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Sexualidad, vida religiosa y situacion de la mujer en América Latina ANA MARIA BIDEGAIN DE URAN stas son algunas reflexiones en torno a la participacién de las mujeres latinoamericanas en la Accién Catélica Juvenil y en la lu- cha por la liberacién del Continente, propuestas mas a ser planteadas como hipétesis que como tesis, pues desgraciadamente hace muy poco tiempo que hemos descubierto, como mujeres nuestra realidad de ser ob- jeto y sujeto de la historia y la necesidad de historiar esta realidad. La situacién histérico opresiva de la mujer no comenzé con la im- plantacion del sistema capitalista ni se liquidara con él, pero con su ini- cio se afirmé en el cristianismo una concepcién de la sexualidad favorable al desarrollo del sistema capitalista y que ha incidido fuertemente en la situacién de la mujer. Por eso empezaremos estas reflexiones sefia- lando cémo esta concepcién de la sexualidad fue un punto de acuerdo entre la iglesia catélica y el capitalismo, y por eso terminaremos mos- trando cémo un verdadero proceso de liberacién sélo se haré con la par- ticipacion femenina y el cambio de la relacién hombre-mujer y la concepcién de la sexualidad. 1. Capitalismo-Iglesia-Sexualidad La Iglesia tuvo gran dificultad para entender el mundo capitalis- ta en general y ésto originé el proceso de la Reforma en el siglo XVI y la ruptura de la Iglesia con la burguesia, lo que tuvo en el futuro, entre otras, las siguientes consecuencias: Texto y Contexto / No. 7 / Enero-Abri / 1986 / Universidad de los Andes / Bogoté-Colombio: 51 52 Ana Maria Bidegain de Urén ¢ El nucleo de la Revolucién Industrial y el progreso de la ciencia se dio en paises no catélicos. ¢ La Iglesia perdié su funcién hegeménica en el campo ideolégico, desde que el liberalismo como ideologia de la burguesia se afirmo. * El vinculo de la Iglesia con las masas populares decayé propor- cionalmente al surgimiento del proletariado, pues la Iglesia, acostumbra- da a basar su accién religiosa por medio de las parroquias entre los cam- pesinos, no tenia estructuras organizativas que le permitieran actuar entre la clase trabajadora en las ciudades. * En los paises catélicos donde la estructura agraria y la nobleza, como clase social, jugaron un rol importante, la Iglesia quedé sometida al Estado. Cuando en esos paises avanzé el Proceso capitalista y la bur- guesia logré afirmarse en el poder estatal, la dependencia de la Iglesia con relacién al Estado, originé la alianza Iglesia-aristocracia. Esta alianza se manifesté claramente en la primera mitad del siglo XIX con el inten- to de Restauracién alejandose todavia mas la Iglesia de las nuevas cla- ses sociales. Sin embargo, el catolicismo, por esta misma €poca, se inscribié en la linea de la puritanizacién del cristianismo tan defendida por la Refor- ma y que se acoplé perfectamente al modo de produccién capitalista que nacia en el siglo XVI. Esto tuvo hondas consecuencias para la situacion de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. FE puritanismo contiene una concepcién de la sexualidad que redu- ce al cuerpo humano a un medio de produccién social de plus-valia, reforzando asi la tendencia natural del capitalismo de explotacién del ser humano como fuerza de trabajo fundamental. El cuerpo humano es la base material primera e indispensable no solo de la existencia de una so- ciedad sino también el primero e indispensable medio de produccién so- cial y el principal elemento de las relaciones sociales de produccién}. El capitalismo encontré en el puritanismo una ayuda eficaz para imponer un modelo cultural, “‘el puritano”, que favorecié la extraccién de plus-valia en la medida que domesticé la sexualidad humana y todo tipo de relaciones humanas. Este puritanismo de la Reforma coincidié con la ideologizacién tra- dicional del judeo-cristianismo concerniente a la sexualidad, que la con- cibe esencialmente como una energia maligna que debe ser reprimida 0 simplemente orientada a la reproduccién de la especie. Coincide también 53 Sexvalidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latina con la vision de la sexualidad como dimension individual y aislada del resto de la personalidad y de la comunidad. La sexualidad asi vista no tiene nada que ver ni con la economia, ni con la politica ni con el resto de la historia salvo en la medida en que la sexualidad debia ser regulada segin las normas que la sociedad y la Iglesia dictaminasen, sacralizando esta fragmentacién y esta individua- lizacién de la sexualidad. Ademiés, el puritanismo cristiano instauré la sexualidad como cen- tro de la pastoral eclesiastica y en consecuencia traté de polarizar las ener- gias personales y colectivas de los fieles. Esto coincidié con el comienzo y desarrollo de la evangelizacién en América Latina. Asi en la accién pas- toral de la Iglesia catélica desde el siglo XVI la moral sexual pasé de una posicién periférica y secundaria como la que tenia en la Edad Media, a ser practicamente el centro de ella. Esta polarizacin sobre la moral se- xual implicé el rechazo hacia la periferia de las preocupaciones politico sociales. Es por eso que desde entonces se ha tendido a identificar el pe- cado casi exclusivamente con lo sexual. Esto también ha contribuido a apoyar el sistema capitalista puesto que si el Mal se encuentra en la se- xualidad no es pertinente juzgar la estructura social 0 al menos sera juz- gada como un mal menor. P: otra parte, la dedicacién principal de los individuos debia ser la lucha contra el pecado que, dada la consideracion de la sexuali- dad, era un pecado practicamente individual y por tanto no podia desa- rrollarse en el dominio de las relaciones sociales y tampoco existia razon alguna de enfilar la atencién y la energia de los fieles hacia la lucha con- tra la explotacién del “hombre por el hombre” que no es el pecado ma- yor, en todo caso, sino un pecado menor. Esta perspectiva tuvo otra consecuencia y fue la de apoyar la ideo- logia machista y un modelo cultural segun el cual toda la energia perso- nal debia concentrarse sobre la construcci6n y la reproduccion de las re- laciones intrafamiliares y no orientarse hacia la accién socio-politica. A: el capitalismo machista ha tendido a imponer como ideal para la mujer, de las diferentes clases sociales, la concentracién total de su energia en las relaciones intrafamiliares, mientras que el hombre de- bia dedicarle un tiempo parcial a estas relaciones, la parte de tiempo no utilizable para la produccién plus-valia. De esta manera la mujer aparece : ‘ ( get mares. 54 Aina Mario Bidegain de Uran i i como mas religiosa, mas familiar, menos politizada, menos profesional. : Esto no es debido ni a Ja naturaleza femenina, ni al azar, sino ala opre- * sin histérico-social soportada por las mujeres y reforzada por la vision de Ja sexualidad difundida por el cristianismo puritano del siglo XVI del . cual el catolicismo no ha estado excluido. E: necesario recalcar que la marginalizacién de la mujer de toda la vida publica ha sido levada adelante de dos maneras. Por una par- te, considerandola como una menor de edad, casi una imbécil, y ponién- dola bajo tutela y por otra exaltandola en una especie de sublimacién que hacen indignas de ella las actividades extra-familiares. Asi las dos vo- caciones ofrecidas a la mujer han sido: la maternidad y la virginidad con- sagrada. Re ha tenido otra consecuencia fundamental y ha sido el provo- car una desviacién del culto Marial o mejor una explotacién ma- chista del culto a la Virgen Maria. En Maria se han reunido los dos as- pectos de virginidad y maternidad simbolizando el ideal tradicional de la mujer. Este modelo de femeneidad ideal en el sentido de la exaltacién de las virtudes que deberian ser propias de las mujeres, modestia, acep- tacion resignada de la realidad como si fuera la voluntad divina, son co- sas que le han servido y gustado mucho a los hombres para mantener una posici6n de privilegio y por otro lado esto ha continuado exigiendo ala mujer a aceptar en la humildad y la resignacién “su posicién” y de- jar a los hombres la conduccién de los negocios del mundo y de la Iglesia®. S bien esta ideologizacién de la sexualidad y de lo que debe ser el pa- pel de la mujer no ha variado totalmente, el devenir histérico ha pro- vocado sus transformaciones y las mujeres se las han ingeniado para sub- vertir el orden impuesto. E mismo desarrollo del sistema capitalista engendro nuevas pers- pectivas, en especial el proceso de la Revolucion industrial en el siglo XIX con sus consecuencias sociales, politicas, econdmicas y cultura- les. 55 Sexvalidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latina 2. Transformaciones en la sociedad, en el estado y en la iglesia. Su incidencia en la situacion de la mujer a fines del siglo XIX y comienzos del XX. 2.1 Las transformaciones en la relacion Estado- Iglesia. E: la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo industrial y tecno- légico aceleré el proceso capitalista y exigié una transformacién del Estado que implicé a su vez que las instituciones tuvieran un nuevo rol al interior del mismo. En la medida que la burguesia se afirmé como clase hegeménica dentro del capitalismo y el liberalismo como ideologia dominante, se consolidé la separacién de la Iglesia del Estado. Pero la Iglesia recibié todas las garantias posibles para llevar adelante su mi- sién. Ya no ejercié su poder a través de las instituciones del Estado pe- ro recibié las garantias para ejercerlo por medio de las suyas. En la separacion Estado-Iglesia, ésta dejé de ser un elemento cons- titutivo del Estado y pasé a ser un elemento complementario. El Esta- do pudo contar con todos sus beneficios y al mismo tiempo recobrar to- da su autonomia. Al interior de la Iglesia estas transformaciones no pasaron desapercibidas y aunque en general no fue de su agrado, la Iglesia acepté el nuevo rol que le fue asignado. Cuando el liberalismo y la burguesia dominaron los Estados euro- peos, la Iglesia constaté que Europa ya no era oficialmente cristiana. En- tre los sectores catélicos existié clara conciencia de que la influencia de la Iglesia en el mundo no era la misma, pero sentian una nostalgia tan fuerte del pasado, que los mantenia adheridos a él y adonde querian re- tornar en lugar de buscar nuevas perspectivas para el futuro. A pesar de las dificultades, ante la nueva situacién aparecen nuevas posturas especialmente entre los sectores j6venes del catolicismo europeo. En primer lugar, algunos clérigos reaccionaron creando en las pa- rroquias de las ciudades una serie de obras que, dirigidas por los mismos parrocos, permitian crear artificialmente un mundo catélico donde se 56 Ana Maria Bidegain de Urén protegia a los cristianos de las influencias del mundo moderno. Asi apa- recieron los colegios y escuelas catélicas y luego las universidades y la prensa catdlica. Estas obras comenzaron a coordinarse a niveles nacionales. Segin las situaciones histéricas de los diferentes paises, adoptaron caracteris- ticas especiales pero siempre formando organizaciones preocupadas por las dificultades sociales y Ppoliticas de la nueva realidad. Ante el avance liberal en el S. XIX, muchos vieron la necesidad de unificar estas fuerzas para la defensa de la Iglesia y la proteccién de los catélicos con el objetivo de restablecer una recristianizacién del pais que les permitiera a los catélicos retornar al poder y restablecer el orden so- cial cristiano. A esta perspectiva contrarrevolucionaria e intransigen- te se unié un esfuerzo en materia social a fin de conservar para la Igle sia las simpatias populares frente a los avances del liberalismo. Al comienzo del siglo XX esta postura se impuso y dio origen al proceso de la Accién Catélica General. Esta era Ppresentada como pro- ducto del combate levado adelante por los catélicos ante los ataques que desde la Revolucién Francesa la Iglesia habia venido sufriendo. Entre otros grupos catélicos minoritarios, Pero que buscaban una adaptacién de la Iglesia alas nuevas realidades, se planteé la necesidad de un acercamiento mayor a la clase trabajadora, creando instituciones que permitieran la evangelizacién de los obreros Partiendo de sus pro- pios problemas y buscando poner a los trabajadores en condiciones de que ellos mismos realizaran esa funcién a la vez que luchaban por las rei- vindicaciones de su clase. Esta linea dio origen a la Accién Catélica Es- pecializada. En ambas experiencias la mujer tuvo un papel destacado. Las de clases medias y altas en el primer caso, las trabajadoras en el segundo. Asi comenz6 la mujer a tener una participacién activa en la pastoral sin ser una religiosa. 2.2 Transformaciones en el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia D-= el siglo XVIII con el proceso de la Revolucién Francesa y la Revolucién burguesa en Inglaterra, las mujeres habian comen- zado a agitarse en favor del cambio en la condicion de la mujer. Aparece asi A Vindication of the Rights of Woman (Londres 1792) de Mary Wolls- 57 Sexvalidad, vida religioso y situacién de la mujer en América Latina tonecraft y la propuesta de un grupo de francesas para que la Asamblea Nacional de 1789 adoptara una declaracién de los derechos de las muje- res. Pero sus reclamos no encontraron ningun eco. Exponentes tan fer- vorosos de los derechos del hombre como Jean Jacques Rousseau y Tho- mas Jefferson insistieron en que estos derechos no debian incluir a las mujeres. A mediados del siglo XTX las transformaciones politico-sociales que produjo la revolucién industrial influyeron en la vida familiar poniendo en crisis la sociedad patriarcal. La mujer y los nifios entraron también en el mercado capitalista como mano de obra y por tanto sus cuerpos pa- saron a ser una mercaderia mas. Desde entonces en la familia obrera se liquid6 el ideal de la mujer en el hogar y la familia patriarcal se debilité en ciertos aspectos. Noes un azar que en la segunda mitad del siglo XIX irrumpan las grandes investigaciones histérico-sociolégicas sobre la familia, el matri- monio y la situacién de la mujer en la sociedad. Con la accién individual de algunas mujeres de clases medias se fortalecié un movimiento en defensa de los derechos de la mujer y de su participacién en la vida politica y sindical favorecido por la necesaria pre- sencia de la mujer en la fabrica y el desarrollo del movimiento sindical y de movimientos politicos de corte socialista, anarquista y liberal- democratico?. Entre las mujeres de clases acomodadas empezé también una lu- cha abierta por obtener una instruccién superior y la oportunidad de in- gresar en las grandes profesiones que daban prestigio y una condicién més elevada en la sociedad. Otra de las luchas importantes de la mujer fue el derecho al sufragio. A este embate, el primer movimiento de la Iglesia fue reafirmar los valores de la familia tradicional y el papel de la mujer en el ho- gar. El ultimo aleteo de este movimiento reaccionario eclesial, al inicio del siglo XX, fue la Enciclica Casti Connubi de 1931, pues en la practica las mujeres iniciaban también al interior de la Iglesia un movimiento am- biguo pero que tendria muchas repercusiones posteriormente. Asumian la experiencia naciente de la Accién Catélica y, sin saberlo tal vez, em- pezaron una lucha por tener un lugar en la evangelizacién y la pastoral, eje de la vida en la Iglesia, saliéndose del papel tradicional de la mujer en el hogar y de la virgen consagrada en la comunidad religiosa. Pero, a la vez, se orientaron a cimentar la vision tradicional de la sexua- 58 Ana Maria Bidegain de Uran lidad buscando mantener ala mujer en una situacién de asexualidad, ex una especie de inocencia infantil en lugar de ayudar a la mujer a que asv- miera su realidad sexual como mujer. Aunque en estas instituciones se les asignaba algunas tareas, la: mujeres permanecian subordinadas a los hombres, especialmente a los clérigos y se preferia a las mujeres de las clases mas privilegiadas de le sociedad para participar y dirigir estas obras. Las primeras experienci: de organizacién de las mujeres catélicas, se dieron en Italia. En Milan en 1904 fue fundada por la Sefiorita A. Coari “La Federazione femmini- Je milanese”’ que queria ser nacional y cuyo objetivo fue la organizaciér de las mujeres para la reconquista espiritual de la sociedad, pero trope z6 con la desconfianza de las autoridades eclesidsticas ante un movimiento femenista de inspiracién demécrata cristiana. Sin embargo, las muje- res no desfallecieron y lograron conformar la Unién de Mujeres Catdli- cas en 1909 con el fin apostélico de que las ‘“‘sefioras de la buena socie- dad”’ protegieran a mujeres de ambientes populares‘. Pe fue después de la Primera Guerra Mundial, coincidiendo con el impulso femenino de organizaciones en defensa de los derechos de la mujer y su mayor participaci6n en la vida social, cultural, gremia! y politica, cuando surge la Unién Internacional de Ligas Catélicas Fe- meninas (1918) y el Movimiento de la Juventud Femenina (1922)5, reu- niendo basicamente mujeres de clases medias y altas pero dirigidas in- ternacionalmente por mujeres de la aristocracia europea. Por esa misma época surgieron otros movimientos, a medida que las mujeres ampliaban su campo de accién y creaban una gran diversi- dad de organizaciones como las Exploradoras y Guias (Girls Scouts) y la Asociacién Cristiana de Mujeres y de Jévenes, (estas ultimas de ori- gen protestante)®. Por entonces las grandes transformaciones sociales impuestas por la revolucién industrial como el proceso de urbanizacién, el trabajo fue- ra del hogar, el acceso a la educacién, la difusién del uso de anticoncep- tivos que limitaron y transformaron la familia, influenciaron el cambio de imagen y el papel que la mujer debia jugar en el hogar y en la socie- dad y por ende en la Iglesia. La importancia de la participacion femenina en la Accién Caté- lica consistié en que esta organizacién fue la propuesta pastoral mas importante de la Iglesia en la primera mitad del siglo XX y al aceptar 59 Sexualidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latina a las mujeres en la Accién Catolica se les reconocia el derecho a par- ticipar en el apostolado jerarquico de la Iglesia como veremos mas adelante. 3. La Accion Catélica como respuesta a las transformaciones sociales y politicas I a Accién Catélica era presentada como la resultante de una convo- cacién que durante todo el siglo XIX y antes habian realizado los pontifices romanos para defender a la Iglesia y también para preservar a los Cristianos de una sociedad que se descristianizaba preocupandose especialmente por la situacién de la clase obrera a la cual la Iglesia no legaba. Sin embargo, seguia imperando el espiritu del Concilio Vatica- no I en que si bien se solicitaba la colaboracién de los fieles se insistia en la necesidad de que todas las obras y organizaciones fueran dirigidas por los propios obispos con la asistencia de las clases acomodadas de las sociedades locales. En Italia y en Europa en general se buscé el apoyo de la aristocracia, clase con la cual la Iglesia en el siglo XIX se sentia mas identificada, para lanzar la Accién Catdlica. Este es un momento fundamental en la historia de la Iglesia. Re- presenta la reaccion contra la apostasia de algunos sectores sociales pe- ro con la particularidad de que ya no fue la Iglesia la que fijé el terreno y los medios de lucha como en otras épocas, sino que al contrario debid aceptar el terreno impuesto por los adversarios y el avance de un proce- so socio-econdmico que la Iglesia creyé dirigido contra ella y al cual tu- vo que adaptarse. Ademas, la Iglesia, en Europa occidental primero y luego en América Latina se sirvié, para realizar su accion, de las armas de lucha que utilizaban sus contrarios. Es decir, las organizaciones de laicos tendientes a reagrupar im- portantes masas sociales al estilo de los partidos politicos exigidos por el desarrollo del Estado burgués. En Italia, modelo para América Lati- na, este no fue un fendmeno inmediato sino progresivo y si bien el obje- tivo fue por mucho tiempo la reconquista de las antiguas prerrogativas o 60 Aina Maria Bidegain de Uran en una verdadera organizacién de masa, considerada por A. Gramsci, co- mo verdadero partido de la Iglesia, cuya funcién era, la de encuadrar a las masas catélicas para hacer de ellas un arma ofensiva o defensiva se- la politica y trabajo fuera del hogar, y su lucha por lograr una nueva si- tuaci6n, exigié que la Iglesia timidamente las fuera integrando en este nuevo proceso, FE: Europa y mas tarde en América Latina, el cristianismo integris- ta, que en gran parte dominaba la vida eclesial, se oponia al libe- buscando un movimiento de restauracién del cristianismo en la sociedad. Ante la divisa liberal de “los curas a la sacristia’”, los catélicos opusie- ron la necesidad del triunfo de Cristo Rey, en la sociedad civil y religio- sa, sin aceptar ninguna separacién. Un ejemplo lo constituiria el libera- lismo battilista en Uruguay y la posicién intransigente de la Union Civica que nace como partido catélico. Si bien la mayoria de los catélicos inte- gristas europeos vieron como necesaria la formacién de un partido caté- lico, las autoridades eclesidsticas y fundamentalmente Pio XI se opusie- ron a este proyecto. Una de las razones era la experiencia italiana del | Partido Popular Italiano de Don Sturzo, que se habia llegado a aliar al socialismo para oponerse al facismo. Esto Hevaba a demostrar la liber- | tad que podian llegar a tener los laicos organizados en un partido catoli- \ co independiente de la jerarquia y que podian facilmente asimilarse a par- 'tidos Opuestos dadas las exigencias de alianzas existentes en la vida Politica. El partido aparecia suficientemente auténomo y fue necesario crear otro instrumento que lograra el objetivo de recristianizar la sociedad, manteniéndose bajo la estricta sumisién de la jerarquia. Este instrumento fue la Accién Catélica organizada por fuera y por encima de los partidos politicos, formula cara a Pio XI. Esta tuvo sus variaciones bajo Pio XII 61 Sexvalidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latin conocedor de la experiencia del Partido Catélico Aleman, después de la segunda guerra, el éxito de los partidos de inspiracion demécrata cris- tiana en Alemania, Bélgica, Francia, Holanda e Italia, permitié apoyar la experiencia de partidos demécrata-cristianos en América Latina, en- tre antiguos dirigentes de la Accién Catélica. Un ejemplo es Eduardo Frei Montalora lider de la Accién Catdlica chilena y primer presidente Demo- cristiano. Los autores que habian logrado una sistematizacién de los princi- pios ideolégicos de la Accién Catélica fundamentaban su necesidad en la defensa de la Iglesia por parte del laicado ante los ataques de los es- tados liberales en la mayoria de los paises latinoamericanos. ‘Los Lai: cos, decian, y la Accién Catélica no deben dudar de intervenir en accio- nes que pueden revestir el caracter de acciones politicas si ellas son en defensa de la religién’”’. P: XI en carta al Episcopado Argentino afirmaba que la Accion Catélica y la Iglesia debian utilizar su influencia cuando los inte- reses cat6licos fueran lesionados, dirigiendo y buscando la manera de no dejarse aprovechar por intereses privados o de partidos®. Este tipo de presentacin de la Accién Catélica conllevaba por tanto la necesidad de organizacién del apostolado laico en funcién de una ac- cin de la Iglesia en el mundo contemporaneo donde aparecia como ene- migo, fundamental en el desarrollo del sistema capitalista, pero visto so- lamente desde la perspectiva que entrafiaba un sistematico avance del materialismo al cual se tenia como enemigo principal para la fuerza es- piritual que era la Iglesia. De la lucha contra el liberalismo materialista, la Iglesia pasé a la lucha contra todo sistema ateo y materialista. Si pa- 6 a luchar contra el socialismo y el comunismo fue por esto, pues los con- sideraba precisamente un engendro del materialismo. La lucha se con- centré a nivel ideolégico sin analizar nunca los transfondos econémicos y sociales que cada sistema entrafiaba realmente para el mundo entero. Asi en la medida en que en Europa, en los Estados capitalistas libera- les, la Iglesia consiguié un modus vivendi y una forma de constituir una institucién suficientemente fuerte, aprovechando el estado de derecho bur- gués, en los paises donde se implanté el socialismo esta convivencia no se did y la Iglesia se convirtié en uno de los mayores enemigos de es- te sistema, dada la represién sufrida por la Iglesia en esos paises y sin darse cuenta se transformé en defensora de sus antiguos contrin- cantes. } 62 Ana Maria Bidegain de Urén 3.1 La Accién Catélica en América Latina S bien en el siglo XIX y fundamentalmente con Leén XIII, se hizo una critica al sistema capitalista europeo, por su explotacién de la clase obrera, la Iglesia nunca percibié ni denuncié e! proceso imperialis- ta que implicé el desarrollo capitalista de los paises de Europa Occiden- tal y de los Estados Unidos. Como no profundizé en esta perspectiva no vio las verdaderas dificultades que el desarrollo del capitalismo depen- diente latinoamericano iba a entrafiar para que la Iglesia cumpliera su misién profética en América Latina. La Iglesia, al igual que los técnicos econdémicos, suponia que Amé- rica Latina iba a poder obtener un desarrollo capitalista similar a los cen- tros capitalistas europeos. Por tanto, el razonamiento légico fue el de que al desarrollo del sistema capitalista, a la implantacién de Estados libe- rales modernos y al nacimiento de organizaciones proletarias con ideo- logia socialista y comunista, en América Latina debia responderse de la misma manera como se venia haciendo en Europa desde el siglo XIX, lo que habia permitido una convivencia entre Estado e Iglesia donde la segunda gozaba de todo tipo de prerrogativas. A esta situacién se agregaba el hecho del nacimiento de nuevas fuer- zas sociales y politicas que constituirian una transformacién de la socie- dad. Comenzé el ascenso de sectores medios y toda la contestacion so- cial de la generacién del novecientos y del movimiento estudiantil, de donde nacieron los partidos nacionalistas e indigenistas y los primeros grupos socialistas y comunistas que, unidos a sectores del proletariado naciente, se constituyeron en los Partidos Comunistas y Socialistas en los diferentes paises de América Latina. La participacién de la mujer en la vida profesional, politica y sindical también se iniciaba en esta época. Partiendo asi de una analogia entre el proceso europeo y latinoa- mericano, la respuesta mas indicada parecia ser la reorganizacién ecle- sial en forma similar a la que se habia realizado en Europa y por tanto dentro de esta nueva organizacion de la Iglesia latinoamericana, la Ac- cién Catélica estaba llamada a jugar un papel importante. I a necesidad de organizacién del laicado fue expuesta en varias car- tas de Pio XI a los diferentes episcopados. Necesidad fundamen- tal en los paises latinoamericanos debido a la falta de clero®, y a lo que ; Se consideraba como “‘todo género de amenazas a la fe y ala integridad de 63 Sexvalidad, vida religiosa y sitvacin de la mujer en América Latina las costumbres del pueblo cristiano en los paises donde progresos cultu- rales, cientificos e industriales acarreaban, con tantos bienes, tan nume- rosos y nefastos gérmenes del mal’’!0. Pero no solamente el Papa hizo un llamado al episcopado para que apoyara y organizara la Accién Catélica, sino también a los sacerdotes para que apoyaran y permitieran la organizacién de la Accion Catélica en todas las parroquias!! cubriendo los diferentes sectores sociales aun- que dandole prelacia a los estratos medios y altos. El clero y la jerarquia latinoamericana en su mayoria debian ser entusiasmados y convencidos de la importancia que para ellos podia te- ner el desarrollo del apostolado laico. La mayoria del clero y episcopado de la época no tenia dudas de la eficacia de su pastoral. Sobre todo en los paises como Colombia donde la situacién juridica de la Iglesia en su relacién con el Estado estaba resuelta pues existia en concordato que le dio a Ja Iglesia muchas ventajas para desarrollar su labor sin necesidad de los laicos. En otros paises llevé a que algunos miembros pensaran la Accién Catélica como un instrumento que permitia despertar entre las clases dirigentes una conciencia social que ayudara a poner en marcha todo un sistema asistencial para las clases desposeidas. Otros lo vieron como el medio mas eficaz de difundir la doctrina social de la Iglesia y lu- char contra el comunismo naciente y otros como el instrumento para re- cristianizar una sociedad dirigida por una minoria descreida y que ase- guraria a la Iglesia el reconocimiento juridico de la posicion que el epis- copado consideraba legitima. La presencia femenina se consideraba fundamental para que fue- ran las propias mujeres, dentro del orden tradicional, las encargadas de “‘proteger” alas mujeres amenazadas por los nuevos habitos y costum- ’ bres del mundo moderno. 4, Las mujeres y la Accion Catolica general en América Latina (1930-1955) I os primeros en organizar grupos de Accién Catélica en América Latina fueron los jévenes universitarios; junto a los pequefios nu- cleos locales de universitarios catélicos se habia venido desarrollando una 64 Ana Maria Bidegain de Urén serie de iniciativas por parte del sector femenino. Las chilenas fueron las primeras en intentar una organizacién de Accién Catélica femenina. En 1921 se fundé en Santiago una Asociacién de Sefioritas Catélicas bajo la denominacién de Accién Catélica de la Juventud Femenina!2. En Argentina en 193213 y en México existieron otros grupos des. de antes de 1930 pero fue oficialmente organizada en el pais en 1931. E apoyo de la Unién Internacional de Ligas Femeninas Catélicas, fue im- Portante para desarrollar lo que ya existia, revitalizandolo, o para sem- brar la idea de la Asociacién Catélica Femenina. Los viajes realizados por la sefiorita Christine de Hemptinne en 1932 y 1934 son una muestra de esta situacién. En 1932, invitada por el Cardenal Leme, la sefiore Hemptinne, puso en marcha un nucleo de jévenes y sefioras catélicas que organizaron la Accién Catélica Femenina Brasilera!4, En 1934 la sefiorita Hemptinne viajé a Rio de Janeiro, Montevi- deo, Buenos Aires, Santiago, Lima, Bogota, Caracas. En cada ciudad que visité, dicté sus cursos de Accién Catélical basicamente a sefioritas de las clases medias y sobre todo de las clases altas, Estos se divi- dian en aspectos teéricos y practicos. En el primero se trataba de los as- Pectos de la doctrina social general de la Accién Catélica, su naturaleza. su objeto, sus formas de organizacién. Luego se analizaban diferentes corrientes ideologicas (socialismo, comunismo, liberalismo) la cuestién social (errores que han causado el conflicto entre el capital y el trabajo. etc.). El derecho a la propiedad y la doble funcién del capital. Relaciones entre capital y trabajo. El catolicismo y el socialismo como dos doctri- nas incompatibles. Las corrientes sociales: previsién social, normas que deben dirigir la Accién Social Catélica, el ateismo militante y la Accién Catélica (‘‘el catolicismo como doctrina positiva y totalitaria, anica fuerza capaz de oponerse al ateismo militante y al comunismo”). Por ultimo den- tro de la parte practica se analizaba la importancia de los medios de co- municaci6n, distracciones y descanso. Se Pponia especial énfasis en el en- foque moral sobre el flirt, danza, teatro, novelas, deportes y veraneos, insistiéndose en la vision tradicional de la sexualidad como el pecado ca- pital y la mujer como provocacién del pecado. I J na segunda parte trataba sobre practicas de los circulos de estu- dio y su metodologia, las encuestas, campafias y métodos de pe- netracion en las masas, metodologia catequista, exigencias alas militan- tes y a las dirigentes, su formacién y comportamiento. La coyuntura politico-social y la vision de la realidad latinoamerica- 65 Sexvalidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latina na que tenian los sectores jerarquicos que impulsaban la Accién Catdli- ca influyé fuertemente en el énfasis que se hizo en sefialar los enemigos politicos e ideolégicos y culturales de la Iglesia. En una entrevista que tuvimos con la sefiorita Hemptinne el 13 de mayo de 1976 ella nos afirmaba que tanto en 1932 como en 1934 habia sido enviada por la liga Internacional de Mujeres Catélicas con creden- ciales y orientaciones especiales en relacién a la situacién socio-politica que se vivia en esos paises y al relajamiento de las costumbres. Su San- tidad Pio XI la habia apoyado en su viaje. Ante la pregunta de si ella tenia conocimiento antes de partir del desarrollo en esa época de movi- mientos y partidos socialistas y comunistas y todas las transformacio- nes acaecidas en los paises en los cuales iba a dictar sus cursos, respon- did: “C’est pour cela que j’ai été envoyée”’ Por eso fui enviada. De ello resultaba que dos tercios del curso estaban consagrados al analisis de problemas socio-politicos, e ideologicos. Gran parte del tiem- po restante se dedicaba a la orientacién moralista caracteristica de la épo- ca, y ala cual los europeos que trabajaban en América Latina le daban gran importancia. L: organizacién general por sexo y por edades, aglutinado a todo tipo de condiciones sociales, impedia por una parte el debate y el andli- sis de las diferentes situaciones sociales y ello reforzaba la tendencia mo- ralista de la Accion Catélica Femenina. A esto se agregaba la situacién social de la mujer latinoamerica- na en la década del 30, donde solo las hijas de la clase dirigente podian haber tenido el nivel cultural que exigian los cursos de la sefiorita Hemp- tinne, que por otra parte eran dictados en francés, lo cual excluia a sec- tores medios y populares y aun sefioritas de clases acaudaladas de las ciudades de provincia. La experiencia se dirigié fundamentalmente a una clase alta, con aires aristocratizantes, basicamente formadas en colegios de religiosas muy exclusivos de las capitales latinoamericanas. Este comienzo determiné el proceso de las asociaciones femeninas latinoamericanas donde solamente las hijas de la clase pudiente estaban en condiciones de asumir la direccién y orientaciones de las asociaciones nacionales, por ser las que poseian el bagaje cultural exigido y las tni- cas interlocutoras que podian encontrar las asociaciones europeas en América Latina. Las asociaciones de base —parroquiales— funcionaron como re- Sb RERER IA OID. 66 Ana Maria Bidegain de Urén ducto de vida sacramental y de defensa de sus miembros ante lo que & consideraba el asedio de las influencias no-cristianas que comportaba: la vida moderna!é, as ligas femeninas, y especialmente la seccion de sefioritas, tuvie Ton una gran influencia en la vida cultural latinoamericana. Cam paiias y formaci6n de ligas organizadas por ella “por la moralizaci6n + buenas costumbres” pesaron fuertemente en las costumbres y mental. dad colectivas, especialmente entre los sectores medios!7, Un énfasis exagerado en la moral sexual!® iba a la Par con las campafias de fami. lias cristianas y las fiestas de la madre del sacerdote!9, Entre los secto res clericales era extendida la idea que la falta de sacerdotes en Américz Latina se debia entre otras causas al relajamiento moral de las costum- bres familiares. Por eso era fundamental insistir en la constitucién de le familia cristiana y se le daba gran importancia ala fiesta de la madre de! sacerdote como mujer casi-santificada, creando entre aquellas mujeres que no lograban enviar un hijo al seminario un complejo de culpa, o al menos una sensaci6n de inferioridad, lo que era otra manifestacién del machismo clerical. Esta perspectiva moralista fue comin a todos los. movimientos lai- cos especialmente orientados desde Europa. Hasta 1956 los dirigentes de la JOC brasilefia no podian tener novio o novia porque eso significa ba dividirse y restaba tiempo al trabajo del movimiento. Por otra parte. el celibato era Presentado casi como el unico modelo de santidad y el ma trimonio era mostrado como una vocaci6n inferior tanto para los mucha- chos como para las muchachas. Esto producia angustias entre los mili- tantes que comenzaban a ver que la unica posibilidad de santificacion era la vida religiosa aunque no tuvieran una vocacién para esto20. E] mo- delo de vestido para la chica de la Accién Catélice para un pais tropical como Brasil, consistia en cuellos altos, faldas largas, medias gruesas, som- breros y zapatos2!, Este modelo desde el punto de vista econémico ya era inalcanzable para las obreras y desde el punto de vista estético no era mas que imitacién de lo europeo. Un modelo de vestido adaptado a los veranos europeos Pero no a los paises tropicales de América del Sur. Toda esta actitud obedecia a una lucha contra la sensualidad y las cos- tumbres y formas de vivencia de la sexualidad de los Paises latinoame ricanos, La influencia fue lo suficientemente fuerte como Para que en la so- ciedad se notara un comportamiento sexual especial de la juventud de las clases altas y medias vinculada a los movimientos de Accién Catélica. 67 Sexualidad, vido religiosa y situacién de la mujer en América Latina RK los paises donde los movimientos habian logrado un gran influjo en este sentido, existian cuentos, bromas y chistes que daban cuen- ta de una cierta “‘asexualidad’”’ de los jévenes de Accién Catélica. En el contexto de unas sociedades sumamente sensuales el modelo de castidad aparecia como una especie de agresién del cual el ambiente popular se burlaba, como forma de defensa. Segin testimonio de A. Abascal, anti- guo militante de JEC cubana, entre los jovenes cubanos antes de la re- volucion se decia que existian tres tipos de mujeres: las lindas, las feas y las de Accion Catélica. En Brasil existian “‘piadas” populares que mos- traban a los militantes de Accién Catélica como asexuados®. Esta pos- tura de negaci6n de la sexualidad que en parte existia en los movimien- tos influenciados directamente desde Europa, como era el caso de las sefioritas de Accién Catdlica, orientadas por la sefiorita Hemptinne o las influenciadas por la JOC belga y francesa, contrastan con la postura de los miembros de la Juventud Universitaria Catélica Masculina, que en- tre sus lineas de trabajo se proponian “levantar la unién conyugal”’ y des- de luego la vida sexual hasta la santidad y fecundidad que tienen en la Iglesia’. En los cursos de Accién Catélica, dados por la sefiorita Hemptin- ne, la sexualidad era presentada mds como negacién que como una for- ma privilegiada de expresién del amor humano que existe en una pareja?4, De esa manera, aun aquello que pudiera ser una forma de atrac- cién al sexo opuesto era considerada pecaminosa. Todo era presentado en funcién de “una defensa del pecado”’, en lugar de dar una formacién s6lida donde las jévenes pudieran vivir dentro de una real libertad y ma- durez su vida sexual. Be perspectiva moralista era inducida desde el Vaticano para to- dos los movimientos y organizaciones femeninas. Las dirigentes de JEC femenina de Francia J. Tannery y Claude Salats, después de la primera reunién de JEC internacional en septiembre de 1946, viajaron a Roma a solicitar la colaboracién del Vaticano para la unificacién de los diferentes grupos jévenes Estudiantes Catélicos existentes en Paris, im- pedida por el celo de los asesores que temian perder cada uno su grupo. En la Secretaria de Estado no fueron atendidos los pedidos sobre este problema. Sin embargo, se les interrogé sobre el largo de las faldas, el flirt, el veraneo, etc.?5. Esta experiencia les permitié mantener una continuidad por enci- ma de dificultades politicas o sociales y que el movimiento fuera recibido 68 Aina Maria Bidegain de Uran Por la mayoria de los obispos latinoamericanos sin grandes dificultad pues veian con muy buenos ojos que las mujeres mismas ayudaran a re: firmar la visién tradicional de la Iglesia referente a la mujer. Hasta 1950 ni al interior de la asociacién de sefioritas ni paralei: mente a la organizacién de los muchachos aparecen organizaciones de ur versitarias catélicas. Primeramente el namero reducido de jovenes qu llegaban a realizar estudios universitarios en las décadas del 30 y del: hacia dificil la experiencia, por otra parte la organizacién de Accién C: télica absorbia alas universitarias en las labores de direccién sin posib: litar la concrecién de una organizacién propia de las universitarias, c: mo sucedia con los muchachos. Las primeras asociaciones femeninas ¢: universitarias en vincularse con organismos internacionales de estudia: tes catélicos fueron las de Chile y Brasil. Olga de la Cruz Gres, de la J: ventud Estudiantil Catélica Chilena participé a la Segunda Seccioén Ir ternacional de la JEC realizada en Pontoise el 28 de agosto y el 5 ¢: septiembre de 194726, Maria de Lourdes Figueredo, de la Juventud Un: versitaria Brasilera, participé en 1953 en la reunién Interfederal de Pa: Romana celebrada en Dinamarca en el mes de julio de 1953. Alli fue elz gida vice-presidente mundial del Comité Director de Pax Romana, siez do primera mujer latinoamericana que ocup6 puestos de direccién inte: nacional de un movimiento de estudiantes catélicos.2’. A partir de 1950 los movimientos universitarios latinoamericanos fiz Ton mixtos, aceptandose en algunos paises la existencia de dos presidentes pz ra asegurar la participacion femenina a un nivel de direccién nacional. 5. De la Accion Catélica especializada a la teologia de la Liberacién y la situacioén de las mujeres en América Latina (1960) E sta presencia mixta fue permitiendo que la mujer asumiera puestc: de responsabilidad y direccién especialmente al interior de los mov. mientos de Juventud de Accién Catélica especializada, es decir, JOC JUC, JEC y JAC. 69 Sexvalidad, vida religioso y situacién de la mujer en Américo Latina Alli las j6venes junto con los muchachos iniciaron un movimiento sin retorno que fue ampliamente apoyado por Vaticano II pero que en la practica, en América Latina, no conté con el apoyo episcopal necesa- rio pocos afios después y mas bien fue liquidado. Siguiendo la férmula que el Cardenal Joseph Cardijn habia desa- rrollado desde 1921 para las jévenes trabajadoras de su parroquia y que luego se extendié a los muchachos, conocida como la experiencia de la Revision de Vida (Ver, Juzgar y Actuar) la juventud catélica latinoame- ricana en los afios 60 y 70 descubrié que para vivir un verdadero cristia- nismo era necesario comprometerse en la construccién liberadora del con- tinente. Para ello se consideré necesario superar el subdesarrollo para lo cual la reforma agraria era un punto central, lo mismo que la indepen- dencia con relacién al campo capitalista y la ruptura de lazos coloniales politicos, econdmicos y culturales con las metrépolis desarrolladas. En todo esto influencié la vida politica marcada por la Revolucion cubana, el didlogo entre cristianismo y marxismo, la lucha politica de algunos sa- cerdotes como Camilo Torres, el fracaso parcial de la Democracia Cris- tiana, el aporte y desarrollo de las Ciencias Sociales. Pero ademas la iniciativa de Cardijn, seguida luego por la Accién Catélica especializada fue una ruptura de raiz con la espiritualidad co- rriente de la época. Lo fundamental fue el buscar encarnar el Evangelio, la vida sacramental y la operaci6n en la propia vida de los militantes y a través de su apostolado, en las propias fabricas, en las universidades, en la vida campesina, y comprometerse también al interior de la Iglesia en una lucha por la libertad de los derechos de los laicos y las laicas de actuar en la sociedad de la manera como a ellos en cuanto cristianos les pareciera correcta. Esta perspectiva no fue comprendida por la mayoria del clero, en especial del episcopado, y llevé a que estos movimientos per- dieran apoyo eclesial y quedaran reducidos 0 diluidos entre los grupos politicos. Sin embargo, esta experiencia pastoral, esta renovacién de la vi- da litargica y espiritual y la reflexion de chicas y muchachos que la acom- paiié sirvié para que renaciera una Iglesia comprometida con los secto- _ res populares. Antiguos asesores eclesiasticos, y algunos obispos que en América Latina habian acompafiado a los movimientos, se inspiraron en la organizacién de pequefias comunidades y en la metodologia de la Re- vision de Vida para relanzar la pastoral de conjunto, crear comunidades de base y recoger las reflexiones de alli emanadas para sistematizarlas y sentar las bases de la Teologia de la liberacién. 70 Ana Maria Bidegain de Urén Los muchachos, por su parte, habian aprendido a compartir response: lidades con sus compatieras y el esfuerzo de éstas demostré que las rm. jeres tenian derecho a tener un puesto en sociedad y en la Iglesia, - como menores de edad o nifias sin capacidad de razonar sino en iguz dad de condiciones con los hombres. Pero todavia un largo camino qe- daba por recorrer. En primer lugar, a las mujeres se les otorgaba responsabilidad: pero se les exigia inconscientemente olvidar su identidad femenina pu: al tener que actuar en una sociedad como la eclesial, esencialmente mz culina en su direccién, habituada a marginalizar a las mujeres en fu: ciones subalternas, éstas debian razonar como un hombre, presenta: con la misma combatividad y vocabulario de los hombres y vivir la esp ritualidad como los hombres; en fin, masculinizarse haciendo la histor. como lo habian hecho los hombres, o en caso contrario actuar como s: res asexuados. Pero en el seno de la misma Iglesia la presencia femer. na no claudicé. Poco a poco, al igual que muchos hombres y mujeres hz luchado por una nueva relacién hombre-mujer en la sociedad, tambit: en la Iglesia, en las ultimas dos décadas, se esta desmitificando el cz racter unidimensional de nuestra sociedad estructurada en funcién é: hombre. Lo esencial ha sido afirmar que no se puede hablar de liber: cién de la mujer queriéndola masculinizar. Se empieza un largo cami: que exige como punto de partida, romper con la concepcién tradicior: de la sexualidad como una parte fragmentada de las relaciones sociale: y Como expresion del pecado el cual se encarnaria esencialmente en la m. jer. Entre grupos progresistas cristianos se considera que una verd: dera liberaci6n cristiana exige ante todo una Iglesia que no sea esenciz. mente masculina, ni femenina, ni asexuada, sino simplemente human: reconociendo que cada uno de los dos sexos es una forma de ser person: humana. El ser humano solamente se realiza como ser sexuado y es ne cesario que cada sexo lo pueda hacer en su plenitud y en posesio6n ¢: sus derechos. Por eso hay dos maneras de realizar el ser humano y cc: rresponde a cada uno preservar y realizar su originalidad en solucione: siempre reinventadas. Notas 1. Sobre estos aspectos nos hemos inspirado en el trabajo de Otto M: duro Extraction de la plus-valia Repressi6n de la sexualité et Cath: 7 Sexualidad, vida religiosa y situacién de la mujer en América Latina licisme en Amerique Latine, en Liaisons Internationales N° 32 Sept. 1982 p. 18 ss. 2. Aubert Jean-Marie La Femme Paris 1975 p. 109 y ss. 3. Recordamos a Susan B. Anthony (1820-1906) Elizabeth Cady Staton y Lucy Stone (1818-1893) en Estados Unidos- La sindicalista Mary Mac Arthur en Inglaterra (1180-1921) Las lideres politicas Emmeli- ne (1857-1928) y Silvia (1882-1960) Pankhurst en Inglaterra. Las so- cialistas Rosa Luxembourg (1870-1919) Clara Zetkin (1857-1933) Na- diezhda K. Krupskaia (1869-1939) entre otras. 4, Aubert Roger La Iglesia en el mundo moderno. Madrid, 1977 p. 145. 5. UNESCO Historia de la Humanidad. T. 12-p. 210 y ss. 6. Idem 7. Guery E. L’Action Catholique Bruges-Paris 1936, pag.: 93 Comenta- rio de la carta de Pio XI a los obispos argentinos del 4 de febrero de 1931. 8. Pio XI, Carta a los obispos argentinos del 4 de febrero de 1931 9. Pio XI, Carta al Episcopado brasilefio del 27 de octubre de 1935, Pio XI en la carta a Mons. Perdomo, arzobispo de Bogota, dice: En ef- fect en face de l’intense et multiple activité des ennemis de la foi qui cause dans le peuple, spécialment parmi les classes ouvriéres et la jeu- nesse, des ruines lamentables, le clergé ne suffit plus pour lutter seul contre les nombreux propagandistes du mal et les puissants moyens modernes dont ils disposent. D’autre part, son action ne peut’s’exercer partout soit a cause de la résistance que lui opposent certains milieux et certaines personnes, soit parce que sa dignité sacrée elleméme lem- péche de pénetrer 1a ot le besoin est le plus pressant, 1a ot le danger qui menace les hommes est le plus grave. D’ot la nécessite de cete collaboration que, non sans une inspiration divine, nous avons définti comme participation du laicat al’ apostolat hiérarchique”’. (carta del 30 de Mayo de 1934, pp. 53 y 54). 10. Carta al Episcopado Brasilero del 27 de octubre de 1935, enviada por Pio XI. 11. Pfo XI Carta al Episcopado argentino, doc. cit. pp. 65, Pio XI Carta al Episcopado brasilero, doc. cit. pp.8 Pio XI Carta al Episcopado Co- Jombiano doc. cit. pp. 56 FANDINO, Ramon: Debo hacer Ja Accién Catélica en mi parroquia. Publicado Rev. de Est. Eclesiastico, Afio V, Agosto 1937, pp.273-278. 12. M. Ezguerra: Chile, la Accién Catélica de la Juventud Femenina, in- 72 Ana Maria Bidegain de Urén forme presentado al Congreso de FIJ realizado en Romaen 1947, en } vante Action Catholique, N° especial consagrado al congreso de Gar: pp. 56 y 57 13. Lastras S. “Argentina, actividades de Accién Catélica”. Art. Cit. pp.* 14. As missoes do Bem en: Diario da Noite, 12,08,32, pp. 1 y 2 15. Visites en Amérique du sud, de Mlle. Hemptinne, en Jeunesse No. velle, marzo de 1964. . Informe del Consejo Nacional de Accién Catélica Colombiana a Vic torino Veronese, Presidente de Congresos Internacionales de obre: catélicas, octubre 1935, conservado en Fondo Documental Privac en Roma. 1 a 17. Aunque no conocemos los andlisis socioldgicos del hecho, la nove:: latinoamericana recoge esta realidad. Ver especialmente Las Buena: Conciencias de Carlos Fuentes, especialmente el personaje de Srta Pascualina, actuando en la ciudad mexicana de Guanajuato. 18. Hemptinne C. Curso de Accién Catélica, Cap. XIII sobre Distraccic- nes y descanso, especialmente sus reflexiones acerca del flirt, la danz: y el veraneo. La coleccién de la revista La Jt uventud Femenina y L: Dirigente, de Colombia, da buenos testimonios de esta situacion. Est: Perspectiva pasé luego a los movimientos especializados hasta el Vz: ticano II. 19. Pattee R., El catolicismo contemporéneo latinoamericano, Bueno: Aires, 1951, ver también Informe del Consejo de Accién Catélica : Victorino Veronese, doc. cit. pp. 17 20. Oliveira Angelina, entrevista en Bruselas, 20 de mayo de 1978. 21. Jocismo: Octubre de 1936, anno III, N° 30 pp. 3. 22. Testimonio de los esposos Vilhena de Paiva (ex-militantes JEC Bre sil). Testimonios recogidos en Lovaina el 20 de enero de 1977, El li- bro ya citado de Fuentes corrobora estos testimonios. 23. II Congreso Iberoamericano del CIDEC, doc. cit. pp. 42. 24, Ver Hemptinne Curso de Accién Catélica doc. cit. pp. del Cap. XVIII 25. Testimonios de Jacqueline Tannery el 29 de agosto de 1977, Claude Salat el 30 de agosto de 1977 en Paris. 26. Informe Pontoise 1947 en Archivos de JEC Internacional pp.96. 27. Actas de la Reunion Interfederal de Pax Romana, Copenhague 1953 pp. 2 en Archivos de Pax Romana.

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