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LA CULPA

Se había perdido un expediente. Toda la oficina lo estaba buscando pues era el original

firmado por el intendente de Río Negro y si no aparecía quedábamos pegados. El que figuraba

como que lo había recibido era yo, por lo tanto sería sancionado si aquellos papeles no

aparecían. Por lo tanto, me hallé parecido a la culpa, todos me la echaban a mi y nadie la

quería. Al final un compañero de informática planteó que revisáramos las cámaras. Yo era

consciente que lo había entregado a su destinataria, la directora administrativa, pero ella

sostenía porfiadamente que no lo tenía. Revisando las filmaciones entre las horas en que yo

tenía idea de haberlo recibido, aparecí abriendo la puerta del despacho de la jerarca portando

el famoso escrito. Todo se diluyó en agua de borrajas porque mire si la directora iba a pagar el

pato, era impensable. Lo bueno fue que no me podían achacar nada, la tecnología me había

resarcido en mis funciones.

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