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KARL MARX ow MANUSCRITOS ECONOMICO-FILOSOFICOS DE 1844 precedido por FRiepricu ENGELS .ESHOZ0S PARA UNA CRITICA DELA ECONOMIA POLITICA, Traduccién y notas: Fernanda Aren, Silvina Rotemberg y ‘Miguel Vedda Introduccion Miguel Vedda COLIHUE (cLAsICA [ Marx, Karl | Manuscritos econémicorfilosoficos de 1844.~ 1* reimp.~ Buenos Aires : Colihue, 2006, 312 p. s 18x12 em. (ColihueClasica) | ‘Traduccién de: Miguel Vedda, Fernanda Aren y Silvina Roni [ISBN 950-500-0018 | | 1. Marxismo. I. Titulo opp ats : Coordinador de coleccién: Lic, Mariano Sverdloff Equipo de produccién editorial: Cristina Amado, Cecilia Espésito, Damian Marrapodi, Marcos Eisenbeil y Juan Pablo Lavagnino. Diseno de tapa: Estudio LimatRoca sarees ‘al TM edicién / 1° reimpresion 1S.B.N.-10: 950-563-001-8 1S.B.N.-13: 978-950-563-001-1 © Ediciones Cotihue SRL. Av. Diaz Vélez 5125, (CH05DCG) Buenos Aires - Argentina www.colihue.com.ar ecolihue@colihue.com.ar Hecho el depésito que marca la ley 11.723 IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA vu INTRODUCCION ASihiaX Labado I Manuscrits econémico-filosificos de 1844 representan por su valor intrinseco y por la influencia que han llega do a ejercer sobre el pensamiento y la praxis politica~ un hito fandamental en la historia del pensamiento modemo. ALlector actual le resultara acaso dificil imaginar el efecto transforma dor que tuvieron los Manuscritasen el momento de su aparicién (1932); toda una generacién de intelectuales pudo ver en ellos ‘una alternativa tanto frente alas diversas corrientes de la filoso- fia burguesa por entonces en boga, cuanto frente a aquel mar- xismo de cusio economicista y cientificista que, anunciado ya en la obra del viejo Engels, habia consegutido consolidarse como tendencia hegemonica gracias a los aportes de te6ri- cos tales como Karl Kautsky (1854-1938), Georgij Walentinowitsch Plejanov (1856-1918) 0 Nikolaj Ivanovitsch Bujarin (1888-1938). Cabe indicar que esta tradicion determinista y dogmatica, cristalizada en incontestable ortodoxia, se habia empetiado en despojar al marxismo de buena parte de sus ele- ‘mentos subjetivistas y activos, y en hacer de él un rigido esque- ‘ma de principios y leyes orientado a producir una interpreta- cidn estrictamente causal y «objetivay de los fenémenos socia- les; una derivacién forzosa de este hecho habia sido la voluntad de anular la filosofia disolviéndola en Ja ciencia ~entendida esta en términos positivstas-, y olvidando lasentencia marxiana seguin la cual es imposible superar la filosofa sin hacerla reali- dad! Las esporédicas tentativas por interrumpir el ensuerio 7, Marx, Karl, «Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Einletunge. vu MGUEL VEDA doymatico y resttuir al materialismo historico su auténtica vi- talidad y validez ~ante todo, las emprendidas por Gyérgy LLukécs (1885-1971) en Historia y conciencia de clase y pot Karl Korsch (1886-1961) en Marxismo y filsofia (ambas de 1923)~ suscitaron una férrea hostilidad por parte de la corriente hegeménica, que répidamente se encargé de escarmentar 0 silenciar a los pensadores discolos. A pesar de que no consi- guid imprimir un cambio productivo en la linea oficial, la pablicacién de los Manuscrito ecnémico-filosifco pareci6 con- ferir un valioso respaldo a los propulsores del «marxismo cé- Jido», aun cuando estos también pudieron encontrar, en esos escritos del joven Marx, la respuesta para muchas de sus du- das y la solucion adecuada para algunos de sus errores ante riores. Asi, Lukacs se ha referido ala honda impresion que le produjeron los Manuscritos, cuya lectura le ayudé, por otro Jado, a deshacer los prejuicios idealistas que dominaban toda- via sus primeros escritos marxistas! también Herbert Marcuse hha destacado recurrentemente el impacto que produjo en él {y cen buena parte de la intelligentsia de aquellos afios) la apari- En: Marx/Engels, Werke, Herausgegeben vor Institut fér Marsismu Leninistus ben ZK der SED, Bd 143. Bein: Die Verlag, 1956 #8, vol. 384 2.Enel prologo compuesto en 1967 para la reedicén slemana de Tita fence de day, Lakes alude expresamente 4 esa expe- Flenla “el hecho es que todavia hay consigo recordar la ip {on apslormadora que me hicieron las palabras de Marx acerca dela objetvided como propiedad material primaria de (oda ls Costs yreliciones. ello e sum Ia fda. de que a objelcaion es tna eapecie natural ~posivao negaliva, sei los casos~ de dom tio burnano del mundo, mientras que fa excaiacion es una varie dad eopecal que e realza cuando se dan determinadas condcones Secises, Con lio se hundian definivarente los fundaments teo- ricos de lo mas propio de Historia y conciencia de clase» (Lukacs, G.. sori y content de dase 2 yw Trad de Manu Sacra. Buenos ‘ire Hyspamesic, 1085, 1, p. 35) ragouccON x ci6n de los Manuscritos, estos impulsaron, precisamente, el vi raje decisivo en su formacién intelectual y politica: alentaron Ja conversiin del discipulo de Heidegger en un marxista con vvencido y consecuente’, Desde entonces, los Manusoritas no than dejado de ocupar el centro de las discusiones, constitu- yéndose en punto de referencia ineludible para la considera: cion del legado marxiano. Pero, a pesar de que la ambiciosa tentativa del joven Marx de construir una cosmovision unita- ria en la que las categorias econémicas se insertan en la rela- ciGn ~analizada en términos filosoficos- del hombre con la naturaleza’, contribuyo a despejar errores y a aclarar incerti dumbres, también se convirtié en piedra de escandalo y en pretexto para nuevos malentendidos. Buena prueba de ello son las frecuentes (y falaces) tentativas para establecer una contraposici6n absoluta entre un joven Marx abismado en la especulacion abstracta y regido por un no menos abstracto humanismo, y el sobrio economista de la obra madura, firme- mente afianzado en los hechos empiricos. A menudo, esta contraposicién no ha sido mas que una estrategia destinada a desacreditar el énfasis de los primeros escritos marxianos sobre la conciencia y el activismo revolucionarios, en nom bre del supuesto fatalismo economicista que sustentaria los «studios compuestos durante a madurez. Aun cuando es cierto, 4. sDarante todo exe tiempo habia leido ya a Marx, y continué ieyéndolo; y entonces tuvo Togar la publicacion de los Manusrts comimio filsficon Exe fue, verosinslmente, el panto de inflexion, ‘Aqut habia, en cierto senlido, un nuevo Marx, que era autént tuinente concreto y que, a ht vex, iba mas alla del anquilosado mar Ssmo le6rico y préctico de los partidos politicos. Desde ese mo- Inento, el problema Heidesger versus Mar dejo de ser, para mi, un ‘erdadero| problema» (Gespracke mit Herbert Marcuse. Frankfurt a.M Suhskamp, 1996, p. 10) 4.Kolakowsh, Lesck, Die Hayptstromungen des Marsismus. Entithung- Enticing Zafll 3 vw. Mien, Zieh Piper, 198, v- Ip. 1 x MauEL veDDA que la teoria marxiana experimenta sensibles cambios a par- tirde 1850 -cambios que obedecen, ante todo, a la determina- in de Marx de adecuarse a la situacién historica posterior a la derrota de las revoluciones europeas de 1848-, seria des- acertado, como sefiala Korsch, «oler (en consonancia con el estilo psicologista de muchos intérpretes de Marx), detrés de esa mayor acentuaci6n, los presupuestos materiales para una accion exitosa, algo asi como una total ruptura con Ia tenden- cia temprana, revolucionaria, por parte de un pensador que, entretanto, ha madurado hacia una objetividad ‘puramente’cien- tifica»*, Por lo demas, Marx ha sido un persistente enemigo de todo determinismo, y Korsch tiene razones para afirmar, a propésito de la producci6n posterior a 1850, que «{cJomo en. todas las otras fases de su evolucin, Marx se encontraba muy alejado de cualquier clase de fatalismo, aun en esos tiempos oscuros desde un pynto de vista revolucionario»® Perono menos errada que la alabanza del fil6sofo presunta- mente cientifcista, obstinado en profetizar un avance «natural» y necesario de la humanidad hacia el socialismo, es la voluntad de presentar a Marx (y, sobre todo, al joven Marx) como un benévolo filantropo que, indignado por las iniquidades del ca: pitalismo y conmovido porel destino de las victimas, se dedica a entonar sermones estoicos de censura moral. Quienes adop- tan esta ultima perspectiva -tal como lo ha hecho, en forma paradigmatica, Erich Fromm, en una conocida introducci6n a Jos Manuscritas econdmico-filoséficos’-olvidan que en el recha- 70 de un humanitarismo semejante reside uno de los progre 5. Korsch, Karl, Karl Mors: Im Aufuag des Internationalen Instieats fir Sozialgeschichte herausgegeben von Gatz Langkau. Frankfurt 4M. Buropiische Verlagsanstalt, 1967, p. T8L 6, Ibidem, p. 83. 7 Fromm, Erich, Marx's Concept of Man. 17 edicién. New York: Frederick Ungar, 1971 [Marx y su concept del hombre, México: FCE, 1962} racoucotN x sos capitales del materialismo dialéctico, aun en sus inicios, frente a otras practicas y doctrinas inmediatamente anteriores fo contemporineas, La particularidad de la teorfa marxiana comienza a revelarse, por un lado, en cuanto se supera la ant {esis entre la imagen del flésofo subjetivista y humanitarista, y la del «cientifico puro»; por otro, en cuanto se sitia cada period de la produccion marxiana dentro del contexto hist6 rico y filos6fico en el que se ha originado y ~en intima rela- 6n con ello- dentro de la evolucion general del pensador: Para entender la significaci6n hist6rica y, ante todo, la ori ginalidad de los Manuseritas es conveniente determinar el li gat que ellos ocupan dentro de la década 1837-1847 -es decir, dentro de la evolucion que vade la conocida «Cattaal padre» del 10/11/1837, hasta la participacién en la «Liga de los Co- rmunistas», cayo primer congreso encomienda a Marx y Engels Jaredaccién del Manifsto-. Buena parte de los conceptos cen- trales del marxismo surgen en este periodo", durante el eual se consuma el pasaje desde el liberalismo radical hasta la prime ragran fundamentaci6n de la cosmovision proletaria y de la teoria sobre la hicha de clases. El oven autor de ladisertacién acerca de la Diferencia entre las filosfias de la naturaleca de Demécrto y Epicuro 1840-1841) no es ni un socialista conven- cido ni un materialista; es, antes bien, un filésofo cuyo pense ‘miento podria ser definido como «un panteismo tadicalizado, Parncivigs Bisterk Frosorico YE Quienes U “Tr TowmLioap Der YNIVeZso ES 48, Pero seria exagerado afirmar, como lo hace Siegfried Landshut, {que «[djespués de «sta época, no aparece, en él [en Marx, M.V] Singin pensamient» fandamentalmente nuevo, que no se encon- frase contenido en las obras compuestas durante esos ailos» (ehinleitunge. En: Marx, Karl, Die Brudschrifien ed. por Siegiried Landshut, Stotigart: Keéiner, 1971, pp. IXLX: aqui, p. X). XH McuEL VEDA ateo, con inevitables trazos de idealismo objetivo»’, y que se remonta a la filosofia de la antigiiedad tardia para encontrar en ella una clave que le permita interpretar un fendmeno con- temporanco, a saber: el proceso de descomposicién del siste- ma hegeliano. El autor de la disertacién advierte ya que es preciso trascender tanto el conservadurismo de Hegel, cuanto 1a creencia de los neohegelianos en la potestad soberana del Espiritu eritico; de ahi que, mas alla de la simpatia que expre- sa por el epicurefsmo, el joven Marx reconozca en él una dis. posicién escapista, una tendencia a buscar la felicidad fuera del contacto con el mundo tangible. No seria erréneo ver aqui, en germen, la posterior filosofia de la praxis; sobre todo cuan- do se sostiene que la consecuencia de la alienacién respecto del mundo en la que se halla la conciencia critica, debe ser un «volver filosofico el mundo», a la vez que un «volver munda- naa filosofian"*; de este doble proceso se deriva una escision entre la filsofia positiva, que se propone suplir las carencias del pensamiento filos6fico en forma inmanente, reconduciendo la conciencia hacia su propia interioridad, y el partido liberal, cuya intencién es anudar lazos con el mundo, orientar la filo- sofia hacia la realidad externa. Es revelador que el autor de la disertacion solo reconozca en el partido liberal progresos au- tenticos, y que asocie al otro bando con una acttud tan desati nada como infructuosa. Las contribuciones periodisticas y el desemperio como jefe de redaccién en la Rheinische Zeitung (1842-1843, brindan ca- bal testimonio de hasta qué punto supo Marx ser consecuente ‘8. «Zur philosophischen Entwicklung des jungen Marx, 1840-1844», En: Lukes, G., Schriften zur Idelogie und Politik. Ausgewiblt und eingeleitet von Peter Ludz. Neuwied und Berlin: Lachterhand, 1967, pp. 506-592; aque, p. 513. 10. Marx, K., Differenz der demakritischen und epikureischen Naturphilesophie En: Marx/Engels, Werke «. 40, p. 328 eMRCDUCCON 2a con la determinacién de volver mundana la filosofia: Ia ocu- pacién con los asuntos politicos del dia le permitio poner a prueba -para emplear una expresion de las «Tesis sobre Feuerbach» la cismundanidad de su pensamiento. Dos cues- tiones lo ocuparon principalmente: por un lado, los debates acerca de las leyes de censura desarrollados en la Dieta Renana; por otro, la promulgacidn de una ley que prohibia a los cam- pesinos levantar ramas caidas para utilizatlas como lefia”. La primera cuestién ofreci6 a Marx la ocasién de abogar a favor de una libertad de prensa ilimitada; la segunda le brinds la primera oportunidad concreta de ocuparse de problemas vin- culudos con las clases sociales, la propiedad privada y el Esta- do. El punto de vista no es el de un socialista, sino el de un demécrata radical, el de un jacobino que experimenta simpa- tia por las masas populares subyugadas por el absolutismo, pero que no ha llegado atin a tomar conciencia de la significa- ci6n hist6rica del proletariado". En sus contribuciones a la Rheinische Zeitung, Marx muestra de qué manera la realidad ‘oncreta del derecho y del Estado se encuentran en contradic: cin con sus respectivas esencias: cuando las instituciones piiblicas restringen la libertad de prensa, no hacen otra cosa 17. Una tradicin antigua acordaba alos campesinos el derecho de atari mea ley evox ee derecho y co Genaba a pinion al que infsngiera fal determinacin,abigindoo Stcuso, a pagar, al propietaio del boxgue Ta sma de dinero que ite fra pura fn madera esobada» (Un leislador de ta deta Severo que sel huto de madera es Gn ustal prelsamente porque to se lo considera un robo; en resp a ene comentario, seal Mary: «Sein eta anaogt, el mismo legilador debeia conch To Sine fs ota onus pono eters gue iafboteada es un homicidio. Habria que deere, pues, que una boltada er un homiidioe (sDie Veshandlangen des shenischen andtagse En: Marc Engels, Wer Iy pp 109147; aut . 110 12 Lakdes, op tp 528 av aque. VEDA que enfientarse con sa propio concepto; cuando se convierten cn instrumentos de los intereses particulares de una clase (en el caso de las leyes contra el robo de leita, los terratenientes), se contraponen @ la idea de Estado como representante de la sociedad en su conjunto. Es caracteristico que el paso siguiente en la evolucién de Marx, luego de la remuncia a la direccion de la Rheinische Zeitung y del traslado a Paris, consista, por un lado, en un conoci ‘miento més directo de la realidad concreta de las luchas poli ticas,a través del contacto con las asociaciones obreras tran: esas; por otro, en una nueva rechusidn en el gabinete de estu- dio, afin de estudiar a los historiadores franceses dela Restau- racién (los primeros que han interpretado la historia como historia de las luchas de clases) y, sobre todo, afin de arreglar cuentas, en términos filos6ficos, con los problemas sociales quelle habian salido al paso durante su ocupacién como perio- dista, Desde marzo a agosto de 1843, Marx se entrega aun minucioso estudio de la filosofia hegeliana del Estado; resul- tados de esa inwestigacién son el extenso ~€ inconchiso tra: tado Para una critica deta Filosofia del Derecho de Hegel (publ. en 1927), y los dos articulos «Acerca de la cuestién judia» y «Para una critica de la Filosofia del Derecho de Hegel. Intro ducciém», ambos publicados en 1844 en los Deuteh-Franzisiche Jakrbiicher, revista. que Marx edit6 en Paris en colaboracién ‘con Amold Ruge y Moses HeB (1812-1875). Bl tratado publi- cado péstumamente explica en qué medida Hegel hipostasia el Estado al concebirlo como una realidad independiente de los seres humanos coneretos; adaptando al ambito de la poll- tica la eritica de Feuerbach a Ia alienacién religiosa, Marx interpreta la filosofia hegeliana del Estado como una inver- sion de la relacién verdadera entre sujeto y predicado: «..la Idea es convertida en sujeto, las diferencias y su realidad efec: tiva son concebidas como desarrollo, como resultado de la Idea; mientras que, a la inversa, es la Idea la que debe ser roBLOOON aw desarrollada a partir de las diferencias reales»". Pero si, en Hegel, los hombres empiricos aparecen tinicamente como ins- trumentos del Estado -Ia sustancia universal frente a la cual aquellos constituyen meros accidentes-, ello responde a la determinaci6n del filésofo de presentar los intereses de la bu. rocracia prusiana como si faeran simplemente los intereses ®. (El co- munismo vulgar que tinicamente tiene en vista la abolicion de Ia propiedad y la igualacién universal, no solo no consigue superar la alienacién humana, sino que incluso la propaga por laentera sociedad, en la medida en que extiende a todos los hombres la condicién alienada en la que de momento se en cuentra el trabajador) Hemos visto que Marx reconocia una intima afinidad en- tre los economistas politicos y Hegel; de hecho, los Manuscri- tos sostienen que el punto de vista de este es idéntico al de aquellos: Hegel comparte, pues, a grandeza y las limitacio- nes de los clasicos de la economia, y representa el mas alto grado de conciencia posible dentro de los limites del mundo burgués. La grandeza de Hegel consiste en que ha sabido ver nel trabajo la esencia probatoria del ser humano: el ambito cen el que este consigue autoproducirse, en que hace realidad su propia esencia. Pero el tinico género de trabajo que reconoce Hegel, en concordancia con la orientacién idealista de su pen: samiento, es el trabajo expiritual. Esto hace que solo vea en el trabajo sus aspectos positives y que, por ende, se pierda en ide 29. Marx, «Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Enmleitung>, p. 385. sav MIGUEL VEDOA tificaciones falsas: subjetioamente,en la medida en que equipara ; laesencia del hombre con la autoconciencia [Seldstbewn6tsein); objetivamente, por cuanto confunde la objetividad {Gegenstandlichkeit] en general con la alienacién [Enifiemdung) del trabajador bajo el capitalismo. Para el Hegel de la Fenomenologia del Espiritu, la realidad objetiva representa una existencia alienada, incongruente con la esencia anténtica del hombre -es decir, con la autoconciencia-; de ahi que la reapropiacién de ese mundo enajenado por parte de la | autoconciencia aparezca como la superacién, no de la aliena- ion en particular, sino de toda objetividad, y que el hombre sea presentado como ser puramente espiritual, «no objetivow Este es el fundamento de una inversién tal como las que ya tuyimos ocasién de sefalar en la filosofia hegeliana: la aliena: cién de la autoconciencia no aparece ya como la expresién en el plano del pensamiento de la alienacién material del ser huma- | no; por el contrario, la alienacién real es presentada por el fil6sofo como simple manifestacién de la «verdadera» esencia del hombre, es decir, de la autoconciencia. Deacuerdo con Marx, la supresi6n de la objetividad procla- mada por Hegel no deja de ser una ilusién idealista; el hombre real realiza su esencia objetivando sus facultades esenciales [Wesenskrafte] através de la produccién de un mundo material, externo, Este acto de exteriorizacion de las propias capacidades através del trabajo es la prueba, la confirmacion de la facultad creadora del hombre. Por eso, lo que debe superatse no es la objetivacisn (Vrgegenstandlichung] en si, sino tan solo una de sus format hist6ricas: la alienacion o cosificacién. Coherentes on estos planteos son las reflexiones marxianas en tomo al intercambio material entre hombre y naturaleza. Marx es cons. ciente de que el trabajo del hombre, en la medida en que este no produce ~a diferencia del animal- tinicamente bajo el apremio de una necesidad fisica inmediata, posee una universalidad y una libertad imposibles de hallar en la naturaleza. Pero se opo- ne abiertamente a quienes conciben a esta como un ambito | | eTaCOUCOON sextemo» al hombre, como un «mundo exterior»; en verdad, el hombre no esté en la naturaleza, sino que es naturaleza, por ‘cuanto estaes su obra y su realidad. Una humanidad que consi- ‘gnabolir la alienacién y que, por ende, deje de contemplar ala naturaleza como aquello que existe para ser explotado, facilita: +4 pues, la reconciliacién entre hombre y naturaleza: seré el naturalismo consumado del hombre, y el humanismo const: mado dela naturaleza ‘Una atencién particular merece la teoria del conocimiento fundamentada en los Manuscritos. A diferencia de algunos de ‘sus pretendidos discipulos, Marx estimaba que la contraposi- cidn entre idealismo y materialismo es estéril y erradas postu lar que el universo fisico es producto de la mente humana es tan absurdo como suponer que esta tltima constituye tan solo Ja dct, pasiva tabula rasa en la cual deja sus impresiones la realidad objetiva. Superando el dualismo que esta en la base de estas dos escuelas antagénicas, Marx formula un concepto de praxis transformadora segiin ef cual conciencia y realidad, sodedad y naiuraleza, comprensiGn y Wansformacion del ‘mundo se encuentran reciprocamente vinculadas, y resultaria absurdo hipostasiar uno de los extremos a expensas del con- ‘ratio. Han sido las ulteriores interpretaciones mecanicistas de la obra de Marx las que se empeftaron en circunseribir unilateralmente la dialéctica al objeto —la naturaleza o la his- toria~ y en interpretar el conocimiento humano en términos den reflejo del ser objetivo en a conciencia subjetiva; con lo cual destruyeron, al decir de Korsch, «toda relaci6n dialéctica entre ser y conciencia, y, como una consecuencia necesaria de ello, también destruyeron la relacion dialéctica entre ‘cori y (praxis, Con ello, se descarriaron hacia «una contraposicién 30. Korsch, Karl, Morsiomus und Philorophie, Herausgegeben und cingeleitet von Erich Gerlach. Frankfurt, Wien: Europaische Verlagsanstalt/Europa Verlag, 1966, p. 62. sone MIGUEL VEDA totalmente abstracta entre una teoria pura, que descubre las verdades, y una praxispura, que aplica ala realidad las verda- des finalmente encontradas»". Puede entenderse, en vista de este estado de cosas, que la publicacién de los Manuscritashaya inducido a algunos intelectuales marxistas a recuperar la au- ‘éntica metodologia marxiana, desfigurada a través de déca- das a raiz de la perversidn del materialismo dialéctico a ma- nos de Ia teoria dogmatica de Kautsky, la doctrina socialde- ‘mécrata y el marxismo soviético. Todo aquel que se aproxima alos textos de Marx libre de las distorsiones impuestas por el ‘marxismo vulgar, no puede dejar de percibir que, en ellos, la, ‘cuestién acerca de la coincidencia de pensamiento y realidad carece de sentido, ya que, para Marx, resulta absurd la meta contraposicién de sujeto y objeto como dos modos de ser in dependientes, uno de los cuales seria el receptor de las imige- nes producidas por el otro. Por otra parte, y de acuerdo cor tales supuestos, el fundador del materialismo historico supo- ria que la conciencia humana no tiene que aplicarse pasiva ‘mente al conocimiento y aprovechamiento de un mundo ya coneluido y ordenado segiin leyes independientes del hom- bre. El conocimiento de la realidad es, en si, un factor de su teansformaci6n; més atin: el mundo social y el conocimiento de ese mundo son uno y el mismo proceso; en el curso de él, el ser humano no se encuentra jams en la ubicacién del es. pectador desinteresado que, elevandose por encima de su si- tuacién y sus intereses parciales, contempla el mundo «en si», asumiendo la perspectiva imparcial y externa de una hipotét- a divinidad. Tiene plena razén Kolakowski cuando subraya este componente de la filosofia marxiana en lo que se refiere al modo de concebir la relacidn entre hombre y naturaleza: no existe una naturaleza ya concluida que podamos cono- cer de manera contemplativa a fin de someterla, luego, a un 3H. Ibid. emncouccion soa procedimiento técnico, La naturaleza, en cuanto muestea nate raleza, ¢s conocida por nosotros como una naturaleza vineu- Tada con nuestras necesidades y acciones; el conocimiento no puede liberarse dle ser un conocimiento humano, social ¢ his- t6rico, En otras palabras: es imposible adoptar el punto de vista trascendental en que el sujeto del conocimiento fuera el receptor de formas naturales ya listas y wansformara, simple- ‘mente, dichas formas en duplicadas subjetivos en el interior de su cabeza... Es, por ello, imposible que el ser humano se coloquie en un punto de vista césmico o divino, remuncianda a su naturaleza humana y absorbiendo cognitivamente, en ‘una autonomia sobrehumana, el ser, un ser liberado de la sie tuacin de objeto de la vida humana prictica” Delo anterior se deduce también una impugnacién de las versiones fatalistas que consideran la historia como el escena- rio en que se debaten fuerzas impersonales; en contra de la creencia en una «mano invisible» que dirige los procesos so ciales (Adam Smith), 0 en la astucia de una razén que realiza sus propositos mas alla de la voluntad subjetiva de los seres, humanos (Hegel), Marx cree, como dira luego en La sagrada ‘familia (escrita en colaboracién con Engels) que +iLa historia no hace nada, no 'posee ninguna riqueza inconmensurable’, n0 ‘lucha en ninguna batalla’! Es, antes bien, el ser humano, el ser humano real, vivo, el que todo lo hace, posee y lucha; no es, por ejemplo, Ia ‘historia’ la que utiliza a los seres humanos como medios para realizar ~como si fuese una persona parti- cular~ sus propios fines, sino que es solo la accién del ser hhumano que persigue sus fines». De ahi la importancia que Marx concede al factor subjetivo, a la conciencia de clase 32. Kolakowski, op. cit, v. 1 p. 458. 33. Marx/Engels: Die heilige Familie oder Kritk der krtischen Keitie En: Marx/Engels, Werke. [v. 2, p. 98). 2001 MUEL VEDA revolucionaria: puesto que la transformacion de la sociedad no es el efecto de una necesidad historica independiente de la accién o el pensamiento de los seres humanos, la concien- cia de clase es, a la vez, condicién y resultado del proceso revohucionario; de ninguna manera representa el escrupulo 80 reflejo de las condiciones econémicas y sociales, De lo antetior puede inferirse en qué medida resulta in- justificado achacar a Marx una visién economicista o «fata lista» de ta historia; ha sido la teoria posterior la que, si- guiendo los pasos del viejo Engels, se encargo de distorsio. nar la filosofia marxiana, reduciendo el papel del sujeto y desviando el humanismo de la teoria originaria hacia une version objetivista, en la que las leyes naturales y las fuerzas @conémicas poseen la primacta; la filosofia de la praxis claw dica, en el marxismo vulgar, ante la filosofia de la naturale. 2a; el ideal marxiano de humanizacién de la naturaleza, na turalizacion del hombre, cede ante una vision segiin la cual el ser humano se encuentra simplemente sometido a las re- slas universales de la naturaleza. Tanto para el joven Marx como para el Marx maduro y el tardio ~ya que, en este as- ecto, no existen diferencias fundamentales entre los dife. Fenles estadios-, la teoria solo puede captar a las masas en la medida en que desarrolla sus comprobaciones ad hominem; en la medida en que (segiin una declaracién de Marx que ya hemos citado) advierte que, para el hombre, la raiz es el hombre mismo. En la teoria del marxismo soviético ~de cuto Positivista y, en esa medida, menos orientada por la flosofia, que por las ciencias y, en particular, por el paradigma de las Giencias naturales-, la funcién activa y creadora del ser hu- ‘mano es sofocada bajo una legalidad no humana; el hombre se despoja de aquella materialidad e individualidad que Marx se habia encargado de reivindicar y promover, y oseila entre dos actituces aparentemente contrarias pero en esencia simi. lares: entre la bestializaci6n que resulta de su supeditacion a mODUCOGN rocullt Ias leyes de la naturaleza, y la divinizacién que dimana de Ja adopcién de un punto de vista externo al mundo, «tras- cendental» La primera ocupacin seria de Marx con los problemas de cree aeons seat alan olitica, filosofica y econdmica del comunismo, es tanto la con- sumacin dela evoactn nec oli precedente como -omienzo de una nueva etapa. Esta se encuentra signada por Snhedo biografico fundamental: a fines de agosto de 1844, Engels ~de retomno de una estadia en Inglaterra- vista a Marx cen Paris; el encuentro entre los dos pensadores marca el co ‘mienzo de una prolongada e intensa colaboracién que solo ha- bria de cesar con la muerte de Marx. El periodo posterior a la ‘composicién de los Manuscritas se abre con La sagrada familia (1845) y se cierra con La ideologia alemana (1846), ambas escri {as en colaboracién: la primera aparece publicada en Frankfurt am Main en 1845; la segunda, recién en 1933, como quinto volumen dela seccin primera de la Marx-Engel-Gesamtausgabe A esta fase sucederan dos afios de participacién activa en la ‘Liga Comunista; participacién que se expresa ejemplarmente en la elaboracion, por parte de Marx, del Manifesto del Partido Comunista, publicado anénimamente por la Liga en Londres, en 1848, Con ello se cierra la obra juvenil de Marx; con ello se bre, al mismo tiempo, sobre todo, a partir del exiliolondinense (1849), la vasta tarea de reflexién sobre un verdadero «Montblanc de materiales» que ocupara la vida restante del fil6sofo, y que se concretard en esa obra inconmensurable, comple, inconchu- say genial que es, sin lugar a dudas, El capital ‘Micuet. Veppa

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