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LA MALHORA: NOVELA CORTA Y ACELERACION SOCIAL - Iewacto M. SAncsez PRADO, Washington University in St. Louis, La obra de Mariano Azuela ocupa un lugar contradictorio en la modernidad literaria y cultural mexicana. La novela que lo con- ‘gr, Los de abajo, existe en una doble temporalidad de la histo- ‘ia literaria, al haber sido escrita en 1915, en el exilio y en medio del torbellino bélico y social de la Revolucién, para ser después ‘consagrada por intelectuales de cariz conservador como la novela nacional del nuevo orden. En 1925, ta novela de Aauela fue terro- rializada en un canon conservador que buscaba celebrar la revolu- cci6n abstracta a costa de la memoria de la Revolucién actual! Es importante, sin embargo, recordar que Azuela no es sélo el autor de Los de abajo, sino de una copiosa obra que se extiende entre el tardio modernismo y las turbulentas décadas del medio siglo, y que, pese a la enorme fama de su obra maestra, siempre ocupé ‘un Tugar ineémodo en Ia tradici6n literaria mexicana, producien- do novelas de calidad vatiable, pero siempre dislocadas respecto a los debates y estéticas de la literatura de su tiempo. Novelas como La Mathora 0 La tuciérnaga (1932), en su fragmentacién, su interés en registrar una contemporaneidad siempre cambian- te y su deseo siempre insatisfecho de capturar una realidad tan "Sobre este proceso, véese Aguilar Mora y Daz Arciniep. 227 moderna como indescifrable para su autor son todos eles tos que lo Ievaron a ser un escritor raro después de su nos fundacional, algo que se refleja en la marginalidad de estas ed nes y su mala recepci6n critica, Como comenta Jazmina Bar La Mathora apateci6 en una pequefia edici6n de cien ejemp! en 1923, seguido de una publicacién en El Universal Mustrada terde, alabaron Los de abajo. Por novelas como La Malhora, A Ja ocupa un lugar sui generis en el canon literario, con una obra a vez fundacional y marginal dentro de la literatura mexicana mod na, y Como un autor que se prest6 simulténeamente al entusi vanguardista de estridentistas y contemporéneos y a la apropi cconservaddora de autores como Francisco Monterde o Julio Ji Rueda que buscaban una literatura revolucionria que suplanta Ja Revolucién real. La Malhora ejemplifica de manera partici Ja naturaleza ideolégica y estética do un antor que, como descril Aguilar Mora respecto a Los de abajo, habia alcanzado la. teraria mediante un proceso revisionista realizado por detra de la revolucién para establecerlo como el mayor novelista Iucionario (54)? La Malhora cuenta la historia de una mujer, Altagracia, chacha adolescente que, tras ser seducida, termina en las call Jos tugurios, al borde de la locura y sujeta al alcohol y al sexo. cién de Santa, el clésico de Federico Gamboa que inaugurari novela urbana mexicana del siglo xx, y que preconizé las for en que la pérdida de Ia honra, el prostibulo y la prostituta serta instrumentos para expresar los miedos que los sectores conser ad parosise), 228 veinte. Al igual que esta precursora, la muer de los bajos fondos representa aleg6ricamente en la novela de Azuela las ansiedades que Ja modemidad capitalista trafa a las élites intelectuales: el miedo a la disoluci6n social, el enjuiciamiento moral a las cada vez més visibles clases populares, el intento de dar cuenta de un “pueblo” posrevolucionario cuya movilidad y complejidad social excedia por mucho los recursos narrativos e ideol6gicos del cos- tumbrismo y el positivismo, eicétera: En ese sentido, queda claro al lector de esta novela que existe un tono decimonénico que to- davia subsiste en Azuela, sobre todo en la influencia de la novela francesa, Eliud Martinez, por ejemplo, sugiere comparar la obra con Germinie Lacertewx (1865) de los hermanos Goncourt, con ta cual, segtin el critico, coinciden la edad ce las protagonistas, el rol del aleohotismo y otros elementos (15). Sin embargo, existe otra comparacién relevante en ta literatura del siglo xix: La Rum- ba (1890-91) de Angel de Campo, Micrés. Como ha estudiado Joan Torres-Pou, entre otros criticos, La Rumba fue una novela ‘que materializ6 la fijacién porfirista en el discurso de Ia crimi- nologia, ademss de reflexionar abiertamenre sobre las formas en que el Porfiriaio us6 al periodismo y a las ciencias sociales como instrumentos de administracién social de Ia poblacién. Mas alld de esto, es claro que Micrés registra en 1890 muchas cuestiones similares @ las reflejadas por Gamboa en .904 y por Azuela en 1923: el cambio en las précticas y 1a moral sociales, ta inffuencia del periodismo en el discurso piblico, las metamorfosis del pai- saje urbano, entre otras. La escritura de Azuela en los aflos veinte respondia a una época de indecisién estética e ideolégica que no slo atravesaba al México revolucionario, sino a toda la sociedad occidental, que, en aquella década, vivia una aceleracién econdmica y tecnoldgi- «ca sin precedentes, basadas en un crecimiento tecnolégico global Los de abajo pertenecfa a un momento anterior, que he discutido * Para an estat sobre el ema de la modemnizacin feresin, véase Hersiield. 29 in extenso en otra parte (Sénchez Prado, “Novel”), donde la gut rra ponia en entredicho los presupuestos literarios y sociales del ‘modernismo porfirista y confrontaba a. actores hist6ricos co 41 con una serie: de procesos modernizantes y traumiéticos, Mathora, en cambio, es un texto firmemente inscrito en una. gica cultural que ya se entendfa a si misma como eminentemenit modema, pero que no habfa definido del todo el significado exi tencial y estético preciso de dicha designaci6n, En el hiato qi va de la escritura de Los de abajo a La Mathora nace la tensi ‘moderna de la literatura mexicana, la ansiedad por una cult revolucionaria que munca se consolida del todo.‘ En su introdu cin a Nunca hemos sido modernas, Bruno Latour observa que adjetivo “moderno” designa una asimetria, En un lado de la ecu cién lo moderno designa “un nuevo régimen, una aceleracién, una ruptura en el tiempo" (10). En el otro, lo moderno es tambidl el nombre de una querella, en la que se designan vencedores ¥ vencidos. Segtin Latour, si nunca hemos sido modernos, es preci samente porque esa asimetria entre un tiempo siempre cambiante y una lucha que fija subjetividades no es sustentable. Aunque el lenguaje de Latour se dirige en general a cuestionar la dicoto entre naturaleza y cultura, su caracterizaci6n de la modernidad oy. relevante en Ja lectura de Azuela porque la cultura revolucionatl mexicana serfa precisamente una pugna en la definieién de los términos de la asimetrfa que describe. La naturaleza misma del nuevo régimen y la aceleracién social revolucionaria es enten: dida no s6lo como e! resultado conereto de ta revolucién, sina, como desarrollarian de manera paralela y particular los estriden: tistas, un cambio en la experiencia misma del presente mediante la tecnologia y la urbanizacion: Azuela es un escritor que resiste de manera deliberada las presiones de esta modernidad cultural y [ «Esto ha sido diseuido por varios exten datde éngios dstnts. Pace am pai roma general, vase Hadaty Mora “Regimes”, Distnte vanantes de ste debate ay ds ists en Diez Avinias: Shera, Los contanpordnens, alo: Sithez Pa 230 SS busca registrar la indecisién social que tensiona el aceleracionis- ‘mo propio de un proceso revolucionario, En vista de 1o anterior, no debe extrafiar a los lectores que La Malhora tenga diferencias considerables con Los de abajo. Mar- Uinez propone que, aunque la novela tenga elementos realistas y costumbristas, se ven asimismo elementos modemos claros, rela- cionados con la representaciGn de! flujo de conciencia y los esta- dos mentales (22). Lo que vemos en La Mathora es una suerte de modemnizacién en tiempo real de la técnica narrativa en México, debido a la coexistencia en el estilo de Azuela de al menos tres momentos distinguibles en la historia de la novela en México. Primero, destaca la persistencia de formas institucionalizadas y hasta osificadas de la prosa decimondnica. Azuela es dado al cos- tumbrismo de tipos sociales (lugares como La Tapatfa o persona- Jes con apodos generalizantes como La Malhora del titulo), que Luis Leal llega al grado de comparar con los escritos de Guiller- mo Prieto (55), as{ como a ciertos gitos tintados con preciosismo modernista: “un instante no mas el enigma de sus labios palpité indeciso sobre la superficie blanca y trémula del liquido fatal” (977). En segundo lugar, una nueva forma de registrar la ciudad que surgfa de la competencia entre la natrativa literaria y Ta cr6- nica periodistica, En un excelente trabajo sobre el tema, Teresita Quiroz Avila atribuye parte del estilo vanguardista de Azuela al registro de las contradicciones de la modemnidad emanadas de una ciudad cambiante (que la investigadora estudia en una su- gerente yuxtaposiciGn entre cartografia j estilo), asf como a la emergencia de tecnologias y saberes méd cos relacionados, sobre todo con la psicologia, asi como con el diagndstico de carécter médico que Azuela hace del impacto que tiene en la ciudadania Ja transici6n de Ja vida provincial y rural a la vida citadina (73- 4), Finalmente, aparece ya un despliegue timido pero indiscu- tible de técnicas contempordneas que cisculaban por esos afios, sobre todo de cardcter joyceana y prouistiano —algo supuesto en particular por Martinez (12)—, que aleanzarfan un cardcter més definitivo en las obras de José Revueltas y Agustin Yanez en los 231 cuarenta, La riqueza estilistica de La Mathora ta ubica en un lu- ‘gar mucho més importante de la historia de la narrativa mexican de lo que le concede Ia critica ya que, en vez. de entregarse de Heno a la prosa modema (como lo hace de manera més prominen= te Salvador Novo en El joven, publicada el mismo aifo), se con: virti6 en uno de los textos donde se observan de manera abierta las tensiones formales e ideolgicas enfrentadas por la narrativa mexicana de los veinte. La Mathora pertenece a otro momento, pecuiliar de. ta lite ratura mexicana, en el cual el libro, debido a las consecuencias materiales de la batalla revolucionaria y la répida emergencia de medios modemizados, Hegaba a ocupar un lugar factualmente se= cundario en el consumo cultural, incluso de sectores de la élite Jetrada, Esto produce en muchos momentos una crisis de identi-_ dad respecto al impacto de las obras literarias. En la revista La ‘Nave, publicacién efimera con un par de niimeros en 1916, Julio ‘Torri expresaba la idea de que la pacificacién posrevolucionari permitirfa de nuevo la emergencia del libro como espacio central de la conversacién literaria: = asistimos en México, en el momento actual, aun resurgimiento in: telectual y principalmente literario muy digno de notarse. La li teratura se pone de moda saliendo de las columnas de los diarios yy haciéndose més tangible en la forma del libro; los autores emi- piezan a ganar algin dinero y los éxitos editoriales estimulan con eficacia a los mas timidos (283). Sin embargo, pese al deseo de profesionalizacién y adquisicién de capital simbético que Torti ubicaba en el libro, lo cierto és que _ a urbanizacién dio pie un periodo donde la novela corta flore= ci6 debido a la distribucién periodistica. En la vida editorial de La Mathora destaca este factor, como se puede Ver en la trayecto- ria descrita por Barrera y mencionada anteriormente, El hecho de gue el texto no tuviese una versiGn definitiva en libro hasta 1941. Y¥ que su supervivencia tuviera mucho que ver con la publicacién 232 en El Universal Ilustrado y Contempordneos dice mucho sobre este fendmeno. De esta manera, resulta indispensable entender que las obras de Azuela.en los affos veinte, en general, y sus nove- las de vanguardia, en particular, toman forma como parte del rol gue el periédico myo como tecnologia de vonstitucién de la for- ‘ma literaria. La confluencia de La Mathora con textos tan dispa- res como El joven de Novo, La seftorita Bteéteray otras obras de Arqueles Vela e, incluso, textos de estéticas mas clasicistas como Dama de corazones, dejan ver que la modernizacién de la pric~ ‘ica literaria producida por el soporte material del periddico y 1a revista es parte de Jo que permite a estas bras responder desde la experimentacién y la brevedad a las demandas de wn emengente piiblico lector en una sociedad acelerada y tecnificada. Si bien el periddico permitié en el siglo xx la novela serial, que’a su. vez se publicarfa en vltima instancia en un grueso volumen, en el siglo xx, conforme la vida urbana modificaba las estructuras del tiempo pi- blico y privado, la novela corta ofrece una experiencia de lectura acorde a la nueva época. De esta manera, La alhora, aunque quizé fallida en términos de su recepci6n inicial, debe indudablemente ser entendida como el intento de tn escritor que, nacido en la sensibi- lidad modernista y répidamente adaptado a la estética de la guerra y la revolucién, busca enfrentar un giro mas de Ia tuerca estilfstica de la novela mexicana, que en apenas dos ‘écadas sufre modifi- caciones formales de-forma mas vertiginosa que en cualquier otro periodo anterior en Ia historia de la literatura mexicana, La aceleracién moderna también da cuenta de Ia peculiar es- ‘ructura temporal y formal de-la novela, clejada ya de manera cecisiva de la narrativa lineal preferida por la tradicién natura- lista, Como ha estudiado a fondo Rubén Gallo, es indispensable Icer la cultura de la vanguardia en general con relacién al efecto experiencialy estético que tvieron diversas innovaciones tec- nolégicas como el radio, el cemento 0 Ja méquina de escribir. Aunque el registro mas conocido de esta experiencia se puede ver en la obra de Salvador Novo 0 en los estridentistas —como 233 se aprecia en el recuento del periodo que hace Vicente Quirit te en Elogio de la calle (439-52)—, La Mathora, en partici y las novelas vanguardistas de Azuela, en general, offecen vim perspectiva particular porque, en vez de registrar de manet a Azuela como un “novelista revolucionario” (Ciudad paroxise 108); fa innovacién no es tanto la captura de la contemporaneidad enel neologismo y el vocabulario técnica, sino en la experiencii misma del tiempo narrativo: La Mathora se funda en la fragmen= tacién narrativa, contando st historia en una serie de cuadros ci costumbristas, pero escritos con un tono modemo informa como se mencioné anteriormente, por el psicoandlisis y el flujo. de conciencia, Mas notable atin es la diversidad tonal y de vores entre cada seccién de la novela, asf como el desaffo al lector, part quien es dificil establecer la historia completa debido a Ia cant: dad considerable de espacios de indeterminacién en ta narrativiy, Argumentaria aqui que la experiencia fragmentaria y desorientq. dora que proporciona la novela est directamente relacionada con Ia experiencia misma de habitar fa ciudad en 1923, En I Speak of the City, Mauricio Tenorio-Trillo observa que poces novela mexicanas de 1880 en adelante tenfan a la ciudad como leiemotty, y la mayorfa de ellas estaban enfocadas en el paraiso perdido d la vida rural (100). Si bien, como sefiala el propio Tenorio, est nostalgia evolucionarfa hacia la ideologia racial del mestizaje, La que participa de una modernizacién estética posibilitada por la ciudad. Esa fragmentacién es en parte el reflejo de una subjeti- vidad cultural que ya no tenfa fe por el pasado idilico perdido en la memoria rural (aunque éste regresarfa de manera intensificada — enel cine de la Epoca de Oro), sino que decide registrar y hal esa nueva velocidad social, pero carece atin de los elementos para 234 hacerlo en pleno. Por esta razén, Azue.a, como muchos de los estridentistas, no puede dejar de expreser la nueva ciudad con el repertorio verbal del florilegio decimonsnico. La Mathora encarna asf una novelistca tensada en su intetior por la indecisi6n estética entre la estilistica © ideologia moder- nistas y las téenicas y experiencias de le modernidad posrevolu- cionaria, indecisién sintomstica de una literatura que confronta a su modernidad pero se niega a asumirla Una modernidad litera- ria que s6lo puede existir como duda. La pregunta, sin embargo, emerge: duda respecto a qué?, {qué es lo que se noveliza des- de la indecisién y la recusacién? Una lectura de las novelas de Azuela en los veinte y los treinta nos deja ver los monstruos que Jo acechaban. Vemos, por ejemplo, esta descripeién de un sexa- genario en La luciérnaga: “sus ojos de monstruo marino parpa- deaban a la luz de las siete” (574). En El desquite, se nos informa que mamé Lenita “esté inscrita en el registro del curato como liberal resabiada” (984). En La Mathora, ta mujer que da titu- lo al libro es sometida a una terapia o tortura, que Azuela narra con estoica violencia: “Esposas, mordazas, resortes de acero en la nuca invertida. Hierro, frio, carne, hu2sos, todo una, Enfrente el de los cabellos crispados con una cabellera de sangre Iiquida cn 1a punta de su cuchillo” (962). La Malhora esté escrita con mayor experimentacién formal de lo que la reputacién canéni- ca de Azuela supondria, y esta experimentacién no hari nada sino intensificarse en obras subsecuentes. Son novelas de alto nivel de indecisién: no se conforman con un narrador 0 con una perspectiva, serpentean a través de historias, personajes y mira- das, tensionando su prosa escasa y precisa con saltos légicos y temporales que construyen ese extrafiamiento que los formalistas usos teorizaban al momento en que Azuela escribia esta novela Y que era un sintoma del impacto estético de los cambios trafdos por las revoluciones y la modernidad’ Lo que narra en esta for- > Vase Shhlovsky, Theory of Prose, 235 = s ‘ma fluctuante y paradéjicamente precisa es un exceso social se comienza a visiblizar y que corresponderia a-la cultura temttorializar, de domesticar. La Malhora, Mamé Lenita, Don sio son todos espectros que materializan en la novelistica de Azz esas subjetividades que ya no tienen el cardcter épico de Dem. tio Macias, que transforman al escenario urbano de México ¢i una Mancha:sin Quijote, personajes de vulgar normalidad s el contrapunto:épico. Son pura: novela de la desilusién. Aztie= la registra su incongruencia espiritual y estética con ese mundo vibrante y castico que los estridentistas narraron con més ent siasmo y menos talento. ¥ sobre todo; la novelistica de Azuels en este periodo es la novela de lo que Molly. Anne Rothent llama el “sujeto excesivo". Seguin Rothenberg, un orden soci s6lo es posible si existen elementos que no se pueden incorpo © pensar dentro de él, este excedente es ef lugar donde radi el potencial de la transformacién social. Por este motivo, toc teorfa politica modema es una teoria de la aniquilacién de es¢ excedente para la construccidn de una sociedad ut6pica. Es la dis mensién necesariamente totalitaria. del impulso épico hacia la totalidad: Ia sociedad perfecta que imaginan los procesos revolu cionarios que estaban derivando en los veinte hacia el fascismo o hacia el estalinismo, al que Lukécs mismo se convertiria en s edad adulta, Los debates culturales mexieanos, sobre todo los de los afios veinte, se dieron entre grupos que no entendieron esta coyuntura ni este gesto tedrico: entre estridentistas, que ingenua- mente pensaban que su presentismo podia aniquilar la violencia de sus contrapartes futuristas y poetas lamados Contempord- eos, que entendian ta literatura como un simple paso lateral ante Io: modemno: una estasis de la estética. Las imperfectas no- velas de Azuela, nacidas en una época donde la narrativa mexi- cana debfa reinventarse tras el desmoronamiento de sus medios materiales e instituciones, fueron de los pocos textos que busca ron constmir uma poética y una ética de ese sujeto excesivo: su forma literaria vacilante representa la necesidad de capturar esa 236 nueva pluralidad social sin totalizarla. Un par de décadas antes, Federico Gamboa, confrontado con la masa protorrevoliicionaria ‘que marchaba hacia la fiesta de la Independencia, decide retirar- se ala terraza de un café o al aislamiento de un carruaje: su pers- pectiva implica una imposibilidad de dar cuenta de los excesos sociales como algo ms que un problen‘a moral. En Azuela, ese exceso es el desafio central del novelista, él tema central de la reflexi6n ética que subyace el declive ce Altagracia y su trans- formacisn en La Mathora. Esta perspe-tiva, creo, nos permite leer a Azuela no como un novelista de laRevoluciéin, esa catego ria-que Aguilar Mora llama perezosa con justicia, sino como el primer novelista de la era postevolucionaria que decidié narrar ese abismo de una nueva modernidad que irrumpia en et mundo. Desde sus limitaciones ideolégicas y estéticas, sus dudas ante el torbellino del mundo terminaron coro distancia critica: Luis Cervantes, sentenciado a ser siempre tn conservador, terminé por ser la conciencia olvidada de una roclernidad que confron- tamos, pero que nunca acabé de llegar. Y La Malhora, junto con los otros personajes de la novela, los Habitantes de una nueva realidad que estaba ahi, contundente, pero no acababa de esteti- zarse del todo. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Aouitar Mora, Jorce, Una muerte sencilla, justa, eterna. Cultu- ray guerra durante la revolucién mexicana, México, Era, 1990. AzuELA, MARIANO, La Luciérnaga, Obras conipletas, vol. I, Méxi- 160, FB, 1996. 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