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METAFÍSICA
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Tesario de Metafísica
Literatura crítica:
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razón análoga se da intrínsecamente tanto en el analogado principal como en los
analogados secundarios, aunque de modo diverso.
Existe un primer principio, conocido de manera inmediata por todos los hombres (per
se notum omnibus), un juicio acerca de la realidad que dice: “es imposible ser y no ser al
mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Este principio, en cuanto primerísimo y de
evidencia inmediata, no admite demostración; sólo se puede defender por “retorsión”, es
decir, poniendo de manifiesto las incoherencias en que incurre quien lo niega.
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IV. La substancia y los accidentes como los modos especiales de ser del
ente
Los modos especiales de ser del ente son dos: cualquier realidad o es en sí (substancia),
o es en otro (accidente). Lo propio de la substancia es la subsistencia, ya que es aquella
realidad a la que le compete ser en sí y no en otro como en su sujeto de inhesión, mientras
que lo propio de los accidentes es la inherencia (no la adherencia) ya que son realidades a
cuya esencia le compete ser en otro como en su sujeto de inhesión.
La substancia, junto con los 9 tipos de accidentes, constituye las 10 categorías o
predicamentos. Se llaman así en cuanto que son los diversos tipos de géneros supremos o
predicados que pueden atribuirse a las cosas, fundamentados siempre en modos de ser.
Los 9 géneros supremos que corresponden a los accidentes son: cantidad, cualidad,
relación, dónde (ubi), posición (situs), cuándo (quando), acción, pasión y posesión. La
substancia es lo que es el sujeto (id quod est subiectum); la cantidad, la cualidad y la
relación son según que inhieren en el sujeto (secundum quod inest subiecto), mientras que
el resto de los accidentes son según que están fuera del sujeto (ut praedicatur sumatur ab
eo quod est extra subiectum). Dentro de los accidentes merecen especial atención las
cualidades en cuanto modifican intrínsecamente a la substancia y entre ellas están las
potencias operativas (facultades) y los hábitos operativos (virtudes).
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Los principios esenciales del ente corpóreo son la materia prima y la forma substancial
(hile-morfismo). La materia prima es el principio enteramente potencial e indeterminado y
que, recibiendo la determinación de la forma, constituye al ente corpóreo. La forma es el
principio determinante y especificante que, junto con la materia, constituye al ente
corpóreo. La forma puede determinar a la materia porque ella misma es actualizada por el
acto de ser. El principio hilemórfico da razón: i) del cambio substancial al ser la materia el
substrato de este cambio (y en donde la nueva forma se educe de la potencia de la materia)
y ii) de la multiplicidad de los individuos en una misma especie. En relación a lo
anteriormente dicho se tiene que la forma es principio de especificación, mientras que la
materia signata quantitate es principio de individuación y principio de multiplicación
dentro de la misma especie. La distinción real entre la forma y la materia fundamenta la
distinción de razón entre el género y la diferencia, en donde el género se toma de la
materia y la diferencia se toma de la forma.
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Los dos modos de adquirir ciencia son la demostración y la definición. Por la
demostración llegamos a los conocimientos de las causas eficiente y final y por la
definición al conocimiento de las causas formal y material. Ahora bien, tratando la
demostración, al implicar proposiciones, su resolutio o reductio llevada hasta la última
proposición llega al primer principio, el de no contradicción, de evidencia inmediata y
fundamento del proceso demostrativo. En el caso de la definición, al implicar nociones, su
resolutio o reductio llevada hasta la última noción, lleva a aquélla de ente, traducción
inmediata de la Conciencia, conocimiento o apertura del intelecto ante la realidad. Esta
primera noción, traducción inmediata de la comunión del intelecto con la realidad, se
convierte en el fundamento del conocimiento humano y de las ciencias.
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El ente como transcendental (id quod est) ocupa un lugar fundamental en cuanto es lo
primero conocido por el intelecto humano y fundamento del conocimiento de todos los
demás.
La unidad como transcendental (ens est indivisum in se et divisum a quolibet alio) se
da en grados: i) la unidad de simplicidad (o unicidad) se da en Dios y ii) la unidad de
composición se da en las creaturas. En éstas es mayor la unidad del hombre, en el que la
forma subsiste por su unión indisoluble con el acto de ser, que en el animal, en el que
subsiste el compuesto mientras sea determinado por la forma, que en el mineral, en donde
encontramos la agregación de varias substancias. La verdad como transcendental
(convenientia entis ad intellectum) incluye la verdad ontológica y, como consecuencia, la
verdad lógica y la verdad moral. La verdad ontológica se refiere tanto a la conformidad del
ente con la idea ejemplar en Dios como a la adecuabilidad del ente con el intelecto
humano. La verdad lógica se refiere a la adecuación de lo entendido por el entendimiento
con el ser real de la cosa. La verdad moral o “veracidad” se refiere a la adecuación o
concordancia entre lo que se piensa y dice, o, entre lo anterior y la acción. La bondad como
transcendental (convenientia entis ad appetitum) incluye tanto la apetibilidad como la
perfectividad. La apetibilidad, en cuanto lo bueno es lo que todas las cosas apetecen; la
perfectividad, en cuanto lo bueno es perfectivo de otro a modo de fin. La belleza como
transcendental es aquello que, al ser contemplado, agrada.
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Quaest. Disp. De Veritate, q.1, a.2, resp.
Quaest. Disp. De Veritate, q.1, a.8, resp.
Quaest. Disp. De Veritate, q.21, a.1, resp.
Quaest. Disp. De Veritate, q.21, a.2, resp.
Quaest. Disp. De Veritate, q.22, a.4, resp.
Causa es aquello que de algún modo influye en el ser de algo, siendo que se da una
dependencia en el ser del efecto para con la causa. Podemos hablar de causalidad
intrínseca al ente y causalidad extrínseca. La causalidad intrínseca comprende las causas
material y formal; siendo la causa material la materia de lo que algo está hecho, y la causa
formal la forma que actualiza, determinando, a esa materia. La causalidad extrínseca
comprende la causa final y la causa eficiente; siendo ésta el principio que hace surgir la
nueva forma en la materia. La causa final es también intrínseca puesto que el fin nace
como intención o tendencia en el mismo agente aunque se refiera a algo extrínseco como
bien apetecido; la causa final es así el fin al que tiende el agente. El fin es la causa de las
causas, porque es la causa de la causalidad de todas las causas; en efecto, el fin mueve al
agente, el agente educe la forma (causa eficiente) y la forma determina la materia (causas
formal y material). En cuanto al ejercicio de la causalidad, sabemos que es propio de Dios
el ejercicio de la causalidad transcendental, mientras que la creatura es sólo capaz del
ejercicio de la causalidad predicamental.
Literatura crítica:
El acto de ser, como perfección de todas las perfecciones, así como las diversas
perfecciones puras (aquellas que no incluyen en su noción alguna limitación), se
encuentran de diverso modo en Dios y en las creaturas. En Dios, coinciden con su esencia,
mientras que en las creaturas se distinguen realmente de su esencia. La posesión de las
perfecciones según diversos grados, no sólo manifiesta el orden armónico de lo real, sino
que propone a lo real como inicio de un itinerario del alma hacia Dios.
Hay que distinguir entre la participación transcendental y la participación
predicamental. La participación transcendental se refiere a la distinta posesión del acto de
ser y los demás transcendentales por parte de los diversos entes. La participación
predicamental se refiere tanto al ser común de los individuos hacia su especie o el ser
común de las especies hacia su género, como a la actualización de las potencialidades del
género en las diversas especies o las potencialidades de la especie en los diversos
individuos.
Literatura crítica:
Tomás Alvira, L. Clavell y T. Melendo, Metafísica, 265-283.
Jesús G. López, Gnoseología, pp. 305-321.
Grenet, Ontología, pp. 258-267.
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