sanador
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“No es mi mente la que pide
abrazarte; es mi alma la que lo
exige.”
— Patrizio Mazzeo
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En nuestro mundo posmoderno hemos perdido el sentido
de comunidad. Al mismo tiempo, el deseo de pertenencia se
ha vuelto más intenso, más urgente, especialmente
después del aislamiento forzado por la pandemia del
Covid-19. El consumismo y el temor nos impulsan hacia
una existencia cada vez más solitaria y aislada. Aun
cuando la tecnología pretenda unirnos, lo único que ofrece
la mayoría de las veces son imágenes simuladas que nos
alejan de nuestras vidas. Vivimos realmente en una
pandemia de miedo por separación, falta de pertenencia,
pérdida de comunicación y aislamiento, entre otras
amenazas. En suma, temor por la pérdida de nuestra
salud e integridad. En esta crisis planetaria
comenzamos a sentir los estragos que está ocasionando
la disociación naturaleza-alma-cuerpo. ¿Cuántas
enfermedades se están originando lentamente por el miedo,
el aislamiento y la desinfección?
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El dolor, la depresión y la fatiga funcionan como un conjunto de
síntomas y, por tanto, pueden compartir algunos factores de
riesgo. Las relaciones interpersonales influyen claramente en la
salud, lo que sugiere que la soledad puede promover el
desarrollo de dicho conjunto de síntomas.
La doctora Naomi Eisenberger, también de la UCLA,
ha demostrado que las mismas áreas de nuestro sistema
nervioso central que rigen el dolor físico interpretan la soledad:
“Creemos que por eso la gente habla del rechazo como
algo que literalmente duele, porque el cerebro procesa
el dolor emocional de forma similar al dolor físico. Dado
que estar conectados es tan importante para nosotros
como especie, los investigadores creen que el sistema
de pertenencia puede haberse unido al sistema de dolor
físico a lo largo de nuestra historia evolutiva, tomando
prestada la señal de dolor para resaltar cuando
estamos socialmente desconectados”¹.
Por su parte, Caccioppo apunta: “El nivel de toxicidad de la
soledad es impresionante”. Y ejemplifica con esta proporción
sorprendente: la tasa de mortalidad por contaminación atmos-
férica es de 5%, en tanto que por soledad es de 25%².
En contraste, las investigaciones realizadas por el doctor Cole
y otros autores, han demostrado que tener un sentido de
misión y propósito en la vida está relacionado con unas células
inmunitarias más sanas.
¹ “The neural bases of social pain: evidence for shared representations with physical pain”, Psychosom Med. 2012 Feb; 74(2): 126–135.
https://www.youtube.com/watch?v=xvIZjGEBvI8
² https://www.youtube.com/watch?v=xvIZjGEBvI8
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Abrazo, antídoto para
la desesperanza
“Cuando has sido fuerte durante demasiado tiempo sólo quieres
una persona con la que la única fuerza que tengas que usar
sea la de sostenerla en tus brazos.”
—Anónimo
“En el abrazo, lo que era un borde, una línea rota, una maraña,
vuelve a convertirse milagrosamente en un círculo perfecto.”
—Fabrizio Caramagna
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Cuando nos abrazamos, las palabras se vuelven innecesarias;
las terapias psicológicas y los medicamentos se convierten en
as-pectos secundarios. Con el abrazo genuino se abre un
espacio sagrado y silencioso capaz de ordenar nuestro campo
magnéti-co, el cual precede a la bioquímica y tiene el potencial
de dirigir al individuo a un nuevo equilibrio.
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La biología detrás del abrazo
“Abraza la periferia; deja que otros prueben las profundidades”.
—Virgilio
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A medida que se ha ido ampliando nuestro conocimiento sobre la
estructura y dinámica del microbioma intestinal ha aumentado
nuestra comprensión acerca de las implicaciones para la
fisiología del huésped en la salud y la enfermedad. Uno de los
aspectos más sorprendentes de este diálogo entre huésped y
microbiota es el de las complejas interacciones que se
manifiestan como alteraciones del cerebro y la conducta.
Además, la naturaleza bidireccional de esta conversación debe
considerarse en el contexto de las alteraciones de la función
del sistema nervioso central, que pueden expresarse como
alteraciones de la composición y funcionamiento del
microbioma en el tracto gastrointestinal. Estos aspectos del
diálogo entre el huésped y el microbioma son importantes
para la medicina, debido al impacto de los estados
conductuales que repercuten ampliamente y/o reflejan el
funcionamiento y la progresión de los procesos patógenos
y su tratamiento.
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Los abrazos también pueden dar un impulso saludable a dicho
sistema. La idea de que un abrazo puede aliviar los síntomas del
resfriado común puede parecer completamente absurda, pero
algunas investigaciones sugieren lo contrario. Un estudio de Dr.
Murphy y sus colegas de la Universidad Carnegie Mellon
examinó cómo el estrés y el apoyo social influyen en la
inmunidad y la susceptibilidad a las enfermedades
infecciosas. Los participantes del estudio se expusieron a un
virus de resfriado común, luego de lo cual se controlaron en
cuarentena para evaluar los signos de la enfermedad. Se
descubrió que quienes se sentían socialmente apoyados y
eran abrazados con más frecuencia también
experimentaban signos menos graves de la enfermedad⁴.
⁴ https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0956797614559284
https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0956797614559284
⁵ DOI: 10.1016/j.biopsycho.2004.11.002
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Es muy probable que todos estemos de acuerdo en que a
veces no hay nada como un abrazo cuando nos sentimos
tristes. En una residencia de ancianos de Nueva York se
decidió llevar a cabo un programa llamado “Embraceable
You”. La idea era fomentar un mayor contacto entre los
residentes mayores y los miembros del personal para mejorar
el bienestar de los primeros. Resultó que los residentes que
recibían tres o más abrazos al día se sentían menos deprimidos,
tenían más energía, podían concentrarse más fácilmente y
dormían mejor.
Según los científicos, los beneficios de los abrazos van más
allá de la sensación de calidez que se experimenta al tener a
alguien en los brazos.
Si se aumenta la proporción de abrazos, disminuyen la presión
arterial y el cortisol, se acelera la curación y mejora la inmuni-
dad. Finalmente, abrazando a un recién nacido contribuimos a
aumentar su peso y mejorar su desarrollo en general. Numero-
sas investigaciones han demostrado que el contacto piel con
piel, como un abrazo entre la madre y el recién nacido,
produce importantes beneficios físicos y psicológicos para el
niño, tales como los siguientes:
· Menos llanto
· Mejor sueño
· Sentido de propiedad del cuerpo
· Menos ansiedad
· Correcto funcionamiento de la hormona del crecimiento,
lo que conlleva a un adecuado desarrollo físico
· Más empatía con los demás
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¿Cuántos abrazos
necesitamos?
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