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Emociones y salud: algunas consideraciones

Ma. de Lourdes Rodríguez Campuzano

Psicóloga

FES Iztacala-UNAM

Tlalnepantla, México.

Trabajo publicado el 09 de enero de 2008

Resumen

En este texto se lleva a cabo un análisis de las emociones con el fin de esclarecer su
función en el terreno de la salud.

La mayor parte de las aproximaciones psicológicas a la salud conciben las emociones


como entidades, variables

internas o procesos responsables del estado de salud/enfermedad de los individuos.


Sobre estas bases se realizan disertaciones teóricas, investigaciones e instrumentos de
medición. Aquí se parte de que en estos planteamientos existen premisas derivadas de
una doctrina dualista cuyas implicaciones dificultan entender la manera como el
comportamiento influye en el estado de salud. Por ello, y con base en los trabajos de
Ryle (1949), Kantor (1969) y Ribes (1990), en primer lugar se presenta un análisis
conceptual del término emoción; posteriormente se pretende aclarar el estatus
funcional de las emociones en el comportamiento y por último, el papel que juegan en
la salud.

Palabras claves: emociones, sentimientos, salud, dualismo, disposiciones,


contingencias ambientales. En la actualidad han surgido diversas modalidades
disciplinarias interesadas en los factores psicológicos vinculados a la salud, entre ellas,
la medicina conductual, la psicología de la salud, la epidemiología conductual, la
inmunología conductual y la neuropsicología. Estas disciplinas suponen que las
emociones desempeñan un papel en el desarrollo de la enfermedad. En este trabajo se
llevará a cabo un análisis conceptual del término emoción, en un intento por esclarecer
su pertinencia y funciones en el campo de la salud.
El interés de la Psicología por el campo de la salud viene de tiempo atrás. Son diversos
los enfoques teóricos que han tratado de explicar la participación del comportamiento
en el origen, el desarrollo y la cronicidad de las enfermedades.

Así, por ejemplo, en la aproximación psicoanalítica se postulan las emociones


negativas, ciertos tipos de personalidad y los sentimientos inconscientes como factores
importantes que afectan la salud (Alexander, 1950; Wolf, 1953; Dunbar, 1954; Freud,
1920-1955; Cameron, 1982). Además de la perspectiva psicoanalítica, en otras
aproximaciones

se ha planteado que las emociones son fundamentales para el estado de salud. Los
teóricos conductuales consideran que la conducta observable es la base para analizar
la emoción. Bajo el término "conducta emocional" se incluyen:

1) acciones físicas y verbales de tipo deliberado o voluntario, como gritar de gozo y


abrazar afectuosamente a un amigo;

2) respuestas innatas como llorar o sobresaltarse por un sonido inesperado;

3) los pensamientos no expresados y

4) los cambios fisiológicos obvios como el rubor de la vergüenza. Muchos autores


reconocen además una disposición a exhibir la conducta emocional. De este modo,
argumentan que la conducta observable no es la expresión de otro fenómeno, sino que
la conducta y la disposición a comportarse así constituyen la propia emoción (Calhoun
y Solomon,1989). proceso de la salud/enfermedad. El enfoque cognoscitivo parte de
que las enfermedades o malestares son provocados por un trastorno "mental", es decir,
un desorden de pensamiento por el que el individuo distorsiona la realidad. Se dice que
tales procesos de pensamiento afectan de modo adverso a la forma que se tiene de ver
el mundo y conducen a desarrollar emociones disfuncionales y dificultades
conductuales.

Una de las premisas fundamentales de los enfoques cognoscitivos es que cada


persona construye su propia realidad, que la interpretación que hace de la realidad le
genera algún tipo de emoción, y que la conducta ocurrirá en consecuencia, es decir,
que el significado determina la respuesta emocional a una situación y ésta, a su vez, a
la conducta, como acciones "observables" (Zumaya, 1993). Dentro de este enfoque, las
emociones son consideradas total o parcialmente como cogniciones o como algo que
depende causalmente de ellas, especialmente de las creencias o interpretaciones que
las personas hacen de una cosa o una situación. Para los seguidores de esta
perspectiva no es suficiente un estado de excitación fisiológica, sino que es necesaria
una conciencia e interpretación de la propia situación. Uno de los rasgos distintivos de
esta teoría es que realiza un análisis de la racionalidad de las emociones. El supuesto
básico es que lo racional de una emoción está vinculado con la creencia de la que
proviene. La emoción puede ser irracional para una situación particular, pero sólo lo es
porque se tienen creencias erróneas o injustificadas sobre la situación (Calhoun y
Solomon, 1989).

Se plantea que las creencias positivas producen emociones "positivas", ya que en otro
extremo se ubican las emociones "negativas". Se dice que los efectos de las segundas
son devastadores para el funcionamiento orgánico, o que la ausencia de una emoción
positiva deteriora el resultado de un tratamiento médico. Las emociones positivas están
asociadas con cierta inmunidad a la enfermedad física y con las recuperaciones
rápidas y sin complicaciones. En el lado opuesto existe un efecto de las emociones
negativas sobre la aparición y desenlace de una enfermedad. (Coleman, Butchuer y
Carson, 1988). Por ejemplo, Beck (1967) afirma que las cogniciones negativas se
desarrollan como resultado de un procesamiento distorsionado de la información.
Desde su punto de vista, la organización cognoscitiva está compuesta de estructuras y
procesos y considera que, como resultado de estados emocionales tales como la
depresión o la ansiedad, algunos de estos sistemas llegan a hiperactivarse y
sobrepasan las concepciones realistas. En el terreno de la salud se enfatiza el papel de
las emociones negativas como la ansiedad, el estrés y la ira, que se conciben como
factores de riesgo desencadenantes de la enfermedad. Desde Selye (1936), pionero en
la investigación de los efectos del estrés en la etiología de numerosas enfermedades,
hasta Lazarus y Folkman (1991), se considera que las variables cognoscitivas (como la
forma de interpretar y afrontar las situaciones problemáticas) son básicas en el
desarrollo de las enfermedades y destacan la importancia del estado emocional como
factor de riesgo. El papel de las emociones no se restringe al de un factor precipitante o
causante, sino que también influye en el desarrollo, agravamiento y cronicidad de la
enfermedad.

Actualmente se cree que la clave para resolver muchos de los problemas de salud
reside en la comprensión de las disfunciones cognoscitivas, el procesamiento
cognoscitivo y la dificultad para expresar emociones. Es reciente el interés por
conceptos como el de ira-interna (Spielberger, 1994), o el más amplio de alexitimia o
dificultad para procesar, reconocer y expresar emociones. Este planteamiento ha
generado un gran número de investigaciones para relacionar causalmente diversas
emociones con la presentación de enfermedades. Como ejemplo de ello se han
examinado pacientes con cáncer comparándolos con individuos sanos en términos de
procesos emocionales perturbados, revelaciones emocionales, expresiones
emocionales, asertividad, depresión y distrés (Servaes, Vingerhoets, Vreugdenhil,
Keuning, y Broekhuijse, 1999). También se ha estudiado la cronicidad de la excitación
emocional negativa (agravación, irritación, furia e impaciencia) como una variable
mediadora de la relación entre factores psicosociales (cogniciones, ambientes y
conductas) y enfermedad cardíaca isquémica, encontrando una relación entre las
emociones negativas y la enfermedad cardiaca (Ketterer, Lovallo, y Lumley, 1993).
Igualmente, se ha evaluado el papel de la depresión como predictor de distintas
consecuencias de la diabetes (Hampson, Glasgow y Stricker, 2002).

La metodología empleada consiste generalmente en aplicar diversas herramientas para


medir emociones, cogniciones e indicadores biológicos de enfermedad en poblaciones
sanas y enfermas. La mayor parte de las herramientas de medición consiste en
reportes verbales. Se ha invertido un enorme esfuerzo para diseñar instrumentos en la
forma de escalas, inventarios, cuestionarios y estudios para determinar su veracidad y
validez. Se han correlacionado o contrastado los puntajes obtenidos en alguna escala
con los de otra, o se han correlacionado las medidas obtenidas con algún instrumento
de auto-reporte con otro tipo de medidas, como las fisiológicas (López, Pastor y Marín,
1993). la ansiedad que incluye depresión, desorganización (dificultad para tomar
decisiones), dependencia, defensa y desafío (ansias de autoridad) (Ivancevich y
Matteson, 1992).

En terapia de la conducta se entiende la ansiedad como un síndrome general, el


síndrome de activación biológica, que se caracteriza por la presentación de un conjunto
de respuestas como la taquicardia, el incremento en la frecuencia respiratoria o
sudoración y en el que participan respuestas operantes de escape o evitación. Uno de
los investigadores pioneros, todavía vigente en este tema, es Wolpe, quien, con
procedimientos de estimulación aversiva, produjo lo que llamó perturbaciones
neuróticas en gatos. Partiendo de estas observaciones, formuló un modelo para
explicar el condicionamiento de la ansiedad en humanos (Rachman, 2000). Su teoría
de la inhibición recíproca trata la ansiedad como un síndrome de respuestas
fisiológicas de activación reguladas fisiológicamente por el sistema nervioso, sujetas a
condicionamiento (Wolpe, 1973, 1977). A partir de sus planteamientos, se concibió a la
ansiedad como un estado emocional cuya función es preparar para la acción, y que es
condicional a estímulos, tanto interoceptivos como exteroceptivos. Se trata de un
aprendizaje emocional susceptible de ser explicado con los principios del
condicionamiento clásico (Bouton, Mark, Mineka y Barlow, 2001). Por su parte, los
modelos cognoscitivos hacen también diversos señalamientos. De acuerdo con Ellis
(1980) y Mahoney (1983), la ansiedad se compone de respuestas cognoscitivas en la
forma de creencias y "pensamientos negativos", relacionados con temor o expectativas
de fracaso y amenaza que, a su vez, provocan respuestas emocionales. En esta
aproximación las emociones se entienden como procesos complejos y se plantean
controversias respecto a ponderar sentimientos o cogniciones. Se ha dicho que existe
una relación entre sentimientos (considerados como "concientización subjetiva"),
cambios corporales (concebidos c omo una dimensión fisiológica), manifestaciones
conductuales externas (entendidas como dimensión expresiva/motora) y cogniciones, y
se asume que cada una de las dimensiones relacionadas alude a los distintos
momentos, pasos o variables del proceso emocional.

Así, por ejemplo, Schachter (1964) plantea que los cambios fisiológicos por sí solos no
son suficientes para iniciar la experiencia de una emoción, sino que estos deben ser
explicados e interpretados, y cuando ello ocurre el sujeto experimenta una emoción
particular. Este autor explica la emoción con una secuencia causal que incluye:
estímulo,cambios corporales, percepción de los cambios corporales, interpretación de
los cambios corporales y emoción. Señala, además, que es necesario evaluar
previamente la situación en que el sujeto experimenta la emoción, por lo que el primer
paso en la secuencia emocional es la valoración cognoscitiva de la situación (Lazarus,
1994). La actividad cognoscitiva se asume como una precondición necesaria para la
emoción, pues para experimentar una emoción se debe saber que el bienestar está
implicado en una transacción hacia una condición mejor o a peor. La evaluación-
valoración no sólo se refiere a los cambios fisiológicos que están ocurriendo, sino que
incluye un análisis de dichos cambios considerando los estímulos o situaciones que
desencadenaron el proceso emocional. Esta valoración cognoscitiva consiste en el
análisis de las demandas y los recursos para determinar las posibilidades de responder
satisfactoriamente, evitando daños. Se afirma que cuando las demandas se valoran
como elevadas o excesivas para los propios recursos disponibles, se produce la
reacción de estrés. El estrés se convierte en estado de ansiedad cuando la valoración
conlleva la anticipación de peligro, con un componente de experiencia subjetiva y otro
de activación vegetativa y endocrina (Palmero, 1997). Bajo esta lógica se piensa que la
ansiedad es la emoción más representativa del proceso de estrés (v.g., Bolger, 1990).
Según Lazarus (1994, p. 239), "la ansiedad es casi un sinónimo de estrés psicológico".
La razón de ello es que el elemento más característico de la ansiedad es la percepción
de amenaza y, precisamente, la valoración de amenaza en la relación demandas-
recursos es central en la concepción del estrés. Aun cuando desde la perspectiva
cognoscitiva se entiende la ansiedad como un proceso, se plantea, además, que tiene
propiedades de estado y de rasgo. Gutiérrez y García (1997) comentan "...En este
proceso la ansiedad interviene de dos maneras. Por un lado, en cuanto estado
emocional de preocupación, formando parte de la reacción, con un poder de
interferencia a nivel cognitivo, pero también con un poder motivador sobre la acción de
afrontamiento. Por otro, en cuanto rasgo, la ansiedad interviene moderando la
probabilidad o intensidad de desencadenamiento del proceso. Probablemente esta
función se debe a que el rasgo de ansiedad actúa como filtro mediador en la propia
percepción o valoración de amenaza" (p.5). Estos autores comentan que la función de
la ansiedad es detectar peligros anticipatoriamente, por lo que facilita los procesos de
percepción de los estímulos (atención e interpretación) antes de la ocurrencia de los
posibles daños, a fin de poder evitarlos. Señalan también que, a diferencia de la
ansiedad, la depresión es una emoción retrospectiva que facilita el análisis de las
causas de un daño que ya ha ocurrido. cognoscitivos, cuyas premisas giran alrededor
del concepto de representación. La aproximación n tradicional a la emoción Las
diversas aproximaciones psicológicas a la salud emplean el término 'emoción' para
designar distintas cosas. Las emociones se conciben como acciones físicas y verbales,
respuestas innatas, pensamientos, cambios fisiológicos susceptibles de
condicionamiento o estímulos internos. Específicamente, las aproximaciones
cognoscitivas las consideran como cogniciones o resultados de éstas, aunque también
como procesos complejos constituidos por pasos, variables o momentos, en donde se
da una relación entre pensamientos, sentimientos, cambios corporales, emociones y
acciones, y en donde las cogniciones funcionan como precondición para la emoción.
Se ha afirmado también que su función es preparar al individuo para la acción. Con
estas bases se pondera la importancia de las emociones "negativas" en la generación
de patologías biológicas y de las "positivas", en estados de bienestar físico. Las
diversas maneras de concebir las emociones se basan en argumentos confusos de
naturaleza mentalista: a) se emplea el término emoción para abordar una gran variedad
de fenómenos, confundiéndolo, las más de las veces, con sentimientos; b) se soslayan
las situaciones ambientales y se emplean criterios morfológicos en su estudio; c) se
asume que todos los fenómenos agrupados en el término emoción se pueden
considerar equivalentes en términos de complejidad, postulando la existencia de
procesos mentales o cognoscitivos previos; d) se abordan de manera dualista y, e) se
les atribuyen funciones causales al excluir su posible identificación en términos de
categorías disposicionales. Emociones y sentimientos Con el término emoción se
aluden indistintamente la ansiedad, la depresión, la ira, la euforia, el estrés, el bienestar
o la alegría, como si estos fenómenos fueran manifestaciones diversas de una misma
cosa. Sólo se distingue entre emociones positivas y negativas. Sin embargo, a pesar de
las diferencias respecto de la manera de concebir a las emociones, en todos los casos
se tiende a confundirlas principalmente con los sentimientos. Tal confusión obedece a
varias razones y una de ellas es el tipo de sistemas reactivos involucrados en este tipo
de comportamiento. El individuo se relaciona con su mundo mediante distintos
sistemas reactivos con un funcionamiento biológico particular. En algunas de estas
relaciones los sistemas sensoriales juegan un papel preponderante, en otras, se
involucra en mayor medida, el funcionamiento del sistema nervioso, del respiratorio o
del cardiovascular; sin embargo, en términos psicológicos, el comportamiento, aunque
incorpora estos elementos reactivos, no es reductible a ellos (Ribes, 1990). A partir de
las reacciones biológicas, el contacto con el mundo va permitiendo desarrollar
comportamientos y reacciones de ajuste a diversas situaciones. Por ejemplo, los
distintos reflejos, como elementos reactivos invariantes, van adquiriendo autonomía
funcional con respecto a las propiedades funcionales de los estímulos y se van dando
como reacciones diferenciales ante circunstancias distintas de las propiedades
funcionales de los estímulos vinculados a la reacción biológica, como se ilustra en los
casos denominados de condicionamiento clásico (Ribes y López, 1985). Esto viene al
caso porque en los sentimientos, al igual que en las emociones, operan de manera
predominante sistemas reactivos viscerales; sin embargo, la preponderancia de las
reacciones viscerales no hace que ambos fenómenos sean iguales. Un análisis
funcional puede revelar sus diferencias. La ansiedad, la preocupación, la depresión, la
satisfacción, el enojo o el malestar corresponden más bien a la categoría de
sentimientos. Kantor (1969) explica que estos constituyen tipos específicos de
segmentos de comportamiento que tienen una característica fundamental: las
respuestas del individuo no producen ningún efecto o cambio en los objetos de
estímulo con los que se relacionan, sino solo en el propio individuo que se comporta. A
este tipo de comportamiento lo denomina afectivo, en contraste con el efectivo en
donde las respuestas del individuo generan cambios en algún elemento de su
ambiente. Los sentimientos no son meras reacciones fisiológicas, como tampoco
respuestas innatas, o efectos en el organismo; sino comportamiento psicológico de tipo
afectivo. Se trata de respuestas de adaptación que pueden generar, por ejemplo,
cambios de postura o actitudes hacia los estímulos y no en ellos, o bien incrementar o
decrementar el funcionamiento general de un individuo, retardar o acelerar su actividad,
o generar un mayor o menor interés hacia algo. Los sentimientos no son reacciones
difusas o desorganizadas, por el contrario, son comportamiento de sistemas reactivos
organizados y constituyen fenómenos genuinamente psicológicos. Son producto de la
experiencia y presentan una correspondencia funcional con estímulos, objetos,
acontecimientos o personas específicas, a los que el individuo reacciona
diferencialmente, dependiendo también del contexto de su interacción. ve rebasada por
las limitaciones del lenguaje ordinario. En la medida en que opera un conjunto de
sistemas somáticos, difícilmente se cuenta con términos que describan con exactitud
cada sentimiento. A ello hay que agregar la creencia de que existen sentimientos que
son necesariamente opuestos: bienestar/malestar, tristeza/alegría, angustia/calma, lo
que no siempre se ajusta a su posible descripción.

Los sentimientos son comportamientos que, a su vez, forman parte de otros, de hecho,
casi todo comportamiento humano los incluye. En ocasiones constituyen la única forma
de responder a situaciones simples, aunque, por lo general, son componentes afectivos
de otras conductas efectivas. Esto tiene que ver con que son fácilmente

condicionables y una vez que se incorporan al repertorio de una persona, adquieren


cierta autonomía con respecto a los estímulos originales (Kantor, 1969). Por esta razón,
y por otras de tipo cultural, las distintas aproximaciones psicológicas enfatizan su
importancia, aunque desde premisas erróneas. Kantor (1969) plantea que los
sentimientos y las emociones son fenómenos distintos.

La conducta emocional está constituida fundamentalmente por un conjunto de


respuestas reflejas de tipo visceral. Algún estímulo abrumador en el ambiente genera
una reacción caracterizada por una total confusión y desorganización del individuo, de
manera tal que el sistema reactivo que sería adecuado a ese estímulo, falla y no opera.
La reacción refleja interfiere con cualquier comportamiento. Esta reacción es
fundamentalmente somática y no está correlacionada apropiadamente a los estímulos,
como lo estarían los sentimientos. Así, mientras las emociones interfieren con un
comportamiento efectivo en la situación, es decir, bloquean alguna respuesta, los
sentimientos son un tipo de respuesta. La conducta emocional es una condición
momentánea de "no respuesta" y esta condición inhibitoria de la conducta en curso es
la diferencia esencial entre emociones y sentimientos. De esta manera, reacciones
como la alegría, el placer o la satisfacción no pueden ser consideradas como
reacciones emocionales, aunque la ira o el estrés y, en general lo que Ryle (1949)
llama conmociones emocionales, sí pertenecen a esta categoría.

La conducta emocional no presenta orden o regularidad en su ocurrencia, a diferencia


de los sentimientos. No se puede decir que corresponda funcionalmente a ningún
estímulo particular y por ello tampoco se podría decir que tiene como función una
preparación para la acción, como tradicionalmente se plantea. Kantor (1969) señala
que la actividad emocional consiste de segmentos en donde las respuestas
consumatorias o finales de un patrón de respuestas son las que se inhiben, aunque
deja claro que el resto del patrón de comportamiento, como la respuesta de atención o
la perceptual, sí se presenta. En este sentido, la condición de "no respuesta" se refiere
solamente a respuestas consumatorias efectivas. Esta condición o ausencia de un
sistema de respuesta influye para que los psicólogos hablen de las emociones como
cambios corporales, instintos de conservación, o expresiones de procesos ocultos,
cuando en realidad aluden a las respuestas reflejas que se presentan cuando los
sistemas reactivos apropiados no operan. Kantor afirma que las emociones se pueden
distinguir de actividades precedentes y subsecuentes y se pueden describir en términos
de otras actividades relacionadas que, junto con el segmento emocional distintivo,
constituyen una situación compleja de comportamiento. El análisis de segmentos de
comportamiento emocional incluye el segmento de conducta pre-emocional, el
propiamente emocional, el post-emocional más próximo y el post-emocional siguiente.
El primero se refiere a aquella actividad del individuo previa a su contacto con el objeto
o estímulo que antecede a la reacción emocional. El segundo, a ese período de
confusión en donde la actividad visceral y general del organismo reemplaza las
acciones que deberían operar de manera organizada y consumatoria, aun cuando se
presenten respuestas perceptuales y de atención. El tercero es cuando el individuo
empieza a responder a algún estímulo diferente presente en la situación, como por
ejemplo, a algún objeto que brinde la posibilidad de escapar; aquí ya el individuo
responde a través de un sistema reactivo consumatorio y organizado; y por supuesto,
una vez que el individuo empieza a responder, es porque el período propiamente
emocional ha terminado. Por último, el individuo responde, en gran medida, al
segmento anterior, por ejemplo, a su propia respuesta de escape, lo cual se ha
confundido con expresiones de la emoción. Esta referencia a las expresiones de la
emoción o incluso a sus canales de manifestación, tiene que ver con el hecho de que,
ocasionalmente, las reacciones propiamente emocionales pueden adquirir funciones de
estímulo para acciones post-emocionales que forman parte del propio segmento
emocional y también para algunas otras, que son las que se entienden como
expresiones. De la misma manera se ha considerado que las respuestas somáticas
que reemplazan a los sistemas reactivos que serían efectivos, constituyen expresiones
emocionales.

El papel del ambiente

Como puede deducirse del planteamiento inicial, ni los sentimientos ni las emociones
pueden estudiarse sin considerar en cada caso las circunstancias ambientales
específicas a las que un individuo responde. Las diversas aproximaciones

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