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Matías Céspedes
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Sus peculiares cerros, que se divisan mucho antes de la vía de ingreso a ese
municipio (ubicado en el departamento de Potosí), el registro de más de 3.500 huellas
de dinosaurios, más de 40 cavernas, profundos cañones, valles, caídas de agua,
pinturas rupestres y fósiles de 60 a 100 mil millones de años atrás, son parte de la
geodiversidad que ostenta esa área protegida por el Estado.
Precisamente por esas características fue creado el parque en 1989, por ser “una
zona de bellos relieves naturales, con sitios arqueológicos, paleontológicos y
espeleológicos, flora y fauna silvestres propias de los valles interandinos, que merece
ser protegida para fines de estudio e investigaciones así como recreación”, señala el
decreto de su fundación.
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Ya entonces, se pensó que por su belleza panorámica sería una importante atracción
turística nacional e internacional, lo cual generaría desarrollo para esa región
caracterizada por su pobreza. En 2016, llegaron al municipio de Torotoro veintidós mil
turistas, cifra que excede su capacidad de responder la demanda de servicios.
Torotoro posee una geodiversidad donde destacan los relieves naturales, con sitios
arqueológicos, paleontológicos y espeleológicos. Sus estratos geológicos tienen
mucha antigüedad, por eso se dice que guardan en su memoria rocosa mucha historia
de la Tierra, la vida y la gente andina.
Los expertos determinaron que allí están presentes cuatro eras geológicas:
Paleozoica, Mesozoica, Cenozoica y Neozoica. Es así que este conjunto geológico
complejo constituye el cimiento de los valores naturales y culturales del área, de
donde deriva su importancia.
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“Por aquí caminaban los dinosaurios hace 80 mil años”, se escucha decir a los guías
al grupo de turistas que los acompañan en el recorrido por el cerro Wayllas, que se
encuentra cerca al ingreso al municipio.
Se trata de uno de los más importantes yacimientos fosilíferos del cretácico que hay
en Bolivia. Allí hay dejaron sus pisadas distintas especies, entre ellas, ankilosaurios,
ceratopsidos, hadrosaurios y carnotauros, describe el folleto distribuido por el Sernap.
El área que ocupa el municipio de Torotoro fue un mar interior raso, largo y angosto,
que abarcaba desde lo que hoy es Colombia hasta Brasil, explica el responsable de
Turismo del municipio de Torotoro, Xavier Camacho, repitiendo la información recibida
de los expertos.
El geólogo brasileño Rualdo Menegat resalta que allí existen más de ocho pisos
sedimentarios que albergan a una de la mayor sucesión histórica y paleo-ecológica de
huellas de dinosaurios conocida en el registro paleontológico mundial. Las marcas de
los dinosaurios pueden ser observadas en muchos aspectos, tallas y composiciones.
Estos gigantescos animales, que pesaban hasta 30 toneladas cada uno, también
hicieron varias deformaciones en las capas sedimentarias inferiores por cuenta de los
pequeños sismos que producían al caminar.
Todo esto fue posible porque deambulaban en la orilla de un antiguo mar raso de
aguas calientes, conformado por arrecifes de corales y abundante paleo-fauna de
gasterópodos, amonitas y tapices de estromatolitos, entre otros.
A casi dos kilómetros de Wayllas, colina abajo, se encuentra el lugar llamado el teatro
de piedra. Allí el guardaparque Juvenal Choque vigila que los turistas no dejen basura
o retiren alguna piedra de la zona, como era común hace varios años. “Aquí podemos
observar las placas sedimentarias que nos deja ver la formación geológica desde
hace millones años. Entonces Torotoro es como un libro abierto de la ciencia”, explica
Choque mientras recuerda la importancia de conservar todo el parque.
El geólogo brasileño explica que los lechos marinos formados en la zona se plegaron
para originar los Andes Orientales.Un gigantesco pliegue de 45 kilómetros de largo
por 9,5 de ancho llamado sinclinal, elevó las capas sedimentarias, dejándolas casi
verticales. Esto permite ver los pisos del mar en los cerros de Torotoro como si fuesen
un gigantesco libro.
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La posterior erosión de los costados del sinclinal generó una singular forma de cerros
triangulares alineados que parecen una secuencia de dientes que en quechua lo
llaman q’asa.
Un boletín de la Fundación MGC describe que las fracturas intensas de las rocas, por
cuenta de la acción de fallas geológicas, fue la responsable de esta formación
geomorfología única. El agua escurre en varias de las fracturas de las rocas dando
lugar a la formación de impresionantes jardines rupestres que registran el proceso de
domesticación de las rocas por la vegetación. El modo en que las especies vegetales
se alojaron en las fracturas de las rocas donde hay humedad generando nichos de
vida, fue muy bien entendida por los ancestros de la cultura andina
La más extensa del país es Umajalanta (4,6 kilómetros) y también la más visitada.
Está a 10 kilómetros del pueblo. Para recorrerla, los turistas llevan casco y linterna.
Allí se pueden ver formaciones de estalactitas y estalagmitas, que despiertan el
interés de los visitantes por llevarse un pedazo de las mismas.
Esa práctica de los turistas produjo un daño irreparable en Siete Vueltas, uno de los
yacimientos fosiles más importantes de Bolivia. Por eso, dirección del Parque,
dependiente del Sernap, redujo de 10 a seis el número de turistas que van con un
guía. “Por falta de control, agarraban el fósil y se lo llevaban de recuerdo”, explica
Mariela Caballero, técnico en Turismo del Parque Nacional Torotoro.
Entre las cavernas más importantes y que se abren a estudios científicos están,
además de Umajalanta: Chiflonqaqa, Yurajq’asa, Huayllas, Chilijusq’u, Huaca-Senca,
Chankarani, Chiflonqaqa II, Wayqo Chinkasq’a, Huasarin Railp’a y Puyu Allpa.
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El exdirector del Parque Nacional Torotoro, Félix Valdivieso, señala que el número de
la población sigue bajando. Prácticamente, en los últimos años diezmo la población de
parabas. “Hace cuatro años existían unos 10.000 individuos. El último conteo que
hicimos el año pasado nos ha mostrado poco más de 1.600, unas 1.700 parabas”,
afirma Valdivieso.
Esta ave se alimenta de frutos del soto, un árbol leñoso que crece en la orilla del río
Caine. Como es extraído para hacer leña para el mercado cochabambino, el animal
se queda sin comida y acude a los cultivos por lo cual es eliminado.
La autoridad edil reconoce que existe complicaciones con la paraba porque “cosecha
el maíz de los comunarios”, pero que ahora “ya no agarran comoantes su escopeta o
sus hondas o sus flechas” para eliminarlas”. Dice que la gente se enoja y se aguanta.
Esta paraba se caracteriza por su imponente frente colorada y una larga cola, esta
ave de aproximadamente 50 a 60 centímetros, está considerada como una especie
endémica catalogada en la categoría II en peligro de extinción.
Localmente es conocida como guacamayo Dorado, Qaqa Loro (Quechua) burro loro,
o loro de las rocas porque tienen sus nidos en las paredes rocosas del cañón de
Torotoro y otras concavidades pétreas que existen en esta zona.
Peces ciegos
Los mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces destacan con su presencia. Habitan en
la zona las vizcachas, conejos, zorros, zorrinos, pumas, venados, gato andino y otros
mamíferos que en total son 44 especies registradas. Según el Sernap, hay 91
variedades de aves registradas entre las más avistadas están los pimpines, ajiceros,
tancaras, jilgueros, palomas, colibríes, loros, zorzales, calandrias, golondrinas,
halcones, gavilanes, buitres, garzas, gaviotas y cóndores. En cambio, la población de
reptiles está distribuida en 28 especies, seguido por los anfibios y peces que llegan a
10 variedades. A esta población se suman un ejército de insectos en sus diferentes
variedades como las mariposas y los escarabajos.
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