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¿Es el
mismo juicio?
Cuando comparamos Apocalipsis 4 y 5 con la escena del juicio que aparece en Daniel
7: 9-14, descubrimos inmediatamente varias similitudes. Ambos relatos comienzan
con referencias al trono de Dios, a tronos adicionales y una gran cantidad de
asistentes; ambos hablan de libros (a lo menos de uno); y ambos presentan la
subsiguiente aparición de Jesucristo. Por causa de estas evidentes similitudes,
muchos comentaristas han supuesto que las dos escenas son virtualmente idénticas.
Y puesto que Daniel 7: 9-14 es sin lugar a dudas una escena de juicio, han llegado a
la conclusión de que Apocalipsis 4 y 5 es también una escena de juicio, del mismo
juicio.
Sin embargo, hay notables diferencias entre los dos informes, y cuando los
analizamos descubrimos que las dos escenas son diferentes.
Las diferencias. Daniel 7: 9-14 comienza con la ubicación de tronos en algún nuevo
lugar del cielo y Dios que toma ubicación en uno de ellos. En Apocalipsis 4 y 5 vemos
que Dios ya está sentado en su trono.
Daniel 7: 9-14 nos presenta la sumamente dramática llegada del Hijo del hombre en
las nubes del cielo. En Apocalipsis 4 Y 5, en cambio, San Juan simplemente se da
cuenta de repente que el Cordero está allí.
En Daniel 7: 9-14 los libros ya están abiertos cuando aparece el Hijo del hombre. En
marcado contraste con esto el énfasis de Apocalipsis 4 y 5 está puesto en el hecho de
que el librito (rollo) está cerrado, completamente cerrado; está sellado con siete sellos,
hasta que el Cordero comienza a abrirlos. El resto de la sección referente a los siete
sellos (Apocalipsis 6: 1 a 8: 1) sigue describiendo la actividad del Cordero mientras
éste continúa abriendo los sellos.
7. Sólo se nos dice que fueron abiertos. Pero en Apocalipsis 4 y 5 se pone énfasis en
el hecho de que no había un ser creado en el universo entero capaz de abrir los sellos
del libro/rollo; sólo el Cordero podía hacerlo.
La escena que nos presenta Daniel 7: 9-14 se refiere sin duda alguna a un juicio. En
Daniel 7: 10,22 Y 26 eso queda establecido expresamente. En contraste con esto,
Apocalipsis 4 y 5 no están considerados como una escena de juicio.
En contraste con todo esto, Daniel 7: 9-14 preanuncia una ocasión después del fin de
los 1.260 días/años (es decir, en algún momento después de 1798), cuando se
instalarían tronos en una nueva ubicación, el Padre se trasladaría hacia esos tronos y
tomaría su lugar en uno de ellos, y una gran cantidad de seres vivientes se le unirían
allí. Después de que los libros se abrieran y se iniciara el juicio, el Hijo se trasladaría a
esa nueva ubicación con el fin de volver a ocupar su lugar junto a su Padre.
La conclusión lógica y sencilla que podemos extraer de todo esto es que en ocasión
de su ascensión en el año 31 DC Jesús se fue inmediatamente aliado de su Padre,
que estaba sentado en el santuario celestial en el lugar equivalente al de la mesa de
los panes de la presencia (la mesa de los panes de la proposición), es decir, en el
"lugar santo" de ese vasto y glorioso santuario. En ese lugar San Juan lo vio abrir los
siete sellos. Por consiguiente, después de la terminación de los 1.260 días/años, o
más definidamente en 1844, al final de los 2.300 días/años, se instalaron tronos en
otro lugar sagrado del vasto y glorioso santuario celestial. Para alertar al universo
acerca de las dramáticas noticias de que el juicio final estaba finalmente por
comenzar, el Padre se trasladó en persona a ese nuevo lugar, los cuatro seres y los
24 ancianos tomaron su lugar en sus tronos, los libros abiertos fueron colocados en
sus lugares, y cuando todo estuvo listo el Hijo del hombre también se trasladó. Sólo
este nuevo lugar, este segundo recinto del vasto y glorioso santuario celestial,
equivale al lugar santísimo del santuario del Antiguo Testamento.
El concepto de Urías Smith acerca del carácter transferible del trono de Dios. Urías
Smith es un comentarista del siglo XIX, popular aunque erudito, que percibió el
carácter transferible del trono de Dios, y la correcta ubicación de ese trono en
Apocalipsis 4 y 5:
Que Dios se inmovilizó a sí mismo en ese lugar sobre el arca entre los querubines, y
no se encontró ni se comunicó con su pueblo desde ningún otro lugar. . . está en
contra de la información que tenemos; porque a veces se encontró tanto con Moisés
como con los hijos de Israel en la puerta de la tienda. (Exodo 29: 42, 43; 33: 9, 10.)
Por otra parte, ¿se encontraba Dios entre los querubines del arca cuando los hijos de
Elí la llevaron apresuradamente a la batalla y cayó en manos de los filisteos?.
Aunque Dios se encontró con sus siervos y se comunicó con ellos mientras estaba
entre los querubines del arca aquí en la tierra, a tal punto que se dijo que ésa era su
morada. . . no debemos deducir inevitablemente [que así también debe de ser en el
cielo]; porque posiblemente ésa era la mejor manera de relacionarse con los hombres,
pero no necesariamente ocurre lo mismo en el cielo. . . .
Hemos visto a partir de la sublime descripción del trono de Dios que nos hace
Ezequiel, que está lleno de vida y movimiento. El Creador del universo, el Sustentador
y Gobernante de este vasto reino, no está confinado en forma inamovible a una sola
ubicación. No obstante lo cual mora entre los querubines, porque su trono mismo está
sostenido por esos seres maravillosos. Tenemos evidencias entonces para demostrar
que cuando Cristo comenzó su ministerio en el cielo, en el trono de su Padre, ese
trono estaba en el primer compartimento del santuario celestial. . .