿Ves
lo que te digo?

—¿Qué quieres decir? ¿Estás culpando a los demás? Me encantaría “quedarme contigo”
como tú dices, o al menos intentarlo, pero no tiene ningún sentido si tú no lo estás
intentando. Yo no creo que yo te guste tanto, Ageha —seguía mirándolo a los ojos, y le
sujetó la cara.
—¿No lo crees? —lo miró a los ojos, un poco nervioso porque tal parecía que no se podía
escabullir fácilmente como solía hacerlo, con sus excusas —¿Qué tal si yo no te gusto tanto
a ti? Si dejo de hacerlo con Steiner y… luego me quedo solo.

—Ese es un riesgo que tienes que correr. Ese es el problema, que no quieres hacerlo. ¿Qué
pasa si de pronto él conoce a alguien y te deja solo? ¿Qué pasa si de pronto te das cuenta de
que… quieres algo más que sexo? Yo quiero compartir mi vida con alguien, ¿entiendes? —
se sirvió más vino —Hoy en día…, parece que el amor sea algo para heteros. Es lo que
dicen por ahí, ¿lo sabías? Claro que lo sabes…

—Claro que lo sé —asintió, bebiéndose lo poco que le quedaba de vino y mirando la copa
vacía —. Y claro que quiero algo más que sexo. Realmente eres distinto a los hombres de la
ciudad.

—En la ciudad debe haber muchos como yo. No olvides que vine aquí por el puesto de
trabajo, no pertenezco a este lugar… —le sirvió más vino y lo miró —Si te estás
planteando todo esto, y te afecta… es una buena señal, Ageha. Lo primero que tienes que
hacer es… saber lo que quieres. ¿Tú lo amas?

—Lo quiero, ya te lo dije, pero no es algo así… —sonrió pensando que no se casaría con
Steiner y además estaba seguro de que de hacerlo, él le sería infiel constantemente —.
Tenemos una conexión que va más allá del sexo, pero no lo calificaría de amor romántico.
Cuando empezamos con esto, sólo creamos una regla: sin compromiso.

—¿Quieres amar? —lo miró. No intentaba presionarlo. Incluso si luego no le interesaba él


en absoluto, no podía evitar ayudarlo a plantearse todas aquellas cosas.

—Claro que quiero, ¿hay alguien que no quiera? Lo sé, pero no les creo —le guiñó un ojo,
bebiendo vino, era sumamente fácil hablar con él. Había escogido la carrera adecuada.

Don sonrió un poco, pensando que estaban bebiendo demasiado en realidad.

—Yo tampoco —lo miró y luego se hundió contra el respaldo —. Seguro que cuando
decidiste estudiar, sabías que tenías que dejar de salir de fiesta, ¿verdad? Cuando quieres
comer un plato, por más que haya otros 40 platos que también se ven bien… tienes que
elegir uno —volteó un poco las manos como exponiendo —. Aprende a decir no. Si te
quiere, si lo quieres… abrázalo, habla con él…, no te acuestes con él. ¿Sabes? Hacer el
amor no es un deporte.

—Creo que se enfadará… Se pone venenoso —sonrió un poco con tristeza, porque se
estaba planteando el seguir su consejo, aunque de pronto pensó en que el que iba a sufrir
realmente sería Bronco —. Dime una cosa, si dejo de acostarme con él… ¿volverás a salir
conmigo?
—Sí… —asintió con la cabeza también, en un gesto discreto. No podía decirle que no,
cuando claramente le gustaba y no podría resistirse. Aunque sinceramente, le daba miedo
tropezar otra vez con la misma piedra.

—Sí…, está bien, doctor Crawford. Seguiré su consejo y veremos a dónde nos lleva eso, ya
que está usted siendo tan valiente —se rio tocándole el pecho de nuevo y observando sus
ojos. Realmente podía verse con ese hombre, enamorándose.

—Y yo esperaré, a ver si es cierto que puedes ser tan maduro —le tocó la cara, y bajó por
su brazo, pensando que era suave. Claro, apenas tenía vello ni siquiera, debido a su raza —.
¿Quieres quedarte esta noche? Creo que he bebido demasiado para coger el coche.

—Creo que he bebido demasiado para caminar solo por ese camino tan largo y tan
oscuro… —exageró, sonriendo y tomando su copa para servirle más vino.

—No sé si debería —se rio, sujetando la copa y mirando el líquido. Miró luego a Ageha,
preguntándose si realmente tendría las fuerzas a la hora de la verdad —. No lo hagas con él
porque se enfade. ¿De acuerdo? Y eso de… la última vez, nunca funciona —le tocó la
espalda con una mano, observándolo.

—Por algo eres psicólogo —se rio, pensando que era muy inteligente —, pero no voy a
dejar de estar unido a él. Eso es algo que no puedo hacer.

—Nadie te lo pide. En el fondo le haces un favor a él también, ¿no lo crees? —le apartó un
poco el cabello de delante de la cara, y luego bebió de su copa.

—¿Cómo? —le preguntó de pronto sintiéndose como si lo abandonara, su expresión se


tornó seria.
—Enseñándole que la gente no está a su disposición para cuando le venga bien, y cuando
no, no. Ayudándolo a madurar… Ninguno de los dos es un adolescente ya.

—Pero yo aún lo parezco —bromeó disfrazando su preocupación, aunque igual continuó


luego como si no pudiera evitar el hablar sinceramente con ese hombre —. Temo que sólo
regresará a lo mismo, a perseguir a cuanto chico se le ponga por delante.

—¿Tú crees? Hasta ahora, estoy bastante seguro de que tú le has dado lo que los otros
chicos no le daban en una relación sexual. Cuando eso le falte… se dará cuenta de lo que ha
estado sucediendo. Puede que incluso te pida que regreses con él, solos —bebió más, sin
comprender para qué se estaba implicando. Era demasiado complicado. De pronto tuvo
miedo y deseó que Ageha se acostase con el otro y no lo llamase más.

—Siento como si le estuviera poniendo una trampa —se pasó una mano por el cabello,
volviendo a recostarse contra él —. Soy un poco cobarde cuando se trata de sentimientos.
—Ya lo veo… —le pasó la mano por la espalda otra vez, acariciándolo —Es un poco
pronto, tal vez no me conoces y no quieres perderlo por él. Sólo hemos discutido por la
mañana y… follado hace un momento.

—Eso sí que no —alzó la cabeza para mirarlo, sonriendo —. Doctor, ¿está sugiriendo que
tome un riesgo cuando usted mismo no se atreve? —se rio ahora, negando con la cabeza —
Así no vamos a avanzar.

—Intento ayudarte, no te digo que hagas eso por mí… —sonrió un poco, debido a cómo se
comportaba, y le tocó la mandíbula —Yo también tengo miedo. No se trata sólo de
vosotros.

—Lo sé, pero si digo que haré algo, lo haré —le aseguró suavizando la sonrisa y bajando la
mirada a sus labios —. Creía que los psicólogos nunca admitían sus propias faltas y
debilidades.

—No nos cortan a todos por el mismo patrón… —se aproximó un poco, y lo besó con
suavidad, sujetándolo por la nuca y pensando que no iba a salir bien, pero quería arriesgarse
—¿Quieres subir a mi cuarto?
—Por supuesto, ¿no quieres llevarme hasta allí, en tus brazos fuertes y varoniles? —le
preguntó riéndose un poco y devolviéndole el beso ahora.

—Creo que tú quieres que lo haga… y yo, con tal de que no te pongas la ropa, soy capaz de
hacerlo —lo levantó en brazos y se lo llevo a su cuarto, sonriendo un poco —. Creo que
finalmente sí voy a decirte eso —le dijo de pronto, penetrando en aquel lugar. Era bastante
amplio, con el suelo de parquet y las paredes en tono pardo. Lo recostó sobre una cama en
el centro, frente a una pared llena de armarios empotrados, forrados de espejo. No se alejó
para nada, se recostó sobre él y volvió a besarlo.

—Ya te dije que puedes confiar en mí —se acomodó mejor, observando su reflejo y el de
aquel moreno por un momento, hacían buena pareja —. Espejos, me encantan los espejos.

—¿Sí? He leído que es malo que haya espejos frente a la cama, según el feng shui… —
sonrió un poco, sacándose los jeans y los playeros. En realidad había sido su ex quien había
elegido los muebles.

—Pero son buenos para la vida sexual —se rio, apoyándose en una mano —. Abrázame y
dímelo todo.

—Con exigencias… muy bien —sonrió y se recostó a su lado, levantando las sábanas para
acostarse dentro de la cama. Lo abrazó tal y como le había pedido, pensando que era muy
peligroso aquel chico —. Ya te dije que… Jiken era depresivo, y que no tomaba sus
medicinas. Supongo que también habréis escuchado de su mejor amigo, que no le gustaban
las píldoras, y no era su estilo. Todo eso es cierto, pero hay otra cosa… —se quedó callado
un instante, pero no era posible que Ageha se hubiera inventado todo eso simplemente.
—¿Qué otra cosa? —le preguntó sujetando sus manos contra su pecho y girando
ligeramente la cara.

—Bueno, debido a todo lo que le sucedió en su vida, siempre le gustó llamar la atención, y
nunca lo ha hecho de una forma positiva. No es nada descabellado pensar que… quería
llamar la atención de ese modo, y no pensaba morir realmente, pero algo salió mal —lo
miró a los ojos, respirando profundamente.

—¿Crees que tal vez era un suicidio fingido, pero se equivocó de dosis? —se giró un poco
más para poder mirarlo —¿Lo había hecho antes?

—Sí… —asintió con la cabeza lentamente —, y esto, es entre tú y yo. No quiero que se lo
digas a nadie.
—Está bien, pero ya te dije que mi jefe es sensitivo, y no lo digo para excusarme y poder
decirlo. No lo haré —le aseguró observando sus ojos—. En ese dibujo… escribió la palabra
“ayuda”.

—Ya…, pero sigo pensando que eso es algo… imposible, y que probablemente tu jefe lo
hizo de forma inconsciente. No lo acuso de ser un fraude —se apoyó en un codo,
observándolo y pensando que podría acostumbrarse a tenerlo en su cama siempre —.
Tienes que enseñarme ese dibujo.

—Lo haré, mañana lo llevaré a tu oficina —le aseguró, sonriendo un poco —. Claro que lo
hizo de forma inconsciente, no se dio cuenta hasta que se despertó.

—No es a lo que me refiero… —se rio, aunque no pretendía faltarle al respeto ni mucho
menos —Está bien, lo veré, y te diré qué pienso de él, sinceramente. Incluso si me
desconcierta, lo haré —lo besó de pronto, sujetándole la nuca y succionando su lengua
suavemente.

Ageha cerró los ojos, sonriendo mientras le devolvía aquel beso y rodeando su cintura.

—¿Estás seguro de que no crees en estas cosas? Porque yo estoy empezando a creer en el
destino.

—Tampoco creo en el destino —lo miró a los ojos, mucho menos creía en su fuerza de
voluntad, pero la imploraba, porque cada vez deseaba más conservarlo a su lado. Tal vez
porque llevaba demasiado tiempo solo, pero dudaba que ese fuera el simple motivo.

—Yo tampoco, hasta esta noche —contestó el asiático, acomodándose sobre su pecho,
completamente a gusto.

Ya veremos, pensó el moreno, pero guardándoselo para no arruinar el momento entre


ambos. Se giró un poco más y lo abrazó, moviendo la mano para apagar la luz.
Capítulo 7
Secrets hide beneath the skin

Parte I
Viernes, enero 29

La habitación había permanecido en silencio absoluto desde que Steiner y Lowe dejasen a
su jefe allí, solo. El mismo estaba acostado en la cama, observando los dibujos, esperando.

Su paciencia fue recompensada finalmente, como si el chico se hiciera de rogar, débilmente


al principio. La temperatura de la habitación empezó a descender, causando que su aliento
se transformase en vapor al exhalar. Poco después se pudo escuchar un sonido quedo en el
escritorio, como de alguien moviendo hojas, a pesar de que las mismas permanecían igual
que antes.

Se apoyó en una mano y miró hacia la mesa, de nuevo en aquel estado extraño, como si no
estuviese realmente en aquel lugar, o al menos no en el mismo tiempo que los demás.

Levantándose, miró la mesa, apoyando las manos sobre la misma tras aproximarse.

—¿Estás aquí? He venido a ayudarte, Jiken —se sentó en su silla y cogió un bolígrafo que
había sobre la mesa, colocando un folio por si acaso quería contestarle. Su mano no se
movió, cerró los ojos tratando de concentrarse, pero siguió sin ocurrir nada.

Todavía notaba un zumbido en los oídos, se sentía atontado. Las ventanas de la habitación
estaban empañadas por el frío.

Sin embargo, por más que esperaba, el bolígrafo no se movía en su mano, por el contrario,
lo que empezó a temblar fue el escritorio mismo, sus cajones golpeteando sin abrirse, como
si algo intentase escapar de los mismos. Varios folios cayeron al suelo desde la parte
superior, así como algunos de los libros que tenía allí.
Bronco apartó la silla y se agachó, recogiendo los papeles del suelo. Los miró con
detenimiento, eran dibujos otra vez. No los comprendía, podía ver que eran paisajes, pero
eso no le decía nada, además, bajo la óptica del chico, todo adquiría un aspecto tan tétrico,
que era imposible que el lugar existiese realmente. ¿Realmente alguien podía tener tanto…
mal dentro?

Había un camino, un sendero en el bosque y al lado un lago, algo más bajo junto a una
cuesta natural, con árboles que casi la cercaban y cubrían las orillas. Pero de los árboles
colgaban cadáveres y al fijarse en el sendero, lo que en un primer instante parecían piedras
y hierbas, eran animales muertos. ¿Qué le había ocurrido a ese chico en vida?

—No entiendo… —le dijo, respirando fuertemente y angustiándose porque sentía su


angustia, y en parte su enfado, tal vez por miedo, por impotencia, o por ambas cosas.
Los cajones empezaron a temblar de nuevo y el bolígrafo que Bronco había dejado sobre la
mesa, rodó al suelo, cayendo frente a él. Había un sonido en la habitación ahora, un sollozo
leve, muy distante, las luces parpadearon y por un momento, Bronco pudo ver aquella
bruma que se le había aparecido en su propia habitación, un poco más definida, como si
intentase formar algo.

Intentó tocarla, pero estaba gélida, tanto que pareció cortar las puntas de sus dedos.

—Jiken… ¿qué sucedió? Dímelo…

No hubo respuesta sin embargo, tan sólo aquel folio con la imagen del bosque, alzándose
ante sus ojos, como si un pequeño remolino lo levantara. El bolígrafo se alzó también,
como insistiendo.

El moreno sujetó el bolígrafo y bajó el papel con una mano bruscamente. No tenía un buen
motivo para hacer algo así, sólo se había puesto nervioso.

—¿Es aquí? ¿Es en este lugar? —le preguntó —¿Alguien te llevó allí?

El bolígrafo se movió una vez más, dirigiendo su mano hacia la mesa para que apoyase el
folio. Se sentía helado por dentro.

“Aquí no puedo ver”, escribió de manera temblorosa como si no hubiera escuchado la


pregunta del moreno.
Bronco apretó las mandíbulas, frunciendo el ceño y cerrando el puño contra la mesa.

—Estás muerto… —susurró, pensando que no quería perder su presencia.

“Estoy aquí”, volvió a escribir aquel espíritu, utilizando la mano de Bronco, finalizando
aquella frase con una línea larga como si hubiera perdido el control. De nuevo volvió a
resonar aquel grito distante, las ventanas estremeciéndose y haciendo sonar los cristales
ruidosamente.

—Jiken… ¡Basta! —le pidió, tapándose las orejas. No era sólo el sonido natural de los
cristales combándose seguramente casi al punto de estallar y hacerse trizas, era como si el
aire estuviese provocando ondas allí dentro, golpeándole los tímpanos directamente, aunque
sabía que era algo dentro de su cabeza.

Se acuclilló, sintiendo que la atmósfera pesaba demasiado para aguantarse en pie, y una
línea de sangre bajó por uno de sus orificios nasales hasta sus labios. Se tiró al suelo,
mirando al techo y jadeando, con un dolor en las sienes insoportable. (Basta, por favor,
basta), pensó, tapándose los oídos y observando el techo oscurecerse tanto, que pronto
opacó la luz de la lámpara. Era como una oscuridad líquida que comenzaba a empañar las
paredes. De pronto lo vio acuclillado en una esquina del ahora vacío cuarto.

Jadeó, y su aliento resonó amplificado, el resto de los sonidos había desaparecido.


El chico estaba sollozando, temblando violentamente, y sin embargo, no levantaba la
cabeza. Aquello era una oscuridad completa y el ambiente era húmero y maloliente.

La tela oscura que había estado cubriéndolo desde los hombros, se resbaló poco a poco,
dejando ver su piel pálida y desnuda, como si irradiase una luz propia, como si se hubiese
encendido sólo para mostrarle los trazos negros que ahora comenzaba a bajar desde su
rostro, resbalando por su espalda y formando siluetas de monstruos fantásticos devorando a
otras criaturas, el ave muerta de su dibujo, devorada por gusanos enormes ahora.

Bronco se volteó en el suelo, frotándose los labios para limpiarse la sangre, pero en su
mano no había nada ahora. (No es real) se dijo al ver aquello, al ver su espalda, pero como
tal se sentía. Gateó unos pasos para ponerse de pie, pero estaba tan mareado que dio
tumbos.

—Jiken… —se aproximó y jadeó opacando un gemido de asco al ver una escolopendra
atravesando la piel del chico. Era sólo otro de sus dibujos, pero suponía que eso era lo que
ahora estaba sucediendo con su cuerpo —No puede ser —pensó en alto, de nuevo sintiendo
aquella imperiosa necesidad de que lo mirase a los ojos como en aquel sueño.

Una gota de agua cayó al suelo desde el techo, y el sonido provocó incluso eco. Chocó
contra algo, y lo tocó con la mano. Parecía una especie de mesa metálica. Había tirado un
objeto al suelo, eran unas tijeras.

—No… —jadeaba tan deprisa que le parecía que comenzaría a hiperventilar.

Jiken se giró de pronto, aunque Bronco no pudo ver su cara aún así. No es que nada la
cubriese, simplemente cada vez que intentaba mirarla, algo lo obligaba a desviar la vista.

Sí podía escucharlo, sin embargo el chico volvió a gritar, las ondas de sonido empujándolo
lejos de allí con fuerza, regresándolo súbitamente a la habitación.

Chocó contra el suelo con la espalda, como si se hubiese alzado sólo unos centímetros y
alguien lo hubiese empujado otra vez contra el parquet. Abrió los ojos de golpe, con la luz
de la lámpara casi cegándolo, se giró, limpiándose la sangre y embadurnándosela por los
labios.

Estaba mareado y agotado, aterrado y terriblemente angustiado. Sentía ganas de llorar


incluso. No pudo ponerse de pie, la habitación daba vueltas, se sujetó de las sábanas para
subirse a la cama, pero sólo consiguió arrastrarlas con él antes de caer al suelo desplomado.

La risa de Lowe se escuchaba desde el pasillo, el rubio se había relajado demasiado


bromeando con Steiner y ahora encontraba difícil el ponerse serio. Carraspeó, abriendo la
puerta de manera algo ruidosa y empezando a llamar

—Señor… ¿Cuál es su apellido? —le preguntó a Steiner ya que no le parecía bien ser tan
informal con él ahora.
—Yo qué sé, no lo respeto… —se rio el otro, que venía igual de animado, pero no tenía la
decencia de comportarse —Bronco —lo llamó alzando ligeramente la voz —. A lo mejor se
quedó dormido. Creo que a veces se cansa, no se lo tengas en cuenta…

—¿Y eso es normal? —le preguntó alzando una ceja y adelantándose, llamando a la puerta
de la habitación de Jiken, abriéndola al no recibir respuesta.

El lugar estaba hecho un desastre, con los folios por todo el suelo y sobre la cama. Lo único
que estaba limpio era el escritorio, y sólo porque todo su contenido estaba ahora en el suelo.
Bronco estaba acostado en el centro de la habitación, un rastro de sangre manchando por
debajo de su nariz y parte de su labio superior —¡Steiner! ¡Steiner, ven aquí! —lo llamó el
chico, alarmado, corriendo a asegurarse de que aquel hombre siguiera con vida.

—¡Joder! —se agachó al llegar, y no se le ocurrió nada mejor que sacudirlo, pero luego se
levantó y entró en el baño, revolviendo el botiquín y cogiendo el alcohol. Se lo pasó por la
frente y la nuca, frotándolo y pensando que Ageha iba a matarlo si se enteraba de que lo
había dejado allí tirado demasiado tiempo.

Bronco entreabrió los ojos y los miró confundido.

—Lo mataron…

—¿Lo mataron? —repitió Lowe con los ojos como platos y sin siquiera cuestionarlo —¿Lo
vio? A Jiken… ¿estuvo aquí? —le preguntó confundido y sacudiendo la cabeza —¿Quiere
que llame a un médico?

—No… sólo es de la presión… —se refirió a la sangre, sujetándose a Steiner, que trataba
de levantarlo, y ayudarlo a sentarse en la cama.

Se tiró sin embargo, ya que seguía muy mareado —Estuvo aquí —le dijo al rubio,
mirándolo después —, y yo estuve allí. No puedo explicarlo, pero algo le sucedió. No me
parecía una imagen de muerte, no… me parecía vivo. Algo que sucedió antes y en lo que se
siente encerrado —trató de levantarse para hacer algo, pero Steiner le apretó el pecho y lo
acostó otra vez. Le sujetó el brazo y lo miró a los ojos con el ceño fruncido —. ¡Alguien lo
estaba torturando! ¿Es que no lo entiendes?

—Bronco…, está bien. Lo entiendo, pero es tarde para él, y no vas a morirte tú también.
Estás mareado, tienes que descansar un momento.

—¿Torturando? —murmuró Lowe, apoyándose contra la pared, debatiéndose entre lo que


necesitaba saber y el hecho de que aquel hombre parecía estar muy débil. Pero él nunca
había visto marcas en el cuerpo de Jiken, tampoco lo había visto desnudo, claro. Quizás era
uno de sus recuerdos, alguna de esas cosas de las que nunca le hablaba —Pero murió
aquí… solo.
—Pero yo lo vi, lo vi encerrado en un cuarto oscuro, y había una mesa metálica, y unas
tijeras… —miró a Steiner a los ojos, como pidiéndole que le creyese —Estaba desnudo y
cubierto con algo raído, y tenía… dibujos como proyectados en la piel, y un gusano… un
gusano entrando en su carne.

El moreno respiró con fuerza, nunca lo había visto perder los papeles así.

—Te creo, ¿vale? ¿Quieres que llame a Ageha?

—No, ¡no quiero! ¡No me estás escuchando! —apartó su mano, furioso, tratando de
levantarse otra vez, antes de que Steiner lo empujase de nuevo a la cama.

—¡Tranquilo! —Lowe alzó la voz porque se estaba poniendo nervioso y extendió un brazo
hacia él como para que se calmase, aunque enrojeció violentamente luego —Jiken era muy
imaginativo, tal vez intenta decirnos algo… ¿no?

—Hay un dibujo ahí… —se giró, señalando al suelo, el dibujo con el sendero —¿Te suena
de algo ese lugar?

—Lowe tiene razón, Bronco, tal vez lo que has visto sólo es una especie de delirio suyo.
Tiene miedo… e… imagina cosas —le apretó el antebrazo, y él lo miró como si se
estuviese comenzando a convencer de eso. Sabía que era posible.

Se recostó de nuevo, tapándose la frente con la mano y frotándose la cara con ella.

—Voy a llamar a Ageha.

—No, déjalo en paz… —le pidió.

—Un momento… Creo que he visto este lugar antes —comentó Lowe que aún miraba el
dibujo como ensimismado y se movió de pronto, dirigiéndose hacia el escritorio y abriendo
el cajón superior —. Con tu permiso, Jiken —murmuró como si el chico estuviese allí, y
sacó una carpeta con varios folios y algunas fotos, mostrándole una en particular, impresa
en ordenador. Era el mismo lugar, solo que se veía distinto al no estar distorsionado de esa
manera —. La vi cuando estaba haciendo ese dibujo, la usaba como modelo.

—¿La foto la había tomado él? ¿Es de aquí? —le preguntó Bronco, mirándolo esperanzado
y sentándose en la cama, aunque se fue un poco hacia atrás.

—Sí, la tomó con su teléfono móvil. Recuerdo que le dije que no tenía mucha calidad y él
me dijo que no la necesitaba, sólo quería recordar algunos detalles.

—Entonces puedes llevarme a ese lugar, ¿no? —le preguntó, mirándolo a los ojos.

—No ahora… —Steiner los amenazó con la mirada.


—No, no ahora, pero… supongo que puedo encontrarlo —contestó mirando la foto como si
la misma le fuera a revelar algo —. No suelo ir mucho por el bosque, pero tampoco es tan
grande.

—¿Mañana por la mañana? —le preguntó Bronco, Steiner suspirando ligeramente y


mirando al chico. Aquello era realmente interesante, pero hubiera preferido encargarse él.

—Sí, mañana por la mañana, definitivamente —sonrió inseguro, apretando la foto un poco
—. ¿Quiere… quiere quedarse a dormir? Me refiero a si se siente muy débil para regresar a
la posada.

—Si no te importa… —lo miró, bastante avergonzado en realidad de tener que pedirle el
favor.

—No, no me importa. Estoy seguro de que Jiken querría lo mismo —le sonrió agradecido
de que lo estuviera ayudando tanto —. Puede quedarse aquí, aunque… no sé si sea
conveniente.

—De lo más conveniente, quiero estar lo más cerca de él posible —lo miró a los ojos —.
¿Te molesta? —preguntó, pensando que la cama todavía olía a él, estaba seguro de que así
era como olía.

—No, a mí no —negó con la cabeza, apartándose del escritorio luego —. Steiner, tú puedes
dormir en el sofá si quieres.

—Vale, mejor… por si se despierta o algo —le dio unos toques en el hombro y salió con el
rubio, apagando la luz y cerrándole la puerta a Bronco, mientras este levantaba las sábanas
y se metía bajo las mismas. Apretó la almohada con una mano, tratando de dormirse.
Deseaba verlo de nuevo, y temía hacerlo con la misma intensidad, pero quería protegerlo, y
cómo podía hacerlo. Ya era demasiado tarde, Steiner lo había dicho muy bien.

Steiner tomó el móvil y miró la pantalla. Tenía que llamar a Ageha, al menos para decirle
que no iba a regresar al cuarto.

El asiático se giró en la cama entre los brazos de Don, sin estar muy seguro de qué lo había
despertado hasta que reconoció el timbre de su teléfono móvil. Se sentó preocupado porque
lo llamasen a esa hora, recordando luego que lo había dejado en su pantalón. Apartó con
cuidado el brazo del moreno, sintiendo el suelo frío al bajar los pies. Se estremeció,
aguantándose y saliendo de la habitación porque temía que le fueran a colgar y luego no
pudiera contactar a quien fuese que llamaba.

—¿Dónde estás? —fue lo primero que le preguntó Steiner, sentándose en el reposabrazos


del sofá.

Don se había despertado, y se sentó en la cama, apoyándose contra el respaldo sin salir de
allí, por dejarle intimidad, aunque temía quién podía ser y no le gustaba.
—Todavía en mi cita, se extendió, ¿y tú? ¿Cómo os fue? —le preguntó más tranquilo,
seguro de que sólo llamaba por eso.

—¿Vas a dormir con él? —bajó un poco la mirada, apretando un poco las mandíbulas.

—Ya lo hacía en realidad —le contestó, nervioso porque sabía que se estaba molestando
—. ¿Estás bien, Steiner?

El moreno se apoyó contra el respaldo, preguntándose qué hacer. Joderle la cita y hacerlo ir
sonaba como un buen plan, pero a la vez… no lo quería en el mismo cuarto que Lowe.

—Nah… no es nada, ¿vale? Mañana te cuento.

—¿Estás seguro? ¿Me estás ocultando algo, Steiner? —le preguntó frunciendo el ceño entre
preocupado y sospechoso.

—Está bien, sí… —resopló, pensando que era como la mierda de duro para guardarle un
secreto —Es sólo que Bronco tuvo una movida de las suyas y… se desmayó, pero ya está
bien. Sólo quería decirte que vamos a pasar la noche en casa de Lowe, para que si
regresabas a la pensión… —se pausó de pronto, después de soltarle todo de carrerilla.

—¿Bronco se desmayó? Tú dime en dónde queda la casa de ese chico, voy para allá —le
aseguró, buscando su ropa interior y empezando a vestirse mientras sujetaba el teléfono
entre el oído y su hombro.

—No, en serio. Los dos vamos a quedarnos aquí a dormir —habló en bajo, volteándose de
espaldas por si Lowe lo escuchaba —. Sólo falta uno más, esto no es un hostal, ¿eh?

—Pero… ¿Cómo está Bronco? Dime eso por lo menos. ¿Fue a ver un doctor? —le
preguntó, pasándose una mano por el cabello y sujetando su flequillo como si quisiera
quitarse las preocupaciones con eso, no sabía qué hacer.

—Está bien, duerme… ¿O.K.? Se ha quedado en el cuarto de ese chico —no quiso decirle
más, para que no aumentase su alteración.

Don ya se había levantado y se había puesto la bata para ir hasta el salón, esperando para
ver qué sucedía. No se veía muy bien.

—Pero eso es peligroso, es sensitivo. ¿Cómo se queda en ese cuarto? ¿Y si le pasa algo
mientras duerme? —insistió, cada vez más tenso, sentándose por fin en el sofá.

—Mira… te llamo en un momento, ¿vale?

—O.K., pero que no se te olvide —le pidió, mirando a Don y extendiendo una mano hacia
él para que lo acompañara.
Él se aproximó y le tomó la mano, inclinándose un poco y mirándolo a los ojos.

—¿Ha sucedido algo? —preguntó apoyando la mano en su hombro para que lo mirase.

—Es mi jefe, se ha desmayado mientras estaba en casa de Lowe, van a pasar la noche con
él —le sonrió un poco, de forma tensa —. Se ha tomado esto como algo muy personal, me
preocupa.

Don lo llevó al sofá y se sentó con él, rodeándole los hombros.

—Probablemente ha sido una bajada de tensión o algo así, tranquilo. ¿Querrías estar con él
ahora? —trató de comprenderlo. Estaba claro que ese hombre era importante para él. Se lo
imaginaba como algún tipo de freak con camisola.

—Eso pensaba hacer, pero Steiner dijo que eso no era una pensión y… creo que tiene razón
—se recostó contra él —. No es nada de eso, pero no espero que lo creas.

—Está bien… —le besó la frente, acariciándole el brazo y tratando de reconfortarlo —Te
prepararé un café, ¿quieres?

—Por favor —le pidió, mirándolo a los ojos luego, agradecido porque fuera comprensivo
en ese momento —. Lo lamento.

—No lo lamentes, en una sola noche, me estás permitiendo que conozca cosas muy
importantes de ti. Es lo que cuenta —le acarició la cara y se levantó para hacerle ese café,
pensando en vestirse por si tenía que llevarlo.

Parte II
Viernes, enero 29

Steiner miró a la cocina y fue junto a Lowe, tocándole el brazo para llamar su atención.

—Me vas a mandar a la mierda, pero antes de eso… ¿me haces un favor?

El rubio alzó la mirada del zumo que se estaba sirviendo y ladeó la cabeza con sospecha.

—¿Por qué? ¿Cuál es el favor?

—Es que Ageha quiere venir con él. No me vas a creer, pero Bronco es como su padre, y sé
que es mucho aprovecharnos, pero yo me piro, ¿vale? Y viene él… —lo miró a los ojos,
sujetándole la mano. No rogaría por nadie, salvo por Ageha.

—No, ¿por qué te vas a pirar tú? Yo no conozco a ese Ageha —le sujetó el brazo con
fuerza, enrojeciendo luego y desviando la mirada —. Confío en ti.
—Es que no quería llenarte la casa de gente… —sonrió un poco sin poder evitarlo, y su
boca se torció ligeramente —Dormirá con Bronco, ¿vale? No va a molestar.

—Está bien, no me molesta —le aseguró ya sin poder mirarlo por la vergüenza, recalcando
de todas maneras —, pero no te vayas, ¿eh?

—No me voy, y oye, es un tío pequeño. Lo puedes tumbar de un… —hizo el amago de
darle un puñetazo y cuando se apartó hacia atrás, le puso la mano en la espalda y se inclinó
un poco sobre él, mirándolo a los ojos y sonriendo —Voy a buscarlo —le dijo tras dejarlo
de nuevo vertical.

—Pues no es que me diera miedo —el chico lo empujó, enrojeciendo más y dándole la
espalda mientras tomaba el zumo de nuevo —. Y ve rápido, que luego vienes tocando el
timbre a cualquier hora y los vecinos se enfadan.

—Volveré pronto —le besó la nuca y sonrió, saliendo de la cocina enseguida.

—Qué idiota —se quejó el rubio, mirando de soslayo después para asegurarse de que de
verdad se hubiese ido, y salió a cerrar bien la puerta.

—Ageha —el moreno lo telefoneó mientras bajaba las escaleras —, dime donde vive ese
tío, voy a buscarte.

—¿Estás seguro? —le preguntó el chico, que ya se había vestido y estaba terminándose esa
taza de café con Don —Viene a buscarme —le susurró al moreno para que estuviese
enterado, recibiendo un asentimiento como respuesta, acompañado de una ligera sonrisa
amable. Interiormente pensaba que él podría haberlo llevado, pero se aguantó las ganas de
ponerse estúpidamente posesivo.

—Estoy seguro —(no tienes que pedirle permiso), se ahorró Steiner, saliendo del portal y
sentándose en la moto mientras el otro le indicaba qué camino tomar —. Diez minutos —
dijo antes de colgar.

—No hacía falta que se molestase, podría haberte llevado yo —le dijo enseguida Don, que
además también se había vestido por eso mismo.

—Lo sé, pero él se ofreció y ya te he causado bastantes problemas por una noche —le
sonrió acariciando su mano y besándolo suavemente después —. Eres muy dulce,
¿podemos vernos mañana de nuevo?

—Dijiste que ibas a enseñarme ese dibujo, ¿no? —le apretó la mano, pensando que no tenía
nada de dulce el llevar de vuelta a alguien que él había traído.

—Por supuesto, pero no me refería sólo a eso —le guiñó un ojo, claramente más tranquilo
—. Quiero estar contigo.
—Vayamos a comer después —sonrió, apartándole un poco el cabello de delante de la cara.

—Es una cita —le aseguró, sonriendo de nuevo, mientras él lo echaba hacia atrás, sobre su
pecho. Al menos aprovechando hasta que llegase Steiner, no quería ni verlo.

—¿De muchas? —preguntó serio, ahora que no veía su expresión. Le jodía y mucho, no
poder pasar con él la noche.

—Eso espero —asintió, mirándolo a los ojos seguro de que sí le molestaba que se fuera así,
lo comprendía —. Te lo recompensaré.

—No tienes por qué, es comprensible. Tienes tus motivos —se inclinó a besarlo, y afuera
sonó el claxon de Steiner. Para colmo… podría ser más considerado.

—Lo haré de todas maneras —le aseguró, poniéndose de pie e inclinándose para besarlo
profundamente —. Te veo mañana y gracias por todo.

—De acuerdo… —se levantó y lo acompañó a la puerta, abriéndola por él y observando al


moreno, que esperaba sentado en la moto, sin apagarla, y sin utilizar casco. Tenía aspecto
de ser de lo más “calavera”. Frunció el ceño y alzó la mano un poco cuando Steiner lo miró,
a lo que el chico sonrió, mirando a Ageha luego y bajándose.
—Vamos —se sacó la cazadora y se la puso para que no se congelase en la moto.

—Gracias —Ageha se subió la cremallera de la cazadora, sonriéndole a Don luego, antes


de subirse a la moto —. Hasta mañana, descansa.

Don le hizo un gesto con la cabeza y se metió adentro de nuevo, regresando a su cuarto y
decidiendo darse un baño. Tal vez le relajase un poco.

—¿Cómo sigue Bronco? —le preguntó Ageha a Steiner por encima del ruido de la moto,
mientras se abrazaba a él como siempre.

—No lo he vuelto a mirar desde que salí de su cuarto. Supongo que bien… —se giró un
poco para que lo escuchase, aunque atento a lo que hacía.

—Ya… —Ageha bajó la cabeza para proteger sus ojos del viento, no iba a estar tranquilo
hasta que confirmase por sí mismo que estaba bien.

En otros diez minutos, llegaron a la casa de Lowe, y Steiner llamó abajo antes de
acompañarlo al ascensor. Lowe los estaba esperando en la puerta.

—Este es Ageha. Lowe, el amigo de Jiken —le dijo por formalidad a ambos.

—Mucho gusto —Ageha extendió la mano, observando al chico, tenía una cara de seriedad
que no se la quitaba nadie.
—Mucho gusto, Bronco está… por aquí —le señaló el rubio luego de estrecharle la mano,
y guiándolo luego hacia la habitación.

Steiner los dejó ir y se sentó en el sofá, suspirando y prefiriendo estar lejos del radio de
acción de ambos.
Cuando Ageha abrió la puerta, Bronco entreabrió un ojo, apoyándose en las manos y
alzándose un poco para enfocar la vista.

—¿Ji…? ¿Ageha? ¿Qué haces aquí? Le dije que no te molestase… —se quejó. Había
tenido una pesadilla.

—Es igual, te dije que me llamaras si te ocurría algo —negó con un gesto de la mano,
escuchando cómo Lowe se alejaba, y se subió a la cama, acomodándose a su lado.

—Estoy bien… —se giró para dejarle sitio y le tocó la mejilla —No sé si es buena idea que
duermas en esta cama.

—¿Por qué no? ¿Es celoso Jiken? Estabas soñando con él —lo acusó por la cara que había
puesto al verlo en la puerta.

—Sí… estaba soñando con él, e ignoro esas cosas acerca de él, pero… eso no tiene gracia
—le riñó, sintiéndose un poco aludido de alguna forma.

—Sólo es una broma —le acarició el cabello con cariño, suspirando —. Te dije que
tuvieras cuidado, no quiero que te pase nada.

—No va a hacerme daño… —le aseguró, entrecerrando los ojos de nuevo y sujetándolo con
un brazo. En realidad le agradecía que estuviese allí.

—Ya te desmayaste, por no hablar del resfriado que casi pescas —bromeó de nuevo, aún
acariciándolo mientras se pegaba a él —. Quizás Jiken no te haga daño, pero esta habilidad
tuya… requiere de cierto esfuerzo, ¿verdad?

—Sí… —se movió un poco, pensando que era agradable sentir sus caricias y pasándole una
pierna por encima —Quédate.

—No pensaba irme a ningún lado —le aseguró, besándole una mejilla y entrecerrando los
ojos. Bronco siempre cuidaba de él e incluso de Steiner. Alguien tenía que cuidar de
Bronco.

—No puedo evitarlo, ¿sabes? Quiero ayudarlo… quiero protegerlo, y no puedo. Está
muerto… y ya lo estaba cuando yo llegué aquí… y sin embargo me siento… mal, fatal.
Peor que nunca… —no abrió los ojos, sabía que los tenía húmedos.

—No puedes hacer más de lo que haces —le aseguró, apretándolo contra su cuerpo, le dolía
verlo así —. Estoy seguro de que ese chico no quiere que salgas lastimado tampoco. Sólo
quiere… no sé, dar un mensaje, o que lo comprendan. Tal vez sólo necesita comprender
que está muerto, pero Bronco… no puedes salvarlo y no es justo que te sientas mal por eso.

—Me siento mal por todo. Por no haberlo conocido antes, por no poder ayudarlo… No
puedo explicarlo, sólo quiero dormirme y verlo otra vez.

—No pudiste haberlo conocido antes —le recordó, abriendo los ojos por completo de
nuevo y observando su rostro tenso, sufrido —. No persigas algo que no debes alcanzar,
Bronco, te necesito, te necesitamos aquí.

—Lo sé… no voy a suicidarme ni nada por el estilo —le aseguró frunciendo el ceño y
abriendo los ojos para observarlo —. Sólo… He sentido lo que él sentía. No puedes
imaginar lo que es eso.

—No, no puedo y no me refería a eso solamente —le aseguró, mirándolo serio, asustado de
todas maneras —. ¿Has visto algo nuevo? Steiner no me dijo nada.

—Algo, sí. Estaba encerrado en un lugar oscuro y… no lo sé. Realmente no tiene sentido,
así que tal vez era una de sus… “pesadillas”. A veces sucede —lo miró a los ojos todavía
—. Mañana voy a ir al bosque con Lowe, a buscar un lugar que me ha señalado.

—¿Quieres que te acompañe? Puedo hacerlo antes de ir a la oficina de D… del doctor


Crawford. Accedió a ver ese dibujo.

—No, no te preocupes. Tú habla con él, estoy bastante seguro de que Steiner vendrá
también. Sabes que le encanta el trabajo de campo… —se giró de espaldas en la cama,
metiendo una mano bajo la almohada y acariciando el cubrecama sin pensarlo siquiera.

—Sí, no es lo único que le encanta —Ageha frunció el ceño volviendo a sus costumbres
habituales y sacudiendo la cabeza luego —, pero eso no importa ahora. Tú sólo prométeme
que no vas a exagerar.

—No sé de qué hablas… —giró un poco la cara, mirándolo de soslayo —¿Alguna vez me
has visto exagerar?

—Creo que me expresé mal, quise decir que no vayas a comportarte como si no te hubieras
desmayado hoy, no te esfuerces más allá de lo que tu propio cuerpo puede hacer —le sonrió
con dulzura, acariciando su mejilla.

—Estoy bien —volvió a girarse, refunfuñando y frotándose un poco la cara con la


almohada para apartarse el flequillo —. Duerme —echó el brazo hacia atrás y le dio una
nalgada, sujetándole luego la cintura de forma algo incómoda.

—Malo, y yo que vine desde tan lejos sólo a cuidarte —se quejó en broma, abrazándolo
luego y cerrando los ojos —. Duerme tú también, Bronco malo.
—Lo intento… —protestó como si fuera su culpa no conseguirlo —, y… me alegro de que
estés aquí, mucho.
—Lo sé —se rio con suavidad, besándolo detrás de la oreja —. Te quiero.

Bronco sonrió ligeramente, colocándose bien de nuevo y llevándose su mano sujeta para
rodearse con su brazo.

Steiner se había quedado en el salón con Lowe, y ambos estaban casi en silencio, como
esperando a ver si esos dos hacían ruido o dormían.

—Creo que están durmiendo.

—Eso creo… —asintió Lowe mirándolo de soslayo —No esperaba a alguien con el cabello
rosa.

—No pensé que fuera algo a especificar. ¿Eres alérgico? —alzó una ceja, mirándolo y
sonriendo un poco.

—¿Al tinte? No —negó con la cabeza, observando su sonrisa y preguntándose qué estaría
pensando —. Ya no hay más, ¿verdad? Sólo sois vosotros tres.

—Creo que ya van tres veces que te explico que somos tres… —se pasó las manos por el
cabello hacia atrás, y se lo recogió en una coleta —¿Seguro que quieres que duerma en el
sofá?

—Claro, ¿en dónde más? —le contestó enrojeciendo y girando la cara —Ya sé que me
dijiste que erais tres, sólo confirmaba.

—Bueno, pues… ya lo sabes —abrió su mochila y sachó una libreta, mirándolo después un
segundo antes de ponerse a apuntar algunas cosas para no olvidarse.

—¿Qué escribes ahora? —preguntó mirándolo de soslayo. Lo cierto es que estaba seguro
de que lo estaba incomodando, pero no quería irse a su cuarto todavía.

—Lo que sucedió, no quiero olvidarme de nada, y no sé si Bronco está en condiciones de


acordarse. Cuando salgo a hacer un reportaje, casi siempre hago un diario como este… —le
explicó, mirándolo otra vez —¿Me vas a traer una manta?

—No sé, ¿me vas a dar las gracias? —le sonrió un poco por cómo le hablaba, poniéndose
de pie luego para ir a su habitación a buscar una.

—Tú sí que me las darías si me dejases dormir en tu cama… —casi canturreó susurrando
Steiner —Depende de lo gorda que sea la manta —le dijo en alto luego, riéndose para sí.
—Lo suficiente y toma, una almohada —regresó, lanzándole ambas cosas y riéndose para
sí luego —. Puedes coger lo que quieras de la nevera, tus amigos también. Sólo no me
dejéis sin desayuno.

Steiner apartó las cosas con el brazo, y se levantó para sacarse los jeans.

—No sé por qué tengo que quedarme aquí —se quejó de todas formas —Y no te preocupes,
iremos a desayunar al hostal, que tenemos eso pagado.

—Lo decía por si os da hambre por la noche, y tienes que quedarte aquí porque es lo lógico.
Buenas noches —se despidió, aunque se iba a aburrir y todavía no tenía sueño, pero lo
ponía nervioso estar con Steiner, más aun si se quitaba los pantalones.

—Eh… —lo sujetó del brazo para detenerlo —Es viernes y sólo son las doce. ¿Por qué
tanta prisa?

—No sé, creí que estabas cansado y además te quejas mucho —se quejó ahora él,
enrojeciendo porque lo sujetara así

—Pues anda que tú, chaval… —se puso delante de él y lo empujó por el pecho hacia el
sofá.

—Pues no me empujes. ¿Por qué todo a las malas, eh? —se quejó acomodándose y
sujetando la manta que él mismo había traído para cubrirse —¿Por qué mejor no me
cuentas algo raro que hayas visto?

Steiner se sentó a su lado con las piernas cruzadas, y guardó la libreta antes de mirarlo.

—¿En serio? No lo sé, he visto muchas cosas raras, como por ejemplo… Una vez
encontraron los restos de una chica que habían enterrado el día anterior, dentro de una olla
metálica enorme en un cementerio… Fui a verlo con los tipos. Fue bastante… —se giró
hacia él, apoyándole la rodilla contra la pierna.

—¿Por qué estaba allí? No me digas que se la iban a comer… —Lowe hizo un gesto de
asco, acomodándose mejor e inclinándose hacia delante.

—Ya se la habían comido. Sólo fui a ver los restos y esas cosas. Y me refería a que fui a
verlo con los tipos que la encontraron, no con los que iban a comérsela. Me gustan las
experiencias nuevas, pero no esas.

—Espero que no —se rio, pensando en Steiner con un hueso entre los dientes —. ¿Y se
habían comido a otra gente o sólo a esa?

—Ni idea, nunca se supo quienes habían sido, pero imaginaron que había sido un ritual
satánico. Si quieres que te diga lo que yo pienso, eso es lo que dicen siempre cada vez que
alguien hace algo macabro, ¿sabes? Le echan la culpa a las cosas más estúpidas como que
hay muchos emigrantes y practican voodoo… Sí, flipa —se rio, echándose hacia atrás en el
sofá, y recostándose hacia el lado contrario.

—Sí, pero eso lo dicen aunque no suceda nada extraño. A estas alturas, seguro que yo soy
satánico, ¿eh? Debería poner unas velas negras frente a la puerta del piso para ver qué se
inventan —se rio, realmente tentado de hacerlo.

—Mejor no, no vaya a ser que luego aparezcas en las noticias… —lo empujó con el pie,
cruzando un brazo tras la cabeza —¿Tienes hierba?

—No —negó, mintiendo en realidad porque sí tenía, pero no la había tocado desde el día
del funeral, no se sentía con ganas.

—¿Qué clase de universitario no tiene hierba? —se quejó, pasándole una pierna por
encima.

—¿Qué clase de reportero…? Agh —exhaló porque la verdad con esa cara que tenía le era
difícil hablar de responsabilidades —Tengo un poco, pero no quiero ni pensar en cómo
serás cuando fumas.

—¿Seguro que no quieres saberlo? Bueno… pues nada —se quejó, doblando un poco la
pierna y apoyando la rodilla contra su pecho —. Dime una cosa… ¿alguna vez has estado
con un tío?

—Sí, pero no aquí, aquí no hay nada—se quejó, levantándose de pronto porque se estaba
incomodando.

—¿Ya te vas? —se giró de lado en el sofá, mirándolo.

—Voy a buscar la hierba —sonrió un poco, alejándose hacia su habitación.

—Vale… —lo siguió con la mirada, apoyándose en un codo y pensando que sabía llenar
bien unos jeans.

Lowe regresó casi enseguida con una bolsita de porros ya envueltos y volvió a sentarse a su
lado.

—¿Tú has estado con muchos?

—¿Eso es un poco de hierba? Echo de menos la universidad… —se rio, doblando las
piernas para dejarle más sitio —¿Seguro que quieres que te conteste a eso? Tengo como
diez años más que tú.

—No me gusta tenerla suelta, luego me da pereza cuando tengo ganas —se quejó,
sentándose a su lado y cogiendo uno de la bolsa —. ¿Te follas a todo lo que se te pase por
delante o qué?
—No, sólo si me gustan. No soy de los que son capaces de follarme a un tío patético sólo
por meterla, ¿eh? Aunque alguna vez puede, pero era muy joven... ¿Tienes mechero?

—Sí, espera —rebuscó en los bolsillos de sus jeans, sacando uno negro bastante maltratado.
Lo encendió, prendiendo su porro primero y luego pasándoselo a Steiner.

—Prefiero ese —lo cogió de sus labios y se lo llevó a los suyos, pegándole una buena
calada y recostándose hacia atrás —. ¿Cuántos años tenías la primera vez?

—Hum… dieciséis —confesó un poco rojo, encendiendo otro porro y mirando hacia otro
lado —. Eso no tiene importancia realmente.

—¿No? Es interesante… —se rio, observando el humo salir de entre sus labios —¿Fue el
mejor?

—No —el rubio se rio sin mirarlo aun porque le daba vergüenza hablar de esas cosas con él
—. No fue terrible, pero no fue el mejor.

—¿Y cuál fue el mejor? —se rio también, sacándose la goma del cabello para poder
apoyarse mejor en el respaldo.

—Eso no es cosa tuya —le contestó riéndose y dándole una calada a su cigarro.

—Porque tú no quieres que lo sea… —protestó, aunque decía esas cosas


inconscientemente.

—Agh, no digas esas cosas. Dime tú cual fue el mejor, ¿eh? —le dio con una pierna como
retándolo.

—Hum… no lo sé, supongo que en el instituto, con un compañero de clase. Se lo hice por
detrás, mientras se sujetaba al pupitre, y… buf… —suspiró, pensando en la forma en la que
le había mordido el cuello.

—No necesito detalles —le puso una mano frente a la cara como diciéndole que se
detuviera allí.

—Tampoco iba a decirte nada más. Tendrás que averiguarlo por ti mismo. Sólo era un
tráiler —se rio, sujetándole la mano y bajándola de delante de su cara —. Voy a intentar ir a
esas reuniones a las que iba tu amigo. ¿Quieres venir conmigo?

—Por supuesto, pero ¿crees que debas decir quién eres? Bueno… supongo que ya lo sabrán
—suspiró, fumando y recostándose hacia atrás. Era un pueblo después de todo —. ¿Sabes?
Seguro que incluso ellos están hablando mal de Jiken ahora.
—Que se jodan… A lo mejor hablan bien y lo tienen como un héroe. ¿A quién le importa
lo que digan? —se llevó el porro a los labios y dejó salir el humo despacio después,
mirándolo —¿Por qué no te quedas a dormir conmigo aquí?

—Que no, además todavía no tengo sueño y el sofá no es tan grande —puso de excusa,
enrojeciendo de nuevo —. Y no lo sé, me molesta, aunque me estoy empezando a preguntar
si realmente lo conocía.

—Nadie conoce a nadie… —suspiró, pensando que no lo mandaba a dormir ya —¿Por qué
eres tan duro conmigo, eh? —le preguntó en serio.

—No soy duro contigo, tú eres demasiado insistente —lo miró a los ojos esta vez
resoplando y volviendo a fumar —. ¿Crees que no sé cómo eres? Viviré en un pueblo, pero
no nací aquí.

—¿Y qué pasa con como soy? —alzó una ceja, fumando otra vez y observando el humo
salir.

—Que yo no busco ese tipo de cosa y además luego te irás —le contestó sin apartar la
mirada esta vez.

—Sí, siempre me voy —lo miró ahora, moviendo la cabeza —. Y no vas a verme más.

—Exactamente ¿y entonces, cómo quedo yo? —lo señaló, negando con la cabeza —¿No te
cansas?

—Más o menos… depende —se quedó pensando en Ageha. La verdad es que era lo único
real que tenía además de su empleo, pero siempre y cuando pudiera volver a él, no tenía por
qué temer —. ¿No te cansas tú de… no hacerlo por si acaso?

—No, no es eso. Es… —suspiró pasándose una mano por el flequillo y apartándolo de su
frente —Quiero algo más. ¿Tú no?

—A veces… pero siempre estoy de viaje y… además soy un desastre a la hora de ser fiel,
así que no creo que encuentre a nadie tan idiota como para aguantarme —se rio, fumando
de nuevo y apartándose el cabello.

—Eso es porque tienes que poner de tu parte. Nadie te va a ser fiel y a esperar por ti, si tú
no haces lo mismo —alzó una ceja, mirándolo de soslayo mientras expulsaba el humo con
lentitud.

—No puedo estar a lo mejor un puto mes o más sin follar, ¿eh? —alzó una ceja, pensando
que bastante era estar sin hacerlo una semana.

—¿No? ¿Alguna vez lo has intentado? —le preguntó mirándolo a los ojos completamente
serio.
—Sí… yo también me he enamorado alguna vez, ¿eh? No soy un monstruo con polla en
lugar de sentimientos —se rio de nuevo, levantándose —. Voy a buscar unas cervezas.

—Vale —asintió enrojeciendo de nuevo porque además no había podido evitar mirarle las
nalgas. Recogió más las piernas, intentando distraerse y esperando a que regresara —. La
otra opción es conseguirte un novio que quiera hacerlo tanto como tú.

—Y cuando me voy… se folla a otros. Sí, lo sé muy bien —alzó una ceja, pensando en
Ageha. No es que fueran novios, pero si una clase de relación así existiera, lo serían.

—No confías en nadie, ¿verdad? ¿Has oído hablar de la masturbación? —le preguntó
frunciendo un poco el ceño.

—¿Sabes? Cuando me la machaco… me corro, y sólo puedo pensar en machacármela otra


vez, a ver si así dejo de tener ganas —le dijo serio y hasta un poco molesto —. Y no
sucede, sigo queriendo follar… Y no, no confío en alguien como yo, porque sé que haría lo
mismo que yo.

—Pues entonces, confía en alguien que no sea como tú. Yo tampoco confío en alguien
como tú —se rio, echándose hacia atrás y mirando el techo luego, soplando el humo hacia
arriba —. Para mí, eso es algo muy íntimo, importante.

—Vale… confío en él, guay. Luego salgo de viaje y… ¿qué pasa? Adivina. No te rías, no
es gracioso —se rio, abriendo su lata y pasándole la otra antes de sentarse —. Eres idiota.

—No, tú eres idiota —se rio de nuevo aceptando la lata y enderezándose para beber —No
confías en alguien como tú y no confías en alguien distinto. Al final, te quedas sin
opciones.

—Claro que confío en alguien distinto, pero eso no cambia que yo voy a seguir siendo
igual. ¿Es que no entiendes eso? Sé que me quedo sin opciones, y no es gracioso —le dio
una colleja y se echó hacia atrás —. Crío, eso eres.

—No me pegues y no soy un crío… inmaduro —se quejó, devolviéndole la colleja —.


Tienes que confiar y cumplir. Si amas a alguien, no te será tan difícil.

—Sí me es… ¿sabes lo mucho que ligo? Si me siento solito… ¿cuántas veces puedo
resistirme? —bebió un buen trago y lo miró, pensando que era gracioso.

—Todas, hay peores cosas que la soledad física, lo sabes, ¿no? —lo miró seguro de que el
crío era Steiner.

—Hay alguien que me quiere haga lo que haga… —se quedó serio y movió un poco la lata,
bebiendo otro trago. No podía evitar pensar en ese tipo, que sin duda era un hombre serio,
no como él, y si volvían a quedar, eso es que no había querido sólo sexo.
—¿Lo hay, eh? —alzó una ceja pensando en ese chico del cabello rosa, ya sabía que no
eran simples compañeros de trabajo —Seguro que no hablas de dios.

Steiner se rio a carcajadas, en parte por el porro.

—Fuck him. Los maricones ya estamos condenados al averno.

—Yo no, he sido muy bueno, buenecito —se rio ya que lo estaba afectando aquel porro —.
Si encuentras a alguien que se interese por ti realmente…

—¿Qué? ¿Con mis virtudes y defectos? —sonrió, apoyándose hacia atrás mejor y bebiendo.

—Sí… —asintió mirándolo —Tendrá miedo.

—Yo también… —se encogió de hombros, como diciéndole que era normal —Preferiría no
hacerle daño a esa persona.

—Pero lo harías —le aseguró, fumando y bebiendo otro trago de cerveza.

—Lo sé, por eso es mejor follar y olvidar —lo miró como quien no quiere la cosa, aunque
estaba pensando en él claramente.

—No, no lo es —negó el chico desviando la mirada y suspirando. No se podía con él,


definitivamente no pensaba ceder.

—Deberías irte a la cama, es muy tarde… si mañana vas a ir con Bronco por la mañana,
que no sea con resaca de porros y cerveza —lo echó sutilmente, aunque los dos lo sabían.
Sólo él podía largar a alguien en su propia casa.

—Vale, ¿no vendrás tú? —le preguntó, dándole una última calada al porro, antes de
apagarlo y tirarlo dentro del botellín de cerveza vacío.

—¿A tu cama? —bromeó, esperando a que se levantara y recostándose en el sofá,


tapándose con la manta hasta las caderas antes de coger de nuevo su libreta —¿Tú quieres
que vaya? —preguntó mirándolo.

—Sí —contestó antes de poder detenerse —Es tu trabajo, ¿no? Investigar…

—Sí, claro que voy a ir, pero quería saber si tú querías que fuera —se rio, no quería que se
fuera para la cama tan serio.

—Te voy a matar mientras duermes —refunfuñó, enrojeciendo y dirigiéndose a su


habitación. Era igual, por más que le gustase, no iba a ceder, estaba decidido.
—Eh… —Steiner lo miró, apartando el porro que todavía no se terminaba —¿Me das un
beso de buenas noches? —le preguntó serio, mirándolo a los ojos, aunque estaba preparado
por si le lanzaba algo.

—¡No! —le mostró la lengua, apresurándose para encerrarse en su cuarto y riéndose una
vez adentro. Steiner se reía también, y se giró de frente en el sillón, apuntando el resto de
sus notas y pensando que era un caso perdido.

Capítulo 8
Explorations

Parte I
Sábado, enero 30

Steiner se giró en el sofá, y se pasó la mano por encima de la cara al notar los primeros
rayos de sol.

—Joder… necesitas unas cortinas, niño… —no pudo evitar quejarse, y se levantó,
estirándose y entrando en el baño para hacer pis. Se miró en el espejo, pensando que lucía
como la mierda. Cogió su enjuague bucal y le dio un trago, escupiéndolo y enjuagándose la
boca de nuevo, esta vez con agua. Bebiendo un buen trago antes de que se le ocurriese una
genial idea.

Se fue hasta el cuarto del rubio, y entreabrió la puerta despacio, quitándose la camiseta y
sonriendo mientras subía por encima de él, y se metía en su cama. Dormía como un tronco.

Lowe se giró inconscientemente al sentir el colchón hundirse y estiró un brazo, lógicamente


esperando no encontrar nada y en vez de eso, topándose con el cuerpo del moreno. Lo tocó
un poco, entreabriendo los ojos y protestando con la voz adormilada

—¿Qué demonios…? —alzó la cabeza, empujándolo luego —¡Steiner!

—Eh… mercancía delicada, handle with lots of care —sonrió, mirándolo y sujetando la
mano con la que lo había empujado.

—Que no… ¿Qué haces en mi cama, eh? —miró hacia la ventana, notando que el sol se
filtraba por los bordes de la cortina, de manera que ya sería inútil enviarlo al sofá porque se
iba a despertar de todos modos. Apartó la manta, saliendo de la cama, enrojecido.

—No te pongas así, luego de lo de ayer… —se burló, apoyándose en un codo y luego
acomodándose.
—Ayer no pasó nada, ¿eh? No me vas a engañar, que no soy idiota —lo señaló, paseándose
por la habitación porque estaba nervioso —Ya… ve… a vestirte o algo.
—Me refería a todas las confesiones que nos hicimos… —se apartó un poco el cabello,
observando cómo se marcaba su paquete en la fina tela del pijama —Hum… ¿Sabes? Me
encantaría darte un mordisquito ahí.

—Sí, seguro…. —frunció el ceño deseando poder lanzarle una almohada, pero como era él
quien se había quedado con la cama… —Me voy a duchar.

—¿Puedo ir contigo? —se levantó, parándose delante de él y obstruyéndole el paso.

—¡Claro que no! Quita… —lo empujó con suavidad, enrojeciendo de nuevo y desviando la
mirada. Para colmo andaba en ropa interior por ahí, no sabía cómo no le daba frío.

Él le puso los brazos a los lados, sujetándole los suyos con ambas manos muy suavemente
y acortando las distancias mientras inclinaba la cara un poco.

—Ayer no me quisiste dar un beso de buenas noches…

—Y no te lo voy a dar ahora. ¿Qué te pasa, eh? ¿La hierba tiene un efecto retardado en ti?

—¿Te lo doy yo a ti? —se inclinó un poco más y rozó sus labios —¿Quieres? —tocó el
superior con la punta de la lengua por un instante y lo miró a los ojos.

—¡No! —el chico lo empujó, sintiendo que le salía vapor por las mejillas, sobre todo
porque se le había acelerado el corazón. Casi salió corriendo hacia el baño.

—¡Joder! —exclamó el moreno para sí, cogiendo su propia camiseta del suelo y lanzándola
contra la puerta del baño después, aunque tuvo que recogerla él mismo, claro.

Salió al salón y entró en el cuarto de aquel chico, topándose con los dos durmiendo todavía
muy abrazados. Descorrió las cortinas para jorobarlos a ellos también, no quería ser el
único.

—¿Qué hora es? —preguntó su jefe separándose un poco de Ageha. No sabía en qué
momento de la noche lo había abrazado así.

—La de desayunar si quieres ir allí —le dijo mientras se subía en la cama sobre Ageha y le
besaba la nuca —. Despierta…

—Hum…, pero tengo sueño… —se quejó sonriendo y girándose un poco, no era
desagradable ser despertado así —Tráeme el desayuno a la cama.

—Ya está aquí… ¿no lo ves? —lo besó, y Bronco lo sujetó del brazo, tirando de él tan
bruscamente que casi lo saca de la cama —¿Qué coño te pasa? —le dio un golpe con su
brazo en el de él, y lo miró a los ojos sin creerse que todos quisieran tocarle los huevos hoy.

—¡Es su cama! —la señaló con la mano, furioso.


—Vale, calma… —movió un poco la cabeza, calmándose al ver que era por eso y no por
Ageha, aunque seguía de muy mala hostia y se tuvo que aguantar, sólo porque veía que lo
tenía muy trastornado aquel tema.
Ageha había abierto los ojos por fin y se sentó, despacio, suspirando.

—Tranquilos, chicos. Vayamos a desayunar, que además… tengo que llevarle ese dibujo a
Don —se excusó, bajándose de la cama nervioso por ese beso, todavía no le había dicho
nada a Steiner y la verdad, tenía miedo.

—Id vosotros —Steiner se puso la camiseta y salió a ponerse los jeans, murmurando algo
como “ni que fuera su puto hijo”.

Bronco se estaba concentrando para decirle algo cuando escuchó el portazo. Miró a Ageha,
tratando de disculparse sin palabras. Sin embargo, el asiático se acercó, besándole la frente
como diciéndole que no era su culpa.

—Lo siento —se disculpó él de antemano, tanto por lo del beso como por lo incómodo que
sabía que lo iban a poner después de aquella conversación.

—Tú no has hecho nada. Él es un crío y yo… me he pasado un poco. Ni lo he pensado —se
tocó la frente un momento y luego negó con la cabeza —. No te preocupes, me disculparé
con él después.

—Sí, pero luego hablaré yo con él y entonces, sabrás por qué me disculpo —sonrió,
acariciándole la mejilla —. Además, sé lo mucho que significa Jiken para ti.

—No digas eso, ni yo lo sé —se rascó el pecho, moviendo un poco la cabeza —. ¿Qué
ocurre?

—Bueno, estuve hablando con Don anoche, en nuestra cita. Dice que nuestra relación
puede ser dañina si seguimos así y además… él no va a confiar en mí —le resumió de una
manera sumamente corta, sonriendo un poco —. Realmente me gusta, no quiero alejarlo
porque tenga miedo, pero sé que Steiner no lo comprenderá.

—¿Cómo? —preguntó confundido, suavizando la voz un poco incluso. Ese tipo que
acababa de conocer le decía que dejase a Steiner y él… ¿se lo planteaba? Bueno, tenía toda
la razón del mundo, pero… —Tiene razón, sí… —asintió, negando con la cabeza sin
embargo.

—¿Crees que me estoy apresurando? Pero… ¿qué tal si es el indicado y lo dejo ir? Además,
anoche parecía una buena idea —comentó nervioso por haber percibido esa duda en
Bronco. ¿Estaría cometiendo un error?

—Claro, no… debes ir a por él —lo miró a los ojos, apoyándose la mano en la cadera y
tocándose los labios un momento —. No es sólo porque te ofrece algo serio. Realmente te
gusta, ¿no?
—Claro, realmente… Nunca he conocido a alguien como él. Que no fuera hetero, claro —
se rio, abrazándolo de pronto —. Tengo miedo, Bronco.

—Yo estoy contigo… —le besó el cabello, considerándose un imbécil por no haber hecho
nada a tiempo. Simplemente había creído que era imposible que ni siquiera se plantease
dejar lo suyo con Steiner. Pasó uno de sus brazos por encima de los hombros de Ageha,
apretando —¿Nunca lo habías pensado antes?

—Sí, pero no veía ninguna razón para hacerlo. Quiero a Steiner y somos compatibles, no
quiero hacerle daño y odio estar solo… Elige una, elígelas todas —alzó la cara, mirándolo
—. Y ahora me va a odiar.

—Se le pasará… No te va a odiar realmente, sólo se pondrá capullo. Es un capullo —lo


apartó de él un poco, ya que no podía aguantarse sin hacer una idiotez. Él sí que era
capullo.

—Sólo a veces —sonrió de nuevo, pasándose una mano por los ojos y apartándose como si
no se hubiera puesto sensible —. Vamos a desayunar, nos espera un día largo.

—Sí, vamos. Avisaré a Lowe para quedar con él a una hora y eso —le advirtió, saliendo y
tocándose la cara, haciendo crujir la barba.

Ageha se acomodó la camiseta ya que ni siquiera se había desvestido y suspiró, hablándole


al cuarto vacío.

—Eh, Jiken, ¿no hay posibilidades de que me ayudes? —sonrió seguro de que le lanzaría
algo si no salía rápido de allí.

*****

Ageha llamó a la puerta del despacho, con aquella carpeta bajo el brazo y girando el pomo
enseguida sin siquiera esperar a que lo invitase a pasar. Si no estaba, iría a buscarlo a su
casa simplemente.

—Don, ¿estás aquí?

—Pasa —lo invitó, levantándose de donde estaba acuclillado organizando unas carpetas.
Lo miró y se aproximó, sacudiéndose un poco la camisa color tostado que llevaba, por si
tenía polvo —. Habíamos quedado aquí, ¿o no?

—Sí, pero nunca se sabe. Podías haber salido a comer algo —le sonrió, rodeando su cuello
y besándolo profundamente, estirándose de tal manera que los ajustados jeans se apretaron
aun más contra sus nalgas. Se apartó, entregándole la carpeta —. Los folios están
numerados para que puedas armar el dibujo.
—Y yo pensaba que venir a trabajar los sábados era malo… —alzó una ceja, sonriendo un
poco y abriendo la carpeta —Así que… un chico sexy y un rompecabezas… —murmuró,
echando un vistazo al interior y dirigiéndose a la mesa para extenderlos allí —¿Cómo está
tu jefe?

—Bien, supongo, pero… está muy metido en esto. Lo ha afectado y me preocupa —le
sonrió con algo de tensión en la mirada, mientras lo seguía y se colocaba al otro lado de la
mesa —. Le ha cogido cariño a Jiken, dice que pudo sentir lo que él sentía. Realmente
quiere ayudarlo, Don.

—Lo sé…, te creo. Yo no digo que él no crea o vea, sienta… esas cosas. Es sólo que a
veces nuestros sentidos nos engañan, Ageha —le dijo mientras iba colocando los folios
según los números —. No debería tomarse esto dema… —se quedó callado, mirando el
dibujo que se iba formando, y las letras hendidas contra el folio. Estaba muy serio, y había
sentido un estremecimiento helado en la espalda. Además, había visto ese tipo de escritura
en Jiken antes.

—¿Qué sucede? Es de Jiken, ¿verdad? —le preguntó entusiasmado al ver su expresión.


Claro, él ya sabía que Bronco no se estaba engañando —¿Comprendes algo? ¿Habías visto
este dibujo antes?

—Sí, Jiken… a veces me regalaba dibujos. Una vez vino con su cuaderno porque llegaba
tarde y me pareció fascinante. No sólo en el plano artístico en realidad. Un buen día me
regaló uno, y así en otras ocasiones. Era una buena forma para él, no sólo de canalizar
ciertas cosas, sino también de expresarlas —se levantó un poco apasionado. Comenzaba a
desear creer en algo así y cogió una caja muy amplia de metal. La llevó a la mesa y le
mostró a Ageha algunos de los dibujos del chico —. Cada dibujo de estos… dice mucho.
Para mí era como si se abriese un poco más en cada uno.

—Oh… —Ageha observó aquellos dibujos, casi sin atreverse a tocarlos, como si fueran
algo sagrado —No soy un entendido, pero se nota… una progresión, ¿no?

—Sí… —metió los dedos con cuidado, sacando todas las hojas y mostrándole el primero.
Era un dibujo muy oscuro, dibujado con trazos rabiosos, utilizando un lápiz afilado, que
había ido limándose poco a poco, haciendo trazos más gruesos cada vez. Había manchas de
sus manos y dedos arrastrando el carboncillo, deliberadas y accidentales. El dibujo se
parecía mucho al otro, no en lo que contenía, si no en lo que trasmitía.

—Es violento, ¿verdad? Hasta yo puedo sentirlo —alzó la mirada, comparando entre los
dos dibujos. Tal vez incluso aquella leve diferencia era producto de haber utilizado las
manos de Bronco para dibujarlo —. ¿Alguna vez te habló Jiken de que… alguien lo
torturase o algo parecido?

—Bueno… no físicamente, pero el dolor se percibe de muchas maneras, Ageha, incluso el


rechazo… —se quedó mirando el dibujo que Ageha había traído, y alzó uno de los folios,
fijándose en una figura al fondo. Era algo muy pequeño, pero muy grande en proporción a
lo lejos que estaba, y Jiken sabía perfectamente de proporciones. Parecía un hombre, un
hombre con la cara negra o algo así, sin rasgos.

Se echó hacia atrás en el sillón, seguro de que incluso él se estaba dejando llevar, pero todo
eso le desconcertaba. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos un momento. Jiken
nunca le había hablado de que ningún hombre lo maltratase, estaba seguro —. ¿Por qué me
has preguntado eso?

—Bronco dijo que eso le sucedía, pensó que tal vez fuese un recuerdo… En realidad dijo…
que lo mataron —comentó un tanto nervioso porque sabía que era difícil de creer y que
Don definitivamente no lo aceptaría —. ¿Jiken no tenía alucinaciones o algo así?

—No, no las tenía. Sólo una mente muy creativa, y por supuesto que no lo mataron… —
negó con la cabeza, alterándose un poco, sólo por el supuesto —En el caso de que sea real
lo que ve, ha debido malinterpretarlo. Tal vez debería hablar con él, podría ayudarlo, si
dices que se encuentra tan afectado.

—No sería una mala idea, pero no te aconsejo que le sugieras que esto están en su
imaginación —le sonrió un poco, sentándose en el sofá ahora —. ¿Sabes lo que significa
ese dibujo del pájaro muerto? ¿Lo has visto?

—Soy sicólogo… —le dijo respecto a lo primero, sonriendo también y apretándose las
manos —Veamos… sí. Originalmente para él era… una forma de representar lo bueno y
puro, destruido. Pero conforme mejoraba, comenzaba a buscarle otros significados como…
que incluso hay vida en la muerte. El pájaro había muerto, y aunque eso es terrible, los
gusanos viven gracias a ello. Sé que para ti, esto no tendrá mucho sentido, pero para él… en
realidad era también una forma de reflejar el valor de la vida, de darle fuerzas para vivir
porque, inevitablemente, todos moriremos algún día.

—Muy optimista, yo prefiero no pensar en eso —negó con la cabeza sonriendo un poco —.
¿Cuál de los dos significados crees que expresa ahora?

—Tiene miedo —le aseguró, negando con la cabeza —. Lo he visto escribir alguna que otra
vez con ese tipo de letra, en medio de cartas normales en realidad… y suele ser por eso
mismo.

—Tiene miedo, es una respuesta lógica supongo, ha de estar confundido… —meditó


Ageha, pensando de nuevo en la expresión de Bronco esa mañana.

—Y muy enfadado… —murmuró el mayor, que miraba las hojas fijamente, y pasó unas
cuantas, mostrándole un dibujo mucho más positivo, aunque no tenía muchos de esos. Era
un unicornio a color, dibujado con pasteles, pero el campo, el cielo, nada era con colores
normales que alguien habría elegido —Era como si él viese cosas que nosotros no. ¿No te
parece?
—Sí, realmente era un artista, ¿eh? —asintió, pensando que le gustaba más ese dibujo,
incluso si era poco convencional —¿Alguna vez lo viste dibujar?

—Alguna vez, mientras hablábamos dibujaba en vez de prestarme atención. Pero me daba
igual, sé que me estaba escuchando —guardó las hojas en orden otra vez, y cerró la caja,
levantándose para dejarla en donde estaba.

—¿Notabas algo distinto en él cuando dibujaba? —le preguntó, siguiéndolo con la mirada.

—Depende de cómo se sintiese ese día, y de lo que estuviese dibujando, claro. Creo que al
principio dibujaba para desahogarse, y quejarse… —sonrió un poco —Luego lo hacía
porque le gustaba. En las primeras hojas, uno puede saber cómo es el dibujo mirando la
parte de atrás del folio. Los trazos se hunden tanto que abultan la parte trasera —le dijo
mientras preparaba dos cafés.

—Eso es mucha intensidad —se acomodó en el sillón, pensativo, imaginándose cómo


habría sido aquello para el chico —. ¿Lo extrañas, verdad?

—Procuro no pensar demasiado en ello —colocó los cafés en una esquina de la mesa, sobre
platitos, y luego organizó las hojas antes de guardarlas en la carpeta y devolvérsela a
Ageha. Tuvo que regresar a por el azúcar, y luego se sentó a su lado —. ¿Todo va bien? —
le preguntó luego, apartándole un mechón de cabello tras la oreja.

—¿Te refieres a mi situación? —lo miró a los ojos, sonriendo de forma distinta ahora y
ladeando un poco la cabeza como buscando caricias —Aún no hablo con Steiner, Bronco le
gritó esta mañana, él se enfadó y se largó.

—¿Por qué le gritó? —le tocó el cuello y luego rodeó sus hombros.

—Porque me abrazó en la cama de Jiken, y no fue lo que piensas, yo estaba medio dormido
aún… —le aseguró porque ya veía que se iba a molestar.

—No pienso nada porque te abrace en una cama… —(aunque no me hace maldita gracia)
pensó, sonriéndole un poco sin embargo.

—Nunca se sabe. El caso es que Bronco está acostumbrado a nosotros y… se alteró porque
creyó que íbamos a comenzar. No quería que lo hiciéramos en esa cama.

—Claro que no… —tendría que armarse de paciencia, estaba claro. Además, decía
acostumbrado a nosotros. Por dios que se los imaginaba retozando por cualquier lugar.
Cruzó las manos y apoyó los labios contra las mismas, mirando la taza de café sobre la
mesa.

—Pero te molesta… No necesito ser psicólogo para darme cuenta —sonrió Ageha,
tomando su propia taza y bebiendo.
—Claro que me molesta, Ageha. Tú me gustas, me gustas mucho —le sujetó una mano,
mirándolo a los ojos —. No quiero perder la oportunidad de que esto sea algo más, y
sinceramente… no quiero perderla por alguien que… no te va a dar lo que quieres.

—Puedo ser muchas cosas, Don, pero no falto a mi palabra —le aseguró apretándole la
mano —. No voy a decir que no tengo miedo, pero me gustas.

—Lo sé —se inclinó hacia él un poco, y lo besó con suavidad, aunque más profundamente
después —. ¿Te quedarás esta noche a dormir?

—Si mi jefe se cuida… —bromeó, riéndose en bajito luego y contestando en serio —Me
encantaría.
—Si no, nos lo vamos a tener que traer y buscarle una nanny —sonrió un poco, tocándole
la cara —. ¿Dormiste con él?

—Sí, pero no pasa nada, ¿eh? Además, estaba mucho más preocupado por Jiken —le aclaró
girando un poco la cara para besarle la palma de la mano.

—Era por curiosidad —lo observó, sonriendo un poco e inclinándose para besarlo de nuevo
—. ¿Quieres ir a ver este apasionante lugar?

—Y todos los que me quieras mostrar —se rio, dejando la taza en la mesa y rodeando su
cuello luego. Tenía miedo sí, pero cuando lo veía, era como si todas sus dudas fueran
eliminadas.

Don lo levantó en brazos y lo besó de nuevo, apretándolo contra él y dejándolo bajar


despacio y muy pegado a su cuerpo. Se sentía un poco como un adolescente comportándose
así, la verdad, pero no podía evitarlo, y tampoco quería.

—Vamos…

—Vamos —Ageha le guiñó un ojo, sujetándose de su brazo sin siquiera pensar en si


aquello le molestaría, no era consciente de ese tipo de cosas. De todas formas, él se limitó a
guardarse la mano en el bolsillo de los pantalones y salir con él. En ese momento, tenía
cosas mucho mejores que hacer que preguntarse a quién le parecería mal o no.

Parte II
Sábado, enero 30

—Deja de poner esa cara —Bronco le dio con el codo a Steiner, que resopló,
enderezándose y sonriendo falsamente.

—¿Mejor?
—Sí, mejor… —suspiró, frunciendo el ceño mientras esperaban a que Lowe bajase de su
piso.

—Hola —los saludó el chico, colocándose mejor la cazadora que llevaba abierta como al
descuido, y observándolos a los dos. Estuvo tentado a preguntar por el otro, pero no quería
recordárselo a Steiner y no sabía ni por qué —. Vamos, hay que caminar bastante.

—Hola, tengo el coche aparcado cerca —le dijo Bronco, preguntándose si había acceso al
menos para no tener que recorrer todo el camino a pie —. ¿Se puede llegar en coche al
bosque?

—Sí, es que estoy acostumbrado a caminar a todos lados —asintió, enrojeciendo por no
haber considerado aquello

—Vamos… —caminó delante, guiándolos hacia el coche y preguntándose por qué Steiner
estaba tan distante con ese chico incluso. Aquello comenzaba a gustarle muy poco.

Se subió al coche, y Steiner se sentó a su lado, dejando al rubio atrás. Lowe intentó mirarlo
por el espejo retrovisor, pero sólo veía la cara de Bronco. ¿Tan cabreado estaba? Pero si no
había pasado nada.

El viaje fue en silencio y bastante tenso, Bronco se sentía más tenso todavía, porque Steiner
no solía comportarse así para nada. Cuando aparcó el coche, él fue el primero en salir,
cargando con su bolsa a cuestas y tomando una foto del bosque desde fuera antes de entrar.

Se veía bastante grande, muy frondoso, y había un pequeño sendero agreste que llevaba
hacia el interior.

—El lugar debe estar más al fondo… A Jiken no le gustaban los lugares muy expuestos —
comentó Lowe, sólo porque necesitaba romper aquel silencio, aunque fuera con su propia
voz.

—Pero Jiken no era quién organizaba las quedadas, ¿no? —le preguntó Bronco.

—No, no sé ni cómo se enteró a decir verdad, yo no tenía ni idea —se encogió de hombros
el rubio, apartando una rama para pasar. Si se concentraba incluso podía ver aquello en una
semblanza de cómo Jiken lo hubiese dibujado.

—Esta mañana después de ducharme, vi unas cosas un poco raras —comentó Steiner, que
iba caminando por el sendero lleno de maleza y zarzas, como si fuera un césped lleno de
margaritas. Se notaba que estaba acostumbrado, Bronco se detenía a pisarlas para no
pincharse.

—¿Qué? —le preguntó este.


—Cosas sobre las experiencias cercanas a la muerte. Me pregunto si estaba jugando con
fuego.

—No lo sé, pero… me hubiera dicho algo, ¿o no? —Lowe los miró, tensándose por un
momento.

—No creo, porque se lo habrías prohibido… —Steiner lo miró y alzó una ceja, avanzando
más por el bosque, y echando un vistazo arriba al escuchar a unos cuervos salir volando
súbitamente.

—Qué ambiente más pesado hay aquí… —murmuró Bronco, que le parecía como si
estuviesen adentrándose demasiado con la prisa que se daba Steiner en caminar por el
bosque.

—Yo no noto nada, huele bien para variar.

—Huele a bosque —comentó el rubio que se había sentido reñido, aunque en realidad, tenía
razón, se lo habría prohibido. Ahora hacían ruido al caminar, llegaban a una zona en la que
el suelo estaba lleno de hojas caídas de los árboles.

Steiner tomó otra foto, y luego los dejó adelantarlos, tomando varias más, pero del rubio y
sus nalgas. Al pasar por su lado, le mostró una, a espaldas de Bronco, que seguía sin ver
qué tenía aquello de buen olor.

Se estaba agobiando y comenzaba a pensar que no era normal. Rozó la corteza de un árbol
y sintió su mano bajo la suya, comenzó a caminar cuesta abajo, adentrándose y sin más
remedio que sujetarse para no caer por aquella cuesta abajo llena de hojas secas.

—No hagas eso, dios… y yo creyendo que estabas cabreado —susurró Lowe, enrojeciendo
y acelerando, pensándoselo mejor luego. Lo esperó, no fuera a ser que le tomara más fotos
de esa manera.

Alrededor de Bronco, la brisa se había levantado levemente, alzando las hojas y empezando
a envolverlo en un remolino de ellas.

Se detuvo y entrecerró los ojos porque el flequillo se despeinaba delante de ellos. Estiró la
mano y de pronto las hojas cayeron delante de él, rodando en antinaturales montoncitos por
el suelo cuesta abajo.

Salió corriendo, y Steiner, que se había distraído con Lowe, alzó la vista al escuchar el
ruido.

—¡Bronco! —corrió tras él, bajando a toda prisa aquella cuesta repleta de hojas y por poco
cayendo de bruces abajo. Se apoyó en una mano para no hacerlo y miró a su alrededor —
¡Bronco! —lo llamó, mirando luego hacia Lowe, que estaba bajando. Lo sujetó al final para
que no le pasase como a él y luego resopló ruidosamente antes de llamarlo otra vez de un
grito.

—¡¿Bronco?! ¿En dónde está? —preguntó Lowe mirando a su alrededor, mientras lo


buscaba con Steiner. Estaba allí hacía un momento y aquel lugar no era tan grande, ni
siquiera lo habían escuchado alejarse.

Steiner sacó el teléfono móvil y lo llamó, pero enseguida saltó el contestador como si no
tuviese recepción o lo hubieran apagado.

—¡Joder! —le dio una patada a una piedra y miró a su alrededor de nuevo, pensando en
decirle a Lowe que mejor se separaban para buscarlo, pero ni de coña. Lo sujetó de la
muñeca, buscando pisadas por el suelo, pero era increíble, todo estaba lleno de hojas secas.
¿Qué sentido tenía eso si alguien acababa de salir corriendo por allí? Era como si un nuevo
manto hubiera caído para cubrir sus pisadas.

—¿Y si regresamos? Tal vez tomó otro camino, aquí no hay pisadas —comentó Lowe
recalcando lo obvio, nervioso. Ni siquiera se escuchaban sonidos delatores por allí, sólo el
canto de los pájaros.

—Ageha me va a matar… —le dijo Steiner con un gesto de su mano, mirándolo a los ojos
fijamente —¡Bronco, la madre que te parió! —gritó luego mirando a otro lado.

El moreno estaba en un claro del bosque, había rastros de una hoguera en el medio de un
círculo de tierra rodeado de piedras. La brisa sopló de nuevo, moviendo las hojas de los
árboles. Se arrodilló y tocó la tierra con ambas manos, cerca de la hoguera. Cerró los ojos y
apretó la tierra. No veía nada, pero no se sentía solo. Notó como si algo le tocase el cabello
y movió la cabeza hacia allí, de pronto sintió el calor de la hoguera y observó un círculo de
personas con los rostros ocultos por máscaras de cualquier tipo, desde simple papel,
mascaras de carnaval, a complicadas máscaras con cuernos y otros atributos animalescos.

Jadeó, lo veía todo en la oscuridad simplemente iluminada por la luz de las llamas. Se vio a
sí mismo de pie, mirando al círculo que le rodeaba sin ver a Jiken. . Sin embargo, de pronto
sintió que alguien sujetaba su mano, apretándola. El sonido se hizo más intenso, había risas
y retazos de conversaciones. Súbitamente alguien lanzó algo a las llamas, haciéndolas
crepitar con intensidad por un momento, echando chispas, un olor dulzón llenó el aire.

—¿Qué es eso? —preguntó, y sintió que su voz resonaba. No podía dejar de mirar a quien
tenía frente a él, como si estuviese hipnotizado. Movió un poco la otra mano hacia su
máscara, pero todos gritaron y le pareció que el suelo temblaba mientras desde atrás le
ponían algo en la cabeza que se sintió como un saco o una bolsa. Quedó cegado por unos
instantes frenéticos entre gritos, y se despertó de golpe, con perlitas de sudor resbalando por
su rostro y la camisa empapada en la espalda, pegada bajo la cazadora de cuero.
Se levantó mareado, sin saber en dónde estaba y por qué estaba solo
.
—¡Steiner!

—¡Lo he escuchado! ¡Por allá! —la voz de Lowe le llegó desde lo lejos, mientras aquella
brisa aun se levantaba a su alrededor, mucho más leve ahora. Un pájaro salió volando a
toda velocidad del árbol más cercano y emitió un piar extraño y agudo.

Bronco inclinó la cabeza un poco, pensando que se estaba congelando de frío ahora, y más
con lo mojado que estaba por el sudor. Se subió la cremallera de la cazadora y se arrodilló
de nuevo, de pronto ocurriéndosele revolver entre las cenizas para encontrar rastros de lo
que estaban quemando.

Mientras tanto, Steiner y Lowe llegaban a aquel lugar, el sendero había estado oculto, pero
sin duda era el mismo que aparecía en aquel dibujo.

—¡Bronco! —lo llamó el rubio, preguntándose qué hacía allí revolviendo entre la
vegetación y notando entonces que aquello no eran hojas, sino cenizas.

—El estaba aquí, lo sé, lo he…

—¿Lo has visto? —completó Steiner.

—Bueno… no, pero creo que era él. Todos llevaban esas máscaras… y quemaron algo
aquí. Olía dulce y… —se apoyó con las manos, observando las mismas llenas de ceniza al
igual que las mangas de la cazadora —Dios… —intentó tranquilizarse. Su obsesión por
ayudarlo cada día era mayor, y ni siquiera estaba seguro de querer seguir empeorándola.

—¿Máscaras? —sonrió Lowe, incrédulo, agachándose en el suelo también. ¿En qué estaba
metido Jiken? Ahora comprendía por qué nunca lo había llevado, seguramente no pensaba
hacerlo realmente, eso no era una quedada de chicos universitarios emborrachándose, lo
dudaba mucho. Tomó un puñado de cenizas, oliéndolas, pero sólo olían a eso, a cenizas —
Tal vez si las llevamos a la universidad, las puedan analizar.

—¿Tú crees? —Bronco lo miró a los ojos, podría enviarlas él para que lo ayudasen sus
colaboradores, pero no los quería metidos en eso. No todos eran tan de fiar.

—Tío…, levanta —Steiner lo ayudó, y le pasó la mano por la cara para limpiarle el sudor,
aunque bien sabía dios que no haría eso por mucha gente. Le dio una palmadita en la cara y
le pasó un paño para que se limpiase un poco las manos —. Tal vez era alguna droga o
algo, ¿no?

—Eso me preguntaba yo… —Lowe frunció el ceño, pensando que quería regresar al
pasado y remecer a Jiken. Se puso de pie luego, pensativo —Pero si las llevamos a la
universidad, daremos a conocer esto, y seguro que todos los involucrados se harán los
locos…
—Bien… es igual, yo me encargaré de ellas —le dijo Bronco, mientras Steiner guardaba
algunas dentro de un paquete de pañuelos desechables vacío —. Vaya sitio para guardarlas
—se quejó.

—No tengo otra cosa, ¿eh? Esto no es CSI Miami. Si quieres las meto en un condón.

—No es el momento —se quejó Lowe, aunque le había dado la risa y luego miró a Bronco
—. ¿Cómo llegó aquí tan rápido, eh?

—¿Yo? —preguntó Bronco —No lo sé… —murmuró, mirándolo a los ojos, confundido —
Él me trajo.

—Empiezas a hablar como esa tía de la universidad.

—Calla… yo no digo que vea fantasmas por todos lados —Bronco frunció el ceño —. Y
esto no me divierte —le advirtió después.

—Ya, ya… era coña.

—Vámonos —les pidió, sin saber por dónde en realidad.

—¿Qué tía de la universidad? —preguntó Lowe intrigado, echando a caminar por donde
habían venido. Aquel lugar estaba sumamente metido en el bosque.

—Una médium. Es una vieja loca que siempre está… desvariando.

—No digas eso —le riñó Bronco, murmurando luego —. Esto puede volver loco a
cualquiera…

Steiner alzó una ceja, mirando luego a Lowe y susurrando:

—No suele ponerse así.

—Agh, te escucho igual —le dio una patada en el culo, aunque sólo fue un toque, y sonrió,
en realidad porque acababa de recordar el tacto de las manos de Jiken al sujetarlo.

—Bueno, Jiken no lo va a volver loco de todas maneras, ya os lo dije, él… —(no es así),
finalizó en su mente, aunque empezaba a preguntarse cómo era Jiken realmente. Sacudió la
cabeza, negándose ese pensamiento, él no iba a empezar a juzgarlo ahora.

Steiner le dio una nalgada y luego se adelantó para tomarles una foto a ambos, alejándose
de aquel lugar. Se volteó y trepó por la cuesta hacia arriba, esperando para ayudarlos.

Bronco le apretó el hombro a Lowe como dándole su pésame.


—¿Siempre es así? —le preguntó el chico, decidiendo que ya era hora de dejar el
formalismo con él, no le parecía ese tipo de persona.

—No, lo siento, creo que le gustas —alzó un poco una ceja, mirándolo de soslayo —. Y
créeme, no te conviene.

—Créeme, lo sé —sonrió un poco, sorprendido de que su propio jefe lo dijera.

—Eso está bien —le sonrió también, ayudándolo a subir, aunque Steiner lo esperaba para
tomarlo de la mano, y luego Bronco se la sujetó también.

—No estarás criticándome, ¿no? —preguntó inquisitivamente.

—Sólo me aconsejaba —contestó Lowe, riéndose de manera maldita casi para sí —. Tu


jefe es inteligente.

—No tanto… —le dijo mosqueado, mirando a Bronco, que se reía entre dientes y sacaba un
cigarro de su cajetilla.

—Estaba pensando… que tal vez debería averiguar si aún se dan estas reuniones —
comentó Lowe con la clara intención de unirse si así era, nadie más podría hacerlo de todas
maneras.

—No —Steiner lo miró a los ojos —. Es peligroso.

—Pero es lógico, sin embargo yo no paso por universitario para acompañarte… —


murmuró Bronco.

—A mí me conocen casi todos, y Ageha anda con ese sicólogo, así que… no vas.

—Pues no tenemos a nadie más y alguien debería ir porque si no, no vamos a averiguar
nada nunca —se quejó, preguntándose si se creían sus padres.

—¿Quieres morirte o qué? —Steiner lo sujetó del hombro, haciendo que lo mirase a los
ojos, mientras Bronco se hacía el loco por ahí, continuando el camino.

—Claro que no, quiero saber qué le pasó a Jiken, qué hacía —exhaló molesto, y mirándolo
a los ojos.

—Así no —le sujetó la cazadora con una mano, aunque no de forma violenta —Si no,
tendré que ir contigo, me harás cortarme el cabello para que no me reconozcan… —le dijo
en otro tono para ver si lo calmaba. Lo miró a los ojos, buscando su mirada.

—No te quedaría eso —contestó, frunciendo un poco el ceño —. No sé qué tanto te


importa, tampoco es como que estén matando gente a diestra y siniestra.
—No lo sabemos… —apretó un poco las mandíbulas, mirando a un lado —Haz lo que
quieras —le dijo apartándose y negando con la cabeza. Tenía razón, ¿qué le importaba a él?

Lowe frunció el ceño, aunque no sabía por qué estaba molesto en realidad. Se metió las
manos en los bolsillos, siguiéndolo de todas maneras hacia el coche.

Parte III
Sábado, enero 30

Ageha se sentía ligeramente culpable en realidad, aunque no se arrepentía para nada. Le


parecía que había pasado el día en una cita mientras los demás trabajaban, aunque como
estaban las cosas con Steiner… quién sabía.

—Voy a llamar a Bronco para ver si prefiere que nos reunamos en la posada —avisó a Don,
sacando el móvil y seleccionando el número de su jefe.

Después de charlar unos minutos, acordaron verse en el cuarto de él. Para no variar, estaba
cansado después de lo sucedido, pero aceptó de todas formas más que por el caso, porque
suponía que era muy importante para Ageha.

En cuanto colgó se levantó de la cama, pensando en darse una ducha y adecentarse un poco.
Para empezar tenía que afeitarse.

—Estamos cerca, bueno, tú sabes mejor que yo en dónde queda —Ageha se rio, sujetando
la mano de Don y pensando que se sentía como si fuera a presentarle a su padre.

—Sí, a unos pasos de aquí —sonrió, notando cómo le apretaba la mano —. ¿Cuánto tiempo
hace que os conocéis?

—Tres años, fue cuando Steiner nos presentó, pero es como si llevásemos más tiempo.
Siempre puedo hablar con él cuando me siento mal.

—Es un buen amigo entonces… —dijo casi para sí, pensando que ya había tenido que salir
ese nombre a relucir —¿Debo tratarlo de usted?

—No es necesario, Bronco no es así, pero se lo puedes preguntar si te incomoda —se rio,
cayendo en cuenta de algo luego —. ¿Quieres que os deje solos? Porque no sé si esto tiene
que ver con alguna confidencia de psicólogo o algo así.

—No, sólo vamos a charlar. Si hiciéramos eso, se sentiría en medio de una encerrona, y
pensaría que crees que está loco probablemente —sonrió un poco, soltando su mano, sólo
para pasarle el brazo por la cintura y aproximarlo a él un poco—. ¿Por qué me siento como
si fuera a pedirle permiso a tu padre para salir juntos?

—No lo sé, pero yo siento lo mismo —se rio, recostándose contra él —. Supongo que me
importa mucho lo que él opine.
—Me está entrando mucha curiosidad —le confesó, pensando que también la estaban ellos
levantando con tanto “arrumaco”, pero no quería cagarla apartándolo, así que prefirió
arriesgarse y entrar con él en la pensión, soltándolo para abrirle la puerta.

Bronco se estaba poniendo a las prisas unos jeans negros y gastados, luchando con ellos
para subirlos, ya que su piel seguía húmeda. Se puso una camiseta en la que se leía una
marca de café, y luego se revolvió el cabello con la toalla, frotándoselo al descuido y
pensando que al menos le había dado tiempo a asearse un poco.

—Ugh… —le dio una patada a la ropa sucia y la escondió bajo la cama, justo cuando
llamaron a la puerta. La abrió sin calzarse, apartándose un poco para que pasaran.
Demonios… era un hombre enorme —Bronco, encantado —le dijo extendiendo la mano.

—Don —se la apretó con firmeza, observando su aspecto y pensando que era todo lo
contrario a lo que había imaginado. Al menos tenía el cabello plateado, debido a las canas
que poblaban la mata negra de pelo. No era colorido como los otros dos, de hecho, no lo era
para nada.

—Y yo soy Ageha, como siempre —bromeó el asiático, ya que se habían quedado


mirándose. Se separó de Don y le dio un beso en la mejilla a Bronco —. ¿Cómo os fue?

—Más o menos… He vuelto a marearme —sacó la cajetilla de cigarros y cogió uno —. ¿Te
molesta?
Don negó con la cabeza, siguiéndolo hacia las dos sillas que había en el pequeño cuarto,
mientras el otro se sentaba en la cama y seguía hablando.

—Encontramos el lugar en el que Jiken se reunía con esa gente. Y allí ocurría algo muy
raro.

—¿Qué tipo de cosa rara? —le preguntó Ageha, preocupado de nuevo porque se hubiera
desmayado, no se estaba cuidando.

—Llevaban máscaras y… no lo sé. Echaron algo en el fuego que olía muy dulce al arder.
Me pregunto si eran drogas. No lo sé, todo era… demasiado extraño y yo, no podía dejar de
mirarlo a él. Estaba delante de mí. Al menos creo que era él —le dijo, mirándolo a los ojos,
ya que no quería ni saber la cara que estaba poniendo el otro.

Por curiosidad lo miró de soslayo, pero estaba con una expresión tan seria y neutra, que
siguió sin inmutarse.

—¿Por qué crees que era él? Si llevaba una máscara…

—No lo sé, es algo que siento —lo miró a los ojos, pensando que era un escéptico.

—Porque es sensitivo —le recordó Ageha, sentándose en la única silla que quedaba libre y
mirando a Bronco luego —y Don es psicólogo, no lo tengas en su contra. Don, ¿estás
seguro que Jiken nunca mencionó nada de eso? ¿Ni siquiera te mostró algún dibujo que
pudiera evocar esa escena?

—No, si hacía eso, debía llevarlo muy en secreto, pero me parece imposible que no haya
dibujado nada al respecto. Tal vez si le pido a Lowe que revise su cuarto… Yo puedo
asegurarme de que ninguno de sus cuadernos haya quedado en la taquilla o en alguna de las
aulas —miró a Ageha un momento, y luego al otro hombre —. Me ha enseñado el dibujo,
es fascinante.

—Sí, lo es…, pero no tanto hacerlo en calzoncillos en el salón.

Don sonrió, y el otro no pudo evitar seguirlo, aunque en un primer momento lo había dicho
sólo por molestarlo.

—Me encantaría que viera algunos de sus dibujos. Los últimos, tal vez le digan algo. ¿No
cree?

—Sí, tal vez… —lo miró extrañado. ¿Es que de pronto le creía?

Ageha lo miró de soslayo, sonriendo un poco porque parecían llevarse bien, Don sabía
llevar aquello sin ofenderlo, era un hombre realmente impresionante.

—¿Crees que lo que Jiken te muestra pueda ser una proyección de su mente? Ya sabes,
como… miedos y esas cosas, más que algo real —le preguntó a Bronco.

—No lo sé… eso es imposible para mí distinguirlo. Veo lo que él me deja ver, ni más ni
menos. Al menos eso creo —se pasó la mano por el cabello, revolviéndoselo de cualquier
manera y mirando al sicólogo —. Por cierto, Lowe, ya que lo menciona… está pensando en
buscar a ese grupo y hacerse pasar por uno de ellos. Lo cual me parece…

—Una idea terrible —Don frunció el ceño, interrumpiéndolo, pero sacándole las palabras
de la boca. Tenía que disuadirlo.

—Además, no creo que ese chico sepa fingir —suspiró Ageha, ya que había notado cómo
lo miraba la noche anterior —. No creo que eso sea una posibilidad, todos saben quiénes
somos además, y que Lowe nos llamó.

—Además de eso… —le dijo Bronco, recostándose en la cama y aproximando un poco el


cenicero.

—Debería decírselo a la policía… ¿Qué sentido tiene hacer eso? —Don se apretó una mano
con la otra.

—¿La policía? ¿Y qué le dirá? ¿Le dirá que investigue una hoguera en el bosque porque un
sensitivo le dijo que su amigo había estado allí quemando marihuana? —exageró, alzando
una ceja.
Don lo miró serio, pero luego asintió con la cabeza. Cierto… ¿qué demonios? Por un
momento realmente lo habían hecho sentirse envuelto en la paranoia de que lo habían
asesinado.

—Lo único que conseguiríamos sería que cancelaran las reuniones además, lo cual no nos
llevaría a ningún lado —suspiró Ageha ladeando la cabeza —, pero me preocupa que
dependas tanto de lo que Jiken te muestra.

—¿Y eso por qué? —se llevó el cigarro a los labios. En realidad él estaba deseando tener
otro trance y comprender más.

Don lo miró, percatándose de la foto impresa que sobresalía un poco entre los papeles que
tenía sobre la cama. Sólo se veía la parte superior de la cabeza, pero el cabello de Jiken era
inconfundible.

—Porque te utiliza y te pone en peligro, necesitas descansar —le advirtió mirándolo a los
ojos. No iba a dejar de preocuparse dijera lo que dijera.

—No me utiliza, se comunica conmigo —frunció el ceño, y a Don no le pareció muy


normal su reacción. No le había parecido una persona irritable al principio.

—¿Y cabe la posibilidad de que no sea él realmente quien se comunica?

—No —sentenció.

—Pero antes dijo que sólo veía lo que él le mostraba.

Bronco se movió incómodo.

—No, sé que es él.

—¿Y si no lo es? —le preguntó Ageha sólo porque Don lo había puesto nervioso. Por lo
general creía ciegamente en lo que Bronco le decía, pero también existían los espíritus que
se aprovechaban de los sensitivos y era la primera vez que lo veía tan obsesionado con un
caso —. ¿Sabes qué es lo que estamos intentando averiguar?

—Yo no intento averiguar nada. Sólo quiero ayudarlo —frunció el ceño, tocándose la sien
porque le dolía la cabeza.

—Pero no puedes ponerlo por encima de tu salud, ¿verdad? —le preguntó Don, pensando
que realmente necesitaba ayuda.

—Sinceramente… —se quedó callado y miró a Ageha. Don le apretó la mano para que
esperase.
—¿No le importa mucho eso ahora? Porque si le pasa algo… entonces habrá abandonado a
Ageha, ¿me equivoco?

—Él no me necesita… —se rio, negando con la cabeza ligeramente.

Don estaba mirándolo fijamente, y en ese momento deseaba no suponer lo que estaba en su
mente. Pero lo hacía.

—¿Eres idiota o te lo haces? Claro que te necesito… Lo sabes —Ageha frunció el ceño,
preguntándose cómo podía pensar eso —Siempre he confiado en ti y en tus instintos, pero
no sé qué te sucede ahora.

—Así no estás ayudando a Jiken, Bronco. No estás ayudando a nadie. Si conozco bien a ese
chico, y de hecho lo hago… lo que menos querría en este mundo, es que la muerte de
alguien pesase en sus espaldas. Puede que esté asustado y quiera ayuda desesperadamente,
y me parece normal, y natural que se la brindes, pero no hagas locuras… él ya no está aquí,
y tú sí. Ni siquiera tienes pruebas de que él sea lo que está allí, ni de que pudieras ir con él.
Y desde luego, mucho menos podrías ayudarlo si te pones en su misma situación, ¿verdad?

Bronco asintió con la cabeza, recostándose hacia atrás contra la pared.

—Yo no creo que realmente pienses que la gente que está a tu alrededor, no te necesita.
Estás enfadado.

—¿Estás enfadado, Bronco? —le preguntó Ageha. Pues no se le había ocurrido, ni siquiera
comprendía el por qué —Sabes que quiero ayudar, ¿verdad? No te estoy pidiendo que
abandonemos a Jiken.

—Sí, lo sé… —suspiró, pasándose una mano por el pelo —Y no estoy enfadado, estoy bien
—suspiró con fuerza, acostándose en la cama de golpe y llevándose el cigarro a los labios
otra vez —. Tengo sueño, y nada más.

—Entonces mejor será que me vaya —les dijo el sicólogo, levantándose de la silla y
sonriéndole un poco a Ageha.

—Me quedaré un rato, ¿vale? Si no te molesta… —miró a Bronco porque quería asegurarle
que tenía su apoyo. No estaba muy seguro de que lo supiera.

—Claro que no —se inclinó y lo besó en la boca, pensando que eso no estaba siendo muy
maduro. Pero nadie había dicho que él fuera perfecto —. Encantado, si algún día quieres
pasar por mi oficina a ver sus dibujos… —le ofreció.

—Claro, lo haré —se sentó y le dio la mano. Sinceramente… le agradaba ese hombre, pero
le parecía que sabía muy bien lo que le ocurría y eso no le agradaba tanto.
—Te veré luego, así podré llevar algo para cambiarme —se rio, enviándole otro beso,
seguro de que era el hombre más comprensivo del mundo. Esperó a que saliera para subirse
a la cama —. Y ahora me vas a explicar qué es eso de que yo no te necesito.

—No… —apagó el cigarro y apartó el cenicero de la cama, mirándolo a los ojos y


tocándole el puente de la nariz con un dedo.

—¿Eh? ¿Cómo que no? —el asiático parpadeó perplejo, mirándolo a los ojos.

—Es que… no quieres saberlo —se movió un poco, apoyándose en un codo.

—¿No, eh? —le preguntó, poniéndose nervioso de pronto, porque ya sospechaba lo que
sucedía; no era tan denso. Suspiró mirando hacia otro lado, y apartándose el flequillo de la
frente con una mano —Es igual, te necesito, te quiero y si te pasa algo, me voy a morir.

—No va a pasarme nada —se giró de espaldas al ver cómo evitaba mirarlo.

—Eso dices… —protestó, mirándolo de soslayo, ¿por qué todo era tan complicado de
pronto? —Bronco, ¿puedes prometerme que me lo dirás si sucede algo? Pero… digo que
me lo prometas en serio.

—Siempre te lo digo todo… Casi todo —lo miró de soslayo también, girando un poco la
cara —. Me cae bien, es un buen hombre.

—Sí, lo es, ¿no es así?—sonrió un poco, girándose más hasta que pudo mirarlo
directamente —Gracias.

—No me des las gracias. No he hecho nada —Bronco apretó un poco las mandíbulas y
luego se giró hacia él, abrazándolo.

—Ser tú —le contestó Ageha, apretándolo un poco y besándole una mejilla. Permaneció
allí unos segundos, sintiéndolo contra su cuerpo de manera reconfortante —. Te dejaré
dormir, ahora debería hablar con Steiner, así que si escuchas gritos… tú sigue durmiendo.

—Agh… lo siento por ti. Y Ageha… —le sujetó la muñeca mientras se levantaba —, anda
detrás de ese rubio así que. Ni por un momento pienses que no haces lo correcto.

—Intentaré tenerlo en mente —suspiró ya exhausto por la discusión futura, aunque


sonriendo todavía —. Duerme, anda.

—Vale… —se giró hacia la pared de nuevo, y tiró de las sábanas para cubrirse de cualquier
forma.
Ageha salió de la habitación y cerró la puerta sin hacer ruido, suspirando profundamente
luego. Mentiría si dijera que no estaba tenso.
Cuando llamó a la puerta del cuarto de Steiner, este le contestó desde la silla donde estaba
leyendo todavía esos archivos de Jiken.

—Está abierta…

—Hola… —lo saludó, sonriendo nervioso y acercándose un poco —¿Trabajando duro?

—Pero por ti puedo parar. Incluso puedo trabajar duro de otras maneras si quieres —se
levantó de la silla, sonriendo y aproximándose a él para besarlo.

Ageha colocó una mano sobre su pecho, deteniéndolo.

—No, no puedes, tenemos que hablar.

Steiner lo miró serio, en realidad tenía cara de ir a arrancarle la cabeza de un mordisco. Ya


se estaba hartando, y no sabía cuántas veces lo habían empujado estos días.

—¿Qué pasa? ¿Es por Lowe? No hemos hecho nada… —se apartó un poco, dándole la
espalda y cogiendo el reloj de la mesita para ponérselo —Literalmente.

—No, no es por Lowe. Es por… mí —se encogió de hombros, observándolo y deseando


poder abrazarlo para reconfortarlo, pero ya le daba miedo su expresión —realmente me
gusta Don, creo que existe la posibilidad de que se convierta en algo más serio. Y para
eso… tengo que ir en serio yo también.

Steiner se quedó parado mientras se colocaba el reloj y luego sonrió un poco.

—Sí, claro… —se volteó hacia él y lo miró a los ojos —¿Cuándo has ido tú en serio con
nadie, eh? No me hagas reír.

Sin embargo, Ageha permaneció serio, en realidad alzó una ceja inconscientemente.

—Tal vez nunca he ido en serio con nadie, pero eso no significa que no quiera algo más.
Siempre lo he querido y ambos sabíamos cuando empezamos con esto, que sería temporal.

—Lo que sabíamos es que no era serio —se acercó a él y lo empujó con un dedo —¡¿Qué
pasa?!¿Te echas a los brazos del primer paleto de pueblo que te propone matrimonio? ¿Qué
es eso? Sabes que es una estupidez…

—¡No me ha propuesto matrimonio y no es una estupidez! ¿Acaso tú no estás persiguiendo


a ese chico, incluso conmigo aquí? ¿Crees que quiero seguir así para siempre, eh? —le
preguntó alterándose también, aunque esa no había sido su intención.

—Es por eso, ¿no? Sabes que eso sólo es un juego —lo sujetó por los brazos,
aproximándolo un poco y suavizando su actitud.
—Y esto también, y no quiero seguir jugando, Steiner —protestó mirándolo a los ojos y
suavizando su actitud también automáticamente —. Sabes que te quiero, pero los dos
necesitamos dejar de engañarnos.

—Yo no me estoy engañando, y no eres un juego para mí. Tú eres el único que no… —
intentó besarlo, pero Ageha lo empujó de nuevo, con suavidad.

—No hagas eso. Soy el único que… ¿Te comprende? ¿Te quiere? Porque no voy a dejar de
hacer ninguna de las dos cosas —le aseguró.

—¡¿Cómo mierda harás eso, eh?! ¡Y no me empujes! —se dio la vuelta para no empujarlo
él, más que nada porque no se iba a medir —¿Sabes lo que necesito ahora? Un polvo… ¡No
me comprendes una mierda!

—¡Sí te comprendo! Un polvo no te va a ayudar, Steiner, es una solución momentánea —le


aseguró, aunque sintiéndose terrible —. Te gusta ese chico, ¿no? ¿Por qué no intentas
conquistarlo? ¿Crees que te va a tomar en serio si me follas a mí?

—Así te sería más fácil, ¿eh? Pues te jodes… Él no me comprende ¡Y no le gusto! Estoy
hasta los cojones de todo el mundo. Luego no vengas detrás de mí cuando te des cuenta de
que eso no va contigo —se puso las botas con toda la furia, cerrándose los cordones con
fuerza.

—No va suceder, Don me gusta de verdad, eres tú quien no comprende nada —frunció el
ceño, cruzándose de brazos —. ¿No quieres algo más, Steiner? ¿Vas a pasar el resto de tu
vida saltando de cama en cama?

—¿Y tú? —se acercó a él, casi acosándolo —¿Vas a pasar tu vida al lado de un tío que a
saber cuántos años te lleva? ¿La vas a pasar aburriéndote en la cama y follando los sábados,
tratando de fingir que no se ha vuelto aburrido y monótono? ¿Vas a ver la tele con él los
domingos y a preguntarle que tal en el trabajo? ¿A salir mientras trabaja para echar un buen
polvo y salir a bailar? ¿O es que crees que puedes hacer eso con él? No lo conoces de
nada… ¿Me oyes? —lo miró a los ojos fijamente, y luego le apoyó la mano en el pecho,
empujándolo tres pasos lejos de él.

—Tal vez no, pero tampoco lo voy a conocer si no hago esto. Tengo que tomar el riesgo o
nada va a cambiar, nunca —negó, a pesar de que su corazón se había enfriado con el miedo
—. Y… no es aburrido en la cama.

—Ya lo será, cuando pases unos cuantos meses con él. ¿Sabes por qué a pesar de todo este
tiempo seguimos deseándonos? —cogió su cazadora y se la puso, mirándolo a los ojos y
acercándose a él —Porque no nos tenemos. Esa es la respuesta. ¿Lo entiendes?

—Pero al final de todo… ¿no te sientes solo, Steiner? ¿Por qué te enfadas cuando estoy con
otra persona? ¿Realmente es por mí? —le preguntó sin desviar la mirada esta vez.
—¿Qué te importa a ti? Ya tienes a tu marido. ¿no?

—Eres un idiota, Steiner —apartó la mirada, alejándose y contestando de todas maneras —


No es por mí, es porque estás solo, porque soy tu muleta.

—¡No es verdad! ¡Es por todo lo que me das! —le sujetó del brazo y tiró de él —Tú me
quieres como soy… o al menos lo hacías… —lo miró a los ojos, tratando de aproximarse
más a él para besarlo.

—¡No hagas eso! —volvió a empujarlo, sintiéndose al borde ya y negando con la cabeza —
Te quiero como eres, ¿no te das cuenta? Intento ayudarte también.

—Y una mierda… ¡Y una mierda! —cogió sus llaves y abrió la puerta —¡Viniste aquí para
estar conmigo! —pegó un portazo y se escuchó la cerradura girar.

—¡Steiner! ¡Steiner, abre la puerta! ¡No seas infantil! —Ageha resopló, dejándose caer en
la cama, y sacó su móvil para avisar a Don. Aquello no había salido nada bien, pero no era
de sorprender, aunque le hubiera gustado que Steiner lo comprendiese.

Él cogió el teléfono enseguida, pues suponía que iba a llamarlo. En realidad estaba
nervioso.

—Sí, dime.

—No lo tomó bien, me ha dejado encerrado en su cuarto. Es sólo para que sepas por qué
me retrasaré —le comentó con la voz decaída y girándose boca abajo en la cama —. Me va
a ser difícil trabajar con él.

—¿Hablas de Bronco, o de Steiner? Supongo que del último si hizo algo tan estúpido —
frunció el ceño y se levantó del sillón de la salita de su casa —. ¿Quieres que vaya a pedir
las llaves?

—Steiner, Bronco está durmiendo y… sí, o tendré que salir por la ventana —se rio sin
muchas ganas, calmándose luego porque tenía los ojos aguados, pero no quería que se diera
cuenta —. Lamento causarte tantos problemas.

—No lo haces —le aseguró, saliendo de la casa y pensando que ese chico estaba fatal —.
Ahora voy, ¿de acuerdo?

—Te espero aquí mismo —se rio colgando y cerrando los ojos.

Don suspiró y colgó el teléfono, deseando no toparse con ese tío por el camino.

Llegó al cabo de diez minutos, y tuvo que ir a recepción a pedir las llaves. Explicándole
que el otro se había marchado mientras Ageha dormía, sin darse cuenta de que había
cerrado con llave. Cualquier cosa era mejor que decir la verdad.
El hombre lo acompañó arriba y abrió la llave, llamando a la puerta primero y asegurándose
de que lo que el otro había dicho era cierto. A pesar de que sabía que era un hombre
respetable, pero no era normal que anduviese mezclándose con esa gente.

—Gracias… —le dijo el sicólogo mientras se retiraba, y cerró la puerta a su espalda,


aproximándose a Ageha.

El asiático alzó los brazos, casi guindándose de él.

—Fue terrible, gracias por venir.

—No tienes que darlas —lo abrazó y le besó la frente, acariciándole la espalda —. Está
bien, supongo que me insultó, y te dijo que ibas a acabar con él de nuevo, ¿no? Porque las
relaciones serias son para los heteros… y… todo eso.

—No dijo lo de los heteros, pero sí que sólo follaríamos los sábados y pasaríamos los
domingos viendo televisión, así que no hagamos eso —bromeó, ocultando la cara ahora
contra su pecho.

—Ageha…, es normal que tengas miedo de tener una relación seria. Y no, no es tan
apasionando como al principio, es la verdad…, pero hay otras cosas que lo compensan
muchísimo… —le sujetó la cara para que lo mirase —Sobre todo, tener a alguien siempre a
tu lado, para todo. Lo bueno, y lo malo. Y sentirse amado, eso cada vez es más fuerte, eso
no se calma con el tiempo.

—Lo sé, no me arrepiento, pero lo cierto es que sí me asustó —le confesó, ya que por
alguna razón, los ojos de Don eran como un suero de la verdad para él, no podía ni quería
mentirle —. Y no quiero que me odie tampoco, soy un egoísta.

—Es normal… —le sujetó los brazos con suavidad, acompañándolo a sentarse en la cama
—Es tu amigo, algo más incluso. No quieres perderlo. Y no vas a hacerlo, sólo necesita un
tiempo, y en ese tiempo, tienes que verte convencido de lo que dices. ¿Lo entiendes? —le
apretó la mano, mirándolo a los ojos —Y no me gusta ver la tele… —sonrió un poco,
tratando de animarlo.

—Lo sé, lo de que tengo que verme convencido, no lo de la tele —se rio, ladeando la
cabeza —. ¿Te gusta ir al cine?

—Sí, pero solo es un poco deprimente… —le tocó la cara, mirando sus ojos —¿Quieres ir?
Luego podemos salir, es sábado.

—Vayamos, creo que todos necesitamos descansar hoy de todas maneras —asintió,
pegándose a él —. ¿Por qué me siento tan bien contigo, eh?

—No lo sé…, pero no me opongo —sonrió, levantándose para que saliese con él —.
Vamos. No irás a escoger una romántica, ¿verdad?
—Me estás tentando, Don… —se rio, tocándole el pecho —Una sobrenatural, así podrás
quejarte luego de que nada tiene sentido.

—Está bien, veamos una de ris… digo, sobrenatural —bromeó, besándole los labios y
cerrando la puerta al salir. Lo sentía mucho por Steiner, pero él se lo había buscado.

Capítulo 8
Explorations

Parte IV
Sábado, enero 30

Eran las dos de la mañana cuando el mentado regresó al pueblo luego de haber estado
bebiendo y enrollándose por ahí con cualquiera. Se bajó de la moto, por poco tropezándose
de cómo iba, y se apartó el cabello, pensando que lo tenía demasiado enmarañado del aire.

No podía regresar a la pensión, porque Ageha estaba allí, y a Bronco ni mentarlo. Le iba a
echar una charla seguro. Ese era el motivo por el que estaba frente a la casa de Lowe, y
timbró abajo

—Soy yo, amor… —susurró pegando los labios al interfono.

—¿Qué haces a estas horas? —le preguntó el rubio sin abrirle aun porque lo había
sorprendido.

—Déjame subir, que no tengo donde ir…

—Vale… —abrió la puerta, frunciendo el ceño. ¿Cómo que no tenía a dónde ir? Si se
estaba quedando en la pensión. Lo peor es que él mismo no quería estar solo.

Steiner subió en el ascensor. Lo mejor era no decir nada de los motivos reales para estar
allí. Al salir se lo topó en la puerta, y la abrió un poco más para entrar.

—¿Qué hacías? ¿No sales ni el sábado?

—¿A dónde? ¿Con quién? Vivo en un pueblo de idiotas, lo olvidas y… hueles a alcohol —
lo acusó, cerrando la puerta detrás de él —¿Te echaron de la pensión?

—A empujones —le contestó, riéndose y tirándose en el asiento —. ¿Te gusta olerme?

—Ni que fuera un perro —exhaló, apartándose —. Te ofrecería una cerveza, pero creo que
más bien necesitas un café, ¿eh?

—Prefiero una cerveza… —se quejó, mirándolo y sacándose la cazadora —Aunque


también preferiría leche, tú leche… —se rio.
—No, no digas eso, agh —se giró, enrojeciendo y yendo a por el café. No sabía ni para qué
lo intentaba, no le parecía que Steiner fuera el tipo de chico que se dejaba cuidar.

En realidad se levantó a los pocos segundos y entró con él en la cocina, apoyándose por
detrás en su hombro y mirando lo que hacía.

—Tienes razón, este pueblo está lleno de idiotas.

—¿Lo dices porque te estoy preparando café? Porque es por tu bien, ¿eh? —lo miró,
frunciendo el ceño mientras revolvía.

—No… —se rio —Lo digo porque es cierto —le sujetó la cintura con las manos, y le besó
el cuello. Advirtiéndole de pronto —No me empujes, ya me largo yo… —y apartándose.

—¿Para qué haces esas cosas entonces? —tomó las dos tazas, ya que se había preparado
uno para él, y lo siguió, entregándole una —¿Tuviste un mal día?

—Sí, el peor… —regresó al salón y se sentó de nuevo, por poco tirando el café, pero
manteniéndolo dentro de la taza de milagro —Y ya sabes por qué las hago. Porque me
gustas. ¿Eres masoquista? No me preguntes eso si vas a ponerte rojo.

—No me voy a poner rojo, no jodas —se quejó, aunque ya lo estaba, y se sentó en uno de
los sillones —. ¿Me vas a decir qué sucedió?

—¿Sabes que tu sicólogo está saliendo con Ageha? Y por cierto que van en serio… ya han
reservado una iglesia… —bebió un poco, pensando que estaba demasiado caliente todavía
y dejándolo sobre la mesa.

—Eh… No, ¿en serio? —preguntó bebiendo del café y mirándolo con disimulo. Así que sí
tenían algo y ahora estaba celoso. Pues, ¿para qué venía a verlo a él si estaba pensando en
Ageha?

—En serio… —asintió con la cabeza —y debe tener como mil años, ¿no? —se rio.

—Claro que no —frunció el ceño —¿Ageha es tu ex o algo así?

Steiner se rio de nuevo, mirándolo.

—Ni de coña, no… Sólo follamos.

—Oh, ya, sólo folláis —alzó una ceja, bebiendo más café.

—Bueno, ahora ya no… —se rio al pensar que estaba ahí encerrado, y se quitó las botas,
recostándose en el sofá.

—Oh, ¿y por eso bebías así? —le preguntó sin dejar de mirarlo —¿Lo amas?
—Claro que no —se encogió de hombros, recuperando la taza de café —. Bebo porque me
ha cabreado. Porque yo siempre soy sustituible, y porque todos me empujáis. ¿Y si os
empujo yo, eh? Os dejo incrustados en la pared… —frunció el ceño, bebiendo café y
pensando que estaba harto.

—No te empujaríamos si te comportases de mejor manera, o si no jugaras con varios —le


advirtió, terminándose el café y dejando la taza sobre la mesa, encima de unos libros.

—Pero él hacía lo mismo conmigo. ¿Y de pronto puede decidir cuándo se terminó? Mi


opinión no importa ni una mierda, ¿no? —frunció el ceño, mirándolo a los ojos.

—Tal vez es porque se enamoró —lo miró, frunciendo el ceño una vez más, no lograba
comprenderlo —. ¿Qué sois? ¿Amigos o amantes?

—Amigos… con derecho a sexo —lo miró a los ojos, pensando que ciertamente, sólo eran
amigos. Eso no le daba derecho a nada —. ¿Quieres ser mi amigo, Lowe? —se rio para sí
ya que bromeaba.

—Con derecho a amistad solamente —le sonrió con malicia, deseando beberse una cerveza
ahora, pero no quería incitarlo.

—Qué aburrido… Tengo una idea —se movió por el sofá, aproximándose a él —. ¿Quieres
hacer algo… divertido? Tranquilo, no tiene nada que ver con mi polla, por más que me
guste la idea.

—Bueno, si no tiene que ver con tu polla…, pero tampoco puede tener que ver con la mía
—le advirtió por si acaso —. Dime.

—¿Quieres que te la chupe? —sonrió, aunque no era eso lo que iba decirle, pero se acercó
un poco más —Porque podría hacerlo, y no se lo diríamos a nadie.

—¡No! Agh, no sé para qué te hago caso —se alejó, cogiendo un almohadón por si seguía.

—Te comportas como un virgen, ¿eh? —se echó atrás en el sofá, apoyándose con un codo
—¿Seguro que no quieres?

—No, y me comporto como alguien que… ya veo por dónde vas, ¿eh? —lo señaló,
exhalando —No quiero eso.
—No sé de qué me hablas… —alzó un poco una ceja, observándolo.

—Sí lo sabes—lo miró, frunciendo el ceño —. ¿Eso era lo que ibas a sugerir?

—¿La mamada? No…, y además, ya sabía que no ibas a querer —se rio, preguntándose de
qué le estaba hablando.
—Pues ¿qué ibas a sugerir? —le preguntó, mirando a otro lado y pensando que era un
denso, pero mejor olvidaba aquello, sólo le traería problemas.

—Tienes curiosidad, ¿eh? Si me dejas darte un beso, te lo digo —sonrió, cogiendo la


cucharilla de la taza y moviéndola.

—Me voy a la cama —lo amenazó, aunque no tenía sueño, estaba aburrido y para colmo,
ahora tenía que encerrarse en su cuarto a fingir que dormía.

—Me subiré a tu cama y te besaré… —lo amenazó, riéndose y poniéndose en pie para
acercarse a él —¿Por qué no quieres? Sólo es un beso… ¿tanto te gusto?

—¿Quién dijo que me gustas? —lo miró, bajando los ojos luego porque no quería que lo
adivinase —¿Qué clase de persona rechaza un beso de alguien que le gusta?

—Una que tiene miedo… —le tocó la cara sin alzársela, aproximándose despacio y
apoyando su mejilla contra la de él —A mí también me gustas —le dijo al oído, como si no
estuviera claro. Sólo quería hacerlo escucharlo.

—Sí claro, te gusta cualquier cosa que se mueva —protestó, dejándole saber lo que temía
en realidad y apartándose un poco, pegando la cabeza contra el respaldo del sillón.

Steiner apoyó la rodilla entre sus piernas y las manos en el respaldo, inclinándose más hacia
él y mirándolo. Le rozó la nariz con la suya.

—Que me los tire, no quiere decir que me gusten, sólo que causalmente están buenos.

—Es lo mismo, te los tiras… y… seguro les dices cosas para llevarlos a la cama. ¿Crees
que soy un niño inocentón y crédulo? —le preguntó, casi hundiéndose en el sillón,
nervioso.

—No, sólo me tiro a los que buscan lo mismo que yo. No soy tan cabrón, no voy por ahí
jodiéndole la vida a la gente… Al menos no adrede —se apartó, preguntándose si eso le
había hecho a Ageha. Se sentó en el sofá de antes, pensando que le estaba dando el bajón.

—¿No? —Lowe lo miró sorprendido de que se hubiera alejado, y observando esa expresión
seria que tenía ahora —Eh… ¿estás bien? Porque no quería ofenderte.

—Estoy bien… Iba a decirte que… podíamos hacernos unas máscaras e ir tú y yo a espiar
al bosque, si sabes en que días iba. Con máscaras nadie tiene por qué reconocernos, pero es
mejor permanecer escondidos. Que sean sólo por si… nos descubren, ¿no? —lo miró,
apartándose el pelo a un lado y tirándose de pleno en el sofá.

—¿En serio? ¿Lo harías conmigo? —Lowe se entusiasmó, sonriendo y casi trepándose en
el sillón —Hagámoslo, sé qué días iba porque… no es que fuera un chico fiestero. Incluso
estuve buscando su máscara, pero no la encuentro.
—Pues… eso puede ser porque se lo llevaron cuando la tenía puesta… a algún lugar —lo
miró, extendiendo la mano hacia él —. Ven…

—¿Se lo llevaron? —le preguntó, sujetando su mano y poniéndose de pie —¿A dónde
vamos?

Tiró y lo acostó encima de él, sujetándolo para que no se fuera.

—Tal vez no se drogó, tal vez lo drogaron… y no quería ir al médico porque sabía que era
a causa de una droga. Sé que no te voy a distraer de que te haya agarrado, ¿eh?

—No, no lo harás y hasta ahí llegamos, ¿eh? —le advirtió, aunque no quería quitarse, y no
lo hizo —¿Crees eso? Es posible, pero… pudo habérmelo dicho. Lo hubiera reñido, sí, pero
lo hubiera ayudado de todas maneras.

—Tal vez le avergonzaba, o le daba miedo tu reacción. A mí me daba miedo que me


pegases… —se rio, aunque por una vez no pensaba hacerle nada. Sólo necesitaba un poco
de cariño.

Le pasó la mano por el cabello, pensando que siempre le habían gustado los rubios.

—No te voy a pegar mientras no hagas nada que no debes —sonrió para sí, disfrutando de
aquello en realidad. Se sentía un poco necesitado —. Es probable, pero ahora me siento
como un idiota si es que eso fue lo que sucedió

—Nunca habría sido tu culpa, además, no tenemos ni idea de lo que sucedió en realidad.
No me hagas caso. ¿Qué días solía ir? —le pasó los dedos por la parte superior de la
espalda, acariciándolo.

—Los martes y los viernes, supongo que tenían mejores cosas que hacer los sábados —se
rio, sintiéndose terrible luego, seguro de que por eso Jiken no le decía nada.

—¿A qué hora? Iremos antes para encontrar dónde escondernos.

—Después de las diez o al menos como a esa hora salía —le contestó, recordando.

—Si no ya se nos ocurrirá qué hacer mientras esperamos… ¿no? —se burló, revolviéndole
el cabello.
—¿Alguna vez te rindes? —le preguntó enrojeciendo de nuevo.

—Hum… no, pero a veces me canso. Vuelvo a la carga rápido en cuanto me recupero —se
rio, sujetándolo después —. Pero no te vayas.

—Yo no soy de los que andan follando por ahí, ¿eh? —le advirtió, aunque ahora lamentaba
haber dicho eso siquiera y cerró los ojos.
—Ya, ya lo sé… —se quedó serio, y apoyó la mano en su cintura, mirando al techo.

Capítulo 9
The many ways to awakening

Parte I
Domingo, enero 31

Lowe se movió, incómodo, protestando incluso en sueños, ya que no recordaba en dónde se


había quedado dormido y por ende, no comprendía por qué no podía acomodarse. Abrió los
ojos por fin, observando la sala inundada de sol ya y pensando por un segundo, que debía
conseguir cortinas, antes de recordar que estaba acostado encima de Steiner.

Se echó hacia atrás de golpe, casi cayendo al suelo por la sorpresa.

El moreno lo sujetó por el brazo, despertando alertado, ya que dormía como un tronco. Lo
soltó y sonrió un poco.

—Te quedaste dormido.

—Tendría sueño… Tú también —protestó como si lo estuviera acusando de algo. Se


levantó por fin, pasándose una mano por la cara —. ¿Quieres desayunar o te vas a la
posada?

—Prefiero desayunar contigo… ¿Me puedo duchar? —se levantó, estirándose con un brazo
extendido, seguro de que Bronco ya debía haber salvado a Ageha, ahora que se daba
cuenta… en recepción debían tener otra copia.

—Claro, pero déjame cepillarme los dientes primero o no existo —se quejó, bostezando de
nuevo y dirigiéndose al baño.

—Vale… —bostezó contagiado y entró en su cuarto, echando un vistazo a su alrededor, y


cogiendo una camiseta sobre la mesilla. La olió como quién no quiere la cosa por si estaba
sucia y luego se asomó al baño —¿Me dejas esto hasta que me cambie?

—Vale, pero ¿te queda? —le preguntó porque era más alto que él, mientras se inclinaba
sobre el lavamanos, empezando a cepillarse los dientes ahora que ya se había lavado la
cara.

—Me quedará ajustada, mientras no se me vea el ombligo… todo va bien —entró en el


baño con él, abriendo el agua y sacándose la ropa como si tal cosa —. No le digas nada a
los demás de que vamos a ir o ya sabes…

—N… no —contestó con el cepillo en la boca, enrojeciendo violentamente y tratando de


concentrarse en lo que hacía para terminar rápido. Sin embargo, no pudo evitar mirar su
reflejo en el espejo, las nalgas bien formadas y su espalda fuerte. Escupió en el lavamanos,
enjuagándose como pudo y prácticamente corriendo hacia fuera del baño porque además se
le había puesto dura.

—¿Sabes dónde podemos comprar unas máscaras? ¿O sería mejor hacerlas nosotros? —se
giró, pero ya no estaba y alzó una ceja, metiéndose en la ducha —Estaría bien preguntarle a
Bronco cómo son.

—Jiken era capaz de haberse hecho la suya, pero yo no tengo talento, así que sería mejor
comprarlas —le contestó, ya que lo había escuchado desde afuera, mientras intentaba
calmarse —. ¿No crees que sospecharían?

—Sí, por eso no podemos preguntarle —sonrió un poco y se lavó el pelo, pensando que olía
a alcohol y tabaco de estar en aquellos clubes —. ¿Vas a ir a clase el lunes?

Lowe empezó a negar con la cabeza, a pesar de que no lo veía y le contestó luego desde
allí.

—No pensaba hacerlo, pero creo que sería buena idea. Tal vez alguien sepa algo.

—No, no preguntes, los pondrás sobre aviso —salió de la ducha y se escurrió el cabello,
cogiendo una toalla para secárselo —. Es mejor no arriesgarse a eso —se puso los jeans y
salió —. ¿Dónde dejo la toalla?

—Déjala allí, con la cortina, luego la recojo —le pidió, frunciendo el ceño —. Pues
entonces no iré, voy a dejarla de todas maneras.

—Vale… —la lanzó a la cortina y abrió su desodorante, comprobando como olía y


encogiéndose de hombros antes de usarlo. Se puso su camiseta, que le quedaba algo
ajustada de más, y además era muy punk para él, cosa que le hizo mirarse al espejo con cara
de “terrible” —Y yo tengo que cambiarme pronto —le dijo al salir del baño.

—Será porque no te va ese look, mi camiseta no tiene nada de malo y además, la vas a
anchar —se quejó yendo a la cocina rápidamente porque le había dado vergüenza estar
parado allí como esperándolo —. Voy a hacer huevos revueltos.

—Vale, por mí bien… —lo siguió y se sentó en la mesa, observándolo —Y no dije nada de
tu camiseta, sólo de lo mal que me queda —se rio.

—Más te vale —lo miró, riéndose luego y agachándose para sacar los huevos y la leche de
la nevera, oliendo la última para asegurarse de que no se hubiera dañado.

—Oye… me gustan tus nalgas, pero no. A parte de eso —se rió —, gracias por dejar que
me quedase aquí molestando y encima pedo.
—No digas esas cosas… Lo de las nalgas —se quejó mientras partía los huevos y
comenzaba a mezclar los ingredientes en un plato hondo —. No es nada, es igual, me sentía
solo —confesó enrojeciendo un poco, sin mirarlo.

Steiner lo miró detenidamente, pensando que le gustaba mucho, pero… ¿a quién iba a
engañar más que a sí mismo? Él no era capaz de mantenerse dos meses fiel.

—¿Qué vas a hacer si dejas la universidad?

—No voy a dejar la universidad, sólo la carrera. ¿Me imaginas de traje, tratando de parecer
respetable? —lo miró por fin, desviando la mirada enseguida al encontrarse con la suya.

—Hum… sí, y me pone caliente —se rio, levantándose para apoyarse a su lado en la
encimera —. ¿Por qué comenzaste a estudiar eso?

—No lo sé, es una carrera estable, y mis padres me estaban presionando para que eligiera
algo… Parecía divertido en ese momento —sonrió para sí, encendiendo el fogón y
poniendo la mezcla en una sartén.

—Estudiar derechos me parece aburrido siempre… —murmuró, apartándose el cabello


porque lo tenía mojado y era molesto. Se quedó mirándolo de nuevo, pero apartó la mirada
al cabo de un momento —No hay nada más sexy, que otro tío cocinando. Salvo un tío
haciendo un strip.

—Todo lo conviertes en eso, ¿eh? —le preguntó, exhalando —No sé cocinar mucho, sólo
hacer cosas simples.

—Pero yo soy simple… tanto, que todo lo convierto en eso… —se apartó y volvió a
sentarse en la mesa, sólo que frunciendo el ceño ahora.

—Pues no lo hagas —lo riñó, apagando el fogón y buscando dos platos, sirviéndole por fin
—. ¿Estás molesto?

—No… —protestó, cogiendo un tenedor del escurridor y sentándose en la silla para


empezar a comer —Todo te sienta mal a ti, yo ya no sé cómo comportarme contigo.

—Puedes hablarme sin convertirlo todo en sexo. Creo que sólo te interesa eso —le explicó,
empezando a comer y mirándolo con seriedad. ¿Qué estaba intentando hacer? Ya sabía que
no le convenía.

—Pues a lo mejor, por eso estoy intentando ayudarte a encontrar a un pirado, por eso. Es
para ver si así follas conmigo, no para ayudarte. Porque ya sabes… soy una persona
terrible.

Lowe frunció el ceño, ahora sí cabreándose.


—¿Cómo que pirado? ¿Y yo qué sé por qué lo haces? Es tu trabajo… No tienes que
ayudarme si no quieres.
—Sí, pirado. Hablo del tío que jodió a tu amigo, no de él —le dijo en mal tono, pensando
que ya se estaba hartando de todos —. Y no es mi trabajo perseguir asesinos, o lo que sea.
Para eso está la poli, ¿sabes?

—Ya… creí que insultabas a Jiken, lo siento… — enrojeció pensando que nunca
comprendía bien las cosas, otra razón para no ser abogado —Y no dije que fueras una mala
persona, sólo que piensas mucho en sexo.
—Y tú muy poco —se quejó de nuevo, aunque seguía comiendo como si no discutiera con
el que se lo había preparado.

—No es cierto, pero no lo digo —contestó frunciendo el ceño y enrojeciendo como nunca
—. Ya deja eso.

—Pues menos mal, porque empezaba a pensar que eras frígido, ¿eh? O que estaba
perdiendo mi encanto… No soy un ninfómano o algo así —siguió quejándose.

—Vale, vale…, pero… agh —decidió no seguir porque eso parecía estar yendo en círculos
y se terminó lo que le quedaba en el plato, bajando la cabeza luego —No hice el café.

—Es igual… —se levantó para meter el plato en el fregadero y lo limpió, revolviéndole el
cabello al rubio para darle las gracias —Será mejor que vaya a cambiarme y…, el martes
hacemos eso —lo miró caminando unos pasos de espaldas hacia la puerta de la cocina —.
Y si de pronto sientes que quieres verme, ya sabes dónde estoy. Porque podríamos preparar
eso, ¿no? —se volteó y salió a buscar su cazadora —Te dejo con esa excusa.

—No necesito excusas si… No necesito —se quejó rojo de nuevo y lo siguió a la sala,
titubeando por unos segundos antes de decir —Te veo luego entonces, para… preparar eso.

—Vale —se colgó la bolsa al hombro, sonriendo un poco y besándole la mejilla —. Gracias
—volvió a decirle, ya que ayer… realmente no estaba de humor y le había hecho bien estar
con él, aunque sorprendentemente no follaran…

—Nada, gra… gracias a ti —se disculpó por haberlo hecho sentir mal antes, aunque de esa
manera, sólo él sabía que se estaba disculpando.

Steiner lo miró, alzando una ceja y sonriendo. Se dirigió a la puerta y le hizo una seña con
la mano antes de salir, preguntándose para qué estaba nervioso él.

Parte II
Domingo, enero 31

Don se movió en la cama, quejándose al sentir la luz del sol entrando por una rendija de las
cortinas, levantó el brazo y tiró un poco de las mismas, observando de pronto a Ageha que
dormía, y recordando cómo habían pasado la noche. Era la primera vez que se despertaba
acompañado, en… años.

Le pasó una mano por el cabello, preguntándose cómo le sentaría negro, aunque estaba
bastante seguro de que era algo que no iba a averiguar. Al ver que entreabría los ojos, lo
besó varias veces.

—Dicen que cuesta dormir en una cama que no es de uno, pero tú duermes en cualquier
lugar, ¿verdad?
—Sobre todo si tengo a un hombre guapo y cariñoso como tú abrazándome —le sonrió, aun
perezoso, y pegándose más a él —. ¿Cómo dormiste tú?

—Mejor que nunca… —le tocó la espalda, pensando que era muy suave —Hoy no trabajas,
así que dime… ¿vas a pasar el día conmigo o te agobia? Y… no me va a parecer mal —casi
susurró por lo bajo que hablaba, todavía estaba medio dormido.

—No me agobia, no puedo pensar en una mejor manera de pasar mi día libre —se rio,
acariciándole el pecho y moviéndose bajo las sábanas como disfrutando de aquel colchón.

—No sé… —sonrió, acariciándole un brazo y mirándolo a los ojos. No podía evitar pensar
en cuando se fuera a trabajar de nuevo en la editorial. Se preguntaba cómo iban a hacer, y si
realmente podía confiar en él, y más con el “pecado” tan cerca. Dudaba que el tal Steiner se
diese fácilmente por vencido —¿Pero sabes qué? Creo que deberíamos hacer que tu jefe
saliese de ese cuarto. Aunque no me apetece nada compartirte —confesó.

—¿No, eh? Pero… el que lo sugieras me parece lo más dulce del mundo —le acarició una
mejilla, sonriendo y subiéndose un poco sobre él —. Ganas puntos conmigo, no puedo
creer que existas.

—No tengo nada de especial… —se acostó del todo y lo sujetó por la cintura, observándolo
sobre él y preguntándose si ya tenía ganas otra vez. Acarició sus nalgas como para
averiguarlo —en realidad creo que todos somos así, pero no tenemos suficiente fuerza de
voluntad.

—No, yo creo que la mayoría de los hombres son egoístas por naturaleza. Por eso he estado
solo todo este tiempo, sólo piensan en ellos mismos —sonrió un poco más, moviéndose por
si quería hacerlo de nuevo

—¿En serio? Esa es una actitud bastante pesimista… —sonrió, volteándose sobre él y
tirándolo en la cama. Le apoyó la mano en el pecho para que se quedase estirado, y
comenzó a besar su bajo vientre y la pelvis. No quería ni loco dejarlo con ganas, lo cual era
una actitud bastante insegura por su parte, pero la verdad… tenía sus motivos.

—Por experiencia… y la tuya es optimista, sorprendentemente… —se rio, sintiéndose


excitado ya y alborotándole el cabello —Me estoy enamorando cada vez más.
—Pues eso que todavía no he comenzado… —bromeó, besando su sexo y lamiéndoselo. La
noche anterior lo habían hecho dos veces, una en la sala y otra en la bañera, ahora de
nuevo. La verdad es que ya no recordaba tener tanto sexo desde hacía siglos. Succionó su
sexo apasionadamente, y tiró de él hacia abajo por el colchón, arrastrándolo de las piernas.

—Hum… eres genial —sonrió, dejando que sus brazos se deslizaran hacia atrás cuando lo
arrastró —. Con esos brazos fuertes y esa lengua talentosa...

—No me hagas la pelota, te la voy a chupar igual… —se rio, mordiéndole con suavidad y
volviendo a succionar con fuerza, moviendo las manos por sus muslos y apretándoselos.

No era sólo lo sensual que era su cuerpo, era la fragancia de su piel, la suavidad, su forma
de moverse y gemir. Comprendía si Steiner se había vuelto adicto a él. Ni siquiera le
importaba darle sólo placer sin recibirlo, no estaba pensando para nada en sí mismo.

—No… te hago… —se rio de nuevo, acariciándole el cabello y moviendo las piernas
mientras gemía. Realmente tenía una lengua talentosa.

Don resopló pesadamente y deslizó la lengua por sus ingles, besándoselas y succionando
sus testículos después. Lo giró de medio lado y le besó las nalgas, lamiendo entre ellas y
mordiéndoselas. Su brazo se colaba apretado entre sus muslos mientras lo masturbaba.

—Oh dios, Don… —gimió el asiático, entrecerrando los ojos y sujetando su mano con
delicadeza para sentir el movimiento. Se echó hacia atrás, buscándolo —Te amo…

Don se detuvo de pronto, y le besó la espalda después, seguro de que era por el placer, pero
no había podido evitar sentirse bien, muy bien en realidad. Se puso tras él y lo penetró de
aquel modo, acostado de lado a su espalda, besándole la nuca y volviendo a bajar la mano
para masturbarlo.

—A… brázame —le pidió el chico, alzándose un poco para tirar de su otro brazo, incluso
mientras se apretaba contra él y gemía de placer. Aquello se sentía cálido, distinto a todo lo
anterior. Era terriblemente fogoso, claro, pero había algo más, una conexión que no había
sentido antes.

El moreno lo abrazó con fuerza, rodeándole el pecho y apretando su mano allí. No podía
dejar de besarle el cuello, y hacía ya rato que le importaba muy poco estar dejándole
marcas violeta en la piel. Estrujaba su sexo como si quisiera exprimirlo y rozó con los
labios una de sus orejas. No dejaba de mirarlo, era increíble. Sus labios estaban
entreabiertos y sus ojos cerrados. Se movía contra su cuerpo como si estuviera sincronizado
con él, su sexo estaba pulsando ya con urgencia, y lo vio girar la cara, buscando sus labios
ahora.

Ambos se fundieron en aquel beso de inmediato, y Don cerró los ojos al fin, esperando por
él, aunque los estremecimientos eran insoportables.
Separó los labios de los suyos y gimió con la voz partida por el placer, corriéndose mientras
el semen de Ageha resbalaba por su mano.

El asiático sonrió al terminar, acomodándose y sin separarse de su cuerpo, aún agitado y


completamente satisfecho. Lo malo es que de nuevo no tenía ganas de moverse de la cama.

—Ageha…, olvidé coger un preservativo —le dijo de pronto al percatarse, un poco


nervioso en realidad.

—No importa, no soy tan fértil —se rio, girándose luego para mirarlo a los ojos —. Estoy
limpio, no te preocupes.

—Vale, yo también… —le tocó el cabello, preguntándose si realmente podía confiar en


eso, tenía mala experiencia, pero quería hacerlo y de todas maneras, ahora ya estaba.
Prefería no arruinarse el momento con paranoias pasadas —Realmente te amo —le dijo de
pronto.

Ageha parpadeó sorprendido, sonriendo luego.

—Y yo a ti, lo dije en serio. Creí que… pensarías que estaba loco.

—No, es… una tontería decir que hace falta ”x” tiempo para amar a alguien. Sin embargo
nadie dice que necesitemos más de dos segundos para odiar… —sonrió con suavidad,
tocándole el cabello y mirándolo a los ojos.

—Estoy seguro de que eres el hombre más inteligente que he conocido —se rio, besándole
los labios delicadamente y sintiéndose como en un sueño.

—No tanto, pero está bien, me gusta que me recuerden que soy inteligente… —bromeó,
relajándose sobre el colchón y deslizando la mano por uno de sus hombros —Deberíamos
quedarnos en la cama un poco más

—Hum… me alegro mucho de que estemos pensando en lo mismo, porque creo que
tendrías que arrastrarme hasta el baño si quisieras levantarte. Claro que… una ducha
compartida puede estar en mis planes futuros.

—Mejor un baño… —sonrió, jugando con su cabello e inclinándose para besarlo.


Definitivamente…, tenía que buscar un modo de permanecer juntos a pesar de la distancia.

Parte III
Domingo, enero 31

Bronco aparcó el coche frente al cementerio, y atravesó las verjas. No había nadie allí, al
menos a primera vista, pero se había llevado las fotos de Steiner para saber en dónde estaba
la tumba. Tenía un hibisco muy rojo en la mano, y lo había llevado para él, aunque por
poco había tenido que gritarle a la mujer de la floristería, para que dejase de intentar
venderle un ramo entero.

El suelo estaba un poco embarrado, había llovido el día anterior, y cuando alzó la vista, se
dio cuenta de que probablemente hoy volvería a suceder. Miró la foto una vez más, y
recorrió un pasillo de hierba con hileras de nichos a los lados. Había muchos, aunque
todavía se conservaban muchas otras tumbas en la tierra.

Era un lugar hermoso, si no se pensaba demasiado en su función. Los panteones familiares


todavía conservaban figuras de ángeles y vírgenes, que aunque rotas y llenas de musgo, no
habían perdido toda su belleza.

Llegó al lugar, un espacio rectangular entre nichos, lleno de tumbas en el suelo. Se agachó
ante la de él, y cortó el tallo de la flor, apoyándola cerca de su nombre inscrito en la lápida.

Su mano pasó por el nombre, dibujándolo con los dedos, y antes de que pudiese plantearse
qué tan buena idea era, ya había cerrado los ojos y trataba de llegar a él.

La brisa se levantó a su alrededor a los pocos segundos, de manera suave esta vez, casi
acariciándolo, y volvió a escuchar la voz del chico sollozando. Un pájaro alzó el vuelo,
pasando cerca de Bronco y posándose en una rama, casi por encima de su cabeza. Se quedó
allí, perfectamente quieto, mirándolo.

Abrió los ojos y lo observó. Era como si supiese que debía observar a ese punto en ese
momento. Alzó la mano por reflejo, como si fuera a apoyarse en ella al igual que hacían los
canarios domésticos.

Sin embargo, en su mano cayó algo vivo, y cuando la bajó para ver, tuvo que sacudirla
enseguida. Era un gusano blanco y grueso, que ahora se retorcía entre las hierbas.

Sintió un escalofrío y se guardó las manos en los bolsillos de la cazadora. Comenzaba a


escuchar un extraño y molesto zumbido, que no sabía de dónde provenía, aunque no tardó
en averiguarlo. Una nube de mosquitos surgió de la tierra misma, rodeándolo y
oscureciendo casi todo su campo de visión. Sin embargo, no lo estaban picando, sólo daban
vueltas y más vueltas, multiplicándose. El sonido era casi estridente, insoportable.

Sacudió el brazo para apartarlos, y se quitó la cazadora, cubriéndose con ella para que no
fueran a tocarlo, pero entraban por todas partes. Se alejó de allí corriendo, y entonces los
mosquitos no lo siguieron, se quedaron allí, formando una nube espesa con la forma de un
humano poco corpulento. Dos más salieron de dentro de su cazadora antes de que volviera
a ponérsela, y regresaron a la masa oscura.

—¿Quieres que me vaya? ¿Es eso?

Pero la nube se disipó en ese momento, los mosquitos volando en todas direcciones hasta
desaparecer. La brisa lo rodeó de nuevo, con suavidad, moviendo las hojas de los árboles y
súbitamente comenzó a mover la hierba a sus pies, escribiendo la palabra” ayuda” en sus
surcos, como si un pincel invisible lo estuviera haciendo.

—Quiero ayudarte, pero no sé cómo hacerlo —se agachó, tocando la hierba con el ceño
fruncido y preguntándose si tan siquiera lo escuchaba —. Llévame contigo otra vez, hazlo.

El pájaro bajó en picado, a todas luces con la intención de atacarlo, tan sólo para remontar
el vuelo en el último instante. La oscuridad descendió sobre Bronco y pudo ver la silueta
del chico frente a él, con una máscara que cubría su cara, asemejando los rasgos de un
felino. Estaba acostado con los brazos cruzados sobre el pecho y completamente inmóvil,
como si fuera un cadáver.

Bronco sintió de nuevo aquella presión en la cabeza, pero esta vez el tránsito había sido tan
rápido que el dolor no era ni siquiera la mitad. Caminó en la completa oscuridad,
acercándose a aquel cuerpo, que parecía estar flotando en el aire. Sin embargo, conforme se
acercaba, empezaban a prenderse unas extrañas luminarias en el camino, dejándole ver que
a sus pies había agua. Se fue al fondo de pronto, ahogándose y sintiendo un frío intenso.
Nadó arriba de nuevo, sacudiendo la cabeza y nadando en la negrura de aquel lago hacia el
chico que flotaba inerte.

Las lucecitas seguían encendidas cuando miró atrás, como mostrándole el camino de salida,
pero bajo el agua también brillaban, dirigiéndolo a Jiken.

Llegó muy cerca de él, tanto que sólo tenía que estirar el brazo para tocarlo. Para quitarle la
máscara y ver su cara al fin. Lo extendió de golpe y chocó con algo, como una especie de
pared, aunque allí no había nada, absolutamente nada, sólo una barrera invisible que le
prohibía llegar a él. ¿La muerte? Pensó, recibiendo un escalofrío violento que recorrió su
columna.

Permaneció allí, flotando y observándolo. Su piel estaba blanca, demasiado pálida, lívida.
Sus labios parecían amoratados. (Muerto…), pensó, y se sintió angustiado sin saber por
qué. Ya había llegado allí buscando a un muerto, por eso es que podía comunicarse con él.

Golpeó aquella barrera con los puños, desesperado como sólo se podía estar en aquel lugar
inexistente donde los sonidos eran sordos y las visiones borrosas.

—¡Déjame entrar! ¡Jiken!

La cabeza del chico pareció moverse entonces, en su dirección, pero no tuvo la oportunidad
de comprobarlo realmente, ya que una corriente de agua sumamente fuerte lo empujó hacia
arriba, devolviéndolo a la superficie y de paso, a aquel cementerio silencioso. Sin embargo,
la lápida no se veía igual ya. El nombre de Jiken había sido tachado con hendiduras
imitando el tachar de un bolígrafo, como si alguien lo hubiera tallado de esa manera desde
un principio.
Bronco se sintió caer de aquel modo otra vez, aunque era más bien como si el interior de su
cuerpo volviera a recomponerse. Una sensación realmente desagradable. Estaba a cuatro
patas casi sobre la tumba, mirando el nombre, ahora cuarteado en la piedra.

Estaba empapado, y no sólo se trataba de sudor esta vez. Alzó la cabeza, y se dio cuenta de
que había vuelto a comenzar a llover. Se enderezó despacio, arrodillándose sobre la lápida
y observando la pequeña foto que había tras un cristalito en la misma. Lo golpeó con el
puño varias veces, y lo partió. Hizo una mueca y se lamió la mano. Se había hecho un
pequeño corte en el borde.

Sacó la foto con cuidado de que no se mojase, y se la guardó en el bolsillo de la cazadora,


levantándose y dejando que la lluvia lo mojara mientras regresaba al coche. ¿Por qué
siempre lo alejaba? Sólo quería estar con él…

Parte IV
Domingo, enero 31

Ageha se asomó a la ventana, observando el coche que se aparcaba afuera y sonriendo.


Hacía poco que habían llegado y les habían dicho que Bronco había salido más temprano,
así que se habían quedado a beber un café mientras lo esperaban.

—Supongo que se sentía encerrado… —comentó el asiático, dirigiéndose a la puerta —


Voy a explicarle.

—Vale, esperaré aquí —le dijo, en realidad dándoles espacio y sonriéndole un poco.

Bronco salió del coche todavía mojado y se quedó mirando a Ageha, como sorprendido de
su presencia allí.

—¿Ibas a salir?

—Venía por… ¿Qué te sucedió? ¿En dónde estabas, eh? Estás todo mojado —le tocó los
hombros, suspirando y guiándolo adentro —. Vamos a que te seques y te llevaré algo
caliente o te resfriarás.

—Puedo hacer eso yo solo… —se quejó, frunciendo el ceño aunque dejándose llevar, ya
que sabía que Ageha era muy susceptible. Mejor no le decía de dónde venía —Estaba
paseando y me cayó el chaparrón encima, eso es todo.

Don los vio llegar y se levantó para pagar la cuenta al notar cómo andaba el percal.

—¿No se te ocurrió refugiarte? —exhaló sin creerle mucho —Vine con Don… a ver cómo
estabas. ¿Sucedió algo más? Porque tienes esa cara.

—No, no sucedió nada. Ya te dije que sólo daba un paseo —se giró un poco para ver al
otro, que lo saludó como si no notase su aspecto, aunque lo hacía, desde luego.
—Hola—miró a Ageha, tocándole la mandíbula un momento y preguntándose si debía
decir una excusa e irse para que hablasen.

—A Bronco lo agarró desprevenido la lluvia —le explicó como si aquello no fuera obvio
—. Será mejor que subas a secarte, yo me encargaré de lo demás.

—Vale… —se alejó un poco para ir al ascensor, suponiendo que iban a hablar de él en
cuanto se diera la vuelta.

—¿Quieres que os deje solos? —le preguntó apoyando una mano en su hombro.

—No… Quédate, de todos modos no me va a decir nada —sonrió como cansado ya de por
sí —— Vamos, le pediremos un café y algo de comer.

—Vale —lo acompañó, rodeándole los hombros y accediendo a permanecer con él, desde
luego.

Bronco dejó la cazadora sobre la cama de cualquier manera, y se quitó el trozo de paño
ensangrentado que había utilizado en la mano. Cogió ropa seca, y se metió en la ducha
enseguida, sin comprender por qué se sentía tan desesperanzado desde que llegase allí.
Cerró los ojos al bajar la cabeza entre los brazos, apoyando las manos en las baldosas de la
pared y recordando lo que había visto, casi había alcanzado a verle la cara.

Hizo una mueca de dolor y se miró la mano, abriéndose un poco la herida y notando que un
trocito de cristal se caía al agua, colándose por el agujero del desagüe. Se mordió la mano
cerca de donde tenía la herida y recordó la ceniza. Tenía que averiguar qué estaba tomando.

—No sé si debería subir a buscarlo, ¿eh? —comentó Ageha abajo, tamborileando sobre la
mesa. Él ya iba por su segundo café desde que llegasen allí, estaba cada vez más
preocupado. Bronco solía comentarle acerca de los casos, ahora sentía que había una
especie de barrera y no era sólo por sus conflictos personales.

—¿Quieres que te acompañe? —lo miró a los ojos, apretándole la mano con suavidad.

—No, vengo enseguida —le besó la mejilla, sonriendo un poco —. Gracias por ser tan
paciente conmigo.

—No te preocupes, leeré el periódico mientras —le dijo para que no se apresurase,
abriéndolo, ya que lo había comprado antes.

A estas alturas, después de ese beso en la mejilla, ya iba a saber de su condición medio
pueblo. Bueno, mejor cuanto antes.

Ageha lo miró por un momento, pensando que tenía demasiada suerte y subió luego,
llamando a la puerta de Bronco.
—¿Estás bien? ¿Puedo pasar?

—¡Pasa, estoy en la ducha! —le contestó, en realidad abriendo los ojos, porque se había
quedado allí a gusto, debajo del agua caliente.

—¡Vale! Sólo me preocupaba porque no bajabas, no quería molestarte —le aseguró una vez
estuvo adentro del cuarto, sonriendo un poco al ver que había dejado la cazadora mojada
sobre la cama. Seguro que el resto de su ropa estaba en el suelo del baño. Se sentó al lado
de aquella prenda —. Don se quedó abajo —le avisó para que no se sintiera cortado si
quería decirle algo y luego bajó los ojos de nuevo, notando lo que parecía ser una foto,
sobresaliendo de uno de los bolsillos de su cazadora. La tocó con las puntas de los dedos,
sacándola con cuidado y poniéndose serio al ver que se trataba de Jiken. Estaba algo
mojada…

—Ya te he dicho que no ha pasado nada —murmuró, cerrando el grifo y comenzando a


secarse la mano con cuidado primero, colocándose la toalla por las caderas y abriendo el
botiquín para echarse yodo.

—¿Seguro? ¿A dónde fuiste a pasear? —le preguntó, volviendo a colocar la foto en donde
la había encontrado. No comprendía por qué le mentía, nunca antes lo había hecho.

—Por ahí… —se colocó una venda, sintiéndose presionado, como si fuera posible que
supiese algo. Se puso los calzoncillos, y salió a la habitación, cargando la ropa seca y
sentándose en la cama para terminar de vestirse. Prefería ver qué cara estaba poniendo.

Ageha estaba serio y se puso de pie, acercándose a él y tocándole una mejilla.

—¿Ya no confías en mí, Bronco? —se apartó, seguro de que se estaba pasando y además,
ni siquiera le había durado la charada.

Él lo miró a los ojos, barajando mentir, pero no era lo suyo. Bajó la cabeza contra su mano,
revolviéndose el cabello y mirando abajo.

—Lo siento… No sé qué me pasa.

—Está bien, pero me asusta —le aseguró, girándose y notando ahora que tenía una mano
vendada —. ¿Qué te sucedió? Puedes confiar en mí.

—¿Esto? —se miró la mano —No quieras saberlo… —murmuró, pensando que seguro que
no le parecía muy bien que fuese por ahí asaltando tumbas. Ni siquiera lo había pensado,
sólo había querido guardar la foto —Fui al cementerio y… suceden cosas muy extrañas —
se levantó de la cama para ponerse los pantalones negros, y se sentó de nuevo, colocándose
una camiseta —. Nunca había visto nada tan claro… tan fuerte…

—¿Era Jiken de nuevo? ¿Estás seguro de que es él? —le preguntó siguiéndolo con la
mirada —¿Qué viste esta vez?
—No es fácil explicarlo. No es sólo lo que veo, es lo que siento… y antes… antes de entrar
en trance, ya veía cosas, Ageha. Había un pájaro, y sé que era él, ese pájaro nos siguió en el
bosque —lo miró a los ojos fijamente, esperando que lo creyese —. Se formó una nube de
insectos con su figura… y yo le hablé y me escuchó. Me dejó ir con él por unos instantes…

—¿Estás seguro de que no es algo haciéndose pasar por Jiken? ¿Crees que ese chico es
peligroso? —le preguntó acercándose y tocándole la mano con cuidado de no lastimarlo.

—No lo es, pero no sé por qué… siempre me echa. No me deja quedarme con él. Estaba
flotando en el río, sobre algo… no lo sé, creo que de madera, y estaba… estaba muerto.
Llevaba una máscara de gato y yo no podía ir con él. Era como si hubiese una barrera
invisible —lo miraba a los ojos, y se notaba frustrado.
Ageha sonrió, apartándole el cabello húmedo de la cara.

—Tal vez intenta decirte algo, Bronco. No puedes ir con él, porque ninguno de nosotros
puede ir a ese mundo —le sugirió, preguntándose si hasta el chico se daba cuenta de lo
obsesionado que estaba, pero tenía miedo de ponerle ideas en la cabeza.

—Lo sé… —se pasó la mano por la cara, frotándosela. Sólo tenía ganas de acostarse y
dormir toda la tarde. De pronto estaba demasiado cansado, le había llegado de una sola vez.
Sin embargo se levantó y se sentó en la mesa del ordenador. Con un gesto torpe, tiró de la
libreta y la puso sobre la mesa.

Tomó un lápiz, y el mismo tembló por un rato sobre el papel, antes de comenzar a dibujar
con una velocidad asombrosa.

—¿Bronco? —Ageha se acercó cuidadosamente, asustado, pero tampoco quería


interrumpirlo, no sabía qué podía pasar. Bajó la mirada a lo que dibujaba, siguiendo los
trazos y recordando lo que le había dicho Don acerca de los primeros dibujos del chico.
Podía ver la lápida a medida que se iba delineando, pero la estaba viendo de perfil, y debajo
de ella… parecía haber una cueva. Había una figura recogida sobre sí misma y lo que ahora
dibujaba Bronco, parecía ser un monstruo acercándose, una cosa infernal y enorme, con
zarpas en vez de pies.

Arrastró el lápiz, hundiéndolo hasta el punto de comenzar a pintar la mesa. Se le cayó el


brazo lacio, y se desprendió de sus dedos, rodando por el suelo.

Bronco se había quedado con la cabeza hacia delante, en actitud de estar dormido por
completo.

—¿Bronco? Bronco… —Ageha lo tocó por fin, acariciando su cabello, pero no parecía
hacerle caso. Se agachó para escuchar su corazón, nervioso, sin saber qué hacer —Bronco,
¿me escuchas? —le insistió, mientras llamaba a Don por el móvil para que subiera.
La puerta se abrió al cabo de no más de tres minutos. Lo que le había llevado pagar la
cuenta y subir en el ascensor. Fue hasta él enseguida, ya que Bronco no se había movido
para nada.

—Déjame ver —le pidió, apoyando la mano en su cuello tras apresurarse —. Está bien —
dijo controlando sus pulsaciones y sujetándolo por debajo de los hombros después, para
tumbarlo en la cama —. Ha vuelto a desmayarse. Debería ir a un médico —le dijo a Ageha,
suponiendo que no podían decirle que tenía trances y luego se desmayaba.

—Lo sé, pero es que no está enfermo —le contestó, aunque a veces le preocupaba el que
todos esos trances le estuvieran causando daño a su cuerpo. Se sentó a su lado, acariciando
su cabello y observándolo dormir, serio. ¿Estaría soñando con él? Porque prefería que lo
dejase descansar, le parecía que aquellos eventos se estaban volviendo demasiado
frecuentes —. Mira el dibujo sobre la mesa…

—¿Lo has visto hacerlo? —preguntó sorprendido, observando el dibujo, que


definitivamente, pertenecía a Jiken. No era posible imitarlo de ese modo. Además… era…
escalofriante.

—Sí, lo hizo frente a mis ojos y créeme, he visto a Bronco dibujar antes. No se parecía a
eso —le señaló con la mirada, aunque continuaba acariciando el cabello de su jefe —. ¿Te
dice algo esa imagen?

—Bueno, es su tumba… y parece sugerir que se encuentra encerrado bajo la misma —le
explicó, observando el dibujo y pensando que todo era muy fantasioso —. Pero esto no
puede realmente ser tomado en serio, ¿comprendes? Es… hilarante, y obviamente refleja el
miedo que tiene. Sabemos que ningún monstruo lo encerró ahí.

—Lo sabemos, pero supongo que un espíritu puede crear estas… imágenes si se encuentra
confundido. Tal vez es por esas reuniones a las que solía ir, parece que usaban máscaras…
—le explicó mirándolo y preguntándose si ahora les creía de verdad.

—Sí, puede ser. Pero no sé qué bien le va a hacer a Bronco ver todas estas cosas, y hasta el
momento no está ayudando a nadie, sólo se está perjudicando a sí mismo. Mira… —se giró
hacia él, sentándose en la silla frente al escritorio —Lo comprendo, yo también quisiera
poder ayudarlo, pero esto está más allá de nuestras manos.

—No creo que pueda convencer a Bronco de eso, y tampoco creo que lo deje en paz hasta
que sepamos lo que quiere —lo miró a los ojos —. Y… ¿entonces nos crees, verdad?

—No lo sé, Ageha, y la verdad, no sé si quiero creeros, porque entonces… necesitaría hacer
algo por él, y no puedo —sujetó la hoja y la miró fijamente, observando luego a Bronco
que se movió hacia la pared, profundamente dormido —. Pero la verdad es que no puedo
hacerme el ciego.
—Tal vez puedas hacer algo, lo conoces mejor que nadie. Quizás, tú y Bronco podáis
colaborar de alguna manera, no lo sé, yo sólo diseño la revista —se encogió de hombros,
suspirando.

—Yo tampoco lo sé… si pudiera hablar con él, tal vez podría calmarlo, pero no creo que
ese sea el caso —cruzó las manos, apretándolas un poco —. Creo que Bronco en lugar de
calmarlo… se mete en su mente y lo motiva.

—¿No me digas que crees que intenta llamar la atención desde la tumba? Tal vez sólo
necesita comprender que está muerto —alzó una ceja, recostándose contra el respaldo de la
cama y pensando que era un caso terrible.

Él sonrió un poco, y negó con la cabeza.

—No, no es eso lo que quiero decir. Me refiero a que tiene miedo, y obviamente recurre a
él porque es sensitivo —o lo que sea, se dijo —. Pero Bronco no es un profesional en este
sentido, ¿verdad? Creo que no está llevando esto como un caso, o como un trabajo… Se lo
toma personal, y sinceramente… me preocupa su salud mental. Obviamente está deprimido,
y… nada bueno puede salir de que desee estar con él. Si yo me envolviese personalmente
con cada persona que viene a mi consulta…

—Lo sé, tienes razón, me asusta —lo miró a los ojos, mirando a Bronco luego y pasándole
la mano por el cabello nuevamente, aunque el moreno dormía como una piedra —, pero no
puedo hacer nada, está decidido y no creo poder evitar que un espíritu lo hipnotice o lo que
sea. Sólo puedo estar con él y ayudarlo, y ni siquiera sé cómo hacer eso.

—No poniéndote histérico, preguntándole qué es lo que quiere hacer, cómo va a ayudarlo.
Intenta que se dé cuenta de lo que yo te he hecho saber, pero… sin decirle que está
obsesionado, o que pierde los papeles aquí. Tiene que ser una conclusión a la que él llegue,
o simplemente pensará que no lo comprendes —lo miró a los ojos, temiendo que si él
volvía a ayudarlo, pudiese molestarse.

—Dios, tengo tanta suerte de tenerte conmigo… —le sonrió, extendiendo la otra mano
hacia él para que se la sujetara —No sé qué haría sin ti, en serio.

Don le sonrió un poco, y le apretó la mano, inclinándose para besársela antes de levantarse.

—¿Quieres quedarte aquí con él hasta que despierte?

—Si no te molesta… No quiero dejarlo solo —asintió sonriéndole.

—Vale, me quedaré contigo un rato más… Prefiero dejaros solos para que podáis hablar
después —lo miró a los ojos de nuevo, y sonrió, pensando que no había salido con alguien
más complicado en su vida.
—Vale, no quería que te fueras aun tampoco —suspiró aliviado, completamente agradecido
de que lo comprendiera, realmente era como si hubiera encontrado al hombre perfecto para
él.

—Bueno, pues no vamos a pasar el domingo viendo la tele, ¿ves? —sonrió, bromeando y
sentándose a su lado en la cama, con cuidado de no despertar al otro. Aunque
probablemente ni una peli de vaqueros lo conseguiría.

—No, pero ya haremos eso otro día. O más bien, encenderemos la televisión y la
ignoraremos convenientemente —se rio en bajito para no molestar a Bronco y apoyó la
cabeza contra el hombro de Don, que alzó el brazo para que se recostase contra su pecho y
poder rodearlo.

—Solucionaremos las cosas, tranquilo.

Parte V
Domingo, enero 31

Steiner regresó luego de haber ido a comprar varias cosas para hacer una máscara, ya que
no había encontrado nada por allí, y encima le habían dicho que no era carnavales y lo
habían mirado con sospecha.

Se encontró con el rubio en la puerta de la pensión, y le mostró la bolsa que llevaba en la


mano.

—He comprado cosas para hacerlas —le explicó, ya que habían acordado por teléfono
reunirse allí —. ¿Prefieres ir a tu casa o subimos a mi dormitorio? Tiene una cama… —le
dijo sonriendo.

—Eso sólo me incita a ir a mi casa —le advirtió, aunque riéndose —Vamos, además es
posible que haya algo que sirva allá.

—Sí, en realidad es lo que yo había pensado —le dijo sinceramente ahora, caminando a su
lado y mirándolo de soslayo un momento —. No parece difícil, he visto algo en internet
para hacer un molde y todo eso.

—Sí, yo también estuve averiguando. Además, encontré algunos bosquejos de Jiken. Nunca
hacía nada artístico a la ligera —sonrió, encogiéndose de hombros.

—Eso está bien. Así sabemos cómo son. Espero que no sea una sociedad selecta o se van a
dar cuenta —se rio, mirando hacia delante de nuevo y encogiéndose de hombros —. Le
habría preguntado a Ageha, pero debe estar con… el sicólogo.
—No creo que sea una sociedad selecta, Jiken dijo que me llevaría después de todo… —
alzó una ceja porque no le creía ahora y además porque le parecía que a Steiner le
molestaba lo de Ageha —El doctor Crawford es una buena persona.

—Pues a mí me trató como el culo —frunció un poco el ceño, pensando que ese no era el
problema. El problema era que Ageha pasaba de él desde que ese tío “existía” en sus vidas.

—Eso es porque quería mucho a Jiken, y se siente protector. Además, no cree en estas
cosas y… yo no creo que eso sea lo que te molesta —lo miró con sospecha y Steiner le
regresó la mirada.

—Me gustas —le dijo sonriendo, para ver si le daba vergüenza y dejaba el tema.

Lowe desvió la mirada, enrojeciendo y maldiciéndose para sus adentros.

—Creo que te gusta Ageha, yo soy el consuelo.

—Qué idiotez… —se rio, pegándole una nalgada con la mano en la que no llevaba la bolsa
—Lo que pasa es que se supone que yo no te gusto. Y te gusto, y lo sé… —se alejó un
poco, caminando de espaldas y mirándolo.

—No jodas —se quejó cubriéndose la nalga y enrojeciendo más porque para colmo era
cierto —Di la verdad, te gusta Ageha. ¿Por qué te celas si no?

—¿Por qué? Porque… no me gusta ser tan prescindible, y porque no estoy tan celoso como
cabreado —caminó a su lado de nuevo, moviendo un poco la bolsa —. Sólo he discutido
con él, bueno, tal vez le hiciera una pequeña putada también —alzó una ceja y continuó —,
pero si lo considerase mío… Algo peor habría pasado.
—¿Y qué le hiciste esta vez? —lo miró entre curioso y nervioso.

—Ayer, cuando me fui lo dejé encerrado en mi cuarto, pero salió… —le dijo encogiéndose
de hombros.

—Claro, no se iba a quedar allí castigado como un niño pequeño —alzó una ceja pensando
que él sí que se comportaba de forma infantil —. ¿Entonces qué te pasa? ¿Estás cabreado
porque las cosas cambiaron?

—Estoy cabreado porque… No lo sé… cuando llegaba a casa, a mi piso, dejaba mis cosas y
luego iba a buscarlo y… no sé. Es lo único de verdad que tengo, tenía. Ahora sólo tengo el
trabajo, y ya no tengo a dónde regresar ni siquiera —apretó un poco las mandíbulas,
preguntándose para qué le contaba esas cosas.

—Si es tu amigo, eso no va a cambiar. Bueno… quiero decir que igual lo tienes, ¿no?
Asumo que el sexo no es lo único que os unía —lo miró de soslayo, acercándose un poco.
—Pst… cuando alguien encuentra novio, ya no tiene tanto tiempo para sus amigos, y desde
luego, mucho menos para sus exrollos. ¿Cariño, te importa que pase la noche con el tío que
me tiraba? Y seguro que el tío coge y le dice que sí… —se encogió de hombros, negando
con la cabeza y mirándolo —Además, Ageha es muy apegado.

—No tanto si abandona a sus amigos —le aseguró, negando luego —. Yo no lo haría, las
cosas cambian, eso es todo.

—Cambian para mal —lo miró, suspirando —No digo que vaya a pasar de mí. No es eso.

—¿Entonces qué es? —le preguntó, observándolo. Ahora estaba seguro de que lo había
juzgado mal.

—Pues que… no lo sé. Antes pensaba igual que yo, y de pronto siento que me ha
abandonado de una forma no física o algo así. Hace años cuando estaba en el instituto, tenía
este amigo con el que siempre faltaba a clase, nunca estudiábamos… y qué gracia. Ya
sabes, y de pronto él empezó a aprobar los exámenes e ir a clase, y aunque seguía siendo mi
amigo, yo me sentí traicionado —lo miró, suspirando —. Parece que siempre me pasa lo
mismo.

—Eso es porque odias los cambios, pero las cosas cambian constantemente —sonrió
comprendiendo ahora —. No es algo malo, sólo tienes que saber dejarte llevar. Si quieres a
alguien, tienes que intentar comprenderlo.

—Y lo comprendo, pero es que siempre soy yo el que se deja llevar, ¿sabes? —se paró
delante del portal y esperó a que abriese para pasar —Me parece que necesito pasar de todo
por un tiempo. Cuando esto acabe, me tomaré unas vacaciones… Aunque nunca me las
tomo realmente. Es lo que pasa cuando tu hobby es tu trabajo.

—Supongo… —se encogió de hombros pensando: ¿por qué no te quedas aquí por un
tiempo?, pero no podía sugerirle eso. Empujó la puerta dirigiéndose al ascensor —Podrías
investigar algo por tu cuenta.

—Suelo hacerlo… cosas de extraterrestres —le dijo apoyándose contra la pared del
ascensor y mirándolo —. ¿No quieres venir conmigo? Si vas a dejar la carrera…

—Pensaba seguir estudiando igual… —lo miró sacando las llaves de su piso y enrojeciendo
—¿Lo dices en serio? Porque yo no sé nada de extraterrestres.

—Ya lo sé, pero eso es igual. Sólo es ir a ver algunos lugares, hablar con gente y tal vez
alguna quedada, en las que nunca pasa nada pero te emborrachas y lo pasas bien —salió del
ascensor con él, y entró en su casa en cuanto abrió la puerta —. Aunque sigas estudiando…
ninguna universidad te va a coger a mitad de año ya.
—No, supongo que no. Mis padres se van a morir —se quejó, no porque eso lo hiciera
cambiar de opinión, sino porque no soportaba aguantar regaños.
—¿Está bueno tu padre? —le preguntó riéndose y sentándose en el sofá, apoyando la bolsa
en el suelo para sacarse la cazadora.

—¿Y eso qué te importa, eh? Además, no es gay —se quitó su cazadora lanzándola con
fuerza hacia la cabeza del moreno —. Vamos a hacer eso y ya.

—No me despeines… —se quejó, aunque no se peinaba mucho a decir verdad —Trae los
bocetos, churri —le pidió, levantándose para ir a buscar unas cervezas, pegándole una
nalgada antes de nada —. Y yo no creo en la heterosexualidad.

—Yo creo que estás loco, y no hagas eso más —le pidió, cubriéndose las nalgas y
preguntándose quién le había dado permiso de ir a su nevera, aunque de todos modos
pensaba ofrecerle una. Suspiró, dirigiéndose a su habitación para buscar los bosquejos de
Jiken que había encontrado. No iban a hacerse unas iguales por supuesto, pero podía
servirles de guía para saber el tipo de máscara que usaban.

—¿Por qué no? Yo te dejo que me des si quieres —se sentó en el sofá de nuevo, y abrió las
dos latas, colocándolas sobre la mesa y bebiendo de la última.

—Concéntrate —le pidió frunciendo el ceño. Estaba rojo y se sentó frente a él, en el suelo,
colocando los papeles en la mesa —. Mira… —le mostró aquellos dibujos. La máscara
representaba un gato negro, con algunos detalles en gris, de facciones algo siniestras.
Dejaba la boca al descubierto y se sujetaba atrás con unas cintas.

Steiner sujetó uno de los folios, claramente impresionado.

—Bueno, yo también voy a hacer un gato, es más fácil copiarme. Y le voy a poner
colmillos —sonrió un poco, pero iba en serio —. Voy a hacer un tigre. Tú puedes hacer una
gallina.

—Gallina tu abuela — frunció el ceño, pensativo —Una pantera entonces, así no serás el
único clon —se rio, seguro de que igual se iba a ver extraño. No era tan bueno dibujando.

—Vale… —sonrió y sacó un periódico de la bolsa, cortando tiras finas y rectangulares para
hacer la máscara con cola y papel —Te dejaré asombrado con lo bueno que soy, y luego me
pedirás que te toque más las nalgas.

—No lo creo, en todo caso te pediría que me ayudes con la mía —le sonrió, haciendo lo
mismo y cruzando las piernas por delante de su cuerpo.

—Pero yo te pediría algo a cambioooo… —sonrió, bromeando y cogiendo un globo para


hincharlo y pegar allí los papeles. Así quedaría redondeado.

—Eres terrible, ¿no me digas que me vas a pedir algo a cambio por esto? —le preguntó
bromeando y luego arrepintiéndose de haberle dado la idea.
—Claro que sí… ya que no me das nada gratis —lo miró de soslayo y sonrió, apartando la
vista y notando incluso él mismo lo que le pasaba —. Me gustas… —le dijo, aunque
mirando lo que hacía de nuevo, pero le daba la risa.

—No es cierto, no jodas —se quejó, concentrando la mirada en la máscara que hacía,
sumamente serio, aunque tenía el corazón acelerado y las mejillas rojas.

—No, no jodo. No me dejas… si me dejaras lo haría —se rio, continuando con lo de pegar
papelitos y comenzando a hacer las orejas lo mejor que podía.

—Por eso no te dejo. Agh, cállate… —se quejó por lo que acababa de hacerle decir y
empezó a acomodar mejor aquellos retazos. Si seguía así, le iba a salir una pantera
conceptual por lo nervioso que estaba.

Steiner se quedó serio y siguió colocando los papelitos en silencio por un rato, sonriendo
luego para que no se le notase tanto que estaba pensando en cosas raras. Definitivamente
muy raras.

—¿Será mejor quedarnos espiando escondidos, no? Y si nos descubren, que piensen que
somos de los suyos…, pero mejor si no lo hacen. Me gustaría sacarles algunas fotos.

—Por mí está bien, sólo quiero ver qué hacen y escuchar si dicen algo extraño, o… si
hablan de Jiken —asintió, ya que además seguramente lo reconocerían con o sin máscara.
No era como que hubiese tanta gente en ese pueblo, sobre todo si aquel círculo conocía
bien a Jiken.

—Mejor será que nos vistamos como no solemos hacerlo, tal vez sirva de algo —dijo como
si adivinase en qué estaba pensando. Siguió pegando papelitos para hacer el morro y colocó
una parte bajo el mismo para recortar los dientes luego —. Si de pronto se acerca alguien,
nos besamos para disimular —le dijo riéndose.

—Eso sólo funciona en la películas, y para eso sólo en las viejas, cuando la gente era más
inocente —se quejó frunciendo el ceño —. Pues no sé, supongo que me vestiré como
cualquier persona.

—Creo que me has llamado viejo… —le pegó un papelito con cola en la mano y sonrió.

—No hice eso… —se rio arrancándose el papelito y haciendo una bolita con él,
lanzándosela —Aprovechado.
—No negaré ese cargo —se sacó el papelito de la pierna y lo dejó en la mesa —. Voy a
darle calor con el secador un rato.

—Está en el baño —le señaló mientras continuaba con la suya ya que se había distraído con
tanta broma y aún no terminaba. Se estaba divirtiendo sorprendentemente y sonrió para sí
en cuanto el moreno se hubo alejado.
Estuvo secándolo un rato, y mientras tanto tomó el móvil para llamar a Ageha, más que
nada por si algo les ocurría.

El asiático contestó enseguida, ligeramente serio y bajando la voz.

—Hola… ¿No me vas a gritar de nuevo, verdad?

—Sólo si te pone cachondo… —le dijo hablando con voz sensual, aunque en realidad
estaba un poco tenso.
—Terco… —sonrió Ageha, relajado al ver que se le había pasado —¿En dónde te has
metido, eh? Estoy en la posada, con Bronco.

—Estoy con Lowe…, sólo quería avisarte que vamos a ir al bosque ese.

—¿Cómo? No, no hagas eso. Todos estuvimos de acuerdo en que era una pésima idea —
Ageha frunció el ceño comprendiendo enseguida que no se refería a una excursión diaria.

—Todavía no, lo haré el martes o así, y ya sabes que no puedes prohibírmelo —alzó una
ceja, moviendo el secador.

—No voy a prohibírtelo, te lo estoy pidiendo como… tu amigo —suspiró, un poco


incómodo de estarle rogando así luego de aquella pelea —Es peligroso y pondrás en peligro
a Lowe también.

—Yo no pongo en peligro a nadie —se rio —. Lowe te mandaría a la mierda si te


escuchase. Él toma sus propias decisiones, quiere ir, igual que yo. Ya sabes que esto es lo
mío.

—Lo sé, bueno, entonces os ponéis en peligro los dos. Es igual —le contestó frunciendo
más el ceño y preguntándose si se estaba vengando además al no hacerle caso —. Bronco
volvió a desmayarse.

—¿De nuevo? ¿Por qué? —se sentó en el retrete, hartándose de estar de pie y mirando
hacia la salita, al rubio.
—Otro trance, esta vez delante de mí, estuvo dibujando de nuevo —le explicó, bajando la
voz por si se despertaba y lo escuchaba hablando con Steiner —. Estoy preocupado.

—Sí, yo también. Cuanto antes acabemos con esto, mejor… —apagó el secador y lo apoyó
en el lavabo —La forma en la que me sacó de la cama aquel día… —lo dejó en el aire —
Eso es malo.

—Lo sé, se lo está tomando como algo muy personal. Don piensa que debemos ayudarlo
sin ser demasiado obvios… Aunque yo estaba pensando en hacer una sesión —sonrió para
sí.
—¿En serio? A mí me parece bien… —apartó un poco la mirada del rubio, preguntándose
si le llegarían ondas finalmente de lo fijamente que lo estaba mirando —Pero escucha…,
empiezo a pensar que… ya sabes… Igual deberíamos dejarlo al margen de eso.

—No creo que sea posible —bajó un poco más la voz, poniéndose de pie y alejándose hacia
la ventana —. Me preocupa dejarlo solo, esta mañana fue al cementerio, tuvo otra visión y
escucha… tiene la mano lastimada, creo que robó la foto de su lápida.

—Mierda…, eso es una mierda… —se levantó por los nervios y susurró —Si te lo hubieras
tirado, no pasaría esto —le dijo de broma, sin querer tomárselo demasiado en serio.

—Si me lo hubiera tirado, el problema sería otro —le contestó, aunque sonriendo también
—. Por eso pensé en hacer la sesión. Creo que es mejor tomar un enfoque más agresivo, en
vez de estar esperando a que lo posea de nuevo, quién sabe lo que puede suceder esta vez.

—Vale, pues habla con él, yo hablaré con… ¡mi churri! —dijo en alto, apoyándose en el
marco y mirándolo.

—¡Te voy a matar! —le gritó Lowe desde la sala, enrojeciendo y frunciendo el ceño —¡Y
trae el secador!

Ageha se rio, cubriéndose la boca después y mirando a Bronco, pero seguía durmiendo
como un tronco.

—Nos vemos luego entonces, buena suerte.

Steiner colgó y se guardó el móvil en el bolsillo. Se rio, desenchufando el secador y


apoyándoselo entre las piernas.

—Toma, está calentito…

—¿Y quién dijo que quería calentarme, eh? —se quejó, moviéndose un poco y conectando
el secador en un enchufe cercano —¿Con quién hablabas?

—Con Ageha, ¿estás celoso? —se sentó donde estaba antes y bebió cerveza, lijando la
máscara para que quedase mejor y echándole una miradita de soslayo, sonriendo.

Lowe lo miró de soslayo también, apartando la mirada enseguida al encontrarse con la


suya.

—Claro que no, ¿le dijiste de eso? Porque habíamos quedado en que no se lo diríamos a
nadie.

—No, sólo le dije que íbamos a ir al bosque, para que sepan dónde buscar nuestros
cadáveres… —se rio, ya que él sí había seguido mirándolo. Sacó unas cuantas pinturas y
comenzó a pintar la máscara de blanco.
—No es gracioso, lo sabes, ¿verdad? —se quejó, mirando fijamente su máscara mientras la
secaba —De todas maneras no es como que haya una cantidad masiva de asesinatos por
aquí.

—No, y no lo es. Lo siento… —lo miró de soslayo, pensando que había frivolizado
teniendo en cuenta lo sucedido a Jiken, pero ni siquiera lo conocía, a veces se olvidaba de
comportarse. Le apoyó la mano en la pierna y se la apretó un poco para disculparse. Acto
seguido movió la otra mano y le pintó una raya blanca en la mejilla.

—¡Ey! —se apartó sorprendido y sobresaltándose al sentir el calor del secador en su mano.
Justo cuando pensaba que estaba siendo amable. Apagó el secador, dejando la máscara a un
lado y lanzándose a quitarle el pincel para vengarse.

—No deberías… —le dijo riéndose y apartando su máscara, sujetándolo por la cintura con
esa misma mano mientras alejaba el pincel con la otra. Se tiró en el suelo y lo arrastró con
él.

—Sí debería, eres un… aprovechado e inmaduro —se quejó, tratando de llegar al pincel de
todas maneras, como si su actitud fuese muy adulta en ese momento.

—Tú eres el inmaduro, yo el aprovechado, que no veas el gustazo que me está dando
tenerte encima… Hum… —bajó la mano y le apretó las nalgas, sin poder dejar de reírse.

—¡Agh! —le pegó en el pecho con la mano abierta, tratando de retirarse ahora,
completamente rojo.

—Dame más, que me gusta… —sonrió, soltando el pincel en el suelo y sujetándole la


cintura con ambas manos.

—Abusivo, suelta o te muerdo —lo amenazó, frunciendo el ceño y pensando que ahora sí
se estaba sintiendo acalorado.

—Eso va a ser peor… —le aseguró, moviendo la cabeza para ofrecerle su cuello y
sonriendo con maldad, mirándolo de soslayo, aunque soltándolo porque él sí que estaba
empezando a tener problemas ya. Tenerlo tan cerca…

—Tonto… —se quejó el chico, enrojecido, y aprovechando para volver a tomar el secador,
encendiéndolo y apuntándolo hacia el moreno como si se tratase de un arma.

—Si tiene aire frío, pónmelo en la entrepierna… —se rio, tapándose los ojos con un brazo,
aunque le iba mal a decir verdad. Hacía tiempo que no se reía tanto.

—Idiota —lo riñó de nuevo el rubio, quitándose de encima por fin y riéndose luego porque
la verdad, todo aquello era una tontería. Apagó el secador, tratando de controlarse —.
¿Tienes pintura dorada?
—Mira en la bolsa, era un pack… —se la pasó tras coger el pincel y sentarse de nuevo,
pintándolo ahora de azul por encima. Sólo le había puesto el blanco para que no se viesen
las letras del diario debajo. Lo cierto es que se había quedado serio. No sabía qué pensar,
sabía que le gustaba a Lowe, ¿pero tan cobarde era? Y él… no se quedaba atrás —Ageha
me dijo algo.

—¿El qué? —le preguntó mirándolo y comenzando a pintar sin mucha ceremonia, aunque
se detuvo ya que con esa tensión le iba a quedar toda marcada la máscara.

—Dos cosas, que Bronco ha vuelto a ver a Jiken o lo que sea, y a dibujar algo, y lo otro. Lo
otro es que queremos hacer una sesión, y creo que deberías participar —comenzó a pintarle
rayas negras, aunque no estaba muy seguro de cómo las tenía un tigre.

Lowe se había quedado mirándolo, serio, no era eso lo que había esperado escuchar, pero lo
prefería así. Asintió con gravedad, volviendo a mirar su máscara.

—Seguro, cuenta conmigo. ¿Sabes qué dibujó?

—No, pero lo veré esta noche cuando regrese —empezó a colorear de negro el borde de los
ojos y luego lo miró, pero Lowe no le devolvió la mirada ahora.

Estaba aplicando el dorado con tanto cuidado como podía, de pronto empezaba a sentirse
nervioso por lo que pudiera suceder.

—¿Quieres que te llame o algo?

—Sí, o puedes… Puedes venir a buscarme —le pidió, enrojeciendo ligeramente y alzando
la mirada después —. ¿Has estado en una sesión antes?

—En varias… Oye, si te da miedo no tienes que hacerlo, ¿sabes? La verdad es que puede
que ni siquiera se presente él, que podamos ser engañados… —se encogió un poco de
hombros. La verdad es que no creía que pudieran ser engañados teniendo en cuenta el
vínculo de Bronco con Jiken.

—No, quiero hacerlo, además, Jiken siempre estuvo allí cuando lo necesitaba —le sonrió
un poco, admitiendo luego —, aunque sí me da miedo, pero es igual.

—Luego puedo pasar la noche en tu casa, pero eso de abrir puertas y todo ese rollo de las
películas… En realidad no sucede, siempre y cuando seas un adulto y no te tomes esto
como un juego, ¿vale? No vamos a desatar la ira de Satán ni nada —le recortó unos
colmillos largos y otros más pequeños, distrayéndose en eso mientras hablaba.

—No pensaba eso —sonrió un poco, desviando la mirada y enrojeciendo, tomando ahora la
pintura negra para hacerle los detalles de los ojos y demás —. Eso me asusta, pero me
preocupa más lo que pueda saber de Jiken, incluso si quiero saber qué sucedió. Y si te soy
sincero, me preocupa que haya algo más con él. ¿Te parece ilógico?
—No, me parece normal. A veces no queremos saber ni siquiera acerca de nosotros
mismos, así que… —se encogió de hombros e hizo unos agujeros para las cintas, aunque
aún no las tenía.

—Sí, supongo… —exhaló con fuerza, mirándolo de soslayo —¿Te preocupas alguna vez?

—Muchas… mucho, pero no lo comparto. Ahora estoy preocupado por varias cosas.

—¿En serio? ¿No quieres… compartir? —le preguntó, sonriendo para sí, ya que acababa de
decirle que no lo hacía.

—No… —se rio, mirándolo un momento —Hay gente a la que le ayuda hablar de ello. A
mí me ayuda ni mencionarlo. Además, todas mis ralladuras de coco son un problema de
discutir contigo.

—¿Y eso por qué será? —alzó una ceja, dejando la máscara un momento y bebiendo de su
cerveza, aunque ya estaba tibia —A mí me ayuda escuchar a otros.

—Bien pues… veamos… Primero está este problema sobre el tío que me gusta. Me gusta
mucho, y por eso no quiero cagarla, y siempre la cago invariablemente, así que intento ser
su amigo y no se me da bien… porque me gusta demasiado —se colocó la máscara delante
y lo miró —. ¿Qué tal?

—¿Qué… tal? Es… Es Ageha, ¿no? —le preguntó sin saber si ponerse nervioso o celoso,
aunque tampoco sabía por qué tenía que estar celoso él.

—Sabes que no… —le dijo sin sacarse la máscara de delante —¿Quieres saber cuál es mi
otro problema? El de Ageha ya te lo conté.

—S… sí —le pidió ya que era él quien había empezado con eso y retomó la máscara,
decidiendo que lo mejor era terminar con aquello.

—La voy a dejar aquí para que se seque —se sentó mejor y lo miró, limpiándose la pintura
de un dedo, a base de rascarla —. Bronco está demasiado obsesionado con Jiken.

—¿A qué te refieres? ¿No es esa la manera en la que trabaja? —le preguntó ya que eso
había asumido.

—No… —se cruzó de brazos y lo miró —No lo juzgues, pero creo que siente algo por él, y
no es pena.

—¿Quieres decir que le gusta o algo así? Pero… nunca lo conoció, no realmente. ¿Es eso
posible? —le preguntó extrañado y dejando la máscara en su regazo por un momento.
—No lo sé. No es que él me lo haya dicho, a lo mejor es algo paternal… Yo ni siquiera
comprendo muy bien a Bronco, la verdad —se descalzó las botas y se recostó en el sofá con
los brazos cruzados tras la espalda —. Tal vez se ha enamorado de él.

—Pero eso sería imposible, Jiken está muerto —lo observó, comprendiendo su
preocupación entonces —. ¿Te ha dicho algo extraño?

—A mí no, pero a Ageha sí —rozó con el pie el reposabrazos, pensando en lo que le había
dicho sobre haber robado la foto de la tumba.

—Ya… —suspiró haciendo los huecos en la máscara para dejarla a un lado por fin, y se
acercó a Steiner, apoyándose un poco en el sofá —No sé qué decirte, lo único que sé es que
Jiken no le hará daño. Tal vez… ¿Crees que sea posible que regrese a la ciudad?

—No… No hasta que lo ayude —se rio, pensando que nadie iba a moverlo de allí —. Y no
serviría de nada, ya le sucedía estando allá, sólo estaría lejos de nosotros.

Además, a lo mejor son sólo cosas mías. Y siempre he tenido la impresión de que le gustan
los que sabe que no puede obtener —lo miró de soslayo y movió la cabeza, apoyando la
cara un poco sobre su brazo.
El rubio no retiró el brazo por una vez, permaneció allí sin saber si tocarlo o no, y
prefiriendo quedarse quiero finalmente.

—Tal vez es para bien, si le gustan los que no puede obtener, no tratará de obtenerlo. Me
siento culpable por haberlo traído hasta aquí.

—Su vida ya era una basura antes de venir… —sonrió, aunque no lo decía con maldad
realmente.

—No hables así, me voy a sentir culpable de todas maneras —le sonrió, seguro de que sólo
lo había dicho para hacerlo sentir mejor.

—Déjalo, ya se le pasará supongo —movió un poco la cara y le besó el brazo, apartándose


inmediatamente —. Creo que me tengo que ir a verlo. Ya te diré cuándo quedamos para
hacer eso, y el martes vamos al bosque, ¿no? —preguntó mientras se ponía las botas otra
vez.

—Sí… —contestó con aire distraído y rojo de nuevo, lo ponía nervioso incluso cuando se
comportaba así, medio serio. Se puso de pie enseguida para acompañarlo a la puerta —
Cuídate.

—Lo intentaré —se colgó su bolsa del hombro y señaló las cosas sobre la mesa —. O te las
quedas o las tiras. No creo que necesite pinturas de esas nunca más —sonrió, regresando de
pronto a por su cazadora al recordarla —. Ahora sí me largo… —le dijo como si no
quisiera hacerlo.
—Vale —se despidió, acercándose un poco y dándole una palmadita en un brazo, ya que
había estado a punto de besarlo. Mejor se concentraba en qué hacer con las pinturas esas,
las pondría en el cuarto de Jiken mientras tanto, no creía que le fuese a molestar.

Steiner salió por fin y cerró la puerta para regresar a la pensión. Tenía que ver a Bronco de
todas maneras.

Through the eyes of a camera

El rubio suspiró, encendiendo la cámara y sentándose frente a ella como solía hacerlo.
Llevaba años grabando su diario de esa manera. Bueno, no era un diario realmente, ya que
no lo hacía todos los días, pero había sentido la necesidad de hablar esta noche.

—Así que… vamos a ir a esas reuniones, Steiner y yo. Nos esconderemos para ver si
podemos averiguar algo. No sé qué pueda pasar, así por lo menos sabrán en donde estamos
si algo sucede, pero prefiero que no pase nada —carraspeó rascándose la cabeza, y
enrojeciendo —. Hablando de eso… no sé qué pensar de Steiner, me gusta, pero me da
miedo. Creo que sólo me invitó a eso de los extraterrestres porque está molesto con su ex
amante. ¿Qué pasa si me decido a salir con él y entonces me deja, eh? Me voy a cabrear —
se quejó, ya cabreándose por algo que no había sucedido aún, pero solía sucederle.

—Dios, esto es estúpido… Debería dormir con él y ya. Agh, no… Quisiera que Jiken
estuviera aquí, aunque ya sé que me diría. “hazlo” ¿No? Siempre con eso… —exhaló,
suavizando la mirada y girándose de pronto —¿Jiken? ¿Jiken, estás ahí? ¿Sabes? Si puedes
aparecerte en un móvil, bien podrías hacerlo en una de estas grabaciones —se giró de
nuevo, suspirando y sonriendo un poco —. No, no sentí nada. Soy muy denso para eso, lo
soy para todo.

Por un momento se quedó callado, serio, pensativo. A veces se sentía extraño hablando sólo
con la cámara, pero lo prefería a escribir y siempre había necesitado expresar lo que sentía,
incluso si no se atrevía a decírselo a nadie.

—En serio te extraño, Jiken, y en serio me gusta Steiner. A ti quiero patearte por no haber
confiado en mí y a él… a él todavía no sé por qué lo quiero patear. Probablemente al que
quiero patear es a mí —sintió que se le aguaban los ojos y se puso de pie decidiendo que
era suficiente vergüenza por una noche —. Bueno, estoy cansado, me voy a dormir —se
despidió de la cámara, apagándola bruscamente.
Capítulo 10

In the darkness of the heart

Oscuridad. Oscuridad y frío. ¿Quién hubiese pensado que el infierno sería frío? No, tenía
sentido. El infierno debía ser incómodo, doloroso, terrible, no tenía que ajustarse a un
estereotipo antiguo.

Se movió, intentando estirarse un poco, pero su rango de movimiento era sumamente


limitado. ¿Realmente estaba en el infierno? Ya había perdido la cuenta de la cantidad de
veces que se había planteado el mismo razonamiento. Estaba muerto, tenía que estarlo,
había muerto. Y si no estaba en el infierno, ¿entonces en dónde estaba? Porque aquello
definitivamente no era el cielo. Tampoco era la nada, hubiera preferido la nada.

Nunca había sido religioso, pero tenía que admitirlo, bajo cualquier creencia, bajo cualquier
cultura, incluso en cualquier filosofía, el lugar en el que estaba no era bueno. Incluso si se
decía a sí mismo que era un lugar creado por su mente, el sufrimiento no se detenía. Pero lo
merecía, ¿no era así? Sí, tal vez incluso desde mucho antes, tal vez toda su vida había sido
un preámbulo a esto. Su padre lo sabía, por eso se alejó. Su madre también lo había
abandonado, y el resto de su familia… Sólo les había causado problemas y preocupaciones.
Quizás ellos podían ver la oscuridad en él, incluso antes de que él mismo se diera cuenta. Y
ahora no podía ver nada, sus ojos estaban cubiertos. Sólo de vez en cuando veía, de vez en
cuando la oscuridad completa se retiraba, pero casi prefería que no lo hiciera, porque
entonces veía su cara, su espantosa cara de látex negro, la personificación perfecta de las
tinieblas. Como si se hubieran retirado solamente para tomar forma humana, para
lastimarlo, y aquel brillo plateado que precedía al dolor. No, era mejor no ver nada.

Pero aquello no era del todo cierto. Incluso con los ojos cerrados podía ver otras cosas, su
mente jugaba él, con sus recuerdos. Podía ver a Lowe, el único amigo que había tenido.
Lowe, que se rehusaba a creer algo malo de él, aun cuando las pruebas eran tan obvias, y le
hablaba, intentaba contactarlo incluso a través de ese abismo, pero no conseguía ni
escucharlo. Y el doctor Crawford, quien había tratado de ayudarlo tanto en vida, a quien le
había contado cosas que no le diría a nadie, casi lo había convencido de que podía ser
alguien, de que valía la pena. Había terminado decepcionándolo, seguramente si pudiera
verlo ahora no sería capaz de sostener su mirada.

Pero todo esto no era más que una fantasía con la que consolarse. (¿Merecía acaso el
consuelo?) Ellos no estaban realmente allí, no podía verlos ni escucharlos. Era muy posible
que aquello fuese parte de su tortura.

No contento con esto, se había formado otra imagen, sin duda una imagen creada por
retazos de cualidades que le hubiera gustado tener cerca en vida. Aquel hombre moreno que
tanto parecía desvivirse por ayudarlo, él sí lo escuchaba, lo veía, extendía la mano hacia él,
y Jiken había deseado tanto poder sujetarla, tanto que había llegado a sentirlo justo allí, a su
lado, seguro de que si pudiera moverse sentiría su tacto. Lo había visto llorar, pero nadie
había llorado por él antes, no de esa manera. Por supuesto que tenía que ser un consuelo de
su mente, él no tenía salvación, ya no era parte de ese mundo y ese hombre… lo más
probable es que no existiese.

Apretó los dientes y se tensó. Podía escucharlo ahora, se acercaba de nuevo. De nuevo
pensó en aquel pájaro que había visto una vez, siendo comido por gusanos, devorado. Así
se sentía la mayor parte del tiempo, excepto que no había nada hermoso allí. Los gusanos
que lo devoraban a él no eran criaturas vivas, alimentándose de su cuerpo, sino un demonio
que se deleitaba con su dolor y su sufrimiento. No había metáforas, ni poesía, ni salvación.
Aquel era su castigo y lo seguiría siendo por toda la eternidad.

Las manos inmundas del demonio lo tocaron de nuevo, y apartó la oscuridad de sus ojos,
permitiéndole ver. Jiken gritó, anticipando el horror una vez más mientras las lágrimas
empezaban a resbalar hacia atrás y deseando morir esta vez, pero era imposible, ya estaba
muerto.

Capítulo 11
In here

Parte I
Lunes, febrero 1

A las once, luego de hablar por la noche con Ageha, y por la mañana con Bronco; ya lo
tenían todo preparado para la sesión de guija. Steiner se bajó de su moto y llamó al timbre
del piso del rubio tres veces.

—Baja, amor —le dijo según descolgó.

Lowe frunció el ceño, colocándose la desgastada cazadora y contestándole

—Ya bajo, sin sobrenombres.

El moreno se rio, y se apoyó contra la pared, esperando por él y mirándose una mano antes
de morderse una uña. Esperó a que saliese y le dio en las nalgas.

—¿Listo?

—No hagas eso —se quejó, cubriéndose y asintiendo luego —. Listo, claro. ¿Tengo que
llevar algo?

—Ese culito sexy… —se rio sólo porque estaba contento de verlo, aunque era una idiotez.
Lo había visto hacía nada. Se subió a la moto y esperó por él,

—Deja la tontería —se volvió a quejar, subiéndose a la moto y sujetándose nervioso de su


cintura, aunque sonrió finalmente ya que era imposible que lo viera en esa situación.
—Pero es sexy —le repitió, ignorando su mal genio y dirigiéndose hacia la pensión, aunque
tampoco se iba dando mucha prisa —. ¿Estás nervioso por eso?

—Sabes que sí —contestó, decidiendo no responder a lo otro y entrecerrando los ojos.

—Igual se te había pasado… —le tocó las manos un momento, tirándole de una para que lo
abrazase más.

—Estoy bien así —protestó, aunque de todos modos se había sujetado con más fuerza —.
No se me va a pasar hasta que sepa algo.

—Tú mismo… —sonrió, avanzando por la despoblada calle de pueblo hasta la pensión.

Aparcó la moto cerca de la puerta y esperó a que el chico se bajase para seguirlo.

—Tú te ves entusiasmado, realmente te gusta esto, ¿no? —lo miró, quitándose la cazadora
ahora y atándosela en las caderas ya que no hacía tanto frío.

—Eh… no, no me gustan mucho las sesiones de guija… —se rio, aunque le había dado un
poco de vergüenza, (y eso sí que era raro), ya que se había sentido evidenciado. Llamó a la
puerta del cuarto de Bronco, y este les abrió en pocos segundos.

—Ho… hola —saludó Lowe mirándolo a los ojos, aun sintiéndose un poco culpable.

—Hola, estábamos esperando. ¿Todos listos? —preguntó Ageha sonriendo y poniéndose de


pie.

—Sí —Steiner pasó también y se sentó en el suelo, ya que no tenían suficientes sillas y
habían pensado que sería mejor así.

Bronco le tocó la cara al rubio, pensando que estaba nervioso por la sesión, y luego fue a
sentarse también, ya que él como sensitivo, era el más apropiado para ser el máster.

Lowe lo siguió con la mirada, nervioso incluso por aquel contacto y fue a sentarse al lado
de Steiner, con Ageha del otro lado.

—¿Cómo hacemos esto? ¿Ponemos las manos en el tablero todos o qué hacemos?

—No, llega con estar aquí, y las preguntas puede hacerlas cualquiera. Yo me ocupo —le
dijo Bronco, mirándolo un momento y esperando a que todos estuviesen centrados para
comenzar. Colocó la mano por encima y esperó —. Jiken, ¿estás ahí? —preguntó el
primero.

“Sí”, fue la respuesta.


—¿Jiken? ¿Jiken, en dónde estás? ¿Qué está sucediendo? —preguntó Lowe, sintiendo la
mano de Ageha en su muñeca.

—Tranquilo… haz preguntas más específicas.

Sin embargo, el tablero contestó sencillamente “Estoy aquí”.

—No es verdad… —Bronco se quedó mirando el tablero —No eres Jiken. ¿Cuántos años
tienes? —preguntó ahora, le parecía imposible que estuviera allí y él no lo sintiese.

“Ninguno”, fue la respuesta.

—¿Cómo que no es Jiken? —preguntó el rubio mirando a Steiner y pensando en lo que le


había dicho la noche anterior —¿Estás con Jiken?

“Soy Jiken” contestó insistiendo.

—A veces pasa —le dijo Steiner.

—No, no lo eres… —Bronco apartó la mano y cerró los ojos, acercándola de nuevo y
tratando de concentrarse en contactar con él. De aquel modo debería ser más fácil, ¿no?
¿Por qué no les contestaba?

Lowe se estremeció de pronto, sintiendo un viento frío y mirando hacia la ventana. No


estaba cerrada, pero no había hecho tanto frío cuando llegaron.

—¿Bronco? Bronco —Ageha llamó su atención, ya que el moreno se había quedado


mirando fijamente hacia el frente de pronto.

—Espera… —le pidió Steiner, que sin embargo no le gustaba nada ver esas cosas si
envolvían a gente que él conocía.

Bronco no se movía para nada, y de pronto apoyó la mano donde antes para hablar.

“Ayuda” —escribió ante la mirada atenta de los otros tres participantes —“Quiero que
termine”

—¿Qué… quieres que termine? ¿Esta vez sí eres Jiken, verdad?

“Sí, Lowe”—contestó como para que comprendiera que decía la verdad.

—¿Te mataron? —le preguntó Steiner sin pensárselo dos veces.

“Estoy muerto porque tenía que morir, fue mi castigo”

—¿Castigo? ¿De qué hablas?


Las manos de Bronco permanecieron quietas por un momento, como si el chico dudase en
responder, y de pronto volvieron a moverse, indicando.

“Vino por mí, tenía que morir. Sólo quiero que termine”

—Creo que está histérico, si es que eso es posible —Steiner miró de soslayo a Ageha, que
parecía asustado o preocupado. Tal vez una mezcla de ambas cosas —. ¿Qué podemos
hacer por ti?

“¿Destruidme?” —preguntó haciendo que Ageha levantase la cabeza para mirar a Steiner.

—¿Cómo hacemos eso?

Sin embargo no contestó esta vez. Si eso no era un espíritu confundido, entonces nunca
había visto uno.

Bronco se movió, llevándose la mano a la frente, como si hubiera leído aquel mensaje y no
lo aceptase de ninguna forma. Trataba de recuperar el control de su cuerpo.

—Déjame ir contigo —le pidió una vez más.

—No… —Steiner lo miró —Bronco.

—¿Estás loco? Bronco —le insistió Ageha, extendiendo una mano hacia él, pero sin
atreverse a tocarlo, notando que su mano volvía a moverse hacia el tablero.

“Gra…” —escribió antes de detenerse una vez más.

—Jiken… —Bronco frunció el ceño, y le dio un puñetazo al suelo antes de levantarse.

Steiner había alzado una ceja y se quedó mirando a Ageha como dejándoselo a él.

—Bronco… Tranquilízate, ¿estás seguro de que ese sí era Jiken, verdad? —lo rodeó con los
brazos, como protegiéndolo —No quiere llevarte con él, debe ser porque…

—Porque no quiere hacerle daño —finalizó Lowe, que permanecía mirando el tablero
como si le fuera a decir algo más de un momento a otro. Seguía siendo un idiota incluso
muerto, ¿por qué no había podido decirles lo que le sucedía?

—No va a hacerme daño, sólo son visiones —se quedó quieto entre los brazos de Ageha,
apartándose un poco después y arrodillándose en el suelo de nuevo, para mirar a los ojos al
rubio —. ¿Sabes en dónde hay un lago por aquí? —le preguntó de forma urgente —En el
bosque.
—Sí, sé en dónde está, pero… ¿por qué? ¿Vio un lago? —le preguntó, sintiéndose
contagiado de su urgencia.
Después de todo, ahora sentía que tenía que ayudar a Jiken más que nunca.

—No me hables de usted —le dijo de pronto, levantándose y sujetando su mano —.


Vamos, llévame allí.

—Che, che… alto. Yo también voy —Steiner sujetó el brazo del rubio para que no se lo
llevase así.

—No hace falta una excursión… —protestó Bronco, que obviamente tenía prisa, aunque la
situación no había cambiado.

—Sí hace falta, porque ni tú ni él parecéis estar pensando con claridad —Ageha se puso de
pie, cruzándose de brazos —. Vamos todos.

—Es igual, vamos ya. Jiken está sufriendo —se quejó Lowe, tirando de ambos hacia la
puerta.

Bronco salió, negando con la cabeza y apresurándose hacia el coche. Steiner le echó una
mirada a Ageha y esperó con él mientras cerraba la puerta.

—Esto no me gusta —casi susurró en su oído.

—A mí tampoco, pero no creo que podamos disuadirlos —se encogió de hombros, mientras
Lowe los llamaba.

—¡Apresuraos!

—Ya, pero… joder, está muerto. ¿A dónde coño estamos yendo y de qué coño nos sirve?
Como se pongan muy histéricos se lo voy a decir —le advirtió, sujetándole la cintura
mientras bajaban las escaleras.

—Lo sé, ¿crees que voy a dejar que le pase algo a Bronco? —suspiró, pasándose una mano
por el cabello —Ni siquiera él mismo sabe lo que quiere.

—Ya, pero no lo demonices… —se rio porque ya sabía cómo se ponía cuando se trataba de
alguien que quería.

Los otros dos ya estaban en el coche, Bronco delante y el rubio detrás, ya que el sitio de
delante lo reservaba para Ageha además.

—Pues que tenga cuidado y lo ayudaremos —sonrió un poco, pasando al asiento delantero
con toda naturalidad.
—Vamos —Bronco encendió el coche enseguida, yendo en la dirección que Lowe le había
explicado mientras los otros dos bajaban. Estaba fumándose un cigarro, como siempre que
estaba concentrado, y no dejaba de pensar en lo que había dicho el chico de no querer
hacerle daño. No se lo hacía, no dejaba de repetirse mentalmente que lo dejase ayudarlo.
Más tenso no podía estar.

—Sabéis que no vamos a encontrarlo ni nada así, ¿no? —les preguntó Steiner, aunque sin
ánimo de hacer daño.

—Es igual, no vamos a hacer lo que nos pidió de todas maneras —contestó Lowe, mirando
a Bronco luego, ya que se sentía apoyado por él —¿No es así? No sé en qué está pensando,
pero hay algo que no nos dice.

—Creo que sólo está asustado, y quiere que eso termine. Y no, no vamos a hacer lo que nos
pide, vamos a tratar de saber la verdad de lo que sucedió, y a explicársela para que
comprenda y deje de… tener tanto miedo —Bronco conducía mirando adelante fijamente
—. No vamos a abandonarlo.

—Tampoco queremos que te mueras tú para arreglarle a él las cosas —Steiner se apoyó en
el marco de la ventana, resoplando.

—Eso es lo que digo yo. Ni siquiera él quiere eso, piénsalo, Bronco —lo apoyó Ageha,
mirándolo con tranquilidad, pero tenso por dentro.

—Nadie dice que vaya a morirme por agotarme y sangrar por la nariz, ¿no? —el moreno
frunció el ceño, mirando a Ageha de soslayo —Estoy bien, pero no puedo quedarme de
brazos cruzados ni ser pasivo con esto. Sólo nosotros podemos ayudarlo, y si no lo
hacemos… ¿en qué nos convierte?

—No he dicho que no lo ayudemos, pero deja de pedirle que te lleve con él, y además no
sé…. No soy médico —Ageha sacó su teléfono móvil marcando el número de Don, para
dejarle un mensaje de texto. Quería que supiera en dónde estaba por si acaso.

—Ya os dije que Jiken no le hará daño, no es egoísta ni… —Lowe suspiró, mirando al
camino —Es por eso que no termina de decirnos lo que le sucede. Siempre estaba
ocultando cosas para que no me preocupara.

—Pues no le sale muy bien lo de no preocupar ahora… —protestó Steiner, que no se fiaba
nada de Bronco, también era un especialista en ocultación.

—Es por aquí, ¿verdad? —los interrumpió este para dirigirse a Lowe.

—Sí, por allí, ese camino —le señaló el rubio, escudriñando el lugar como si Jiken fuese a
salir de cualquier esquina para guiarlos.
—¿Has venido a este lugar con Jiken, Lowe? ¿Te dijo algo? —le preguntó Ageha,
girándose un poco y decidiendo que no ganaban nada con reñir a Bronco. Lo mejor era
intentar ser de utilidad.

—No, todo el mundo conoce el lago, es todo, aunque no suele ser frecuentado en esta
época.

—Con las ganas que tenía de darme un baño… —ironizó Steiner, recostándose en el
asiento mientras Bronco aparcaba.

Salieron del coche enseguida, siguiendo a pie el camino, en parte porque Bronco iba
delante, guiándolos cómo si fuese capaz de recordar algo. Le pitaba una oreja y cerró los
ojos por un instante visualizando unas manos que sujetaban las de Jiken, llevándolo por
aquel camino de noche. No lo veía a él, sólo sus manos como si fueran las propias, y las
manos que las sujetaban. Llevaba unas cintas blancas en las muñecas y recordó aquella
visión.

—¿Bronco? —Steiner lo hizo abrir los ojos —No deberí...

—¡Estoy bien! —se soltó, continuando delante de ellos.

Ageha frunció el ceño, acelerando el paso, aunque sin decir nada. A diferencia de aquel
otro camino, este estaba libre de obstáculos, limpio casi.

—¿Qué ves? —preguntó Lowe, sintiendo el aguijón de la culpabilidad, pero necesitaba


saberlo.

Para Bronco, aquella visión volvía a definirse, las manos atadas con la cinta blanca, los
pasos tambaleantes del chico. No era una visión muy clara y la razón era que los ojos de
Jiken tampoco lograban definir muy bien las formas. Las cosas se veían etéreas, casi
mágicas a su alrededor, incluso el camino parecía ondular levemente como si se tratase de
tela en lugar de tierra.

—Alguien lo llevaba por aquí, lo llevaban atado y… creo que drogado… —Bronco estaba
mareándose, pero no les dijo nada al respecto. Los instantes de realidad y visiones eran
como flashes violentos que a veces le dificultaban caminar correctamente.

Bajó por una cuesta que se desviaba del camino principal, un sendero muy estrecho y lleno
de ramas de árboles. Las apartó con la mano de cualquier manera, haciéndose sitio.

Cuando los demás llegaron abajo, vieron el lago desde allí. No era el camino principal, que
daba a una especie de embarcadero. No, era simplemente una de las orillas.

—¿Estaba aquí? —preguntó Steiner.


Bronco apenas lo escuchó, estaba viéndolo de nuevo. Sus pasos hundiéndose en el barro, y
notó que estaba descalzo. No pudo evitar echarse un paso atrás al ver una especie de cara
totalmente negra y borrosa. No parecía humana, o al menos esa había sido la percepción del
chico.

—¿Qué sucede? —pregunto Ageha sujetándolo por los hombros, preocupado. Se sentía
impotente. No podía dejarlo solo, pero tampoco parecía poder hacer nada por él.

—Mirad —Lowe señaló hacia delante, había un arbusto medianamente frondoso a un lado
del camino, y algo de madera sobresalía del mismo. Corrió hacia allí, demasiado
entusiasmado como para ser cuidadoso.

Steiner fue tras él mientras se quedaba Ageha con Bronco, esperando a que se recuperase.

Ayudó a Lowe a apartar las ramas un poco. Había una especie de balsa allí, con flores ya
mustias atadas en los bordes y algunas cintas de color hueso y negras.

—No lo toques… es mejor que no sepan que los estamos vigilando.

Bronco y Ageha se aproximaron enseguida, y el mayor observó aquella balsa sorprendido.


Apoyó la mano encima y lo sintió. Se arrodilló, tocándola y tocando las flores mustias.
Había una pluma negra entre las maderas y la sacó de allí.

—Esto… es de la máscara de Jiken.

—Es cierto, lo vi en el dibujo —asintió Lowe, aunque hubiese podido ser otra pluma de
otra máscara, pero ¿cuáles eran las posibilidades?

—¿Estás seguro de que no sabes qué hacían en esas reuniones, Lowe? —preguntó Ageha,
pensando que nunca había visto algo así. Bueno, en realidad estaba pensando en las
quedadas a las que iba cuando era adolescente, tan sólo había cerveza, cigarrillos, y…
definitivamente nada ritual.

—No, yo creía que se emborrachaban. Supuse que Jiken sólo iba a observar la naturaleza
humana o yo qué sé, para sus cuadros…

—No… no era lo que hacían… —Bronco olió la pluma sin darse cuenta, pero sólo olía a
naturaleza y nada más —Alguien lo trajo hasta aquí drogado, descalzo y atado… y lo
dejaron flotar en el lago… congelándose.

No, no estaba muerto entonces, en ese momento sólo estaba congelado de frío. Se enderezó,
apoyándose en el árbol y entregándole la pluma a Lowe, seguro de que tenía más derecho a
quedársela.

El rubio la miró como si fuera algo extraño por un momento y luego la sujetó contra su
pecho. ¿Qué le habían hecho a Jiken? ¿Acaso se había prestado para eso?
Ageha le apretó un hombro, sintiendo pena por ese chico y se agachó por ver si había algo
más en el suelo.
Bronco volvía a estar mirando hacia el lago, y se guardó las manos en los bolsillos de la
cazadora, concentrándose en tratar de ver algo más. Recordó las lucecitas que llevaban al
lugar en donde estaba el chico. Lucecitas en el agua, bajo la misma, ¿por qué?

Se sacó la cazadora y Steiner, que estaba mirando a Lowe, alzó la vista un momento al ver
el movimiento.

—¡No hagas eso! —apartó un poco al rubio para sujetar a Bronco, pero el otro ya había
echado a correr tras sacarse las botas para lanzarse al agua.

Cerró los ojos mientras nadaba, tratando de recordar el sendero y sumergiéndose.

—¡Bronco! —Ageha lo llamó, nervioso, pensando en ir tras él y quitándose la cazadora ya,


por si acaso, mientras Lowe se inclinaba sobre el agua.

Por debajo de la misma, suaves ondas rodeaban a Bronco, guiándolo, pudo ver la figura del
chico, recogido sobre sí mismo y con la cara cubierta por sus propios brazos, como
esperando a que lo rescatara.

Salió a la superficie a respirar, y se hundió de nuevo, nadando hacia el fondo para tratar de
llegar a él. Estiró el brazo para tocarlo, pero desapareció, dejando atrás un pequeño
remolino en el fango. Hundió la mano en el mismo, mirando a su alrededor, pero ya no
estaba allí. Salió a la superficie, limpiando lo que tenía en su mano, sin comprender lo que
era.

—¡Bronco! —Steiner estaba sujetando a Ageha por si acaso, y se sintió aliviado al ver que
Bronco ya regresaba a nado.

Cuando salió del agua, se sacudió la cabeza un poco y caminó hacia Lowe, abriendo la
mano y mostrándole lo que tenía dentro para ver si él sabía qué era.

Los ojos del rubio se agrandaron enormemente al ver aquel pendiente de plata con la forma
de un dragón.

—Pero… pero…

—¿Qué sucede, Lowe? —le preguntó Ageha, aunque ahora estaba usando su cazadora para
secarle el cabello a Bronco, quisiera o no.

—Es que… a Jiken lo enterraron con eso, lo llevaba puesto, era uno de sus favoritos.

—No puede ser… —Steiner negó con la cabeza —¿No tendrá dos o algo así? —le tocó el
brazo como para que reaccionase, mirando de soslayo a Bronco mientras se sacaba la
camiseta para ponerse la cazadora, que al menos estaba seca. Estaba temblando de frio.
—Puede ser una especie de “aporte” o algo así —susurró congelado, dejándose secar
aunque molesto —. Puede que él lo haya colocado ahí ahora, como espíritu. Pero no
sabemos por qué.

—¿Pero es eso posible? ¿Cómo lo sacó de la tumba? —negó Lowe —No tenía dos, lo sé,
tenía muchos, pero ninguno repetido.

—¿Significaba algo en especial? Quizás se lo regaló alguien…

—Sólo sé que era uno de sus favoritos, pero creo que era por el diseño.

—Eso es posible —le aseguró Bronco —. Los aportes pueden ser incluso piedras o…
agujas dentro de la boca de alguien, que desde luego no se las había tragado —se apretó un
poco con los brazos, congelado.

—Vamos a que ese se duche antes de que le dé una pulmonía —les pidió Steiner, negando
con la cabeza, aunque a decir verdad, estaba bastante alucinado con todo eso. Le habría
gustado tomar unas fotos con su cámara, luego hablaría con Lowe para regresar allí de
noche.

—Sí, será lo mejor. Quizás deberías dejarle eso a Lowe para que lo guarde —sugirió
Ageha, preocupado con que se obsesionase aún más, pero el rubio negó con la cabeza.

—Jiken se lo dio a él, a lo mejor quiere decirle algo o… puede ver algo más con eso.

—Gracias —le dijo el moreno, guardándoselo en el pequeño bolsillo de los empapados


jeans negros.

—Vamos —Steiner lo dirigió hacia la cuesta, recibiendo un ceño fruncido como respuesta a
sus cuidados, que no le afectó para nada. Esperó a Ageha y lo miró a los ojos —. ¿Vas a
quedarte tú con él o lo hago yo?

—Nadie, quiero estar solo —protestó escuchándolos.

—Pues estás de mala suerte —le advirtió Ageha, susurrando luego —. Yo me quedo, tú ve
con Lowe, creo que te necesita.

El rubio carraspeó, como diciendo que había escuchado eso, aunque miraba a otro lado.

—Siempre lo hace… —bromeó para calmarlo, rodeándole los hombros y pegándolo a él,
por una vez, sin la intención de meterse con él.

—En serio, dejadme en paz. Sólo voy a darme un baño, dormir, y comerme algo, y no
necesito una niñera para eso. Además, tú tienes que ver a tu novio, ¿no? —le dijo Bronco a
Ageha para disuadirlo —Ayer ya tuvo que largarse por mí, al final me pondrá una vela
negra.
—Claro que no, él me comprende… —se quejó, aunque lo cierto es que sí lo estaba
descuidando. Sujetó las manos de Bronco, poniéndose delante de él y haciendo que lo
mirase a los ojos —Prométeme que no vas a hacer ninguna locura, al menos no por hoy.

—No voy a hacer nada. Sólo lo que te he dicho. No saldré de mi cuarto, ¿vale? —le besó la
frente y siguió caminando hacia el coche, sujetándolo de la mano.

—¿A que parecen un matrimonio? —le preguntó Steiner a Lowe.

Sí —asintió el rubio riéndose y cubriéndose la boca.

Ageha se giró mirándolos.

—Escuché eso, parejita de tórtolos —contestó, sonriendo al ver los colores cambiar en la
cara de Lowe, y alejándose detrás de Bronco.

—Y ahora mi abuela… —se burló Steiner, hablando en alto y metiéndose con Ageha,
aunque aproximó al chico más a su cuerpo —Te invito a una pizza o algo así.

—A ver si tu abuela tenía estas nalgas —le devolvió Ageha sin embargo, riéndose de
nuevo.

Parte II
Lunes, febrero 1

Don se levantó del asiento tras terminar de organizar las últimas fichas de los alumnos con
los que tenía cita mañana, y las guardó en una carpeta para llevárselas a casa y echarles un
vistazo.

No había vuelto a saber de Ageha desde el domingo después de irse de la pensión. No


estaba preocupado a decir verdad, al menos no por su integridad física, pero lo echaba de
menos. Prefería no llamarlo, no quería verse demasiado dependiente, a pesar de que lo era.
Llevaba mucho tiempo solo y ahora que no lo estaba… no quería recordar la sensación de
silencio y quietud en la casa. Salió y cerró la puerta con llave, pasándose una mano por el
cabello.

Iba diciéndose todas esas cosas muy lógicas a su parecer, cuando lo vio en el pasillo,
caminando directo a la oficina. Inmediatamente sonrió un poco y se aproximó a él.

—Don… —sonrió el asiático, yendo a abrazarlo y deteniéndose, siempre se olvidaba de


que no estaban en la ciudad, y además estaba en su lugar de trabajo —pensé que ya te
habrías ido a tu casa, pero no contestaste el teléfono. ¿Me acompañas a beber un café?

—Claro…, pero no en esta cafetería —le ofreció su brazo y se guardó la mano en el bolsillo
—. ¿Todo bien? —le preguntó, ya que enseguida había empezado a notar sus gestos de
preocupación.
—Supongo… tuvimos esa sesión y a Bronco se le ocurrió ir al lago. Parece que ya había
tenido una visión con ese lugar —le empezó a explicar, estremeciéndose un poco.

Cuando terminó de narrarle lo sucedido, Don todavía estaba intentando buscar algo hábil
que decir, sin parecer crédulo. Aquellas cosas carecían de sentido para él, y sin embargo
sabía que esa gente no estaba mintiendo.
Dieron unos cuantos pasos más hacia la cafetería que había cerca de la universidad, pero
fuera del campus. Le abrió la puerta, todavía reflexionando.

—No lo sé, es muy extraño, Ageha. Te creo, y eso es lo peor en realidad.

—No lo es, sería terrible si no me creyeras ahora —sonrió de nuevo débilmente —.


Además, decir que estoy preocupado por Bronco ya es poco. No estoy seguro de lo que
podamos hacer en este caso.

—Es difícil. No es un niño al que se le pueda alejar del problema, tiene que querer hacerlo
él, y no parece dispuesto —se sentó frente a él en una de las mesas próximas al escaparate y
le echó una hojeada a la carta —. En estos casos a veces es mejor fingir que colaboras para
que confíe en ti y al menos estar informado de todo lo que hace. Si siente que tiene que
esconder su… pequeña obsesión para seguir adelante con ella… lo hará. Eso es un
problema —alzó la mirada y lo observó, comprobando su reacción ante lo que le había
explicado.

—Lo sé, es lo que intento hacer, pero eso no significa que no me muera de miedo. Y no
sólo es eso, a pesar de todo, creo que lo comprendo. Me refiero a que comprendo sus ganas
de ayudar a Jiken, pero me sería más fácil hacerlo si no estuviera obsesionado —le aclaró,
mirando la carta también y decidiendo que además tenía hambre —. Incluso he pensado
que la próxima vez deberías estar con nosotros, eras su psicólogo, tal vez puedas notar
cosas que nosotros no.

—Está bien… estaré si es lo que quieres —le aseguró —. Tal vez pueda ayudarlo a tomarse
las cosas con más calma también —miró al camarero que acababa de llegar y le pidió un
café con leche y un trozo de pastel de arándanos y queso.

—Yo quiero un capuccino y… un pastel de fresa —le pidió Ageha sonriendo


encantadoramente hasta que se fue y entonces mirando a Don —. Eso me encantaría. Por
otra parte, creo que tu paciente también lo necesita.
—Mañana tiene que venir a verme y hablaré con él —lo miró a los ojos cruzando los
brazos en la mesa —. No lo llames así.

—Sólo era una broma. Lowe, sé que se llama Lowe —se rio en bajito, tocándole la pierna
con un pie por debajo de la mesa —. Se deja llevar por la obsesión de Bronco.

—Es natural, echa de menos a su amigo, y siempre ha pensado que no se había suicidado.
De pronto aparece alguien que respalda de algún modo su teoría y… se convierte en su
aliado —se encogió ligeramente de hombros y dejó sitio al camarero, apoyándose de nuevo
en cuanto desapareció con su tarjeta, ya que había aprovechado para pagar la cuenta.

—Lo comprendo, bueno, al menos él tiene a Steiner para que lo cuide. Bronco no deja que
lo vigilemos —sonrió, suspirando y mirándolo a los ojos, sin siquiera notar que había
pagado —. Yo le creo, ¿sabes? Esto no parece un suicidio por ningún lado.

—Bien, pues mañana por la mañana, cuando salga de la universidad iré a comisaría a que
me digan si cabe lugar a otras posibilidades. Te recuerdo que… haya lo que haya visto
Bronco, su cadáver estaba en casa —cogió un trozo del pastel de Ageha y se lo llevó a la
boca. Estaba un poco empalagoso.

—Tengo que comer cosas dulces para saber bien luego —sonrió al ver su gesto, cogiendo
un trozo del pastel de Don como intercambio —. Y lo sé, pero pudo haber sido
envenenado… Por lo que vio Bronco, el chico estaba drogado.

—No sé…, no me gusta asumir cosas descabelladas —lo miró comerse su trozo de pastel y
pinchó una fresa del suyo, comiéndosela y sintiendo que le iba a dar la risa al final —.
Necesito pensar que los forenses y los policías hacen bien su trabajo, para poder dormir de
noche —le dijo medio en broma.

—Pero dormirás mejor de noche si sabes que Jiken puede descansar —lo miró de nuevo,
sonriendo y cogiendo otro trozo pequeño de su pastel, riéndose para sí —. Cualquiera
comete una equivocación, es natural. Incluso los forenses y los policías.

—Deja de comerte mi pastel… —se rio, moviendo la mano y tocándole la suya


discretamente, aunque se apartó cuando regresó el camarero con el ticket para que se lo
firmase. Se guardó la cartera en el bolsillo mientras el chico se iba tras darles las gracias, y
volvió a mirar a Ageha mientras tanto —¿Podría hablar con Jiken a través de Bronco o algo
así? —se le ocurrió de pronto. Si no era él… lo sabría de inmediato.

—Supongo que sí, si hacemos otra sesión. No es que realmente hable a través de él —le
explicó poniéndose serio. Le parecía una idea estupenda —. Quizás se comunique mejor
contigo que con dos extraños y su mejor amigo desesperado.

—Quizás. Al menos podemos intentarlo —bebió un poco de café tras echarle tres
cucharaditas de azúcar y lo miró de nuevo, pensando en otro tema de pronto —. ¿Y cómo
van las cosas con Steiner?

—Muy bien, parece haberlo superado. Claro que no me extraña demasiado ahora… —
sonrió encogiéndose de hombros y cogiendo otro trozo de pastel, esta vez del suyo. Lo
cierto es que estaba aliviado de que las cosas se hubieran arreglado así.

—¿Y eso te hace sentir un poco… mal? —le preguntó sin dar muestras de cómo le podía
parecer eso.
—No, ya no. Quiero que sea feliz —lo miró a los ojos, hablando de manera sincera —.
Tenías razón, en realidad me celaba porque tenía miedo de perderlo y de estar solo.

—Suelo tenerla… —bromeó, sonriendo un poco, sólo porque se sentía aliviado —¿Y cuál
es el motivo por el que ya no te extraña?

—¿No es obvio? Está persiguiendo a Lowe ahora. Bueno, ya lo hacía desde antes —le
contestó, echándole azúcar a su café y bajando la mirada —. ¿Celoso?

—No, Steiner no es mi tipo —se contuvo de hacer bromas que pudiesen molestarlo, pero
sonrió, bebiendo un poco más de café —. No voy a decir que me agrade esa información
del todo, pero si he de ser justo… a ese chico le vendrá bien alguien como Steiner.

—¿Lo dices en serio? —Ageha alzó la mirada por poco dejando caer la cuchara y
provocando un tintineo de la misma al chocar contra la taza. No se había esperado eso para
nada —¿Por qué piensas eso?

Don se rio con suavidad, mirando su propio café, y luego al chico.

—Porque… si puedo adivinar, Steiner es divertido y nada le afecta. Lowe se siente


agredido por todo lo que le rodea, o intimidado. Creo que le hará sentirse protegido y
desinhibido, y… bueno. Necesita divertirse un poco. Por otro lado, Lowe es un desafío para
Steiner, tal vez le enseñe un poco de autocontrol, quién sabe…

—No sé si le podrá enseñar autocontrol a Steiner, pero no se lo está poniendo nada fácil,
eso te lo puedo asegurar, y eso es algo que no le sucede a él —se rio, revolviendo el café y
enrojeciendo ligeramente por haberse sorprendido así, no recordaba que le hubiera sucedido
antes, siempre era él quien sorprendía a los demás —. Yo también creo que hacen buena
pareja, pero esperaba protestas de tu parte.

—Yo no protesto cuando no sucede nada. Cuando ocurre tomo medidas, eso es todo —le
sonrió un poco, volviendo a su trozo de pastel luego.

—No me digas que crees que se mantendrán así para siempre, ¿eh? Porque Steiner no se va
a aguantar y Lowe es muy joven.

—A mí no me importa lo que hagan. No soy su padre… —se rio, mirándolo a los ojos —
Pero si lo perjudica, y no me refiero a una cosa normal... entonces ya tendré algo que decir.
Pero no creo que Steiner sea una mala persona, sólo un inmaduro.

—Realmente eres bueno en esto de catalogar a la gente, ¿eh? —comentó impresionado y


recordando ahora cómo lo había analizado a él en aquella primera cita —No, no es una
mala persona, por el contrario, pero es como un niño grande. Es parte de su encanto, a decir
verdad.
—No me hables de las cosas que te gustan de él… —se quejó, aunque no lo decía en serio,
o sí, pero se le había escapado.

—No te pongas celoso, sólo lo decía neutralmente —se rio, guiñándole un ojo, sintiéndose
ligeramente triunfal en realidad —. ¿Te pusiste celoso? Admítelo…

—Lo admito —lo miró a los ojos, sonriendo un poco y terminándose el café. Movió la
mano y le tocó el antebrazo, pensando en su piel suave y en lo pequeño que era su cuerpo
comparado con el suyo. En ese sentido le recordaba a Jiken, siempre le habían dado ganas
de abrazarlo por motivos completamente distintos, aunque por supuesto, no lo había hecho.

Le apretó el antebrazo y se echó hacia atrás otra vez, abriéndose un poco más la camisa.

Ageha bebió de su café sin apartar la mirada del moreno, sonriendo por dentro en realidad y
por supuesto, bajando los ojos por la piel que asomaba ahora.

—Te amo, no tienes que ponerte celoso. Por primera vez en mi vida, estoy completamente
seguro de lo que quiero. Aunque admito que me halaga.

—Ya sé que no tengo que hacerlo, pero es inevitable cuando amas de verdad. Tener miedo
de que te lo quiten o de perderlo. El problema es cuando los celos son enfermizos, esto es
sano… —se rio de sí mismo, siguiendo la mirada de Ageha —¿Quieres que nos vayamos?

—Un momento —le pidió, tomando la taza y acabándose el café —sonriendo luego al
bajarla de nuevo —. Ahora sí.

—Tampoco tenías que darte prisa —se rio, levantándose y esperándolo para salir con él —.
¿Cuándo podré hablar con Bronco?… o con Jiken más bien

—Podríamos ir a verlo esta noche, de paso reviso que no haya hecho ninguna locura —
sonrió, sujetándose de su brazo y soltándolo de nuevo luego —. Aunque tal vez debería
dejarlo descansar. Lo que sucede es que no creo que lo haga.

Don lo sujetó por los hombros, aproximándolo a él y pensando que se preocupaba


demasiado por todo el mundo, aunque eso le gustaba de él.

—¿Por qué no le ofrecemos un somnífero esta noche? Algo suave. En algún momento tiene
que descansar.
—Me pregunto si lo aceptará, es un poco terco —suspiró, pegándose inmediatamente a él
como si aquel simple gesto le hubiera dado permiso para relajarse —. ¿No será peligroso
dada su condición?

—No lo creo… lo peor que puede ocurrir, es que tenga una pesadilla —le acarició el
hombro discretamente, rozándole el cuello con un dedo después —. Vamos a mi casa para
que pueda dejar allí las carpetas, ¿vale? Haré algo decente para cenar y llevaremos vino.
¿Solucionará lo del somnífero?
—Creo que sí, no es muy bueno con el alcohol —se rio, recordando las veces que habían
bebido juntos. Por eso cuando querían hablar, se limitaban al café —. Le servirá para
relajarse también.

—Vale… —sonrió un poco y lo acercó, besándole una sien sin poder contenerse. Le hacía
sentir bien, aunque no hiciera nada especial.

*****

Bronco se metió en la bañera, aunque prefería las duchas, pero había querido ser necio y
sólo se había desnudado y enterrado bajo las sábanas. No se le pasaba el frío… Al entrar en
el agua caliente notó una sensación de alivio inmediata, y estiró el brazo para tomar el
pantalón.

Sacó el pendiente de allí y se quedó mirándolo fijamente. Nunca había conocido a alguien
como Jiken, no personalmente. Él nunca se habría puesto algo como un dragón en la oreja.
Se rio con suavidad, y antes de pensarlo, ya estaba cambiando la pequeña bolita plateada de
su oreja por aquel pendiente, sólo por curiosidad.

Si se lo dejaba puesto, seguramente Ageha pensaría que se había vuelto loco.

El agua se movió a su alrededor de manera suave, formando ondas en torno a su cuerpo,


apenas se hubo colocado aquel pendiente. No era algo natural, era como si hubiese una
corriente debajo del agua o más bien, como si algo estuviese serpenteando bajo la
superficie, algo que acariciaba sus piernas de vez en cuando.

Tocó con los dedos la superficie con curiosidad, sintiéndolo de nuevo allí, con él. Era muy
extraño sentir alivio y felicidad cuando lo notaba cerca. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en
el borde de la loza, a la vez que unos dedos finos emergían del agua, casi transparentes,
sujetándose a los suyos por un segundo, antes de desaparecer de nuevo.

Bronco abrió los ojos de golpe, por poco había apartado la mano, nunca había sentido algo
tan real de ese modo. Se hundió en el agua y abrió los ojos allí, observando cómo se hundía
arriba, de forma antinatural, formando un rostro a la altura del suyo, el cabello cubría sus
rasgos aún así, pero sabía de quién se trataba.
Abrió la boca y varias burbujas salieron de ella, flotando hacia el moreno y yendo a
descansar sobre su pecho.

Alzó la mano despacio para tocarlo, pero sus dedos atravesaron el agua sin más. Ya no
aguantaba más sin respirar, pero no quería dejar de mirarlo. Cuando emergió ya no podía
verlo, desde luego, y se pasó la mano por la cara, tratando de sacarse un poco el agua,
aunque en realidad, dudaba mucho que todo lo que le mojaba las mejillas ahora mismo,
fuese simplemente agua.
El pendiente se balanceó suavemente en su oreja como si algo lo hubiese tocado, y un
viento sumamente leve lo rodeó, en realidad era como si algo lo rodease, intentando
abrazarlo.

—Deberías estar aquí… —susurró, pensando que tristemente, era incapaz de soportar la
idea de que estuviese muerto. Salió del agua y desprendió de la barra de la cortina, la toalla,
envolviéndose con ella las caderas y sentándose en el váter para secarse el cabello.

Al lado de sus huellas aparecieron otras, haciéndole juego. Las manos de Jiken se
extendieron hacia él una vez más, pero no lo vería, era igual.

—Quisiera estar allí —murmuró por toda respuesta.

Bronco escuchó su voz claramente y pensó que era una voz preciosa, suave y profunda,
muy masculina. Era muy extraño porque las voces solían sonar distorsionadas, pero esta se
oía claramente como si estuviese allí, o en su cabeza incluso.

Cerró los ojos, tratando de concentrarse en sentirlo, y poco a poco supo que estaba allí
frente a él, aunque no podría verlo si abría los ojos, y tampoco era algo realmente físico,
sólo un contorno de energía. Se levantó frente a él, y sin abrir los ojos movió una mano
sintiendo una especie de descarga muy ligera en los dedos, como de electricidad estática al
tocar su brazo.

—Déjame ir contigo —le pidió como siempre.

Si hubiera podido verlo, habría visto una sonrisa amarga y sorprendida en la cara del chico.
¿Lo había escuchado acaso? No era posible, nada de eso era posible, pero si estaba en su
mente…

—No puedo, no voy a llevarte al infierno.

—Quiero estar contigo —confesó, aunque le resultaba extraño y difícil decirlo. Era como
confesar que deseaba morirse.

La mano del chico se extendió, acariciando su mejilla con suavidad. ¿Realmente estaba
creando esto como un consuelo? No se había creído tan creativo, pero no quería
cuestionarlo ahora.

—Estás vivo.

—¿Y si dejo de estarlo? ¿Iré contigo, o cada uno tiene su propio infierno? —abrió los ojos
al sentir el cosquilleo extraño y eléctrico en su rostro. No se podía creer la conversación
que estaba manteniendo. ¿Hablaba de suicidarse?

—No, quédate —le pidió casi de manera autoritaria, sintiéndose extraño y desvaneciéndose
como si su sola mirada lo estuviera disolviendo, perdía fuerza de nuevo.
—¡No te vayas! —le pidió, ilógicamente tratando de sujetar su brazo, pero no sujetó nada
en absoluto, y se dio cuenta de que su presencia se había desvanecido. Estaba seguro de que
se había enfadado con él y por eso se había ido.

Se volteó para mirarse al espejo. El vaho ya se había disipado y podía observar su reflejo.
Comenzó a afeitarse para dejar de pensar en todo aquello, pero no tenía ganas de hacer
nada que no fuera tratar de hablar con él.

*****

—¡Bronco! —lo llamó Ageha, golpeando suavemente la puerta y sonriéndole a Don luego
—Espero no estarlo despertando porque entonces, esto no tiene mucho sentido.

El moreno se levantó de la silla del escritorio, ya que había estado buscando información
sobre el infierno y otras cosas, y cerró el portátil antes de abrirles la puerta.

—¿Me habéis traído la cena? —preguntó al notar las bolsas de las que emanaba olor a
carne asada o algo así.

—No te estaremos molestando, ¿no? —le preguntó Don, recibiendo una negativa con la
cabeza.

—No —habló después, mirando a Ageha —. No era necesario, ¿eh? Estoy bien —le
advirtió, incómodo y seguro de que el novio de Ageha estaba más que harto de aquella
situación.

—Creía que comer era necesario aún estando bien —Don lo miró, sonriendo un poco al
notar la ropa que estaba metiendo con el pie bajo la cama.

—Eso mismo, además… Sólo porque tú digas que no necesitas a nadie, no significa que yo
no te necesite a ti, y todos necesitamos tomar un descanso —le sonrió Ageha, colocando la
botella de vino sobre la mesa, mientras Don sacaba la comida —. Al menos mientras
cenamos.

—Como sigas hablando de necesidades, aparecerá Steiner y comenzará a mentar las


suyas… —Bronco se sentó. No tenía platos ni nada que llevar, obviamente, estaba en un
dormitorio de una pensión. A decir verdad, no tenía hambre, pero para carne asada siempre
había un hueco.

Don ayudó a colocar las cosas sobre la mesa, y lo miró de soslayo, ya que de pasada había
notado el pendiente en su oreja y necesitaba asegurarse. De hecho… era el pendiente de
Jiken.

—Creo que Steiner está ocupado con otras necesidades —se rio Ageha, acercando una silla
para sentarse y notando aquel pendiente también. Miró a Don, su voz adquiriendo un matiz
un tanto más inseguro sin que pudiese evitarlo —. En realidad también habíamos pensando
en si podríamos tener otra sesión… Intentar que Don se comunique con Jiken, ya que era su
psicólogo.

—Tal vez, no lo sé… —se movió un poco, incómodo, preguntándose si querría hablar con
él de nuevo, teniendo en cuenta que lo había molestado antes.

—Creía que podías ponerte en contacto con él siempre que querías —Don lo miró curioso.

—Sí, más o menos… —sonrió un poco, pensando que era una estupidez —Lo que ocurre
es que no sé si querrá.
—¿Y eso por qué? —insistió el sicólogo, preguntándose si es que no quería que hablase
con él. Bronco no le contestó, empezó a comer, pensativo.

—Bronco, ¿qué sucede? Intentamos ayudarlo, lo sabes, ¿verdad? —insistió Ageha por si
acaso se había vuelto protector con él, eso sería demasiado grave ya —¿Por qué no iba a
querer hablar con Don?

—No sé si va a querer hablar conmigo, puede que esté enfadado, tal vez… —murmuró,
comiendo de todas formas, aunque casi era el único que lo hacía. Don estaba asombrado
porque le dijera algo así.

—¿Por qué debería estarlo? Jiken no se irrita fácilmente…

—Estábamos hablando y algo le molestó, y se fue —los miró, notando por fin la cara que
tenían ambos. Suspiró con fuerza, volviendo a comer como si nada.

—¿Qué pudo haberle molestado..? Un momento, ¿estabais hablando? ¿Hiciste una sesión tú
solo? —le preguntó Ageha, alterándose un poco, aunque intentaba controlarse.

—No… simplemente vino conmigo mientras me bañaba, y apenas fueron tres frases…,
pero la verdad es que su voz se oía muy clara, como si estuviese dentro de mi cabeza —
miró a Ageha, Don lo estaba mirando muy serio, y ya se preguntaba si realmente no lo
estaba —. Lo toqué… y era como tocar algo… con electricidad estática.

—¿Lo tocaste? —Don llamó su atención, y él asintió con la cabeza.

Ageha suspiró, bajando la mirada, aquello era más intenso aún de lo que esperaba,
realmente estaba asustado, pero recordaba lo que le había dicho Don.

—¿Qué sucedió para que pienses que está molesto?

—Le dije que quería ir con él… —siguió comiendo y no los miró.

Don le echó un vistazo a Ageha y se tocó los labios con el dedo para que no dijera nada
alarmante.
—¿Y qué te dijo él?

—Que no iba a llevarme al infierno.

—Claro que no…

—Le pregunté si había un infierno para cada uno y no me contestó, me dijo que me
quedase, y se fue… —se sirvió vino y bebió casi toda la copa.

—¿Le estabas sugiriendo suicidarte para ayudarlo? —le preguntó Don, aunque Bronco no
le contestó. Él mismo se lo preguntaba —Porque si sigues comportándote de esa manera,
creo que tienes razón, va a enfadarse contigo, y tal vez prescinda de pedir ayuda, al menos a
ti.

Bronco movió un poco el tenedor en el plato. Él también había pensado en eso. Sólo
confirmaba sus temores.

—Si quieres ayudarlo, tiene que ser desde aquí, y tiene que ser de una forma centrada.
¿Crees que yo podía ayudar a alguien si me lo tomase personalmente?

Lo miró, y negó con la cabeza, suspirando pese a todo. Se sentía muy cansado.

—Bronco… —Ageha extendió su mano, tocándole el brazo y apretándoselo un poco —No


puedes ayudarlo si mueres, es como… salvar a alguien que se está ahogando, ahogándote
tú. No tiene sentido. Te necesitamos aquí, Jiken y todos nosotros.

—Lo sé… —se quejó, tocándose el cabello y revolviéndoselo un poco —No sé qué me
pasa.

—Estás enamorado de él —Don lo miró, y Bronco le devolvió la mirada de forma intensa,


negando con la cabeza después y sonriendo un poco como si lo que acabase de decir fuera
una chorrada. Don sonrió también, y no insistió más, ambos sabían la verdad.

Ageha volvió a bajar la cabeza porque no quería que viera su mirada, no podía reprimir su
miedo.

—En todo caso, deberíamos intentarlo, quizás no está molesto, quizás… tiene miedo de
perderte también.

—Ya he dicho que lo intentaremos. Está muy bueno esto… —se sirvió un poco más de
carne, obviamente dejando de pensar por un rato en lo malo del asunto. Ni siquiera había
tenido hambre, pero… en parte se sentía extrañamente aliviado por haber escuchado
aquello. ¿Estaba enamorado de Jiken?

Ya lo sabía, simplemente le había parecido demasiado estúpido para admitirlo.


—Sí, lo está —asintió Ageha, sonriendo y empezando a comer. No podía hacer otra cosa de
todas maneras, y ya se las ingeniaría para protegerlo. Por ahora, sólo podía seguir el
consejo de Don y ayudarlo sin presiones.

*****

Al cabo de media hora, los tres habían terminado de comer, y dispusieron el tablero en la
mesa para tratar de comunicarse con Jiken, a pesar de que Bronco estaba un poco bebido,
pero apenas se le notaba, salvo en que estaba más serio de lo habitual.

Colocó la mano encima y cerró los ojos, no tenía sentido hacer una sesión normal, ya que
por algún motivo así no se comunicaba con ellos. Era extraño, porque la oscuridad de sus
propios párpados cerrados le pareció demasiado negra, como si no estuviese la luz
encendida en la habitación. Escuchó unos gritos intensos y desgarradores y respiró con
fuerza, sudando y tratando de ver. Sólo vislumbró piernas y brazos desnudos, luchando con
algo negro en la oscuridad.

Don lo miró fijamente, preguntándose si era normal que estuviese respirando así, pero por
la expresión de Ageha, se notaba que no lo era.

Aún así, el asiático habló con voz calmada, no quería alterarlo.

—¿Bronco? ¿Me escuchas? ¿O… Jiken?

La mano del moreno se movió, débilmente al principio y luego con brusquedad, aunque no
señaló nada en particular.

Los gritos cesaron en su cabeza, dando paso a escuchar una respiración tan agitada como la
suya, unos gemidos de terror.

—Jiken —Don lo llamó, aunque se sentía un poco ridículo por estar formando parte de algo
así.

De pronto toda visión se opacó en la mente de Bronco, como si hubiera perdido el control
de su cuerpo y mente.

—Jiken…, ¿quieres hablar conmigo?

“No me mire “, le pidió por fin el chico, moviendo la mano de Bronco con dificultad,
estaba temblando violentamente.

—No puedo verte, sólo veo a Bronco, pero estoy contigo. ¿Tú puedes verme, Jiken? —le
preguntó, hablando con aquel tono calmado en el que solía tratarlo.

“Sí”, contestó simplemente, las manos de Bronco aún temblando y provocando que Ageha
se acercase un poco al moreno, aunque no llegó a tocarlo.
—Bien, pues quiero que me mires a mí y sólo a mí. Quiero que me digas qué es lo que te da
tanto miedo, he visto tus dibujos. No estás encerrado bajo tierra.

“Lo estoy. No puedo. Lo merezco” —contestó lentamente esta vez, como si estuviera
ganando control sobre sus acciones.

—No, no te lo mereces. Tú sabes que lo malo que te ha pasado en tu vida, no lo elegiste tú.
Sabes que no tienes la culpa. Quiero que toques el suelo y me digas qué hay ahí —movió la
mano, y tocó la que Bronco no estaba utilizando.

Su otra mano se detuvo de pronto, mientras Jiken se retorcía en la oscuridad, incapaz de


desobedecer al único que lo había escuchado de aquella manera.

“No lo sé, algo frío. Lo merezco”, volvió a repetir incapaz de sincerarse del todo, no quería
que lo odiase.

—No lo mereces, Jiken. Yo sé que no, Lowe sabe que no. Y sabemos que te hicieron daño,
sé que ibas a esas reuniones en el bosque. Dime quién estaba allí. ¿Los reconoces? —de
pronto sintió que todo lo que decían era cierto, ese era Jiken. Lo era por más que careciese
de sentido, y no podía abandonarlo.

“No, máscaras” —mintió en cierta medida, ya que no quería profundizar en eso. De pronto
la mano de Bronco tembló de nuevo, señalando apresurada —“Lowe no puede ir”.

—Lowe no va a ir —frunció un poco el ceño, pensando que hablaría con él mañana —,


pero necesito que me digas la verdad, Jiken. Lo necesito para ayudarte. ¿Por qué fuiste allí?

“Quería saber, quería sentir”, le contestó, preguntándose de qué servía todo esto. Le dolía,
no sólo físicamente, estaba llorando de nuevo y no podía detenerse.

—¿Te dieron drogas? —insistió —Necesito saber quién te hizo esto, y saldrás de ahí, Jiken.

“Fue mi decisión, sólo quiero que acabe”

—No va a terminar si no me dices la verdad…, Jiken. Yo no estoy aquí para juzgarte, ya lo


sabes, sólo para ayudarte… —tomó aire pesadamente, pensando que estaba bloqueándose.

“Me odiará, no quiero que me odie”, contestó, la mano de Bronco temblando de nuevo.
Ageha extendió los brazos hacia él cuando lo vio entrecerrar los ojos, tambaleándose de
lado. “N…” fue lo último que señaló, antes de caer entre los brazos del asiático.

Don se levantó enseguida para ayudarlo y suspiró, negando con la cabeza, angustiado por
todo.

—Te ayudo a llevarlo a la cama —dijo levantándolo con él por debajo de los hombros, y
tumbándolo en la misma —. Ahora vengo.
Bronco estaba sudando, y Don fue al baño a buscar una toalla húmeda para limpiarle la
cara. En realidad necesitaba lavársela él también, y cerró la puerta a su espalda un
momento. Era demasiado horrible hablar con él y saber que estaba mal, creía poder
superarlo y mantenerse distante de alguna forma, pero no así.

Ageha se sentó en la cama tal y como lo había hecho la ocasión anterior, acariciando el
cabello de Bronco y pasando los dedos luego por aquel pendiente.

—No te vayas, Bronco. Por favor, lo ayudaremos, pero no te vayas —susurró inclinándose
para besar su frente, frunciendo un poco el ceño.

Capítulo 12
Before you enter the deep dark woods, just keep one small thing in mind. The deep dark
woods will enter your heart, so be sure to keep track of the time.

Parte I
Martes, febrero 2

Lowe se apresuró en llegar a la oficina del psicólogo por una vez. Se sentía extrañamente
optimista luego de lo del día anterior, incluso si le había confirmado lo que ya sabía: que
Jiken no se había suicidado y que estaba sufriendo.

Exhaló de todas maneras, preparándose porque ya sabía que lo iba a contradecir de todos
modos, y llamó a la puerta finalmente.

Don se levantó y le abrió la puerta, dejándolo pasar y mirándolo a los ojos.

—Hola, Lowe… Siéntate —le pidió, apartándose para prepararle un café, como siempre.

—Hola, gracias —se sentó, siguiéndolo con la mirada —. He… Dormí bien anoche —
comentó, aunque no era del todo cierto, pero la verdad, de pronto se había puesto nervioso
con verle la cara.

—Eso está bien —le acercó la taza, apoyándola en un platito sobre la mesa, y sentándose en
el sillón de siempre, cruzando un poco una pierna y mirándolo —. ¿Quieres hablarme de
algo?

—No, bueno, sí… —asintió mirándolo e inclinándose un poco hacia la taza —Ahora sí me
cree, ¿verdad?
El sicólogo sonrió amablemente.

—Digamos que me habéis sembrado la duda en mí. Esta mañana fui a ver al forense que se
ocupó de su caso, incluso me dejó echar un vistazo al informe y… la conclusión es
innegable. Fue un suicidio, inducido por la ingesta masiva de somníferos y antidepresivos
—esperó un poco por su reacción.
—Pero eso no tiene sentido. No tiene nada de sentido —negó con la cabeza, frunciendo el
ceño —. Ayer encontramos algo en el lago, el pendiente que llevaba Jiken, lo enterraron
con él. ¿Cómo explica eso?
—No, cómo lo explicas tú —le preguntó, por su parte sin alterarse un ápice.

—No lo sé, es Jiken… intenta decirnos lo que le sucedió y eso significa que no es lo que
todos piensan. Además, ¿qué haría eso en el lago? ¿Por qué el lago?

—No lo sé, pero está claro que nadie lo desenterró para quitarle el pendiente y ponerlo allí.
Es algo inexplicable, pero no prueba absolutamente nada —se movió un poco en el sillón
—. Ayer fui a ver a… Bronco —carraspeó un poco, ya que le incomodaba no saber su
apellido para tratarlo correctamente de usted en ese momento —, y pude hablar con Jiken a
través de él —se apretó un poco las manos, preguntándose si era correcto hablarle de ello.

Lowe sonrió un poco, entusiasmándose de nuevo.

—Entonces sí cree que es Jiken. ¿Qué le dijo?

—Que no debías ir a ese lugar, al que supongo que pensabas ocultarme tus intenciones de ir
—lo miró serio, inclinándose un poco hacia delante —. No soy tu padre, y desde luego no
puedo prohibírtelo, pero si mi opinión cuenta para algo aquí… No vayas. No sabes lo que
puede suceder, y si realmente crees que alguien le hizo daño… ¿no crees que es estúpido
ir? Es más, él me dijo que él lo había elegido. ¿Lo comprendes?

—Comprendo que se siente así porque él decidió ir, pero no eligió la muerte, estoy seguro
de eso, y… yo sólo intento ayudarlo —contestó, sujetándose de los reposabrazos casi sin
darse cuenta. Ya sabía que era peligroso y que Jiken jamás había planeado llevarlo allí,
pero no podía dejar las cosas así simplemente.

—Pues arriesgando tu vida por él, no es la manera —le dijo frunciendo un poco el ceño —.
¿Has visto cómo está ese hombre? Jiken se enfadó porque pusiese en juego su vida por él,
¿cómo crees que le hará sentir si algo te sucede por su culpa? ¿Puedes pensar en cómo me
sentiré yo incluso? Tus padres… —se levantó para sentarse a su lado, aunque era la primera
vez que lo hacía. Había fracasado una vez por no querer implicarse, y no iba a repetir lo
mismo de nuevo.

Lowe lo miró sorprendido por esa súbita proximidad, pero bajó la mirada.

—Pero… No puedo abandonarlo. Hacía lo mismo cuando estaba vivo, usted lo sabe. Fingir
que no sucedía nada, hacerse el loco y ahora, ¿qué? Está muerto.

—Sí…, lo está, y morirte tú no va a resucitarlo —le apretó el hombro, haciendo que lo


mirase a los ojos —. No vayas, tienes toda la vida por delante, Lowe, y puede ser peligroso.
—Pero no voy a poder estar tranquilo si no lo sé, y… yo no soy Jiken, doctor Crawford —
sonrió débilmente como indicándole lo que ambos sabían, que no pensaba seguir sus pasos
con exactitud.

—Lo sé, pero me preocupa demasiado… —apartó la mano, echándose hacia atrás y
pensando que no iba a ceder, al menos necesitaba que no le ocultase nada —¿Vas a ir con
Steiner?

—Sí, no nos acercaremos, sólo queremos ver qué sucede —asintió, aliviado de que pudiera
comprenderlo y bebiendo un poco de café ahora.

—Prométeme que veas lo que veas, no vas a intervenir. Sólo mirar… y luego me lo
cuentas. ¿De acuerdo? —lo miró serio, preocupado.

—Lo prometo —le aseguró, mirándolo a los ojos con gesto solemne. Se sentía bien el que
alguien se preocupase tanto por él, podía imaginar lo que debía haber sido para Jiken.

—Está bien… —se sentía muy nervioso de todas formas —¿Me enviarás un mensaje al
móvil cuando regreses? —se rio suavemente, un poco avergonzado en realidad.

—Sí, lo haré —sonrió, sujetándole la mano de pronto, en un gesto impulsivo —. Gracias.

Don se la apretó, haciéndole ver que no había motivo para dárselas.

—¿A qué hora vais?

—La reunión es luego de las diez, pero queremos llegar antes para poder ocultarnos —le
contestó sin soltarlo, aunque ahora se estaba poniendo rojo.

—Sí, será lo mejor… —tomó aire, soltándole la mano él, al ver sus mejillas; aunque no
hizo referencia alguna, ni con gestos ni palabras —. ¿No quieres hablarme de Steiner? —le
preguntó sin embargo.

—¿Po… por qué? ¿Te dijo algo? Es decir… —desvió la mirada inmediatamente, tomando
la taza de café como si fuera su salvación.

—No…, pero vas a ir con él —le contestó discretamente —. Parece una buena persona.

—Oh, sí, lo es. Un poco atolondrado, pero sí, es… agradable —sonrió sin darse cuenta,
mirando el líquido oscuro y pensando en su cara.

—¿Y atractivo? —sonrió también, observándolo.

Lowe casi suelta la taza y lo miró, enrojeciendo.

—¿Por qué pregunta eso? Digo, sí es atractivo, sí, pero…


—Pero da miedo, ¿verdad? Algunas personas necesitan que les echen una mano. De
alguien que se sienta lo suficientemente interesado. Puede que no sea sencillo, pero la
recompensa es gratificante.

—¿De qué está hablando? —le preguntó el rubio bajando la taza ahora, interesado, aunque
nervioso —Es irresponsable, nada serio… y se irá cuando todo esto termine.

—Creo que esas dos primeras cosas, son lo que más te gusta de él, Lowe. Sobre lo
tercero… ¿por qué te menosprecias? —le tocó el brazo, haciendo que lo mirase —Tal vez
cambie sus planes por ti. No lo sabrás si no lo intentas.

—¿Por qué haría eso? Es… No lo sé, quiere que me vaya con él. Eso dice, pero —lo miró
nervioso, dejándose llevar —. A veces pienso que debería dormir con él y ya. Así sabría si
va en serio o no.

—Eso no es muy buena idea, a veces… a algunas personas hay que enseñarles a valorar a
los demás. Creo que es una mejor forma de saber que la otra persona va en serio: cuando
nos escucha, cuando quiere saber más de nosotros. Cuando sabe esperar… Todos tenemos
miedo, y créeme, las cosas que te asustan de él, pueden ocurrirte con cualquiera en quien
confíes; al menos él es sincero.

—Demasiado —frunció el ceño, enrojeciendo luego y desviando la mirada. Después de


todo, Steiner pensaba acompañarlo en esa aventura, él mismo lo había sugerido. Eso
significaba algo, ¿o no? —. Usted cree que debo darle una oportunidad.

—Sólo si se la quieres dar. ¿Tú crees que merece la pena? —sonrió un poco, mirándolo a
los ojos —Pero no se lo dejes muy claro…

Lowe se rio de pronto sin poder creérselo. No esperaba esos consejos de su psicólogo.

—¿No? Entonces debo continuar como hasta ahora. Y sí… sí quiero.

—Entonces, cuando llegue el momento… lo tendrás claro —sacó una caja de debajo de la
mesa y cogió una galleta, ofreciéndoselas. Ya era tarde para no sentirse relajado con él —.
A Jiken le gustaban las que tenían pasas.

—Entonces supongo que cogeré una, en su memoria —sonrió, un poco rojo, pero
agradecido con él. Se iba a sentir extraño cuando ya no tuviesen citas.

*****

Ageha se acomodó el cabello, bajándose la camiseta rosa que llevaba y bostezando un poco
antes de salir de su habitación. Había decidido tomar una siesta, ya que se sentía cansado
luego de la noche anterior. Pensó en ir a la habitación de Steiner para hablar un poco, pero
ni siquiera sabía si había dormido allí, así que sacó el móvil llamándolo.
—¿En dónde estás, cariño?

—En una sauna, me la están chupando mientras hablamos… —se rio, moviendo un poco la
cabeza —Estoy en mi cuarto, leyendo cosas de Jiken.

—Estoy de camino entonces, que me aburroooo —se quejó, sonriendo mientras caminaba,
aunque todavía no colgaba el teléfono —. ¿Has leído algo interesante?

—No sabría cómo calificar las cosas que se le pasan por la cabeza. Supongo que no
comprendo a los artistas… —le confesó, mirando la peli porno que estaba viendo a medias
mientras leía —Este tío… tiene unas abdominales que… Oh Dios, se puede rallar queso
ahí, ¿sabes lo que digo?

—No me digas que también tenía tu gusto en porno —se rio, seguro de que no era eso, y
llamó a su puerta —. ¿Está abierta? —preguntó antes de pasar, colgando el móvil por fin.

Steiner se giró, sin molestarse en parar la película y guardándose el móvil en el bolsillo.

—Lamentablemente… no me he fijado en su porno, pero seguro que se la cascaba con


bichos muertos —lo señaló acto seguido muy serio —. No le digas a Lowe que dije eso, ni
que veía porno.

—No pensaba hacerlo, pero seguro que ya lo sabe, lo de que ves porno —se rio, sentándose
en su cama —. ¿Quieres ir a beber algo?

—Sí, supongo que no quiero quedarme a solas contigo en un lugar donde haya una cama.
Odio ser rechazado —se levantó, bromeando, aunque sólo superficialmente.

—Es igual, no podrías dejar de pensar en ese rubio de todas maneras, lo sé —se levantó
también, tocándole la nariz y sonriendo. Realmente necesitaba aquello y no habían podido
hablar a solas desde que lo dejase encerrado.

—¿En Lowe? No es para tanto… intento ser su amigo, ¿sabes? No me comas el coco —se
puso la cazadora de cuero blanca y azul, apagando el ordenador antes de salir, susurrándole
la frase que acababa de escuchar—. Oh, yeah, babe. Lick my balls… —en la oreja, riéndose
después.

Ageha se rio, empujándolo un poco y atrayéndolo por el brazo después.

—Eso quisieras… Si quieres ser su amigo, ¿por qué te preocupa que sepa que ves porno?
Los buenos amigos ven porno juntos.

—Porque me dirá que soy un cerdo y… no creo que sea de los que ven porno con sus
amigos… —se rio, pasándole el brazo por los hombros y revolviéndole el cabello. Cuando
entraron en el ascensor, intentó besarlo, pero Ageha colocó una mano contra su boca,
negando con la cabeza de nuevo.
—Compórtate, ahora somos amigos.

Steiner se echó hacia atrás contra la pared, de tal modo que incluso abaneó un poco el
ascensor.

—Pues es una mierda —se quejó con el ceño fruncido.

—No lo es, y no te pongas así de nuevo, quiero hablar contigo —le pidió, suspirando —.
Además, te gusta Lowe y no me digas que no, nadie te cree.

—Lowe es complicado… Además, él no quiere nada conmigo y hace bien. ¿No lo acabas
de ver?

Salió del ascensor, golpeteando la puerta de la calle al atravesarla. —Esto es una mierda…
¿No te hartas ya de tu marido?

—No. Es maravilloso, comprensivo y genial en la cama —le contestó con una sonrisa,
pensando que Lowe era bueno para él, tal y como lo había dicho Don —. Yo creo que estás
equivocado.

—No, yo creo que no… Yo creo que no comprendes que… no estaba tan desesperado por
echar un polvo desde… ¡la virginidad! Este pueblo es una mierda —se guardó las manos en
los bolsillos de la cazadora, suspirando —. Nunca me había pasado esto.

—Yo creo que sí, por eso no has echado ningún polvo, no es como los chicos a los que
estás acostumbrado. ¿Sabes lo que es conquistar a alguien realmente? O… ¿enamorarte? —
le preguntó tratando de no reírse, aunque le hacía gracia que estuviera así de desesperado
—Sólo han sido unos días...

—Unos días es mucho… —inclinó un poco la cabeza hacia él, como diciéndole que
comprendiese —Y sí, sí lo sé… Todos pensáis que soy una polla con piernas, una
desalmada… —se rio, aunque tampoco tenía mucha gracia, la verdad —Pero la verdad es
que fue una mierda, es una mierda.

—No actúes así, el amor exige sacrificio —se rio por fin, rodeándole los hombros porque la
verdad, no soportaba estar sin el contacto físico, era algo natural entre ellos y sentía que
crecía una barrera si no lo hacía —. Si llegas a conocer mejor a la persona antes de hacerlo,
será distinto. Es como… comer porque tienes hambre y comer un banquete delicioso.

—Sí, pero si sigues comiendo el mismo banquete todos los días… acabas hasta los
cojones… Ya no te apetece comer ni siquiera —lo miró de soslayo, inclinando la cabeza y
pegándole un toque es la suya —. Y luego estás pensando en las cachas de su mejor amigo,
en el camarero… ¡y de pronto no sabes cómo lo has dejado esperando una pizza mientras te
tiras al repartidor en el baño!
—Eso se llama miedo. No es el tipo de banquete que te pueda aburrir, te lo aseguro —
sonrió suspirando y pensando que no cambiaba —. Mira, piensa esto… Te das ese banquete
ahora, te tomas tu tiempo en prepararlo, en disfrutarlo… Y luego, cuando te has
acostumbrado a tener lo mejor de lo mejor, te preguntas cómo es que pasaste tanto tiempo
de tu vida, comiendo comida chatarra.

—Bueno, yo no te llamaría hamburguesa a ti… —lo apretó contra él un poco, sin


molestarse en reflexionar su teoría.

—Nosotros no contamos, teníamos una conexión. Éramos… un aperitivo antes del


banquete —se rio apoyándose contra él, de manera cómoda y apartándose, pensando que
alguien podría verlos y malinterpretar.

—Es igual, ya te he dicho que él no quiere. No es esa clase de persona y… tampoco es un


idiota, ni yo pretendo engañarlo. La cuestión es que me gusta, y se lo he dicho, también he
intentado que sucediera algo varias veces, pero no quiere, ¿vale? Así que deja el tema —
movió un poco el hombro, incómodo al ponerse tan sincero —. ¿Crees que no quiero
hacerlo con él? No pienso en otra cosa, o en verlo…, pero hoy no tengo ninguna buena
excusa hasta la noche.

—Siempre tienes una buena excusa. Llévale comida o sé sincero, es sorprendente, pero
funciona —sonrió, guiándolo hacia aquella cafetería ya que ahora tenía ganas de un pastel
—. ¿Sabes lo bien que se siente cuando el hombre que te gusta dice… “Sólo tenía ganas de
verte”?

—Bleh… ¿eso es lo que te dice a ti? —alzó una ceja, entrando con él y suspirando al ver el
sitio al que lo llevaba —¿Y luego qué? ¿Nos abrazamos y hablamos del futuro?

—Habláis de lo que sea que queráis hablar. Además, no será tan fácil. Lowe no es como yo,
seguro que se pone rojo y finge que no le gustó —le explicó, sentándose y mirando la carta,
sonriendo un poco —, pero sí le gustará.

—Agh… siento que me estás sorbiendo el coco, creo que se te ha pegado de ese
lavacerebros… —miró la carta también, pensando que no le gustaba el dulce —Quiero un
trozo de selva negra y un granizado de limón —le pidió al camarero que acababa de
acercarse, pensando que no estaba mal —¿A ti te apetece algo? —le preguntó al empleado,
sonriendo un poco.

—No le hagas caso, está bromeando —se rio Ageha, pidiendo un pastel de limón esta vez y
un batido de café.

—No bromeaba… —se quejó mientras el otro se iba un poco apresurado ya. En realidad sí,
pero se decía que no para cuidarse el estilo. Se sacó el teléfono del bolsillo y le mandó un
mensaje a Lowe que decía: “quiero verte, ¿cenamos juntos?”. Le mostró el mensaje a
Ageha y suspiró —Si le creo un trauma, será tu culpa.
—¿Por qué le vas a crear un trauma, eh? Le gustas, lo he visto mirarte y ponerse rojo. ¿En
qué crees que estará pensando? —se rio, apoyando la cabeza en un brazo.

—En que soy divertido y guapo, pero un dolor de cabeza —le cogió el plato con la tarta de
las manos al camarero, y le guiñó un ojo para meterse con él y que se apresurase en largarse
—. Y ahora estará todo nervioso, como siempre que me pongo serio —le dio la risa pensar
en eso, y acordarse de cuando pintaban las máscaras.

—Sí, pero… —Ageha se rio cuando escuchó que sonaba el timbre de mensaje en el
teléfono de Steiner.
“Vale, te espero”, contestó el chico, claramente después de haberse tomado ese tiempo para
pensar y contestarle de mil maneras primero.

—Me espera —le contestó tras leer el mensaje y guardarse el móvil de nuevo, seguro de
que se había puesto nervioso.

—¿Ves? —se rio, partiendo un trozo de su pastel —Te lo dije, le gustas.

—¿Sólo por decir: te espero? —se rió, alzando una ceja —Y sé que le gusto, el problema
no es ese. Es que le gusto, pero no para salir conmigo.

—Eso no existe, ¿para qué le gustas entonces? ¿Para mirarte de lejitos? —se rio,
señalándolo con la cucharilla —Lo digo porque tu invitación fue muy clara y no inventó
una excusa, no trató de salirse de eso.

—Ya, pero es que esta noche vamos a ir al bosque, así que, puede que piense que es por eso
—hundió la cuchara en el pastel y se lo llevó a la boca, pensando que estaba bueno.

—Voy a extrañar este lugar, me he vuelto adicto —se quejó Ageha, bebiendo un poco del
batido y sonriendo —. Es igual, podía haberte dicho que estaba ocupado hasta entonces.
Esto es nuevo… Steiner, tú nunca dudas.

—Déjame, es porque me cae bien. No quiero hacerle daño. Podría haberle contado un
cuento y habérmelo tirado igual. Lo hago a menudo… —lo miró a los ojos y suspiró —No
sé en dónde me estoy metiendo.

—En una relación seria tal vez, sería el final de una era —sonrió, tocándole una mano —.
A ti también te gusta esta vez, no sólo su cuerpo. Y no sé, pero creo que Lowe no es de los
que se deja convencer con cuentos

—No, creo que me pegaría una hostia… aunque eso creo que me excitaría… —dijo
pensativo, riéndose —Sé que te odiaré por esto.

—Masoquista —lo acusó cortando otro trozo de pastel —. No me odiarás, me lo


agradecerás.
—Te daré las gracias luego de matarte, no te preocupes —le dijo riéndose.

—No puedes matarme porque estoy en tu corazón —bromeó, llevándose el trozo de pastel
a la boca —. Steiner va a tener novio…

—Eh… eso tiene que decidirlo él, y no sé qué haré todavía, deja —bebió de su granizado y
suspiró —. ¿Sabes? Tengo algo por los rubios.

—¿En serio? A lo mejor y soy rubio debajo del tinte —se rio porque no lo era para nada,
pero sí que recordaba las veces que lo había visto irse con uno.

—No, pero también tengo algo con los asiáticos… —se rio, mirándolo a los ojos y luego al
camarero —¿Crees que debería echar un polvo de despedida por si acaso?

—No, definitivamente no. Esto es un pueblo, si Lowe se entera se te acaban las


posibilidades —lo riñó, tomándolo por la quijada y haciendo que lo mirase.

—Cierto, ¿hazlo tú conmigo y así no se entera? —bromeó, la verdad es que estaba un poco
asustado. No le gustaban las responsabilidades.

—Sabes que no puedo y tú no quieres eso —sonrió con suavidad, bajando la mano para
acariciar la suya mientras bebía un poco más de batido.

—Agh, deja eso —se echó hacia atrás, continuando con su pastel y pinchando el último
trozo —. Vas a tener que quedarte conmigo hasta que pueda ir para allá.

—Vale, de todos modos quiero hablarte de otra cosa —suspiró, poniéndose más serio.

—Dime… —se apoyó en un brazo, mirándolo a los ojos.

—Anoche hicimos otra sesión, sólo Bronco, Don y yo. El hecho es que Bronco dijo que
había hablado con Jiken antes de eso —lo miró a los ojos —. Le propuso ir con él,
definitivamente. Bronco a Jiken, quiero decir. Creo que lo hicimos comprender que no tiene
sentido, pero… ya sabes lo que me pasa, ¿no?

—Claro, ¿estás asustado como yo? —meneó un poco la cabeza, suspirando —Me lo
temía…, pero sabes que nada de lo que yo le diga servirá de nada, sólo lo cabreo.

—Sí, no quiero que le riñas, sólo que tengas cuidado, que le eches un ojo sin que se dé
cuenta. Yo haré lo mismo. Don piensa que lo mejor es ayudarlo para que no sienta que debe
ocultarnos las cosas.

—Pues habrá que hacerle caso, supongo, aunque no me caiga bien… —sonrió ligeramente,
bebiendo sin dejar de mirarlo.
—Sí te cae bien, porque me trata bien y es bueno —le guiñó un ojo terminándose su batido
y lo último que le quedaba del pastel —. Él piensa que eres bueno para Lowe.

—No me vas a comprar con eso… —se rio, terminándose el granizado y pensando que
ahora tenía ganas de verlo, todo por culpa de Ageha.

—Pues no tengo nada más, pero admite que te cae un poquito mejor —se rio, tocándole la
nariz —. ¿Quieres dar un paseo?

—Lo que sea para dejar de pensar en el culo del camarero —disimuló, aunque su culo
estaba muy bien, la verdad.

—Vamos lejos de los camareros —se rio, sacando el dinero y dejándolo sobre la mesa.

—Vamos… —lo siguió tras dejar su parte sobre la mesa también, pegándole una nalgada
antes de salir.

Parte II
Martes, febrero 2

Steiner miró la hora, asegurándose de que no era demasiado pronto. No tenía ganas de
parecer ansioso o algo así. Entró en el portal detrás de una mujer mayor, y tras un tenso
viaje en silencio en el ascensor, timbró a la puerta de Lowe.

Llevaba una bolsa en la mano con dos hamburguesas, en parte para cenar, y en parte porque
siempre estaba bebiéndose su cerveza.

—Ya voy —le anunció Lowe, esperando luego y preguntando —. Eres tú, Steiner, ¿no?

—Usa la mirilla, así puedes mirarme cuando no te veo… —se burló, esperando a que
abriese y entregándole la bolsa.

—No jodas… —se quejó, frunciendo el ceño y sonriendo luego sin poder evitarlo —
Trajiste hamburguesas.

—Sí, para cenar algo antes de salir para allá —se sacó la cazadora por el camino, dejándola
en uno de los sillones antes de sentarse —. ¿Qué tal tu cita con el sicóloco?

—No le digas así. Muy bien en realidad, aunque ya sabía lo que pensaba hacer —exhaló
con fuerza, buscando dos cervezas y apartando las cosas de la mesa luego —. Jiken se lo
dijo.

—Qué traidor… —se quejó, inclinándose en el sofá, para verlo en la cocina.

—Eso es porque tiene miedo. Ahora estoy más seguro que nunca de que allí sucedió algo
—le contestó, regresando junto a él y colocando una cerveza en la mesa, abriendo la otra.
—Y yo estoy seguro de que esto está afectando demasiado a Bronco… —le dijo por su
parte.

—¿Por qué lo dices? —se sentó en el sillón, mirándolo, de nuevo sintiéndose culpable.

—Porque le dijo a Ageha que le había pedido a Jiken que se lo llevara con él —se descalzó,
cogiendo la cerveza y recostándose de cualquier forma en el sofá.

—Ya… —bajó la mirada, pensativo —Jiken no hará eso, lo conozco. Ni siquiera le gustaba
contarle sus problemas a los demás. ¿Crees que… deberíamos hacer esto por nuestra
cuenta?

—No, Bronco no va a dejar que nadie lo aparte de esto. Tampoco podemos en realidad, no
podemos controlar su mente, y puede estar con él en cualquier parte. Se puso su pendiente.
Yo no lo he visto, pero me lo dijo Ageha.

—Bueno, Jiken se lo dio a él, creo que le agrada —sonrió para sí, alzando la mirada luego
—. ¿Crees que estoy loco? Hablando así de un muerto…

—No, estará muerto, pero claramente piensa, y se pueden mantener conversaciones con él,
así que… —cruzó los brazos tras la cabeza, mirándolo de medio lado —¿A qué hora
quieres ir para allí?

—Como a las nueve, ¿te parece? Pensé que podríamos escondernos desde antes —lo miró,
desenvolviendo la hamburguesa y mordiéndola —. No quiero que nadie más salga herido,
no era mi intención.

—Está enamorado de él… —le dijo girándose de medio lado y cogiendo su hamburguesa,
incorporándose un poco para poder comer a gusto.

—¿Lo está? ¿De Jiken? —Lowe ladeó la cabeza confundido —Es una pena que lo haya
conocido ahora.

—Ya, pero… yo qué sé. Supongo que es normal. No para nosotros, pero para él… De todas
formas, aunque lo hubiera conocido en vida, le debe llevar como veinte tacos… —se rio.

—Eso no importa, creo que Jiken necesitaba alguien así —se rio, pensando que en vida le
hubiera costado abrirse a él.

—Sí importa, bueno, habría importado en vida. Quiero decir que… a esa edad no te andas
viendo con hombres mayores normalmente. Bueno, algunos tíos sí. ¿A ti te gustan
mayores? —se rio, mirándolo y comiendo.

—No necesariamente, un poco… tal vez —lo miró enrojeciendo y mordiendo la


hamburguesa con saña.
—Yo tengo veintisiete, ¿eh? Aun no soy mayor… —se rio, mirándolo y apoyándose en un
codo en el reposabrazos.

—Eres mayor que yo, casi diez años —lo señaló, riéndose luego y preguntando —. ¿Y por
qué piensas que hablaba de ti?

—Yo sólo dije mi edad, y que no era mayor todavía, tú sacaste la conclusión… porque
hablabas de mí… —se rio, terminándose la hamburguesa y pasándose la servilleta por los
labios por si acaso —, “mijito”.

—Agh, no hables así — miró hacia otro lado enrojeciendo por haberse delatado y
continuando con la hamburguesa —. Está buena.

—No tanto como yo, ¿verdad? —se llevó la cerveza a los labios y se levantó, sentándose en
el reposabrazos del sillón donde estaba Lowe —Me he pasado toda la noche buscando algo
sobre lo que hacían en las reuniones que pudiera servirnos, tal vez algún alias de los
integrantes, pero nada.

—¿Nada? ¿Te refieres al ordenador de Jiken, verdad? —lo miró de soslayo, limpiándose
las manos y bebiendo algo de cerveza, nervioso por la cercanía —Tal vez haya algo escrito
a mano.

—Podemos buscar… —le tocó el cabello, moviendo un mechón de delante de su frente.

—Sí, sí, podemos buscar —enrojeció aún más, mirándolo y echándose un poco hacia atrás,
aunque no quería darle a entender que no le gustaba. No era bueno con eso.

—¿Vamos? —le sugirió, sonriendo un poco porque notaba que lo cohibía.

—Sí, vamos —asintió, poniéndose de pie enseguida y bebiendo un trago largo de cerveza
—. A Jiken a veces le gustaba hacer las cosas a la antigua.

—A ver si hay suerte… —lo siguió al cuarto del chico, esperando a ver en dónde miraba, y
aproximándose a él sólo por incordiarlo.

Lowe carraspeó, sintiendo que le ardía la cara y agachándose un momento, sacando una
caja que había debajo de un armario.

—Me siento un poco mal por revisar esto…

—Es para ayudarlo, no es como que lo hagamos por diversión. Si quieres salgo mientras lo
miras —se sentó en la cama en una esquina, apoyándose con las manos en el colchón y
observando al rubio —. ¿Tú veías porno con él? —le preguntó para que quitase esa cara.

—¿Eh? No —negó con la cabeza, enrojeciendo mientras levantaba la tapa porque por nada
del mundo lo iba a mirar a los ojos ahora.
—¿En serio? —se rio y le dio con la mano en la cabeza —Mientes mal.

—Bueno pues, es normal, los amigos hacen esas cosas —frunció el ceño, revisando los
papeles. Había algunas fotos de cuando era pequeño y de sus padres, estaban casi
escondidas al fondo. Lowe suspiró, pensando que no parecía un niño muy feliz de todas
maneras —. Hay una especie de diario… —le anunció, sacando la pequeña libreta y
hojeándola.

—Si ves algo me lo dices, yo paso de mirar esas cosas tan personales. Sólo tienen derecho a
verlas los amigos que comparten porno —se rio, recostándose en el colchón de medio lado,
limitándose a mirarlo mientras.

—Idiota —se rio Lowe, alzando la mirada, aunque le había gustado aquello. Siguió
revisando sin embargo, quedándose quieto de pronto mientras leía —. Hay algo, son
dibujos de las máscaras y tiene datos acerca de cada uno. No hay nombre, ¿eh?

—¿Y dicen algo interesante? —le preguntó, levantándose y acuclillándose a su lado para
echar un vistazo a las máscaras y poder reconocerlos.

—No realmente, pero podría servirnos para identificarlos, aunque… Mira, por ejemplo hay
una que dice “es superficial, y creo que sólo quiere conocer a un novio misterioso” ¿Ves?
Eso no sirve —se rio sin poder evitarlo, leyendo luego otra —“Está podrido hasta el fondo,
pero cree ser buena persona”. Tal vez no sirvan de nada —suspiró, pensando que eran puras
opiniones subjetivas.

—Por algo dirá esas cosas. A mí me parece útil. Tal vez no ahora mismo, pero si
escuchamos algo extraño y vemos que Jiken pensaba mal de esa persona… ya es como para
tomarse en serio eso y averiguar quién está bajo la máscara —lo miró un momento,
conmovido, porque se notaba lo mucho que sentía la ausencia de su amigo —. Además,
sirve para que ahora me caiga mejor —se rio, sentándose a su lado, con la espalda contra la
cama para no cotillear el diario —. Creo que sería bueno tomar una fotocopia de eso, para
que la vea Bronco por si ve alguna de esas máscaras.

—Creo que no le molestaría —asintió, apoyándose casi sin darse cuenta contra el hombro
de Steiner y riéndose un poco —. ¿Te cae mejor porque cotilleaba? Le gustaba observar a
la gente.

—Me cae mejor porque… es sincero y no parecía dejarse engañar por las apariencias ni el
cinismo. No lo entiendo…, la verdad. Y eso me hace preguntarme… si no se dejó engañar
—lo miró de soslayo, apoyando los brazos sobre la cama.

—¿A qué te refieres? —lo miró intrigado, girando la cabeza apenas un poco —Jiken no era
ningún tonto, pero es cierto que a veces se obsesionaba con investigar cosas, con su arte.
Por eso me preocupaban esas reuniones.
—Me refiero a que no parece alguien que se dejase engañar, pero si creemos que alguien le
dio esas drogas o… lo convenció para que se suicidase o algo parecido. No lo sé… No he
dicho nada —apoyó la cabeza en el borde del colchón, mirando el techo.

—Está bien, tienes razón, aunque sigo pensando que Jiken no se suicidaría. El suicidio no
tiene un fin realmente. Es decir, le gustaba experimentar cosas por su arte, buscar
respuestas, no sé. Pero si te mueres, no logras nada, ¿no es así? —le preguntó, mirando el
diario de nuevo sin poder creerse que ya no estuviera. Era muy extraño estar leyendo sus
palabras.

Steiner bajó el brazo sobre sus hombros y apretó un poco la mano sobre uno de ellos,
aproximándolo.

—Tal vez experimentando…, se le fueron las cosas de las manos. O a lo mejor creyó a
alguien que le dio esas drogas diciendo que eran para otra cosa, quién sabe.

—Sí, seguramente fue algo así —sonrió volviendo a recostarse. Lo hacía sentir bien tener a
Steiner con él en ese momento —. Hay un bosquejo del lago… —comentó.

—Tal vez formaba parte de algún ritual extraño… A lo mejor vemos algo interesante esta
noche, pero cada vez estoy más convencido de que es mejor que no nos descubran… —
murmuró pensativo.

—Además se lo prometí al doctor Crawford —sonrió, apoyándose cada vez más cómodo en
aquella posición. Adelantó las páginas para ver la última, por si decía algo interesante,
aunque el diario no era para nada continuo. Tal parecía que Jiken sólo escribía cuando le
venía en gana.

—¿Es tu padre o qué? —le preguntó, secretamente celoso.

—Claro que no, si fuera mi padre me lo habría prohibido, pero se preocupa por mí y se
preocupaba por Jiken —sonrió, mirándolo de soslayo —¿Por qué te molesta, eh?

—¿Por qué te interesa tanto el porqué? —sonrió también, sujetándole la mandíbula y


girándole la cara lentamente, para meterse con él.

La cara de Lowe se puso completamente roja, pero no se apartó por esta vez, incluso
sostuvo su mirada.

—¿Y a ti por qué te interesa el que me interese?

—Porque… —se acercó un poco y le rozó los labios con los suyos —Estás pensando en
otras cosas mientras trabajamos —su mano bajaba por el cuello del rubio, e inclinó la
cabeza, observando con sus ojos azules los suyos —, y eso está mal —. Lo besó de pronto,
sujetándole el cuello con firmeza y respirando pesadamente.
Lowe le devolvió el beso sin embargo, entrecerrando los ojos como si no se atreviera a
cerrarlos del todo. Desvió la mirada finalmente cuando se hubo roto el beso, retomando el
diario.

—A Jiken no le hubiera molestado, así que supongo que está bien.

—Sí, supongo… —alzó una ceja, sin creerse que hubiera hecho como si nada y lo dejase
así con un beso y hala. Apartó el brazo de sus hombros y suspiró, tocándose la nuca.

Lowe lo miró de soslayo, preguntándose si estaba actuando bien, tampoco quería que
perdiera el interés.

—Dice… que podrá ver con nuevos ojos, que hay cosas que nunca pensó que existieran.
“Quiero saber por qué la gente hace lo que hace, debe haber una razón…” Es lo último que
escribió —se encogió de hombros cerrando el diario y suspirando de nuevo.

—Pues tal vez se tomó esas drogas para trascender o algo así. Pero dudo que se le ocurriese
a él solito. A lo mejor lo buscó en internet, o se lo dijeron sus amigos carnavaleros… ¿qué
se yo? Tal vez ellos sepan algo pero se hagan los locos porque no era su intención que eso
sucediese… —se recogió el pelo en una coleta, dejando caer la cabeza hacia atrás en el
colchón —¿Qué hora es?

—Ocho y media, deberíamos ponernos en camino, ¿no lo crees? —se puso de pie,
pensando que su actitud había cambiado, pero claro, no sabía qué otra cosa esperaba —Voy
a cambiarme de ropa.

—Vale… yo también —se levantó para ir a buscar su bolsa, ya que Bronco le había dejado
algo de ropa, pero había pasado de ponerse algo que no era su estilo hasta que no le
quedase más remedio —. Lo hago en el baño, podría hacerlo aquí, pero no quiero seducir a
Jiken si está mirando…

Lowe se rio, enrojeciendo un poco aun así.

—Creo que no eres su tipo, ¿eh? —le advirtió, dirigiéndose a su propia habitación a buscar
alguna de las cosas que le había enviado su madre y que jamás usaba.

—Yo le gusto a todo el mundo… —bromeó, cogiendo la bolsa para meterse en el baño.
Suspiró, mirándose al espejo. Se frotó la cara con agua y se soltó el cabello de nuevo,
pasándose las manos hacia atrás y mojándoselo, retirándolo de delante de su rostro por
completo, ocultando la mecha azul de aquella manera. Estaba extraño con el pelo hacia
atrás, pero esa era la idea. Se quitó la ropa y la dejó sobre el váter de cualquier manera,
poniéndose los pantalones negros de Bronco y una tank negra que sinceramente, usaba para
dormir.

Cogió las botas de nuevo y regresó al salón, tomando la máscara y guardándola por el
momento en su bolsa, donde llevaba también una cámara de fotos muy pequeña para
ocasiones como esa.
Lowe por su parte, se había puesto unos jeans negros también, los únicos que tenía sin
agujeros y eso porque aún no se había puesto a trabajar en ellos. Sacó un jersey azul oscuro
de mangas largas, de muy buena calidad, pero muy aburrido para su gusto, y se lo puso,
mirándose al espejo con cara de asco. Se aplastó un poco el cabello, aunque de todas
maneras no lo llevaba muy peinado, se preguntaba si no llamaría la atención así, pero si se
ponía un gorro parecería un ladrón.

—Listo —anunció mientras salía, ya que la máscara la había dejado en la sala junto con la
de Steiner.

—Je, je… pringado —se rio, alzando una ceja y poniéndose la cazadora por encima.
Bronco no había querido dejarle la suya.

—Se supone que nos veamos como cualquier persona… —le contestó frunciendo el ceño y
cogiendo la máscara —Porque tú te ves tan original así.

—Oye… nadie habla de originalidad, sólo de lo sexy que soy. Y eso es imposible de
disimular —le pasó por delante, abriendo la puerta y colgándose la bolsa al hombro.

—Sí, sí… —lo siguió pensando que ya el jersey era bastante grueso y no necesitaba llevar
una cazadora. Le miró las nalgas, en realidad pensando que debería darle una patada por
reírse de él.

—No te pongas así, me pones incluso con esa ropa —sonrió, entrando en el ascensor y
bajando la mirada a la altura de su entrepierna.

—No hablaba de eso, agh —refunfuñó enrojeciendo y rascándose la cabeza, aunque era un
gesto de nerviosismo.

—Lo sé… —salió del ascensor y se tocó los labios con el puño cerrado, pensando que
había estado a punto de meterle mano. Se sentó en el sillón de la moto y lo esperó, riéndose
para sí.

—¿De qué te ríes? —le preguntó Lowe mientras se subía a la moto, sujetándose de su
cintura. Intentaba actuar con naturalidad, pero ya estaba rojo de nuevo.

—No quieras saberlo —se rio, apartando la pata de cabra y encendiendo la moto. Ya sabía
el camino, así que le metió algo de caña, sólo porque le agradaba la sensación del aire en el
rostro, sobre todo de noche.

Lowe frunció el ceño, pero antes de que pudiera darse cuenta, ya se estaba sujetando con
todas sus fuerzas a la cintura del moreno, sin poder evitar el recordar la sensación cálida de
sus labios.
Subieron por la cuesta que llevaba al bosque y redujo la velocidad para que el motor se
escuchase lo menos posible por si ya andaban por ahí cerca. Aparcó la moto alejada de allí,
sobre todo porque si le ocurría algo a esta, iba a darle algo.

Le sujetó las manos antes de que fuera a bajarse, y se quedó así por un momento, rozándole
los nudillos con un dedo. Lowe sostenía la respiración sin apartarse, estaba nervioso,
doblemente nervioso ahora y quería besarlo de nuevo.

Steiner separó los labios como para decir algo, pero se quedó con ellos entreabiertos,
nervioso. Le sujetó las manos con ambas suyas y las subió por su abdomen hasta su pecho.

—¿Vamos?

—Sí, vamos a buscar un buen lugar —asintió, separándose de él muy lentamente, como
aturdido y pasándose la mano por la cara para ver si se le quitaba lo rojo de una buena vez;
o se iba a quedar así para siempre.

Steiner se levantó, guardándose las llaves en el bolsillo y quitando la cámara y la máscara


de la bolsa. Guardó esta en el maletero de la moto y lo miró, nervioso también.

—¿Deberíamos ponernos esto ya?

—Creo que sí, si nos encontramos con alguien… —le advirtió, colocándose la suya y
mirándolo a través de los agujeros. Era extraño.

Steiner se la colocó también, mirándolo a los ojos y pensando que parecían más azules así.
Le sujetó las caderas y se inclinó para besarlo otra vez, aunque definitivamente era extraño,
ceremonial incluso. Lowe no se resistió, sino que se sujetó de su cuello contra toda
indicación de su psicólogo seguramente, devolviéndole el beso. De pronto sentía que
aquello iba muy en serio, no sólo lo de él con Steiner sino lo que estaban haciendo.

—Todo irá bien… —dijo contra sus labios, como si supiese lo que le preocupaba. Se sacó
la cámara del bolsillo y la guardó en el suyo —Tú ocúpate de eso, ¿vale? —lo besó otra
vez, de forma superficial, pero arrastrando los labios contra los suyos casi.

—Vale, y sí —asintió, apartándose nerviosamente y echando a andar por aquel lado del
bosque, dirigiéndose a donde sabía que se desarrollaban esas reuniones, aunque caminaban
escondidos entre los árboles, evitando el sendero principal.

La luz de las estrellas era un alivio, ya que apenas había luz, pero no podía compararse a las
noches de la ciudad. Cualquier ruido los ponía alerta, y es que era ahora cuando estaba más
claro que nunca, que aquello no era ninguna tontería. Si esa gente tenía algo que ver con lo
sucedido a Jiken… podían meterse en un buen problema.
Se detuvieron tras una frondosa arboleda que rodeaba una roca cercana al lugar en donde se
encontraba la hoguera, y se sentaron uno al lado del otro, nerviosos, en un silencio que duró
varios minutos.

Lowe estaba a punto de decir algo cuando se escucharon voces, los participantes
empezaban a llegar, una pareja primero, un chico y una chica, hablando de temas triviales.

El rubio los siguió con la mirada mientras observaba cómo comenzaban a amontonar trozos
de madera en el centro para hacer la hoguera. Poco después se acercaba otro chico,
saludándolos de manera despreocupada.

Llegó un hombre mayor de incipiente calvicie y una pronunciada redondez en el estómago,


un chico joven de cabello anaranjado, y dos jóvenes más.

Todos se sentaron formando un círculo y comenzaron a intercambiar frases banales sobre la


noche que hacía y si habían traído esta u otra cosa. Nada extraño por el momento, salvo que
según los dibujos de Jiken, el número de integrantes no concordaba.

Lowe también lo había notado y les estaba tomando una foto detrás del follaje, aguantando
la respiración inconscientemente, aunque era imposible que lo escuchasen desde allí.

Aquel hombre alzó la voz de pronto, era ronca y grave y todos los chicos guardaron
silencio en ese momento.

—Vamos a comenzar, tomaos de las manos y observad el fuego, cómo consume lo que
antes estaba entero.

Lanzó una bolsa de terciopelo rojo a las llamas, y la misma ardió rápidamente como si
hubiera sido empapada en alcohol. Desprendió un humo dorado y el olor dulzón tardó poco
en llegar hasta ellos.

Steiner se movió despacio, observando con curiosidad y tratando de averiguar qué era aquel
olor almizclado. Tenía una pequeña libreta y apuntó la frase de aquel hombre, bocetando su
máscara para compararla con los dibujos de Jiken.

El joven del cabello anaranjado sacó una especie de túnica morada que sólo cubría los
hombros y parte del pecho, y se la puso por encima al que parecía ser el oficiante de aquella
extraña ceremonia.

La chica acercó una botella con un líquido oscuro y la abrió, vertiendo el contenido en un
bol de barro, que luego el hombre puso sobre las llamas. El pelirrojo dejó caer unas rosas
de té amarillas en el líquido y se arrodilló expectante.

El periodista miró a Lowe, haciendo una mueca de que no le gustaba mucho lo que hacían
allí, y este le contestó negando con la cabeza, dándole la razón y arrugando la nariz,
tampoco le gustaba aquel olor. A pesar de estar lejos, lo hacía sentir ligeramente mareado.
Tomó otra foto, bajando la cámara luego.

La chica que había llegado primero, empezó a reírse ligeramente como alterada,
inclinándose hacia delante y hacia atrás mientras su pareja sólo miraba las llamas,
expectante.

Las manos del oficiante retiraron el recipiente de barro del fuego y vertieron algo dentro,
revolviendo con los mismos dedos aquel líquido caliente. Sujetó una de las rosas
embarradas por el líquido y se la metió entre los labios al pelirrojo, que chupó sus dedos
incluso para recogerlo todo.

Todos se adelantaron un poco y hundieron entonces los dedos allí, haciendo lo mismo que
el otro.

—Por los que ya no están con nosotros —dijo uno de los chicos, riéndose de forma
nerviosa.

—Mierda… —susurró Lowe sin poder evitarlo, aunque mordiéndose el labio inferior
después y mirando a través del objetivo de la cámara cómo todos volvían a colocarse en
aquel círculo, sujetándose de las manos.

Se inclinaban hacia delante y hacia atrás, algunos riéndose otros simplemente como en otro
mundo. La risa de la chica resonó aguda. Despacio se pusieron en pie y uno de ellos salió
del círculo y entró en el interior, de cara al fuego.

Extendió las manos hacia el mismo, poniendo nervioso de más a Lowe, pero apenas pareció
tocarlo y retirar las manos enseguida.

—El fuego renueva —comentó en voz alta, extendiendo un brazo hacia el chico pelirrojo
ahora como para que lo acompañara. Este entró en el círculo. Llevaba una máscara de búho,
que Steiner no recordaba haber visto, observó cómo tomaba sus manos, apretándolas.

El otro lo atraía para que caminase por encima de la hoguera hacia él, pero se veía asustado
a pesar de las drogas.

—Mierda… —susurró Steiner, que no era capaz de quedarse mirando eso.

—Se van a matar —susurró Lowe, apretando la cámara y pensando en Jiken por un
momento.

Ambos chicos entraron en la hoguera por fin, caminando, uno seguro y el otro tembloroso.

El pelirrojo gritó al ver las llamas subiendo por su ropa y el otro lo sujetó con fuerza para
que no huyese.
—No te quemará, no te va a quemar —repetía, pero el otro se soltó, corriendo por la hierba
hacia el lago. Cayó al suelo, rodando colina abajo y apagando las llamas en su mayoría.

—Id a por él… —los envió el oficiante con voz solemne.

Los otros dos se levantaron, siguiéndolo y sujetándolo una vez hubo apagado las llamas,
aunque Lowe por poco se había levantado. ¿Estaban locos o qué?

—No temas, el fuego te limpiará —le aseguraron, aunque el chico no se veía nada
convencido, más bien asustado y cerca del histerismo.

—Ya hemos visto suficiente —le dijo Steiner, que se preguntaba si era un rito de iniciación
o algo así, y sujetó la mano del rubio —. Vámonos.

—¿Estás seguro? ¿Y si le pasa algo? —le preguntó Lowe, sintiéndose un poco histérico
también. ¿Y si se iban y ese chico aparecía muerto luego como Jiken?

—Pues nos vamos y llamamos a la policía para decir lo que hemos visto, campeón, porque
no sé tú, pero yo no soy capaz de bajarme a seis tíos sólo con el poder de mi judo. Del cual
sólo sé la palabra —susurró Steiner.

—Lo sé, sólo estoy… —suspiró porque no quería decirlo en voz alta y sujetó su mano,
levantándose un poco para que no los fueran a ver —Vámonos ya.

—Vamos… —le dijo tratando de agacharse un poco y alejarse pegado a los árboles.

—¿Quién anda ahí? —preguntó el hombre mayor.

Steiner apretó su mano y lo escondió con él tras los árboles, pero uno de los chicos
comenzó a caminar hacia ellos, seguido de su novia, que se ponía seria y a cada dos
segundos se reía.

Lowe volvió a aguantar la respiración, nervioso, sintiendo que se le aceleraba el corazón.


Quería salir corriendo, pero si lo hacían ahora, seguro que los notarían.

Ambos chicos se estaban acercando cada vez más, cuando de pronto una ráfaga de viento
levantó las hojas que yacían antes en el suelo, casi lanzándolas contra ellos.

Steiner apretó su mano y salió corriendo con él a toda prisa, aprovechando aquel momento
mientras la pareja protestaba con tierra en los ojos.

Atravesaban el bosque lo más deprisa que podían, sin importar ya si hacían ruido o no,
tratando de llegar a la moto antes de que los alcanzasen, pero se podía oír a los chicos
corriendo en su dirección, apartando hojas con las manos ya que el viento no cesaba.
Cuando por fin llegaron, prácticamente saltaron sobre ella, Lowe apretándose todo lo que
podía contra Steiner, incluso cerrando los ojos.

Arrancó rápidamente, pues se había sacado las llaves del bolsillo ya por el camino mientras
corrían, y aceleró para perderse lo antes posible, sonriendo ligeramente porque se habían
librado.

De todas formas no bajaba la velocidad, recorría aquella carretera mal pavimentada lo más
rápido posible para largarse de allí. Miró a la izquierda un momento, notando a alguien en
la linde del bosque, observándolos.

—Dios, dios… ¿Qué diablos ha sido eso? ¿Qué diablos les pasa? —se quejaba Lowe,
refunfuñando en bajito, sin atreverse a abrir los ojos, sólo quería estar de vuelta en su casa,
sano y salvo. Alzó la voz, comentando —Tenemos que quitarnos las máscaras antes de
entrar al pueblo.

—Lo sé… —le dijo nervioso, pero seguro de que no habría podido ni distinguirlos a la
velocidad que iban y con las máscaras. Al menos él, no había podido ni verle la cara. Miró
por uno de los retrovisores, pero ya no había nadie allí.

Se sacó la máscara, y la misma salió volando hacia atrás.

—Mierda… —dijo girando un poco la cabeza, pero ahora no podía regresar a por ella.

—No te preocupes, seguro se la lleva el viento —lo tranquilizó el rubio, aunque no estaba
seguro de eso y se quitó la suya sujetándola con fuerza y volviendo a rodearle la cintura a
Steiner.

—No lo creo, y si llamamos a la policía con eso mío por ahí. No sé, no me hace puta gracia,
mis huellas deben estar por todas partes en la cola —le dijo con la voz alzada para que lo
escuchase.

—Es igual, ellos no sabrán quien fue sólo por una máscara y… y… No lo sé —confesó por
fin, sintiéndose perdido.

—No, si los llamamos para decirle que un grupo de enmascarados se pusieron a hacer a un
tipo caminar por las llamas. No… si ven una máscara no van a buscar las huellas ahí, no te
digo… porque son imbéciles… —resopló, como diciéndole que ni de broma llamaba —No
creo que haya muchos pelirrojos de esa edad por aquí, mañana te fijas si lo ves en la
universidad, y punto. Tampoco lo estaban obligando…

—Lo sé, me refería a ellos, no a la policía —suspiró exhausto y apoyando la cara contra su
espalda mientras abría los ojos por fin —. Lo buscaré mañana…

—Vale, lo siento. Estoy un poco nervioso, había alguien ahí, en la linde del bosque, y nos
vio. Seguro que no nos distinguió ni mucho menos, pero… había alguien mirándonos.
—¿Reconocerá la moto? —preguntó alarmado, reafirmando su agarre en ese momento —
Que… quédate conmigo esta noche.

—Ya pensaba, y no lo sé, tal vez. No hay muchas Hayabusas aquí, por no decir ninguna
salvo la mía —se mordió un poco el labio inferior —. No sabrán de ti, pensarán que esos
periodistas meten las narices en lo que no les importa, eso es todo. Tal vez ni siquiera pudo
fijarse en qué moto era, íbamos… vamos, muy deprisa —redujo un poco al fin, ya que
llegaban a la ciudad y no podía ir de ese modo.

—Da lo mismo, estoy preocupado —se apartó un poco de él, sin soltarse. No quería decirle
que lo que le daba miedo era precisamente eso, que fueran a por él —. Ahora estoy más
seguro que nunca, lo de Jiken no fue un suicido ni un accidente.

—No lo sabemos… Que hagan cosas raras, no los convierte en asesinos. Estaban drogados,
y… a saber qué era esa mierda que se estaban tragando.

—Olía espantoso, ¿eh? Pero… ese hombre no bebió. ¿Te diste cuenta? Sólo los chicos…
—murmuró, negando con la cabeza.

—Me di cuenta… —le dijo aliviado de atravesar la zona con edificios ya, como si el
peligro residiese sólo en aquel bosque —Lo que también pienso, es que Jiken nos ha
salvado el culo. Ese viento no era normal.

—Sí, eso creo —sonrió suspirando y asintiendo —. Tengo que llamar al doctor Crawford,
pero primero voy a necesitar una cerveza.

—Sí, yo también necesito unas cuantas —dejó la moto en un aparcamiento de pago porque
no se fiaba, aunque tuviese que pagar la noche, no le importaba. Al bajar cogió la bolsa del
portamaletas y esperó al otro, sujetándolo por encima de los hombros enseguida, mientras
iban hacia las escaleras. Lowe se sujetó de su cintura con un brazo, como si aun estuviesen
en movimiento y se fuera a caer, lo necesitaba.

—El otro actuaba como si no se quemase, ¿no crees? —le preguntó de pronto Steiner.

—Sí, pero sería por las drogas, ¿no? Aunque… —lo miró, preguntándose si sería posible
trascender realmente como los místicos o algo así. Negó con la cabeza —No lo creo.

—No sé…, la verdad es que no lo sé —caminó hacia la casa del chico, mirando hacia atrás
paranoicamente un momento, y aproximándolo a él después.

Parte III
Martes, febrero 2

A Lowe le temblaban las manos mientras abría el portal y no volvió a respirar tranquilo
hasta que estuvieron dentro del ascensor. Se pasó la mano por el cabello, alborotándoselo
mientras se recostaba contra la pared.
—No sé qué pensar.

—No pienses mucho. Mañana hablaremos con ellos y les contaremos todo. Hasta
entonces… es mejor no darle muchas vueltas —le tocó la cara con una mano, saliendo con
él del ascensor, sintiéndose todavía un poco paranoico.

—Voy a llamar al doctor Crawford ya, se preocupará si no lo hago —le avisó, mientras
abría la puerta de su piso con una mano, con la otra sacando el móvil.

—Vale —dejó la bolsa en el interior y metió una mano dentro del bolsillo del chico
mientras llamaba, para coger la cámara.

El sicólogo le contestó enseguida al teléfono, ya que estaba esperando su llamada.

—Ya llegamos, estamos bien —le aseguró enseguida, aliviado de tener contacto con otra
persona.

—Pareces nervioso… —susurró, incorporándose un poco en el asiento, donde había estado


leyendo.

—Sí, fue algo muy raro. Estaban bebiendo algo que olía terrible y un chico trató de
convencer a otro de que caminara sobre el fuego… Luego nos persiguieron, pero Jiken nos
ayudó a escapar.

—¿Os persiguieron? Entonces os han visto, ¿no? —¿Y por qué demonios los perseguían si
no era porque estaban haciendo algo malo y no querían ser descubiertos? —Hay que llamar
a la policía, voy a tu casa, dame un momento.

—No, no la llame, por favor. A Steiner se le cayó la máscara allí. No nos vieron las caras
de todas maneras —insistió nervioso, incluso gesticulando con las manos aunque no podía
verlo.

—Pero si pueden estar relacionados con la muerte de Jiken… ¿para qué has ido entonces?
¿Para dejarlos seguir haciendo lo que Dios quiera que hagan? Steiner puede explicar por
qué estaba allí su máscara, no pasa nada.

—No le creerán y no tenemos ninguna prueba de que hicieran algo además, ese chico
estaba allí por su propia voluntad —le aclaró, suspirando y de nuevo alborotándose el
cabello —. No sabemos nada realmente.

El doctor suspiró, sentándose mejor en el sillón y tocándose el pecho por la abertura de la


bata.

—Está bien, pero no vuelvas ahí, y si pasa algo extraño, llámame enseguida. ¿Estás con
Steiner ahora?
—Sí, se va a quedar conmigo esta noche —asintió, mirándolo de soslayo —. Gracias, estaré
bien.

—Está bien, pero ya hablaremos mañana —suspiró con fuerza. Ni siquiera sabía en qué se
estaban metiendo. Se despidió de él y colgó el teléfono.

Steiner miraba las fotografías en el ordenador de Jiken, algunas no se veían nada bien por la
oscuridad.

Lowe dejó el teléfono sobre la mesa de la cocina, tomando dos cervezas de la nevera antes
de ir con Steiner.

—¿Hay algo ahí? No puedo creer que Jiken se haya metido en esto…

—Nada que no hayamos visto, pero quería saber si al menos teníamos pruebas —cogió la
cerveza que le ofrecía y la abrió para beber un buen trago, apartándose un poco de la mesa
para que se sentase en sus piernas, sujetándolo con la mano.

Lowe lo hizo, recostándose contra su pecho, y bebiendo varios tragos largos en silencio,
observando aquellas fotos.

—Creo que pensaba que encontraría algo, incluso si los demás eran un fraude. En cierta
manera, era un iluso.

—Todos lo somos, incluso nosotros, pensando que no estábamos en peligro por ir hasta allí,
o que hablarían de él… —apoyó la cerveza en la mesa y le rodeó la cintura con los brazos.

—De cierta manera, pero dijeron… “por los que ya no están”. Eso suena a varios, ¿eh? —
alzó una ceja, pensando que allí faltaba alguien además de Jiken.

—Cierto… no había el mismo número de personas. ¿Vas a buscar el diario y miramos las
fotos para comparar las máscaras con sus bocetos? —le besó la espalda, soltándolo.

—Sí, ya vengo —se levantó, dirigiéndose hacia la habitación de Jiken y encontrando el


diario en la cama, abierto justo en esa página —Gracias, ¿eh? —murmuró, seguro ahora de
que los estaba ayudando de manera activa y regresando.

Steiner alzó una ceja, percatándose de que hablaba con alguien y seguro de que era con
Jiken. Era lo que le faltaba, otro hablando con fantasmas. No sabía por qué, pero la verdad
es que ahora lo tenía claro respecto a intentarlo con él, y ya no parecía resistirse más. Era
una cosa muy extraña.

Le dejó sitio cuando se sentó otra vez en sus piernas, y lo observó mientras él comparaba
las fotos con las descripciones de Jiken.
—La del pelirrojo era nueva, ¿verdad? No recuerdo haberla visto antes —le comentó Lowe,
bebiendo más cerveza con gesto cansado.

—No me acuerdo, la verdad. Sí, creo que era nueva —le pasó la mano por el cabello y le
besó la mejilla, rodeándolo con el otro brazo y mirando la pantalla después. Creo que el
señor oficiante es ese tipo que no le caía bien a Jiken.

—Eso parece, ahora recuerdo que una vez regresó con una cortada en la mano. Me dijo que
se había caído por torpe… —le contó recordando y seguro de que había sido parte de algún
ritual.

—No le creo nada, y a ver qué era esa mierda tan oscura que había en el recipiente de
barro, porque a mí me parecía sangre asquerosamente coagulada —se movió un poco,
acariciándole el costado, como probando que no pasaba nada.

—Olía a los mil demonios —arrugó la nariz de nuevo, como si pudiera olerla allí mismo
—. No sé qué era pero todos estaban drogados, eso es seguro, intoxicados.

—Sí, pero no olvidemos que el pez gordo no probó esa mierda —echó la cabeza hacia atrás
y la apoyó contra el respaldo —. Hay que hablar con Bronco, tal vez pueda preguntarle algo
a Jiken, pero me parece que hoy no vamos a llegar a nada.

—No, sólo estamos dando vueltas y quiero quitarme esta ropa horrenda, me siento como si
estuviera atado —se quejó, apartándose de nuevo y caminando hacia su habitación —. No
se trae nada bueno ese tío…

—No… —lo siguió con la mirada, y finalmente entró en su cuarto, apoyándose en el marco
de la puerta —¿No más sofá?

—Dije que te quedaras, no que durmieras conmigo —enrojeció dándose cuenta de que
había bajado la guardia por completo —. Aunque… puedes dormir en el cuarto de Jiken, no
creo que le moleste

—No, me quedo aquí contigo —se sacó la camiseta y la tiró al suelo, como demostrándole
que no se iba de allí. Tampoco iba a atreverse a empujarlo así, ¿no?

—Está bien, yo duermo en el cuarto de Jiken entonces —negó, más rojo aún y tomando la
ropa que usaba para dormir.

—No seas cabezón… —cerró la puerta y se quedó apoyado contra la misma —Dormimos
juntos aquí.

—¿Por qué eres tan terco, eh? —lo miró, frunciendo el ceño y girándose luego. No sabía
cómo salirse de esa y lo cierto es que no le hacía mucha gracia dormir solo esa noche
tampoco.
—¿Y tú? Dejas que te bese, que te abrace, ¿pero no quieres admitir que estamos juntos?
¿Sabes qué? Duerme solo, tú sabrás —salió de su cuarto y pegó un portazo, entrando en el
de Jiken y mirando su cama con desconfianza —. ¡Sh! A mí no me digas nada, ¿eh? —le
advirtió, negando con la cabeza y saliendo de allí. Le ponía los pelos de punta, hasta
prefería el sofá.

Lowe exhaló con fuerza, quitándose el jersey y cambiándoselo por la camiseta desgastada
que decía “Fuck you”, antes de salir a buscarlo.

—Ven, anda. No seas así. Sólo… dormiremos juntos.

—No, estoy bien aquí. ¿Crees que soy un perrito al que reñir? Y cuando te da pena… le das
una caricia y corriendo a tu mano, ¿no? —se tiró en el sofá, cogiendo la cazadora para
taparse y girándose de cara al respaldo.

—No, creo… —Lowe suspiró de nuevo, enrojeciendo y frunciendo el ceño —Pues no


tengo sueño aún, ¿sabes? Y no pienso encerrarme en mi cuarto sólo porque tú estés
cabreado —se quejó, pasando a la cocina.

—Pues bien… —Tiró un poco más de la cazadora, pensando que no tenía que haberse
quitado la camiseta, pero tampoco había pensado que iba a ponerse tan pesado —¿Por qué
eres así, eh? —se sentó de golpe, con la cazadora entre sus piernas cruzadas.

—No lo sé, ¿por qué eres así tú? —le preguntó, cogiendo un cartón de zumo y acercándose,
aunque no demasiado.

—¿Así como? ¿Qué hago? ¿Intentar aproximarme al tío que me gusta? Dios… eso debería
ser un crimen… —se echó hacia atrás contra el respaldo, mirándolo.

—Y cabrearte si no se rinde de inmediato. A mí me cuesta, ¿sabes? —le confesó


enrojeciendo y desviando la mirada.

—Bueno…, pues claro que me cabreo —sonrió y suspiró, mirando a otro sitio también —.
Sólo iba a dormir a tu lado.

—Pues hazlo y deja de ser… terco —lo miró de nuevo —. Nunca he tenido un novio.

—Bueno, yo tampoco. No realmente… —tocó el respaldo, apoyando un brazo allí y


mirándolo también —Esto tampoco es sencillo para mí, ¿eh? No es como decirle a alguien
que la tengo grande y me gusta su culo para llevarlo a follar a un cuarto oscuro. Porque
realmente te importa una mierda si te dice que no. Es como cuando te dan un rasca y gana
en el súper y te sale: “Siga usted buscando, hay miles de premios”. Y hablo mucho cuando
me pongo nervioso… —se pasó la mano por el cabello, revolviéndoselo un poco para
dejarlo como siempre —Pero me importa lo que tú me digas.
—¿En serio te importa? —bebió del cartón de zumo, ya que de todas maneras ahora vivía
solo, y se fue a sentar a su lado —A mí no me gusta eso de sólo follar, es vacío y regresas a
casa sintiéndote solo.

—Lo sé…, pero es menos problemático —lo miró, suspirando ligeramente y dejando caer
el brazo por encima de sus hombros.

—A la larga es más problemático —le contestó apoyándose en él —. Yo soy agresivo


cuando me pongo nervioso, ya me lo han dicho antes.

—Tú eres agresivo siempre… —bajó la mano y la apoyó sobre su pecho, acariciándoselo
con las yemas de los dedos —Y no es problemático, sólo… vacío y aburrido.

—No me hagas cumplidos —se quejó, riéndose un poco —Lo sé, es… luego no tienes con
quien salir, ni con quien hablar de ciertas cosas…

—Y no sólo eso… Tampoco disfrutas del polvo, porque estás follando y de pronto te das
cuenta de que ni sabes cómo es su cara. O tienes que escuchar cosas como: no beso, no me
lamas. Parece que estés follando con una puta… Y eso hace que te sientas muy mal. Por
eso prefiero las aventuras que los polvos —en realidad pensó en Ageha, lo suyo había sido
real, aunque no fuera amor romántico lo que sentían.

—¿Has tenido muchas aventuras? —le preguntó, de hecho pensando en Ageha también y
planteándose si realmente no había algo entre ellos.

—Sí… cada vez que salgo… suelo tener alguna. Y está Ageha…, estaba. Bueno, ya te he
hablado de eso, ahora está con Don.

—¿Es por eso que terminasteis? Porque… ya no estáis juntos, ¿verdad? —le preguntó de
nuevo, mirándolo de soslayo.

—Sí, es por eso, y no. Bueno, nunca lo estuvimos. Era algo superficial de mutuo acuerdo
—movió la mano a su hombro y metió los dedos por el borde de la manga de la camiseta
para acariciarlo.

—Y ahora estás conmigo porque ya no estás con Ageha —murmuró, dejándole saber en
parte lo que le preocupaba.

—Ya estaba tratando de ligar contigo antes de eso —se rio —. No estoy contigo como
consuelo o algo así… ¿crees que me tomaría tantas molestias si fuera así? —lo miró,
pegándole un toque con su cabeza en la suya —Sinceramente…

—No lo sé, pero pensabas estar conmigo y Ageha a la vez entonces. Yo no soy así, aunque
te parezca un mojigato —se quejó, devolviéndole el toque en un gesto infantil.
—Pero entonces… no te conocía bien. Quiero intentarlo contigo —movió la otra mano y le
apretó el muslo, acariciándoselo y sintiendo la tela de los jeans negros mientras lo miraba a
la cara —, pero no voy a engañarte. Si las cosas no funcionan… No soy del tipo que pierde
el tiempo tratando de tapar agujeros, cuando sabe que hay que comprar un barco nuevo.

—Eso… lo agradezco. No me gustaría que me engañaras, terminaría queriendo matarte —


le contestó sinceramente, alzando la cara —¿Crees que puedas ser fiel a una sola persona?

—Es más fácil que serle fiel a varias… —se burló, pensando muy bien su respuesta y en lo
que le había dicho Ageha —No, pero a ti… No he vuelto a hacer nada desde… la última
vez con Ageha —movió la mano por su muslo, metiendo los dedos entre este y el asiento
—. Bueno, tal vez algo sí, pero no estaba sobrio o no estaba solo —se rio.

—Eso no cuenta, no necesitaba saberlo —lo riñó, poniéndose rojo y de nuevo desviando la
mirada. No había podido aguantar mucho con eso del no dejárselo claro, estaba nervioso
—. ¿Decías en serio eso de que me fuera contigo a investigar OVNIs?

—Sí, será divertido… —le palmeó la pierna, mirándolo y besándole la mejilla, rozándosela
un poco con la nariz y cerrando los ojos sin darse cuenta para oler su piel.

—Me tomaré un año para hacer eso, así podré pensar en qué quiero estudiar realmente —
asintió sonriendo y entrecerrando los ojos, seguía un poco nervioso, pero también había una
sensación de libertad, como si el universo le dijera que había dado un paso correcto.

—Te hace falta… —susurró, pensando en todo lo que le había pasado, y lo que aún le
sucedía. Le revolvió el cabello con una mano, de forma lenta, pegándolo a él e inclinándole
la cabeza hacia atrás para ver su rostro. Se inclinó hacia él y lamió sus labios, pensando en
entremeses y toda clase de metáforas extrañas a causa de Ageha.

Lowe tenía los ojos cerrados ahora, y entreabrió los labios como invitándolo a besarlo más
directamente, sujetándose de su cuello, aunque aun sostenía el cartón de zumo en una
mano.

Steiner no se lo pensó un segundo, lo besó apasionadamente, succionando su lengua y


empujando luego la suya. No pudo evitar imaginarse que era su polla lo que arrastraba entre
sus labios y abrió los ojos, mirándolo y pasando una pierna por encima de él para subirse
sobre sus piernas.

—Pero sólo vamos a dormir juntos esta noche —le advirtió Lowe de todas maneras,
abriendo los ojos para poder mirarlo. Estaba respirando agitado y lo sabía.

—Sí… —susurró apresurado contra sus labios, sujetándole el cuello para inclinarle la
cabeza hacia atrás y poder besárselo. Le mordió con suavidad, con más fuerza después,
contrayendo los músculos del abdomen y arrastrando su sexo contra el suyo.
El rubio jadeó, deseando haber dejado el cartón de zumo sobre la mesa porque ahora le
estaba estorbando, pero dejó caer la cabeza hacia atrás, doblando una pierna para
acomodarse mejor.

—Deja eso ya… —Steiner sujetó su mano para que lo soltase y cayó al suelo de lado. Le
agarró la otra también, apoyándole ambas en sus nalgas y empujándole los hombros para
tirarlo en el sofá.

—¡No! Se va a ensuciar todo y vendrán los bichos —se quejó el rubio frunciendo el ceño
—. Y además… además…

—Sh… —lo besó, sacándole la camiseta y lamiéndole los pectorales. Olió su piel, bajando
la mano derecha entre sus piernas.

—Hum… te dije que no, eres terco… —se quejó, aunque no lo detenía, estaba caliente,
muy caliente en realidad.

—Sí, ya sé, porque… los bichos y… todo eso que me importa una mierda mientras miro
estas abdominales que tienes… —se las lamió, bajando las manos y estrujando sus nalgas.
Su rostro se apartó un poco, sólo para observar la línea de vello rubio que terminaba donde
el pantalón comenzaba. Tiró de él con los dientes, desabrochándole los botones y
hundiendo los dedos más en sus glúteos.

—Deja eso, te dije que hoy… hoy sólo dormimos juntos —Lowe intentó apartarlo sin
muchas fuerzas, echándose hacia atrás.

Steiner subió sobre él y lo miró a los ojos, besándole los labios muy suavemente y
sujetando la mano con la que lo apartaba para apoyarla sobre su sexo erecto.

—¿En serio?

—S… sí, tenemos que… —asintió, enrojeciendo a más no poder y sintiendo cómo su
propio sexo se apretaba dentro de los jeans. Pero si era una tortura…

—Jugar un poquito… —se abrió los jeans de un tirón y le hizo sujetarlo bajo la ropa
interior, jadeando contra su boca al sentir su mano. Lo miró a los ojos, pensando de nuevo
en lo que Ageha le había dicho.

Bajó la mano por dentro de su ropa interior también y tomó su sexo, masajeándolo y
apoyando la frente contra la suya, moviendo la cabeza luego para buscar sus labios.

Los jadeos de Lowe se habían intensificado, sus mejillas estaban rojas y sus ojos afiebrados
buscaban los de Steiner con urgencia. Apretó su sexo, sintiendo una corriente de calor por
todo el cuerpo y comenzando a masajearlo sin pensarlo mucho más.
—Lowe… —Steiner se movió dentro de su mano durante un tiempo delicioso, que se le
hizo muy poco, comiéndose sus labios con cada beso y estremeciéndose como nunca por
algo tan inocente. Su mano estrujaba el sexo pálido del rubio, calentándolo todavía más con
el frotamiento. Frunció el ceño, apretando los dientes y separando los labios para gemir con
fuerza, sorprendido por la intensidad del orgasmo, dejando de moverse y estirando la
espalda sin apartar la mirada de él. Los ojos azules del rubio se aferraban a los suyos con la
misma intensidad, mientras sus labios se entreabrían de nuevo, dejando escapar los gemidos
de su propio orgasmo.

Pensó que no iba a dejar de correrse nunca de la falta que le hacía aquello y la pasión que
sentía en ese momento. Finalmente se relajó, todo su cuerpo cayendo sobre el sofá como si
ya no tuviera fuerzas para nada más.

Steiner se rio suavemente y le besó los labios antes de recostarse sobre él, subiendo la mano
por su abdomen hasta el pecho.

—Sh… —lo calló Lowe, cubriéndole la boca con dos dedos, aunque riéndose también de
todas maneras.

—Ahora limpio eso… —se refirió al zumo, aunque echó una mirada, y tampoco había
caído tanto, porque lo había apoyado con la abertura hacia arriba.

—Más te vale, mira que eres bruto —lo riñó, aunque seguía sonriendo y estaba rojo además
—. Así que… sólo dormimos juntos.

—Aja…, pero eso cuando nos acostemos. Ahora estamos en el salón —le sujetó los brazos
para que lo rodease, aunque era incómodo estar los dos en ese sofá tan pequeño.

—Ya veo, interesante —contestó, riéndose con suavidad y estirando un poco el cuello para
acomodarse—. Steiner.

—¿Qué? —alzó un poco la cabeza para mirarlo, y se apoyó con los codos en el cojín del
mueble.

—En serio me gustas, es en serio. ¿Comprendes eso? —le preguntó mirándolo a los ojos,
muy seriamente.

—Sí… —lo miró también, comprendiendo que tenía miedo y apartándose el pelo a un lado
sobre el hombro, pero no sabía qué decirle para hacerlo sentir mejor —Tú a mí también.

Lowe sonrió, aceptando aquello y cerrando los ojos.

—Ahora no me quiero levantar.

—Ya…, pero aquí no hay quién duerma… —le aseguró, suspirando y levantándose para
fregar el suelo. Ya había visto el cubo en la cocina antes.
Se cerró un poco los pantalones mientras iba hacia allí, y al regresar pasó la fregona por
encima, tras recoger el cartón. Lo apoyó en la mesa y se quedó mirando al rubio, que aún
estaba tirado en el sofá.

—¿Qué miras? —le preguntó abriendo los ojos como si lo hubiera sentido y sonriendo. Se
levantó un poco, sentándose —¿Tienes sueño?

—No…, pero sí tengo ganas de acostarme contigo y abrazarte —le dijo con toda esa
sinceridad de la que disponía, apoyando la fregona contra la pared y luego ofreciéndole su
mano para que se levantase.

Lowe la tomó, más rojo imposible, aunque tampoco podía quitarse aquella sonrisa estúpida
de la cara, y lo siguió hasta su habitación. Ya sabía que se iba a quedar dormido si se
acostaban así, pero no podía pensar en algo mejor que dormir entre sus brazos.

*****

Bronco se había pasado el día durmiendo, agotado, por no mencionar que había cogido algo
de frío tras su decisión de hacer submarinismo en un lago en invierno. Sólo se había
despertado para comer y ducharse, acto seguido entrando de nuevo en la cama, como si no
hubiera nada más interesante que hacer.

Se sujetó al edredón y se giró de golpe hacia dentro, sintiendo un frío intenso y tapándose
hasta los ojos, incluso si estaba dormido. Algo le mojó la cara y abrió los ojos
inmediatamente, comprendiendo ante aquella oscuridad, la dureza del suelo, que ya no
estaba en su cuarto. Al menos lo que no era su cuerpo físico.

A tan sólo unos pasos de donde yacía, se encontraba Jiken, acostado sobre lo que parecía
ser una camilla de autopsia, pero estaba oxidada y carcomida por los años. Estaba desnudo
y manchado de sangre, ya que tenía varias incisiones a lo largo de su cuerpo, y su cara se
encontraba cubierta por una tela negra. La movió hacia donde estaba Bronco, sonriendo
levemente, podía sentirlo.

De pronto se encontraba frente a él, de pie, sin comprender ni cómo había llegado allí, pero
quería sentirlo, tocarlo.

—¿Jiken? —Bronco se sentó rápidamente, o al menos así lo sintió, pero era algo realmente
extraño, como si los movimientos se sintiesen inmediatos, y su voz sonó opaca.

El chico llevaba una especie de batín de hospital puesto, manchado de sangre seca. No
podía distinguir su rostro salvo su quijada, parecía que el flequillo proyectase una oscuridad
ilógica sobre sus ojos.
Se levantó con otro movimiento rápido, con los pies descalzos y unos jeans gastados, tal y
cómo se había acostado. Jiken lo sujetó por los hombros, sorprendiéndose de aquel contacto
tan vívido, tan real.

Lo soltó inmediatamente, asustado. ¿Por qué lo lastimaba aquello?

—Los vieron —habló de pronto, sin estar seguro de que lo escucharía.

—¿A quiénes? —lo miró confundido, pensando que estaba helado. Adelantó una mano y le
tocó el brazo con los dedos muy suavemente —¿Dónde estamos?

—El infierno, no deberías estar aquí —casi susurró con temor, mirando cómo lo tocaba.
¿Realmente podía sentirlo? —. A Lowe y a tu Steiner, los vieron en el bosque. Tienen su
máscara.

—Pero no los han cogido… —le dijo como si no pudiese creer lo contrario —No me eches,
no me importa si no debo —se sentía embargado por su visión y el tacto de su piel. No
quería ir a una realidad donde no existía.

—No puedes quedarte aquí, no perteneces a este lugar… —le explicó alzando una mano y
tocándolo ahora él, tenía los ojos ligeramente aguados, aunque Bronco no hubiera podido
verlos, no quería permitirlo —No los han cogido, pero corren peligro. Deberían irse…
ahora ya no se puede hacer nada. Llevaos a Lowe.

—No vamos a huir… —subió la mano hasta su hombro, sintiendo una sensación de soledad
y dolor insoportables. Se lo apretó con suavidad, su piel estaba tan fría… —Si están en
peligro, eso es que estamos cerca de saber la verdad.

—No quiero que Lowe muera, no quiero que mueras —admitió bajando la cabeza, el
flequillo cubriéndolo aún más. La sensación de pérdida era terrible, temía que sus piernas
no lo fueran a soportar más —. ¿Cómo es que puedes verme así?

—Soy sensitivo, aunque… nunca había visto a nadie tan claramente. Nunca había tocado a
nadie como tú, y esto… cada vez es más real —lo atrajo de pronto, abrazándolo contra él y
sintiendo el frio de su cuerpo —. Te sacaré de aquí.

—No puedes, no lo creo —susurró de nuevo, estremeciéndose y sollozando sin poder


soportarlo más, aferrándose a él, no comprendía nada —. He sido un idiota por buscar algo
más, esto es todo lo que hay. No quiero arrastrarte conmigo.

—¿Quién te ha hecho esto? —le preguntó, cerrando los ojos un momento y observando
imágenes que ya había visto antes. Las piedras del camino, los pies desnudos de Jiken, sus
manos atadas delante de su cuerpo, la barca, las flores, el agua por la noche.

Sangre saltando sobre su propio rostro, el de Jiken que era quien conscientemente o no, le
dejaba ver aquellas cosas. Un cuerpo en el suelo…, sangre en la tierra.
—Lo merezco, lo merezco… —empezó a repetir Jiken de pronto, tembloroso al ver esas
imágenes nuevamente y apartándose del moreno; no lo soportaba. Cayó al suelo,
cubriéndose los oídos y gritando como si sus propios lamentos le hicieran daño.

—Jiken… Jiken —Bronco se arrodilló en el suelo y le sujetó los hombros con las manos,
por el momento sin comprender lo que había visto. ¿Había visto cómo mataban a alguien?
¿Él lo había hecho? Las visiones eran demasiado turbias, como si es chico estuviera
drogado en esos momentos —. ¿Qué significa lo que me has mostrado? ¿Quién era ese?

Pero Jiken sólo negó con la cabeza.

—No quiero, no quiero que lo veas, no lo veas… No lo veas. No puedes hacer nada, yo
merezco esto.

—No, Jiken, no me alejes… —le pidió, escuchándolo de forma distante y sintiendo como si
se le empañase la vista —Déjame ayudarte.

—No puedes, nadie puede, nadie puede… —contestó el chico sin alzar la mirada,
comprendiendo aquello por completo finalmente. Se iba a quedar así por el resto de la
eternidad y nadie podría ayudarlo, sólo los estaba lastimando —Nada de esto es real —
murmuró de repente, ya que por primera vez el pensar eso dolía menos.

—¡Es real! —le apretó los hombros, tratando de hacer que lo mirase — ¡Jiken, no me alejes
de ti! —se sentó en la cama de golpe, empapado en sudor y despertándose con su propia
voz.

Se puso los calcetines y las botas, cogiendo una camiseta y la cazadora antes de correr fuera
de su cuarto. Llamó al ascensor varias veces como si así fuera a llegar antes. Ni siquiera
sabía a dónde demonios iba, ni porqué sentía esa imperiosa necesidad de salir a buscarlo a
la calle.

—¿Bronco? —lo llamó Ageha, sorprendido, saliendo de su habitación ya que lo había


despertado con semejantes gritos —Bronco, ¿a dónde vas? —le preguntó acercándose y
sujetándolo por los hombros para comprobar que no estaba poseído.

—A buscarlo… —le dijo, mirándolo a los ojos sin comprender qué hacía allí despierto.
¿Tan alto había gritado?

—¿A Jiken? ¿A dónde? ¿Al cementerio? —le preguntó incrédulo, y sin soltarlo—Es tarde,
Bronco. Vuelve a la cama, Jiken seguirá allí mañana.

—¡No! Al bosque… —se soltó, abriendo el ascensor y sujetando la puerta al final,


mirándolo.

—¿Al bosque…? —ladeó la cabeza sin comprender, sujetándolo con más firmeza y
mirándolo a los ojos, notando que no iba a desistir —Bien, iré contigo, no te muevas, ¿eh?
—se separó, corriendo como un rayo hacia la habitación para coger sus zapatillas y su
cazadora y regresando junto al moreno.

—Gracias —le dijo mientras bajaban en el ascensor, mirando al suelo y sintiéndose un


poco descontrolado —. He visto algo, a alguien muriendo delante de Jiken. Había sangre
por el suelo y… no sé qué sucedió, pero algo muy malo… —empezó a explicarle de
cualquier manera, sujetando su mano al detenerse el ascensor, y atravesando el vestíbulo a
toda prisa.

—¿Fue en el bosque? Supongo —le preguntó mientras lo seguía —¿Quieres que llame a
Steiner también?

—No, tú y yo. Estaremos bien, es sólo que… creo que sé dónde puede haber ocurrido
aquello, y tal vez, tal vez si voy allí pueda saber lo que ocurrió o… dónde está esa persona,
quién era —se acercó a él por la calle, susurrando —. Siento como si… alguien hubiera
sacado el cadáver de Jiken de su tumba. Cuando estaba allí…, sentí su dolor sí, pero él no
estaba y era como… Dios, creo que hicieron algo horrible con su cadáver —lo miró a los
ojos, sujetándolo por los hombros. En ese momento ni siquiera recordaba su advertencia de
que corrían peligro y debían irse de allí.

—¿Por qué crees eso? ¿Acaso es por su apariencia como fantasma? —le preguntó, ya que
él no podía verlos, así que no tenía idea de cómo sería aquello. Lo sujetó a su vez,
sosteniendo su mirada, se veía desesperado y no le iba a fallar ahora, no lo dejaría solo.

—Creo que estaba muerto cuando lo vi en el río. Entonces se llevaron allí su cadáver,
cubierto con esa máscara horrible, y le hicieron dios sabe qué… Y Dios… lo vi sobre una
mesa de autopsias, cortado… —apretó sus hombros, entrecerrando los ojos.

—Tal vez… fue durante la autopsia, tal vez sólo está confundido porque se vio a sí mismo.
¿No es eso posible? Después de todo, a mí no me gustaría verme así, abierto —le sugirió
tratando de calmarlo y acariciando su cara ahora —. Respira.

—Pero sé que no, estaba en una mesa oxidada… —negó con la cabeza, tratando de pensar
en algo claramente, pero no podía —No está, su cuerpo no está en su tumba, lo sé.

—Está bien, te creo, pero entonces, ¿no deberíamos…? Ah, olvídalo —se tocó la cabeza ya
que había estado a punto de sugerir que fueran a la policía, pero no podían decirle que
Bronco había tenido una visión, se reirían de ellos —. Voy a dejarle un mensaje de texto a
Don, creo que estará dormido a esta hora.

—Vale, en el coche… —lo llevó de la mano, dirigiéndolo allí y entrando enseguida.


Encendió en cuanto el asiático hubo cerrado la puerta y pisó el acelerador como si se tratase
de un caso de vida o muerte.

—Tranquilo… —le pidió Ageha poniéndose el cinturón, esta vez no lo hacía por reflejo,
realmente no quería salir volando por el parabrisas. Sacó su teléfono móvil dejándole un
mensaje corto a Don para que supiera a dónde se dirigían en caso de problemas y
diciéndole que lo llamaría al día siguiente.

Bronco subió por la carretera, vacía a aquellas horas, ya que salía de la ciudad o iba de
camino al bosque. Lo miró de soslayo, recordando de pronto lo que le había dicho Jiken.

—Me dijo que deberíamos irnos, que corríamos peligro. Díselo a Steiner.

—¿Y me lo dices ahora? —le preguntó con verdadera alarma, mirando hacia fuera, todo
estaba desierto. Marcó el número de Steiner, achicando un poco los ojos, al ver que se
acercaba otro coche desde atrás.

—No estaba pensando en eso… —murmuró el moreno, cogiendo un cigarro y


colocándoselo en los labios, aunque iba conduciendo temerariamente.

El teléfono sonó en el suelo del cuarto de Lowe, y Steiner se subió un poco sobre él,
estirando el brazo para cogerlo.

—Steiner… —contestó medio dormido.

—Steiner, soy Ageha, estamos conduciendo hacia el bosque. Bronco tuvo una visión y cree
que el cuerpo de… ¡Ah! —pegó un grito al sentir cómo el otro coche los golpeaba con
fuerza y se giró, asustado.

—¿Qué pasa? —se sentó mejor, alarmado y despertándose de golpe. “¡Cabrón!” escuchó
gritar a Bronco —¡¿Qué pasa?! —gritó, levantándose de la cama. Se oyó el sonido de un
chirriar de ruedas y varios golpes antes de que sonase sólo la línea —¡Ageha!

Le colgó y volvió a llamar por pura desesperación, pero la única respuesta que obtuvo fue
el sonido de ocupado en la línea de aquel teléfono móvil que ahora yacía roto a un lado de
la carretera.

Capítulo 13
Even the gates of Hell open from time to time

Parte I
Miércoles, febrero 3

La Hayabusa corría acelerada por la carretera, provocando un verdadero estruendo a esas


horas de la madrugada, más que nada porque casi no circulaban vehículos a su alrededor.
Lowe se sujetaba con todas sus fuerza a la cintura de Steiner, se había negado a quedarse en
su casa y el moreno tampoco había insistido mucho, ninguno de los dos podía quedarse
quieto.

—Tal vez deberíamos avisar a la policía.


—No nos harán caso… —fue reduciendo al ver marcas de neumáticos en la carretera y
derrapó un poco antes de detener la moto.

Miró a su alrededor, nervioso, pero parecían estar solos. No había ni rastro del coche de
Bronco, pero las marcas de ruedas bajaban por la cuneta y había varios árboles golpeados.

—Pues esto es bastante obvio —señaló el chico, alterándose un poco —. Deberíamos bajar,
a… a lo mejor están abajo —sugirió, aunque estaba seguro de que no sería así. En el caso
contrario podrían ver el coche desde allí.

—Vamos… —bajó deprisa, nervioso, sujetando su mano para que no fueran a caerse
ninguno de los dos. Abajo no había ni rastro de ellos, pero sí hojas movidas y fango
levantado del suelo.

Se agachó al ver algo fuscia que sobresalía entre las mismas, y su corazón pareció detenerse
al reconocer el teléfono móvil de Ageha —Oh dios…

—¿Qué es? —Lowe se acercó enseguida, observando lo que tenía en la mano y


comprendiendo. Se apartó, buscando más rastros, se sentía mareado y culpable. No sabía
exactamente qué estaba sucediendo allí, pero era grande.

Steiner trataba de recomponer el móvil como si eso fuera a explicarle dónde estaban sus
amigos.

—¡Ageha! —gritó al bosque, deseando oírlo gritar o algo, algo…

—Jiken, este sería un buen momento para ayudarnos… —susurró Lowe agachándose junto
a las hojas removidas y tratando con todas sus fuerzas de sentirlo, pero ni siquiera el viento
se movía en ese momento.

—Tengo que llamar al tío ese… y no funciona… ¡mierda! —lanzó el móvil contra el árbol,
tocándose los labios y apoyándose contra la corteza.

—Steiner… toma el mío —Lowe se puso de pie de nuevo, buscando el teléfono de su


psicólogo y marcando enseguida

—Gracias… —le dijo aliviado, esperando a que cogiese. Tardó un poco, desesperándolo,
pero obviamente debía estar durmiendo —Soy Steiner —le dijo sin darle tiempo a hablar.

—¿Qué sucede, Steiner? —preguntó extrañado, incorporándose un poco en la cama, con el


cabello revuelto —¿Está bien Lowe?

—Lowe sí, pero Ageha no…

—¿Cómo? —frunció el ceño, alterándose.


—Me llamó para decirme que iba al bosque, que Bronco había tenido una visión, y no sé
qué sucedió después, pero creo que un coche los sacó de la carretera y ahora no hay ni
rastro de ellos, ni del coche… ¡sólo el móvil de Ageha!

—Tranquilízate… —se dijo a sí mismo, aunque Steiner pensara que iba por él —¿Habéis
llamado a la policía?

—¿Ageha no te llamó a ti?

—No… —le dijo con voz suave, mientras se iba vistiendo —¿Dónde estáis? —olvidó que
no le había respondido a su otra pregunta y se puso un jersey de forma incómoda.

—En la carretera hacia el bosque, hay unas marcas que se ven de sobra.

—Esperadme ahí…

—Vale.

—¡No! Esperadme ahí, dilo —le ordenó.

—Esperamos aquí… —frunció el ceño, preguntándose qué se creía, y por qué para colmo
ahora sentía que debía hacerle caso. Le colgó molesto, acuclillándose en la hierba y
mesándose el cabello.

—¿Qué te dijo? ¿Sabe algo? —le preguntó Lowe, acuclillándose a su lado y tocándole un
hombro. Podía comprenderlo muy bien, era terrible y ni siquiera tenían una pista de a
dónde pudiesen estar —El lago —murmuró de pronto, aunque sólo lo decía porque no se le
ocurría otro lugar —. Deberíamos ir a revisar el lago.

—Sí, pero viene para aquí y le he dicho que íbamos a esperarlo… —lo miró, apoyando su
mano sobre la del chico y apretándosela —Dios, los voy a matar.

—Los encontraremos —le aseguró sin mucho convencimiento, añadiendo luego —. Jiken
los protegerá.

—La culpa es de Bronco, debería matarlo… debería… —se dejó caer sentado en la hierba,
intentando calmarse y tapándose la boca —¿Quién demonios está haciendo esto? ¿Por qué?

—No lo sé, quisiera saberlo —le apartó el cabello de la cara, atrayéndolo hacia su cuerpo
—. La culpa es mía por llamaros, por insistir.

—No —lo abrazó, tranquilizándose y tranquilizándolo —. La culpa es de quién quiera que


esté detrás de esto. No tiene sentido echársela a Bronco, ni a ti… Sólo tengo miedo.

—Yo también —contestó, abrazándolo de vuelta —. Van a estar bien, tienen que estarlo.
—Cuidado… —se echó a un lado con él, arrastrándolo tras el árbol al escuchar un coche
que se acercaba.

Se asomó por el borde con el rubio, observando la silueta grande de un hombre que cerraba
la puerta de su coche antes de bajar por la cuesta.

—¿Lowe? —lo llamó enseguida el sicólogo, encendiendo la linterna que llevaba en la


mano.

—¡Doctor Crawford! —contestó el rubio poniéndose de pie y corriendo a recibirlo —Todo


lo que sabemos es que venían hacia el bosque.

—¿Estás bien? —le tocó el brazo, notando que sí, salvo porque se veía hecho polvo, al
igual que el moreno que se acababa de levantar.

—Lowe ha pensado que pueden estar en el lago…

—¿Habéis llamado a la policía? —les preguntó de nuevo.

—No, no nos creerán y sin el coche… Sólo tenemos el teléfono destrozado de Ageha y
algunas huellas de neumáticos —le explicó, mirándolo desesperado como si el psicólogo
pudiera resolver aquello.

—Deberíamos llamar igual —cogió el teléfono de su bolsillo y Steiner le sujetó la mano,


provocando que lo mirase como si hubiera sido un gran atrevimiento.

—No sabemos en lo que estaban metidos, y… no es buena idea. Si Bronco vino para aquí
con esa urgencia… tal vez se habían metido en un lío.

—Así que nosotros nos metemos en otro y eso soluciona… ¿Qué? —negó con la cabeza,
procediendo a llamar antes de que Steiner le sacase el móvil.

—¡Que no! ¡Nos largarán de aquí y no podremos buscarlos! ¿Y si Jiken nos da alguna
información? ¿Iremos a contársela o tendremos que jodernos lejos de la zona?

El sicólogo lo miró muy serio, evaluando si darle una bofetada para que se calmase o
hacerle caso.

—Está bien… —murmuró, guardándose el móvil y dirigiéndose al lago con ellos,


alumbrando el camino.

—Gracias —sonrió agotado Lowe, mirando al suelo por si acaso veía algo que hubieran
dejado caer. No confiaba en la policía de todas maneras, siempre hacían un gran escándalo
y luego te decían que no se podía hacer nada sin algún tipo de papeleo o quién sabe qué.
Steiner caminaba muy serio, mirando a todas partes, tratando de buscar alguna huella de sus
amigos allí, pero había nada.

Caminaron largo rato por el bosque, tratando de llegar al lago lo antes posible, aunque era
difícil con la poca luz que había. Se escuchó un crack y la luz de la linterna iluminó las
hierbas bajo el pie de Don.

La máscara de Steiner estaba allí, y sin sentido alguno, el zapato estaba manchado de rojo
sangre, apartó el pie de pronto, notando que había un amasijo de tripas de animal allí abajo.

—¡Mierda! —exclamó Lowe cubriéndose la boca para no vomitar y sujetándose del brazo
del moreno con la otra mano —Eso… no es humano, ¿verdad?

—No tengo ni idea… Joder… Dios, dime que no —Steiner le apretó la mano, observando a
Don agacharse y levantar un poco la máscara.

—No, son los intestinos de un animal pequeño. Tal vez un gato o un conejo… ¿Qué es
esto? —se refirió a la máscara.

—La máscara que se me cayó cuando estábamos espiándolos… —explicó el moreno,


aliviado en parte, aunque seguía siendo horrible.

—Nos vieron… nos vieron… —comentó Lowe, temblando un poco y mirando a todos
lados, ligeramente histérico. ¿Y si los estaban vigilando en ese momento?

—Lowe, escúchame —Don se puso frente a él, sujetándole los hombros para que lo mirase
—. Estamos bien, tenemos que buscarlos, ¿vale? Así que ahora, no vamos a ponernos
histéricos. ¿Vale? Tenemos algo importante que hacer. Si no le diré a Steiner que te lleve a
casa —lo miró para que no protestase, y de nuevo al rubio
.
—¡No! —se aferró a sus brazos mirándolo a los ojos, y negando, mirando luego a Steiner
—No, ya… ya estoy bien, ¿vale? Estoy bien —exhaló, tratando de respirar con calma. Ni
loco se iba a ir a su casa ahora.

—Vale, pues sigamos. Ya estamos cerca del lago —le dijo Steiner, rodeándolo y frotándole
la espalda para confortarlo. Lo único que quería era pensar en Ageha y Bronco escondidos
en algún lugar, a salvo.

Se le ocurrió llamar al móvil de Bronco, justo en ese instante, pero le salió enseguida el
mensaje de que estaba desconectado o fuera de servicio. Alguien debía haberlo apagado, él
no lo habría hecho, o tal vez se había caído o golpeado también, pero simplemente no lo
habían visto.

—Steiner… —Don cogió una pulserita del suelo, mirándola nervioso, estaba seguro de que
era la de Ageha, le había comentado que era un regalo suyo.
—Eso… ¿no lo llevaba puesto cuando fue a mi casa? —le preguntó Lowe, ya que ese día se
había fijado en el asiático de pies a cabeza —Significa que estoy en lo correcto, fueron al
lago.

—Eso creo… —murmuró Steiner, cogiendo la pulserita y besándola sin darse cuenta, antes
de ponérsela —Seguro que él la tiró aquí para nosotros. Han tenido que huir, o tal vez se los
llevaron…

—Se los llevaron… —Don observó las marcas en la tierra, como de haber arrastrado los
pies de alguien. Eso le hacía pensar que uno de los dos estaba inconsciente, o algo peor.
Sólo esperaba que ese alguien no fuera Ageha.

—Pero… si se los llevaron, están vivos porque… —Lowe se quedó callado, recordando
cómo había encontrado a Jiken, ¿cabía la posibilidad de que alguien lo hubiese dejado allí?
Negó con la cabeza, bajando la mirada. Jiken se había ido a dormir en su piso la noche
anterior, había dicho que tenía dolor de cabeza.

—Están vivos —afirmó Don tajantemente, caminando hacia el lago de forma decidida.

Steiner lo siguió, sin soltar a Lowe, realmente asustado, como no lo había estado en su vida.
El entorno no ayudaba, la soledad y quietud de aquel bosque, los crick crick de las ramas
que partían al pisar, los sonidos de los animales entre las ramas y maleza.

—¿Jiken? ¿Jiken, estás aquí? —preguntó en bajito Lowe, igual de temeroso,


sobresaltándose a cada paso, pero no quería demostrarlo en caso de que el psicólogo
decidiese que era mejor enviarlo a casa.

Nadie contestó, y nada cambió a su alrededor, tuvieron que bajar a la zona del lago,
sujetándose de los árboles para no resbalar. Había huellas en la tierra, pero no había nadie,
absolutamente nadie aparte de ellos.

*****

El techo parecía estar muy lejos y el aire estaba viciado allí. Hacía frío y sin embargo, sobre
ellos flotaba una leve cortina de humo.

Ageha se quejó, moviéndose pesadamente, y notando entonces que sus manos y sus tobillos
estaban atados. Le dolía todo el cuerpo y se dejó caer de lado, mirando la cara de Bronco,
que yacía allí con los ojos cerrados. Por un momento angustioso pensó que estaba muerto,
pero luego vio su pecho moverse con el ritmo de la respiración.

—Bronco... Bronco… —susurró, tratando de arrastrase los pocos centímetros que los
separaban.

Él abrió los ojos despacio, le dolía el pecho, pero sobre todo la cabeza. Debía haberse
golpeado, tardó unos segundos en percatarse de su precaria situación.
—¿Has visto algo? —le preguntó cansado y aterrorizado, se había quedado inconsciente al
chocar contra los árboles. Era lo último que recordaba después del choque y un rostro
oscuro conduciendo en el coche de atrás.

—Unos zapatos negros… —sonrió, seguro de que eso no servía de nada, pero había
perdido el conocimiento luego de aquello —Steiner debe estar buscándonos.

—Sí… Mierda, lo siento, es culpa mía que estés… metido en esta mierda —olfateó un
poco, sintiendo aquel olor desagradable y dulzón de más. Recordó aquel sueño enseguida, y
cerró los ojos un momento —. Drogas…

—No es culpa tuya… ¿Drogas? —le preguntó, echándose hacia atrás para ver si podía
enderezarse un poco —¿El humo?

—Sí, son las drogas que utilizaban en esas reuniones. De las que te hablé… —susurró,
prefiriendo no advertir a quien fuera el que los había metido allí, de que se habían
despertado —Jiken ha estado aquí… —aseguró, ya que él también lo había estado, en sus
sueños. Aquellas paredes, el suelo frío y húmedo, el olor…

—¿Ya habías visto este lugar? —miró a su alrededor, susurrando también, siguiendo su
ejemplo. Mientras se mantuviera hablando con Bronco, no tendría que pensar en la
posibilidad de una muerte inminente.

—Sí, estoy seguro… —se aproximó más a él, alzándose un poco para sentarse y mirar sus
ataduras. Era un amarre fuerte de cuerda —Puedo tratar de soltarte con los dientes.

—No lo creo, están demasiado fuertes —negó, girándose de todas maneras ya que no tenían
muchas opciones. Estaba buscando con la mirada algo que pudiera servirles —. Si Jiken
estuvo aquí... ¿Qué hacía aquí? No lo asesinaron, no de esta manera.

—No lo sé, no tengo ni idea —se arrastró hacia abajo, mordiendo las cuerdas y tratando de
abrir el nudo, pero realmente estaba apretado, y no era de un material que pudiera
desgarrarse con los dientes, además, aquel olor estaba mareándolo.

—Con calma, no te destroces la boca. Nos encontrarán, ya te dije que Steiner nos está
buscando, sabe hacia dónde íbamos… —empezó a enumerar para tranquilizarse, aunque
sabía que probablemente los habían llevado lejos.

—La boca es lo que menos me preocupa en este momento, Ageha —le confesó, ya que
estaba asustado, pese a que no era una persona que se dejase llevar por el miedo fácilmente.
Escupió unos cuantos hilos, tirando de la cuerda, pero todavía no soltaba ni el primer nudo.

—Tenemos que pensar… —murmuró el asiático intentando hacerlo, pero con aquel mareo
era imposible. De pronto se quedó quieto, girando la cara hacia la otra pared —¿No
escuchaste eso?
Bronco paró también, con los dientes sujetando la cuerda. Se apartó un poco y cerró los
ojos, pero era incapaz de concentrarse así de nervioso.

—¿Qué oyes?

—No lo sé, quizás fue mi imaginación —negó con la cabeza, preguntándose si la droga lo
estaba afectando de más. Sin embargo, volvió a escuchar aquella especie de quejido
apagado.

Bronco resopló un poco, apoyándose en Ageha para conseguir sentarse. Ahora él también
lo había escuchado, simplemente no tenía sentido, ningún sentido.

—¿Jiken? —preguntó, sintiéndose como un loco por hacer esa pregunta.

Hubo un silencio largo y se escuchó una voz ahogada, preguntando algo, aunque era
demasiado débil.

—Jiken… —el moreno se arrastró contra la pared, tratando de apoyarse contra la contraria
que daba al cuarto contiguo —¿Estás ahí?

Ageha miró hacia la pared sin creérselo. ¿No sería efecto de la droga? Sintió el viento en la
cara, a pesar de que no tenía sentido, pero Bronco estaba mirando hacia arriba, sintiéndolo
allí.

Casi le daban ganas de llorar, porque por un momento había sido tan imbécil de pensar que
estaba allí encerrado. Por supuesto que oía sus lamentos si había estado allí encerrado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó suavemente, su mano rozando la cara de Bronco, de forma
temblorosa —No debes estar aquí.

—Nos encontraron… —susurró, mirando sus labios, ya que como siempre, no veía sus
ojos, pero su presencia era más fuerte que nunca. Si tan sólo Ageha no estuviera allí, podría
decir que ni siquiera se sentía triste de haber caído en sus manos.

El asiático lo miraba sin muchas fuerzas, esa cosa realmente lo estaba mareando cada vez
más, tenía que despejar su mente.

—Pero no estás muerto, lo sé. Tienes que salir —susurró el chico, agachándose frente a él y
deseando poder soltar sus ataduras o guiar a los otros hasta allí, pero ni siquiera lo verían y
no podrían cruzar.

—Pero no puedo, estamos atados y… me siento extraño. Hay drogas aquí… Ese humo…
Ese hombre, va a matarnos, ¿verdad? —le preguntó, mirándolo fijamente, sintiendo de
nuevo esa ansiedad por ver sus ojos, aunque debería ser lo que menos le preocupase ahora.
—No es un hombre, es un demonio —le aseguró, tocando su cara de nuevo y mirando a
Ageha por un momento —. No pertenecéis a este lugar, quizás haya una manera. No sé
cual.

—Jiken, esto… es un sótano de una casa, y no es un demonio, sólo es un hombre con una
máscara —le dijo, moviendo la cabeza en sentido negativo, mareado. Ya no sabía ni si se lo
estaba imaginando.

—No… No —negó, aunque no sabía si era mejor que pensara eso —. Estás del otro lado
ahora, aunque… no del todo —meditó ya que no había visto su tortura ni quería que la
viera —. Quiero ir a buscar a Steiner, él sabe de estas cosas, ¿verdad? Pero no me verá…

—No… —entrecerró los ojos, seguro de que no sabía lo que decía, porque él no podía
haberse muerto en el coche, ¿no? ¿Y si estaban muertos? Él y Ageha. Se sentía ingrávido y
ensordecido, todo lo veía como cubierto por un aura dorada que hacía chispitas parecidas a
una bajada de tensión —¿Estoy muerto?

—No, tú no. No puedes estarlo, no moriste —le insistió, aunque parecía estarse
convenciendo a sí mismo. Había creído que sería un alivio tenerlo con él, pero por nada del
mundo quería verlo sufrir—. No lo estás porque tu cuerpo… tu cuerpo sigue aquí —lo tocó,
como indicándole que no eran iguales y luego se acercó a Ageha, moviendo una mano
frente a su cara —. No me ve.

—No es sensitivo… —susurró, observándolos a ambos y entrecerrando los ojos —Ageha,


Ageha… —lo llamó, ya que no quería que se durmiera.

—¿Bronco? —lo miró confundido por un momento y sacudió la cabeza —Odio esta cosa.

—Si estuviera muerto podría verme —le explicó Jiken, agachándose frente a él.

—Jiken está aquí… —le dijo a Ageha —, delante de ti.

—¿En serio? —el asiático miró hacia delante, irguiéndose un poco y dejándose caer
después —¿Podrías decirnos cómo salir de aquí?

Jiken sopló su flequillo, abatido y regresando junto a Bronco al instante.

—Iré junto a Steiner, antes de que regrese…

—¿Quién? ¿El hombre de la máscara? —le preguntó, observando el aura dorada de su piel.

—No es una máscara —insistió asintiendo y tocando sus labios ahora. No quería separarse
de él, dejarlo allí solo con ese otro chico que no parecía tener ni idea de lo que sucedía.
—Busca a Steiner… —le pidió, ya que era su única salida, por más que no quisiera ponerlo
en peligro, y confiaba en su capacidad casi mágica de salvar siempre el culo. Rozó la cara
contra su mano, notando aquella extraña electricidad estática.

—Volveré enseguida —le prometió desapareciendo y buscando a Steiner con su mente. No


sabía qué iba a hacer, necesitaba que lo comprendiera.

—Ageha —susurró Bronco, acercándose a él y besándole la frente, se veía un poco ido —.


Va a avisar a Steiner para que venga a por nosotros. Llamará a la poli, todo irá bien… —
intentó tranquilizarlo.

*****

Don, Lowe y Steiner, llevaban toda la noche buscando, caminando bosque arriba, de tal
forma que ya se habían alejado de la ciudad incluso. El sicólogo había tenido que telefonear
a la universidad, diciendo que necesitaba coger unos días libres porque algo familiar había
surgido. Sólo esperaba que nadie se fijase en su coche aparcado allí arriba en la carretera.
El director no le había puesto ninguna pega, por otra parte, tenía un record de asistencias
intachable hasta ahora.

Estaba tan preocupado por Ageha, que todo lo que quería era pensar en otra cosa que no
fuera él. No, no podía hacerlo o empezaría a razonar con lógica, y eso le llevaría a
deducciones que no quería hacerse saber. Los tres estaban agotados y hambrientos. Hacía
frío allí en el bosque tan pronto en la mañana, y sólo no lo sentían, porque no habían dejado
de caminar.

Estaban siguiendo las huellas de un vehículo, que Steiner había descubierto en la tierra.
Tenía que reconocer que era un alivio, que al menos uno de los tres estuviera acostumbrado
a esa clase de cosas, pero seguía preguntándose si no era estúpido no haber advertido a la
policía. Se tocó la cara con la mano mientras subían la colina, pensando en Ageha, en su
forma de sonreír y cuando lo besaba al despertarse. (No, no pienses en eso), se pidió a sí
mismo, pensando que era una mala señal, aunque sabía que esas cosas no cambiaban nada.

La brisa movió el cabello negro de Steiner, y en respuesta él se lo sujetó en una coleta,


echándole un vistazo a Lowe, que caminaba de su mano, o él de la suya, ya no estaba
seguro.

—¿Tienes frío? —le preguntó, observando el vaho que salía de sus labios.

–No –mintió el rubio, observándolo. No quería darle más preocupaciones ni ser enviado a
casa. Aquello era en parte su responsabilidad y comprendía muy bien cómo debía sentirse
el moreno –. Estoy acostumbrado

—Serán cosas mías… —susurró, mirando a Don, que tenía los cuellos de la cazadora
subidos, y caminaba serio, callado como una tumba desde por la noche. A veces le daba la
impresión de que el motivo de sus silencios era la falta de esperanzas ya.
–Quizás… sí deberíamos llamar a la policía –sugirió Lowe, preocupado de que ellos no
pudiesen hacer nada.

—¿Ahora? ¿Luego de habernos metido hasta aquí en el bosque a buscar a unas personas?
Llamaremos y les diremos que llevamos aquí paseando desde ayer por la noche, y que no
los quisimos llamar… —Steiner suspiró, alzando un poco las manos, mientras el sicólogo
ya tomaba el móvil para hacer esa llamada.

Se le colgó solo, y se quedó mirando el mismo como si no lo comprendiese. Mientras


volvía a encenderlo y a meter el PIN, sintió una piedrecita sobre su hombro, luego otra, y
así hasta que tuvo que detenerse a mirar de dónde venían.

Por extraño que pareciese, las piedrecitas estaban cayendo desde la rama de un árbol,
estaban allí, amontonadas como si alguien las hubiera colocado cuidadosamente. Pero
ahora continuaban rodando una por una.

Lowe alzó la mirada pegándose a Steiner inmediatamente y preguntando con voz


temblorosa

–¿Ji... Jiken?

No hubo respuesta, pero la hierba se movió con otra ráfaga de viento, subiendo colina
arriba y haciendo un arco. Don entrecerró los ojos sin poder creérselo y sin moverse, pero
el resto de piedrecillas cayeron sobre su hombro, y fue tras los otros dos.

Steiner había echado a correr con Lowe de la mano, siguiendo aquel sendero.

—¿Sabes dónde están? —le preguntó, aunque tampoco recibió respuesta, sólo otra ráfaga
de aire fuerte.
–Voy a tomar eso como un sí –comentó Lowe, respirando agitado por el frío y la
adrenalina, mientras recorrían el sendero que les marcaba el chico.

—¿A dónde nos está llevando? —preguntó el sicólogo, que para empezar, ni siquiera
comprendía cómo podían fiarse de algo así, pero sus barreras lógicas estaban ya quién sabe
dónde, y la desesperación por recuperar a Ageha, le habría hecho seguir a quien fuera.

—La pregunta… es por qué no nos ha venido a buscar hasta ahora —se quejó Steiner, que
corría por el bosque a toda prisa.

—Es un fantasma, no dios, y no creo que supiera en dónde estábamos —lo defendió sin
darse cuenta, Don.

–¡Jiken! ¿Falta mucho? ¿Nos estás llevando con Bronco y Ageha? –preguntó Lowe,
mirando hacia arriba, imaginando que volaba sobre ellos, pero todo lo que recibió como
respuesta fue una ráfaga de viento alborotando su cabello y helándolo más todavía.
A medida que adelantaban más camino, se podía escuchar un sonido constante, parecía
estar acercándose.

—Nos lleva al río —anunció Steiner, que podía verlo a lo lejos, además de oler el agua
bajando hacia el lado contrario.

Corrieron hasta arriba del mismo, y al otro lado de este se podía ver una pequeña cabaña a
unos cuantos metros.

—¡Hay una cabaña! —exclamó Steiner, deseando que estuvieran allí. Tal vez se habían
escapado y refugiado en ese lugar.

—Hay que cruzar el río —Don miró hacia delante, pero no había puente si no bastante más
arriba del mismo. Tampoco podían lanzarse al agua.

–Tiene que haber una barca o algo, como en el lago… –Lowe empezó a recorrer la orilla,
buscando desesperadamente, y notando que aquel viento ahora soplaba constante,
desesperado casi, como si Jiken estuviera confundido.

Steiner se cubrió la boca con una mano, pensando, aunque si continuaban así por mucho
rato, iba a saltar y punto.

—¡Allá, al otro lado! —les señaló Don, corriendo hacia abajo unos metros más, y
señalando la pequeña barca.

—Voy… —Steiner se sacó casi toda la ropa aunque se estaba congelando, pero mejor
hacerlo un momento, que todo el camino de regreso. Saltó todo lo que pudo para pasar la
menor cantidad de tiempo nadando, y dios unas brazadas, subiéndose a la barca y remando
hacia ellos.

Lowe prácticamente saltó a la barca también, sujetándose de los bordes cuando la misma se
tambaleó.
Aquel viento los empujó hacia la orilla de nuevo, casi luchando contra ellos.

Don esperó a que llegasen hasta él y se subió a la lancha, pasándole su ropa a Steiner, que
utilizó la camiseta para secarse mientras Lowe remaba ahora. Se sacó la ropa interior y se
puso el resto de la ropa seca, guardándose la mojada en los bolsillos de la cazadora de
cuero.

—¿Qué demonios sucede ahora? ¿Nos trae hasta aquí para no dejarnos cruzar el río? —
Steiner tuvo que alzar un poco la voz para hacerse oír con aquel fuerte viento.

—Dame eso —Don sujetó los remos de las manos de Lowe, y tras remar con todas sus
fuerzas hacia la orilla, los clavó en el fango del fondo del río —. Saltad.

El viento era más fuerte aún, y Lowe alzó la voz de pronto, frunciendo el ceño.
—¿Quieres que los ayudemos o no?

Súbitamente las ráfagas desaparecieron por completo. Jiken se había detenido a su lado,
intentando explicarles, pero por más que gritase no lo escuchaban, sólo podían ver ese
viento y ni siquiera comprendían lo que estaba tratando de hacer, ni él mismo estaba
seguro.

Steiner saltó al otro lado, y Don esperó a que Lowe lo hiciera antes de bajarse de la barca.
El reportero corría a toda prisa hacia la cabaña, como si tuviese absoluta certeza de que allí
estaban.

—¡Cuidado! ¡Puede haber alguien! —intentó advertirle, imaginándoselo caer al suelo tras
un escopetazo. Seguramente imagen derivada de la visión de alguna película, pero que para
el caso, podría haberse hecho realidad.

—¡Steiner! —lo llamó Lowe, espantado por si acaso era cierto, y corriendo detrás de él,
cosa que sólo conseguiría que la bala los alcanzase a los dos.

Parte II
Miércoles, febrero 3

Sin embargo, cuando llegaron a la cabaña, la puerta no se abrió súbitamente, en realidad


estaba fuertemente trancada y las ventanas cubiertas con cortinas gruesas.

—Mierda… esto huele muy mal. Quieto ahí… —Steiner se tiró de la manga de la cazadora
mientras echaba un vistazo por fuera a la pequeña cabaña rústica. Parecía de un cazador o
algo así, pero definitivamente no era del todo normal. Se apoyó en el cristal varias veces,
pero nada se escuchaba en el interior.

De pronto golpeó el cristal y lo partió, pegándole golpes para no cortarse al entrar.

Esperó, echó un vistazo adentro, y en ese momento llegó Don.

—¿Por qué has hecho eso? Ni siquiera has llamado primero… ¿y si no eran ellos? —negó
con la cabeza, sintiendo que no había dejado de hacer locuras desde que había salido por la
noche.

—Y si lo eran… me lo iban a decir… —Steiner saltó adentro. Se trataba de un salón


normal, salvo por la presencia de un par de escopetas en la pared. Tal vez sí que era
simplemente la cabaña de un cazador. Bueno… no era la primera vez que se colaba en la
casa de otro sin su permiso.

Revisó la cocina, la cual estaba por completo en desuso. En el baño tampoco había nadie, y
la otra puerta estaba cerrada a cal y canto. Se acercó a la ventana de nuevo, haciéndoles un
gesto para que entrasen.
Lowe se apoyó en el marco de la ventana con el pie, impulsándose hacia adentro y luego
girándose por si el psicólogo necesitaba ayuda. Después de todo, lo veía demasiado digno
para ciertas cosas.

—¿No deberíamos llamarlos a ver si responden? Digo… No sé —preguntó, observando el


lugar luego y sintiendo un escalofrío. Jiken parecía haber dejado de guiarlos en ese
momento, se preguntaba si aún estaba cerca.

Don se quedó pensando qué tan buena idea era entrar allí, y finalmente lo hizo, aunque no
estaba para nada de acuerdo. Como estuvieran haciendo todo eso porque sí… iba a matar a
alguien.

—Hay una puerta cerrada aquí —les dijo Steiner, que había metido el atizador que estaba
cerca de la chimenea, entre las cadenas, e intentaba partirlas.

—Déjame a mí —el sicólogo sujetó la barra de hierro e hizo palanca, hundiéndola un poco
incluso en la madera de la puerta. Se rompieron las cadenas y la puerta se abrió, dejando
paso a una especie de sala extraña. Había botecitos y bolsitas con polvos.

—O.K., ¿es la cabaña de un boticario? —preguntó Lowe, claramente dudándolo. Se acercó


a uno de aquellos botecitos, oliéndolo y arrugando la nariz —Es espantoso… —se quejó,
aunque se le hacía ligeramente familiar.

—No los huelas, puede ser alguna droga y corres el riesgo de inhalarla.

—Mejor no toquéis nada ahí —les pidió Don, mirando uno de los botes. Conocía esa
sustancia, era un alucinógeno —. Esto es muy peligroso… deberíamos haber llamado a la
policía.

—Ellos no habrían llegado hasta aquí —Steiner negó con la cabeza, gritando de pronto —
¡Ageha! ¡Bronco!
Lowe lo imitó, comenzando a llamarlos enseguida, añadiendo

—¡Somos nosotros! —como si eso aclarase algo.

Nadie respondió por un momento, pero luego se escuchó un golpe que provenía de abajo,
seguido de una voz apagada.

—El sótano —comentó Lowe, buscando la entrada inmediatamente.

En el suelo del “laboratorio” no había ninguna trampilla, tampoco había escaleras de


ningún tipo en la cabaña. Don levantó las alfombras, ya no le importaba si aquella cabaña
quedaba hecha un puñetero desastre.

—No hay trampillas… —miró a su alrededor, preguntándose cómo era posible. Se agachó
y golpeó el suelo de madera. Definitivamente abajo había otro piso. Se escucharon más
golpes como en respuesta.

—¡Mirad en los armarios! A veces esconden escaleras, he visto algunos de esos… —les
propuso Steiner.

—¿Eso dónde lo has visto? —Don lo miró de soslayo.

—No quieras saberlo… —contestó cogiendo la escopeta de la pared, fijándose si tenía


algún cartucho.

Lowe se le quedó mirando alucinado, pero dirigiéndose luego a uno de los armarios que
había visto en la sala. No había ninguna puerta, sin embargo se adentró, empujando contra
la pared y sintiendo que cedía un poco.

—¡Steiner! ¡Aquí!

—Voy —el moreno se acercó enseguida, ayudándolo a apartar aquella falsa pared. Había
tras la misma, unas escaleras que bajaban hacia el sótano, y encendió el interruptor que
provocaba que una pequeña bombilla iluminase pobremente la bajada.

Pasó el primero por las escaleras, pegado a la pared y escopeta en mano. No se fiaba que no
fuese una trampa.

—¡Don, quédate arriba. Vigila que no entre nadie! —le pidió, provocando que el moreno
asintiese, aunque con cara de que no le gustaba la idea. Miró la otra escopeta, pero no tenía
ni idea sobre armas de fuego.

—Yo voy contigo —insistió el rubio, bajando tras él, aunque no tenía nada con qué
defenderse. No se le había ocurrido.

Desde abajo les llegó un gemido lastimero que le heló la sangre.

—Vale, pero mantente detrás… —le pidió, y mucho más luego de escuchar aquello —
¡Ageha! —llamó de nuevo.

Se escucharon varios golpes, probablemente patadas contra la pared o algo así. No pudo
evitar apresurarse en bajar, y luego escuchó la voz partida de Bronco.

—¡Steiner! —ya no sabía si se lo imaginaba o no, todo estaba sumido en aquel resplandor
dorado, y el ambiente era pesado, como si hasta el aire ejerciese presión sobre ellos. Hacía
un frío, un frío horrible como nunca lo había sentido.

—¡Bronco! —lo llamó otra vez. Abajo había un pasillo oscuro y húmedo. Humo amarillo
salía de unos platillos similares a los de quemar incienso. Se tapó la boca y la nariz con la
camiseta, y les dio con la mano para tirarlos al suelo. Dejaron de soltar humo casi de
inmediato. Las piedras estaban mojadas como si algún pozo subterráneo filtrase agua. De
todas formas, el olor era intenso allí —. Intenta no respirar esto —le pidió a Lowe.

El rubio asintió, aguantando la respiración y frunciendo el ceño para darse fuerzas mientras
bajaba tras él.

—¡¿Steiner?! —se escuchó la voz de Ageha, que había pasado de dormirse a intentar
asegurarse de si aquello era cierto o no. Lo peor es que de vez en cuando le daban ganas de
reírse, incluso cuando sabía que era efecto del humo.

—¡Vamos a sacarte de ahí! —lo tranquilizó, acercándose a la puerta y tratando de abrirla,


más por reflejo que otra cosa, ya que era obvio que estaría cerrada con llave.

Se golpeó contra ella, pero no era lo suyo eso de cargar con el hombro y finalmente acabó
por pegarle una patada. La movió, pero todavía no conseguía desmantelarla.

Lowe se lanzó contra ella también, para ayudarlo, aunque no era tan fuerte, pero suponía
que dos cuerpos valían más que uno.

Al cuarto intento la puerta hizo un chirrido agudo en sus goznes y luego cayó hacia delante,
de manera pesada. Alguien lanzó un grito de susto, pero Lowe no fue capaz de
comprenderlo en un principio ya que se había ido al suelo con todo y puerta.

Steiner lo ayudó a levantarse, mirando el deplorable aspecto del otro chico luego. Estaba
medio desnudo y sucio, con los brazos sobre la cabeza. Definitivamente no era a quien él
estaba buscando, y pensaba ayudarlo, pero cuando encontrase a Ageha y Bronco. Dios…
¿qué tenía montado ese tipo allí? Le dio una patada a la puerta que dividía este cuarto y el
otro, tratando de repetir la operación.

—¡Estamos aquí! —le gritó Bronco.

—¡Pues apartaos de la puerta si podéis!

—¡¿Steiner?! ¡Tengo frío! —gritó Ageha de pronto, riéndose incontrolablemente y


pensando que estaban muy lejos de la puerta de todas maneras.

Lowe se había quedado alucinado ahora, mirando al otro chico. No conseguía verle la cara,
pero parecía estar sollozando por la manera en la que temblaba su cuerpo.

—Ayúdalo, ¿quieres? —le pidió Steiner, antes de conseguir abrir la puerta al fin. Se agachó
junto a ellos enseguida, pensando que parecían como idos, drogados.

Se sacó la navaja que solía llevar en el bolsillo, acostumbrado como estaba a comer afuera,
y cortó las sogas enseguida, primero las de Bronco, y luego las de Ageha, que se veía
menos dueño de sí mismo.
—¡¿Están ahí?! —preguntó ya nervioso de más el sicólogo, que estaba apoyado contra la
pared, mirando hacia la puerta.

—¡Sí! —le gritó Lowe, siendo interrumpido por Ageha, que se había emocionado el
escuchar su voz
—¡¿Don?! ¡Don! —lo llamó sonriendo y despegándose un poco de Steiner, ya que lo había
abrazado enseguida, y corriendo hacia fuera de la habitación.

—Ya voy —bajó enseguida, incluso si era algo imprudente, pero había trancado la puerta
para ganar tiempo si alguien llegaba. Lo sujetó contra él en cuanto apareció en el pasillo y
se lanzó a sus brazos.

El rubio se sobresaltó, tan cerca como estaba del otro chico, y se controló para no asustarlo
más, bajando la voz.

—Está bien, no voy a hacerte daño, tranquilo… —casi susurró, sujetando sus muñecas con
cuidado para desatarlas. Se quedó helado al ver su cara sucia e incluso manchada de sangre
seca, pero era él, no le cabía duda —Ji…

—¡No! ¡No podéis estar aquí! ¡Tenéis que iros! —le gritó efectivamente sollozando,
desesperado y luchando débilmente con él —¡Iros, ahora!

—¿Jiken? —Don lo miró de soslayo, y sin creérselo, tuvo que acercarse un poco para
comprobarlo, aunque por nada del mundo soltaba a Ageha —Jiken…

Steiner estaba detrás de Bronco, y este seguía parado en el umbral de la puerta entre las dos
habitaciones.

—Está vivo… —susurró Lowe, sintiendo los ojos aguados e intentando soltar sus piernas
ahora, aunque el moreno continuaba luchando.

—Tenéis que iros… No podéis estar aquí, no podéis. Estáis vivos…

Ageha seguía aferrado a Don, tratando de concentrarse para que el humo no lo afectara
más.

—Creo que deberíamos hacer lo que dice, todos

—Sí, y rápido —Steiner apartó a Bronco y se agachó para ayudar a Lowe, sujetando luego
al chico en brazos para llevárselo escaleras arriba.

Los demás salieron tras él, aunque Jiken iba protestando en sus brazos, y Bronco se quedó
allí abajo unos segundos más, con aquella visión turbia que le otorgaban las drogas,
observando el cuarto, aquel cuarto…

¿Era un sueño todo esto? ¿Una alucinación?


—¡Bronco! —le llamó Steiner desde arriba, haciéndolo subir las escaleras tan aprisa como
podía.

Jiken se había quedado quieto al ver la puerta. ¿Podían sacarlo de allí realmente? Tal vez
podrían liberar su espíritu. De todas maneras se sentía demasiado débil para seguir
luchando.

Lowe abrió, parpadeando un poco por el contraste con la oscuridad de aquella cabaña.

—Deprisa —les pidió Steiner, corriendo hacia la barca que habían dejado allí. Bronco los
seguía detrás, mirando a Jiken con sospecha, incrédulo de algún modo. Seguía viéndolo
todo borroso, escuchándolo todo lejano. Realmente parecía un sueño.

—¡Es mejor no regresar por el mismo lugar que ellos los trajeron! —le dijo Don de pronto,
señalándoles río abajo a un puente.

—¿En serio? —Steiner lo miró con cara de cansancio, pero luego dejó a Jiken en la barca y
ayudó a subirse a Lowe. Tendió la mano hacía Ageha, pero Don no lo soltó —Cruzaremos
el río, y luego iremos colina abajo.

—Cruzad vosotros primero, no cabemos todos.

—¡No! ¡No podéis quedaros! —les gritó Jiken, alzándose un poco y tratando de salir de la
barca entonces, pero Lowe lo sujetó con fuerza, sentándolo.

—¡Quieto! Tranquilízate…

—¡Bronco! —lo llamó el chico, tendiendo una mano hacia él, ya que seguía pensando que
era el único que le haría caso.

Ageha estaba tomando grandes bocanadas de aire, tratando de limpiarse la mente ya que
seguía algo mareado.

—Tranquilo, se te pasará —Don se inclinó y cogió agua fría del río, pasándosela por la cara
para refrescarlo.

El moreno saltó a la barca cuando Steiner ya estaba remando hacia el otro lado y por poco
se quedó con las piernas fuera, provocando que la misma se abanease ante la cara
estupefacta de Steiner mientras se acercaba al chico que Lowe sujetaba.

—Estás vivo. No lo entiendo, pero lo estás —le dijo, sin atreverse a tocarlo ni siquiera.

—No estoy vivo… Vosotros llegasteis hasta aquí, no sé cómo —negó tercamente,
sujetando su mano de pronto. Había querido poder tocarlo de esa manera, sujetarlo con
seguridad —. Tus amigos, no debieron quedarse…
—Estás vivo —apretó su mano, ya no sentía aquella corriente extraña al tocar su piel, si no
algo muy distinto y cálido. Bajó al otro lado de la orilla sin soltarlo, tirando de su mano
para que fuese con él —. Ven conmigo… —le pidió, mientras Lowe ya bajaba.

El rubio se quedó en alerta por si acaso, ya que Jiken no se veía muy bien, pero el chico se
bajó sin demasiadas dificultades, dejándose caer luego contra los brazos de Bronco,
sollozando.

No lo comprendía. Si ya habían cruzado, ¿por qué no desaparecía simplemente? Él no debía


estar allí.

—Todo va a ir bien, Jiken. No voy a dejar que te ocurra nada —le aseguró, rodeándolo con
los brazos, mientras Steiner regresaba a por los otros dos —. Encontraremos una
explicación para todo esto… —susurraba, pensando que alguien había estado jugando con
sus mentes. Alguien que debía tener mucho poder en aquel pueblo.

*****

El silencio había reinado casi por completo, durante el camino a la casa de Don.

Jiken había estado cabeceando todo ese tiempo, exhausto, como si no hubiera dormido
realmente antes, pero a la vez tenía miedo de cerrar los ojos y volver a esa cabaña, volver a
su castigo. Tal vez esto era parte de su castigo.

Lowe por su parte, no dejaba de mirarlo alucinado. No podía creer que estuviera vivo. Se
veía terrible, por supuesto, débil e incluso más delgado de lo que lo recordaba.

Cuando por fin llegaron, Bronco ayudó al chico a bajarse del coche, recostándolo en el sofá
mientras se reagrupaban. Lowe había ido a buscar un vaso de agua enseguida, aunque lo
que quería era otra cosa.

—Me alegra no estar viendo colores extraños ya —comentó Ageha, rompiendo el silencio y
pasándose una mano por la cara, aliviado de no estarse riendo como un idiota tampoco.

Don cerró la puerta a cal y canto, una vez todos estuvieron adentro, y conectó la alarma por
si acaso.

—Es mejor que nos quedemos todos aquí, hasta que se hayan aclarado un poco las cosas.
No sé si deberíamos a la policía, porque realmente ya no sé nada, ni de quién fiarme —dijo
mientras miraba a Ageha, sujetándole la cara con una mano y observando sus ojos.

Luego lo soltó, pensando que todavía tenía las pupilas dilatadas.

—Estoy bien, Don —le aseguró, siguiéndolo de todas maneras.


Bronco estaba acuclillado delante del sofá en el que se encontraba Jiken, y simplemente lo
miraba, con una mano apoyada en su mejilla, acariciándolo.

El chico la sujetó con suavidad, sonriendo un poco.

—Todavía no puedo creerlo… —comentó Lowe, observando a su amigo tras regresar de la


cocina. No sabía cómo reaccionar, tan estremecido como se encontraba —¿Qué demonios
sucede? —preguntó, entregándole un vaso de agua mientras él se bebía el otro, pero Jiken
sólo lo miró negando con la cabeza.

—No lo sé, no debería estar aquí.

—Aquí es donde debes estar —Don lo miró fijamente, cruzándose de brazos, y finalmente
sentándose en un sillón individual, invitando a Ageha a sus piernas, mientras Steiner se
acercaba a Lowe.

—Tal vez… Lowe lo vio drogado, y pensó que estaba muerto. Pero entonces… ¿los
forenses?

—Yo fui a acompañar a su madre a identificarlo, y no fue el mismo día precisamente —le
dijo Don, que ya no sabía ni qué pensar acerca de nada.

—Sí, y yo revisé su pulso —asintió Lowe, aunque recordando que había llamado a la
ambulancia de todas maneras.

—Estoy muerto, es por eso —insistió Jiken, tratando de tomárselo con calma, ya que ni él
mismo lo comprendía.

—¡Que no! Estás aquí, respirando y hablando —el rubio se desesperó, desviando la mirada
luego —Perdón.

—Estás vivo, deja de decir eso —le pidió Bronco, que casi no había abierto la boca desde
que lo sacaran de allí —. Alguien te ha hecho esto. O tal vez varias personas. No sé cómo,
pero… lo averiguaré —frunció el ceño, mirando a Steiner de soslayo, que asintió con la
cabeza.

—De todas formas ya estamos metidos hasta el culo en esto —dijo encogiéndose de
hombros.

—Y me voy a vengar por haberme atado tan fuerte —comentó Ageha, mirándose las
muñecas y suspirando.

Jiken se había quedado callado porque no quería hacerle daño a Bronco, pero seguía sin
creerles. Finalmente abrió la boca para informarle.
—Tomé una droga, se supone que me hiciera sentir como si estuviera muerto, ir más allá,
pero algo salió mal.

—Tal vez estabas en estado catatónico, Jiken. Eso no es la primera vez que sucede, aunque
se supone que a estas alturas… no debería seguir sucediendo. Y aún así… alguien te sacó
de la tumba, alguien que sabía que no estabas muerto. ¿Quién? ¿Quién te dio esa droga, y
quién te sacó? —Don lo miró fijamente, esperando sus respuestas con gesto serio.

Jiken bajó la mirada, negando con la cabeza. No quería decirlo, no quería que se enterasen.

—Tienes que hablar, o no podremos ayudarte. Jiken… —Lowe insistió exhalando porque
estaba esforzándose muchísimo por no alterarse.

—Acaba de salir de allí. Estoy seguro de que podemos ayudarlo por el momento de otra
forma. Como dejándolo descansar —Bronco los miró serio, y Steiner le devolvió la mirada,
pensando que otra vez se estaba poniendo así con ese chico.

—Sí, tal vez sea cierto…, pero tienes que contármelo, Jiken —le dijo, mirándolo a los ojos.
Tal vez si mañana hablaban a solas… todo sería más sencillo. Ahora debía estar agotado
además.

Jiken asintió finalmente, sin poder mirarlo a los ojos aún.

—Lo siento —se disculpó Lowe, tocándole una mano. No sabía qué más hacer, estaba
confundido y quería ayudarlo.

El chico se la apretó, mirando a Bronco luego, como indicándole que quería estar con él. En
realidad, a él no se le había pasado por la cabeza alejarse.

—Todos necesitamos dormir —dijo Don, levantándose por fin, con Ageha —. Hay un
dormitorio para invitados en el piso de arriba, y un cuarto de baño, además del de aquí
abajo.

Retiró la mesita del salón a un lado y miró a Bronco, preguntándose si iba a pasar la tarde
velando del chico.
—Es un sofá cama, cuando Jiken quiera dormir, ábreselo —le pidió, mirando a los otros
dos —. Si tenéis hambre, sabéis dónde está la cocina

—Gracias —asintió el rubio, soltando la mano de Jiken por fin y sujetando la de Steiner
para que fuera con él. Ahora no se sentía con sueño, pero seguro que quedaba inconsciente
en cuanto su cabeza tocara la almohada.

—Una cosa más —Ageha los miró de pronto con seriedad, por último fijando su mirada en
Bronco —. Nadie sale a hacer nada sin decírselo a los demás.

—No —Bronco levantó un poco la mano —. No me moveré de aquí.


—Y yo sé por qué no… —murmuró Steiner, subiendo por las escaleras con Lowe. Él sí
estaba cansado, no pensaba ni ducharse, sólo quería caer en plancha sobre la cama.

—Vamos, Don —suspiró Ageha, tendiéndole una mano. Estaba seguro de que Bronco se
portaría bien con ese chico allí —. Me quiero dar un baño, aún huelo a peste.

—Te acompaño, estoy sudado… —susurró agotado, cogiéndolo por la cintura aunque sólo
fuera para ir al dormitorio.

Cuando todos se fueron, el salón quedó en completo silencio, y a Bronco se le hizo


entonces extraño estar allí con Jiken. Le costaba incluso mirarlo, así que, cogió su cajetilla
de cigarros, estaban bastante aplastados, pero servirían para distraerse un poco.

—¿Quieres que te abra la cama?

—No, sólo quédate conmigo —le pidió, recostándose un poco de lado. Tenía miedo incluso
de acostarse por completo, no fuera a ser que se encontrase en aquel lugar de nuevo.

—Como quieras —iba a soltarlo para encender el cigarro, pero al final se apañó con una
sola mano. Se sentó en el suelo, acercando algo que le parecía un cenicero, y mirando luego
al chico.

Podía comprenderlo, aunque sólo un poco, por supuesto. Sin embargo… no podía asimilar
que estuviese allí, frente a él. Lo estaba tocando, y por fin observaba su rostro. Le apartó el
flequillo de delante de la cara, con la mano que sujetaba el cigarro.

—Nunca podía ver tus ojos.

—No quería que los vieras, no quería que te dieras cuenta… ¿Puedes verlo? —le preguntó,
mirando sus ojos azules ahora, pensando que eran lo más hermoso que hubiese visto en
toda su vida, tan serenos…

—Veo unos ojos azules preciosos —le tocó la cara, estaba sucio, pero era como si no viese
nada de eso. Le parecía… tan imposible que estuviese allí —, y siento tu miedo, puedo ver
dolor también.

Jiken bajó la mirada, enseguida sintiéndose débil, las lágrimas marcando surcos limpios en
sus mejillas.

—Me siento extraño, como si nada fuera real, como si hubieran pasado siglos.

—Lo sé… No hay posibilidad de sentirse de otra manera —susurró, pasándole la mano por
la cara, mojándose con sus lágrimas la mano —. Pero estoy tan… no sé ni cómo llamar a lo
que siento ahora mismo. Estás vivo.
—No puede ser, no puede ser porque yo estaba en el infierno y… Merezco estar allí. No
puedo estar vivo —negó, echándose un poco hacia atrás y sujetando su mano
contradictoriamente, contra su mejilla —¿Cómo es que podía ir a verte si no? ¿Por qué
nadie me veía? No es posible, yo estaba muerto.

—No lo sé, Jiken. Creo que debía ser algún tipo de proyección astral. Tú sabes que existen.
Has estado bajo el efecto de unas drogas que ni siquiera sabemos cuáles son… durante
demasiado tiempo. Lo cierto es que lo que te parecía el infierno, no debía ser más que una
mezcla de delirio y realidad —se llevó el cigarro a los labios, pensando que no estaba
fumando, porque no podía dejar de mirarlo. Lo apagó después, acariciándole el cabello con
esa misma mano —. No mereces estar allí.

—Sí lo merezco, sí —asintió deseando poder contárselo, pero a la vez no quería que dejase
de mirarlo así, lo necesitaba.

—¿Por qué dices eso? —se apartó un momento, para ponerle por encima su cazadora, y de
nuevo se apoyó en el sofá, volviendo a sujetar su mano.

Jiken se estremeció, sujetando la cazadora con su mano libre y contestó con voz insegura.

—Me odiarás si te lo digo.

—No creo que… pueda odiarte con nada de lo que me digas.

—Yo… maté a alguien —confesó de una vez, conteniendo la respiración luego y apretando
su mano como pidiéndole que no lo abandonara.

Parte III
Miércoles, febrero 3

Bronco permaneció mirándolo largamente por unos segundos. Pero la verdad, no era capaz
de pensar en aquel chico matando a alguien, alguna explicación tenía que haber.

—¿Por qué?

—No lo sé, las cosas se salieron de control. No tenía intenciones de matarlo. Sólo… —lo
miró, mordiéndose el labio inferior. Tenía miedo de sus ojos incluso, de cómo lo vería
ahora.

—Fue un accidente entonces… —le apretó la mano, pidiéndole que lo mirase, y se acercó
un poco más, observando su rostro e inclinándose sobre él para besarle el cabello.

—Pero lo maté, no importa si fue un accidente o no —negó con la cabeza, sollozando de


nuevo y deseando poder detenerse. Se aferró a Bronco súbitamente, apreciando su calor —.
Nada de esto tiene sentido. No me dejes ir.
—No voy a hacerlo —se incorporó un poco desde el suelo, sin soltarlo, y se sentó en el
sofá, llevándolo con él, y sentándolo en sus piernas. Colocó la cazadora de nuevo para
taparlo, pensando que estaba muy frío. La verdad es que le parecía un atrevimiento cogerlo
de ese modo, pero no sabía qué hacer, quería cuidar de él, o aliviar su pena en lo posible —.
Así que, no vayas sin mí a ningún sitio.

—No puedo prometerte eso. Si vienen a llevarme de nuevo… —le contestó, sonriendo tan
levemente que sólo quien estuviera buscando esa sonrisa la hubiera encontrado —Siempre
he odiado tener miedo.

—Todos lo odiamos. Al menos ese miedo real que… no te deja pensar en otra cosa —
apoyó la cabeza en el respaldo del sofá, pensando que supuestamente aquello había
comenzado como una gran noticia sobre la que escribir un artículo, pero ahora ya nada de
eso importaba —. Si vienen a llevarte de nuevo, no les voy a dejar que lo hagan.

—No podrás detenerlos —susurró, añadiendo luego —. Odio el hecho de estar asustado.
Siempre trato de ser valiente, de comprender.

—Intentaremos comprenderlo, Jiken, pero no puedes irte. No te dejaré irte así. Sé que ahora
no puedes entenderlo, pero allí había una persona física, y puede que intente volver a por ti,
a por mí… Lo vi por un momento, nos sacó de la carretera con el coche, y te aseguro que
los fantasmas no conducen, y tampoco Lucifer.

—Pero su cara… no es humana —negó de nuevo pensando que no tenía sentido —. Un


demonio puede poseer a alguien.

—Lo sé, pero no era un demonio, era una persona. Una con una máscara negra en la cara.
Sólo eso… una máscara, pero estabas drogado y alucinando, asustado —trató de
convencerlo, levantando la cabeza del respaldo y mirándolo a los ojos. Tal vez le era más
sencillo creer que había sido un demonio, la verdad es que él no sabía cómo llevar aquello.

—¿Cómo puede una persona…? —cerró los ojos, sintiéndose como un niño pequeño de
repente, odiaba eso. Incluso su voz se escuchaba frágil —Él era oscuridad.

—Tenías miedo y… estabas drogado. Y Dios sabe lo que has pasado. No sé ni siquiera, si
puede haber varias personas metidas en esto. Es muy extraño —le pasó la mano por el
cabello, pegándolo a su pecho y bajando la cabeza para besarle el pelo. Olía igual que aquel
humo.

—Todo lo que recuerdo es que morí y desperté en ese lugar. No, no es cierto, desperté una
vez antes. Estábamos cruzando el río, había flores por todos lados… —comentó recordando
aquellas visiones borrosas.

—Me mostraste eso… flotabas en el lago, en una lancha de maderas enroscadas, con flores
por todas partes… Creo que han intentado lavarte el cerebro, y lo peor es que lo han
conseguido… —susurró, volviendo a apoyar la cabeza en el respaldo.
—¿Por qué alguien haría eso? —preguntó temblando ligeramente, aunque se sentía
terriblemente bien entre sus brazos, como no se había sentido en su vida.

—Porque… debe ser un bastardo muy enfermo —lo apretó un poco al sentir cómo
temblaba, y frunció el ceño sin poder evitar que se marcase en su frente.

Jiken, abrió los ojos, no muy convencido de todas esas explicaciones y se pegó más a él,
casi acurrucándose.
—¿Por qué eres tan bueno conmigo? Llevas… mi pendiente.

—Sí, lo siento, quería… —se lo fue a sacar algo avergonzado al haberse dado cuenta, pero
Jiken lo detuvo, y se quedó mirándolo, pensando que no era bueno. Aquello era lo normal,
frente a una persona que había sufrido tanto —sentirte cerca.

—Es tuyo —le aseguró, observando sus ojos. ¿Cómo podía sentirse así con él? Era como si
pudiera desnudar el alma frente a Bronco, pero habían compartido algo tan extraño e
íntimo…

—Gracias —acarició la mano con la que lo había sujetado, y la llevó hacia sus labios,
besándosela antes de bajarla a su pecho —. ¿Tienes hambre? Si quieres algo, puedes
decírmelo. Incluso si no quieres que me vaya, puedo llevarte conmigo —le dijo sonriendo.

—Sí, en realidad… Siento que debería comer algo. Supongo que no estará mal hacer algo
tan… común —lo miró a los ojos, alzándose un poco y depositando un beso suave sobre
sus labios luego, provocando que Bronco cerrase los ojos unos segundos, al sentir sus
labios.

—¿Puedes andar?

—Sí, quiero hacerlo. Creo que he estado acostado todo este tiempo —le explicó,
poniéndose en pie con lentitud y mirándose las piernas. Todo su cuerpo estaba sucio y
lastimado, debía parecer algo terrible a los ojos de los demás.

—¿Quieres ducharte? —preguntó, notando cómo se miraba las piernas —Puedo llamar a
Lowe, seguro que todavía no duerme.

—No, déjalo dormir, seguro que lo necesita —sonrió un poco, alzando la mirada —. Debe
estar enojado conmigo de todas .

—No, debe estar aliviado y contento de que estés bien —le aseguró, ofreciéndole su mano
si quería cogerla, aunque probablemente él también necesitaba su contacto.

—Se enfadará de todas maneras, siempre lo hace —le aseguró sujetando su mano y
caminando con él, con pasos algo inseguros por lo débil que aún se sentía.
—¿Comías allí? —apretó un poco su mano, finalmente sujetándolo por los hombros,
mientras iban hacia la cocina de Don. Todo estaba muy limpio, y era un lugar muy amplio.
Las ventanas daban al jardín trasero, y un sol invernal alumbraba naturalmente la estancia.

—No lo sé, creo que sí…, aunque no necesitas comida cuando estás muerto —comentó
intentando recordar, pero todo estaba superpuesto, una imagen sobre la otra.

—Es que no estás muerto. Tu piel es caliente, respiras, tienes hambre, te duele… y estás
aquí conmigo. Estás vivo —le acercó una silla para que se sentase, y abrió la nevera —.
¿Qué quieres? Hay de todo por aquí. No deberías comer nada fuerte si no estás seguro de si
comías allí.

—Es lo mismo, sólo pan tal vez… Pan y queso —le pidió, pasándose una mano por el
cabello mientras se sentaba —. No lo sé, tal vez... de alguna manera me trajisteis de vuelta.
Es natural que las cosas te duelan en el infierno, es lo que debe suceder.

—Yo no creo en el infierno, Jiken. Y antes de ir al infierno, uno va al limbo, y si se


arrepiente de sus pecados, le son perdonados —cogió un poco de queso fresco, y buscó el
pan de molde. Le puso un trozo encima de la rebanada y lo colocó en un plato antes de
dárselo —. Come despacio —le pidió, permaneciendo de pie frente a él. Era tan extraño
poder verlo allí.

—No puedes creer en el limbo si no crees en el infierno —casi se rio, tomando el trozo de
pan y mirándolo como si fuera algo sumamente extraño —. Yo tampoco creía —añadió
antes de morderlo

—Sigue sin hacerlo. Ese infierno en el que estabas… no era más que uno de los peores.
Sólo los humanos somos capaces de algo así —se frotó la nuca, pensando en la tensión que
sentía en el cuello —. Y no creo en el limbo, pero si vas a decirme que estabas allí, tengo
un montón de objeciones que hacer —sonrió un poco, finalmente sentándose en una silla a
su lado.

—Eres terco —lo miró, suspirando suavemente —. Nadie ganaría algo con convencerme de
esto. No sé por qué alguien se interesaría así en mí.

—Yo creo que hay bastantes motivos, además de que a una persona tan enferma para hacer
algo así… no le hacen falta muchos —lo miró, negando con la cabeza —. Yo me he
interesado en ti, lo suficiente para traer aquí a toda mi plantilla.

—Pero eso fue porque era un caso interesante, por lo menos al principio. ¿No es así? No
era por mí —contestó de manera simple, mordiendo otro bocado. Era algo común, pero le
sabía tan maravilloso.

—No, fue por ti… —se apretó una mano con la otra, pensando en la primera vez que lo
había sentido, en su casa —Al principio envié a Steiner para que se encargase de un caso
interesante, pero después… quería estar cerca. Y cuando entré en tu dormitorio, no quería
irme de allí.

Jiken extendió una mano para tocar su mejilla luego. Nadie lo había tratado con tanta
ternura, tanto… amor, sí, esa era la palabra.

—Lamento haberte… poseído de esa manera. No sabía qué más hacer. Ni siquiera estaba
seguro de poder hacer eso.

—No me importa —le aseguró. La verdad, no sabía cómo actuar, se sentía un poco extraño
y permaneció mirando sus propias manos —. Me cuesta creer que estás aquí. Cuando te vi
allí… pensé que tenía que estar alucinando, y que me iba a despertar en ese cuarto de
nuevo, con alguien esperando para matarme.

—Yo sigo esperando —sacudió la cabeza, estremeciéndose de nuevo y mirando a Bronco


luego fijamente, como si necesitase grabarse todos los detalles en la mente —. Te ves
distinto, antes todo lo veía a través de una especie de niebla…

—Es normal —le aseguró, ya que él también había experimentado esa visión extraña —.
Yo también te veía distinto, y a veces ni siquiera te veía. Sólo eras una especie de energía
—se giró un poco más hacia él, para verlo mejor —. Ahora me ves las canas… —bromeó,
sonriendo apenas un poco.

—Ya te las veía —le sonrió de vuelta, terminándose aquel bocadillo y comentando luego
—. Me agradan.
Bronco bajó la cabeza un poco, riéndose en bajo y mirándolo luego.

—Tú también tienes —le dijo refiriéndose al mechón blanco en su pelo, aunque por
supuesto, no era lo mismo.

—No son canas, es un lunar… Nací con él —se rio, sintiendo aquel sonido extraño, ajeno a
él.

—Creía que era teñido —lo tocó con los dedos, apartándole un poco el cabello tras una
oreja —. Es algo especial, te queda bien —se levantó, dejando el plato en el fregadero y
mirando un paño que había en la encimera, lo humedeció y se acercó a Jiken, pasándoselo
por una mejilla despacio.

—No tienes… —se detuvo, ya que en realidad se sentía bien y suponía que sí tenía que
hacerlo, debía estar inmundo. ¿Había estado en una tumba? No podía recordarlo tampoco.

—No me importa —le aseguró, observando los surcos ahora blancos en sus mejillas. Siguió
limpiando su rostro, y le pasó el paño por el cuello, sin dejar de mirarlo a los ojos. Se sentía
muy extraño, la verdad, aquello seguía pareciéndole un sueño.
—¿Quieres que me dé un baño? —le preguntó por si lo estaba incomodando, a pesar de que
no quería que se detuviera. Era lo contrario de todo lo que había sufrido.

—No… —se detuvo, mirándolo a los ojos —No lo hago por mí.

—No… te detengas entonces, se siente bien —le pidió, sus mejillas tornándose de un tenue
color rojo —. Por favor.

—Vale —susurró, pasándole el paño por un hombro y bajando por el brazo, limpiándole las
manos cuidadosamente. Tenía una piel muy blanca, los dedos finos. La verdad es que se
veía alguien delicado y frágil. No podía comprender cómo alguien podía hacerle algo así a
otra persona, pero cuando veía a un chico como ese… a él sólo le inspiraba todo lo
contrario —. Me gusta lo que dibujas, lo que vi en tu cuarto —le dijo al alzar la mirada, y
comenzar a bajar el paño por el otro hombro.

—¿No crees que estoy enfermo? —le preguntó siguiendo los movimientos del paño con la
mirada —Sé que mis dibujos no son normales para los demás —Lo cierto es que nunca le
había importado, pero por alguna razón, ahora le importaba lo que opinase Bronco de ellos.

—No, me parece que eres un artista, y que no todo el mundo puede comprender tu
sensibilidad. Es normal si alguna vez te han dicho algo como eso, pero es sólo porque no
ven las cosas de la misma forma que tú. Hablas de la muerte, la gente no quiere ni oír
hablar de ella, y no van a comprender que tú seas capaz de mirarla a los ojos.

Le miró las piernas, ya que no llevaba pantalones. También estaban sucias, pero no se
atrevió a tocárselas. Se apartó para estrujar el paño bajo el agua, y la misma cayó gris de
este. Lo mojó de nuevo, esperando a que saliera el agua caliente, observando sus propias
manos, y luego de soslayo al chico tras él, sentado más allá en la silla. Tenía miedo de que
fuera a desaparecer de pronto.

—La muerte es parte de la vida. No quería pasar el resto de mi tiempo asustado por el final,
supongo… —se encogió de hombros, observando su espalda. Le daba sensación de
seguridad y miedo a la vez. Se sentía inexorablemente unido a Bronco —Quería saber.

—Eso es algo que todos sabremos queramos o no, cuando llegue el momento —apretó el
paño para escurrirlo y regresó con él, ofreciéndoselo —. Yo creo que la muerte resulta muy
atractiva, cuando la vida no te da lo suficiente. Si no…

—Pero si lo sabes desde antes, ya no tienes por qué temer —le respondió, tomando el paño
y procediendo a pasárselo por las piernas con fuerza, el agua dejando trazos blancos
mientras chorreaba un poco —. Ya no es tan importante.

—¿Seguro que no quieres darte un baño? —sonrió un poco, observando la forma en la que
se frotaba —Puedo quedarme contigo de todas formas.
—Sí, supongo que debería. Esto es un poco tonto, ¿no? —sonrió, aunque sin dejar de
frotarse, no era sólo el sucio lo que quería quitarse de la piel.

—Bueno… podemos decir que es el prelavado. Si te sirve de consuelo, yo lo disfruté —


carraspeó después, pensando que era una broma un poco inadecuada teniendo en cuenta la
situación.

—¿En serio? —alzó la mirada, deteniéndose y sonriendo aún un poco. Se puso de pie
luego, acercándose a él —Vamos, de todas maneras al doctor Crawford no le gustará que le
deje toda la cocina sucia.

—No, supongo que no…

Lo sujetó por los hombros, dirigiéndose a donde les había dicho que se encontraba el baño.
Era espacioso para no ser el del dormitorio, y se preguntó si estaría muy forrado.

—Iré a preguntarle a Ageha si tiene algo que pueda dejarte aquí —le dijo, rascándose detrás
de la oreja con dos dedos. Por un lado no quería dejarlo solo, por otro… prefería darle unos
minutos de intimidad mientras se metía en la bañera.

—No, quédate por favor —le pidió, sujetándolo por un brazo. Sabía que era irracional y
que tendría que ponerse algo de ropa luego de darse el baño, pero no quería estar solo. No
quería que vinieran a buscarlo, o despertarse, o lo que fuera

—Está bien —cerró la puerta a su espalda y se sacó la cazadora para quitarse la sudadera
que llevaba por encima de la camiseta —. Puedes ponerte eso si quieres, pero… no sé qué
tan limpio puede estar.

—No importa, estará más limpia que yo —sonrió más tranquilo, quitándose aquella ropa
sucia y dejándola caer al suelo mientras abría el grifo.

Bronco se sentó en el retrete, abriendo uno de los armarios para buscar una toalla, y sobre
todo, para darle privacidad. Para colmo se le venían a la cabeza mil idioteces que diría
Steiner. Claro que él y Steiner no se parecían en nada.

Dejó sobre el lavabo una esponjosa toalla color azul, y se echó hacia atrás, pensando que él
también debería haber comido algo.

—Estás cansado, ¿no? —le preguntó el chico mientras se metía en la bañera, aunque aún no
estaba llena por completo, sólo quería sentir el agua.

—No lo sé. Un poco supongo, pero estoy demasiado… confundido y nervioso —lo miró
por fin, ahora que sólo se veían sus hombros y sus rodillas gracias a la pared de la bañera.

—Lo siento, debería dejar que te fueras a dormir —se disculpó, recogiéndose las piernas
mientras miraba el nivel del agua subir —. Soy un chiquillo.
—No quiero alejarme de ti… —buscó un cigarro y lo encendió, preguntándose si este sí se
lo iba a fumar siquiera —Tal vez deberíamos llamar a tu madre, ¿no?

—No, no quiero verla ahora, no quiero hablar con mi familia, ¿está bien? Además… todos
saben que estoy muerto, quizás debería seguir así.

—Está bien… —lo miró, deseando acercarse, pero se quedó en donde estaba, llevándose el
cigarro a los labios y preguntándose si tan mal se llevaba con ellos. Era mejor no molestarlo
más con eso, suficiente tenía —, pero creen que estás muerto. No lo estás.

—No lo sé —lo miró, cerrando el grifo porque se le había olvidado y el agua se derramaría
—. No sé qué sucede, tal vez sí estoy muerto. Si puedo creer en el infierno, puedo creer en
el cielo —lo miró a los ojos, mientras tomaba el jabón para pasarlo por sus brazos
nuevamente.

—No, no lo estás… —observó cómo se lavaba, diciéndose a sí mismo que tenía un


problema. Aquella imagen no era tan erótica como su mente le decía. Aprovechó que estaba
distraído para oler la sudadera que había apartado para él, asegurándose de que no estuviese
sudada o algo así —Y yo no dejaba de decirme que no podías estarlo.

—¿Por qué? Era un fantasma y… yo creí que te había inventado —sonrió sin alzar la cara,
pasándose el jabón por el pecho ahora y subiendo por su cuello. Se concentraba en cada
pequeño movimiento, evitando que su mente pensara demasiado en lo sucedido.

—No quería asimilarlo, supongo. Pero fui al cementerio para estar contigo y… allí no
estabas. No sé cómo me hizo sentir eso. Supongo que frustrado, porque no había forma de
acercarme y ayudarte —se llevó el cigarro a los labios otra vez, dejando la sudadera sobre
sus piernas —. Perdí el control.

El jabón se cayó de las manos de Jiken, haciendo un sonido de chapoteo en el agua y el


chico alzó la mirada, observando a Bronco.

—Nadie había hecho algo así por mí. Es decir que nadie se había esforzado tanto por
ayudarme, a excepción del doctor Crawford y Lowe, claro, pero eso es distinto.

—¿Por qué es distinto? —lo miró porque el sonido lo había sorprendido —Si no fuera por
Lowe, no habríamos venido.

—Lo sé, Lowe continuaba hablándome como si estuviera allí, ¿sabes? Hace eso… y luego
se cabrea porque no le puedo contestar —se rio ligeramente, recogiendo el jabón con algo
de dificultad —. Es distinto porque Lowe es mi amigo y el doctor Crawford es mi
psicólogo. Sé que se preocupan por mí, pero… tienen sus propias preocupaciones. Tú…
tú… —se quedó callado ya que no sabía cómo explicarlo —Yo nunca he sido lo más
importante en la vida de nadie —se sinceró por fin.
—Ahora ya lo eres… Ya lo sabes, no tiene sentido ocultarlo. Sabes lo que quería hacer para
estar contigo. No lo entiendo, no quiero comprenderlo ni siquiera —negó suavemente con
la cabeza, mirándolo. Debía de pensar que estaba loco, además de que casi podría ser su
hijo. Se sentía ridículo por estar así.

—Es extraño —sonrió para sí, restregándose el cuerpo de nuevo, y de pronto


sumergiéndose bajo el agua para lavarse la cara y el cabello.

—Lo sé —murmuró, mirándolo y volviendo a fumar, desviando la vista al frente, donde


estaba el espejo empañado. Apartó el vaho con la mano, abriendo el grifo para lavarse la
cara y las manos, tras apoyar el cigarro en la jabonera.

Jiken sacó la cabeza del agua poco a poco, apoyándose luego en el borde de la bañera, con
el cabello mojado enmarcando su cara mientras lo miraba.

—Quise decir que es agradable.

—Ya… —le dijo como si ya lo hubiera comprendido, aunque no era así. Se acercó,
acuclillándose delante de él y observando su rostro. Quería ver sus ojos en realidad.

Jiken se quedó muy quieto, observándolo atentamente por varios minutos. Se sentía
fascinado por él y en sus ojos encontraba la paz que necesitaba.

—Te vas a enfriar —susurró, besándole la frente y levantándose para coger la toalla y
abrirla para dejársela cerca.

—Es igual, no creo que me vaya a morir ahora —se rio con suavidad, poniéndose de pie y
tomando la toalla —. Gracias.

Bronco miró a otro lado, y le acercó la sudadera para que se la pusiera luego. Recuperó su
cigarro de encima de la jabonera y se puso con la espalda contra la puerta, esperando.

—Será mejor que no salgas de esta casa hasta que sepamos qué sucede. Mañana Steiner
puede acompañar a Lowe a buscar tu ropa.

—Sí —asintió, acomodándose la sudadera para que lo tapara bien, y sonriendo al pensar
que olía a él. Se acercó, sujetando su mano de nuevo —, pero deben tener cuidado.

—Sí, creo que lo saben. Estará bien con Steiner… Está acostumbrado a meterse en líos —
abrió la puerta y lo llevó a la salita de nuevo, apagando el cigarro en el cenicero de antes y
soltándole la mano para abrir la cama. Era muy extraño que se le sujetase todo el tiempo,
pero no era algo que le desagradase para nada.

—Bien, porque Lowe es un acelerado —le advirtió como si no lo hubiera conocido,


esperando a que terminara de acomodar las cosas antes de subirse a la cama. Se hundió un
poco en el colchón, acostándose de lado y sintiéndolo sumamente cómodo. Ahora que se
dejaba relajar, podía comprender lo cansado que estaba en realidad, le pesaban los
párpados.

Bronco se sentó a su lado, quitándose las botas y la cazadora. Incluso esas sábanas se veían
limpias y frescas, se preguntaba cómo podía ese hombre molestarse tanto en tenerlo todo
impecable.

—Bronco —lo llamó el chico, acercándose con naturalidad y abriendo los ojos para mirarlo
—. ¿No vas a dormir?

—Sí, seguro que me quedo dormido —se giró un poco para apoyarse en la cama sobre las
sábanas. Al menos tenían calefacción —. No quiero molestarte, sé… No, pero puedo
imaginarme por lo que has pasado.

—No me molestas, no es… lo mismo —susurró casi ya que había recordado nuevamente la
manera de tocarlo de aquel demonio, de lastimarlo en realidad, no quería pensar en eso. Se
pegó contra el pecho de Bronco, buscando su calor y su olor, no había podido sentir esas
cosas antes —. Sólo me siento tranquilo cuando estoy contigo.

—No te voy a dejar solo —susurró contra su cabello mojado, pensando que debería
habérselo secado un poco, pero él no era adecuado para recomendar eso. Olía bien y su
cuerpo se sentía cálido contra el suyo. Movió las sábanas para ir a su lado y lo rodeó con
ambos brazos —. Puedes dormir tranquilo.

—Y si me despierto de nuevo en el infierno… aún te estaré agradecido —le aseguró


cerrando los ojos y acurrucándose contra él.

—Te despertarás a mi lado —lo apretó suavemente, permaneciendo con los ojos abiertos
sin embargo. No iba a poder dormirse, hasta que el agotamiento hiciera mella en él. ¿Quién
había hecho aquello y cómo?

Jiken luchó por unos minutos más con el sueño, pero finalmente cayó profundamente
dormido, sintiéndose seguro y querido, como no se había sentido en lo que para él parecían
ser años.

Parte IV
Miércoles, febrero 3

Steiner se movió en la cama y le pasó el brazo a Lowe por encima de los hombros,
tocándole el pecho con suavidad. Sabía que estaba despierto todavía, porque no había
dejado de moverse aunque discretamente.
—¿No puedes dormir? —le preguntó con voz soñolienta en cambio.

—No puedo dejar de pensar —le contestó girándose para mirarlo —. ¿Te molesto? Puedo
sentarme en un sillón o algo…
—No digas polladas. ¿Crees que puedo dormir mientras estás nervioso, sentado en un
sillón? Vale que soy capullo, pero los primeros días siempre disimulo —sonrió, moviéndole
el cabello con la mano.

—Idiota, no digas eso —sonrió un poco, enrojeciendo y mirándolo a los ojos —. Es que…
por un lado estoy feliz, pero a la vez no sé qué le sucedió y se ve terrible…

—Puedo decirte lo que imagino que le sucedió, pero creo que ya lo sabes y no quieres
escucharlo en alto, así que no lo haré —se apoyó en un codo para mirarlo a los ojos, con
gesto comprensivo —. Ahora…, creo que lo mejor es que Don hable con él.

—Lo sé, está un poco… —se tocó la cabeza, pensando que estaba siendo un insensible y
bajando la mano —Es normal, claro.

—Pues sí… —le frotó el brazo, apretándoselo un poco y acercándose a él —Se recuperará.
Ahora debe estar hablando con Bronco. Creí que querrías quedarte con él toda la noche, la
verdad.

—No, creo que está mejor con Bronco por ahora, no sabría qué decirle de todos modos.
Soy demasiado brusco y no es lo que él necesita —negó con la cabeza, preguntándose si era
un mal amigo.

—No, eso es lo que yo necesito, porque si no me porto mal —quiso distraerlo a ver si
sonreía, y le acarició la espalda —. Averiguaremos lo que sucedió. Mañana si está de
humor, le mostraremos las fotos a ver si nos dice algo.

—Vale, y no sé a qué te refieres, ¿eh? No te puedo vigilar todo el tiempo —le advirtió,
aunque estaba bromeando un poco —. Estoy seguro de que fueron ellos, es culpa de esa
ceremonia.

—Sí, lo sé… y de que es un poco rarito también, ¿eh? —le apartó el flequillo de la cara y
observó sus ojos azules —Lo has asimilado muy bien, para ti es como si nunca se hubiera
ido, ¿verdad?

—No lo sé, no logro comprenderlo. Creí que estaba muerto, pero luego de ver ese video…
sí, supongo que lo sentía cerca todo el tiempo, incluso si sólo era mi mente —entrecerró los
ojos, reacio a confesarle que además no le gustaba llorar enfrente de nadie —. No es rarito,
es un artista y… eso.

—Ya, uno rarito… —sonrió, metiéndose con él un poco y pasándole la mano por el brazo
otra vez —Seguramente ahora ya debe estar dormido. Bronco cuidará de él, queramos o no.

—Sí, se veía agotado… Malo —le dio en una pierna con suavidad, sonriendo un poco —.
Gracias a él encontramos a Bronco y Ageha, ¿eh?
—Yo no he dicho nada de que no me gusten los raritos. ¿No ves que estoy loco por ti? —
torció un poco la sonrisa y le apretó el brazo, besándole los labios con suavidad —Y no
pienso dejarte solo en casa, así que… hazme un sitio fijo en tu cama.

—No me digas rarito y ya veremos —frunció el ceño, aunque no estaba enfadado realmente
—. Supongo que cuando todo esto acabe, tendré que mudarme a la ciudad, así que deberías
hacerme un sitio tú en tu cama.

—Uf… en mi cama… —sonrió, haciendo gesto de cerrar una cremallera en su boca, para
no decir la tontería que había pensado —Cuando esto acabe, nos vamos a ir tú y yo, ¿no?

—Sí, eso acabo de decir —lo miró, alzándose un poco —. ¿En qué pensabas?

—Que no iremos a mi casa, iremos de viaje por ahí… —sonrió, tirando de él para que se
acostase encima y desviar el tema.

—Oh, está… está bien —accedió dejándose caer, efectivamente distraído. El pecho de
Steiner estaba cálido y olía bien.

Le acarició la espalda con las manos, dibujando su columna con los dedos suavemente.

—Dormiremos en tienda de campaña la mayor parte del tiempo. Y no pasaremos frío,


porque yo doy mucho calor.

—¿Y no nos apuntarán a la cabeza con armas de fuego? —le preguntó por si acaso, alzando
una ceja.

—No, pero puede que alguna freak de esas con camiseta de “i believe” trate de ligar
contigo… No sé qué es peor, la verdad —sonrió, pegándole una nalgada suave y apretando
luego, sin sacar la mano de allí.

—Que trate de ligar contigo, eso es peor, créeme —le advirtió, sujetando su mano y
quitándosela de la nalga.
—Eh… ¿Qué haces? Somos novios, es mi derecho legítimo tocarte las nalgas cuando
quiera —se las sujetó de nuevo, pero con ambas manos, apretándolas con fuerza para que
no pudiera sacarlo.

—Pero no si piensas en otros… u otras… No soy esa clase de novio, ¿eh? —lo miró serio
de nuevo, aunque rodeando su cuello esta vez —Ni los mires.

Steiner se rio, mirándolo a los ojos y subiendo una mano por su espalda, aunque no dejaba
sus nalgas con la otra.

—Sólo estás tú aquí. ¿A quién quieres que mire?


—A nadie, me refiero a cuando no estamos solos o peor aún, cuando tú estás solo —aclaró
sin dejar de mirar sus ojos.

—Pues no me dejes solo —le apretó las nalgas suavemente, dibujándolas con los dedos —.
Te quiero, ¿sabes?

—Yo a ti —sonrió con más suavidad, dejándose llevar por su mirada y sus gestos. Por
supuesto que le creía, de todo corazón, era por eso que le asustaba.

—Si hubieras sido tú el que estaba ahí abajo… —subió las manos a su cintura. Se le
quitaban las ganas de meterle mano, sólo de pensarlo.

—¿Qué hubieras hecho? —le preguntó, seguro de que no podía hacer más, había sido el
héroe del día en realidad.

—Les hubiera pedido que te llevasen con ellos y me habría quedado a esperarlo —le dijo
serio, y la verdad es que no fanfarroneaba para nada. Tampoco le ponía orgulloso, pensar
en que matar a alguien le costaba tan poco, aunque fuera un hijo de puta.

—No lo hubiera permitido, no me hubiera ido sin ti. Además… si hubiera sido yo, nunca
me hubieras conocido —le recordó recostándose sobre su pecho.

—Es igual… pongamos que sí. Eres un cabezota —sonrió un poco, alzando una ceja y
estrujándole la cintura con las manos —. Entonces, querrás vengarte de ese tío, ¿no?

—Sí, eso sí —sonrió de manera maldita, volviendo a alzar la cabeza para mirarlo —.
Definitivamente. Tú también, ¿verdad?

—Claro, además… siento que si no lo hacemos, él no va a quedarse de brazos cruzados.


Me llega con que hayan tratado de matar a mis amigos una sola vez. Pero mejor será que no
les hablemos mucho de ello, porque no creo que les guste la idea.

—¿No? ¿Ni siquiera a Bronco? Parece haber formado un lazo muy fuerte con Jiken, ya es
extraño ver a Jiken confiando tanto en alguien —sonrió apartando el cabello de su frente.

—A Bronco sí. Hablaba de Ageha, porque siempre me riñe, y además… se asusta


fácilmente, y de papá oso. Definitivamente a él no —lo miró a los ojos, pensando en la de
veces que había dicho lo de llamar a la policía.

—No lo llames así —se rio, recostándose de nuevo, casi saltando sobre él —. El doctor
Crawford quiere mucho a Jiken, creo que tampoco se quedará tranquilo, aunque… seguro
intentará hacerlo por lo legal.

—Claro está… “Será mejor que llamemos a la policía” —lo imitó, cogiendo un móvil
imaginario y poniendo expresión de dignidad, aunque a él le quedaba teatral —. Es un oso,
¿no? Seguro que por las noches va a bares de osos… con ropa de cuero.
—Claro que no, no digas eso. Ni siquiera sabía que era gay —le dio en un brazo, aunque
riéndose en bajito —Además, Ageha no parece un oso.

—No, Ageha es un gatito. En Japón a los pasivos les llaman gatos —susurró, sonriendo y
tocándole el cabello con las manos.

—¿Sí? Y tú sabes mucho de eso, ¿no? —lo miró con sospecha, suspirando luego —¿Tú qué
eres?

—¿Yo? Yo un hunter —se rio, sujetándole la cara con las manos —y tú mi presa.

—Eh, yo no soy la presa de nadie, te voy a morder de vuelta —lo amenazó, mostrándole los
dientes y riéndose.
—Qué bien, me pone cachondo… —sonrió, besándolo y volteándose sobre él de pronto,
sujetándole el cuello con los dientes él.

—Agh, no me muerdas en serio… —se quejó Lowe, ligeramente nervioso y sujetándolo


por los brazos. Podía parecer estúpido, pero necesitaba de ese juego, se estaba relajando sin
darse cuenta.

—Te gusta… —le mordió, lamiéndole el cuello y succionando su piel antes de besarlo otra
vez —¿No decías que no eras mi presa?

—No jodas, shhhh… —le cubrió la boca, quitando la mano luego sólo para besarlo él,
silenciándolo así.

—¿Qué no joda? —susurró contra sus labios, mordiéndole el inferior y apoyándose en los
codos para apretar las caderas contra las suyas —Hum… —Él ya lo tenía más que claro, a
eso iba.

—No hagas hum… —sonrió enrojeciendo y entrecerrando los ojos, mientras sujetaba su
cabello negro con las manos, recogiéndolo detrás de su cabeza.

—Hago lo que me da la gana… —se rio, besándolo de nuevo por el cuello y pegándole
mordisquitos todo el tiempo. Bajó los brazos y le sujetó las rodillas, abriéndole las piernas
para poder meterse entre ellas. Se empujó contra él, su sexo erecto contra el del rubio.

—Hum… —lo imitó Lowe, aunque no lo había hecho a propósito. Estaba rojo y excitado,
por eso cerró los ojos para ocultarse un poco. No quería ni pensar en si era insensible
hacerlo en ese momento, sólo quería perderse en Steiner y dar rienda suelta a lo que ambos
deseaban.

Sus manos le apretaban las nalgas ahora, alzándolo un poco del colchón. Se sacó la
camiseta y luego a él, sujetándole los brazos para que lo tocase.
—No tienes que esperar a que te dé permiso, ¿eh? —lo incentivó, aunque no lo miraba,
estaba besándole el pecho y mordisqueándole los pezones.

—Shhh… —lo riñó el chico, enrojeciendo más y frunciendo el ceño, empezando a bajarle
la ropa interior. Se estremeció al sentir su sexo caliente y pulsante en la mano, comenzó a
masajearlo, mientras abría los ojos para mirarlo ahora que estaba ocupado.

Steiner se había detenido unos instantes a disfrutar de su forma de tocarlo y lo besó,


metiendo la mano por dentro de su ropa interior para tomar su sexo también.

Se apartó para sacársela, besándole el abdomen y lamiéndoselo. Sintió el sabor del líquido
preseminal cerca de su ombligo y pasó la lengua por encima, tocando su sexo y
recorriéndolo antes de metérselo en la boca.

Las caderas del rubio se alzaron con un estremecimiento, y se las sujetó con las manos,
apretándolas.

Las manos de Lowe bajaban ahora por la espalda del moreno, arañándolo con suavidad.
Volvía a tener los ojos cerrados y estaba gimiendo quedamente, tratando de contener el
sonido. Dios, realmente era un experto en eso, lo estaba envolviendo con la lengua de una
manera que lo volvía loco, y mejor ni se preguntaba cuánta práctica habría tenido.

Los labios del moreno apretaban su sexo y lo besaban antes de metérselo en la boca de
nuevo, una y otra vez. Pocas veces había disfrutado tanto de hacer una felación.

Se apartó un poco y besó sus testículos, lamiéndolos, succionándolos y rozándose la cara


con el vello rubio en su pelvis antes de alzarse con los brazos para mirarlo, tras dejar que
cayese en el colchón de nuevo.

Subió entre sus piernas, que pronto se cerraron alrededor de sus caderas. Sonrió y lo besó
apasionadamente, pasando la mano por uno de sus muslos.
—Date la vuelta… —susurró.

—Aún no —se quejó besándolo profundamente, sintiendo el sabor de su propio sexo en sus
labios, antes de girarse como le pedía. De todas maneras giró la cabeza para mirarlo de
soslayo, excitándose y poniéndose nervioso por no poder verlo bien. Su sexo pulsaba contra
las sábanas y el chico movió las caderas rozándose para aumentar el placer.

—Déjame que te enseñe lo que sé hacer… —susurró Steiner, apretando su sexo contra una
de sus nalgas mullidas por el músculo. Le mordió la nuca suavemente, apretándose sobre él
y estrujándolo contra el colchón. Con una mano le revolvió el cabello mientras se erguía un
poco, bajando por su cuerpo y deslizando la lengua por su columna hasta llegar al
nacimiento de sus nalgas. La mojó dentro de su boca de nuevo y la deslizó entre ellas hasta
llegar a su ano, donde la empujó profundamente. Sujetó con fuerza sus caderas y las alzó
del colchón, moviéndolo contra su rostro.
—Ahhh…. —Lowe gimió en voz alta sin poder controlarse y se cubrió la boca luego con
una mano, aunque no dejaba de estremecerse y moverse buscando más contacto, estaba
ardiendo.

Steiner mordisqueaba sus nalgas ahora, apretando más en ocasiones. Le dio con ambas
manos en ellas, y luego las frotó, enrojeciéndolas un poco, volviendo a jugar dentro de
ellas, mientras con una mano se ocupaba de su propio sexo.

Subió sobre el rubio, apoyándolo entre sus nalgas y ayudándose con una mano a penetrarlo.
Estaba apretado, mucho, le costaba entrar incluso. Cuando por fin lo hizo soltó un gemido
contra su nuca, y metió la mano bajo sus caderas para tomar su sexo.

—Ah… Steiner… —Lowe sujetó aquella mano como impulsado, pero aflojó el agarre
enseguida, en vez detenerlo dejándose llevar por su movimiento, sintiéndolo de aquella
manera también. Su sexo pulsaba humedecido y goteando sobre las sábanas, mientras que
sus nalgas apretaban al moreno todo lo que podía dentro de sí, succionándolo, pidiéndole
más. Jamás había hecho el amor de esa forma.

Steiner se movía sobre él, besándole el cuello y mordiendo sus músculos tensos. Subió la
mano desde su sexo a su abdomen bien dibujado. Nada le excitaba más que eso.

—Qué bueno estás… —susurró, más que comunicándoselo, pensando en alto. Estaba
completamente ido por el placer. Ageha tenía razón, no se creía capaz de cansarse de eso.

Se irguió para ponerse de rodillas tras él, y bajó las manos por sus ingles, acariciándoselas y
tocando sus testículos. Los masajeó, sus caderas chocando contra las nalgas del rubio y
provocando un sonido fuerte que opacaba los gemidos de ambos. Sujetó sus brazos desde
atrás, alzándole el pecho de la cama, no sin esfuerzo, hasta que su espalda chocó contra su
pecho sudado. Con una mano en su pecho, y la otra en su cuello, le hizo girar la cara para
besarlo.

De soslayo observaba el espejo en el armario empotrado, la forma en la que su espalda se


curvaba, con las nalgas apretadas contra sus caderas, y los hombros contra su pecho. Y qué
erguido estaba su sexo, bajó la mano desde su cuello hasta él, mientras el rubio se sujetaba
al brazo que le rodeaba el pecho. Lo vio, y lo sintió estremecerse cuando lo tocó de nuevo.
Movió la mano arriba y abajo sobre él, con su lengua lamiendo la de Lowe.

Los ojos del rubio se dirigieron al espejo por un momento, mirando sus reflejos de soslayo
y desviando la mirada de nuevo, más rojo y excitado aún. Deslizó una mano hacia atrás
para sentir las caderas de Steiner golpeando contra él, mientras continuaba succionando su
lengua, su sexo pulsando cada vez más, sentía que se iba a morir si aquello continuaba por
mucho tiempo, era estremecedor.

Steiner respiraba agitado contra su boca, y le apretaba el pecho como si fuera a escaparse.
Sus caderas se movían solas ya, sin autodominio ninguno. Jadeaba mirando a sus ojos, y no
le veía un defecto, era como si estuviese en la cama con el hombre más impresionante del
mundo. Jamás se había sentido así.

Su expresión seria, de esfuerzo, se descompuso al sentir las primeras sacudidas del


orgasmo. El sexo de Lowe parecía arder, y de todas formas él no aguantaba más.

—¡Lowe!

—Steiner… —jadeó el chico en respuesta, frunciendo el ceño por el placer y bajando la voz
contradictoriamente. Se inclinó un poco hacia delante, apretando el brazo que aún lo
masajeaba y dejándose llevar.

El moreno se inclinó tras él también, cubriéndolo con su cuerpo y mordiéndole el cuello en


parte para contener los gemidos, pero lo embistió una vez más, a pesar de que el placer ya
era incluso demasiado, al ver su reacción.

Su mano se había cubierto de semen, y las sábanas estaban mojadas, su sexo seguía dentro
del chico, pulsando suavemente ahora, liberando por completo todo en su interior.

Bajó la mano despacio, y le acarició los testículos con suavidad, besándole el cuello.

Lowe bajó la cabeza, aún jadeando ligeramente y sintiendo que se iba a caer hacia delante.
Sin embargo, alzó el brazo para tocar el cuello de Steiner, entrecerrando los ojos.

—Seguro que ahora puedes dormir, churri… —susurró contra su mejilla, sonriendo un
poco, aunque no por la broma, por lo que sentía por él. Se echó hacia atrás, llevándolo con
él mientras se sentaba sobre sus propias piernas, descansando un momento, y rodeándole el
pecho todavía.

—No me llames… churri —contestó cansado y seguro de que tenía razón. Sonrió
acomodándose un poco y sujetando sus brazos.

—¿Por qué? —sonrió, riéndose suavemente y rodeándole el abdomen también —¿prefieres


corazón, cariño?

—No, prefiero Lowe —se rio por la insistencia del moreno y se movió entre sus brazos —.
¿Quieres que te llame amor, o dulzura?

—Amor me gusta, pero sólo en privado… —bromeó, estrujándolo un poco —No sé si es


un buen momento para decirte que… me llamo David.

—Dios… bueno… sí, supongo… —contestó enrojeciendo al pensar que hasta ahora no se
le había ocurrido que Steiner fuera sólo su apellido —¿Mucho gusto, amor?

Steiner se rio, y se tiró en la cama con él de pronto, abrazándolo y observando sus ojos
fijamente.
—Qué horror, no me llames así. ¿Sabes que… me siento…? No sé cómo.

—¿Feliz? ¿Satisfecho? —(¿Enamorado?), pensó finalmente sin atreverse a mirarlo.

—Te quiero… —sonrió, deslizando la mano por su hombro —Te vas a arrepentir.

—Por supuesto que no, no me hagas arrepentirme, idiota —le dio suavemente con la palma
de la mano, enrojeciendo de nuevo y murmurando —. Yo también… te quiero.

Steiner le pasó la mano por el cabello, apartándoselo de delante de la cara.

—Lo intentaré…

—Lo lograrás —le aseguró sonriendo y cerrando los ojos contra su pecho. Se sentía
sumamente relajado y feliz, ni siquiera podía sentirse culpable por aquello. Simplemente
quería estar con él y creer en que eso funcionaría.

—Sí, yo creo que sí… —torció un poco la boca en una sonrisa, pensando que Ageha le iba
a decir cosas como “¿lo ves?”. Lo tapó con las mantas y besó sus labios una vez más —
Duerme un poco o me divorcio.

—Idiota —se quejó de todos modos el rubio, aunque ya iba quedándose dormido.

—Churri… —susurró con los ojos cerrados, y una sonrisa en los labios.

*****

Ageha se giró en la cama, recostándose sobre el pecho desnudo de Don y sonriendo.

—Esto sí es comodidad, pero… estás tenso, ¿no?

—Preocupado. ¿Cómo no voy a estarlo? Alguien ha intentado matarte, o a saber qué.


Estamos ocultando a una víctima y supuesto asesinado en mi casa. Steiner se ha traído una
escopeta a mí casa y… estoy muy preocupado por Jiken —se tocó la frente, frotándosela un
poco.

—Creo que lo de la escopeta es lo de menos, y es un supuesto suicida —le recordó,


alzándose un poco para mirarle la cara. No iba a decir que no lo comprendía, pero estaba
demasiado feliz de encontrarse allí de nuevo, sano y salvo entre sus brazos —. Hablarás
con Jiken mañana, de todos modos creo que ahora sólo quería estar con Bronco

—Sí, ya lo he visto. Los he visto a ambos, y no creo que sea una buena idea. Aunque no lo
sé, tal vez estoy malinterpretando las cosas, ¿no? —lo miró, preguntándose si Bronco sólo
estaba siendo paternal, ya que a él le seguía pareciendo… un hombre profundamente
enamorado, con una ansiedad por proteger a la persona amada, increíble.
—No lo creo, pero tampoco creo que sea algo malo ahora que sé que Jiken está vivo.
Bronco es… Bronco es entregado y cariñoso. En realidad me preocupa más Jiken —
suspiró, pensando en que si sólo se estaba aferrando a él por miedo, lo lastimaría
terriblemente.

—Jiken está… no está pensando claramente, y tal vez pueda estar dándole a entender las
cosas como no son. O tal vez piense que se lo debe… No lo sé. Creo que es una idea
terrible —bajó la mano, apoyándola sobre la espalda de Ageha.

—¿Preferirías que estuviera solo en este momento? Ya lo sé, también me preocupa, pero
debemos darles tiempo, ¿no lo crees?

—Claro, pero eso no va a hacer que deje de preocuparme. Tú has preguntado —se quejó.

—Lo sé, pero… no sé. Eres mejor en esto que yo —se rio porque así era, acariciando su
pecho con un dedo —. ¿Sabes una cosa? Cuando escuché tu voz, dejé de pensar en algo que
no fueras tú.

—Debí bajar, pero alguien debía quedarse a vigilar la puerta, y… Dios, no quería tener que
matar a alguien. No dejaba de decirles que deberíamos haber llamado a la policía —miró al
techo, suspirando

—Pero si hubierais llamado a la policía, todos habríais estado en problemas. Además


habrían necesitado hablar con el dueño de la cabaña, buscar una orden luego.
¿Comprendes? —le preguntó, mirándolo sin moverse —Y creo que deberíamos dejar que
Jiken decida si les avisamos o no.

—Hasta cierto punto. Habrá que hacerlo tarde o temprano. No puede ser un fantasma el
resto de su vida, y luego tendremos que afrontar las consecuencias de haber encubierto esto.
Así que no, no es decisión suya exclusivamente.

—Pero aún no sabemos qué ha sucedido. Es posible que esté implicado en algo. ¿No
quieres que vaya a la cárcel luego de todo lo que ha pasado, verdad? —suspiró pensativo —
Bueno, tienes razón, no podemos dejar a quien sea libre.

—No, y ese chico de ahí arriba —le dijo señalando al techo —, tiene una escopeta de no
sabemos quién en su posesión —se sentó, incómodo ya —. Y el hecho es que ellos no van a
quedarse de brazos cruzados, vendrán a por nosotros.

—¿Eso crees? ¿No tendrán miedo de que los descubramos? —preguntó con un deseo
infantil en su mente de que así fuera, pero no era tan ingenuo —Querrán deshacerse de la
evidencia. Entonces, yo me siento agradecido porque Steiner haya traído la escopeta. Puedo
ser muy flexible, pero no es por mi entrenamiento en artes marciales.

—No me desconcentres cuando intento pensar en cosas serias… —sonrió un poco,


pegándole una nalgada.
—No te desconcentres tú, no es mi culpa —se rio, subiéndose un poco sobre su cuerpo y
mirándolo a los ojos —. Jiken estará bien, lo protegeremos y tú también. Además, nunca
has visto a Steiner cuando entra en modo de acción. Bueno… sí lo viste ahora que lo
pienso.

—Te quiere mucho… —le dijo serio, pasándole las manos por la espalda —Cada vez
siento más cariño por Lowe.

—No haremos un threesome —le advirtió en broma, besándolo con suavidad —Lowe
parece respetarte mucho. No te preocupes, Steiner está enamorado.

—Lo sé…, pero yo también, por eso estoy en mi derecho de preocuparme —frunció el
ceño, subiendo las manos por su espalda y masajeándosela informalmente —. ¿Has hecho
uno alguna vez?

—¿Para qué necesitas saber eso? —sonrió, sintiendo aquellas aguas peligrosas y bajando
un poco la cabeza —De ahora en adelante sólo me acostaré contigo —susurró, besándole el
cuello.

—Así que lo has hecho… —sonrió al pensar en su infantil modo de tratar de escaparse de
la confesión. La verdad es que no podía evitar preocuparse, pero también hacía tiempo que
había dejado de creer en esas dos palabras mágicas: “para siempre”.

—Es igual, ya sabes cómo era —sonrió de manera dulce, mirándolo —. No te enfadas por
el pasado, ¿verdad? Ahora soy todo tuyo.

—No me enfado —lo miró también, pasándole la mano por el cabello —. Creo que no
puedes haber hecho nada más “exótico” que mi ex.

—¿Qué hizo tu ex, eh? ¿Una orgía o algo así? —le preguntó asombrado, dejando de sonreír
por un momento.

—Orgías, intercambios de pareja, prostitución, drogas… nada fuerte por otro lado. Sólo
para ponerse un poco… —se frotó la frente por un momento, respirando profundamente al
pensar en eso —No cuando estaba conmigo, pero… Todo eso lo sé, porque era mi paciente
antes de ser mi amante.

—Ya veo, porque mi próxima pregunta iba a ser “¿En dónde conociste a ese tío?” —sonrió
un poco, besándole el cuello de nuevo, como para quitárselo de la mente —Yo no necesito
esas cosas, sólo te necesito a ti.

—Eso espero, porque yo no comparto, y casi nos matamos cuando me enteré. Tú no estás
en mi misma liga… —bromeó, haciéndole ver que ya no tenía importancia ninguna para él
—Sólo pienso en él cuando recuerdo algo malo, te lo aseguro.
—Menos mal, porque yo tampoco comparto. Bueno, lo hacía, pero soy malo haciéndolo y
luego me quiero vengar —se rio, mirándolo a los ojos de nuevo, realmente era sumamente
atractivo, no comprendía cómo no era más cotizado. Claro, era por culpa de vivir en ese
pueblo, pero mejor para él.

Don se rio, pensando que no podía permanecer exteriormente preocupado por mucho
tiempo. No cuando estaba con él.

—Eso me gusta… eres un poco infantil, Ageha. ¿Lo sabías?

—No, ¿lo soy? Nunca me han llamado eso, pero si te gusta… —lo besó en los labios con
suavidad, riéndose en bajito —Yo creía que era maduro.

—Lo eres, pero tienes esa frescura que otros no. No me refiero a que seas un niñato.

Le agradaba su risa, su cuello fino y la forma de sus hombros suaves.—No quiero que te
vayas —le dijo serio, sincero. Incluso si le daba un miedo terrible —. Quiero que te quedes
aquí conmigo.

—Yo no quiero separarme de ti, pero no lo sé… Tengo mi empleo y me gusta —se enserió,
pensando en eso —. ¿No es posible que vengas conmigo?

—Trabajo para el estado, no van a darme una plaza en la ciudad sólo porque la solicite.
Ojalá fuera tan simple —le tocó el brazo con los dedos, pensando que luego de esto se iría.
Bueno, ya lo sabía, esa era la realidad —. Olvida que he dicho algo.

—Claro que no, es importante. Tal vez… Tal vez pueda hacer algo. Después de todo,
Steiner casi nunca está en la oficina y casi todo mi trabajo es en el ordenador—ofreció,
aunque pensando en que Bronco se sentiría solo.

—No, no puedes dejar toda tu vida simplemente. Las cosas no funcionan así, luego hay
rencor, y con cada piedra que tropiezas… culpas a ese cambio de ella. Vernos los fines de
semana, tampoco es una solución… por eso pienso que es mejor no hablar más de ello —le
tocó la cara, haciendo que lo mirase.

—Puedes decir lo que quieras, Don, pero encontraré la manera. No voy a desaparecer de tu
vida, ni quiero que esto se pierda. Moriría por dentro —le aseguró, recostándose de nuevo
sobre su pecho y aferrándose a él.
Nunca había estado tan enamorado como en ese momento, no podía simplemente darle la
espalda.

Don lo rodeó con suavidad, tocándole la nuca y tomando aire profundamente.

—Ambos encontraremos la manera —le aseguró, para que no pensase que él no sentía lo
mismo, sólo porque su manera de expresarlo fuera distinta.
—Sí —Ageha sonrió de nuevo al sentir que no estaba solo en eso y subió, besándolo ahora
profundamente y pasando las manos por su cabello oscuro.

—Te amo —le dijo Don al romperse el beso, mirándolo a los ojos.

—Yo te amo a ti —Ageha sonrió más, volviendo a recostarse sobre su pecho y


murmurando casi para sí —. Todo irá bien.

—Sí, todo irá bien —mientras ambos lo deseemos, se dijo, pensando que él lo deseaba
realmente. Era sencillo tranquilizar a Ageha, o tal vez lo era para él, como a la inversa.

Capítulo 14
In the world of the living, the whispers of the dead trace a map between the soul and the
heart. Fantasy and reality blending into one.

Parte I
Jueves, febrero 4

Bronco se despertó pronto por la mañana, desacostumbrado como estaba a dormir en casa
ajena, además de haberse dormido en estado de alerta. Pasó la mano por el brazo de Jiken,
que continuaba abrazado a él, a pesar de que se había movido durante el sueño y ahora
estaba de espaldas.

Se giró despacio para no despertarlo, pero no lo consiguió y se quedó mirando sus ojos en
cuanto los abrió.

El chico sonrió levemente, aliviado de estar allí todavía.

—¿Ya es de día? —le preguntó desorientado, alzándose un poco y mirando hacia las
ventanas.

—Sí, hemos dormido casi toda la tarde y parte de la noche. Son las siete y doce —se movió
por la cama para sentarse contra el respaldo. Tenía hambre.

—Lo siento —se disculpó por si había tenido que quedarse acostado por su culpa, y se
sentó finalmente —. Los demás aún duermen, ¿verdad?

—Sí, y no lo sientas, acabo de despertarme —miró su mano y movió la suya


dubitativamente, apoyándola encima.

—Vale —sonrió sujetándole la mano como si fuera la respuesta más natural del mundo —.
Tengo hambre —confesó, ya que no había sentido aquello conscientemente en todos esos
días. Ahora incluso le dolía la cabeza un poco.

—Yo también… —se levantó de la cama, mirándolo un momento mientras soltaba su mano
—Ahora sí, voy a pedirle a Ageha que te deje unos pantalones, ¿vale? Mientras no van a tu
casa a buscar tu ropa.

—Será lo mejor —se rio, no se sentía para nada consciente de su desnudez enfrente de
Bronco.

—Ahora vengo —se alejó un poco hacia la puerta del dormitorio de Don, y llamó sin dejar
de mirar al chico —. ¿Puedo pasar?

Don sólo se giró en la cama de espaldas a la puerta, ya que ni lo había escuchado, y se tapó
la cabeza con el brazo.

—Ya voy —contestó Ageha, besándole el brazo a Don y levantándose para ir a la puerta.
La abrió con cuidado de no hacer mucho ruido y asomó su perezosa cara por la rendija —.
¿Cómo va todo?

—Bien, ¿puedes dejarle un pantalón a Jiken? Ayer le dejé una sudadera, pero sólo tiene eso
puesto —se apoyó con una mano en el marco de la puerta, besándole la frente a Ageha al
ver su cara de dormido.

—Sí, ya vengo, dame un momento que Don sigue cansado —sonrió como si él no lo
estuviera, y entró de nuevo a la habitación. Buscó en un cajón, ya que el moreno había
guardado su ropa allí. Sacó unos jeans bastante ajustados, regresando junto a Bronco —. ¿Y
tú? ¿Estás bien? ¿Dormiste algo?

—Sí, sólo tengo hambre —sujetó los pantalones y se frotó la nuca un poco —. Ya te dejo
que sigas durmiendo.

Le apretó la barriga con un dedo, aunque estaba cansado, se sentía de buen humor. A pesar
de lo sucedido, Jiken estaba vivo; no podía pedir mucho más.

—Vale, pero si necesitas algo más, llámame. Sabes que siempre estoy para ti —le aseguró
sujetando su mano por un momento.

—Estoy bien —le aseguró, sonriendo un poco, y esperando a que cerrase la puerta antes de
acercarse a Jiken con el pantalón —. Toma, debí haberle pedido unos calcetines…

—No, así estoy bien, gracias —le sonrió incómodo, ya que se había puesto nervioso sólo
con estar lejos. Tomó los jeans, subiéndoselos y notando que le quedaban como un guante.
Bueno, no era algo que le importase mucho, a decir verdad.

Bronco sonrió un poco y luego se tocó la quijada con una mano, frunciendo el ceño.

—Voy a la cocina a preparar algo, si quieres te preparo a ti alguna cosa. Aunque… no voy
mucho más allá de unos huevos revueltos o algo así.
—No soy complicado, me conformo con lo que haya —sonrió, siguiéndolo a la cocina y
ladeando la cabeza luego —. ¿No te molesta hacer todas estas cosas por mí?

—No, no me molesta —abrió la puerta de la nevera, negando con la cabeza porque le había
hecho sentirse algo avergonzado, y se preguntaba si era un obvio. Sacó dos huevos y algo
de bacon. La verdad es que no tenía ni idea de cocinar.

—¿Quieres… que lo haga yo? —le preguntó por la manera en la que miraba los huevos,
acercándose un poco más. Se sentía bien así, pretendiendo que todo aquello era normal.

—Vale —admitió avergonzado, apartándose y apoyándose en la encimera, mirándolo y


pensando que aquella sudadera se le veía enorme —. ¿Cocinas para ti?

—Sí, siempre lo he hecho, y de todas maneras, Lowe no lo hace nada bien. No se lo digas
—sonrió, buscando en la nevera los demás ingredientes y un plato hondo para romper los
huevos —. Se siente mejor… hacerlo para otras personas.

Bronco volvió a quedarse mirando para él sin decir nada. Le parecía que tenía mucha
fuerza. Había pasado por todo aquello, y sin embargo allí estaba, sonriendo y preparándole
el almuerzo.

—¿Tu madre no te preparaba la comida?

—A veces, pero sinceramente, prefería que no lo hiciera —le comentó de forma casual, sin
detenerse a pensar demasiado en eso mientras batía los huevos y la leche.

—Debía ser terrible —murmuró, girándose de espaldas y mirando por la ventana de la


cocina al jardín trasero. Sólo por dejar de mirar para él.

—Lo era, pero ya no importa —Jiken se detuvo por un momento, observando su espalda,
ligeramente serio y sonriendo luego para sí, mientras continuaba —. Todo parece una
tontería ahora.

—Sí, supongo que sí —se giró hacia él, apoyándose contra la pared y mirándolo de nuevo.
La verdad es que no podía dejar de hacerlo —. Pero ahora ya admitirás que estás vivo.

—No lo sé, no sé nada. Esto es muy extraño. Sigo pensando que voy a despertar de un
momento a otro —le confesó, sus manos temblando por un momento. Bajó la mirada,
poniendo la sartén y echando la mezcla.
Bronco se acercó a él despacio, y le apoyó las manos en los hombros desde atrás.

—Lo estás, y no voy a dejar que te pase nada.

—No quiero irme, Bronco, no ahora que… —enrojeció un poco, recostándose hacia atrás
—Quiero estar contigo.
Las manos del mayor se apretaron un poco en sus hombros, y le rodeó el pecho con los
brazos. Tenía miedo de estar siendo sólo un punto de apoyo, la verdad, porque no podía
creerse que un chico como ese estuviera interesado en él.

Jiken se estremeció por un momento, vigilando la sartén, aunque estaba pensando en otras
cosas. Ahora se sentía más lúcido, tranquilo y sin embargo, cada vez que pensaba en
aquella cara, no podía dejar de ver a un demonio, eso no podía ser humano.

—Lo siento —susurró Bronco, separándose de él despacio, tocándose el cabello y


revolviéndoselo de cualquier manera. No podía evitar querer estar cerca de él, pero la
verdad es que no tenía ni idea de cómo hacerlo sin presionarlo. Tal vez debería hablar con
Don, pero se sentía extraño aireando sus intimidades, y mucho más cuándo no sabía qué
esperar de aquello.

Negó un poco con la cabeza, tapándose la cara un momento. Era como si Jiken pudiera
meterse en su cerebro, consciente o inconscientemente, y mostrarle imágenes vívidas,
claramente teñidas de la fantasía de sus propios miedos. Sin embargo vio a aquel hombre
corpulento abrir la puerta, con una máscara negra cubriendo su rostro. Todo vestido de
negro. Resonaron cadenas arrastrándose y vio un cadáver en el suelo, Jiken lo miraba
horrorizado y el hombre gritaba algo, con una voz incapaz de comprender para él.

—No… ¿Qué sucedió? —le preguntó Jiken confundido. Había sentido algo, pero no sabía
qué, y se preguntaba si Bronco se había apartado por su culpa. Tal vez porque en realidad sí
que sabía que pertenecía a aquel lugar.

—He visto algo… —negó con la cabeza, sentándose en una de las sillas porque se mareaba
fácilmente con esas cosas. Mucho más sin haber comido desde la noche pasada.

—¿Qué viste? No me digas… —Jiken apagó el fogón, frunciendo el ceño e intentando no


dejarse abatir, pero le temblaban las manos —¿Qué viste?

—Es igual… —negó con la cabeza, mirándolo —He visto a ese hombre.

—No es un hombre —negó el chico sin alzar la mirada.

—Lo es…, Jiken. Es un hombre, un hijo de puta muy grande y muy tarado, pero es un
hombre —se pasó los dedos por la frente, observando sus manos temblorosas —. No tengas
miedo, ven —le dijo extendiendo una de las suyas hacia él.

—No puede serlo —contestó tomando su mano y acercándose, mirándolo a los ojos
finalmente, aunque eso había requerido de una gran cantidad de valor por su parte —. Lo
sabe todo.

—¿Qué es lo que sabe? —apretó su mano, estaba fría y quiso darle calor y firmeza.

—Lo que hice, lo que siento, lo que veo… —se estremeció levemente de nuevo, apoyando
la frente contra uno de sus hombros.
—No puede ser… —se levantó y lo pegó a su pecho, sujetándole la nuca. Eso era
simplemente imposible, pero tenía miedo. Tal vez aquello era mucho más complicado
todavía.

—Por eso… es un demonio. No puede ser… No puede ser humano alguien así —protestó
sintiendo que las lágrimas le recorrían las mejillas de nuevo al recordarlo y se aferró de su
cuerpo, temblando violentamente.

—No, es humano. Es alguien humano, que sabe demasiado de ti. Alguien que se ha tomado
mucho tiempo y que ha planeado esto cuidadosamente. Si fuera el demonio… ya estaría
aquí —lo apretó con más fuerza, estrechándolo entre sus brazos —. No llores, ya no estás
allí, y no vas a volver.

—No me dejes volver, Bronco —le pidió incluso si no tenía sentido. Después de todo, si
era un demonio, seguro que sólo le estaba dando tiempo —. Sólo quiero permanecer aquí,
por tanto tiempo como sea posible.

—No vas a volver —le sujetó la cara, apartándolo de él para que lo mirase a los ojos —. No
vas a volver, ¿me oyes? Y no quiero que estés sólo ni un segundo. No voy a dejar que te
haga esto —frunció el ceño, seguro de que podía manejarlo a su antojo con chantajes y
miedo si llegaba hasta él.

—Te cansarás de cuidarme —sonrió un poco, limpiándose los ojos, tratando con todas sus
fuerzas de ser más valiente, jamás había sido tan débil.

—Claro que no… Me encantará hacerlo, ¿vale? Sólo tienes que hacerme el desayuno a
cambio —sonrió ligeramente también, y bajó las manos a sus hombros.

—Ya está, se enfriará —se quejó, recordándolo y suspirando, intentando volver a sentirse
normal —. Luego le daré las gracias al doctor Crawford.

—Me gusta igual… —susurró, inclinándose para besarle la frente. Necesitaba ducharse,
afeitarse y cambiarse de ropa, pero iba a tener que esperar a que los demás despertasen, y
aun así…

—Hum… ¿estoy interrumpiendo? ¿Ya pusisteis a hacer el café? Porque voy a necesitar
como tres tazas —los saludó Ageha, saliendo de aquella habitación y entrando en la cocina,
ya que después de que Bronco lo despertase, había preferido ducharse y salir, no sin antes
hacerle unos cariñitos a Don, claro.

—No interrumpes… —murmuró el moreno frunciendo el ceño por vergüenza y soltando a


Jiken, para ir a buscar el desayuno que le había preparado —Yo también necesito café, pero
no lo he puesto. No sé dónde está nada aquí.

—No te preocupes, ya lo pongo yo —le sonrió a Jiken, que se había quedado un poco
confundido —. ¿Bebes café, Jiken?
—Sí… Bastante en realidad —contestó siguiendo a Bronco y buscando unos cubiertos por
las gavetas.

—¿Y Don? —preguntó Bronco, que se sentía un poco tenso por estar con Jiken delante de
otras personas. Se sentía demasiado obvio.

—Ya viene, le cuesta levantarse —explicó mientras encendía la cafetera, apoyándose


contra la mesa y cruzándose de brazos —. Supongo que Steiner y Lowe siguen dormidos.

—Gracias por los jeans —Jiken lo miró, preguntándose si debía haber hecho desayuno para
todos, pero ahora era un poco incómodo.

—No es nada, es lo menos que podía hacer.

—¿Alguien hablaba de mí? —Steiner se sujetó del marco de la puerta, aunque venía
sujetando a su novio bajo el brazo, porque sabía que estaba nervioso. Miró a Jiken,
pensando que se veía bastante mejor, ahora que estaba limpio y no tenía que pensar que
estaba bajo tierra.

—Sólo de que te extrañamos —sonrió Ageha, impulsado a ir a abrazarlo, pero la mirada de


Lowe lo desanimaba de hacer eso.

El rubio se apartó de su novio, acercándose a Jiken enseguida.

—¿Cómo dormiste? ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien, tranquilo —le pidió, sonriendo un poco porque ya veía que se podía
alterar.

Steiner le revolvió el cabello a Lowe al pasar por su lado, y cogió el tenedor que Jiken
había dejado sobre la encimera, probando un poco de lo que había preparado.

—Deja eso… —Bronco le sacó el tenedor, aunque Steiner se estaba riendo.

—Estaba bueno —se apoyó en la encimera y miró a Ageha, sonriendo.

—Sí, Jiken cocina bien… —comentó Lowe, añadiendo de inmediato —No significa que
me hagas nada, ¿eh?

—Ya sé… —contestó su amigo, sonriendo un poco y apartándose, mirando a Steiner por un
momento.

—Yo voy a hacer algo —anunció Ageha, ahora revisando la nevera, como activado.

—Hazme algo… —le pidió Steiner con voz caprichosa, siguiéndolo y sujetándole la cintura
mientras se inclinaba un poco para susurrarle al oído —Le dije las palabras mágicas….
—Huevos fritos para todos —anunció Ageha, riéndose y susurrando luego —. ¿En serio?
¿Le dijiste lo que creo que le dijiste? ¿Cómo te fue?

—Se lo dije y… ya te contaré con más detalle —se rio también, haciéndole cosquillas en el
costado, y sólo porque había tenido la suficiente lucidez como para no darle la nalgadita
que su mano había pensado.
Lowe carraspeó sin saber qué tanto hablaban, pero estaban demasiado pegados, y Jiken lo
llamó con una mano, mientras se sentaba junto a Bronco, que ya estaba comiendo como si
fuera un hambriento.

Miró a Ageha y luego al rubio, pensando que le daba un poco de lástima en realidad. Lowe
se sentó aun mirando a Steiner y finalmente llamándolo indirectamente sin poder resistirse.

—¿Vas a cocinar algo tú también?

Jiken se rio en bajito, dándole un codazo y susurrando en su oído.

—Es perfecto para ti. Se parece a ese…

—Sh… —lo calló, mirándolo entre rojo y confundido. ¿Ya estaba actuando como si nada?
Bueno, no le molestaba, prefería verlo feliz, aunque era mejor si no comentaba esas cosas
precisamente.

Bronco se metió un trozo de pan en la boca, mirándolo y conteniéndose para no sonreír al


escucharlo reírse.

—Yo ya cociné ayer, churri —Steiner fue junto a Lowe y le pasó las manos por el pecho
desde atrás —Y mi comida te encanta… —se rio, moviendo el pelo a un lado antes de
inclinarse para besarle el cabello.

—Steiner… —Bronco le echó una mirada asesina, pero el moreno se rio.

—Ya, siéntate y quédate quieto mejor —le pidió el rubio, rojo como nunca, pero no podía
evitar sonreír.

—Pero yo necesito un ayudante, es injustooooooo —se quejó Ageha por molestar,


riéndose.

—Lo siento, no quiero ser castigado —se sentó al lado de Lowe, sonriendo y quitándole
comida a Bronco otra vez.

—No hagas eso. Siempre haces eso…

—Así te dejo mi esencia.

—Eso es lo que no quiero.


Don llegó por fin, justo cuando Bronco le estaba estrujando la mano a Steiner y viceversa,
en algún tipo de duelo de orgullo masculino que cesó de inmediato.

—Buenos días… —les echó un vistazo de refilón, y luego a Jiken —¿Estás bien? ¿Te has
sentido mareado?
—No, estoy bien. De hecho, me siento mejor ahora —le contestó el chico, sonriendo
suavemente, agradecido de que se preocupara por él.

—Por supuesto, ya no estás bajo la influencia de esa droga, que por cierto, olía espantoso
—se quejó Ageha mientras freía los huevos, buscando una bandeja grande para ponerlos ya
que le daba pereza servirle su plato a cada uno.

—Vale, pero deberías ir a un médico. Puedo llevarte a ver a un amigo —se acercó a él,
pensando que estaba todavía más delgado que antes.

—No, no puedo. Además, es igual, no estoy… Ya no seré normal y todos saben que estoy
muerto —negó poniéndose nervioso enseguida.

—No lo estás, ya deja eso. Estás aquí y estás comiendo incluso, ¿no? —le preguntó Lowe,
frunciendo el ceño, aunque estaba intentando no ser demasiado agresivo.

—No estás muerto, Jiken. Lo que piensen no importa. El hecho de que estés aquí
comiendo, sintiendo y respirando… tú no eres tonto, sabes que significa que estás vivo, ¿o
no? —le tocó la cara con una mano, tratando de calmarlo —Hablaremos después de comer,
¿vale?

Jiken asintió, un poco tenso en realidad, pensando que mejor no volvía a mencionar que
estaba muerto. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. Lógicamente parecían
tener la razón, pero no podía olvidar todo lo que había sucedido antes.

—Te traeré tu propia ropa luego, te sentirás más cómodo —le comentó Lowe, mientras
Ageha ponía la bandeja con varios huevos fritos en el centro de la mesa.

—Eh, que mis jeans son muy cómodos, te hacen sentir sexy. Sé sexy, Jiken —bromeó,
guiñándole un ojo y yendo a buscar a Don para que se sentara con él.

—Tú ya eres suficientemente sexy por todos nosotros… —Don le sujetó la cintura,
sentándose con él después de coger el café y servirse una taza.

—Yo creía que yo también era sexy —Steiner cogió dos huevos y un trozo de pan,
mojándolo en la yema.

—Tú lo creías…, pero los demás no —Bronco se rio de él, guardándose las manos en los
bolsillos de los jeans.

—Lowe, mira qué me dicen…


—Ya, ya, sí eres… eso —enrojeció, cogiendo un huevo y dedicándose a comerlo como si
se le fuera la vida en ello. Luego tomó otro, poniéndoselo por delante a Jiken —. Tú come
.
El moreno se quedó mirándolo, sonriendo para sí, y cubriéndose un poco la boca para no
ser demasiado obvio.
Ageha estaba soplando su propia taza de café, ya antes le había llevado una a Bronco y otra
a Jiken

—Hay más, ¿eh? Por si los tórtolos quieren…

—No, es que a mí la cafeína por las mañanas, me pone como una moto.

—Es tu estado natural, Steiner —murmuró Bronco, bebiéndose su café.

—Y eso que no has visto mi estado sobrenatural… —se rio el mentado.

Don alzó una ceja, con una ligera, pero que muy ligera sonrisa en los labios. No recordaba
haber tenido un despertar tan escandaloso en años, pero estaba bien. Jiken se veía bien así.

—No digas tonterías —le advirtió Lowe, dándole suavemente por debajo de la mesa y
decidiendo que él sí necesitaba café si iba a lidiar con todos juntos.

—¿Puedes traer el azúcar, por favor? —le pidió Jiken, mientras el rubio se levantaba.

Ageha se apoyó en la mesa pensando que tenían que discutir algún plan, pero no estaba
seguro de si debían hacerlo delante del chico.

—Steiner y Lowe… ¿podéis ir a buscar vuestras cosas y las de Jiken después de desayunar?
—les preguntó Don.

—No hay problema… —Steiner lo miró a los ojos, pensando que era mucho morro
quedarse allí y hacer que les pagase la comida, pero seguro que le parecía una ofensa si le
ofrecía hacerlo. Mejor llevaba algo de comida comprada y llenaba la nevera.

—Bien, porque es mejor si permanecemos todos juntos por el momento —bajó la mano y le
tocó la rodilla a Ageha por debajo de la mesa, mirándolo un momento, y luego a Bronco —.
Ageha y tú podéis traer vuestras cosas también. Yo me quedaré con Jiken mientras —le
dijo en tono suave, ya que sabía que no le iba a gustar separarse.

—Vale… —Bronco miró a Jiken un momento, como esperando su opinión.

El chico asintió, aunque nervioso, pero confiaba en el psicólogo. De todas maneras si tenía
que despertar, nadie podría evitarlo.

—Te traeré algunas de tus cosas para que puedas dibujar —le ofreció Lowe, sintiéndose
incómodo y poniendo el azúcar enfrente del chico mientras volvía a sentarse.
Ageha le sujetó la mano a Don, sonriendo agradecido por lo que hacía, y apretándosela para
hacérselo saber.

—Y que nadie haga nada por su cuenta, por favor, aunque parezca una gran idea. No quiero
que penséis solamente en los problemas que os meteréis, si no… en los que nos meteréis al
resto. ¿De acuerdo?

Los miró serio, tomando aire y empezando a comerse uno de esos huevos, aunque no le
llegaba ni para comenzar. Tenía un hambre…

—No pensaba hacer nada —le aseguró Lowe, pensando que se refería a él y a Steiner
seguramente, aunque miró a Bronco luego, pensativo.

—Tal vez deberíamos convenir aquí a una hora exacta. Así sabremos si ha habido
problemas —comentó Ageha, bebiendo de su café.

—Eso es difícil. No sabemos a qué hora vamos a terminar.

—Pues en cuanto terminéis, venís —Don los miró, sonriendo un poco para que no se
negasen.

—O.K. papá… —Steiner alzó una ceja, pensando “papá oso”.

Parte II
Jueves, febrero 4

Cuando todos se hubieron marchado, Don subió al piso de arriba con Jiken, a su despacho.
Lo abrió y le dejó pasar, esperando a que se sentase.

Le había dejado unos calcetines gruesos, ya que no tenía zapatillas ni nada por el estilo que
pudiera servirle.

Una vez se hubieron acomodado, esperó un poco para ver si él le decía algo.

—Supongo que quiere que le diga lo que me sucedió, ¿no es así? —le sonrió con suavidad,
temiendo ese momento. Además sabía que le costaría mucho, no quería decepcionarlo.

—¿Sinceramente? Quiero que me digas… cómo llegaste a meterte en ese grupo. Pensaba
que íbamos bien —lo miró inexpresivo, aunque su rostro era tranquilo.

—Íbamos bien, sólo… quería averiguar algo más. Quería que todo tuviera sentido, lo siento
—bajó la mirada, continuando —. En realidad, los descubrí una noche. No era algo que
hacía regularmente, sólo quise ir a caminar al bosque, estaba buscando inspiración. Los
vi… y reconocí la voz de uno, así que me acerqué a él al día siguiente.
—¿La voz de quién, Jiken? No hay nada por lo que debas disculparte —trató de
tranquilizarlo.

—No es cierto, lo decepcioné y además… —se estremeció, abrazándose a sí mismo sin


darse cuenta siquiera.

—No, tú nunca me has decepcionado. Si me he sentido decepcionado, ha sido sólo de mí


mismo. Quiero que comprendas eso —se echó un poco hacia delante, mirándolo.

—No tiene por qué —sonrió un poco, aún nervioso, bajando los brazos y mirándolo de
reojo.

—Sí, la verdad es que sí, pero no podemos pasarnos toda la vida echándonos la culpa el
uno al otro. Las cosas siempre suceden por la acción de varias personas… No hay ni un
solo acto que dependa exclusivamente de uno mismo —se echó hacia atrás otra vez,
observándolo.

—Pero hay cosas que la gente hace por sí misma. Si haces algo, es tu culpa, aunque haya
otros involucrados, ¿no es así? —le preguntó alzando la mirada de nuevo.

—Para mí no es tan sencillo. Algunos actos que cometemos… son consecuencias lógicas de
los actos que los demás ejercen sobre nosotros, o a nuestro alrededor. Dime algo que creas
que depende sólo de uno.

—Un asesinato —contestó enseguida, sin siquiera dudarlo y apartando la mirada luego.

—¿Por qué motivo mató esa persona? Yo pienso que un asesinato… depende de muchas
cosas —no se alteró para nada, quiso seguir tratando aquello en tercera persona
conscientemente.

—Por… una pelea, tal vez… —contestó bajando un poco más la voz, aún sin alzar la
mirada.

—Si es una pelea, ya implica a dos personas… ¿qué podría haber hecho esa persona, para
hacer sentir tan amenazado al otro? —juntó las manos, tocándose los dedos y observándolo.

—Sólo… decir algo, insultarlo. ¿Ve? No se justifica —negó con la cabeza, frunciendo el
ceño.

—Depende, tal vez esa persona estaba en una situación de estrés… en la que no debía ser
presionada. A lo mejor el ambiente que lo rodeaba en ese momento, o lo que esa persona le
decía… el ambiente en que esta persona se haya criado. Depende de muchas cosas, Jiken.
¿Qué sucedió?

—Él… me llamó freak, dijo que no comprendía cómo es que no me había matado ya, que si
fuera usted ya me lo habría recomendado —lo miró a los ojos, las lágrimas comenzando a
bajar por sus mejillas —. Yo no sé qué sucedió, normalmente no me hubiera importado,
estoy acostumbrado, pero… de pronto tenía que golpearlo.

—Por efecto de las drogas probablemente. Hay muchas que inducen a la furia… —lo miró,
tocándose el pecho con una mano y suspirando. No podía creerse que Jiken hubiese matado
a alguien a golpes, ni siquiera tenía la corpulencia para eso —Tú le pegaste, el se defendió,
¿no es así?

—Sí y entonces lo empujé y no se movió más… Creo que le rompí el cuello… —le
contestó cubriéndose la cara con las manos —El demonio lo sabía, me mostró su cadáver…

—No, no hagas eso, Jiken. La verdad es que ningún cadáver apareció en el bosque —se
levantó, sentándose en el borde de la mesa y tocándole las manos para que lo mirase —. Tú
sabes que el demonio no existe. ¿Quién estaba con vosotros? Había más gente allí.

—Sí, pero… no lo sé, algunos chicos de la universidad, otros eran de afuera. Venían sólo a
las reuniones, no utilizábamos nombres —contestó temblando y sin querer mirarlo, no
quería ver la realidad en sus ojos —. Lo maté, estoy seguro, estaba muerto.

—No, no lo estás porque no eres médico, y no te acercaste a ver si estaba o no


inconsciente… —no lo forzó a mirarlo, apartó la mano con delicadeza —Muchas personas
estaban allí, si lo hubieras matado… ¿crees que no se lo habrían dicho a las autoridades?

—Creo que hubieran estado en problemas —lo miró con los ojos anegados en lágrimas,
temblando un poco —. Había algo en el humo, y no sólo eso…

—¿Qué más? Sigue hablando, Jiken. Te escucho, y estoy contigo —le apoyó la mano en el
hombro con suavidad, esperando.

—Algunos tomaban otras drogas ya de por sí, pero también se podían conseguir… algunas
especiales —le confesó, pasándose la mano por los ojos al notar que no lo miraba con
repulsión, no parecía odiarlo.

—¿Qué drogas eran esas? ¿Os lo decían? —le dejó un pañuelo que llevaba en el bolsillo, y
apretó un poco la mano en su hombro. Sabía que estaba siendo poco profesional al
considerarlo por completo una víctima, pero los demás tenían razón. Había que resolver eso
antes de que nadie supiera de Jiken, había que protegerlo no sólo de esa gente, también de
la justicia, o más bien, de una posible injusticia.

—No, nadie lo sabía —negó tomando el pañuelo, agradecido y limpiándose la cara —. Las
que yo tomé… ni siquiera las llevaban allí. Me fueron ofrecidas.

—¿Conservas alguna o te las tomaste todas?


—Hay una en mi habitación. Está escondida entre mi ropa interior —le confesó ya que no
le importaba mucho realmente —. Se supone que me llevase a un nivel más alto de
conciencia o algo así.

Don permaneció en silencio, observándolo y preguntándose qué había sucedido allí.

—Y te llevó a algún tipo de aparente inconsciencia… o muerte… —necesitaba investigar


eso. No le parecía posible, pero algo iba mal allí, eso estaba claro. El cuerpo había sido
dado por muerto y levantado, el forense había dado su veredicto también. Muchas cosas no
cuadraban.

—S… sí —asintió por fin, ya que sabía lo que iba a decirle si volvía a repetir que estaba
muerto —. Se supone que sólo sucediera por unos minutos…

—Pues te engañaron… —le dijo claramente, pensando en que tenía que pedirle a Lowe que
le trajese esa pastilla. Ni siquiera sabía qué podía contener —¿Identificas a ese hombre que
llamas demonio con alguno de los presentes en las reuniones? Tal vez alguien conocido…

—No, ya se lo dije, es un demonio, no es un hombre, no puede serlo —negó


vehementemente, apretando los párpados al recordarlo de nuevo.

—No, no lo es, y estás dejando que ejerza un gran poder sobre ti. Tú piensas que es un
demonio y que puede herirte a ti, a las personas que quieres. Crees que puede retenerte
incluso en la muerte… Sólo ha hecho esto para convertirte en un chiquillo asustado. Tú no
eres un chiquillo asustado, Jiken —le sujetó ambos hombros y giró la silla hacia él.

—¿No lo soy? —le preguntó alzando la mirada. Era cierto, nunca había sido así antes, pero
tampoco había tenido tanto que perder.

—No, no lo eres, y no tienes por qué serlo. Has pasado por mucho y has salido adelante,
ahora hay personas que se preocupan por ti, y no estás solo. Me tienes a mí, tienes a Lowe,
y a toda esta gente que se ha estado preocupando por ti —lo miró a los ojos —. Y tienes a
ese hombre que se desvive por ti… Tienes que confiar en los demás, si no… no podemos
ayudarte.

A veces no le decimos a la gente que queremos, las cosas más importantes porque…
sabemos que se preocupan por nosotros, y no queremos que se metan en nuestros asuntos y
vean cosas que no nos gustan de nosotros. Estamos acostumbrados a salir solos del paso,
¿no?

—Sí, no quiero… que cambie su manera de mirarme —confesó por fin, negando con la
cabeza —. Tengo miedo de perderlos a todos y tengo miedo de que me vean como algo
asqueroso.

—Nadie aquí va a hacer eso, Jiken. El único que no se considera una víctima aquí… eres
tú. ¿No lo ves? Ven —le pidió, extendiendo un poco los brazos.
—No quiero ser una víctima —lo miró indeciso y finalmente yendo a sus brazos, liberando
los sollozos de nuevo —. Lo odio.

—Lo sé…, pero ser víctima de algo, no significa ser victimizado —acarició su espalda,
estrechándolo contra él. No tenía ningún sentido tratar de fingir que aquello no era
personal, desde luego —, sólo comprendido.

—Él me tocaba…era repugnante —confesó ahora, hablando a través de sus dientes,


apretándolos y dejando que la furia lo guiara, así le era más fácil —. Me poseía…

Don apretó las mandíbulas también. No era que no lo supusiera, pero en el momento de
oírlo se sintió enfurecido. Así que un sádico se había dedicado a vigilar a Jiken y se había
obsesionado lo suficiente como para montar toda esa trama, con la intención de lavarle el
cerebro para así poder torturarlo y violarlo, posiblemente matarlo finalmente cuando se
hubiera cansado. Era horrible, sencillamente horrible.

Debía llevarlo a un médico, sí o sí, ese era otro tema. No podía dejarlo allí sin saber si tenía
alguna lesión. Por otra parte, ahora sólo tendrían pruebas de que alguien lo había violado,
no de quién, y estaba lo del asesinato. Por Dios que todo era muy complicado. Siguió
calmándolo por un rato en el que ninguno de los dos habló.

—Tú no tienes la culpa, Jiken. Lo que te ha ocurrido, es horrible, pero vamos a salir
adelante poco a poco, ¿vale? —sujetó su rostro para que lo mirase a los ojos. Lo primero
era que aceptase la realidad —Debería llevarte a un médico. ¿Te duele algo? Dime la
verdad.

—No… Todo el cuerpo —confesó, aunque el dolor se había ido calmando durante la
noche, y bajó la mirada de nuevo —. No quiero ver a un médico, estaré bien.

—Jiken, es importante… No sé —se tocó la mandíbula, tapándose la boca —. ¿Prefieres


que lo haga yo? No soy un médico…

—¿Podría? —lo miró esperanzado, aferrándose de sus brazos —No quiero que nadie más
me vea o me toque.

—Puedo, pero no soy médico. Sólo tengo unos conocimientos básicos —repitió para que lo
comprendiese.

—Está bien, no me estoy muriendo, no es… —sonrió porque había pensado “posible”, pero
mejor ni terminaba esa frase —Lamento estarle causando problemas a todos.

—Deja de lamentar cosas. Si quieres lamentar algo, lamenta haber ido a ese lugar, y no
haber confiado en las personas que te aprecian —le tocó la cabeza, suspirando ligeramente
y apartándose un poco —. ¿Tienes dolor de cabeza o vértigo?
—Dolor de cabeza, estaba mareado antes, pero ya estoy bien —continuó sin mirarlo,
sintiéndose peor porque lo riñera, y a la vez, sintiéndose querido, era una sensación extraña
para él.

—Tal vez estés un poco deshidratado. ¿Has ido al baño? —le preguntó, colocando unos
archivadores y evitando mirarlo para que no se sintiese mal.

—Sí, hace poco en realidad —contestó relajándose en el sillón, pero sujetando una mano
con la otra en su regazo, mirando hacia abajo. No podía evitar sentirse terrible, a pesar de lo
que dijera el psicólogo.

—¿Orina oscura? ¿Dolor? —se apoyó contra la mesa y lo miró, cruzando los brazos.

—No, todo está bien —le aseguró alzando la mirada poco a poco y de pronto pensando que
los muertos no iban al baño.

—¿Tienes hematomas o mordiscos? ¿Alguna herida? —carraspeó un poco. Le ponía


violento preguntar algo así, pero era mucho mejor que mirarlo él mismo.

—Sí, de eso sí tengo muchos —sonrió de manera sarcástica, apartando la mirada de nuevo
y agitándose internamente sin quererlo, prefería que no se diera cuenta.

—Déjame ver. Los mordiscos de un humano…, son heridas que se infectan fácilmente —le
pidió, moviendo un poco la mano para que se pusiese en pie.

—No es… —comenzó Jiken, aunque se silenció inmediatamente sacándose la camiseta y


bajándose los jeans. No sentía vergüenza al estar desnudo frente al psicólogo, confiaba en
él. Le preocupaba más que viera aquellas heridas.

Don resopló con el ceño fruncido, y observó las marcas en su cuerpo. Algunas no se veían
muy bien, estaban enrojecidas o amoratadas, e incluso tenían temperatura cuando las tocó
con suavidad.

—Te voy a dar una crema para que te eches en los hematomas, y un antibiótico para que no
te salga una infección en esas heridas —le dijo agachado, y tocándole una en el muslo,
comenzando a levantarse.

—Gracias —lo miró, pensando que lo tocaba con mucho cuidado y agradecido por ello,
realmente estaba más que agradecido por cómo lo estaban cuidando todos —. Estaré bien,
nunca eran demasiado profundas.

—No, pero había restos de comida y de gérmenes en su boca y en sus dientes. Eso es
suficiente para una infección —le aseguró, esperando a que se vistiera para que lo siguiese
al baño —. Seguro que no te duele nada más, ¿no? —insistió.
—El cuerpo, de estar en la misma posición por mucho tiempo, se me quitará pronto —le
aseguró, debatiendo en si debía decirle o no la verdad y finalmente añadiendo —. Me duele
el trasero, pero no es nada terrible, sólo está… incómodo.

—¿Estás seguro de que no es tan terrible? —ese hombre podría tener cualquier cosa —
Deberíamos ir a un médico. ¿Sangras? —se paró en las escaleras para mirarlo.

—No, no sangro —le aseguró sinceramente, acercándose y tomando sus manos de pronto
—. ¿Se preocupa de esa manera por todos sus pacientes?

—Por supuesto que no, pero no sabes cómo me he arrepentido de no haber hecho más por ti
a tiempo, Jiken —le apretó las manos, y finalmente lo abrazó con suavidad —. Debería
matarte por no haberme dicho nada.

—No puede matarme, y… lo digo porque usted es bueno —le aseguró antes de que lo
riñera de nuevo, sonriendo un poco sin poder evitarlo —. Hizo todo lo que pudo, no es su
culpa que fuera un tonto.

—Sí, la verdad es que sí…—le frotó la espalda, bajando luego con él sujeto por los
hombros —Ven conmigo al baño, te daré algo para eso también, pero no preguntes… —
sonrió un poco, mirándolo y tratando de que se animase.

—No lo haré, aunque es un poco injusto —bromeó un poco para ver si se tranquilizaba,
dejándose llevar. Por primera vez, incluso con todo aquello sucediendo a su alrededor, se
sentía como si tuviera una familia.

*****

Lowe había estado mirando a todos lados durante el camino, estaba nervioso, e incluso
cuando entraron al portal de su edificio no pudo evitar revisar rápidamente para asegurarse
de que alguien no estuviera escondido esperándolos.

Abrió la puerta, sintiéndose más seguro una vez estuvieron adentro y dirigiéndose al
ascensor.

—Tal vez no se atreven a hacer nada. Saben que no iremos a la policía, así que… quizás lo
dejen por las buenas, ¿no? —preguntó esperanzado sólo a nivel superficial. Sabía muy bien
que las cosas no eran tan sencillas.

—No, no lo creo… —Steiner suspiró, pensando que le hubiera gustado tener un arma. No
podía ir por ahí con una escopeta, aunque al menos tenía la navaja. Le apretó una nalga al
rubio y se acercó a él —Yo te protejo.

—No de esa manera, te distraerás —le advirtió evitando sonreír para que supiera que lo
decía en serio, y entrando en el ascensor.
—Qué va, esto me motiva —sonrió y lo rodeó por los hombros, acercándolo a él y
besándole los labios —. Con todo esto… yo sigo feliz, tendrás que soportar mi
hiperactividad, “carinio”.

—Tonto —sonrió ahora sin poder evitarlo y enrojeciendo —. Me pongo nervioso de todas
maneras.

—Y yo, pero… no dejo que nada ni nadie me joda la vida —le aseguró, negando con la
cabeza y besándolo antes de salir del ascensor.

Le sujetó el brazo de pronto al estar frente a su puerta, notando que la cerradura estaba llena
de marcas, sólo tras ver una rendija abierta.

—Oh mierda —se quejó espontáneamente el rubio, observando aquello y buscando en sus
bolsillos, pero no tenía nada que le pudiera servir de arma —. ¿Crees que siguen ahí? —
preguntó susurrando ahora, tensándose por completo.

—No, tal vez fue ayer por la noche… No creo que se hayan puesto a forzar así una puerta
en pleno día —se sacó la navaja del bolsillo de todas formas, abriendo la puerta de golpe
contra la pared por si acaso.

A primera vista no había nadie allí, pero los cojines del sofá estaban rajados por completo.

Lowe entró tras él, frunciendo el ceño y tomando luego un cojín, lanzándolo con furia. Un
gesto de preocupación se asomó a su cara luego, y corrió hacia el cuarto de Jiken. No había
tenido mucha suerte tampoco.

Varias de las pinturas estaban destruidas, los dibujos arrancados de las paredes y sus
cajones revueltos. Estaba seguro de que los suyos no estarían mucho mejor.

—Mierda… busca lo que te dijo Don —le pidió, caminando fuera de aquel cuarto para ir al
de Lowe. En un principio incluso se sobresaltó, echándose hacia atrás de golpe al ver la
mancha roja sobre su cama, enseguida se acercó y notó que era un gato negro decapitado —
Joder… murmuró, envolviendo la colcha rápidamente para que el rubio no lo viese.

Lowe estaba buscando desesperadamente en los cajones de Jiken, pero no encontraba nada.
¿Y si se la habían llevado? Tiró de unos bóxers que el chico casi nunca usaba y se le
ocurrió revisar en los bolsillos. La bolsita con la píldora cayó al suelo sin hacer ningún
sonido, y el rubio se agachó a recogerla, aliviado de que aún estuviese allí. Tal parecía que
no les había dado tiempo de revisar a profundidad.

—¡La tengo! —avisó a Steiner mientras buscaba una bolsa y algo de ropa para Jiken.

—Vale, pues nos largamos de aquí cuanto antes —le pidió el moreno, que acababa de notar
que todos los muebles estaban salpicados e iba a entrar sí o sí a por su ropa. Fue a la cocina
corriendo y metió la colcha con el animal dentro de una bolsa de basura. Se golpeó la frente
con el puño varias veces y finalmente fue junto al rubio, antes de que se levantase con la
ropa de Jiken para ir a su cuarto —. Escucha, han matado a un bicho… hay sangre en tu
cuarto.

—¿Sangre? ¿Cómo que un bicho muerto? ¿Estás seguro? —le preguntó estresándose y
alterándose , casi echando a correr hacia su cuarto y cubriéndose la boca al ver aquella
escena —Mierda… ¡Mierda! —gritó frunciendo el ceño y definitivamente seguro de que no
los iban a dejar en paz.

—Vale… tranquilo. Intentan asustarnos, tal vez es una advertencia para que no metamos
más las narices en sus asuntos —trató de tranquilizarlo y le sujetó los brazos. En realidad
estaba pensando que era una amenaza que hablaba de lo que iban a hacer con ellos.

—No tiene sentido, si no hemos ido a la policía deberían pensar que sólo queremos
proteger a Jiken, ¿no? Esto es nauseabundo, son unos enfermos psicópatas —negó,
asustado más que antes y sacudiéndose a propósito luego para poder buscar su ropa, a ver si
no se la habían teñido de manera sanguinaria.

Steiner resopló, tocándose el pecho con la mano y tratando de pensar en algo, además de
avisar a Ageha y Bronco cuanto antes. Le daba miedo que hubiese pasado lo mismo allí, y
por otra parte…

—No hay que decirle nada de esto a Jiken.

—No, no lo haré. Volverá a decir esas cosas de que son demonios y no podemos detenerlos
—le aseguró, guardando su ropa que estaba en el suelo del armario, pero aparte de eso, no
le había sucedido nada grave. No quería mirar hacia atrás, porque se alteraba cada vez que
veía la sangre.

—Tal vez sea buena idea que Bronco venga aquí, puede que… sienta algo. No lo sé… —lo
miró, acuclillándose en el suelo.

—Sí, tal vez, aunque… ¿Se podrá comunicar con el espíritu de un bicho? —alzó una ceja
sin estar muy seguro de cómo funcionaba aquello —No sé cómo voy a limpiar esto
además…

—También puede recibir impresiones de los lugares. Nunca lo había visto comunicarse con
alguien como con Jiken, si te soy sincero —cogió el móvil y les mandó un mensaje,
sacando una foto del cuarto de Lowe, prefiriendo ser gráfico más que escribir tanto. Luego
le hizo una llamada perdida a Ageha, para que el mensaje no le pasase desapercibido.

El teléfono no tardó en sonar de vuelta, mientras Lowe se colgaba ambas bolsas de un


hombro, saliendo de la habitación y yendo a ver si había algo en su nevera que debiera
llevarse antes de que se dañara, aunque ahora se preguntaba si eso sería saludable.

—¿Steiner? ¿Estáis bien? Regresad enseguida —le pidió Ageha asustado.


—¡No!... ¿se lo has dicho a Bronco? Venid aquí, tal vez sirva de algo… —frunció el ceño,
pero no podía culparlo por tener miedo, la verdad.

—Le mostré la foto y vamos en camino, pero vosotros… Olvídalo —suspiró, pensando que
era Steiner quien siempre corría esas aventuras, pero esto le parecía más peligroso que
cualquier cosa que hubiese investigado antes.

—Sé que me quieres —le dijo antes de colgar, regresando con Lowe, que estaba metiendo
cosas de dentro de la nevera en una bolsa. Lo ayudó con otra, mirándolo igualmente —.
Ahora vienen.

—Tenemos que atraparlos, ¿lo sabes? —el rubio lo miró serio, deteniéndose un momento.
Claro que quería vengarse de lo que le habían hecho a Jiken, pero no era sólo eso. No
podría vivir tranquilo sabiendo el responsable de eso estaba por ahí, suelto.

—Sí, lo sé, y lo haremos… No vamos a parar hasta que lo hagamos —le tocó el hombro,
sabía que las palabras vacías no servían de nada con él. Era demasiado listo —. Y puede
que la poli no tenga que enterarse.

—Creo que el dueño del edificio pensará que soy muy raro entonces —intentó bromear sin
muchas fuerzas, sonriendo un poco de todos modos.

—O que estabas muy borracho… En serio, ¿crees que no sabe ya lo raro que eres?

—Pero hasta ahora no he desangrado a ningún bicho en mi habitación —se rio un poco
histéricamente, sintiendo lágrimas en los ojos, y tratando de tranquilizarse —. Esto es
espantoso.

—Oye… no hagas eso… —le sujetó la cara con una mano para que lo mirase a los ojos, y
lo miró serio —No llores —negó con la cabeza, como si sus palabras llegasen o como si
fuera algún tipo de encantamiento.

—No lloro, estoy cansado —contestó como si una cosa excluyera a la otra o como si
pudiera negar lo evidente con unas palabras.

—Yo también… —lo aproximó a él, rodeándolo con los brazos y suspirando, besándole el
cuello cariñosamente.

Se apartó al escuchar la puerta, pero al asomarse vio a Bronco y a Ageha, que entraban en
la casa con cuidado.

—¿Estáis bien? —Ageha se acercó a ambos, aunque su mirada no pudo evitar viajar hacia
los cojines del sofá.

—Sí, sólo lo encontramos así —le contestó Lowe, frunciendo el ceño y prácticamente
metiendo la cabeza en el refrigerador para que no le viera los ojos.
—Id al cuarto de Lowe —le pidió a Bronco, en parte para que los dejasen solos un
momento.

El moreno pasó por la salita despacio, tocando el sofá, y tan solo por un momento, una
imagen fugaz cruzó su mente. Se trataba de un cuchillo, una mano enorme, fuerte. Se
hundió en los cojines y los desgarró. Imágenes sin sonidos…

Siguió caminando hacia el dormitorio, podía escuchar sus pasos. ¿Por qué? ¿Por qué todo
era tan vívido? ¿Era por lo receptivo que estaba para aquello?

Observó aquel cuarto, y se quedó en el marco de la puerta. Vio sólo su boca, ¿no estaba
solo o es que hablaba para sí? Cerró los ojos, acuclillándose en el suelo y apoyando la mano
en su frente. Podía sentir tanta violencia… tanto odio.

Ageha estaba detrás de él, asombrado ante el espectáculo. Una cosa era ver una foto y otra
esto… Se cruzó de brazos, observando a Bronco sin querer interrumpirlo, pero vigilando
que estuviera bien, se veía muy concentrado.

Por su parte, estaba pensando que quien hubiera hecho eso no sólo los estaba buscando,
aquello parecía algo demente, furibundo, no necesitaba ser psíquico para sentir escalofríos.

El hombre sujetaba a aquel gato en las visiones de Bronco. Lo llevaba dentro de un saco y
estaba como dormido, probablemente sedado de alguna forma, primero le sacó los ojos con
los dedos, hundiendo los suyos despacio. El gato trató de defenderse y arañar, pero era
como si no le afectase el dolor que el animal le infringía con horribles maullidos.

Sujetó su cabeza con la mano y la retorció brutalmente, arrancándosela del cuerpo antes de
lanzarlo sobre la colcha.

Una gota de sudor bajó por el cuello de Bronco, que estaba tratando de comprender, por
qué no podía salir de aquella visión. Aquel hombre se acercaba a él y se sintió pequeño e
indefenso, incapaz de moverse.

Se echó hacia atrás de golpe, cayendo al suelo y abriendo los ojos, jadeando. Tenía ganas
de vomitar.

—¡Bronco! —lo llamó Ageha, agachándose y sujetándolo contra su cuerpo, ayudándolo a


apoyarse —¿Estás bien? ¿Qué viste? ¡Steiner! ¡Trae un vaso con agua! —le pidió como
siempre preocupado.

—¡Voy! —le dijo antes de correr a hacer lo que le pedía.

Bronco bebió un poco, apoyándose después contra la pared, sin levantarse del suelo.

—Es muy extraño, todo lo es… —negó con la cabeza, frotándose la frente.
—¿Pero qué has visto? —preguntó Steiner.

—Ese hombre…, pero no soy capaz de ver su rostro. Lo he visto de espaldas, he visto sus
manos, sus piernas…, pero no puedo ver su cara —apretó las mandíbulas y de pronto pegó
un puñetazo en el suelo.

Lowe se había quedado en el marco de la puerta, apoyado allí, tenso porque no quería
entrar en la habitación llena de sangre de nuevo.

—¿Tenía algo especial? —preguntó de todos modos, aunque con la voz baja.

—Era muy alto, con unas manos enormes. Mató a ese animal, arrancándole la cabeza con
ellas. ¿Qué clase de persona hace eso? Le sacó los malditos ojos con los dedos, ¿por qué?
—los miró enfurecido. No podía comprender algo así.

—Qué hijo de puta más loco… —murmuró Steiner —A no ser que fuera un ritual o algo
así. Joder, pero es una locura igual.

—Jiken no puede saber eso, dirá que es un demonio de nuevo —les advirtió Lowe, aunque
él mismo estaba tan espantado que se empezaba a preguntar si no habría algo de razón en
todo aquello.

—Tranquilo, no le diremos nada, ¿verdad? Ageha miró a Bronco, acariciándole el cabello y


bajando la voz luego —¿Estás bien? ¿Necesitas recostarte?

—Estoy bien, quiero irme de aquí —le dijo, sujetándose a su brazo para levantarse. Todo lo
que sentía allí era negativo, y le había parecido que se acercaba a él como para aplastarlo.
Se quedó mirando la pared que había estado todo el rato tras él, y vio que había una zona
rectangular de distinto color.

Arrancó un trocito de papel con celo y se lo mostró a Lowe —. ¿Qué había ahí?

—Un calendario, tenía mi horario de clases y mis citas con el doctor Crawford —Lowe se
llevó una mano a la cabeza, preguntándose cómo no lo había notado antes —. No importa,
de todas maneras yo no pensaba ir.

—Espero que no fuera uno de esos con gatitos… —murmuró Steiner, recibiendo una
mirada furibunda de Bronco, que cogió una de las bolsas para ayudar a Lowe, y se dispuso
a salir.

—No, tenía un dragón y me lo regaló Jiken además —frunció el ceño, pensando que no
tenía gracia, pero siguiéndolo. Era un inconsciente después de todo, no tenía ni sentido
pelear por algo así.
—Debemos regresar de todas maneras. Lowe, ¿te sabes tu horario de memoria? —Ageha
los seguía, sujetando a Bronco del brazo de manera casual —Podríamos ir a la universidad
a vigilar por si llega alguien extraño.

—Sí, porque puede que no vaya él personalmente —les dijo Bronco mientras salían,
prefería largarse de allí cuanto antes.

—De todas formas, es una buena idea —Steiner al menos, tenía claro que debían echar un
vistazo.

—Bronco ya lo ha visto, por lo menos su cuerpo. Si va él, podrá reconocerlo y de todas


maneras… —Ageha fue interrumpido por Lowe, que tenía el ceño fruncido de nuevo.

—Creo que debo ir yo, se verá raro si no lo hago y vosotros seguís apareciendo.

—Yo voy contigo —Steiner le apretó el hombro, y Bronco los llevó hasta el coche de Don,
ya que el suyo seguía desaparecido, y probablemente ahora era siniestro total. Guardó las
cosas en el maletero, mirando hacia atrás por si acaso.

—Bien, es un plan —Ageha suspiró, preguntándose si aquel hombre se asustaría al no


encontrárselo solo. No, no le parecía esa clase de persona —. ¿Está lejos tu moto, Steiner?

—No, está ahí —le señaló atrás con el dedo, a la moto que estaba cerca de uno de los
semáforos —. Nos vemos en casa de… Don —le tocó el brazo y movió un poco la cabeza,
sujetando a su novio por los hombros.

Lowe lo rodeó por la cintura automáticamente, necesitando sentirlo cerca.

—Vamos —le pidió Bronco a Ageha. En realidad quería regresar junto a Jiken.

—Vale, con cuidado —se despidió de los otros dos mientras subía al coche.

—Vamos a dejarlos pasar delante… —le dijo Bronco, esperando un poco antes de ponerse
en marcha. Prefería tenerlos a la vista.

Parte III
Jueves, febrero 4

Jiken se puso de pie en cuanto escuchó la puerta, aunque se asomó con cuidado, como
vigilando.

—Somos nosotros —llamó Lowe entrando y mirando hacia arriba porque no parecía haber
nadie en la planta de abajo. Por un momento se preocupó, pero luego vio al moreno bajar,
seguido a los pocos segundos por el psicólogo.

Ageha fue directamente a besarlo como si no lo hubiera visto en siglos.


—¿Todo bien? —le preguntó él, aunque podía notar que estaba un poco turbado.

Steiner los saludó con la cabeza, y se fue hacia la cocina para guardar las cosas en la
nevera, dejando de camino la bolsa con la ropa de Jiken sobre uno de los sillones.

—Tus cosas —le anunció mientras se alejaba.

Bronco cerró la puerta y dejó su bolsa y la de Ageha en el salón. Apoyó su portátil sobre el
asiento, concentrándose en que no debían contarle nada a Jiken.

—Toma, tu ropa —Lowe le entregó la otra bolsa a Jiken, reteniéndolo por un momento —.
No sé si necesitabas algo más.

—No, esto está bien, gracias —le sonrió el chico, pensando que tendría que hablar con él
en algún momento, lo notaba incómodo. Lo vio alejarse hacia la cocina en busca de Steiner
y se acercó a Bronco luego —. ¿Sucede algo?

—Alguien entró en el piso…

Vio la cara con la que lo miraba Ageha y le devolvió una mirada de impotencia. Ellos no
podían comprenderlo, no podía simplemente ignorar el vínculo entre ambos. Necesitaba
decirle la verdad.

—¿Alguien? —Don lo miró, preocupado, terminando de bajar las escaleras —¿Y qué hizo?

—Todo estaba revuelto —irrumpió Steiner, tratando al menos de cortar el otro capítulo.

—¿Se llevaron la droga? —preguntó Jiken por si era eso lo que lo hacía sentir tan terrible,
aunque se temía algo mucho peor, podía sentirlo.

—No, estaba bien escondida, gracias a ti. La tiene Steiner ahora mismo —contestó Ageha,
tratando de quitarle importancia al asunto —. Creo que pensaron que habría alguna pista de
a dónde fuimos o algo.

Don apoyó la mano en el hombro de Ageha, apretándoselo un poco y mirándolo un


segundo antes de dirigir su mirada a Jiken.

—Bueno, hablaremos de eso, pero primero guardad vuestras cosas. Intentemos que las
cosas se lleven con la mayor calma posible —cogió la bolsa del chico del suelo,
llevándoselo a su cuarto.

Bronco los siguió con la mirada, pensando que iba a ser interrogado a conciencia.

—Nosotros vamos a seguir guardando las cosas en la cocina —Steiner volvió adentro,
pensando que tendrían que subir sus cosas también. Además, necesitaba hablar a solas con
Lowe.
—Te sigo, nos vemos luego —se despidió el rubio, apresurándose a ir con él y suspirando
en cuanto estuvo fuera del alcance de otros ojos.

—Bronco… —murmuró Jiken, seguro de que le ocultaban algo, parecían estar dando
vueltas alrededor del asunto y además Lowe parecía un gato alterado.

El moreno lo miró, negando un poco con la cabeza.

—Sólo están tensos… —le dijo, girándose de espaldas y sacando su ropa de la bolsa para
apoyarla en la mesita, ya que no tenían otro sitio, durmiendo en la salita.

—No lo creo, algo sucede. Conozco a Lowe y te conozco a ti ahora… —se acercó
tocándole una mejilla, acariciándolo —Es algo que comprueba lo que digo, ¿verdad?

—No, es sólo que… hizo algo horrible allí, y no es importante que lo sepas… —se echó un
poco hacia atrás, apartándose de aquella caricia y mirándolo a los ojos —No me hagas esto.
No quiero contártelo.

—Porque me asustaré —finalizó apartándose, no quería torturarlo emocionalmente, pero ya


sabía que aquello terminaría. Vendría a por él y se lo llevaría de nuevo. Se dejó caer en el
sofá, bajando la cabeza y acercando su bolsa luego.

—Mató a un animal, ya está, sólo es eso… —echó la cabeza hacia atrás contra el respaldo,
tapándose la cara con la mano. ¿Cuándo se había vuelto tan débil?

—¿Qué… Qué tipo de animal? —preguntó con la voz temblorosa, su respiración agitada
ahora.

—Eso no importa —apartó un poco la mano, mirándolo de soslayo.

—Sí importa, todo importa. Es un mensaje, ¿no lo ves? —le preguntó, mirándolo por un
momento, estaba temblando de nuevo.

—No me importa su mensaje. Yo tengo otro para él, sólo tiene que acercarse a escucharlo
—frunció el ceño, sacándose la cazadora. Necesitaba un arma, eso era lo que necesitaba.

—No quiero que te haga daño, os hará daño a todos, lo sé. Os lastimará por mi culpa —
bajó la cabeza, cubriéndose la cara con las manos, sollozando quedamente. A pesar de lo
que había hablado con el psicólogo, no podía perder aquel terror incontrolable.

Bronco negó con la cabeza y le pasó el brazo por la espalda, poniéndose un poco por
encima de él.

—No lo hará, y si estamos haciendo esto, es porque queremos. Nadie nos obliga.

—Lo sé, pero es lo que hará. Matará a quienes quiero para que ocupen mi lugar.
—No, basta ya —le sujetó los hombros para que lo mirase, pensando que no podía seguir
dejándose llevar por aquel cansancio… casi sopor que sentía desde que los trances
empezasen a ser tan continuos —. Si sigues pensando que es tan… omnipotente, sólo lo
haces serlo.

—¿Cómo dices? No es posible, yo no le doy el poder, es él… ¿Qué sucede si tengo razón,
Bronco? Si nadie me cree y al final resulta que tengo razón —le preguntó mirándolo a los
ojos ahora, de manera abatida.

—Pues si es el maldito diablo, ya está… es igual lo que hagamos. Pero te aseguro que el
diablo no necesita de trucos para venir aquí y acabar con nosotros. Lo cierto es que tiene
miedo, lo tiene y quiere atraparnos por separado. Si no aparecería aquí en medio de una
bruma y llamas y nos llevaría al fondo de la tierra con él. ¿Verdad?

El diablo no necesita forzar cerraduras para entrar en una casa, ni drogar a un chico para…
hacerle… —estaba furioso y lo soltó, golpeándose los labios con el puño suavemente.

—Bronco —Jiken lo rodeó con suavidad, cerrando los ojos, no quería lastimarlo él, pero no
podía evitarlo, tenía miedo. Tal vez si regresaba los dejase en paz a todos —. Está bien, no
tienes que esforzarte así, tú no.

—Jiken…, no lo entiendes, ¿verdad? No quiero creerte, y no voy a hacerlo. Es igual lo que


suceda, o que haya visto, aunque no su cara, a esa persona. Sé que es enorme, una bestia…
Me da igual porque te quiero… Alejarme sólo me va a doler más —bajó la mano,
apoyándola en su cabeza.

—Tengo miedo, Bronco, no puedo dejar de tenerlo. No quiero, nunca he sido un cobarde,
pero no puedo evitarlo —negó, sujetando su mano allí mismo en donde la tenía y
pegándose más a él.

—Yo también… No soy superman, pero me da mucho más miedo que te suceda algo —
bajó la mano a su rostro y lo abrazó, sujetándolo con el otro brazo.

—Tú no me dejarás desaparecer, ¿verdad? —le preguntó más bien como planteándoselo.
Incluso si regresaba a aquella cabaña, Bronco iría tras él.

—No —negó con la cabeza, apretándolo más contra él —. Y si te mueres, tendrás que
cargar con el peso de dejarme aquí… sin ganas de vivir, porque será lo que suceda.

—¿Qué voy a hacer? —Jiken dejó que las lágrimas bajaran por sus mejillas de nuevo, sin
moverse de allí, sintiéndose reconfortado por su calor —No puedo dejar que te suceda
nada, sería peor que la muerte.

—Pues entonces ya sabes lo que yo siento, y porqué no me importa… —sintió las lágrimas
mojándole los dedos y los movió un poco por sus mejillas, mojándose las puntas y
deslizándolas, tocándole los labios con ellos —No llores más. No tienes que hacer nada
sólo. Tienes que dejar que te ayudemos.

—No quiero perderte, no quiero perderlos a ellos tampoco. ¿Comprendes? —intentó


calmarse, apartándose un poco para mirarlo —Quiero hacer algo.

—¿Y sabes el qué? —observó sus ojos azules, y le limpió la cara con la mano.

—No, en realidad pensaba entregarme, pero creo que ya no es posible —sonrió tristemente,
bajando la mirada por si iba a reñirlo.

—¡Claro que no! —resopló, frotándose el cabello con una mano y tirándose en el sofá hacia
atrás. ¿Es que tan mal se hacía comprender? Entrecerró los ojos, sintiéndose demasiado
extraño y cansado. Hacía días que ya ni pensaba claramente, se había limitado en vagar por
su propia mente y la de Jiken. Todo le parecía en su medida… irreal.

—No lo haré, no puedo abandonarte —le prometió, pasando la mano por enfrente de sus
ojos, como acariciando su cansancio —. Puedes dormir si quieres, no me moveré de tu
lado.

—No se me pasará durmiendo. Es sólo que… —entreabrió los ojos para mirarlo —Desde
que llegamos aquí, no he dejado de dar tumbos, incluso antes —se inclinó hacia él,
recostándose sobre sus piernas de medio lado, y mirándolo de soslayo —. No sé lo que
quiero decir con eso, soy malo para estas cosas.

—No, te comprendo. Sientes que das vuelta y no ves la salida, ¿verdad? Y quieres salir,
como sea —sugirió acariciándole el cabello lentamente.

—Sí, algo así… Me da la impresión de estar perdiendo el control de mi vida. A veces


incluso me pregunto por qué estoy reaccionando de esa forma a las cosas, ¿sabes? —apoyó
una mano en su rodilla, preguntándose incluso qué estaba haciendo en ese momento. Nunca
se le hubiera ocurrido simplemente apoyarse en las piernas de alguien o decirle que lo
quería como lo había hecho.

—Lo sé, yo nunca me he abierto a alguien de esta manera, pero siento como si te hubiera
conocido desde siempre —sonrió ligeramente sin dejar de acariciarlo, se sentía bien ahora,
como si lo hubiera tranquilizado con ese simple gesto.

Bronco se acomodó, aunque estaba mirando hacia delante, a la bolsa de Jiken. Tiró un poco
de una cosa negra que salía, notando que era un pantalón de látex.

—Aunque parece ser que hay cosas que no hubiera imaginado.

Jiken sonrió de manera distinta ahora.

—¿Tenías otra imagen de mí? ¿Te molesta?


—No sé a quién podría molestarle eso —se rio —. Es sólo que no lo había pensado. No me
fijo ni en mi propia ropa, la verdad.

—Pero no lo necesitas, eres atractivo así, hay algo salvaje, natural en ti —le aseguró,
apartando un poco el flequillo de su frente —. Y no lo sé, pensé que tal vez me veías como
a un chico débil y tímido.

—No, bueno, tal vez un poco tímido, pero no por vergüenza, por… No te gusta mucho la
gente, ¿no? —se giró de cara a él para poder verlo mejor, sin preguntarse lo que pensarían
los demás si lo vieran ahí dando vueltas por la cama sobre sus piernas.

—No, la mayoría de la gente me parece hipócrita, mentirosa… A veces siento que el


hipócrita soy yo —sonrió con tristeza esta vez, sin apartar la mirada.

—La mayoría de la gente es hipócrita y mentirosa. Eso es la sociedad, un conjunto de


normas que nos enseñan a ser hipócritas y cínicos en pro de evitar conflictos —le sujetó
una mano, observando sus dedos finos, con los nudillos marcados y algunas venas sobre los
tendones —. No es algo que todos podamos conseguir, y esos somos los no integrados. Por
eso Ageha hace por mí… demasiadas cosas.

—¿Ageha sí puede ser hipócrita? —se rio preguntándose si se molestaría al escucharlo, en


realidad le agradaba.

—Bueno, él es capaz de sonreírle a alguien que no soporta y comportarse adecuadamente,


yo termino cabreándome. No es que sea hipócrita, es que sabe fingirlo muy bien… —se rio
él ahora, levantándose de sus piernas despacio, y pasándose la mano por el cabello, aunque
no consiguió organizárselo para nada.

—Sí, lo comprendo, Lowe también hace eso, aunque eventualmente se cabrea o se queja
conmigo —lo miró a los ojos, sintiendo su mano vacía ahora que se había levantado —. Yo
sólo… No lo sé, me quedo callado supongo.

—Deberías enseñarle ese don a Steiner… —se apoyó en el respaldo de medio lado,
rodeándole la cintura por delante.

—No creo que pueda, además a Lowe no le gustaría, aunque diga que sí —se rio de nuevo,
recostándose contra él con naturalidad. No estaba pensando en nada más en ese momento,
era como si su cerebro estuviese en tregua con el mundo exterior.

—No, supongo que incomprensiblemente… no —le besó una mejilla, entrecerrando los
ojos y rodeándolo mejor con los brazos —. Jiken…

—¿Sí? —le preguntó el chico, subiendo una mano y acariciando su pecho.

—Nada… —le pasó la mano por el cabello, apartado un poco el mechón blanco de delante
de su frente, colocándoselo tras la oreja, aunque le gustaba más despeinado a decir verdad.
—Dímelo, puedes decirme lo que quieras —sonrió para sí, alzándose un poco para mirarlo
a los ojos.

—No… —se rio suavemente, negando con la cabeza con un ligero gesto.

—Sí —insistió riéndose también y pegando más su cara contra la del moreno.

—¿Sería un insensible si… te besara? —le preguntó un poco más serio, pero porque estaba
preocupado y avergonzado a la vez.

Jiken se puso un poco más serio y colocó sus labios sobre los de Bronco, besándolo con
suavidad y apartándose unos centímetros luego.

—¿Eso responde a tu pregunta?

Bronco le besó los labios de forma necesitada, y le sujetó el brazo para que no lo soltara.
Estaba nervioso y lo abrazó después, casi sin darle tiempo a reaccionar, aunque de todas
maneras no se hubiera apartado.

Jiken cerró los ojos, buscando su lengua y sintiendo que se le aceleraba el corazón como
nunca. Le sujetó la cintura con la mano que tenía libre, dejándose caer contra él por
completo.

Sus labios se acariciaron unos segundos más al romperse el beso, y Bronco lo miró a los
ojos mientras Jiken los abría. No sabía qué decir, sólo quería mirarlo a los ojos un poco
más.

Incluso él podía escuchar los latidos de su corazón, y pensar en que estaba completamente
vivo.

El chico lo miraba de igual manera, como hipnotizado por él, y sonriendo un poco, de una
manera privada, sólo para Bronco.

—Siento que no puedo separarme de ti —susurró el mayor, sin apartar la mirada.

—Y yo no quiero que lo hagas, nunca he sentido algo así.

—Yo tampoco, pero… a veces tengo miedo de que… —se quedó callado, no quería
decirlo.

—¿De qué tienes miedo? No estás tan seguro de que lo logre, ¿verdad? —le preguntó, una
sombra cubriendo sus facciones mientras bajaba los brazos.

—No… —negó con la cabeza, sujetándolo mejor —No estoy seguro de… Soy mayor y
todo eso. ¿Y si estás confundido por todo lo que ha pasado?
—Lo estoy, pero no respecto a esto. Sé lo que siento, sé… —lo miró a los ojos, casi
desesperado —No me aferro a ti porque tenga miedo. Puedo hacer eso con el doctor
Crawford, puedo hacer eso con Lowe, no es eso.

Bronco lo besó otra vez de la misma manera apasionada. Se ponía nervioso, no podía
evitarlo.

—Eso es lo único que me da miedo.

—No tengas miedo de eso, no tomo las cosas a la ligera y… —lo miró a los ojos, sonriendo
un poco nervioso —Siempre me han gustado mayores.

—Sólo tengo treinta… bueno, y uno —sonrió también, tocándole el cuello con una mano y
besándolo superficialmente esta vez —. Creo que Steiner y Lowe, llevan demasiado tiempo
en la cocina.

—Mayores que yo, y sí —se rio de nuevo, mirando hacia la puerta de la misma —. ¿Les
decimos que pueden salir o fingimos enrollarnos?

—No, no vaya a ser que Steiner se empalme si te oye gemir, y luego Lowe se la corta… —
susurró, riéndose en bajo.

—Supongo que no es buena idea… Iré a buscar un zumo, discretamente —sonrió,


besándolo de nuevo, y poniéndose de pie.

Bronco se dejó caer en la cama, mirándolo y rascándose la nuca. Steiner y Lowe, por poco
tuvieron que apartarse de delante de la puerta cuando la abrió.

—¿Todo bien? —preguntó Jiken, serio, aunque tenía ganas de sonreír al ver la cara que
tenían los dos, sobre todo Lowe que parecía un semáforo.

—Sí, sólo bebíamos cervezas —se excusó, a pesar de que no había ni una lata a la vista —.
Voy a ducharme —se excusó, tratando de escabullirse.

—Y yo con él, soy ecologista y siempre ahorro el agua —lo siguió Steiner, aunque se
estaba riendo a decir verdad, y le echó una mirada a Bronco, que seguía acostado en la
cama.

—Subid las bolsas… —les recomendó él, ya que los veía salir disparados sin ellas.

Lowe regresó a tomar la suya, siendo detenido por la voz de Jiken.

—Eh, ¿podemos hablar luego?

—Sí, claro —asintió, aunque subiendo de nuevo enseguida luego de haber tomado la bolsa
de Steiner también.
Bronco se levantó para ir a la cocina con Jiken, y se apoyó en el marco de la puerta,
alzando una ceja.

—¿Cotilleaban?

—Definitivamente —sonrió el chico, sacando dos cervezas ya que Lowe las había
mencionado —. ¿Quieres una?
Bronco extendió la mano para cogerla, apoyándose a su lado después y mirándolo.

—¿Qué has estado haciendo con Don por la mañana?

—Hablando, una especie de terapia supongo —sonrió, desviando la mirada y abriendo su


cerveza.

—Ya… Habló conmigo varias veces antes de que te encontrásemos… —abrió la lata y le
dio un trago, mirando por el cristal de la puerta de la cocina hacia el jardín trasero —Es
difícil… ocultarle cosas.

—Sí, lo es —asintió apoyándose contra el refrigerador —. Es como si supiera que le


ocultas algo. Además, no me gusta mentirle.

—Supongo que no. Se nota que eres especial para él, y Lowe. Yo no lo conozco mucho,
pero si Ageha está enamorado de él, tiene que ser una buena persona —movió un poco la
lata, antes de beber otro trago.

—Confías mucho en Ageha, ¿verdad? —le preguntó curioso, observándolo y pensando que
nunca hacía retratos, pero le gustaría dibujar a Bronco —Se ve que se preocupa por ti.

—Sí, porque soy su padre… —sonrió alzando una ceja, mirándolo. Era obvio que no era
algo literal —En realidad, yo estaba loco por él, pero se lo quedó Steiner.

—¿Peleasteis por él? Digo… ese tipo de luchas, ya sabes —le preguntó bebiendo un poco
de cerveza.

—No… —negó con la cabeza, mirándolo a los ojos —Yo… nunca llegué a intentarlo
realmente, y Steiner y Ageha, nunca se tomaron lo suyo en serio, así que… Me mantuve al
margen.

—Y ahora Steiner está con Lowe y Ageha con el doctor —finalizó el chico, mirándolo aun
de esa manera —. ¿Aún te gusta?

—No —se apresuró a negar, sonriendo un poco y mirándolo a los ojos —. No tengo doble
personalidad… Si me gustara todavía, no te habría dicho que te quiero, ¿no? —le preguntó
serio.
—Eso creo, pero tenía que preguntar. A veces nos negamos cosas a nosotros mismos —le
sonrió, ya que podía ver la sinceridad en su mirada, no estaba celoso de Ageha.

—Sí, eso hacemos… —lo miraba todavía y se acercó un poco, apoyándose a su lado —
Como yo, que no quería acercarme para no ser demasiado obvio.

—Sé obvio, no tiene que haber secretos entre nosotros. No… quiero —apartó la mirada
sonriendo y pensando de nuevo que era un hipócrita.

—¿Qué sucede? ¿Hay algo que no quieres decirme?

—No, bueno sí… No es importante, es sólo que no quiero que te preocupes


innecesariamente, ni que me veas de otra manera, ni… No me gusta hablar de eso.

—Puedes decírmelo… —susurró, tocándole la cara para que lo mirase.

—Don ya me revisó y me dio medicina, así que no te alteres —le pidió primero, tocándole
el pecho y bebiendo más cerveza para darse valor, hablando luego de manera neutra, como
alejándose de su propia persona — Ese… mi torturador… él me violaba.

La verdad es que Bronco ya estaba alterado, sólo con que le pidiera que no lo estuviese, y
cuando escuchó aquello, tuvo que hacer un esfuerzo para no reflejar su alteración. Le tocó
la cara para que lo mirase, y negó con la cabeza.

—No va a volver a tocarte.

—No… No, ¿verdad? —le preguntó sintiendo que la voz se le hacía más débil, aunque
trataba de no verse afectado.

—No, no voy a permitirlo —le aseguró, abrazándolo de nuevo, con cuidado de no tirar la
lata —. Tengo que preguntarte algo… aunque no quiero que pienses en eso.

—Dime, a ti… te lo diré todo —le prometió, dejándose abrazar y ocultando la cara un poco
contra su pecho.
—Vi… una camilla… ¿por qué? ¿Te ponía en una camilla? Metálica… —preguntó,
apretándolo un poco al pensar en ello.

—No lo sé, estaba atado a lo que fuera, era duro y frío, pero mis ojos estaban tapados la
mayor parte del tiempo.

—Vale… —tomó aire con fuerza, y se tocó los labios un momento —Es que… hay algo
muy extraño, Jiken. Creo que… debería hacer una locura… —casi pensó en alto.

—No, no lo creo. Eso suena terrible —lo apretó contra sí, aun sosteniendo la lata con una
mano —Dime qué te parece extraño, además de lo obvio.
—Solía ver un pájaro cuando… me comunicaba contigo, pero… hoy lo he vuelto a ver,
justo antes de entrar en el edificio donde vives. Y eso, me hace pensar que… no eras tú ese
“pájaro”, pero es un espíritu, lo sé —negó con la cabeza, bajando la cara y mirándolo —.
Cuando estuve en tu tumba también lo vi… ¿tú lo viste?

—No, pero… escuchaba uno. Me parecía extraño que hubiera un pájaro cantando en el
infierno —le confesó sin soltarlo, como si fuera a salir corriendo si se separaba de él —.
Solía dibujar pájaros también, es lo único en lo que puedo pensar.

—Tengo miedo de... Puede que tú no hayas sido el primero. Sé que tú no estabas allí, no te
sentí allí, Jiken. Te lo aseguro…, pero había alguien… y pienso que tal vez ese alguien
intenta ayudarnos. ¿Siempre has dibujado a ese pájaro? —preguntó, sintiendo que decía
locuras ahora.

—No… Bueno, he dibujado pájaros antes, pero no eran el tema principal. Fue la primera
vez que caminé por el bosque, vi un pájaro muerto y… lo dibujé simplemente. Luego se
volvió un tema recurrente el mismo pájaro —le explicó sorprendido, nunca se había
preguntado por qué lo dibujaba, simplemente lo hacía.

—Tengo que regresar al cementerio… —apoyó la cabeza contra el refrigerador,


entrecerrando los ojos.
—No sin mí, no lo permitiré —le aseguró aun mirando sus ojos a pesar de todo.

—No… no deberías ver eso —negó con la cabeza, pensando que además los otros no lo
permitirían.

—No me importa, no voy a dejar que vayas solo. Además, no todo el mundo tiene la
oportunidad de visitar su propia tumba —le insistió ligeramente curioso.

—Don me mata si te llevo… —insistió también, observando sus ojos —La foto en tu
tumba…, está en el bolsillo de mi cazadora.

Jiken sonrió con ternura, observándolo.

—No tenemos que decírselo… ¿verdad?

—Ni siquiera quiere que salgas de la casa… ¿cómo te saco sin que te vea? ¿Y si algo
sucede? No sé… —suspiró, mirándolo y sonriendo de pronto —No me mires así —le pidió
riéndose.

—¿Cómo? ¿Así? —sonrió más, tocándole la cintura —No quiero que vayas solo.

—¿Y si voy con Steiner? —no podía evitar estar sonriendo, aunque se sentía arrinconado
casi.
—¿Es capaz de protegerte? —le preguntó haciendo una ligera mueca con la boca —¿Podría
tomarle una foto a mi tumba?

—No sé si quiero que me proteja nadie… —se rascó la mandíbula, mirándolo a los ojos —
Ya tiene algunas, dile que te las enseñe. También tiene algunas de… una de esas reuniones,
tal vez yo debería verlas también. A lo mejor reconozco a alguien allí —le apoyó la mano
en la cabeza, mirándolo.

—Me… me gustaría verlas, sí —desvió la mirada nervioso de nuevo, pensando más bien en
quien no estaría allí —. Yo quiero que te protejan, recuerda lo que sucedió antes.

—Pero no me lo esperaba, y además… estaba muy nervioso en ese momento, ahora no.
Ahora estoy bien —le aseguró, bajando la mano a uno de sus hombros —. Ven, subamos a
verlas —le pidió, sujetándolo de la mano.

—No te descuides o iré tras de ti. Soy capaz de cualquier cosa con tal de protegerte —le
aseguró, dejándose llevar y abandonando la cerveza sobre la mesa.

—Eso no es justo, yo soy el que te protege a ti —lo cogió por encima de los hombros,
sonriendo un poco.

—La vida no es justa y yo nunca sigo las reglas —le contestó el chico oliéndolo
discretamente y sonriendo para sí.

—Yo… sólo cuando me conviene —movió un poco la lata en la otra mano, preguntándose
si esos dos estarían presentables ya.

Parte IV
Jueves, febrero 4

En realidad, ya habían terminado de ducharse, y Steiner se estaba secando el cabello con


una toalla tras cambiarse de ropa por unos jeans negros con llamas azules en la parte de
abajo de la pierna derecha, semidesnudo sobre el colchón, y sentado con las piernas
cruzadas.

—Churri… ¿de qué crees que quiere hablar contigo? Tal vez piensa que… no te has
acercado mucho a él, ¿no?

—Supongo que lo he estado evitando, no sé cómo tratarlo. O… tal vez piensa que me
puede sacar la información que no les sacó a los demás. Soy malo mintiendo —le confesó
como si no fuera más que obvio, saliendo por completo del baño, ya con aquellos jeans
rotos y la camiseta roja sin mangas.

—No puedes seguir evitándolo siempre… —murmuró pensativo, peinándose el cabello


mojado con las manos, y echándolo hacia atrás sobre su espalda.
—No, claro que no, y no quiero hacerlo —suspiró sentándose a su lado y tomando la toalla
del moreno para secarle mejor el cabello —. Me pongo nervioso, soy un pésimo amigo.

—Claro que no, eres un buen amigo, y él ya sabe de sobra que te pones nervioso, para algo
es tu amigo también —inclinó un poco la cabeza a un lado, dejándose frotar el pelo —.
Mira que me quieres… ¿eh? —le dijo con una sonrisilla.

—No digas tonterías, claro que te quiero… tonto —le echó la cabeza hacia delante,
riéndose en bajito porque además se había puesto rojo.

—Se te nota… —se rio también, dejándose hacer y sujetándole las manos después,
echándose hacia atrás contra él.

—No hagas eso, no puedo secarte así —se rio de todos modos, ahora con más libertad —.
¿No tienes nada de miedo? ¿Nunca?

—Una vez en un cuarto oscuro, cuando un tipo hormonado me dijo que le gustaban mis
nalgas… —sonrió, girando un poco la cara para mirarlo de soslayo.

—Eres tonto… —suspiró rodeando su cintura con un brazo —Sólo los tontos y los locos no
sienten miedo.

—Claro que tengo miedo a veces —lo miró serio, besándole la mandíbula y sujetando el
brazo que lo rodeaba —, pero es algo… fugaz.

—Es igual, necesito que seas así, valiente. Yo entro en pánico con facilidad y lo odio —le
explicó enrojeciendo y acomodándose contra él.

—No importa, yo estoy aquí contigo —lo besó de aquella manera, alzando el otro brazo
para sujetarle la nuca, jugando con sus labios con los suyos —Hum…

—Hum… —le respondió el chico contra los labios, sonriendo luego —¿Ya vas? Acabamos
de ducharnos…

—Y por eso… estás más suave y hueles muy bien —se giró despacio entre sus brazos,
besándolo y sonriendo de todas formas. Lowe dejó resbalar sus brazos a las caderas del
moreno, devolviéndole los besos y entrecerrando los ojos, él también olía bien.

—Me encantan estos jeans que llevas… Deberías habértelos puesto sin nada debajo —
murmuró Steiner contra su cuello, apretándole las nalgas y metiendo dos dedos por uno de
los rotos, alzando un poco la tela de los bóxer para rozar sus nalgas desnudas.

—No soy un nudista, ese serás tú —se quejó, pegándole en la mano no para que se
detuviera, sino por meterse con él.
—Sabes que sí… —se rio, empujándolo contra el colchón y subiéndose sobre él, tirando de
sus pantalones hacia abajo contra su piel húmeda.

—Es igual, ni siquiera te vestiste por completo —se rio, pasándose una mano por la frente y
finalmente sacándose la camiseta.

—¿Para qué? —se inclinó y le besó el pecho, mordiéndole los pectorales y bajando la
lengua por el costado derecho de su cuerpo hasta una de sus caderas. Eran fuertes, las sujetó
con ambas manos, mirándolo a los ojos y besándolo salvajemente mientras terminaba de
sacarle los jeans con un pie, empujando hacia abajo.

—Te amo, Steiner —le confesó de pronto, ligeramente rojo y observándolo. Se alzó un
poco sobre los brazos, agitado.

—Te amo —le contestó enseguida, sujetándole la nuca y besándolo otra vez, rozando su
cara contra la suya, la piel suave y bien afeitada contra su mandíbula. Mordió su cuello,
lamiéndolo a la vez mientras se abría los jeans, rápidamente tomando ambos sexos en su
mano.

—Hmpf —el rubio gimió con los labios cerrados, echando la cabeza hacia atrás y
rodeándolo con una pierna. Necesitaba sus besos, sus caricias.

Steiner tiró de sus caderas, mojándose la mano y pasándola por su propio sexo antes de
penetrarlo de pronto. Gimió roncamente, sujetándole la pierna con una mano, moviéndose
contra él y volviendo a besar su cuello.

No le gustaba perder el tiempo, ni siquiera se había bajado sus propios pantalones. Se


movía sobre él, apretándole el muslo y moviendo la otra mano por todo su cuerpo.
Apretaba sus nalgas, arañaba su espalda y tocaba su abdomen, toqueteaba su sexo un poco
y lo abandonaba de nuevo.

Lowe gruñó más que gimió a través de sus dientes, con los párpados fuertemente apretados.
Se estremecía violentamente cada vez que lo tocaba y estaba apretándolo contra su cuerpo
con ambas piernas ahora. Se sujetó de sus hombros, clavando las uñas en ellos a cada
embestida, y arqueando la espalda.

—Lowe… —lo llamó Steiner para que lo mirase a los ojos, besándolo después y pegándose
más contra su cuerpo. No sabía cómo, pero incluso se sentía mejor que la primera vez con
él, era perfecto.

Bajó las manos a sus nalgas y las apretó, cerrándolas contra su sexo y separándolas de
nuevo. Movió una mano y tocó su propio sexo, como asegurándose que estaba hasta el
fondo dentro de su cuerpo. Sonrió de satisfacción y le lamió la garganta, estirando los
brazos y apartando el pecho del suyo para sujetarse con las manos del respaldo de la cama.
Este provocaba crujidos en la madera con cada embestida de sus caderas, observaba al
rubio con la cabeza algo descolgada entre sus propios brazos, y el cabello a un lado de su
rostro.

Lowe estaba gimiendo de manera abandonada, aunque el color rojo no desaparecía de sus
mejillas. Abrió los ojos, observándolo entre toda la excitación, y tocándole los labios con
un dedo, sin poder reprimirse. Su sexo estaba pulsando con fuerza contra el abdomen del
moreno y su ano succionaba tanto como podía, pero había algo más allí, una conexión más
allá del cuerpo, quería fundirse con él.

—Te amo —susurró Steiner de forma jadeante, rozando su dedo y succionándolo,


lamiéndolo lascivamente a pesar de cómo estaba gimiendo y jadeando. En realidad decirle a
él esas dos palabras, le provocaban una gran excitación.

Se echó hacia atrás, sujetándole las caderas para ayudarlo a moverse a su ritmo. Sus ojos
azules estaban observando ahora el sexo del rubio, que rebotaba contra su abdomen,
completamente duro y cargado de sangre. Seguramente estaba muy caliente, como para
hacerle la boca agua.

Salió de su cuerpo y tiró de sus caderas, subiéndose del revés sobre él y tomando su sexo en
la boca enseguida, con los dedos penetrando sus nalgas mojadas.

—Por dios… —gimió el rubio, estremeciéndose una vez más y tomando sus caderas
también, primero lamiendo el sexo de Steiner como si apenas llegara a alcanzarlo y luego
metiéndoselo en la boca.

El moreno se empujó dentro enseguida, moviéndose contra su lengua y jadeando contra su


sexo, por unos segundos sin ser capaz de hacer otra cosa.

Lo succionó de nuevo enseguida, en realidad sus propias caderas estaban temblando y


deseó haberse quitado el maldito pantalón entonces, para poder abrir más las piernas.

Lowe estaba perdido en sus propias sensaciones, en el sabor del sexo de Steiner y en el
propio calor que subía por sus piernas. Le apretó las caderas con las manos, sintiéndolas
fuertes y poderosas, masajeando los músculos.

—¡Humf! —Steiner se apretó las piernas incluso, temblando un poco y tragándose su sexo
hasta hacerlo pasar por su garganta, en una manera más que perfecta para acallar sus
gemidos, aunque igualmente resoplaba por la nariz, hundiendo un pie en el colchón
mientras de su sexo fluía el semen de forma abundante.

Dejó su sexo un segundo y se quejó del placer tan intenso, recuperándolo al momento y
succionándolo hasta que culminó en su boca también.
Lowe había apretado los labios alrededor de su sexo para acallar los gemidos, tragándose
todo su semen. Lo dejó salir por fin, completamente rojo y agitado aún, pasándose una
mano por la frente para apartarse el flequillo y cubrirse la cara a la vez.

Steiner se movió despacio, sólo para girarse hacia arriba, y dejarse caer a su lado, agotado
por el placer, moviendo los dedos por el sudor entre sus pectorales. No dejaba de mirarlo,
pensando que él había hecho que tuviera ahora esa expresión de satisfacción.

—Vamos a necesitar otra ducha —se giró el rubio, abrazándose a su pecho y sonriendo
ligeramente. Le daba vergüenza aún, pero estaba completamente feliz.

—Ah… mañana… —se quejó, rodeándolo también, con una pereza increíble —No me
importa oler a sexo. Así puedo darle envidia a los que me olisqueen… —se rio.

—No digas tonterías, ¿ves? Nunca te mides —intentó fruncir el ceño, pero se le salió la risa
en realidad.

—Claro que sí, pero no cuando estoy tan contento, no seas capullo —se rio, pegándole una
nalgada y mirando sus ojos azules, moviendo la mano a su sexo y acariciándolo con
suavidad —. Te quiero, más que a Lowe —le dijo, mirando hacia abajo.

—¿Ah, sí? —el rubio le dio en la parte de atrás de la cabeza —O quieres más a Lowe o no
vuelves a verlo.

—Cruel… —se rio, mirándolo a los ojos de nuevo, y besándole los labios, aunque no
soltaba su sexo.
—Deja eso, me vas a provocar una embolia —se quejó, ya que seguía estando sensible.

—Vale… —se rio, dejándolo y sujetándole la cintura otra vez, antes de besarlo —Tengo
hambre. ¿Nos vestimos y bajamos?
—Creo que será lo mejor —asintió, sonriendo de todas maneras, y alzándose un poco.

Lo sujetó cuando se alzó, y lo tiró de nuevo sobre él, separando las piernas y sujetándolo
entre ellas. Ahora era a él a quien le daba miedo perderlo, y luego decía que no tenía
miedo…

—Así no puedo levantarme —se quejó, aunque abrazándolo y tocándole el cabello.


Realmente estaba enamorado completamente de él.

—Lo sé… —lo dejó ir, girándose un poco en la cama, y subiéndose el pantalón con pereza,
sentándose y mirando cómo se vestía, mientras se ponía él la camiseta que antes llevaba
Lowe.

—Y ahora tengo que buscar otra —se quejó, aunque en realidad no sólo le hacía gracia,
sino que lo hacía sentir más cercano a él. Buscó en la bolsa, una negra con rajas
horizontales —. Creí que no te gustaba mi ropa.
—Me gusta cómo te queda a ti —se levantó y le dio una nalgada, sonriendo —. Quiero
enseñarte cómo se luce una prenda —bromeó, ya que en realidad, sólo quería usarla porque
era suya.

—¿Apretada? —le preguntó, pensando en Ageha de pronto y exhalando mientras terminaba


de vestirse —Ya vamos, ¿eh?

—Depende, ¿estamos solos? Si no, prefiero que no la lleves muy apretada —frunció el
ceño, aunque todavía sonreía.

*****

Don se movió por el cuarto, tras haber escuchado todo el relato de Ageha. Se sirvió una
copa de una botella de brandy que tenía dentro de la cómoda, aunque no bebía mucho, pero
la verdad es que le hacía falta un trago.

—¿Me das uno, por favor? —le pidió el chico de cabello rosa, aunque no era su bebida
favorita, pero también necesitaba calmar sus nervios.

—Claro… —llenó el culo del vaso de nuevo, igual que para él, y se lo acercó, mirándolo y
suspirando profundamente. Su ceño parecía haberse quedado fruncido irreversiblemente.

—Gracias —lo sujetó, bebiendo un trago largo y mirándolo a los ojos —. Tranquilo, no
dejaremos que le suceda algo a Jiken, ni a Lowe, te lo aseguro por Steiner y Bronco. ¿Te
dijo algo que debamos saber?

—No hablo de lo que mis pacientes me dicen, pero no, creo que no —se acercó a las
ventanas y descorrió las cortinas, mirando afuera, pero no había ningún coche cerca, ni
nada por el estilo —. Estoy tranquilo, tanto como es posible. Intento que todos os lo toméis
con calma, pero la verdad es que no puedo ignorar, que las cosas no se están haciendo a mi
gusto.

—¿A qué te refieres? Intentamos protegerlo tanto como podemos —se puso de pie,
acercándose a él y tocándole un hombro —. No te pedía que violaras su privacidad, es sólo
por si había algún peligro extra.

—Lo sé, es sólo que… no puedo llevarlo al médico. No podemos ir a la policía. Dios…
esto puede arruinarnos la vida, ¿es que soy el único que lo ve? —lo miró un poco alterado,
negando con la cabeza —Odio las cosas fuera de control.

—No eres el único que lo ve, pero no es una situación normal —le recordó, masajeándolo
un poco en los hombros ahora, aunque seguía bebiendo con la mano libre —. Sabes que
tampoco podemos hacer algo si Jiken no nos lo permite, no podemos obligarlo y tampoco
quieres que acabe en la cárcel por posesión de drogas o quién sabe qué más.
—No, no quiero que acabe en la cárcel por ningún motivo… —suspiró, pensando en lo que
le había contado —Jiken no puede ir a la cárcel, se lo merendarían vivo —inclinó un poco
la cabeza hacia su mano, suspirando —. Créeme, las cosas son muy complicadas.

—Te creo, es más, lo sé —le aseguró, apoyándose contra su espalda y entrecerrando los
ojos —. Hacemos lo mejor que podemos, tú también; y Jiken parece encontrarse mucho
mejor.

—Sí, aunque creo que eso es mayormente gracias a Bronco, no a mí —sonrió un poco,
moviendo una mano para tocarle la pierna —. Es que realmente no sé qué estamos
haciendo, ¿esperar?

—No, mañana iremos a la universidad a esperar a ese hombre, necesitamos pruebas para
poder acusarlo de algo —le contestó —, y Jiken estaba mejor luego de hablar contigo,
aunque no discuto que Bronco le hace mucho bien —y él a Bronco, pensó, ya que nunca lo
había visto sonreír de esa manera antes.

—Dios…, deberías haber visto… —se quedó callado y negó con la cabeza.

—¿El qué? —le preguntó serio, tocándole el cuello ahora. Comprendía aquello del
privilegio entre paciente y doctor, pero no le gustaba que cargase con ello solo.

Don se giró para mirarlo a los ojos.

—Tenía hematomas por todas partes, mordiscos… incluso algún arañazo. Qué persona tan
enferma… —negó con la cabeza de nuevo, apoyándose contra la ventana.

Ageha suspiró dejando el vaso sobre la mesa cercana y masajeándole los hombros con
ambas manos.
—Claro que es una persona enferma. Lo que hizo en el piso de Lowe… No me sorprende
que Jiken estuviera delirando.

—Entre eso y las drogas… Lo que me has contado que vio de él Bronco, que era tan grande
y todo eso. Esas cosas pueden influir mucho en una persona —le sujetó la cintura con las
manos, aproximándolo a él. Necesitaba un poco de tranquilidad, a solas los dos.

—Lo sé y está muy asustado, pero tiene a Bronco y te tiene a ti —sonrió un poco mirándolo
a los ojos —. Y tú me tienes a mí.

—Y no sabes lo mucho que te necesito… —susurró, inclinándose para besarle los labios, y
pegándolo a él más todavía. Le pasó la mano por la espalda hasta la cintura, besándole una
mejilla —Cuando esto termine, vamos a tener que salir a tomar algo.

—¿Lo dudas? Tendremos una noche de juerga tú y yo —se rio, acariciándole las mejillas
—, y luego regresaremos a tu casa y seguiremos…
—Eso es lo que más me gusta… —sonrió, sujetándole las nalgas y alzándolo a horcajadas
para tenerlo más cerca.

—Te amo, Don —Ageha le rodeó el cuello, besándolo y mirándolo a los ojos luego. Por lo
menos algo positivo había sacado de aquello.

*****

Jiken se colocó el mechón blanco detrás de la oreja, aunque parte del mismo volvió a caer
hacia delante. Estaba absorto mirando la foto de su propia tumba, en cierta manera era
irreal y real a la vez.

—¿No habías ido a visitarla? —preguntó Lowe interrumpiendo el silencio.

El moreno alzó la cabeza, negando.

—No desde mi funeral.

—No creo que ese hombre lo llevase a hacer un tour… —Steiner se reclinó hacia atrás,
mirándolo. Era muy extraño que alguien quisiese mirar su propia tumba —¿Cómo te sientes
cuando la miras?

—Extraño —lo miró a los ojos, sonriendo un poco —. Es como una experiencia fuera del
cuerpo, sólo que… Más bien es como si pudieras ver al mundo entero desde afuera.

—¿Te sientes más vivo cuando la miras? —no podía evitar sentir curiosidad, y tampoco
podía evitar ser periodista. Por otra parte… tampoco podía evitar ver los hematomas en la
parte alta de sus brazos, y le cabreaban soberanamente.

—Algo así, no sé si diría vivo. Me siento… parte de algo —le contestó de manera casual
—. ¿Puedo tener una copia?

Lowe sonrió, pensando que si quería una copia, eso era que empezaba a aceptar que no era
un fantasma. Los fantasmas no guardaban fotos.

—Te las puedo pasar a tu portátil después, si quieres —Steiner se encogió de hombros,
pensando que de todas formas podría ir a echar un vistazo si quería.

—¿Puedes enseñarnos las de la reunión esa? Yo también necesito verlas —le pidió Bronco.

—Espera… —Steiner las buscó, aunque no se veían muy bien —Mirad ahí, a ver si os
sirven de algo.

Jiken agudizó la mirada, sintiendo que se le oprimía el pecho al verlos. Se tocó sin darse
cuenta, mordiéndose el labio inferior.
—¿Reconoces a alguien? —le preguntó Lowe con cautela.

—Ese chico es nuevo —señaló al pelirrojo.

—Estaba ayudando al tipo grueso —le señaló Steiner, observando su reacción.

Bronco negó con la cabeza, mirándolos. Allí no estaba el hombre que había hecho daño a
Jiken. No era ninguno de esos, era más corpulento.

—El resto ya los habías visto, ¿no? Ese hombre es el líder o algo así —Steiner lo miró
fijamente, esperando un poco.

—Sí, algo así. Creo que es el que inició todo esto, se llama a sí mismo “el iluminado” —le
contestó el chico, pensando en realidad que siempre le había repugnado la manera en la que
sudaban las palmas de sus manos —. Creo que James lo conocía mejor que nadie.

—No he sido capaz de encontrar al James ese —le dijo Steiner, ya que lo había buscado
desde que Lowe le hablase de él.

—No, James… —Jiken se tensó, mirando a Lowe por un momento y luego a Bronco. Se
sujetó una mano con la otra, bajando la mirada. No podía seguir ocultándolo, ¿o sí?

—¿Qué sucede con James, Jiken? ¿Sabes algo de él? —le preguntó Lowe preocupado.

—Está desaparecido en combate. Jiken y él tuvieron una discusión, y luego de eso, ya no


sabe qué sucedió con él exactamente —Bronco atajó cualquier respuesta del chico, y lo
miró a los ojos, como diciéndole que con eso bastaba. De todas formas extendió el brazo y
sujetó su mano, apretándola suavemente.

—Ya… —comentó Lowe sin creérselo del todo, pero no quería seguir presionando, se veía
muy afectado. De todas maneras, si estaba desaparecido, o estaba muerto o había huido.

—Está muerto —comentó Jiken como si le hubiera leído la mente y sin alzar la cabeza aún
—. Lo sé.
—No, no lo sabes… —Bronco lo miró fijamente —Sabes que lo dejaste aparentemente
muerto, tal vez inconsciente, eso es todo.

Steiner los miraba a ambos, prefiriendo no preguntar por qué lo ocultaban, ni cómo había
sucedido eso.

—Vi su cuerpo, Bronco. Lo vi, en ese lugar… —le insistió mientras Lowe se pasaba una
mano por el cabello, estresado.

—¿Acaso tuvo que ver con lo que te sucedió? —le preguntó finalmente, sentándose junto a
Steiner y mirándolo fijamente.
—No, no… Sólo sucedió.

—Tuvo que ver. Él te llevó allí, ¿o no? Las cosas no son tan simples como eso. Y la gente
no muere tan fácilmente por un golpe, mucho menos cuando hay más personas allí para
evitarlo —Bronco frunció en el ceño, siguiendo en sus trece.

—¿Y por qué lo viste allí? —preguntó Steiner.

—Él lo llevó a donde estaba —Bronco miró a su reportero.

—Pues… eso ya es un poco extraño, ¿no? —preguntó el chico.

—No si estás en el infierno —sonrió Jiken con algo de sarcasmo.

—Pero no lo estabas. Yo creo que ese hombre quería hacerte creer que lo habías matado —.
Lowe se cruzó de brazos —Además, James no era tan débil, si siempre se andaba
peleando…

—Y tú no eres precisamente Hulk, tío… —le dijo Steiner, mirándolo de soslayo. Apoyaba
la teoría de Lowe —Eso no era el infierno, era una caseta de cazador en el bosque, con un
sótano… y punto, además de un kilo de droga que te estaba haciendo flipar. Además,
hemos estado investigando y… hay algo extraño. Hay cierta droga… bueno, no es que sea
algo común ni del todo comprobado, pero induce a un estado catatónico. Sin embargo… si
te hubieran encerrado en el ataúd, habrías muerto de asfixie. ¿No era así, Lowe? —le
preguntó.

—Sí, eso mismo era, pero estás vivo y claramente no eres un vegetal. Bronco dijo que no te
había sentido en la tumba, pensábamos que alguien había robado el cuerpo, pero como estás
vivo… creemos que nunca estuviste allí.

—¿Y entonces quién…? —Jiken lo miró confundido, mirando hacia las fotos de nuevo.
¿Por qué alguien haría una cosa tan elaborada por él? Ni siquiera era el que sobresalía más
en esas reuniones.

—Tengo que ir a esa tumba… —insistió Bronco, ahora todavía más convencido —Y si él
no estaba en el ataúd… ¿A quién coño metieron? Además… ¿Quién? La ambulancia se
llevó su cuerpo, ven que está muerto en el hospital, lo llevan a la funeraria, ¿no? ¿Quién
coño es el dueño de la funeraria? Alguien de allí está implicado —Bronco le dio un golpe
en el brazo a Steiner, y este sonrió un poco, apartándose.

—Sí, eso parece, Poirot. Pero no somos policías, y no creo que podamos… ¿Sabrá Don qué
funeraria se encargó de todo?

—Sí, creo que él mismo habló con ellos en una ocasión. Me dijo que lo enterrarían con
respeto, es decir… nada de traje y corbata —le sonrió un poco a Jiken, enrojeciendo, y el
chico alzó una mano ligeramente.
—Gracias, me preocupaba pasar toda la eternidad con la ropa de mi funeral.

Steiner se rio sin poder evitarlo, y luego se tocó el cabello.

—Pero además el pendiente… —señaló la oreja de Bronco —estaba en ese lago, y tú lo


llevabas puesto en los preparativos para el funeral. Así que… lo que sucedió en el lago fue
después.

—Alguien le dio esa droga, los del hospital creyeron que estaba muerto y lo llevaron a esa
funeraria. Allí… debieron mantenerlo en ese estado hasta el día del funeral, en ese
momento metieron a otro cuerpo en el féretro y enterraron a quien no era. Se llevaron a
Jiken, y le hicieron pasar por ese lago con el rollo de… estás atravesando el umbral de la
vida y la muerte, y lo mantuvieron drogado en ese sótano varios días, haciéndole creer que
estaba muerto.

—¿Crees que James esté enterrado en mi lugar? —le preguntó el chico, tocándose la oreja
como si recordara algo, pensativo.

—No lo sabemos, pero no podemos acudir a las autoridades. Tendremos que desenterrar —
comentó Lowe, estremeciéndose luego.

—¿Desenterrar? —Steiner lo miró alzando una ceja —Ni de coña… qué puto asco…

—Tal vez para mí no sea necesario desenterrar a nadie, pero necesito regresar al
cementerio. De todas formas, no creo que sea él quien está ahí debajo —negó con la
cabeza, pensando en aquel pájaro. No, él ya le había estado advirtiendo a Jiken desde antes.

—Iré contigo —se ofreció Lowe, ya que se sentía en la necesidad de hacer algo por ayudar,
además de espantarse, claro está.

—Eso no me gusta —le advirtió Steiner, mirándolo y sujetando su brazo.

—Estaremos bien —Bronco lo miró, como diciendo que podía confiar en ellos —.
Deberíamos ir ahora mismo, todavía es pronto.

Habían comido hacía un rato, ya que finalmente no habían podido entrar a hablar con ellos
cuando lo habían decidido. Se les escuchaba ya desde afuera.

—Es mejor avisar a Don y a Ageha también —Steiner alzó una ceja. No quería ser reñido
encima.

—¿Entonces puedo ir, no? —preguntó Jiken, sonriendo un poco y alzando una ceja.

—Claro que no, tú no sales de esta casa. Necesitas descansar además y comer, come —lo
señaló Lowe.
—Sí, mamá —Jiken suspiró, mirando hacia la puerta en el momento en el que se abría
dejando pasar a Ageha.

—No hagáis reuniones clandestinas.

—Estábamos preparando una orgía, pero no te llamé porque sé que ya no te gustan… —


Steiner se rió, bromeando y estirando un brazo para que se acercase.

—Vamos a ir al cementerio, avisa a Don. Steiner ya te explicará por qué —le dijo Bronco,
levantándose ya, como siempre con urgencia.

—¿Al cementerio? —les preguntó preocupado —Tú no vas, ¿eh? —señaló a Jiken, aunque
en realidad estaba preocupado por todos.

—Ya establecimos eso —le contestó Lowe, vigilándolo por si se le ocurría hacer una de las
suyas.

Bronco se puso la cazadora y le besó los labios a Jiken antes de salir. En parte estaba
huyendo de la posibilidad de que Don pudiera detenerlos, aunque… tenía que pedirle su
coche. Volvió a entrar y extendió la mano delante de Steiner.

—No, eso sí que no… —alzó una ceja, retrocediendo como si le hubieran puesto un florete
en el cuello.

—Venga… suelta —movió los dedos Bronco, metiéndole prisa —. Conduce Lowe.

—Ya… me pides mi moto y a mi novio. No sé… —realmente no le gustaba, y no le


gustaba pero nada la idea de los dos tan pegados.

—¿Estás de coña? —Bronco lo miró incrédulo.

—Yo también voy —se levantó Steiner.

—No cabemos los tres en la moto —se quejó Lowe, pensando que era un necio y
colocando una mano sobre su pecho —. No pasa nada, volveré pronto.

—Yo pensaba añadirme y tener casi una orgía en ruedas —Ageha se rio, pensando que se
le notaban los celos a Steiner. Lo sujetó por el brazo —. Quédate conmigo y vemos una
película con Jiken, ¿eh?

El moreno se rascó la cabeza, pensando que le incomodaba eso de ser una excusa.

Steiner se quedó mirando a Lowe con el gesto serio y Bronco negó con la cabeza, incrédulo
y bajando los escalones hecho una furia, sin coger las llaves y sin darle tiempo a pensárselo
mejor.
—¡Don! —lo llamó, haciéndole levantarse de la silla en la que estaba leyendo —. ¿Puedes
dejarme el coche?
—Claro… —le dijo con sospecha, sacándose las llaves del bolsillo.

—Voy al cementerio —le explicó —. Con Lowe y Jiken, hay algo que necesito saber.

—¿Con Jiken? Eso no es buena idea —le dijo serio, sujetando las llaves todavía.

—Lo es… Así verá que no ha estado allí.

—¿Qué te sucede, eh? ¿No crees en mí? —Lowe se giró mirando al moreno, mientras Jiken
salía corriendo tras Bronco, preocupado de que se fuera a ir solo.
—¡Bronco!
—Oh por dios —Ageha se puso de pie también, dándole suavemente en un hombro a
Steiner, antes de salir de la habitación.

—No es eso, es sólo que no quiero… —Steiner resopló por el toquecito de Ageha, y miró a
Lowe a los ojos —¿Por qué me tengo que quedar?

—Porque no cabíamos los tres en la moto y ahora has cabreado a Bronco —le explicó
resoplando —. Además, estaremos bien, no puedes hacerlo todo.

—Se supone que vayas conmigo, no con él… —lo miró, percatándose de que fríamente, no
tenía mucho sentido ponerse así, mucho menos con Bronco —Haz lo que quieras —
murmuró, sentándose en la cama.

—No te pongas así, no es como si te estuviera siendo infiel, sólo quiero ayudar a Jiken —le
pidió, sentándose a su lado y tomando su mano.

—Ya lo sé… —se rio incómodo, apartándose un poco —Ya te he dicho que vayas.
Olvídalo. Esto nunca ha ocurrido.

—Eres terco, ¿no? —frunció el ceño, acercándose de todas maneras y besándolo


apasionadamente incluso si sentía que le ardían las mejillas —Te veré luego entonces.

—Vale… —se tiró hacia atrás en la cama, tapándose la cara con una mano y
avergonzándose de haberse comportado así. Después iba a tener que pedirle disculpas,
aunque probablemente Bronco iba a pasar de él. ¿Por qué demonios se celaba de esa
manera? La verdad es que seguía molestándole quedarse, pero era más estúpido ir igual,
además de incómodo.

—Alguien puede verlo —le decía Don a Bronco mientras tanto.

—¿Quién va a haber allí? —protestó él.


—Puedo usar un gorro si le parece. Estaré bien, ya no estoy drogado —insistía el chico que
se había unido a la discusión ahora.

—Bronco, ¿estás seguro de que esto es una buena idea? —Ageha se había quedado en la
puerta, escuchando. Seguía confiando en Bronco, pero también seguía pensando que se
dejaba llevar fácilmente por Jiken.

—Lowe y yo estamos allí. No vamos a dejar que nada le suceda, y si alguien aparece, al
menos sabremos por fin a quién nos estamos enfrentando.

—No es tan simple, podría estar armado. Había armas de fuego en ese lugar. Por favor,
tened mucho cuidado —les pidió Don, pensando que de todas formas, no podía retener a
unos adultos en contra de su voluntad. Sólo dar su opinión.

—Lo tendremos —le prometió Jiken, sonriendo un poco, aunque igual se sentía mal
preocupándolo.

—¿No deberíais llevar algo con vosotros? Por lo menos un cuchillo de cocina —se quejó
Ageha, preocupándose también.

—No… —Bronco negó con la cabeza, alzando una ceja —Si sucede algo peligroso, nos
vamos y punto.

—Sí, gracias, un poco de sensatez, por favor… —le pidió Don, resoplando y mirando a
Ageha, aunque por una parte… le daba un poco la risa.

—Vamos —les dijo a Lowe y a Jiken, saliendo de la casa por fin, y volviendo a pensar en
Steiner mientras entraba en el coche, causándole la risa casi de inmediato.

—¿Qué sucede ahora? —le preguntó Lowe alzando una ceja y señalando a Jiken luego —
Tú no haces nada, ¿eh?

—Eh, yo no tengo la culpa —se rio el moreno, pensando que le gustaba la risa de Bronco
de todas maneras.

—No pasa nada, es sólo que Steiner es un crío —le dijo Bronco, cerrando la puerta del
coche y pensando en su cara, todavía sonriendo un poco —. Santa paciencia… —se
recomendó a sí mismo y a los presentes, mientras desaparcaba el coche.

—No es un crío —se quejó Lowe, aunque sí que lo era, pero eso le gustaba también.

—El amor —se rio Jiken de nuevo, recibiendo un empujón por parte del rubio. Así era
mejor, ya volvía a ser el mismo a su alrededor.
Parte V
Jueves, febrero 4

El cementerio estaba efectivamente vacío, mientras los tres visitantes caminaban hacia
aquella lápida. No se habían encontrado con nadie extraño por el camino, a pesar de que
Lowe parecía caminar en estado de alerta.
Jiken miró los árboles por un momento, pensando que no se escuchaba nada, ningún sonido
más que la brisa constante y suave. Casi había esperado ver a ese pájaro allí, observándolos
de vuelta, pero no había absolutamente nada.

El brazo de Bronco le rodeó la cintura de pronto, mientras caminaban por las hileras de
nichos hacia aquel espacio rectangular de tumbas en el suelo.

La de Jiken seguía allí, con el cristal de la fotografía roto, sobre la lápida. Todo parecía
haber estado tranquilo, o al menos a primera vista. Incluso un poco de sangre de la mano de
Bronco, seguía manchando la piedra gris claro.

El chico se adelantó, agachándose ante la lápida y tocando la piedra, dejando resbalar sus
dedos por aquella mancha de sangre. Era perfecto, como un testimonio del amor de Bronco.
Leyó su nombre y las fechas en voz alta, sonriendo un poco al recitar

—Querido hijo. Sí, claro.

—Ya sabes, queda bien poner eso… —le dijo Bronco, acuclillándose a su lado y mirándolo
a él en lugar de la lápida. Necesitaba concentrarse para intentar comunicarse con quien
quiera que hubiese ido a parar allí abajo, pero la verdad es que no había una certeza de que
lo consiguiese en ese lugar. Los espíritus no solían apegarse al lugar donde habían sido
enterrados, si no… a donde habían vivido, o donde la muerte los había alcanzado.

Lowe se giró, revisando los alrededores mientras, ya que se veía que ellos no iban a prestar
atención. Hubiera querido tener un arma realmente, una Uzi por si se acercaba ese demente.

—¿Sientes algo? —le preguntó Jiken al moreno, sujetando su mano. Él no era psíquico por
más que le interesasen esas cosas, pero si había podido comunicarse con Bronco antes…

—Todavía no —cerró los ojos, pero era difícil concentrarse en alguien que no sabía quién
era, y teniendo en cuenta lo alerta que estaba… era extraño, pero al apoyar la mano Jiken
sobre la suya, era como si los sonidos se hubieran silenciado. De pronto sólo podía
escuchar su propio corazón y el del chico, y hasta eso se silenció, de semejante manera que
casi asustaba.

Era un silencio horrible y espeso, un silencio que sólo podía ser muerte. No se parecía en
nada a sus comunicaciones con Jiken, ni siquiera a las veces que algún espíritu le hablaba.
—Muerte, muerte —murmuró para sí, pensando que era lo único que había bajo aquella
lápida. Estaba haciendo un gran esfuerzo, su cuerpo se cubría de finas gotas de un sudor
frío. La brisa le alborotó el cabello, pero no lo sintió.

Lowe se sobresaltó al escuchar el sonido de un pájaro y se giró de inmediato, pero no veía


nada. Sin embargo, tanto Jiken como Bronco habían alzado la mirada, ahora fija sobre la
lápida.

El animal se movía sobre la piedra, desplegando las alas y raspando con sus garras.

—¿Estás ahí? —le preguntó Bronco, mirándolo y provocando que piase de forma
estridente, batiendo las alas una vez más, antes de quedarse mirándolos, con la cabeza un
poco girada.

Sus dos ojos eran como círculos azabache de un brillo intenso, escrutadores.

—Déjame verte… —le pidió Bronco, cerrando los ojos de nuevo. Pero como un golpe, la
imagen que vio fue la de Jiken abriendo los ojos y tosiendo, sentándose en el suelo de
piedra de golpe, con el cabello empapado. Él también abrió los ojos violentamente,
jadeando y alzando la vista, observando el pájaro de nuevo. ¿Por qué le mostraba a Jiken
cuando le pedía verlo? —¿Quién eres?

El pájaro sólo pió nuevamente, moviéndose y abriendo las alas.

Jiken tosió, escupiendo agua por un momento y sintiendo un terror intenso. Estaba viendo a
aquel hombre de nuevo, sujeto de la mano de Bronco, pero era extraño. Veía el cuerpo
acostado sobre la camilla, (ahora veía la camilla claramente por lo que era), pero no se
sentía allí. Tenía más terror de que se girase a mirarlo, de lo que iba a hacerle en ese
mundo.

Ambos escucharon los gritos que venían de la camilla, la forma en la que esta se sacudía y
el metal crujía. Bronco estaba respirando de forma tan agitada que su pecho subía y bajaba
rápidamente.

Apretó la mano de Jiken, pegándolo contra él para que no mirase, pero él no podía dejar de
hacerlo. Miraba el cuerpo de ese hombre en busca de alguna marca, algo. En su brazo
izquierdo tenía un arañazo muy profundo, terriblemente profundo, una cicatriz horrenda.

La mano del chico se soltó de pronto, y alzó el brazo, empujando débilmente al hombre,
pero este se la sujetó de nuevo, golpeándolo con fuerza tomándolo por el cuello luego.

Jiken sentía un sudor frío recorrer su espina dorsal. Estaba paralizado de nuevo, sin
embargo, no recordaba eso. ¿Había estado tan drogado? Claro, seguramente…

La habitación se estaba llenando de agua.


—¿Qué es esto? —preguntó Bronco, jadeando, sin poder contenerse más. Soltó a Jiken de
pronto, obligándolo a salir de aquella visión, pero ante sus ojos siguió allí. Tal vez también
era médium… por eso habían podido comunicarse de tal modo. Tomó su mano de nuevo y
avanzó hacia ellos, el agua llegando ya a sus rodillas —Vamos, debo verlo.

—¡No! —Jiken se sujetó de su brazo, espantado, estaba sudando frío. No sabía cómo es que
podía estar allí y no estar a su vez, pero sí estaba seguro de que no quería ver cómo ese
hombre lo tocaba.

—¡Pues despierta! ¡Sal de aquí! —lo sujetó por los brazos, empujándolo fuera de la
habitación y provocando que abriese los ojos al otro lado, donde Lowe estaba junto a él,
sujetándolo.

Bronco seguía en aquel trance, con ambas manos en la lápida y gotas de sudor resbalando
por su mandíbula. Miró a su alrededor, cogió una correa de cuero. Sólo era una visión, ¿qué
podía suceder?

Sus manos temblaban, saltó a la espalda de aquel hombre enorme, rodeándole el cuello con
la correa y apretando con todas sus fuerzas.

El hombre reaccionó, aunque hubiera pensado que no podría ni tocarlo, pero echó el brazo
hacia atrás y lo sujetó del cabello. Bronco gruñó y apretó más, y más. Estaba tan
sumamente sumergido en aquella pesadilla, que ya no había diferencia de la realidad.
Sentía dolor, terror, aquel hombre era demasiado fuerte para él.

Se dejó caer hacia atrás como una pesada losa, gritó, su espalda crujiendo bajo él, sus
costillas aplastadas. Lo asfixiaba. Quería ver su rostro, pero no podía arrancarle la máscara;
si dejaba de apretar su cuello, él soltaría la correa y con esas dos manos lo iba a hacer
papilla.

El chico se sacudía en la camilla, intentando soltar las correas que lo sujetaban de muñecas
y tobillos, pero no podía.

Aquel gigante se levantó un poco, dejándose caer de golpe otra vez. Bronco profirió otro
grito, más allá de la visión, llevándose la mano a las costillas y soltándolo. De pronto
flotaba en el agua, subiendo hacia la superficie en contra de su voluntad, y sobre la misma
había un cuerpo boca abajo. Se trataba de un chico joven. Nadó hacia él, abriendo la boca
para gritar sin conseguirlo al ver su rostro, bajó la cabeza en aquel líquido, pero no podía
ver bien a Jiken. El agua era turbia como la de un río.

Quería bajar, quería bajar y no podía hundirse de nuevo.

—¡Bronco! ¡Bronco! —lo llamó Jiken aunque se sentía ahogado, como en un ataque de
asma, y Lowe continuaba sujetándolo, asustado.

Dentro de aquella visión, el chico extendió el brazo hacia él como llamándolo.


Bronco extendió el brazo, tratando de llegar a él, rozó sus dedos con las puntas de los
suyos. Un esfuerzo más. Sujetó su mano y el otro lo ayudó a bajar sobre él en la camilla.

Sus ojos se miraron fijamente por unos segundos eternos, azul contra azul, casi el mismo
tono exacto. Los labios del chico se abrieron, su voz distorsionada por el agua, como si más
que un líquido fuese un eco a su alrededor.

—James… —susurró, aferrándose a la ropa de Bronco. No lo había confundido, era un


ruego.

Bronco miró hacia la superficie, y de nuevo al chico. Le tocó la cara con la mano, para
hacerle saber que iba a ayudarlo, pero luego se empujó hacia atrás con las manos en la
camilla, separándose y por poco cayendo hacia atrás contra la hierba del cementerio con el
impulso que se había dado.

Jadeó como si la falta de aire hubiese sido una realidad. A pesar de que se hubiera ahogado
de haber estado tanto tiempo bajo el agua realmente.

—¡Bronco! ¡Bronco! —lo llamó Jiken, aterrorizado, sacudiéndolo y abrazándose a él al ver


que lo miraba por fin. Estaba llorando suavemente, apretándolo.

Lowe estaba sentado al lado de los dos, mirándolos entre espantado y vigilante, no fuera a
ser que los agarraran así.

—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

—Estoy bien… —rodeó a Jiken con los brazos, apretándolo contra su cuerpo, deseando
sentir la seguridad de que todo lo que le habían dicho sobre que no era un demonio… no
estaba siendo excesivamente escéptico —Pero mejor será que nos vayamos de aquí, os lo
contaré en el coche. Es peligroso…

—Vamos —Lowe lo ayudó a levantarse junto con Jiken, como si estuviera herido, pues a
pesar de lo que dijese, se veía pálido y cansado —. ¿Estás seguro de que puedes conducir?

—Estoy bien, sólo un poco mareado —les aseguró, caminando por su propio pie, con una
necedad indiscutible. Aunque en cuanto se sentó en el sillón del automóvil, su rostro
pareció aliviado, y aún esperó unos minutos antes de meter la llave en el contacto y
arrancar.

*****

Ageha le entregó la taza de café a Don, sentándose a su lado, al borde del sofá y sujetando
su mano mientras escuchaban aquel relato asombroso.

Jiken permanecía pegado al moreno y estaba mirando el suelo, concentrado como si hubiera
algo allí que le llamase la atención urgentemente.
—Por lo menos creo que nadie nos vio —murmuró Lowe, que apretaba entre sus manos
una lata de cerveza y estaba sutilmente recostado contra Steiner, que le acariciaba el cabello
todo el tiempo, distraído en aquello, a pesar de que estaba escuchando lo que les contaban.

—Y entonces vi que no era él. Se trataba de otro chico, ojos azules, cabello negro, también
pálido y delgado —les dijo Bronco, que había agradecido a Ageha el café con una ligera
sonrisa —. Conocía a James, me pidió ayuda… y creo que era para él. O bien quiere que
averigüemos algo más de él. Para mí está muy claro que… ese hombre, sea lo que sea,
buscó a Jiken como sustituto de ese chico.

—Entonces debemos remontarnos bastante más atrás en la historia… —les dijo Steiner,
pensando que estaban muy perdidos.

—¿Pero cómo es eso posible? ¿Cómo desapareció otro chico sin que nadie dijese nada? —
preguntó Ageha mirando a Don.

—Yo me suicidé según ellos… Tal vez fue algo así —comentó Jiken con la voz baja —.
¿Puedes describírmelo en detalle? Quizás pueda dibujarlo, aunque no llegué a verlo.

—Se parecía mucho a ti… —lo miró, observando sus ojos fijamente —Por la noche lo
haremos si quieres, probaremos algo juntos —susurró, sujetando su mano y acariciándola.

—Incluso podría ser un paria. Tal vez no le importaba a nadie, o era incluso de la familia de
esa persona… todo eso es muy complicado. Todos los días desaparece gente y nadie da
parte a nadie —dijo Don, pensativo casi.

—Pero el caso es que James debía conocerlo —Steiner los miró, bajando la mano al pecho
de Lowe, acariciándoselo.

—Sí, James es la conexión con esa reunión y con ese hombre. También parecía ser el
segundo al mando por lo que vimos —comentó el rubio, Jiken asintiendo.

—Lo era, nadie conoce a ese hombre en la vida “normal” —les explicó Jiken, alzando la
mirada ahora —tenías que hablar con James para ir allí, y para conseguir las drogas
también.

—Pero tú dijiste que ese hombre no era el que habías visto en tu visión, Bronco —señaló
Ageha pensativo —. No tiene sentido, ¿estaremos siguiendo una pista falsa?

—Está claro que no se trata sólo de uno —Bronco los miró, negando con la cabeza —. Sí,
uno parece ser el que… actúa, digamos, pero no trabaja solo. Sinceramente… por la forma
de andar y actuar de esa… cosa, no parece muy razonable, y desde luego, no pasaría
desapercibido.

Don lo miró fijamente, pensando que preferiría que no usase términos como “cosa” delante
de Jiken para referirse a él, pero estaba claro que también estaba mal.
—A ti ese hombre te parece un completo perturbado. ¿No es así?

—Sí… y como… si no sintiese el dolor que le estaba causando, o el que él mismo se


causaba para sacarme de encima. Era como…

—¿Un idiota tamaño industrial?

—Gracias, Steiner… —Bronco alzó una ceja, mirándolo.

—O un demonio —murmuró de manera tímida Jiken.

—No, no es un demonio, no existe eso, ¿entiendes? —lo riñó Lowe frunciendo el ceño —
Es… como dijo Steiner, un idiota enfermo, muy fuerte, sí, pero es sólo un hombre.

—Efectivamente… —Don respiró con fuerza, tocándose la frente con suavidad —¿Y
probablemente ese chico fue enterrado en la tumba de Jiken?

—Sí —Bronco asintió con la cabeza, echándose hacia atrás y bostezando discretamente.

—Entonces él es el pájaro —comentó Ageha bebiendo de su café y apoyándose un poco


más contra el sillón —. Si se parece a Jiken, incluso les convenía más.

—Sí, me gustaría saber su nombre —sonrió Jiken, pasando una mano por el cabello de
Bronco —. Debemos ayudarlo.

—Eso haremos, aunque creo que él nos está ayudando a nosotros —Lowe bebió un trago
largo de cerveza, preguntándose si debían dejarlos descansar.

—Digamos que somos socios. Nos estamos ayudando unos a otros… de todas formas al
final vamos a cobrar lo mismo. Nothing… —Steiner le dio una palmada en el pecho,
sonriendo ligeramente. Estaba seguro de que Bronco no iba a querer publicar nada de
aquello, a no ser que hablase de fenómenos en general.

—Lo que sea… —murmuró Bronco —El caso es que ayudarlo está entre mis prioridades,
después de ayudar a Jiken… —hubiera mencionado comer, si no fuera porque acababan de
hacerlo hacía un poco.

—Supongo que necesitas descansar —le dijo Don, que ya se había acostumbrado a que se
traspusiese después —. Jiken, yo voy a estar con Ageha en mi despacho, arriba. Si quieres
puedes venir con nosotros.

—¿Quieres que me quede contigo? —le preguntó a Bronco sin soltarle la mano ahora. Lo
ponía nervioso separarse de él.
—Sí, pero si te aburres… —Bronco lo miró, comprensivo. Sabía que se iba a quedar
dormido al final.
—Me quedaré hasta que te duermas —le sonrió el chico, recostándose contra él.

—Ven, vamos a la cocina —le pidió Lowe a Steiner, ya que sentía que debían dejarlos
solos de todas maneras —. Quiero otra cerveza.

—Sí, pero subimos con ellos un rato… No quiero volver a quedarme encerrado en la cocina
—le dijo alzando una ceja y levantándose con él.

—No seas tonto —lo riñó, aunque había sonreído un poco.

Bronco suspiró, descalzándose y quitándose los jeans para estirarse en la cama. Todavía
tenían que subir esos dos, pero le importaba poco que lo viesen así. Don usaba la
calefacción a una temperatura que le parecía ser una patata frita cuando se acostaba.

—Siempre me duermo después, no puedo evitarlo —le dijo de pronto, girándose de lado
hacia él.

—Es igual, puedo comprender que estés cansado —se acostó también, abrazándolo por la
cintura mientras Lowe casi tiraba la puerta de la cocina y los otros dos subían, Ageha
lanzando risitas.

El cabello de Jiken se deslizó entre los dedos de Bronco mientras lo acariciaba, mirándolo a
los ojos como solía. Era algo inevitable.

—Creo que eres como yo.

—¿A qué te refieres? —le preguntó, pensando que no se parecían en nada, pero sonriendo.
Lo hacía sentir tranquilo.

—Médium… —apoyó la mano en su mejilla, rozándole los labios con el dedo pulgar —Por
eso nos hemos comunicado tan bien siempre. Si no hubiera sido por ti, tal vez no habría
logrado establecer un contacto antes.

—¿Crees que lo sea? Pero nunca antes había visto nada como esto —lo miró a los ojos.

—A veces cuesta mucho darse cuenta de que uno lo es. Puedes pasar toda tu vida sin
saberlo incluso —bajó la mano a su cuello, acariciándolo y rozando el lóbulo de su oreja
con dos dedos —¿Quieres probar a comunicarte conmigo ahora? Pensaré en algo, algo
agradable —le dijo para que no se preocupase —, y tú… intentarás verlo.

—Bien, aunque no prometo nada. Tal vez sea él el que se comunica conmigo —le advirtió
mirándolo a los ojos, aunque en realidad sí que quería poder tener ese vínculo con Bronco.
—Bueno, en realidad no importa, si me he equivocado, no pasa nada —sujetó las manos
para que las apoyase en su pecho, sólo porque a él le ayudaba para concentrarse —. Cierra
los ojos y… no pienses en nada —le pidió con voz suave. Por el contrario, él comenzó a
pensar en cuando era un niño y jugaba con su padre a correr por la playa. Hacía tiempo que
no pensaba en eso, pero era agradable, a pesar de que su padre fuera una persona ruda. Si
había que calificarlo en una sola palabra.

Jiken empezó a sonreír, sintiendo la brisa en su cabello y siguiendo con la mirada a aquel
niño que se veía tan feliz. ¿Realmente estaba viendo lo que pensaba Bronco o era una
fantasía?

Lo dejó ver un poco más, atrayéndolo hacia aquella visión, donde el hombre rubio le tocó la
cabeza con una mano, bajándosela un poco y revolviéndole el cabello.

Abrió los ojos, esperando a que hiciese lo mismo.

—Ese es el problema —le dijo sonriendo un poco —. Cuando te comunicas con alguien, o
con un espíritu, puede hacerte ver cosas que no sucedieron, sólo porque están en su mente,
en unos falsos recuerdos incluso. Por eso mi padre puede tocarte.

—¿Es falso? Se sintió bien —lo miró sorprendido, acomodándose contra él. Se preguntaba
si podía hacer eso con otras personas o sólo con Bronco —. Me gustaría saber acerca de tu
familia.

—No, era real. Salvo cuando te tocó la cabeza —sonrió un poco, rodeándolo por encima de
la cintura —. Te llevaré a conocerlos algún día si quieres, soy adoptado…

—Sí me gustaría, ¿te llevas bien con ellos? ¿Alguna vez conociste a tus verdaderos padres?
—le preguntó sonriendo de nuevo y pensando que debía ser agradable tener una familia de
verdad. Antes le preguntaba cosas a Lowe sobre su familia, pero siempre acababa
quejándose, aunque eso era un poco gracioso.

—Bueno, me llevo normal. A veces discutimos, tampoco es que seamos la familia de


sonrisas y lágrimas. Nos llevamos bien —se corrigió después —. Lo que pasa es que
siempre hay cosas. Y no, nunca me interesó conocer a los otros, después de todo, a ellos no
les interesé yo, y no me parece justo con mis padres.

—Tienes razón, sólo quería saber —se alzó un poco, observándolo y tocándole los labios
—. ¿Cómo controlas lo que haces? ¿Es algo involuntario?

—A veces… Sobre todo si vas a lugares propicios, y no hablo de cementerios.


Normalmente me bloqueo por así decirlo, si dejara que todo eso se me metiera en la cabeza,
me volvería loco. Así que no lo hagas, o no podrás tener una vida medianamente normal —
le besó los dedos, observando sus ojos —. Suele funcionar con fingir que no te das cuenta,
o pensar en otra cosa.
—Pero no me interesa tener una vida normal —se rio, negando con la cabeza y luego
mirándolo más serio —. O al menos no me interesaba.

—Bueno, a mí me llega con tener una vida contigo —le dijo sincero, como si no conociese
la vergüenza, o no temiese el rechazo, en la misma medida que el resto de las personas.

—¿Lo dices en serio? —le preguntó besándolo suavemente en los labios y susurrando
luego contra los mismos —A mí también.

—Te quiero —susurró también, besándolo del mismo modo y observando sus ojos —.
Claro que lo digo en serio.

—Bronco, quiero estar contigo. Nunca me he sentido así antes —contestó Jiken, de todas
maneras no creía en ocultar esas cosas —. Tengo miedo.

—Yo también. No quería decirlo frente a los demás. Aunque creo que sí es un hombre, no
es sobrenatural… sí es una… bestia —lo miró a los ojos, sujetándole la cintura con una
mano —. Creo que hay que matarlo si queremos que esto termine.

—¿Eso crees? Pero… iremos a la cárcel —comentó sorprendido, pero no se escandalizaba


en realidad —. ¿Cómo sabes que es humano a ciencia cierta? Si nosotros podemos hacer
esto…

—Esto es una parte del cerebro que normalmente no se tiene desarrollada, sólo eso —le
explicó tranquilo —. Es humano porque lo estaba ahogando y se asfixiaba. No creo que los
demonios se asfixien, si es que necesitan respirar en el infierno —alzó un poco una ceja,
mirándolo —. Sobre lo otro… No necesariamente, seguro que podemos decir que fue en
defensa propia, pero… No lo sé, tal vez he visto demasiadas películas.

—No lo sé, tal vez tengas razón. Si… es posible… Si es como vosotros decís… merece
cualquier cosa que le pueda suceder —frunció el ceño, las palabras saliendo de sus labios
con un tono de odio, y bajó la mirada para que no lo viera así.

Bronco lo abrazó, pegándolo a su pecho.

—Sí, tienes razón, se lo merece todo y más. Tal vez nadie tenga que enterarse, podemos…
meterlo en tu tumba, y dejarlo allí a que se pudra.

—Eso lo haría feliz, ¿no? A ese chico, el gorrión —sonrió de manera triste, distanciándose
del asunto.

—Creo que quiere que encontremos al otro, pero no sé en dónde puede estar su cadáver.
Creo que en el agua, pero no sé dónde —le acarició la espalda, apoyando los labios en su
frente.
—El lago, o el río. No hay más cuerpos de agua cerca —le contestó tratando de pensar en si
había otro, pero ninguno le venía a la mente.

—Sí, puede que esté en el lago, donde encontré el pendiente… —pensó enseguida al
decirle aquello. Pero no se veía con moral para desenterrar un cadáver. ¿Qué haría con él
después? ¿O tal vez quería que se lo dijesen a la policía? —No lo sé, y no sé qué quiere que
hagamos con él exactamente.

—¿Darle sepultura? ¿No es eso lo que quieren los espíritus intranquilos? —le preguntó,
ladeando la cabeza para acomodarse mejor contra él —Me pregunto si los otros chicos del
bosque lo conocían.

—No lo sé, pero creo que probablemente sólo estaban ahí engañados —lo miró,
acariciándole un brazo —. Y lo he pensado, lo de darle sepultura, pero… eso nos haría
cómplices a ojos de la ley, si no lo denunciamos. La verdad es que esto es muy complicado.
Pienso que quiere justicia, pero… tal vez me equivoque. Tengo la sensación de que de
alguna manera… lo único que va a librarlo de él, es que ese cabrón se muera. Él se siente
en su poder todavía, y no es así, porque murió… y… no alcanza a James.

—¿Por qué querría alcanzar a James? James fue quien lo llevó allí, ¿no es así? Le habrá
dado la droga, como a mí —se encogió de hombros, pensando que no comprendía nada.

—No lo sé, ¿para vengarse? Con él no puedo comunicarme como contigo. Si tuviera algo
suyo, o algo así… —se tumbó en la cama boca abajo, estirándose.

—Algo suyo… tenemos que averiguar quién era. Si iba a la universidad tal vez haya algún
rastro de él.

—Sí, supongo que iba si conoció al tal James, pero a lo mejor lo metió él en eso… no sé…
—se apoyó en un brazo, bajando la cara contra la almohada y pensando en su rostro de
nuevo.

—¿Crees que fue al revés? Pero James… No lo sé, no era muy amistoso —le aseguró,
aunque nunca había tenido un verdadero enfrentamiento con él hasta esa noche.

—Si sabía lo que hacía… no es como para estar muy feliz, y si no, de todas formas no creo
que nadie cuya vida sea perfecta, se dedique a ir a esas reuniones —giró la cara para
mirarlo, pensando en él para comenzar.

—No, supongo que no. Bueno… creo que algunos iban por jugar —sonrió con los ojos
entrecerrados —. Me cabreaban.

—Supongo, siempre nos cabreamos cuando estamos jodidos y los demás no —levantó el
brazo y lo aproximó más a él, observándolo y dibujando la línea de su columna con un dedo
—. ¿Eres consciente de… lo guapo que eres? Creo que no —se rio.
—¿Soy guapo? Es suficiente si lo soy para ti —se rio, alzando la mirada un poco —¿Y tú?
¿Eres consciente de lo guapo que eres?

—Yo soy normal…, ni siquiera me peino, y sólo me afeito cuando me acuerdo —se rio
también, girándose de lado hacia él —. Y no ligo nada además, la verdad.

—No, tienes una belleza salvaje, quiero dibujarte, ¿sabes? —sonrió, rozándole los pómulos
con las puntas de los dedos.

—Si quieres… —entrecerró un poco los ojos, pensando que le daría vergüenza. Acababa de
recordar que le había dicho que podría dibujar a ese otro chico.

—Lo haré, eres fascinante. Hay algo especial en ti —le aseguró preguntándose si sólo él
podía verlo —. Cuando te conocí y creí que te había creado en mi mente… También
pensaba que eras demasiado perfecto para ser verdad.

—No… —se rio —No soy nada perfecto, la verdad es que soy solitario, desorganizado, mi
casa parece una pocilga, nunca guardo la ropa en los armarios… y fumo cuando estoy
estresado. Se me olvida mencionar, que Ageha siempre tiene que llevarme al gimnasio a
rastras y yo a él.

—Eres inteligente, cariñoso, protector, descuidadamente atractivo y realmente te preocupas


por los demás. No eres nada hipócrita —lo contradijo sonriendo y colocando la cabeza
sobre su pecho.

—Si así es como tú me ves… no voy a decirte más —sonrió un poco, acariciándole una
mejilla —. Todo esto acabará algún día.

—Espero que tengas razón —contestó con la voz ligeramente temblorosa, dejándose
acariciar y entrecerrando los ojos. Le gustaba escuchar su corazón.

—¿Sabes? Creo que podrías dibujarlo si… te dejo verlo, en mis recuerdos, pero… tal vez
no sea muy exacto, puede estar un poco desvirtuado por mi forma de verlo.

—No importa, es lo mejor que tenemos, pero lo haremos luego cuando hayas descansado
—le pidió por si acaso, acariciando su pecho.

—Pero es importante —se quejó, rozándole el hombro con la mano, tocando una herida
allí. Alzó la mirada, notando que era la marca de un mordisco. Bajó la cabeza de nuevo,
tratando de no fruncir el ceño.

—¿Puedes hacerlo ahora entonces? ¿No te costará? —le preguntó sin notar lo que hacía,
entrecerrando los ojos.

—No…, sólo es un recuerdo, como lo otro —cerró los ojos, intentando concentrarse sólo
en el instante en el que había estado justo encima de él, observando su rostro.
Jiken también cerró los ojos por completo, abriendo la mano sobre el pecho del moreno.
Sintió aquella angustia de nuevo, el terror, pero se forzó a mirar al chico a la cara. No era
real, sólo era un recuerdo.

—¿Lo has visto? —preguntó Bronco instantes después, abriendo los ojos para mirar a
Jiken.

—Sí —asintió abriendo los ojos para mirarlo también —. Sí, lo vi.

—Se parece a ti, ¿o no?

—Sí, se parece a mí. Es como… si hubiera podido ser yo —contestó arrugando un poco el
ceño para no sentirse débil.

—Pero no eres tú, tú estás aquí conmigo, a salvo. Tú dibújalo, intentaremos encontrarlo así.

—Sí, eso haré. Tenemos que sacarlo de ese infierno —casi le rogó, preguntándose si ese
chico todavía estaría sufriendo como él había creído que seguiría por el resto de su vida.
Besó profundamente a Bronco, antes de levantarse para ir a buscar su libreta y sus lápices.

El moreno se sentó sorprendido, siguiéndolo con la mirada, pero volvió a acostarse al ver
que regresaba a sentarse en la cama, y se giró de lado, pegándose a él y apoyando una mano
en su pierna para asegurarse de que no se iba.

—Debo hacerlo mientras esté fresco en mi mente u olvidaré los detalles —le explicó
acariciándole el cabello antes de comenzar.

—Vale —sonrió un poco, pensando que iba a verlo dibujar, aunque seguramente no por
mucho tiempo, porque seguro que se dormía.

Jiken movía la mano con fluidez. Luego de tanto tiempo sin dibujar, había estado
preocupado de no poder hacerlo bien, pero no había perdido la técnica. En realidad, se
sentía increíblemente bien el poder hacerlo de nuevo, como si se estuviera liberando por
dentro.

Parte VI
Jueves, febrero 4

Steiner y Lowe habían subido unas cervezas para los otros dos, y habían estado bebiendo
un poco y comiendo algo mientras charlaban, cada vez que podían, de cosas que no
tuvieran en nada que ver con lo que les preocupaba. Aunque aquello venía una y otra vez a
la boca y mente de todos.

De todas formas, Ageha y Steiner, eran los mejores desviando el tema.


—Y si luego me voy con Lowe de vacaciones, puedes venir con nosotros. Sin Don, claro,
que hace mucho jaleo.

—Steiner, ¿crees que puedes hacerme sentir amenazado? —le preguntó él, con una sonrisa
abierta, a la par que asesina.

—Estoy seguro de que adversarios más temibles lo han intentado, pero no, además no
quiero que Lowe me mate y me entierre en una de esas playas —se rio Ageha, alzando la
lata de cerveza.

—No, la playa es algo demasiado riesgoso —contestó el rubio, bebiendo cerveza y


sonriendo para sí.

—Seguro que me mata a mí más bien… —se rio Steiner, besando al rubio como si le
hubiera dicho un piropo. Pero la verdad es que le hacía sentir muy bien que fuera “duro”
con él en ese sentido. Se sentía querido.

—No sé si no ir a ver… Me preocupa que no suba porque se cohíba… —murmuró Don,


mirando hacia la puerta.

—Yo no bajaría, no sé… Bronco está en calzoncillos —le hizo saber Steiner, aunque le
daba la risa.

—No me afecta...

—¿Te afecta si voy a buscarlo yo? —preguntó Ageha bromeando por ver si se celaba y
escuchando que llamaban a la puerta.

—Pues no, porque no creo su visión en ropa interior, supere la visión de mi cuerpo desnudo
—le dijo levantándose y bromeando con la mano apoyada en el pecho, provocando que
Steiner le silbase.

Abrió la puerta todavía sonriendo, y dejó pasar a Jiken, aliviado de que hubiese subido.

—Lo dibujé… —anunció sujetando la libreta contra su cuerpo y sentándose en una de las
sillas.

—¿Quieres una cerveza? —le ofreció Lowe, levantándose un poco para ir a buscarla.

—No, quédate tranquilo —le sonrió el chico, mirando luego a Don y abriendo la libreta
sobre la mesita.

El rostro del sicólogo, pasó de la sonrisa a la seriedad más absoluta, y aunque los demás
estaban mirando, levantó el cuaderno de dibujo y se quedó mirando aquel rostro.

—¿Cómo sabes que es así? Tú no lo viste…


—Lo vi en la mente de Bronco. Parece… que puedo hacer eso ahora —sonrió un poco
mientras Lowe lo miraba como alucinado, preguntándose luego si podría leer lo que estaba
pensando.

—Entonces, ¿tienes habilidades de médium? —le preguntó Ageha, interesado y


acercándose un poco para ver el dibujo mejor.

—Es eso o… Sí, supongo que sí las tengo.

—Su nombre es Pardal —les dijo Don, provocando que lo mirasen —. Supuestamente dejó
los estudios y regresó a casa. No era de aquí, como la mayoría de los estudiantes, y…
parecía mucho mejor los últimos días —se sentó, sujetando la libreta todavía. ¿Cómo era
posible? No podía expresar lo inútil que se sentía —. No tenía familia, no realmente, por
eso si ha desaparecido… Tal vez… no le haya importado a nadie.

Echó la cabeza hacia atrás, contra el respaldo del sillón.

—¿Lo conocía? —le preguntó Lowe boquiabierto, ese día estaba lleno de sorpresas.

—No sólo eso, era su paciente —comentó Jiken, observando el rostro del chico
nuevamente. Lo decía por aquello de que estaba mejor los últimos días.

—¿Puedes decirnos algo sobre él que no viole la confidencialidad? —le preguntó Ageha,
mirando a Don a los ojos y comprendiendo muy bien lo que veía en ellos.

—Supongo que eso ya no le importará mucho… Tendría que ir a buscar a la oficina en la


universidad su ficha, pero supuestamente tengo a unos familiares en casa y no estoy
trabajando...

—Yo puedo cogerla si me dejas las llaves —le aseguró Steiner.

—Tengo la impresión de que no es la primera vez que lo haces… —alzó una ceja,
mirándolo —Sí, te la dejaré después. Hay una foto además, puede que nos sirva.

No tengo mucho que decir. Estaba deprimido, no había tenido una buena infancia, y las
cosas no iban mejor aquí. Vino para estudiar medicina, pero… luego se dio cuenta de que
había dejado allí demasiado, y quería volver.

—Así que asumiste que se había marchado por fin —resumió Ageha, preguntándole luego
—¿Tenía alguna relación con alguien de por aquí? ¿Amistades, novia...?

—¿Le habló de James? —añadió Jiken sin apartar la mirada del dibujo como si de esa
manera pudiera hablar directamente con el chico.

—Bueno, no es que lo asumiera. Él me dijo que iba a irse, así que… tampoco es que
fuéramos tan próximos como para ir a sacudir el pañuelo en la estación… —se tocó la sien,
pensando que había cometido bastantes veces antes el error de temer involucrarse
demasiado. Miró a Jiken ahora, y negó con la cabeza —No, pero me habló de un amigo que
tenía allí, puede que se tratase de él. Tal vez vino a buscarlo, y acabó metido en donde no
debía.

—Sí, tal vez era él —asintió Jiken, preguntándose qué habría pensado ese chico, qué habría
sentido, quién era antes de que le sucediera aquello. Se sentía como si fuera su sombra, una
realidad alternativa.

—¿Qué hacemos con esa información? Ahora que sabemos quién es… —Lowe los miró,
deseando poder llegar a la acción rápido, aunque en realidad era porque quería que aquello
se acabase.

—Pues… averiguamos qué le sucedió. Si podemos probar lo de ese chico, es posible que
podamos llamar a las autoridades —contestó Ageha, tocándose la quijada por un momento.

—Eso me gustaría mucho… —le dijo Don, mirándolo un momento, y agradeciendo que lo
apoyase alguien en eso al fin.

—Mañana me cuelo en tu oficina y busco los archivos, después… me las apaño para ir a los
archivos del centro y averiguar en dónde vivía James. Me colaré en su piso o lo que sea, a
ver si sirve de algo. Tiene que servir —les dijo Steiner, mirando luego a Lowe.

—Te acompañaré —le aseguró el rubio mirándolo serio.

—En todo caso, también está desaparecido. Luego podemos decir que era un amigo y sólo
tratábamos de contactarlo —los excusó Ageha, acostumbrado como estaba a la manera de
hacer las cosas que tenía Steiner.

—No podemos decir que era un amigo porque no tenemos pruebas ni base alguna, además,
eso solo ensuciaría la verdad. Hagamos esto, pero en cuanto averigüemos qué ha sucedido
para poder proteger a Jiken, se lo diremos a la policía, todo. Eso quiere decir, todo. O lo
que nos aconseje nuestro abogado —se corrigió después, mirando a Jiken.

—¿Tenemos un abogado? —le sonrió Jiken, pensando en lo que había estado hablando con
Bronco, eso no podía decírselo a ellos.

—Tendremos, como sea, ¿no? —preguntó Lowe, frunciendo el ceño y de pronto deseando
pegarle una colleja por dudar.

—Todo el mundo tiene un abogado de oficio al menos, Jiken —medio lo riñó Don, aunque
sonrió un poco.

—Sea como sea… Me pregunto si las cosas van a salir tan bien y limpitas… —les dijo
Steiner, que ya estaba activado pensando en mañana —Voy a buscar unas pizzas para
cenar.
—Con alcachofas —pidió Ageha, alzando un dedo y añadiendo luego —. Todo saldrá bien.
Si podemos probar los crímenes, el caso de Jiken será comprendido.

—Claro, nadie lo culparía, además, no ha hecho nada realmente —se quejó Lowe
frunciendo el ceño.

—Ven conmigo, alcachofa… —le pidió Steiner a Ageha, ya que quería dejar a Lowe solo,
para que hablase con Jiken si quería.

—Sólo porque soy sabrosa —se rio el chico, poniéndose de pie y besando a Don antes de
salir, sujeto del brazo de Steiner como si fuera lo más natural del mundo.

—Te quiero —le dijo el moreno a Lowe desde el pasillo, riéndose porque sabía que iba a
avergonzarlo.

Don se levantó, moviendo un poco la cabeza y estallando las vértebras del cuello.

—Aprovecharé para revisar que no haya guardado algo por aquí —casi habló para sí,
mirando en los armarios.

Mientras tanto, Jiken se le acercó a Lowe, sonriendo un poco.

—¿Sigues nervioso?

—¿Nervioso? ¿Por qué? —le preguntó el rubio incómodo, sonrojándose y mirando para
otro lado.

—Por lo que me sucedió. Oye, mírame —se quejó, dándole en una pierna para molestarlo
—. Me da igual cómo te comportes, además escuché tus diarios.

—¿Todos? —le preguntó mirándolo directamente ahora sí y sintiendo que se le iba a


quemar la cara.

Jiken se rio, negando con la cabeza, aunque se había sentido tentado de decirle que sí.

—Sólo aquellos en los que te cabreabas conmigo.

—Lo… lo siento —el rubio bajó la cabeza, suspirando y haciendo un gesto con la boca.
Suponía que no había sido muy justo, nada de eso era culpa de Jiken realmente.

—No lo sientas. No serías tú si no te hubieras cabreado, así que relájate tanto como puedas
—le pidió, pasándose una mano por el cabello —, Sigo confundido, pero… creo que no he
perdido el sentido del humor del todo. Por ejemplo… no me dejaste decirlo antes, pero
Steiner sí que se parece a ese actor…
—¡No lo digas! —le gritó el rubio, cubriéndole la boca y retirando la mano, rojo después,
haciendo que Jiken se riera.

—Pero se parece —insistió, sintiéndose mucho mejor de que lo tratara así. No soportaba
esa muralla que parecía haberse formado entre ellos, no quería perder a su mejor amigo.

—Espero que no sea de una película porno… —murmuró Don, como recordándoles que
seguía allí, por más que estuviese mirando los archivos. En realidad le hacía gracia, no le
molestaba para nada, pero no quería inmiscuirse —Os dejaré solos.

—Gracias, estaré bien —le sonrió Jiken, aunque Lowe parecía querer esconderse debajo de
la silla, porque precisamente se estaban refiriendo a un actor porno.

—Vale, estaré en mi cuarto si queréis algo —les dijo, llevándose unos archivadores
apretados bajo el brazo.

—Idiota, no digas esas cosas —lo empujó Lowe cuando estuvieron solos, susurrando como
si el psicólogo fuera a quedarse escuchando detrás de la puerta.

Jiken se rio de nuevo, empujándolo de vuelta.

—¿Por qué no? Es la verdad, admítelo… Ya lo habías pensado, ¿no? —lo miró por un
momento, acercándose —No mientas…

Lowe frunció el ceño, pensando que era el mismo de siempre y sonriendo finalmente.

—Vale, sí, pero no se lo digas o no podré dormir en toda la noche —se rio sin poder
evitarlo, acompañando al moreno que ya lo hacía. Por unos minutos podían fingir que nada
malo había sucedido.

*****

Jiken se había duchado, por primera vez tomándose su tiempo y obligándose a relajarse.
Ahora estaba vestido con su ropa, lo cual lo hacía sentir mucho más seguro de sí mismo y
se había ido a sentar junto a Bronco, dibujando mientras el moreno dormía. La noche había
llegado casi sin avisar, por lo menos para el chico que no levantaba los ojos del papel desde
hacía un buen rato, si no era para mirar al moreno, que movió la mano despacio, tras
haberse pasado horas durmiendo.

Le sujetó el muslo otra vez, moviéndose un poco como si hubiera quedado satisfecho de
que no se hubiese marchado, inconsciente de que ya era de noche, e incluso habían cenado
sin que él se despertase.

—No tienes que levantarte si aún estás cansado —sonrió Jiken, observándolo y soltando el
lápiz por fin para acercarse más.
—No estoy cansado —murmuró frunciendo el ceño y entreabriendo los ojos, frotándose la
cara con la mano antes de sentarse. Se frotó el cabello, revolviéndoselo mientras pensaba
que no entraba luz por las ventanas y obviamente ya era tarde. Miró el reloj en su muñeca y
luego a Jiken —. Odio eso…

—¿Qué odias? ¿El quedarte dormido? Lo necesitabas… ¿Tienes hambre? —le preguntó,
acariciando su brazo y alzándose un poco.

—Quedarme dormido, sí —se apoyó la mano en el estómago, pensando por un momento


—. Iré a buscar algo a la cocina.

—Te acompaño —se levantó del todo, decidiendo beber una cerveza ya que ahora sí se
sentía con ánimos, aunque no le gustaba mucho la marca que siempre compraba Lowe —.
¿Descansaste bien?

—Sí… bueno, suelo quedarme tan dormido que ni me acuerdo de si he soñado o no —le
confesó, abriendo la caja de pizza que había sobre la encimera, con una notita de Ageha que
ponía: “come, Bronco”. Olió un trozo antes de méteselo en la boca, aunque ya estaba frío,
pero le daba igual.

—Te la calentaré —sonrió Jiken, tomando el resto de los trozos para meterlos en el horno.
Le daba la risa en realidad —. Estuve dibujando, me hacía falta.

—¿Puedo verlos? Cuando no tenga comida en las manos, claro —se apoyó en la encimera,
mirándolo y cogiendo su cerveza para darle un trago.

—Por supuesto —le aseguró, asintiendo y reclamando la cerveza, no porque no quisiera


buscar otra, sino porque quería beber de la misma que él.

Bronco paró el microondas y sacó la pizza, enrollando un trozo antes de comérselo. Podría
decirse que no era muy fino, pero así no se manchaba.

—La pizza debería tener tapadera, ¿sabes lo que digo? Como si fuera una empanadilla…

—Creo que los calzone son así. ¿Los has probado? —le preguntó sonriendo un poco, ahora
no podía evitarlo —Te gustarían.

—No, no sé ni qué son, pero suena a calzoncillos… —se rio, así no se veía muy apetecible.
Cogió otro trozo y se lo metió en la boca, mirando a Jiken mientras comía. Le gustaba la
ropa que llevaba puesta, además se veía más adulto y menos… desvalido.

—Es algo así como un emparedado de pizza, ahora mismo no recuerdo qué lleva, pero…
iremos a comerlos cuando esto termine —comentó casi sin darse cuenta y comprendiendo
después que estaba empezando a tener esperanzas.
—Vale… —sonrió un poco por lo mismo, acercándose a él y apoyándose en la encimera a
su lado —No me voy a ir.

—¿No te vas a ir? ¿Piensas quedarte aquí? ¿Qué pasará con la revista? —le preguntó,
aunque esperanzado. De todos modos se hubiera ido con él, pero aquí podía seguir sus
estudios sin problemas.

—Alquilaré un piso aquí y me mudaré… De todas formas, no tengo ganas de que Ageha
me pida la liquidación —sonrió un poco, pensando que era imprescindible para él por
muchos motivos —. Y quiero estar contigo. Incluso si algún día cambias de opinión.

—No lo haré, aunque me gustaría viajar en el futuro. ¿Tomas vacaciones? —se rio, seguro
de que estaba diciendo locuras. Menos mal que no era celoso, o se habría molestado porque
estuviese pensando en Ageha.

—Soy el jefe… nunca tenemos vacaciones realmente —se encogió de hombros, sonriendo
un poco —. Más o menos, a veces, como en esta ocasión, rellenamos la revista con
artículos ya preparados para poder pasar el resto del mes un poco… sabático.

—Lo sospechaba —bebió más de su cerveza, mirando hacia la puerta, pero todos parecían
estar ocupados —. ¿Sales de noche?

—Alguna vez, si me arrastran más que nada. No tengo mucho estilo… aunque no es como
que no me divierta después —sonrió un poco, pensando que de todas formas era difícil
aburrirse con Steiner y Ageha. Salvo cuando terminaban en el cuarto oscuro…

—El estilo no importa, lo que piensen los demás no importa, sino cómo lo pasas tú —le
sonrió, pasándole un dedo por la comisura de los labios —. También me gusta dar paseos
por lugares solitarios.

—Eso me gusta más, aunque suelo darlos solo, claro… —se miró las piernas, pensando que
no debía andar por una casa ajena en calzoncillos —Volvamos al salón, no sea que baje
Steiner y se excite con mis muslos —bromeó, caminando hacia allí y rascándose el
abdomen distraídamente. Se preguntaba dónde estaban los demás, o si es que ya se habían
ido a dormir.

—¿Yo no te preocupo? —le preguntó lanzando la lata vacía al basurero antes de seguirlo.
Lo cierto es que siempre había querido compartir esos paseos con alguien, pero Lowe sólo
se espantaría y no comprendería nada.

—No… hasta ahora —se rio, aunque le había hecho enrojecer un poco. Se sentó en la cama
de nuevo, apoyando la espalda contra el respaldo del sofá —. ¿Por dónde paseas?

—Por el bosque, quería recorrerlo todo, hasta conocerlo por completo, hasta poder caminar
con los ojos cerrados por él —le confesó, sentándose a su lado y retomando su libreta.
—Eso es casi imposible, porque los bosques están vivos y cambian continuamente —
extendió la mano para que le dejase ver el cuaderno, aunque desde luego, él de técnica no
sabía nada.

—Y es por eso que me resulta tan seductor —sonrió abriendo la libreta y mostrándole una
imagen del bosque precisamente, los árboles oscuros enrevesados con sus ramas formando
un arco, como si en realidad fuesen un sólo organismo viviente. Había una figura oscura en
el centro, sólo se veía su silueta y estaba inclinado sobre sí mismo.

En realidad todo tenía un aire muy tétrico y misterioso, pero era sencillo viajar por sus
dibujos y sentirlos vivos. No era una ilustración, era un trozo de imaginación plasmada en
un folio. Uno podía pasarse horas mirando un dibujo como ese, sólo para poner atención a
los detalles y percatarse de que algo se le había pasado por alto.

—Me encanta, es increíble…

—¿En serio? Sólo me dejo llevar —le explicó algo cohibido porque alabase su dibujo y
pasando la página luego —Esto… —el próximo era el de un chico, de rodillas frente a un
lago, estaba buscando en las aguas del mismo, pero lo que se veía en su reflejo era la
cabeza de un pájaro, mirándolo de vuelta. Tenía a esa misma ave tatuada en la parte
superior derecha de la espalda, con las alas extendidas. De alguna manera aquel tatuaje
parecía estarse desprendiendo de él, levantándose de su piel.

Bronco lo miró, y después al chico, observando sus ojos.

—¿Te sientes muy identificado con él, verdad?

—Sí, sigo pensando que él vivió lo que hubiera sido mi futuro de no haberte conocido —
asintió, pasando las puntas de los dedos por la página.

—Tal vez…, por eso no vamos a dejar que caiga en el olvido. Espero que te hagas famoso
y puedas hacer que todo el mundo vea estos dibujos —observó de nuevo el carboncillo,
sintiendo dolor en realidad, claro que no era el suyo por completo.

—Gracias —sonrió con tristeza, aunque lo decía en serio —. Verán el tuyo también —le
comentó luego para aligerar las cosas.

—Pues espero que eso les haga comprar más mi revista. Te haré un reportaje —dijo
mirándolo, y pensando que no quería incluir su foto. Demasiado guapo.

—¿Un reportaje? Pero tu revista es acerca de hechos insólitos… —lo miró sorprendido y
apoyándose contra uno de sus hombros.

—Bueno, pero hemos hablado de pintores y genios… Cosas por el estilo antes. No lo haría
si dibujases prados llenos de flores o caballos —le aseguró, entregándole el cuaderno, no
fuera a ser que él hiciera sin querer alguna desgracia.
—He dibujado unicornios, ¿es aceptable? —se rio, enrojeciendo ligeramente y cerrándolo,
besando a Bronco en la mejilla luego.

—Los unicornios sí pasan la prueba —se rio suavemente, moviendo el brazo para rodearle
la cintura —. ¿Los demás ya están durmiendo?

—Creo que sí, o por lo menos están en sus habitaciones —miró hacia arriba como si
pudiera asegurarse de esa manera.

—Sí, bueno… prefiero no saber lo que sea que hagan dentro de ellas… —le aseguró,
aunque a veces había pensado que sería bueno leer mentes sólo cuando a uno le apeteciera.
Aunque probablemente eso acababa siendo peor que malo.

—¿Estás seguro? ¿No sientes curiosidad a veces? —se rio, acariciándole el pecho y
recostándose casi contra él.

—No, créeme, puedo imaginar a Steiner acosando a Lowe todo el tiempo… y a Ageha
trepado encima de Don, básicamente la misma cantidad de rato —se rio también,
acariciándole un brazo y metiendo la mano por la manga de la camiseta para tocar por
dentro su espalda.

—Para mí es un poco gracioso, aunque no estoy acostumbrado a ver al doctor en esa


situación —le contestó, estirándose al sentir sus caricias.

—Supongo que no… Yo lo conocí ya bajo el influjo de Ageha —bromeó, pensando que tal
y como se encontraba en ese momento, tampoco había puesto demasiada atención para ser
sinceros —. Steiner fue a hablar con él primero, pero no quiso decirle nada. Es muy
protector, sólo lo convencimos con el dibujo que hiciste en mi casa… y un poco con las
nalgas de Ageha supongo —le dijo riéndose.

Jiken se rio también, meneando la cabeza.

—Menos mal que hice ese dibujo entonces… No solía creer en nada de esto, ¿eh?

—Yo nunca había visto nada como esto —alzó una ceja, mirándolo —. Dos médiums
hablando sin conocerse de nada, viajes astrales a la vez… y un espíritu que se comunica
con ambos. Por lo menos no vamos a gastar mucho en móvil.

—Pero yo no podía hacerlo antes, es posible que lo pierda cuando todo esto termine —le
devolvió la mirada. Lo cierto es que no quería perder esa habilidad ahora —. ¿Crees en el
destino?

—Sí… No creo en la causalidad —le aseguró, tocando con las puntas de los dedos una
marca en su espalda, como si no se diera cuenta de lo que hacía.

—Entonces, incluso esto tendría sentido —bajó la mirada, estremeciéndose ligeramente.


—Puede que sí… —apartó la mano y la apoyó en su hombro, moviéndolo un poco para que
lo mirase a los ojos. No es que quisiera decirle nada exactamente, pero a veces sentía que se
comunicaban de esa forma.

Jiken alzó la mirada de nuevo, sonriendo nuevamente y hallando tranquilidad en sus ojos.
Era como un bálsamo para su corazón.

—Ven… —le pidió sin dejar de mirarlo, sujetándole la cintura para que se sentase en sus
piernas a horcajadas. Quería abrazarlo.

El chico se colocó como le indicaba, dejando caer los brazos con suavidad alrededor de su
cuello.
—Te amo —susurró sintiendo que esas palabras no eran suficientes.

Bronco sonrió, aunque le hubiera gustado ser un poco menos obvio, pero no es que se le
diera bien disimular.

—Y yo a ti —le contestó antes de besarlo, rodeándole la cintura con suavidad, aunque


finalmente lo estrechó con fuerza contra su cuerpo. La verdad es que no quería embalarse,
estaban en una cama, y ese era un hecho imposible de ignorar, pero con todo lo que había
sucedido, y a pesar de que no quería estar pensando en eso, le costaba enfocarse por
momentos.

—Lo sé —volvió a susurrar el chico, que sentía que hablar en voz alta ahora era un
sacrilegio, no quería romper el momento. Tenía el corazón ligeramente acelerado y estaba
pensando en lo bien que olía Bronco, natural, masculino.

Él se apartó un poco, y lo miró a los ojos otra vez, besándole una mejilla y acariciándose
contra ella con los ojos cerrados. Se inclinó y le dio un beso en el cuello, esperando allí y
oliendo su piel de forma intensa, sin reparar en si era o no extraño, pero Jiken bajó las
manos, entrecerrando los ojos y metiéndolas por debajo de la camiseta del moreno, tocando
su piel.

—No tienes que hacer nada… —le dijo por si acaso, aunque no apartaba la cara de la piel
de su cuello. Era muy suave y blanca. Tenía una marca morada casi en la nuca, y apoyó los
labios encima.

—Lo sé, por eso puedo hacerlo —le contestó de la misma manera. Tenía miedo de
mostrarle su cuerpo y tenía miedo de volver a recordar esas cosas, pero quería sentir a
Bronco. No era justo que le robasen eso también.

Las manos de él subieron por sus costados, sacándole la camiseta despacio, apartándose un
poco para mirarlo a los ojos y asegurarse de que no se sentía presionado. Aunque no mirase
hacia allí todavía, podía ver las marcas, y posiblemente al tocarlas, pudiese sentir el dolor
infringido con ellas y el miedo. No podía borrar eso.
La respiración de Jiken era acompasada, pero sólo porque se estaba esforzando en sentir a
Bronco solamente, en no pensar en nada más. Lo miró con el cabello alborotado, serio,
preguntándose si lo que le inspiraba era lástima.

—Si me paso, dímelo —le pidió Bronco, que bajó la cabeza para besarle las clavículas, y lo
alzó un poco para que se arrodillase y acariciarse contra su pecho. Jiken estaba muy
delgado, se le notaban las costillas y apenas estaba marcado por los músculos. Le sujetó la
cintura con las manos, sintiéndolo frágil. Quería hacerlo sentir bien, pero viendo aquellas
marcas, se preguntaba si era posible. Deslizó la lengua por ellas en su pecho, lamiéndolas
como si pudiese curarlas con eso.

—Ah —Jiken gimió quedamente, manteniendo los ojos abiertos para prever cualquier cosa
negativa y le alborotó el cabello a Bronco, estremeciéndose de nuevo al sentir cómo lo
lamía. Era muy distinto, lo trataba como si se fuera a romper, como si fuera algo precioso;
no había punto de comparación.

Seguía lamiendo su pecho, y su expresión ya no se veía tan calmada. Sus mejillas habían
enrojecido por la excitación, y sus manos se sujetaban al cuerpo del chico con más fuerza.

Bajó los dedos por encima del pantalón de látex, el calor de su piel traspasaba el material
negro y brillante. Apretó sus nalgas con las manos, sin hacer mucha fuerza porque en
realidad no sabía si iba a hacerle daño o asustarlo. Tuvo que alzar la mirada para comprobar
si todo iba bien, y se sacó la camiseta igual que él, aunque ahora ya nada podía ocultar lo
erguido de su sexo bajo la ropa interior.

No se sentía mal por ello, desde luego. Lo contrario sería ilógico. El sexo de Jiken también
estaba abultado bajo el látex, y resbaló adrede por el colchón para pasar la lengua sobre
aquel material.

—Te amo, Bronco —jadeó el chico, reaccionando inmediatamente, y volviendo a acariciar


su cabello, sus mejillas. En realidad le agradaba la sensación de su propio sexo pulsando
contra la ajustada tela y abrió las piernas para rodear a Bronco con las mismas, dejándole
saber que estaba bien. Le parecían siglos desde la última vez que se había excitado
realmente.

Bronco le bajó el pantalón por delante, con ambas manos sujetando el látex. El sexo del
chico pulsó hinchándose más en el acto. Sujetó sus nalgas con ambas manos bajando el
resto del pantalón hasta sus muslos, se pegaba a su piel, le gustaba cómo olía. No terminó
de sacárselo, arrastró la cara por la piel en su sexo, el vello negro de su pelvis, el olor de su
piel más intenso que en su cuello incluso, agradable y excitante.

Su lengua se arrastró por encima del sexo de Jiken hasta el glande, y luego se lo metió en la
boca, resoplando y alzando la vista mientras sus manos subían hasta su pecho, siendo
sujetadas por las de Jiken, aunque no las retiró.
Por el contrario, las deslizaba por su propia piel, gimiendo y moviéndose deseosamente, su
cuerpo entero envuelto en esa sensación de calor agradable. No tenía nada que temer con
Bronco, aquello era sumamente natural, como si pudieran comunicarse incluso durante ese
momento.

Los dedos del mayor se hundían contra su piel, con cuidado de no hacerle daño, aunque
cada vez le costaba más ser cuidadoso. Su mente se iba al placer por momentos, y lo
sujetaba con fuerza, suavizándose de nuevo y retomando las caricias.

Inclinó la cabeza y besó sus testículos, succionándolos y sintiendo con la lengua otra marca
allí. No quería pensar en lo que había sufrido. Los succionó con suavidad otra vez,
subiendo luego y arrastrando el puente recto de su nariz contra el sexo del chico, antes de
metérselo en la boca de nuevo. Empujaba sus nalgas para que moviese las caderas contra su
boca, sólo pensaba en él y Jiken hacía lo mismo, moviendo el cuerpo tal y como se lo
indicaban los gestos y caricias de Bronco.

Cerró los ojos por un segundo y volvió a abrirlos, echando la cabeza hacia atrás, sus manos
aún sujetando las del mayor, moviéndolas por su piel. Había una corriente entre ellos, algo
que nunca había sentido antes, lo hacía sonreír.

Él lo observaba ahora fijamente, con los ojos entrecerrados por la excitación. Le sujetó las
manos y entrelazó sus dedos con los de Jiken, apoyándolas en la colcha para tirarlo hacia
delante, mientras él se dejaba caer acostado bajo su cuerpo. Cerró los ojos y se entregó por
completo a los movimientos del chico, su lengua lamiéndolo devotamente.

Jiken seguía moviendo las caderas, ahora con una especie de excitación febril, temblando
violentamente, y bajó la cabeza para mirarlo, apretando sus manos contra la colcha. El
mechón blanco había caído sobre su cara, pero ni siquiera lo notaba, golpeando contra su
frente.

Bronco abrió los ojos otra vez al sentir su mirada. Sus dedos se apretaron con fuerza en las
manos del chico, y alzó un poco la cabeza al notar que se corría contra su lengua. El semen
estaba muy caliente, y lo sentía subir por su sexo hasta salir.

Se lo tragó y no lo dudó un instante siquiera. No le importaba lo que pudiese ocurrir, sentía


su destino ligado al suyo por completo.

—Bronco, Bronco… —gimió el chico, sujetándole la cabeza sin dejar de mirarlo,


extasiado. Su sexo todavía pulsaba con intensidad, necesitado de aquella liberación —
¿Quieres… que te lo haga yo?

—No, no importa —negó con la cabeza, girando un poco la cara y besándole el muslo —.
Lo haré yo, ven —le pidió sin embargo, ya que si no seguro que ni podía dormirse
pensando en eso.
—Puedo hacerlo, Bronco —le sonrió exhalando para calmarse y yendo con él, besándolo
—. Déjame…

—Vale… —susurró, preguntándose por qué tenía que estarle dando vergüenza aquello a su
edad.

Jiken lo besó una vez más, bajando por su cuerpo. Le bajó la ropa interior, besando su sexo
antes de metérselo en la boca. Sabía a él, tenía esa sensación salvaje y suave a la vez, que lo
volvía loco, y estaba pulsando con fuerza dentro de sus labios.

—Ugh… —Bronco movió una pierna, doblando la rodilla y bajando la mano contraria para
apoyarla en su cabello. Se lo revolvió y lo estrujó mientras se erguía despacio para verlo.

Sus labios eran carnosos, se movían entorno a su sexo, acariciándolo mientras su lengua se
arrastraba caliente por la piel suave de aquella zona.

Nunca se había sentido tan próximo a nadie, y nunca había sentido tal intensidad en el
placer. Se dejó caer en la cama de nuevo y comenzó a mover las caderas para penetrar su
boca, cerrando los ojos y dejándose llevar completamente, mientras el chico comenzaba a
mover la lengua en círculos, succionándolo aun así. Deslizó los dedos por sus testículos con
suavidad, masajeándolos luego. Podía parecer algo superficial, pero se sentía bien de poder
hacer algo por él.

Bronco se sujetó con una mano a la parte superior del sofá, haciendo fuerza y alzándose un
poco otra vez. Aquello se sentía muy bien, podía dejar de pensar en cualquier cosa que no
fueran ellos. Le costaba dejarse hacer, quería tumbarlo y hacerle el amor hasta que lo oyese
ese tipo incluso.

Sus ojos azules lo miraban fijamente, y sus caderas temblaban por los estremecimientos,
pero Jiken no cedía en su manera de lamerlo.

Sus ojos se alzaron, encontrándose con la mirada de Bronco y sintiendo esa conexión casi
eléctrica entre ambos. Sujetó sus caderas fuertes, apretándolas mientras sentía los primeros
espasmos del orgasmo contra su lengua.

El moreno gruñó entre dientes, resoplando y apretando su cabello mientras se corría. Jadeó
con fuerza, acariciándole la mejilla y temblando al final. No había podido dejar de mirarlo
ni por un segundo. ¿Qué demonios ocurría? Se preguntaba si Ageha se sentía así con Don,
o Steiner con Lowe. No le parecía posible.

Tiró de él bajo las axilas y lo atrajo sobre su cuerpo, besándolo profunda y


apasionadamente todavía, aunque ya no por cuestiones meramente sexuales. Jiken
respondió con la misma pasión y entrega, entrecerrando los ojos.

Sólo quería estar con él, entre sus brazos, para siempre. Allí nada podía hacerle daño, ahora
lo sabía.
Capítulo 15
In the deep dark forest of the heart, we pray that the shadows don’t tear us apart.

Parte I
Viernes, febrero 5

Steiner y Lowe habían madrugado para entrar en la universidad, con la mayor parte de
gente posible pululando por los pasillos. No había sido difícil entrar en la oficina del
sicólogo, llaves en mano y entre toda aquella multitud de chicos que se dirigían a sus clases
con cara de estar todavía medio dormidos.

Cerraron la puerta a sus espaldas muy despacio, y echaron la llave de nuevo.

—Es extraño estar aquí sin él —Lowe se estremeció, preguntándose de pronto si siempre
tenía las galletas allí o si las llevaba todas las mañanas. Parpadeó, girándose para dirigirse
al mueble que estaba detrás del escritorio.

—Es extraño estar aquí sin que me echen a patadas… —le contestó Steiner, que estaba
pasando los archivos dónde le había indicado Don.

—Nunca te pateó, ¿eh? —lo riñó en broma con una media sonrisa —No hay galletas —
murmuró enrojeciendo por haberlo dicho en voz alta, aunque tampoco había pensado
comérselas —. ¿Están todos los archivos allí?

—¿Por qué tendría que haberlas? ¿Así es como atrae a los niños a su caverna? Tomad
galletitas… —hizo un gesto como si se las lanzase a los pajaritos y luego se rio, regresando
a su búsqueda —. No, están los de la “p” a la “t”.

—Pero esos son los que necesitamos, ¿no? —frunció el ceño, aunque riéndose luego —No
creo que sean para sus pacientes por lo general.

—Oh… pero sí para ti, o no sabrías dónde las guarda. Hum… —lo miró de soslayo,
fingiendo estar molesto.

—Lo vi sacarlas y sólo fue en una ocasión —le explicó ladeando la cabeza —. Oye, si tanto
te molesta, cómprame unas.

—No quiero, quiero que me ames por lo que soy —le dijo serio, pasando los dedos por las
carpetas y sacando una al fin —¡Tada! —anunció, frunciendo el ceño luego al abrirla. Sólo
cayó la foto y una ficha con datos básicos.

—No se supone que la revisaras tú —le dio un codazo por meterse con él, agachándose
para recoger la foto y observándola —. Oye, sí que se parece a Jiken, ¿eh? Podría ser su
hermano o algo así.

—Sí, está guay para hacerse un trío… —sonrió un poco, mirando la ficha mientras tanto.
—No, no lo está —le metió otro codazo frunciendo el ceño y mirándolo de soslayo. Volvió
a mirar la foto del chico como si le fuera a decir algo.

—Churri…, que era una broma. No me ponen los delgaditos —se rio, ya que lo había dicho
sólo para molestarlo —. Oye, esta ficha es una mierda. No se podía referir a esto.

—Pues busquemos, tal vez tenga fichas secretas por allí o quizás la haya catalogado mal,
pero eso nos llevaría horas —suspiró ya cansado y agachándose para abrir uno de los
cajones inferiores.

—Sí, o podemos llamarlo al teléfono y no hacer el capullo —le propuso, descolgando y


colocándole el aparato en la cabeza.

—Ya, lo siento… —se quejó tomando el teléfono y marcando el número del psicólogo, rojo
porque no se le hubiera ocurrido.

Steiner apretó el manos libres, ya que se le acababa de ocurrir.

—Así mejor —le dijo cuando el otro ya contestaba —. Don, hemos encontrado la ficha en
donde nos dijiste, pero sólo hay… una foto y una ficha universitaria.

—¿Cómo? No, tiene que ser una carpeta color marrón, con varias hojas dentro —contestó
serio.

—La única que hay… sólo tiene eso.

—¿Está seguro de que no hay otra carpeta? ¿Tal vez la guardó en otro lado? —preguntó
Lowe, sentándose en su sillón y sintiéndose incómodo enseguida.

—No, no, no. Siempre guardo allí todas mis carpetas —le aseguró, ya que era muy
organizado.

—La verdad es que la carpeta esta tiene forma como de haber tenido bastante más que una
hoja, y hasta tiene la marca de un clip… —dijo Steiner mientras la examinaba.

—Buscad la carpeta de Jiken, por favor… —les pidió muy serio, llevándose la mano a la
boca.

—La carpeta de Jiken —repitió Lowe poniéndose de pie y ayudando a Steiner a buscarla
como si el moreno no hubiera escuchado.

—Vacía. No tiene ni la foto —le dijo sacudiéndola como si fuera un abanico.

—Maldita sea… —se quejó Don.


—No, esto es bueno. Quien la robase tenía la llave de la oficina y del archivador —lo
corrigió Steiner.

—De todas formas… —siguió maldiciendo el sicólogo.

—¿Queréis decir que es alguien que trabaja aquí? Pero… —se tranquilizó, pasándose una
mano por el cabello rubio, echándoselo hacia atrás tan sólo por un segundo —Pero alguien
podría haberle pagado al… de la limpieza o algo así.

—No tiene las llaves. Sólo yo y el conserje… supuestamente. Quiero que vayáis a la
oficina del conserje cuando no esté, y os fijéis si están allí las llaves. Si están, cogedlas… si
no están… alguien tiene que haberlas cogido...

—Pero puede haberlas cogido y dejado de nuevo en su sitio —Steiner alzó una ceja,
pensativo.

—Cierto, no nos sirve de nada.

—Nos sirve para saber dónde conoció a esos chicos la persona esta. Es alguien de la
universidad —Steiner se cruzó de brazos, pensativo.

—Volved enseguida, acabo de pensar en algo —les pidió.

—Vale, nos vemos —asintió Lowe, colgando el teléfono y preguntándose ahora si alguien
los habría visto entrar allí —. Fíjate bien en si alguien nos mira, ¿eh? Y no me digas que es
porque eres irresistible o algo así.

—Pero lo soy —alzó una ceja, torciendo un poco la sonrisa y rodeándolo por los hombros
—. ¿Sabes qué? Creo que… antes de ir deberíamos preguntar por ahí… en… los archivos
ajenos… dónde vivía ese chaval. O podríamos ser buenos y regresar con papá oso, pero
adivina qué… yo soy el demonito en tu hombro.

—No sé si sea una buena idea. ¿No sabría Don en dónde vivía? —preguntó enrojeciendo al
darse cuenta de que lo había llamado por su nombre de pila. No le estaba perdiendo el
respeto, simplemente se le hacía difícil seguir pensando “de usted”, si todos a su alrededor
lo trataban de manera natural y para colmo estaba viviendo en su casa.

—¿Don? No… ¿Por qué iba a saber dónde vivía James? No sabía ni que existía… Vamos,
vuelve a casa tú, lo haré yo solo —le dio las llaves de su moto, apartándose.

—Creí que hablabas de… —lo miró confundido, frunciendo el ceño después —No me voy,
y se supone que no hagamos cosas solos. ¿Qué, te estorbo?

—No… —suspiró, mirándolo a los ojos —Pero si no quieres venir, no vengas. Yo tengo
que responder al llamado de mi naturaleza —le apoyó las manos en los hombros,
inclinándose hacia él —. Tú ve a casa a obedecer a los mayores.
—No me jodas, ya te dije que no voy. Si te molesta, te lo aguantas —se quejó, frunciendo
el ceño todavía más y empujándolo —. Además soy más maduro que tú.

—Vale… —canturreó él, sonriendo a sus espaldas y pensando que se había salido con la
suya. Lo rodeó por detrás y le besó el cuello —Pero cómo te amo.

—Idiota —se quejó sospechando algo, pero para su desgracia cada vez que decía esas
palabras lo hacía sonreír inconscientemente.

—Lo sé… —salieron con discreción, y una vez afuera se apoyaron en una ventana para
disimular mientras hablaban, tras haber cerrado la puerta con llave —¿Dónde hay un
ordenador para consultar las fichas?

—En la biblioteca, y en la oficina de inscripción, claro —le contestó mirando a los chicos
que iban y venían, intentando discernir si alguno se veía sospechoso o fuera de lugar.

—Pues… ¿Y si me inscribo mientras tú miras? —le preguntó, riéndose.

—Y en qué te vas a inscribir, ¿eh? —se rio con suavidad, pensando que luego lo
empezarían a llamar a preguntarle por qué nunca pagaba las clases.

—¿Catador de vinos? ¿Hay periodismo?

—Claro que sí, vamos —le dio con la mano abierta, riéndose —. Distrae bien a la
encargada, ¿eh? Pero nada de tocar.

—Ugh… yo no toco pescado ni aunque me paguen… Bueno, a no ser que me paguen


mucho, claro —movió un poco la cabeza, riéndose.

—Pues no te están pagando, ya sabes —le advirtió empujándolo con un dedo por la cintura
y pensando que en realidad hubiera sido divertido estar en la universidad con él, pero
seguramente no hubiera podido estudiar nunca.

—Ya… ¿tan buena está? —se rio, caminando un poco delante de él y abriéndose varios
botones del chaleco negro que llevaba puesto sin nada debajo.

—No, no lo está. No me gusta verte coqueteando con otras personas —exhaló porque lo
hiciera explicarse y se alborotó el cabello de nuevo.

—Es por un buen motivo, luego te follaré como si mañana fuera el pandemónium… —le
prometió, riéndose.

—¡Sh! —lo calló girando en el pasillo y sintiéndose como un foquito de navidad por lo rojo
que estaba. Siempre tenía que salir con esos comentarios.
Steiner se rio para sí, lo cual le venía muy bien para “atacar” a la mujer esa. Cuando
bajaron las escaleras, se acercó enseguida a la mesa y se apoyó con los brazos cruzados,
sonriendo.

—Buenos días. Me han dicho que me tenía que dirigir aquí para matricularme.

—Sí… ¿Y en qué te interesaría hacerlo? —le preguntó, mirando un momento al otro chico,
hasta que Steiner le tocó el brazo con la mano, supuestamente para llamar su atención.

—¿Puedes informarme sobre periodismo?

Lowe empezó a caminar, aparentemente sin rumbo fijo, fingiendo leer los panfletos
informativos y vigilándolos de reojo, hasta que estuvo convencido de que Steiner tenía toda
la atención de la encargada.

Entonces se dirigió al ordenador, buscando las fichas de inscripción de los años pasados.
Estaba nervioso y a cada rato alzaba la mirada para asegurarse de que no lo iban a
descubrir. Pero Steiner y ella al cabo de unos minutos ya estaban hablando de a la hora que
esta salía del trabajo, lo bonitas que eran las puestas de sol en invierno, y el hotel en el que
se estaba quedando a dormir.

En realidad, a Steiner le divertían todas esas cosas, no podía evitarlo.

Lowe terminó, copiando la información en un papel y apartándose rápidamente, haciéndose


el que jamás había estado ni cerca de ese ordenador. Carraspeó al pasar al lado de Steiner,
molestándose un poco al escuchar que hablaban de irse a beber un trago.

—Te llamo luego, ¿eh? Voy a… darme una ducha y eso —se despidió, guiñándole un ojo y
alejándose con una sonrisa en los labios, esperando un tiempo prudencial antes de acercarse
a Lowe.

—Ah sí, la llamas luego, ¿eh? ¿Tenías que invitarla a salir? Sólo era un coqueteo. ¿Te
inscribiste o sólo hablaron de lo bonitos que son sus ojos? —le preguntó el rubio, celoso a
pesar de que había sido parte del plan.

—¿Tenía ojos? Te juro que no me fijé —se rio, sujetándolo por la cintura y metiendo una
mano en el bolsillo trasero de sus jeans —. Qué celoso… no sabes cómo me pone que me
quieras tanto —le susurró en la oreja, besándole el cuello luego.

—No digas tonterías —lo riñó con voz suave, inclinando un poco la cabeza y cayendo en
cuenta de lo que hacía —. No hagas eso en público, oye… Deja.

—¿Por qué no? Eres mi novio, puedo hacer esto en público o anunciarlo en el periódico si
quiero —alzó una ceja, subiendo la mano a su cintura mientras salían de la universidad,
aunque por supuesto, sin soltarlo —. Entonces… ¿conoces el sitio en el que vive?
—Sí, es cerca, con razón pasaba tanto tiempo dando vueltas por aquí —asintió, sonriendo
un poco y preguntándose luego si estaba mal alegrarse por saber eso.

—Veamos… Nuestras opciones son claras, o vamos nosotros ahora, o informamos al


general y esperamos órdenes. Sabes cuál es mi preferencia, pero ya que te he llevado por el
mal camino una vez hoy, ahora la elección es tuya.

—Vamos, si esperamos más podemos perder pistas —admitió alzando una ceja —, pero el
general… digo, el doctor Crawford sólo intenta protegernos. Lo sabes, ¿no?

—Claro que lo sé, pero no necesito un padre. Hago mi trabajo y soy un adulto igual que él
—lo miró de soslayo, asintiendo —. Además, alguien podría habernos visto husmeando, no
queremos encontrarnos con sorpresas desagradables cuando lleguemos. Suficiente con los
informes fantasma esos.

—Tampoco quiero encontrarme con alguien en su casa —le advirtió para decirle que
tuviera cuidado por si iba bromeando y se descuidaba —. Además, querías hacer esto solo y
no es muy recomendable.

—No, la verdad es que no, pero si no tenía a nadie más a quien acudir… —alzó los
hombros, diciéndole con ese gesto, que él habría hecho lo mismo —Le mandaré un mensaje
a Ageha diciéndole a donde vamos para que distraiga a Don mientras.

—Vale, por lo menos sabrán dónde estamos si sucede algo —sonrió, no por lo que decía
sino por imaginarse a su psicólogo siendo distraído, le hacía gracia. Luego enrojeció y
desvió la mirada, carraspeando.

—No quiero saber en qué estás pensando… —lo miró de soslayo como si desconfiase. En
fin… tal vez un poco —Vamos —lo invitó, subiéndose en la Hayabusa.

*****

—¿Por qué tardan tanto? —preguntó Don, que estaba sentado en el salón leyendo un libro,
mientras Ageha permanecía acostado en el sofá, con la cabeza en sus piernas. Lo habían
cerrado de nuevo tras cambiar la ropa de cama, y los otros dos habían salido al jardín
trasero. Jiken a dibujar, y Bronco… posiblemente a mirar para él.

El móvil sonó, y Don miró a Ageha con desconfianza, aunque estaba un poco preocupado.

—Steiner, estábamos pensando en vosotros. ¿Qué sucede? —le preguntó girándose para
quedar boca arriba, moviendo una pierna en el aire.

—Bueno, digamos que hice bla… y conseguimos la dirección de la casa de nuestro amigo
James. Vamos a pasarnos por ahí a lo normal, allanamiento de morada y puede que algún
ligero hurto… —se rio, apoyado en la moto aún sin encenderla —El caso es que Don nos
dijo antes que regresáramos, ya lo habrás escuchado. Así que… distráelo.

—Bueno, ya sabes, ¿no? —se rio dejando que él lo interpretara ya que no podía ser claro
frente a Don —Tráeme un pastel, por favor.

—Pero si ya me llevo a mí, que soy un bombón… —le colgó, sonriendo y volviendo a
guardarse el móvil en los jeans antes de ponerse en marcha.

—¿Era Steiner? —le preguntó Don enseguida.

—Sí, dice que fueron a comer algo, no tardarán demasiado. Creo que Lowe necesitaba un
poco de normalidad —mintió expertamente, girándose boca abajo ahora y alzándose un
poco sobre los brazos —. Me dieron envidia.

—Podemos comer fuera si quieres—lo miró, suspirando ligeramente. Pero no iba a suceder
nada en un lugar lleno de personas.

—¿Sí? ¿Podemos ir a ese café? ¿El de los pasteles? —le preguntó esperanzado, aquello
hasta le había traído beneficios.

—Eso no es ir a comer, es pasar al postre directamente —sonrió un poco, apoyándole la


mano en la cabeza —. Pero sí, podemos.

—Tienen emparedados —se rio tocándole el pecho y subiendo un poco hacia él —. ¿Estoy
interrumpiendo tu lectura?

—Es por una buena causa —marcó el libro con la contraportada y lo dejó sobre el respaldo,
mirándolo a los ojos y revolviéndole el cabello un poco —. ¿Qué piensas?

—Que te amo y que también necesitas relajarte, eso pienso.

—No sé… no eres muy relajante… —se rio entre dientes, bajando la mano a su espalda y
echándose un poco hacia atrás.

—¿No? Eso es algo terrible… Podríamos dormir si quieres, pero no es muy divertido —se
rio, alzándose y besándolo con suavidad.

—No estamos solos… —se quejó serio, aunque no había mucho convencimiento en su tono
de voz, y además una de sus manos estaba en las nalgas de Ageha.

—Claro que no, Don. Estoy seguro de que hay muchos planetas con vida además de este —
bromeó besándole el cuello.

—Oh… qué respuesta tan freak… —se rio abiertamente, pegándole una nalgada y
apretándolo luego contra su cuello.
Ageha lo succionó, pensando que mejor no le contestaba porque tendría que mencionar a
Steiner y Don se pondría celoso.

—Muerde… —susurró con los ojos entrecerrados, mirando hacia la puerta mientras sus
dedos seguían la costura del pantalón de Ageha entre las nalgas

El chico se rio, mordiéndolo luego con suavidad y aumentando la presión. Aquello era
mejor aún. Alzó las nalgas, moviéndolas ligeramente en el aire.

—Urg… —gruñó entre dientes el moreno, sujetándole las nalgas con ambas manos y
apretándoselas. Se las soltó y le dio fuerte en ellas, bajando las manos por sus piernas
después —¿Y si te muerdo yo ahora?

—Gemiré… y gemiré… —contestó casi gimiendo ya y sentándose sobre él —¿En dónde


me vas a morder?

—¿En dónde me puede apetecer? —le preguntó al oído, apretándole las caderas para
frotarlo contra su sexo y tirándolo bajo él en el sofá de golpe. Le pasó las manos por el
cuerpo, mirándolo y alzándole la camiseta por encima de los pezones, como si estuviera
escogiendo en realidad.

—No lo sé, soy delicioso por todos lados —bromeó el chico mirando hacia la puerta por un
segundo, aunque estaba seguro de que Bronco se daría cuenta y permanecería en el jardín.

Don miró hacia la puerta de soslayo, siguiendo su mirada. Luego se inclinó y mordió su
sexo sobre la ropa, siguiendo la forma del mismo con los dientes.

—Ahm… —gimió y se rio el chico, arqueando la espalda al sentir aquella corriente de


placer intenso.

Don se alzó un poco con los brazos y lo levantó con él del sofá. Se lo llevó a su dormitorio
en brazos, para que no estuviese pensando en otras cosas, pero ni le dio tiempo a hacer
nada.

Lo recostó en la cama de espaldas y se subió de rodillas a la misma, alzándole las caderas


del colchón para abrir sus pantalones. Sólo se los bajó un poco, eran ajustados y no le
dejaban separar las piernas si se los dejaba a la altura de los muslos.

—Mira qué bien… —susurró, acariciándole las nalgas y apretándoselas.

—Hum… te gusta tenerme bajo tu control, ¿eh? Chico malo —se metió con él, tensando las
nalgas para sentir más las caricias. Su sexo estaba pulsando contra la ropa interior que por
cierto, también era pequeña en esta ocasión.

—¿Eso es posible? Yo creo que no… —pasó la mano sobre la tela de licra, acariciando su
sexo muy suavemente, y subiendo un poco por encima de él para levantarle la camiseta. Se
echó hacia atrás de nuevo y apartó la ropa interior por un lado, lo suficiente para que su
lengua resbalase entre las nalgas del chico.

Con un dedo tocaba la punta de su sexo, dejando que la tela se humedeciese. Como los
interrumpiesen… iba a matarlos él mismo.

—Hum… no es posible,… pero sí bajo tu influjo. Oh dios, me vuelves loco —se “quejó”,
moviéndose como una serpiente contra las sábanas y contra el moreno. Realmente lo
encendía, no tenía ni qué pensarlo.

Don le bajó la ropa interior al fin, y le dio en las nalgas otra vez, inclinándose sobre él y
mordisqueándoselas, alternando aquello con lamidas a su ano, que pulsaba dejando entrar
su lengua y apretándola después, impidiéndole el paso por completo.

—Pórtate bien, Ageha…

Pasó dos dedos por encima de este, penetrándolo con ellos y masturbándolo mientras con la
otra mano. Qué cuerpo tan manejable tenía Ageha. Nunca había estado con alguien como
él, y cada vez lo disfrutaba más.

—Pero si me estoy portando bien, soy bueno, muy bueno… —gimió, acariciándose la cara
contra las sábanas, sintiendo el placer aumentar en su cuerpo. Era malvado, torturante, y
eso lo hacía amarlo más todavía. ¿Cómo podía ser tantas cosas a la vez? —Soy bueno
portándome mal…

—Oh… estoy seguro de que eres bueno en muchísimas cosas, Ageha —sonrió, masajeando
su próstata hasta que le pareció que los estremecimientos eran demasiado continuos. Su
propio sexo estaba durísimo, y se abrió los pantalones, pasándolo entre las nalgas del
asiático y dejándolo resbalar entre sus muslos.

Le sujetó los hombros para que estirase los brazos, y se masturbó entre sus piernas por un
tiempo, sin darle otra satisfacción que dejarle sentir su sexo entre ellas y contra sus
testículos

Sus ojos miraban directamente al reflejo de ambos en los espejos de las paredes. La
expresión de Ageha era de por sí lo más erótico de todo aquello.

—Oh, dios, te quiero, y te quiero adentro… Don… —el chico abrió los ojos que había
cerrado por un momento, observando el reflejo y estremeciéndose con más urgencia aún, lo
tenía al borde. Cada vez que el sexo grande y caliente de Don rozaba su ano sentía que se
iba a morir del placer, su propio sexo estaba goteando y pulsando como nunca.

Don frunció el ceño evitando demostrar lo mucho que lo había excitado al pedírselo así, y
apretó las caderas, frotándose hasta que su sexo entró por sí mismo dentro de él. Se empujó
por completo, pasándole un brazo sobre el pecho para mantenerlo así erguido, con la
espalda dibujando una curva deliciosa desde sus nalgas apretadas contra sus caderas, a sus
hombros apoyados contra su pecho.

Bajó la otra mano por su abdomen definido, le apretó la cintura y las caderas, sujetando su
sexo de pronto y volcándose sobre él en la cama.

Lo enterró bajo su cuerpo, estrujándolo contra el colchón y moviéndose sobre él con


urgencia. No sabía ni cómo, pero ya casi estaba a punto de correrse.

—Oh, Dooon… oh… —Ageha se entregó a los gemidos, sonriendo por el placer y
corriéndose sin poder evitarlo, aunque continuaba apretando las nalgas para succionar a su
novio.

—Humf… Ageha —susurró con la voz rasgada por el placer, contra una de sus orejas,
corriéndose dentro de él sin poder moverse siquiera salvo al final. De todas formas se echó
sobre él enseguida al terminar, besándole la nuca y los hombros. Estaba húmedo de sudor y
olía bien, no le apetecía salirse de encima, pero se echó a un lado despacio, porque
comprendía que pesaba mucho para él.

—Don… —contestó el chico de cabello rosa, sonriendo y tocándole el pecho, deslizando


los dedos por su piel —No sé qué piensas tú, pero eso sí que fue relajante…

—Lo incluirán en los spa a partir de ahora… —sonrió, revolviéndose el cabello, y


pasándole la mano por la espalda después —Pero ahora todavía me apetece más comer
pasteles. Todo por tu culpa.

—No lo niego, pero tú tampoco puedes negar que es delicioso. ¿O sí? Sexo y pasteles… —
se rio, recostándose de nuevo por completo.

—No, no puedo negarlo… —sonreía como nunca, pasando los dedos por su brazo y
haciéndole unas ligeras cosquillas. Lo abrazó y besó con fuerza, cerrando los ojos un
momento —Te amo, Ageha.

—Y yo te amo a ti, Don —le contestó de manera suave, sonriendo, sintiendo las palabras
desde el fondo de su alma.

Don no lo quiso soltar, siguió abrazándolo de aquel modo mientras descansaban. No podía
perderlo, no a él. Ahora lo tenía claro, haría lo que fuera.

Parte II
Viernes, febrero 5

Lowe y Steiner llegaron a un pequeño edificio de cuatro plantas, y subieron hasta la tercera
en ascensor. No tenían llave, pero a Steiner no parecían hacerle falta y estaba utilizando un
hierrito y una navaja para abrir.
—Dios, a ti no se te puede ocultar nada, ¿eh? ¿Eras delincuente de adolescente? —le
preguntó Lowe, en realidad impresionado por su habilidad.

—Me independicé con dieciséis años… adivina —se rio para sí, entrando en el piso y
cerrando la puerta luego de que pasase el rubio.

Todo parecía ordenado, dentro de lo que cabe para ser un piso de estudiante, así que…
suponía que no debía haber entrado nadie.

—Me siento un poco raro —comentó el rubio, aunque adentrándose y buscando la


habitación. Es donde la mayoría de los estudiantes vivían realmente de todos modos. Estaba
un poco más desorganizada, con una camiseta tirada sobre una silla, pero se notaba que no
era alguien que hiciera demasiado desbarajuste. Nunca lo hubiera imaginado a decir verdad.

—Claro, es tu primera vez allanando moradas —le dijo con tranquilidad, entrando en la
cocina y abriendo la nevera. Cogió una cerveza y regresó al salón, echando un vistazo por
allí —. ¿Qué clase de tío sano no tiene porno? —preguntó revisando las cintas que tenía
allí. Para colmo eran VHS.

—Tal vez lo tenga en el ordenador —sugirió asomándose para ver lo que hacía —. Y no
vinimos a beber cerveza y buscar porno, ¿eh?

—No vamos a dejar que se eche a perder, ¿no? —se rio, metiendo uno de los VHS en el
reproductor, a ver qué clase de programas grababa ese tipo —Uh… coño… Qué tío más
enfermo —murmuró, girando la cabeza como si así fuera a ver mejor. ¿Era eso una
autopsia?

—¿Por qué, tiene bestialidad? —le preguntó mientras revisaba en su habitación, abriendo
un cajón. Había algo en el fondo del mismo… Sin embargo, se levantó para ir a ver lo que
tanto le llamaba la atención a Steiner —Agh, diablos… —se quejó cubriéndose la boca al
sentir las arcadas y desviando la mirada —¿Qué es eso?

—¿Una operación o algo? —murmuró, pasando para delante y notando que había jóvenes
por allí —¿Una clase?

—Debe ser la facultad de medicina… —se atrevió a mirar, esforzándose por fijarse en los
chicos y no en el cadáver. Por lo menos no era porno con muertos o algo así.

—Qué asco, ¿no? —le dio al “pause” y se fue a la cocina a buscar algo de comer, pensando
que seguro que apestaba allí.

—¿Y te da hambre? —le preguntó asombrado el rubio, quitando la pausa, aunque no tenía
muchas ganas. ¿Estudiaba medicina? No lo sabía, aunque tampoco sabía mucho de él. Más
bien había creído que era un vago con malos modales —Ahí está.
—¿El qué? —le preguntó, regresando con un paquete de patatas en la mano y pensando que
era normal, no habían comido y era hora de sobra de hacerlo —Oh… así que grababa sus
clases en video. Un pelín morboso, ¿no?

—No lo sé, supongo que es… algo muy visual —se encogió de hombros, observando al
chico, de pronto preguntándose quién era realmente. No parecía estar mirando al cadáver,
sino al profesor. Tal vez por eso tenía que grabar sus clases —Había algo en su habitación,
voy a ver.

—Vale… —paró el video porque era asqueroso, y lo siguió al dormitorio, mirando las
paredes, que no tenían nada en absoluto. Era demasiado impersonal, ¿es que era un
fantasma ese tipo? Y no en el sentido sobrenatural. Parecía vivir como un alma en pena. Al
menos tenía alcohol.

Lowe se había agachado de nuevo y ahora sacaba la caja de madera. Era de esas que vienen
con los regalos de vino, pero estaba seguro de que no habría una botella añeja dentro. La
abrió, sacando un diploma luego y varias pruebas de la universidad. Ya se iba a desanimar
cuando dio con un sobre más pequeño.

—¿Qué es? —preguntó Steiner, observando cómo abría el sobre y sacaba varias fotos, unas
cuantas cartas y una libretita con anotaciones.

Sujetó una foto del chico parecido a Jiken y el tal James, que lo rodeaba por los hombros.
Ambos estaban muy sonrientes, estaba claro que eran amigos.

—Sólo hay fotos de ellos juntos, y esta… —le mostró una en la que aquel chico estaba
solo, sonriéndole a la cámara de una manera muy natural —“Te extraño, ¿cuándo vienes a
visitarme? ¿No tienes vacaciones pronto?” —leyó de una de las cartas, bajando la mirada
hasta el final luego y leyendo la despedida para sí mismo: “Te amo”.

—Así que… James estaba buscando a su novio y encontró algo raro... Intentó cabrear a
Jiken para que se largase cuando comprendió que iba a hacerle lo mismo. Jiken en vez de
largarse se cabrea y lo deja KO —hizo un gesto con el puño, y se tiró sobre la cama,
sujetando una foto y mirándola fijamente —. Seguro que a él también se le parecían.

—Sí, es imposible no notar el parecido —suspiró, leyendo por encima otra de las cartas,
aunque se detuvo porque se le hacía demasiado personal, sería mejor que las revisara Don
—. ¿Por qué no se lo dijo simplemente?

—Supongo que no estaba seguro de si sólo eran unos tarados y su novio lo había
abandonado o algo así… o… lo que ya sabemos. A la gente buena le cuesta admitir la
crueldad de los demás. Es normal.

—Pero debía saberlo para portarse así con Jiken, ¿no? Lo juzgué mal, resulta que no era un
imbécil —miró a Steiner, poniéndose a revisar los demás cajones por si encontraba algo
sobre aquellas reuniones.
—No lo sé… supongo que en su situación no escribía un diario… —murmuró, cogiendo
una hoja y echando un vistazo. Era una carta de Pardal y decía: “Es mejor que no nos
escribamos tan a menudo. Tengo que estudiar, y tú también”— Mira eso. ¿Crees que se
estaba poniendo rarito?

—Bueno, comparando las primeras con esta… Yo diría que hubo un cambio. Me hubiera
cabreado de ser su novio, la verdad. Hubiera pensado que intentaba distanciarse —le
comentó Lowe, sacando una máscara de una gaveta. No era la que llevaba James esa noche
—. Lee la que sigue.

Steiner rebuscó entre las cartas, que estaban un poco desorganizadas.

—No hay más… ¿Crees que intentaba protegerlo, o que lo dejase en paz?

—No puedo saberlo, pero en mi opinión… —lo miró enrojeciendo porque había pensado
por un momento en lo que él haría por proteger a Steiner —Creo que quería protegerlo. Lo
digo por el tono de las primeras cartas. Prácticamente le estaba rogando que viniera a verlo,
no tiene mucho sentido que se haya rendido así, ¿no lo crees?

—No, supongo que no. Aunque no tenemos la parte contraria, pero si vino aquí a
buscarlo… dudo mucho que pasase de él o algo así —se sentó, terminándose la bolsa de
patatas —. El pensaba que el profesor de medicina tenía algo que ver. ¿Lo conoces?

—Lo he visto, pero no lo conozco personalmente, aunque también es el forense del pueblo.
Don debe conocerlo —lo miró agrandando los ojos y sentándose en la cama luego —.
¿También notaste que no estaba mirando al cadáver, verdad?

—Ya te digo…, y por la complexión, podría ser el señor oficiante —alzó una ceja,
mirándolo a los ojos.

—Creo que deberíamos regresar a casa y mostrarles esto a lo demás. Me estoy poniendo
más nervioso —le confesó, poniéndose de pie de nuevo —. ¿Nos llevamos esos videos?

—Sí, vámonos. Llevémonos todo esto, tal vez a Bronco le sirva tocar estas cartas además
—las metió en el sobre de nuevo, con las fotos, y luego rebuscó un poco más, finalmente
trincando el portátil del chico y llevándoselo también.

Al salir, antes de cerrar la puerta, dejó un papel en el agujero de la cerradura, para enterarse
de si alguien había ido por allí. Eso significaba que los estaban siguiendo.

—Asumo que vas a venir a revisar. Te advierto que no lo vas a hacer solo —lo miró con
sospecha Lowe, mirando la puerta por un momento antes de dirigirse al ascensor. Todo eso
le estaba afectando, aunque no quisiera demostrarlo.

—Ya, churri. No voy ni a mear sin avisarte —Steiner lo sujetó por los hombros mientras
bajaban, apretándolo contra él.
—No te hagas el gracioso. Sabes por qué lo digo —le dio muy suavemente en el pecho, no
quería perderlo ni que le sucediera algo.

—No me hago el gracioso, es gracia natural… —se quejó, sonriendo y tocándole una
mejilla suavemente mientras salían del ascensor —¿Quieres hamburguesas?

—Sí, me muero de hambre —asintió sonriendo un poco para sí —. Una con bacon.

—Claro… —se rio, pensando en llevarle unos pasteles a Ageha y a Jiken. Al segundo ni
siquiera sabía que le gustaban, pero si no, Bronco se comía lo que fuera.

*****

Bronco se movió un poco, llevaban horas en el jardín, hablando y mirando cómo dibujaba
Jiken. Estaba sentado a su espalda, con el chico entre sus piernas y sus brazos rodeándole el
abdomen.

Su espalda se apoyaba contra la corteza de un ciruelo, y Don les había llevado una manta
para que se sentasen, con algo de comida antes de irse.

Estaba bien así, le gustaba aquello. Le rozó la nuca con la nariz, oliendo su piel e
inclinando la cabeza sobre su hombro para ver cómo le iba quedando el dibujo.

—¿Sabes? Pienso que si dibujas esas cosas, es porque realmente siempre has tenido esa
puerta abierta al más allá.

—¿Tú crees? Pero la mayoría de las cosas que dibujo son seres míticos o monstruos…
¿Crees que tengo una conexión con los monstruos? —se rio un poco, apartando una hojita
del papel y recostándose mejor. Aquello parecía el paraíso realmente, ojalá fuera así.

—Nadie sabe lo que hay al otro lado. Yo pienso que hay lo que uno espera que haya —lo
estrechó un poco, observando sus manos.

—Entonces ya estoy al otro lado —sonrió, delineando la imagen de aquel lobo un poco más
—. Espero no encontrarme con algunas de las cosas que he dibujado.

—No lo sé, es distinto si tú eres su creador. Te verían como a un Dios… A mí me gustaría


pasear por tus creaciones a tu lado. No tendría miedo —le tocó el brazo, apartando la mano
luego para no molestarlo.

—Pero no serían mis creaciones si son visiones que recibo del más allá —le comentó, ahora
dándole más profundidad a los árboles en la hoja de papel —. En realidad sí que me
gustaría llevarte a pasear por ellas, crear cosas para ti.

—Pero lo haces, todo es distinto cuando estás conmigo. Me parece que puedo sentir las
cosas más nimias, con más intensidad que nunca —cogió la hojita que había apartado del
papel, y aunque había muchas sobre la manta, (después de todo era invierno) sabía que esa
era la que Jiken había tocado.

—¿Sí? Para mí también es distinto, es como si tuviéramos nuestro propio mundo privado.
Nos estoy dibujando —le comentó, sonriendo para sí e inclinando la cabeza.

—Creía que dibujabas un lobo… —sonrió también, apoyando los labios en su piel.

—Eres tú, eso me pareces —le aclaró, mostrándole luego a la figura oscura que estaba a su
lado. Claramente era un chico, aunque no se le veía la cara ni ninguna facción. Estaban en
el centro del dibujo, cubiertos por una bóveda de ramas entrelazadas hasta tal punto que
parecían formar un solo organismo.

—Sí, supongo que sí —le dijo como si su razonamiento tuviera mucha lógica —. Si pudiera
elegir un animal, sería ese.

Se echó hacia atrás de nuevo, aunque sin soltarlo, simplemente apartando los labios de su
cuello.

—Me gustan los lobos, son fuertes y orgullosos, pero naturales. ¿Comprendes lo que digo?
—fue el chico quien echó la cabeza hacia atrás para mirarlo ahora de esa manera —Siento
que estamos ligados para siempre.

—Eso espero, porque no creo que pudiera superar esto —le confesó sinceramente. Siempre
había sido un hombre solitario, increíblemente fiel. Su modo de vivir era demasiado
sencillo incluso, como para comprender el motivo por el que alguien tendría una aventura
—. Creo que nunca dejaría de sentirte.

—Eso significa que siempre sabrás si estoy cerca o lejos. Me gusta… —le aseguró dejando
de dibujar y bajando las manos sobre la libreta. Cerró los ojos por un momento, sintiendo la
suave brisa y el aire frío del invierno, el contacto con el cuerpo de Bronco a sus espaldas.

—Y significa que nunca podría dejar de pensar en ti —sonrió ligeramente, pasándole la


mano por el pecho y cerrando los ojos también, concentrándose en sentirlo a él —. ¿Tienes
pesadillas? —le preguntó susurrando casi.

—Sí, casi todas las noches —admitió poniéndose serio y abriendo los ojos —. ¿Las sientes?

—Siento tu miedo. ¿Por qué no me llevas contigo? Seguro que puedes… Imagina a ese
lobo con todas tus fuerzas, y llévame allí. Podemos hacerlo —le aseguró.

—Lo intentaré, pero ¿no te convertirás en el lobo? —le preguntó sonriendo un poco para sí
mientras cerrabas los ojos y empezaba a visualizarlo.

—Sólo en tus sueños… —sonrió también, pensando que no le importaba a decir verdad.
Sólo quería protegerlo, incluso de aquello.
Jiken se relajó por completo adentrándose más y más en la imagen de aquel bosque y ese
lobo, que en realidad era Bronco. Siempre protegiéndolo, siempre a su lado, ya no tenía que
estar solo.

El animal caminó a su lado, colando la cabeza por debajo de su mano y aplastándose una
oreja momentáneamente en el camino. Lo miró con aquellos dos ojos azules, entre el
espeso pelaje negro y plata.

Los rodeaban árboles y ramas de plantas trepadoras, las hojas y las flores más extrañas,
rojas como la sangre, se abrían en la cúpula sobre ellos.

Jiken se rio con suavidad, observándolas y luego al lobo. Se agachó, tocándole las orejas y
acariciándose con su hocico.

—Estamos aquí, realmente estamos aquí —le susurró, poniéndose de pie de nuevo y
mirando hacia la derecha. Una bandada de pájaros azules surgieron de la oscuridad,
revoloteando a su alrededor, causando remolinos dorados en el aire, como si dejasen su
marca con finos hilos de oro.

Bronco caminó a su lado, alzando la cabeza y oliendo al sentir una brisa verde y clara venir
hacia ellos. Los acarició, olía a lluvia. Escucharon risas cristalinas, y por un momento
aquella brisa adquirió un rostro femenino, antes de perderse en el bosque de nuevo.

—Una sílfide —le dijo el lobo, aunque por un momento se sintió extraño de haber hablado.
Corrió un poco, y sus enormes patas negras dejaron en el suelo de tierra sus pisadas
hundidas, hasta que las hierbas y las pequeñas flores azul metálico volvieron a ponerse en
pie.

Lo esperaba más adelante, alzando la mirada a la luz que entraba por la cúpula, y al
pequeño pájaro que trataba de pasar entre las ramas y enredaderas.

Jiken echó a correr hacia él, sintiendo casi como si flotara, a pesar de que podía sentir la
tierra bajo sus pies. Se detuvo al llegar a su lado, riéndose sin poder evitarlo y alzando la
mirada para posarla en aquel pájaro también.

—¿Él también está aquí? —le preguntó a Bronco, alzando un brazo. Si era su mundo, no
debería serle difícil llegar a él, no comprendía por qué luchaba tanto contra las ramas.

—Parece él —lo miró, y luego unas cuantas plumas cayeron sobre ellos. Las ramas
comenzaron a cerrar la luz que provenía del exterior, alejando al animal que piaba
histéricamente.

Bronco, en su forma de lobo, alzó la cabeza, escuchando hacia el sendero que había delante
de ellos. El suelo temblaba y se escuchó un rugido. Claramente era una pesadilla, pero qué
real se sentía todo.
—Algo se acerca, rápido… —le pidió, corriendo a su lado hacia el interior del bosque. Las
ramas se abrían para ellos y luego se iban cerrando apretadas a sus espaldas,
protegiéndolos.

—No, no… —negó Jiken, moviendo la cabeza, aunque sin dejar de correr. ¿Cómo era eso
posible? Se había sentido agitado, necesitaba calmarse, no pensar en eso, no pensar…

El suelo retumbó, haciéndolo caer, aun mientras las ramas formaban una pared detrás del
chico, alejando a lo que fuera que se acercaba. Se puso de pie, corriendo tras Bronco una
vez más y escuchando el crujir de la madera, otro rugido furioso.

Las ramas saltaron volando, crujiendo partidas por la mitad. Sólo por un instante, Bronco
vio un rostro negro, absolutamente negro, con cables y tubos que se conectaban con su
cuerpo. Llevaba un hacha gigantesca y volvió a rajar ramas y árboles, partiéndolos.

Savia azul brillante y espesa saltó por todas partes, cerrándose nuevas ramas delante de él.

Se inclinó sobre sus patas delanteras, ¿por qué no se despertaban? Su tamaño era
claramente mayor, y sus mandíbulas se habían vuelto más amenazadoras.

—Sube a mi lomo —le dijo, mirando atrás.

—¿Seguro? —le preguntó, aunque subiéndose sobre él y abrazándose a su cuello. Después


de todo, Bronco había crecido y podía soportar su peso ahora —Vámonos —le pidió
temblando un poco, no conseguía salir de allí. No podía alzar la cara, tenía demasiado
miedo de ver eso, sabía quién era, había venido a buscarlo finalmente.

El lobo corrió, las ramas se abrían sólo para ellos, como si creasen el camino que Bronco
deseaba justo cuando iba a pasar. Se cerraban a su espalda de nuevo.

De pronto se escuchó un estallido. Las ramas, las esquirlas de maderas y las astillas, incluso
algunas espinas gruesas de las enredaderas salieron volando. A su alrededor se convirtió en
un claro circular. Los árboles y las ramas parecían ahora asustados de abrirse, se inclinaban
hacia atrás, a aquel ser enorme que avanzaba hacia ellos. Resoplaba…

Bronco estaba herido, Jiken también. No había a dónde huir, no al menos a la vista.

El pequeño pájaro descendió, lanzándose al rostro de aquel ser que lo golpeó, apartándolo.

—¡Huye! —le gritó Bronco a Jiken —¡Crea otra forma más pequeña y huye! —esto no es
normal, pensó para sí.

—No… no puedo… No puedo… —negó el chico sujetándose a él y negándose a dejarlo


allí además —No puedo…
El pájaro yacía a un lado, inmóvil y aquel ser se acercaba, un aura de oscuridad
extendiéndose a su alrededor como si el mismo estuviera hecho de ella. Los árboles y las
plantas a los que tocaba, se marchitaban y pudrían instantáneamente.

—¡Claro que puedes, sólo hazlo! Despierta, nos sacarás de aquí! —le prometió, aunque
estaba bastante seguro de que él podría salir si quisiera, pero no iba a dejarlo solo.

Lo apartó de él, empujándolo.

—¡Fuera! —gruñó, lanzándose al cuello de aquel ser enorme.

Este rugió, moviéndose, haciéndolo balancearse en el aire incluso, mientras trataba se


sacárselo con una de aquellas manos enormes.

Jiken gritó, transformándose inmediatamente en un gato negro con una mancha blanca
sobre el ojo izquierdo, pero en vez de huir se agachó, aterrorizado, pero deseando atacar a
aquel ser que ahora le hacía daño a Bronco.

—¡Jiken! ¡Despierta! —escuchó la voz de Lowe proveniente de lo profundo del bosque y


se giró, observando dos felinos enormes que venían hacia ellos.

—¡Bronco! —lo llamó, para avisarlo, pero al girarse, sólo vio a Lowe sacudiéndolo con
fuerza y con cara de que le iba a dar algo.

—Grr… —murmuró Bronco, provocando que Steiner se apartase un poco con la ceja
alzada.

—¿Has comido algo en mal estado? —le dijo al ver que abría los ojos con expresión de ir a
arrancarle el bazo.

Sujetó a Jiken contra él, intentando calmarse y encontrar las palabras para explicarse con
ellos, pero sinceramente…

—Estábamos… estábamos… —el chico aún respiraba agitado y se aferró a Bronco con
todas sus fuerzas.

—¿Qué mierda os ha pasado? Llevamos un buen rato intentando despertaros —se quejó
Lowe, que además estaba rojo por el susto que se había llevado, había sido como revivir
aquel día pero doble.

—Una pesadilla… —murmuró Bronco, aunque no estaba seguro. No estaba seguro de


nada, había algo maléfico en todo aquello.

—¿Los dos? ¿Los dos a la vez y con un sueño tan profundo? Decidme que no estabais
haciendo cosas raras —les pidió Steiner, sujetando el cuaderno de dibujo.
—No estábamos haciendo cosas raras —protestó Jiken, mirándolo, aunque dejándolo
revisar.

—Sí, sí, por eso aquí hay un lobo y Bronco acaba de gruñir —lo riñó Lowe, pasándose una
mano por el cabello. ¿Era eso posible? —. ¿No pudisteis esperar a que estuviéramos aquí
por lo menos? ¿Era una sesión?

—Sinceramente… no sabemos qué era —les dijo el mayor, que no soltaba a Jiken, aunque
al menos relajaba ya el agarre.

Alzó la vista al ver que Ageha y Don entraban, aunque ya había escuchado el coche llegar.
Mientras se iban acercando, empezó a contarles a ellos dos los sucedido, y prosiguió con
los demás detalles cuando todos estuvieron allí reunidos.

—Es mejor que volvamos a dentro de casa —les pidió Don, mientras Steiner y Lowe
explicaban por su parte lo que habían descubierto, y aprovechaban para mostrarles el
material obtenido, sin evitar sin embargo, una bronca por haber ido allí sin avisar.

—Bueno, la verdad es que aconsejable o no, el método Steiner siempre obtiene resultados
—comentó Ageha, sonriendo nerviosamente al recibir una mirada de Don, no quería que lo
riñera también.

—El asunto es que Pardal y James eran novios. James no estaba tratando de lastimarte,
Jiken, si no de alejarte —Lowe lo miró, notando que volvía a estar sumido en sus propios
pensamientos, como si hubiera tenido una recaída.

Apretaba la mano de Bronco con fuerza, anclándose en la realidad.

—¿Estará bien?

—¿Bien? Está muerto… muy bien no —le dijo Steiner, recibiendo un codazo de Bronco,
que miró a Jiken después, asintiendo.

—Sí, ya no puede hacerle daño, no realmente…

Don se tocó la frente, suspirando y arrugando ligeramente el ceño. Esas cosas… no sabía ni
qué argumentar cuando hablaban de ellas.

Se sentó en un sillón individual, intentando pensar en el siguiente paso a dar.

Ageha se acercó a él, masajeándole los hombros y suspirando.

—Lo que tenemos que hacer es encontrar a James. ¿Tienes alguna idea, Jiken?

El chico se encogió de hombros, casi susurrando.


—Agua… El lago o el río, pero no estoy seguro y su cuerpo… ya habría flotado, ¿no? Tal
vez ni siquiera…

—Lo buscaremos, pero ¿qué hacemos, eh? No podemos llevarlo a la policía —comentó
Lowe, tensándose.

—Creo que puede ser que esté en el fondo del lago, donde encontré el pendiente… —les
dijo Bronco.

—Pero no podemos sacar un fiambre podrido de debajo del puñetero río y… ¿hacer qué
con él? —Steiner hizo un gesto con las manos, negándose —Eso ya pasa de lo que yo
diría… evitar la ayuda de la policía, y eso que no son mis amigos…

—Steiner tiene razón —Don los miró, apoyando una de sus manos sobre la de Ageha.

—Sabrán que lo maté —murmuró Jiken apretando la mano de Bronco de nuevo.

—No, no lo sabrán porque no lo mataste —Lowe lo miró frunciendo el ceño y deseando


sacudirlo para que volviera a estar como antes.

—Podríamos buscar ayuda de afuera. Puedes contactar al laboratorio de la universidad,


Bronco —sugirió Ageha. Tampoco creía que pudiesen pasar el resto de su vida
escondiéndose y huyendo.

—¿Y qué les diré? No puedo hacer eso, además de que no voy a inmiscuir a nadie más en
esto… No lo aceptarían —negó con la cabeza, frunciendo el ceño.

—.No creo que él simplemente quiera que lo enterremos en otro lugar. Creo que sólo nos
señalaba que Jiken no lo había hecho…, pero hay otra cosa que me preocupa —les dijo
Don, en parte por detener por dónde iban las cosas —. Podremos decirle a la policía dónde
sospechamos que está, cuando vayamos a verlos. Esas visiones que tenéis… El chico no
estaba allí, ¿verdad?

Bronco negó con la cabeza.

Jiken lo negó también, alzando la mirada por fin.

—Tal vez el demonio lo tiene, si… al final resulta que tenía razón y…

—No es un demonio, es un tío enfermo y dudo mucho que pueda encarcelar espíritus o tú
no hubieras podido salir a ver a Bronco —le recordó Lowe, casi severo y desviando la
mirada.

—Pero él no era un espíritu. Está vivo, no es lo mismo la telepatía… los viajes astrales o las
proyecciones que… un espíritu —le dijo Bronco.
—No me puedo creer que estemos hablando de eso… —Don se pasó una mano por el
cabello.

—Bueno… No puedo negar lo que veo —Bronco frunció el ceño, negando con la cabeza.

—Pero aún así no es un demonio —Steiner torció un poco la sonrisa.

—Sí allí dentro —Bronco alzó una ceja, muy serio por el contrario.

Jiken lo miró, aliviado de que alguien lo apoyase y se recostó contra su hombro.

—Lo es.

—Agh, ¿estáis locos? No puede serlo porque… vamos a detenerlo, ¿no? —Lowe se puso
de pie, caminando por la sala, cada vez más tenso. Sabía que Jiken estaba traumatizado,
pero si Bronco lo confirmaba, incluso él empezaría a creerlo y entonces no podrían hacer
nada.

—Sí, lo haremos —le aseguró Ageha con voz firme, mirando a Bronco luego y
preguntándose si se daba cuenta de lo que hacía, aunque tenía que reconocer que también
había sentido un escalofrío —. Tal vez estamos pensando esto al revés, quizás tendríamos
que estar buscando a Pardal. Es él quien quiere estar con James y tiene que haber un cuerpo
también.

—Pardal está en la tumba de Jiken… ¿Es que no lo comprendéis? Esto no tiene nada que
ver con sus cuerpos —Bronco sujetó al chico con su brazo, mirándolos.

—¿Y qué propones? —Steiner frunció un poco el ceño, ya no sabía no qué pensar.

—No lo sé, la verdad…

—Pues algo tenemos que hacer. No podemos seguir escondiéndonos como si hubiéramos
hecho algo malo —se quejó Ageha frunciendo el ceño —Pardal quiere estar con James, ¿o
no? Es eso o el cuerpo de James contiene alguna pista.

—O simplemente quería decirnos que él lo mató, ese hombre y no Jiken —añadió Lowe
cruzándose de brazos.

—No vamos a sacar un cadáver en descomposición del río —le dijo Don cortantemente —.
Por muchos motivos. Entre otras cosas pocas pruebas tendría ya.

—Estoy de acuerdo en no hacer eso, pero no sé en qué puedo estar de acuerdo… —


murmuró luego Steiner. No tenía ni idea de qué hacer.

—Usaremos las cosas del chico, debo intentar saber qué le sucedió. Algunos espíritus
simplemente quieren que se sepa —pensó en alto Bronco.
—¿Crees que puedas contactar con él ? —le preguntó Ageha sinceramente preocupado,
rodeándose a sí mismo con un solo brazo, mientras la otra mano seguía bajo la de Don.

—Yo… lo haré contigo —ofreció Jiken temeroso, pero harto de no poder hacer nada.

—No sé si servirá de algo… —Bronco lo miró a los ojos, pensando en si había una
solución un poco más… corpórea.

—Lo que yo no sé… es… Si él está ahí encerrado. ¿No podéis vosotros acabar de la misma
forma? Eso una —comenzó Steiner —. La otra cosa es… si os quedáis encerrados, no
podremos hacer nada que no sea hablar con la universidad y buscar ayuda de otros… ¡Ah, y
otra cosa! ¿Crees que ese tipo sabe lo que hace?

—No lo sé, es como… si fuera maldad pura, oscuridad. Es…

Lowe los miró por un momento recordando el pánico que había sentido al verlos
inconscientes.

—¿Y si no está allí? Podría ser una percepción vuestra.

—Yo no creo que debáis hacerlo los dos. Creo que uno debería quedarse aquí y ser el lazo
entre todos. Si os volvéis a quedar encerrados, ninguno de nosotros podrá ir tras vosotros,
es como dice Steiner.

—No, Jiken no puede ir solo —Bronco frunció el ceño, pensando que eso era definitivo —.
Y dudo que sea una percepción nuestra, yo lo escuché llegar primero. La experiencia estaba
siendo agradable, todo el día lo había sido… aunque tal vez —apretó el hombro de Jiken.
No estaba seguro de nada.

—No dije que fuera él solo. En realidad no me gusta que vaya ninguno de los dos —se
quejó moviéndose y sentándose en el reposa brazos del sillón en el que estaba sentado Don.

—Mierda —susurró Lowe, pasándose una mano por la cara y queriendo poder hacer algo
—. Voy a ir a mis clases de nuevo, después de todo se llevaron mi horario… Quizás
alguien se acerque.

—No —Jiken lo miró frunciendo el ceño ligeramente, no tenía idea de lo que hacía. Estaba
empezando a pensar que era una situación imposible, nadie podía ayudarlo realmente.

—Tranquilizaos —les pidió Don, pegando una palmada y echándose hacia atrás en el
asiento. Intentaba pensar, pero era aún más difícil cuando no dejaban de ponerse nerviosos
unos a otros.

Bronco se sentó, llevándose a Jiken de la mano con él al asiento, dejándolo pensar por si se
le ocurría algo. Dudaba que a él mismo se le esclareciese aunque sólo fuera un poco, la
mente.
—Ya dijisteis antes que Jiken pudo salir porque no estaba muerto. ¿Qué problema puede
haber entonces? —les preguntó Don —Intentad hacer algo de ese modo. Yo iré a hablar
con el decano… a ver qué me dice.

—¿El decano? —preguntó Steiner.

—Sí, es el profesor de la facultad de forenses… El del vídeo que me hablasteis. Está


implicado, o así lo creía ese chico.

—¿Pero qué sucede si el decano lo protege, o si se lo dice? —preguntó Lowe que no se


había tranquilizado para nada.

—Realmente lo dudo, además, Don sabrá manejar esto… —le aseguró Ageha mirando al
moreno y suspirando.

—Si es culpable, no puede ser tan frío como para quedarse como si nada. Se pondrá
nervioso e irá a buscar al otro. Averiguaré dónde está y…

—¿Y? —preguntó Steiner emocionado como si fuera una película.

—Y llamaré a la policía, claro —Don alzó una ceja ante su cara de decepción.

—Eso parece más efectivo y menos peligroso para Jiken —admitió Bronco.

—Pero es un demonio… —negó el chico.

—Sólo en vuestras mentes, no en la vida real —le recordó Ageha, mirando a Bronco luego.
Lowe seguía paseando de un lado a otro de la habitación, y Don le echó una mirada a
Steiner para que lo detuviese. Además lo estaba poniendo nervioso a él.

—Lowe, para —Steiner lo sujetó, abrazándolo por detrás y rodeándole el abdomen —.


Vamos a arreglarlo.

—Pero mejor será que vaya contigo —le dijo Bronco a Don de pronto —. Es un hombre
muy corpulento y… quién sabe.

—Yo también lo soy… —Don tampoco pensaba pegarse con nadie, lo tenía claro. Dijo
aquello sólo por zanjar el tema.

—No, ese hombre es como un luchador de la WWF.

—Pero sicópata… —puntualizó Steiner.

—O.K. Ahora me estáis poniendo nervioso a mí —se quejó Ageha, aunque ya lo estaba a
decir verdad.
—¿Va a decirle al decano que sigo vivo? —preguntó Jiken de pronto, mirando al psicólogo.
—No, voy a decirle que sé lo que están haciendo, y que tengo pruebas. Se lo diré cuando no
estemos solos. Sé lo que tengo que hacer. Vosotros esperad fuera y seguidlo —les dijo Don
—. Pero esperad por mí, sin hacer idioteces. Steiner…

—Sin hacer el intrépido, sí… Lo he oído.

—Pues no hagas que te obligue a repetirlo conmigo.

—Ja, ja…

—Yo lo vigilo —Ageha hizo un gesto de saludo militar a medias, lanzándole una mirada a
Steiner.

—No, yo lo vigilo, será suficiente con eso —murmuró Lowe, pensando más bien que no
iba solo a ningún lado y tampoco confiaba en el sentido de responsabilidad de Ageha.

—Me siento amado… —bromeó el chico, que nada le arruinaba el humor.

—¿No intentamos entrar de nuevo? —preguntó Bronco incómodo.

—Eso no nos llevará a ninguna parte probablemente —les dijo Don, tocándose la
mandíbula.

—Pero… —Jiken intentó protestar, pero ante la mirada de Don y la de Lowe combinadas,
simplemente bajó la cabeza apretando la mano de Bronco, él lo comprendería, no
necesitaban palabras.

Parte III
Viernes, febrero 5

Steiner salió de la ducha estrujándose el cabello con una toalla, que luego dejó sobre sus
hombros desnudos. Se sentó en la cama con las piernas cruzadas y abrió el portátil de
James mientras Lowe seguía abajo con Jiken.

—Prométeme que no harás nada estúpido.

—Ya te dije que no, estoy bien. Un poco cansado, es todo —negó Jiken abajo, recostándose
en el sofá, mientras esperaba a Bronco. Lowe estaba asustado y suponía que esa era su
única forma de calmarse, pero no le mentía, desde que tomase esa resolución junto con
Bronco, estaba mucho más tranquilo.

—Promételo —le advirtió el rubio que no se fiaba.

—Lo prometo, ¿vale? En serio, sólo quiero dormir un poco, anda… Ve a darle la lata a tu
novio —se rio, entrecerrando los ojos y logrando que Lowe lo empujase suavemente.
—Estás idiota —se quejó, aunque sonriendo un poco después. No podía estar tan mal si se
metía con él —. Bueno… ya sabes —se despidió, escuchando la respuesta del chico
mientras subía las escaleras.

—Sí, ya sé…

Steiner alzó la mirada del portátil cuando lo vio entrar, y le lanzó la toalla mojada.

—No tiene porno. Esto es insano.

Lowe le lanzó la toalla de vuelta, directo a la cabeza.

—Me alegro.

—Qué crueldad… —lo ignoró por un momento, moviendo el ratón mientras seguía
buscando archivos encriptados.

—¿Has encontrado algo? —le preguntó en serio ahora, acercándose y sentándose a su lado
—Algo que pueda servirnos, no me gusta estar sin hacer nada.

—¿Sabes qué hora es? Lo que vas a hacer es dormir… —Steiner lo miró de soslayo,
resoplando —No seas obsesivo. La gente como tú, no debería meterse en cosas como esta.

—¿La gente como yo? ¿Qué quieres decir con eso? Jiken es mi amigo, tú eres mi novio y
no soy ningún niño para que me mandes a la cama. ¿Por qué no duermes tú, eh?

—Porque tú no me dejarías dormir tranquilo, por eso… —se rio, como si nada —Y quiero
decir con eso que… te tomas las cosas demasiado a pecho. Así no hay quien haga nada.
Tienes que disfrutar de esto en la medida de lo posible. Como los soldados cuando van a la
guerra.

—No creo que lo disfruten —se quejó cruzándose de brazos —. Estoy preocupado, es lo
normal.

—Claro que lo hacen. Están deseando partir culos, por eso van… No es porque sean
hermanitas de la caridad, o se harían misioneros. Cuando luego les meten una bala en el
culo, es cuando se empiezan a preocupar, pero si estás todo el tiempo preguntándote si al
salir mañana al combate van a matar a tu mejor amigo o mandarle una carta a tu madre
diciendo lo buen soldado que fuiste… macho, eres hombre muerto —alzó la cara y lo miró
a los ojos.

—Pues no soy un soldado, eso queda establecido —exhaló, pensando que Steiner sí que lo
era. No comprendía cómo podía estar así de tranquilo —. Estamos jugando con fuego.

—Lo sé, pero es divertido… ¿no? Es emocionante. Ven aquí —le pidió, dejando el portátil
a un lado y separando el brazo.
—Un poco, pero… —el rubio se acercó, acomodándose en aquel espacio bajo el brazo de
Steiner —No quiero perder a mi mejor amigo de nuevo, no quiero perderte a ti, claramente
tampoco quiero morir. Y no puedo dejar de pensar en todo lo que puede salir mal porque ni
siquiera tenemos un plan realmente, sólo una idea que puede o no funcionar.

—Es un plan. El plan es… mañana vamos juntos y esperamos a que Don hable con el
decano… —le apoyó la mano en la cabeza, continuando —Cuando salga lo seguimos. Así
sabremos en dónde está el otro. Una vez estemos allí, si es que a Don no le ha dado tiempo
de seguirnos, lo llamamos. Luego a la poli, y fin del asunto, ¿no? Es un plan. No sé qué
más quieres.

—¿Qué sucede si estamos equivocados, si James estaba equivocado? ¿O si simplemente lo


llama por teléfono y el otro huye? ¿O si ataca a Don? —le preguntó, enrojeciendo un poco
por aquella caricia, pero sí que lo hacía sentir mejor.

—Si lo llama por teléfono, lo seguimos igualmente. En algún momento van a reunirse. Si
ataca a Don... Yo lo ayudo, tú llamas a la poli.

—Tienes una respuesta para todo, ¿no? —sonrió para sí, confesándole —También me
preocupa Jiken. No se veía muy estable antes.

—Bronco está con él. Inestables ambos… —se rio, carraspeando luego. No quería que lo
matase —Jiken tiene miedo, se pondrá bien cuanto esto acabe. Y acabará. Solucionaremos
esto mañana mismo, ¿vale? Y no sucederá nada catastrófico. Puede que nos metan en
prisión un tiempo como mucho —se rio de nuevo.

—¡Eso no me hace gracia! —gritó, enrojeciendo y carraspeando luego, esperanzado de que


nadie más lo hubiese escuchado —No quiero ir a prisión.

—Vale, tranquilo. Sé que no. Si algo sucede, yo asumiré la culpa —le dijo serio ahora,
tocándole la cara.

—¿Eres idiota? No quiero que vayas a prisión tampoco, no te lo permitiré —le aseguró con
un tinte de dulzura en la voz, entrecerrando los ojos al sentir aquel contacto —. No lo
comprendes, no estoy preocupado sólo por mí.

—Sí que lo comprendo. Pero quiero que sepas que no voy a dejar que nada te ocurra. Y sí,
ya sé que me quieres y no quieres que me pase nada tampoco. Pero tienes que entender una
cosa; nos hemos metido en una mierda muy grande, esa es la verdad. En este punto, pasar
unos meses en la cárcel por ti, no me parece tan terrible. Soy un buen chico, y lo hice para
salvar a alguien… no van a meterme en máxima seguridad…

—Pues no voy a dejar que cargues con toda la culpa, te jodes —le sonrió mirándolo a los
ojos, aun asustado, por supuesto, pero estaba seguro de que Steiner no era tan inconsciente
como aparentaba.
—No digas idioteces. Si tú vienes… tendré que portarme mal y no me van a dejar salir.
Además, tú tienes una carrera que estudiar, y unos padres que se morirían de infarto. Yo
seré un héroe para todos los “creyentes” —sonrió, jugando con el tema para relajarlo un
poco —. No está tan mal… espero que lo comprendas si no puedo pasar sin sexo tanto
tiempo… —se apartó un poco por si le pegaba, pero estaba bromeando. Más le preocupaba
que alguien se interesase por su culo.

Lowe lo empujó, frunciendo el ceño.

—Tan bien que ibas… Bueno, creo que está claro que sólo hay una solución, ¿o no?

—Era una broma… —se rio todavía, recostándose luego en la cama —Te diré la solución.
La solución es… ya veremos qué pasará.

—Fresco, no vayas a la cárcel —frunció el ceño dejándose caer a su lado y golpeándole el


pecho —. Don no dejará que eso suceda, seguro que sabe qué hacer.

—Cierto, seguro que sabe cómo convertir mis delitos en heroicidades… Lo contrataré
como mi agente, y cuando salga en las noticias todos pensarán que es cierto —se giró hacia
él, sonriendo con aquel aspecto de caradura —. ¿Cómo podría ser mala una cara tan bonita
como la mía? —preguntó frotándose la mandíbula.

—A mí no me inspira confianza, sólo te dejaba pasar a mi piso por las hamburguesas —se
metió con él, riéndose luego y tratando de olvidarse de todo por el momento.

—Mientes… tú querías confiar en mí, lo que pasa es que tenías miedo —le sujetó la cara,
tocándole los labios con el pulgar —. Y no todo el mundo es tan inteligente como tú —le
guiñó un ojo, besándolo antes de que abriese la boca.

Lowe casi refunfuñó contra sus labios, pero cerró los ojos dejándose besar y rodeándolo
con un brazo luego, necesitaba sentirlo suyo.

—Hum… conozco ese comportamiento… —susurró Steiner sonriendo contra su boca y


subiéndose sobre él. Le quitó la camiseta “visto y no visto”, y le ató las muñecas al
cabecero con ella.

—Eh… Fresco —se quejó frunciendo el ceño y enrojeciendo —. Sólo era un beso, ¿qué
comportamiento?

—¿Crees que no sé que me estás buscando? Bueno, eso es encantador también, pero… Si
quieres podemos fingir que te enfadas y pataleas mientras te saco los pantalones —se rio,
besándole entre las cejas y abriéndole los jeans.

—Idiota… —se quejó porque se metiera con él y desvió la mirada sólo por no ceder,
aunque Steiner tenía toda la razón —No tenías que atarme, eso lo inventaste tú solo.
—Bueno… pensé que te sentaría bien… estar en mis manos sin tener que pensar, sólo
dejándote hacer… —susurró contra sus labios mientras le sacaba los jeans y se metía entre
sus piernas —Pero si quieres te suelto —alzó la mirada a sus ojos, apoyando una mano en
el nudo y fingiendo seriedad.

—Ya lo hiciste, déjalo… —le indicó enrojeciendo más aun y pensando por un momento en
empujarlo con el pie para que no lo molestara tanto. ¿Acaso no sabía que le costaba admitir
esas cosas?

—¿Seguro? —sonrió ya, sujetándole la pierna para que no le diese finalmente, lamiéndole
el abdomen mientras se abría los jeans. Después de todo, aquello era lo más sabio que
podían hacer, teniendo en cuenta que mañana podía suceder cualquier cosa. Ojalá fuera un
videojuego y pudiera guardar la partida…

*****

—No me gusta estar leyendo esto… —murmuró Don, que estaba repasando las cartas del
chico. En algún momento, en todas las cartas había algo demasiado íntimo que le molestaba
corromper con la lectura. Era sicólogo y estaba acostumbrado a hurgar en la privacidad de
la gente, pero ellos se la confiaban. No era lo mismo.

Se movió en la cama, cerrándose un poco el albornoz y mirando a Ageha de soslayo por un


buen rato.

—Estoy seguro de que a Pardal no le molesta, no tiene otra manera de decirte lo que le
sucedió —le contestó por fin, mirándolo de vuelta y acomodándose a su lado —. Dijiste
que te hubiera gustado poder ayudarlo más, ahora puedes.

—No me refería a violar su intimidad cuando dije eso… —alzó una ceja, cerrando las
cartas y recostándose con los brazos cruzados tras la cabeza.

—No la estás violando, él nos guió a James, estoy seguro de que quería que las leyeras. Sé
que parece una locura, pero así lo siento —le pasó un dedo por el contorno de la cara,
acariciándolo.

—No sé, a estas alturas siento que cada uno puede pensar lo que quiera de este asunto. Me
preocupan las consecuencias… No vamos a salirnos de rositas con esto.

—Lo sé, pero esto es peor, estarnos escondiendo, asustados… —lo miró a los ojos —No
hemos hecho gran cosa tampoco. No hemos matado a nadie, sólo… allanamiento de
morada, ocultar evidencia y tenemos circunstancias atenuantes.

—Por no mencionar que tenemos en casa a un supuesto chico muerto, ¿no? Somos
cómplices en esto. La verdad, creo que van a despedirme. ¿Por qué demonios hago esto? —
negó con la cabeza, agobiándose y poniéndose la mano sobre la cara antes de hundirse
hacia abajo en el mullido colchón.
—Tranquilo, es decisión de Jiken, no es como si lo hubiéramos secuestrado, y lo hiciste por
el bien de tu paciente —se colocó sobre su pecho, observándolo y amándolo más si eso era
posible —. No sabes lo que va a suceder, yo creo que mereces una medalla.

—Pues no van a dármela… —le aseguró, moviendo la mano y apoyándola sobre su cabeza
—Y ya no sé qué pensar. Creo que hemos cometido un mar de idioteces. No sé… Imagino
que sólo estoy agobiado.

—Es natural, todos lo estamos —lo acarició más, pensando que la familia de Jiken se
cabrearía seguramente, pero mejor no le mencionaba eso, estaba seguro de que ya lo sabía
—. Lo importante es que estamos con vida y bien… y eso es lo que tenemos que preservar.

—No es tan simple, hay muchas más cosas en juego. Ir a la cárcel no me parece vida,
quedarme en el paro tampoco… —comenzó a agobiarse más.

—Pero estás vivo y siempre se puede hacer algo con eso. ¿Por qué siento que debería
empezar a llamar a nuestros abogados? —se rio como quitándole importancia, aunque lo
comprendía muy bien —No teníamos opciones, Don. Nadie nos hubiera creído y no
podíamos dejar a Jiken allí, ¿verdad? Y sabes que nunca estará bien si ese hombre sigue
suelto.

—Lo sé…, tampoco podría vivir diciéndome: hiciste todo lo que estaba en tu mano… de no
ser así. Así al menos podré vivir conmigo mismo, aunque sea en la puerta de una iglesia…
—frunció el ceño de nuevo, pensando en lo que diría su ex de saberlo.

—Las cosas no llegarán a eso, lo sé —se rio porque los había imaginado mendigando. No,
no era algo digno para Don.

—Ajá… —murmuró, pensando que era un fresco. No se podía ser tan inconsciente —
quédate aquí, ¿vale?

—Supongo que alguien tiene que vigilar a Bronco y a Jiken —suspiró, aunque se ponía
nervioso por no poder estar cerca de él. Se lo tendría que encomendar a Steiner.

—Sí, eso es. Bronco no está muy bien. Los dos me preocupan. Saldría a ver qué están
haciendo de no ser porque… no vaya a ser.

Ageha se rio, asintiendo

—Es lo más seguro. Por lo menos prefiero que estén haciendo eso, así se cansan y dejan de
pensar en cosas problemáticas.

—Sí… no sé yo si eso no es problemático en su caso —murmuró serio, girándose de


espaldas después, resoplando pesadamente —. Qué horror, siento un instinto un tanto
paternal hacia él y Lowe.
—Pues eso no me parece nada horroroso. Me parece tierno y me enamora más —le
aseguró, sonriendo y deslizando dos dedos por su pecho —. Mientras no te sientas paternal
hacia mí…

—No, si hasta lo lamento por tu padre… —bromeó, sujetándole la mano y rodeándose el


pecho con su brazo.

—No, mi padre me amaaa, soy buen hijo y no lo molesto con tonterías —se rio subiendo
una pierna sobre las suyas —. Y llamo a mi madre cada mes para que no lo moleste
tampoco quejándose.

—Oh… una vez al mes. Por esto me alegro de ser homosexual y no tener hijos jamás —se
giró para mirarlo, sonriendo un poco y observando sus ojos. Le apoyó la mano en la cara y
lo acarició —. Bueno, si me despiden tendré una excusa para poder irme contigo.

—Sí, ¿ves? Así es mejor, busca el lado positivo, y con tus habilidades, no me cabe duda de
que podrás conseguir otro empleo —le aseguró, besándole la quijada —. La llamo una vez
al mes porque eso quiere.

—Oh… no me hagas pensar que estás buscando en mí una figura paterna. Porque puedes
llamarme papá si te excita —alzó una ceja, sonriendo.

—No, gracias, pero no me opongo a que me des nalgadas y me castigues, ¿eh? Sólo en la
cama, claro —se rio subiéndose sobre él de manera casi sutil —Te amo, Don —soltó de
manera mucho más seria.

—Lo sé… —susurró, sujetándole la cara antes de besarlo. Le era imposible dejar de pensar
en mañana. Apretó sus hombros masajeándoselos con suavidad e inexperiencia,
cariñosamente más que nada.

—Eso se siente bien, genialmente bien… —sonrió de nuevo, moviendo la cabeza a los
lados para relajarse.

—Dicen que las manos de las personas a las que quieres, ejercen un gran poder sobre uno.
¿Lo sabías? —miró hacia las manos del chico sobre su pecho y luego cerró los ojos,
acariciándole la espalda.

—No, no científicamente, pero puedo comprenderlo —sonrió, recostándose más sobre él


—. Quiero sentir tus manos sobre mí para siempre.

—Eso… depende de ti enteramente —se puso serio, abriendo los ojos y sintiéndose
extraño, pero muy bien en realidad. Podía ser simplemente… “bed talk”, pero también
podía ser que no. La posibilidad le alegraba lo suficiente.
—No, depende de ambos. No hables como si fueras el único seguro de esta relación —le
sonrió más ampliamente, besándole el pecho luego —. Tienes que ser cuidadoso mañana,
porque te estaré esperando.

—No voy a la guerra… —sonrió, apoyándole la mano en la cabeza y acariciándole el pelo


—La gente es más razonable de lo que piensas, con las palabras adecuadas.

—Confío en ti y en Steiner si eso falla, pero ponte en mi lugar —cerró los ojos deseando
poder ir con él.
—No quieres que haga eso. No te dejaría ir…, pero no es lo mismo para nada.

—¿Porque no se trata de mí? —le preguntó riéndose —Tranquilo, no soy irracional, sé que
tienes que hacerlo.
Don se rio también, observándolo.

—Porque tú no eres sicólogo, y porque… bueno. Tú eres su tipo, y no queremos llevarle un


regalo, al revés.

—Soy cercano a su tipo, o lo sería si no tuviera el cabello teñido —comentó sólo porque
aquello le daba escalofríos, estaba seguro de que Don lo comprendería.

—Bueno, además de eso no eres vulnerable, y no estás solo e indefenso —se abrió el
albornoz para sentirlo sobre la piel, y luego cruzó la tela por encima del chico.

—No, no hubiera podido convencerme de tomar una droga rara para quién sabe qué cosa…
Y hubiera llevado a Steiner a las reuniones esas. Me odiaría —se rio porque no sabía qué
más hacer y se abrazó por completo a la piel desnuda del moreno. Se sentía cálido y
tranquilo allí, no quería admitirlo, pero realmente estaba asustado por lo del día siguiente.

—Oh… qué horrible, puedo comprenderlo ahora —sonrió, pensando en el hombre tratando
de lavar cerebros mientras esos dos se reían de ellos.

—No, no puedes porque tú eres bueno y al final terminarías riéndote con nosotros. No lo
niegues, somos graciosos.

—Sí… muy graciosos… —se rio de todas formas, negando con la cabeza después. Se
alegraba de no ser profesor.

Parte IV
Viernes, febrero 5
—Me costó trabajo que Lowe se fuera a su cuarto —se quejó Jiken, aunque extrañamente sí
había terminado durmiéndose por un rato mientras esperaba a que Bronco regresara de la
ducha.

—Estaba preocupado —le dijo frotándose la cabeza con una toalla antes de sentarse en la
cama, con un trozo de pan que había cogido en la cocina entre los dientes.

—Mucho, no puedo decir que no lo comprenda. Se siente bien en realidad, aunque suene
egoísta de mi parte —le sonrió moviéndose un poco para acercarse a él.

—Suena normal… —se lo metió en la boca por completo, dejando la toalla a los pies de la
cama y echándose hacia atrás para apoyarse en él.

Jiken le pasó las manos por el cabello húmedo y luego por el pecho.

—Pero sigo pensando en hacer eso.

—Lo sé… —alzó la vista para mirarlo, y luego se giró de medio lado con pereza, sin salir
de sus piernas —¿Para buscar a James?

—Sí y para asegurarme de que Pardal está bien. Ya sé que está muerto, pero… —se
estremeció ligeramente, recordando aquel demonio enorme.

—Sí, pero no comprendemos eso del todo —le apoyó una mano en el muslo, sujetándole el
pie finalmente —. Es algo extraño, no es como que eso sea el infierno, o habría mucha
gente más allí.

—Yo creía que obtenías tu propio infierno personal. Eso es lo que pensé mientras estaba
allí —le explicó bajando un poco la mirada sin soltarlo —. Intentaré controlarlo esta vez.
Podía hacerlo al principio así que tal vez…

—Sí, yo creo lo mismo, pero en su infierno personal no puede ser que tú lo hayas creado. E
incluso pensando que él entra en tu infierno… eso no era el infierno —le dijo pensativo,
cruzando los brazos bajo el pecho.

—No, no lo era. Además, no creo que él esté en el infierno… No sé por qué, supongo que
porque no mató a nadie… Por otro lado, no lo conozco realmente.

—Tú tampoco mataste a nadie. Olvidémonos del cristianismo por un momento —se sentó,
mirándolo —. Eso no era el infierno, simplemente la capacidad de unas personas para
comunicarse con otras. Tú abres esa puerta…, y no hace falta permiso para entrar.

—Pero si él puede hacer lo que hacemos nosotros, entonces supongo que no sabía que yo
podía hacerlo. Nunca me persiguió cuando iba a buscarte.
—Agh… —se tiró contra el respaldo, frotándose el cabello con la mano —No lo sé. No
tengo una buena explicación.

—No la necesitas, es decir… es igual —le aseguró apretándolo un poco casi sin darse
cuenta —. Quiero hacer algo por mí mismo, siempre estoy dependiendo de los demás.

—¿Cómo qué? No es momento de hacerse el héroe…

—No, me refiero a hacer esto. Buscarlos, quizás si encontramos a James, él pueda decirnos
algo… No me refiero a nada más.

—Podemos hacerlo… Intentarlo al menos. Es que no sé qué quiere que hagamos, la verdad.

—Yo tampoco lo sé —suspiró Jiken, entrecerrando los ojos. No se sentía más valiente, para
nada. Sólo se sentía conectado a él e inútil a la vez.

—No podemos ir sin saber para qué. Lo más probable es que se repita lo mismo. Podemos
ir para matarlo, al menos allí —lo miró a los ojos, apoyando los brazos sobre el respaldo.

—¿Crees que podamos? Pero es un demonio. ¿Cómo matas un demonio? Sólo desaparecerá
de ese mundo —lo miró asustado. No podía evitar el pensar que a ellos sí les haría daño,
por ilógico que pudiese ser.

—Pero si él cree que lo hemos matado allí… No lo sé, las consecuencias pueden ser
muchas. Cómo sabes que cuando te aparece en sueños o… cuando te interrumpía mientras
estábamos hablando… era real o no —le preguntó ahora, observándolo —. Puedes matarlo,
es tu mundo. ¿Por qué él puede romper los árboles que nos protegían? Porque tú tenías
miedo de que lo hiciera. Estabas pensando que podría hacerlo… Si pensaras que son
indestructibles…

—No sé si pueda hacerlo. Quiero hacerlo, pero cuando lo veo… —negó con la cabeza,
temiendo que lo viese como a un cobarde.

—Nadie más puede hacerlo, sólo tú —le sujetó la mano, apretándosela con suavidad.

—No te apartes de mí entonces, ni siquiera para protegerme. No respondo bien si estás en


peligro —le aseguró apretando su mano de vuelta.

Bronco lo miró con una sombra de duda.

—¿Y qué hago entonces? No puedo correr para todos lados y no hacer nada.

—Permaneces a mi lado, luchamos juntos si eso quieres, pero no me digas que huya sin ti.
No lo haré.
—No sé… Tal vez no deberíamos hacerlo. No sé qué consecuencias podría tener. Sé que
volver a tu cuerpo cuando estás realizando un viaje astral, si no es de la forma correcta,
puede acarrear muchos problemas.

—Lo he hecho antes, y no tenía experiencia. No puedo tener más problemas de los que ya
tengo, Bronco —le insistió tomando ambas manos ahora —Además, si él puede
transformar mi mundo, tú también puedes hacerlo, somos dos contra uno.

—No sé si puedo… —se sentía presionado —Y no sé cómo puedes decir eso.

—Porque confío en ti —lo miró serio, y volvió a bajar la mirada luego —. Lo siento, no
quiero decirte lo que debes hacer. Estoy asustado y enfadado, me siento inútil.

—No sé, dices que no puedes tener más problemas de los que ya tienes, pero el caso es que
estás aquí, a salvo, y no sé si quiero arriesgarme a perderte. A ti te dará igual, pero para mí
las cosas podrían ser mucho peor. No me quiero enfadar… así que dejémoslo —dobló una
rodilla, apoyando el brazo encima, pensativo.

—Lo siento —repitió comprendiendo que tenía razón, sólo estaba desesperado. Se acostó a
lo largo en la cama, pensativo también. No quería hacerle daño a Bronco, mucho menos
perderlo, pero era propenso a dañar las cosas.

—No quiero que te mate tu sentimiento de culpabilidad, porque no es tu culpa.

—Lo sé, mi mente lo sabe ahora, pero no es algo fácil de comprender —le contestó con los
ojos entrecerrados aún —. Y me preocupa que los demás se arriesguen por mí.

—No lo hacen sólo por ti. Lo hacen porque esos son sus ideales, porque piensan que es lo
que tienen que hacer… y en definitiva, porque quieren. ¿O no? —movió un pie y le dio en
una nalga.

—Supongo… —abrió los ojos, mirándolo sorprendido porque le hubiera dado con un pie y
pensando que definitivamente no era un psicólogo, pero lo hacía sentir mejor.

Bronco se movió por la cama, acostándose a su lado y tocándole la cintura con una mano,
observando sus ojos tan cerca que su nariz casi lo rozaba.

—Tengo miedo —le confesó lo evidente, mirándolo de vuelta, casi perdiéndose en sus ojos
—. Quiero hacer algo, pero no puedo dejar de temer.

—Bueno, eso es lo que pasa siempre que haces algo importante, ¿no? Sin llegar a
situaciones tan drásticas como esta.

—Pero no solía sucederme con tanta fuerza, es paralizante —le explicó, moviéndose
sutilmente para pegarse más a él.
—Sólo tienes que despertarte si piensas que algo malo va a ocurrir. No puede mantenerte
allí. ¿Comprendes eso? Eres libre… —lo apretó contra él, rodeándolo con los brazos.

—Soy libre —repitió como convenciéndose y cerrando los ojos para sentir mejor aquel
abrazo —. No quiero estar solo.

—Nunca vas a estar solo. Bueno… algún día me haré viejo y cascaré —murmuró,
sonriendo un poco, seguro de que acabaría matándolo él.

—No digas eso —se rio suavemente, aunque se le habían llenado los ojos de lágrimas. Se
apretó más a él para que no se diera cuenta y le besó un hombro.

—Eh… —susurró, ya que aunque no lo veía, sí que podía sentirlo —No me hagas caso,
siempre voy a estar contigo —bajó la cabeza, buscando su rostro y besándole los labios.

—No seas condescendiente —sonrió, aunque la verdad lo había hecho sentir mejor —.
Cuando esto termine, te haré un mundo, sólo para ti.

—¿Ah sí? —sonrió, tocándole el cabello con una mano —Pero es cierto, siempre voy a
estar contigo, incluso después. Tú lo sabes.

—¿Sabes una cosa? Yo podría morir antes, lo has pensando ¿o no? —le preguntó casi
susurrando.

—A veces… Y yo iría contigo —le tocó el hombro, acariciándoselo.

—No, yo me quedaría contigo. No tienes que hacer algo así —le aseguró suspirando —. Es
mejor si ambos continuamos vivos.

—Hombre, si me dan a escoger… —se rio, suspirando él y sujetándolo para girarse con él
encima de su cuerpo.

Jiken lo besó sorpresivamente, rodeándolo con ambos brazos luego, era lo más real que
había tenido en su vida.

—¿Quieres hacerlo o no? —le preguntó Bronco al romperse el beso, todavía apretándolo.

—Sí, quiero hacerlo —asintió mucho más seguro —. Puedo hacerlo.

—Bien, pues entonces… Lo que tenemos que hacer es poder salir —se giró sobre él,
extendiendo luego un brazo para coger el teléfono móvil de su bolsillo. Programó la alarma
para veinte minutos después, y lo miró a los ojos sin salirse de encima —. Sólo veinte
minutos. Esto nos despertará, o eso quiero pensar.

—Lo hará o lo haré yo. No puede hacernos daño, no puede hacernos daño —se repitió
varias veces sujetando sus manos luego —. ¿Estás listo?
Bronco se inclinó sobre él, y lo besó apasionadamente, de forma posesiva incluso,
moviéndole la cara con la suya para besarle el cuello.

—Sí… —se echó a su lado, mirándolo a los ojos fijamente antes de cerrar los suyos.

Jiken cerró los ojos por fin, pensando en aquel lugar y en James, casi llamándolo para ver si
podía guiarlos hacia él.

De pronto sintió la hierba suave y algo húmeda bajo sus pies descalzos. Abrió los ojos para
ver aquel claro en el medio del bosque, los árboles formando una bóveda sobre sus cabezas
como en la ocasión anterior.

El lobo no tardó en aparecer a su lado, corriendo como si hubiera salido de la nada. Lo miró
y tocó su brazo con el hocico. En teoría, ese hombre ni siquiera tenía por qué estar
intentando llegar a ellos en ese momento, ¿no? No tenían por qué encontrárselo.

—Intentemos comunicarnos con Pardal. Volvamos a aquel lugar en el que lo dejó herido.

—Vale —le sonrió aliviado al verlo a su lado y tocándole la cabeza, realmente le sentaba
esa imagen. El lugar parecía tranquilo, no había ninguna sombra amenazadora, al menos
por el momento

—No me mires como si fuera muy mono, sigo siendo la misma persona… —levantó las
orejas, echándole una mirada de soslayo. No quería que se empezara a asustar, lo quería
tranquilo allí.

Caminaron de nuevo por el mismo lugar. En un principio las ramas se veían bien, pero
luego empezaron a aparecer cortadas y destrozadas. Se obligó a hacerle verlas como antes,
llenas de flores y espinas grandes y rojizas, brillantes y protectoras para ellos.

Comenzaron a entrelazarse de nuevo y crecer hacia arriba arropándolos de forma protectora


mientras les daban paso.

Jiken sonrió porque sabía que era Bronco el que lograba eso, de la misma manera en la que
protegía su corazón.

El cielo empezaba a oscurecerse amenazadoramente y se esforzó, tomando ejemplo del


moreno, enviando a la misma bandada de pájaros de antes, los cuales lo tiñeron de azul a su
paso.

Bronco miraba hacia atrás a cada rato, apretando las ramas tras ellos, enzarzándolas como
una fortaleza salvaje. Podía pensar que esa era una forma de protegerlos, pero
probablemente dependía sobre todo de quién tuviese más fuerza mental para dominar el
entorno.
Se apuró junto a Jiken, en llegar a aquel círculo tras el pasillo de ramas. El pájaro pió en los
árboles, llamándolos y batiendo las alas con rapidez.

—Ven aquí… Solo no puedes hacer nada contra él —le pidió el lobo.

—Ven aquí, Pardal, por favor —le pidió Jiken también, extendiendo las manos hacia él
como señal de paz, aunque no tenía por qué temerles.

El pájaro se quedó mirándolos por un momento y luego aleteó, provocando un fuerte


viento, a pesar de ser un animal tan pequeño y finalmente bajando hacia ellos y apoyándose
sobre el hombro del chico.

Bronco lo miró, preguntándose si es que no podía hablar, como él.

—¿Dónde está James?

El pájaro aleteó de nuevo, piando y echando a volar frente a la pareja, dando vueltas como
si estuviera confundido, pero definitivamente los estaba guiando hacia algún lugar.

—¿Por qué no te muestras como eras? ¿Puedes hacerlo? —le preguntó Jiken, pero el
animal no pareció prestar atención a sus palabras.

—Creo que se siente más seguro de esta manera. Tal vez no puede escucharnos y por eso
no habla. Sigámoslo —le sugirió Bronco, corriendo con él tras el pájaro, que parecía
llevarlos más allá de la espesura de las ramas.

De pronto estaban en el bosque, y en el medio de un lago estaba aquel chico tan parecido a
Jiken, casi sumergido en el agua y completamente desnudo. Su piel estaba dañada y
marchita.

—Eres tú —murmuró Jiken, agachándose al borde del agua y extendiendo una mano para
tocar aquel cuerpo.
Pardal abrió los ojos, sujetando su brazo y tirando de él hacia el agua, a pesar de que el
pájaro seguía sobrevolando la superficie, como si estuviera en ambos lugares a la vez.

Bronco lo sujetó por la ropa con los dientes, tirando de él hacia fuera y gruñéndole al otro.
Algo no le cuadraba, y lo que sus ojos le mostraban no tenía por qué ser de hecho cierto.

La boca del chico que se encontraba bajo el agua se abrió, liberando un torrente de sangre.
De hecho estaba tornando toda el agua en sangre.

Jiken gritó soltándose por fin mientras el pájaro revoloteaba cada vez más nervioso sobre su
cabeza, intentando apartarlos del lago.

—¿Por qué nos traes aquí? —preguntó Bronco sin comprender.


De pronto unas manos enormes emergieron de aquella agua roja y espesa. Esperó a Jiken y
echó a correr con él encima alejándose sin saber a dónde.

Se le ocurrió sin pensarlo ni siquiera, iba hacia aquella cabaña donde los habían encerrado,
sabía que estaba arriba del río. Si ese hombre estaba allí… ¿Tal vez era posible un
encuentro entre su mente y su cuerpo?

—¡Bronco! —gritó Jiken sin comprender por qué corrían hacia aquel lugar, su corazón se
estaba acelerando y además no comprendía nada. ¿Acaso ese chico estaba intentando
matarlos también?

—Cree en mí. Pienso que nos llevó a él para que lo destruyamos. Tenemos que acabar con
él —le dijo el lobo, temiendo que además se les acabase el tiempo.

—Está bien —asintió Jiken ya que lo decía Bronco, y miró hacia delante. La puerta de la
cabaña era una boca con dientes inmensos y puntiagudos. La forzó a ser una puerta normal
de nuevo.

Pardal estaba volando a su lado una vez más, y ahora ya no se veía perdido. Bronco se
preguntó si los escuchaba y comprendía. Ni siquiera sabía si era real.

El suelo retumbaba tras ellos mientras seguían corriendo. Aquel ser les iba detrás, no dejaba
de repetirse que él era más rápido, mucho más rápido. Podía saltar el río de cabo a rabo.
Eso hizo, aun con el chico en su lomo.
Se colaron en la cabaña, la puerta estaba abierta. Dejó bajar a Jiken y miró a su alrededor.

—Tiene que estar en una de las habitaciones.

—Abajo, en donde me tenía a mí —supuso el chico sin saber muy bien por qué. Extendió
una mano y sin mucho esfuerzo, más bien impulsado por el miedo, hizo aparecer una
guadaña en la misma. La sujetó con ambas manos, bajando poco a poco.

La oscuridad reinaba allí como siempre y pudo percibir aquel olor dulzón, pero no era real,
no podía dejarse intoxicar.

Sin embargo, lo que lo dejó congelado fue el cuerpo que yacía sobre aquella camilla
oxidada. Inmóvil y con la piel azulada. Había sangre a su alrededor y parecía llevar días allí
muerto, pero podía reconocerlo, era su propio cuerpo.

Bronco lo desterró enseguida, ni siquiera podía mirarlo. La camilla se destartaló y cayó al


suelo. Los tornillos tintinearon y algunas tuerquecillas salieron rodando.

—Estás bien, estás conmigo en casa —le convenció —. Sigamos, se nos acaba el tiempo.

El gorrión lo guió, lanzándose contra la otra puerta y revoloteando.


—¿Allí? —preguntó Jiken, que continuaba respirando agitado, apenas logrando mantenerse
estable, tratando de convencerse de que no era cierto. Alzó la guadaña, clavándola en la
puerta y escuchando un grito salvaje al otro lado. No parecía humano, más bien como el de
un animal furioso.

El lobo se lanzó contra la puerta, al otro lado se escucharon golpes. Alguien estaba
entrando y tenía que ser él.

—¡Rápido! —en cuanto Jiken abrió la puerta, observó al hombre que dormía, rodeado de
aquellas drogas también. Era enorme, aunque no tanto como en los desvaríos. Se veía
completamente dormido a pesar de que un lobo enorme estaba sobre él en la cama.

¿Era eso real? Le mordió el cuello salvajemente, y de pronto abrió los ojos y gritó,
intentando sujetar su cuello con las manos.

—¡Bronco! —gritó el chico al ver que el lobo desaparecía frente a sus ojos. Blandió la
guadaña frente a sí, lastimando a aquel animal que ahora se lanzaba a por él. Lo último que
escuchó fue a Pardal piando desesperado y entonces sintió la mano de Bronco contra su
mejilla.

—Estoy aquí… ¡eh! Estoy aquí.

Su rostro era de preocupación absoluta, y lo abrazó con fuerza enseguida, apretándolo


contra él al ver que sus ojos al fin lo miraban.

Jiken lo abrazó de vuelta, temblando y murmurando.

—Estás bien, estás bien… Creí que te había lastimado.

—No, estoy bien… me desperté con la alarma, eso es todo. ¿Crees que lo que hemos hecho
servirá? ¿Y qué hacía ese hombre ahí abajo? Había drogas también allí.

—Sí, pero… no lo sé. Lo herí, no sé si lo maté, estaba asustado —le contestó tratando de
tranquilizarse y mirando a su alrededor como para convencerse de que estaba en el mundo
real de nuevo —. No parecía ser otra víctima.

—No, era él. De eso estoy seguro… si es una víctima o no… no lo sé. Eso no cambia que
sea un monstruo.

—Pero no se veía… Su cara… era normal, ¿no? —le preguntó tratando de recordar ahora
—¿Quién era el otro lobo entonces?

—Creo que sólo era tu miedo convirtiendo mi despertar en tu enemigo —se encogió de
hombros ligeramente, separándose un poco de él.
—Puede ser… —sonrió un poco, suspirando y recostándose hacia atrás —Creí que
moriríamos.

—Yo también me asusté… —se sentó, rascándose una pierna y echándose hacia atrás
contra el respaldo.

—Al principio pensé que Pardal estaba tratando de matarnos, pero me parece que también
estaba confundido. Lo comprendí cuando vi mi propio cuerpo, no es algo fácil de
comprender.

—Sí, pero yo me pregunté si no estaba realmente llevándonos a él… para que hiciéramos
justamente lo que hicimos.

—Quizás… ¿Crees que se haya ido? Si funcionó… —le preguntó mirándolo a los ojos.
Aun no se atrevía a soñar con que hubiese resultado bien.

—No lo sé, la verdad, pero es muy arriesgado hacerlo de nuevo ahora mismo —se encogió
de hombros, girándose para tomar el paquete de cigarros de un bolsillo de sus jeans en el
suelo.

—No tengo fuerzas de todas maneras, pero… ¿estuvo mejor, no lo crees? Estuvo mejor que
la primera vez —sonrió acostándose de lado y observándolo.

—Definitivamente lo estuvo —sonrió un poco, encendiendo el cigarro y cogiendo un


trocito de papel para poner la ceniza encima.

—Gracias —se estiró ligeramente para tocarlo, sabía que era Bronco quien le había dado
fuerzas.

—No tienes que darme las gracias… ¿no? Se siente extraño —se revolvió un poco el
cabello, mirándolo —. La verdad es que no dejo de pensar en que casi no te conozco.

—¿No? —Jiken se alzó para sentarse a su lado mirándolo a los ojos, poniéndose nervioso.
No quería que se alejara finalmente —Pregúntame lo que quieras saber.

—No sabría qué preguntar… —le confesó, negando con la cabeza —Es sólo que me
pregunto si puedes ser realmente tú con todo lo que está ocurriendo.

—Soy yo, no puedo ser nadie más. Lo único es… que nunca he sido tan miedoso, pero creo
que me va a costar un poco volver a ser como antes —admitió, mirando por la ventana y
preguntándose si lo que le atraía de él era un sentido paternal.

—Antes dijiste eso… y aunque dijeras lo siento… No puedo dejar de preguntarme si es


realmente lo que piensas —lo miró, suspirando y preguntándose por qué no se podía quitar
eso de la cabeza —. No me hagas caso.
—Claro que no, estaba alterado… No quiero perderte, suelo hacer tonterías como lo de ir a
esas reuniones o tomar esa droga. Al menos solía hacerlo —exhaló mirándolo y tomando
sus manos con urgencia —. No pensé en las consecuencias, Bronco. Lo siento.

—Te quiero, y básicamente eres lo único que me importa de verdad ahora. Eso no te obliga
a sentir lo mismo, eso es todo —le soltó una mano y apagó el cigarro que tenía en los
labios, jamás terminaba de fumarse uno estos días. Le sujetó la mano otra vez, tras haber
expulsado el humo —. Soy así, no puedo evitar dejarme quedar como un idiota, supongo…

—No eres un idiota, eres especial y me haces sentir especial. Te prometí que no me
separaría de ti ni haría nada que pudiese arriesgarme, y no lo haré, ya no —le apretó la
mano pensando que él sonaba desesperado en realidad, pero le dolía incluso pensar en que
no estuviera allí, sólo el imaginarlo era insoportable.

—Te he dicho que no me hicieras caso, sólo tengo miedo. Y tengo más miedo de que no
sientas por mí lo mismo que… de lo que me pueda pasar —negó con la cabeza con un gesto
apenas perceptible, moviendo las manos para atraerlo sobre sus piernas.

—No lo comprendo, te amo, no quiero que te suceda nada y tampoco quiero estar sin ti.
¿No es eso suficiente? —le preguntó mirándolo confundido y bajando la mirada, a pesar de
que se dejaba llevar así —Yo también tengo miedo.

—Lo es… es sólo que. ¿Habrías sentido algo por mí de no haber sucedido esto? Porque…
supongo que necesito saberlo.

—No puedo saberlo realmente, tal vez no te hubiera conocido. Sólo puedo decirte que sí, lo
creo —le tocó el pecho con suavidad, alzando los ojos apenas un poco —. Lo que siento
por ti no tiene que ver con las circunstancias, tiene que ver con la manera en la que me ves,
en la que ves dentro de mí, me comprendes… Y puedo sentir tu alma.

—Creo que tengo demasiada suerte… —bajó un poco la mirada, sintiéndose abrumado y
apoyando la frente contra su hombro.

—No, yo la tengo. Todo lo que me ha sucedido y aquí estoy, contigo y rodeado de


amigos… Tuviste razón en enfadarte, soy un idiota —sonrió sintiendo las lágrimas llenarle
los ojos de nuevo y apretando a Bronco contra sí —. Lo siento, no volveré a asustarte.

—No te creo… —sonrió, abrazándolo con fuerza y acariciando su espalda —Y yo no


volveré a pensar idioteces… por unos días.

—Ten más fe en mí, lo digo con toda la intención —se rio, pasándose una mano por los
ojos, pero sin dejar de apretarlo con la otra —. Espero que el doctor Crawford aún me
quiera de paciente.

—¿Doctor? Creía que era tu padre —bromeó, sabía lo que hacía, pero no le dijo nada. Lo
besó de pronto, sujetándole la nuca con suavidad.
Jiken cerró los ojos, respondiéndole completamente entregado a ese beso, y aflojó un poco
el brazo por fin.

—Mañana todo habrá terminado —susurró al separar los labios de los suyos.

—Eso quiero pensar —asintió el chico en la misma posición y sin abrir los ojos, sólo
sintiendo su aliento.

—Sé que será así… —lo besó otra vez, cerrando los ojos él ahora y echándose hacia abajo
con él para acostarse en la cama.

Capítulo 16
Before the afterlife comes to greet us

Viernes, febrero 5

Don dejó la puerta de la oficina del decano abierta, mientras se disponía a hablar con él. El
hombre, al girarse y verlo allí, pareció disimular su malestar bastante bien, pero no lo
suficiente para que el otro no lo notase.

—¿Quería hablar de algo, doctor Crawford?

—¿Cree que deberíamos hablar de algo? —le devolvió la pregunta, pensando que
además… había sido un poco reveladora.

—Es usted quien está en mi despacho… —sonrió un poco, ajustándose la corbata.

—Supuse que le agradaría conocer la noticia de que Jiken está vivo.

—¿Cómo? ¿Qué quiere decir? —preguntó, acercándose a él más de lo que al otro le parecía
cómodo.

Salió al pasillo sin darle la espalda, sonriendo un poco.

—Quiero decir que sé lo que ocurrió.

—No sé de lo que me está hablando… —protestó enseguida, con un tono de voz mediador.

—¿No? Y si embargo se ve tan nervioso… A la policía no le gustará cuando les hablemos


de sus reuniones nocturnas —lo hostigó el otro.

—¡No sé qué insinúa!

—Ni de la cabaña en el bosque… Ahora mismo van hacia allí.


—No… ¿por qué vendría a decirme eso usted entonces? —se rio, preguntándose si
esperaba obtener una confesión o algo así —Si me disculpa, estoy demasiado ocupado para
sus conjeturas. Creo que tanto tiempo con esos pirados… se le ha pegado algo… sin duda
—lo apartó, bajando las escaleras con fingida falta de prisa.

Lowe saltó de su asiento en la banca del campus, dándole en un brazo a Steiner, aunque no
era necesario.

—Ahí va, eso fue rápido, ¿no? —lo señaló con un movimiento de cabeza mientras iban tras
él. No los había visto, llevaba tanta prisa que ni siquiera había mirado a su alrededor.

Cuando se metió en el coche, los otros dos esperaron a que pasasen dos autos más tras él,
siguiendo la circulación, antes de ir tras él en la Hayabusa del moreno.

—Tiene mucha prisa por ir a deshacerse de las pruebas supongo. Eso esperando que no nos
lleve hasta casa de Don… —le dijo mientras conducían despacio, a la velocidad que los
coches de delante les permitían.

—No, además… Bronco y Ageha están allí —contestó, apretando las manos contra su
cintura y decidiendo confiar en que ellos pudiesen detenerlo. Les había enviado un mensaje
de texto de todas maneras para que estuvieran alerta, y estaba seguro de que Ageha llamaría
a Don enseguida. Poco a poco iban apartándose del camino principal.

Steiner miró atrás, Don los estaba siguiendo desde lejos, obviamente tratando de ser
discreto.

Los llevó hasta una casa en las afueras, y tuvo que aparcar la moto a lo lejos entre unos
coches.

—Será mejor echar una ojeada a ver qué está haciendo ahí dentro —propuso Steiner,
levantándose de la moto y caminando hacia la casa.

—¿Tienes con qué defenderte, verdad? —le preguntó Lowe, aunque él sólo podía lanzarle
el teléfono móvil como mucho. Ahora estaba más nervioso que nunca, pero no pensaba
echarse para atrás.

—Tengo esto —sacó el cuchillo que había utilizado anteriormente, pensando que tampoco
era mucho.

—Por aquí —lo guió, ya que sabía que les sería más fácil entrar por el jardín trasero.
Después de todo, no había una gran variedad entre las casas del pueblo.

—Como esté regando las plantas… —bromeó Steiner con una sonrisa en los labios,
sujetándole el hombro y pasándolo tras él como quien no quiere la cosa.
—Te ofrezco de voluntario —le advirtió por hacerse el gracioso, aunque sujetando su
cadera por un momento. Sabía que era conveniente que fuese adelante si era el único con
un arma, pero igual se ponía nervioso —. Las ventanas de atrás suelen ser fáciles de abrir.
No preguntes cómo lo sé.

—Oh… Lowe, pensaba que no había secretos entre nosotros. Mal chico… —Steiner sonrió,
asomándose discretamente por la ventana, comprobando que no hubiese nadie cerca.

Metió la punta del cuchillo por entre el metal, hasta que la ventana comenzó a subir y pudo
levantarla con las manos.

—Sh —Lowe lo calló, aunque ya era innecesario, sin poder suprimir una leve sonrisa, no
deberían estar bromeando en ese momento, era una estupidez. Esperó a que Steiner hubiese
entrado, pasando luego con su ayuda, la cocina estaba vacía, no tenía nada de extraño, pero
no sabía por qué había esperado otra habitación tenebrosa.

—¿Dónde estará? –murmuró, aprovechando para coger otro cuchillo y entregárselo al


rubio.

Salió con cuidado de no topárselo. La verdad es que tenía la adrenalina a todo gas. Le
preocupaba que estuviera esperándolos detrás de cualquier esquina.

Lowe no se apartaba de él, girándose un poco para asegurarse de que no les fuera a salir por
detrás, pero tal parecía que la planta baja estaba desierta. Era extraño. No escuchaba ningún
ruido, ¿los estaría esperando?

El moreno se pegó a la pared mientras caminaban, mirando antes de entrar en el salón.


Sabía que ese tipo tenía armas, le daba miedo recibir un disparo de pronto.

Le hizo una seña a Lowe, allí no había nadie. Don ya debía haber llegado, y seguramente
estaba pensando en matarlos. Le señaló una foto que había sobre la chimenea.

Lowe dirigió su mirada hacia la misma, abriendo la boca. Era una foto del decano, un poco
más joven, junto con otro hombre, en realidad bastante similar a él en cuanto a facciones,
excepto que parecía tener la mirada ida y era mucho más alto y corpulento. Con un poco
más de atención, pudo darse cuenta de que había un par de fotos más en la pared, una foto
familiar entre ellas.

—Me parece a mí que este es el “colega” de Jiken… y el otro lo sabe —susurró, tirando de
él al escuchar unos ruidos abajo. Se escondió detrás del sillón con él, respirando
profundamente.

Lowe contuvo la respiración por su parte como siempre que se asustaba y se agachó lo más
que podía, aunque se sentía tentado de mirar. Se podía escuchar el sonido de las pisadas,
pero no estaba seguro de si se acercaban o se alejaban.
—Creo que está abajo… —susurró, agachándose y apoyando la oreja contra el suelo de
madera. Señaló, mirando luego al chico con cara de ir a preguntar algo.

—Vamos… —susurró Lowe, decidiéndose y escuchando los golpes en la puerta enseguida.


La misma se abrió dejando pasar a un grupo de policías, que no tardaron en encontrarlos,
apuntándolos con las armas.

—¿Vosotros sois Steiner y Lowe? —preguntó el que parecía estar a cargo, mientras que los
otros pasaban adentro, revisando.

El rubio asintió, alzando las manos y soltando el cuchillo del susto, aunque suponía que los
había llamado Don.
—Vamos, salgan… —les dijo uno de aquellos hombres, señalándoles la puerta.

Ambos salieron a toda prisa. Afuera estaba Don con cara de circunstancias, aliviado al
verlos salir. En cuanto se aproximaron movió un poco la cabeza.

—Estaremos detenidos… —les advirtió —No saben nada sobre los demás. Sólo han
cuidado de Jiken. ¿Entendido?

—Entendido… —murmuró Steiner. Cuantos menos quedasen pringados… mejor.

—Por mí también —asintió Lowe, además pensando que Jiken no estaría muy bien si lo
separaban de Bronco.

Giró la cabeza, sobresaltado al escuchar el escándalo dentro de la casa.

—¡No se mueva! ¡Lo tenemos rodeado! —la voz no sonaba tranquila sin embargo, sino
alterada, llena de adrenalina.

El decano gritó de manera salvaje, y lo único que se escuchó después de eso fue el sonido
de varios disparos, uno detrás del otro.

Don alzó una ceja y le dio con el codo a Steiner, de forma que casi le hundió una costilla.

—No sonrías… —murmuró con cara de que ese chico estaba un poco mal también.

—Si lo han matado, se lo merecía… —se encogió de hombros, frunciendo el ceño.

Antes de que los policías salieran, una mujer uniformada y otros dos más les pidieron que
los acompañasen a la comisaría.

*****

Ageha se paseaba de un lado a otro de la habitación, mordiéndose una uña. Sabía que Don
estaba bien, ya que le había avisado, pero desde entonces no tenía noticias de ellos y eso lo
estaba volviendo loco.

—¿Estarán bien? —le preguntó Jiken a Bronco como si él pudiera saberlo, sólo necesitaba
que lo tranquilizara.
—Sí, están con la policía —le aseguró, suspirando y preguntándose si era buena idea eso de
fingir que ellos no habían hecho nada. Se sentía un poco falso por hacer que otros quedasen
con las culpas.

—Pero estarán bien, ¿no? —insistió Jiken, en realidad pensando en las consecuencias ahora
—Debí haber ido a la policía desde un principio.

—No sabíamos en quién confiar y no estabas en condiciones —le recordó Ageha,


acercándose al sofá y colocando una mano en el hombro de cada uno —Estará bien, Don lo
explicará todo de buenas maneras. Además, nosotros sólo estábamos huyendo de un asesino
y protegiéndote. Estoy seguro de que cualquier otra cosa será considerada defensa personal.

—Sí, no creo que les suceda nada, además… Don sabe cómo lavar cerebros… —trató de
bromear Bronco para relajarlos. Tampoco estaba tan de broma.

—Sí, sabe hacer eso —sonrió Ageha comprendiendo lo que hacía, aunque volvió a mirar su
reloj, nervioso.

Alguien llamó a la puerta y Jiken apretó la mano de Bronco, tensándose mientras Ageha iba
a abrir.

—Policía —le dijo el hombre que lo miraba a los ojos, mostrándole la placa y echando un
vistazo adentro —. El chico está aquí, ¿no es cierto?

Bronco lo sujetó por la espalda, preguntándose si iban a detenerlo o algo así. Si lo detenían,
se iba con él.

—Sí, aquí está —Ageha se hizo a un lado dejándolo pasar, aunque manteniéndose alerta
por si acaso —. ¿Cómo están los demás?

—Están en la oficina, dando sus declaraciones. Vamos a tener que pediros que nos
acompañéis también —le pidió el compañero del otro policía.

Los hombres iban acompañados por un tercero, por su aspecto, debía de ser un sicólogo o
algo así. Parecía una rata arrugada y delgada.

Bronco se levantó con el chico, decidido a acompañarlo.

—Estaré todo el tiempo contigo —le susurró.


—No me dejes —asintió Jiken apretando su mano aún más y empezando a caminar hacia la
puerta.

—Y yo te llevo la cazadora —le ofreció Ageha notando que el chico no estaba en ello y se
iba a congelar con esa camiseta sin mangas.

Se reunieron tras prestar declaración todos, y fueron dejados en libertad unas horas
después. Jiken tuvo que quedarse por un tiempo más, hablando con aquel sicólogo, pero
dado que el chico ya estaba a manos del doctor Crawford, el cual había hecho muy buenas
migas con el otro, (por supuesto con toda la intención), este lo dejó en sus manos, puesto
que ya lo conocía y el chico confiaba en él.

Nadie iba a presentar una denuncia contra ellos, por supuesto, habían evitado mencionar los
detalles más escabrosos.

En cuanto Jiken salió de la oficina, Bronco se levantó para ir junto a él. Les hablaron unos
minutos más, y luego los dejaron marchar.

Los demás los recibieron en la sala de espera de la comisaría, y salieron de allí a caminar
hasta el lugar donde los habían detenido, ya que no tenían sus vehículos.

—Parece que encontraron mi coche —les dijo Bronco —. No está tan destrozado según
dicen, pero es mi responsabilidad… y me ponen una multa por eso —se quejó con el ceño
fruncido.

—Consuélate de que sólo sea eso —Steiner se rio, para él todo había salido lo
suficientemente bien —. Eh, Don. A ti te han contado lo que sucedió allí dentro, ¿no?

—Sí… —murmuró, cansado sólo de pensar en ir caminando hacia allí.

—Yo estoy feliz de que se haya acabado, como sea —sonrió Ageha con ganas de colgarse
de Don en realidad, sólo conteniéndose porque estaban en público.

—Dijeron que está muerto —comentó Jiken intercambiando una mirada con Bronco, aún
no se lo podía creer del todo.

—El decano sí… al parecer el otro hombre está en coma.

—¿Cómo? —preguntó Bronco sorprendido.

—Sí, desde la noche anterior sospechan, no conocen los motivos, pero… al parecer el
decano estaba muy histérico, gritando que alguien le había hecho eso a su hermano —Don
suspiró, negando con la cabeza —. Desenterrarán los restos de Pardal y le darán sepultura
después de una autopsia. Lo mismo con su novio, pero no he podido decirles nada acerca de
dónde sospechábamos que podía estar. Les he dicho que te habían amenazado con
enterrarte bajo el lago como a él….
—Ya, no podías ser tan creativo y contarle lo de Bronco —dijo Steiner, mirando a su jefe
un momento, pero este miraba a Jiken, algo confundido.

Jiken lo estaba mirando de vuelta, sorprendido, lo cierto es que no había creído del todo que
aquello funcionase, pero, ¿lo habían hecho ellos?

Lowe alzó una ceja, frunciendo el ceño.

—¿Hay algo que queráis decirnos?

—No… No —negó Jiken con la cabeza, incluso intentando sonreír, aunque le salió torcido
el gesto —. Espero que Pardal y James se puedan reunir ahora.

—Seguro que sí, no hay nada que los detenga ahora —le aseguró Ageha.

—Podremos averiguarlo, y lo haremos —Bronco le sonrió ligeramente, pasándole la mano


por el cabello y guardándose su pequeño secreto para ambos.

—Y a mí no me echarán de mi puesto de trabajo… —comentó Don felizmente, o más


bien… satisfecho, seguía muy nervioso y agobiado.

—¿Ves? Te dije que todo resultaría bien. ¿En dónde van a conseguir a otro psicólogo como
tú, eh? Eres casi hipnótico —se rio Ageha, pegándose a su brazo, y provocando que Lowe
carraspeara.

—Supongo que ahora sí avisarán a tu familia…

—Sí, tendré que disculparme de antemano contigo —Jiken sonrió un poco, mirando a
Bronco, ya que estaba seguro de que harían un revuelo por unos días y luego
desaparecerían de su vida una vez más. En esta ocasión, era precisamente lo que quería.

—No me preocupa —le aseguró el otro, negando con la cabeza, y pensando que no iba a
hacerles ni caso. Era un experto en eso.

—Pero finalmente… ¿Eran dos hermanos sicópatas? —Steiner volvió al tema.

—Finalmente… parece ser que el decano protegía a su hermano, el cual no parece que
estuviera bien de la cabeza. Ni siquiera lo justo para poder vivir en sociedad. Pero no lo sé,
apenas saben nada ellos, mucho menos yo. Supongo que algún día lo veremos en las
noticias, pero eso no es lo que importa ya.

—No, lo que importa es que acabó y que todos estaremos bien ahora, hay que mirar al
futuro —les aseguró Ageha, aunque observando por un momento a Jiken y a Bronco.
Estaba seguro de que no sería tan fácil para ellos, el chico iba a necesitar terapia
seguramente, no se veía demasiado feliz a pesar de todo.
—Supongo que podemos volver a nuestro piso… —murmuró Lowe, preguntándose qué iba
a hacer Jiken. Tal vez se fuera con Bronco a la ciudad.

Steiner se quedó en silencio, preguntándose si se iba a quedar con su amigo una temporada.
Le parecía normal por otra parte, pero él tenía que seguir trabajando, y allí no había nada
por hacer. Sabía que Bronco no iba a querer publicar ni una palabra sobre lo sucedido.

El ambiente se había hecho pesado, ya que cada cual estaba pensando en el futuro, tanto
inmediato como lejano.

—Todavía no sé lo que voy a hacer… —murmuró Jiken, pensativo.

—Bueno, ahora mismo vamos a descansar y más tarde, a celebrar. Esto parece un funeral,
¿eh? —se quejó en broma Ageha, tratando de subirles los ánimos. Aún tenía que hablar con
Bronco para ver si podían arreglar algo.

—Alguien ha muerto, aunque no vamos a echarlo de menos… —Steiner sonrió un poco,


sujetando a Ageha por los hombros de pronto.

—Sí, pero eso es… lo contrario para nosotros, ¿no? No me riñáis por ser creepy —les
advirtió antes de que alguien fuera a decir algo.

—No sería sincero decir que lamento su pérdida —murmuró Bronco con el ceño fruncido
—. Aunque hubiera preferido que sufriera en vez de morir de un tiro.

—Creo que sufrió suficiente al ver así a su hermano, y dudo que hubiera algo que pudiese
hacerle sufrir más —le contestó Don, mirando a Ageha un momento.

El chico le devolvió la mirada, sonriendo un poco por si estaba celoso.

—Me pregunto qué pasará con las reuniones —Jiken entrecerró los ojos ligeramente, quería
hablar con Bronco en privado para ver si pensaba lo mismo que él sobre lo que había
sucedido.

—Supongo que todos se enterarán de lo que realmente sucedía y se acabarán. ¿Para qué
iban a querer continuar, eh? —Lowe le dio un codazo suave, tirando de Steiner después.

—Sí, mi amor… —el chico sonrió, regresando con él y sujetándolo por los hombros,
besándolo de pronto y parándose para abrazarlo mientras lo hacía.

—Supongo que podremos encontrar un piso por aquí para poner la oficina —comentó
Bronco, a Ageha más que nada. Pero era estúpido irse, cuando todos tenían aquí su vida
ahora. Por no hablar de que esos dos eran su familia, no quería perderlos.

—¿En serio? ¿Aquí? —Ageha casi saltó, depositando un beso en la mejilla de Bronco —
Claro que sí, lo encontraremos, ¿no, Don? ¿Tú sabes de alguno?
—Bueno, podríais alquilar uno en el edificio donde vivo, son bastante espaciosos —sugirió
Lowe, que además quería conservar aquello como su base de regreso de todas maneras.

Jiken estaba sonriendo para sí, de manera natural. Hubiera seguido a Bronco a donde fuera,
pero a decir la verdad, prefería permanecer allí con lo que consideraba su verdadera familia,
al menos por el momento.

—Tampoco necesitamos mucho espacio… —murmuró Bronco pensativo, aunque había


sonreído con el beso de Ageha.

—Oh, no… Ageha no usa su silla porque se sienta en las piernas de Bronco, y Bronco
duerme en los sofás, así que no necesita cama… —Steiner aprovechó para meterse con
ellos. La verdad es que no le importaba tanto, él no se quedaba “en puerto” por mucho
tiempo —Aunque tal vez ahora sí necesite una cama… ¿quieres que te venda la mía? —se
rio con malicia.

—No, gracias, no quiero una cama llena de inmundicia —se quejó, aunque luego le dio la
risa —. Tengo cama en mi piso, y tú lo sabes…

—No lo digas así, vas a hacer que la gente se confunda —le dio una nalgada y Bronco
frunció el ceño.
—Lowe, ponlo lejos de mí —le pidió.

—A mí no me miréis, no es mi culpa —se alejó el rubio, frunciendo el ceño, aunque en


realidad le daba la risa.
—Y yo ahora me sentaré sobre las piernas de Don —bromeó Ageha, explicándole luego —.
Piernas, mucho más cómodas que cualquier silla.

—Depende de qué tan seguras sean —comentó Jiken, aunque no iba en serio realmente, y
sonrió para demostrarlo.

—Ah… cómo se me falta al respeto de pronto… —murmuró Don, sujetando a Ageha por la
cintura y atrayéndolo pegado a él. La verdad es que le daba igual si se sentaba sobre Bronco
o no. Pero no quería verlo sobre Steiner ni en medio de una multitud. Sólo esperaba que
aceptase quedarse a vivir con él.

Steiner estaba siguiendo a Lowe y sujetándolo como si nada, y no pudo evitar reírse para sí
al verlos. Ese chico… ni siquiera sabía lo que era la seriedad, no por más de dos minutos.

—¿Quieres dejar eso? —se quejaba Lowe, enrojeciendo, sin siquiera darse cuenta de por
dónde pasaban.

Bronco caminaba un poco más atrás con Jiken, y lo miró, sonriendo ligeramente.

—Creo que nosotros hicimos eso…


—Sí, yo también lo creo —le sonrió de vuelta, extrañamente sintiéndose más fuerte —.
¿Crees que esté atrapado en ese mundo?

—Eso creo. Así que… no lo dejes salir nunca. Nosotros podemos ir a otro, estoy seguro de
que allí podremos verlos a ellos. Pero probablemente se marcharán cuando sean libres —
sujetó su mano, rozándola con uno de sus dedos.

—Sí, pero creo que… Me gustaría verlos juntos, ¿sabes? —se encogió de hombros,
acariciando su mano de vuelta —Me gustaría saber que realmente los ayudamos.

—Sé que lo hicimos, pero podemos comprobarlo esta noche. Lo haremos, ¿vale? —apretó
un poco su mano, siguiéndolos hacia el coche de Don, mirando a la casa, que estaba
precintada por un cordón oficial, y había policías entrando y saliendo. Unos cuantos
vecinos estaban mirando por las ventanas, o simplemente parados en la calle.

—Sí, hagámoslo. Además, tengo que crear ese mundo que te prometí —le aseguró
sonriendo abiertamente ahora mientras lo seguía, tratando de no mirar hacia la casa, a
diferencia de Bronco. Tenía miedo de verlo allí, mirándolo de vuelta. Sería ilógico, pero no
podía evitar los escalofríos.

—Yo creo que deberíamos comprar un pastel grande, en ese sitio, ya sabes… —comentaba
Ageha mientras tanto, confabulado con Don. Era como si un nubarrón hubiese desaparecido
de sus vidas.

—Sí, yo también lo creo, y unas galletas… —entró en el coche con él, mientras Steiner se
alejaba con Lowe hacia la moto.

Bronco y Jiken entraron detrás, y Don los miró un momento.

—¿Os importa si paramos en una pastelería antes?

—A mí no… —Bronco se medio recostó contra el respaldo, sujetando a Jiken contra él.

—A mí tampoco, extraño las galletas —le sonrió el chico, permaneciendo así.

—Ajá, así que no fui el primero en comer de tus galletas —se quejó Ageha, riéndose luego
mientras entraba en el coche —Es terrible…

—No… me encanta invitar a galletas a los jovencitos… demándame —Don se rio,


encendiendo el coche y sacudiendo un poco la cabeza.

—No mientras me des pastel —le contestó, poniéndose el cinturón de seguridad y mirando
por la ventana.

*****
—¿Cuánto tiempo más te vas a quedar aquí? —Lowe se aferraba con fuerza a la cintura de
Steiner, mientras este echaba a andar la moto.

—No lo sé, hasta que decidas venir conmigo, o no me quede más remedio.

—Sólo quiero estar con Jiken por un poco más de tiempo. Creo que necesita algo de
normalidad. Vas a vivir conmigo, ¿o no? —le preguntó poniéndose serio por si acaso.

—Si me amenazas así… supongo que no puedo decir que no, ¿verdad? —sonrió, deseando
poder besarlo, pero no podía ahora —Deberíamos pasar por tu casa primero. Antes de ir a
la de Don…

—Claro que no, se preocuparán… —protestó enrojeciendo hasta la médula y apretándose


más para murmurar luego —Aunque creo que irán a una pastelería primero…

—Y si se preocupan… creo que Bronco y Ageha pueden adivinar… —se paró un


momento, girándose un poco para besarlo, apoyándose contra él.

Lowe cerró los ojos, devolviéndole el beso y sonriendo luego, aunque seguía rojo.

—Mejor vamos ya, no quiero que llamen durante…

—Apaga el móvil —se rio, poniéndose en marcha de nuevo y sonriendo —¡Te quiero! —le
gritó, riéndose.
—¡No voy a apagar el móvil! —se quejó, riéndose y sujetándose mejor de él —Idiota…

*****

—Eh, creo que Steiner se desvió del camino —comentó Ageha mirando por el retrovisor y
sonriendo un poco, ya imaginaba lo que iba a hacer.

—¿A quién sorprende? —murmuró Don alzando una ceja y mirando atrás también. Le
hacía feliz por Lowe de todas formas.

—Bueno, no todo el mundo celebra con pasteles —Bronco se rio un poco, aunque tenía
cara de estarse quedando dormido.

—Se pueden tener las dos cosas, ¿sabes? —se rio Ageha mirando hacia atrás.

Jiken le estaba acariciando el cabello a Bronco, aunque tampoco se veía demasiado alerta,
pero estaba sonriendo. No lo había visto sonreír tantas veces en un solo día.

—Se puede tener más que eso.

—¿Las dos cosas? —preguntó Bronco.


—Oh… basta, no quiero saber esas cosas —se quejó Don.

—Sí quieres, y querrás —Ageha se rio, sentándose bien de nuevo y colocando una mano
sobre la pierna de Don.

—Pero no las de otros… —lo miró de soslayo, sonriendo un poco y bajando la vista a su
mano. Dios… ¿Nadie podía sentirse turbado como él? Tal vez Jiken, a Bronco le faltaba
poco para dormirse, y Ageha estaba como una moto. De los otros dos mejor ni hablar.

Bueno, tal vez… todo era mejor así.

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