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ES FÁCIL DESVIARSE

Leer hebreos 2:1

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que
nos deslicemos.

Apartarse es un peligro que amenaza al cristiano a lo largo de su carrera aquí abajo. Es fácil
apartarse de manera astuta. El apóstol les escribe a los hebreos que habían salido del judaísmo,
que el comportamiento de muchos de ellos hace temer que lleven solamente el uniforme (pelaje)
de Cristo, sin haber recibido Su vida. Pero otros, son al contrario verdaderos hijos de Dios.
Igualmente ellos peligran de apartarse de la verdad oída y conocida. De allí esta orden terminante:
«Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sostuvisteis gran combate de padecimientos»  (hebreos 10:32). El apóstol exhorta: «No perdáis,
pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;  porque os es necesaria la paciencia, para que,
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa»  (Hebreos 10:36).

¿Pero cuáles son las causas habituales del relajamiento espiritual? La  distracción del
espíritu,  la  falta de firmeza  en nuestras convicciones que recae sobre nuestro comportamiento
y  la búsqueda de nuestros gustos  en la vida diaria. Hay en este mundo una multitud de objetos
susceptibles que retienen nuestra atención y acaparan nuestro espíritu. ¿Cuál es el antídoto?
Esforzarse en permanecer ocupado con fervor de la Escritura, sondearla y alimentarse de todo lo
tocante al Señor (Juan 5:39; 1ª Timoteo 4:15).

Podemos llegar a ser  «tardos para oír» la Palabra de Dios, ella pierde entonces su sabor.
Rápidamente se contenta con formas religiosas. Esto no debe sorprendernos: si Cristo pierde su
lugar, el primero, en nuestro corazón, nuestro espíritu  es rápidamente invadido  por todo tipo de
cosas y nos apartamos poco a poco de la verdad, que está en Jesús.

Es necesario que todos nuestros pensamientos, sean traídos cautivos a la obediencia de Cristo (1ª
Corintios 10:5). Permanezcamos unidos a Cristo, esta Ancla segura y firme que es la única que
puede impedir que nuestro espíritu se vaya a la deriva. (Hebreos 6:19). Otra trampa, muy sutil,
es dejarse llevar en la carrera desenfrenada de un mundo, que siempre está en busca de sus
gustos y de sus placeres

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