Psicóloga
FES Iztacala-UNAM
Tlalnepantla, México.
Resumen
En este texto se lleva a cabo un análisis de las emociones con el fin de esclarecer su
función en el terreno de la salud.
se ha planteado que las emociones son fundamentales para el estado de salud. Los
teóricos conductuales consideran que la conducta observable es la base para analizar
la emoción. Bajo el término "conducta emocional" se incluyen:
Se plantea que las creencias positivas producen emociones "positivas", ya que en otro
extremo se ubican las emociones "negativas". Se dice que los efectos de las segundas
son devastadores para el funcionamiento orgánico, o que la ausencia de una emoción
positiva deteriora el resultado de un tratamiento médico. Las emociones positivas están
asociadas con cierta inmunidad a la enfermedad física y con las recuperaciones
rápidas y sin complicaciones. En el lado opuesto existe un efecto de las emociones
negativas sobre la aparición y desenlace de una enfermedad. (Coleman, Butchuer y
Carson, 1988). Por ejemplo, Beck (1967) afirma que las cogniciones negativas se
desarrollan como resultado de un procesamiento distorsionado de la información.
Desde su punto de vista, la organización cognoscitiva está compuesta de estructuras y
procesos y considera que, como resultado de estados emocionales tales como la
depresión o la ansiedad, algunos de estos sistemas llegan a hiperactivarse y
sobrepasan las concepciones realistas. En el terreno de la salud se enfatiza el papel de
las emociones negativas como la ansiedad, el estrés y la ira, que se conciben como
factores de riesgo desencadenantes de la enfermedad. Desde Selye (1936), pionero en
la investigación de los efectos del estrés en la etiología de numerosas enfermedades,
hasta Lazarus y Folkman (1991), se considera que las variables cognoscitivas (como la
forma de interpretar y afrontar las situaciones problemáticas) son básicas en el
desarrollo de las enfermedades y destacan la importancia del estado emocional como
factor de riesgo. El papel de las emociones no se restringe al de un factor precipitante o
causante, sino que también influye en el desarrollo, agravamiento y cronicidad de la
enfermedad.
Actualmente se cree que la clave para resolver muchos de los problemas de salud
reside en la comprensión de las disfunciones cognoscitivas, el procesamiento
cognoscitivo y la dificultad para expresar emociones. Es reciente el interés por
conceptos como el de ira-interna (Spielberger, 1994), o el más amplio de alexitimia o
dificultad para procesar, reconocer y expresar emociones. Este planteamiento ha
generado un gran número de investigaciones para relacionar causalmente diversas
emociones con la presentación de enfermedades. Como ejemplo de ello se han
examinado pacientes con cáncer comparándolos con individuos sanos en términos de
procesos emocionales perturbados, revelaciones emocionales, expresiones
emocionales, asertividad, depresión y distrés (Servaes, Vingerhoets, Vreugdenhil,
Keuning, y Broekhuijse, 1999). También se ha estudiado la cronicidad de la excitación
emocional negativa (agravación, irritación, furia e impaciencia) como una variable
mediadora de la relación entre factores psicosociales (cogniciones, ambientes y
conductas) y enfermedad cardíaca isquémica, encontrando una relación entre las
emociones negativas y la enfermedad cardiaca (Ketterer, Lovallo, y Lumley, 1993).
Igualmente, se ha evaluado el papel de la depresión como predictor de distintas
consecuencias de la diabetes (Hampson, Glasgow y Stricker, 2002).
Así, por ejemplo, Schachter (1964) plantea que los cambios fisiológicos por sí solos no
son suficientes para iniciar la experiencia de una emoción, sino que estos deben ser
explicados e interpretados, y cuando ello ocurre el sujeto experimenta una emoción
particular. Este autor explica la emoción con una secuencia causal que incluye:
estímulo,cambios corporales, percepción de los cambios corporales, interpretación de
los cambios corporales y emoción. Señala, además, que es necesario evaluar
previamente la situación en que el sujeto experimenta la emoción, por lo que el primer
paso en la secuencia emocional es la valoración cognoscitiva de la situación (Lazarus,
1994). La actividad cognoscitiva se asume como una precondición necesaria para la
emoción, pues para experimentar una emoción se debe saber que el bienestar está
implicado en una transacción hacia una condición mejor o a peor. La evaluación-
valoración no sólo se refiere a los cambios fisiológicos que están ocurriendo, sino que
incluye un análisis de dichos cambios considerando los estímulos o situaciones que
desencadenaron el proceso emocional. Esta valoración cognoscitiva consiste en el
análisis de las demandas y los recursos para determinar las posibilidades de responder
satisfactoriamente, evitando daños. Se afirma que cuando las demandas se valoran
como elevadas o excesivas para los propios recursos disponibles, se produce la
reacción de estrés. El estrés se convierte en estado de ansiedad cuando la valoración
conlleva la anticipación de peligro, con un componente de experiencia subjetiva y otro
de activación vegetativa y endocrina (Palmero, 1997). Bajo esta lógica se piensa que la
ansiedad es la emoción más representativa del proceso de estrés (v.g., Bolger, 1990).
Según Lazarus (1994, p. 239), "la ansiedad es casi un sinónimo de estrés psicológico".
La razón de ello es que el elemento más característico de la ansiedad es la percepción
de amenaza y, precisamente, la valoración de amenaza en la relación demandas-
recursos es central en la concepción del estrés. Aun cuando desde la perspectiva
cognoscitiva se entiende la ansiedad como un proceso, se plantea, además, que tiene
propiedades de estado y de rasgo. Gutiérrez y García (1997) comentan "...En este
proceso la ansiedad interviene de dos maneras. Por un lado, en cuanto estado
emocional de preocupación, formando parte de la reacción, con un poder de
interferencia a nivel cognitivo, pero también con un poder motivador sobre la acción de
afrontamiento. Por otro, en cuanto rasgo, la ansiedad interviene moderando la
probabilidad o intensidad de desencadenamiento del proceso. Probablemente esta
función se debe a que el rasgo de ansiedad actúa como filtro mediador en la propia
percepción o valoración de amenaza" (p.5). Estos autores comentan que la función de
la ansiedad es detectar peligros anticipatoriamente, por lo que facilita los procesos de
percepción de los estímulos (atención e interpretación) antes de la ocurrencia de los
posibles daños, a fin de poder evitarlos. Señalan también que, a diferencia de la
ansiedad, la depresión es una emoción retrospectiva que facilita el análisis de las
causas de un daño que ya ha ocurrido. cognoscitivos, cuyas premisas giran alrededor
del concepto de representación. La aproximación n tradicional a la emoción Las
diversas aproximaciones psicológicas a la salud emplean el término 'emoción' para
designar distintas cosas. Las emociones se conciben como acciones físicas y verbales,
respuestas innatas, pensamientos, cambios fisiológicos susceptibles de
condicionamiento o estímulos internos. Específicamente, las aproximaciones
cognoscitivas las consideran como cogniciones o resultados de éstas, aunque también
como procesos complejos constituidos por pasos, variables o momentos, en donde se
da una relación entre pensamientos, sentimientos, cambios corporales, emociones y
acciones, y en donde las cogniciones funcionan como precondición para la emoción.
Se ha afirmado también que su función es preparar al individuo para la acción. Con
estas bases se pondera la importancia de las emociones "negativas" en la generación
de patologías biológicas y de las "positivas", en estados de bienestar físico. Las
diversas maneras de concebir las emociones se basan en argumentos confusos de
naturaleza mentalista: a) se emplea el término emoción para abordar una gran variedad
de fenómenos, confundiéndolo, las más de las veces, con sentimientos; b) se soslayan
las situaciones ambientales y se emplean criterios morfológicos en su estudio; c) se
asume que todos los fenómenos agrupados en el término emoción se pueden
considerar equivalentes en términos de complejidad, postulando la existencia de
procesos mentales o cognoscitivos previos; d) se abordan de manera dualista y, e) se
les atribuyen funciones causales al excluir su posible identificación en términos de
categorías disposicionales. Emociones y sentimientos Con el término emoción se
aluden indistintamente la ansiedad, la depresión, la ira, la euforia, el estrés, el bienestar
o la alegría, como si estos fenómenos fueran manifestaciones diversas de una misma
cosa. Sólo se distingue entre emociones positivas y negativas. Sin embargo, a pesar de
las diferencias respecto de la manera de concebir a las emociones, en todos los casos
se tiende a confundirlas principalmente con los sentimientos. Tal confusión obedece a
varias razones y una de ellas es el tipo de sistemas reactivos involucrados en este tipo
de comportamiento. El individuo se relaciona con su mundo mediante distintos
sistemas reactivos con un funcionamiento biológico particular. En algunas de estas
relaciones los sistemas sensoriales juegan un papel preponderante, en otras, se
involucra en mayor medida, el funcionamiento del sistema nervioso, del respiratorio o
del cardiovascular; sin embargo, en términos psicológicos, el comportamiento, aunque
incorpora estos elementos reactivos, no es reductible a ellos (Ribes, 1990). A partir de
las reacciones biológicas, el contacto con el mundo va permitiendo desarrollar
comportamientos y reacciones de ajuste a diversas situaciones. Por ejemplo, los
distintos reflejos, como elementos reactivos invariantes, van adquiriendo autonomía
funcional con respecto a las propiedades funcionales de los estímulos y se van dando
como reacciones diferenciales ante circunstancias distintas de las propiedades
funcionales de los estímulos vinculados a la reacción biológica, como se ilustra en los
casos denominados de condicionamiento clásico (Ribes y López, 1985). Esto viene al
caso porque en los sentimientos, al igual que en las emociones, operan de manera
predominante sistemas reactivos viscerales; sin embargo, la preponderancia de las
reacciones viscerales no hace que ambos fenómenos sean iguales. Un análisis
funcional puede revelar sus diferencias. La ansiedad, la preocupación, la depresión, la
satisfacción, el enojo o el malestar corresponden más bien a la categoría de
sentimientos. Kantor (1969) explica que estos constituyen tipos específicos de
segmentos de comportamiento que tienen una característica fundamental: las
respuestas del individuo no producen ningún efecto o cambio en los objetos de
estímulo con los que se relacionan, sino solo en el propio individuo que se comporta. A
este tipo de comportamiento lo denomina afectivo, en contraste con el efectivo en
donde las respuestas del individuo generan cambios en algún elemento de su
ambiente. Los sentimientos no son meras reacciones fisiológicas, como tampoco
respuestas innatas, o efectos en el organismo; sino comportamiento psicológico de tipo
afectivo. Se trata de respuestas de adaptación que pueden generar, por ejemplo,
cambios de postura o actitudes hacia los estímulos y no en ellos, o bien incrementar o
decrementar el funcionamiento general de un individuo, retardar o acelerar su actividad,
o generar un mayor o menor interés hacia algo. Los sentimientos no son reacciones
difusas o desorganizadas, por el contrario, son comportamiento de sistemas reactivos
organizados y constituyen fenómenos genuinamente psicológicos. Son producto de la
experiencia y presentan una correspondencia funcional con estímulos, objetos,
acontecimientos o personas específicas, a los que el individuo reacciona
diferencialmente, dependiendo también del contexto de su interacción. ve rebasada por
las limitaciones del lenguaje ordinario. En la medida en que opera un conjunto de
sistemas somáticos, difícilmente se cuenta con términos que describan con exactitud
cada sentimiento. A ello hay que agregar la creencia de que existen sentimientos que
son necesariamente opuestos: bienestar/malestar, tristeza/alegría, angustia/calma, lo
que no siempre se ajusta a su posible descripción.
Los sentimientos son comportamientos que, a su vez, forman parte de otros, de hecho,
casi todo comportamiento humano los incluye. En ocasiones constituyen la única forma
de responder a situaciones simples, aunque, por lo general, son componentes afectivos
de otras conductas efectivas. Esto tiene que ver con que son fácilmente
Como puede deducirse del planteamiento inicial, ni los sentimientos ni las emociones
pueden estudiarse sin considerar en cada caso las circunstancias ambientales
específicas a las que un individuo responde. Las diversas aproximaciones
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