Está en la página 1de 86
evista atinoamericana de ilosofia MP: Marques, A significagio dialética das aporias no Eulidemo de Plato R. Gutiérrez, La negacién del principio y sus consecuencias: Parménides y Repitblicn J. Escobar Moncada, Somos acaso umn caballo de madera? Sobre la percepeién en el Teeteto C. Trueba Atienza, Los principios de la accicin en Aristételes JM, Zamora, Entre la academia y el pértico: La symptheia en Plotino . Cohen, Universalidad del conato y actos suiciclas en la flosofia de Spinoza NOTA - COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS ISSN 0325-0725 Vol. XIX, N° 1 - Ooo 2003 COMITE DE REDACCION Marfa Julia Bertomeu Alejandro Cassini Osvaldo Guariglia Leiser Madanes (#) Ezequiel de Olaso Mario A. Presas Secretaria: Cecilia Lastra CONSULTORES Rafael Braun (Argentina) Mario Bunge (Argentina-Canada) Danilo Cruz Vélez (Colombia) Carla Cordua (Chile) Jorge E. Gracia (EEUU) Joao Paulo Monteiro (Brasil) ‘Marcelo Dascal (Brasil) Alfonso Gémez-Lobo (EE.UU.) ©. Porchat Pereira (Brasil) Francisco Miré Quesada (Peri) David Sobrevilla (Peri) _C. Ulises Moulines (R. Fed. Alemana) Roberto Torretti (Chile) Ernesto Sosa (EE.UU.) Luis Villoro (México) ___ Margarita Valdés (México) Emesto Garzén Valdés (Argentina-Alemania) ara suscripciones, pedidos, correspondencia o informaciones dirigirse a: REVISTA LATINOAMERICANA DE FILOSOFIA Casilla de Correo 5379 Correo Central (C1OQOWCE Buenos Aires - Argentina Fax: (64-11) 4787-0533 E-mail: ciftlf@mailretina.ar ara suseripciones y pedidos en Estados Unidos y Canads dirigirse a: REVISTA LATINOAMERICANA DE FILOSOFIA (dos direcciones) BOX 1493 15 Southwest Park Birmingham, Alabama 35201-1943 -US.A. ‘Westwood, Mass 02090 -US.A. Argentina Individuos $22 Instituciones| su Exterior Individuos Uss.25 Instituciones U8S35 (mas gastos de envio) La Revista Latinoamericana de Filosofia se publica los meses de mayo y noviembre de cada afio, Director Responsable: Maria Isabel Santa Cruz, Presidente del Centro de Investigaciones Filos6ficas, CIF, propietario de la publicaci6n. Domicilio Legal: Mifiones 2073, 1428 Buenos Aires. Copyright. Centro de Investigaciones Filoséficas, CIF. Queda hecho el depésito que ‘marca la Ley N° 11723, ISSN 0325-0725 Disefio de tapa: Buyi Presas Mayo 2003 REVISTA LATINOAMERICANA DE FILOSOFIA OTONO 2003 VOLUMEN XXIX Nel SUMARIO ARTICULOS M. P. Marques, A significagao dialética das aporias no Eutideno de Platao* ..... 5 R. Gutiérrez, La negacién del principio y sus consecuencias: Parménides y Repiibica’ 3B J. Escobar Moncada, ;Somos acaso un caballo de madera? Sobre la percepcidn en el Tetet0" wm. 53 C. Trueba Atienza, Los principios de la acci6n en Aristételes* 8 J.M. Zamora, Entre la academia y el portico: La sympétheia en Plotino”. 1D. Cohen, Universalidad del conato y actos suicidas en la filosofia de Spinoza. 13 NOTA 143 'M. Presas, Memoria y vida. Nota sobre Sempriin, Heidegger y Celan .. COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS F. Naishtat(comp.), Le accin y l politi perspetiosfloséfcas (A. Di ego). M. A. Granada, Giordano Bruno. Universo infnito, unin con Dios, prfecion del hombre (C. D'Amico). G. Schrdder y H. Breuninger (eds), Kulturtheoren der Gegentoart. Ansitze und Positionen (R.Ibarlu- cia). J. Mosterin y R. Toretti, Diccionario de Légica y Filosofia de la Ciencia (A. Cassini). se 153 + BL Comité de redaccién de la Revista Latncamericana de Filosofia agracece a la Dra. Graciela ‘Marcos la colaboracién prestada para la edicién de estos artculs. COLABORADORES DIANA CoHEN, Doctora en Filosofia (UBA). Estudios posdoctorales: MA en Bioética. Monash University, Melbourne, Australia. Docente en la Facultad de Filosofia y Letras (UBA). Ha publicado, entre otros, los ar- ticulos: “La muerte segiin Baruch Spinoza: distintas aproximaciones a una nocién problemética”. Dinoia. XLVI. 2001. "El suicidio gcondena 0 defensa? Los argumentos filoséficos en torno de la muerte voluntaria”, Agora, Revista de la Universidad de Santiago de Compostela. Vol.19, N° 2, 2000. “Spinoza y el mito del ateo amoral”, Cunderno de Historia de la Filosofia, Periodo 1999-2000. N° 2: Instituto de Investigaciones Filos6fi- cas de la Universidad Nacional Auténoma de México y Universidad de Buenos Aires. E-mail: dianacohen@amet.com.ar Jano Escobar Moncana, Profesor Asociado del Instituto de Filosofia de la Universidad de Antioquia, Medellin. Estudios de pregrado y maestria en filosofia en la Universidad Nacional de Colombia de Bogo- t, estudios de doctorado en la Universidad de Wuppertal, Alemania, Publicaciones, entre otras: Chora und Chronos. Logos und Ananke in der Elemententheorie von Platons "Timaios”, Wuppertal 1995; “Spra- che und Sein in Platons Sophistes’, en: “Die erscheinende Welt”, Festschrift fiir Klaus Held, Berlin 2002; “Platén y el concepto de justicia en el primer libro de la Republica”, en: Estudios Politicos, Medellin 2001; “El concepto de razén en Nietzsche y sus huellas en Adorno’, en: El de. sierlo crece, Medellin 2000. E-mail: jiemco@yahoo.com RAUL Gumtérrez, (7. 4. 1955), Doctor en Filosofia por la Universidad de ‘Tubinga. Actual Profesor Asociado de la Universidad Catélica del Pert y ha sido Profesor invitado de la Universidad de Tokio. Es autor de Schelling. Apuntes Biogréficos (1990), Wille und Subjekt bei Juan de la Cruz (1999) y editor de Los sfmiles de la Repiiblica VI-VII de Platén (2003). Ha publicado diversos articulos sobre filosofia antigua y mistica especula- tiva (S. XIV al XVI). Miembro de la Sociedad Internacional de Platonis- tas y de la Asociacién Latinoamericana de Filosofia Antigua (ALFA). E-Mail: rgutier@pucp.edupe COLABORADORES 3 Marceto PIMENTA Marques, Doutor em Filosofia. Université Mare Bloch, Strasbourg, Franca, 1997. (Univ. des Sciences Humaines de Strasbourg). Professor Adjunto. Departamento de Filosofia. FAFICH- Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil. 1992-2003. Principais publicages: O cantinho poético de Parménides. S40 Paulo: Ed. Loyola, 1990. A déxn de Parménides. CLASSICA - Suplemento 1 (1992). Mito e Filosofia. In: Andrade, Ménica V. (Org,) Mito. Belo Horizonte : Nticleo de Filosofia Sdnia Viegas, 1994. A presenca de dike em Parménides. Kléos 1 (1997) p.17-31. O sofista: uma fabricacao platonica? Kriterion 102 (2000). Mimesis no Sofista : producao. In: Duarte, R; Figueiredo, V. (Org.) Mimesis e Expressfto. Belo Horizonte: Ed. UFMG, 2001. Mimesis in Plato's Sophist: action. Theophilos 1 (2001). © Estrangeiro de Eléia no Sofista de Platao. In: Mac Dowel, J. A., sj (Org.) Saber filosdfico, histéria e transcendéncie, Homenagem ao Pe. Henrique C. de Lima Vaz, sj. Sao Paulo: Loyola, 2002. E-mail: marquess@dedalus.lec.ufmg.br CaRMeN TRUEBA ATIENZA, es Doctora en Filosofia por la U.N.A.M., con la tesis Btica y tragedia en Aristételes; es Profesora-Investigadora en la UAMLL Profesora de Asignatura en la FFyL-UNAM; se ha especializa- do en Filosofia Antigua; ha participado como ponente en congresos y coloquios internacionales; ha publicado diversos articulos especializa- dos, entre ellos: “La interpretaci6n intelectualista de la catarsis. Una discusi6n critica”, en Duarte, R. et al. (comps) Katharsis. Reflexoes de um conceito estético, Belo Horizonte, Ed. C/ Arte, 2002; “Las emociones tré- gicas en la Poética. Una discusién de la lectura de F. G. Else”, en Zagal, H. y A. Fonseca, Aristételes y los aristotélicos, México, Ediciones Cru- z/UP, 2001; “El error poético en Aristételes”, Theoria (n. 10, 2000), FEyL-UNAM; Trueba, C. (comp.), Racionalidad: lenguaje, argumentacién y accién, México, Ed. Plaza y Valdés, 2000; “Necesidad practica y akra- sia”, en Tépicos (n. 16, 1999). E-mail: true@xanum.uam.mx José Maxia Zamora, profesor de Filosofia Antigua en la Universidad Auténoma de Madrid. Doctor en Filosofia (1998) por la Universidad de Valladolid. De 1999 a 2001, ha sido becario post-doctoral en la UP.R. 76 del CNRS. (Villejuif-Paris). Autor de La génesis de lo muilti- ple. Materia y mundo sensible en Plotino, Valladolid, Universidad de Va- Nadolid, 2000. Trabaja sobre temas relacionados con el platonismo me- COLABORADORES dio y el neoplatonismo. En Ia actualidad prepara una edicién, con co- mentario, traduccién y notas del Timeo de Platén, en colaboracién con Luc Brisson. E-mail: jm.zamora@uam.es Revista Latinonmericann de Filosofia, Vol. XXIX N" 1 (Otono 2003) A SIGNIFICACAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO! Marcelo P. Marques 1. A abordagem esoterista Em sua obra sobre o sentido da aporia nos dilogos de Platao,} M. Erler propée uma interpretacdo no ambito do polémico paradigma das doutrinas ndo-escritas. O autor faz. um hist6rico das interpretacées da aporia nos didlogos até o estado atual da questo (p.45-57), concluindo que atualmente a communis opinio tenderia a dizer "que nao hé mais um Platao aporético” (p.46). Ele propée um sentido funcional da aporia: os, didlogos aporéticos, como as aporias em geral, teriam uma fungao hi- pomnemética. O que justificaria esta funcao seria o cardter de abertura que marca esses didlogos. Os escritos de Platao teriam sido deliberada- mente feitos para serem retomados por determinados individuos no Ambito das ligdes orais, seja entre os companheiros de Platao (didlogos, aporéticos), seja na Academia (diélogos de maturidade e velhice). Mes- 1. Este artigo foi objeto de uma comunicagio oral nas Primeras Jornadas de Fi- losofa Antigua er setembro de 2002, em Buenos Aires. Aproveitei a oportunida- de para articular os temas propostos, a saber, “estratégias interpretativas en Platon” e “problemas en tomo a los principios”, ao problema da aporia, que me interessa especialmente. A discussio com o texto de Michael Erler me parecen bastante oportuna, especialmente porque, no Brasil, onde a obra de G. Reale tem sido traduzida e amplamente publicada, ha muito pouco debate critico em torno da perspectiva de Tabingen-Milano. 2, Sigo a distingao proposta por L. Brisson entre esolérica (doutrina reserva~ da a um pequeno niimero de individuos) e esoterista (a abordagem segundo a qual Platio tinha uma doutrina esotérica). Brisson, 2000, p.43, n.1. 3. ERLER, M. Il senso delle aporie nei dialoghi di Platone. Esercizi di avviamento al pensiero filoséfico. Trad. C. Mazzarelli. Milano: Vita e Pensiero, 1991 (Tradugio do original alemao Der Sinn der Aporiex in den Dialogen Platons. Ubungssticke 2ur Aileitung im philosophischen Denken. Berlin: Walter de Gruyter, 1987) 6 M. P. MARQUES mo dando destaque ao carter provisério das afirmacées feitas no de- senrolar do didlogo, o autor compreende que a aporia suscitaria a parti- cipagio mais ativa do leitor e as situaces aporéticas seriam cenas hi- Pomneméticas e momentos de remisséo a certos contetidos doutrinais positivos, a serem evocados quando das discussées orais. O didlogo aporético convidaria o leitor a retomar a discussdo oralmente. Essa fungéo hipomnemiética supée leitores que teriam um conheci- mento prévio do assunto em questao e ainda que, em todas as argu- mentag6es, os paradoxos s6 seriam superaveis e superados por conteti- dos doutrinais ja estabelecidos na oralidade e que néo aparecem necessariamente nos escritos. Isso faz com que a compreensio da apo- ria e dos didlogos aporéticos dependa sempre da interpolacao de algum contetido doutrinal, que a resolva (ou dissolva), contetido esse a ser buscado, seja em outros diélogos, seja nos fragmentos de textos de dis- cipulos de Platao que testemunham de suas supostas doutrinas nao-es- ctitas. Esta posicéo é, portanto, tributaria do modo como Erler com- preende a critica & escrita feita por Platéo no Fedro e na Carta VI e da conseqiiente opcio pelo modelo interpretativo proporcionado pelos en- sinamentos orais de Platéo (Erler, 1991, p.39-65; 150-177) ‘Mesmo se esta interpretacéo admite um sentido positivo da aporia enquanto estimulo para a discussao oral, quando da leitura do texto es- crito, minha objecao principal é que, na verdade, ela esvazia sua signifi- cacao dialética, pois ela reduz 0 cardter aporético de certas questdes a mero artificio de escrita didatica. E verdade que, freqiientemente, as aporias encontradas em um didlogo no podem ser resolvidas a partir dos elementos do préprio diélogo e que sua solucio exige a leitura transversal dos mesmos. Mas nao é menos verdade que a aporia esta presente nos didlogos nem tanto para ser resolvida, quanto para dar a pensar, e que ela significa alguma coisa no sistema interno do didlogo, mesmo se ndo sabemos sua solucéo. Quanto a possibilidade de se en. contrar solugdes para as aporias dos didlogos em geral, poderfamos di- zer aquilo que o Estrangeiro de Eléia diz, quando da andlise das aporias do ser no Sofista, a saber que “uma (aporia) leva (conecta-se) a outra” (suniptetai gar héteron ex dllou - 2453-4). De minha parte, sustento que aaporicidade de certos didlogos ou de certas passagens dos didlogos é decisiva para a efetivacao do que se apresenta, a cada vez, como sendo “dialética”. Nesse sentido, reconhecer a aporicidade dos dilogos ou Passagens é essencial para compreendermos sua dialeticidade. Nao temos provas de que nos encontros ao vivo Platdo tivesse sido A SIGNIFICACAO DIALETICA DAS APOR‘AS NO EUTIDEMO DE PLATAO 7 menos inconclusivo ou menos apozético (Gill, 1993, p.59-61). Pelo con- trério, se pensarmos que, ao escrever tudo o que escreveu em forma de didlogo, Platao estivesse de algum modo se referindo (imitando?) as discussdes ao vivo que ocorriam no Ambito de suas pesquisas e ensina- mentos, podemos legitimamente supor que também na oralidade os exames compartilhados ou os percursos interrogativos desenvolvidos certamente encontravam momentos em que nao se percebia como ir além; momentos em que a contraditoriedade das teses ou dos argumen- tos em discussao paralisavam o debate, pois todos os didlogos escritos atestam desse tipo de situagao, nao apenas os ditos “aporéticos”. Tentar preencher as lacunas e esclarecer todas as passagens alusivas ou obscu- ras através de contetidos doutrinais positivos impede a aporia de signi- ficar dialeticamente, justamente através de sua negatividade. Nao tenho uma posico geral definitiva com relaco as teses da es- cola de Tiibingen-Milao e os intimeros problemas que elas suscitam. ‘Adoto uma posicao de prudéncia critica, segundo a qual me proponho julgar os méritos desse modelo de leitura medida que o aplico, caso a caso, a cada questo que se me apresenta, em seu contexto. No caso presente, quanto ao que concerne o problema das aporias no Eutidemo, tento mostrar que esta chave de leitura, tal como é aplicada por Erler, 6 insatisfatéria por enfraquecer sua significacao dialética, ‘Ao analisar o capitulo do livro de Erler sobre o Eutidemo pretendo mostrar que 0 modo como ele aplica a doutrina dos princfpios 6 indife- rente A dindmica dialética prépria do diglogo. Considero que o recurso as doutrinas nao-escritas para “resolver” as aporias é desnecessério ou supérfluo, uma vez que sua significacao (nao sua solucao) pode ser al- cancada, de modo necessédrio e suficiente, na medida em que for articu- Jada a estrutura maior do didlogo. Nesse capitulo, Erler faz uma sintese do diélogo, percorrendo e “dissolvendo” os sofismas ou aporias postos por Eutidemo e Dionisodoro a Sécrates e seus companheiros. Na sua descrico da figura de Sécrates, em tudo oposta aos dois so- fistas, entre outras caracteristicas, 0 autor afirma que “Sécrates, nas conversas, representa sempre a mesma coisa e nao diz nada de novo", or oposicéo aos sofistas, que pretendem dizer sempre algo de novo (p-342). O que significa essa “mesma coisa” que Sécrates sempre diz? No contexto das passagens do Gorgias, as quais se refere em nota (482A 490B), contra a inconstdncia de Calicles e de seus amores, Sécrates opse a consténcia de um de seus amores, a filosofia (0 outro, Alcibfa- des, também é inconstante). A questao é saber em que consiste essa 8 M. P. MARQUES constancia da filosofia, 0 que sao “as mesmas coisas” (tém aut6xt) que ela sempre diz e que ela sempre faz Sécrates dizer. Em primeiro lugar, 0 ‘mesmo ai se opde a variacdo de opiniao em fungao do efeito que se dese- ja produzir no interlocutor; implica em escolher o que ficou demonstra- do discursivamente, por oposicao ao que deseja ou pensa a maioria dos homens. Em segundo lugar, o mesmto se refere a coeréncia interna do ar- gumentador, é preciso evitar estar em desacordo e em contradicao con- sigo mesmo (emautd asyjumphonon einai kai enantia légein). Portanto, 0 mesmo que a filosofia sempre diz, e que Sécrates acata, nao se refere a nenhum contetido doutrinal em particular, mas ao que quer que tenha sido concordado argumentativamente; Sécrates nao tem a mesma res- posta para todas as questées, ele tem, sim, a mesma postura, um mes- mo modo de lidar com os problemas levantados. Na Introducao, na secdo intitulada A aporia como irritagito do leitor, Ex- ler indica sua posicao com relacdo ao papel de Sécrates. Remetendo-se a “leitores nao prevenidos" e & dificuldade de recepcao dos didlogos aporéticos por parte dos interpretes em geral, o autor mostra como a aporia foi sempre associada aos aspectos desconcertantes da figura de Sécrates. Como explicar, pergunta ele, os comportamentos freqiiente- mente contradit6rios, aparentemente imorais, desonestos, em resumo, sofisticos de Sécrates? Como explicar o fato de que ele, 3s vezes, nao compreende bem o que € dito ou que ele altera aquilo que disse seu in- terlocutor? Ou ainda, o fato de que ele as vezes vise a vitéria no comba- te de discursos? Como compreender o fato de que nao encontremos no Socrates dos didlogos aporéticos “o homem objetivamente e humana- mente superior” que se esperaria? (p.40-41). Parece-me que este modo de interrogar-se a propésito do Sécrates platénico, toma como ponto de partida uma imagem de Socrates elaborada independentemente daqui- Jo que “acontece” efetivamente nos didlogos. A interpretacdo de M. Narcy (1984) desenvolve-se precisamente con- tra essa tendéncia de idealizar a figura de Socrates, como “a verdade do didlogo”. Segundo 0 autor, o privilégio atribuido a Sécrates como cha- ve de leitura do Eutidemo € a base da interpretacao que produz o diélo- go como um protréptico; o problema é que, assim, Sécrates tem que ser infalivelmente irénico, tomando-se ironia no seu sentido mais conven- cional, o de simulagio (p.8-10). Ao compreender a ironia socratica, nao como um fingimento, mas como um modo de “evitar responder”, Narcy apresenta, por um lado, um Sécrates nao irénico, que esta sub- metido as mesmas determinacdes retéricas de seu interlocutores e, por ASIGNIFICACAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO. 8 outro, dois eristas que, ao aceitar as regras da discussao (dialégesthai) usuais na época, aparecem como consistentemente irénicos, recusando- se a abrir mao do papel de serem aqueles que perguntam e que nunca respondem, tal como o faz usualmente Sécrates. Desse modo, Narcy pretende estar restituindo ao texto platénico seu verdadeiro carater ‘"dialégico”, na medida em que diferencia 0 autor dos personagens ¢ re- conhece o caréter “decididamente aporético” do didlogo (p.13-15). Essa relativizacao do papel de Sécrates nos permite pensar um Sé- crates que enfrenta em pé de igualdade os dois irmaos, mesmo sem dis- por dos recursos para vencé-los, e uma encenagao do combate verbal que aproxima Sécrates dos dois eristas, justamente para fazer com que alguma diferena apareca, aos olhos do observador (eitor / Criton). As aporias que surgem no eixo dos discursos protrépticos, assim como a incapacidade de Sécrates ou de Clinias em escapar das supostas arma- Ges dos dois eristas so bastante eloqiientes, no sentido de mostrar a diferenca entre duas posturas, dois modos de fazer e de agir. E nos pla- nos do fazer, da arte de fabricar discursos (logopoiiké téklme) e do agir, da postura com relagao aos seus interlocutores e eventuais discipulos, que sofista e fildsofo se diferenciam. ‘Vejamos 0 préprio texto do Eutidemo. A partir da andlise de algumas passagens aporéticas e de seus contextos, tendo como contraponto a in- terpretacao esoterista de Erler, proponho destacar a signficacao dialéti- ca das aporias no didlogo. 2. Jogo e seriedade Um dos temas centrais da interpretacao de Erler é a oposigio brinca- deira~seriedade. Ao jogo de sofismas, por parte dos eristas, se oporia a doutrina séria, por parte de Sécrates. Entretanto, a meu ver, ao tratar do sério, Platao nao abre mao do bom humor, humor que, no caso do Euti- demo, esté estruturalmente present2 na situaco criada pelo modo como © didlogo é composto. Proponho que o modo como Platao elabora essa oposicdo é bem humorado, por se tratar de um “jogo de cena” no qual é dramatizada a diferenca, pela sua estruturacao irénica, pelo caréter ne- gativo e dindmico da mostracdo que é feita, exigindo do ouvinte / leitor distanciamento e criticidade. Na verdade, o humor comparece em am- bbos os lados da oposicao. Por um lado, os dois irm4os combatem com. argumentos s6 aparentemente sérios e consistentes (sob 0 ponto de vista w M. P. MARQUES: de Sécrates); seu comportamento e suas pretensdes sao ris{veis, a ponto de Sécrates nao se preocupar em defender-se de modo minucioso; mui- tas vezes, ele apenas entrega-se a armadilha que lhe é proposta, chegan- do a admitir que foi pego pela rede dos eristas. Por outro lado, essa to- lerancia de Sécrates indica, também, uma boa dose de bom humor, a0 relatar de modo minucioso tao ruidosa e ridicula batalha verbal fato de nos encenar um jogo entre o fildsofo, seus jovens compan- heiros ¢ 0s dois eristas, por si s6, como de fato indica Sécrates (277D9; 278B) e como ressalta Erler (p.350), ndo nos leva a obter o conhecimen- to das coisas. Ele diz que considera o que eles fazem brincadeira (pai- dian) porque “mesmo que alguém aprenda muitas ou mesmo todas es- sas coisas, nem por isso conheceré as realidades (a prégniata) tal como s4o; quando muito seria capaz de brincar (prospaizeint) com as pessoas, através da diferenca das palavras (dia ten ton onomuiton diaphorin)...” (27882-6). Entretanto, a indicacéo do proprio Sécrates pode ser engano- 5, pois ele esta falando apenas dos jogos de palavras montados pelos dois irmaos que, de fato, nao visam corihecer nenhum objeto em parti- cular e se perdem nas diferencas nao determinadas das palavras, ditas 20 sabor de sua mera sonoridade. Pois hd um outro jogo, por parte do autor, que opera a contraposicao entre 0 jogo sofistico ¢ 0 labirinto filo- séfico (Brandao, 1976), oposigao que abre justamente o caminho para a compreensio da natureza das coisas discutidas neste didlogo em parti- cular, e que se oferece ao discernimento tanto de Criton quanto do lei- tor; contraposicio que se apresenta como um jogo bem humorado, em uma obra cuja composicao articula intrincadamente retdrica e dialética, E essa dimensao de encenacéo bem humorada que quero destacar, en- cenacao do didlogo dentro do dialogo, cujo objetivo é fazer ver uma di- ferenca determinada. Na anilise de Erler, predomina o interesse em mostrar que todas as aporias do dialogo encontram solucio “com a ajuda da doutrina platé- nica”. Sua abordagem sustenta-se na idéia de que a andlise dos sofis- mas leva a questées “que sé um iniciado pode pér e responder” do mo- do, supostamente sério, “como quer Platao” (p.350). Apesar de dizer que “Eutidemo e Dionisodoro nao tém nada que possa ser tomado a sé- tio do ponto de vista de Plato” (p.343), ele nao exclui a possibilidade que da discussao nascam “auténticos problemas filos6ficos” (p.349, 1.23). Mas compreende aquilo que eu chamaria de ‘possibilidades de interpretagio do texto’ como a remissao a dois planos de significados fi- xos, como que pré-determinados pelo autor (p.356). A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO n Socrates refere-se as manobras argumentativas dos dois eristas co- no “danga e jogo” de coribantes em um ritual de iniciagéo, movimen- tos que precederiam ao ensinamento de sua doutrina sia. Ever enten- de que a imagem de iniciagao pode ser compreendida “como um aceno a seriedade também no sentido de Platao” (p.350-351); para desenvol- ver essa idéia, ele recorre ao Ménou. Entretanto, se levarmos em conta 0 contexto do préprio Eutidemo, veremos que trata-se, de fato, de uma brincadeira por parte de Sécrates: Platao esta criticando de modo bem humorado a imagem dos mistérios inicidticos e, certamente, tomando-a em perspectiva negativa. O que Sécrates diz é que os primeiros argu- ‘mentos foram s6 brincadeira e que, em seguida, eles passarao as coisas sérias (ta spoudaia), o que, do ponto de vista de Sécrates, nao acontecerd em momento algum do diélogo. Logo no inicio do primeiro argumento (275D2-276D7), Eutidemo di- rige a Clinias uma pergunta ambigua e dificil: se quem aprende sao os, que sabem (Itoi sophof) ou os que nao sabem (ou que nao aprendem, os ignorantes - hoi anutheis). O adolescente, aparentemente reconhecendo covalcance da questo, sente-se em aporia (aporésas) e olha para Sécrates, buscando ajuda (275D5-7). Sécrates compreende imediatamente sua si- tuagao e o exorta a enfrentar a questo com coragem, e a respondé-la do modo como Ihe parecesse (liopoterd soi phainetai), pois talvez, com esta situagio (de aporia), ele Ihe presta o maior dos servicos (isos gér toi ophe- lei ten megisten ophelian). Na seqiiéncia do segundo argumento (277D4-B3), Sécrates tenta ex- plicar ao jovem Clinias o que estava acontecendo; recomenda ao jovem, que nao se espante se 0 modo como seus interlocutores articulam os discursos Ihe parece estranho. Refere-se a Eutidemo e Dionisodoro co- mo sendo semelhantes aqueles individuos que, no ritual de iniciagéo dos coribantes, quando vao entronizar 0 que vai ser iniciado, dao vol- tas em torno dele, realizando dangas e jogos. Sugere que eles utilizam os argumentos como quem danca para se divertir e que esses fariam parte dos primeiros mistérios sofisticos; prossegue citando Prédico, com a explicagao dos termos que desfazem a aporia aparente. Erler en- tende que a imagem da iniciagéo pode ser vista como uma alusdo & seriedade doutrinal de Platao (p.351), e parte para analisar Ménon 74B. A analogia com a passagem do Ménon se justificaria porque, em 76E8- 9, Socrates diz. que se Ménon nao fosse embora antes dos mistérios (protén misterion) ele seria iniciado e a outra definicgo Ihe pareceria co- mo ela deve ser. te M. P. MARQUES Vejamos. Nesta passagem do Ménon, a discussio sobre o que é uma definicao, conduzida a partir do exemplo da nogao de figura (skhéma), é vista como uma espécie de exercicio légico, que visa, em altima instan- cia, dizer o que a areté. Socrates testa diferentes aspectos de uma defi- nigio, contrapondo particular e universal, miltiplo e uno, alteridade identidade. Erler vé na escolha do exemplo da figura a passagem do plano da percepsao sensivel ao plano do inteligivel; 0 recurso a geome- tria faz a passagem do vir-a-ser as Idéias; cita Gaiser para confirmar que a definigao serve para “conceber exatamente a passagem entre as. dimensoes”; 0 fato de Socrates falar em superficie e sdlido, e terminar com a definicao segundo a qual “a figura é 0 limite do sélido” (stereot péras skhéma einai -76A7), indicaria um exemplo de como, mesmo quan- do aparentemente se trata apenas de questdes de método, importantes questdes de contetido estio também presentes. A mencao de pémns indi- caria a conexao entre limite, arkiié e Bem, numa alusio ao problema dis- cutido na Academia, relativo & série das dimensdes. Donde conclu, com Gaiser, que “os mistérios, portanto, so uma metéfora para as dow. trinas platOnicas sérias (spoudaia)” (p. 353), Algo semelhante aconteceria no Eutidemo, se prestarmos atencao as alusdes de Sécrates as doutrinas sérias. Erler compreende que “o que verdadeiramente filoséfico néo vem propriamente daqueles dos quais se espera, mas deve ser acrescentado pelo leitor informado”; este viria, assim, socorrer 0 dialogo escrito com as doutrinas fundamentais. As. sim, se veria que os sofismas nao sao sem sentido, mas também que “o discurso no didlogo move-se apenas na superficie”, isto é, a partir do campo do jogo, (278B2) o leitor deveré poder julgar da seriedade da doutrina implicita. O recurso ret6rico utilizado por Platéo consiste precisamente em fa zer com que 0 leitor se implique nas tramas do didlogo e de sua ‘ence- nagao’ e 0 leia de modo inteligente, isto é, pensando, refletindo, acom- panhando o caminho percorrido, submetendo-se ele também ao questionamento desenvolvido pelos interlocutores. Ler, interpretar sig- nifica necessariamente um descolamento do texto, por minimo que seja, um distanciamento que permite um movimento de “reconstrugao” (in terpretativa) do texto. O curioso é que Erler parece compreender que este movimento necessirio do ato interpretativo implica em alusdes a contetidos precisos que nio estariam dados no texto do didlogo em questo, isto é, “alusées as doutrinas platénicas sérias” (spoudaia) (P.353). Esses contetidos poderiam ser obtidos em outros didlogos escri- {A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO B tos e, principalmente, através do testemunho de pensadores posteriores a Platéo que viriam preencher as lacunas do texto escrito. O que me pa- rece decisivo que as tais lacunas nao tém necessariamente que ser preenchidas por blocos de doutrina, mas sao justamente as brechas que tornam um texto, filos6fico ou nao, interessante, inteligente, pensante; sfo intersticios de significagao que vém precisamente dar sentido ao ato de leitura e ao esforco de interpretacdo. Fm segundo lugar, parece-me kaver uma ponta de humor e, portan- to, de mistura entre seriedade e jogo, na referéncia aos mistérios. De fato, em Plato, os mistérios podem ser tomados como metéfora do mo- vimento dialético, por exemplo, na ascensio erdtica do Banquete (2091 210A). No entanto, nesta passagem precisa do Eutidemo, parece-me que a referéncia é jocosa e que as dancas ¢ volteios verbais dos dois eristas (ou o nonsense do malabarismo eristico), em volta de Clinias, evocam antes aspectos criticaveis de certos rituais religiosos, tais como a falta de sentido dos gestos repetitivos ou mesmo a tentativa de oculté-la, provo- cando um efeito de enfeiticamento.! Chamar a série de argumentos co- reografados pelos dois eristas de “mistérios sofisticos” pode nao ser considerado um elogio a seriedade dos rituais de iniciacto. A referencia a iniciagao nas coisas sérias é apenas uma esperanga de Sécrates, com relacao aos dois interlocutores, que acaba por nao se cumprir. Em terceiro lugar, pergunto-me também se, para compreendermos a passagem em questao, é realmente necessaria a referéncia ao Ménon. A passagem evocada é um caso usual do recurso a exemplos geométricos para explicar a idéia de definigdo ¢ vai muito além do que o contexto do Eutidemo exige para ser compreendido. No caso dos dois primeiros ar- gumentos ou aporias, a ambigilidade semantica pode perfeitamente ser esclarecida, e ela 0 6, com os elementos lingiiisticos fornecidos por um Prédico. Na primeira aporia (275D2-276D7), 0 jogo depende da ambigiti- dade dos termos: do verbo manthinei, que pode significar tanto aprender, compreender como ser capaz de aprender, e do adjetivo amathés, que pode ser compreendido tanto como igncrante quanto como que nfo aprende na- da, A pergunta, relativa ao sujeito do conhecimento, “quais os homens que aprendem (compreendem): os que sabem ou os que nao sabem (ou 4. Ver nota 66, p. 192 da traducao de M. Canto, In: Platon, Esvthyd2me, 1989. Ver outras referéncias ironicas aos mistérios, por exemplo, em Critilo 413A e ao segredo em torno da doutrina protagérica, em Testeto 152C, u M. P, MARQUES 05 que nada aprendem)?", Clinias seria “refutado” se ele optasse por qualquer uma das possibilidades. Na segunda aporia (276D7-277C7), re- lativa ao objeto do conhecimento, a pergunta “os homens aprendem (compreendem) o que eles sabem ou o que eles nao sabem?" pode susci- tar duas respostas possiveis: eles aprendem o que nao sabem ou eles compreendem 0 que sabem; dependendo da resposta, o interlocutor es- colhe um dos dois sentidos possiveis, produzindo a aporia: eles apren- dem o que eles sabem ou eles compreendem o que eles nao saber. Finalmente, gostaria de levantar a questo sobre 0 suposto “servico” que a situacdo de aporia poderia prestar a Clinias, tal como é sugerido por Sécrates, ao final de sua fala. Em que medida a situacéo de aporia poderia beneficiar um jovem em busca de saber? No eixo do segundo didlogo (Sécrates, os jovens e os eristas), submeter-se a situacdo de apo- tia provocada por argumentos que jogam com a ambigiiidade seménti- ca para causar um efeito de dificuldade e sabedoria é um exercicio im- portante de discernimento para qualquer um que pretenda seguir a via da dialética filos6fica. O beneficio consiste precisamente em ser capaz de atravessar o impasse e de problematizé-Io com os recursos que a tuagao criada fornece. O exercicio do didlogo pensante implica necessa- riamente em enfrentar aporias ao longo do caminho; nao ha como aprender a enfrenté-las a no ser enfrentando-as. No eixo do primeiro didlogo (Sécrates e Criton), as aporias séo dra- maticamente encenadas por Platéo para fazer Sécrates mostrar a Criton a diferenga entre o modo de proceder dos eristas e o modo filosdfico, le- vando-o a exercer seu proprio discernimento dialético com relacao ao que seja uma boa educacao para seu filho. Mas ha ainda o beneficio que € a formacao do préprio pai, que deve compreender que ele também tem que ocupar-se de sua alma e de sua capacidade de julgar, nao ape- nas seu filho. Sécrates também faz. ver a Criton que a educagao da alma que leva ao saber rigoroso (manthdnei) é algo sério nao s6 para os jo- vens, mas para todos os cidadaos, mesmo os mais velhos, que acredi- tam que jé passaram da idade. Nesse sentido, por oposicio ao jogo de palavras sem seriedade dos. eristas, a seriedade filos6fica de Sécrates esta nao tanto em aristotelica- mente decifrar a aporia com contetidos claros e inequfvocos, mas em montar um jogo de diferencas, que convoca a criticidade e o discerni mento de seu interlocutor, levando-o a mobilizar seus recursos heuri ticos e interpretativos. [A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APOR'AS NO EUTIDEMO DE PLATAO 5 43, Forma e contetido No processo de “resolver” a estrutura labirintica do Eutidemo, Erler recotre & cisao entre forma e contedido. Para analisar os dois primeiros argumentos, por exemplo, ele propde que se separe a forma eristica da argumentacao do contetido filoséfico do problema, isto é, da questao da possibilidade do conhecimento (“toma-se consciéncia, se se dirige 0 ol- har ao contetido e nao a forma da argumentacio, que se trata da proble- miética e da possibilidade do saber.” p.354). O nticleo da interpretacao de Erler consiste em mostrar que as apo- rias podem sempre ser superadas “se as compreendemos no sentido de Plato” (p.470) e como se pode fazé-o, recorrendo ao “pensamento das Idéias” ou a “doutrina dos principios”. Nesse sentido, ao focalizar, in- sistentemente, apenas as questdes ditas de “conteido”, sem levar em conta a complexidade da composiséo do texto escrito (forma?) na qual essas questdes vém inseridas, 0 autor acaba nao sendo capaz.de discer- nir a importancia, maior ou menor, dos diferentes elementos do diélo- go- Eu proponho que a significagao dialética das aporias do didlogo s6 se revela numa abordagem cujo eixo € precisamente o remetimento in- trinseco entre forma e contetido. A interpretacio de Jacyntho Brandao (1988), por exemplo, realiza es- ta exigéncia5 Em seu artigo, Brandao insere o Eutidemo, assim como os outros didlogos de Platao, no contexto maior dos log6i sokratikéi, para dai produzir um dos eixos de interpretacdo do didlogo que é a oposicio entre Platao e os outros socraticos; 0 didlogo aparece assim como fazen- do parte da discussao implicita sobre qual seria 0 melhor herdeiro do légos socrético, discussao que se revela um verdadeiro embate.' Nesta perspectiva, temos um eixo duplo, através do qual se articulam duas oposicdes: Platao e os outros socraticos, por um lado, e Sécrates ¢ 0s so- fistas, por outro, configurando o que Brandéo chama de uma suspensio temporal da krisis de Sécrates — pois temos a articulacio entre o tempo antes do julgamento (tempo dramatico) e o tempo depois da krisis (mo- mento da composicao do didlogo). No mesmo movimento dialogado, 5. Ver também M. Canto. Introdugao a tradugdo do didlogo, In: Platon. Euthyeéme, 1989 e ainda Narcy, 1984, _ 6. Para uma tentativa recente de reconstrucdo do ambiente literario e inte~ lectual no qual escreveu Plato, ver Kahn, 1996, p.1-35. 16 M. P. MARQUES so trabalhadas as oposicées socratismo e sofistica, por um lado, e pla tonismo e outros socratismos, por outro. Nas antipodas da interpretagao de Erler, Brandao desenvolve sua leitura nessa dupla chave, propondo que o Eutidemo é um dilogo sobre © didlogo, um didlogo “sem objeto”, que mostra as duas eristicas em ‘oposicao, revelando assim a propria engrenagem do didlogo. “O tema & pretexto para a epifania do que normalmente é s6 pano de fundo” (p.35). Utilizando metéforas do préprio texto, ele destaca a oposicao do jogo e do labirinto, isto é, dos modos sofistico e filos6fico de dialogar, que se recobrem e se diferenciam parcialmente. No método do jogo so- fistico, baseado no jogo de palavras, o interlocutor é forcado a respon der, independentemente da pergunta, e ele sera refutado independente- mente da resposta; trata-se de um esquema fixo, de uma técnica ensaiada, de uma brincadeira que é uma luta com palavras, que visa sempre derrubar 0 interlocutor. O método dialético do labirinto, entre outras caracteristicas (p.41-44), supde 0 consentimento do interlocutor, mas nao tem regras pré-fixadas nem um‘desenvolvimento linear; nao se visa vencer o adversério, mas chegar a um acordo, baseado no discerni- mento das palavras e conceitos utilizados. Interessa-me destacar 0 fato de que, neste tipo de diélogo, o éxito nao é certo, ambos os interlocutores correm sempre o risco de cair em aporia. O labirinto é uma imagem fidedigna do proceso dialético: néo é relevante 0 fato de Platao ter elaborado respostas para as questdes que surgem ou nao, mas, sim, 0 fato de, ao mergulhar nas sucessivas vagas do légos, os interlocutores (incluindo o leitor) correrem o risco efetivo de se perderem nos muiltiplos caminhos possiveis, porque os ris- cos so reais e merecem ser tratados com seriedade? (o que nao exclui o bom humor). “Ha uma relagdo dinamica entre 0 jogo e 0 labirinto (...) a relacdo entre os dois métodos determina a estrutura do diélogo” (p.45), estrutura complexa “que remete a uma técnica de labirinto, onde dis- cursos e tempos se entrelacam’ (p.46), para por em evidéncia o proble- ma maior da “relagao do discurso com os seus fins”. Se a questio incide, ento, na oposi¢ao entre a insisténcia de um 7, Como vimos, no caso dos argumentos 1 e 2, a explicagao dos dois aspec- tos da aporia deve, de fato, ser feita através da oposigdo entre os aspectos st jetivo e objetivo do problema do saber — aprender, mas o aspecto objetivo no ‘concerne necessariamente um “contetido doutrinal” pré-determinado. [A SIGNIFICACAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO v Schleiermacher ({1804] 1994, p.31, 35-36, 40, etc.), quanto & nao separa- bilidade entre forma e contetido e a suposta novidade da posigao esote- rista, que considera esta questéo como fazendo parte de uma problemé- tica do séc. XIX, portanto, ultrapassada (Reale, 1991, p.28; 33, 34, 57, etc.), me sinto compelido a manter a posicao de Schleiermacher, por sua maior complexidade e, me parece, maior capacidade de revelar dimen- ses essenciais do pensamento de Platio, tal como ele aparece nos dié- logos, a saber, sua decisiva dialeticidade. Quando Criton intervém no didlogo, por exemplo, Erler diz que a “moldura” passa a fazer parte da seqiténcia do dialogo, o que seria um indicio de algo importante (p.375). Outra passagem: “Eutidemo visa uma reposta répida, interessa- he a forma (...) a Sécrates interessa 0 contetido” (p.387). A meu ver, quanto a intervencio de Criton, rao se trata de uma moldura que fica fora do lugar ou de uma forma seDarada que aparece, no sentido de al- go extrinseco que envolve, de fora, os contetidos do didlogo. Trata-se da manifestacao de algo que estrutura a formulacao mesma dos contet- dos, determinando-os intrinsecamente. Considero, ainda, metodologicamente insuficiente 0 argumento de que se pode resolver os problemas “como quer Platao” (p.354). Nao se trata tanto de tentar esclarecer “o que quer” Platao, mas de buscar 0 que o seu texto quer dizer, a partir do maximo de elementos que puder- ‘mos perceber e articular. Considero importante, como ponto de partida, 0 principio hermenéutico de respeito a autonomia relativa do texto, pa- raalém das inteng6es de seu autor, assumindo a intervencao inevitavel do leitor. A esse respeito é esclarecedor 0 comentario de M. Narcy (1984, p.9-10), a propésito do proprio Eutidemo, que distingue “o que autor diz através do diélogo”, parspectiva considerada por ele como mais tradicional, e “o que diz. diélogo”, que s6 aparece sob a forma de questdes que lhe dirige o leitor. Em resumo, 0 método de Erler implica que 0s didlogos em geral, e 0 Eutidemo em particular, devem ser considerados em dois planos, exata- mente: num primeiro plano, destaca-se a forma; no caso do Eutideno, considera-se as palavras como estando “no Ambito do jogo”, no qual se pode receber um treinamento na discussao e na légica eristicas; no se- gundo plano, deve-se “voltar o olhar para o contetido” e ver que, “com a ajuda da doutrina platonica, o que parecia paradoxal adquire um sig- nificado sério. Mas esta ajuda nao vem do interlocutor, mas deve ser trazida pelo leitor informado” (p.356), Contra essa postura interpretativa, eu penso que a significagéo do 8 MP. MARQUES didlogo sé se revela na articulagao entre forma e contetido; nao levar em conta essa implicagio fundamental me parece insuficiente, por en- fraquecer sua dimensao dialética, por nao reconhecer a estratégia ret rica do didlogo, por reduzir sua complexidade. Articular forma e con- tetido, no Eutidemo, significa levar em conta o cruzamento dos dois didlogos como determinante no manejamento de argumentos e aporias, inserindo-os no entrelaamento dos dois eixos ou das duas cenas. 4, Da natureza do saber filosdfico Quero focalizar 0 segundo didlogo entre Sécrates e Criton (290E1- 293A7), didlogo no qual Sécrates continua seu segundo discurso pro- tréptico, desenvolvico até entao com Clinias, buscando a arte ou ciéncia que torna os homens felizes. Sécrates e Clinias haviam discutido a ne- cessidade de se ir além da mera producao e de se buscar uma arte do uso dos bens adquiridos ou produzidos; deste modo, a arte de fabricar a flauta deve se submeter a arte de tocar a flauta, e a arte de vencer na guerra deve se submeter aos politicos que, por sua vez, devem se sub- meter aos dialéticos, pois s6 esses saberiam utilizar, e utilizar bem, aquilo que os politicos houvessem obtido. Criton intervém e Sécrates relata que ainda examinaram a arte real, ‘mas tampouco conseguiram estabelecer que ela fosse a arte que oferecia e produzia a felicidade (291B 6-7 — ten eudaimontan parékhousé te kai aper- gazomiéne). A passagem na qual Sécrates relata a Criton a situagao de aporia na qual se encontraram ele e Clinias é bastante significativa com relacdo A natureza mesma do tipo de saber exercido e buscado por S6- crates. Ele diz que se sentiam ridiculos, como criancas cagando passaros com as maos, saberes (én epistemtén) que escapavam sempre; era como se caissem em um labirinto (htésper eis labgrinthon enpesontes ~ B7), onde fim e comeco, aquisicao de conhecimento e ignorancia se confundem. Observemos que, entre a posicao inicial do desafio aos dois eristas e © momento presente do didlogo, a questdo central é reformulada: ela vai do tis he sophia, qual a sabedoria dos sofistas? ao tis he epistéme, qual © saber que nos proporciona a felicidade? E essa epistéme, buscada no discurso protréptico, que € extraida, concebida paradigmaticamente a partir do saber técnico. A partir de 291C4, Sécrates explica como sua queda em aporia aconteceu. A hipétese inicial é que arte politica e arte real sao equivalentes; de- A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO 8 pois, que a arte real deve comandar aquilo que é produzido (0 resulta- do / efeito) das outras artes (ou técnicas), pois o critério é 0 saber usar: o poder deriva do saber, em termos de utilidade, isto é, de se submeter 0s conhecimentos a certos fins. O saber usar, préprio da arte que co- manda, é a causa do agir corretamente na cidade (tof orthds préttein en 1 pélei ~ C10), é ele que torna tudo iitil (Khrésima). A discussao desliza entao da utilidade técnica geral, para a utilidade pratica, especifica, no sentido do agir (préttein) humano (ético-)politico. A utilidade da politi- ca é objeto de desconcerto. Sua obra principal é da ordem da paidéin tornar 0s cidadaos sabios, fazendo-os felizes; a arte real deve tornar os homens sabios e bons, ndo em tudo, nem em qualquer saber. Mas, en- tao, que saber é esse (tina de epsitémen — 292D1)? Uma coisa aparece: es- se saber no proporciona nenhum. outro saber que nao seja ele mesmo (autén heautén). Nao pode haver uma remissao infinita, em que um sa- ber remete a outro, sem termo; fica posta a necessidade de um saber que é limite, fonte de legitimidade para todo saber derivado; fonte de todo bem que possa ser proporcionado aqueles que o buscam. E ainda, trata-se de um saber que visa tornar 0s outros cidadaos bons (agathoris). E proposta uma espécie de corrente pedagégica, em que uns toram os ‘outros bons, ¢ esses outros tornam ainda outros também bons. Mas a questo persiste, bons em que? Esta resposta nao aparece de modo al- gum (oudaniof hemin phatnontai). Finalmente, Sécrates admite mais uma vez que esté em aporia e Criton concorda. Ele recorre entéo aos Diéscu- ros, divinos e humanos, para os salvar: Criton para Sécrates ~ “Pelo que parece, vés chegastes a muita apo- ria’ (eis pollén ge aporian, hos éoiken aphikesthe - 292E-6-7). Sécrates ~“E eu ent&o, Criton, quando cai em tal aporia (epeid® en taritei t8 aporia ene- peptéke), soltei minha voz .." (292F8-293A1). A situagio de aporia en- volve agora também a Sécrates ¢ ele lanca novamente 0 desafio aos dois irmaos: questiona se eles sao capazes de apresentar uma demonstracio desta arte ou ciéncia que tora os homens felizes. Eutidemo aceita desafio, reforcando mais uma vez que Sécrates encontra-se em situacto de aporia hé muito tempo. Eutidemo ~ "Qual das duas coisas, Sécrates, disse, eu te ensinarei essa tal ciéncia, com relacdo A qual hé muito tem- po esto em aporia (pélai aporeite), ou te demonstrarei que tu a tens?” (293B1-2). No entanto, em plena tomada de consciéncia da aporia, alguma coi- sa apareceu, com relagao a esse seber (epistéme) buscado com tanta vee- méncia por Sécrates. Trata-se de um saber labirintico, na medida em | | 20 M. P. MARQUES que envolve miiltiplas vias que podem ser percorridas em direcdes in- tercambiaveis; 0 que é experimentado como sendo o fim pode ser reto- mado como sendo um comeco; algo tido como sabido pode, em outro momento, ser visto como ignorancia. Um saber que pode ser pensado a partir da técnica mas que a ultrapassa, na medida em que concerne mais uma reflexéo sobre os fins, do que uma determinacao de meios e procedimentos. Para além do mero fabricar, esse saber concerne o agir politico; e ainda, a propria experiéncia da busca indica seu objeto como fim (limite, medida). £, assim, um saber que é fonte de valor, fonte de bem, pois ele concere nao 6 a boa realizacéo de certas ages como 0 bem dos individuos envolvides, sendo um saber que busca tomar os outros homens bons. Mas é nesse ponto que o impasse se instaura, este € 0 limite da reflexao socratica, no Eutidemo: 0 saber & a fonte do valor (de todo bem) ou o bem seria mais precisamente 0 objeto desse saber? A aporia final é precisamente essa: é possivel definir o bem como um saber? E bastante significativo que a situacao de aporia constitua um mo- mento de interrupcao do didlogo, sim, porque a aporia é sempre a cons- ciéncia da aporia; ela significa uma pausa, um certo distanciamento, um pensar que se esta pensando e, nesse sentido, Erler tem razao. De fato, 0s impasses sao relativos a uma compreensio insuficiente; a aporia é subjetiva, a dificuldade é devida & insuficiéncia dos termos nos quais € formulada uma questdo, por parte dos interlocutores (p.358). Entretan- to, desta constatacio o autor salta para a conclusao de que nao se trata de verdadeiras aporias, do ponto de vista de Sécrates ou do autor do didlogo, pois estas sempre encontram solugao nas doutrinas (das Idéias ou dos Principios), ausentes, mas implicitamente presentes a cada mo- mento. A meu ver, para compreendermos a significacao das aporias, em seu contexto dialogico (e dialético), nao importa que, como quer Er. ler, objetivamente, ela jé tena sido solucionada pelo autor do didlogo que, ao escrever, a “encenaria” unicamente com propésitos pedago: gicos. Penso que o fato de Sécrates admitir que est4 em aporia nao é mero fingimento ou puro artificio didtico. Quanto aos argumentos s0- fisticos, se considerarmos o desenvolvimento mesmo do didlogo, cons- 8, Ver, implicita nessa questdo, uma possivel polémica com os megéricos, em Didgenes Laércio Il, 10 e 11; e ainda Repiiblica VI, onde Socrates diz que o bem nao é 0 saber, mas seu objeto. [ASIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO 2 tatamos que, efetivamente, Sécrates nao conseguiu demonstrat que Eu- tidemo e Dionisodoro esto errades, isto é, que ele nao conseguiu refu- té-los, recorrendo aos elementos disponiveis no plano da argumenta- gio. E mais, penso que, nesse seatido, é importante reconhecer que Sécrates submete-se a refutacao sofistica. Para Sécrates, é um principio que guia a boa argumentacao ser capaz. de demonstrar algo ou de refu- tar uma posicao recorrendo apenes aos elementos que os préprios in- terlocutores introduzem no dialogo. A posicao de Narcy é renovadora, na medida em que ele insiste na validade auténoma da argumentazao sofistica, paralelamente & de S6- crates e Clinias. Para ele, o mesmo jogo de argumentos é visto de mo- dos radicalmente diferentes por uma parte e por outra do embate. A mesma epideixis é, por um lado, jogo de significantes, encadeamento de signos no plano de sua pura conccetude lingiiistica (ou sonora) e, por outro, procedimento légico, encadeamento de razées (1984, p.76). Sua interpretacao é exemplar, a meu ver, na medida em que se esforca ao extremo no sentido de articular a sucesso vertiginosa de argumentos sofisticos a estrutura maior do dilogo, mostrando, a cada caso, as refe- réncias a questdes fundamentais para 0 fil6sofo, reconhecendo quando ha de fato uma questo ou mesmo uma refutacdo, nos termos do que ele considera 0 uso convencional do dialégestlai. Os jogos argumentati- vos explicitam dificuldades sérias, implicitas nas discussées tanto sofis- ticas, quanto socraticas, sobre o saer, o aprender e o ensinar, a virtude, ete. (p-104), Quanto aos discursos protrépticos, fica claro que trata-se de uma ge- nuina investigacio filosdfica para Sécrates. Assistimos a explicitagao progressiva de uma concepcao de saber que vai da eficdcia & exceléncia politica, reformulando a nocao de sucesso operacional nos termos da fe- licidade no agir e no viver na cidade. Por um lado, 0 saber é, sim, 0 que causa a eficacia de uma aco; por definicao, saber implica em saber a verdade do objeto; aquele que sabe, se agir baseado no que sabe, agiré necessariamente de modo correto e seré bem sucedido, feliz no que faz (280B1). Entretanto, por outro lado, intimamente articulada a essa di- mensao positivamente eficaz, existe uma outra dimensio que vai além: © saber auténtico distingue-se do ser bem sucedido, ele nao pertence a0 registro da eficécia pragmatica da luta de discursos; se se trata de ven- cer, 0 vencer filoséfico nao conceme apenas a luta, nao se restringe & mera oposicao entre os interlocutores, mas visa o encaminhamento dos argumentos rumo a verdade de algo; nesse sentido, o ser feliz no saber 2 MP. MARQUES: pode significar perder uma luta verbal; para Sécrates, o saber dialético pode vencer mesmo quando 0 sujeito do discurso, perde no combate argumentativo, por nao saber fazer valer, de modo suficiente e necessé- tio, as determinacées do objeto. Ha, certamente, uma dimensio pedagégica visada na composicao dos diélogos e estou disposto a aceitar que as passagens aporéticas pos- sam também ter tido uma funcao de apoio para a rememoracao, mas no nos termos que propoe Frler, que conta necessariamente com leito- res instruidos nas diferentes doutrinas, restringindo o piiblico auditor / leitor ao Ambito interno da Academia. Considero pertinente a posicao que inclui o Eutidemo no grupo de didlogos profundamente elaborados do ponto de vista literério, o que significa que seu autor estaria visando um piblico maior do que os discipulos de Sécrates ou os que freqiien- tavam a Academia (Caizzi, 1996, p.11). Onticleo dos discursos protrépticos socraticos é a confrontacao en- tre a multiplicidade dos valores e dos saberes, na busca de um valor maior e de um saber especial que os unifique os supere. Trata-se de um saber que vai além do plano técnico e que implica num outro uso dos discursos; 0 uso filosdfico dos discursos e argumentos distingue-se dos procedimentos eristicos, também pelos seus fins, que sio educar, tomar o interlocutor melhor, fazé-lo falar para experimentar seu saber, endo calé-lo, conduzindo-o a comprometer-se com buscar ¢ 0 dizer a verdade. Mas nao se trata simplesmente de descartar o erro, 0 impasse € 0 desvio, ou a manipulacdo e 0 jogo de palavras (homonimia, ambi- giiidade, anfibolia); esses sao riscos permanentes que corre todo aquele que se aventura no caminho do pensar e do argumentar; a aporia e a eristica sfo riscos permanentes do fil6sofo. Trata-se de enfrenté-las e de encaminhé-las no sentido da argumentacfo rigorosa, no plano das palavras e dos conceitos, e de direcioné-los rumo & verdade e, em ulti ma andlise, rumo ao bem, tanto do objeto quanto do interlocutor ou dis- cfpulo, 5. A dimensto pedagégica Na passagem 290B-C, Clinias critica as artes da caga, indicando que 95 cacadores nao sabem utilizar suas aquisigoes e que devem entregé- las aos dialéticos para tal; Sécrates se surpreende (no segundo eixo do didlogo) e Criton ainda mais (no primeiro), sugerindo que Clinias nao [A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO 2 precisaria de nenhum mestre, se chegou a tal formulacao. Erler preten- de reconhecer neste tipo de passagem uma situacao na qual Sécrates, submete a prova o que foi dito, pera verificar se seu interlocutor efeti- vamente “compreende” 0 que disse, isto é, se ele compreende no senti- dooculto, de um suposto saber esctérico implicito e indiretamente visa- do por Platao neste momento (p.375-377). Este tipo de interpretagao implica em um esquema doutrinal jé previamente elaborado e acabado, com relacao ao qual o diélogo nao é mais do que um conjunto de pistas armadas para serem detectadas por leitores conhecedores, “experts” em dialética. Temos ai, uma concepgao implicita de pridéia segundo a qual a funcao pedagégica da aporia, ao longo dos diélogos, nao é mais do que evocar um contetido doutrinal ja adquirido previamente, por ou- tros meios que nao 0 didlogo dialético (Brisson, 2000, p.23), suposta- mente através de ligbes nas quais Platao ministrava suas doutrinas na escritas, em particular, a doutrina dos principios. De certo modo, podemos dizer que o tratamento aristotélico das aporias est sempre implicito na abordagem de Erler, na medida em que ao leitor cabe prin- cipalmente a tarefa de resolver os sofismas (Erler, p.398). Contra esse ti- po de concepsio, compreendo que a paidéia dialética tem na aporia um momento privilegiado de fazer pensar, de fazer refletir, ndo exatamen- te, ou nao apenas para propor solucdes, mas, antes, para levantar pro- blemas que exigem mais pensamento e mais reflexao. Com relagio & aporia do final do segundo discurso protréptico, diz Erler, “Para 0 conhecedor ¢ evidente que a ciéncia buscada é novamente a dialética platénica” (p.380) (grifo meu). Isto parece evidente para quem ja conhece toda a obra platénica, mas, devemos perguntar, a que propésitos interpretativos serve reconhecer esta evidéncia? A posicao de Erler é que, ao escrever o Eutidemo, Platao jé teria toda a “doutrina” da Reptiblica pensada, explicitada e estabelecida, o que, em primeiro lu- gar, me parece bastante dificil de estabelecer.? Em segundo lugar, esta posicdo retira a unidade e a autonomia do didlogo como um todo. Os didlogos s6 fariam sentido se fossem recortados e tornados dependen- tes de outras instancias de explozacao e aquisicao de conhecimentos; sua unidade seria projetada para fora deles mesmos, seus princfpios in- 9. Ver discussio de McCabe sobre o cardter proléptico ou metaléptico da re- feréncia que faz Clinias & arte do dialético, dependendo de como o intérprete si- tua o Eutidemo com relagao a Repiblic. htip:/ Jwww.exac.uk/plato 2 M. P. MARQUES terpretativos se tomariam extrinsecos aos dados que préprio autor decidiu incluir no texto escrito." Quanto a oposigio entre saber eristico e saber filoséfico, Erler diz que 0 Eutidemo representa nao apenas no conteiido, mas também na descrigao do proceso formal dos eristas, exatamente o negative da imagem positiva da doutrina platdnica (p.392). A meu ver, 0 objetivo do didlogo nao é, simplesmente, tomar clara a diferenca entre dialética filoséfica ¢ eristica, através da solucdo de faldcias Iégicas, mas encenar as suas diferencas, de modo a mobilizar o discernimento tanto de Cri- ton quanto do leitor, e ndo simplesmente oferecer de modo nao critico, uma série de contetidos positivos totalmente explicitados e inequivo- cos. O modo de fazé-lo é decisivo. O fato de Platao resolver encenar a diferenca significa, por si, que nao é equivalente fazé-lo de modo pura- mente expositivo; para ele, a relacdo é mais complexa porque envolve também semelhancas, porque a diferenca s6 emerge no detalhe do en- frentamento, porque a identidade da dialética filos6fica s6 se estabelece € se reconhece no confronto com sua lteridade determinada que é dialética sofistica ou erfstica. E ainda, porque nao basta conhecer as s0- lugées para os diferentes problemas; 0 que importa é saber buscé-las, autentica ¢ legitimamente. E por isso que Socrates nao instrui Criton di- retamente, e nao lhe dé, simplesmente, a relacao de diferencas entre 0 seu modo e o modo erfstico de falar e pensar. Segundo 0 autor, “ ...6 preciso jé ser versado na doutrina fundamen- tal de Platio, para reconhecer o nivel duplo de fundagio”. Nao me pa- rece que seja assim; a meu ver, a fungao pedagégica do didlogo consis- te em lancar tanto Criton quanto 0 leitor no processo dialético; é justamente ao entrar no jogo instaurado pela composigao labirintica do didlogo, que a sensibilidade, a inteligéncia e o discernimento sao convi- dados a se exercerem; sensibilidade para perceber 0 que dizem as ima- gens (ver Introdugao de Adriana Nogueira a tradugio portuguesa, p.4l- 48), inteligéncia para penetrar as dificuldades e aporias e discernimento para estabelecer diferencas. Outra questao relevante é a restricao do universo de leitores capazes de ler ou competentes o suficiente para ler “adequadamente” os didlo- {g0s e suas aporias. Para Erler, segundo a doutrina platénica, deve-se se- 10. Para mais “consequéncias” ou implicagdes da adogao da abordagem eso- terista, ver Brisson, 2000, p.68-73. | SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO. 25 lecionar 0s discipulos (Reptiblica IX 535A6; Leis XII 969B8) e sto admiti- dos apenas os homens idéneos ou adequados (Fedro 2765); o curso de uma ligao é longo e sua comunidade é a de uma hetairia (confraria?) de homens que se tornam felizes esforcando-se para ser eticamente bons. Por um lado, sabemos das exigéncias crescentes que a paidéia da Repit- blica impée ao cidadao, no seu proceso formador rumo a dialética; pro- cesso que implica certamente em diversas restric6es. No entanto, por outro lado, as restrigdes parecem-me antes significar que 0 acesso & dia- lética € uma conquista, néo um com. Tornar-se bom é um proceso marcado por dificuldades, mas nao a ponto de se cair no circulo vicioso segundo 0 qual seria preciso jé ser dialético para se poder aspirar a dia- Iética. A paidéia da Repiiblica é, a meu ver, mais prenunciada no Eutidemo, do que evocada retrospectivamente. Ela marcada, como sabemos, por um forte caréter de idealidade. A fabricagao de uma cidade e, correlati- vamente, de uma alma, com palavras, pde a hegemonia do logistikén, mais como uma exigéncia paradigmatica a ser buscada e seguida do que pressuposta. Ser idéneo, justo, ético, bom e feliz. séo objetivos bus- cados e nao podem ser condicao para a interpretagao correta (soluca0?) das aporias. Deduzir das passagens citadas que ha uma hetairia que tem. acesso exclusivo ao “significado” das aporias é ir muito além do contex- to do didlogo. Eutidemo nos ofereceria uma imagem em negativo daquilo que é justo e importante para Platao. “Esta ambigiiidade de todo o didlogo de- ve ser decifrada pelo leitor, raz4o pela qual ele deve abordar 0 didlogo escrito com a seriedade (sporidaion) de uma precognicao dos fundamen- tos doutrinais platénicos” (Erler, p.403). A meu ver, hd um mundo de diferenca entre seriedade precognisiva e seriedade hermenéutica. A se- riedade precognitiva de Erler significa um fechamento excessivo do dia- logo, enquanto obra escrita. A seriedade hermenéutica do bom leitor se pauta, entre outros, pelo princfpio do respeito & autonomia da obra en- quanto sistema de significacao e, certamente, deve incluiro bom humor de reconhecer 0 jogo labirintico presente na composigao do didlogo. 6. A significagio dialética das aporias Mais uma vez, a objecdo principal que faco a leitura esoterista do Eutidemo, tal como € proposta por Erler, é que hé um obscurecimento 2% M. P. MARQUES da significagao dialética das aporias. Considero que a dialeticidade das aporias reside, antes de tudo, no seu caréter negativo e problematiza- dor e que devemos compreendé-las como integrando uma estratégia re- térica especifica. Vejamos. Hi dois eixos na estrutura da composigao do didlogo: por um lado, uma narrativa, por outro lado, um diélogo dramatizado; eixos que se articulam e que acabam por se confundir. A questéo que mobiliza 0 pri- meiro eixo, formulada por Criton, é sobre a sabedoria dos dois sofistas (kai tis he sophia? — 271B9-Cl). A questao inicial do segundo eixo é um desafio que Sécrates propée aos dois irmaos: “convencam aqui este jo- vem da necessidade de amar o saber (philosophein) e de praticar a virtu- de” (275A5-6). No primeiro, para mostrar “o que &” a sabedoria dos dois sofistas, Sécrates narra a Criton 0 didlogo que ocorrera no dia anterior no Liceu, entre ele, Clinias, Eutidemo, Dionisodoro e Ctesipo. No segundo, por um lado, temos uma sucessao de argumentos, ditos sofisticos, propos- tos enquanto armadilhas para Clinias ¢ Sécrates; argumentos esses que tanto evidenciam 0 que seus proponentes entendem, concretamente, por saber e virtude, quanto demonstram sua incapacidade de exortar 0 jovem a buscar o que Sécrates entende como sendo os verdadeiros sa- ber e virtude. Os dois irmaos entendem que virtude significa saber ven- cer as disputas verbais a golpes de argumentos e que saber é saber montar armadilhas e aplicé-las; saber significa ser capaz de sair de si- tuagées dificeis, uma habilidade no uso dos discursos que visa princi- palmente & eficécia, contando com ouvintes sem discernimento. Por outro lado, Sécrates tenta fazer, a seu modo, perante Criton, aquilo que ele havia pedido aos irmaos que fizessem, mas que eles, rei- teradamente, nao fazem, indiferentes que sao as questées levantadas. As situagdes aporéticas pontuam o didlogo em ambos os eixos. A certa altura, os dois eixos se cruzam, ha um deslizamento de um eixo a0 ou- tro. Criton interrompe o segundo discurso protréptico de Socrates a Cli- nias, e os dois continuam a dialogar, Criton assumindo a posigéo de Clinias, na continuagao da busca da arte que proporciona a felicidade. O que é crucial é perceber que, no primeiro eixo, Sécrates faz “narrati- vamente”, perante Criton, aquilo que ele faz. “argumentativamente”, dialogando com Clinias, no segundo. Podemos dizer que, no Eutidemo, Socrates tanto mostra, quanto demonstra a diferenca entre 0 fildsofo e 0 erista. Essa confluéncia, ou ndo-distineao clara, entre a “mostragao” ea demonstracao marcam a singularidade da dialética neste didlogo, dialé- A SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APOR'AS NO EUTIDEMO DE PLATAO. 2 tica que s6 pode ser bem compreendida se a pensarmos com sendo, em certa medida, efeito de uma complexa composicao literéria (Brandao, 1988, p.25) ou estratégia ret6rica. As aporias marcam ambos os eixos do didlogo e tém um caréter, an- tes de tudo, negativo e problematizador. Proponho que sua dialeticida- de esta justamente no fato de significarem nao-passagem, porque é na medida em que os problemas sao enfrentados e nao sao resolvidos que algo vai se tornando manifesto: a diferenga entre os dois modos de usar 0s discursos, diferenca essa que, no eixo maior do didlogo é mais mos- trada que demonstrada. A composicao literéria, complexa e divertida, € decisiva para que a dialética se realize de modo determinado e para que 0 ganho dialético das aporias possa ser efetivo. Nesse sentido, po- demos dizer que é porque ha impasse que ha passagem, articulacao en- tre os eixos do didlogo. £ como se Sécrates dissesse: olhe e veja, Criton, como 0s interlocutores montam seus discursos, como eles usam os ar- gumentos, as imagens e as metéforas; aprenda a exercer seu discerni- mento (krinein), a detectar diferencas; diferencas que concernem nao a capacidade de resolver aporias (todos caem nelas), mas com relagao a0 modo mesmo de se usar os légoi, com suas implicacées, dirfamos nés, logicas e éticas. ‘Num sentido amplo, no Euitidemo, 0 dialogar (conversar e argumen- tar), seja entre Sécrates e os dois eristas, seja entre os mesmos e Clinias, 6 referido como dialégesthuai, independentemente, portanto, de quem es- td envolvido. Entretanto, duas passagens merecem destaque. A primei- ra tematiza, en passant, a diferenca entre o dialético, os mateméticos e outros. Trata-se justamente da passagem que provoca o deslizamento de um eixo do didlogo ao outro (290B-E), quando examinam a arte do general, a arte, diz Clinias, daqueles que nao sao capazes de servir-se do produto de sua caca. Por nao saberem utilizé-los (uma vez os tendo adquirido), devem entrega-los aos dialéticos (hof dialektikof) que, esses sim, sabem utilizar suas descobertas (290B10-C6). $6 os dialéticos tém essa ciéncia do uso. Mesmo com a intervengao de Criton, a busca conti- nua a partir da equivaléncia entre a arte real e a arte politica, mas o fi- nal da conversa reconhecido como uma grande aporia. A mengao de Clinias & arte do dialético é feita a titulo de exemplo, para ilustrar a in- suficiéneia da arte dos generais, mas ela oferece a pista. O conhecimen- to buscado (pontualmente sugerido como podendo ser a arte dos dialé ticos) & visto como sendo da ordem do uso. As mateméticas so propedéuticas, induzem a alma do individuo a passar do visivel para 0 2 M.P. MARQUES inteligivel, mas se restringem & aquisicao, e ainda, nao dao razées de suas hipéteses; para além da aquisicao, a dialética concemne o saber usar, isto 6, saber distinguir valores (usar bem ou mal); seja no uso dos bens, seja ao conduzir a pesquisa, o dialético deve exercer sua capacida- de de valorar com discernimento. A segunda passagem que merece destaque tematiza a diferenca do fildsofo com relacao aos sofistas. Ao final do décimo-oitavo argumento (301C2-5), Séerates critica Dionisodoro e Eutidemo por serem artesdos que fabricam cada coisa que Ihes convém, visando principalmente dizer que eles fabricam o dialogar perfeitamente ((6 dialégesthai pankilos aperg¢- zesthai). Os sofistas, na medida em que fabricam total e arbitrariamente seu dialégesthai, perdem de vista tanto a dimensao dos valores (o bem), quanto a do objeto buscado (0 que é): 0 dialogar, para ser filoséfico, de- ve visar algo que é posto como existindo, um objeto que orienta a aqui- sigdo, um ponto que direciona a pesquisa; as artes da produsao se opéem as artes da aquisicao e a arte do uso que é a dialética O dialégesthai™ exercido pelos dois'irmaos é a encenacao ao vivo do modo anti-filos6fico de falar, pensar, argumentar: eles inventam argu- mentos ao sabor do momento, nao tém a menor preocupagio com a po- sigdo de algum objeto, dando provas de total indiferenca, seja com rela- 0 ao bom ou mau uso dos discursos e conhecimentos, seja com relagéo ao bem ou ao mal que tal prética possa causar aos seus interlo- cutores. Nos seus discursos protrépticos, Sécrates, por sua vez, exerce um dialégesthai consciencioso, argumentado com rigor, visando um ob- jeto determinado: dizer qual é o saber que proporciona a felicidade e, a0 faz8-lo, exortar 0 jovem Clinias a filosofar. Ele passa pela andlise dos bens e destaca o valor de se saber usa-los; analisa as tékimai e destaca a arte real ou politica, mas nao consegue determinar claramente a relacao entre o bem e o saber, ficando, portanto, no impasse quanto a estabele- cer 0 tipo de saber que faz o homem feliz. Finalmente, no tiltimo diélo- g0 com Criton, na oposicao entre a arte dos logégrafos e a pratica con creta da politica, a filosofia é vista como uma pratica que merece ser valorizada e buscada, apesar dos filésofos. Assim, ao focalizarmos as 11. Ocorréncias do verbo. Primeiro eixo do didlogo: 2711; 2714; 30442; 304A6; 304B2; 304B6; 304E1; 305B2. Segundo eixo do diélogo: 27384; 27488; 275B6; 275C3; 28389; 285E4; 295E2; 301C4. Ver levantamento geral em Dixsaut, 2001, p.345-354; sobre o Eutidemo, em particular, ver p.41-47. ASIGNIFICACAO DIALETICA DAS APOKIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO 9 referéncias ao dinlégestiai, ao longo do diélogo, vemos como esté sendo operada uma mostracao que evidencia a diferenga entre os modos de argumentar e de agir, do filésofo e do erista (além da oposigao ao mate- mitico e ao logégrafo). Os argumentos sao apresentados como aporias propostas a Clinias (ea Socrates); algumas com solucées facilmente perceptiveis (no ambi- to do proprio didlogo), outras nao; algumas solucionaveis através da re- feréncia cruzada a outros diélogos, outras nao. A significacao principal das aporias (aparentes ou nao, eristicamente formuladas ou nao) ndo depende da capacidade seja dos interlocutores, seja dos leitores de solu- cioné-las. Elas sao propostas como elementos motores da pesquisa dia- Iética, na medida em que exigem sempre mais reflexao, envolvimento e comprometimento (dos interlocutores dos leitores) com o desenrolar da argumentacao. Deter as respostas das questoes é um modo nao dia- Iético de usar perguntas e respostas. Os eristas imitam precariamente a postura interrogativa de Socrates, seu modo dialético de falar e pensar, mas 0 fazem de modo tal que ndo desencadeiam reflexes rigorosas ou concatenadas argumentativamente. A aporia eristicamente formulada nao € fonte de reflexao continuada, primeiro porque nao tem propria- mente um objeto, segundo por que aquele que a formula nao se subme- tea ela, nao se poe efetivamente em questao. O didlogo parece querer mais mostrar essa postura que resolver a aporia demonstrativamente. A caracteristica decisiva do dialogar filos6fico é que toda pesquisa se es- trutura pelo questionamento de algum objeto (ser) que determina o mo- do como 0s interlocutores se inserem no didlogo: mais que questionar um ao outro, 0s interlocutores devem se questionar, a propésito daqui- lo que é posto em questo. E exatamente o que néo vemos acontecer no combate eristico. Eutidemo e Dionisodoro s6 querem pér 0 outro em questo, sem se deixarem afetar efetivamente pela questao ou pelo ob- jeto questionado. A meu ver, a seriedade dialética de Plato nao é incompativel com a encenacao bem humorada do jogo erfstico que se revela ser o combate de argumentos dos dois sofistas. Sustento que as construgées literérias e retoricas que sao 0s didlogos escritos constituem boas imagens do uso dos légoi que configura o dialégesthei filos6fico, desenvolvido, exercido e vivido por Platéo e seus companheiros ou discipulos, dentro e fora da Academia. Separar forma e contedido é um modo determinado de usar os argumentos: com 0 controle da forma pode-se dominar qualquer conteddo. A perspectiva filos6fica, a meu ver, ndo dissocia forma e con- 30 M. P. MARQUES tetido, o que significa, quanto ao didlogo escrito, que a démarche investi- gativa tem seu modo préprio, particular de se realizar; modo esse que é determinante para se obter resultados (ou efeitos) especificos. No Euti- demo, ao encenar modo eristico de usar os argumentos, Platao desen- volve de modo dramitico uma reflexao sobre o préprio didlogo, no exercicio da auto-reflexividade proprio da sua dialética filos6fica: pen- sar o modo filoséfico de falar e argumentar, através da encenacdo do que ele nao é.22 Em ambos 05 eixos, o Euttidemo é uma demonstracio eloqiiente de que a pesquisa filos6fica, enquanto um certo uso do dialégesthai, 6, em princfpio, falivel e esta sempre sujeita a revisdo; e nao é nisso que ela se diferencia da eristica. A dialética enquanto busca aporética se determi- na essencialmente pelo reconhecimento de que o conhecimento est sempre no limite ou além do limite da compreensao humana, em deter- minadas circunstancias (Gill, p.56-57); a limitagao é inerente ao ser hu- mano, 0 que nao deve impedi-lo de buscar, mesmo sabendo que o con- hecimento total 6 préprio dos deuses: Tampouco se pode conceder a alguém um conhecimento que ele nao tenha buscado e obtido por si mesmo (Carta VII 341C-B). E ainda, nem sempre & possivel decidir, in- terna ou externamente a um determinado didlogo, se a pesquisa jé al- cangou o nivel suficiente de solucao ou se o resultado que ja se obteve é definitivo, nao sendo mais necessério revé-lo. (Fédon 107B4-9; Sofista 259A-C; Gill, p.60-61) Se a aporia é negacao e negativa com relacdo ao que é dito, ela 6 a0 mesmo tempo positiva, na medida em que suscita a busca de outras afir- macées, o que torna possivel a continuidade do didlogo. A aporia diale- ticamente compreendida nao visa calar o interlocutor, mas o faz falar, buscar ainda mais; ela é positiva no sentido em que ela exige que a pes- quisa dialética seja retomada. Como a imagem da maiéutica no Teetéto nos sugere, a aporia é génese na medida em que ela produz a autocons- ciéncia naquele que se submete ao movimento do légos; ela é produtora de légos naquele que se deixa conduzir pela negacao (Teeteto 150-151). Uma passagem das Leis (VII 799C4-E7) sintetiza exemplarmente as caracteristicas da aporia dialética, tal como tenho proposto com relagao 12. “A melhor maneira de afirmar que, apesar das semelhancas, hé uma di- ferenga essencial, ¢ que a pratica socrética da discussio néo é apenas uma “so- fistica nobre”, é de mostré-la em ago". Dixsaut, 2001, p.26-27. |\ SIGNIFICAGAO DIALETICA DAS APORIAS NO EUTIDEMO DE PLATAO at 0 Eutidemo. Com relagao a regulagao das praticas artisticas dos jovens cidadaos (danca e miisica), 0 Ateniense, que acaba de discutir com os, outros 0 caso egipcio, impde algumas precaucdes metodolégicas. Face ao estranho e ao que nao é habitual, um homem nao deve precipitar-se a resolver afirmativamente os problemas que ele poe (td aporethen), “ele deve parar, pelo contrério, como alguém que, tendo chegado a uma en- cruzilhada e nao sendo capaz de ver seu préprio camino, seja que ele caminhe 56 ou com outros, interroga a si proprio e aos outros sobre aquilo que os pde em aporia (10 apororimenton) e 56 retoma a caminhada aps ter examinado firmemente onde poderé conduzi-lo esta marcha (és poreias)”. A atopia do tema impée que o exame seja feito a fundoe que nao se tente chegar facilmente a uma solucéo. Deve-se perder tem- pocom isso. “Talvez, com efeito, s2 deus quiser, o proprio fato de té-lo percorrido até o fim serd suficiente para esclarecer a questao que nos poe em aporia atualmente (t9 nfin diaporotimenon)”, UEMG, Belo Horizonte, Brasil BIBLICGRAFIA Platontis Opera, recognovit brevique adnotatione critica instrvxit Ioannes Burnet, Tomes F-V. Oxford : Clarendon Press, 1900-1907. PLATAO. Eutidemo. Trad. Adriana M. M. F. Nogueira. Lisboa: Imprensa Nacional - Casa da Moeda, 1999. PLaTON. Euthyd?me. Trad. M. Canto. Paris: GF- Flammarion, 1989. PLATONE. Euutidemo. Trad. Fernanda D. Caizzi. Milano: Ed. Bruno Mon- dadori, 1996. BrANDAO, Jacyntho L. O jogo e o labirinto. Revista Literdria 3 (1988) p.23-48 Brisson, L. Lectures de Platon. Paris: Vrin, 2000. DESJARDINS, R. Why dialogues? Plato's serious play. In: Griswold, C.L. (Ed.) Platonic writings, platonic readings. New York, London: Routled- ge, 1988, 110-125. DioGeNES LAERTIUS. Lives of entinent philosophers. Trad. R. D. Hicks. Lon- don/Cambridge: Harvard U. Press, 1991 Dusaut, M. Métantorphoses de la dialectique dans les dialogues de Platon. Paris: Vrin, 2001. 2 M. P. MARQUES ERLER, Michael. I! senso delle aporie nei dialoghi di Platone. Esercizi di avvia- mento al pensiero filoséfico. Trad. C. Mazzarelli. Milano: Vita e Pensie~ 10, 1991. GILL, Cristopher. Platonic dialectic and the truth-status of the unwritten doctrines. Méthexis VI (1993) p.55-72. KALN, Charles. Plato and the socratic dialogue. The philosophical use of a li ferary form. Cambridge: CUP, 1996. McCast, Mary M. Developing the Good itself by itself critical strategies in Plato's Euthydemus. http:/ / www.ex.ac.uk/plato Marques, M. P. O camintho poético de Parmitnides. S40 Paulo: Loyola, 1990. MARQUES, M. P. L‘autre ef les autres. A propos de l'altérité dans le Sophiste de Platon. Strasbourg: Univ. Marc Bloch, 1997 (Tese de doutorado). Nancy, M. Le philosophe et son double. Un commentaire de ! Euthydéme de Platon. Paris : Vrin, 1984. NeHAMas, A. Eristic, antilogic, sophistic, dialectic: Plato’s demarcation of philosophy from sophistry. History of Philosophy Quarterly 7 (1990) p36. : REALE, G. Per una nuova interpretazione di Platone. Milano: Vita e Piense- 10, 1991. ScHLETERMACHER, F. D. B. Introdugio aos didlogos de Platio. Trad. Georg Otte. Belo Horizonte: Ed. UFMG, 2002. Spracue, RK. Plato's use of fallacy. A study of the Euthydemus and some ot- her dialogues. London: 1962.2 ABSTRACT ‘This article deals with the aporetic dimension of Plato’s Euthydemus, having as main counterpoint Michael Erler’s study (1987 / 1991), which follows the Tibingen-Milano esoterist trend of interpretation. As ‘opposed to this position, which emphasizes the solution of aporetic passages and of eristic arguments, referring them to positive doctrine, I propose that their meaning remain negative and problematic, and that a dialectical perspective can only be reached by taking into account the whole of the written dialogue as such, seen as the achievement of a complex and unique rhetoric strategy. I argue that the aporetic dimension must be connected to the protreptic and the pedagogical aspects, integrating the major movement of dialectics as dialegesthuai. r evista Latinoamericana de Filos 1, Vol. XXIXN"1 (Otofio 2003) LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS PARMENIDES Y REPUBLICA Radil Gutiérrez “En efecto, también Platén suscitaba, con raz6n, este problema e inquiria siel camino era a partir de los principios o hacia los principios"” Aristételes, Eth. Nich. 1 1094 330-34, Como muchos otros puntos en la interpretacién de la obia y el pensamiento de Platén, la valoracién de la presencia de Glaucén y Adi- manto en la puesta en escena del Parménides también es motivo de con- troversia. Por una parte tenemos a cuienes le atribuyen una importancia tal que en base a ella han podido ver una “analogia de situaciones dra- miticas” entre la Repiiblica y el Pannénides y concluir que ambos diélo- gos constituyen dos exposiciones diferentes de lo mismo, s6lo que una dirigida por el Sécrates maduro a no filésofos y que, por eso mismo, re- curre a imagenes y analogias, mientras que la otra, cuando menos en el ejercicio dialéctico, constituye un discurso estrictamente conceptual que debe ser practicado por un joven Sécrates para acceder a la verdad; por otra parte, estan quienes la consideran “demasiado incidental” como para apoyar la tesis de una tematica compartida? Tomando partido en esta controversia, en trabajos anteriores he tratado de mostrar que la analogia entre estos dos didlogos es tal que la estructura misma del Par- ménides corresponde a la estructura del simil de la linea y la alegoria de la caverna.} Ello s6lo es posible si se considera a la puesta en escena co. 1. CE. Mitchell Miller, Plato’s Parmerides. The Conversion of the Soul, Pennsyl- vania: The Pennsylvania University Press 1991 (reimp.; orig. 1986), 18ss. 2. Kenneth M. Sayre, Parmenide's Lesson. Translation and Explication of Plato's Parntenides, Notre Dame: University of Notre Dame Press 1996, 58; cf. Robert Tumbull, The Parmenides and Plato's Laie Philosophy, Toronto: University of To- Tonto Press 1998, 196. 3, Sobre lo que sigue véanse nuestro trabajo: “La areté del filésofo o la es- tructura del Parméuides platénico", en Areté XI, 1-2 (1998), 57-70. a R. GUTIERREZ mo parte integral de esa estructura y se entienden los desplazamientos ge0graficos y los tres niveles narrativos como alusiones a diversos mo- mentos de la misma. Asi pues, después del encuentro de los filésofos de Clazémenas con Glaucén y Adimanto en el 4gora, lugar de reunién del vulgo (hoi pollof), marchan hacia la casa de Antifonte que “vive cerca” (126 €10). Asi se sefala el desplazamiento de la eikasin hacia la pistis. Pues ademés de la restriccién de la tarea de los primeros a la conduc- cién fisica y su posterior desaparicién del didlogo, de Antifonte se dice que dedica “Ia mayor parte de tiempo a los caballos” (e8) y lo encuen- tran “entregandole un freno al herrero” (127 a2), con lo cual se hace re- ferencia a los seres vivos y artefactos que son objeto de la pistis. El pre- sente del didlogo tiene lugar “extramuros” (127 cl), es decir, en la parte correspondiente al mundo inteligible, y tiene dos partes. En la primera de ellas, el joven Sécrates, haciendo gala de su “bello y divino impulso hacia los ldgoi” (135 d2-3; 130 b; Fedén 99 a), formula su versién de la hi- pétesis de las Formas ubicdndose asi en el nivel de la didnoia. En este sentido, su recurso a imagenes nos trae a la memoria el modo de proce- der del matemético y sus limitaciones, pues, como éste, todavia no sabe considerar a la imagen como imagen y, en consecuencia, confunde al original con la imagen (cf. Rep.476 c). Por ello es que cae en la denomi- nada cosificacién de las Formas. Pero, ademés, no dispone atin de la ca- pacidad del dialéctico para aprehender el ldgos fés ousias de cada cosa y carece de una aprehensi6n noética del principio universal en que se fun- da el orden racional (katt logén) del mundo inteligible (Rep. 476 a6-7), de manera que tampoco esté en condiciones de dar razén de su propia hi- pétesis. Semejantes limitaciones aparecen claramente sefialadas, por una parte, por la acusacién que le hace Parménides en el sentido de que “demasiado pronto, antes de ejercitarte, te empefas en definir lo bello, lo justo, lo bueno y cada una de las Formas” (Parm. 135 ¢8-d1); y, por otra, por la misma admiracién y asombro que dice le causaria si alguien primero distinguiera y tomara por separado las Formas en si y por si, y a continuacién mostrase que en s{ admiten “mezclarse y discernirse” (uggkerdnnustai kai diakrinesthai, 129 d-e). No obstante, como sefiala Parménides, el abandono de la hipétesis de las Formas en raz6n de las dificultades por él planteadas, implicaria la destruccién de Ia filosofia, pues, no tendria “adénde dirigir el pensa- miento” (135 b5-8). Por eso es que invita al joven Sécrates a esforzarse y ejercitarse en esa prictica aparentemente initil - la dialéctica - sin la cual se le escaparé la verdad (135 d3-6). Ese ejercicio implica el diéxodos LA NEGACION DEL. PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 35 dia pinton (136 e1-2), el recorrido por todos los caminos, que, dada la di- mensién de la empresa, no puede ser puesto por escrito! Por consi- guiente, en el Parmiénides se recorre sélo uno de los tantos caminos que hay que recorrer y explorar, como dice Zenén, “para dar con la verdad y adquirir inteligencia (nofin schefn) de ella” (136 e2-3; cfr.135 d; 136 a- 9. Como sabemos, ese tinico camino es el que toma como base la hip6- {esis acerca de lo uno (136 a4-137 b4). Y éste constituye un “juego” (pai- didn, 137 b2). Con todo, el juego tiene una funcién mimética respecto de Jo que “en serio” presupone el examen compartido de todos los aspec- tos implicados y que s6lo asf conduce a la ndesis.5 Ahora bien, el ejerci- cio dialéctico en cuestién prescribe que no sélo “hay que sentar como hipétesis ‘si cada cosa es’ y examiner las consecuencias que se despren- Gen de ella, sino también considerar la hipétesis opuesta, ‘si eso mismo no es (135 e). Pues bien, en contraste con la opinién que sostiene que el examen de estas hipétesis opuestas constituye “un cambio de politica respecto de lo que vemos en la mayoria de los otros didlogos platéni- cos” pienso que la propuesta metodolégica del Parménides coincide 4. Aese “recorrido” se refiere tambin Platén en su descripcién del dialécti- ‘co en Rep. 534 b ss. como aquel que esti en condiciones de distinguir (diorisast- Jui) Ia Idea del Bien con el pensamiento (légoi) separandola de todas las demas (Gp ton dillon pénton aphelén) y, como en una batalla, pasando a través de todos los escrutinios y/o refutaciones (dia pénton elénchon diexi6n); este recorrido coincide con el ascenso dialéctico que va cancelando las hipétesis (tas hypothé- seis anairoiisa) hasta acceder a la aprehensi6n del Bien como el principio incon- dicionado (633c). Al respecto véase: Enrico Berti, “L'idea del Bene in relazione alla dialettica", en: G. Reale/SScolnicor (eds.), New Images of Plato. Dinlogues on the Iden of the Good, Sankt Augustin: Acadernia Verlag 2002, 307-317 y Ratil Gu- tiérrez , “La estructura de los similes de la Reptiblica como clave hermeneiitica: el Parménies y otros”, en: idem (ed), Los similes de la Reptiblica VI-VII de Plat6n, (Actas del Congreso de Lima 18-20.9.2300) Lima: PUCP Fondo Editorial 2003, 119-143. 7 5. CE. Carta VII 341 c5-d2; 343 e1-3; 344 bi-cl. Sobre los conceptos de paidia y spoudé véase la critica de la eseritura en Fedro 274 bss., esp. 276d-e. 6. Mary Louise Gill en su Introduction a: Plato: Parmenides. Translated by ML. Gill and P. Ryan, Indiandpolis/Cambridge: Hackett Pub. Co. 1996, 54 Alli mismo continda la autora afirmando: “In discussions led by Socrates, so- meone proposes a thesis, often of the pattern ‘X es F’, and Socrates examines it, typically with fatal consequences for the thesis. Only occassionally does he start 36 R GUTIERREZ, con la descripcién del saber dialéctico en muchos otros diélogos ante- lores” y no constituye més que la aplicacién a un caso particular de una regla metodolégica mas general que en Repiiblica Il es enunciada por Adimanto: def gar dielthein hems kai toiis enantfous légous / “Pues es necesario que también examinemos los argumentos contrarios” (362 2). Y esta consideracién de los l6goi contrarios o de las hipétesis positi- vas y negativas corresponde, como pretendo mostrar, a los caminos as- cendente y descendente de la dialéctica tal y como son puestos en prée- tica en la Reptiblica y el Parménides. Pasamos, pues, a considerarlas. I ‘Tomo aqui como punto de partida la interpretacién que entiende la puesta én escena de la Reptiblica como la katibnsis del filésofo, Socrates, ala caverna, atendiendo al nénos de la pélis ideal que, mediante la per- suasién o la fuerza, hace que sus ciudadanos se presten unos a otros los beneficios que cada uno sea capaz de prestar con el propésito de que no una clase, sino toda la pélis sea feliz (519 e520"; cfr. 420 b6-8).8 El pri- mer momento del ascenso,? en concordancia con lo descrito en el texto again, taking the opposing thesis, ’x is not F’ and examine the consequences of that. Now the policy is that equal attention is to be given to both sides of an is- sue", ibid. Como excepciones entre los didlogos anteriores al Parménides, Gill se refiere tinicamente al Menén (86d-96d) y al Lisi, cfr. ibid. 54 n. 87 7. Pot ejemplo cf. Carmides 174b-c; Laques 194 e ss.; Protdgoras 360 d; Hipias ‘Menor 397 b ss.; Fedén 97 d; Fedro 261 ss; Leyes 816 d ss; Carta VII 344 b. 8. Cf. Thomas A. Szlezék, Platon und die Schriflichkeit der Philosophie, Ber- lin/N. York: W. de Gruyter 1985, 306 ss; E. . H. Brann, “The Music of the Repu lie", en: The St. John’s Review, XXXIX,1-2 (1989-90), 1-103, esp. 7-12, que afiade nuevas evidencias a favor de la interpretacién de Szlezék aunque sin conocerla. Con razén insiste Brann en la escena inicial y final como un descenso en y un ascenso desde el Hades, pues el mismo Platén compara el ascenso desde el fon- do de la caverna hacia el mundo exterior con el ascenso desde el Hades hasta el Ambito de los dioses, cf. 521 3, 534 c7; 516 d25-28, donde cita las palabras pro- nunciadas por el espiritu de Aquiles en el Hades (Od. X1 489). Y que en Rep. 560 b7-8 hable Socrates de la akrépois tes psychés, pone en evidencia que hay un ma- nejo manifiesto de una topografia simbélica 9. Mas detalladamente he expuesto lo que sigue en mi trabajo "La Logica de la Decadencia. En torno a las formas deficientes de Gobierno en la Repiibica de i LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS a de la alegoria (cfr. 515 d), lo constituye la aporia a que Sécrates condu- ce el didlogo con Trasimaco después de establecer la anterioridad de la pregunta qué es lo justo respecto de aquella de si es o no més provecho- ssa que la injusticia (354 b). La ‘valiente’ intervencién de Glaucén y Adi- manto salva el diélogo y'lo eleva a un nivel superior de reflexién. En- tonces inicia Sécrates su “defense de la justicia” con el recurso a la analogia pélis-psyché y la exposicién de la génesis de la pélis ideal, la es- tructura del alma y las virtudes cardinales. Tomando como guia un “ei- doldn ti tés dikaiosines” (443 c 4-5), esto es, la correspondencia entre phy- sis y érgon (p.e). 370 a8-c5), entre una aptitud natural y una funci6n, se llega en el libro IV a establecer la definicién de la justicia y la injusticia. Expresamente afirma alli Sécrates haber ascendido (anabebékamen, 445 <5) en el argumento hasta un punto en el cual, como desde una atalaya, puede apreciar con la mayor claridad que las cosas son como las ha descrito y que hay un solo efdos de la areté e incontables eide de kakia, de las cuales, sin embargo, considera sélo cuatro como dignas de mencién (cfr. 445 a5-7; c4-7). Conforme a la regla metodolégica enunciada por Adimanto, y puesto que, segtin parece, la indagacién sobre la justicia ena pélis y el alma ha alcanzado su fin, la intencién de Sécrates es pa- sar sin més a la consideracién del légos contrario, es decir, de esas for- mas de kakia, tanto en la pélis como en el individuo. No obstante, Sécra- tes es detenido por Adimanto, pues, como éste seftala, si bien lo que ha dicho es correcto, no cuenta con la fundamentacién y el criterio necesa- rios (10 orthds tofito, hdsper talla, légou dettai, 449 c7-8), raz6n por la cual su exposicién de la comunidad de las mujeres y nifios en la pélis ideal no es suficiente (Htikands e7) sino defectuosa (phaulds 4). Como sabe- ‘mos, el examen de las formas de gobierno y los tipos de alma deficien- tes queda pospuesta hasta el libro VIII, donde Glaucén afirma que ahi ra sila contemplaci6n y el juicio serén kata légon de suerte que podrn actuar como jueces idéneos (hikanci kritai, 545 05-7) de los modos de vi- da del hombre justo en contraposicién con el injusto y su relacién con la felicidad y la infelicidad. Ello quiere decir que la falta de Idgos ha de su- plirse en ios libros V-VIL. Y, en efecto, alli se siguen los siguientes pasos. Platén” presentado en el III Seminario Internacional de Filosofia Antigua, Me- dellin, 4-7. 9 2002, y Bogota 9-11. 9. 2002 a publicarse en: Estudios de Filesofie, 2003, 1. 10. Ce. Salezak, op. cit, 286, 292. 38 I. R. GUTIERREZ El establecimiento de una arché tés homologias (462 al). Como tal re- conoce Sécrates al mal y el bien mayores para la pélis, ¢ identifica el primero con aquello que la desintegra y la hace muchas en vez de tuna, y el bien con aquello que la junta y la hace una (a9-b2). Decisi- vo es tener en cuenta que es en funcidn de ese bien que el legisla- dor da leyes y que se ha de poder juzgar silo prescrito para la pélis ideal encaja con las huellas del bien y desencaja con las huellas del mal (a4-7). Siendo asi, este criterio ha de servir también para distin- guir a la pélis recta y justa de aquellas deficientes e, incluso, para es- tablecer una jerarquia entre éstas tiltimas. Y, evidentemente, proce- de de la definicién misma de justicia como un orden en el cual cada uno hace lo suyo de suerte que asi contribuye de la mejor manera a establecer y mantener la unidad arménica de las partes implicadas (443 c9-e2). El mal mayor, en cambio, como la injusticia, no consiste més que en la negacién de la unidad y, por consiguiente, en la sté- sis, la disensién, la disputa o el conflicto de las partes, que, como tal, produce el desorden (taraché) y la confusién (plarté 444 b1-8) Concebidas de esta manera, justicia e injusticia se relacionan entre siccomo posicién y negacién de la unidad en la multiplicidad, es de- cir, como I6goi contrarios. Puesto que la estructura interna del alma es la que condiciona la cualidad de la accién politica y, por eso mismo, el carécter de la pé- lis (435 e1-3; 544 d7-e2), la pélis justa y buena sélo es posible alli donde gobierna el hombre perfectamente justo y bueno. Ello impli- ca la imitaci6n y el asemejarse al maximo al orden kati légon propio del paradigma divino, cuyos elementos constitutivos, las Formas, se comportan siempre del mismo modo, sin padecer ni cometer in- justicias (500 b-e). Es la contemplacién de este orden lo que permi- tiré al fildsofo ordenarse a si mismo y, como un demiurgo, implan- tar ese orden en la vida publica y privada de los demas hombres (500d 45). En tiltima instancia, es la Forma del Bien la causa de todo lo recto y bello (517 2), tanto en el Ambito sensible como en el inteligible, ra- z6n por la cual quien quiera obrar sabiamente tanto en lo privado como en lo piiblico debe, por ende, disponer de su conocimiento (617 c4-5; 519 c2-4), Por ello es, ademés, aquello que toda alma per- sigue y por lo cual hace todo (505 d11-12), de manera que es el Bien lo que hace a la justicia y las demés excelencias titiles y beneficiosas. Conforme al desarrollo del argumento de la Repiiblica, es pues el co- LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 30 nocimiento del Bien lo que hace posible la instauracién del bien y, por tanto, de la unidad en la palis. Bs esta una de las razones que ha levado a insistir en la identificaci6n de la ousfa del Bien con lo Uno tal y como aparece en los testimonios indirectos sobre las égrapha dégmata de Platén (cfr. Aristoteles, Metafisica N 4, 1091b 14 ss.)." Ahora bien, una vez presentada esta fandamentaci6n, es posible re- tomar la consideracién de los tipos deficientes de pélis y de alma, pero ya como jueces idéneos (hikaitoi, 545 5). La exposicién ya no procedera defectuosamente (phaulds), sino katt légon (C6). Y que procede de este modo, es claro puesto que ya antes de iniciar tal consideracién se dice explicitamente que la stdsis, el mayor mal para la pélis, es el resultado de la sustituci6n del Bien universal en el que se basa la vida buena y sa- bia, por los bienes particulares, y la consideracién del poder politico co- mo el medio para alcanzarlos (521 a-b). Y después, ya en el libro VIII, los regimenes politicos o modos de vida deficientes considerados por Sécrates como dignos de mencién son caracterizados por el deseo ex- dlusivo de aquello que cada régimen propone como el bien: la timocra- cia s6lo por el deseo de prestigio, victoria y honores (548 5-7; 550 b5-7; 581 a9-10), la oligarquia por el deseo insaciable de riqueza (555 b9-10; 551 b3-7), Ia democracia por el deseo insaciable de libertad (562 b9-10) y la tirania por el deseo de poder ilimitado (573 c3-5). Antes pues que la complejidad histérico-politica de sendos regimenes politicos, tenemos ante nosotros la consideracién de cuatro modos de vida orientados ha- 11. Nétese, sin embargo, que no mencionamos las funciones ontol6gica y epistemol6gica del Bien, pues en la Repiiblica quedan sin ser explicadas, pero ello no impide que la consideracién de las formas deficientes de gobierno y de almas proceda “conforme al fundamento” (kata légon) considerado en su fun- cin ético-politica 12. N. Blassner, en cambio, afirma que Platén no hace manifiestos en el tex- to sus criterios de seleccién y de ordenamiento de las formas deficientes de go- bierno, cf. Norbert Blissner, Dialogform und Argument. Studien zu Platons ‘Poli tein’, Stuttgart: F. Steiner 1997, 85: “Das hinter der Auswahl stehende Prinzip bleibt ungenannt”; 86: “Da Platons Beweggriinde und die von ihm verwende- ten Kriterien fiir Auswahl und Reihenfolge der schlechten Ordnungen im Text selbst offenbar nicht zur Sprache komvnen, obliegt es dem Interpreten, sie ver- ‘mutungsweise su rekonstruieren”. En contra de las apariencias, Blossner no ha leido el texto con suficiente cuidado, 0 R. GUTIERREZ, cia la obtencién de determinados bienes a los que se aspira s6lo en fun- cién de la creencia errada de que con ellos se alcanza la felicidad. Erra- da resulta tal creencia puesto que al deseo de los bienes en cuesti6n le es inherente la pleonexia, el querer estar en ventaja respecto de otros, y la carencia de limites naturales, esto es, la insaciabilidad, de manera que en esos modos de vida jamés se alcanzaré la plenitud caracteristica de la eudaimonia. Transpuesto al Ambito politico, el cardcter insaciable de la aspiracién a esos bienes tiene necesariamente como consecuencia el conflicto al interior de la pélis y, en tiltima instancia, su desintegra- cién. Ello es comiin a todos estos modos de vida. Pero lo que permite establecer una jerarquia entre ellos es, conforme al fundamento y crite- rio expuesto, la mayor 0 menor multiplicidad que en ellos se hace ma- nifiesta. Al camino ascendente hasta la Idea del Bien como principio y fundamento de la polis y el alma justas, le sigue el camino descendente de la consideraci6n de las formas de kakia resultantes de la sustituci6n 0 negacién del Bien. En términos del Parménides, el ascenso coincidiria con la hip6tesis “si el Bien/Uno es”, el descenso con la hipétesis “si el Bien/Uno no es". ‘Asi pues, en primer lugar, a la unidad arménica de la aristocracia basada en el conocimiento del Bien le sigue la unidad resultante del compromiso (eis mesén homolégesan, 547 b9; cfr. 550 b4) entre quienes buscaban el lucro y la adquisici6n de tierra y casas, de oro y plata, y quienes inducfan hacia la areté y la aristocracia. El compromiso consiste entonces en limitarse a repartirse s6lo tierras y casas -ya no el oro y la plata- y esclavizar a quienes antes cuidaban como amigos libres y pro- veedores de alimento; de la vigilancia de estos nuevos esclavos en el frente interno y la guerra en el frente externo, se ocupan los nuevos go- bernantes. Asf tenemos una unidad s6lo basada en el compromiso a un nivel y el poder militar en el otro, una unidad producto de la tensién en direcciones opuestas. Ello tiene como consecuencia que en la oligarquia se vuelva manifiesto lo que en la timocracia s6lo es latente (548 26-7; b4- 5). Pues, en la oligarquia ya no tenemos una sino dos péleis, una de ricos y otra de pobres, que conspiran siempre una en contra de la otra (551 45-6; lo mismo vale mutatis mutandis para el hombre oligarquico, no es uno sino dos hombres, 554 d). Es, entonces, un régimen realmente divi- dido y lleno de abundantes males (554 c4-5), aunque en la medida en que el hombre oligérquico emplea sus riquezas para satisfacer tinica- mente sus placeres necesarios (545 a5-9; cl-2; dl) y en cuanto todavia prevalecen en él los mejores deseos sobre los peores (554 d10-e1), pue- LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 4 de decirse que es més respetable que muchos (c3-4). En él, por tanto, to- davia persiste una huella del bien. Con la democracia, en cambio, apa- rece la completa desintegracién en la multiplicidad y, con ello, la mayor Jejanfa respecto de la unidad del Bien como medida y criterio. Pues, la libertad propia de este régimen es entendida como la licencia para ha- cer en la pélis lo que cada uno quiere (557b), razén por la cual hay en ella la mayor variedad de hombres (c1-2), todo tipo de caracteres (c6) y constituciones (d4). Es, pues, la democracia un régimen agradable, anarquico y policromo (c4-5), que precisamente porque carece de prin- cipio (anarchds) asigna la igualdad del mismo modo a lo igual y lo desi- gual (558 c5-6). Asimismo, el hombre democrattico, sin orden ni obliga- cin alguna en su vida, un hombre diversificado y lleno de multiples caracteres (558 c5-6), busca satisfacer cada apetito que le sobreviene ali- menténdolos cada uno por igual (551 b-c), sean éstos necesarios 0 inne- cesarios (561 a). La multiplicidad y la completa mutabilidad son carac- teristicas del régimen y del individuo democraticos. No obstante, en ellos todavia se logra alcanzar un equilibrio entre libertad y norma (572 2-3), mientras que, por el contrario, el régimen y el hombre tirénicos constituyen precisamente la inversién del orden y la norma. En este sentido entiendo la referencia de Sécrates al elogio que, segiin él, hace Euripides de la tirania: hs isothedn (568 b). Para mantenerse en el poder se ve forzado a provocar la guerra (567 a) y a combatir y conspirar con- tra todos hasta suprimir lo mejor los hombres honestos que lo odian y le huyen (568 a)- y conservar lo peor los mercenarios extranjeros y los esclavos que é1 ha liberado (567 e)-, exactamente a la inversa de la puri- ficacién que los médicos practican con los cuerpos para curar una en- fermedad (c). Asi el verdadero tirano es, en realidad, un verdadero es- clavo, forzado a la mayor adulacién y servilismo, pues tiene que adular a los hombres més perversos (579 d), al igual que el alma tirana que, dominada exclusivamente por Eros, es arrastrada sin cesar por la pa- sin en forma violenta (577 e) y permanece siempre insatisfecha (579 e). Ala multiplicidad y la arbitrarieded extremas de la democracia se afta- de ahora la inversidn del ordo naturae. De este modo, conforme a la exi- gencia del argumento central de la Reptiblica (cfr. 545 a2-b1; 544 a2-8), queda establecida la forma més ex:rema de injusticia, el exacto opuesto de la forma més acabada de justicia. Siendo el conocimiento del Bien la condicién de la posibilidad de la instauracién de la unidad en la pilis y, con ello, de la realizacién del mayor bien para ella, es claro que la stisis, el mayor mal para la pélis, es 2 R. GUTIERREZ una consecuencia de la ignorancia respecto del Bien y su sustitucién por los bienes particulares. No obstante, Sécrates hace alusién a la btis- queda de una causa tiltima del mal (cf. 379 b15-16; c5-7), biisqueda que, sin embargo, no se lleva a cabo en la Repriblica." Aun alli donde recurre a las Musas lo hace solamente para que le digan cémo se produjo por primera vez la stdsis mas no el por qué y la causa: hépos dé proton stasis mpese (545 d8-e1). Ellas se limitan a describir un hecho, pero no a expli- carlo, salvo que se considere como explicaci6n la afirmacién de que “to- do lo generado es corruptible” (546 a2) o Ia referencia al ntimero geo- métrico total, cuyo célculo no es materia mas que de conjeturas."# Tal vez, pues, haya que tomar en este sentido la afirmacién de que las Mu- sas hablan jugando y divirtiéndose con nosotros como con nifios, aun cuando hablan en tono solemne como si estuvieran hablando en serio (645 d-e). En general, en la Repiiblica guarda Sécrates silencio sobre la causa tiltima del mal. No obstante, conforme a lo dicho sobre el saber dialéctico, el conocimiento de uno de los opuestos debe darse simulta- neamente con su contraparte. Ese conocimiento es el factor determinan- te, mas no manifiesto de la estructura de la Repiiblica. Para su esclareci- miento creo conveniente examinar el ejercicio dialéctico del Parménides. 1 En la primera hipétesis del Parménides, la negacion de todas las de- terminaciones de lo uno tiene como resultado una contradiccién. Si lo uno es, no es uno ni es. No hay, por tanto, ni nombre ni enunciado, ni ciencia, ni sensacién que le correspondan (142 e1; a3-4). Un uno seme- jante, que no admite predicacién ni relacién alguna, resulta ser com- pletamente inutil."5 Sin embargo, la negacién del ser de lo uno en la 13, Pensar que Platén aqui no esta “constructing a philosophy, but casting moulds for theology and poetry” James Adam, The Republic of Plato, Cambrid- ge: CUP. 1963 @ed.), 1, 116, nota ad. loc.) significa tanto como olvidar que, en Ia pls ideal, esos moldes deben ajustarse a la realidad (cf. 379 a. 14. CE. J Adam, op. cit, Il, Appendices to book Vill; K. Gaiser, “Die Rede der Musen iiber den Grund von Ordnung und Unordnung: Platon, Politeia VII ‘ASD ~ 547 a, en: Studia Platonica (FS H. Gundert), Amsterdam 1974, 49-85; D. Hellwig 1980, 92-108. 15, De ahi que no podamos aceptar la interpretacién neoplat6nica ni en sus | — LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 8 primera hipdtesis resulta ser una negacién determinada, pues sélo nie- ga los modos temporales del ser dejando asi abierta la posibilidad de una nueva comprensién de lo uno que considere el ser atemporal del mismo (141d-e). Por esa raz6n, “Jo uno en si” (autd #0 hén) vuelve a aparecer en la segunda (143 a4-144 ¢3; 149 di-2), la tercera hipétesis (158 a5; 157 c3-4) y la cuarta hipétesis (159 c5), pero de tal manera que sélo adquiere sentido en relacidn con la multiplicidad indeterminada ‘Ahora bien, mientras que lo uno de la primera hipétesis no es ni idén- tico ni diferente consigo mismo ni con los otros, Io uno de la segunda hipétesis es igualmente indivisible e idéntico consigo mismo que el uno del Poema del filésofo eléata (B 8 22; 29; 146 b-c). Lo uno en la se~ gunda hipétesis es, pues, considerado en tanto que es: £0 fren dnt (142 2:3). ¥ tiene varios sentidos. Pues, por un lado, es entendido como la totalidad de sus partes (pdnta mére, 145 c1-2), y, por otro, como el todo mismo (autd £0 hélon, c5) que incluye todas las partes (c3-7). Hasta alli se caracteriza la relaciOn entre el todo y las partes como una relacién de interdependencia. No obstante, en lo que podriamos considerar co- ‘mo un giro radical en el argumento, enseguida se sefiala que si bien lo uno como totalidad o como la mera suma de las partes est en lo uno como el todo que integra a las mismas, éste, lo uno-todo, sin embargo, no puede estar ni en una ni en muchas ni en todas las partes, pues lo ontolégicamente superior no puede estar en lo ontolégicamente menor (d6). Asi pues, Io uno-todo debe ser mayor que la mera suma de las partes, En tanto integra a las partes convirtiéndolas en una unidad con un nombre y cierto sentido, este uno-todo es la idea. Asi lo precisa la tercera hipétesis, donde se sefiala que la parte no es parte ni de la mul- tiplicidad entendida distributivamente (poll) ni de la mera suma de las partes (pinta) (157 d), sino de “una cierta idea” (mids tinds idéas, 157 8), un “todo uno acabado” (hen iélon téleion, 157 ed; td alethés hén, 159 5), que justamente por su caracter “acabado” no puede ser reducido a la mera suma de sus partes. Es, por tanto, en virtud de un todo de naturaleza distinta a la suya (hiéterén ti, 158 d4) que las partes son inte- gradas en un todo ordenado en el que cada una es distinta de las de- més y adquiere sentido mediante su articulacién en el conjunto. No es este, no obstante, un resultado que haga depender al todo de las par- versiones antiguas, ni en las mas recientes (p. ¢}, Jens Halfwassen, Der Anfstieg zum Einen, Untersitchungen 2u Platon und Plotin, Stuttgart: Teubner 1992). 4 R. GUTIERREZ tes,16 ya que cada una de estas es también una y constituye un todo, ra- 26n por la cual el todo y su unidad son siempre anteriores (157 5-158 3). A su vez, si el uno-todo no ha de ser nada, conforme a un presu- puesto compartido con Zenén y Gorgias aunque sin entenderlo espa- cialmente, tiene que estar en algo diferente de si (en hetéroi tini, 145 d9), en otro (en dilloi, €2), que, por lo antedicho, no puede ser ni sus partes ni él mismo en cuanto todo. Esto otro, sin embargo, como lo indica la relacién entre las partes y el todo, tiene que ser una unidad mayor que el todo, y, en tiltima instancia, lo uno absolutamente uno (pantelds hén, 157 c), pues tanto lo uno-todo como lo uno-parte requieren de la par- ticipaci6n en lo uno absolutamente uno para ser tales (158 a6-7). Tal como en la Reptiblica, tenemos en el ejercicio dialéctico del Parménides una estructura claramente ascendente de la realidad que encuentra su cspide en Io uno como principio de determinacién. Mientras que las partes son integradas y adquieren sentido por la participacién en lo uno-todo, éste a su vez adquiere su ser y su determinacién y, podemos aftadir, su ser, por la participacién en lo absolutamente uno. En este sentido, lo Uno es, pues, identificable con el Bien, identificacién que, como sabemos, se da en las dgrapha dégnata Ahora bien, por la cuarta hipétesis sabemos que si consideramos a Jos-otros-que-lo-uno en s{ mismos, de modo absoluto y totalmente pri- vados de lo uno (159 el), “no son ni uno ni miiltiples, ni todo ni partes” (d6) y, en consecuencia, carecen de toda determinacién. La naturaleza propia de estos “otros” no es més que la mera apeiria (158 d6) o pléthos / pléthe (c4; cl). La naturaleza diferente al eidos (c6) y carente de unidad, no es pues més que multiplicidad indeterminada (épeiron pléthos). Estos son, por ende, los términos originarios a los que se reduce toda la reali- dad, lo uno y la multiplicidad indeterminada (159 cl; 151 7-8). Y ningu- no puede ser sin el otro (151 a8-bl). Lo uno porque no puede explicar por sissolo la multiplicidad. Y la multiplicidad indeterminada porque sin Jo uno no puede explicar la determinacién de esa multiplicidad. De la interaccién entre ambos, sin embargo, surge “algo diferente” (héteron ti, 158 d4), la Forma como el mbito del ser en el cual coinciden como “en lo mismo” (159 c3) y que provee de limite y determinacién (péras 158 d5) a los-otros-que-lo-uno, mientras que la multiplicidad y la indetermina- 16. Como podria hacernos pensar la expresién ex hapiniton lit téleion gego- 16s, 157 el, referida al hélon que hemos identificado con la idéa LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 6 ci6n (apeiria, 158 d6) es producida por la multiplicidad indeterminada De este modo, el camino recorrido desde la primera hasta la cuarta hipé- tesis nos ha conducido hasta los principios iiltimos de la realidad. No sélo hay una coincidencia con lo que nos informan las dgrapha dégmata, sino que incluso la expresi6n fan héteran phijsin tof efdous (158 c6) nos re- cuerda a la descripcién aristotélica de “lo grande y lo pequeio” como héteran phgsin (cf. Metafisioa A6 987 633; Anaxgoras DK 59 B3). ‘La analogia con la Repiiblica parece, en consecuencia, mas que mera- mente “incidental”. Pues, asf como alli se asciende primero hasta la Idea del Bien como arché toft pantds (511 b7), como la medida o criterio mis exacto (akribéstaton métron, 504 cl-4; e2-3),” y, de ese modo, se pa- sa a continuacién a examinar las formas deficientes de pélis y almas, asi también en el Parménides, habiéndase establecido a lo uno y la multipli- cidad indeterminada como principios tiltimos, se intenta ahora verificar ex negativo la visién de la realidad resultante de la negacién relativa (V hip. y absoluta (VI, VII y VIII hip.) del ser de lo uno. Respecto de la Repiiblica, sin embargo, si hay una novedad, pues tanto en el caso de la hip6tesis positiva como de la negativa debe considerarse qué se sigue para los sujetos de las hipétesis tanto respecto de si mismos como res- pecto de los otros (136 b). Ahora bien, la relatividad de la negacién del ser de lo uno en Ja quinta hipétesis se puede reconocer desde un inicio, pues se dice que independientemente de la negacién o afirmaci6n del ser de cualquier objeto, su mera posicién como sujeto de la hipétesis, presupone su conocimiento en cuanto diferente de cualquier otro, ya que de lo contrario no sabriamos qué se refiere el enunciado, que en este caso es negativo.l8 A este uno le es inherente, por tanto, la diferen- cia y, de ese modo, una serie de otras determinaciones elementales, co- mo “aquel”, “algo”, etc. (160 d9-e2}, de modo que este uno que no es, si ha de ser cognoscible y objeto de tn discurso verdadero, “es necesario que de algiin modo (pei) participe del ser” (161 e3; 161 e4-162 a2). Ante una negacién relativa de lo uno como principio, resulta que lo uno que no es, sino ha de ser idéntico con el ser acabado y perfecto (teléos) lo 17. Véase HJ. Kriimer, “Die Idee ces Guten. Sonnen- und Liniengleichnis"” (Buch V1 504a-S1le), en: Otfried Héffe (ed.), Platon. Politeia, Berlin: Akademie Verlag: 1997, 179-203, esp. 182. 18. Ct. 162 d2 ss: “cuando se dice ‘uno’, se enuncia, en primer término, algo cognoscible y, luego, diferente de los otros, se le aftada a él el ser 0 el no ser”. 46 R.GUTIERREZ cual no es posible porque no es~, ni con el no ser absolute ~cosa que no puede ser porque es cognoscible-, es necesario que “participe del ser con el fin de no ser” (162 b5-6). Lo uno de la quinta hipétesis, en conse- cuencia, es y no es (vide supra). Pero el no ser en cuesti6n debe ser en- tendido como diferencia.” Y es precisamente a partir de la diferencia que se deducen aqui la desemejanza de lo uno respecto de los otros y, a Ja inversa del camino que se sigue cuando se afirma lo uno como prin- cipio de determinacién, su semejanza consigo mismo. Podriamos de- cir, entonces, que nos hallamos en la regio dissimilitudinis, Estando determinado por los opuestos, ‘lo uno que es y no es’ esté necesariamente sometido al cambio (ntetabolé) y al movimiento (Kinesis) (162 b-c). Pero, al mismo tiempo, sino es, no est en ningtin lugar entre los entes, y, en consecuencia, no puede trasladarse ni rotar en el mismo lugar (c-d). Por ultimo, en cuanto es 0 en cuanto no es, no se altera res- pecto de si mismo, pues, entonces no estariamos hablando de lo uno, si- no de algo diferente. En consecuencia, si se niega lo uno como princi- pio, se niega también el ser del instante atemporal en el que cambia de una condicién a otra (155e-157b), y, por consiguiente, es imposible dar una explicacién del cambio y del movimiento de lo uno en cuesti6n, lo cual lleva a pensar que “necesariamente” esta quieto y en reposo (162e). Asi pues, a fin de cuentas, “lo uno que es y no es” esta en reposo y en movimiento (ibid.), se altera y no se altera (163 a), y, al alterarse, llega a ser y perece, mientras que al no alterarse, no llega a ser ni perece (b). He ahi la aporfa en que se encuentra quien niega a lo uno como princi- pio y admite, sin embargo, una cierta realidad. A lanegacién relativa de lo uno le sigue, en la sexta hipétesis, su ne- gacién absoluta (163 c). Como tal, lo uno carece de toda determinacién (164 ¢2-7; d), y, por consiguiente, los otros no pueden mantener relacién alguna con él, de manera que, considerados en si mismos, les corres- ponde esa misma carencia (164 a). Por su parte, la séptima hipétesis también parte de la negacién absoluta de lo uno, sélo que, a diferencia 19. La misma inteligibilidad de la hipétesis y su cardcter verdadero presu- ponen que lo uno al cual se refiere, es, atin cuando es algo que mo es, pues, en griego, alethé légein significa tanto como 6uta légein. Cf. 161 e. 20. Lo mismo sucede mutatis mutandis con la desigualdad y la igualdad. Este aspecto ha sido notado por Mauricio Migliori, Dialettica e Vert. Comentario fi- losofico al “Parmenide” di Platone, Vita e Pensiero: Milan 1990, 330 ss. | | | \ | | | | } I I { } i | ' f LANEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS ” de la sexta, no examina las consecuencias resultantes para lo uno mis- mo, sino para los otros que lo uno, al menos en la medida en que son objetos del discurso (Iégos, 164 b). Los otros, sin embargo, no son otros respecto de lo uno en sf, sino respecto de otros como ellos. La diferencia es, por ende, sélo reciproca. Pero, habiéndose negado Io uno, la diferen- cia no se explica en funcién de que cada uno de los otros es realmente, sino s6lo aparentemente uno. Son pues diferentes s6lo en cuanto plura~ lidades 0 multitudes (kati pléthe, 154 c) con limites tanto internos como exlernos meramente aparentes (165 a). Ahora bien, lo que en apariencia sélo es una unidad no es més que una “masa” (dgkos) ilimitada en mul- tiplicidad (épeiros pléthei, 164 d), en la que, dado que lo uno no es, lo aparentemente mas pequefo resulta siendo miiltiple y enorme en com- paracién con las partes en que puede ser dividido (164 d). Sélo quedan multiples masas que al mismo tiempo tienen solamente la apariencia (pliéntasma) de las determinaciones opuestas, como, podriamos decir, en la democracia" En consecuencia, si se niega lo uno como principio, sélo queda la mera apariencia”? 0, como dice Parménides aludiendo probablemente a la condicién de los prisioneros en la caverna?} eskia- ‘grapheména, figuras sombreadas que producen la ilusién de ser algo que no son. Mientras que los sentidos distinguen estas determinaciones se- giin su perspectiva y condicién (165 c-d), la didnoia descubre que en es- tas masas se hace pedazos y se fragmenta todo lo que es (165 b4-6), con Jo cual se hace alusién a la funcién desintegradora de la multiplicidad 0 diada indeterminada (cfr. 158 d). Pues esas masas son phantdsmata tot hetérou (165 d), representaciones ce ese principio. La didnoia descubre, en consecuencia, la aporia inherente a los sentidos, pero, a su vez, care~ 21, Pignsese en la democracia, en la cual justamente por ser andrquica, es de- «ir, carente de principio, se asigna la igualdad indistintamente a lo igual y lo desigual (558 c5-6). En realidad, el principio dominante en la democracia es el del homo mensura, y, en correspondencia con ello, en esta hipétesis se puede de- cir que prevalece al relativismo de Protégoras que considera que nada es en si mismo uno (Teet. 152 d sg,). En un futuro préximo espero estar en condiciones de mostrar que hay cierto paralelismo entre las cuatro formas deficientes de go- bierno y las hipétesis negativas del Parménides. 22. Los verbos phafnesthai y dékein aparecen por doquier en esta hipotesis. 23. Ci. |. Schudoma, Platons Parnenides. Kommentar und Deutung, Kénigs- hhausen & Neumann: Wiirzburg 2001, 99 8 R. GUTIERREZ, ce de un principio tiltimo de determinacién que le sirva de criterio y li- mite para no perderse en la multiplicidad. Pero, a su vez, la misma hi- ptesis “socrética” de las Ideas como recurso de la difnia para salir de la supuesta aporia reconocida por Zenén, no hace més que replantear el problema a un nivel ontolégico superior. Pues, como muestra el didlo- go entre Sécrates y Parménides, en la medida en que el joven Sécrates carece de un principio incondicionado que le sirva de fundamento de su propia hipétesis, también esta expuesto a perderse en la multiplici- dad indeterminada. Sélo lo uno absolutamente uno, lo tinico que es realmente uno, pone el limite a toda posibilidad de regressus in infini- tum. Y, como tal, s6lo él es propiamente arché. Ello es verificado ex rega- tivo por la octava y tiltima hipStesis, segiin la cual la negacién absoluta de lo uno implica que los otros no son ni uno ni miiltiples, y, en conse- cuencia, no son nada (165 e-166 c). Pues, para decirlo al modo en que se expresa el Sécrates maduro de la Reptiblica, “lo que no es, no es ‘algo uuno’, sino, si hablamos correctamente, nada” (478 b12-13)24 it Nos queda, sin embargo, por considerar un aspecto sobre el cual la consideracién de la complementariedad formal y tematica de la Repibli- cay el Parménides puede echar luces. Me refiero a la causa (iltima) del mal, respecto de la cual Platén guarda deliberacamente silencio en Ia Re- piiblica y expresamente no dice nada en el Parménides, aun cuando la tructura y el desarrollo de ambos didlogos estén determinados por la dialéctica de los’contrarios, sean estos la unidad y la multiplicidad o, co- mo es evidente en la Repiiblica, el bien y el mal?5 aunque, en realidad, 24. Alla men me én ge ouch hén ti alla medén orthétat’ an prosagoretoito; Cr. Parm. 165 e6-7: ei gir medén auton estin hén, hépanta oudén estin, hdste oud’ an poll ele. 25. Véase més arriba (I), nuestro trabajo “La Logica de la decadencia” y Raf- faella Santi, “The dialectic of Good and Evil in the Republic and its connections with the One and the Many", en: Reale /Scolnicov (2002), 176-184, Como lo se- fala el titulo, el anélisis de Santi se restringe a la Repiiblica y las dgrapha dégma- ta. Creo que la consideracién del Parménides nos acerca més a éstas y, por eso, ‘me parece necesario insistir en la relacién entre ambos didlogos. En definitive, creo que en este caso las dgrapha dégnuata sirven como un tertitim: comparationis. pata a a LA NEGACION DEL PRINCIPIO Y SUS CONSECUENCIAS 2 hay una clara correspondencia entre ambos pares de opuestos como ex- presidn de la interacci6n entre los dos principios originarios, Bien/Uno y, como veremos a continuacién, diada indeterminada. Pues hay dos pa- ‘sajes, uno de cada didlogo, que considerados conjuntamente se iluminan. ‘mutuamente y permiten legar a conclusiones en este punto que coinci- den con las dgrapha dégmata. “Eres afortunado” , le dice irénicamente Sé- crates a Adimanto, “si crees que amerita llamarsele pélis a cualquier otra que no sea tal como la que nosotros hemos construido. —Pero, por qué?, pregunté (Adimanto). ~ A las otras hay que llamarlas de un modo més amplio, pues cada una de ellas es muchas péleis, mas no una, como en el juego. Dos, en todo caso, enemigas entre si: la de los pobres y la de los ri- cos. Y en cada una de ellas hay muchas” (Rep. 422 €3-423 a2). Sdlo la pé- lis ideal es una y, como tal, contando con unos limites y un orden deter- minados, merece recibir ese nombre. Las demés, en cambio, careciendo de todo ello, estan formadas por una multiplicidad de pdleis, cada una de las cuales contiene asimismo una multiplicidad. En definitiva, tenemos ante nosotros una multiplicidad indeterminada, Pues bien, considerado en su conjunto es este el modelo que le sirve a Platén para exponer las, formas deficientes de gobiemo y de almas, pero que, ademés, es el mis- ‘mo modelo, creo yo, que aparece en un nivel superior de reflexién en la segunda hipétesis del Parniénides, alli donde se consideran las primeras consecuencias que se siguen “si lo uno es” (142 ¢7-143 a2). Pues, este “uno que es’ (td hén dn) tiene al se: y al uno como ‘partes’ o elementos constitutivos. Y cada uno de estos, tiene a su vez.al ser y lo uno como se- mejantes elementos, “de suerte que al resultar siempre dos, no sera ja- més uno”, y asi ad infinitum. En consecuencia, ‘lo uno que es’ resulta ser ‘una multiplicidad indeterminada (fpeiron 16 pléthos)". Naturalmente que se requiere precisar a qué tipo de realidad se esta refiriendo Parménides de esta manera. Pero la coincidencia en el modelo nos lleva a pensar que cuando menos la realidad politica y, si tenemos en cuenta la analogia en- tre pélis y psyché, la realidad psiquica pueden ser consideradas.” Si acep- 26. Cf, 423 a6: ka ashe pélis soi oiktisophronos hés drt etic. 27. Lo “uno que es” parece referirse también a los niimeros (cf. Rep. 525 a4- 10 y las observaciones de Elisabetta Cattanei, “Las matemiticas en los libros centrales de la Repiiblica de Platén”, er: R. Gutiérrez (2003), 53-72, en esp. 68 55.) yal modo en que el joven Sécrates considera a las Formas en la primera parte del Parménides (Gutiérrez 2003, 134 ss)

También podría gustarte