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ANTONIO GARC{A-PABLOS DE MOLINA Catedvatico Derecho Penal Universidad Complutense Madrid. La prevencién del delito en un estado social y democratico de derecho. ILA PREVENCION DEL DELITO EN EL ESTADO “SOCIAL” Y “DEMOCRATICO” DE DERECHO. El crimen no es un tumor, ni una epidemia, sino un dolo- roso "problema" interpersonal y comunitario. Una realidad préxi- ma, cotidiana, casi doméstica: un problema “de” la comunidad, que nace “en” la comunidad y ha de resolverse “por” ésta. Un “problema social”, en definitiva, con todo lo que tal caracteriza- cién implica en orden a su diagnéstico y tratamiento (1). La criminologia “cldsica” contemplé el delito como enfrentamiento formal, simbélico y directo de dos rivales -el estado y el infractor- que luchan entre sf y en solitario, como luchan el bien y ef mal, la luz y las tinieblas; pugna, duelo, claro esta, sin otro final imaginable que el incondicionado sometimien- to del vencido a la fuerza victoriosa del derecho. En dicho mode- lo criminoldgico, por ello, la pretensién punitiva del estado, esto es, el castigo del culpable, polariza y agola la respuesta al suceso delictivo, prevaleciendo la faz patolégica de ésta sobre su pro- fundo entramado problemético y conflictual. La reparacién del dafio ocasionado a la victima {a una victima que se desvanece, “neutralizada” por el propio sistema) no interesa, no s¢ plantea como exigencia social; como tampoco preocupa la efectiva “resocializacién” del infractor (pobre coartada defensista, tito inttil o piadoso eufemismo, por desgracia, cuando tan sublimes ‘objetivos hacen abstraccién de la dimensién comunitaria del con- flicto criminal y 1a respuesta solidaria que éste reclama). Ni (1) Vid, GARCIA-PABLOS, A., Policfa y criminalidad en el Estado de Derecho., en: Policia y Sociedad, Ministerio del Interior, 1990 (obra colec- tiva), pags. $4 a $7, -81- siquiera cabe hablar (en este modelo criminol6gico, politico cri- minal) de “prevencién” de} delito, stricto sensu, de prevencién “social” , sino de “disuasién penal”, La moderna Criminologia, por el contrario, participa de una imagen mas compleja del suceso delictivo de acuerdo con el rol activo y dinémico que atribuye a los protagonistas del mismo (delincuente, victima, comunidad) y Ia relevancia acusada de los muy diversos factores que convergen e interac- tuan en el “escenario” criminal (2). Subraya el trasfondo humano y conflictual del delito, su aflictividad, los elevados “costes” personales y sociales de este doloroso problema, cuya apariencia patolégica, epidémica, en modo alguno mediatiza el sereno andlisis de su etiologia, de su génesis y dindmica (diagnéstico), ni el imprescindible debate politico- criminal sobre las técnicas de intervencién y Control de aquel. En este modelo teérico, el castigo del infractor no agota las expectativas que el suceso delictivo desencadena, Resocializar al delincuente, teparar e} dafio y prevenir el crimen son objeti- Vos de primera magnitud (3). Sin duda, este es el enfoque cientificamente mas satisfactorio, y el mas acorde con as exi- gencias de un Estade “social” y democraticn de Derecho, Il, EL CONCEPTO DE “PREVENCION” Y SUS DIVERSOS CONTENIDOS. ‘Todas fas Escuclas criminolégicas se refieren a fa pre- venci6n del delito. Que no basta con “reprimix” el ctimen, que €s necesario anticiparse al mismo, prevenitlo, es ya un t6pico. Pero un t6pico 2 veces equivaco 0 vacio de contenido, por ias muchas acepciones que se asignan al concepto de prevencién. (2) En este sentido, GARCIA-PABLOS, A., Criminologfa, Una introduccién a sug fundamentos tedricos para juristas.. Tirant lo Blanch (WVatencia), 1992, pig. 10. (3) Ch, GARCIA PABLOS, A., Criminologta,, cit, pag. 11. -82- a) Prevencién, disuasién y obstaculizacién. En efecto, un sector doctrinal identifica la prevencién con el mero efecto disuasotio de la pena, Prevenir equivale a disuadir al infractor potencial con la amenaza del castigo, contramotivarle. La prevencién, en consecuencia, se concibe como prevencién criminal (eficacia preventiva de la pena) y opera en el proceso motivacional del infractor (disuasi6n). Pero otros autores entienden también por prevencién el efecto disuasaria mediato, indirecto, perseguido a través de instrumentos no penales, que alteran el escenario criminal modificando alguno de los factores o elementos del mismo (espacio fisico, disefio arquitecténico y urbanistico, actitudes de Jas victimas, efectividad y rendimiento del sistema legal, etc.). Se pretende asf, poner trabas y obstéculos de todo tipo al autor en el proceso de ejecucién del plan criminal mediante una intervencion selectiva en el escenario del crimen que “encarece”, sin duda, los costes de éste para el infractor (vg. incremento del riesgo, disminucién de beneficios, etc.), con el consiguiente efecto inhibitorio. En sentido estricto, sin embargo, prevenir el delito es algo més -y también algo distinto- que dificultar su comisi6n, 6 que disuadir al infractor potencial con la amenaza del casti- g0. Desde un punto de vista “etioldgico”, el concepto de pre- vencién no puede desligarse de la génesis del fenémeno crimi- nal, reclama, pues, una intervencién dinémica y positiva que neutralice sus races, sus “causas”. La mera disuasi6n deja éstas intactas, De otra parte, la prevencién debe contemplarse, ante todo, como prevencidn “social”, esto es, como moviliza- cién de todos los efectivos comunitarios pata abordar solida- riamente un problema “social”. La prevencién del crimen no interesa exclusivamente a los poderes piblicos, al sistema legal, sino a todos, a la comunidad, pues el crimen no es un cuerpo “extraiio”, ajeno a la sociedad, sino un problema commnitario mas. -83- b) Prevencién “primaria”, “secundaria” y “tercia- ria” (4), No debe extrafiar, por ello, que goce de especial predi- camento -desde Caplan- la distincin entre: prevencién “pri- maria”, “secundaria” y “terciaria”. Dicha distincién descan- sa en diversos criterios: la mayor o menor relevancia etioldgica de los respectivos programas, los destinatarios a los que se dirigen éstos, los instramentos y mecanismo que utili- zan, Ambitos de les mismos y fines perseguidos. En efecto, segtin tal clasificacién los programas de pre- venci6n primaria se orientan a las causas mismas, a la raiz, del conilicto criminal, para neutralizar éste antes de que el propio problema se manifieste. Tratan, pues, de crear los requisitos necesarios 0 de resolver las situaciones carenciales crimindge- nas, procurando una socializaci6n provechosa acorde con los. objetivos sociales (5). Educacién y sacializacién, vivienda, traba- Jo, bienestar social y calidad de vida son Ambitos esenciales para una prevencién primaria, que opera siempre a largo y medio plazo y se dirige a todos los ciudadanos. Las exigencias de pre- vencién primaria suclen atenderse a través de estrategias de polf- tica cultural, econdmica y social, cuyo objetivo tltimo es dotar a Jos ciudadanos - como afirma Liiderssen (6)- de capacidad social para superar de forma productiva eventuales conflictos. La Hamada prevencién secundaria, por su parte, actia mds tarde en términos etiolégicos: no cuando - ni donde- el conflicto criminal se produce o genera, sino cuando y donde se manifiesta, cuando y donde se exterioriza. Opera a corto y medio plazo, y se orienta selectivamente a concretos, particu- (4) Sobre esta distincién, vid. KAISER, G., Tntroducci6n a la Crimi- nologfa., Madrid (Dykinson), 1988, 7° Ed., (pag. 125, ss.; Clemente Dfaz, M., La orientacién,) comunitaria en el estudio de Ia éelincuencia., en: Psicologia social y sistema penal, Madrid, 1986, (Alianza Editerial), compilacién de Jiménez Burillo y Clemente, pigs, 383 y ss. (5) Asi, KAISER, G., Introduccién a la Criminologia., pags. 125 y 126, (6) LODERSSEN, Kriminologie, 1984 (Baden-Baden), pigs. 151 y $8. Cfr., KAISER, G., Introduceién a la Crimonologfa.,cit,, pig. 126. -84- ares, sectores de Ia sociedad: aquellos grupos y subgrupos que exhiben mayor riesgo de padecer o protagonizar el proble- ma criminal. La prevencién secundaria se plasma en la politi- ca legislativa penal y en la accién policial, fuertemente polari- zada por los intereses de la prevencin general. Programas de prevencién policial, de control de medios de comunicacién, de ordenacién urbana y utilizacién del disefio arquitecténico como instrumenta de autoproteccién, desarrollados en barrios bajos, son ejemplos de prevencién “secundaria” (7). La prevencién terciaria, por tltimo, tiene un destinata- rio perfectamente identificable: la poblacin reclusa, penada; y un objetivo preciso: evitar la reincidencia. Es, de las tres modalidades de prevencién, la de mas acusado carécter puniti- vo. Y los programas “rehabilitadores”, “resocializadores” en que se concreta - muy alejados, por cierto, ctiolégica, cronol6- gica y espacialmente de las raices tiltimas del problema crimi- nal- se evan a cabo en el propio ambito penitenciario. La plena determinacién y selectividad de la poblacién destinataria de tales programas, asf como los elevados indices de reinci- dencia que se aprecian en ella, no compensan el déficit etiol6- gico de la prevencién terciaria, sus insuperables carencias, dado que ésta implica una intervencién tardia (ana vez come- tido el delito), parcial (solo en ef penado) ¢ insuficiente (no neutraliza las causas del problema criminal). c) Un modelo “sui generis” de prevencién: el modelo socialista. El problema de Ia prevencién y control del delito goz6 siempre de particular atencién en la Criminologia “socialis- (7) Sobre estos progtamas, vid.: CLOWARD, R., y OHLIN, L., Delinquency and opportunity:: atheory of delinquent gangs., 1961. Chicago, Free Press; COHEN, A., The delinquent subculture., en : Rubingon, E., y Weinberg, M.S.: Deviance: the interactionist perspective, New York, 1981 (M. Millan Publisher Co), pigs. 264 y 26S; SCHEITZGEBEL, R.L., Sucesos privados en Iugares ptiblicos, en : BANDURA, A., RIBES, E., Modificacién de conducta: anilisis de la agresi6n y de la delincuencia, 1980, México (Tti- Has), pags. 91 a 111. Cfr., CLEMENTE DIAZ, M., La orientacién comunita- ria en el estudio de la delinenencia.. cit.. pigs. 384 y ss. -85- ta”, que desde un principio se autodefinié como ciencia prac- tica , aplicada (8) y comprometida con el sistema. Ningtin otro modelo criminolégico ha sabido desarrollar con tanta convic- cién la teorfa y praxis del control social del comportamiento desviado, conectando la investigacién de las “causas” de la criminalidad con la minuciosa elaboracién de planes y estrate- gias de prevencidn de la misma. La Criminologia socialista proclamé como objetivo prioritario el prestar apoyo inmediato a la “praxis” y vertir sus conocimientos y experiencias hacia los érganos de persecucién penal (9); cuidando de “no quedar- se a mitad de camino” (10), en claro reproche al academicis- mo teorético de la Criminologfa burguesa exclusivamente obsesionada por “explicar” el delito, en lugar de combatirlo, Sus portavoces oficiales, siguiendo el espfritu de la conocida tesis decimoprimera de Marx a Fenerbach, y Ia naturaleza “instrumental” de la Criminologfa al servicio de ta jurispruden- cia y “como elemento parcial de la direccién de la sociedad” (11) socialista, reiteraron ser funcién prioritaria de aquella ciencia no ya “interpretar” la génesis de la criminalidad,sino “transformar’ las causas econémicosociales que la producen. Y erradicarlas, contribuyendo a la total implantacién del socialis- mo en las diversas esferas de la vida material e ideoldgica, asi como en la propia vida cotidiana (12). (8) En general, sobre la Criminologfa “socialista", vid: GARCIA- PABLOS, A., Manual de Criminologia, Madrid, 1988 (Espasa Calpe), pigs. 645 y ss, () Vid., KAISER, G., Introducidn a ta Criminologia., cit., pigs. 66 y 67. (10) Cf, GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminologfa, cit., pag. 647; KAISER, G., Introduccién a la Criminologia., cit, pég. 67. (1) Asi, GERZENSON, A ; KARPEE, Ty KUDRAZAWIEW, W., Kriminologie: Lehrbuch. Akwelle Beitrige der Staatsund Rechtswinssens- chaft, 1967, Heft, 20, Bd. 1 y 2., Postdam, Badelsberg, pig, 27; LEKSCHAS, J., Theoretische Grundlagen der Sozialistichen Kriminologie, en; BUCH- HOLZ, E., HARTMANN, R., LEKSCHAS, J. y STILLER, G.: Sozialistische Kriminologie. Lire theoretische und methodische Grundlengung, Berlin, 1971, Pigs. 76 y ss. (12) Asi, LESKCHAS, J., Theoretische Grandlangen, cit, pg, 71. -86- La Criminologfa - en puridad, ta Politica criminal (13)- socialista ha conseguido “éxitos” indiscutibles en la preven- cién del delito. Pero forzoso es reconocer, también, que el concepto,de prevencién cobra en este marco ideolégico con- notaciones muy singulares (14). ¥ que el rendimiento del con- tol social no es el tinico ni principal indicador de su calidad. También deben ponderarse los “costes”, y “riesgos” de una drastica reduccién de los indices de criminalidad cuando tales resultados se obtienen mediante determinados medios. En todo caso, dogmas anacrénicos como la “anormali- dad” del delicuente; la historicidad y contingencias de la des- viacién criminal, “cuerpo extrafio” al sistema socialista; la nataraleza exclusivamente patolégica y disfuncional de ésta; su posible y deseable extirpabilidad (15); actitudes aberrantes como la del absoluto y universal desprecio que merece el infractor (16); 0 politicas criminales agresivas y maximalistas, a modo de cruzadas que pretenden utépica e ilegitimamente erradicar el crimen y eliminar el mero riesgo de 1a desviacién dirigiendo fos procesos de socializacién del ciudadano mediante una presencia asfixiante de los mecanismo del con- trol social, no parecen hoy compatibles con los presupuestos axiolégicos del Estado “social” y democratico de Derecho. Ni (13) Como matiza MERGEN, A., Die Kriminologie, Eine Systema- tische Darstellung, 1967 (Berlin, Frankfurt), Vahlen, F., pégs. 15 y ss. (14) Por de pronto, la prevencién y control del delito deja de ser “probleinatica”; y no se reserva a los drganos del Estado, ya que se entiende que “es cova del pueblo” y debe asumirse por todos los agentes sociales como “accién colectiva”, Cfr., MERGEN, A., Die Kriminologie.. cit., pag. 16; tam- bign, GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminologfa, cit., pig. 657. (15) La Criminologfa socialista sustenta una teorfa “exdgena” de la criminalidad ( vid., GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminologia., cit, pigs. 646 y 647). (16) Sobre dicha actitud de “desprecio” absoluto hacia el infractor, vid., KAISER, G., Introduccién a la Criminologta, cit., pag. 69. Desde coor- denadas antropol6gicas y culturales muy distintas, la sociedad japonesa culti- va, también, una “cultura de fa verglienza’: el delito estigmatiza a la propia familia, al grupo del infractor (vid. Ruth BENEDICT: The Chrysanthemum and the Sword, 1946. Boston). 87- siquiera en aras de una eficaz prevencidn del delito y del épti- mo rendimiento del sistema legat. El espectacular giro experimentado por fa Crimonolo- gia “burguesa” , cada vez més interesada por la prevencion del delito como lo demuestran Jos miles de programas de los que existe noticia (17), no deben difuminar las profundas dife- rencias que separan ambos modelos criminolégicos, Prevenit el crimen significa en uno y otro marco politico algo muy dis- tinto, II. - DOS MODELOS DE PREVENCION DEL DELI- TO: EL MODELO “CLASICO” Y EL “NEOCLASICO” . La respuesta tradicional al problema de Ja prevencién del delito se concreta en dos modelos muy semejantes: el clé- sico y el neoclasico. Coinciden ambos en estimar que cl medio adecuado para prevenir el delito ha de tener naturaleza “penal” (18) (la amenaza del castigo) ; que el mecanismo disuasorio 0 contramotivador expresa fielmente la esencia de la prevencién; y que el tinico destinatario de los programas dirigidos a tal fin es el infractor potencial. Prevencién equiva- le a disuasién, a disuasion a través del efecto inhibitorio de la pena. Las discrepancias son accidentales. El modelo clasico polariza en torno a la pena, y al rigor 0 severidad de ésta la supuesta eficacia preventiva del mecanismo intimidatorio. Participa, ademas, de una imagen estandarizada y casi lineal del proceso de motivacién y deliberacién. El denominado (17) Unos 6.500 programas de prevencién han contabilizado, para el decenio 1965 a 1975 en los Estados Unidos, WRIGHT y DIXON (Comunity Prevention and ‘Treatment of Juvenil Delinquency. A Review of Evaluations, en: FResCRIM,, 1977, pég, 36). Cir, KAISER, G., Tntroduccién a la Crimino- logéa,, cit, pag. 125. 8) Criticando que ta represién penat sea el insirmmento de preven- ciém: SACK, F., Priivention durch Repression?. Aus der Sickt eines Krimino- fogen, en: Polizei und Privention (BKA), 1976, Wiesbaden, pi. 36 y ss.. -88- modelo neoclasico, sin embargo, refiere la efectividad det impacto disuasorio 0 contramotivador mas al funcionamiento del sistema legal, tal como éste es percibido por el infractor potencial, que a Ia severidad abstracta de las penas. En orden a la prevencién de Ja criminalidad el centro de atencién se desplaza, por tanto, de la ley al sistema legal, de las penas que el ordenamiento contempla a la efectividad de éste; todo ello desde la concreta y singular percepcién del autor, cuyo proceso motivacional deviene mas complejo. A) Modelo clasico. A tenor de una opinién muy generalizada, el Derecho Penal simboliza la respuesta primaria y natural, por excelen- cia, al delito, la més eficaz. Dicha eficacia, ademds, depende fudamentalmente de la capacidad disuasoria del castigo, esto es, de la gravedad del mismo, Prevencién, disuasién e intimi- dacién, segin esto, son términos correlativos: el incremento de la delincuencia se explica por 1a debilidad de Ja amenaza penal; el rigor de la pena se traduce, necesariamente, en el correlativo descenso de Ja criminalidad. Pena y delito consti- tuyen los dos términos de una ecuacién lineal. De hecho, muchas polfticas criminales de nuestro tiempo (recte: politicas penales) responden a este modelo falaz y simplificador que manipula el miedo al delito y trata de ocultar el fracaso de Ja politica preventiva (en realidad, represiva) apelando en vano a las “iras” de la Ley. El modelo tradicional de prevencién no convence en absoluto, y por muchas razones. Ante todo, la supuesta excelencia del Derecho Penal como instrumento preventive - frente a otras posibles estrate- gias - parece més producto de prejuicios o coartadas defensis- tas que de un sereno andlisis cientffico de la realidad (19). (29) Sobre el problema, criticando la “huida hacia el Derecho Penal”, GARCIA-PABLOS, A., Problemas y tendencias actuales de la Ciencia Penal, en: Estudios Penales, Barcelona (Bosch), 1984, pig. 123.. 89. Pues la capacidad preventiva de un determinado medio no depende de su naturaleza (penal o no penal) sino de los efectos del mismo. Conviene recordar, a este propésito, que la inter- vencin penal tiene elevadisimos costes sociales (20). Y que su supuesta efectividad dista mucho de ser ejemplar. La pena, en puridad, no disuade: atemoriza, intimida. Y refleja mas la impotencia, el fracaso, la ausencia de soluciones que la con- viecién y energia imprescindibles para abordar los problemas sociales, Ninguna politica criminal realista puede prescindir de la pena, pero tampoco cabe degradar la politica de prevencién convirtiéndola en mera politica penal. Que un tigor desmedi- do, lejos de reforzar tos mecanismos inhibitorios y prevenir el delito, tiene paradojicamente efectos criminégenos, es algo, Por otra parte, sobre Jo que existe evidencia empitica (21). Més dureza, més Derecho Penal, no significa necesariamente menos crimen, Del mismo modo que el incremento de la cri- minalidad no puede explicarse como consecuencia exclusiva de la debilidad de las penas o del fracaso del control social. EI modelo de prevencién clésico, en segundo lugar, revela un anélisis demasiado primitive y simplificador del Proceso motivacional y del propio mecanismo disuasorio (22). Profesa, en efecto, una imagen intelectualizada del infractor, casi algebraica, ingenua, al suponer que Ia opcién delictiva es producto de un balance de costes y beneficios: de una fifa y reflexiva decisién racional en la que el culpable pondera la gravedad de la pena sefialada al delito y las venta- Jas que éste le puede deparar (23), Estereotipo de delincuente 20) Vid., GARCIA PABLOS, A., La supuesta fancién resocializa. dora del Derecho Penal, en: Estudios Penales, cit,, pag. 95. (21) Sobre los efectos crimindgenos de una pena desproporcionada, vid., GARCIA-PABLOS, A., Problemas y tendencias atuales de la Ciencia Penal, cit,, pag. 123, 22) Vid., ALVIRA MARTIN, Francisco, El efecto disuasor de fa pena, en: Estudios penales y criminolégicos, VIL, (1984), Santiago de Com- postela, pags. 11 y ss, @3) Vid., ALVIRA MARTIN, F., El efecto disuasor de la pena, cit., pag. 11, previsor, calculador, que no se aviene a Ja realidad por genera- lizar unos clichés decisionales ni siquiera vdlidos para la delincuencia econdémica convencional (menos atin, desde luego, con relacidn a la denominada criminalidad “simbélica” © “expresiva”) (24). Pues lo cierto es que ef infractor indeciso valora y analiza més las consecuencias préximas ¢ inmediatas de su conducta (vg. riesgo de ser detenido, prisién provisional, etc. ) que las finales o definitivas (gravedad de la pena sefiala- da por la ley para el delito) . Sus previsiones y actitudes, ade- mAs, sitdan en planos muy distintos los “riesgos” improbables de padecer aquella pena y los beneficios seguros derivados de la comisién del hecho criminal. Precisamente porque cuenta con librarse del castigo decide cometer el delito. La certeza, pues, de unos beneficios inmediatos, seguros, prevalece sobre la eventualidad de unos riesgos que descarta 0 contempla como improbables, por graves que éstos sean. Las ciencias empiricas, finalmente, han demostrado la complejidad del mecanismo disuasorio. Todo parece indicar que en el mismo intervienen muchas y diversas variables, que interactdan, ademés, de forma no siempre uniforme. La grave- dad nominal del castigo, el rigor de la pena, es solo una de ellas, de suerte que su concreto efecto inhibitorio 0 contramo- tivador depende, caso a caso, del comportamiento e interac- cién de las demas variables (25). Asf, por ejemplo, una pena de seis afios de privacién de libertad tiene, sin duda, un efecto intimidatorio muy distinto en Jos siempre diferentes procesos motivacionales, No decide solo la duracién del castigo ( la duracin abstracta y nominal de 1a pena) : Ia naturaleza del delito de que se trate, el tipo de infractor, el grado de apoyo (24) Distinguiendo el efecto disuasorio de Ja pena en Ya delincuencia “intrumental” (vg. patrimonial) y en la “expresiva” 0 “simbdlica” (vg. droga, delitos pasionales, etc.) y manteniendo que faita dicho efecto en La Gitima - 0 es muy reducido-: ALVIRA MARTIN, F., El efecto disuasor de In pena, cit., pag. 17 y 18, (25) En este sentido, GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminolo- gfa., cit, pag. 457. 91. informal que puede recibir el comportamiento desviado (26) , la prontitud ¢ inmediacién de la respuesta al mismo, el modo en que la sociedad y el delincuente perciban (27) el castigo (adecuaci6n, efectividad, etc.) son circunstancias que condi- cionan decisivamente el poder disuasorio concreto de aquel. Dicho de otro modo: una pena de seis afios de privacién de libertad no intimida siempre lo mismo. No le faitaba razén, pues, a Beccaria al mantener ya en 1764 que lo decisivo no es la gravedad de las penas, sino la prontitud con que se impongan; no el rigor o la severidad del castigo, sino su certeza o infalibilidad: que todos sepan y comprueben - incluido el infractor potencial - que la comision del delito implica indefectiblemente la pronta imposicién del castigo (28) . Que la pena no es un riesgo futuro ¢ incierto sino un mal préximo y cierto, inexorable. Pues si las leyes nacen para ser cumplidas, habré que convenir con el ilustre milanés, que s6lo Ja efectiva aplicacién de la pena confirma la seriedad de Ja conminacién legal. Que la pena que realmente intimida es la pena que se ejecuta: que se ejecuta pronto, que se ejecuta de forma implacable. : Bj El modelo neoclasico, Para la denominada escuela neoclasica ( 0 moderno clasicismo) el efecto disuasorio preventive aparece mis aso- ciado al funcionamiento ( efectividad) del sistema legal que al rigor nominal de Ta pena (29) . Sus te6ricos, de hecho, attibu- (26) Sobre Ia relevancia de otra variable: la posibilidad de “redefinic” el ro] de detinctiente, vid. ALVIRA. MARTIN, F,, EI efecto disuasor de la pena (citando las investigaciones de TOBY), ci pég. 18. 21) EI efecto diswasoria solo pnede producirse, en todo caso, a través de la representaci6n simbética o anticipacién cognitiva del castigo, Dicha wedis- cin simbélica obliga a poner el acento en la “percepcién subjetiva” de aquel, Vid. ALVIRA MATIN, F., Bl efecto disuasor de la pena., cit, pag. [4 y 15. (28) De los delitos y las penas, Madrid (Aguilas), 1974, pags. 128 a 134, (29) Sobre el moderno clasicismo o escuela neoclisica, por todos, vid., SCHENEIDER, H.J., Kriminologie., 1987 (Walter de Gruyter), pags. 364 y ss. -92- yen la criminalidad al fracaso o fragilidad de dquel, a sus bajos rendimientos. Mejorar 1a infraestructura y la dotacién del sistema legal serfa la més adecuada y eficaz estrategia para prevenir la criminatidas: mas y mejores policias, més y mejo- tes jueces, mas y mejores carceies, De este modo se “encare- cen” los costes del delito para el infractor, aseguran, que desistird de sus planes criminales al comprobar la efectividad. de un sistema en perfecto estado de funcionamiento (30) . La sociedad, concluyen los partidarios de este enfoque neoclasi co, tiene el crimen que quiere tener, pues siempre podria mejorar los resultados de la lucha preventiva contra el mismo, incrementando progresivamente el rendimiento del sistema legal; perfeccionando el equipamiento y dotacién de éste, invirtiendo més y mas recursos en sus necesidades humanas y materiales cabria siempre esperar y obtener, de forma sucesiva ¢ ilimitada, mas éxitos y mejores resultados (31). Pero este modelo de prevencién tampoco convence, En orden a la prevencién del crimen, la efectividad del sistema legal, es sin duda, relevante, sobre todo a corto plazo (32). Pero no cabe esperar demasiado del mismo. EI sistema legal deja intactas las “causas” del crimen, actia tarde (desde un punto de vista etiolégico), cuando el conflicto se manifies- ta Copera, pues, sintomatolégicamente) . Su capacidad preven- tiva (prevencién primaria), en consecuencia, tiene unos limites estructurales insalvables. A medio y largo plazo no resuelve por sf mismo el problema criminal cuya dindmica responde a otras claves. (30) En este sentido, BECKER, G.S., EHRLICH, L, TULLOCK, G., COOK, Ph. J., RUBIN, PHL, etc. Cf, GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminclogia, cit., pig. 202 y ss. (31) Asi, RUBIN, Paul H., The Economics of crime, (Ralph Andrea- no-Johin J. Siegfried-editores: The Economics of Crime), 1980, pags. 13 a 25. 32) Investigaciones empiricas parecen demostrar, por ejemplo, que disuade més ai infractor indeciso el riesgo de ser descubierto que la gravedad nominal, mayor o menor, de la pena. Que el marco legal de ésta o su medi- ci6n judicial influyen menos de 40 que se suponfa en la observancia de las feyes. Vid., KAISER, G., Tntroduccién a la Criminologia,, cit., pég. 121. -93- En segundo lugar, y contra lo que a menudo se supone, No parece ya razonable atribuir los movimientos de la crimina- lidad (el incremento o el descenso de sus indices) a la efectivi- dad -mayor a menor- del sistema legal, Ni la fragilidad de éste, sin més, deternsina un ascenso correlativo de a crimina- lidad (de la criminalidad “real”, naturalmente, no de la “ofi- cial” 0 “registrada”), ni una mejora sensible de su rendimiento reduce en la misma medida los indices de criminalidad. No existe tal correlacién porque el problema es bastante mds complejo y obliga a ponderar otras muchas variables. Por fa misma razén, mejorar progresiva e indefinidamente los resul- tados de la prevencién del delito a través del sistema legal, potenciando el rendimiento y efectividad de éste es una pre- tensién poco realista, condenada al fracaso a medio plazo (33) . De una parte, porque no falta razén, quizés, a quienes invier- ten ja supuesia relacién de causa a efecto, afirmando que no es el fracaso del sistema legal lo que produce (causa) el incre- mento de la delincuencia (efecto), sino éste titimo (el aumen- to de la criminalidad) ef que ocasiona la fragilidad y el fracaso del sistema legal (34). ¥ de otra, porque no se deben confundir la criminalidad “real” y la “registrada”, suponiendo errénea- mente que los valores de esta iiltima constituyen un indicador seguro de la eficacia preventiva del sistema legal. Mas y mejo- res policfas, mds y mejores jueces, mds y mejores prisiones - decia a este propésito un autor- significa més infractores en la cArcel, més penados, pero no necesariamente menos delitos (35). Una sustancial mejora de 1a efectividad del sistema legal incrementa, desde luego, el volumen de crimen registrado, se captura mas crimen y reduce la desproporcién entre los valo- res “oficiales” y los “reales” (cifra negra). Pero no por ello se evita més crimen ni se produce o genera menos delito en (83) Vid., GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminologia, cit., pg. 106 y 107; 203 y 204. (34) Vid., GWYNN NETELER, Explaining Crime, 2° Bd., 1978, pég. 204., Ch, SCHNEIDER, H.J., Kriminologie., eit,, pag. 368. (35) Asi, JEFFERY, Cfr., GARCIA-PABLOS, A., Manual de Crimi- nologia, cit., pag. 204,, -94- idéntica proporcién: se detecta més crimen. Mala politica cri- minal aquella que contempla el problema social del delito en términos de mera “disuasién”, desentendiéndose del impres- cindible andlisis etiolégico de aquel y de genuinos programas de prevencién (prevencién primaria). Pésima politica criminal aquella que olvide que las cla- ves de una prevenciéa eficaz del crimen residen no en un for- talecimiento del control social “format” sino en una mejor sin- cronizaci6n del control social “formal” y el “informal” (36), y en la implicacién 0 compromiso activo de la comunidad. IV.- BASES DE UNA MODERNA POLITICA CRI- MINAL DE PREVENCION DEL DELITO. Una modema politica criminal de prevencién del delito debe descansar sobre las siguientes bases: 1. El objetivo iltimo, final, de una eficaz politica de prevencién no es erradicar el crimen, sino controlarlo razona- blemente. ¥\ total exterminio de la criminalidad y las cruzadas contra el delito son objetivos utépices e ilegitimos que pugnan con la “normalidad” del fendmeno criminal y 1a de su prota- gonista, 2. Bn el marco de un Estado social y democratico de Derecho, fa prevencién del delito suscita inevitablemente el problema de los “medios” 0 “instrumentos” utilizados, y el de los “costes” sociales de la prevencién, El control exitoso de la criminalidad no justifica el empleo de toda suerte de progra- mas, ni legitima el elevado coste social que determinadas intervenciones implican. Prevenir es més que disuadir, mas que obstaculizar Ja comisién de delitos, intimidando al infractor potencial o (36) Asi, GARCIA-PABLOS, A., Manual de Criminologia, cit., pig. 107. -95- indeciso, Prevenir significa intervenir en la etiologfa del pro- blema criminal, neutralizando sus causas. Contramotivando al delicuente (con la amenaza de la pena, o con un sistema legal en excelente estado de funcionamiento) quedan aquéllas intactas, no se atacan las raices del problema sino sus sinto- mas o manifestaciones. Lo que no basta. 4.- La efectividad de los programas de prevencidn debe plantearse a medio y largo plazo. Un programa es tanto mas eficaz cuanto mAs se aproxime etiolégicamente a las causas del conflicto que ef delito exterioriza. Los programas de pre- venciéa “primaria” son més titiles que los de prevencién “secundaria”, y éstos que los de prevencién “terciaria”. 5.- La prevencién debe contemplarse, ante todo, como prevencién “social” y “comunitaria”, precisamente porque el crimen es un problema social y comunitario. Se trata de un compromiso solidario de la comunidad -no sélo del sistema legal y las agencias oficiales de éste- que moviliza todos sus efectivos para solucionar un conflicto doloroso. El protagonis- mo y liderazgo de dicha intervencién corresponde a la comu- nidad. 6. La prevencién de delito implica prestaciones positi- vas, aportaciones y esfuerzos solidarios que neutralicen situa- ciones carenciales, conflictos, desequilibrios, necesidades bdsicas, Solo reestructurando la convivencia, redefiniendo positivamente la relacién entre sus miembros -y la de éstos con la comunidad- cabe esperar resultados satisfactorios en orden a la prevencién del delito. Una prevencién puramente “negativa”, cuasipolicial, sobre bases “disuasorias” carece de operatividad. 7. La prevencién del delito, la prevencién cientifica y eficaz del delito, presupone una definicién mas compleja y matizada del “escenario” criminal, y de los factores que inte- ractuan en el mismo, Requiere una estrategia coordinada y pluridireccional: el infractor no es el Gnico protagonista del -96- suceso delictivo, puesto que otros datos, variables y factores configuran éste. Los programas de prevencién deben orientar- se selectivamente hacia todos y cada uno de ellos (espacio fisico, habitat urbano, colectivos victimarios, clima social, ete., etc.). &.- Se evita, también, delito previniendo la reinciden- cia. Pero, desde fuego, mejor que prevenir “més” delito, serfa “producir” 0 “generar” menos criminalidad. Dado que cada sociedad tiene el crimen que merece, una politica seria y honesta de prevencién debe comenzar con un sincero esfuerzo de autocritica, revisando los valores que la sociedad oficial- mente proclama y practica, Pues determinados comportamien- tos criminales, a menudo, entroncan con ciertos valores (ofi- ciales o subterréneos) de la sociedad cuya ambivalencia y esencial equivocidad ampara “lecturas” y “realizaciones™ delictivas. -97-

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