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Hay que participar en estos ejercicios espirituales con tres actitudes pas-
torales:
Área de Espiritualidad
Vicario de Pastoral
1. CANTO
2. ORACIÓN INICIAL
que quien haya sido herido o escandalizado
Jesús, María y José sea pronto consolado y curado.
en ustedes contemplamos Santa Familia de Nazaret…
el esplendor del verdadero amor, escucha, acoge nuestra súplica.
a ustedes, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret, Papa Francisco
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
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Al recoger el análisis pastoral, en la reciente Reunión Conjunta, que suplió la Asamblea Diocesana de Pastoral (del
24 al 31 de Agosto), las 16 Vicarías y Organismos de Pastoral han presentado un rostro muy afectado que debe ser
diagnosticado e intervenido con la fuerza del Evangelio, a fin de que la Familia tenga vida en Jesucristo.
La Familia en nuestra Diócesis es víctima recurrente de la violencia intrafamiliar (así lo atestiguan 15 de las 16
Vicarías Pastorales), el confinamiento social ha generado un grave deterioro en las relaciones familiars, lejos de
crecer en el conocimiento y confianza entre los miembros se manifiesta un distanciamiento nocivo entre ellos.
La Desintegración Familiar es otro daño presente en nuestra Iglesia, 12 de las 16 Vicarías así lo atestiguan, gene-
rando un rostro sufriente que lastima a nuestra sociedad, no se puede desatender cualquier signo de crisis en la
vida material y espiritual de las familias que conforman nuestra Iglesia.
“Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos
y les dice: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen
4 qué comer. Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido
Los relatos de la Multiplicación de los panes constituye una valiosa riqueza en la vida espiritual en las primeras
comunidades eclesiales, no sólo por su fuerte connotación eucarística, sino por el compromiso innegable practi-
cado por Jesús hacia los más necesitados y vulnerables; en estos episodios la Iglesia primitiva advirtió la misión
existencial, desde la persona del Señor Jesús, a ejercer en las circunstancias y tiempos de crisis históricas.
Frente a las multitudes vulnerables y afectadas por la crisis, Jesucristo no es ajeno, ni indiferente; vibra y siente
compasión por los más desprovistos, se adelanta para evitar a que sucumban al retornar a su vida diaria des-
pués de la evangelización. Sin embargo, la visión social del Maestro es compartida con los Discípulos, les apron-
ta a buscar alimentos que puedan ser bendecidos y distribuidos entre los hambrientos.
Bien podemos afirmar que de los Milagros de la Multiplicación de los Panes, surgen dos Milagros que han fa-
vorecido a la humanidad a lo largo de la historia: el PROTAGONISMO de Jesucristo y el PROTAGONISMO de la
Iglesia; sin embargo, no todos los cristianos comparten a plenitud este PROTAGONISMO encomendado por Je-
sucristo a sus Discípulos, la ausencia de la praxis evangélica está ausente en la cómoda vida teórica de muchos
bautizados, que “ dicen mucho pero, hacen poco o nada ”.
Conviene aquí, referir la invitación reciente del Papa Francisco: “ La altura espiritual de una vida humana
está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o nega-
tiva de una vida humana». Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición
de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza.
Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo
es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13).”( Fratelli tutti n.92.)
Por la reflexión espiritual los cristianos, a lo largo de la historia de la Iglesia, no sólo hemos reconocido el pro-
tagonismo integral de Jesucristo en asistir a los hombres y mujeres en sus más elementales necesidades, sino
también el innegable compromiso que desde su identidad bautismal estamos llamados a realizar en las mismas
situaciones; la promoción, formación y asistencia son tareas que vinculan fuertemente al cristiano con su Dios
y Señor desde el hermano.
Siendo urgente el implementar acciones que fortalezcan y animen a las familias en nuestra Iglesia Diocesana,
conviene interiorizar y aplicar en nuestras actividades personales, familiares y comunitarias desde la pastoral
de la misericordia, siempre con objetivos y metas que permitan constatar una eficaz respuesta a las crisis y de-
safíos derivados de la Pandemia del Covid 19. 5
“La expresión del Papa Francisco de una Iglesia pobre para los pobres (EG 198), no quiere ser para nosotros pas-
tores sólo una frase de propaganda o de apariencia, sino una escuela continua de aprendizaje humanístico que
se viva en una actitud permanente de servicio a los más necesitados. Hemos señalado que el Acontecimiento
Redentor de Cristo no fue sólo su muerte en cruz y su gloriosa Resurrección, sino que todas sus enseñanzas y
sus signos llenos de ternura y misericordia son redentores. Por ello, queremos hacer nuestro: curar a los enfer-
mos, liberar a las personas del yugo de la ley, consolar a las madres que han perdido a sus hijos, dar alimento a
las multitudes hambrientas que lo seguían, perdonar a los pecadores e invitar a la conversión a todos para que
el Reino de Dios se abra paso. “ PGP 185.
• Desde los signos de mi identidad Cristiana ¿ qué valores deben dirigirse a fortalecer y asistir a las
Familias en crisis ?
• ¿ Qué nuevos desafíos, en la Nueva Realidad, pueden afectar a las Familias en cada uno de sus miem-
bros ?
• Desde el Protagonismo de Jesucristo ¿ cómo hemos de potenciar el Protagonismo de la Iglesia en
nuestras Parroquias?
5. ORACIÓN FINAL
Papa Francisco
1. CANTO
Bienaventurados los misericordiosos
(Himno de la Jornada Mundial de la Juventud2016)
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia. (x2)
Levanto mis ojos a los montes
¿Quién me ayudara? En la cruz Él nos redimió,
La ayuda me viene del Señor de la tumba resucitó.
por Su gran compasión. ¡Jesucristo es el Señor!
¡Al mundo hay que anunciar!
Aun cuando estamos en el error,
nos abraza con Su amor. Bienaventurados los misericordiosos,
Con Su sangre nuestro dolor porque ellos alcanzarán misericordia. (x2)
¡al fin se sanará!
Hay que soltar el miedo y ser fiel,
Bienaventurados los misericordiosos, con la mirada en Su amor
porque ellos alcanzarán misericordia. (x2) confiar porque Él resucitó
Si no perdonamos, ¿quién ganará? ¡Vive el Señor!
¿quién puede sostenerse en pie?
Si Él nos perdona, nosotros también Bienaventurados los misericordiosos,
¡hagamos como nuestro Dios! porque ellos alcanzarán misericordia.
2. ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo
conserva a estos jóvenes en tu amor. Haz de ellos el nuevo pueblo
Haz que oigan tu voz de las Bienaventuranzas,
y crean en lo que dices, para que sean la sal de la tierra
porque sólo tú tienes y la luz del mundo
palabras de vida eterna. al inicio del tercer milenio cristiano.
Acercarnos a los jóvenes desde la mirada de Cristo para dar sentido a sus vidas.
El corazón del ser humano no puede estar vacío, pero al no llenarlo de cosas positivas entonces entran los vicios
y erróneas compensaciones, así entran el alcohol, la droga, el tabaco, pero también hay otros vicios a veces me-
nos visibles, como dependencia al celular, internet, redes sociales, videojuegos, pornografía masturbación, jue-
gos extremos, retos peligrosos para la vida o la salud, que son iguales de dañinos a las drogas si no se atienden.
Sin embargo no todo es una juventud perdida, todo lo anterior es signo de que sigue habiendo esa fuerza en
los jóvenes que los lleva a buscar experiencias fuertes, ganas de encontrar retos, deseos de dar sentido a lo que
hacen, capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y tecnologías. Es así que vemos también gran cantidad de
jóvenes que luchan por sus ideales y llenan las escuelas y universidades, que estudian y trabajan, que apoyan
a su familia a salir adelante en medio de tantas crisis, también hay un buen porcentaje, aunque tristemente no
la mayoría, que busca a Dios a través de la oración y los sacramentos y sirven en algún apostolado en la Iglesia
o luchan por una buena causa, porque aunque los jóvenes estén envueltos de este mundo tan convulsionado,
sigue imperando en el corazón del hombre el deseo de buscar a Dios y aspirar a bienes mayores de los visibles.
En este Evangelio el joven está muerto, inerte, por lo tanto, obviamente, vacío de todo, no existen las ilusiones ni
proyectos, porque ya no hay vida. Jesús es el único que se la podrá dar y lo hace.
Era un joven que venía de una familia en crisis porque su papá previamente había muerto y ahora la muerte de
él causa una mayor crisis, como sucede hoy: los jóvenes vienen de familias en crisis y a su vez las crisis de ellos
agravan las crisis familiares y la crisis del tejido social. La gente lo único que hace es condolerse y no pueden
hacer más. Pero Jesús sí puede.
Jesús es el único que puede levantar y dar vida a las ilusiones y aspiraciones altas de los jóvenes, es el único que
puede llenar de sentido el corazón de los jóvenes: ¡Joven, a ti te digo. Levántate! Fuera de Jesús solo hay muerte
y lamentación, resignación estéril. Jesús es el único que puede restaurar al hombre.
En la canción de inicio del tema tenemos una gran iluminación también: en el camino pastoral de nuestra dió-
cesis estamos trabajando por instaurar en nuestra Iglesia el valor del Reino de la misericordia. Hoy nuestros
jóvenes desde una corta edad experimentan la amargura de la caída en el error de muchas cosas, pues de esos
errores nos libera Cristo Nuestro Señor y nos hace experimentar su amor. Nos perdona y nos ayuda a perdonar
para ser libres. Él ha muerto por nosotros, ha derramado su sangre para redimirnos (redimir significa liberar,
restaurar, pagar la deuda del otro). Nos libera del miedo, la principal arma del Enemigo, porque aún antes de que
nos alcancen el pecado y la muerte nos paraliza con el miedo, miedo a no ser aceptados, a sufrir, a no encontrar
el sentido de la vida, a equivocarnos, a morir, a no ser amados. Y así esta arma del Enemigo logra paralizar la
fuerza de la creatividad, ímpetu y espiritualidad de la juventud. Lo mata en vida, como el joven hijo de la viuda
de Naím. Pero Jesús nos resucita, nos vuelve a dar vida, liberándonos del miedo, y de los remordimientos. Jesús
nos vuelve a dar frescura y vuelve a hacer joven el corazón avejentado. Hay que fijar la mirada el Él, porque ¡vive
el Señor! Cómo dice al final el canto y cómo nos dice el Evangelio: el joven se incorporó.
Todos estamos llamados a ser otros Cristos, por eso nos decimos cristianos, pues hemos de ser aquí y ahora,
con la fuerza del Espíritu Santo, ese Cristo que se acerca al joven y lo levanta de lo que ya estaba considerado
muerto. 9
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1. CANTO
Iglesia Peregrina
(Cesáreo Gabaráin)
Somos en la tierra
Todos unidos formando un solo cuerpo semilla de otro reino
un Pueblo que en la pascua nació somos testimonio de amor
miembros en Cristo en sangre redimidos paz para las guerras
Iglesia peregrina de Dios y luz entre las sombras
Iglesia peregrina de Dios
Vive en nosotros la fuerza de espíritu
que el Hijo desde el Padre envío Paz para las guerras
él nos empuja, nos guía y alimenta y luz entre las sombras
Iglesia peregrina de Dios Iglesia peregrina de Dios
2. ORACIÓN INICIAL
Oración al Creador
3. OBJETIVO ESPECÍFICO
Animar el protagonismo de los laicos desde la mirada de Jesús, a fin de favorecer la reconstrucción del tejido
social
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• En la gran mayoría de las Vicarías Episcopales (9 de 16) se constata el rostro de una sociedad de perso-
nas marcadas, golpeadas y angustiadas por la violencia, la corrupción y el sustento familiar.
• Vemos un tejido social en crisis caracterizado por adultos mayores abandonados, por familias con per-
sonas desaparecidas y secuestradas, caminamos por las calles de nuestras colonias y nos encontramos
cada día con más personas indigentes y migrantes.
• Vemos que a raíz de la pandemia se agravó y se potenció esta situación por el aumento de pobreza, la
desigualdad, la violencia y la inseguridad, la corrupción generalizada que tiene efectos económicos, cul-
turales, políticos, así como también religiosos.
Además, esta pandemia del COVID 19 hizo que surgieran como nuevos rostros miles de personas enfermas ante
un sector salud con recursos humanos (personal) y materiales (medicinas) insuficientes.
Haciendo surgir como fenómenos torales la pobreza, la injusticia social agudizada, la violencia y la inseguridad
creciente, así como el atropello del medio ambiente que genera un ecocidio.
“Al ver a la multitud, Jesús se compadeció de ella, porque estaban cansados y abandonados como ove-
jas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos <la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Por eso, rueguen al dueño de la cosecha para que envíe trabajadores a recogerla>”
(Mt. 9,36)
De igual forma, recordemos que todos estamos llamados a hacer algo, aun cuando nuestras circunstancias sean
limitadas y escasas, hay que compartir aun desde nuestra propia pobreza como nos recuerda el Evangelio:
“Al fijarse, Jesús vio como los ricos hacían donaciones para el templo en la sala de ofrendas. Vio también
a una viuda pobre que echaba dos pequeñas monedas de cobre. Entonces dijo <Les aseguro que esta
viuda pobre dio más que los otros. Porque todos dieron como ofrenda lo que les sobraba, pero ella dio,
de su pobreza, todo lo que tenía para vivir>” (Lc 21,1-4)
Cuando hablamos de tejido social en crisis, tal vez sea necesario recordar que el tejido social es el conjunto de
relaciones, grupos y organizaciones en cuyo espacio está enmarcado un individuo y una comunidad, se confor-
ma fundamentalmente por tres aspectos: el primero de ellos son las redes de sociabilidad que se hacen entre
12 vecinos amigos y parientes, el segundo son las redes de comunicación que hacen posible los diálogos y la inte-
El tejido social es un proceso de construcción permanente que integra constantemente a una comunidad. Es
el entrelazar una red de relaciones, de interacción y comunicación entre los individuos. Es un componente del
comportamiento que une y permite la identificación de los individuos como parte de un grupo.
Este tejido social se ha visto impactado por la realidad descrita en los párrafos iniciales de esta reflexión, nos
hace ver que urge reconstruirlo. Nuestra respuesta a la luz de los dos textos del evangelio que hemos leído ha
de ser empeñar nuestros esfuerzos en reconstruir las relaciones significativas que determinan formas de ser,
actuar e inter-actuar con la comunidad parroquial. Hemos de contribuir para que los individuos puedan verse
como parte de una comunidad, recrear espacios en donde puedan “hacer mundo con otros”, es decir interactuar,
de manera que las personas puedan tener participaciones conscientes para lograr transformar su individualidad
en realidades colectivas
Recordemos las palabras del Papa Francisco “la sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero no
más hermanos”. Como lo señalaba también el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritatis in veritate,
(CV No. 19) y recientemente el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti, (FT No. 12): no podemos pasar
de largo ante todas las personas familias y sectores de nuestra comunidad parroquial que se encuentra
con tanto dolor, con tantas heridas; tenemos que ser parte activa en la rehabilitación y reconstrucción
del tejido social, recordemos que el amor al prójimo nos obliga a no pasar de largo (Cfr Parábola de buen
samaritano Lc 10,29-37)
Vale la pena leer y repasar las ideas que en el Capítulo 3 del mismo documento el Papa Francisco nos propone,
hay que pensar y gestar un mundo abierto, porque todos somos hermanos (Mt 23,8). Recordemos que el ser
humano encuentra su plenitud entregándose a los demás y este amor nos reclama una mayor capacidad de
acoger a quienes viven en las periferias marginales y existenciales.
Hemos de empeñarnos en construir lo que el Papa Francisco llama “amistad social” promoviendo los valores
que llevan al desarrollo humano integral. Esto se logra pensando y actuando en términos de comunidad, lu-
chando contra las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad, empeñándonos en que las autoridades se
comprometan e inviertan en los frágiles, asegurando que nadie quede excluido, siendo solidarios y comprome-
tiéndonos en el servicio de reconstruir el tejido social en nuestra comunidad.
Hemos de abrir entonces nuestro corazón a todas las personas, a los grupos y ambientes que hay en nuestra
comunidad parroquial, acogiendo, protegiendo, promoviendo e integrando a las personas que han sido golpea-
das por esta realidad. Así tomamos consciencia de que no nos salvamos solos, sino buscando reordenar el tejido
social de nuestra comunidad.
Necesitamos crear espacios de dialogo y amistad social, como lo señalan los Capítulos 6 y 7 de la encíclica ya
citada del Papa Francisco por lo que hay que acercarse, conocerse, expresarse, escucharse, comprenderse y
buscar puntos de contacto con los todos los miembros de nuestra comunidad parroquial. Hagamos caminos de
re-encuentro que nos permitan revalorizar y entender el sentido del perdón que nos lleve a una reconciliación
verdadera, hay que visualizar un proyecto común, en donde se reconstruya la dignidad de todas las personas,
optando por los más pobres, los últimos, los excluidos y descartados. 13
5. ORACIÓN FINAL
Salmo 133
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1. CANTO
COMO BROTES DE OLIVO
2. ORACIÓN INICIAL
R. Dichoso el que pone su confianza en el Señor. R. Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
Dichoso el que teme al Señor Esta es la bendición del hombre que teme al Señor;
Y sigue sus caminos: “Que el Señor te bendiga desde Sión,
comerás del fruto se tu trabajo, que veas la prosperidad de Jesusalén
serás dichoso, te irá bien. todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
R. Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
3. OBJETIVO ESPECÍFICO
Reconocer y valorar desde la mirada de Jesús los bienes que hemos recibido por parte de las personas adultas
mayores.
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“Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas:
sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo,
que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve.
Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la
exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en que se vive, pues ya no se
está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son explotados sino
desechos, “sobrantes” (EG 53).
“Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de la ciudad, o en la propia familia… Por otra
parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero exis-
tencial, aunque haya nacido en el mismo país…quiero recordar a esos exiliados ocultos que son tratados
como cuerpos extraños en la sociedad… el objetivo no es sólo cuidarlos, sino que participen activamente
en la comunidad civil y eclesial… Igualmente pienso en los ancianos, que, también por su discapacidad,
a veces se sienten como una carga. Sin embargo, todos pueden dar una contribución singular al bien
común a través de su biografía original.” (FT 97-98)
Con una mirada atenta en nuestra realidad los agentes de pastoral de casi todas las Vicarias Episcopales de
nuestra diócesis hemos constatado que los ADULTOS MAYORES Y ENFERMOS están abandonados, con el
pretexto de la pandemia, ya no se les visita, no se les dan sus medicinas, no se les alimenta, no se les asea, no los
atienden los especialistas y, sobre todo, no se les da cariño, respeto, afecto, cercanía y amor. También los hemos
abandonado en la asistencia espiritual: no los visitamos, no les llevamos los sacramentos, no los hacemos sen-
tirse parte activa en las comunidades eclesiales.
Es por eso que, sentimos y vemos a los adultos mayores como otro rostro sufriente de nuestra Iglesia diocesa-
na, una periferia más. A la cual es urgente atender en los humano y espiritual. En el calor de la familia y en la
participación de las comunidades eclesiales.
En aquel tiempo, Jesús se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver cómo la gente
echaba dinero para el tesoro; pasaban ricos y daban mucho, pero también se acercó una viuda pobre y
echó dos monedas de muy poco valor.
Jesús entonces llamó a sus discípulos y les dijo: ”Yo les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que
todos los otros. Pues todos han echado de lo que les sobraba, mientras ella ha dado desde su pobreza;
no tenía más, y dio todos sus recursos”. (Mc 12,41-44).
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Primero: Jesús se sienta frente a las alcancías del templo para ver este aspecto de los bienes materiales que,
también son importantes en la vida de las personas. Por eso debemos ganar, usar y compartir los bienes mate-
riales desde la mirada de Jesús.
Segundo: la actitud de la viuda pobre, ante los bienes materiales. Fue la única entre todos los participantes que
retribuyó a Dios como se merece. Es la personificación de los innumerables pobres que no tienen prácticamente
nada y que, sin embargo, se las ingenian para dar algo de lo poco o nada que tienen. El texto nos dice: ella ha
dado todo lo que tenía, toda su vida. Sólo los padres pueden dar todo lo que tienen para vivir. Y, casi siempre,
para Dios y para sus hijos.
Para reafirmar la urgente necesidad que tenemos de atender a los adultos mayores como rostros sufrientes o
periferia de nuestro trabajo pastoral, se ofrecen los siguientes consejos que vienen de la sabiduría de un pueblo
y, sobre todo, de la sabiduría de Dios:
“El que respeta a su padre tendrá larga vida; el que obedece al Señor será el consuelo de su madre. Ser-
virá a los que le dieron la vida como si sirviera el Señor.
Actúa así, honra a tu padre de palabra y de hecho, y su bendición se hará realidad para bien tuyo. Pues
la bendición de un padre afirma la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre la destruye hasta
los cimientos. No te alegres de la deshonra de tu padre: su vergüenza nunca será motivo de gloria para
ti. El honor de un hombre depende de la reputación de su padre; cuando una madre mereció el desprecio,
salieron deshonrados sus hijos.
Hijo mío, cuida de tu padre cuando llegue a viejo; mientras viva, no le causes tristeza. Si se debilita su
espíritu, aguántalo; no lo desprecies porque tú te sientes en la plenitud de tus fuerzas. El bien que hayas
hecho a tu padre no será olvidado; se te tomará en cuenta como una reparación de tus pecados”
(Sir 3 ,6-14)
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1. CANTO
EL PESCADOR
2. ORACIÓN INICIAL
(Cfr. Juan Pablo II, Jueves Santo de 1982) Imploramos la renovación continua de tu sacerdocio en la Iglesia
a través de tu Espíritu que debe “rejuvenecer” a tu querida Espo-
Te damos gracias, ¡Oh Cristo! sa, la Iglesia, en cada momento de la historia;
Porque has elegido Tú mismo a nuestros hermanos sacerdotes, Imploramos que cada hermano sacerdote encuentre de nuevo
Los has asociado de manera especial a tu sacerdocio para ofre- en su corazón y confirme continuamente con la propia vida, el
cer el mismo sacrificio tuyo como sacrificio de todo el Pueblo: auténtico significado de su vocación sacerdotal;
sacrificio de reconciliación, donde Tú te ofreces, sin cesar, al Pa- Para que cada vez más, de manera más madura, vea con los ojos
dre y, en Ti, al hombre y al mundo; de la fe la verdadera dimensión y la belleza del sacerdocio;
Gracias porque los has hecho ministros de la Eucaristía y de tu Y persevere en la acción de gracias por el don de la vocación
perdón; partícipes de tu misión evangelizadora; servidores del como una gracia inmerecida; para que, dando gracias sin cesar,
Pueblo de la Nueva Alianza. lo confirmes en la fidelidad a este santo don, que, precisamente,
Gracias por el Espíritu Santo que con la fuerza del Evangelio re- más le obliga por ser totalmente gratuito.
juvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la [Gracias Señor, escucha nuestra oración]
unión consumada contigo.
3. OBJETIVO ESPECÍFICO
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“Ver con los ojos del Padre” es una frase frecuente en nuestras diversas reuniones de pastoral, en nuestra vida
de iglesia. Pero los “ojos del Padre” son también los “ojos de Jesús”; es decir, Jesús nos revela cómo sea la mirada
de Dios. Jesús nos muestra cuál sea la forma de ver de Dios, cuál sea su punto de vista. La mirada de Jesús es la
mirada del Padre.
Es muy interesante notar que cuando Jesús mira, parece que su mirada siempre ve en el ser humano las posi-
bilidades de vida que hay en él. Ahora bien, dichas posibilidades se ven actuadas, realizadas y desplegadas por
la persona, gracias a su contacto con la Palabra de Jesús: cuando mira al paralítico le manda “levántate y anda”,
al ver al pecador le dice “tus pecados son perdonados”, a quien reconoce su propia indignidad lo anima diciendo
“no temas”, a quien está encerrado en la oscuridad le manda “sal fuera”, a quien se encuentra perdido le llama
“sígueme”… De esa manera, la salvación parece ser el encuentro de nuestra fragilidad y miseria con la mirada
de Jesús, mirada desde la cual nos dirige su Palabra liberadora: a su mirada le sigue siempre una palabra y una
acción plena de compasión.
En estos días de ejercicios espirituales, hemos intentado acercarnos a la mirada de Jesús, y desde ella “ver nues-
tras periferias”: nuestras familias, nuestros jóvenes, el tejido social, las personas ancianas. Toca ahora dirigir
nuestra mirada a nuestros hermanos sacerdotes: ¿quiénes son ellos?
¿Los conocemos? ¿Cómo se sentirán ellos consigo mismos? ¿Estarán satisfechos y felices de su servicio? ¿O se
encontrarán quizás desanimados y sin ilusión? ¿O estarán quizás simplemente llevando adelante los altibajos
de la vida ordinaria? ¿Qué tal si “echamos una mirada”?
A unos los vemos jóvenes y a otros ancianos, o de mediana edad; unos mejor vestidos que otros, con auto o sin
él; algunos de magnífico talante, agradables, serviciales, entregados; otros quizás menos agradables, tal vez
huraños, enojones, poco accesibles.
Proveniente de once Vicarías pastorales, de las catorce que son, es decir, viniendo de un montón de parroquias
hemos escuchado la voz que nos indica que los sacerdotes se encuentran solos y abandonados… ¿Será?
¿Es así como los vemos nosotros también? ¿Si esto es así, en qué piensan ustedes que se nota su soledad y
abandono? O son, tal vez, simplemente desconocidos para la gran mayoría de personas en la parroquia; o quizás
son vistos como “funcionarios” más o menos eficaces en su tarea… o tal vez como personas que han dejado la
posibilidad de formar una “familia normal” y que se han entregado al servicio de sus hermanos alimentando su
esperanza y su fe; quizás los imaginamos como personas que, al final de la jornada, después de un ajetreo de
reuniones y celebraciones se encuentran finalmente… solas. En fin, ¿cómo imaginamos concretamente su vida?,
¿cómo organizarán ellos sus jornadas?, ¿qué necesidades tendrán desde el punto de vista afectivo, emocional,
económico, social…? ¿Será que se cumple en ellos aquella Palabra que Jesús dice de sí mismo y la dirige a quie-
nes desean seguirle: “el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”?
• Hagamos una “lluvia de ideas” indicando algunos rasgos concretos de cómo percibimos nosotros a
los sacerdotes que encontramos o hemos encontrado; compartamos los aspectos positivos, concretos,
que hemos visto en ellos, y aquellos otros aspectos que, ciertamente, dejan qué desear… (momento de
20 silencio y luego compartir)
En aquel tiempo, hubo [entre los discípulos] un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor.
Él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que las oprimen se hacen lla-
mar bienhechores; pero no actuéis así vosotros, pues el mayor entre vosotros ha de ser como el más joven, y el
que gobierna, como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está
a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para
vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.”
Palabra del Señor.
• Tratemos de hacer silencio ante esta palabra del Señor, y estemos a la escucha, atentos a la mirada de
Jesús que se deja “ver” en sus palabras…
• Luego del silencio podemos compartir algunos comentarios…
¡Bellas y alentadoras palabras de Jesús! “Ustedes han permanecido conmigo en mis pruebas”… En el momento
en que habla, Jesús reconoce haberse sentido acompañado por aquellos a quienes llamó, y acompañado no solo
en momentos felices sino “en las pruebas”, en las dificultades y contradicciones, incluso si en otros momentos,
como lo sabemos, lo abandonaron dejándolo solo cuando fue arrestado, y en su pasión, y su muerte.
Así pues, Jesús reconoce aquí la compañía de sus discípulos. Y les da una esperanza capaz de llenar de alegría:
“estarán conmigo, a mi mesa, en mi Reino”
Es necesario, sin embargo, aprender de Jesús. La mirada de los discípulos puede verse contaminada por el de-
seo de poder: “discutían sobre quién de ellos parecía ser el más importante”. Está claro que no es esa la mirada
de Jesús sobre el discipulado sino que, más bien, su manera de ver apunta hacia el servicio, y el servicio a la
manera de Jesús mismo: “yo estoy en medio de ustedes como quien sirve”
¿Será que en el servicio sacerdotal algunos pueden tener el interés de sentirse los más importantes? No es im-
posible. Esa búsqueda de protagonismo puede ser agotadora, agobiante y sin sentido, simplemente opuesta a
Jesús y su mensaje.
Jesús está en medio de nosotros… como servidor. Esta es la mirada de Jesús. Nos tocaría entonces estar en
nuestro entorno de esa misma manera: es decir, servirnos unos a otros en aquello que nos hace crecer como
discípulas y discípulos de Jesús.
Y es que , la vida cristiana es ante todo un don de la sola iniciativa del Señor: “Jesús llamó a los que él quiso”
(Mc 3,13); y dentro de esta vida encontramos la vocación y misión sacerdotales también como una gracia del Se-
ñor otorgada a algunos hermanos de nuestras familias y comunidades. Dicha elección no la hace Jesús con base
en los méritos de estos hermanos, ¡muy al contrario! El Señor afirma “no son ustedes quienes me han elegido
sino que soy yo quien los ha elegido a ustedes” (Jn 15,16). Por supuesto, esta palabra de elección vale para cada
creyente cristiano, aunque en esta ocasión la apliquemos a quienes son llamados al ministerio y vida sacerdotal.
¿Cómo es esta vida? En la experiencia de Jesús, en su misión evangelizadora, vemos que los momentos son a 21
Por otro lado, el interés de los destinatarios no siempre está a la orden del día; no pocas veces las iniciativas
pastorales organizadas en compañía de los hermanos laicos resultan desairadas o desangeladas, lo cual en no
pocos hermanos también puede ser motivo de desánimo.
¿Qué podemos hacer? Es tiempo de pasar al siguiente momento de nuestra reflexión.
De ahí que la mirada de Jesús en lo que toca a estos aspectos apunte también hacia momentos de esparcimien-
to y reposo, como dice en el evangelio de Marcos: “Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para
descansar un poco” (Mc 6,31). Y san Pablo también llama la atención sobre el cuidado de sí mismo: “yo mismo
corro a la meta, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado” (cfr. 1Co 9,26-27); y dice
también “cada uno examine su obra” (cfr. Ga 6,4). Aquí hay un quehacer que toca a cada hermano sacerdote.
Asimismo, para los hermanos sacerdotes entre ellos –y quizás con mayor urgencia–, vale también aquel llama-
do del mismo san Pablo: “ayúdense unos a otros a llevar sus cargas” (Gá 6,2), es decir, cargas las hay, y quizás
no son pocas, de ahí el llamado de Pablo. Y aquí también se nos convoca a cada uno de nosotros y se llama a las
estructuras diocesanas a fin de favorecer el ayudarnos unos a otros a llevar nuestras cargas.
Como podemos ver, se trata en todo caso, del cuidado que necesitamos tener cada uno de sí mismo como de
nuestros hermanos y hermanas, en este caso de los hermanos sacerdotes.
¿Qué nos inspiran a poner en acción esto que hemos orado y reflexionado? ¿Qué acciones nos sugiere mirar a
los hermanos sacerdotes, y que incluso ellos mismos se miren unos a otros, con la mirada de Jesús?
Convendrá quizás recordar otra afirmación del Señor: “Todo aquél que dé de beber tan sólo un vaso de agua
fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, les aseguro que no perderá su recompensa” (Mt 10,42).
¿Qué agua podrían estar necesitando ahora nuestros sacerdotes? ¿Qué agua podrían darse ellos mismos unos
a otros?
• Tratemos de hacer silencio y estemos a la escucha, atentos a las acciones que el Espíritu Santo se digne
inspirarnos
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En forma responsorial:
Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle
humildemente diciendo:
* Tú que por medio de pastores santos y eximios has -- llena también de tu Espíritu a todos los pastores del
glorificado a tu Iglesia, pueblo de Dios.
-- haz que todos los cristianos resplandezcan por su * Tú que fuiste la heredad de los santos pastores,
virtud. -- no permitas que ninguno de los que fueron adquiri-
dos por tu sangre viva alejado de ti.
* Tú que por la oración de los santos pastores, que a * Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la
semejanza de Moisés oraban por el pueblo, perdonas- vida eterna a tus ovejas para que nadie las arrebate de
te los pecados de tus fieles, tu mano,
-- purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia -- salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.
por la intercesión de los santos. Se pueden añadir intenciones libres
Concluyamos juntos con la oración que Cristo nos en-
* Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pasto- señó: Padre nuestro…
res y, por tu Espíritu, los consagraste como ministros
en bien de sus hermanos,
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