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UN INMIGRANTE EN EL UMBRAL DE ANTOFAGASTA

Advenedizos sonaría mejor y ayuda con la confusión de aquellos que


tomaron la palabra inmigrante como estandarte del nuevo allegado.
Aquel que caminó en el desierto de ilusiones y posibilidades o
simplemente cayó en cuenta que era necesario evolucionar en pro de
su descendencia. Llegado a nuestro destino nos encontramos con el
umbral de la hermosa Antofagasta que nos da la bienvenida con su
brisa rimbombante y el sol toscano por el atardecer dándonos la
bienvenida a lo que sería un porvenir lleno de las maravillas de Dios,
con un peculiar aroma a mar como el que dejamos en casa.

ALUVIÓN 1991 UNA MIRADA DE LA NATURALEZA

Llegó el madrugonazo sonando la alarma de la naturaleza junto con


ella se desploman las piscinas de decantación aluvionales; generando
pánico entre la grey. Sumidos en mar de barro se desvanece el
esfuerzo emocional y material de los antofagastinos, escuchándose un
eco profundo del gemir de la tierra reclamando su espacio y tomando
a la vez territorio arrebatado. Llenos de nostalgia los pobladores
desencadenan una ola humanitaria para ayudar a los desvalidos; se
suman el esfuerzo, el asombro y el pánico que ayudó a fomentar con
ímpetu los nuevos asentamientos postaluvionales. El lema para los
nuevos antofagastinos era ¡no olvidar!

EL MERCADO DE LOS VERBOS CONJUGADO


EL gran Mercado central de Antofagasta ubicado en un sitio histórico-cultural de la
ciudad que muestra al populachon antofagastino lleno de sabores y guaguancó,.
Adelaida cuenta que en días de depresión matrimonial se pasa al mercado; no
para comprar víveres y sorprender a su marido con una comida gourmet, sino para
sentirse deseada e inalcanzable por los vendedores donde le gritan a voz populi:
¡pida mamita que el marido paga! ¡¿que le ofrezco?! hasta la luna si usted quiere!
¡es lo más hermoso que he visto hoy! O la mejor frase que le provoca un éxtasis
silencioso ¡mamasita rica!

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