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Los gatos son, junto a los perros, una de las dos mascotas más populares del planeta.

Conoce aquí el maravilloso mundo felino.

El gato doméstico, de nombre científico Felis catus y que pertenece a la familia Felidae, es un mamífero carnívoro descendiente del gato

Personalidad felina

Hay quienes dicen, de forma jocosa, que los seres humanos no tenemos gatos, sino que son los gatos los que nos tienen a nosotros. En otras
palabras, que las personas no domestican al gato, sino que es el gato el que domestica a las personas.

Su particular carácter los hace una especie muy independiente: no les gusta recibir órdenes, son territoriales, adoran la limpieza -por eso
mantienen impecable su entorno- y se acicalan con su lengua. Les gusta que les pongan atención, y expresan el cariño a su manera y en el
momento que ellos quieren, no en el que les impongan. Además, les fascina dormir durante varias horas al día y, por naturaleza, son cazadores
nocturnos.

Aunque las comparaciones son odiosas, a diferencia del perro, los gatos no demandan la presencia constante de sus amos y pueden quedarse
solos por varias horas, o incluso uno o dos días, sin problema.

Como la mayoría de felinos, los gatos son muy ágiles, flexibles y adoran escalar. Pesan normalmente entre 2,5 kilos y 7 kilos, aunque hay algunos
que pueden llegar a pesar hasta 12 kilogramos sin que presenten sobrepeso.

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La expectativa de vida para los gatos domésticos es de entre 12 y 14 años para los machos, y un par de años más para las hembras. El color de su
pelaje varía según el tipo de gato. Hay algunos que tienen un solo color, como blanco o negro, y otros de dos o tres colores. También están los
atigrados o los de tonos naranjas o grises.

Las orejas le ayudan al gato a oír direccionalmente y las puede mover de forma independiente. Cuando el animal está aterrorizado o enfadado
inclina las orejas hacia atrás. Los bigotes o vibrisas de los gatos son terminaciones nerviosas que cumplen funciones importantísimas en el
animal, ya que les sirven para orientarse, percibir el entorno y como vía de comunicación.

En otras palabras, el gato palpa el mundo con sus bigotes; con ellos toca los objetos que lo rodean, percibe el peligro y comunica su estado de
ánimo. Por ejemplo, cuando los bigotes del gato apuntan en dirección contraria a su cara significa que el animal está tranquilo o relajado, pero
cuando los bigotes están estirados hacia atrás, quiere decir que está tenso o se siente amenazado.
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Ronroneo, el idioma gatuno

A los gatos les gusta comunicarse. Tienen un vocabulario de 16 sonidos diferentes: pueden aullar, gruñir y maullar. Sin embargo, el sonido que a
todos los dueños de los gatos les encanta es el ronroneo. Pero, ¿por qué lo hacen? Según Daniel Quagliozzi, experto en gatos, “la mayoría de las
veces los gatos ronronean porque están contentos”.

Pero no todos los gatos tienen la habilidad de ronronear. En principio el mundo de los felinos se dividió entre los rugidores y los ronroneadores.
Los grandes felinos como leones, panteras y tigres son capaces de rugir, pero no pueden ronronear. Por su parte, los felinos más pequeños, como
los guepardos, pumas y el gato doméstico, pueden ronronear, pero no rugir.

Sin embargo, el ronroneo no siempre es una señal de felicidad: “Un gato nervioso, un gato temeroso o alguno que tiene cualquier tipo de dolor
va a ronronear porque eleva la vibración de su cuerpo y eso puede ser muy curativo para ellos”, complementa Quagliozzi.

Los gatos ronronean a una frecuencia entre 25 y 150 hercios. Estudios han demostrado que las vibraciones a estas velocidades pueden reparar la
densidad ósea y reducir la inflamación, lo que significa que el sonido de lo que parece un motor en marcha es muy bueno para ellos.

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Cada gato tiene su propio ronroneo. En algunos casos las cuerdas vocales vibran más rápido, lo que genera un ronroneo más agudo, mientras en
otros la vibración es más lenta y genera un ronroneo más grave. Esto significa que cada gato tiene una ‘voz’ única. “La clave para conseguir un
buen ronroneo es darle al gato lo que quiere, ser un buen sirviente”, concluye en tono jocoso Quagliozzi.

Agua no, por favor

Los pelajes felinos contienen hasta 120.000 pelos por centímetro cuadrado y se compone de tres capas: una interior ondulada que aísla el aire
que se encuentra cerca de la piel, otra intermedia que regula la temperatura corporal, y una capa externa, de pelo más grueso, que protege la
piel del sol y de los rasguños.

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Entre más delgado y corto tengan el pelaje los felinos, estos tienden a amar más el agua. Sin embargo, los que tienen el pelo grueso y largo, y
fuera de eso proceden de lugares fríos, la evitan.
Aunque como vimos anteriormente los ‘michis’ son muy limpios y se acicalan constantemente, se cree que la aversión de los gatos domésticos al
agua se debe a su evolución. La mayoría de estas especies procedían originalmente de regiones secas y desérticas, en las que el agua nunca fue
importante en sus vidas.

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