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Instituto Bíblico IDEA

Teología Sistemática I Profesor Budassi Nicolás

ANEXO: Se adjunta el contenido no dado en clases de Cristología.

EL CARÁCTER DE CRISTO

7. Fue un obrero incansable: Mc. 1:35-39. ―se levantaba muy temprano‖

Mt. 8:16. ―Ministraba también en la noche y los sanaba a todos‖

Mc. 3:20 ―se agolpaban y él no podía comer‖

Mt. 14:13-21 Al enterarse de la muerte de su primo Juan, se aparta a un


lugar desierto, pero la gente lo encuentra y él los sirve. ―la multiplicación
de los panes‖.

LA OBRA DE CRISTO

1. Su muerte
Murió por todos pero es efectiva para el que cree.
Los sacrificios antiguos cubrían el pecado pero no lo quitaban. Él en la
cruz quitó los pecados, siendo un sacrificio único y perfecto. De una vez
y para siempre. El libro de hebreos con mucha insistencia resalta la
superioridad de Cristo, en cuanto al sacrificio es superior a los sacrificios
del antiguo testamento.
Hebreos 9:26 ―Se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí
mismo para quitar de en medio el pecado‖.
Rescate:
 ―el cual se dio asimismo en rescate por todos, de los cual se
dio testimonio a su debido tiempo.‖ 1º Tim 2:6
 ―...no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida
en rescate por muchos‖. Mt. 20:28

Propiciación: ―Y él propiciación por nuestros pecados, y no solamente


por los nuestros, sino también por los de todo el mundo‖. 1ª Juan 2:2

Sustitución: ―Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios...‖ 1ª Pedro 3.18
(Muerte vicaria=Muerte sustituta).

Reconciliación: ―Fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su


Hijo‖ Rom. 10.

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2. Resurrección: Al resucitar demostró su victoria sobre la muerte. Si no


hubiera resucitado vana seria nuestra predicación dijo Pablo (1ªCor.
15.14)
1ª Cor. 15:42-44. ―el modelo de resurrección‖.
La muerte de Cristo fue singular en el sentido de que ella
constituyó el único sacrificio realmente expiatorio de nuestro
pecado, y la resurrección de Cristo fue singular, no sólo por lo
inesperada y sorprendente, sino por ser un «arkhé», es decir,
modelo y principio causal de nuestra resurrección (Mt. 27:52–53;
1 Cor. 15:20–23, 45–49; Col. 1:18; Apoc. 1:5).
De ahí que Cristo, aun antes de su Ascensión a la gloria, en los
días que siguieron a su resurrección, poseyese una condición
diferente a la de los resucitados antes aludidos, puesto que, aun
sin el resplandor que posee ahora (V. Hech. 9:3, etc.) y que ya se
había manifestado de pasada en la Transfiguración, gozaba de
las cualidades peculiares de los resucitados (1 Cor. 15:42–44),
pues entraba y salía con las puertas cerradas, se hacía visible e
invisible a voluntad y su rostro era diferente del familiar rostro
anterior.
Por otra parte, su cuerpo no era un cuerpo etéreo o «astral», al
estilo ocultista, sino verdadero (Lc. 24:39), con la particularidad de
carecer (según parece desprenderse de Jn. 20:25–27) de sangre,
ya que conserva los agujeros de las heridas sin sangrar y, por otra
parte, la sangre es necesaria para llevar la nutrición a unos tejidos
que continuamente se deterioran, mientras que el cuerpo
resucitado posee la misma inmortalidad que el espíritu (también
en este sentido es un cuerpo espiritual —1 Cor. 15:44).1

3. Su ascensión y exaltación:
A continuación solo un extracto del libro de francisco Lacueva en
cuanto a la exaltación del Hijo. Se recomienda ampliar en la bibliografía
compartida.
Marcos 16:19: «Y el Señor, después que les habló, fue recibido
arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.» Este versículo
nos presenta la exaltación de Cristo dentro de expresiones
simbólicas: «arriba» es una referencia, no geográfica, sino
simbólica de exaltación; «sentarse» es símbolo de majestad regia
y judicial; no es una posición corporal (comp. con Apoc. 5:6: «…
estaba en pie»). «La diestra de Dios» es una expresión simbólica
para designar que Cristo comparte el honor y el poder de Dios.

1
Lacueva, Francisco. 1979. La Persona y la Obra de Jesucristo. Vol. IV. Curso de Formación Teológica
Evangélica. Viladecavalls, Barcelona: CLIE.

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Lucas 24:26: «¿No era necesario que el Cristo padeciera estas


cosas, y que entrara en su gloria?» Aquí Lucas nos hace percibir
una resonancia de Is. 53:10–12; Filp. 2:9–11 y Heb. 12:2, puesto
que el original dice: «¿No era conveniente…?» La exaltación de
Cristo era consecuencia y meta gloriosa de su humillación.
Juan 7:39: «… porque Jesús no había sido aún glorificado.» Juan
nos da aquí una razón de que el Espíritu Santo no hubiese sido
todavía enviado a morar en los creyentes. Era preciso que Cristo,
tras triunfar del demonio y del pecado mediante su muerte y su
resurrección, subiese a la diestra de Dios para recibir el
espaldarazo del vencedor y así poder enviar al Espíritu como
repartidor de los dones (el botín de la victoria —comp. con Ef.
4:7–10). En 17:5 Jesús pide al Padre esta glorificación.
Hechos 2:33: «Así que, exaltado por la diestra de Dios…»; 5:31:
«A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y
Salvador…» En ambos lugares Pedro establece un agudo
contraste entre «a quien vosotros matasteis colgándole en un
madero» (5:30, comp. con 2:23) y «A éste, Dios ha exaltado»
(comp. con 2:33).
Romanos 8:17: «… si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados». Aquí Pablo expone
cuál es el camino de la gloria, tanto para Jesús como para
nosotros: «per crucem ad lucem» = por la cruz se va a la luz
(comp. con Flp. 3:10–12, 21). En 8:34, para animar a los
creyentes, Pablo asegura que Cristo no sólo murió por nosotros,
sino que también resucitó, está sentado a la diestra de Dios e
intercede por nosotros.
Efesios 1:20–22. En estos versículos Pablo testifica de la gloria
conferida a Cristo, puesto que Dios, con la fuerza de su poder, le
resucitó, le sentó a su diestra, le puso sobre todo el Universo y le
sometió todas las cosas (comp. con Mt. 28:18; 1 Cor. 15:24–28).2

2
Lacueva, Francisco. 1979. La Persona y la Obra de Jesucristo. Vol. IV. Curso de Formación Teológica
Evangélica. Viladecavalls, Barcelona: CLIE.

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