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BANQUETE DE NAVIDAD

La llave giró en la cerradura y, tras un crujido espantoso, la imagen descompuesta de un


anciano congelado por la nieve ingresó a través de la gran puerta de roble.

—He perdido toda esperanza, Harry. No creo que tengamos visitas hoy.

—Se ha tardado, señor. Las mucamas lo esperan en la cocina para la cena —le dijo sosteniendo
delicadamente unas bujías que alumbraban su rostro cadavérico. El reloj daba en aquellos
instantes las doce.

Mr. Gregory recorrió el pasadizo a oscuras, y al poco tiempo sintió el aroma a rancio del
potaje.

— ¡Eh, Harry! ¿Dónde están esas incompetentes? No veo a nadie aquí —le gritó su amo, un
poco aturdido por el olor del ambiente.

—En el plato, señor. Así como nos gustan en Nochebuena.

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