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La teoría keynesiana La explicación más frecuente en los años cuarenta y cincuenta para
explicar el ahorro familiar fue la keynesiana. Keynes (1936) suponía una relación directa y
sencilla del consumo y, por lo tanto, del ahorro, con la renta disponible; con una propensión
marginal al consumo constante o decreciente con la renta, y con una propensión media al
consumo menor a la marginal y también decreciente con la renta. En esta teoría, los agentes
no miran hacia el futuro, sino que toman sus decisiones de acuerdo con su situación (renta)
presente.
La teoría Keynesiana fue la que mejor explico el comportamiento del ahorro
familiar, correlacionando el consumo con la renta disponible, y con una propensión
marginal al consumo constante o decreciente con la renta. Con la teoría de Keynes, los
individuos sólo tomaban sus decisiones de ahorro motivados por el presente y en
ningún caso se consideraba un horizonte de futuro o previsión.
Keynes supone que el ahorro es simplemente un residuo, la inversión juega un rol activo
en la economía y que la eficiencia marginal en el uso del capital y la tasa de interés
movería la inversión, haciendo que esta genere ingresos, y estos ingresos generarían en
ahorro, alimentando así un circulo virtuoso que depende de las decisiones de consumir e
invertir.
La limitante de este modelo teórico está en que no basta con pensar que estimulándose
los ingresos y la inversión mejorará el ahorro, por ello surgieron nuevas teorías que fueron
puliendo la perspectiva keynesiana.
Una fórmula muy simple para graficar el ahorro de este modelo sería:
S=Y–C
S: Ahorro
Y: Ingreso
C: Consumo