el sol ya cadente pinturea el crepúsculo; delirante su luz, registra lo mayúsculo. A la vida liberta, refulgente en su instancia.
Los agraciados son cientos y bastante mortales,
deliran sujetos a sus íntimos deseos, a ultranza de pasiones y salvajes manoseos; cuentan las horas de gloria, tácitas y carnales.
Son transeúntes, inspirados constructores,
portadores de misiones y quijotescas ilusiones; se menean con sus mentes afanosas en acciones; levantando murallas y castillos seductores.
Habitan encarnados con abolengo y estrato,
y murmuran sus sentencias, con castigos mundanos; atravesando mares de miseria y angustiosos pantanos, jadeando sus cuerpos, hasta morir en su ínfimo arrebato.