extinguida por el torrente, cauteloso y audaz. Su palabra flanqueó con aliento severo y mordaz; y fue su delirio, sentirse promiscua y a su vez extasiada.
Era la musa categórica del alma, trémula y airosa;
aquella que en silencio con ahínco murmuraba. Delicada, febril, ausente y malhumorada, fue testigo recurrente, elocuente y orgullosa.
Infraganti fue aturdida, reducida y silenciada;
ya no pudo exclamar, ni denunciar, ni cantar. Entre ciegos y ajustados barrotes, condenada fue a parar. La voz que se alzaba, fue brutalmente perturbada y apagada.