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Oración de invocación al Espíritu Santo en preparación al XV

Capítulo General

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidas en tu nombre. Tú que eres


nuestro verdadero consejero: ven a nosotras, apóyanos, entra en
nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo
alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas
débiles y pecadoras. No permitas que la ignorancia nos lleve por
falsos caminos. Concédenos el don del discernimiento, para que no
dejemos que nuestras acciones se guíen por prejuicios y falsas
consideraciones. Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos
desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro
peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en
comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

POR LAS VOCACIONES


I
Señor Jesús: Por el amor de tu Corazón y por intercesión de tu
madre, la siempre Virgen María, y de su esposo San José, te
pedimos humildemente que nos hagas muy de veras agradecidos
a todos tus beneficios. Concédenos, sobre todo, en prueba de tu
amor para con nosotros, que todos perseveremos hasta el fin en
él. Acuérdate, Maestro bueno, que la cosecha que ha de ser
llevada a los eternos graneros es muy grande y los trabajadores
pocos. Tú mismo dijiste: Rogad al Señor de la mies que envíe
trabajadores a ella. Pues bien, nosotros te pedimos por
intercesión de tu Santísima Madre y de San José, que envíes a
nuestros noviciados y seminarios muchos y excelentes jóvenes
que sean algún día fervoroso obreros de tu campo, dando la
mayor gloria a tu Santo Nombre, extendiendo el culto de tu
Sagrado Corazón y salvando a las almas, que Tú has redimido con
tu sangre. Amén.
II
Corazón Sacratísimo de Jesús, palpitante en la Eucaristía:
postradas ante vuestra Divina Majestad, anonadadas en vuestra
santa presencia, reconocemos y confesamos nuestra insuficiencia,
miseria y nada, para amaros cual los Espíritus Angélicos y los
Santos del Celestial Empíreo, cual debieran amaros las criaturas
todas salidas de vuestra mano omnipotente. Os pedimos, pues, os
dignéis acrecentar nuestro amor hacia Vos. Impotentes, Señor,
para desagraviaros a medida de la multiplicidad de las ofensas con
que el mundo culpable hiere vuestro Sacratísimo Corazón, os
rogamos aumentéis las filas de vuestras Reparadoras.
Inspirad a las almas el sentimiento de la Reparación y que,
rendidas a los llamamientos de vuestro amor, acudan presurosas y
fervientes a albergarse, en este Instituto fundado, dirigido y
sostenido por Vos mismo. ¡Jesús mío!, la cosecha se presenta
abundante en el campo de la Reparación. La mies dorada está,
pero nos faltan obreras para recogerla y ofrecérosla en los
graneros de vuestro amor. Ved nuestra miseria, nuestra indigencia
para trabajar eficazmente en vuestra Viña. Somos pocas, Señor, y
restringidas están nuestras obras de apostolado. Vos lo habéis
dicho, Jesús: «Pedid y recibiréis». Fiadas en la santidad e
inmutabilidad de vuestra palabra, recurrimos a vuestro Corazón
Sacratísimo, pidiéndoos almas llenas de amor por Vos, con
verdadera devoción Reparadora y Eucarística. Vos sois poderoso,
dulce Jesús, para atraerlas a este Centro de Reparación. Por los
méritos de vuestra Encarnación, de vuestra Pasión y Muerte y de
vuestros anonadamientos en la Eucaristía, os pedimos, una vez
más, nuevas y sólidas vocaciones para que todas podamos
ofreceros loores, alabanzas, adoraciones, acciones de gracias,
himnos, cantares, congratulaciones, dándonos Vos a todas fe viva,
esperanza firme, caridad ardiente, celo eficaz, humildad profunda,
pureza angelical, desprendimiento completo de las cosas de esta
vida, para que, adornadas con estas virtudes, os amemos,
adoremos y glorifiquemos por los siglos, repitiendo: a Vos sólo,
Señor, honor, amor y gloria. Amén. (Madre Teresa).

III
Señor Jesús: Mediante tu Espíritu, fortifica en sus santos propósitos a
aquellos que han dedicado su vida a tu Iglesia: en el Presbiterado, en
el Diaconado, en la Vida Religiosa, en los Institutos Misioneros o en
las otras formas de Vida Consagrada; Tú, que los has llamado a tu
servicio, hazlos perfectos cooperadores de tu obra de salvación.
Mediante tu Espíritu, multiplica las llamadas a tu servicio: Tú lees en
los corazones y sabes que muchos están dispuestos a seguirte y a
trabajar por Ti; da a muchos jóvenes, y menos jóvenes, la
generosidad necesaria para acoger tu llamada, la fuerza para aceptar
las renuncias que ella exige, la alegría de llevar la cruz que supone su
elección, como Tú la has llevado primero, con la certeza de la
Resurrección. Te rogamos, Señor Jesús, en unión de tu Santísima
Madre María, que ha estado junto a Ti en la hora de tu Sacrificio
Redentor; te rogamos por su intercesión, que muchos de nosotros,
hoy también, tengamos el valor y la humildad, la fidelidad y el amor
para responder «Sí», como Ella respondió cuando fue llamada a
colaborar contigo en tu misión de salvación universal. Así sea. (Juan
Pablo Il).

IV
Jesús, divino Pastor de las almas, que llamaste a los apóstoles para
hacerlos pescadores de hombres: atrae hacia Ti a las almas ardientes
y generosas de los jóvenes, para hacerlos tus seguidores y tus
ministros. Hazlos participes de tu sed de redención universal, por la
cual renuevas tu sacrificio sobre los altares. Tú, Señor siempre
dispuesto a interceder por nosotros, descúbreles los horizontes del
mundo entero, donde la silenciosa súplica de tantos hermanos pide
la luz de la verdad y el calor del amor— para que, respondiendo a tu
llamada, prolonguen aquí en la tierra tu misión, edifiquen tu Cuerpo
Místico, la Iglesia, y sean sal de la tierra yluz del mundo.
Extiende, Señor, tu llamada a numerosas almas e infúndeles el ansia
de la perfección evangélica y la entrega al servicio de la Iglesia y de
los hermanos necesitados de asistencia y caridad. Amén.

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