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Exposición

Historia de la sexualidad tomo IV


Las confesiones de la carne

Capítulo III - Estar casado – el deber de los esposos

El texto empieza diciendo que antes del siglo IV no hubo tratado exclusivo ni gran literatura –a excepción de
lo que ya conocemos de Clemente de Alejandría-, sobre el arte del matrimonio como sí lo hubo sobre las artes
de la virginidad.

Fue solo a partir de finales del siglo IV y comienzo del V que la atención cayó sobre el matrimonio. Hay por
su parte varios hechos históricos que refrendan esta atención puesta sobre el matrimonio. Por un lado, la
atención arduamente puesta sobre las cuestiones de la virginidad, la castidad, el celibato, la vida monacal y
cenobítica, en suma la entrega irrestricta a Dios y el desprecio por el mundo terrenal, había puesto una brecha
inmensa entre la vida cristiana y la vida del común, donde solo por medio de la primera era posible alcanzar la
salvación, pero por su exclusividad misma estaba destinada a unos pocos; que surgió entonces como forma de
hacerle contrapeso a esa situación la promoción del desarrollo de una pastoral que tenía por objetivo adaptar a
la vida del común algunos valores ascéticos de la vida monástica. 1 Por otro lado, el cristianismo asume cada
vez más una legitimidad como religión oficial del Impero y lleva a cabo oficios ministeriales de control y
reglamentación de la sociedad; y así mismo la burocracia del Imperio quiere tener más influencia sobre la
vida de los individuos. Con esto se da pues un entrecruzamiento de instituciones imperiales y eclesiásticas que
busca tener un cuidado más estrecho sobre el núcleo familiar ya que vieron en él una especie de bisagra entre
la vida privada de los individuos y la moral pública.

El matrimonio consistía en uno de los elementos fundamentales –sino el más importante-, para fundar la
diferencia entre la vida ascética y la vida en el mundo. Entre lo que posibilitaba la castidad y la salvación y,
por otro lado, la vida que no. Es por esto mismo que se convirtió en objeto de atención.

A este propósito de reunificación de la vida cristiana con la vida conyugal sirven las homilías sobre la vida
matrimonial de Juan Crisóstomo, donde retoma las ideas de la antigua moral filosófica, presentando allí
tensiones2, pero sobre todo conservando las enseñanzas de la filosofía moral de Orígenes, Epicteto,

1 Representantes de este movimiento pastoral fueron Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, San
Jerónimo y San Agustín, y el propio Crisóstomo.
2 A. La epithymia, el deseo de unirse a otro individuo es más fuerte que cualquier otro elemento de nuestra naturaleza – y

nos hace desvincularnos de nuestros padres –nuestra unión primera y más firme-, para hacernos unir con otro hombre o
mujer, y allí se experimenta duración y vivacidad-, es un misterio ese deseo, y en él ve la marca de la voluntad de Dios.
B. Otra tensión en la comprensión teológica que hace Crisóstomo se ve en el origen incestuoso de las relaciones sexuales
de los primeros hombres y mujeres que poblaron la tierra. Todos venimos de una misma sustancia. Y si hoy en día no nos
unimos en matrimonio con nuestros parientes más cercanos es para reactualizar el vínculo con parientes más lejanos.
Tertuliano, Séneca, etc. ¿Qué es lo que autoriza a Crisóstomo para establecer una valorización semejante
entre la vida ascética y la vida matrimonial? Foucault lo dice así, un doble fundamento teológico del vínculo
entre marido y mujer, en la Creación por un lado, y en la Redención por otro. El matrimonio recuerda la
unidad de sustancia de la Creación. Y el matrimonio es la imagen de la unión de la Iglesia con el salvador.

Podríamos sintetizar estas ideas en unos principios fundamentales de la vida matrimonial. Al Cristianismo
adoptar esas ideas de la antigua moral filosófica les dio una fuerza de profundización más amplia para los
individuos del común de lo que en la época clásica y posterior, pero antes del cristianismo, tuvo.

1. El principio de la desigualdad natural: según el Génesis Dios creó a la mujer como ayuda idónea del
hombre, es decir, le dio preeminencia aquel para mandar sobre aquella para obedecer.
2. El principio de complementariedad: se lo entiende como un principio positivo ordenador de aquella
desigualdad, ya que a partir de las diferencias son asignadas las funciones para las que fueron
creados el hombre y la mujer, de un lado, al hombre le fue asignado la administración del Estado y
en general de lo que se entiende como público, mientras que, por otro lado, a la mujer le fue
asignado el oficio doméstico, su administración y perfecto funcionamiento. (No recomienda casarse
con un mujer adinerada, porque puede disputarle el primer rango de mando al hombre)
3. El principio de enseñanza ligado al respeto del pudor: se lo entiende igualmente bajo los preceptos
de lo que fue la cultura griega y en general el pensamiento pagano posterior a ella, donde ven a la
mujer como un ser menor por el que responde en primer lugar su padre y luego su marido. Se trata de
un contexto en el que la mujer es desposada siendo aún muy joven y por ello mismo sin experiencia
aún de la vida. Es por ello que los calificativos que se le asignan son sumisa, dócil y pudorosa,
temerosa de su marido, y su marido tiene la tarea de educarla y de enseñarle la administración del
hogar además de cómo comportarse con él, cómo vestirse, etc. A este respecto es particularmente
ilustrador el texto de Jenofonte, el Económico.
4. El principio de la permanencia del vínculo: el matrimonio se establece para siempre, y salvo
adulterio, no puede romperse. No solo se comete adulterio teniendo relaciones sexuales con una
mujer o hombre casado –como era la costumbre en la antigua Grecia-, sino con cualquier hombre o
mujer que no sea propiamente el conyugue. (No está prohibido volverse a casar si se enviuda, pero
mejor no hacerlo)
5. El principio de afectividad: y lo que se dice allí es que el hombre debe escoger bien a la mujer que
desposará a fin de que pueda quererla y sentir afecto por ella. Y se dice que se ama mejor lo que ha
sido solo de uno. Es decir cuando la mujer a quien se desposa no ha tenido otro u otros hombres
antes. Por eso Crisóstomo recomienda casarse virgen.

C. El matrimonio entre hombre y mujer tiene su modelo en el matrimonio de Cristo con la Iglesia. Y Crisóstomo ve en tal
unión un mandato para el recto direccionamiento pues es modelo de obediencia con Cristo, este lleva una tarea de
educación con ella, y acepta el sacrificio para salvarla. La unión de Cristo con la Iglesia es el modelo matrimonial.
Estos principios son pues los que implícitamente Crisóstomo retoma de los moralistas paganos y son lo que
constituye el fundamento de un “saber estar casado”. Un hogar organizado de tal manera es un descanso para
el alma, un modelo de virtud para los hijos y criados, y finalmente, un refugio para los males que puedan
afectarlo de su oficio público. Por su parte, también sostiene que hay que preparar a los jóvenes para el
matrimonio, hay que ejercitarlos en ello como se ejercita un atleta, y para tal tarea se necesitan preceptores,
maestros, guardianes, etc. Y sobre todo prepararlos educándolos en la castidad, en que se casen vírgenes,
porque quien frecuenta cortesanas antes del matrimonio sigue haciéndolo después, y porque entregar la
virginidad al conyugue genera un afecto más intenso.

Ahora bien, hay dos cosas hablando propiamente sobre el arte de la conyugalidad que Crisóstomo plantea y
que diferencia al matrimonio de lo que planteaban las anteriores filosofías morales.

En primer lugar, al retomar este arte de la conyugalidad lo inserta en un marco de comprensión cristiano. Por
ejemplo interpreta la diferencia de los sexos y su desigualdad, es decir, la preeminencia del hombre sobre la
mujer, a partir de las Escrituras y de los textos cristianos; y en la virtud de los esposos ve la promesa de
recompensas futuras.

En segundo lugar, lo otro que hace diferente es que al contrario de sus antecesores paganos que ponían el
acento del matrimonio en la procreación, Crisóstomo pone el acento en la lucha contra la concupiscencia. Y
de esta forma vincula el arte de la vida matrimonial con la virginidad, la castidad y en general la vida dentro
de los preceptos cristianos. Y en ese sentido hace del matrimonio una forma más de llevar una vida
consagrada a Dios. Crisóstomo hace una interpretación del objetivo del matrimonio basado en las Escrituras.

Ahora voy a elaborar de manera más amplia este último punto.

Crisóstomo lleva a cabo la desvinculación del matrimonio con la procreación a partir de la historia general del
hombre, su caída y su salvación. Al respecto dice él que cuando en el Génesis Dios ordenó crecer y
multiplicarse, lo hizo en un momento en el que aún no había creado a Eva, así que ¿qué podría significar esa
orden para el hombre en solitario? Dice Crisóstomo que significa la promesa de una posibilidad. Ahora,
cuando el Adán Y Eva se reproducen es después de la caída, y Dios les concede la reproducción como
recuerdo y consuelo de eternidad, para que los hombres por medio de los hijos tengan una imagen de
inmortalidad perdida. Así pues la reproducción no tiene razón de ser antes de la caída y luego de esta, es
decir, en el tiempo de la resurrección tampoco. Ese precepto de creced y multiplicaos debe asignársele otro
sentido, no ya físico sino en sentido espiritual.

Al igual tampoco ve en el Génesis que se hable de matrimonio antes de la caída. La ayuda idónea que Dios le
concede a Adán con Eva, es eso, una ayuda, no una esposa. El matrimonio como tal aparece es luego de la
expulsión del paraíso con la caída y con los males y las desgracias del mundo. Y como tal su función es el de
refrenar de algún modo el fuego del deseo, es la función del alma que pone en su sitio al cuerpo que asola y
apremia. De tal forma que lo que en últimas define al matrimonio no puede ser la procreación, porque para
procrear no es absolutamente necesario estar casado y Dios podría incluso generar sin el vínculo entre los
cuerpos; y tampoco puede serlo el vínculo sexual sin procreación porque entonces cualquier fornicación sería
matrimonio: así llega Crisóstomo a la idea según la cual la esencia del matrimonio es la exclusividad de
conformarse con un solo conyugue. Y acá aparece la frase de que el matrimonio es límite, pues el deseo se
limita a una sola persona. Y así vincula el matrimonio con el ascetismo.

El objetivo del matrimonio según Juan Crisóstomo es el de poner límite al desenfreno de los deseos y la
fornicación. El matrimonio aparece así como obligación puesta por Dios. De esta manera la religión cristiana
tiene injerencia en la vida privada de los sujetos. La forma como Crisóstomo concibe esta obligación
matrimonial es bajo un marco jurídico y un vocabulario del derecho romano. El cuerpo es concebido como
propiedad de los conyugues. Al casarse cada uno contrae una deuda con el otro –debitum, opheile-. Y el
carácter de tal deuda es sexual. O sea, lo que el uno al otro se deben es, en resumidas cuentas, el acceso
irrestricto pero concertado, de la sexualidad del otro. Si en el resto de las demás relaciones entre hombre y
mujer hay una desigualdad y una disimetría, bajo la comprensión del sexo y de su satisfacción lo que prima es
una igualdad –isotimia- en la demanda de satisfacción. Lo que ve allí Crisóstomo es que el conyugue está en
obligación de satisfacer al otro pues negarse a ello es dejar abierta la posibilidad de que el conyugue busque
su satisfacción por fuera del matrimonio. Es decir, negarse es igual a condenar al conyugue al pecado. En este
sentido la demanda, provenga de quien sea, exige sino una concertación, una obediencia. “Quien se niega al
otro lo violenta”. Recordemos que la justificación para hablar del matrimonio como vida cristiana es que
Cristo se casó con la Iglesia y que su vínculo es modelo de vínculo matrimonial. Lo que se exige es pues un
sacrificio de uno para salvación del otro, justamente a la manera como Cristo se sacrificó por salvar a su
Iglesia. ¿Cómo se justifica?3 Porque para Crisóstomo el pecado de la concupiscencia y la fornicación es el
más condenable desde la caída y la vida matrimonial es una forma de luchar contra ello. Crisóstomo lee ese
mandato en la carta de Pablo. Sustraerse a tal cumplimiento es pues un robo y una violentación contra el
conyugue. Y el matrimonio entendido bajo tal marco es un quiasma salvífico, es un mandato de caridad para
con el conyugue. Al final del texto ve Foucault que el problema entre manos es el de la preocupación por la
relación de uno consigo mismo, por saber finalmente qué es lo que uno tiene que hacer con su propia
concupiscencia, a la manera de vigilar los propios pensamientos y los propios sueños, y a la manera del decir
veras sobre sí en el vínculo de dirección de conciencia.

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