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ANA MARIA BACH . Las voces de la experiencia El viraje de la filosofia feminista Editorial Biblos Bach, Ana Marfa ‘Las voces de la experiencia: el viraje de la filosofia feminista. - 1a, ed. - Buenos Aires: Biblos, 2010, 174 pp;23x 16 em. ISBN 978-950-786-794-1 1. Filosofia. I. Titulo ‘CDD 190 Disefto de tapa: Luciano Tirabassi U. Tlustracién: Mercedes Naveiro, Basta!, técnica mixta sobre tela sin bastidor, 49 x 115 em, 2005. wiw.mercedesnaveiro.comar Armado: Hernén Diaz ©Ana Maria Bach, 2010 © Riitorial Biblos, 2010 Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires info@editorialbiblos.com / oww.editorialbiblos.com Hecho el depésito que dispone la Ley 11.723 oen la Argentina permite la reproduccién parcial o total, el almacenamiento,e macion de este libro, en cualquier forma o por cualquier modio, sea electronico o mecant, innto fotocopins,digitalizacién u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor in esta penada por las leyes 11.723 y 26.446. era edicién ven Primera Clase, 1231, Buenos Aires, indice \ " Consideraciones introductorias ‘La importancia de los relatos biebliografics §Cé6m0 leer est0 LTO onan Capitulo 1 Experiencias: zmias, nuestras...? Experieneia y subjetividad " Acerca dol concepto de experiencia La experiencia de la autoconciencia o devenir feminists Sandra Lee Barthy y Ia concieneia feminist _Experiencia y subjetividad wun a8 Teresa ce Lauretis y 1a importancia de 1a semiétic Capitulo 2 Estrategias de lucha por la palabra: experiencia y politica _ Experiencia, teorfa y margene: bell hooks y el sentido de actuar en los margenes Habler en lenguas = Gloria Evangelina Anzatdita y Ia rebelaia ap Maria Cristina Lugones y los peregrinajes Experiencia y poscolonialismo z Chandra Talpade Mohanty y ol feminismo sin frontera Capitulo 3 Un giro de 180 grados: experiencia y conocimiento 1La revalorizacién del eonocimiento eotidiano .. Epistemologias feministas Empirismo feminista oi Lynn Hankinson Nelson y las comunidades epistemologicas, ‘Desde un punto de vista (standpoint) Dorothy Edith Smith y \a concieneia bit Sandra Harding y las eriticas al hablar “desde ninguna parte” tricia Hill Collins y el pensamiento “afrodescendiente” El poemedernismo feminist Donna Haraway y la perspectiva parci Lorraine Code: un ejemplo de inautic Capitulo 4 Cuando no hay palabras: experiencia y lenguaj Joan Wallach Scott: la experiencia como evento lingiistico . ‘La fenomenologia feminista responde Iris Marion Young y la exporiencia como contexto y accién .. Linda Martin Aleoff y c6mo hablar de lo inarticulable Atando eabos Algunas conclusiones. Apéndices Del activismo a la universidad: los feminismos en el contexto estadounidense.. ‘Razones y sinrazones de los “post™ Eso que llamamos patriareado. Biobibliografias: vidas y teorias.. Referencias bibliogréfica: Consideraciones introductorias Los llamados “estudios culturales” que emergieron hacia mediados del si- 30k fueron configurando un campo de estudio cuyas eonsecuencias, entre |, consistieron en romper las barreras planteadas por las disciplinas tra- les y desdibujar los limites entre las humanidades y las ciencias socia- , constituyendo un area comtin de conocimiento que contribuye a redefinir ‘émbitos disciplinares. Fredric Jameson afirma que surgieron “como resul- de la insatisfaccién de otras disciplinas, no s6lo por sus contenidos sino ‘sus muchas limitaciones” y, en tal sentido, son posdisciplinarios (Jameson, 198: 72). Segin el informe de la Comisién Gulbenkian para la Reestructura- Ge las Ciencias Sociales, el desafio de los estudios culturales incluirfa tres 1as principales: Los tres temas que se han conjuntado en los estudios culturales son: primero, la importancia central, para el estudio de los sistemas sociales hhistérieos, los estulios de géneroy todos los tipos de estudios "no euro- ‘éntricos; segundo, Ia mportancia del anslisis historic local, muy ubi- ‘eado, que muchos asocian con una nueva “actitud hermenéutiea”; terco- +, 8 estimacisn de los valores asociados con las realizaciones teenoligi- cas y su relacién eon otros valores. (Wallerstein, 1996: 71) ‘Los estudios de género conforman un campo transdisciplinar en los que ce de sentido referirse a la separacién Lradicional entre ilosofia, umani- 8 y ciencias sociales. ‘Uno de los objetivos al que contribuyeron las teorfas feministas ha sido la sincidn de formas locales de conocimiento con una propuesta epistemol6gi- alternativa que plantea nuevos sentidos a la pregunta sobre qué se conside- onocimiento y que ha contribuido a la resignificacidn de la objetividad y de eategorias centrales para la filosofia feminista y las ciencias sociales, 10 la de experiencia, Acerca de la experiencia, en tanto concepto nodal, y su facién por tedricas provenientes de los feminismos, gira esta publicacién, io) ut ae 10 ANA MARIA Bact Que la experiencia es sexuada es uno de los aportes del feminis econocimiento desde las practicas respecto de formas distinias de eee due surgen dle experiencias diferentes que contribuyen ala eonstruccién de lac subjetividades, partid de trabajos como los de Carol Gilligan, quien eonclays que los dilemas morales que planteara Lawrence Kohlberg’ surgian de no, Ponsabilidades en conflito en lugar de proceder de derechos eompetitivos coo tos de la propiedad o la vida. Gilligan (1982) sostione que la resolucion de log dilemas para las mujeres exige un modo de pensar contextual y nasrative Le relacién en nuestros modelos de género es una relacién eruzada por el po. der, donde hay jerarquias y, por lo tanto, la experieneia de mujer es la que Puede tenerse desde un lugar subordinado, io508 trabajos de Gilligan mostraron no sélo que varones y mujeres tenemos istintos tipos de experiencias, sino que también denunciaron serios seagos Sexistas metodolégicos ya que, por ejemplo, la seleccién de la muestra de estu, io que tomé Kohlberg estaba compuesta tinicamente por varones. En cl campo del feminismo se produjo una suerte de explosidn de la teori- zacién académica y politica desde mediados de la década de 1970 hasta el fin del siglo pasado, De esta amplia produccién de la teoria feminista, tanto eure bea como norteamericana, he efectuado un recorto para considerar sdloel pen. samiento relativamente reciente, y por ello menos analizado, de algunas teori. Joo eamericanas® de gran infiueneia a partir desde las décadas de 1980 y 1990. La década de 1980 es tomada como la época de la institucionalizacté, dol feminismo, debido a que en las distintas universidades comenzaron a con, solidarse los programas y los departamentos dedicados a los “estudios de lao mujeres” (Women’s Studies). La produecién teériea también aumenté conside. Tablemente cuando, ademés de hacer andlisis centrados en les perspectiva de las mujeres blancas, heterosexuales, de clase media, se comenzé a dar enbide una multiplicidad de diferencias entre las mujeres, como las que surgen de 1 Lawrence oben (1927-1987) fe un pig fe un pitlagestadnuniense, que dctr en Sls en Ching Bi 1058 presnts sn tess dooral acerca del denrsle Ga eke ea dl desaroto evoltivo de intelgenia sce sored 3 : Hntligenca al juicio mora. Supuro que les rasontnionos ue an Aamsentanlosjucos morales siguen esquemat miverein do mismuusiecioy nee leeaquemas més infatiesyegoctntricn a exqueznas ms maturte yale u Ja edad, la adscripeién étnica, las clases sociales, la orientacién sexual, entre tantas otras. Este movimiento fue promovido por las llamadas tercermundis- tas, las womanists,® las mujeres de color,* las feministas negras y las lesbia- nas, quienes criticaron con vehemencia el monopolio del feminismo de las White Anglo-Saxon Protestants (WASP) y produjeron una variada obra tedrica desde Ja situacién particular del grupo al que pertenecian. Asimismo, se pas6 de la critica del sexismo, detectado en el discurso androcéntrico de teorias elabora- das en diversos campos del conocimiento, a la produccién de las propias femi- nistas, Suele considerarse que esta vuelta de la mirada eritiea hacia la propia produecién constituye el comienzo de la teoria feminista. Se citan como obras que marcan este giro las famosas antologias This Bridge Called My Back com- pilada por Cherrfe Moraga y Gloria Anzaldtia, publicada en 1981, y All the Women Are White, All the Blacks Are Men, but Some of Us Are Brave de Gloria ‘T. Hull, Patricia Bell Scott y Barbara Smith, editada en 1982 (Moraga y An- zaldtia, 1983). Por esa misma época también se comenz6 a debatir si habfa o.no una esci- sién entre la teorfa y la practica, dos eonceptos claves y complejos, no s6lo para 1 feminismo sino para todo el pensamiento occidental. Por ejemplo, en un sentido, algunas activistas consideraron que el hacer teoria feminista no era equivalente a ser “feminista”, reservando ese nombre s6lo para quienes parti- cipaban activamente en los movimientos sociales feministas. En tal sentido, Sandra Harding comentaba en una entrevista realizada en 2002 que, si bien ‘trabajando desde la universidad se discuten politicas, no es éste el objetivo de quienes se desempeftan en el ambito universitario. Reconoce que el hecho de ensefiar sobre los temas feministas es ya una forma de hacer politica, pero ‘firma que no se sigue de é1, ni es comtin, el trabajo con movimientos sociales, ‘aun cuando algunas de las profesoras puedan mantener lazos de colaboracién con los sindicatos o se dediquen a las politicas laborales (Dominguez Mom, 2004), 83, Alice Walker (1983) acun este término y afirmé que Ila mayjerista (traduccion que hizo de womanist) era a Ta feminista blanea como el eolor pixpura al lavanda. Una mujerista os una ‘mujer que quiere alas mujeres y aprecia la cultura y cl poder femenines como algo incorporado al ‘mundo como un todo, incluyendo las diferencias que el elitist feminism blanco habia dejado de lado. Las mujeristas on feministas negras de color y se considera que son superires al feminis- ‘mo blanco. B! movimiento tuvo una amplia difusién y desarrollo 4, Bs una denominacién sociopolitiea que se refere a las mujeres de Aftica, Caribe, Asia, descen. dientes de América Latina, nativas de Estados Unidos y a quienes en las tltimas déeadas han {inmigrado a ese pats, po ejemplo, arabes yeoreanas, entre otras, Dice Cherrie Moraga (1988): "A fines de los aftos 70, las mujeres de ascendencia asistca, latinoamericana, indigena norteamer! ‘ana y africana empezamos a reclamar el término «mujeres de calor, como un terminode ident fieacin politica para distinguirnos de la cultura dominante. Ala vez, reconocemos nuestro est tus de colonizados que comparsimos con otras mujeres de calor a través del mundo”, Pero aunque consideren que las afrodescendientes estan comprendidas,ellas nose sientan parte porque consi- ‘doran que su lucha comenzs contra la esclavitud, como lo airman por ejemplo bell hooks 0 Patri- i Hill Colin. 2 ‘ANA MARIA Bact: cnt Las palabras de Harding ratifican de alguna manera la int iti cién que traza Chandra Talpade Mohanty 2004) cuando caracterin eee sive, Jes en los que actaa la préctica feminista. Bl primero comprende las acciones de la vida cotidiana, a través de las cuales se constituyen las identidades; el segundo eorresponde a la accién colectiva en grupos, sean organizaciones 0 zedes formadas de acuerdo con los objetivos feministas de transformaciGn so. cial, y el Gltimo a los niveles relacionados con las esferas de las feministas comprometidas eon la teorfa, la produecién de conocimiento, la pedagogia. Es importante destacar que los niveles no expresan ningun tipo de jerarquia y que cada una puede participar en mas de uno al mismo tiempo. Admitir que al trabajar sélo en el nivel de la teoria es ser feminista equivale a legitimar el hecho, que se constata en miltiples dmbitos geograficos, de que puede haber tedrieas que se dediquen al tema del feminismo pero cuyo actuar eotidiano no sea acorde con una postura feminista, Tal posibilidad sigue marcando, sin duda, que plese como teora/praxis no han sido superadas, aun evando figuran como propésito manifiesto de muchas feministas. Asi, trabajar en es ie sénero no equivalea er feminist, natives imbito de Estados Unidos de América ofrece una variada producci académica desde distintas areas y perspectivas tedricas. Lugar de intnigre, eign de quienes producfan influyentes teorfas en la Europa continental, fue Iuego convertido en uno de los territorios mas cosmopolitas de intereambio cultural, elegido como espacio de trabajo por algunas teéricas europeas de znacimiento y/o de formaci6n. Uno de los atractivos de las escuclas norteameri- canas es que presentan una diversidad de estrategias de andlisis desde postu. ras te6ricas diferentes, como lo son la filosofia analitica, el posestructuralis- mo, la fenomenologia, la teoria eritica o el pragmatismo, entre otras. Pero cabe sefialar que, aunque el recorte efectuado no incluya el tratamiento en particular de las teGricas feministas del dmbito europeo, ello no quiere de- cir que no le otorgue importancia a sus desarrollos y practicas respecto del tema de la experiencia como, por ejemplo, el affidamento entre las feministas italianas, o el tratamiento que le diera el grupo editor de los Cahiers du Grief en Francia, por eitar algunos ejemplos. Si, en eambio, se ha tenido en cuenta Ja produccién tedriea feminista de las autoras quo, provenientes de Europa, se han establecido en Estados Unidos, como es el easo de Teresa de Lauretis.” La importaneia de los relatos biobliograficos* ‘En una investigacién dedicada a la experiencia en las teorias feministas importan, més que en otro tipo de trabajos, as experiencias de vida de las, 5, Tomé ol rine *hicbliografi” de I sofas talianas. Lo empleo para design ‘estrocha entre la obra escrita de las autoras y su vida, aia ae CCossiDERAclonss BVTRODUCTORIAS 8 autoras tratadas y la relacién con la obra que produjeron. Como afirma Linda Martin Alooff (1999): “Ningtin trabajo tesrico es ajeno a la experieneia de quien, o ha eserito” (125). Ala tendencia que afirma que lo importante es el producto, la obra escrita, y no quien escribe, contrapongo la relevancia que reviste conocer los datos personales de las autoras tratadas, ya que saber acerca de sus origenes, posi- ciones de clase, identidad/es sexual/es, formaci6n intelectual y religiosa, ade- mis de su insercién académica, hace que comprendamos mejor su produccién. En ese sentido, dice Hannah Arendt (1993): ‘Sélo podemos saber quién es o era alguien conociendo la historia dela que es su héroe, su biografia, en otras palabras; todo lo demas que sabe- ‘mos de él, ineluyendo el trabajo que pudo haber realizado y dejado tras de si, s6lo nos dice emo es 0 era. (210) Es que en tanto seres humanos nuestra situacién est biogréficamente de- terminada: nacemos en el seno de algtin tipo de conformacién familiar y en un ‘medio social que nos transmite, a veces en forma deliberada y la mayoria de las veces no, los saberes de la vida cotidiana. Esos saberes se corresponden con el hecho de que vivimos en un espacio geogréfico particular y en un momento hist6ricamente determinado, lo que delimita, en cierta medida, nuestras posi- bilidades y modos de elecci6n y accién. Por cierto, esto no quiere decir que no nos quepa la posibilidad de transformar nuestro mundo, Ademés, como sostie- ne Alfred Schutz (2003), nuestra situacién est biogréficamente determinada: Ja situacién actual de quien actiia tiene su historia y es la sedimentacién de todas las experiencias subjetivas anteriores, que no son experimentadas como anénimas sino como dadas subjetivamente s6lo a quien le suceden. El concepto de situacién tiene importancia en el feminismo: desde los pri- meros tiempos de la teoria feminista, la socidloga y episteméloga canadiense Dorothy Smith desarrollé la idea de que hay “un punto de vista” de la mujer desde el que se producen las interpretaciones del mundo natural y social. Quie- nes somos sujetos cognoscentes estamos “situadas” y “situados”, y el reconoci- miento de que se esti en situacién da por tierra con la idea de la supuesta y tan buscada “objetividad” de quienes investigan. ‘Donna Haraway, por su parte, en el curso que desarrollara sobre “Temas metodologicos ex el estudio delas mujeres”, afirma que la lectura de la obra de quien escribe desde un compromiso politico puede ser interpretada de distin- tas maneras segtin sea la postura de quien lea, porque las leeturas no surgen naturalmente del texto sino que son producidas. Hasta las lecturas més senci- las de un texto estén situadas sobre campos de significacién y de poder. Por ello, Haraway (1987b) procuré que quienes cursaban estudios de graduacién “leyeran de frente y de través, releyeran y reflexionaran sobre las posibles lecturas de una autora contestada, incluidas las construeciones discursivas de su vida en las superficies literales de las propias novelas publicadas” (199). oe ANA MARA BACH En una suerte de ubicaci6n répida del propio posicionamiento, desde las autoras del punto de vista feminista, empez6 a ser usual deseribir la propia situacién en un presente particular acerca de lo que cada una experimenta ‘como significativo, Tal descripcién incluiria en mi caso, por ejemplo, decir que soy una mujer argentina, portefia, casada, madre, abuela, docente de filosofia retirada, investigadora feminista que se doctoré en la madurez, etc. Estas imégenes no pretenden abarcar la vida de cada una sino una répida caracteri- zacién de un estado actual. Si bien esto no basta para comprender el sentido de lo producido por las Aistintas tedricas tratadas,* ayuda a conocer algo de su posicién. Algunos tra- 20s de las hiografias de quienes producen teorias en el émbito estadounidense generalmente se presentan o bien en las publieaciones de sus obras o en las péginas informativas de las universidades a las que pertenecen. Abundan en cllas las referencias a aspectos institucionales, como los lugares donde realiz6 estudios superiores, los cargos que ocupé y ocupa, listados de sus principales publicaciones y los premios obtenidos, en una suerte de cronologia de vida y biografia limitada a los aspectos profesionales. El enfoque que propongo tras- ciende tales aspectos institucionales y profesionales, y vuelve la mirada a las costumbres del lugar donde han erecido, las influencias del ambiente en la época de la nifiezy la adolescencia, asi como también los ascendientes tedricos que contribuyeron a la formacién de quien genera y formula eiertos conoci- mientos. Y ello, porque considero que han moldeado, en gran medida, sus for- mas de pensar y nos permiten contextualizar los recorridos tedricos. Las na- rraciones que vineulan aspectos de sus experiencias de vida con su produccién teGrica son relatos que nos permiten aeceder a su obra a partir de una mirada posicionada que agudice la interpretacién. Asi, la genealogia de las tesricas tratadas, la formacién de la que provienen, las etapas por las que han pasado, Ja generacién a la que pertenecen, serdin explicitadas, siempre que sea posible en funcién de la informacién disponible, a los fines de comprender mejor las elecciones tedricas que realizaron, las fuentes de sus eriticas y creatividad, y de explicar aspectos clave de sus postulaciones.’ De este modo, haré referoncia ‘@ aspectos de su vida cuando hayan sido relatados por las propias autoras y sefialaré también los casos en que no he encontrado datos directos. Interpreto 6. Debo aclarar que aunque mis planteos respecto de las biobibliograflas son para las autoras tratadas on esta publieacién, no considero que valen s6lo para este caso particular sino que son significativas también para las y los intelectuales pertanecientas a cualquier ambit, 7, Sandra Harding no adheriria a esta postura porque opina que esto es dejarle cl trabajo quien ce. Lo que importa, para esta autora, es que cada tna/o asuma su contexto eriticamente y axl que desde donde Tiabla, en Io que ha llamado “forma fuerte de rellexividad” (strong rflexinty) irsh y Olson, 1995)."Tampoco bell hooks, que decid escribir su nombre en miniseulas porque lo ue importa es Ia obra y no quien la eseribe... aunque las referencias autobiogrdfiens son conti ‘nuas en su produccién, ‘CoNSIDERACIONES DEFRODUCTORIAS » i de la fecha de macimientoy dl silencio acerea de sus vidas, el solo dato see amace obtenido y obra eserita, indica que, aunque hayan devenid Emini, las autores no logan un gor conta experiencia ni oman ‘citamente como referencia la suya propia. No nos ofrecen tr : spice cma ref rei Net fe que lo importante no son las personas sino sus ideas. De esta manera, toate ran que es importante el cntexto, no delaan de sf mismas su propia historia por no considerarla relevante, en una suerte de contradiecién in feminismo. » ae ra cule “Incongruities” de Lorraine Code (2002) es un ejemplo de ia biiografia, dela importancia que tiene cuando une autora:nos relate aconteci mientos vividos que estén en conexién con su bra, al tiempo que nos habla, omision, de lo inmersa que esté en la sociedad de su tiempo al usar sélo el fpelido desu esposo y omitir referencia alguna al apellide paterno, aunque se ei ot aac Na de origen, Pero no siempre os necesario que las autoras dediquen un en sae cavo a su vida, como Code, quien lo esribiera a salud desu editor 1 sorprendida por el pedido), En muchos casos sélo nos encor Cr ere de vida como partes de su obra, en otras oportunidades 1s hucllas Gparecen entremezcladas con la exposicin de ciertos temas, como mareas que E tos de su teorfa.” : “eh aclarar que tampueo importante que se proventen on orden cron 1égiconilos relatos de sus vidas ni el producto de su teoriaar ya que, como dice de Lauretis (2000e), “el camino del pensamiento, como el de la vida, no ‘Sunes lineal sino que esté hecho de vueltas, anticipaciones, desviaciones y ‘ones? (1). Prefs optado por trails pirrafos qu lie de Is autoras pars ll 0 nm jcién, he evitado el longuaje sexista. Expresars aaarpyguaje no sexist lo entend como una de as formas més contundontes de intentar revert la no visibildad de las mujeres. En cuanto ala traduccion, sogtin Gayatri Spivak (1992), puede hacerse en forma fécil, répida e impet Sao traducir bien ycon dificutad, El espeto hacia las autorasy hacia quiones Jean este trabajo hizo que eligiera la segunda opeisn en procurs de no traicio~ narlas, a pesar de haberlas traducido, Enel caso de las tradueciones castella as de algunas obras las he wtilizado, pero las he confrontado con el original 8. Ente observa partcularmente en las epsteslgas que provienen dl andlisisfilesfen, Se ‘Vord con mayor claridad cuando ge trate la relacion entre experiencia y conoci 9, Bs el easo, entre otras, de Teresa de Lauretis. Véase el capitulo 2 16 ANA Maria BACH Cémo leer este libro ‘Aunque esta obra fue concebida como un todo, la estructura de los eapftu- los y los apéndices hace que cada uno pueda ser lefdo por separado. La idea rectora es que quien tenga este libro en sus manos pueda hacer su propio recorrido de acuerdo con sus intereses o prioridades. De todas maneras, sugie- ro que cuando s¢ lea el pensamiento de alguna tedrica se dirijan previamente su entrada correspondiente en el apéndice “Biobibliografias”. La exposicién de los temas no sigue un orden cronolégico excepto en lo rela- tivo a los grupos de autoconcieneia y 1a eonciencia feminista. La obra se desa- rrolla a través de cuatro capitulos, las conclusiones y cuatro apéndices. E] capitulo 1 aborda la relacién entre experiencia y subjetividad. En una primera instancia me refiero a una breve caracterizacién histérica de la no- cin de experientia y su resignificacién en el interior del feminismo. La rela- ign entre la construecién mutua de la subjetividad y la experiencia se mues- tra en el feminismo a propésito del papel que juega la experiencia en la auto- conciencia 0 toma de conciencia de ser feminista. Por esto reseiio los inicios de Jos grupos de autoconciencia y luego presento la descripeién fenomenologica que realizara Sandra Bartky acerca de lo que llama “experiencia feminista” 0 “conciencia feminista’ “Acerca de esta relacin, subjetividad y experiencia, es obligada la inclusion de la obra fundacional de ‘Teresa de Lauretis, quien efectué un original aporte al introducir el papel que juega la semistica. El capftulo 2 esta dedicado a la dimensién politica de la experiencia, di- mensién fundamental ya que el feminismo es basicamente un movimiento de lucha politica y la teorfa no puede ignorar las bases de las euales parte. Esa relacién se ve de forma mas patente en aquellas tedricas que se han desarro- Mado en los mérgenes, como la afro-estadounidense bell hooks. Asimismo son relevantes tanto el hecho de “hablar en lenguas”, una forma de resistencia de la polifacética obra de Gloria Anzaldia y Marfa Lugones, como la relacién entre experiencia y poscolonialismo en la voz de Chandra Talpade Mohanty. El capitulo 3 esta referido al tratamiento de Ia faz epistemolégica de la experiencia. La epistemologia feminista es una versién claramente distinta de la epistemologia tradicional, que parte de considerar que no hay una brecha entre conocimiento cotidiano y conocimiento cientifico. Dentro de las episte- mologias feministas, tomo como base la clasificacién de Sandra Harding, cons- ciente de la insuficiencia de las clasificaciones, pero adoptandola como un cri- terio de ayuda a la exposicién. Se presenta en primer lugar el empirismo femi- nista en la obra de Lynn Hankinson Nelson, seguida del abordaje del complejo punto de vista feminista (standpoint). Aunque es caracteristico de la postura de Sandra Harding, comienzo con quien ha sido su iniciadora, la socidloga ‘eanadiense Dorothy Smith, para después sf pasar a la exposicién sobre Har- ding y complementarla con otro punto de vista interesante como lo es el pensa- CCONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS yw miento negro en la obra de Patricia Hill Collins. Cereanos a los proyectos que enfatizan el conocimiento desde un punto de vista, considero los lamados “pos- modernistas” por Harding y he elegido como exponente la produccién de Don- na Haraway. Pero ya he anunciado que las elasificaciones no son exhaustivas y que hay ejemplos que escapan a toda intencién de etiquetarlos. Justamente ‘uno de los casos resistentes es el de Lorraine Code. Elcapitulo 4 trata un tema que atin sigue siendo polémico, el dela relaciéa entre experiencia y lenguaje. La interpretacién realizada por parte de Joan Scott de la experiencia como un “evento lingiifstico” limit6 la posibilidad de considerar las historias de vida en las ciencias sociales. Pero movimientos anteriores incluso al llamado “giro linguiistico”, como la fenomenologia, pro- ven una postura alternativa superadora y fueron retomados para la teoria feminista por Iris Marion Young a través del estudio del movimiento como Jenguaje. Asimismo, Linda Martin Aleoff y Laura Gray escribieron acerca de Ja experiencia de las sobrevivientes de abusos sexuales y muestran que exis- ten experiencias que, al menos en un principio, poseen un niicleo inarticulado. “Atando cabos” opera como cierre del trabajo y como forma de articular las posieiones que en muchos sentidos son eonvergentes, pero cada una con mati- ces diferenciales. Se presenta un mapa conceptual que integra los sentidos de experiencia tratados y una evaluacién final de las diversas contribuciones que sintetiza sus interrelaciones, sus didlogos implfcitos y explicitos, mostrando ‘cémo con sus especificidades se puede delinear un cuadro teérico distintivo de Jas posiciones feministas contempordneas y que pueden ser aplicadas a nues- tra realidad. En los apéndices figura en primer término “Del activismo a la universali- dad: los feminismos en el contexto estadounidense”, que brinda un panorama de los feminismos en el émbito estudiado y la evolucién de los Women’s Studies ‘oestudios de mujeres. Se establecen aclaraciones acerca de la terminologia y Jos supuestos que se manejan en capitulos como “Razones y sinrazones de los post”, que ofrece un panorama de posturas y/o movimientos influyentes en el feminismo, como lo son el posestructuralismo y la posmodernidad. En “Eso que llamamos patriarcado” se habla acerca de la estructura social del patriar- cado en la cual estamos inmersas ¢ inmersos, y se recogen hipétesis relativas a su origen y posibles relaciones con otros sistemas sociales. Por ultimo, se consignan en orden alfabético las biobibliogratias de las tedricas tratadas, que completa mediante datos y comentarios las menciones realizadas en los cap‘ tulos en las que estn ineiuidas. Este libro tiene como antecedente Ja investigacién tedrica efectuada para la tesis de doctorado “La revalorizacién de la categoria de experiencia en las teorfas feministas norteamericanas: 1980-2000" que presenté en 2008 en la 18 ‘ANA Mania Bact Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Deseo ex- presar mi gratitud a Cecilia Hidalgo, quien fuera mi directora de tesis, por ‘compartir sus amplios y s6lidos conocimientos de metodologia, la epistemolo- gfa y las ciencias sociales desde los comienzos de mi investigacion hasta la invalorable correccién opistémica de la primera versién del trabajo. CapiruLo1 Experiencias: jmias, nuestras...? Experiencia y subjetividad Elita sujeto de experiencia, la/el individuo, es un nexo de interpretacion que cobra existencia en el Limite entre naturaleza y cultura. Hellen Longino, Science as Social Knowledge El propésito de este capitulo es caraeterizar la nociGn de experiencia y esta- blecer analiticamente sus dimensiones en lineas generales para examinar luego ‘algunas caracteristicas de las experiencias de las mujeres en los grupos de ‘autoconciencia, una de las primeras actividades del feminism de la segunda dla. El hecho de compartir experiencias entre quienes conformaban los grupos suponia el desarrollo de algiin grado de conciencia feminista. La experiencia de la autoconciencia es el sentido primario de experiencia en el feminismo y es fen 6 donde encontramos unidas estrechamente las dimensiones de la expe- riencia. Exploraré esta experiencia de autoconciencia a partir de la descrip- cién fenomenol6gica que realizara Sandra Bartky. Por ultimo, tomaré como eje 1a primera dimensién de la experiencia como eonformada por y formadora de la subjetividad considerando el tratamiento que acerca del tema realizara Ta influyente teérica Teresa de Laurctis Acerca del concepto de experiencia La nocién de experiencia, en particular la de experiencias de mujeres, es central para el feminismo: de ella se parte y a ella se procura reivindiear a través de un esfuerzo permanente, teniendo en cuenta que las voces de las mujeres no sélo no han sido escuchadas sino que se las ha desconocido, se las a9) 20 ANA MARIA BACH ha eneubierto o se las ha considerado subalternast en el contexto del sistema androcéntrico occidental vigente._\ Lo primero que llama la atencién al comenzar a explorar la euestién de la experiencia es que, a pesar de su carécter central en la teoria y en el movi- miento politico feminista y aun cuando se la suponga o se la nombre frecuen- temente en las diversas obras sobre fominismo, pocas veces aparece como foco de anélisis. Asf, por ejemplo, no aparece como entrada en las varias enciclope- dias especializadas en cuestiones de género o de feminismos, a excepcién de la editada por Lorraine Code y publieada por Routledge. En A Companion to Feminist Philosophy de Routledge, editado por Alison Jaggar e Iris Marion ‘Young, no se le dedica ningtin articulo, Por cierto si se la usa y cita en diversos apartados, lo que se constata al explorar el indice teméttico. ‘Tampoco se en- cuentra ni como voz ni citada en el indice tematico en The Routledge Compa- nion to Feminism and Postfeminism editado por Sarah Gamble y publicado asimismo por Routledge. Es més, sorprende que dada su importancia en la historia de la filosofia, tampoco figure en la extensa Enciclopedia de la filoso- fia que Routledge publicara en 1998 editada por Edward Craig et al. (Code, 2000; Gamble, 2001; Jaggar y Young, 1998). La omisién puede interpretarse como signo de la amplia aceptacién de la experiencia como nocién de la cual se parte en el feminismo, pasible de ser compartida sin necesidad de cuestionamiento. Como la mayoria de las palabras, “experiencia”, desde su rafz latina, es un voeablo que ejemplifica la polisemia del lenguaje. La variacién en los significa- dos abarea desde los usos cotidianos que comprenden, entre otras acepciones, al saber que se adquiere con la préctica, al bagaje que cada persona va acumu. Jando a lo largo de su vida, el sentir placer o dolor, y llegan hasta el método cientifico de indagacién o prueba consistente en provocar un fenémeno bajo ciertas circunstancias especificas, La multiplicidad de significados también se ha dado a lo largo de la histo- tia del pensamiento eritico occidental desde sus origenes hasta nuestros dias. Asi, ha sido postulada como algo diferente o hasta opuesto al conocimiento tacional, sobre todo cuando se la considera la aprehensiGn sensible de la reali- dad externa o también conocimiento inmediato, un saber del que no se puede dar razén, un saber de aquello particular 0 un hecho “interno” y, on tanto subjetiva, se la piensa como intransferible. ‘Lan nocién de experiencia ha sido considerada desde los origenes de la cul- tura occidental: esta presente desde la filosofia antigua, cobra especial impor- tanein en la filosofia moderna y desde Auguste Comte en adelante ejerce una Hentldo que le diera Gayatri Spivak como quienes no pueden hablar en la medida en que icin que excucho ylegitime sus palabras; no pueden lovar a eaboes0 que se denomi- le habla, entre otras cosas porque carocon de autoridad para hacerlo (Landry y Mac [EXPERIENCIAS: MAS, NUBSTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD a influencia relevante en el campo de las ciencias sociales. Pero aunque es una nocién basica y se apela a ella desile la sociologia, la antropologia ola historia, en las historias de vida, las biografias 0 las autobiografias, entro otras estrate. gias, no siempre se la ha valorado positivamente como base del conocimiento cientifico apelando a que, al ser personal, es subjetiva y por consiguiente no es posible la universalizacién. Para esta obra tiene relevancia el hecho de que tanto en los estudios de sgénero en su faz préctica como en la tedriea se acude a la nocién de experien. cias de mujeres. Pero a poco de comenzar la consideracién de la nocién de experiencias de mujeres aparece su estrecha relacién con otra idea controverti- da como lo es la de género, categoria de andlisis que, aunque también es ana- lizada eriticamente desde distintas posiciones, es considerada en muchos sen- tidos esencial en el desarrollo de las teorfas foministas del émbito anglosajén. En su ya clésica definicién de género, Joan Wallach Seott lo caracteriza, “como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las dife- rencias sexuales que se perciben entre los sexos; y una manera primaria de significar las relaciones de poder”. Esta categoria analitica aporta una mane- ra para decodificar los significados y para comprender las complejas conexio- nes que existen entre las diversas maneras de interaecion humana. Para com- prender mejor este concepto, es fundamental un anilisis de los dispositivos de poder que entran en juego cuando se construye, en lo personal y en lo social, el propio género. La percepcién de requerimientos diferenciados ~impuestos y autoimpuestos— son los que constituyen la experiencia de cada uno/a como sujetos distintos: vardn y mujer, masculino y femenino. La experiencia es, en- tonces, aquello que debe ser explicado si queremos comprender el proceso de constitucién de las subjetividades (Seott, 1992). Existe hoy un consenso amplio entre quienes practican las ciencias sociales ‘en que las historias de “experiencia” son problematicas. Como Haraway, Har- ding y otras han sefialado, las apelaciones a la experiencia corren el riesgo de naturalizar las categorias ideolégicamente condicionadas que estructuran las, experiencias del yo y del mundo. Scott, en su tan citado ensayo “The Evidence of Experience”, articulé claramente la version mas fuerte de esta critica. Argu- menta que los mismos “yos” que “tienen” experiencias estan construidos a tra- ‘vés do précticas digeursivas. Por consiguiente, los relatos de lac expericncias de personas marginalizadas (tanto las narrativas personales como las histo- ias producidas sobre ellas) reinscriben los supuestos acerca de identidades, diferencias y sujetos auténomos que subyacen en los discursos disponibles. Sin embargo, se contintian escribiendo textos basados en la experiencia. Shari ‘Stone-Mediatore (2003, 1999) afirma que la desvalorizacién de la experiencia, Uevada a cabo por Scott nos deja sin un medio para que estos textos tengan sentido, restringe su lectura, permitiéndonos considerarlos s6lo relatos de co- nocimiento irreflexivo, y oscurece las sutiles formas de las que emergen y afec- tan la experiencia histérica, pues su concepto de experiencia como una pro- ANA MARIA Bact iscursiva simplifica demasiado la relacién entre experiencia y len- i. ! Desde la década de 1980, las feministas problematizaron los intentos por fundamentar el conocimiento 0 Ja politica en la experiencia de las mujeres. Desde la epistemologia feminista, sabemos que la experiencia no es una ver- dad que precede a las representaciones de la experiencia culturalmente deter minadas, sino que en realidad esta mediada por esas representaciones.|Ha- Taway, por ejemplo, puso énfasis en el descubrimiento de que la experiencia visual no es una mera recepcién de la realidad sino un proceso activo confor- mado por expectativas. Esta experiencia nos aparece, sin embargo, como si reflejara simplemente la realidad externa. Mas atin, el mundo que pereibimos es él mismo producto de fuerzas historicas y sociales, a pesar de que la expe- riencia tiende a encarar Ia existencia historia como un mero hecho. Como afirma Sandra Harding (1991): “Nuestra experiencia nos miente” presentan- do como natural la conducta culturalmente determinada y los ordenamientos sociales histéricamente construidos. No sé6lo el sujeto de experiencia mira al mundo a través de lentes ideolégicamente condicionados sino que ademés, si quienes teorizan identifican las experieneias con un grupo social particular, corren el riesgo de naturalizar definiciones de exclusiGn respecto de ese grupo. Criticas feministas de las politicas de la identidad, como Elizabeth Weed y Chandra Mohanty, advirtieron acerca de los peligros de construir una politica alrededor de la “experiencia de las mujeres”. Cuando la “experiencia de las mujeres” es tomada como fundamento de un interés comtin, sefialan estas te6- ricas, podemos invertir las jerarquias, colocando a otro grupo como el sujeto del conocimiento y de la politica; pero dejamos intactas las categorias que de- finen la identidad de grupo, las exclusiones que esas eategorias eonllevan, a las estructuras més amplias de dominacién y explotacién (Stone-Mediatore, 1999). [Ademés de las pensadoras citadas, debemos sefialar que paralelamente, desde los movimientos fenomenolégicos y pragmatistas, también se realizaron studios que interesan por la importancia que le asignan a la nocién de expe- riencia. E] feminismo fenomenolégico cobré vigor sobre todo a partir del influ- yento pensamiento del fildsofo y sociélogo Alfred Schutz, quien primero fue seguido en el continente europeo y luego por quienes teorizaban en el ambito estadounidense. Pero recién en noviembre de 1994 se realiz6 en Delray Beach, Florida, el primer Research Symposium on Feminist Phenomenology que fue Ja base de la antologia que se publicara en 2000, Feminist Phenomenology (Fisher y Embree, 2000) y a partir de entonces el movimiento fenomenolégico ha eobrado més influeneia en la academia norteamericana. La fenomenologfa es un movimiento que comprende una vériedad de meto- dologias acerea de la descripcién de experiencias particulares de sujetos con- cretos. En general, se suclen reconocer distintas tendencias de este movimien- to que eomenzé con la filosofia de Edmund Husserl, pero hay que aclarar que EXPERIENCIAS: MAS, NUESTRAS...?: EKPERIENCIAS V SUBJETIVIDAD 3 estas tendencias a menudo se superponen, por lo que una distincién tajante no es posible. Se suelen distinguir cuatro direcciones predominantes: la fenome- nologta realista desarrollada por la escuela de Munich (Max Seheler, Edith Stein),’ que enfatiza la descripcién de esencias universales; la constitutive (Alfred Schutz, Sandra Bartky), que enfoca las caracteristicas de la conciencia de ciertos objetos; la existencial (Hannah Arendt, Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Simone de Beauvoir), que estudia aspectos de la existencia humana en el mundo, ya hermenéutiea (Hans-George Gadamer, Paul Riccour, Lorraine Code), que se basa en la importancia de la interpretacién en todas Jas esferas. A pesar de que existen distintas tendencias, hay ciertos puntos en los que coinciden quienes hacen fenomenologia. El primero es que se oponen a toda forma de naturalismo como el conductismo en psicologia y el positivismo en las ciencias sociales, y en la filosofia, ademés, no estén de acuerdo con tomar como modelo el método de las ciencias naturales. Por el contrario, les interesa un enfoque sociohist6rico y de la vida cultural. En segundo término tienden a ‘ponerse al pensamiento especulativo y a las preocupaciones por el lenguaje, prefiriendo el conocimiento basado en la intuicién. Esto esta vinculado a la tercera caracteristica que consiste en apoyar una técnica de reflexi6n en pro- ceso en la vida consciente o existencia humana. En cuanto a la relacién entre feminismo, pragmatismo y su vineulacién con la nocién de experiencia, hay que marcar que los y las pragmatistas en gene- ral sostienen que hay que conceptualizar después de examinar la experiencia no antes. 7 Segin Philys Rooney, loa fléeofos pregmatistas tuvieron tanto que ver en el cambio del siglo xix al Xx como las feministas en el cambio del siglo xx al nuevo milenio. Ambos movimientos son conscientes de la necesidad de com- prometer las teorfas y la filosofia en el contexto histérico, esto es, una revisién critica del papel de la filosofia en un mundo complejo y cambiante, El pragma- tismo filoséfico emergié en una parte importante como respuesta al desarrollo del conocimiento cientifico y de la biologfa evolucionista en particular, y los, cambios que trajeron aparejados en el pensamiento intelectual y religioso en Estados Unidos hacia el final del siglo XIX. Esos cambios convergieron, parti- cularmente en William James y John Dewey, en la necesidad de responder filoséficamente por el sentido y el valor humanos en una visién del mundo cientifica. El resultado no fue tanto un cuerpo de doctrina como una metodolo- gia o una actitud filoséfica para buscar la respuesta. ‘Los cambios significativos en la vida social que resultaron del desarrollo de Ja segunda ola del feminismo también resultaron en lamados a critica y revi- 2, Bn todos los casos coloca « manera de ejemplos a tedria/s y tedrils pero, por supuesto, no pretende ser una enumeracién exhaustiva 4 ‘ANA Manta Bact sin, En particular, la teorfa feminista surgi6 por la expresa necesidad de dar cuenta de los cambios efectuados desde la accién social y politica para mejorar Ja situaci6n de las mujeres. Muchas feministas sintieron que los discursos existentes eran limitativos. En lo que respecta a la filosofia feminista, fue vista no como una doctrina sino como un conjunto de metodologias y actitudes que tomaron como interés primario la necesidad de repensar el sentido y el valor humano para iluminar eémo las estructuras de género se construyen diforontemente en contextos culturales diversos. Feministas y pragmatistas levaron a las posturas tedricas a dar cuenta de nuevos discursos y nuevas posibilidades de accién y de poder al compartir la sospecha de que los modos tradicionales de teorizacién son resistentes a las nuevas posibilidades. Ambas posturas tienen en comtin un movimiento de vai- vén entre el pasado y el futuro, ademds de compartir la creencia en que la motivacién humana para el cambio interesa y es posible, aparte de que el conocimiento y la accién no deben ser separados. La teoria de la ciencia pragmatista es no positivista, La légica de la expe- riencia de Dewey y la investigacién comunitaria transformadora son més ade- cuadas al pensamiento y la metodologia feminista que las manejadas por el positivismo, La revitalizacién de la focalizacién eritica sobre el contexto y la préctica de Ja ciencia nos lleva a los comienzos del pragmatismo y a lo que Charles San- ders Peirce llam6 “la comunidad de los investigadores”, como un lugar de sig- nificacién y nueva teorizacidn en epistemologia. Las feministas se preguntan cémo se forman esas comunidades de investigadores, cual es su influencia y cémo son influenciadas por el contexto. Al desarrollar los conceptos del pra; matismo de Charles Peirce a John Dewey, se muestra que la epistemologia pragmatista, al igual que la feminista, no es ni uniforme ni monolitiea, pero oftece el redescubrimiento de andlisis y muestra tensiones creativas que sir- ven a la critica feminista (Rooney, 1993; Alcoff y Kittay, 2007; Seigfried, 1996). [Las feministas, activistas y/o teéricas, marcaron como rasgo peculiar de la. ‘experiencia el hecho de que es je segiin los sexos; por ende, la experien- cia masculina no es universal.’ [Bste rasgo, que esta intimamente conectado con la afirmacién de que “lo personal es politico”, no puede ser separado de la faz politica inherente a la experiencia. Pero a la vez.esa metéfora del feminis- ‘mo es también una fuente de conocimiento fundamental, como lo afirma de Lauretis. La experiencia en su faz.cognoscitiva fue reivindicada frente a otras corrientes de pensamiento androcéntrico que la desvalorizan, pues el conoci- miento obtenido a partir de ella trae aparejadas distintas desventajas, pues es subjetiva y no generalizable/Por ser reconocia y revalorizada por las fem 8. Corrientes como la fenomenclogia de Maurice Merleau-Ponty reconoven el cuerpo come soxuado pero padecen de ceguera frente al reconacimiento de que haya otros sexos ademés del maseulino, FEXPERIENCIAS: HAS, NUESTRAS...2: EXPERIENCIAS ¥ SUBJETIVIDAD ey nistas como modo de conocimiento, diversas tedricas se refieren a este aspecto como epistemologico. A partir de la llamada segunda ola del ferninismo, las te6ricas feministas pusieron el acento sea en algunos de los aspectos de la experiencia como el psicol6gico, el politico y el eognoscitivo, 0 los trataron en forma conjunta. A los fines de efectuar un cierto ordenamiento en el andlisis y facilitar la exposici6n, se distinguen los aspectos mencionados aunque en todo momento recordare- ‘mos que estn inextricablemente unid 1) Psicol6gico: las experiencias de los seres humanos son consideradas confor- mando la subjetividad en un proceso de continua transformacién y hacien- do hineapié en que son sexuadas. 2) Politico: en particular, para el caso que nos concierne, las experiencias de las mujeres son promotoras de cambios en el patriarcado, Este aspecto es el que en primera instancia se elabora y se pone de manifiesto en los grupos de autoconciencia o de toma de conciencia, pero ellos son sélo un punto de partida hacia la promocién de cambios ulteriores. 8) Cognoscitivo: tomar en cuenta el conocimiento que surge de las experien- cias de las mujeres en la vida cotidiana, atender a la subjetividad y valori- zar su papel, abre el camino a un nuevo enfoque epistemologico en las esfe- ras ordinarias, profesionales y cientificas del conocimiento (gréfico 1). Gréfico 1 Cognosetiva Psicologica Seytin Raymond Williams (2003), desde fines del siglo xvitt se pueden reco- jor dos sentidos principales en que se usa el término “experiencia” en nues- ‘cultura: uno ligado al pasado, a las llamadas “lecciones” de la experiencia, ‘otro en conexién con el presente designando a una conciencia en actividad, Ja separacién no sea tan neta en realidad como para distinguir uno de 26 ANA MARIA BACH otro. El primero, la experiencia pasada, se vincula al conocimiento reunido acerca de log acontecimientos pasados sobre la base de la observacién cons- ciente 0 por la consideracién y la reflexién. La experiencia presente indica un tipo de coneiencia activa y plena que afiade el sentimiento al pensamiento, al dar sentido de autenticidad y de inmediatez. Este segundo sentido de expe- riencia como algo “interno” o “personal” tuvo sus raices en formas religiosas, pero fue més notorio en la religién protestante y se hizo més presente espe- cialmente en el metodismo religioso, en el que habia “reuniones de experien- cia” que se realizaban para la exposicién de “experiencias religiosas” como nocién de testimonio subjetivo. Los dos sentidos se unen a la compleja vigen- cia del uso de las anteriores significaciones y son los extremos de una gama de posibilidades que siguen en vigencia y en debate (grafico 2). En un extremo, la experiencia (presente) es propuesta como el funda- ‘mento necesario (inmediato y auténtico) para todo el razonamiento y andlisis (subsiguientes). En el otro, la experiencia (antaio el participio presente, no de “sentir” sino de “ensayar” o “poner a prueba” algo), se ve ‘como el producto de condiciones sociales, sistemas de creencias o siste- ‘mas furddamentales de pereepcién y, por lo tanto, no como material de l verdades sino como evidencia de condiciones o sistemas que por defini ‘in ella x0 puede explicar por sf misma. ‘Yista sigue siendo una controversia decisiva que, por fortuna, no se limita a sus posiciones extrema. Pero gran parte de ella se enturbia, desde el principio, debido a los sentidos complejos y a menudo opuestos de la misma experiencia. La experiencia pasada ya incluye, en sus casos ‘is seri, los procesos de consideracién, reflexién y andlisis que los us0s ras extremos de la experiencia presente ~una autenticidad e inmediatez, incuestionables— excluyen. (Williams, 2003: 187-140) Considero que la autoconciencia feminista es un ejemplo que tiene relacién con la experiencia entendida como “presente”, como conciencia activa y plena, aunque debe diferenciase claramente de la experiencia religiosa, donde se ofrece como testimonio de verdad para ser compartido. El propésito religioso es lo- grar la conversién que promete llegar a la verdad. En cambio, en la toma de conciencia feminista se trabaja con la experiencia presente, con conciencia activa y plena, en el proceso que Neva a Ia autoconciencia, a la par que se apel, fa las experiencias pasadas de cada una de las participantes. Algunas de las, experiencias son consideradas compartidas por todas, como en el caso de la subordinacién dentro del patriarcado, mientras en otras ocasiones las expe- riencias son compartidas s6lo por algunas, como pueden ser la experiencia de violacién dentro o fuera de una pareja, el abuso sexual infantil, la maternidad, la diseriminacién por edad o por eleccién sexual, por sefialar algunas entre tantas otras. ub ‘A diferencia de lo que ocurre con la experiencia religiosa] la experiencia en el femninismo es un proceso en el que no se busca llegar a una verdad sino ala [EXPERIBNOIAS: :W1A8, NUESTRAS...2: XPERIENCIAS ¥ SUBJETIVIDAD 0 Gréfico 2 ‘Acepciones de “experiencia” ae sti censayar 0 ‘sontr poner a prueba conocimionto oa ‘de eventos autonticidad 0 pasados por inmodiatoz al ‘bservactén had consciente y ‘sentimiento reflex autoconciencia, a una conciencia plena que Ileve a la accién politica, tomando “politico” en un sentido muy amplio que va desde los pequefios cambios que se pueden introducir en la vida cotidiana hasta, por ejemplo, la organizacién ylo Ja participacién en grupos de mujeres que comparten un interés especifico, en Jos encuentros de mujeres y/o en los ferninistas, en la presencia activa en la redacciGn de proyectos legislativos en beneficio de las mujeres, como los de salud reproductiva, 0 en las actividades que se realizan en distintas institucio- nes como las universidades. | | Destaco la importancia de la experiencia doa autoconcioncia porque, como afirma Marilyn Frye (1996: 39), es en la comunicacién entre mujeres en los grupos de autoconciencia donde la experiencia se hace visibley es alli donde se reconoce que es en Jas historias do los varones donde el mundo de las mujeres no tiene sentido. Para la visién del mundo patriarcal, la existencia de las mu- jeres es una masa de datos discrepantes. Por esto la experiencia de cada mujer y lade todas las mujeres genera una nueva red de significados. En tal sentido, en el siguiente apartado abordamos la caracterizacién de los grupos de auto- conciencia que surgieron en la ciudad de Nueva York hacia fines de la década i de 1960, | 8 ANAManta Bact La experiencia de Ia autoconciencia 0 devenir feminista Alatan citada frase de Simone de Beauvoir “No se nace mujer: Hega una a serlo” con la que comienza el segundo tomo de El segundo sexo, conviene aita- irle, siguiendo su forma de enunciacién, lo que ya ha sido sefialado por varias te6ricas feministas y es que no por el hecho de ser mujer se es feminista, sino que una puede llegar a serlo. En este sentido Chandra Mohanty afirma que quienes sostienen que las mujeres son feministas por asociacién e identifica- cin con las experiencias que las constituyen como mujeres suponen lo que podria Iamarse la tesis de a dsmosis femenina (Beauvoir, 1986; Mohanty, 1982). Hist6ricamente, en Estados Unidos la denominacién “grupos de autocon- ciencia” (Consciousness-Raising, CR) fue propuesta por Kathie Sarachild para el programa de crecimiento de la conciencia feminista de un grupo de mujeres que se consideraron “radicales” dentro del movimiento. En su articulo “Cons- ciousness-Raising, A Radical Weapon” Sarachild aclara que “radical” proviene del origen latino de la palabra que significa raiz.y que el grupo que conforma- han apuntaba a la liberacién de las mujeres como movimiento masivo intere- sado en Hegar a las rafces de sus problemas en la sociedad. Durante las re- tuniones del grupo New York Radical Women surgi el tema de inerementar su conciencia feminista a través del estudio de bibliografia sobre t6picos concer- nientes a las mujeres como maternidad, trabajo o nifiez, entre otros. El linea- miento propuesto para la investigacién consistié en que el punto de partida de la discusién y la prueba acerca de la precisién de lo que encontraran en la busqueda bibliogréfica debia ser confrontado con la propia experiencia. Este método tenfa analogias con lo que en el siglo XVII se propuso desde el émbito cientifico en contra del escolasticismo: estudiar la naturaleza en lugar de Jos libros, método que también fue puesto en préetica por otros movimientos revo- lucionarios. ‘Quienes compusieron los grupos iniciales de autoconciencia no eran prinei- piantes en cuestiones politieas y en la mayoria de los casos tampoco en el feminismo. A partir de las discusiones en las reuniones del grupo de autocon- ciencia surgieron obras importantes como La dialéetica de los sexos de Shula- mit Firestone, la Politica sexual de Kate Millet, ademas de los ensayos de Carol Hanish “Lo personal es politico”, de Anne Koedt “El mito del orgasmo vaginal” el de Pat Mainardi “La poiftica del trabajo doméstico”. A las femi- nistasadicales corresponde el mérito de haber revolucionado la teoria politi- ca al snalizar las relaciones de poder patriarcal en émbitos que se considera- ban “privados”, como la familia y la sexualidad, y haber creado el eslogan “lo personal es politico”. A partir de 1968 los programas de grupos de autoconciencia se hicieron populares aunque con el tiempo fueron perdiendo la conexién con el propésito de produeir eambios radicales y revolucionarios para las mujeres, si bien siem- pre lasincitaron a pensar y actuar. En los grupos no se seguia un método sino principios que se consideraban esenciales: ira las fuentes tanto en lo histérico [EXPERIENCIAS: MAS, NUESTRAS... EKPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 29 como en lo personal, ir a las mujeres mismas ¢ ir a la experiencia para la teorfa y la estrategia En los grupos de autoconciencia se escuchaban los testimonios de las muje- res acerea de sus experiencias y emociones con respecto a un determinado tema, se compartfa la propia experiencia. Las exposiciones contribufan a con- formar una fuente de conocimiento en comiin. El conocimiento y la informa- cin permitian que las mujeres fueran “capaces” de hablar. Sarachild (1978) aclara que no pretendian ser reuniones terapéuticas ni formar a la gente para que tuviera paciencia para escuchar a otras, ni cambiar a las mujeres, sino que supieran més acerca de la supremacia androcéntrica que se ejercia sobre ellas. Asimismo, lo consideraban un modo de acerearse més a Ja verdad. Pese a que los grupos de autoconciencia no eontinuaron exactamente en la forma en que los pensaron las feministas radicales, considero que en un senti- do amplio siguen operando en cada reunién de mujeres feministas que com- parten sus experiencias acerca de un tema que les atafia en particular. Esa eonciencia feminista ha sido examinada en detalle por Sandra Bartky yes su ‘trabajo el que se presenta a continuacién. Sandra Lee Bartky y la conciencia feminista Gandra Bartky_afirma que, para ser femninista, hay que devenir feminista. En el pasaje del devenir se vive una experiencia de transformaci6n personal profunda, que lleva a cambios en el actuar y que describié en “Toward a Phe- nomelogy of Feminist Consciousness”, Su trabajo fue uno de los primeros and- Iisis te6ricos de la categoria de experiencia en el marco dela teoria feminista y partié de las précticas de los grupos de autoconciencia. En la caracterizacién do experiencia, Bartky utiliz6 herramientas del movimiento fenomenoligico, através de Ia descripcién situada, ast como también de la teoria marxista con respecto a algunas nociones bisicas como la de modo de produceién. La carac- terizacion de la conciencia generizada puede ubicarse tanto en la tendencia de Ja fenomenologta que Lester Embree (1996) denomina constitutive como en la fenomenologia existencial. La primera enfatiza la degeripcién de objetos en términos de la conciencia de ellos. La segunda pone el acento en aspectos de la lexistencia humana en el mundo. Una de las caracteristicas de la obra de Sandra Bartky es que ella hace filosofia feminista combinando metodologias y marcos conceptuales y te6ricos. Asi, se ha apoyado en Ia fenomenologia, el existencialismo, el marxismo y el posestructuralismo para agudizar sus andlisis de la condicién femenina, El ensayo en el que expone las earacteristicas de la conciencia feminista, “Toward a Phenomenology of Feminist Conciousness”, fue escrito en 1976 cuan~ {do todavia la deseripcién fenomenolégica noera tan significativa como lo fuera fn la década de 1990, El que una autora estadounidense como Bartky haya ilizado esos marcos conceptuales tan tempranamente para ese pais resulta Ey ‘ANA MARIA BACH ener) extrafio en una primera aproximacién. Pero al conocer su biografia se advierte que realizé estudios en Alemania, hecho que le permitié tomar contacto de primera mano con la filosofia continental y sobre todo con la fenomenologia, & a que concibe situada histérica y socialmente. ‘Asimiemo, como parte de la eritica filos6fica que realizara sobre la feminei- dad, recurrié a aspectos del posestructuralismo aplicado al problema de la personificacién femenina. En especial, hizo suya la hipétesis de Michel Foucault ‘acerca de las formas de disciplinar que estructuran la subjetividad en las s0- ciedades modernas. También, como considera que el concepto de clase no fue tenido lo suficiontemente en cuenta en corrientes del pensamiento tedrico fe- minista, incorporé a sus herramientas analiticas las perspectivas del marxis- mo y de la teorfa critica. Posteriormente comenz6 a problematizar ciertos te- ‘mas, por ejemplo, la raza y la blaneura como esenciales, también, a una filoso- fia feminista. En la “Introduccién” de su antologia Femininity and Domination: Studies in the phenomenology of opression aclara que también ha incluido instrumen- tos conceptuales del andlisis lingiistico, de las ciencias sociales empiricas y del psicoandlisis. Para su descripcién fenomenolégica de la conciencia femi- nista, Bartky se valié asimismo del andlisis dialéetico. En su ensayo aclara que no va a examinar en su totalidad la experiencia de liberacién sino que restringira su descripcién a los distintos modos de percibir que caracterizan a la conciencia feminista. Los perfodos de tensiones sociales y econémicas repereuten en las vidas de las personas y se manifiestan en for- ma de una conciencia angustiada, falta de certeza interior y confusién. Para Bartky, la conciencia feminista es una conciencia angustiada y es no sélo una reflexién de las condiciones materiales externas sino también la aprehension de que algunas condiciones son intolerables y que requieren de una transfor- macién. Alcanzar una eonciencia feminista es atravesar la experiencia de lo- grar ver aspectos de sf misma y de la sociedad que antes no se pereibian. Bartky parte del supuesto de que la experiencia de la conciencia feminista se puede earacterizar en primer lugar como conciencia de victimizacién, que a Ia vez se identifica por algin grado de precaucién 0 eautela, ademés de la lteracién que produce tal condiciOn. En su descripeién de cada uno de esos aspectos se detecta la tensién dialéctica que late en la conciencia feminista y que la divide en todo momento. Esto se plasma en la deseripeion de la eoucien- Gia de la victimizacién, una conciencia dividida que es al mismo tiempo con- tiencia de debilidad, por estar expuesta a los agravios que recibe en tanto mujer, pero que al mismo tiempo le da fuerzas para luchar contra el sistema imperante. Asimismo, reconoce que la conciencia de victimizacién puede ser tuna conciencia dividida en un segundo sentido. El hecho de conocer que como mujer se es victima en una sociedad sexista puede sumarse al darse cuenta ‘de que como blanca se goza de ciertos privilegios que no tienen las mujeres de color, Este hecho, antes inadvertido, produce més incomodidad atin. Sin em- [EXPERIENCIAS: 2MIAS, NUBSTRAS..2:EXPERIENGIAS Y SUBSETIVIDAD aa argo, no todas Jas mujeres desarrollan este sentido de conciencia dividida pues no advierten que ostentan una mejor posicién que otras mujeres. Pero, ademés, la conciencia feminista es la experiencia de la existencia de algunas contradicciones en el orden social que se tornan intolerables. Vivimos jinmersas en una realidad social engaiiosa y esto provoca en quienes devienen feministas un doble impacto ontologico que las lleva a vivir en una situacién ética ambigua. EB] impacto ontol6gico es doble porque, por una parte, cada una se da cuenta de que lo que sucede es considerablemente diferente de lo que ‘aparece, y por otra, porque el impacto produce, al mismo tiempo, la impotencia para expresar lo que efectivamente est pasando. Como consecuencia, 1a femi- nista deviene vigilante y suspicaz, y vive en una suerte de estado de alerta. Bs por esto que otro de los rasgos de la conciencia feminista es algrin grado de precaucién 0 cautela. ¥ esto también, nuevamente, en un doble sentido: no ‘s6lo es cautelosa del orden de las cosas, especialmente en la comunicacién con otra gente, sino que también es cautelosa de sf misma. Este grado de cautela es una constante en la experiencia feminista y sera mayor 0 menor en funciGn de varios factores como el compromiso politico, entre otros. Es un modo de ‘experiencia que al anticipar la experiencia en cierto sentido es prepredicativa. ‘Ala vez, hay otra caracteristica que la situacin trae aparejada a la con- ciencia feminista y es la alteracién que se produce al ser una conciencia agu- damente desarrollada acerca de las limitaciones que se le imponen al libre desarrollo personal, pero que debe mantener al mismo tiempo un molesto sen- timiento de autoproteccicn, sin el cual no podria vivir en su sociedad. Por ese doble impacto ontolégico la feminista también vive en una especie de situacion ética ambigua, situacién que fuera descripta ya por algunos pen- sadores existencialistas, y que proviene de una historia distintiva en la que el sistema patriarcal va siendo reemplazado por otro. Pero aun aquella que ha adherido firmemente al paradigma feminista no esta exenta de contradiccio- nes internas, de conflictos, no s6lo por ser una extranjera en su sociedad, sino también por sus no resueltos compromisos patriarcales. Sin duda, vivimos en una sociedad patriarcal aun cuando la autoconciencia haya desplazado a la falsa conciencia. Pl andlisis de Bartky es realmente agudo en cuanto ala caracterizacién de Jos rasgos de una conciencia feminista, pero si bien he experimentado este ‘camino sin retorno, debo acotar que no todas las mujeres pueden seguirlo 0 mantonorse en él. Son multiples las continuas amenazas del patriarcado ha- cia quienes se desvfan de las huellas mareadas y asi, en este tema, muchas mujeres que tienen el presentimiento de otras posibilidades se sienten impe- Gidas de soportar la conciencia feminista dividida, que es la del estar en el feminismo pero dentro del sistema patriareal y, consecuentemente, se ven incapacitadas de llevar hasta las tltimas consecuencias este nuevo giro del atrévete a saber kantiano (grafico 3). a2 ANAMARIA BACH Gratico 3 La conelencia feminista segtin Bartiy [a Lo positive es que, a pesar de las ambigiedades de esta experiencia, el ‘camino de la autoconciencia es una experiencia de liberacién, ya que permite, fl interpretar el mundo desde el Angulo feminista, la acei6n colectiva liberado- ra, una nueva identifieacién con las mujeres y un ereciente sentido de la soli- dt oe ‘embargo, ala caracterizacién de Bartky de la conciencia feminista como condiencia de victimizacion le cabe la critica de que el sentirse como victima puede llevar a la inaceién, al conformismo y a no crear estrategias para trans- formar la situacién. /— Larelacién entre la experiencia y el proceso de la autoconciencia es basica | tanto para la préetica como para la teoria feministas y esto es reconocido por | mvtoras diversas, Por ejemplo, Teresa de Lauretis (198 afirma: La teorfa feminista constituye en sf una reflexién sobre la practica y Ja experiencia: una experiencia para la que la sexualidad tiene un papel | central, en cuanto determina, a través de la identificacién genérica, 1a | ‘dimensién social de la subjetivided femenina, la experiencia personal de Ja condicién femenina; y una préctica destinada a confrontar esa expe- 4. Tee] pensamiento ferinista hay una tendencia a ensalzar la soidaridad entre las mujeres. A ‘regis del tratamiento de bell hocks y de Mohanty, se profundiza en qué sentides se puede enter esto [EXPERIENGIAS: ;MtAS, NUBSTRAS...2: EXPERIENCIAS ¥ SUBJETIVIDAD 33 riencia y a cambiar la vida de las mujeres concreta y materialmente, | ‘modiante la eoncionciacién. (290) / Por su parte, Catharine MacKinnon (1995) opina que la préctiea de la au- toconciencia es el método analitico y erftico del feminism ‘La préctiea de concienciar [..] ha sido téenica de andlisis, estructura de organizacién, método de préctica y teoria del eambio social en el movi- ‘miento de la mujer. (30) Experiencia y subjetividad La relacin entre experiencia y subjetividad en el siglo xX fue abordada a partir de diversas y complejas teorizaciones dentro de diferentes ambitos, par- ticularmente en el campo de la psicologia y la filosofia. Algunas conceptualiza- ciones colocaron el acento en factores internos, por decirlo brevemente, como Jos mecanismos de la vida psfquica; mientras otras marcaron la relevancia que suponen los factores sociales a través del papel que desempefian las insti- tuciones, por ejemplo, las educativas, ademés de los mensajes que se transmi- ton a través de los medios masivos de comunicacién, entre otras condiciones. Pero en el seno de las teorfas feministas encontramos posturas que no se si- ‘ian ni en uno ni en otro extremo, como la de Teresa de Lauretis, Sus especu- laciones son relevantes en tanto constituyen un aporte original al considerar Ja importancia de los signos en relacién con la experiencia en la constituciéa de las subjetividades. Teresa de Lauretis y 1a importancia de la semistica Teresa de Lauretis nacié en Milén, Italia, en 1938 y se educé en su pais, pero luego de haber culminado su formacién académica con la obtencién del doctorado en Lenguas Modernas y Literatura en la Universidad de Bocconi, se radicé en Estados Unidos. Italiano, literatura comparada, estudios de las mujeres y estudios de cine faeran materias en las que ejercié la docencia en diversas universidades estadounidenses. No es de poca importancia estar al tanto de estos datos de su biografia acorea de su formacién y especializacién, ‘ya que en algtin sentido explican la importancia que le otorga al lenguaje, en particular a los signos y a la semiética, en su caracterizacién acerea de la experiencia y de la experiencia de las mujeres en particular, Para ello, se vale de la integracién de distintos aportes brindados por la semiética, el feminis- ‘mo, el psicoandlisis y la cinematografia. En sus ensayos mis tempranos, considera a la experiencia la designacién del proceso continuo por el cual se construye semiética ¢ hist6ricamente la sub- 4 ‘ANA Mania Bact jetividad, a Ta que podemos situar en los espacios de interseccién discursiva ‘entre la teorfa semistica que fuera formulada por Peirce, pero a la que retoma a través de la interpretacion que realizara Umberto Eco y del psicoanslisis de Jacques Lacan (de Lauretis, 1984). Estas son dos de las teorfas que han recono- cido la relaci6n inseparable de la subjetividad con la actividad social. La impor- ‘tancia de la mediacidn social o semidtica hace que la experiencia no sea consi- derada, como habitualmente se lo hace en sentido cotidiano, algo que la identi- fica como aquello que es s6lo perteneciente al dmbito de lo individual. Elotro aspecto que también sefiala como portador de un papel central es el de la sexualidad, porque determina a través de la identificacién genérica la dimension social de la subjetividad femenina, Al propio tiempo, la sexualidad marca no sélo la dimensién social sino también la experiencia personal de Ja condicién de las mujeres. Asi, de Lauretis considera de relevancia que en la teorfa feminista en especial se reflexione sisteméticamente sobre la experien- cia, sobre las practicas y sobre el sentido que la experiencia imprime a la cons- truccién de la subjetividad. Al igual que otras teéricas, puntualiza que la reflexidn feminista es a la vez una prdctica que comparte y coteja la propia experiencia con la de otras mujeres, sobre todo en los grupos de autoconcien- cia, donde este cotejo logra erigirse en punto de partida para un cambio en sus vidas. Sin embargo, para comprender su interpretacién de la nocién de experien- cia es conveniente partir de su nocién de diferencia, pues en su pensamiento ‘ambos coneeptos estén intimamente ligados. En el prélogo a Diferencias, con- signa que este tema le preocup6 desde el feminismo de los 70. Fl sentido de lo ‘que se entendi por diferencia fue cambiando paulatinamente con el eorrer del tiempo y la evolucién del movimiento feminista, torndndose cada vez més com- pleja su significacién. Asf, la consideracidn de este concepto pas de la signifi- cacién de lo externo a lo interno, de la eldsica y tradicional diferencia por el sexo y el estatus social al examen de las diferencias entre las mujeres y, por Ultimo, al tratamiento de la compleja constitucién de las subjetividades y a las diferencias internas de cada sujeto. ‘Al comienzo, y en concordancia con las tesis de 1a segunda ola del movi- miento de mujeres, la diferencia entre varones y mujeres, en su doble cardcter sexual y social, se consideraba originaria. Pero luego, al difundirse el feminis- mo y comenzar las reacciones de otras mujeres feministas que provenfan de distintos estamentos, se tornaron evidentes otras importantes diferencias en- tre las mujeres de crucial ineidencia en la diferencia sexual. Més tarde, cuan- do las teorias feministas comenzaron a desarrollarse, se convirtié en central el tema de la subjetividad femenina “o, lo que es lo mismo, de las diversas vias, experiencias, instituciones y précticas con que las mujeres, cada mujer, cada ser humano, se constituye en sujeto social y sujeto psiquico al mismo tiempo” (de Lauretis, 2000e: 8; mi subrayado). ‘Si nos remontamos al punto de vista etimol6gico, el vocablo “experiencia” hunde sus rafces en el verbo latino experior que posee distintas acepeiones: LEXPERIENCIAS: LAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 35 experimentar, poner a prueba, probar, medir fuerzas, pleitear, litigar, inten- tar, hacer uso, arriesgar, permitirse, saber, conocer por experiencia. Pero, como también se ha sefialado, “experiencia” tiene un sentido de investigacién, exa~ men, connota un sentido de proceso, que segiin Josefina Birulés (2002), se ha perdido, Sin embargo, considero que, lejos de perderse, adquiere relevancia en la obra de Teresa de Lauretis (1984), quien) concibe la experiencia como un proceso coritinuo e inaeabado por el que se construye la subjetividad. La expe- riencia seria el efecto de la interaecién de la subjetividad con el mundo, “no mediante ideas o valores externos, causas materiales, sino con el compromiso personal, subjetivo en las actividades, discursos e instituciones que dotan de importancia (valor, significado y afecto) alos acontecimientos del mundo” (253). + La centralidad del eoncepto de experiencia en tanto clave para la teorfa feminista fue senialada, como se ha visto, desde las primeras obras de Teresa de Lauretis, quien la vincula y articula con temas fundamentales para el mo- yimiento feminista, como la subjetividad, la sexualidad, el cuerpo y la activi- ad politica. El sentido que atribuye a la experiencia resulta en su obra tan ignificativo como aquellos que deja de lado. ‘Como en la experiencia hay tanto elementos personales como sociales y porque la experiencia es un proceso, la autora no la toma en el sentido de datos sensoriales, ni como la adquisicién de habilidades y competencias por ‘feumulacién a lo largo de la vida, ni en un sentido individualista o puramente ‘subjetivo, interno, sin la mediacién social._) Para comprender, entonces, e6mo surge la subjetividad femenina, segin de retis, es necesario elaborar una teorfa acerca de la experiencia, lo que re- ssenta un reto para la reflexién feminista. En este punto considera que las jorfas de la significacién, en especial la de Charles Sanders Peirce, a través a interpretacién que de ella hizo Umberto Eco, y 1a del sujeto de Jacques resultan las més apropiadas para dar cuenta del proceso de constitu- de tal subjetividad. Eco sefialé que es tinicamente por el estudio de los interpretantes,* de los Para comprender mejor e] aporte de Eco ereo que os do utilided retomar las definiciones de inrles Peirce, Peirce, que estaba en contra del dualismo eartesiano y de la tesis de John Locke foun la cual todo pensimienio es pereepeida interna de ideas, propone que el eonncimiento eo wn 10 de significacion basada en la relacin logica dela estractura tridica bésiea del signo. La in representativa del signo no estriba en su conexion material con un objeto, ni en que sea in imagen del objeto, sino en que tea considerade signo por un pensamiento. "Toda sintesis pro- Jonal implica una relacin significtiva, una semiosis considerada la aecién del signo, en la farticlan tres elementos: Fl signo o representamen es algo que est4 para alguien, so dirige a alguien, esto es, crea en la ‘mente de esa persona tn eigno equivalente o quiz4 un signo mas desarrollad. lobjeto es aquello por lo que est el sgno, aquello que representa. Bl interpretante es 61 signo equivalente 0 més desarrolledo que el signo original, es enusado [por exe nigno original en la mente de quien lo interpreta, = “ANA Manta Bact rica futura; es el otro lugar del discurso aqui y ahora, el punto ciego, el fuera de campo de sus representaciones” (de Lauretis, 2000a: 62) Cuando de Lauretis describe al sujeto generado toma y adapta los concep- tos de tecnologia del sexo de Michel Foucault y de ideologia de Louis Althus- ser. La adaptacion de las tesis de ambos autores para fines feministas se hace necesaria pues uno y otro padecieron justamente de una ceguera androcéntri- ca hacia las diferencias sexuales y de género. Por cierto, la busqueda de una definicién del sujeto del feminismo apunta a disponer de una construccién tedrica que permita entender los procosos earac- terizados por la reflexi6n y la militancia feministas. En cierto sentido, puede retomarse la definicién de sujeto de Althusser. Es conveniente tener en cuenta que para Teresa de Lauretis en la definicién de ideologia de Althusser se pue- de reemplazar ideologta por género, y llega al punto de afirmar que el género slo que algunos denominan “ideclogia”. Empero, mientras en la definicién de Althusser el sujeto esta en la ideologia y no se da cuenta de ello, en la del feminismo el sujeto sabe de esta doble posicion de estar y no estar dentro de la ideologia del género. Para de Lauretis el sujeto del feminismo se genera en la tensién de la con- tradiccién y heteronomta que se da entre el espacio de los discursos dominan- tes y ese “otro lugar”, ese otro espacio, lo que en el cine se denomina el “fuera de campo”, el espacio que no se ve, pero que se deduce del encuadre. En “Suje- tos excéntricos” avanza en la earacterizacién de oste sujeto del feminismo, al que denomina excéntrico. Tal sujeto puede ser la figura de un espacio concep- tual y experiencial dentro de las contradicciones, afirmadas aunque noresuel- tas, del campo social del aqut y el ahora. Pero si se esta de acuerdo en que no hay “un” feminismo, tampoco podra haber un solo sujeto para los diversos feminismos. Aun considerando algin feminismo en particular, los horizontes culturales e histéricos son tan variados que tampoco permiten que se defina lun tinico sujeto, ni siquiera una tinica figura a la cual llegar, ya que, al mismo tiempo, no es intencién de la autora bosquejar una construccién utdpica ala que tienda el feminismo. Si tomamos en cuenta ademés que, como fue sefialado, los sujetos estén en permanente proceso de construccién, advertiremos que las definiciones cam- bian con el tiempo y los enfoques alternativos. Las diversas formas de concien- cia feminis1a muestran su Variabilidad en ejemplos como el que provee Moni- que Wittig en Straight Mind (1992). Wittig caracteriza a las lesbianas en un sentido distinto del habitual pues afirma que “las lesbianas no son mujeres”. Al decir que las lesbianas no son mujeres en realidad parece pretender hacer estallar la dicotomia varén/mujer. Los sujetos, para de Lauretis (2000b), “son términos conceptuales, te6ricos de una forma de conciencia feminista que pue- de existir histéricamente sélo en el «aqui y ahora» como conciencia de otra cosa”, Las distintas posiciones de sujetos exeéntricos se conforman a partir de localizaciones eritieas, aleanzadas “a través de précticas de desplazamiento LEXPERIENCIAS: MAS, NUPSTRAS..2: EXPERIENCIAS Y SUSIETIVIDAD 99 ico y personal, atravesando los limites entre identidad y comunidad socio- ear tatre cuerpos y discursos” (146). Bse sujeto excéntrico esta situado en ana posicién erftica, distanciada, excéntrica respecto de la ideologia del géne- 10, Por es0 lo he llamado un sujeto exeéntrico, es decir, no inmune 0 externo al género, pero autocritico, distanciado, irdnico, excedente-excéntrico” (154). Se puede interpretar que este sujeto teérico, que esta en ese espacio que no esl centro, que se desplaza a un lugar de marginalidad que le otorga la posi- bilidad de resistir politicamente, es una posicién que puede ser alcanzada por ‘quienes hayan arribado a una coneiencia feminista, pertenezcan 0 no a un ‘grupo feminista on particular. En este sentido, las feministas, aun las hetero- sexuales, podrian estar comprendidas dentro de ese sujeto del feminismo. Quiz de Lauretis no suscribiria esta ultima afirmacién, pues en ella se manifiesta Ja importancia de la visibilidad de las feministas lesbianas, que han sido mar- ginadas por las feministas heterosexuales por lo menos casi hasta finales de ios 80. : Pn cnc, historicamente ha habido una cierta tensién entre ambos femi- nismos, ya que no figuraba entre los objetivos prioritarios de las heterosexua- Jes dar visibilidad a la orientacién sexual de las lesbianas, que estas Gltimas querfan fuese revindicada. Sin embargo, como tampoco hay uniformidad de ‘riterios en el interior de cada uno de estos feminismos, no podriamos hablar de un feminismo léshico ni de uno heterosexual. Por cierto, debe reconocerse ‘que si no se identifica la orientacién sexual como una diferencia relevante, se Suele presuponer la heterosexualidad come norma no cuestionada, contribu- sndo al ocultamiento de las teméticas lesbianas. 7 Una tendencia, no aceptada undnimemente, ba sido utilizarel término “les- diana” como concepto genérico y metaférico. Este movimiento se ha interpre- tado como otra de las varias acciones que redundan en el ocultamiento de las diferencias entre las mujeres. Las tensiones entre diferentes corrientes femi- nistas se han ido debilitando a partir de la década de 1990, época en que apa- ecen en escena otras vertientes tedricas, como los estudios de gays y lesbia- nas, 0 la teoria queer con Teresa de Lauretis y Judith Butler como teéricas fundacionales, A partir de ese momento, las diferencias conceptuales, nomina- Jes y pragmticas en el uso del término “lesbian” se tornan importantes. | Resumiendo las tesis de Teresa de Lauretis respecto de la experiencia y la subjetividad, vemos que considera: 1) la experiencia como la designacién del proceso continuo por el cual se cons- truye semidtica e histéricamente la subjetividad; : 2) que la cuestién de la subjetividad femenina implica tratar las diversas vias, 6. Agradexco en este punto el intereambio de corres electréniens con Maite Escudero. 40 ANAMARIA BACH cexperiencias, instituciones y précticas con que cada ser humano se consti- tuye en sujeto social y sujeto psiquico al mismo tiempo, y 8) que la experiencia se entiende como complejo de hébitos, resultado de la interaecién semitica de los mundos exterior ¢ interior, engranaje continuo del yo o sujeto en la realidad social. En las tres tesis la experiencia y la subjetividad son concebidas como pro- cesos semisticos inextricablemente unidos, que constituyen a los sujetos s0- ciales y psiquicos. La semiética resulta de importancia crucial porque es la que le permite “encarnar” a ese sujeto, y de esta manera romper con la concep- cién moderna de sujeto como una entidad abstracta. Hasta acd las tesis no exhiben un cardcter especificamente feminista sino que podrian ser suscriptas por quienes formulan teorfas en otros eampos. Lo que distingue a de Lauretis es que su ensayo “Semistica y experiencia” se puede considerar la piedra fundamental en la teorizacién de la experiencia desde un punto de vista feminista, que ha inspirado numerosos trabajos ulte- iores, constituyéndose en referencia obligada en la materia. Asimismo, su nocién de sujeto del feminismo como “sujeto exeéntrico", un sujeto desplazado del centro y desde el cual es posible la resistencia, enuncia en una forma abre- viada lo que tendrian que ser denominados, con mayor propiedad, los sujetos de los ferminismos. | | En Teresa de Laitiretis encontramos fundamentalmente dos acepeiones del término “experiencia”. La primera se refiere al proceso a través del cual se construye Ia subjetividad en todos los seres sociales y la segunda representa el complejo de efectos de significado, costumbres, disposiciones, asociaciones y percepciones derivadas de la interaccién semiética de uno mismo con el mun- do externo, Esa “constelacién o configuracién de efectos de significados que amo experiencia se modifica y se reconstituye constantemente en cada sujeto mediante la continua interaccién con la realidad social, una realidad que in- cluye (especialmente para las mujeres) las relaciones sociales de género” (de Lauretis, 20004: 54). CapfruLo 2 Estrategias de lucha por la palabra: experiencia y politica Quienes son blancas/os y no se nombran a st ‘mismos como blancos/as, suponen su universalidad; una raza inadvertida es un signo de Racismo igno- rado, un “olvidado" racismo. Gloria Anzaldia, Making face, making soul Este capitulo est dedicado al examen de tedricas que acentuaron la faz itica de las experiencias de las mujeres, y se destacaron por mostrar la suficiencia del pensamiento te6rico feminista de las wasP. En la mayoria de Jos casos hablaron al mismo tiempo desde la militancia, por el reconocimiento de los derechos de las mujeres y de sus multiples diferencias, fueran étnicas 0 ‘por orientaciOn sexual. En primer término, y antes de abordar la relacién de la experiencia en el pensamiento de bell hooks, expondré diversas interpretacio- nes acerca de la nocién de margenes, de gran importancia en su teorizacién. En segundo término, me referiré a Gloria Anzaldia, una de las feministas que (re6 dispositivos novedosos de protesta tendientes a la reivindicacién politica y cultural de las “mujeres de color”, consistentes en el uso de recursos creati- _ vos de exprosién distintiva. En este camino ha sido seguida por Maria Lugo- hes, que al mismo tiempo de continuarla se diferencia de Anzaldia cuando ‘agrega un estatus epistémico a su propuesta. Literata una, filésofa la otra, en fellas vuelve a hacarse patente la influencia de la propia experiencia formative fen el contenido de sus propuestas tedricas y précticas. Por ultimo, la vision de Chandra Mohanty se expone como representativa de la posicién de las muje- res indias.en el contexto poscolonial. Mohanty revaloriza los relatos, las na- rrativas de experiencias de Otras y Otros frente a las posturas posestructura- listas que han negado su valor. tan 2 AWAMIARIA Bact Experiencia, teoria y margenes ‘Voces a favor del reconocimiento de mujeres no blancas, como es el caso de las afro-estadounidenses, comenzaron a hacerse escuchar ya en la década de 1990. Uno de los reclamos provino del grupo de mujeres feministas de Bos- ton que se reunia desde 1974 y que elaboraron en 1977 “Una declaracién femi- nista negra” de la Colectiva del Rio Combahee,' que fuera inspirada en el mo- vimiento por los derechos humanos y civiles de esa década. Fue sin duda uno de los antecedentes que contribuyé a modificar el curso de la praxis académica fominista al poner al descubierto la falta de solidaridad dentro de un movi- miento que supuestamente deberia estar luchando también en su defensa. Dejando claro que estaban denunciando publicamente el racismo dentro del movimiento feminista, con un énfasis en las intersecciones de raza, sexo y clase como factores simulténeos de la opresi6n, declaraban que “estamos com- prometidas a luchar contra la opresién racial, sexual heterosexual y clasista y que nuestra tarea especifica es el desarrollo de un anélisis y una préctiea jntegrados basados en el hecho de que los sistemas mayores de la opresién se eslabonan” (La Colectiva del Rio Combahee, 1988: 172). Encuentran dificil separar las tres opresiones porque en sus vidas las tres son vividas como una experiencia simultdnea. ‘Esta colectiva reconoce como una de sus antecedentes a Sojourner Truth, quien ejercié influencia en las to6ricas afrodescendientes de Estados Unidos. ‘Aunque sus datos biograficos varian, se sabe que nacié con el nombre de Isa- Della en la esclavitud en Ulster County, Nueva York, alrededor de la década de 11790, y fallecié a los ochenta y cuatro afios en Michigan. Tuvo trece hermanos y hermanas a quienes no conocié porque fueron répidamente vendidos como esclavas y esclavos. Uno de sus duefios, Dumont, arreglé su matrimonio con otro esclavo de nombre Toms con quien tuvo cinco hijos, que también fueron -vendidos. Fue liberada luego de sancionada la Ley de Antiesclavismo en Nue- va York en 1827, aunque la esclavitud tard6 treinta y cinco afios en ser abolida ‘en todo el pais. Vivi6 por un tiempo con una familia de cudqueros que le bri daron toda la educacién que recibis. En ese tiempo se convirtié en una defen- sora de los derechos de las mujeres y de los negros, y eambié su nombre en 1843, cuando escuchd la voz, de Dios que le encomendaba viajar para disemi- nar la Verdad, por el de Sojourner Truth, que podriamos traducir como Verdad Itinerante y que refleja esa misién, Su presencia era imponente por su altura, su fortaleza y su vor potente. Sojourner Truth dio su famoso discurso “Ain't I a Woman?” en la Conven- cién de Derechos de las Mujeres en Akron, Ohio, en 1851. No existen registros 1. Su nombre viene de la scsn guorrillerainventada y drigida por Harriet Tubman el de junio {de 1863, en la regién de Port Royal del estado de Carolina del Sur. Bota accin liberé a més do 750 feselavos y es la dniea eampatia militar en la historia de Estados Unides liderada por una mujer [BSTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCTA ¥ POLITICA 43 hh ae seguros de ese discurso, pero debernos a Frances Gage, abolicionista y presi Gente de la convencién, una narracién de sus palabras. Tampoco hay seguri- dad acerea de esa narracién porque Gage registré su versin recién en 1863 y Gifiere de los registros de los diarios de ese afio. De lo que hay seguridad es de ‘que la declaraci6n “Ain't I a Woman?” produjo un gran impacto en la conven- cién y se convirtié en una expresién célebre y cldsica en el émbito de los dere- chos de las mujeres afrodescendientes. En la convenci6n, los pastores religiosos daban sus argumentos acerca de a superioridad de los varones sobre las mujeres tomando en cuenta diversos aspectos cuando sibitamente Sojourner ‘Truth se levants de su asiento, cami- né hacia el podio, sefials a uno de los ministros y comenz6 a hablar. Estas faeron, aproximadamente y en forma sumaria, sus palabras: “Ese hombre dice ‘que las mujeres necesitan ser ayudadas a subir a los carruajes y levantadas para pasar las zanjas asi como también obtener los mejores lugares. Pero na- Gie me ha ayudado a mi a conseguir un mejor lugar, ¢¥ es que acaso no soy una mujer?”. Luego se irguis en toda su estatura y dejé al descubierto su brazo instando ala audiencia a mirarlo mientras decfa que habia cavado, plantadoy cosechado en forma tal que no fue igualada por ningtn varén repitiendo su famosa frase: “ZY ee que acaso no soy una mujer?”. Aclaré que ella podia traba- jar tanto como un varén y comer tanto como ellos, cuando tenia qué comer, ‘ademas de soportar los castigos como ellos. “ZY es que acaso no soy una mujer? He parido nifos y vi e6mo fueron vendidos como esclavos y cuando loré con dolor de madre nadie, excepto Jestis, me escuché gY es que acaso no soy una mujer? (http:/ /www kyphilom.com!www/truth.htm). ‘Las mujeres presentes comenzaron @ aclamarla con entusiasmo, mientras ella continuaba defendiendo la posibilidad de los derechos de las mujeres y de Jos compafieros negros. Las mujeres afrodescendientes consideran el movi- miento antiesclavista un antecedente de la lucha por sus derechos, va que en ‘esa contienda adquirieron fuerzas Para tratar de revertir la experiencia de la triple opresién que fuera sefia- Jada por las feministas de la Colectiva del Rio Combahee, las mujeres militan- tes comenzaron a trabajar desde los margenes y esto se reflejé también en la teorfa. Esta forma de trabajo es una reconocida estrategia de accién social, pero el problema aparece euando se quiere elucidar qué son los mérgenes, porque se pueden entender de distintas maneras. Hay varias acepeiones de fmbos coneeptos, tanto de margenes como de marginalidad. Por una parte, hay quienes definen la marginalidad como falta de reconocimiento, no visibili- dad y/o bajo nivel de representacién. Pero también, por la otra, hay autoras y utores que consideran que los mérgenes lo son respecto de un centro, y admi- ten que ambos conceptos son interdependientes, refieren uno al otro y a la vez ho son fijos, sino méviles. Asi, por ejemplo, para Song No (1996), segiin se Libique el centro se podré definir la marginalidad; en cambio, para la cineasta ¥ytodrica vietnamita Trinh T. Minh-ha (1991: 252), "la marginalidad es 1a con- dicién del centro”. “ ANa Maria Bact Quienes estan en el centro crean la categoria del “otro/a”, de quienes son “diferentes” porque no estén en ese centro, es decir, no encajan en los estrictos compartimentos en que dividieron su mundo desde su etnocentrismo. Es en esa tinica categoria donde entran sin distineién y por igual todas las “diferen- cias”, ineluyendo otras culturas cuya existencia resulta més dificil de negar por haber emergido, haberse convertido en visibles por algtin motivo 0 por alguna estrategia desarrollada. Quienes estén ubicados en el centro dicen que Jos “otros” pertenecen a la contracultura, a los mérgenes experimentales y, al mismo tiempo, quienes conforman los mérgenes aceptan su situacién como recurso para asegurar su supervivencia, Jean Franco (1996) opina que la marginalidad pone en crisis el discurso de la Tustracién, del logro del progreso a través de la autoayuda, de la edu- cacién y la movilidad ascendente, pues la periferia tiene algo que ensefiar a los del centro. Pero, al mismo tiempo, afirma que es erucial que las y los intelectuales del centro inicien el proceso de desmantelar su propia posicién privilegiada.* Es dificil establecer I{mites precisos entre centro y margen ya que por un lado, como se observ6, los bordes son borrosos. Sin embargo, por otro lado, tanto en el centro como en los margenes se pueden distinguir, a su vez, otros mérgenes y otros centros. Todo ello sumado a que no hay unanimidad en cuan- to a e6mo denominar estos diversos espacios centrales y marginals. Gloria Anzaldda, por ejemplo, como chicana sufrié el racismo del centro de la socie- dad estadounidense y como lesbiana no entraba dentro de los ednones de las familias chicanas que ocupaban los margenes, esto es lo que la llev6 a hablar de un tercer espacio, una zona del entremedio, de los “atravesados/as”, sexxin Ja denominacién que eligié darles. Ahora bien, en este punto se hace obligatoria la referencia a la obra de Homi Bhabha (2002), quien desarrollé el concepto de tercer espacio. Bhabha sostiene que el alejamiento de las singularidades de “clase” y “género”, en tan- to categorias conceptuales y de organizacién primarias, ha produeido una toma de conciencia de las posiciones de los sujetos que reclaman por su identidad sea, entre otras, por su raza, su género o su orientacién sexual. Para Bhabha Jo que es tedricamente una innovacién, a la ver.que politicamente crucial, es la necesidad de pensar més alld de las narrativas de las subjetividades iniciales y originarias para enfocar esos momentos o procesos que son producidos en la articulacién de diferencias culturales. Hsos espacios de “entremedio” (in-bet- ween) proveen el terreno para elaborar estrategias de individualidad, singula- res o comunitarias, que en el acto de definir a la sociedad en si misma dan 2, Esta tltima afirmacién, aunque tedricamente correcta, es, en Ia préctica, poco sostenible, ya ‘que el cambio de dominio se da més habitualmente por movimientos de fuerza que violentamente sustituyen a un grupo por otro, 0 por negeciaeionas entre grupos y/o pervonas que pugnan por ‘compartir ol contro el poder, desplazando a otros/as hacia los mArguno [ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABILA: EXPERIENCIA ¥ POLITICA 6 lugar a nuevos signos de identidad y a nuevos lugares de colaboracién y con- troversia. Las diadas de lo privado y lo ptiblico, el pasado y el presente, lo psfquico y lo social, desarrollan una intimidad intersticial que cuestiona las divisiones binarias a través de las cuales tales esferas de experiencia social estén, con frecuencia, opuestas espacialmente. Esas esferas de vida estan li- gadas asf no sélo a un espacio de “entremedio” sino también a una temporali- dad de “entremedio”, En “El compromiso de la teorfa” Bhabha afirma también que en la diferen- cia lingiifstica que moldea cualquier realizacién cultural podemos reconocer una separacién entre el sujeto de una proposicién y el sujeto de enunciacién que no es representado en el enunciado, pero esté en el discurso aunque no cexplicitamente. La interpretacién nunca es simplemente un acto de comunica- cin entre un yo yun ti designados en el enunciado, sino que también tiene peso la posieién cultural, la referencia a un tiempoy ua espacio. La produccién de significado requiere que es0s dos Ingares sean movilizados a un “tercer espacio”, que representa las condiciones generales del lenguaje y la implica- cidn espeeifica de expresién en una estrategia performativa ¢ institucional ‘que no puede “en s{ misma” ser consciente. La importaneia de este tercer espa- cio irrepresentable de enuncieién, que hace de la estructura de significado y referencia un proceso ambivalente, es el que constituye las condiciones discur- sivas de la enunciacién, asegura que el significado y los s{mbolos de la cultura no tienen unidad primordial o fijeza; que los mismos signos pueden ser apro- piados, traducidos, vueltos a historiar y ser lefdos nuevamente. En suma, re- smiten ala condicién previa de la articulacién de la diferencia cultural. Bhabha (2002: 36-37) afirma que el reconocimiento tedrico de este espacio abierto de la enunciacién puede abrir el camino a una eonceptualizacién de una cultura internacional, basada no en el exotismo del multiculturalismo o en la diversi- dad de culturas, sino en la articulacién de una cultura de caréeter hibrido. ‘Acontinuacién, me detendré en la consideracién de la obra de algunas inte- ectuales que trabajaron desde los margenes sea por haber sido obligadas por ‘su origen o por opcién, como es el caso de Gloria Watkins que, segtin su testi- monio, eligié el lenguaje como medio de lucha y el margen como espacio, Sin embargo, hay que tener presente que todas las autoras tratadas transmiten su palabra desde algiin espacio de centro al que accedieron, como puede ser el do ocupar cargos de profesoras en las universidades. Estos casos son elocuen- tes con respecto a los juegos entre margenes ¥ centros, que a su vez pueden ser miérgenes de otros centros. bell hooks y el sentido de actuar en los margenes Gloria Jean Watkins nacié en Hopkinsville, Kentucky, en 1952 en el seno de una comunidad afrodescendiente que, en tanto tal, era marginada. En rea- lidad, no se la conoce por su nombre sino que su vor escrita se hizo publica por rw

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