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CONTRATO DE ADHESIÓN Y CONTRATO ESTANDARIZADO, LEY 1328 DE

2009
Concepto 22009074985-004 del 26 de noviembre de 2009.

Síntesis: El contrato de adhesión evolucionó al contrato estándar permitiendo la normal


circulación de bienes y servicios en una economía de masa. Es decir, un contrato de
adhesión que se utiliza, a partir de cláusulas generales y uniformes, para la contratación
masiva de bienes y servicios, corresponde a un contrato estandarizado. Las expresiones
“contrato de adhesión” y “contrato estandarizado” en el marco de la Ley 1328 del 2009
obedecen al mismo concepto o naturaleza; de ahí que el deber de publicidad de que trata el
artículo 9º de dicha regulación debe entenderse respecto de ambos con independencia de
su denominación, como mecanismo de protección del consumidor financiero.

«(…) consulta si la “… definición de los contratos de adhesión es la misma que la de


contrato estandarizado, de acuerdo a la Ley 1328 de 2009”.

Al respecto, sea lo primero manifestar de manera general y previa que la dinámica


económica contemporánea ha requerido del Derecho el desarrollo de instrumentos y
mecanismos de negociación que consulten las necesidades y exigencias de la realidad
negocial de la sociedad, pasando de una contratación originada en la formulación de oferta
y contraoferta, en que la autonomía de la voluntad rige el contenido de los convenios, a la
modalidad basada en clausulados predispuestos por una de las partes contratantes, en que la
referida libertad se vé limitada a la aceptación o rechazo de la propuesta negocial, técnica
que igualmente ha evolucionado en atención a requerimientos propios de la contratación
masiva de bienes y servicios.

En ese contexto, es del caso señalar que la Ley 1328 de 2009, por medio de la cual se
dictaron normas en materia financiera, de seguros y del mercado público de valores, en el
literal f del artículo 2º define los contratos de adhesión como aquellos “…elaborados
unilateralmente por la entidad vigilada y cuyas cláusulas y/o condiciones no pueden ser
discutidas libre y previamente por los clientes, limitándose éstos a expresar su aceptación
o a rechazarlos en su integridad”.

En ese mismo sentido la Corte Constitucional, mediante sentencia T-464 del 7 de julio de
2004, expresó que esta modalidad contractual es aquella según la cual “… las partes
contratantes se obligan mutuamente a través de cláusulas y condiciones que no son
discutidas libre y previamente, sino preestablecidas por una de las partes en los términos
aprobados por el organismo de intervención estatal y sobre las cuales la otra expresa su
aceptación y adhesión o su rechazo absoluto. Como lo ha señalado la doctrina, en los
contratos de adhesión una de las partes impone ‘la ley del contrato’ a la otra”.

Es claro entonces que el contrato de adhesión se caracteriza porque no existe deliberación


de las partes para fijar su contenido, el cual es unilateralmente establecido por una de ellas
y la contraparte se limita a expresar su aceptación o negativa a contratar.
No sobra manifestar, para los efectos que nos interesan en esta oportunidad, que el contrato
de adhesión fue considerado en una primera etapa de su desarrollo como una expresión
abusiva del poder económico de uno de los contratantes, razón por la cual doctrinal y
jurisprudencialmente se buscara remediar tal desequilibrio en el contrato mediante figuras
como la lesión, el principio de la buena fé, el abuso del derecho, etc.

De otra parte, en punto al contrato estandarizado valga precisar que la Ley 1328 del 2009
no lo define, limitándose en el parágrafo 2 del artículo 9º a consagrar el deber de las
entidades vigiladas de publicar en su página de Internet “el texto de los modelos de los
contratos estandarizados que estén empleando con su clientela por los distintos productos
que ofrecen (…)”.

Por su parte, la doctrina ha expresado que “Respondiendo a las exigencias de la dinámica


mercantil, el empresario formula un esquema contractual uniforme para todas las
operaciones que tienen por objeto los bienes o servicios ofrecidos masivamente al
mercado. Este esquema es lo que suele conocerse como contrato estándar, que se
caracteriza, pues, por la uniformidad de su contenido.

“(…)

“El contenido del contrato estándar está determinado por las cláusulas predispuestas,
llamadas así porque son establecidas de antemano por el empresario.” (se subraya)1

En otras palabras, “(…) el contrato por adhesión abandonó su expresión exclusivamente


abusiva para convertirse en el instrumento más idóneo del tráfico de masa.

“(…)

“En la segunda etapa del contrato por adhesión, su concepto abarca no solamente
aquellas expresiones jurídicas del desequilibrio entre los contratantes, sino también y cada
día más la técnica necesaria para poder satisfacer adecuadamente las relaciones
económicas contemporáneas”. 2

Se observa entonces que el contrato de adhesión evolucionó al contrato estándar


permitiendo la normal circulación de bienes y servicios en una economía de masa. Es decir,
un contrato de adhesión que se utiliza, a partir de cláusulas generales y uniformes, para la
contratación masiva de bienes y servicios, corresponde a un contrato estandarizado.

Partiendo de las anteriores consideraciones, se estima que las expresiones “contrato de


adhesión” y “contrato estandarizado” en el marco de la Ley 1328 del 2009 obedecen al
mismo concepto o naturaleza; de ahí que el deber de publicidad de que trata el artículo 9º
de dicha regulación debe entenderse respecto de ambos con independencia de su
denominación, como mecanismo de protección del consumidor financiero.
Lo anterior, por cuanto “Desde los desarrollos iniciales de la regulación financiera se ha
considerado que es justificable una protección especial a este tipo de consumidor, dado el
hecho de que la actividad financiera es una actividad de interés público, el que existe un
criterio evidente de necesidad por cuanto, por regla general, la población requiere acceder
a un producto o servicio financiero con el ánimo de alcanzar un bienestar económico y que
existe una relación contractual generalmente asimétrica.

La relación que se crea entre las dos partes en la instrumentación de un servicio financiero
es, por principio, asimétrica por cuanto una de las partes, la institución financiera, conoce
en mejor forma el mercado, los riesgos y el régimen jurídico de la operación.
Adicionalmente, en su condición de proveedor de servicios en forma masiva, la
institución financiera establece sus relaciones jurídicas a través de esquemas
contractuales previamente elaborados, no sujetos a discusión o modificación.
Generalmente el cliente sólo puede aceptar el producto o servicio en los términos o
condiciones en que es ofrecido o rechazarlo.

En adición a lo anterior, debe considerarse que tratándose de las relaciones de consumo,


en la actividad financiera no se está frente a un esquema tradicional de suministro de
información, publicidad, defectos o garantías, razón que fortalece la necesidad de adoptar
un régimen particular de protección. Por lo tanto, la especialidad de las operaciones y los
riesgos implícitos en ellas ha promovido la adopción de un régimen particular dirigido a la
protección del consumidor de tales servicios que procure el equilibrio contractual entre las
partes intervinientes y que propenda, entre otras cosas, por:

Evitar la asimetría en la información.


Radicar obligaciones especiales en las entidades
Diseñar figuras especiales de protección.
Establecer procedimientos de atención de solicitudes”.3 (negrilla fuera de texto).

(…).»

.3 Exposición de motivos, Proyecto de Ley 282 de 2008. Gaceta del Congreso 138 11/04/2008

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