En el tercer ensayo, “Política en un nuevo tono: un trio austriaco”,
Schorske nos propone recuperar aquellos movimientos políticos
reaccionarios: una doctrina liberal que, aunque había avanzado de un modo institucionalizado mediante la práctica parlamentaria y electoral, aun se encontraba lejos de ser un elemento cohesionador de todo el entramado social del imperio. Y, por supuesto, la crisis económica (1878-1895) que no sólo socavo ciertos ideales culturales propios de la Belle epoque, tan bien analizada por Eric Hobsbawm en La era del imperio, sino que también hizo mella en aquellos elementos de la sociedad que aun cimentaban su reproducción bajo una lógica propia del Ancien Regime.
De este modo, mediante las experiencias políticas de Georg von
Schönerer, Karl Lueger y Teodor Herzl, recuperadas nuevamente mediante un contundente trabajo respecto a testimonios y panfletos de la época, Schorske nos invita a recuperar la invención de un nuevo tono de la política, donde las contradicciones propias del Laisze affaire adquieren un protagonismo impensado para los términos de la política del periodo, en el que impera “el don de responder a las necesidades sociales y espirituales de los seguidores componiendo collages ideológicos hechos con fragmentos de modernidad, vislumbrados de futuro y restos resucitados de un pasado semiolvidado”. (133) Será ésta la principal herramienta formativa y cohesitiva para este nuevo actor en la política imperial: los primeros partidos de masas. Sin embargo, se debe destacar aquel ejercicio mental que Schorske nos instiga a realizar mediante una pregunta que recorre este ensayo: ¿cuál debía ser entonces la confianza hacia una doctrina que se postulaba hija de la racionalidad y se fundamentada en la búsqueda por materializar la voluntad general ante su propia imposibilidad de “controlar” los propios efectos de su revolución a nivel social?