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¿Qué es una interfaz?

Aunque término Interfaz tiene una larga tradición ingenieril e informática que le
asigna un sentido limitado a un artefacto o dispositivo técnico, también puede ser
considerado de un modo más amplio, cultural. La interfaz se puede pensar como un
espacio de contacto, de encuentro entre dos "magmas" o singularidades (Valdettaro).
En nuestro caso uno de esos "magmas" son los públicos (que no es único, inactivo
y simple, como hemos aprendido en la materia Teorías de la Comunicación) y otros son
los productos y medios de comunicación (que se han multiplicado, complejizado e
interrelacionado de modo exponencial en las últimas décadas).
Dar un enfoque cultural a la idea de
interfaz implica considerarla como un
lugar de encuentro entre dos o más
dispositivos que no se limitan a lo
técnico sino a una red que incluye
códigos, significaciones, prácticas
culturales, valores, cuerpos y
subjetividades.
Para aproximar un ejemplo podemos
pensar en una película. En principio, el dispositivo audiovisual de la película solo
necesita de una pantalla para poder conectar con su público. Sin embargo la
experiencia cultural del cine, de la televisión hogareña y del móvil (celular) es
significativamente diferente. Cada interfaz le otorga dimensiones significantes
distintas. Cuanto más si pensamos en una pantalla interactiva o en realidad aumentada
donde la actividad del receptor / usuario pueda manifestarse con un grado mayor de
autonomía.
Los conceptos de interfaz y medios están bastante próximos pero no son lo mismo.
La interfaz presente en un móvil (celular) puede albergar múltiples medios (redes
sociales, video, web y muchos otros). Por otra parte un artefacto, por ejemplo una
computadora, puede funcionar con distintas interfaces: Con sentencias textuales como
en el viejo DOS, bajo un entono gráfico como Windows o en el entorno abierto y
configurable de Linux.
Los cambios en las interfaces habilitan o posibilitan distintas practicas y productos
culturales. Vemos algunos ejemplos: Como bien lo señala Walter Ong, durante el
predominio de la cultura oral el género dominante de la narrativa fue el cuento, entre
otras cosas por los límites de la memoria, principal modo de transmitir y conservar la
tradición. A partir del siglo XVII y XVIII la masividad del libro permitió la expansión de la
novela, más compleja y diversa.
Otras interfaces fueron incorporándose al escenario mediático como los
periódicos, la radio y el cine. A partir de 1960 la TV abierta abrió paso a un nuevo
género de narrativa: la telenovela (con capítulos semanales y una estructura simple).
La TV por cable primero y la TV bajo demanda (Netflix) luego son la plataformas
que posibilitan la actual explosión de las series de diversos géneros y la cobertura de
múltiples espectáculos deportivos sobre la base los públicos segmentados por gustos e
intereses. Por su parte, Internet y los móviles son las interfaces que posibilitan la
expansión de los microrrelatos: Youtubers, Instagram, gamers, etc.
En general, las nuevas interfaces y medios no remplazan a los anteriores (Verón,
2013) sino que se suman a la complejidad del escenario mediático y redefinen su
configuración. El centro no está puesto en los aparatos o artefactos sino en la
experiencia cultural del sujeto con o en cada interfaz.

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