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SELECCIÓN DE MICROCUENTOS DE LYDIA DAVIS

Hombres

También hay hombres en el mundo. A veces se nos olvida, y pensamos que solo
hay mujeres –colinas y llanos interminables de mujeres sumisas. Hacemos
pequeñas bromas y nos consolamos entre nosotras y nuestras vidas pasan
rápidamente. Pero de vez en cuando, es cierto, un hombre se eleva
inesperadamente entre nosotras como un pino y nos mira de manera salvaje y
hace que cojeemos de vuelta entre pantanos para escondernos en nuestras
cuevas y barrancos hasta que él se haya ido.

La treceava mujer

En una ciudad de doce mujeres vivía una treceava. Nadie aceptaba que vivía
ahí, no llegaba ninguna correspondencia para ella, nadie hablaba de ella, nadie
le vendía pan, nadie le compraba nada, nadie devolvía su mirada, nadie tocaba
su puerta; la lluvia no caía sobre ella, el sol nunca brillaba sobre ella, el día
nunca atardecía para ella, la noche nunca llegaba para ella; para ella las semanas
no pasaban, los años no transcurrían; su casa no tenía número, su jardín estaba
descuidado, su camino no era caminado, nadie dormía en su cama, su comida
no se comía, su ropa no se usaba; y aun así, a pesar de todo esto, seguía viviendo
en la ciudad sin ningún resentimiento.

. Amigos aburridos

Sólo conocemos a cuatro personas aburridas. El resto de nuestros amigos nos


parecen muy interesantes. A pesar de eso, la mayoría de nuestros amigos
interesantes creen que somos aburridos: para los más interesantes somos los
más aburridos. Los pocos que andan en algún lugar intermedio, con quienes
tenemos un interés recíproco, nos provocan desconfianza: en cualquier
momento, sentimos, pueden pasar a ser demasiado interesantes para nosotros o
nosotros demasiado interesantes para ellos..

Notas durante una larga conversación por teléfono con mi madre


para el verano___ella necesita

vestido bonito___algodón

algodón nódogla

______aldógon

______aldogón

______________godalón

______nógodal________nóglado

______nódogal

___dogalón

Ratones

Hay ratones que viven en nuestras paredes pero nunca entran a nuestra cocina.
Estamos contentos pero no podemos entender por qué no vienen a nuestra
cocina donde tenemos trampas puestas, y sí van a las cocinas de nuestros
vecinos. Aunque estamos contentos, también estamos un poco tristes, porque
los ratones se comportan como si hubiera algo malo con nuestra cocina. Lo que
hace esto todavía más misterioso es que nuestra casa es mucho menos ordenada
que las casas de nuestros vecinos. Hay más restos de comida en nuestra cocina,
más migajas en la barra y restos sucios de cebolla pateados por debajo de la
alacena. De hecho, hay tanta comida suelta en la cocina que solo se me ocurre
pensar que los ratones mismos se sienten intimidados por ella. En una cocina
limpia, es un reto para los ratones encontrar suficiente comida noche tras noche
para sobrevivir hasta la primavera. Pacientemente cazan y mordisquean hora
tras hora hasta quedar satisfechos. Pero en nuestra cocina se encuentran frente
a algo tan fuera de su experiencia habitual que no pueden contra ello. Pueden
aventurarse y dar algunos pasos, pero al enfrentarse a los abrumadores
monumentos y olores, vuelven resignado a sus hoyos, incómodos y apenados
de no poder husmear como deberían.

Una segunda oportunidad

Si tan solo tuviera la oportunidad de aprender de mis errores, lo haría, pero hay
demasiadas cosas que no haces dos veces; de hecho, la mayor parte de las cosas
importantes son cosas que no haces dos veces, así que no las puedes hacer mejor
la segunda vez. Haces algo mal y luego ves lo que hubiera sido mejor hacer y
estás preparada para hacerlo, de presentarse la oportunidad, pero la próxima
experiencia es muy diferente y tu juicio de nuevo será erróneo y aunque luego
estés preparada para esta experiencia si habría de repetirse, no estás preparada
para la experiencia siguiente. Si, por ejemplo, pudieras casarte a los dieciocho
años dos veces, la segunda vez podrías asegurarte de que no fueras tan joven
para hacerlo, porque tendrías la perspectiva de ser mayor y sabrías que la
persona que te aconseja casarte con este hombre te está dando un mal consejo
pues sus razones son las mismas que te dio la última vez que te aconsejo casarte
a los dieciocho. Si pudieras traer un hijo de un primer matrimonio a un segundo
matrimonio por segunda vez, sabrías que la generosidad puede convertirse en
resentimiento si no haces las cosas bien y el resentimiento en amabilidad si las
haces, a menos que el hombre con el que te cases cuando te cases por segunda
vez una segunda vez tuviera un temperamento muy diferente al del hombre con
quien te casaste por segunda vez la primera vez, en ese caso tendrías que casarte
con ese hombre dos veces para saber cuál sería el mejor camino que tomar al
casarse con un hombre de su temperamento. Si pudieras ver a tu madre morirse
por segunda vez podrías estar preparada para pelear por conseguir una
habitación privada donde no hubiera nadie viendo la televisión mientras ella
muere, pero si estuvieras preparada para pelear por eso, y lo hicieras, tendrías
que perder a tu madre de nuevo para saber lo suficiente como para decirles que
coloquen bien su dentadura y no mal como lo hicieron antes en su habitación y
la vieron por última vez sonriendo tan extrañamente, y luego una vez más para
asegurarte que sus cenizas no fueran guardadas de nuevo en esa especie de
contenedor de correos aéreos donde la mandaron al norte a un cementerio.
.

Especial

Sabemos que somos muy especiales. Pero seguimos intentando averiguar en


qué manera lo somos: así no, así tampoco, ¿entonces cómo?

Un hombre de su pasado

Creo que Madre está coqueteando con un hombre de su pasado que no es Padre.
Me digo: ¡Madre no debería tener relaciones inapropiadas con este hombre
“Franz”! “Franz” es un europeo. ¡Le digo que no debería ver a este hombre
inapropiadamente cuando Padre no está! Pero estoy confundiendo una vieja
realidad con una nueva realidad: Padre no volverá a casa. Se estará quedando
en Vernon Hall. En cuanto a Madre, ella tiene noventa y cuatro años. ¿Cómo
puede haber relaciones inapropiadas con una mujer de noventa y cuatro años?
Bien, creo que mi confusión es la siguiente: aunque su cuerpo está viejo, su
capacidad de traición sigue joven y fresca.

La mala novela

Esta novela, difícil y aburrida que traje conmigo a este viaje –trato de leerla. He
vuelto a ella tantas veces, cada vez temiéndola más y cada vez encontrándola
no más interesante que la última vez, que ahora se ha convertido en algo así
como una vieja amiga. Mi vieja amiga, la mala novela.

.
.

Susie Brown estará en la ciudad

Susie Brown estará en la ciudad. Estará en la ciudad para vender sus cosas.
Susie Brown se mudará muy lejos. Quiere vender su cama matrimonial.
¿Queremos su cama matrimonial? ¿Queremos su silla otomana? ¿Queremos sus
artículos de baño?

Es tiempo de decirle adiós a Susie Brown. Nos gustaba que fuera nuestra amiga.

Nos gustaban sus clases de tenis.

La transformación

No era posible, pero pasó; y no de una manera repentina, sino con gran lentitud,
no fue un milagro, sino algo muy natural, a pesar de ser imposible. Una chica
de nuestra ciudad se convirtió en piedra. Pero es cierto que tampoco había sido
una chica normal antes de eso: había sido un árbol. Sabemos que a los árboles
los mueve el viento. Pero en algún momento a finales de septiembre comenzó
a dejar de moverse con el viento. Pasaron varias semanas y cada vez se movía
menos. Después, nunca se movió. Cuando sus hojas caían lo hacían
repentinamente y con sonidos terribles. Caían sobre las piedras y a veces se
partían en pedazos y a veces permanecían intactas. Salían chispas donde caían
y un poco de polvo blanco alrededor. La gente, aclaro que yo no, recogía las
hojas y las ponían sobre manteles. Nunca existió una ciudad como ésa, con hojas
de piedra sobre cada mantel. Luego comenzó a cambiar de color: primero
pensamos que era por la luz. Algo frustrados, a veces algunos rodeábamos el
árbol abriendo y cerrando los ojos, boquiabierto –y tan pocos dientes había entre
nosotros que también era algo para verse– y decíamos que era la hora del día o
el cambio de estación lo que la hacía verse gris. Pero pronto fue claro que ahora
simplemente era gris, así nomás, así como hace unos años tuvimos que aceptar
que ahora simplemente era árbol y no una chica. Pero un árbol es una cosa y
una piedra es otra. Hay límites en lo que puedes aceptar, incluso cuando se trata
de cosas imposibles.
.

Comportamiento extraño

Ves cómo las circunstancias tienen la culpa. En realidad no soy una persona
extraña si lleno mis oídos con pedacitos de Kleenex y envuelvo mi cabeza con
una bufanda: cuando vivía sola tenía todo el silencio que quería.

Händel

Hay un problema en mi matrimonio: simplemente no me gusta Georg Friedrich


Händel tanto como a mi marido. Es una verdadera barrera entre nosotros.
Envidio a una pareja que conocemos, por ejemplo, ambos aman a Händel tanto
que a veces viajan en avión hasta Texas solo para escuchar una de sus operas
interpretada por un tenor en particular. Incluso han convertido a otra de nuestras
amigas en común en una admiradora de Händel. Estoy sorprendida porque la
última vez que ella y yo hablamos de música, me dijo que a quien realmente
admiraba era a Hank Williams. Los tres juntos tomaron un tren a Washington
D.C. este año para escuchar a Giulio Cesare in Egitto. Yo prefiero a los
compositores del siglo diecinueve y particularmente a Dvořák. Pero soy
bastante abierta a todo tipo de música y normalmente si estoy en contacto con
algo lo suficiente, termina por gustarme. Pero aunque mi marido ponga música
de Händel todas las noches si no hago algo para evitarlo, no he podido hacer
que Händel me guste. Afortunadamente, acabo de descubrir que hay un
terapeuta no tan lejos de aquí, en Lenox, Massachusetts, que se especializa en
Terapia de Händel, y voy a darle una oportunidad. (Mi marido no cree en la
terapia y yo sé que él no iría a una Terapia de Dvořák conmigo aun cuando
existiese una).

.
Iluminada

No sé si pueda seguir siendo su amiga. He pensado bastante en ello– nunca


comprenderá cuánto. Le di una última oportunidad. La llamé, después de un
año. Pero no me gustó el camino que tomó la conversación. El problema es que
ella no está muy iluminada. O debo decir, no está lo suficientemente iluminada
para mí. Tiene casi cincuenta años y no está más iluminada, a como lo veo, que
cuando nos conocimos hace veinte años, cuando hablábamos principalmente de
hombres. No me importaba qué tan iluminada no estaba entonces. Creo que
estoy más iluminada ahora y ciertamente más iluminada que ella, aunque sé que
no es muy iluminado decir eso. Pero quiero decirlo, así que estoy dispuesta a
posponer estar más iluminada para seguir pudiendo decir cosas similares de un
amigo.

Joven y pobre

Me gusta trabajar cerca del bebé, aquí en el escritorio con la lámpara. El bebé
duerme.

Es como cuando era joven y pobre, iba a decir.

Pero todavía soy joven y pobre.

Qué difícil

Por años mi madre me decía que yo era egoísta, descuidada, irresponsable, etc.
Se molestaba constantemente. Si discutía, se tapaba los oídos. Ella hizo lo que
pudo para cambiarme pero nunca cambié, o si cambié, no puedo estar segura de
haberlo hecho, porque nunca llegó el momento en que mi madre me dijera “Ya
no eres egoísta, descuidada, irresponsable, etc.” Ahora soy yo quien me digo
“¿Por qué no puedes pensar primero en los demás? ¿Por qué no pones atención
a lo que haces? ¿Por qué no recuerdas lo que tienes que hacer?” Estoy molesta.
Me compadezco de mi madre. ¡Qué difícil soy! Pero no le puedo decir esto
porque al mismo tiempo que quiero decirlo, también estoy aquí en el teléfono,
escuchándola, lista para defenderme.

Prioridad

Debería ser muy sencillo. Haces lo que puedes cuando está despierto, luego,
cuando esté dormido, haces lo que sólo puedes hacer cuando está dormido,
comenzando por lo más importante. Pero no es tan sencillo.

Te preguntas qué es lo más importante. Debería ser fácil decir qué tiene
prioridad y ocuparte de ello. Pero no sólo una cosa tiene prioridad, tampoco dos
o tres. Cuando muchas cosas tienen prioridad, ¿cuál de esas cosas que tienen
prioridad recibe prioridad?

Cuando tienes tiempo para hacer algo, cuando está dormido, puedes escribir una
carta que tiene que escribirse inmediatamente pues muchas cosas dependen de
ella. Pero, bien, si escribes la carta, tus plantas no tendrán agua y es un día muy
caluroso. Ya las pusiste afuera en el balcón con la esperanza de que la lluvia se
ocupara de ellas, pero este verano casi no ha llovido. Ya las metiste del balcón
con la esperanza de que si no están expuestas al viento no necesitarán ser
regadas tan seguido, pero de todos modos tendrían que regarse.

Y, bien, si riegas las plantas, no escribirás la carta, de la que dependen muchas


cosas. Tampoco acomodarás la cocina y la sala, y luego te sentirás confundida
y frustrada por el desorden. Hay una mesa cubierta de listas de compras y unos
vasos de cristal que tu esposo compró en una oferta de liquidación. Debería ser
muy sencillo guardar los vasos, pero no puedes guardarlos hasta que los laves,
no puedes lavarlos hasta que no haya platos sucios en el fregadero, y no puedes
lavar los platos hasta que destapes el drenaje. Y si comienzas por el drenaje,
puede que no avances, mientras duerme, más allá de lavar los platos.

Puedes decidir que las plantas tienen prioridad pues, a final de cuentas, están
vivas. Luego puedes decidir, ya que tienes que encontrar una manera de
organizar tus prioridades, que todo lo que tenga vida en la casa tendrá prioridad,
comenzando por el ser humano más joven y pequeño. Eso debería quedar muy
claro. Pero aún así, aunque sepas exactamente cómo cuidar al ratón, al gato, a
las plantas, no estás segura de cómo darle prioridad al bebé, al hijo mayor, a ti
misma y a tu esposo. Ciertamente es verdad que mientras más grande y vieja
sea la cosa con vida resulta más difícil saber cómo cuidarla.

Tormenta tropical

Como una tormenta tropical.

Yo, también, un día, “me organizaré mejor”.

Un hombre en nuestra ciudad

Un hombre en nuestra ciudad es tanto un perro como su amo. El amo es


imposiblemente injusto con el perro y hace de su vida una miseria. Un minuto
quiere jugar con él y al otro minuto lo golpea por ser tan indisciplinado. Lo
golpea severamente en la nariz y el lomo porque durmió en su cama y dejó pelos
en su almohada, por otro lado también hay tardes en las que se siente sólo y
agarra al perro para acostarlo a su lado, pero el perro tiembla de miedo.

Pero la culpa la tiene solo un lado. Nadie más toleraría un perro como este. El
olor de este perro es tan amargo y putrefacto que es más horrible y agresivo que
el perro mismo, el cual es tímido y se orina incontrolablemente cuando lo toman
por sorpresa. Es una criatura desagradable y molesta.

Aún así el amo apenas podría darse cuenta de esto, pues con frecuencia bebe
sólo hasta caer rendido y pasa la noche enroscado contra la pared de un callejón.
Al atardecer lo vemos trotando con facilidad por los límites del parque, con la
nariz al aire; baja la velocidad y camina y da vueltas en círculos para rastrear
un olor, rasca su barbilla y saca un cigarro, lo prende con las manos temblorosas
y luego se sienta en una banca después de haberla limpiado con una servilleta.
Fuma en silencio hasta que el filtro de su cigarro empieza a quemarse. Entonces
una incontrolable ira explota en su interior y comienza a golpear su cabeza y
golpea sus propias piernas. Cuando se cansa, mira al cielo y aúlla frustrado.
Solamente a veces, en esos momentos, acaricia su propia cabeza hasta sentirse
mejor.

Miedo

Casi todas las mañanas, cierta mujer de nuestra comunidad sale de su casa
corriendo, tiene la cara pálida y su abrigo vuela con el viento. Ella grita,
“Emergencia, emergencia,” y uno de nosotros va hacia ella y la tranquiliza hasta
que el miedo se va. Sabemos que lo está inventando; realmente no tiene nada.
Pero la entendemos, porque difícilmente hay alguno entre nosotros que no haya
sentido el impulso de hacer justo lo que ella hace, y cada vez ha requerido toda
nuestra fuerza, incluso la fuerza de nuestros amigos y familiares, para
calmarnos.

.Lo que ella sabía

La gente no sabía lo que ella sabía, que en realidad no era una mujer sino un
hombre, con frecuencia un hombre gordo, y aún con más frecuencia,
probablemente, un hombre viejo. El hecho de que fuera un hombre viejo le
dificultaba ser una mujer joven. Le resultaba difícil hablar con un hombre joven,
por ejemplo, aunque el hombre joven claramente mostrara un interés por ella.
Tenía que preguntarse a sí misma, ¿Por qué este hombre joven está coqueteando
con este viejo?

.
Doctorado

Todos estos años yo pensaba que tenía un doctorado.

Pero no tengo un doctorado.

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