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La Leyenda de la Pachamama

Las tradiciones indígenas del noroeste argentino, Bolivia, parte de Chile, Perú o en
todas partes donde alguna vez haya existido el Imperio Inca, describen la leyenda de
la Pachamama como una mujer de baja estatura, de pies y cabeza
desproporcionadamente grandes en relación a su cuerpo y una serpiente usada como
lazo.
Cuenta la leyenda que hace unos miles de años, surgió la rivalidad entre dos
hermanos, por el amor de una atractiva joven, llamada Pachamama. Pachacamac (el
dios Creador del Mundo) y Wakon (el dios del Fuego y del Mal).
Atraídos por su gran belleza, ambos dioses quisieron conquistar el corazón de la
hermosa diosa. La joven eligió por esposo al dios Pachacamac, motivando de esta
manera la ira del dios Wakon, quien lleno de odio ocasiono grandes inundaciones,
muerte y hambre sobre la faz de la tierra, por lo que fue expulsado del cielo.

Pachacamac conmovido por la devastación provocada por su hermano, bajó del cielo a
enfrentar a su hermano en una brutal pelea que luego permitió restablecer el orden
del planeta. Wakon, derrotado, fue condenado al destierro en una cueva de la
montaña más lejana.

Ambos dioses Pachacamac y Pachamama, vivieron en la tierra como seres mortales y


tuvieron dos hermosos hijos llamados Wilkas.
Pachamama y sus niños vagaron sin rumbo, desconsolados. Al encontrarse un día en la
tierra de Canta (sierra de Lima) vieron una pequeña luz de fuego en lo alto de una
montaña y se acercaron rápidament

Ingresaron a una cueva conocida con el nombre de Waconpahuin, habitada por un


hombre que los invitó a pasar, (se trataba de una trampa del malvado Wakon, quien
tenia la habilidad de tomar formas diferentes).

En el fuego hervían unas papas en una olla de piedra y, dirigiéndose a los niños,
Wakon les pidió que fuesen a una fuente a traer agua, pero el cántaro que les dio
estaba rajado para que los gemelos tardasen en regresar.
Al estar solo con Pachamama Wakon intento seducirla nuevamente. Al no lograr su
cometido Wakon encolerizó y la mató sin titubear.

El espíritu de Pachamama se alejó hacia las alturas para convertirse en la Cordillera


Central de los Andes.

Leyenda de la yerba mate (leyenda guaraní*)


Cuenta una vieja leyenda guaraní  que Yasí, la diosa luna, hace muchísimo tiempo
quiso conocer la tierra y ver con sus propios ojos todas las maravillas que apenas
podía ver entre la espesura de la selva, allá abajo. Un día con su amiga, Araí, la
diosa nube, bajaron a la tierra en la forma de dos jóvenes hermosas.

Cansadas de recorrer todo y maravillarse, buscaron un lugar donde descansar.


Vieron una cabaña entre los árboles. Cuando se dirigían hacia ella para pedir
donde dormir, descubren, agazapado, un yaguareté acechándolas en una roca
cercana. Súbitamente, salta sobre ellas con las zarpas listas. Al momento, se oye
un silbido. El yaguareté cae atravesado por una flecha, herido de muerte. El
salvador era un cazador que al ver a las jovencitas indefensas, se compadece y
también les ofrece la hospitalidad de su casa. Las muchachas aceptan y lo siguen,
hasta la cabaña que habían visto antes. Al entrar el hombre les presenta a su
esposa y a su joven hija, la que, sin pensarlo dos veces, les ofrece, una rica tortita
de maíz, su único y último alimento. Cuando  las mujeres se van a buscar el mejor
sitio para las visitas, el cazador les cuenta que decidieron vivir solos en el monte,
alejados de su tribu, para salvar y conservar las virtudes, regalo de Tupá, que
tenía su bonita y bondadosa hija, un tesoro para ellos. Pasan la noche y a la
mañana siguiente, Yasí y Araí agradecen sinceramente a la familia su hospitalidad
y se alejan.

Una vez en el cielo, Yasí, no pudo olvidar su aventura en la tierra. Cada noche


que ve al cazador y a su familia, recuerda su valentía y generosidad. Sabiendo de
su sacrificio filial, decide premiar a su salvador con un valioso regalo para él, y
para el tesoro que tanto cuidaban: la hija. Cierta noche, Yasí  recorre los
alrededores sembrando unas semillas mágicas. A la mañana, ya han nacido y
crecido unos árboles de hojas color verde oscuro con  pequeñas flores blancas. El
hombre y su familia, al levantarse, contemplan asombrados estas plantas
desconocidas que aparecieron durante la noche. De repente, un punto brillante del
cielo desciende hacia ellos con suavidad. Reconocen a la doncella que durmió en
su casa.

—Soy Yasí, la diosa Luna —les dice—. He venido a traerles un presente como


recompensa de vuestra generosidad. Esta planta, que llamarán “caá”, nunca
permitirá que se sientan solos  y será para todos los hombres, un especial símbolo
de amistad. También he determinado que sea vuestra hija la dueña de la planta,
por lo que, a partir de ahora, ella vivirá por siempre y nunca perderá su bondad,
inocencia y belleza-. Después de mostrarles la manera correcta de secar las
hojas, Yasí prepara el primer mate y se los ofrece. Luego, regresa satisfecha a su
puesto en el cielo.

Pasan muchos años y luego de la muerte de sus padres, la hija se convierte en la


deidad  cuidadora de la yerba mate, la Caá Yarí, esa hermosa joven que pasea
entre las plantas, susurrándoles y velando su crecimiento. A ella, también confían
su alma los trabajadores de los yerbales.

 Leyenda "El regalo del cardón".


Para leer

Hace mucho tiempo, aunque ya se practicaba la agricultura en los valles, la


vida seguía siendo dura en los cerros y las punas, porque allí los pastorcitos
sufrían la sed cuando marchaban tras sus rebaños. Uno de esos pastorcitos
se había enamorado de una joven como el pero hija del curaca, el jefe de la
comunidad. Cada vez que regresaba a la aldea – después de una larga
jornada - , la saludaba desde lejos y ella le sonreía, le sonreía. El curaca no
quería ni oír del amor entre los jóvenes. Soñaba con otro destino para su hija
(¡seguro, el hijo de otro jefe!), y odiaba al pastorcito. Quizás esa prohibición
los acerco. El chico, un día, junto coraje y le hablo: la quería con toda su alma
y no se resignaba a vivir sin ella. La joven también le confeso sus
sentimientos, y, sabiendo de antemano la oposición que encontrarían,
escaparon hacia la montaña. A la mañana siguiente, muy temprano, cuando
el muchacho debió marchar con los animales y el grupo de pastores, sus
compañeros notaron su falta, pero partieron igual. Rato después, el jefe se
levanto para iniciar su labor del día. Advirtió la ausencia de su hija y se
sorprendió, porque ella nunca faltaba a esa hora. Algo malicio porque
despacho un chasqui al cerro para saber si el pastorcito había marchado con
las llamas. ¡Y no le cupo duda!  Convoco entonces a sus guerreros para salir
en busca de los enamorados, apresarlos y darles su merecido. Los jóvenes
sospecharon que el airado curaca andaría tras ellos. Llevaban horas de
delantera, pero conocían la firmeza y la capacidad del jefe y sus guerreros.
Apelaron entonces a la Pachamama, la Madre de los cerros, protectora de los
cultivos de maíz y de la quinua, la que ampara siempre a quienes le
manifiestan su respeto. En lo mas alto del cerro cavaron un hoyito,
depositaron en el los alimentos que llevaban y los cubrieron con piedras; allí
mismo hicieron una apacheta, uno de esos altares a cielo abierto queen
plena montaña reverencian a la Madre generosa. Y cuando la apacheta había
tomado forma y el curaca y sus guerreros trepaban la cuesta acercándose a
los fugitivos la apacheta se abrió como un manto protector y recogió en su
regazo a los dos enamorados. El airado jefe y sus hombres llegaron jadeantes
a la cumbre, pero sólo encontraron una apacheta recién hecha ¡y ni rastros
de los fugitivos! Tuvieron que volver a la aldea, y cuando el curaca finalmente
se resigno, junto a la apacheta brotó una nueva planta, hasta entonces
desconocida, que en la sequedad de esas alturas formó un grueso tronco,
espinudo, alto y recto y con sus brazos al cielo: ¡era el pastorcito convertido
en cardón, agradeciendo para siempre a la Pachamama! Desde entonces, los
que marchan por el cerro solo tienen que voltear un cardón para encontrar
en su esponjosa y jugosa madera que parece de papel, el agua que saciará la
sed de hombres y animales. Y cuando las nubes se amontonan y las
montañas resuenan con el trueno que anuncia tormenta, sobre el pecho
verde del cardón nace una flor blanca para anunciar la lluvia que bendecirá la
tierra: es ella, la enamorada, convertida en flor por la Pachamama.

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