El autor de este bellísimo paisaje es el pintor italiano Eugenio Landesio (1810-1879),
quien llegó a México en enero de 1855 para impartir clases en la Academia de San Carlos. Allí sentó catedra y contribuyó a institucionalizar la práctica del paisajismo en aquel país. Uno de sus discípulos, el pintor José María Velasco (1840-1912), se convirtió en el paisajista mexicano por antonomasia. Al igual que ocurre con su maestro, los elementos atmosféricos abundan en su obra. Este paisaje de Landesio nos muestra desde una posición elevada –el citado cerro de Tenayo, que localizamos en la Sierra de Guadalupe, al norte de Ciudad de México– una panorámica del Valle de México bastante distinta a la actual, en que la urbanización salvaje del Distrito Federal ha transformado por completo el paisaje. En un primer plano, se observa un pequeño grupo de mujeres indígenas –dos de ellas con un bebé desnudo en brazos– al caer la tarde, recibiendo los últimos rayos de sol. Tras ellas se despliega majestuoso el citado Valle de México, con la ciudad al fondo, por delante del circo de montañas y volcanes (con sus cumbres nevadas) que cierran por el sur esa gran planicie. El pintor logra que nos sumerjamos en la escena y que disfrutemos plenamente del paisaje, gracias a la infinitud de colores y texturas empleadas. El cielo ocupa una porción importante del lienzo y está salpicado por una asombrosa variedad de nubes, de todas las formas, tamaños y tonalidades. Domina la escena meteorológica un imponente cúmulo de gran desarrollo vertical, desde cuya oscura base se desprenden varias cortinas de precipitación. El color salmón del cielo del fondo –típico del atardecer– contrasta con el azul celeste, entreverado por nubes, de la parte superior. A la izquierda de la ciudad, sobre la llanura, Landesio pinta una tolvanera (remolino de polvo), un meteoro bastante común en zonas llanas y polvorientas. En Meteorología, un cielo tan extraordinariamente variado como el de este cuadro recibe el nombre de “cielo caótico”. En él podemos encontrar todo tipo de nubes mezcladas, sin orden ni concierto, pero de gran belleza.