Está en la página 1de 62

Selección de artículos de Selección de artículos de

LE

MONDE
LE LE

MONDE
diplomatique diplomatique

Breve balance de la lucha autonomista y


revolucionaria de la CAM
por Héctor Llaitul

La defensa de los territorios hoy


por Cecilia Caniumán

La disputa por las identidades bajo la


comunidad imaginada chilena
por Fernando Pairican

Las dos Araucanías:

WALLMAPU COLONIZADO
por qué se deteriora la política “social” de Piñera
por Fernando Pairican

El desprecio por las vidas mapuche


por Claudio Alvarado Lincopi, Enrique Antileo y
Fernando Pairican
Pueblo mapuche resiste
Las forestales en la raíz de un conflicto profundo
por José Aylwin
WALLMAPU
COLONIZADO
Mujeres preñadas de futuro
por Rayen Kvyeh

La espiral en los estudios mapuche en Chile


por Héctor Mellado
Héctor Llaitul, Cecilia Caniumán, Fernando Pairican,
Claudio Alvarado, Enrique Antileo, José Aylwin,
Rayen Kvyeh y Héctor Mellado

www.editorialauncreemos.cl
www.lemondediplomatique.cl
198
La editorial Aún creemos en los sueños
publica la edición chilena de Le Monde Diplomatique.
Director: Víctor Hugo de la Fuente

Suscripciones y venta de ejemplares:


San Antonio 434 Local 14 - Santiago.
Teléfono: (56) 22 608 35 24
E-mail: edicion.chile@lemondediplomatique.cl
www.editorialauncreemos.cl
www.lemondediplomatique.cl

Diseño: Cristián Escobar

Imagen de portada: Gabriel Holzapfel, Cara & Sello (detalle), 2014


(www.flickr.com/galerialele)

Copyright 2019 Editorial Aún Creemos En Los Sueños.

ISBN: 978-956-340-149-3
ÍNDICE

Breve balance de la lucha autonomista y


revolucionaria de la CAM
por Héctor Llaitul 5

La defensa de los territorios hoy


por Cecilia Caniumán Ancalef 11

La disputa por las identidades bajo la comunidad


imaginada chilena
por Fernando Pairican Padilla 17

Las dos Araucanías: por qué se deteriora la política


“social” de Piñera
por Fernando Pairican Padilla 29

El desprecio por las vidas mapuche


por Claudio Alvarado Lincopi, Enrique Antileo y
Fernando Pairican Padilla 39

Las forestales en la raíz de un conflicto profundo


por José Aylwin 47

Mujeres preñadas de futuro


por Rayen Kvyeh 53

La espiral en los estudios mapuche en Chile


por Héctor Mellado Zúñiga 57
A dos décadas de su existencia

Breve balance de la lucha autonomista


y revolucionaria de la CAM
por Héctor Llaitul. Vocería CAM y Comisión Política de la Coordinadora
Arauco Malleco

Hemos de escribir estas líneas, precisamente en momen-


tos en que nos visita nuestro hermano, el peñi Felipe Quis-
pe Huanca, “el Mallku”, el gran líder “indígena”, un histó-
rico y tal vez el más destacado dirigente del movimiento
indianista del Abya Yala. Para nosotros, los mapuche
autonomistas y nacionalitarios es un referente político e
ideológico.
Debemos mencionar este hecho, ya que la visita del
Mallku se inscribe en un acompañamiento concreto en la
presentación del libro “Chem ka Rakiduam”, un texto en
el que se sintetiza el pensamiento y la acción de nuestra
organización la Coordinadora Arauco Malleco, y su con-
tribución radica no solo en su vasta experiencia de lucha
por la reconstrucción de las naciones originarias (para los
Aymaras el Qullasuyo) así como de las ideas por la desco-
lonización de nuestros pueblos oprimidos, ya que la vida
militante de este gran referente indiano y revolucionario
está estrechamente relacionada con el contexto en que
se han desarrollado prácticamente los ciclos de ascenso
y permanencia de la movilización indígena a nivel conti-
nental, contexto en que se sitúa la justa y digna lucha de
nuestro pueblo nación mapuche.

Artículo publicado en la edición chilena de le monde diplomatique en octubre 2019.

5
En efecto, el ciclo de ascenso de las luchas de nuestros
pueblos originarios en general, tuvo su irrupción hacia los
años 1992 y el 2005. Posteriormente, muchos de los mo-
vimientos indígenas del continente decantan en el inmo-
vilismo, ya que fueron cooptados o neutralizados por la
represión que se les impuso desde los Estados dominan-
tes. Sin duda, que las expresiones de lucha indígena que
tuvieron mayor vigor y relevancia estuvieron en los mal
llamados Bolivia, Ecuador y México. Pero, en esta ocasión
no analizaremos en profundidad el transcurso de estas
experiencias llevadas a cabo por nuestros hermanos y
hermanas de los pueblos originarios, más bien hemos de
situarnos en lo que es la trayectoria de la lucha por la re-
construcción nacionalitaria de los pueblos oprimidos si-
tuándonos en lo que ha sido la trayectoria del movimien-
to mapuche autonomista en general y de la lucha por los
derechos políticos territoriales de la CAM en particular.
Si bien, el nacimiento y auge de nuestra organización se
adscribe en el desarrollo del movimiento indígena conti-
nental, el proceso mapuche ha tenido sus particularida-
des y diferenciaciones propias, cuestión que el momento
histórico ha sido poco conocido, tanto a nivel local, regio-
nal e inclusive internacional. Ya que la causa mapuche
tiene sus propuestas las que son eminentemente políti-
cas, y como en nuestro caso, como organización repre-
sentamos una propuesta de tipo político-estratégica, la
que conlleva líneas de trabajo y luchas por la autonomía y
por la reconstrucción nacional de nuestro pueblo, y es en
este marco que se ha ido construyendo una práctica polí-
tica y un discurso basado en la resistencia y la reconstruc-
ción nacional, una lucha por la recuperación del territorio
de tipo etno-nacional y por la descolonización, proceso
que hemos llamado por la liberación nacional mapuche.
Al respecto, se debe indicar que la mayoría, sino todos los
pueblos originarios, hemos tenido que enfrentar una serie
de dificultades, así como de superación de contradiccio-
nes dada nuestra realidad de comunidades y colectivos
con capacidades y desarrollo político desde nuestra con-
dición ancestral, elementos que no estaban lo suficiente
maduros para el logro de una proyección emancipatoria
6
que se sostenga frente a las, aún, relaciones de tipo co-
lonial y etnocéntricas en las que se han construido los
Estados nacionales opresores, cuyos regímenes han re-
sultados disciplinantes, represivos por su naturaleza neo-
liberante. Es en este contexto en que surgen y se reprodu-
cen las resistencias, que lentamente han puesto freno, vía
la acción directa, eso sí, a los innumerables procesos de
reproducción del capital como así mismo, se ha podido
desarrollar legítimas propuestas políticas de luchas por
nuestros derechos fundamentales, que con el transcurso
del tiempo han de permitir vislumbrar legítimas y necesa-
rias aspiraciones por la definitiva emancipación de nues-
tros pueblos originarios sobre la base de un gran proceso
de liberación nacional.
Si en la mayoría de los contextos sociopolíticos en los
que se han desenvuelto los principales movimientos de
pueblos originarios, éstos se encontraron con Estados
reformistas o débiles en su estructura de manera que re-
sultaron condescendientes con las reivindicaciones in-
dígenas de modo que otorgaron principalmente ciertas
condiciones en materia de derechos. Sin embargo, en el
caso de Chile, el Estado ha resultado ser un verdadero
bastión del sistema capitalista, donde su estructura exa-
cerbadamente de tipo colonial, con una fuerte tradición
militarista en su conformación, razón que explica un tipo
de gobernabilidad con un fuerte constitucionalismo cívi-
co-militar que trae como consecuencia la imposición de
una institucionalidad opresora que hasta la actualidad ha
resultado excluyente y de negación de todos los derechos
fundamentales de nuestros pueblos originarios. Esto ex-
plica la respuesta pricipalmente de tipo represiva hacia el
pueblo mapuche por parte del Estado chileno y el Estado
argentino, toda vez que de reivindicación de nuesros de-
rechos al territorio y autonomía se trata. Lo anterior, ex-
plica por qué la lucha mapuche debe ser entendida como
una lucha que se da en un ámbito de mucha despropor-
ción, una confrontación totalmente asimétrica, muy des-
igual que, por un lado tiene a los Estados dominantes con
sus oligarquías históricas y sus fuerzas represivas en con-
tra del pueblo nación mapuche.
7
Ya la historia nos ha mostrado lo suficiente, de cuales
han sido los hitos, y las estrategias que se imponenen des-
de el poder para doblegar o intentar frenar la justa lucha
mapuche, de cuáles han sido las medidas represivas, la
cooptación u otras formas de integración forzada, en don-
de la exclusión y la negación son parte de los dispositivos
de dominación y opresión por parte del poder. En este
sentido, podemos afirmar que en Chile y en los marcos
de los últimos gobiernos neoliberales, la derecha política
y económica, fiel representante de la oligarquía histórica,
que es la responsable de la invasión y el saqueo del Wall-
mapu, no solo niega sistemáticamente la existencia de
nuestro pueblo y, por ende, de todos nuestros derechos
fundamentales, inclusive en sus reclamos más conserva-
dores y fascistas escurre una posición que plantea y dis-
pone del exterminio definitivo de nuestro pueblo. Ahora,
en los sucesivos gobiernos concertacionistas o de la Nue-
va Mayoría, igual han resultado de confrontación con la
causa mapuche, porque se niegan al reconocimiento de
los derechos políticos y territoriales, toda vez que éstos
chocan de frente con los intereses del gran empresariado.
Ante las condiciones estructurales en Chile y la prima-
cía de las posiciones conservadoras y extremadamente
neoliberales, el movimiento mapuche debe ser de resis-
tencia en todos los planos , sin embargo, es de principal
importancia la resistencia frente al avance sistemático de
los procesos de inversión capitalista, toda vez que poseen
un alto componente extractivista y depredador de algo
tan importante para el pueblo nación mpuche, así como
para todos los pueblos originarios, la Ñuke Mapu.
Es por lo anterior que, uno de los pilares fundamenta-
les y completamente necesario en la estrategia de la CAM,
es la resistencia mapuche, graficada concretamente en la
acción directa, la acción colectiva que parte con la recla-
mación territorial del territorio usurpado hasta la elabo-
ración e implementación de líneas y prácticas más radica-
les de lucha que tiene su base en una estrategia defensiva,
como fue en el pasado, una resistencia mapuche, inclu-
sive armada, como en los tiempos de la Colonia y poste-
riormente de la República con la formación de los Estados
8
nacionales, recogiendo entonces esos lineamientos polí-
ticos militares con el fin de defender lo propio pero en los
tiempos actuales.
Ciertamente la CAM establece una estrategia basada en
la resistencia y la reconstrucción nacional, en donde en-
tendemos necesaria la utilización de la violencia política
para la defensa de nuestros derechos territoriales y políti-
cos, la cual se encuentra claramente dirigida y delimitada
a los bienes materiales de los capitalistas y, en segundo
plano, hacia los de aquellos que representan y sostienen
un régimen de tipo colonial con características totalmen-
te racistas. Es, básicamente, una estrategia de defensa y
no precisamente una guerra de exterminio al invasor. Son
acciones que se enmarcan, principalmente, en la defensa
y reconstrucción del mundo mapuche, no basadas en la
toma del poder. Es un tipo de lucha por liberarse, es por la
descolonización, así se entiende el proceso de liberación
nacional mapuche.
Es en este contexto donde se sitúa el actuar de los di-
versos Órganos de Resistencia Territorial (ORT) que, en lo
principal, acompañan y plasman en la lucha concreta los
lineamientos de la CAM, y que por su contribución al pro-
ceso de lucha mapuche en general, se han transformado
en un actor político-militar de estos tiempo y su prácti-
ca se ha vuelto eminentemente política, tanto así, que su
influencia en la juventud mapuche se ha vuelto decisiva,
pues se ha dotado de contenido y moral revolucionaria
al weichan, ya que muchos otro grupos han comenzado
a reproducir la lucha con los contenidos anteriormente
mencionados.
La lucha de los ORT se ha masificado en los sectores
más dignos y combativos del Wallmapu, se ha vuelto tan
irrefutable que, el invasor, con todo su aparataje mediáti-
co y represivo, no ha podido contrarrestar el retorno del
weichan, el actuar de los weichafe con un gran contenido
ético y moral, que representa el sentir de las masas ma-
puche, con un entramado y militancia que nace desde las
comunidades. Hoy, muchos jóvenes, pretenden alistarse
en las filas de los ORT, siendo su forma de revelarse, no
solo ante la ocupación de nuestros territorios sino que
9
también es la liberación de lo propio, del ser mapuche,
es la resignificación de lo nuestro, de todo aquello que el
invasor desestructuró, es la reapropiación de lo cultural,
lo espiritual y cosmovisional.
En la actualidad se levanta una propuesta política desde
la CAM que es el proceso de liberación nacional mapuche,
el cual se encuentra en marcha, y que, paulatinamente, va
siendo abrazada de forma transversal por el movimiento
mapuche autonomista y acompañado por el pueblo ma-
puche en general, estrategia basada en la resistencia y re-
construcción de nuestro pueblo nación mapuche.
La resistencia es sostenida hoy, principalmente, por
una práctica política de lucha muy decidida y valiente
llevada adelante por los ORT en la defensa territorial y
política por territorio y autonomía. En la reconstrucción
llevada adelante por las expresiones de control territo-
rial, que más allá de recuperar territorios como simple
base material y suplir necesidades económicas, debido
a la expoliación y opresión de nuestra tierra y su gente,
tiene que ver con la reapropiación de espacios necesarios
para la reproducción del mundo mapuche y de una de-
fensa que se vuelve cada vez más necesaria y urgente de
nuestros pu winkul, pu trayenko, pu lemun, pu leufu, etc,
donde habitan nuestros tan sagrados ngen, aquellas for-
mas de vida heredadas a costa de sangre y fuego por nues-
tros futakecheyem, en defensa de nuestro itrofill mogen
ka kume mongen, pues como ha quedado demostrado en
estos días, no hay lucha más urgente y necesaria que la
de nuestra Ñuke Mapu y que como CAM, ejercemos hace
mucho tiempo, pues es ahí donde se lleva a cabo la vida
mapuche y resurgen el ad mongen y ad kimun mapuche,
que es el basamento necesario para el restablecimiento
de lo colectivo, de lo comunitario y de las formas de poder
mapuche, ligados a nuestras creencias, visiones y sueños
de un pasado común, un presente de lucha y de un futuro
mejor. u
H.Ll.

10
Una forma justa de vivir respetando la vida y el
entorno

La defensa de los territorios hoy


por Cecilia Caniumán Ancalef*

Pese a las múltiples dificultades a las cuales nos


enfrentamos hoy, entre ellas el extractivismo, los
montajes, las leyes creadas para la desprotección de
nuestros territorios, el doble discurso de la política
influyente en los medios de comunicación (como la
preocupación por el cambio climático, pero que en el
fondo no hacen nada para ocuparse), la discriminación,
el uso del aparataje policial y político, etc.; hoy en día,
existe un deseo colectivo que nace de lo más profundo del
ser, que nos une y que es más fuerte que cualquier otro
sentimiento/pensamiento contrario: la decisión de llevar
la vida de manera equilibrada en nuestros territorios.

A pesar de las contradicciones o culpabilidades que nos


puedan acusar, o los estigmas que nos hacen sentir a dia-
rio, ya sea por sus valores que se contraponen a los nues-
tros, o por el temor constante a que pierdan sus principios
y visiones de supremacía. Ese sentimiento de ellos (por
sentirse superiores a nuestros valores y principios), ese
sentimiento de sentirse “conquistadores” o “colonizado-
res” es el que los lleva, en definitiva, a la constante recri-
minación y despojo a diario de nuestros territorios.
*Lof Challupen. Integrante de la Coordinación de Territorios en Defensa del Ruka Pillán.
Ingeniera en alimentos. Artículo publicado en la edición chilena de le monde diplomatique
en octubre 2019.

11
Pese a sus leyes creadas y manipuladas por ellos, de sus
privilegios y del despojo constante, como la ley indígena,
la prohibición de vender/enajenar las tierras indígenas
que ha ocurrido de manera silenciosa y sistemática, hoy
se hacen los hipócritas y dicen: “queremos diálogo”, “les
estamos consultando”, “esto le beneficiará”. ¿O ellos cree-
rán que les creemos sus doble discurso?
El deseo más profundo que nos une, es un deseo de per-
tenencia a nuestros territorios, donde sabemos y nos sen-
timos pertenecientes a una vida llena de conocimiento y
saberes que está ligada al tiempo, a nuestra existencia, a
los ciclos de la vida, a todos los seres vivos que habitan
nuestro entorno.
No es ninguna “moda”, ni “corriente alternativa”, como
dirían algunos actores, o los nuevos “colonizadores”, o los
ambientalistas, si es más bien, el entendimiento del equi-
librio de la vida.
No es comunismo, o la nueva izquierda, o los nuevos
humanistas, si es más bien, una forma justa de vivir res-
petando la vida, respetando tu entorno, y en eso cabemos
todos los seres vivos, los humanos como uno más.
Es por eso que también podemos hablar y reivindicar
los derechos de la madre tierra, incluso llevando el debate
a cualquier eslabón o circunstancia.
Además ¿Por qué se habla de madre? ¿y de tierra?. Hay
que darse cuenta desde donde podemos mostrar señales
de entendimiento y diálogo con nuestro conocimiento.
Hay que darse cuenta desde donde parte el no entendi-
miento. Y si queremos partir por igualdad y por recono-
cimiento, entonces partamos por el respeto, como, por
ejemplo, ¿por qué no están reconocidos en la Constitu-
ción los derechos de la madre tierra?, o ¿por qué no se
respetan los ciclos naturales de la naturaleza para satis-
facer las necesidades?. Es lo que llamamos hoy en día ex-
tractivismo, el extractivismo basado en el capitalismo y
todas las formas de acaparar la tierra, porque lo que están
haciendo es acaparamiento, destrucción y poderío con la
naturaleza, y todo lo que había con ella. Esa ideología por
el poder, o la supremacía con la naturaleza. Sentirse supe-
rior a la naturaleza es lo que llamamos extractivismo.
12
Supremacías
La supremacía, que ha prevalecido en la cultura occiden-
tal e imperialista, en colonizadores y conquistadores, que
también se llama patriarcado, el señor, el supremo; el pen-
samiento hombre-naturaleza, como algo ajeno y superior.
Fieles representantes de la supremacía y cultura superior
es la imagen que proyecta la política de Trump, Bolsonaro
y Piñera, capaces de extraerlo todo en beneficio del egoís-
mo, individualismo, dependencia y falsas sutilezas.
Incluso hay supremacía en los que aparecen hoy en día
como “nuevas corrientes” diciendo cosas que, en el fon-
do, siempre lo hemos sabido nosotros, el pueblo mapu-
che o pueblos originarios de América, como el cuidado de
la naturaleza, el respeto a la vida, a hombre y mujeres, al
conocimiento de los mayores en los territorios, al enten-
dimiento y equilibrio con nuestro entorno, las energías y
la diversidad.
Lo que se escucha como “lo que reclaman las comuni-
dades” es simplemente las acciones por el reconocimien-
to; acciones y actos de sincera demostración, como el
respeto a nuestros territorios, el respeto a los seres vivos
que conviven con nosotros. Y eso, es respetar la vida, res-
petar el fruto, el origen y lo grandioso, que no es “belleza
escénica”, ni “el paisaje”, sino algo infinitamente ligado a
nuestra vida y la de nuestra gente. Que, además, quere-
mos recuperar en todo momento.
Sin lugar a dudas, hay mayor aceptabilidad de nuestra
visión, incluso, mayor entendimiento y comprensión, por
ejemplo, en el pueblo chileno proveniente desde la humil-
dad, la empatía y la atención, quienes nos acompañan en
las marchas, en las tomas de carretera, y quienes nos apo-
yan a seguir visibilizando nuestras luchas y justas deman-
das. O incluso este mismo escrito que se hace ahora, y que
incentiva a que se pueda seguir explicando y dando a cono-
cer las justas razones de “reclamación” y recuperación de
territorio y todo lo que se contempla en relación a él.
Incluso, si tratáramos un pacto de integridad con la po-
lítica del pueblo chileno no colonizador, podríamos ha-
blar de Autonomías Territoriales en todos los niveles de
la política, que no es igual a la anhelada “libertad” que
13
plantea la extrema derecha (como tu libertad llega hasta
donde termina la mía), sino aquella que parte por el res-
peto y la veneración a la libertad de todos los seres vivos
que somos parte del territorio, por eso decimos: “Wallma-
pu Libre”, “Ruka Pillan Libre”, “Ríos Libres”.
Es así como formamos alianzas y mutua solidaridad con
el pueblo consciente, que nos mira cara a cara y de forma
sincera, donde ya dejamos de ser los objetos de estudio, o
los marginales, si no que pasamos a una forma y manera
de colaboración mutua de apoyo, porque queremos tam-
bién un bienestar para nuestra gente, y tener una convi-
vencia sana, basada en principios y valores fundados en
igualdades y derechos.
Los que nos une es la Paz. ¡Qué contradictorio para el
gobierno!, ¡Qué contradictorio para quienes promueven
la Paz y el diálogo!, porque son ellos mismos, quienes
restringen y limitan el entendimiento, porque son ellos
mismos quienes marginan a los débiles, porque son ellos
mismos los que oprimen con su supremacía, para luego
culparnos de conflictivos y terroristas.
La Paz que anhelamos, es un equilibrio y respeto por
nuestros hijos e hijas y futuras generaciones, nosotros so-
mos quienes verdaderamente estamos preocupados por
el cambio climático, el derretimiento de los glaciales, el
aumento de las temperaturas del planeta, y todas las con-
secuencias fatales e irreversibles que vendrán. Creo que el
futuro es inimaginable.

Volver a los territorios


Es por eso que hemos tomado decisiones que para algu-
nos parecen radicales, pero para nosotros es simplemen-
te la recomposición del tejido social como, por ejemplo,
volver a vivir en el territorio, regresar al territorio, vivir en
el territorio y recomponer las características del ser ma-
puche, como muchos que ya han dado ese paso, como el
Werken de Tranguil, Ruben Collio (quien es viudo de Ma-
carena Valdés), quien llegó desde Santiago a recomponer
el tejido social y todo lo que significa el cambio de estilo
de vida y de pensamiento. Otra medida es, por ejemplo,
asumir el compromiso de defender el territorio, o sentirse
14
responsable del cuidado de todos los seres vivos que lo
habitan.
Nos preocupa la montaña, nos preocupan los ríos,
el Ruka Pillan, el lago, nos preocupa la vida, el futuro y,
como dice Alberto Curamil, preso político mapuche por
defender el territorio, “al invocar a los ngen, nos sentimos
responsables de defenderlos”.
El gobierno nos quiere reducir meramente al folclo-
rismo, o adorno para justificar su presencia ante nues-
tra gente. El gobierno usa el argumento de desarrollo y
progreso para intervenir en nuestros territorios y, peor
aún, sin nuestro consentimiento o consulta previa, li-
bre, informada y de buena fe, como lo demandamos los
pueblos indígenas a nivel internacional. El Plan Impulso
Araucanía, por ejemplo, es una política del gobierno para
incrementar la inversión en la región, lo cual consiste en
energías renovables, turismo y agricultura. Plan que co-
menzó a ejecutarse en la región y hace un llamado a las
empresas a invertir, garantizándoles seguridad y prospe-
ridad. Parece ilógico que, hoy en día, en las políticas de
alto nivel del mundo, en la ONU, se hable de “objetivos de
desarrollo sostenibles” (y Chile es miembro permanente
junto a 193 países) y que el principal lema sea “que nadie
quede atrás”, mientras que en la práctica las políticas que
se implementan son discriminatorias, no considerando la
visión de nuestra gente.
Pero a pesar de todas las adversidades a que nos enfren-
tamos en los territorios, existimos quienes nos negamos
a renunciar a nuestra forma de vida equilibrada basada
en el conocimiento de la naturaleza, del buen vivir y de
toda la conexión que tenemos con todo lo que nos rodea
y estamos dispuestos a seguir todos los pasos, conductos,
procesos, formas y maneras que nos lleven al resguardo,
protección y recuperación del territorio. u
C.C.A.

15
Politización de las luchas de los pueblos
originarios

La disputa por las identidades bajo la


comunidad imaginada chilena
por Fernando Pairican Padilla*

A las rebeliones mapuche y rapa nui de los últimos años,


el Estado chileno ha logrado sobreponerse sobre ambos
pueblos concediendo algunas peticiones, pero bajo su
propia supervisión. En otras palabras, mercado y control
han sido la forma de operar del gobierno. Cuando aquello
no ha funcionado, la represión ha sido el mecanismo.

1. Tiempos de transformación
Hacia 1990, América Latina vivió un periodo de transicio-
nes democráticas luego de décadas de regímenes dictato-
riales. Algunas cedieron por presiones civiles, y otras, por
las recesiones económicas de la década de los 80. Pese a
este contexto general, Rafael Otano sostiene que la chile-
na “fue singular”, al cumplir de forma estricta las “reglas
de juego” que impidieron un paso “traumático o salto
cualitativo”. En ese escenario, nos enfrentamos a una “pe-
culiar vía chilena hacia la democracia” (1).
La excepcionalidad ha sido una de las características
de las interpretaciones historiográficas en Chile (2). Es un
sueño, representarse como una nación distinta ante sus
pares latinoamericanos. Sin embargo, en lo estrictamen-

*Académico USACH y Universidad Alberto Hurtado.


Investigador asociado a CIIR. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde
Diplomatique octubre de 2019.

17
te relacionado con los pueblos originarios, no ha existido
una forma peculiar, inclusive, podríamos sostener que,
ante la ausencia de reconocimiento constitucional, los
pueblos originarios quedaron en una posición desfavore-
cidas en relación con la experiencia de las otras naciones
latinoamericanas (3).
Hacia 1990, los movimientos indígenas y afrodescen-
dientes lograron crear a nivel internacional un nuevo
marco legal para relacionarse con las repúblicas, titulado
Convenio 169 de la OIT. A grandes rasgos, se planteaba
que los enfoques de integración y asimilación como tácti-
ca de los Estados para crear una comunidad homogénea
quedaban en suspenso, pues a lo largo del siglo XX, ese
imaginario de crear un nacionalismo fue determinante
en crear situaciones de racismo, insostenibles hacia 1990,
para un continente desgarrado por la violencia de Estado
durante la segunda etapa de la Guerra Fría. Los casos de
Guatemala y Perú fueron ejemplos en que las violencias
impulsadas por las dictaduras y las guerrillas tomaron di-
mensiones de genocidio en mayas y q’chuas (4).
En Chile, la violencia política durante la dictadura no se
suscribió exclusivamente a los pueblos originarios por ra-
zones étnicas. No obstante, Cautín –que bajo la dictadura
paso a denominarse Araucanía–, antiguas pugnas, heren-
cia de la construcción de Estado sobre el territorio mapu-
che independiente hasta 1886, volvieron a brotar radicali-
zando, por ejemplo, la política de reforma agraria diseñada
bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva y aplicada por
el gobierno revolucionario de Salvador Allende. Como ha
sostenido Peter Winn, la confrontación en Cautín alertó a
la Unidad Popular de la intensificación del conflicto en el
campo, amenazando con escaparse del control y poner en
tensión la “Vía chilena al socialismo” (5).
La respuesta inicial del gobierno revolucionario, tal vez,
fue la clásica en la forma de responder el Estado chileno a
lo largo de su propia historia, en palabras de Jacques Chon-
chol: ‘‘nosotros no creemos que en el fondo haya aquí un
problema de indígenas o de no indígenas […] no es un pro-
blema racial sino un problema de campesino pobre’’ (6).
Sin embargo, la revolución encabezada por Salvador Allen-
18
de, tuvo la capacidad de percatarse que la situación en las
tierras mapuche portaba una dimensión distinta a los suce-
sos del valle central. El ‘Cautinazo’ como lo llamó la prensa,
sobrepasó las estrictas normas establecidas por la Unidad
Popular, radicalizando la revolución desde abajo. En los in-
tensos años de gobierno revolucionario, la izquierda deba-
tió sobre el rol de los pueblos originarios, elaborando una
normativa que fuese distinta a la negación de su existen-
cia, o bien, la “chilenización” a partir de la concepción del
Araucano (7).
Las principales reacciones provinieron de los agricul-
tores de Cautín. La memoria de la Ocupación de La Arau-
canía, aún fresca en los sobrevivientes, perpetuada por la
tradición oral y el primer ciclo del movimiento mapuche,
se sumaba la realidad material, sumidos en algunos en la
extrema pobreza, habitando las tierras menos productivas
por las compras ‘legales’ e ilegales de los especuladores.
Las razones de estas compras fraudulentas están dadas por
la suma de normativas sobrepuestas durante el transcurso
de la creación del Estado entre 1840 a 1860 en el territorio
mapuche, en específico la Provincia de Arauco (8).
Asesorado por el pensador comunista Alejandro Lipz-
chutz, la Unidad Popular estaba iniciando una reflexión,
observando la situación mapuche como un tema de na-
ciones. El golpe de Estado suspendió ese debate. Algunos
agricultores recuperaron sus tierras, otras pasaron a ma-
nos de CONAF, siendo luego puestas a la venta, confor-
mándose, un nuevo tipo de elite económica: empresarios
forestales. La dictadura de Pinochet no fue restauradora
en ese ámbito, no volvió a instaurar el latifundio, intentó
‘neoliberalizar’ la antigua frontera (9).
Sin embargo, agricultores y empresarios de lo que pasó
a llamarse luego de la regionalización como La Arauca-
nía, continuaron administrando el poder político. Fue
también refugio del pinochetismo más coherente con la
primera etapa de la dictadura militar, si bien no antineoli-
beral, críticos a la pérdida de influencia del empresariado
nacional. Muchos se refugiaron en la histórica Sociedad
Nacional de Agricultura, que bajo los gobiernos de la Con-
certación, puso en la agenda el concepto de “terrorismo”
19
a la hora de referirse a las recuperaciones de tierras entre
1992 a 2003, propiciadas por el Aukiñ Wallmapu Ngulam,
la Asociación Ñancucheo de Lumaco, La Identidad Terri-
torial Lafkenche y la CAM. Esto mucho antes que el dis-
curso de terrorismo fuese ‘políticamente correcto’ luego
de los suceso del 11 de septiembre de 2001.
En los albores del siglo XXI, un porcentaje importan-
te de la población mapuche se encontraba habitando
en Santiago (10). Para el movimiento, se enfrentaba un
momento decisivo, Aucan Huilcaman, werken del Au-
kiñ Wallmapu Ngulam planteaba que si no se levantaban
pueblo se extinguirían como mapuche. Para revertirlo,
era urgente recuperar las tierras, causa central de la mi-
gración mapuche hacia los centros urbanos –en la pers-
pectiva del Consejo de Todas las Tierras–. Las escrituras
mapuche, asociadas al centro de estudios Liwen, también
lo analizaban desde ese punto de vista, los resultados del
censo, la ebullición del Quinto Centenario y la promulga-
ción de la Ley Indígena que acabaría con la creación de
CONADI, incentivó a José Ancan y Margarita Calfío a es-
cribir un manifiesto político para la época: “El retorno al
país mapuche” (11).
Ambos sostuvieron que existía un territorio en disputa,
al interior de un proceso de diáspora, producto de la po-
breza y la falta de espacios laborales en Wallmapu. Una
parte considerable de la población eran trabajadores tras-
humantes, movilizados en dirección a la Argentina como
temporeros y sobre todo hacia el valle central en Chile. La
agricultura en manos de las mujeres, en primera instancia
como autoabastecimiento y luego puesto a la venta en los
poblados para comercializarlos da cuenta de las capaci-
dades del pueblo mapuche para sobreponerse a un con-
texto externo crítico a su propia sociedad.
En ese escenario, las rebeliones indígenas maya, q’chua
y aymara en naciones como México, Ecuador y Bolivia,
marcaron el rumbo para la política indígena en el conti-
nente y sobre todo para la juventud mapuche. El contexto
era favorable al posicionar los derechos a una ciudadanía
plena enarboladas por el principio de la autodetermina-
ción. En torno a este nuevo discurso, emanado por los
20
movimientos indígenas, puso en debate aquella identi-
dad de las repúblicas criollas que articulaban su sentido
de nacionalidad excluyendo lo indígena como fue el caso
de Chile y Argentina. Se sumaba a esta perspectiva crítica
la misma situación de algunas naciones que hicieron par-
te de su construcción lo indígena, como son los casos de
México y Perú.
En Chile, el Convenio 169 de la OIT, no fue ratificado
hasta el año 2008. Durante ese tiempo, la única institu-
cionalidad mediadora entre el Estado chileno y los nueve
pueblos originarios, fue la Corporación de Desarrollo In-
dígena. La Constitución chilena no reconoció el concepto
de pueblo y dejó en espera el reconocimiento constitu-
cional. El Estado continuó observando su relación con los
pueblos originarios en una perspectiva de dominación. A
esas alturas, cuestionada en una parte considerable de las
constituciones latinoamericanas y pronto a ser superado
por la Declaración de los derechos de los pueblos origina-
rios del año 2007.

2. Tiempos de reflexión y pugnas


El movimiento mapuche continuó reconstruyendo su
propia historia para fundamentar su política en el tiem-
po presente. Identidad e historia pasaron a ser sinónimos
en algún momento del proceso histórico. El giro lo dieron
los hechos de Lumaco a fines de 1997. En ese momento,
“desde abajo”, el movimiento modificó el escenario polí-
tico, cuestionando el papel de la transición democrática
y convirtiéndose en críticos a las políticas de asimilación
propiciadas por el Estado, más cercanas a un imaginario
de un indigenismo. Se observaban lejanas las políticas de
empoderamiento o ‘devolución’ a las mismas poblacio-
nes indígenas su derecho a decidir. Contradictoriamente,
han sido los mismos movimientos indígenas a partir de su
accionar político, los sembradores de una ideología po-
lítica que ha llevado a muchas y muchos a cuestionar su
estado de subalternidad ante la república chilena.
Los gobiernos de la Concertación ocuparon el históri-
co mecanismo de la construcción estatal en Chile: azote
y ley (12). Detenciones, allanamientos, intentos de desar-
21
ticulación de las organizaciones más rupturista, mostra-
ban que aún existía una práctica de dominación colonial
hacia los pueblos originarios. La rebelión del movimiento
mapuche, puso en tensión estas perspectivas analíticas, e
inclusive con las mismas izquierdas chilenas que toma-
ron la defensa de los pueblos originarios como parte de
sus formas de hacer política.
El Estado chileno a lo largo de sus doscientos años de
historia ha propiciado un sujeto de “ser” mapuche bajo
la categoría de araucano. La memoria colonial chilena ha
sido larga, y el cambio de mentalidad colectiva, más bien
lenta. Se ha impulsado más bien la tolerancia intermedia:
la afirmación identitaria mestiza. No obstante, desde aba-
jo, instrumentalizando las políticas indigenistas de Estado
y/o afuera del mismo, el empoderamiento fue un resulta-
do de la lucha del movimiento mapuche que ha puesto en
crisis la hegemonía de construcción de Estado del siglo
XIX y XX. Esta óptica se reafirmó con el ciclo de resisten-
cia de la década de los 90’, así como por el levantamiento
mapuche de principios de fines del siglo XX y principios
del XXI. Pronto a cumplir tres décadas de las movilizacio-
nes mapuche, los avances subjetivos de la población han
sido evidentes en la esfera pública y privada.
Sin embargo ¿Cómo ha sido la reafirmación no indígena?
¿Cómo observan los chilenos el factor indígena en ellos y
ellas? ¿Cuál es su percepción sobre los derechos indígenas?
Los recientes datos del Estudio Longitudinal de Relaciones
Interculturales, del Centro de Estudios Interculturales In-
dígenas, nos permiten acercanos a cómo los no indígenas
han observado el proceso de descolonización.

3. La interculturalidad del Estado chileno


La sociedad no indígena, reconoce la existencia de otro
no-chileno, pero estos segundos deben continuar siendo
miembros del territorio nacional. En la práctica, el no in-
dígena reconoce habitar en una sociedad multicultural,
siempre cuando los indígenas no obtengan derechos es-
pecíficos por su condición. Al hacerlo lo catalogan como
“privilegios”. El multiculturalismo, “la construcción teóri-
co-política de los gobiernos neoliberales para abordar la
22
diversidad cultural y las demandas por derechos colecti-
vos en contexto de economías capitalistas”, es la forma de
operar del neoliberalismo, que ha tenido la capacidad de
adaptarse a las demandas indígenas proponiendo una sa-
lida pactada o negociada (13). Debemos agregar la forma
política del Estado chileno, que se ha caracterizado por
imponer la concesión en desmedro de los derechos colec-
tivos. Por tales razones, luego de las rebeliones mapuche y
rapa nui de los últimos años, el Estado chileno ha logrado
sobreponerse sobre ambos pueblos concediendo algunas
peticiones, pero bajo su propia supervisión. En otras pa-
labras, mercado y control han sido la forma de operar del
gobierno. Cuando aquello no ha funcionado, la represión
ha sido el mecanismo. Lejos de ser una novedad, es más
bien una actuación política del Estado chileno a lo largo
de su conformación como tal (14).
Lo ‘social’ y lo ‘represivo’ son una relación complemen-
taria para el Estado chileno. Desde un punto de vista, se
construye un imaginario de aceptación (el araucano) pero
a la vez se reprime al mapuche crítico (terrorista). Esa do-
ble lectura, sobre un mismo pueblo, debe comprenderse
en una larga duración que se vincula a la construcción del
Estado.
En ese ámbito, la interculturalidad se ha comprendido
en el país como una relación de dominación, permitir que
los pueblos originarios desarrollen sus tradiciones cultu-
rales o manifestaciones políticas en fechas ‘permitidas’.
Esta normalización de las expresiones culturales, son re-
presentadas en las escuelas durante el aniversario de la
emancipación del Chile, erradamente puestas como un
acto de diversidad. Sin embargo, cuando han sucedido los
crímenes a miembros del pueblo mapuche, la represión
ha sido utilizada para evitar focos de protestas y se han
ocupado mecanismos legales para favorecer impunidad.
Pese a esta ‘doble política’ por parte del Estado, e inclusi-
ve en un contexto de coerción a la militancia del movimien-
to mapuche, uno de cada cuatro de los consultados por
ELRI se han considerado miembros del pueblo mapuche.
A su vez, y sin contradicción, se consideran mestizos (15).
A su vez, producto del proceso de migración de los mapu-
23
che, “no tienen sentido de lugar”, pero los que habitan en
la urbe sienten un vínculo “con algún lugar de la zona sur”.
Es viable sostener, como dan cuenta los datos, que a pe-
sar de una década de represión (2003-2013), se ha dado un
incremento en la autoafirmación en la población entre los
35 a 54 años. Mapuche y Andinos siguen fortaleciendo su
identidad chilena sin contradicciones con una subjetividad
indígena. Para los pueblos originarios no es desvinculante
ser indígena y chileno, lo mestizo no va en desmedro de la
otra identidad. Ambas pueden coexistir en la subjetividad
indígena. Inclusive, se ha dado una baja respecto de la chi-
lenidad más bien excluyente de lo indígena en referencia al
año 2016, en un 12%, respecto a los pueblos aymara-q’chua.
En otras palabras, en los pueblos originarios hay una capa-
cidad de transitar al mestizaje, lo que no se observa en los
no mapuche. Aspecto distinto en los no andinos, en ellos
ha crecido la autoidentificación mestiza.
Pensadoras como Silvia Rivera Cusicanqui, han venido
sosteniendo que en el último tiempo se ha dado un “ase-
dio de la diversidad”, reconociendo, no obstante, que las
experiencias de mestizajes no han logrado producir ciu-
dadanías de la diferencia ni tampoco esferas públicas de-
mocráticas (16).
La cárcel política, utilizada para castigar a la rebelión
mapuche, ha tomado en La Araucanía dimensiones espe-
cíficas por la fuerza que tienen los agricultores en alianza
con la clase política. Esto explica por qué una situación
al interior de La Araucanía (una quema de camión) tiene
repercusiones distintas que la misma situación si fuese en
otra región, o bien, las protestas fuesen llevadas adelante
por mineros o portuarios. Si bien ELRI da cuenta de un
crecimiento en el entendimiento de comprender el punto
de vista de los pueblos originarios, en los no indígenas que
se empinan desde un 50% a 67%, esa voluntad no se ex-
presa en una realidad política si ponemos principal aten-
ción a los procesos judiciales a los que son sometidos los
integrantes del movimiento mapuche. No obstante, que
el 71% de los no indígenas sostengan percatarse que exis-
ten situaciones en que las condiciones de vida que tienen
los mapuche al interior de Chile son a lo menos injustas.
24
Esta ambigüedad queda reflejada en la empatía o identi-
ficación con la causa indígena, en la que el no indígena se
siente representado tan solo en un 39%.
El movimiento mapuche, “desde abajo”, se ha focaliza-
do en politizar a su propia comunidad política. Los datos
dan cuenta de un crecimiento en la autoidentificación
política, no necesariamente reflejado en los no indígenas
en que se mantiene en un 39% de los encuestados. Podría
argumentarse, que la pedagógica del movimiento mapu-
che, no ha logrado explicar las dimensiones políticas de la
autonomía, aunque parece que han sido en este escenario
los sectores críticos al movimiento mapuche, en particu-
lar la derecha chilena, encargada de crear una atmosfera,
donde la autonomía se traduce en separatismo, afectando
en base a esta argumentación la cohesión del territorio
chileno. Tal vez, por ello, un 80% de los encuestados se
muestran favorable a un reconocimiento Constitucional,
en la práctica no tendría mayor trascendencia pues la
autoidentificación ha sido un proceso construido por el
mismo movimiento mapuche. No obstante, como ha se-
ñalado Domingo Namuncura: “tan sólo eso ya constituye
un acontecimiento histórico relevante y que abre expec-
tativas muy legítimas” (17).
Para los encuestados mapuches, la devolución de tie-
rras continúa siendo demanda central. Un 74% se mues-
tra conforme con la restitución territorial que se une al
71% de los aymara-q’chua. Un 57% de los encuestados se
muestra favorable a poder administrar de forma autóno-
ma sus tierras, que se une a un 52%, favorable a escaños
reservados para el Congreso, de ese modo, se fortalece-
ría una salida democrática, ante la ausencia de derechos
que portan los pueblos originarios. Aunque las principa-
les demandas continúan siendo la creación de puestos de
trabajo y una mejoría en los niveles de educación. De esta
última, el 90% de la población mapuche ve, como ha sido
a lo largo del siglo XX, que la educación podría mejorar
los niveles de vida al interior de la república chilena.
Como ha sido la tendencia desde el siglo XXI, la deman-
da por autodeterminación sigue mostrando un alto nivel
de adhesión. El 63% de los mapuche se muestra conforme
25
con la demanda levantada por el movimiento. Aspecto si-
milar se da en la población Andina, pese a que tiene una
baja respecto al año 2016 de un 6%. Este descenso, puede
relacionarse con la migración que se ha visto en el norte,
lo que puede estar llevando a la población indígena a con-
centrarse en una unidad nacional mayoritaria pero que,
de todos modos, puede ser un momento de transición.
Como ha sostenido el historiador Sergio González, el nor-
te se caracteriza por su trasnacionalidad e interculturali-
dad desde sus orígenes, y a pesar de estar cruzado por tres
nacionalidades que se sobrepusieron a la prexistencia de
los pueblos andinos (18).
Son interesantes los datos de autogobierno. El 68% de
los mapuche se siente capaz de administrar, de forma au-
tónoma su propio territorio, aspecto que se repite con el
52% de los andinos. Sin embargo, en la medida que se da
un crecimiento, los no indígenas descienden su nivel de
apoyo a las aspiraciones de autogobierno indígena. Prima
en ellos la república del criollo.

4. A modo de conclusión
Lo antes expuesto se relaciona por dos variables que se
relacionan entre sí. Por un lado, la historia de la creación
de la república sobre los territorios indígenas. Ambos tie-
nen en común que la incorporación a la soberanía chilena
fue a causa de una guerra de expansión entre 1860-1883.
En el caso de los mapuche, se denominó Ocupación de
La Araucanía y en el caso de aymara-q’chua fue la Gue-
rra del Pacífico. En ambos casos, los pueblos originarios,
quedaron divididos por dos o más estados nacionales. Los
primeros divididos entre Argentina y Chile; en el caso de
los andinos bajo la jurisdicción de Bolivia, Perú, Chile y
Argentina. Todas las repúblicas han insistido, en forma
constante, por oprimir bajo alguna identidad nacional no
indígena a los herederos del Tawantinsuyo o mapuche a
lo largo de sus doscientos años.
Ha sido el asedio a la identidad lo que se ha modificado
por la acción colectiva de los movimientos indígenas en
América Latina. Pero esa defensa en base a la tradición y
la costumbre ha repercutido negativamente desde la po-
26
blación indígena a la no indígena. En naciones donde los
derechos políticos van más avanzados, o derechamente
donde gobiernan movimientos indígenas como es el caso
de Bolivia y los caracoles zapatistas, las dirigencias como
intelectuales indígenas han invitado a posicionar lo mes-
tizo nuevamente como un marco de diálogo.
Silvia Rivera Cusicanqui, en su último libro, hace un lla-
mado a que un mundo ch’xi es posible. Aspecto similar se
ha planteado desde la Colección de Pensamiento Mapu-
che que reúne a autores en que el debate del mestizaje,
como punto de diálogo que permita educar a la sociedad
no indígena, en torno a los derechos de los pueblos origi-
narios. Se piensa como un camino posible para la cons-
trucción política y descenso del racismo. De ese modo,
debatir sobre los derechos políticos y construir un nuevo
marco de derechos civiles.
La principal dificultad radica en la transición en los no
indígenas. Sus marcos políticos, identitarios y culturales
no dan espacio a una apertura indentitaria y por ende po-
lítica que pueda crear un nuevo marco regulatorio. Para
los no indígenas, pese a los cambios que se han dado en
las normativas internacionales y nacionales, sigue pri-
mando una óptica de nacionalismo más bien cerrado. Las
razones son la construcción de Estado, en que la identidad
criolla está por sobre lo indígena. Como sostuvo el histo-
riador guatemalteco, Severo Martínez “la patria”, continúa
siendo la construida por el criollo (19). u

1. Rafael Otano, Nueva crónica de la transición. Ediciones LOM, 1995. P 9-11.


2. Julio Pinto, La historiografía chilena durante el siglo XX. Cien años de propuestas y
combates. Ediciones América en Movimiento, 2016.
3. Fernando Pairican, “Resquebrajando la República homogénea: la lucha por derechos
civiles indígenas”. En Domingo Namuncura (comp.) Nueva Constitución y pueblos
originarios. UAHC y Pehuen, 2016.
4. Es importante para fundamentar lo expuesto leer el documento Hatun Willakuy.
Versión abrevidad del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú.
2008. También el documental de Pamela Yates 500 años sobre la situación maya, en
específico de las mujeres, en Guatemala.
5. Peter Winn, La revolución chilena. Ediciones LOM, 2013.
6. El Diario Austral de Temuco, 8 de enero de 1971, p. 7. Citado en Marie Juliette Urrutia,
“El desalambrar de los kuyfikeche. Una aproximación a las corridas de cercos en el fundo
Nehuentué, 1971”. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, USACH, 2018.
27
7. Augusto Samaniego y Carlos Ruiz, Mentalidades y políticas wingka: pueblo mapuche,
entre golpe y golpe. Colección América, CSIC, 2007.
8. Fernando Pairican, “Toqui: la resistencia mapuche a la Ocupación de La Araucanía:
Tesis para optar al grado de Doctor en Historia”, Universidad de Santiago de Chile,
2019. Un estudio sobre la historia de la Provincia de Arauco es el de Rolf Foerster,
¿Pactos de sumisión o actos de rebelión? Una aproximación histórica y antropológica a los
mapuche de la costa de Arauco, Chile. Pehuen Editores, 2018.
9. Fernando Pairican, Malon la rebelión del movimiento mapuche. Pehuen Editores, 2014.
10. El censo de 1992, señalaba la existencia de 162.814 personas que se autoidentificaban
como mapuche que vivían en Santiago.
11. José Ancan y Margartia Calfío, “Retorno al país mapuche. Reflexiones sobre una
utopía a construir”. CEDEM-Liwen 1992.
12. Nos basamos en el artículo de María Angélica Illanes del mismo nombre. Sus
trabajos han sido recopilados en un libro Chile-descentrado. Ediciones LOM, 2014.
13. Enrique Antileo, Claudio Alvarado Lincopi y Fernando Pairican, “Las dos
Araucanías: por qué se deteriora la política ‘social’ de Piñera”, edición chilena Le Monde
Diplomatique, julio 2019.
14. Suscribimos la hipótesis de Julio Pinto en Caudillos y plebeyos: la construcción social
del Estado en América del Sur (Argentina, Perú y Chile). Ediciones LOM, 2019.
15. ELRI, “Estudio Longitudinal de relaciones Interculturales. Resultados de la
segunda ola”. CIIR, 2019.
16. Silvia Rivera Cusicanqui, Un mundo ch’ixi es posbile. Ensayos desde un presente en
crisis. Ediciones Tinta de limón, 2018.
17. Domingo Namuncura, Nueva constitución y pueblos indígenas. Pehuen Editores/
UAHC, 2016. P 19.
18. Sergio González, (Pay) Pampa. La presencia boliviana e indígena en la sociedad del
salitre. Ediciones RIL, 2016.
19. Severo Martínez Peláez, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad
colonial guatemalteca. Ediciones EFE, México, primera reimpresión 2013.

F.P.P.

28
Mapuche bueno y mapuche malo, una constante en
la historia

Las dos Araucanías: por qué se


deteriora la política “social” de Piñera
por Fernando Pairican*

Si bien minoritaria la población mapuche en Cautín, es


evidente que la capacidad de resistencia del movimiento
autonomista fue capaz de erosionar una débil política
forjada por el segundo gobierno de Sebastián Piñera,
sobre todo luego del asesinato de Camilo Catrillanca y el
descalabro de la Operación Huracán.
1. Arauco: el proyecto de regeneración mestiza
Fausto Reinaga publicó en 1970 Revolución India. Un en-
sayo político e histórico para explicar, desde el punto de
vista aymara-q’uechua, la conformación de la república
boliviana. No es necesario explicar la historia de la for-
mación boliviana, salvo subrayar que su nombre está re-
lacionado a un ex esclavista: Simón Bolívar, que esperaba
gobernar, desde el Alto Perú, el sueño de un continente
confederado.
A lo largo de la formación de las repúblicas latinoame-
ricanas, lo que el historiador guatemalteco Arturo Tarace-
na ha denominado “sueño ladino: pesadilla indígena”, las
naciones originarias fueron sometidas a distintos proyec-
tos de dominación. Algunas repúblicas, como la peruana,

*Académico USACH y Diego Portales, investigador adjunto a CIIR y director de la Colección


Pensamiento Mapuche Pehuén Editores. Artículo publicado en la edición chilena de
le monde diplomatique en julio 2019.

29
recuperaron el legado del Tawantintuyo pero lo “criolli-
zaron” y reconvirtieron en aspiraciones imperiales para
la oligarquía de Lima. La Guerra del Pacífico, puede ser
vista como un momento propicio para observar cómo los
nombres incaicos fueron adaptándose, en un sentido de
expansión oligárquica, enfrentándose a la chilena que, a
esa fecha había, desechado lo ‘araucano’ como símbolo
de identidad nacional.
La utilización del legado incaico, ideado por el militar
boliviano Andrés de Santa Cruz Calahuamana, subra-
yando su descendencia incaica, esperaba reconstruir el
Tawantinsuyo, creando un ambicioso proyecto que título
Confederación. También ese proyecto fue destruido por el
ejército chileno. Aspecto parecido intentó llevar adelante
Justo José de Urquiza en Argentina, llegando a ser parte
de ella los Toqui Kallfükurra y Mañilwenü en puelmapu
ka gulumapu, todos acabaron por conformar, según la
historiadora argentina, Silvia Ratto, una Confederación
Indígena que gobernó en la década del 50’ el siglo XIX. A
ello lo hemos llamado la “mapuchería”. Un contrapoder
político, económico y social que restableció la frontera
pactada con los gobernadores monárquicos en distintos
parlamentos, ratificado por la república chilena en Tapi-
hue en 1825.
Ante la resistencia mapuche, encabezada por sus distin-
tos liderazgos, que en momentos específicos escogieron
como Toqui del Fütalmapu a Mañiwenü, el Estado chile-
no encabezado por Prieto, Bulnes y Montt durante treinta
años diseñaron una “política indígena”, basada en crear
un territorio que reconocía la identidad mapuche como
un momento táctico de una estrategia que, a la larga, aca-
baría por anexar el territorio mapuche. Una vez controla-
do ese territorio, se desplegarían todas las instituciones
y lógica del Estado conquistador, partiendo por prohibir
el mapuzungun, el sistema patrilineal y la práctica de las
tradiciones como nguillatun, entre otras. El mecanismo
para conseguir esa “regeneración colonial” sería la escue-
la, encabezada por las misiones franciscana y anglicana.
Ese proyecto colonial fue bautizado como Provincia de
Arauco y sus habitantes como “araucanos”, sujetos mapu-
30
che que transitarían a un ideal de chilenidad, que irían
‘perdiendo’ su identidad a lo largo del proceso de rela-
ciones fronterizas con los no indígenas. De ese modo, a
lo largo del siglo XX, la historiografía dotó al araucano de
conceptos militaristas, consolidando una concepción de
guerreros antes que un pueblo de resistencia. En ese pro-
ceso, a mediados del siglo XX, el araucano se convirtió en
el tránsito de lo mapuche a lo no mapuche, y cualquier
elemento que el sujeto mapuche incorporara de la otra
sociedad era una prueba del triunfo de la sociedad ‘domi-
nante’ por una ‘dominada’.
Podría haber sido un debate más de tantas que se dan
en las batallas por la historia, pero al incorporarse estas
matrices al sistema educativo a nivel de Estado, estas tesis
se convirtieron en una política de asimilación. Consoli-
dadas como narrativa oficial del Estado chileno, en 1992,
año de la gran reflexión indígena, el Estado chileno otorga
el Premio Nacional de Historia a uno de los fundadores de
estas tesis coloniales, don Sergio Villalobos.
Damos esta larga introducción histórica –y política–,
para fundamentar que los relatos de la clase política en la
región es muy difícil separarlos de la construcción del Es-
tado sobre el Fütalmapu. Una parte del viejo espacio terri-
torial mapuche fue construido en base a la regeneración,
pero lo que dará vida a lo que conocemos como La Arau-
canía pertenece a otro proceso histórico de construcción:
las dos Cautín.
¿Cómo vencer a la resistencia mapuche del siglo XIX?
Continuando con la estrategia ideada por los militares
hispanos, es decir, fuertes militares en los bordes de los
ríos. A eso Cornelio Saavedra lo llamó la línea del Malleco,
que básicamente fue reproducir lo construido por los his-
panos en el borde norte del río Bío Bío. Tanto Prieto como
Bulnes, ambos hijos de militares españoles, continuaron
con ese diseño durante los veinte años que gobernaron
como clan familiar, siendo receptivos a las ideas expan-
sivas de la oligarquía de Concepción que, apenas fueron
encontrados los yacimientos de carbón en el golfo de
Arauco, iniciaron una campaña para conquistar el Fütal-
mapu. Si sumamos la presión de los colonos de Isla Laja
31
que, imposibilitados de expandirse hacia el Norte, por en-
contrarse con los propietarios del valle central, junto a la
oligarquía de Concepción, presionaron al gobierno para
ocupar el territorio mapuche. El resultado de todas estas
variables, acabaron por crear la Provincia de Arauco en
1852, e iniciaron otro tipo de conquista, en 1862, con la
refundación de Angol.

2. Cautín: el proyecto de segregación


Temuco fue fundado en 1881. Como buena parte de los
poblados al sur del río Malleco hasta Villarrica, fueron
fuertes militares diseñados para vencer la resistencia ma-
puche a la Ocupación de La Araucanía. A diferencia del
proyecto colonial de Arauco, la construcción de la Provin-
cia de Cautín fue dejada a los colonos extranjeros y chile-
nos acompañados por miembros del Ejército de Chile. El
más conocido es Cornelio Saavedra, empresario con ac-
ciones en yacimientos de carbón y propietario de tierras
en la provincia de Arauco, cerebro intelectual, político y
militar de la expansión hacia río Malleco, que continúo
apropiándose de las tierras mapuche conquistadas.
Luego de la resistencia mapuche de 1868, a orillas del
río Malleco, que llevó a diputados como Benjamín Vicuña
Mackenna a dictar su discurso en el parlamento bajo el
título de la “Conquista de Arauco”, fundamentada en su li-
bro publicado ese mismo año bajo el título Guerra a Muer-
te, sostuvo que “la península era el sur”, en referencia a lo
que representaban los mapuche (atrasado-barbarie) en
comparación con las ideas que se debatían en Santiago.
El diputado en su libro concluía que la victoria sobre los
mapuche, representaba “en toda su plenitud su magnífica
unidad, base de su grandeza, y asumiendo oficialmente
su verdadero nombre de Nación”.
A lo largo del siglo XX, la construcción de la provincia
de Cautín, practicó la segregación sobre los mapuche con
menos poder. El Austral de Temuco de hecho catálogo a
las reducciones como cordones de la miseria, alejadas de
la ciudad colonial, pero que sin embargo, comenzarían a
rodear la ciudad colonial ante el crecimiento demográfico
de los mapuche y la expansión de la misma ciudad.
32
La construcción de las dos Cautín, significaba para la
población mapuche, poder ir a vender sus productos a
espacios geográficos racializados, en este caso, a las afue-
ras de la estación de tren. Lugar que dio nacimiento a la
Feria Pinto. No obstante, la decisión de ellas de ingresar
más al centro de la ciudad, en busca de nuevos compra-
dores para sus productos, ha creado toda una respuesta
de la Cautín blanca. El actual alcalde de Temuco, Miguel
Becker, no para de acosar a las lamgenes, utilizando a la
policía para expulsarlas y obligándolas a regresar al espa-
cio “creado” para los mapuche de la ciudad ilustrada: los
márgenes. La misma guerra a los vendedores de cocha-
yuyo que, en plena época de turismo, ‘osan’ estacionar la
yunta de bueyes en la Plaza Aníbal Pinto.
En la práctica la clase política de Cautín no ha podido
revertir ni la pobreza ni mejorar los niveles de vida de la
sociedad mapuche de la región. Muy por el contrario, la
población mapuche sigue estando en niveles de pobreza
más extremos en comparación con la no indígena. Ante
esa disyuntiva, la población mapuche en distintas etapas,
dependiendo de las crisis económicas a nivel nacional,
migran de la región, dejando a la larga, como población
mayoritaria a los no indígenas que gobiernan, oprimien-
do a los mapuche y castigando con la cárcel a quienes se
rebelan a ese gobierno que perpetua la segregación. Lo
interesante y contradictorio a la vez es que la clase política
que gobierna Cautín puede reprimir y expulsar a vende-
doras mapuche, que podrían ser consideradas, “mapuche
permitidas”, no necesariamente representantes del “terro-
rismo” mapuche que tanto repite la clase política no indí-
gena de la región. Sin embargo, utilizan el mismo método
que viene aplicando sobre los “mapuche insurrectos” que
han sufrido el rigor de un Estado ante la lucha por con-
quistar la autodeterminación. La situación colonial de los
mapuche en Cautín, se ha incrementado con la violencia
represiva de quienes demográficamente representan tan
solo el 23,4% del conjunto de los habitantes.
La batalla por Cautín no es nueva. Es interesante cómo
a partir de esta construcción colonial, los mapuche res-
pondieron insertándose al juego político de los criollos.
33
La construcción teórica de la república, es decir dar naci-
miento a un no indígena, a partir del concepto de “arauca-
no”, fue adaptado por el primer ciclo del movimiento ma-
puche, como símbolo de resistencia. Es muy interesante
esa dialéctica entre el colonizador y colonizado, como los
segundos deciden utilizar el lenguaje de los vencedores
para continuar impulsando su propio proyecto de eman-
cipación. Tal vez el sueño de Aburto Panguilef de crear
una República Araucana en la década del 40’ no era del
todo una locura, sino una lectura política, en un contexto
de comienzos de los procesos de descolonización, luego
de concluida la Segunda Guerra Mundial.
La utopía de Panguilef se convirtió en un hecho concre-
to cuando los mapuche decidieron recuperar las tierras
usurpadas. La Reforma Agraria tomó dimensiones anti
coloniales en Cautín y frente a ese temor, es decir, a que la
revolución socialista se abriera a convertirse en una revo-
lución anticolonial, los líderes de la Unidad Popular res-
pondieron en un primer momento de una manera con-
servadora; de hecho, Jacques Chonchol señaló al Diario
Austral de Temuco en 1971: “Nosotros no creemos que en
el fondo haya aquí un problema de indígenas o de no indí-
genas […] No es un problema racial sino un problema de
campesinos pobres”.
Lo fascinante de una verdadera revolución, es la capa-
cidad de ebullición y de resolver las tensiones creativas
que el mismo proceso ha creado. Al poco tiempo, la Uni-
dad Popular respondió decretando una Reforma Agraria
especial, conocida como el cautinazo y que respondió
a lo que el gobierno revolucionario de Salvador Allende
denominó Plan Emergencia para la Provincia de Cautín.
Sin embargo, ese dilema, levantó los vientos de una tem-
pestad conservadora que no dejó de asolar al gobierno
revolucionario, creando grupos paramilitares como Pa-
tria y Libertad o movilizando a los gremios de camione-
ros que desabastecieron a las ciudades para acrecentar el
descontento. A la inversa, fue uno de los espacios donde
el MIR logró tener mayor presencia, al subordinarse a los
liderazgos mapuche que deseaban recomponer el antiguo
territorio. Las elecciones de marzo de 1973 vuelven a su-
34
brayar las dos Cautín: triunfaba en las elecciones Rosendo
Huenuman y a la vez Germán Becker Bäechler. Las dos
Cautín.
Con la dictadura militar se volvió a impulsar la supre-
macía de los colonos. A diferencia de la derecha del valle
central, en lo que pasó a llamarse con la regionalización
como Araucanía, el poder volvió a los que pueden ser
considerados los fundadores y constructores de la región.
Luego de 1990, Cautín se convirtió en el refugio y reta-
guardia del pinochetismo. Las elecciones presidenciales
son un buen termómetro para observar por qué derecha
se vota y cuál es el discurso que la clase política utiliza
para obtener votos. Sabemos que ningún candidato de
centroizquierda o de izquierda deciden cerrar sus campa-
ñas presidenciales, y de seguro, a la región le brindan muy
poco tiempo. En otras palabras, para la izquierda La Arau-
canía es una región pérdida, pero no fue el mismo criterio
que utilizó el actual presidente Sebastián Piñera al radi-
calizar su discurso en La Araucanía, asemejando la lucha
por la autodeterminación a la delincuencia y violencia.
Ya como mandatario, al presentar el grupo de Opera-
ciones Especiales, catalogado como Comando Jungla
por la prensa, Piñera subraya que en base a sus datos, “el
principal problema de la sociedad chilena es la violencia,
es la delincuencia, es el narcotráfico y en algunos luga-
res de esta región, particularmente Ercilla (entiéndase lof
Temucuicui) y Vilcún (es decir el lof Yeupeko) es el terro-
rismo”. En ese momento al englobar una lucha por dere-
chos civiles junto al narcotráfico, el mandatario le dio una
legitimidad a la policía, una misión, insertando a la lucha
mapuche como parte de un crimen organizado y no por
derechos humanos.

3. La batalla por Cautín


Apenas el gobierno tomó posesión, anunció una doble
política para detener el movimiento autonomista. Lo lla-
mó Plan Araucanía y puso al ministro Alfredo Moreno
con un perfil social, cercano a la iglesia y dispuesto a tejer
alianzas con dirigentes mapuche, como en efecto lo hizo
a través del Longko Aniceto Norin y sus conversaciones
35
con la Agrupación de Alcaldes Mapuche. En otro puesto,
el ministro del Interior, respaldaba el incremento de la
violencia coercitiva para detener al movimiento autode-
terminista. A eso lo llamamos, en estas mismas páginas
en enero, las dos caras del mismo rostro: el multicultura-
lismo. Reconocer sin derechos y dividir a los mapuche en
base a dos políticas: por un lado la cárcel a los que deciden
luchar por la conquista de los derechos fundamentales, e
incentivar, en base a políticas de emprendimiento étnico,
en el marco del modelo capitalista, a quienes optan por
ser parte de esta alianza coyuntural. En ambas la decisión
ya sea para rebelarse o pactar es la misma: la pobreza.
Podríamos sostener que antes del asesinato de Camilo
Catrillanca en noviembre de 2018, la política multicultu-
ral estaba logrando una hegemonía, aunque débil. Algu-
nos miembros del movimiento mapuche que habían sido
parte de la resistencia habían dado pie al diálogo con el
ministro y el movimiento de resistencia se encontraba en
un repliegue, a raíz que la otra ala del gobierno continua-
ba con su política de represión y persecución a los líde-
res del movimiento. A principios de año fueron detenidos
Luis y Jose Tralcal, incrementando el número de presos
políticos con la detención de Daniel Canio y aceptando
la extradición y posterior juicio al longko Facundo Jones
Huala desde Argentina, por nombrar solo algunos de los
casos bajo el actual gobierno.
El asesinato de Catrillanca dinamitó la política ‘social’
del gobierno de Piñera. Mientras que uno de los brazos
y forma de comprender la política hacia los pueblos ori-
ginarias, basada en lo que hemos llamado el proyecto de
regeneración mestiza, intentaba consolidarse sobre Cau-
tín a partir del multiculturalismo, preparando el escena-
rio para consultar por un absurdo: dejar a la especulación
y libre mercado las tierras que aún quedan en mano de
los mapuche con el objetivo de despojar a los sobrevi-
vientes de la reducción; otro de sus brazos, el construi-
do en lo que hemos llamado el proyecto de segregación,
esperaba consolidar el despojo de tierras mal utilizando
los mecanismos del derecho internacional. Su objetivo es
adelantarse al fin de los arriendos permitidos por la Ley
36
Indígena de 1993, de ahí el interés del gobierno, propio
de una República propietaria, de ver en el horizonte di-
cho escenario, en que una parte considerable de la tierra,
bordes de lagos y ríos han sido adquiridas por los propie-
tarios vinculados a la derecha. Aunque si ponemos como
ejemplo lago Caburgua, espacio en que Michelle Bachelet
y Sebastián Piñera tienen propiedades, es posible seguir
argumentando que la cuestión de la tierra y cómo se con-
formó la propiedad a lo largo del siglo XX es la historia
central de esta trama.
Siendo coherente con ese 62% de votos obtenido en las
últimas elecciones, el gobierno impulsó una doble polí-
tica para detener al movimiento mapuche en La Arauca-
nía. Los costos de esa doble política, en algún momento,
se entorpecieron y luego de la muerte Catrillanca se con-
frontaron en los salones de La Moneda. Fue evidente la
caída de la política “social” del gobierno y la reactivación
del movimiento autonomista, que erosiona con sus mo-
vilizaciones civiles, ya sean marchas, protestas y el inédito
viaje al Congreso de Valparaíso encabezado por el mismo
padre de Camilo Catrillanca los intentos de dominación
sobre el pueblo mapuche en ese territorio; mientras que
otro sector utilizando violencia política, en especial con-
tra las forestales, sigue sosteniendo que la lucha mapuche
es por la autodeterminación. Si bien minoritaria la pobla-
ción mapuche en Cautín, es evidente que la capacidad de
resistencia del movimiento autonomista fue capaz de ero-
sionar una débil política forjada por el segundo gobierno
de Sebastián Piñera que tuvo, en la práctica, que rescatar
al que muchos consideraban candidato presidencial en
las próximas elecciones: Alfredo Moreno.
De todos modos, continúa siendo el candidato, alejado de
Cautín ahora es llevado por el gobierno a inaugurar obras
y seguir su camino hacia La Moneda. En ese tránsito se
encontrará con quien viene hace años preparando su ca-
rrera para conquistar el sillón presidencial, Joaquín Lavín.
El segundo tiempo del gobierno será de cosismos. Mien-
tras que en Cautín la clase política chilena, continuará
pensando que el tema de fondo no es racial, sino un pro-
blema de campesinos pobres. Los mapuche, continuare-
37
mos sosteniendo que es en el fondo racial, y desde ahí, es
político, ya que la negación a debatir sobre los derechos
fundamentales no pueden sino ser extendidos a esta al-
tura y con la amplia experiencia de casos internacionales,
sino como un acto en que se confrontan desde el Estado
dos almas: la política de regeneración y/o asimilación. A
esta dualidad, la lamgen Patricia Troncoso, desde la cárcel
de Angol en plena huelga de hambre iniciada a fines del
año 2007 y concluida luego del asesinato de Matías Ca-
trileo, sostuvo que el objetivo del gobierno –en este caso
de Michelle Bachelet que había impulsado la política que
catalogaron como Reconocer: Pacto por la Multiculturali-
dad”–, era “dividir ante la opinión pública entre mapuche
buenos y mapuche malos”. Haciendo una síntesis históri-
ca, Troncoso sostuvo en esa misma entrevista que el go-
bierno fracasaría mientras “el problema político-histórico
sea tomado desde dos opciones: plata pa’ los buenos, palo
pa’ los malos”. u
Bibliografía

Foerster Rolf, ¿Pactos de sumisión o actos de rebelión? Una aproximación


histórica y antropológica a los mapuche de la provincia de Arauco. Pehuén
Editores, 2018.
Pairican Fernando, Malon. La rebelión del movimiento mapuche 1990-2013.
Pehuén Editores, tercera edición, 2019.
Renique José Luis, La batalla por Puno. Conflicto agrario y nación en los
Andes peruanos. Ediciones INJ, 2016.
Reinaga Fausto: Revolución India. Ediciones Pachakuti, 1973.
Urrutia Marie Juliette, El desalambrar de los kuyfikeche. Una aproximación a
las corridas de cerco en el Fundo Nehuentué, 1971. Tesis para optar al grado de
Licenciada en Historia, USACH, 2018.
Vicuña Mackenna Benjamín, Guerra a Muerte. Ediciones Francisco de
Aguirre, 1972.
Winn Peter, La revolución chilena. Ediciones LOM, 2013.

F.P.

38
El multiculturalismo como parte de la estrategia
contrainsurgente

El desprecio por las vidas mapuche


por Claudio Alvarado Lincopi, Enrique Antileo y Fernando Pairican*

Fue en junio de 2018 que se anunció la creación del


Comando Jungla. Una policía contrainsurgente, con
características militares, entrenada en Colombia (1). En
la imagen, con tanquetas detrás, el presidente Sebastián
Piñera y el ministro Andrés Chadwick, informaron de
los objetivos que tendría este grupo: mantener la paz,
adelantarse a los hechos de violencia y desarticular
a los núcleos de resistencia mapuche, catalogados
como “terroristas”. Desde ese día, los controles
policiales/militares en la Macrozona se acrecentaron,
intensificando la violencia estatal.

Un ataque a balazos contra comuneros en Lautaro alla-


nó el camino de lo que sucedió con la muerte de Camilo
Catrillanca: un disparo percutado por un agente policial,
que asesina a Camilo sobre su tractor, su herramienta de
trabajo, con un niño a su lado, viviendo aquella dolorosa
escena.
Lo sucedido no es nuevo. Es el resultado de una política
que se forjó en el 2001 bajo la administración de Ricardo
Lagos: Verdad Histórica y Nuevo Trato. En esos años, se
inauguraba una supuesta nueva relación con las comuni-

*Integrantes del Centro de Estudios e Investigaciones Mapuche Comunidad de Historia


Mapuche. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique diciembre
de 2018.

39
dades y los pueblos indígenas. En la práctica, se forjó una
política social orientada a revertir los niveles de pobreza
extrema de las zonas indígenas: se pavimentaron cami-
nos y mejoraron escuelas y hospitales, particularmente
en el territorio donde las organizaciones mapuche auto-
nomistas tuviesen mayor presencia. Paralelamente, se in-
crementó la presencia policial en Wallmapu y fue lo que
por aquel entonces denunciaron organizaciones políticas
como la Identidad Territorial Lafkenche y la Coordinado-
ra Arauco-Malleco: la militarización del Wallmapu.

Multiculturalismo: ¿dos caras?


El multiculturalismo o multiculturalismo liberal, para ser
más específicos, es la construcción teórico-política de los
gobiernos neoliberales para abordar la diversidad cultu-
ral y las demandas por derechos colectivos en contexto de
economías capitalistas. Es la capacidad del neoliberalis-
mo de adaptarse a los sujetos indígenas y a sus discursos
y reivindicaciones, basada en políticas públicas que arti-
culan un equilibrio entre las concesiones que se les dan a
los grupos que demandan derechos colectivos y las pro-
hibiciones que se les establecen. Su objetivo principal es
descomponer las demandas políticas y transformarlas en
un asunto de mercado, supervisado y controlado. Como
ha dicho la investigadora Patricia Richards, no es más que
otro tipo de racismo (2).
Este tipo de política que une lo ‘social’ y lo ‘represivo’ se
nutre de la constatación de una dramática realidad: la po-
breza del mundo indígena. Los pueblos indígenas de Abya
Yala son los más pobres entre los pobres y ante esta situa-
ción, una parte considerable de su población no ha tenido
más recurso de sobrevivencia que recurrir a comercializar
su propia etnicidad, ya sea en los rubros del turismo o re-
curriendo a otras formas económicas siempre precarias
(farmacias, artesanías, turismo étnico). La apuesta multi-
culturalista, terminó en ese aspecto, transformándose en
una forma de gobernabilidad neoliberal en temáticas indí-
genas, administrando las reivindicaciones de los pueblos,
dominando sus agendas políticas y creando un fenóme-
no contemporáneo: la articulación entre etnicidad y libre
40
mercado (3). Se inaugura con esto una política de “reco-
nocimiento sin derechos”, de aceptación de una alteridad
controlada, que ya lleva en Chile varios años funcionando.
Ahora bien, este dispositivo de operación de lo indígena no
ha sido posible sin la aplicación de la violencia institucio-
nal activada en formato de represión sistémica al activismo
indígena más ideológico que aspira a la conquista de los
derechos fundamentales. Ha sido esta última dimensión la
que ha creado, desde nuestra perspectiva, un terrorismo de
Estado en el territorio mapuche.
El terrorismo de Estado ha sido una estrategia diseñada
por el ministro del Interior del gobierno de Ricardo Lagos,
José Miguel Inzulza (PS), y el general Alberto Cienfuegos.
Pero su arquitecto fue otro: José Alejandro Bernales, para
ese tiempo encargado de DIPOLCAR. El futuro edecán de
la entonces ministra Michelle Bachelet, y luego Director
General de Carabineros bajo su primer gobierno, instau-
ró la Macrozona, unidad territorial que puso bajo un solo
mando la Octava y la Novena Región, consolidándose una
nueva estructura de poder. José Alejandro Bernales pasó
de DIPOLCAR a Jefe de la IX Zona para maniobrar su pro-
pio diseño represivo. Junto a él asumieron algunos de sus
hombres de confianza, varios de ellos, acusados o dados
de baja por la Operación Huracán en enero de este año.
Bajo el mando de Bernales, se encontraba también Bruno
Villalobos. El mismo equipo, la misma estrategia, ha cru-
zado a los distintos gobiernos (4).

Garrote y zanahoria
El Nuevo Trato, resultado de la Comisión de Verdad His-
tórica, se caracterizó por unir en una mismo plan, aunque
suene repetitivo, la aplicación del “garrote” y la “zanaho-
ria”. Su fin lo dejó mucho más claro Patricia Troncoso en
la extensa huelga de hambre del año 2007: nos quieren
dividir entre mapuches buenos y malos. Desde la teoría
crítica al multiculturalismo, Rosamel Millaman y Charles
Hale llamaron a este fenómeno la creación estatal del “in-
dio permitido” y el “indio insurrecto” (5).
Algunos de los formatos en que operó el multicultu-
ralismo neoliberal en Chile fue el Programa Orígenes
41
inaugurado con Ricardo Lagos con apoyo del Banco In-
teramericano del Desarrollo y el Pacto Social por la Mul-
ticulturalidad de Michelle Bachelet (6). Estas nuevas po-
líticas inyectaban recursos en las comunidades indígenas
más empobrecidas y habilitaba estratégicamente al Esta-
do para dialogar con nuevos interlocutores “pacificados”,
aislando a los sectores movilizados. Pronto advino el auge
del desarrollo agrícola, el turismo rural y el microempren-
dimiento indígena.
En fin, bajo este proceso de fundación y despliegue del
multiculturalismo, las organizaciones mapuche autono-
mistas acrecentaron sus movilizaciones por la tierra y te-
rritorio. Asimismo, la utilización de la violencia política
continuó siendo el instrumento de autodefensa ante la
represión policial y el método para reconquistar el terri-
torio en manos de las empresas forestales (7). También
se incrementaron las recuperaciones de tierra sobre los
predios de agricultores y colonos. Fueron estos últimos
los que desempolvaron las escopetas que sus padres ocu-
paron para evitar la Reforma Agraria y sus abuelos para
defenderse de la ‘indiada’ que asolaba en los campos lue-
go de la Ocupación de La Araucanía. Los síntomas de la
agudización de la violencia policial se hicieron evidentes.
El asesinato de Matías Catrileo respondió a ese proceso y
se inscribió como la otra cara del modelo multicultural, el
menos amable, tal vez el más doloroso para los afectados:
el represivo.

Intereses de los poderosos


Como una manera de revertir la ausencia de una institu-
cionalidad, el gobierno de Michelle Bachelet ratificó el
2009 el Convenio 169 de la OIT, paralizado desde 1990 en
el Congreso. Se prometió nuevamente un reconocimiento
constitucional y seguir adelante con las políticas asisten-
ciales. De los derechos políticos nunca se habló, ni con
Lagos, ni Bachelet ni con Piñera. El reconocimiento cons-
titucional -a estas alturas totalmente desfasado y anacró-
nico respecto al estándar de derechos indígenas a nivel
internacional, sobre todo con la Declaración Universal de
2007- aún descansa como una promesa incumplida.
42
El gobierno de Sebastián Piñera continuó y profundizó
el multiculturalismo. Comenzaron a mirar la experiencia
de Nueva Zelanda, Estados Unidos y en menor medida la
canadiense. El pueblo Rapa Nui se convirtió en el ensayo
de la política multicultural, luego que el ministro Rodrigo
Hinzpeter enviara a las fuerzas policiales a la isla, creando
un conflicto ante el temor de una radicalización de las as-
piraciones autodeterministas. Lograron acordar incipien-
tes espacios de control por parte del Consejo de Autorida-
des Tradicionales de Rapa Nui. Hoy, la isla controla el uso
de la tierra, hoteles y el control migratorio. Una autono-
mía no declarada oficialmente.
¿Por qué no ha sucedido algo parecido en Wallmapu?
El territorio mapuche concentra la segunda y tercera ri-
queza de las exportaciones de Chile. Las producciones
forestales, agrícolas y pesqueras están concentradas en el
territorio histórico mapuche. Además, los intereses políti-
cos y económicos de los poderosos se entrelazan en Wall-
mapu. A modo de ejemplo solamente: la familia Tarud,
migrantes y propietarios de importantes hectáreas del te-
rritorio mapuche, concentran un poder político que lleva
cincuenta años influyendo en la región. Lo mismo sucede
con el clan Becker, fundadores de Temuco y también con
las autoridades políticas de la zona como la familia García
Ruminot. En La Araucanía, importantes personeros de la
derecha y la ex Nueva Mayoría acumulan capitales y po-
der y casas de veraneo. Ahora bien, para comprender este
escenario de violencia y poder político-económico actual
y acumulado, debemos abordar dos ideas claves: por un
lado, el Wallmapu ha sido y es hoy una realidad colonial;
por otro, la inferiorización y subalternización de las vidas
mapuche se fundan en una estructura racial que se sedi-
menta en el odio y desprecio por el otro (8).

La continuidad colonial: el otro deshumanizado


En Wallmapu la situación es de colonialismo. La paz que
plantean los agricultores es de dominación, la paz que
plantean los gobiernos es de incorporación sin derechos,
reconocimientos tibios e insípidos, recetas de otros go-
biernos neoliberales. Por lo mismo, es viable hablar que
43
el multiculturalismo ha sido y es una estrategia de con-
trainsurgencia colonial, diseñada y administrada desde el
socialismo renovado de la Concertación y continuada por
la derecha chilena. Algo nos dice que el actor institucional
de gobierno más importante para temas indígenas, en los
últimos veinte años, sea el Ministerio del Interior. Es esta
misma estrategia contrainsurgente la que define los pila-
res de la política indígena de Sebastián Piñera en sus dos
periodos. El resultado de esa política, o tal vez, la madurez
de ese diseño ha concluido con la creación del Comando
Jungla y el Plan Impulsa. Dos rostros que parecen distin-
tos, el social y el represivo, pero que conforman una arti-
culación inseparable.
¿Está dividido el gobierno? No, el modelo sigue siendo el
mismo. La improvisación ante la ejecución de Camilo Ca-
trillanca les ha sacado el velo. Ha salido a la luz su herencia
de colonos, de latifundistas, de menosprecio por el indio,
pero la estrategia no ha cambiado, porque la gobernanza
multiculturalista es la que les asegura la continuidad del
modelo colonial. Renuncias más o menos, la forma de ad-
ministrar continúa la misma senda. Para ellos la subalter-
nidad del pueblo mapuche es la base de su política.
La ejecución sumaria de Camilo Catrillanca es un pun-
to en un océano de odio. El desdén y la indolencia con
que abordaron su muerte, nos enrostró nuevamente que
ni este gobierno ni sus antecesores, y probablemente tam-
poco los que vienen, abandonarán jamás el privilegio de
ser colonizadores. Por todos los medios de comunicación,
por sus voces, apareció el desprecio que tienen y yace so-
bre las vidas mapuche, desprecio encarnado en el nombre
y el cuerpo del joven Camilo. Así funcionan los modelos
coloniales, cultivan la deshumanización del colonizado,
creen en la única humanidad del colonizador. El mapu-
che no es persona, no vale ni siquiera un pésame. A eso le
hemos llamado “violencias coloniales” (9).

Racismo y colonialismo
Ninguna reacción que hemos visto en los últimos días
es natural o espontánea. Emergen de la normalización
del desprecio. He ahí la clave del racismo. El racismo es
44
el instrumento ideológico de quien coloniza para perpe-
tuar su poder, su capital forjado no en base al esfuerzo
sino al despojo y la desposesión del otro, su posición en
la estructura. El racismo es el aceite que engrasa el colo-
nialismo chileno, por lo tanto, su presencia es constante
y necesaria. Hoy adquiere diversos matices y se escabulle
en los discursos de la diversidad cultural y el respeto por
la diferencia étnica. Pero se expresa como un brutal recor-
datorio de su lugar inalterado en la decisión de enviar al
Comando Jungla a perseguir un “robo común” en una co-
munidad mapuche, en el ocultamiento y destrucción de
las grabaciones, en los mensajes de funcionarios policia-
les en redes sociales festinando con la muerte de Camilo.
Ahí está el racismo que divide las vidas, las vidas que
valen y las que deben ser aniquiladas. Pero también se
agita y despliega en todos los dispositivos multiculturalis-
tas que no revierten -ni tienen la intención- la estructura
colonial. El colonialismo que afecta al pueblo mapuche,
que hoy adquiere forma de colonialismo de asentamien-
to, goza de muy buena salud, ha conseguido reducir a un
pueblo y diseñar las formas de gobierno en que pueden
ser “incluidos”, sin desarmar su modelo extractivista, sin
tocar el capital que acumuló el Estado y los particulares
que se beneficiaron -y siguen haciéndolo- de la coloniza-
ción, sin otorgar derechos políticos vinculados a la auto-
determinación de los pueblos.
Ninguna política de los últimos veinte años ha sido dis-
tinta. Ni los que se llaman progresistas ni la derecha en
sus confusos despliegues han pretendido dejar su lugar
colonial. Hoy la retórica del gobierno defiende el Plan Im-
pulsa. Nuevamente resuena el reconocimiento constitu-
cional y se habla de cuotas parlamentarias como avances.
Ambas cuestiones ya bastante añejas en el escenario in-
ternacional de derechos indígenas. Aucan Huilcaman lo
planteó de manera directa: “En cuanto a la participación
política mapuche mediante la ley de cuotas… es un pro-
ceso de domesticación, es un retroceso inaceptable y es
contrario al derecho a la libre determinación mapuche”.
El movimiento mapuche se ha volcado a la denuncia
(no podría ser de otro modo), y en ese andar que ebulle
45
desde el dolor ha buscado caminos de encuentro y uni-
dad. Durante el eluwün del peñi Catrillanca, quienes usa-
ron la voz plantearon ese objetivo: unión para conquistar
los derechos fundamentales en el escenario adverso que
nos presenta Chile. Sin medias tintas, tal contexto es la de
un país colonizador y racista. u

1. Esta política está inspirada en la “Seguridad Democrática” instaurada


por Álvaro Uribe Vélez el año 2002, la cual trajo como consecuencia en
ocho años de implementación 10.000 crímenes de Estado en Colombia.
Uribe visitó el año 2014 La Araucanía, donde se reunió con importantes
empresarios y políticos locales en el Hotel Park Lake de Villarrica.
2. Patricia Richards, Racismo. El modelo chileno y el multiculturalismo
neoliberal bajo los gobiernos de la Concertación 1990-2010. Pehuén Editores,
2015.
3. Véase Comaroff, John y Jean Comaroff. Etnicidad S.A. Katz
Editores, Buenos Aires, 2012; Enrique Antileo, “Políticas indígenas,
multiculturalismo y el enfoque indígena estatal urbano”. Revista de Historia
Social y de las mentalidades, USACH, 2013.
4. Rodríguez Ana y Vergara Pablo, La Frontera. Crónica de la Araucanía
Rebelde. Ediciones Catalonia, 2015.
5. Hale, Charles y Rosamel Millalan. “Cultural Agency and Political
Struggle in the Era of the Indio Permitido”. En Doris Sommer, Cultural
Agency in the Americas, Doris Sommer. Durham, NC: Duke University
Press. pp. 281-301, 2005.
6. Véase Yañez Nancy y Aylwin José, Gobierno de Lagos, los pueblos indígenas
y el ‘nuevo trato’. Ediciones LOM, 2007.
7. Recomendamos el libro de los Pu lov y comunidades lavkenche en
resistencia, ¡Xipamün pu ülka!. Las usurpación forestal del lavkenmapu y el
proceso actual de recuperación, 2017.
8. Claudio Alvarado Lincopi, “¿Qué pueden temer los winka si los mapuche
nos unimos?” Raza, clase y lucha sindical mapuche. Santiago, 1825-1980.
Revista CUHSO, volº 27, 2017
9. Comunidad de Historia Mapuche, Violencias coloniales en Wajmapu.
Ediciones CHM, 2015.

C.L., E.A. y F.P.

46
Las forestales en la raíz de un
conflicto profundo
por José Aylwin*

Con propiedades de más de 3 millones hectáreas, las


empresas forestales son las que concentran la mayor
superficie de tierras en Chile. 2.1 millones de estas
hectáreas corresponden a monocultivos forestales que
se encuentran en las regiones del Bío Bío, Araucanía,
Los Ríos y Los Lagos, sobreponiéndose a las tierras de
ocupación tradicional del pueblo mapuche.

Junto a la restitución de las tierras a sus antiguos propie-


tarios de parte significativa de aquellas que fueran expro-
piadas entre 1967 y 1973, el Estado –a través de la Corpo-
ración de Reforma Agraria (CORA)- procedió a rematar a
particulares las restantes tierras de la reforma agraria. Así
en el caso de las provincias de Arauco, Malleco y Cautín,
la CORA mantuvo en su poder 415.053 hectáreas expro-
piadas en favor de campesinos y mapuche -equivalentes
al 58.4% del total allí expropiado- rematando gran parte
de ellas a los conglomerados forestales (1). Las irregula-
ridades de estas ventas, entre las que se incluye la estre-
cha relación entre las autoridades de la época y los ad-
quirentes (2), y la subvaluación de los precios por ellas

*Director del Observatorio Ciudadano. Este artículo sintetiza el análisis sobre el mismo
tema, escrito por el autor, contenido en la publicación de Juan Pablo Bohoslavsky,
Karinna Fernández y Sebastián Smart coords., Un país desigual a la fuerza: Complicidad
económica con la dictadura chilena, publicado por LOM. Artículo publicado en la edición
chilena de Le Monde Diplomatique diciembre de 2018.

47
pagados por sus adquirentes, fueron constatadas por la
Cámara de Diputados en su informe sobre privatizacio-
nes de 2004 (3). La misma Comisión constató la grave
afectación al Fisco resultante de la adquisición de em-
presas públicas a precios reducidos por los conglomera-
dos privados, incluyendo los forestales (4).

Empresas y dictadura
Asociada a la contra reforma agraria se verificó un proce-
so represivo que resultó en la muerte o desaparición de
171 personas de origen mapuche (5), la mayoría de ellos
vinculados a la lucha por la restitución de la tierra durante
el gobierno de la Unidad Popular. Más allá del contexto
mapuche, directivos de una de estas empresas -CMPC-
estuvieron involucrados en los hechos que resultaron en
la muerte, a pocos días del golpe de Estado, de diecinueve
personas, la mayoría de ellos trabajadores de su planta de
celulosa de Laja. Ello determinó la reciente acusación por
parte de la justicia en contra de tres civiles ejecutivos de
esta empresa, junto a catorce policías, por el homicidio
calificado de dichos trabajadores (6).
La estrecha vinculación de estas empresas con la dic-
tadura resultó fundamental, no solo para la expansión
de su propiedad en el territorio mapuche, sino también
para su financiación a través de subsidios estatales a las
plantaciones – y exención del impuesto territorial- los que
fueron instaurados en 1974 a través del DL N° 701. Como
resultado de ello, hasta 2013 el Estado subsidió la fores-
tación de 1.2 millón de hectáreas con un total de US$ 875
millones de dólares. De esta suma US $ 600 millones ha-
brían beneficiado a Forestal Arauco y a Forestal Mininco
(CMPC) (7). El DL 701 contribuyó de manera sustancial a
la consolidación de la propiedad forestal, en particular en
manos de Forestal Arauco y Forestal Mininco (CMPC). La
primera posee 1.116.788 hectáreas, de las cuales 766.762
se encuentran plantadas con especies de rápido creci-
miento (8). La segunda posee aproximadamente 733.923
hectáreas, de las cuales 483.400 hectáreas corresponden a
plantaciones con las mismas especies (9). Ello en contras-
te con las 863.619 hectáreas que al 2010 estaban inscritas
48
en el Registro de Propiedad Indígena como tierras ma-
puche (10). El mismo Decreto Ley contribuyó de manera
sustancial al enriquecimiento de estos conglomerados fo-
restales (11), los que figuran entre los grupos económicos
de mayor rentabilidad en el país.
Tal como es constatado en un reciente informe en-
cargado por Forestry Stewardship Council (FSC) Inter-
nacional (12), entidad que ha certificado a 21 empresas
forestales en Chile con una superficie aproximada de 1.5
millones de hectáreas (13). una parte significativa de las
tierras en que se desarrolla la actividad de estas empresas
se sobrepone a los Lof Mapu o tierras de ocupación tradi-
cional mapuche, las que de acuerdo al Convenio 169 de la
OIT sobre pueblos indígenas y tribales, son tierras de pro-
piedad indígena y deben serles reconocidas como tales
por el Estado. En algunos casos, se sobreponen a tierras
que el Estado tituló en favor de los mapuche en el pasado.
Los monocultivos exóticos de estas empresas, además,
han rodeado las comunidades mapuche, alterando radi-
calmente los ecosistemas a los cuales la cultura mapuche
está asociada, desecando las antes abundantes fuentes
de aguas allí existentes, realidad negada por las forestales
pero constatada en el estudio encargado por FSC. Como
consecuencia de ello, solo en la Araucanía se estima que el
10,6% del total de la población regional, 92.461 personas,
particularmente en áreas rurales, en que la población ma-
puche es predominante, es abastecida de agua de dudosa
calidad mediante camiones aljibe (14). Paradojalmente,
los monocultivos de plantaciones forestales exóticas han
sido realizadas sin evaluación ambiental, dado que la le-
gislación aplicable - la Ley 19.300 de 1994, sus modifica-
ciones y reglamentación posterior- no la requieren sino
proyectos de desarrollo de “dimensiones industriales”, los
que en esta parte del país deben alcanzar una superficie
superior a las 500 hectáreas.
A los impactos ambientales se suman los impactos so-
ciales. No es casual que las regiones y comunas de mayor
superficie de plantaciones forestales sean aquellas que
concentran los mayores niveles de pobreza en el país. Se-
gún el Ministerio de Desarrollo Social, la Araucanía, con
49
un tercio de población mapuche, es la región que concen-
tra el mayor porcentaje de población en situación de po-
breza del país. En efecto, la CASEN 2017 determino que
la Araucanía -que concentra la mayor población indígena
del país (mapuche)-, tiene el más alto índice de inciden-
cia de la pobreza con un 17,2%, superando por más del
doble a la media nacional (8,6%) (15).

Represión del Estado


La protesta social del pueblo mapuche frente a la expan-
sión forestal en su territorio ancestral -a través de mo-
vilizaciones pacíficas, y también de acciones de fuerza
contra de la propiedad forestal, iniciadas en 1997 en Lu-
maco- han sido objeto de dura respuesta del Estado. Ello
a través de la represión policial de que han sido objeto las
comunidades involucradas en dichas acciones, la que ha
resultado en varios de los casos de homicidio de carabi-
neros en contra de personas mapuche, y en innumerables
y cotidianos casos de tortura, tratos crueles, inhumanos
o degradantes, en contra de integrantes de comunidades.
También ha incidido en la criminalización de los líderes
de dichas comunidades, un centenar de los cuales ha sido
procesado en la última década por leyes de excepción,
como la ley sobre conductas terroristas (Ley N° 18.314
de 1984). Se trata de una ley que, no obstante sus modifi-
caciones, sigue sin asegurar un debido proceso, según lo
han señalado diversos órganos internacionales del siste-
ma de la ONU, y la propia Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos (16).
No obstante la realidad aquí reseñada, y la importante
contribución de la expansión de los conglomerados fo-
restales a la conflictividad con el pueblo mapuche y sus
comunidades, el Presidente Piñera, al anunciar su Plan
Araucanía para el Desarrollo y la Paz en la Araucanía,
eufemísticamente llamada también “Acuerdo”, propone
incentivos tributarios para “todo tipo” de inversiones a
realizarse en la Araucanía en los próximos años, incen-
tivos a través de los cuales se espera incrementar dicha
inversión en un 10% (17). Tal incentivo evidentemente
incidiría en el fomento de las inversiones forestales, las
50
que han sido gravitantes en la conflictividad hoy existen-
te entre el pueblo mapuche y el Estado que dicho Plan
pretende enfrentar.
Dificilmente se podrá resolver la conflictividad entre el
Estado y el pueblo mapuche si el primero no reconoce las
implicancias adversas que esta actividad ha tenido para
el pueblo mapuche y para sus derechos humanos, y si
no revierte, de manera sustancial, la política hasta ahora
impulsada. Ello implica no solo revisar el modelo de las
plantaciones exóticas, sino también abordar el problema
de la propiedad que estas ocupan, de acuerdo a los están-
dares de derechos humanos existentes sobre la materia.
Ello obligaría al Estado a establecer procedimientos para
restituir a los mapuche, a través de procedimientos efec-
tivos, los que deben incluir la expropiación, las tierras de
ocupación tradicional de este pueblo que dichas empre-
sas hoy ocupan. u
1. Raúl Molina, ‘Comunidades mapuche y empresas forestales: tierras, bosques y conflictos’
en Casa de la Mujer Mapuche et al. (eds). Pueblo mapuche: Desarrollo y autogestión.
Análisis y perspectivas en una sociedad pluricultural (Escaparate 2000) 185-197.
2. Junto a Ponce Lerou desde CONAF y CORFO, Fernando Léniz, quien también fuera
funcionario de CMPC, como Ministro de Economía de la dictadura (1973-1975), y
Patricia Matte Larraín, integrante del clan Matte quien asumiera tempranamente
importantes funciones en la dictadura, incluyendo la Secretaría de Desarrollo y
Asistencia Social, fueron actores claves en el proceso de privatización de las empresas
públicas del sector forestal aquí referido.
3. Cámara de Diputados, ‘Informe Comisión de Privatizaciones’ (Cámara de Diputados
2004). http://www.carlosmontes.cl/senador/las-privatizaciones-informe-comision-
investigadora-de-la-camara-de-diputados/
4. Celulosa Arauco S.A. y Celulosa Constitución S.A., de propiedad de la CORFO, fueron
privatizadas en 1977 y 1979, siendo adquiridas por Celulosa Arauco y Constitución (hoy
Forestal Arauco), sociedad anónima constituida en septiembre de 1979 como resultado
de la fusión de ambas ex empresas públicas. A ello se sumó Industrias Forestales S.A.
(INFORSA), de la que CORFO era co propietaria, la que fue adquirida por el grupo BHC
y, posteriormente, luego de la cesación de pagos de dicho grupo, adquirida por CMPC,
del grupo Matte.
5. Hernan Curiñir et al., Informe final de trabajo de investigación, de ejecutados y
desaparecidos, 1973-1990. Pertenecientes a la Nación Mapuche (Instituto Nacional de
Derechos Humanos 2016)
6. https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/region-del-bio-bio/2018/11/14/
masacre-laja-san-rosendo-dictan-acusacion-por-homicidio-calificado-contra-
expolicias-y-ejecutivos.shtml

51
7. Víctor Carvajal, ‘Colusión del papel liquida subsidio que benefició por décadas
al Grupo Matte’ CIPER (10 noviembre 2015). Ver http://ciperchile.cl/2015/11/10/
colusion-del-papel-liquida-subsidio-que-beneficio-por-decadas-al-grupo-matte/
8. Woodmark Soil Association- FSC, ‘Resumen público de la evaluación del manejo
forestal según estándar FSC (STDPL-201205/311209) Forestal Arauco S.A., Marzo de
2013’ http://www.arauco.cl/_file/file_7704_15272-ppt-resultados-auditoria-informe-
publico-woodmark.pdf
9. CMPC, ‘Empresas CMPC’ http://www.cmpccelulosa.cl/CMPCCELULOSA/
interior.aspx?cid=126&
10. Gobierno de Chile, ‘Informes Periódicos 19°,20° y 20° de la Aplicación de la
Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
Racial de conformidad al artículo 9 de la Convención, Chile’ (2012) .
11. Al 2014 Forestal Arauco declaraba ante la Superintendencia de Valores y Seguros
utilidades por US$ 437 millones y ventas por US $ 5.329 millones, en tanto que CMPC
declaraba utilidades por US$ 138 millones y ventas por US $ 4.846 millones.Felipe
Menares “Industria forestal: las millonarias utilidades de Arauco y CMPC en los
últimos seis años” El Ciudadano (3 febrero 2017). Ver http://www.elciudadano.cl/
economia/industria-forestal-las-millonarias-utilidades-de-arauco-y-cmpc-en-los-
ultimos-seis-anos/02/03/
12. Rosamel Millamán y Charles R. Hale (coordinadores); José Aylwin, Margarita
Canío, Yerko Castillo, Héctor Nahuelpan, Carlos Oyarzún, y Rubén Sánchez
(investigadores), La Industria Forestal de Chile, la Certificación FSC y las Comunidades
Mapuche (Informe inédito entregado al Forest Stewardship Council en julio 2017).
Este estudio fue encomendado por FSC Internacional en respuesta a la reclamación
formulada el 2012 por organizaciones del pueblo mapuche a esta entidad, las que
señalaron que las empresas forestales certificadas por FSC Chile que operan en
territorio mapuche no cumplían los estándares establecidos por esta entidad para estos
efectos, los que incluyen los derechos de pueblos indígenas reconocidos en el Convenio
169 de la OIT.
13. FSC Chile, ‘Superficie certificada FSC_ Chile’. Ver https://cl.fsc.org/es-cl/
certificacin/superficie-y-empresas-cetificadas-en-chile
14. Organización Nacional de Emergencia ( 2016), en Red por la Defensa de las
Territorios, ‘Informe inédito enviado a Relator Especial sobre el derecho humano al
agua potable y al saneamiento’ Temuco, 7 de abril de 2017.
15. Ver: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen-
multidimensional/casen/docs/Resultados_pobreza_Casen_2017.pdf
16. Corte IDH, Sentencia Norín Catriman y otros (Lonkos, dirigentes y activistas del
pueblo indígena Mapuche) vs. Chile (2011)
17. Ver https://prensa.presidencia.cl/discurso.aspx?id=82586

J.A.

52
MAPUCHE DOMO

Mujeres preñadas de futuro


por Rayen Kvyeh*

El invierno se viste de nieblas. Silenciosas las


montañas se cubren de blancas nieves y los ríos se
desbordan de su cauce.
Se levanta el viento puelche trasmitiendo el mensaje
de Nicolasa Quintreman y su voz como un canto en los
bosques de araucarias, toca las alas libres de los cóndores
que transmiten en su alado caminar, la lucha por las
aguas libres de los ríos, mares y lagos del Wallmapu.
Nicolasa ha sido empujada en las aguas de la represa.
La represa de Ralco en el alto Bío Bío cava su tumba.

En Neltume el canto por las aguas libres de Macarena Val-


dés Muñoz asesinada y luego colgada el 22 de agosto de
2016, para hacerla aparecer como un suicidio, se encuen-
tran con las voces de Nicolasa Quintreman empujada a las
aguas de la Represa de Ralco.
Nicolasa y Macarena se encuentran en el alado vuelo
de los ñankues que surcan el espacio en los bosques de
araucarias del territorio del Wallmapu.
El cansino paso de las abuelas, madres, hermanas; mu-
jeres que recorren los caminos hasta llegar a los pueblos
y ciudades en busca del abrazo de sus nietos, hijos her-
manos, wenxru, prisioneros en las cárceles en la llamada
región de la Araucanía.

*Poeta, dramaturga y escritora mapuche. Artículo publicado en la edición chilena de


Le Monde Diplomatique julio de 2018.

53
Las mujeres mapuche van dejando su huella en la his-
toria por la resistencia en la ocupación del territorio ma-
puche por las grandes transnacionales del agua y la ma-
dera. Defensoras de la madre tierra.
Hoy la mapuñuke–madre tierra está ciega, sin agua los
ojos de agua de cuencas vacías ven como la vida se esca-
pa. Los bosques de pino y eucaliptos succionan, succio-
nan el agua.
Bernardita Chacano Calfunao y Angélica Ñancupil en
huelga de hambre el 2002 en la cárcel de Temuko, acusa-
das de terroristas enfrentan la prisión política…
“Yo quiero ser mapuche y me siento orgullosa y quiero
vivir como mapuche.
QUIERO VOLVER A VER QUE HAYA AGUA EN NUES-
TRA MAPU ÑUKE-MADRE TIERRA.
Cuentan las abuelas que, en los tiempos de la guerra
contra la invasión española, las columnas de retaguardia
de los guerreros mapuche estaban formadas por muje-
res. Waikolxa-Guacolda junto a Lefxaru-Lautaro dirigió
las columnas guerreras contra la invasión española. En
los libros de literatura e historia aparece como la mujer
de Lefxaru.
La machi Francisca Linconao acusada de terrorista, en-
carcelada en Temuko lucha por su inocencia en la partici-
pación del incendio de la casa de los Luchsinger.
Después de estar cinco años en prisión logra salir en
libertad.

Terrorismo verdulero
Avergonzado el sol se escode tras las nubes.
En el centro de Temuko un pelotón de carabineros de-
tiene a mujeres mapuche que venden verduras y que por
años han realizado esta actividad de traer verduras y fru-
tas de sus comunidades.
Una anciana erguida en la calle con una lechuga en la
mano me mira a los ojos y me dice: desde hace años traigo
mis verduras y frutas a vender y ya la gente me conoce y
me espera… “ESTOY DESNUDA, EL PACO ME QUITÓ MI
IKIY–REBOZO, MI XAPELAKUXA– PRENDEDOR DE PLA-
TA” herencia de mi abuela.
54
Las prendas de plata mapuche reflejan su identidad.
La autoridad no quiere la presencia mapuche en el centro.
La autoridad duerme tranquila en su casa con la luz
apagada. Ignora que en el centro de la ruka el fogón está
encendido guardando la memoria de la abuela reprimida,
mientras las nietas, nietos, hijos e hijas escuchan el relato
de la represión ejercida contra la abuela.
Entra la luna por la puerta abierta de la ruka iluminan-
do la historia de la memoria.
En el año 2010 en una de las huelgas más largas y ma-
sivas de los prisioneros políticos mapuche declarados
terroristas en las cárceles de Arauco Concepción, Angol,
Temuko, Collipulli, Valdivia son mujeres mapuche quie-
nes asumen como werkenes-mensajeras-voceras de la li-
bertad de los prisioneros.
Las madres, abuelas, hijas, hermanas, mujeres de las
comunidades desde Arauko hasta Valdivia se movilizaron
hasta el Palacio de la Moneda en Santiago para exigir la
libertad de los Prisioneros Políticos Mapuche.
En octubre de 1992 se realizó el gran XAWUN DOMO–
ENCUENTRO DE MUJERES DEL WALLMAPU las princi-
pales reivindicaciones hasta hoy día son:
Construir un proyecto alternativo de educación desde
la perspectiva cultural mapuche, que reafirme la sabi-
duría, la historia, el conocimiento científico, la lengua,
la cosmovisión de nuestro pueblo y el conocimiento de
otros pueblos originarios.
Denunciamos el rol de las transnacionales. La explota-
ción indebida de lagos, ríos, mares y bosques que atentan
contra la cultura, la ecología y la sociedad de sobreviven-
cia de los seres de la madre tierra.
Potenciar y fundamentar la recuperación del territorio.
Crear mecanismos de participación que nos permitan
recuperar y crear nuestras propias leyes de convivencia
social.
Generar políticas propias de autofinanciamiento, auto-
abastecimiento con tecnologías propias que permitan el
desarrollo integral autónomo para dejar de ser víctimas
del capital monopólico y recuperar la soberanía alimen-
taria, para la sobrevivencia del pueblo.
55
Es necesaria nuestra participación activa en el campo y
la ciudad.
Participación activa y consciente de recuperación de
nuestra identidad, raíces culturales, historia, construyen-
do nuestro futuro SIN OPRESORES. u

R.K.

56
Sobre la colección de la Editorial Aún Creemos en
los Sueños

La espiral en los estudios mapuche


en Chile
por Héctor Mellado Zúñiga*

La espiral en el título da cuenta de la forma en que el


conocimiento mapuche relaciona procesos históricos del
presente con el pasado, entendiéndolo que el contexto
y el tiempo es diferente pero las lógicas de dominación
y colonialismo se mantienen presentes en ambos
procesos. Los comentarios se refieren a los siguientes
libros “Resistencia del Pueblo Nación mapuche”; “Pueblo
mapuche y autodeterminación” y “Lucha Mapuche, en la
huella de Matías Catrileo”.

Los textos que conforman la colección de estudios mapu-


che de la editorial Aún Creemos en los Sueños, es una pie-
za fundamental a la hora de comenzar a entender y repen-
sar lo mapuche desde la perspectiva de investigadores/as
mapuche y no mapuche como parte del fortalecimiento y
recomposición del tejido social entre la investigación y los
pueblos chileno y mapuche.
La propuesta que se ha presentado con la colección
es una oportunidad valiosa para comprender desde una
mirada holística las diferentes problemáticas que vive el
pueblo-nación mapuche en la actualidad, pero que tie-
*Historiador mapuche, integrante del Centro de Estudios Mapuche Wiñomeaiñ de
la Universidad de Concepción. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde
Diplomatique octubre de 2018.

57
nen su vínculo con el pasado, principalmente con la con-
formación del Estado de Chile a inicios del siglo XIX.
A modo de introducción, gran parte de los textos ha-
cen referencia a dicho proceso, por mencionar uno, José
Huenchunao en el artículo “Los mapuche: el pueblo que
lucha para reconstruirse”, nos dice que “a inicios de la
república, estos Estados, chileno y argentino, a través de
decretos y leyes, pretendían de manera automática -yo
agregaría unilateral- incorporar a la nación mapuche a
sus respectivos territorios administrativos”. Un punto im-
portante es la “justificación” de la incorporación de los
territorios mapuche a cada Estado. Huenchunao conti-
núa y afirma que “es por un afán capitalista, de riqueza y
explotación”.
En tanto, Carlos Ruiz en “Síntesis histórica del pueblo
mapuche”, señala que “políticos y empresarios chilenos
decidieron ocupar las tierras mapuche para repartirlas
entre colonos y latifundistas e integrarlas a la economía
agroexportadora”. Este tipo de discursos, establecieron las
bases del proceso de Radicación (1883-1930), Jorge Iván
Vergara y Natalia Milla en “La persistencia de la violencia
en el sur”, sitúan dicho proceso en el marco de la violen-
cia, definiendo a esta como un “fenómeno presente du-
rante toda la historia mapuche pero que no debe gene-
ralizarse, sino estudiarse en el contexto en que se ejerce
dicho fenómeno”.
Asimismo, José Bengoa en “El viento que agita los triga-
les”, señala la necesidad de “releer la Comisión de verdad
histórica y nuevo trato para dar cuenta que la Ocupación
fue un hito de relevancia a la hora de hablar de restitu-
ción de tierras a partir de los títulos de Merced que fueron
otorgados luego de ella”.
Un gran aporte es el texto de Pedro Canales, “Zuamge-
nolu o la historia escrita desde los márgenes”, llama a co-
rrer los lindes/márgenes de la historia y conocer el pro-
ceso eufemísticamente llamado Pacificación, el cual “en
realidad fue una guerra asimétrica entre un ejército profe-
sional contra una población que no podía ser comparada
en ningún caso con estas fuerzas militares”.

58
La “pacificación”
El historiador mapuche Fernando Pairican en “Rebelión en
Wallmapu”, introduce la invasión del Wallmapu como ante-
sala al proceso de lucha reciente, y dice que “la ocupación
de la Araucanía (1860-1883), selló las raíces históricas del
actual desencuentro, pues construyó el proceso de reduc-
ción territorial que dio paso a las actuales comunidades”.
Como vemos, la perspectiva mapuche y no mapuche
reciente levantan nuevos hilos para comprender lo que
fue dicho proceso, se llega a establecer que lo que pasó
entre 1850 y 1885 estuvo lejos de ser una “pacificación”
o un proceso legal y dentro de los márgenes del respeto
hacia la dignidad humana. Este punto, es el que marca el
desarrollo hasta nuestros días de las demandas mapuche:
autonomía y autodeterminación, en otras palabras, deci-
dir las personas que habitamos el Wallmapu -mapuche y
no mapuche- cómo queremos vivir y bajo qué términos
colectivos lo hacemos.
El diagnóstico de los autores toma distintas líneas de
trabajo para entender las problemáticas actuales que pue-
dan dar solución en parte a la situación de dominación y
colonialidad que vive la gente mapuche.
Héctor Llaitul, expresa en “¿Compra-venta, expropia-
ción o control territorial?” una de las propuestas de lo que
para la CAM como organización anticapitalista señala
debe ser el horizonte para relacionarnos con la tierra, el
control territorial es el arma con la cual luchar. En la mis-
ma perspectiva, encontramos a Huenchunao, quien pre-
senta en “La lucha por territorio y autonomía”, una serie
de etapas en la reconstrucción nacional mapuche; al igual
que Llaitul, entiende que el control territorial es pieza fun-
damental para confrontar el extractivismo en el Wallma-
pu, dicho proceso nos llevaría a acceder a una nueva, la
reconstrucción del tejido social mapuche, garantizar polí-
ticamente a nuestras autoridades el poder que perdieron
luego de los procesos de ocupación, reduccionamiento y
criminalización de la lucha mapuche.

59
Ley Antiterrorista
El artículo de Erica Dumia Catrilaf Marilef titulado “La
reconstrucción del Lof Mukupüllü”, recuerda cómo fue el
proceso de recuperación de tierras, que continua vigente.
Desde la compra-venta por medio de CONADI a la recu-
peración del horizonte histórico de los “lof ancestrales”
como punto cúlmine del proceso. Además el proceso es-
tuvo marcado por el montaje de Raúl Castro Antipan en
su momento y ahora por el montaje hacia José Peralino
por la muerte de los Lucksinger-Mackay.
Desde una mirada legislativa y penal, José Aylwin en “La
herida de Chile”, Vicente Montecinos con “La doctrina del
shock en La Araucanía” y Paula Vial en “Juicio a mapuches
desnuda las deudas de la justicia”, de una manera sintéti-
ca señalan cómo organismos internacionales (Naciones
Unidas, CIDH) dieron opiniones muy críticas frente a los
juicios por Ley Antiterrorista y por el desarrollo de los jui-
cios justos a prisioneros políticos mapuche, llegando a in-
validar sentencias como el caso Norin-Catriman. Así tam-
bién analizan proyectos de modificación de leyes como la
Consulta Indígena y su dudosa aplicación, la eliminación
de la Ley Antiterrorista frente a la situación mapuche, las
largas prisiones preventivas entre otros asuntos.
Álvaro Ramis, en “Justicia y memoria para el pueblo
mapuche”, mira la justicia desde un punto de vista ético y
moral, más allá de planteamientos políticos y judiciales,
donde la negación es la norma que mantiene el proceso
judicial al debe puesto que no hay memoria, ni desde el
Estado ni desde las cortes judiciales dentro del Wallmapu.
Un tercer ámbito de análisis, son los estudios de los
discursos y de la cultura, donde Luis Nitrihual en “Cuatro
postales de Chile. El nucleo perverso del Estado nacional”
abre la puerta a entender los problemas en el sur a partir
de cuatro relatos que desde lo cotidiano, el terrorismo y
la violencia con el presidente Sebastián Piñera dando un
discurso del “Nuevo Plan para la Araucanía” mientras ni-
ños/as y jóvenes mapuche corren en el campo y la cuidad
por las balas de carabineros; los camioneros llegando a La
Moneda, una doble memoria nos recuerda al paro contra
Allende y por otro a la eterna victimización del gremio por
60
el actuar del Estado frente a la situación mapuche; la re-
nuncia de Francisco Huenchumilla y su problema étnico y
ético de actuar dentro del Estado, cosa que se ve reflejada
en su documento post-renuncia; y el cuarto es un proble-
ma de miradas, no solo el mapuche tiene ese problema,
este remite a cómo chilenos y chilenas se ven a sí mismos
y mismas, alejándose cada vez de su morena condición.

La cultura
Maximiliano Salinas en “La cultura y la ética del pueblo
mapuche” articuló el relato histórico y el análisis de la
cultura a partir de autores mapuche y no mapuche, dando
a conocer aspectos relacionados a cómo la gente mapu-
che enseñó o quisieron enseñar su visión de la naturaleza
humana (amor, solidaridad, afecto) y plasmarlo en textos
para la sociedad no mapuche, sobre todo con Alonqueo
y Manquilef. Además nos cuenta la experiencia de la re-
ligiosa María Inés Hilger, quien relata que el amor en la
familia mapuche fue tan importante que la adopción fue
un hecho generalizado en la sociedad. Así continúa con
relatos de Gay, Mistral y Neruda, que relatan la irrompible
relación de la persona con su entorno.
Jorge Huichalaf presenta en “Desde mi ojos nativos” la
experiencia de la cooperativa de ahorro y crédito endó-
geno Küme Mogen, que desde los principios mapuche:
Norche, Kumeche, Newenche y Kimche; junto a una pers-
pectiva horizontal de trabajo y confianza, en 2015 dio sus
primero pasos a una nueva mirada hacia las relaciones
entre personas mapuche y que él las relaciona con las dos
visitas papales que hacían hincapié en la pobreza (1987)
y el cambio social junto a la conservación de la cultura
mapuche (2018).
Desde un punto de vista de la lengua y su revitaliza-
ción, Karen Wenvl y Eugenia Calquin en “El despertar de
la memoria en mapudungun”, dan una síntesis desde la
perspectiva de la educación en cómo Chile no ha traba-
jado, en el pasado ni en el presente la interculturalidad,
puesto que la uniformidad en todo ámbito fue la norma
que rigió desde los albores del siglo XIX. Aun así, en la si-
tuación colonial, existe un experimento en contexto pre-
61
escolar actual de nombre Choyun, asentado en Lo Barne-
chea, poseen un huerto medicinal y un mural con rostros
mapuche. La forma de aprender y recordar fue la música,
elemento que genera nuevas dinámicas en la sociedad al
momento de enseñar, la emotividad y la armonía juegan
un papel fundamental a la hora de despertar recuerdos
e historias en un cuadro donde las familias, profesores y
niños/as trabajan en conjunto por la revitalización de la
cultura mapuche.
Tratar de entender desde solo una visión, mirada o dis-
ciplina un fenómeno tan complejo como es la relación del
Estado de Chile con el Pueblo-Nación Mapuche nos llevará
a un cerco impenetrable, la necesidad de entretejer y cons-
truir el conocimiento desde los investigadores/as junto a
la sociedad mapuche y no mapuche es una tarea presente.
La colección nos llama a eso, a trabajar en conjunto, a leer,
conversar, aprehender y transformar, es la única manera de
romper con el neoliberalismo en Chile. u

H.M.Z.

62
Libros publicados por la Editorial Aún Creemos en los Sueños
¿ Cómo enfrentamos el cambio climático?
El futuro del trabajo
La escuela en tiempos de migración
Episodios históricos
Crisis en la Iglesia católica chilena
Cuentos de lo indecible
Chalecos amarillos. Sublevación en Francia
Blanco y negro muy negro de Guillermo Nuñez
Estudiantes migrantes en escuelas públicas chilenas
Memorial Paine: Pedagogía, arte y memoria
Derechos de los animales
Medioambiente y desarrollo
Revolución feminista
Ultraderecha, populismo y xenofobia
Un hombre decente. Luis Sepúlveda
Datos históricos sobre la Democracia Cristiana, Jorge Magasich
Lucha mapuche. En la huella de Matías Catrileo
Noam Chomsky. Cinco entrevistas
Los combates del feminismo
Inmigrantes y refugiados
La revolución rusa
Federica Matta. Manifiesto de autoeducación artística
La resistencia zapatista
Reforma agraria
Siria
Pueblo mapuche y autodeterminación
Otra política es posible
El derecho a la rebelión
Desarrollo sustentable
El viaje de los imaginarios en 31 días por Federica Matta
Manuales escolares
Democratizar las comunicaciones
A cambiar el modelo
Que la audacia cambie de lado Serge Halimi
Videojuegos
Jacques Derrida
Una historia que debo contar por Luis Sepúlveda
Allende, la UP y el Golpe
China
Allende, discursos fundamentales
Crónicas de Luis Sepúlveda
Le Monde Diplomatique. Más que un periódico

Libros en venta en librerías y en Le Monde Diplomatique, San Antonio 434, Santiago.


Teléfono (56) 22 608 35 24 - Por internet en www.editorialauncreemos.cl
Este libro se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2019
en Gráfica LOM, Concha y Toro 29 - Santiago centro - Chile

También podría gustarte