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La Constitución Política en Colombia de 1991: todavía en camino hacia un auténtico


Estado social de derechos

Pedro Luis Rivera y Gusman Servin

Facultad de Teología, Universidad Pontificia Javeriana

Constitución Política

Jorge Orlando Sánchez

23 de mayo de 2022
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Durante el desarrollo de este curso de Constitución Política, impartido de manera virtual en la


Pontificia Universidad Javeriana, hemos podido profundizar y ahondar en la historia
constitucional de Colombia. Son conocimientos que nos permiten conocer, valorar y comparar en
nuestro caso, que somos extranjeros, cómo a través del tiempo se han ido concretizando los
proyectos constitucionales de cada uno de nuestros países. Y lo más importante, detectar aquellas
cosas en las que nos falta seguir creciendo para como ciudadanos responsables y conscientes
reclamar los derechos fundamentales que el Estado debe garantizar para el buen funcionamiento
integral de la sociedad que formamos parte.

En el caso específico de la historia constitucional colombiana, la Carta de 1991 representa un


hito en materia de derechos, no solo a nivel nacional sino repercutiendo más allá de sus fronteras.
“En ella se reconocieron una serie de Derechos Humanos fundamentales acordes con el
desarrollo internacional y, al mismo tiempo, se convirtió al ciudadano/a en un ser participativo,
dotándolo de capacidades para defender sus derechos” (Acuña, 2010, p.156). A través de dicha
constitución el Estado colombiano dejó expresado y definido claramente el carácter del Estado,
como “social de derechos”, que aparece específicamente en el artículo primero de la
constitución. El mismo se compromete a garantizar y ofrecer servicios a sus ciudadanos con unos
estándares mínimos que aseguren su calidad y dignidad de vida. Sin embargo, una cosa es lo que
aparece formalmente redactado en la Carta del 1991 y otra lo que se ha podido realmente
implementar. En el desarrollo de este pequeño ensayo intentaremos mostrar que, aunque se han
dado grandes pasos todavía falta un largo camino por recorrer para que los principios
fundamentales que definen un Estado social de derechos en Colombia logren encarnarse y
transformar la realidad del país.

Para ahondar un poco más en los compromisos que asumió el Estado colombiano a través de
la Constitución del 91 conviene recordar algunos de los principios constitucionales
fundamentales que quedaron plasmados en la misma. Esto nos ayuda a entender mejor el salto
cualitativo y cuantitativo en materia de derechos de la que es poseedora esta Carta, pero también
los amplios desafíos que se generan en materia de compromisos. Detengámonos en algunos que
recoge Wilson Herrera (2001) en uno de los materiales vistos en clase. Por ejemplo, en el cuarto
principio consagrado en la primera parte del segundo artículo se declara que el Estado tiene
como fines esenciales: servir a la comunidad; promover la prosperidad general; garantizar la
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afectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la


participación de todos en las decisiones que los afectan en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional; mantener la
integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo. El
noveno principio consagrado en el artículo quinto declara que en Colombia el Estado reconoce
sin discriminación, la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia
como institución básica de la sociedad. Y en el undécimo principio del artículo séptimo se
reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación (pp. 5-6).

El año pasado se cumplieron exactamente 30 años de la Carta del 1991. Ciertamente


podríamos hacer un profundo análisis intentado mostrar durante ese tiempo que tanto se han
logrado materializar los principios fundamentales del estado social democrático de derechos.
Pero para enfocarnos mejor en el asunto, y desde una perspectiva más actual, lo haremos
apoyado en algunas estadísticas que para el 2021 se recogen en el Informe de la Alta
Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los
derechos humanos en Colombia (Alta Comisionada de las naciones Unidas para los Derechos
Humanos [ACNUDH], 2022, pp. 1-15). Por la extensión del informe solo nos detendremos en
algunas de esas estadísticas que nos permitan constatar efectivamente lo complejo que resulta la
encarnación de los principios fundamentales que aparecen plasmados en la constitución.

En general el año pasado la situación pandémica y la violencia agudizaron las inequidades


sociales y económicas existentes. A finales de abril, la necesidad de abordar las desigualdades
estructurales, incluyendo la inseguridad alimentaria, las dificultades de acceso a la educación, la
salud y a al trabajo, aunadas a la propuesta de una reforma tributaria, provocaron la amplia
movilización del Paro Nacional que duró varios meses. La población manifestante reclamó más
garantías para la reunión pacífica, la participación en espacios de toma de decisión y una reforma
de la Policía Nacional (ACNUDH, 2022, p.2).

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Colombia es el segundo país
con el mayor nivel de desigualdad de la región (ACNUDH, 2022, p.3). Una situación que afecta
principalmente a mujeres, personas en zonas rurales, pueblos indígenas y afrodescendientes y
habitantes en condiciones de pobreza en las grandes ciudades. Son datos que no pueden pasar por
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alto para un país que es considerado como una de las democracias más antiguas y sólidas del
continente.

Este mismo informe nos muestra que mujeres y niñas siguen siendo víctimas de violencia y
sufriendo discriminación por género. En el segundo trimestre de 2021, el número de nacimientos
de madres menores de 14 años incrementó en un 22,2% frente al mismo periodo del año anterior.
En el mismo orden de la violencia en las mujeres, en diciembre la fiscalía general de la Nación
recibió 114.727 denuncias de violencia intrafamiliar. En 77% de los casos, la víctima era una
mujer. La Defensoría del Pueblo ha identificado barreras para el acceso de las víctimas de
violencia a la salud, la justicia y a medidas de protección (ACNUDH, 2022, p.3).

Y finalmente uno de los puntos más neurálgicos que sin lugar a dudas enfrenta la sociedad
colombiana es el tema de la paz. En este sentido, enlazándolo con el undécimo principio
fundamental que debe garantizar la diversidad étnica y cultural del país vemos que todavía falta
mucho camino por andar. Según la Procuraduría General de la Nación hay un bajísimo grado de
implementación en cada uno de los puntos del Acuerdo de Paz con respecto a los pueblos étnicos
de Colombia. Además, resalta la crisis humanitaria por la profundización de la pobreza, el
escalamiento de la confrontación armada y la expansión del control ejercido por grupos armados
no estatales y organizaciones criminales sobre sus territorios. Otras preocupaciones de los
pueblos étnicos incluyen la falta de garantías para la consulta previa, como el acceso a la
información y participación, y el rezago en la formalización y protección de los territorios
ancestrales considerados básicos para la consolidación de la paz (ACNUDH, 2022, p.5).

Después de haber visto alguno de estos argumentos que nos ofrecen una vista panorámica de
por dónde van el cuidado de los derechos fundamentales de los ciudadanos por el Estado
colombiano, conviene también rescatar algunos aspectos positivos que son frutos de la
Constitución del 91. Esto nos ayudará a no quedarnos en una exposición únicamente negativa del
tema que se está abordando. Y además nos compromete con el gradual proceso de hacernos cada
vez más conscientes de que también nosotros estamos llamados como ciudadanos a reclamar
nuestros derechos y hacer que la Constitución en nuestros países cumplan su objetivo principal.

Quizás aquí unido a ese llamado de involucrarnos y sentirnos parte importante de los procesos
políticos, sociales y económicos que mueven la sociedad se pueda ubicar un primer gran aporte
de la Carta del 91 que no debe ser olvidado. La condición política del pueblo, bajo el principio
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máximo de soberanía es la que está llamada a empoderarse y gestar los verdaderos cambios
constitucionales que necesariamente necesita un país. Los cambios constitucionales no tienen
que estar atados a iniciativas que nacen solo del poder judicial. En ese sentido, en el origen de la
Constitución del 91 como bien expresa Hurtado Quintero y Marín Reina (2021), se genera una
nueva corriente conocida como el “nuevo constitucionalismo latinoamericano, el cual se centra
en la reivindicación de la legitimidad de origen del orden constitucional” (p.48).

Otro punto importante y muy positivo de esta constitución es la que tiene que ver con los
mecanismos de protección y aplicación de derechos como lo son la acción de cumplimiento, las
acciones populares, las de grupo y la acción de tutela. Muchos consideran que esta última es el
medio más contundente que tiene un residente en Colombia para hacer valer y reivindicar sus
derechos (Hernández, 2021, p.12). Hay que reconocer que son mecanismos que le ofrecen a la
ciudadanía la posibilidad de reclamar sus derechos pero que la mayoría de las veces son
desconocidos e ignorados por el gran grueso de la población. Y si uno no conoce sus derechos, ni
cómo reclamarlos es más fácil que se violen y queden impunes.

Por último, hay que dejar claro que los principios fundamentales que se recogen en la Carta
del 91 y como hemos visto están en la base del Estado social de derecho, también son uno de los
grandes aportes y puntos positivos de esta constitución. Que no se hayan llegado a consumar del
todo en la sociedad colombiana no les quita méritos. Al contrario, lanzan un llamado de atención
a las autoridades estatales, interrogándolos en el por qué todavía no se logran encarnar para bien
de la gente, sobre todo de los más vulnerables.

Conclusiones

La Constitución de 1991 definió el carácter del Estado colombiano como democrático social
de derechos. Sin embargo, los principios constitucionales fundamentales que sustentan esa
declaración en 30 años de historia no han sido del todo consumados, dejando una deuda con la
historia y su gente que sigue reclamando por una sociedad más justa y equitativa. Los datos y
estadísticas que han sido mostrados en este trabajo demuestran que Colombia a pesar de
considerarse una de las democracias más antiguas y estables del continente debe seguir creciendo
en materia del cuidado de los derechos humanos fundamentales.
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Hemos visto que la mera existencia de una constitución no es garantía de su realización en la


vida social de un estado democrático. Si bien es cierto que la corrupción, el aumento de la
violencia y la desigualdad crean un ambiente de desconfianza del pueblo hacia los poderes del
Estado, hoy se hace sumamente necesario que los colombianos conozcan y se involucren más en
los procesos políticos que determinan los derroteros que sigue el país. Es necesario que todos, la
clase dirigente, la clase media y la gente de a pie no pierda las esperanzas ni los sueños en que se
pueden superar los desafíos actuales y avanzar en la plena encarnación de un auténtico Estado
Social de Derechos.
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Referencias

Acuña Mercado, M. (2010). ¿Qué entendemos por Derechos Humanos y Derechos


Fundamentales? Revista Justicia, No. 18, 151-161.

Herrera Llanos, W. (2001). Los principios fundamentales de la Constitución de 1991 (10 años
después). Revista de Derecho, Universidad del Norte, 16: 1-15.

Hernández Alfredo, B. (2021) No lo olvidemos, también es la Constitución ecológica, Revista


Análisis Jurídico-Político, 3(5): 11-15.

Hurtado Quintero, W. F. y Marín Reina, C. A. (2021). Treinta años de la Constitución Política de


Colombia de 1991: antecedentes, origen, cambios y reformas. Revista Análisis Jurídico-Político,
3(5), 15-56.

Organización de las Naciones Unidas, (16 de mayo del 2022). Informe de la Alta Comisionada
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de Derechos Humanos
en Colombia durante el año 2021. https://acortar.link/GsKvLL

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