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dibujos
Aurora Villaseñor
Fotografía de Víctor Benítez
Verónica Gerber va por la vida percatándose del
más exiguo de los signos en lealtad a su propósito
de ampliar el espectro en el que leemos.
Verónica Gerber fija la mirada durante escasos segundos en algún punto
del infinito, después enfoca rápidamente en otra dirección; luego vuelve a
cambiar su objeto de inspección como si el movimiento veloz de sus ojos
diáfanos trazara líneas imaginarias o diagramas parecidos a los que emplea
para entender el mundo.
Pero las estructuras conceptuales son apenas una de las plataformas que
emplea en su continua transgresión del lenguaje. Para entender a Verónica
Gerber, que se considera una “artista visual que escribe”, tendríamos que
comenzar por reconocer la posibilidad de desafiar al silencio con dibujos,
pues la cualidad comunicativa no es exclusiva de las palabras.
Gerber va por la vida percatándose incluso del mas exiguo de los signos en
lealtad a su propósito de ampliar el espectro en el que hasta ahora hemos
leído. Dentro de su obra hay varias clasificaciones, una de ellas son las
escrituras visuales, libros objeto donde los textos funcionan como piezas
visuales, libros en los que diagramas, fotografías y dibujos cuentan una
historia sin necesidad de palabras.
Su obra refleja la voz interna de una Verónica Gerber que comunica ideas
y pesares jugando a sustituir las letras por símbolos distintos. Con ese
mismo juego creó nueve libros (Conjunto vacío, Tercera persona, Los
hablantes, Trail, Mudanza, Invisible, Homesick, Espacio negativo y La
Compañía), tres espacios narrativos, que son instalaciones y performance
literario-visuales (Palabras migrantes, Conferencia
secreta, e Invisible_indecible), seis Traducciones visuales, constituidas por
series de dibujos, pinturas, y animaciones (La signifiación del silencio, El
vacío amplificado, Poema invertido, Exhumación, Escritura de
tiempo, y Diagramas de silencio), y siete murales efímeros que diseñó en
vidrio, muro y vinil, ayudándose del carboncillo, la pintura acrílica, el
grafito y lápices de colores (El vacío amplificado, Los hablantes 1, Los
hablantes 2, Poema invertido, Biblioteca ciega, Historia del
tiempo, y Prosa del observatorio).
La sensación de desamparo que imprimió en su libro Conjunto
vacío (Almadía 2015) le valió el III Premio Internacional de literatura
Aura Estrada en 2013. El proyecto que concursó bajo el título “Diagrama”
y al que posteriormente cambiaron el nombre para su publicación, surgió
de la autobiografía pero germinó en la ficción.