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CICLO DE CAPACITACIÓN
EN PERSPECTIVA DE GÉNERO
EN ADHESIÓN A LA LEY “MICAELA” (LEY Nº 27499)
VIOLENCIA ECONÓMICA
Y PATRIMONIAL CONTRA LA MUJER
Por Dra. VIVIANA KARINA KALAFATTICH
Jueza Tribunal de Familia de Formosa
1. Introducción
No obstante que en los últimos tiempos ha aumentado el conocimiento acerca del
nivel de peligro y generalización en relación a la violencia de género, este concepto se
encuentra aún hoy asociado casi únicamente con la violencia física y/o psicológica. Sin
embargo, la violencia de género es un fenómeno mucho más amplio y multidimension-
al: las prácticas y actitudes violentas adquieren distintas formas específicas que se inte-
gran y se fortalecen entre sí.
Así, muchos tipos de violencias permanecen al día de la fecha relativamente ocultas
e invisibilizadas y por tanto se hace poco y nada para combatirlas. Entre ellas se encuen-
tra la denominada violencia económica. Se entiende por violencia económica a todas
aquellas prácticas que impactan negativamente y afectan la subsistencia económica de
una persona.
Dentro del contexto de la violencia de género, este concepto suele estar acotado a
varones que administran o ejercen un control sobre el ingreso de su pareja como
herramienta para su manipulación y dominio. Sin embargo, es posible entender esta
problemática de manera más amplia dado que la mayoría de las mujeres son víctimas de
violencia económica, ya que todas participan de un sistema social y económico que no
les permite tener las mismas oportunidades ni condiciones que sus pares varones, deján-
dolas en una situación de mayor vulnerabilidad.
La desigualdad en el acceso al dinero y al patrimonio coarta la autonomía de las
mujeres, a quienes en muchos casos no se les permite siquiera hacer uso de los ingresos
que ellas mismas generaron.
La violencia económica se configura entonces como un caldo de cultivo para el resto
de las violencias e impone una verdadera traba a las víctimas, que ante otro tipo de situ-
aciones de violencia (como por ejemplo psicológica o física) carecen de recursos
económicos que le permitan alejarse de su agresor, estando bajo amenaza de quedarse
sin hogar ni ingresos, muchas veces con los hijos/as u otros familiares a cargo.
Muchas veces, estos tipos de violencia son relegados a un segundo plano por entend-
erlos como menos urgentes. Sin embargo, existe una profunda interrelación entre las
distintas violencias. Se busca evidenciar la situación de mayor vulnerabilidad de las
mujeres en el mercado laboral, con el fin de alertar acerca de la necesidad de tener a
consideración la desigualdad en la esfera económica cuando se piensan y llevan adelan-
te políticas para combatir la violencia de género.
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3. Marco normativo
Existe un amplio espectro de leyes y normativas que reconocen este tipo de violencia en el
plano internacional.
El Comité de la CEDAW, en la Recomendación N° 19, afirma que la violencia contra las
mujeres es una forma de discriminación que inhibe gravemente la capacidad de las mismas para
gozar de sus derechos y libertades en pie de igualdad con los varones. Entre las observaciones
refiere que “la falta de independencia económica obliga a muchas mujeres a permanecer en
situaciones violentas (…)”.
La Convención de Belém do Pará, incorpora la afectación de los derechos económicos
como parte del concepto de violencia. En su Artículo 5 establece que “toda mujer podrá ejercer
libre y plenamente sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales y contará con
la total protección de esos derechos consagrados en los instrumentos regionales e internacion-
ales sobre derechos humanos. Los estados partes reconocen que la violencia contra la mujer
impide y anula el ejercicio de esos derechos”.
Las 100 Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de Vulner-
abilidad, incorpora a las personas que por razón de su género o por circunstancias económicas
se encuentren en especiales dificultades para ejercitar ese derecho.
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En nuestro país, la Ley N° 26.485 en su Artículo 5 conceptualiza los distintos tipos de violen-
cia de género y en el Inciso 4 define a la violencia económica y patrimonial como “la que se dirige
a ocasionar un menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer, a
través de: a) La perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes; b) La
pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción indebida de objetos, instru-
mentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales; c)
La limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o
privación de los medios indispensables para vivir una vida digna; d) La limitación o con-
trol de sus ingresos, así como la percepción de un salario menor por igual tarea, dentro
de un mismo lugar de trabajo”. Esta norma estipula una serie de medidas de protección para
las mujeres a los fines de salvaguardar sus bienes y patrimonio y, de ese modo, reestablecer su
autonomía.
De los relatos de las mujeres afectadas (de 18 años y más) que denuncian violencia de género,
la violencia económica atraviesa todos los niveles socioeconómicos (36%). Se observa que 62%
de mujeres que sufren violencia económica patrimonial son ocupadas remuneradas. Sin embargo,
las más vulnerables –escasos recursos propios, baja escolaridad, acotada red familiar y social, y
déficit de acceso a bienes y servicios– se ven afectadas diferencialmente por una mayor dependen-
cia económica hacia los varones.
Este tipo de violencia se detecta en mayor grado en las denuncias de las mujeres adultas
mayores (46%). Por lo general, se produce una apropiación de sus bienes, espacios habitacionales
y quita de recursos, que operan como obstáculo a una adecuada alimentación y atención de salud.
Respecto a las mujeres jóvenes y adultas, las modalidades aparecen asociadas al retaceo del
aporte económico cuando el varón resulta ser el único sostén del hogar, en ocasiones haciendo
peligrar la supervivencia de la persona afectada; el chantaje ligado a los abusos sexuales; la quita
o manejo unilateral de recursos propios o comunes, incluso los destinados al trabajo; el despojo o
rotura de objetos personales, entre otras. Por otra parte, la mayoría de las denuncias se presenta
luego de la separación de la pareja (49%).
En estos casos, aparece un agravamiento de la violencia económica y patrimonial por el incum-
plimiento del aporte alimentario para la crianza de las hijas e hijos y objeciones a la división del
patrimonio. Esto último asociado a maniobras conducentes a la continuidad del vínculo que, en
ocasiones, pueden llegar a la perpetración de una modalidad extrema de violencia, el femicidio.
Una mujer víctima de violencia económica y patrimonial, se ve afectada no sólo en lo relativo
al control y autodeterminación de su vida y su autoestima, sino también en su desarrollo e inser-
ción laboral, vulnerándose gravemente sus derechos humanos, su calidad de ciudadanía y su
supervivencia.
CEDAW
Artículo 15
1. Los Estados Partes reconocerán a la mujer la igualdad con el hombre ante la ley.
2. Los Estado Partes reconocerán a la mujer, en materias civiles, una capacidad jurídica idéntica a
la del hombre y las mismas oportunidades para el ejercicio de esa capacidad. En particular, le
reconocerán a la mujer iguales derechos para firmar contratos y administrar bienes y le dispensarán
un trato igual en todas las etapas del procedimiento en las cortes de justicia y los tribunales.
3. Los Estados Partes convienen en que todo contrato o cualquier otro instrumento privado con
efecto jurídico que tienda a limitar la capacidad jurídica de la mujer se considerará nulo.
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BELEM DO PARA
Artículo 1
Para los efectos de esta Convención debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier
acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado.
Artículo 2
Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica:
Artículo 3
Toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el
privado.
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Los derechos enunciados en este artículo coinciden con los enunciados en el párrafo 2 del
artículo 15, que impone a los Estados la obligación de reconocer a la mujer iguales derechos para
concertar contratos y administrar bienes, y los completan.
El párrafo 1 del artículo 15 garantiza la igualdad ante la ley de hombres y mujeres. El derecho
de la mujer a la propiedad, la administración y la disposición de los bienes es fundamental para
que pueda tener independencia económica y en muchos países será de crítica importancia para
que pueda ganarse la vida y tener una vivienda y alimentación adecuadas para ella y para su
familia.
En los países que están ejecutando un programa de reforma agraria o de redistribución de la
tierra entre grupos de diferente origen étnico, debe respetarse cuidadosamente el derecho de la
mujer, sin tener en cuenta su estado civil, a poseer una parte igual que la del hombre de la tierra
redistribuida.
En la mayoría de los países, hay una proporción significativa de mujeres solteras o divorciadas
que pueden tener la obligación exclusiva de sostener a una familia. Evidentemente, es poco
realista toda discriminación en la repartición de la tierra basada en la premisa de que solamente
el hombre tiene la obligación de sostener a las mujeres y a los niños de su familia y de que va a
hacer honor a esta obligación. En consecuencia, toda ley o costumbre que conceda al hombre el
derecho a una mayor parte del patrimonio al extinguirse el matrimonio o el amancebamiento o
al fallecer un pariente es discriminatoria y tendrá graves repercusiones en la capacidad práctica
de la mujer para divorciarse, para mantenerse, para sostener a su familia o para vivir dignamente
como persona independiente.
Todos estos derechos deberían garantizarse sin tener en cuenta el estado civil de la mujer.
CEDAW, La igualdad en el matrimonio y en las relaciones familiares, recomendación general Nº 21
(13º período de sesiones, 1994), párrafos 25 a 29.
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5. Cuando el agresor reclama constantemente a la víctima por la forma en que ha gastado y cómo
ha gastado el dinero que le ha dado para la semana. En este caso, la víctima debe dar justificación
constante de aquello que ha gastado, en dónde ha gastado el dinero y en qué. La víctima no dispone
del presupuesto con libertad; se siente constantemente presionada y vulnerada en su autoestima
personal.
6. Cuando el agresor no valora y menosprecia el trabajo que hace su pareja como ama de casa,
infravalora su papel y no le permite proyectarse a nivel profesional.
7. El agresor amenaza constantemente a la víctima con botarla de la casa sin ningún tipo de medio
económico.
8. El agresor no deja participar a la víctima en las decisiones económicas del hogar, y si trabaja,
debe aportar todo el dinero para que el agresor lo administre. “El agresor le hace creer a la mujer que
sin él ella no podría ni siquiera comer. Su pareja es quien controla los gastos” En este supuesto se ha
argumentado lo siguiente: “si el esposo controla las finanzas familiares, y solo entrega una pequeña
cantidad de dinero a la esposa para las necesidades del hogar de forma semanal, no existe igualdad
de condiciones entre el esposo y la esposa, por tanto, estamos frente a un acto de violencia familiar
del tipo económico”.
9. “Negarle el dinero suficiente para que satisfaga sus necesidades elementales, tales como
comer, vestirse, tener actividades de recreación, etc.”.
10. No aportar el dinero intencionalmente para atender las necesidades básicas (salud, educación
y alimentación) tanto de la víctima como de los hijos menores de edad, así como los gastos de la casa
(agua, luz, gas, teléfono).
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CONCLUSIONES
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