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En España las checas fueron creadas como cárceles

controladas por grupos de la zona republicana donde se


detenía, interrogaba o torturaba a los sospechosos de
simpatizar con el bando rebelde
Antonio Manuel Moral Roncal
Madrid 9/8/2022

El 31 de enero de 1939, las checas barcelonesas –que durante los tres años anteriores


habían funcionado con conocimiento del gobierno republicano– se abrieron a
periodistas españoles y extranjeros acompañados por autoridades
nacionales. Probaron las sillas de tormento, entraron en los cajones donde tantas
personas habían sido sometidas a suplicio, tomando nota de todos los pormenores sobre
el funcionamiento de esas aterradoras cámaras. Los sótanos se mostraron tal y como los
verdugos les habían abandonado, en el mayor desorden, aunque en sus paredes colgaban
listas de presos con datos, junto a ficheros y otros papeles, que las autoridades
consideraron que podrían permitir la reconstrucción de muchos de los trágicos sucesos
que habían tenido lugar. En los muros de los calabozos de mujeres –llamados
sarcásticamente preventorios– también se mostraban nombres, fechas de ingreso,
de torturas y paseos; también allí se hallaron rosarios hechos con cuentas de papel,
crucifijos y otros pequeños objetos.
En la checa de la calle Copérnico –unida por un túnel a la de Vallmajor– se
descubrieron sótanos donde los presos sufrían el tormento del agua helada; a otros les
colgaban del techo, por los pies, de modo que tuviesen la cabeza metida en agua y así
someterles a la tortura de la asfixia. Un redactor enviado por ABC recomendó que esos
«antros dantescos» se mostraran a cuantos extranjeros quisieran conocerlos para
que comprobaran hasta dónde podía llegar una revolución marxista. Espacios cuya
existencia, sin embargo, había sido negada por el Gobierno republicano y por su
servicio diplomático ante las cancillerías europeas.

Espacios cuya existencia, sin


embargo, había sido negada por el
Gobierno republicano y por su
servicio diplomático ante las
cancillerías europeas
De esa manera, el 1 de febrero también entraron en ellas los cónsules generales de Italia
y Alemania, establecidos ya en la ciudad, y los antiguos representantes –acreditados
ante el gobierno republicano– de Estados Unidos, Yugoslavia, Suiza, Francia, Noruega,
Suecia, Cuba, Dinamarca, Uruguay y Gran Bretaña. Su presencia fue la respuesta que
las delegaciones extranjeras dieron a una invitación de las nuevas autoridades,
muy interesadas en mostrar a los diplomáticos el interior de dichas cárceles. Más
tarde se envió un informe al ministro de Asuntos Exteriores donde se señaló que «todos
los presentes tuvieron ocasión de poder comprobar los rigores y crueldades a que se
sometía a los detenidos para arrancarles declaración, recurriendo a los mayores
refinamientos, sin duda copiados de sistemas rusos, en celdas cuidadosamente
estudiadas, en donde al sufrimiento moral se añadía la tortura física».

Todos los presentes tuvieron ocasión


de poder comprobar los rigores y
crueldades a que se sometía a los
detenidos
Los periódicos continuaron describiendo las celdas y sistemas de tortura refinados de las
checas, como las galerías que disponían series de verdaderos cajones empotrados en la
pared por grupos de tres, en los que se introducían tanto a hombres como a mujeres, que
no podían ni sentarse ni cruzar las piernas, y a quienes –a través de una pequeña
mirilla– se dirigía a sus ojos una potente luz que les deslumbraba hasta provocarles
daños psicológicos. Algunos de los presos que pudieron sobrevivir comenzaron a
relatar sus experiencias.
El ministro de la Gobernación, Ramón Serrano Suñer se trasladó a la ciudad para asistir
a la normalización de la vida y a la mejora del abastecimiento. A su vuelta, en Zaragoza,
realizó varias manifestaciones sobre aquello que había visto, incluidas las checas. De las
mismas le impresionó lo que tildó como tecnicismo de la crueldad: una maldad
científica, metódica, la elección de los medios más adecuados para actuar sobre la
voluntad, la conciencia y la mente de los presos. Esa es la diferencia que encontró, sobre
todo si lo comparaba con su existencia en las checas de Madrid, donde fue hecho
prisionero. A Serrano le impresionó la checa de la calle Sanjuanistas, una edificación de
nueva planta, en cuyo jardín los republicanos habían construido unos pequeños
pabellones, divididos en una serie de celdas muy pequeñas, limpias, pintadas con
colores muy fuertes, hechas con un meditado sentido artístico del crimen.
Cámara tortura con ladrillos en el suelo y pinturas en paredAntonio Manuel Moral Roncal
Allí observó un suelo hecho con ladrillos clavados en sentido perpendicular que
sobresalían en forma de T. De esa manera, allí no podía quedar espacio para sentarse, ni
para echarse a dormir. Para que hubiera algo que atormentara la mente del preso,
estimulando la idea y la necesidad del descanso, el ministro observó en la parte interior
de la puerta unos relieves, a manera de cama y asiento; pero el saliente tenía un declive
tan pronunciado que resultaba imposible permanecer sentado o acostado. Las celdas
estaban pintadas con un color verde intenso, mientras una potente luz alumbraba
al encarcelado. En algunas paredes había pintados cuadros de ajedrez, figuras
geométricas de todos los colores y rayas quebradas con caprichosas combinaciones
como dibujos de pintores abstractos. En ese ambiente de tensión, la luz, los colores
detonantes y los meditados dibujos de las paredes intentaban producir una gran
vibración en la retina y en el cerebro. Un péndulo, que oscilaba constantemente con un
sonido de diapasón, contribuía a aumentar de una manera decisiva esa acción
perturbadora sobre el ánimo del preso.
El autor de esos dibujos de la checa fue una de sus víctimas, el pintor Víctor Esteban
Ripaux (1891-1969). Acusado de socorrer a varios sacerdotes que se encontraban en un
estado de desesperación por la persecución a la que estaban sometidos en la zona
republicana, fue detenido el 31 de marzo de 1938 por agentes del Servicio de
Inteligencia Militar republicano. En la checa de Vallmajor sufrió un duro
interrogatorio para lograr su confesión y la dirección de sus protegidos. Tres meses
más tarde fue conducido al vapor «Uruguay», convertido en cárcel flotante y, más tarde,
a Pueblo Español. Fue destinado finalmente al campo de concentración número 2,
situado en Hospitalet de Llobregat, y a Tivisa donde se le obligó a trabajar en
fortificaciones. Nuevamente fue trasladado a Barcelona y fue conducido a la checa de
Vallmajor para trabajar como albañil, siendo obligado a pintar esos extraños dibujos con
efectos psicológicos . Este trabajo no fue novedoso, ya que se había practicado en las
checas de Valencia mezclando estilos vanguardistas, surrealismo y abstracción
geométrica. La conexión entre tortura y arte experimental tuvo otro triste ejemplo en las
checas instaladas en los bajos del Gobierno Civil de Murcia, donde se llegó a
proyectar a los presos un enorme ojo humano que era rajado por una cuchilla de
afeitar, como en el film El perro andaluz (1929).

Instrumento para la tortura en la checa de VallmajorAntonio Manuel Moral Roncal


Junto a ese pabellón, Serrano Suñer inspeccionó otro más impactante. Tenía un
subterráneo, al que se bajaba por una escalera tortuosa para el preso. Por un pasillo se
llegaba a una celda más amplia, en la que existía en su techo una claraboya, a la que se
ascendía por una escalera, semejante a la que existía en los barcos. Por ella se penetraba
en otras celdas completamente esféricas, pintadas en negro, con una potente luz en su
parte superior, que producía alucinaciones y vértigos a los que las ocupaban. Durante su
visita, un carpintero que había estado detenido allí explicó al ministro cómo enloquecía
alguna gente que estaba recluida en esos recintos, hasta el punto de que algunos se
golpeaban la cabeza con las paredes intentado matarse. En otras checas le enseñaron
cinturones eléctricos, los llamados sepulcros, cuerdas pendientes del techo por las
que colgaban de los pies a los acusados, sometiéndoles a vejaciones y dolores
intensos. Al oscilar como un péndulo, en ocasiones los agentes del SIM metían la
cabeza del preso en un recipiente lleno de agua para provocarle la sensación de ahogo y
angustia. Al séquito de Serrano también se invitó a algunos periodistas y corresponsales
extranjeros.

Toda la tortura era un asunto oficial,


ya que todos los edificios y celdas
tenían el escudo español. Sólo Dios
sabe cuántos horrores ha habido
durante esta guerra
La infanta Beatriz de Orleáns, prima de Alfonso XIII, visitó también con los
representantes diplomáticos las checas, «regresando mareada y enferma de disgusto»
según testimonio de su amiga la británica Priscilla Scott-Ellis. El vicecónsul británico,
tras inspeccionar esos edificios, manifestó su indignación, afirmando que nunca jamás
regresaría al Reino Unido, decidido a renunciar a su cargo diplomático honorífico. El
cónsul suizo que vivía muy cerca de alguna checa, declaró que, a menudo, por la noche
había oído gritos de los prisioneros, tan agudos que los agentes dejaban los camiones en
la calle con el motor en marcha para tratar de ahogar los sonidos. Como escribió Scott-
Ellis «toda la tortura era un asunto oficial, ya que todos los edificios y celdas tenían el
escudo español. Sólo Dios sabe cuántos horrores ha habido durante esta guerra» . La
prensa extranjera afín a la España nacional se hizo eco de estos
descubrimientos, comparándolos con la represión bolchevique durante la revolución y
la guerra civil rusa.

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