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Ernesto Lumbreras

(AHUALULCO DE MERCADO, JALISCO,


10 DE JUNIO DE 1966)

studió administración pública. Crí­


tico y editor. Obtuvo el Premio Na­
cional de Poesía La Paz en 1991 y el
Premio Nacional de Poesía Aguasca-
lientes en 1992. Ha sido becario del
FONCAen los ciclos 1989-90,1994-95
y 1996-97; además, obtuvo la Beca de
Intercambio de Residencia México-Ca-
nadá en 1998. Junto con Eduardo Mi­
lán realizó la antología de poesía his­
panoam ericana presente Prístina y
última piedra (Aldus, 1999). Ha pu­
blicado, además, El ojo del fulgor. La
pintura de Arturo Rivera (conaculta,
Círculo de arte, 2000) y la obra de tea­
tro infantil El que ríe al último... (El me­
jor teatro para niños, Ediciones Co-
runda/coNACULTA, 2000). Ha traducido
poemas de Mario Luzi, Antonio Por­
ta, Milo de Angelis y Valerio Magrelli.

LIBROS: Desmentir la noche (colectivo), Depar­


tamento de Bellas Artes de Jalisco, 1986. Cla­
mor de agua, feta, 1990. Órdenes del colibrí al
jardinero, Gobierno de Baja California Sur,
1991. Espuela para demorar el viaje, Joaquín
Mortiz, 1993. El cielo, FCE/Universidad de Gua-
dalajara, 1998. Encaminador de almas, Oro
de la Noche Ediciones, 1999.

ce: lumbrerasba@yahoo.es
EL MANANTIAL LATENTE

Muestra de poesía mexicana


desde el ahora
1986-2002
EL MANANTIAL LATENTE

Muestra de poesía mexicana


desde el ahora
1986-2002

Selección, prólogo, notas y apéndices


de

ERN ESTO LUMBRERAS


y
HERNÁN BRAVO VARELA
Primera edición 2002
Diseño de portada: Carlos Alvarado
©Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo Varela
D.R.© 2002 Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Arenal 40, Chimalistac, D.F., C.P: 01070.

Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad


del Conacuita.
Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción par­
cial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, compren­
didos la reprografía y el tratamiento inform ático, la fotocopia o la
grabación, sin la previa autorización por escrito del Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes.

Impreso y hecho en México

ISBN 970-18-8340-3
Conacuita
...Antes que en estas formas
evidentes, de brusca carne y hueso,
súbitamente rotas por un resorte débil
si alguien apasionado les allega,
muertos en la leyenda les comprendo
mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
fortalecido amigo solitario,
como quien va del manantial latente
al río que sin pulso desemboca.

Luis Cemuda, “Aun poeta futuro’


I

I
í

/
AGRADECIMIENTOS

Los compiladores quieren dejar constancia de su gratitud por


el apoyo fundamental que recibieron de las siguientes perso­
nas e instituciones:
A William Rodríguez, del Sistema de Información Cultural
de la Dirección General de Vinculación Cultural y Ciuda-
danización del conaculta; Olga Correa y Armando Oviedo,
del Centro Nacional de Información y Promoción de la Lite­
ratura del inba; Alonso Escalante y René Roquet, del Progra­
ma Jóvenes Creadores del fonca.
Al director del Colegio de Letras y Humanidades de la
Universidad del Claustro de Sor Juana, maestro Braulio Gon­
zález Vidaña, y a su rectora, la licenciada Carmen Beatriz
López Portillo Romano.
A Felipe Garrido y Enrique Romo, que impulsaron la crea­
ción de esta muestra.
A Maliyel Beverido, Jorge Esquinca, Guillermo Fernández,
Francisco Magaña, Eduardo Milán y Vicente Quirarte, por
sus útiles observaciones.
A los autores de esta muestra, por su interés y participa­
ción entusiasta en el proyecto.

9
/
ADVERTENCIA EDITORIAL

Como una bitácora de lectura, anunciamos al lector de este


libro su ordenamiento: un prólogo redactado al alimón por
los firmantes del volumen, un conjunto de treinta y ocho
muestras correspondientes a igual cantidad de autores y, fi­
nalmente, dos apéndices. En el segundo apartado, el relativo
a las muestras, conviene adelantar que cada una de ellas se
compone de una ficha, una poética, un número determinado
de poemas — los suficientes para dar noción de cada pro­
puesta— y, por último, de una nota crítica que pretende ubi­
car el registro y la intencionalidad de los discursos de los
poetas de nuestro índice.
Por lo que toca a los apéndices, el primero es el vaciado de
una encuesta que la mayoría de los autores seleccionados
tuvo a bien responder, con preguntas abiertas y específicas
sobre ambientes o reflexiones personales de escritura y sobre
preferencias de lectura por géneros literarios (narrativa, ensa­
yo, poesía), épocas de la poesía (de los textos homéricos has­
ta la obra de los que aún no cumplen treinta años), lenguas
de la poesía (española y extranjeras) y poetas (nacionales e
internacionales, por siglos o generaciones, por libros o poe­
mas). Los resultados estadísticos que se arrojan, baste apun­
tarlo, dicen poco por sí solos si no se analizan, se cotejan o se
interpretan a la luz del cuerpo de la muestra y con otros li­

11
bros afines, grupos generacionales, tradiciones. Por lo antes
expuesto, este trabajo no se propondría jamás sustituir “la es­
tadística por la crítica” — ¿qué cándida suspicacia podría su­
poner tamaña desmesura?
El segundo apéndice, por su parte, reporta un censo de
más de 300 autores nacidos entre 1965 y 1978, el marco cro­
nológico fijado para la muestra. La inclusión de esa larga lista
de poetas obedece a que un libro de la naturaleza de El ma­
nantial latente no puede jactarse de crear dictámenes definiti­
vos sobre la producción lírica actual de nuestro país;
reconocemos que las bajas y altas de los poetas que confor­
man esta promoción será, en los próximos años, una dinámi­
ca regular.
¿Quiénes, de entre los treinta y ocho autores escogidos,
abandonarán la escritura en ésta o la siguiente década?, ¿cuá­
les se quedarán con el título, embarazosamente honroso, de
brillantes promesas?, ¿quiénes ratificarán con creces la apues­
ta argumentada o, por lo menos, intuitiva de los selecciona-
dores? Este libro, por supuesto, está fechado. Las conclusio­
nes aquí arrojadas, las constantes y particularidades que
dejan observarse e, incluso, los espejismos, los juicios prema­
turos, las dudas que no pudimos obviar o esclarecer, pueden
cambiar drásticamente en un balance posterior al nuestro.
Cuando José María Castellet da a conocer el hoy histórico
Nueve novísimos poetas españoles (1970), sus premisas rondan
el cuestionamiento a la poesía española de generaciones ante­
riores, en especial a aquélla cimentada sobre los conceptos de
“poesía social” y “poesía de la experiencia”, o sobre los tópi­
cos relativos a “lo español”; en este momento, hablar de los
“novísimos” presentaría otra perspectiva, toda vez que su
presente también es otro en relación a su pasado inmediato o
mediato dentro del canon de la poesía ibérica. Pere Gimferrer
o Leopoldo María Panero, por citar a dos de los nueve, se
han leído con notables variantes a lo largo de tres décadas,
con distintas recepciones y apropiaciones entre una genera­
ción poética y otra. ¿Cómo serán leídos mañana estos treinta
y ocho autores, tanto en su ordenamiento grupal como desde
sus individualidades?
Por lo que respecta a nuestra lectura, fechada entre agosto
de 2001 y febrero del 2002, su visión, balance y resultados se
encuentran en estas páginas. El trabajo de elaboración fue ar­
duo y tuvo muy variadas fases. En principio tuvimos que
precisar los límites cronológicos de la muestra. El hecho de
que El manantial latente reúna a poetas nacidos entre 1965 y
1978 podría resultar del todo arbitrario o producto de una
convención. Decidimos arrancar con Jorge Fernández Gra­
nados (México, D.E, 1965), referente ya obligado de la últi­
ma poesía escrita en México. Como punto de partida, su obra
da certeza poética a la configuración del conjunto; certeza
entendida no como legitimidad, sino como algo más difícil
de proveer: un énfasis en el carácter legible de nuestras re­
flexiones sobre la tradición poética. Con lo anterior no des­
cartamos que otros poetas puedan ofrecer dicha función en­
tre sus contemporáneos. En nuestras discusiones aparecieron,
entre otros, Roberto Rico (Cintalapa, Chiapas, 1960) y María
Baranda (México, D.E, 1962), nombres que podrían cumplir,
con sus particularidades, la misma dinámica. Pero recorrer la
muestra a partir de esta dupla afectaba la dimensión del índi­
ce; con una decena más de autores, la panorámica de grupo
se disparaba de su centro. Tomando en consideración que
junto al otro extremo temporal, los nacidos en 1978, se plan­
teaba un seguimiento de trece años en total (1989-2002) de
producción y confluencia, pensamos que ese lapso era más
qué propicio para revelar el ahora de la poesía mexicana des­
de sus generaciones más recientes. Los poetas que cierran
esta muestra, Hugo García Manríquez (Ciudad Camargo,
Chihuahua, 1 9 7 8 ) y Ju an Pablo Vasconcelos (O axaca,
Oaxaca, 1978), cumplen un papel de frontera. Sin embargo,
los últimos autores y la marca temporal no cancelan la pre­
sencia de autores más jóvenes pero igualmente dignos de
atenta lectura, de representación. En nuestras investigaciones
nos topamos con poetas precocísimos, con poemas y “actitu­
des frente al poema” inquietantes, reveladoras. Uno de ellos,
importa dejarlo por escrito, es Inti García (México, D.E, 1983).
Incluirlo a él y a otros autores en el índice, empero — todavía
parte de una tierra ignota— , propiciaba ciertos saltos entre los
poetas de ambas delimitaciones, creaba huecos de varios años
(1979, 1980, 1981, 1982), en donde a nuestro parecer había
vislumbres, tentativas y proyecciones, no así argumentos.
Después de fijar las orillas de El manantial latente el si­
guiente paso, el más exigente, agotador e inacabado, consis­
tió en localizar los libros del mayor número de poetas de este
periodo. Pronto caímos en cuenta, como le sucedió a Gabriel
Zaid en la elaboración de la Asamblea de poetas jóvenes de
México (1980), que por lo general estos autores, más allá del
círculo de amistades, no tenían noticia de los otros. Consul­
tamos a algunos con el propósito de cambiar impresiones, re­
cibir sugerencias y cotejar nuestra lista; la mayoría de sus
comentarios y menciones fueron, en cierto modo, previsibles.
En este punto, nos cuestionamos con cierta alarma sobre qué
ruta — revisión, procesamiento, orden, selección— tomaría el
creciente acopio de materiales: libros individuales y colectivos,
antologías nacionales, regionales y estatales, muestras de escri­
tores becados, revistas y suplementos, páginas web de grupo
y personales, archivos adjuntos solicitados y no solicitados.
Tal disyuntiva fue resuelta una vez decidido que nuestro tra­
bajo sería una muestra y no una antología; mucho menos una
asamblea. Asimismo, fue relevante definir la estructura del li­
bro para tener un plan de trabajo. Con los puntos en claro,
comenzamos nuestra lectura de esta biblioteca en vorágine
eligiendo y rechazando poetas y poemas, previa discusión de
los seleccionadores. Las sesiones de lectura fueron maratóni-
cas, extenuantes; pero los resultados, como la armazón pa­
ciente de un gran rompecabezas, montaban un paisaje de
manera gradual y sostenida. Más allá de nuestro gusto e inte­
rés, fue nuestra constante preocupación que el índice alber­
gara, sin prejuicio alguno, todos los estratos posibles de
discurso poético que despliega la actual promoción. Por ello,
suponemos que estos casi 40 poetas representan los discursos
y las tendencias, con sus implícitos hallazgos, riesgos y des­
venturas, de la poesía mexicana más reciente.
Para concluir estos apuntes conviene adelantar otras mi­
nucias: primero, que el formato elegido para las fichas es
idéntico para todos los poetas de El manantial latente; segun­
do, que las poéticas que acompañan la selección poética fue­
ron, en su mayoría, escritas ex profeso para este volumen;
tercero, que los mismos poetas nos remitieron algunas notas
críticas, quedando a nuestra consideración su selección y edi­
ción — las que aparecen sin rúbrica, cabe destacar, fueron re­
dactadas por nosotros— ; y cuarto, que descartamos, como
un acto de confianza ante los lectores, nuestra participación
como poetas en el índice del libro. Bajo el mismo principio
fue suprimida cualquier mención a nuestro trabajo poético,
sobre todo en el primer apéndice, donde se rescatan las res­
puestas modales — es decir, más frecuentes— de la encuesta,
descrita al comienzo de la nota liminar. En ese apéndice, el
lector encontrará, con el vaciado de sus contenidos, las ex­
pectativas y razones de dicha encuesta.
/
PRÓLOGO

A los jóvenes o nuevos poetas se les reúne, tarde o temprano,


en un volumen denominado antología, muestra o asamblea.
Sería saludable, sin embargo, preguntarse a qué obedece este
ritual, esta costumbre, fatalidad u ocio crítico. Se piensa que
detrás de un libro así deben localizarse principios, objetivos y
criterios como soportes que validen y expliquen tal empresa.
A veces hemos visto que el principal propósito del encargado
de estas reuniones es agrupar poetas en el eje de sus semejan­
zas y diferencias que, no obstante la contradicción de sus ras­
gos comunes o de sus afinidades circunstanciales, definen
— en sus sumas y sus restas— el escurridizo concepto de ge­
neración. En otros momentos, la premisa para realizar estos
trabajos recae en una suerte de patrón decenal, como ha ocu­
rrido en México con sus últimas promociones de poetas: Pa­
labra nueva. Dos décadas de poesía en México (1 9 8 1 ), de
Sandro Cohén; Poetas de una generación (1940-1949) (1981),
de Jorge González de León, y Poetas de una generación
1959) (1988), de Evodio Escalante. Tal convención es un mar­
co nómada en muchos sentidos; si bien le otorga al crítico una
parcela provisional para delimitar su universo, las correspon­
dencias y divergencias de un determinado grupo gene­

17
racional trascienden ese mareaje. ¿Por qué seguir entonces
insistiendo en que las generaciones de la poesía mexicana se
establecen cada diez años?
Last but notleast, aparece el derecho de réplica. Casi siempre
expresado como una reacción reivindicatoría, constituye otro
móvil para emprender un ejercicio antológico. En la calca del
modelo contestatario de la antología de Manuel Maples Arce
con miras a la hoy histórica de Jorge Cuesta, apareció en su
momento La sirena en el espejo. Antología de nueva poesía mexi­
cana (1972-1989) (1 9 9 0 ), a cargo de José María Espinasa,
Víctor Manuel Mendiola y Manuel Ulacia, como respuesta
implícita a la publicada por Escalante.
Con la Asamblea de poetas jóvenes de México (1980), de Ga­
briel Zaid, reconocimos la utilidad de apoyarse en un sistema
o método para abordar, hasta donde alcanza su rigor científi­
co, un campo de estudio como el de la poesía mexicana. La
publicación de ese libro, hace ya 22 años, nos reveló el fenó­
meno de la explosión demográfica de poetas jóvenes en nues­
tro país, producto de la “prosperidad cultural” de la década de
los setenta. Su autor no se propuso apostar desde la crítica por
los nueve poetas que, según su preceptiva antolométrica, ad­
mite como máximo cada década; estaba más en sus planes el
reconocimiento de un paisaje que la distinción de éste o
aquel poeta como el sobresaliente del grupo, de tal o cual
tendencia poética destacable por hegemónica. El propio Zaid
advierte que la “dispersión multitudinaria” de poetas jóvenes
no brindaba las condiciones mínimas para pretender una se­
lección más estricta.
Cuando nos propusimos realizar El manantial latente, reco­
nocimos la imposibilidad de repetir el modelo de la asamblea
zaidiana. Al poco tiempo de sondear la zona de estudio, re­
paramos que el universo de autores de poemas era inmenso;
la “prosperidad cultural” de los últimos años había generado
un crecimiento geométrico de escritores, editoriales, revistas,

18
presentaciones, ferias de libros, premios, becas y demás apoyos.
La “realidad” de nuestro estudio, si bien se presentaba como ex­
tensa y (¿por qué no?) desaforada, daba lugar a una “irrealidad”
poblada de poetas de ocasión que saltan al ruedo con textos
sobre decepciones amorosas, crisis existenciales o sentimien­
tos ecuménicos. Tampoco era posible emprender una antolo­
gía con un máximo de 15 autores, si se entiende que esta
promoción de poetas está construyendo apenas una obra en
la que intuimos posibilidades, rumbos; asimismo, no obser­
vamos ningún tipo de radicalidad en los discursos de estos
poetas — a la manera de los “nuevos” peruanos— 1 para esta­
blecer un corte, un antes y un después en la poesía mexicana.
Si la asamblea y la antología no eran posibles, ¿de qué for­
ma, dentro de qué sistema o dinámica podíamos reunir la poe­
sía mexicana escrita por las generaciones más recientes? Ante
tal disyuntiva, decidimos optar por el formato de la muestra,
del panorama. Después de separar la “realidad” de la “irreali­
dad”, quedamos con un universo de casi 400 poetas nacidos
entre 1965 y 1978; la mayoría con libro publicado, cierto ofi­
cio reconocible en sus poemas y grandes probabilidades de
seguir bregando. Después de leer y releer a estos autores fui­
mos destacando algunas propuestas — las que más nos de­
cían, las que m ejor se decían— hasta quedarnos con 38
autores. ¿Teníamos ya un horizonte? ¿Acaso mostraban estos
novísimos, en una disposición horizontal, el ahora de la poe­
sía mexicana? ¿Nuestro índice incluía los diferentes tipos
poéticos que se están escribiendo actualmente? Éstas y otras
preguntas nos acompañaron a lo largo del proceso de El ma­
nantial latente. Desde luego que nuestras respuestas fueron
afirmativas y han venido a parar en su constitución, pero una
antología o muestra “jamás abolirá el azar”; tal vez lo perturbe
con ese afán de “futuridad comparable”, acuñado por Julio
Ortega en una temprana compilación de poetas latinoame­
ricanos del siglo xxi.2
Conviene señalar que la presente no es, ni por asomo, la
primera avanzada a esta térra incógnita de la poesía mexicana.
Reconocemos antecedentes valiosos en el trabajo colectivo
Casa en el horizonte. Poesía mexicana (1981-1996),3 a cargo de
Malva Flores, Gustavo Jiménez Aguirre y Rodolfo Mata, y en
los mapas críticos de Jorge Fernández Granados.4 De los ante­
riores nos llamó la atención el tino con que parten el dique de­
cimal como deriva exocrítica para delimitar generaciones.
También fue muy valioso hacer resaltar que, como lo vis­
lumbraba Zaid en su Asamblea..., los polos de escritura poéti­
ca son, en este momento, muy diversos.5 Efectivamente, la
hegemonía centralista se ha cuestionado — imposible cance­
larla— sin dejar de manifestarse como notoria referencia;
además de Guadalajara y Monterrey, que desde finales de los
setenta daban noticia de su gradual notoriedad, en ciudades
como Xalapa, Mérida, Ciudad Juárez, Aguascalientes, Tijuana,
Mexicali, Saltillo o Culiacán, la poesía que se está escribiendo
se produce con alto rigor crítico, lejos de cualquier condes­
cendencia. Además, la vida cultural de estas urbes participa,
dentro de sus escalas y posibilidades, del ejercicio reflexivo.
De pronto aparecen revistas y editoriales, secciones y suple­
mentos de cultura, encuentros y seminarios, donde hace un
par de décadas eran impensables.
Las reflexiones de Fernández Granados nos interesaron
desde un principio porque, en coincidencia con él, vemos en
la lectura de una tradición dinámicas ininterrumpidas entre
pasado y presente. Los nuevos poetas actualizan el pasado,
en tanto que los poetas de la retaguardia inmediata o lejana,
ponen al día a los poetas del ahora. Ésta es una de las coorde­
nadas que más nos atrae, como objetivo, para explicar la
muestra. ¿Cómo se lee la poesía mexicana desde su extremo
presente — estos 38 poetas— pasando por múltiples genera­
ciones hasta llegar, tal vez, a Nezahualcóyotl?
Además de su participación en Casa en el horizonte, Gusta­

20
vo Jiménez Aguirre ha dilucidado sobre esta materia en otros
trabajos, de algún modo añadidos a un texto matriz, donde
establece ciertas convergencias entre los novísimos mexica­
nos y las generaciones anteriores. Su radiografía apunta que
“tanto el prestigio de los contrastados dispositivos de enun­
ciación de Gerardo Deniz y Efraín Bartolomé, como la sin­
taxis y la discursividad extrapoéticas que David Huerta y
Coral Bracho incorporan a su poesía — pero también la efica­
cia a veces reiterativa de Francisco Hernández al trabajar con
referentes literarios y culturales— y la resemantización de los
elementos fonéticos y rítmicos de Eduardo Milán, orientan la
polifonía lírica de la poesía actual de México”.6
Para cerrar este apartado, comentamos la existencia de una
vasta bibliografía que acoge, en el formato de compilación, a
la nueva promoción poética del país. Localizamos las
Íogíajs] deletras y dramaturgia que año con año edita el fonca
como avance de proyecto de la beca Jóvenes Creadores. En
las últimas siete emisiones, el número de becarios en el área
de poesía ha oscilado de entre un máximo de 12 y un míni­
mo de 8. Sin lugar a dudas, la consulta de estos volúmenes
constituyó una de las principales fuentes de definición para
nuestro trabajo, así como las tres ediciones de Poetas de Tie­
rra Adentro (1991, 1994 y 1997), recopilaciones que, no obs­
tante su falta de rigor selectivo, revelaban un vasto y comple­
jo horizonte de escrituras. El mismo comentario resume
Creación joven (1979-1999). Poesía (1999), que reunió a 34
poetas jóvenes de casi todos los estados de la República
Mexicana. Algunas antologías estatales y regionales nos per­
mitieron reconocer otras voces que suelen ocultar la inercia y
los sobreentendidos centralistas. Libros como El mar es un de­
sierto. Poetas de la frontera norte (1950-1970) (1999), de Mar-
garito Cuéllar, es ejemplar por su rigor y su capacidad de re­
unir un índice de poetas difíciles de leer en otro libro o por
separado; la interacción de esas voces, sus rasgos comunes,

21
particularidades, gustos e intereses poéticos están definiendo
“un aparte” en la poesía mexicana — no hablamos de autono­
mía en su acepción política, sino en cuanto a creación de un
referente al que se reconoce como específico, que se sabe dis­
tinto al del centro. Otros trabajos de perfiles semejantes son:
Tiro al blanco. Poesía última de Guadalajara (1998), de Jorge
Orendáin, Felipe Ponce y Alejandro Zapa, y Árbol de muchos
pájaros. Antología de poetas chiapanecos del siglo (2000), a
cargo de Héctor Sumano Magadán, Marisa y Socorro Trejo
Sirvent.
En 1996 José Eduardo Serrato publicó 10 poetas jóvenes de
México,7 quizás uno de los primeros trabajos dedicado a los
poetas nacidos en la década de los sesenta. Desde entonces
han aparecido otros autores y libros; algunas óperas primas
escritas por estos novísimos se han reivindicado y lanzado
pronósticos sobre segundos títulos más acabados y menos
deudores de sus “afinidades electivas”, más personales en la
consecución de sus hallazgos e, incluso, de sus desaciertos.
La edición conmemorativa Poesía Joven. Veinticinco años de un
premio literario (el Nacional de Poesía Joven Elias Nandino)
(1999), de Eduardo Langagne y Juan Domingo Arguelles, da
testimonio del citado reposicionamiento.
En definitiva, el territorio de la poesía joven, si existe como
tal, lo determina su propia concreción física y cronológica,
siempre provisional y en constante mudanza. Conscientes de
ello, nos resignamos ante la inevitable caducidad de El ma­
nantial latente, al implacable y propincuo futuro que la go­
bierna.

Los poetas que abren el presente volumen comenzaron a pu­


blicar sus primeros libros a fines de la década de los ochenta.
Para situar mejor este contexto, conviene preguntamos qué

22
ocurría en México y en el mundo, cómo se presentaba el me­
dio cultural mexicano y quiénes eran los productores señeros
de su poesía. Dicho rastreo, inicial y panorámico, es la base
para una indagación más particular, y delata el estado de la
poesía mexicana en esos años. En esa dirección, es necesario
reconocer algunos mareajes. El debut editorial de los autores
de El manantial latente estuvo a cargo de Samuel Noyola, que
publicó a los 21 años su primer título, Nadar sabe mi llama,
en 1986. Entre los autores precoces, José Landa y Luis Vicen­
te de Aguinaga encabezan la lista; el primero publicó Tronco
abierto en 1993, a los 17 años, mientras que el segundo se
dio a conocer con Noctambulario en 1989, a los 18. En el otro
extremo, el de la reserva, José Homero esperó pacientemente
la edición de su primer libro de poemas, Sitio del verano, cum­
plidos los 33 años. En esta promoción existen poetas prolífi-
cos con más de cinco títulos en su bibliografía mas, como
contrapeso, los hay también parcos, cautelosos, que han pu­
blicado un solo volumen. Los de Pedro Guzmán y Hugo
García Manríquez son casos ilustrativos: son los únicos auto­
res de nuestro índice que no han publicado todavía un libro
de poemas. En una generación anterior, poetas “tardíos”
como José Luis Rivas o Efraín Bartolomé aparecieron con dos
obras fundamentales para la poesía mexicana de las últimas
décadas — Rivas tenía 32 años cuando publicó Tierra nativa
en 1982, la misma edad que Bartolomé al editarse Ojo de ja ­
guar, también en 1982.8
Ese año Vicente Quirarte dedicó un ensayo al estudio de
“líneas generales, constantes y coincidencias que existen en­
tre los poetas mexicanos nacidos entre los años 1950 y 1956”,
detectando, entre otros puntos, que la mayoría de los autores
asumía “la actividad poética como un efectivo medio de opo-
sicion’ ” 9 También concluía que para ellos “no existen mani-
fiestos ni declaraciones de principios, y el credo estético debe
ser buscado en los poemas mismos”.10 Los poetas de aquella

23
promoción, continúa Quirarte, tenían como rasgos comunes
haber estudiado carreras humanísticas; elegir la ciudad como
uno de sus “espacios esenciales”, escenario y sujeto poético;
acceder al canto a modo de intencionalidad discursiva; recu­
rrir al poema breve para lograr un artefacto de síntesis verbal
y rigor crítico; polarizar su escritura — “puristas” o “vita­
les”— desde distintos grados de aceptación, de credibilidad.
Seis años después que Quirarte, Evodio Escalante, en el pró­
logo de Poetas de una generación (1950-1959), escribe: “es difí­
cil, si no imposible, encontrar en estos poetas lo que podría
llamarse una actitud política ante la poesía (...) Podría decirse
acaso que los poetas recogidos en este libro integran una ge­
neración en la devastación, que posiblemente ha entendido
que la historia no es otra cosa que un callejón sin salida al que
ha sido conducida por otras generaciones alucinadas por las
ideologías y por firmes creencias en la salvación del destino
humano. Estos poetas han perdido esa credulidad”.11 Tanto
Quirarte como Escalante esbozan un retrato generacional que
registra los contados relevos y las numerosas bajas de quienes
figuraron en una primera sesión de modelaje. ¿Qué ha ocu­
rrido desde entonces? ¿Cambiaron los rumbos, las constan­
tes, las diferencias? ¿Cuáles libros y poemas trascendieron la
heroica primera edición y vuelven, 15 ó 20 años después, por
un segundo aire y una lectura nueva o, por lo menos, actuali­
zada?
Para los poetas de El manantial latente la década de los no­
venta fue, definitivamente, su momento de figuración y con­
figuración que, en los próximos años de este nuevo milenio,
habrán de distinguirse o difuminarse. Si, como se hubo apun­
tado, la pareja poesía-historia entró en una dinámica de des­
crédito (o apatía, en el peor de los casos), los nuevos poetas
la reafirman, a veces tocada por el nihilismo. Los estragos
económicos, históricos y filosóficos tras la caída del muro de
Berlín en 1989, junto a la debacle del socialismo en la Euro­

24
pa del este, fortalecieron una actitud que corre del escepticis­
mo a la impotencia. Este reacomodo se reduce a una negativa
casi unánime de que el poema reconvierte la realidad social.
Llama la atención que acontecimientos relevantes en la histo­
ria nacional — el fraude electoral cometido en las elecciones
presidenciales de 1988 y el brote de una nueva izquierda, el
levantamiento zapatista de 1994, la derrota del partido de Es­
tado en el 2000— no suscitara un replanteamiento. Es ver­
dad que los movimientos sociales no siempre estimulan,
como norma histórica, el surgimiento de una generación de
artistas y escritores. En el recuento, la Revolución Francesa no
dio poetas de mayor notoriedad; la Revolución Rusa propició
en su amanecer a la generación del Siglo de Plata — Anna
Ajmátova, Osip M andelstam, Boris Pasternak y Marina
Tsvietáieva, entre los más importantes— , pero más tarde la
castigaría con la censura, la cárcel, el exilio o la muerte; el
campo de la cultura nacional en los años veinte y treinta no
sólo le brindó aportaciones y laudatorios estéticos a la Revo­
lución Mexicana, sino apartamientos e interrogantes.12
La crítica de la poesía de los nuevos poetas se ofrece de
manera distante y distinta a la de sus antecesores; su incredu­
lidad puede leerse como réplica o fastidio. En rasgos genera­
les, sus poemas refieren la experiencia del poema mismo;
saben que el poema no los expresa como intención básica
porque, antes que otra cosa, el poema se enuncia a sí mismo.
De ahí que la mayoría de los autores de nuestro índice deno­
ten en sus muestras un escrupuloso rigor formal: cada quien,
en su grado y diferencia, realiza una actividad sistemática y
estructural de la escritura poética como su necesario punto
de partida. Sin embargo, son pocos los poetas que retoman y
practican la tradición de formas simétricas, el uso de metros
y de ritmos silábicos o acentuales, así como la utilización de
tropos que en los Siglos de Oro y hasta el modernismo fue­
ron moneda corriente. Si para la promoción de los cincuenta

25
la “poesía que canta” instituyó un eje de correspondencias,
como apuntaba Quirarte, para ésta es un raro ejemplar. Sus
poemas tienden más hacia la reflexión que a la exposición,
dicciones que abandonan la plaza pública para resonar desde
el teatro de cámara y que, por momentos, se vuelven monó­
logos intensos y sinuosos, pero en pianissimo; a veces, sienten
una atracción por los objetos y condición material, realizan­
do una exploración lírica minuciosa o monumental; se les
asume como entidad orgánica donde lo uno y lo diverso bus­
can su expresión mejor, por lo que cada poeta crea una valo­
ración relevante del lenguaje poético, al tiempo que reconoce
su potencialidad expresiva, pero también su insuficiencia. En
casi todos los autores, el poema se lee como una autonomía y
reconoce al poeta como una anécdota, ajeno a la voluntad del
yo lírico; en algunos, el poema es síntesis de influencias, tra­
diciones, correspondencias. Cruce de referencialidades, diá­
logo sostenido entre el pasado y el presente.
Bajo el fuego temerario de la generalidad, apreciamos que
los poetas de El manantial latente crecieron en la lectura de la
revista Vuelta y su catálogo editorial; de los volúmenes de El
poeta y su trabajo, publicados por Hugo Gola en la Universi­
dad Autónoma de Puebla; las colecciones Tierra Firme y Letras
Mexicanas del fce; los suplementos Sábado del Unomásuno, La
Jornada Semanal — en ese primer tiempo de Roger Bartra y
José María Espinasa— y El Semanario del ; los más
de 30 números de la revista Poesía y poética-, la revista y el fon­
do editorial Tierra Adentro en su nueva época, bajo la direc­
ción de Jorge Ruiz Dueñas; el Periódico de poesía, a cargo de
Marco Antonio Campos; los Márgenes de poesía insertados en
la revista Casa del Tiempo, cuando Víctor Hugo Piña Williams
era su editor. Las figuras hegemónicas vivas de la poesía en
México en los años de formación de los poetas de nuestro li­
bro eran Octavio Paz — Premio Nobel de Literatura 1990— ,
Alí Chumacera, Jaime Sabines, Rubén Bonifaz Ñuño, Eduar­

26
do Lizalde, Gerardo Deniz, José Emilio Pacheco, Elsa Cross,
Francisco Hernández y David Huerta. Desde ahí, esta genera­
ción comenzaría a situarse, a reconocer filiaciones y fobias, a
reinventar su tradición, a desmarcarse de tendencias domi­
nantes, a filtrar, poco o poco, un azoro de voces que con el
tiempo aportaría elementos significativos para entender la
poesía mexicana en los primeros años del siglo xxi.
Los poetas de esta muestra rondan entre los 37 y los 24
años. Un buen número de ellos pasó por facultades de letras
o realizó algún diplomado en literatura; algunos cuentan con
posgrados en esa área y se dedican a la enseñanza o a la in­
vestigación. Con magras excepciones, la mayoría viene de ca­
rreras humanísticas. En casi todos, su campo laboral está liga­
do al ámbito de la cultura y las artes: educación, promoción
cultural, medios masivos, espacios editoriales. Más de la mi­
tad habla, lee y escribe en otro idioma — el inglés ocupa el
primer lugar de preferencias, seguido del francés. Esta parti­
cularidad se refleja en las lecturas y traducciones realizadas,
de las que el primer apéndice y las fichas bibliográficas dan
noticia. Llama la atención que, en el marco de afinidades lite­
rarias, las obras escritas en el siglo xx ocupen un lugar pre­
ponderante en comparación con las de otros enclaves históri­
cos. Es obvio que estas constantes generacionales determinan
algo; la estadística entonces adquiere un sentido que se ex­
presa en las muestras poéticas de cada autor como confluen­
cias, no como realidades últimas. El tercer apartado de este
prólogo es, a fin de cuentas, el resultado de nuestras reflexio­
nes; en la combinatoria de “la tradición y el talento indivi­
dual” de cada uno de los 38 poetas aquí reunidos, propone­
mos situar el presente multiforme de la lírica mexicana.
***

En ánimos de advertir el estado de la lírica mexicana de hoy,


consideramos pertinente traer a cuento que la poesía, como
una región de la polivalencia escritural moderna y posmo­
derna, ha generado un dilema irresoluble — y muy posible­
mente bizantino— de distinción genérica, desde Charles Bau-
delaire13 hasta nuestros días. Tras sus ampliaciones formales
en Pequeños poemas en prosa o las indagatorias espaciales de
Stéphane Mallarmé en Un golpe de dados, el poema reciente
parece cifrar su condición única, pero de ardua parcela, en el
carácter numénico y concentrado de su decir; ello si se con­
siente en que la mayor parte de la prosa narrativa simula
— ficcionaliza— lo real concreto, opera sobre su carácter feno­
ménico, gradual: la anécdota persiste, se gradúa, se (vuelve)
trama. De allí se deriva, con el riesgo de las generalizaciones,
que el poema salte de una plataforma imaginística, mientras
que el relato o la novela, de una imaginaria; en otras pala­
bras, la imagen, ya de las cosas y los seres, ya del lenguaje
mismo, preside el acto poético. Aun en la llamada “poesía de
la experiencia”, más cercana a la objetividad prosaica, la ima­
gen brinda profundidad y relieve a la mimesis de su discurso,
provoca el efecto de lo que Bertold Brecht denominó como
“distanciamiento”: en este caso, la imagen irrumpe para re­
cordarle al lector que el poema no transmite la inmediatez de
la experiencia, sino la compleja y decantada reelaboración de lo
atestiguado.
La métrica y la rima, por otro lado, dejaron de ser aspectos
definitorios de la expresión poética contemporánea. Si bien
estos soportes ya no eran regla constitutiva para textos tan le­
janos entre sí como “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman,
o Elegías de Duino, de Rainer María Rilke, las vanguardias del
siglo pasado terminaron por traducirlos en manifestaciones
posibles del pulso poético. Tentativa de respiración personal,

28
el verso libre quiso deslindarse de fórmulas sonoras que au­
tomatizaran la dirección de lo expreso. Desde entonces, y
desplazando la composición formal dictada por el canon, el
ejercicio poético ha lanzado una convocatoria de palabra que
no exige ritmo promedio, sino la sístole y la diástole específi­
cas de cada poeta — el asma como productora de sentido en
los poemas de Gonzalo Rojas, por ejemplo. No es curioso,
por tanto, que cierta narrativa se haya apropiado de los perio­
dos métricos que la poesía obliteró para lograr que la música
fuera detonante y pauta de desarrollo de sus ideas, perspec­
tivas o lenguaje. Como prueba de ello tenemos la extraordi­
naria novela Corrección, del alemán Thomas Bernhardt; en
México, a dos notables escritores cuyos textos narrativos sue­
len fluir en metros tales como el heptasílabo, el octosílabo y el
endecasílabo: Femando del Paso (1935) y Daniel Sada (1953).
Ni qué decir de un par de prosas catalogadas como narrati­
vas, puntales de la literatura hispanoamericana vigésima,
donde impera el principio machadiano del “canto y cuento
[que] es la poesía”;14 invenciones de una narración sostenida
en recursos trópicos inherentes al canto (metáforas, compara­
ciones, aliteraciones, sinécdoques, anáforas, etcétera). Nos re­
ferimos a Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y a Paradiso, de José
Lezama Lima.
¿Hacia dónde, pues, habría de encaminarse el objeto líri­
co, despojado de sus rasgos distintivos previos? ¿Qué pecu­
liaridades tendría más allá de lograr una concentración epi-
fánica de la palabra? Dos imprescindibles de la literatura en
lengua inglesa, T.S. Eliot y Ezra Pound, establecieron algunos
parámetros que aún dirigen la conciencia poética de nuestra
era: la “poesía crítica”,15 bautizada así por el autor de Tierra
baldía, y la multirreferencialidad cultural — o “simultaneís-
mo”— en el de los Cantos.16 Ambos ampliaron el horizonte
estético del poema hasta volverlo una creación verbal históri­
ca e historicista, moralmente denotativa y connotativa, mar-

29
cada por el acopio analítico de una tradición literaria que in­
cluye tanto Occidente como Oriente. Por ello el grupo de
Contemporáneos — y más tarde Octavio Paz— , activos na­
cionales de este contexto universalista, emprendieron la tra­
ducción y el ensayo como contrapuntos de la escritura poéti­
ca, no como actividades ancilares; recuperaron o actualizaron
un canon soterrado de poesía mexicana durante la primera
mitad del siglo pasado (Efrén Rebolledo, Ramón López Velar-
de); introdujeron en México, casi al par de sus salidas edito­
riales en Europa, a los nuevos clásicos de la literatura occi­
dental de entonces (Juan Ramón Jiménez y la Generación del
27, André Bretón, Benedetto Croce, André Gide, James Joyce,
Saint-John Perse, Marcel Proust, Paul Valéry, Eliot y Pound
mismos). José Gorostiza (Muerte sin fin), Jorge Cuesta (“Canto
a un dios mineral”), Xavier Villaurrutia (Nostalgia de la muer­
te) y, prácticamente, todo el conjunto lírico de Octavio Paz
(¿Águila o sol?, “Piedra de sol”, Blanco o El mono gramático, en­
tre sus principales colecciones) harán evidente la sustancia
reflexiva del canto. Todos los poetas de las siguientes promo­
ciones tendrán presente en su escritura, atenuado o enfático,
dicho testamento. Para la horizontalidad de una palabra coti­
diana y combativa en Efraín Huerta, Jaime Sabines, la genera­
ción de La espiga amotinada, José Emilio Pacheco, o la verticali­
dad de una neobarroca en Gerardo Deniz, José Carlos Becerra,
David Huerta, Coral Bracho, Eduardo Milán, el poema es
camera lucida del verbo, flexión apasionada y reflexión rigu­
rosa del mundo hecho lenguaje. En paráfrasis de Paz, el solo
pensamiento de la poesía desemboca en una poesía del pen­
samiento.
De esta demarcación especial proceden, pues, las genera­
ciones de poetas que han sucedido a Contemporáneos y al
solista de Taller, Octavio Paz. El más amplio espectro de las
novísimas generaciones de poetas mexicanos no es la excep­
ción. De Jorge Fernández Granados a Hugo García Manrí-

30
quez, autores límite de esta muestra, el concepto de tradición
no implica de ningún modo heredad vocal o retórica, sino
continuidad crítica, tarea general de formación y reformación
de lecturas y prácticas del poema. Justamente, este hecho ha
permitido que su toma de posiciones frente a la palabra poé­
tica varíe con ubicación y velocidad impredecibles: del fiel
aprendizaje a la dramática suplencia del maestro por parte
del alumno; de la navegación por la escritura como seguro
azar, en términos de Pedro Salinas, a la menos programática
de las aventuras; de primeros libros en tierra a posteriores de
expedición; incluso, de la apertura a la cautela, del margen al
centro, de la toma abierta al corte epitelial, de lo estridente a
lo tácito, sin otro interés que la integridad de una poética,
definida en el instante de su planeación crítica y ejecución
textual. En ese sentido, advertimos con el propio Fernández
Granados que “sería absurdo negar que la variedad real im­
plícita en la voz de cada autor es inclasificable (...) además de
que se trata en todos los casos de obras en progreso, las cua­
les, según evoluciones futuras, pueden emigrar en cualquier
momento de su hipotético sitio...”17 La (in)filtración histórica
de una obra, definida aun por lo diverso, permite un minucio­
so examen de constantes gracias al estudio de su organicidad.
Tal sería el caso de Vida de un hombre, de Guiseppe Ungaretti,
o La realidad y el deseo, de Luis Cemuda.
Consideramos entonces que los libros y poemas selectos
de los 38 poetas aquí contenidos exigen una mirada de hon­
da sincronía, una ubicación que, ya tentativa o definitiva,
tienda vasos comunicantes, construya tipologías diferenciales;
cuando menos, una serie de gradaciones para esta pléyade,
sólo unida por su conciencia de crear textualidades y moviliza­
ciones autorreflexivas de lenguaje, y no re-presentaciones de
un rapto intelectual, en donde la idea se privilegia sobre sus
modos de expresión, o emocional, en donde la pasión por la
anécdota releva a la palabra y a su cogitare en su calidad de

31
esencias de lo lírico. Así, previo a la muestra poética de los
autores, queremos dejar advertidos cinco estratos de discurso
en que confluyen estas voces, presentados en estricta jerar­
quía numérica: experiencial, metalingüístico, imaginístico,
adánico e inefable.

1. Estrato experiencial

Previo a la discusión del primer rubro tipológico, vale la pena


advertir que éste constituye, sin lugar a dudas, el más polé­
mico de cuantos componen la serie de caracterizaciones que
hemos propuesto. Baste señalar que sus márgenes pueden ir
de una completa estrechez a incalculables alcances. Estrechez,
porque una faz estática de la historia de la literatura ha san­
cionado como definitivos e intemporales los rasgos de aque­
lla “poesía de la experiencia” española;18 desde hace más de
cuatro décadas, su establishment, ausente de reformas periódi­
cas, no ha reparado en la vencida fecha de caducidad que ex­
hibe. Con todo, sus gastados lenguajes teóricos y prácticos
no cesan de tener celosos oficiantes entre las juventudes de
aquel país.
Por otra parte, juzgamos virgen su perímetro — “Every
poem is a poem of circumstances”, según Eliot. Pese a ello,
tra apuesta por alocuciones diferentes de lo experiencial co­
rre el riesgo de ser arbitraria porque, si no inexistentes, son
pocas las intenciones de resemantizarlo como una óptica o
abordaje más de diversas manifestaciones poéticas, y no
como fijo sistema o temperatura escritural. En espera de acti­
vos interlocutores, hemos aventurado respuestas a la pregun­
ta ¿qué debe entenderse hoy por “poesía de la experiencia”?,
de acuerdo con los intereses del segundo estrato. Ella exige,
más allá de su acusada parcialización y de nuestros anhelos,
taxonomías alternas, ampliaciones a su todavía escaso mar­

32
gen de acción. Decimos “todavía” porque, para infortunio
nuestro, los críticos y poetas hispanoamericanos en general
no han finiquitado lugares comunes de la poesía de la expe­
riencia como la confesionalidad, la moralidad; y los menos,
aquellos toman distancia de sus connotaciones más usuales,
de su lugar y marco de origen, utilizan dicho término para
referirse a un transmisor lírico-referencial.
En efecto: el estrato experiencial construye o reconstruye
en el poema una (serie de) vivencia(s) que, por íntima(s) y
hasta cierto punto, apela(n) al sector intelectual o afectivo de
una comunidad de lectores.19 Sin embargo, la poesía cuyo
objetivo es comunicar una experiencia no siempre emana de
lo afectivo o se inserta en él. Dos muestras podrían ser las lla­
madas “poesía pura” y “poesía del pensamiento”, que en resu­
midas cuentas comunican una vivencia de carácter intelectual,
más allá de un riguroso ejercicio imaginativo — Roberto
juarroz en el conjunto de su Poesía vertical, Wallace Stevens
en Hamonium, Paul Valéry en El cementerio marino; los mexi­
canos Alí Chumacero en Palabras en reposo y Xavier Villau-
rrutia en Nostalgia de la muerte— , o de una reflexión con
tintes filosóficos —Juan Ramón Jiménez en Dios deseado y
deseante, Femando Pessoa (y sus heterónimos) en Mensaje, El
guardador de rebaños o “Tabaquería”; desde estos rumbos, José
Gorostiza en Muerte sinfín, Tomás Segovia en Anagnórisis y
algunas obras de poetas cercanas o pertenecientes a la gene­
ración de medio siglo: Guadalupe Amor, Rosario Castellanos,
Dolores Castro, Margarita Michelena, Enriqueta Ochoa, Mar­
garita Paz Paredes. El poema de la experiencia intelectiva, en
el mismo nivel de intensidad, intimidad y hasta de distancia
irónica que el de la afectiva, se encuentra ligado a la dilucida­
ción de conceptos abstractos y racionales.20
Luis Vicente de Aguinaga (en La cercanía), Luigi Amara, Jor­
ge Fernández Granados (en Los hábitos de la ceniza), Samuel
Noyola (en sus poemas recientes), Mónica Nepote (en Trazos

33
de lanoche herida) y María Rivera componen este primer
subestrato.
En el poema de la experiencia afectiva el punto de apoyo
es proporcionado por una emoción extralingüística o extrain­
telectual, ubicada en escenarios vitales; Sus conceptos son
concretos y, en el mejor sentido de la palabra, sentimentales.
La aparente narratividad u oralidad que permea su discurso
proviene del deseo de comunicar con la mayor sencillez y efi­
cacia posibles; motivos para enfatizar, salvo un par de excep­
ciones, un ánimo antisolemne en la expresión, cuyo para­
digma en lengua española son los Poemas y antipoemas, de
Nicanor Parra. Pero el mensaje y conceptos de esta poesía
experiencial entrañan complejas operaciones racionales, cu­
yos resultados se despejan y engarzan en el poema a partir de
un transparente concierto afectivo entre anécdota, pensa­
miento y expresión estética como ocurre en lengua inglesa
con W H. Auden y su emblemático “Musée des Beaux Artes”
o la generación Beat, especialmente con Alien Ginsberg en
Aullido; y, en nuestro país, con un extenso listado que reúne,
entre muchos otros, a Alejandro Aura en Volver a casa, Rubén
Bonifaz Ñuño en El manto y la corona y Fuego de pobres, Mar­
co Antonio Campos en Los adioses del forastero, Ricardo Casti­
llo desde El pobrecito señor X,Francisc
para nadie, Antonio Deltoro con Los días descalzos, Jorge
Hernández Campos en El Presidente, Efraín Huerta y Los hom­
bres del alba, Renato Leduc con Breve glosa al Libro de buen
amor, Eduardo Lizalde en El tigre en la casa, Fabio Morábito y
De lunes todo el año, Salvador Novo desde Espejo, José Emilio
Pacheco en No me preguntes cómo pasa el tiempo, Jaime Reyes
desde Isla de raíz amarga, insomne raíz, o Jaime Sabines con
Tarumba y Algo sobre la muerte del mayor Sabines.
Los integrantes de este segundo y último subestrato son
Rubén Chávez Ruiz Esparza (en Versus alia), Julián Herbert,
José Luis Justes Amador, José Landa, Ofelia Pérez Sepúlveda,

34
José Eugenio Sánchez, Óscar Santos, Juan Pablo Vasconcelos
y Enzia Verduchi.

2. Estrato metalingftístico

No es gratuito que el segundo grupo más numeroso de auto­


res y obras de El manantial latente se tenga en esta zona: el de
la exploración del lenguaje como mensaje, código, emisor e,
incluso, receptor de la escritura poética — language poetry
(poesía del lenguaje) para los Estados Unidos. Para los inclui­
dos en este estrato, no sólo era fundamental una lectura críti­
ca de la poesía para soportar la afinidad del texto con su
momento histórico y literario, sino que dicho andamiaje
deviniera arquitectura, que la estructura se volviese detalle y
construcción.
De tal modo, en su genealogía conversan un pasado me­
diato, dominado por Mallarmé (Un golpe...), Eliot, Pound, Vi­
cente Huidobro ( ltazorA,) César Vallejo (Trilce), Oliverio
Girondo (En la masmédula) u Octavio Paz, y uno inmediato, ha­
bitado por José Lezama Lima, su dispersado ejército neoba-
rroco o “neobarroso”21 y el concretismo brasileño de los años
cincuenta del siglo pasado. Estas dos últimas tendencias
grupales de la poesía latinoamericana fueron las encargadas
de recuperar — y ahora legar— de los primeramente mencio­
nados las otras locuciones de la página en blanco, la flexibili­
dad y descomposición gramaticales o sintácticas, intertextua-
lidades, pero añadieron a sus arqueologías y actualizaciones
el uso, la adaptación y la violentación de pautas científicas,
filosóficas, ensayísticas o visuales (Gerardo Deniz, Grosso
modo; Rodolfo Hinostroza, Contra natura; Juan Luis Martínez,
La nueva novela; Raúl Zurita, Purgatorio); la creación espacio-
temporal de un verso o versículo con relación al despliegue y
repliegue de un determinado campo de palabras, e ideas — el

35
rizoma de Deleuze y Guattari— (Coral Bracho, el destello
líquido; Arturo Carrera, Arturo y yo; David Huerta, Incurable;
José Kozer, Bajo este cien); acumulaciones léxicas y retóricas
que denuncian o replantean el valor agregado de lo dicho/es-
crito como mercancía formal y sensorial — la evidencia del
vacío en Góngora desde “la platería aljofarada”22 de sus
sonetos, la saturación de las cadenas semánticas en sus Sole­
dades— (Carlos Germán Belli, ¡Oh hada cibernética!; Paulo
Leminski, Catatau; Néstor Perlongher, Alambres); el grado
cero del discurso aliterado como generador de sentido (Eduar­
do Espina, La caza nupcial; Eduardo Milán, Errar; Víctor Hugo
Pifia Williams, Transverbación), o la contemplación del poema
como un objeto puramente material, escenario de una pala­
bra visual donde el caligrama de Apollinaire es sustituido por
la concretud y economía de medios del ideograma — el poe­
ma-constelación de Mallarmé pasa a ser una “galaxia” sígnica
y significativa— (Haroldo y Augusto de Campos, Décio Pig-
natari o dos peculiares acercamientos en lengua española: Es­
tación, estaciones, de Eduardo Milán, y Clima, de Andrés
Sánchez Robayna).23
Los poetas que parten de esta praxis metalingüística son:
Luis Vicente de Aguinaga (en Piedras hundidas en la piedra y
El agua circular, el Juego), Gabriel Bernal Granados, Rocío Ce­
rón, Femando Cornejo, Luis Felipe Fabre, Hugo García Man-
ríquez, Pedro Guzmán, José Homero, León Plascencia Ñol (en
Enjambres), Alejandro Tarrab, Daniel Téllez y Felipe Vázquez.

3. Estrato imaginístico

Para la poesía, el concepto de imago — semejanza, retrato, co­


pia— es tan caro como el de ritmo. Imagen y ritmo, animación
y respiración, producen la materia poética, estableciéndola. Si
para Ferdinand de Saussure el signo lingüístico encierra un

36
binomio indisoluble, integrado por el significante (imagen
acústica) y el significado (imagen mental), el “signo poético”,
por así llamarlo y concebirlo, incluiría tanto al ritmo (toman­
do el papel de la imagen acústica) como a la imagen (sustitu­
yendo a la mental). Factor de unión entre todas las gamas
que enumeran y han definido en su evolución histórica a la
poesía — del Poema de Gilgamesh y el Cantar de los cantares a
los poemas que configuran El manantial latente— , la imagen
“sugiere la idea de representación sensible de un objeto o de
una persona”,24 y puede expresar conceptos de contenido y
valor lógicos, o intuiciones con un significado preponderan-
temente emotivo.
Pero en la poesía de este tercer estrato se cumple lo que
Octavio Paz señala a continuación: “Con la imagen (...) la
distancia entre la palabra y la cosa se acorta o desaparece del
todo: el nombre y lo nombrado son ya lo mismo”. Y agrega:
“[Se produce] algo que es indecible e inexplicable excepto
por sí mismo. De nuevo: el sentido de la imagen es la imagen
misma”.25 Es decir, se pondera el avalúo de lo imaginístico
sobre el de otros elementos de composición: para decirse, la
imagen se asume como su propio intermediario; en dado caso,
los componentes de los dos estratos anteriores, por ejemplo,
constituyen su propiedad — ambos se traducirían en una ex­
periencia de la imagen y una metaimagen o, como escribiera
Lezama Lima, esferaimagen.
Aunque esta línea poética está emparentada con la meta-
lingüística, en el sentido de que el lenguaje define las transac­
ciones verbales y objetuales al interior y exterior del poema,
la metalingüística nace directamente de una crisis historio-
gráfica: el dibujo de las posibilidades de la palabra es, asimis­
mo, el de sus carencias; las convulsiones sociales, económicas
y políticas determinan y modifican, de forma hereditaria y
epocal, la estructura corporal de la palabra. Para la poesía
imaginística, en cambio, acaso la gramática y la sintaxis pro­
veen los límites del lenguaje: quienes la escriben miran aún
en la palabra inéditas posibilidades de apre(he)nder el mun­
do. La imagen no sólo suscita relaciones sensuales o sensoria­
les, sino relaciones cognoscitivas ad infinitum entre las cosas,
su testimonio y su testigo — el poeta, el lector.
Lezama Lima sistematizó estos postulados en libros de críti­
ca (Laexpresión americana, Tratados en La Habana) y de poesía
(Enemigo rumor, La fijeza, Dador, Fragmentos a su imán) y es
reconocido, con entera justicia, como el actor más consciente
— y consistente— de una lírica de la imagen en el siglo xx.
Como apunta Guillermo Sucre, la intención unitaria en los
textos del cubano es “encontrar las coordenadas entre lo ima­
ginario y lo necesario (‘entre su absurdo y su gravitación’),
entre el súbito de la imagen y la extensión que ella despliega.
Esas coordenadas se inscriben, a su vez, en un movimiento
más amplio con el cual Lezama define el acto poético: toda
realidad poética desencadena una reacción de irrealidad que,
por su parte, quiere encamar en aquella realidad”.26
Desde esta voluntad re-creadora, el poema imaginístico ha
sido cultivado por poetas de la hora vanguardista en Hispa­
noamérica como Pablo Neruda (Tentativa del hombre infinito,
Residencia en la tierra) y Emilio Adolfo Westphalen (Bajo zar­
pas de la quimera);p or franceses como Yves Bonnefoy (Del
movimiento y de la inmovilidad de Douve) y René Char (El des­
nudo perdido, La palabra en archipiélago); por mexicanos de
generaciones pasadas como Homero Aridjis (Antes del reino,
Mirándola dormir), José Carlos Becerra (Relación de los hechos),
Rubén Bonifaz Ñuño (Siete de espadas, El ala del tigre), Gui­
llermo Fernández (Visitaciones, La palabra a solas), Francisco
Hernández (Mar de fondo, Moneda de tres caras), David Huer­
ta (El jardín de la luz, Cuaderno de noviembre), Marco Antonio
Montes de Oca (Delante de la luz cantan los pájaros), Manuel
Ponce (Ciclo de vírgenes, Elegías y teofanías) o Raúl Garduño
(Poemas), y de los emergentes: Rubén Chávez Ruiz Esparza

38
(en Los sagrados afectos), Jorge Fernández Granados (en El
cristal), Valerie Mejer, Samuel Noyola (en Tequila con calave­
ra), Jorge Ortega, Víctor Ortiz Partida, César Silva Márquez y
Sergio Valero.

4. Estrato adánico

“En el Nuevo Mundo, la servidumbre de la musa de la histo­


ria ha producido una literatura del reproche y de la desespe­
ración (...) Dado que esta literatura se halla al servicio de la
verdad histórica, se desluce hasta tomarse polémica o se dilu­
ye en el patetismo. La estética auténticamente dura del Nuevo
Mundo ni explica la historia ni la redime. Se niega a recono­
cerla como fuerza creadora o culpable (...) Los grandes poe­
tas del Nuevo Mundo, desde Whitman a Neruda, rechazan
esta visión de la historia. Su concepción del hombre en el
Nuevo Mundo es adánica”.27
Abrimos con un párrafo de Derek Walcott no sólo porque
vemos en él las justificaciones del cuarto estrato, su declara­
ción de principios — un ars poética inferida— , sino argumen­
tos lúcidos a favor de un espacio y tiempo tocados por la “ma­
gia menor” del lenguaje poético, y en contra del prestigio de
su aquí y ahora. En honor a la verdad, cierta poesía del siglo
pasado nunca buscó el apoyo de una historia orgánica, com­
puesta de secuencias y consecuencias, sino justificarse en un
momento histórico preciso; que éste respondiera a sus expec­
tativas de interpretación o diálogo — pensamos en el Miguel
Hernández de Viento del pueblo, en el Neruda de Canto gene­
ral, en el Vallejo de España, aparta de mí este cáliz', en Ernesto
Cardenal, Roque Dalton o, lejos de América, Yevgueni
Yevtushenko y Pier Paolo Passolini. Hoy en día, la situación
no ha variado mucho, salvo que el espíritu social que movía
esos textos mudó en lo accesorio y desechable. Dicha capita­

39
lización extrema de la inmediatez, de lo presente en tiempo
presente, es fundamental para una literatura vinculada al fu­
ror posmodemo.28
El caribeño denuncia la desvinculación del poeta america­
no con su entorno natural o cultural, la pérdida irresponsable
del mito. Pero no le basta al poema adánico actualizar los
mitemas — o unidades de sentido mítico, según Claude Lévi-
Strauss— occidentales, hacer que su tránsito al instante de la
escritura/lectura “se produzca sin temblor alguno”:29 debe
encarnarlos a priorí como sus valores significativos, textuale
y contextúales.
Así, esta poesía se propone nombrar y celebrar lo dado (na­
tura) — la obra de los griegos Odysseas Elytis, Yorgos Seferis,
Iannis Ritsos, y de los poetas de la “negritud”, en especial
Aimé Césaire; Moradas imposibles, de María Baranda; El ojo del
jaguar, de Efraín Bartolomé; Canto malabar, de Elsa Cross;
Trópico absoluto, de Eugenio Montejo; Hora de junio, de Carlos
Pellicer; Anábasis, Saint-John Perse; Tierra nativa, de José Luis
Rivas; Adán y Eva, de Jaime Sabines; Las poesías, de Georges
Schehadé, u Omeros, del propio Walcott— pero también lo
producido (cultura), sin que abandone su intención de pro­
mover un verbo al30 — El cardo en la voz, de Jorge
orign
Esquinca; Muerte de un naturalista, de Seamus Heaney; Me­
moria de los hospitales de ultramar, de Alvaro Mutis, o las Odas
elementales, Nuevas odas elementales y el Tercer libro de odas,
de Neruda. Retomando una idea de Eduardo Milán, la poesía
que busca celebrar el mundo con plena conciencia de su de­
vastación ecológica, no sigue más la máxima “El mundo está
bien hecho”, de Jorge Guillén, sino la corregida y aumentada
“El mundo de la poesía está bien hecho”. Para las poéticas
que documenta este segundo matiz, sólo el artificio puede
restituir la gracia perdida de una naturaleza en peligro de ex­
tinción e imprimirle un brillo de pureza estética al inventario
cultural.

40
En el estrato adánico se perfilan las voces de Sergio Briceño
González, Jesús Ramón Ibarra, Mónica Nepote (en Islario),
Alejandro Tarrab y Julio Trujillo.

5. Estrato inefable

Si la divisa del cuarto estrato es la elocuencia, la de éste es el


silencio; cuando menos, en paráfrasis de Paul Celan, una ten­
dencia a enmudecer. Su árbol genealógico abarca desde los
místicos árabes, el Maestro Eckhart, pasando por San Juan de
la Cruz, hasta poetas del siglo xx como el mismo Celan,
André du Bouchet y José Ángel Valente. Pero postulamos el
epíteto “inefable” y no “místico” por una sencilla razón: la
práctica de la poesía y la prosa del misticismo estaba aliada,
en términos generales, a una férrea disciplina vital31 cuyo ob­
jetivo — la “vía unitiva”— es el encuentro con Dios; desde
aquella fusión y confusión de cuerpo y espíritu, la escritura
funciona como el único vehículo capaz de rendir testimonio
sobre tal encuentro. En resumen, aquí el texto es urgencia de
impresión, lo que de ningún modo niega el peso expresivo: la
prueba se halla en la realización personal del “un no sé que
quedan balbuciendo” por los nuevos poetas de lo inefable.
Para ellos, así como para la triada anterior, la palabra revela
— desoculta— una realidad que subyace al fondo de la super­
ficie, su “música callada”. Su tensión no es suscitada, como
en el “Cántico espiritual”, de San Juan, por un referente in
absentia — Dios, el Amado— , sino por una insuficiencia ele­
mental del lenguaje para referir con precisión y exactitud las
averiguaciones o descubrimientos de un primer estado — es­
tado en bruto— de la materia poética; de ahí el balbuceo, la
cortedad discursiva, el acusado encriptamiento, el tanteo de
la palabra o su caída libre por la página, la preeminencia de
sus blancos.

41
Valente, con gran acierto y diferenciándola de la mística,
denomina esta experiencia como “abisal”,32 más cercana a
una minería que a la contemplación, donde el descenso a la
esencia verbal también es descenso a su presencia genuina.
Empero, tanto la inmersión como la salida a superficie son
parte funcional y constitutiva del texto inefable: “La palabra
poética ha de ser ante todo percibida no en la mediación del
sentido, sino en la inmediatez de su repentina aparición. Poe­
ma querría decir así lugar de la fulgurante aparición de la pa­
labra”.33
¿En qué radica la “inefabilidad” del poema? ¿Proferir la pa­
labra no es, acaso, cancelar toda posibilidad de silencio? Para
los autores del quinto estrato, la escritura fortalece lo tácito,
en tanto que un vacío generador de sentido permite y media
la creación.34 Si la poesía de Celan guarda un silencio moral
ante el grito de la barbarie moderna y la sangrienta imposi­
ción de los lenguajes de poder; si la lengua — en este caso la
alemana— es un sujeto histórico que precisa deconstruccio­
nes y pronuncia extrañamientos, la poesía y la lengua de Du
Bouchet y Valente son el territorio de súbitas revelaciones, es­
cépticas del subjetivismo de la experiencia, en donde el yo le­
vanta una palabra-reflejo unidireccional. “Escribo lo más lejos
posible de mí”, afirma el francés en su poema “Meteoro”.35
Un punto en común entre los poetas de lo inefable es, sin
duda, la orientación religiosa de sus textos — “religiosa” en
estricto apego a su etimología: religar. Todos ellos se dirigen a
un tú como ausencia o toma de distancia de un yo incontes­
table pero, sobre todo, por una voluntad por congregar lo
otro — Dios, su semejante, él mismo— en esa segunda perso­
na gramatical. Así, Celan observa que “El poema quiere ir ha­
cia algo Otro, necesita ese Otro, necesita un interlocutor. Se
lo busca, se lo asigna (...) Cada cosa, cada hombre es para el
poema que mantiene el nimbo hacia ese Otro una forma de
ese Otro”.36 Ejemplos de esta veta en América Latina y Méxi­

42
co son Rafael Cadenas (Memorial, Amante, Gestiones), Luis Al­
berto Crespo (Resolana), Elsa Cross (Urracas), Jorge Esquinca
(Ucello), Juan Gelman (Carta abierta, Comentarios, Citas),
Gloria Gervitz (Migraciones), Gabriel Magaña (La nada en bru­
to, Jasaduras, Apoyado en su tiempo de oscuridad), Myriam
Moscona (Negro marfil), Concha Urquiza (El corazón preso),
Blanca Varela (Canto villano) y Héctor Viel Temperley (Crawl,
Hospital británico).
Los poetas que integran el quinto y último estrato son Do­
lores Dorantes, Rosalva García Coral y León Plascencia Ñol
(en La frágil insistencia).

Notas

1 Leónidas Cevallos Mesones (ed.), Los nuevos. Lima: Edito­


rial Universitaria, 1967. Con este libro se exhibió el retrato
generacional de poetas como Antonio Cisneros, Rodolfo
Hinostroza, Carlos Henderson y Mirko Lauer. El antolo-
gador reconoció que en estos poetas se estaba forjando
una revisión, inusitada y aguda, de la poesía peruana. En
más de un sentido, los años le darían la razón a Cevallos
Mesones, puesto que su pronóstico apelaba a escrituras
que pronto vendrían bajo el nombre de Canto ceremonial
contra un oso hormiguero (1968), de Cisneros, y Contra­
natura (1971), de Hinostroza. La poesía escrita en el Perú,
efectivamente, no fue la misma tras la aparición de ambos
libros.
2 Julio Ortega (ed.), Antología de la poesía latinoamericana del
siglo xxi. El tumo y la transición. México: Siglo XXI Editores,
1997, p. 11. Dice el crítico en el prólogo de este volumen:
“Este libro pretende leer ese porvenir. A través de la poesía
de un grupo representativo de poetas menores de 40 años,
esta muestra quiere documentar la escritura donde el futu­

43
ro se está ahora mismo haciendo. Pero no por el mero pru­
rito de anticipar los movimientos de cambio, y ni siquiera
por empatia con la opciones innovadoras; sino por la ne­
cesidad de habitar, aquí y ahora, ese tiempo que nos ade­
lanta, que hacemos nuestro en la lectura” (ibidem). No está
por demás añadir a lo dicho por Ortega que el presente de
una tradición, al tiem po que proyecta ese m añana,
redefine el pasado. En los poetas jó v en es queda la
modelación de una nueva dinámica entre el pasado y el
presente de cada tradición; el resultado de esta nueva rea­
lidad incentiva a una avanzada sigilosa sobre los días que
aún no han llegado. Como apunte que quizás interese a
más de un lector, el crítico peruano seleccionó a los siguien­
tes poetas mexicanos: María Baranda, Ana Belén López,
Jorge Fernández G ranados, Jorge H ernández, Ju lio
Hubard, Ernesto Lumbreras, Josué Ramírez y Juan Arman­
do Rojas Joo.
3 Llama tristemente la atención el que ninguna editorial se
haya interesado en publicarlo. Empero, en la tumultuosa
Internet se localiza la página de este panorama: www.arts-
history.mx/horizonte. El trabajo está fechado en 1996, y
congrega a poetas nacidos entre 1959 y 1971. El índice lo
conforman, en estricto orden alfabético, Salvador Alanís,
Luis Vicente de Aguinaga, Luigi Amara, Aurelio Asiain,
María Baranda, Baudelio Camarillo, Alfonso DAquino, Javier
España, Jorge Fernández Granados, Luis Ignacio Helguera,
Tedi López Mills, Ernesto Lumbreras, Sergio Negrete,
Samuel Noyola, José Joaquín Pérez Tejada, Roberto Rico,
Sergio Valero y Eduardo Vázquez Martín.
4 Nos referimos a dos brillantes artículos que funcionan
como bitácoras o mapas, útiles para emprender un recorri­
do menos caótico entre una infinidad de libros y de auto­
res. El primero fue publicado en el suplemento 2,
dentro de la desaparecida revista Viceversa, núm. 55, di­

44
ciembre de 1997. El segundo se publicó en la revista Uni­
versidad de México, núms. 5 7 6 -5 7 7 , enero-febrero de
1999, con el título “Poesía mexicana de fin de siglo: para
una calibración de puntos cardinales”. En este trabajo, su
autor lee a los poetas estudiados a través de un cuadrante
de intencionalidades o actitudes frente a la escritura. Gro-
sso modo, asigna un rumbo discursivo a cada eje — Norte:
Cultivadores de la imagen; Oeste: Constructores de len­
guaje; Sur: Poesía referencial o de la experiencia; y Este:
Minimalismo o poesía del intelecto. En este cuadrante
también aparecen “subregiones”, necesarias para entender
la particularidad de ciertas escrituras que comparten o
entrecruzan dos intencionalidades. Los poetas estudiados en
este artículo nacieron después de 1960; la lectura del mis­
mo está integrada, de norte a sur, de oeste a oeste, por las
escrituras de Francisco Magaña, María Baranda, Roxana El-
vridge-Thomas, Ernesto Lumbreras, Javier España, Dan
Russek, Malva Flores, Luis Vicente de Aguinaga, Aurelio
Asiain, Ana Belén López, Julio Trujillo, Roberto Rico, Eduar­
do Vázquez Martín, Josué Ramírez, Cuauhtémoc Arista,
Julio Hubard, Sergio Cordero, Félix Suárez, Luis Ignacio
Helguera, Carlos Ávila, Rocío González, Claudia Hernán­
dez de Valle Arizpe y Juan Carlos Bautista.
5 Al respecto, preguntémonos si esta realidad ha tenido o
está teniendo sentido y causa sobre el presente poético.
Pensemos, por ejemplo, que la mayoría de los poetas jóve­
nes agrupados en el primer apartado de Poesía en movi­
miento, nacidos en algún estado del país, residían o hacían
su vida en la capital: Homero Aridjis, de Michoacán; Jaime
Labastida, de Sinaloa; Juan Bañuelos, Óscar Oliva y Eraclio
Zepeda, de Chiapas; Francisco Cervantes, de Querétaro;
José Carlos Becerra, de Tabasco; Sergio Mondragón, de
Morelos; Gabriel Zaid e Isabel Fraire, de Nuevo León. No­
sotros suponemos que sí, que se está redefiniendo sutil-

45
nueva dinámica entre el centro y los estados de la repúbli­
ca, sobre todo en lo que concierne a la validación o reco­
nocimiento de cánones y discursos prestigiados. El centro
está dejando de dictar la norma, el sí y el no, e incluso las
escrituras modales.
6 Agustín Cadena y Gustavo Jiménez Aguirre (selección y
notas), Generación del 2000. La literatura mexicana hacia el
tercer milenio. Poesía, narrativa, ensayo (José Agustín, prólo­
go). México: feta, 2000, p. 20. Como anécdota, reparamos
que esta cita había aparecido ya, textualmente, en un artí­
culo del mismo autor publicado en la revista Tierra Aden­
tro, núm. 100, octubre-noviembre de 1999, pp. 74-81,
bajo el título “Tendencias en la poesía emergente de Méxi­
co. Un nuevo panorama cada día”. En la muestra de poesía
de Generación del 2000, preparada por Jiménez Aguirre,
observamos, no obstante la complejidad y dispersión del
universo, una lectura limitada a los circuitos prestigiados
de publicación de la poesía joven. A diferencia de Casa en
el horizonte, percibimos que a esta labor, con sus aciertos
irrebatibles, la delata una premura editorial. Por lo mismo,
el panorama se lee como una señalización de poetas y poe­
mas, mas no como un todo orgánico, amén de que el con­
traste de calidad entre las muestras es evidente. El índice
de autores, nacidos entre 1969 y 1979, lo integran Arman­
do Alanís Pulido, Diego Bonilla, Julio Trujillo, Sergio
Valero, Mónica Nepote, Luis Vicente de Aguinaga, Luigi
Amara, Julián Herbert, José de Jesús del Toro, Estrella del
Valle, Rocío Magallón Mariné, Andrés Ramírez, Avelino
Gómez Guzmán, Edgar Rincón Reza, César Silva Márquez,
Lourdes Rangel y Hernán Bravo Varela.
7 José Eduardo Serrato (presentación y selección), 10 poetas
jóvenes de México. México: Alpe Ediciones, 1996, 98 pp.
Los diez autores son Claudia Hernández de Valle Arizpe,
Ernesto Lumbreras, Josué Ramírez, Ana Aridjis, Ju lio

46
Hubard, Jorge Octavio Ocaranza, Celina García Garduño,
Silvia Eugenia Castillero, Roberto Rico y María Guadalupe
García. Su lectura, a seis años de haber aparecido, implica
un reacomodo inevitable de presencias y de ausencias; no
podría ser de otro modo. Publicar antologías o muestras de
poetas jóvenes es transitar por una realidad cambiante.
En honor a la exactitud, es preciso señalar que tanto Rivas
como Bartolomé publicaron dos títulos un año antes de la
aparición de ambos libros emblemáticos. Rivas había he­
cho editar ...fresca de risa en el Taller Martín Pescador, y
Bartolomé publicaba Vivir en la ciudad en la editorial La
rosa de los vientos. Sin embargo, tanto para el primero
como para el segundo, esta aclaración no cancela la excep-
cionalidad de una escritura atemperándose en sí misma,
ajena a las carreras y las prisas literarias.
“Filiación y continuidad de la poesía mexicana reciente”.
México: Punto de partida (Cuadernillo de taller y seminario
núm. 23), marzo de 1982, p. 11.
Ibidem.
Evodio Escalante, Poetas de una generación (1950-1959).
México: Premiá/uNAM, 1988, pp. 15-16.
En ese sentido, recuérdese la polémica nacionalista desata­
da en México en 1932, estudiada por Guillermo Sheridan
(selección, introducción, estudio preliminar y notas) en su
ya indispensable México en 1932: la polémica nacionalista.
México: fce, 1999, 506 pp. Mientras que “el grupo sin
grupo” pugnaba, a través de Jorge Cuesta, por brindarle
una dimensión universal a la creación literaria, escritores
como Ermilo Abreu Gómez y Héctor Pérez Martínez de­
fendían la creación de una literatura auténticamente nacio­
nal que expusiera las actitudes, los rasgos y valores de la
“identidad mexicana”.
“Es fundamental recordar que los poemas de El spleen de
París no se presentan como versos, forma artística estable­
cida, sino como prosa, en el formato de las noticias (...) En
el prefacio de El sple.cn de París, Baudelaire proclama que la
vie moderne requiere un nuevo lenguaje: ‘Una prosa poéti­
ca, musical sin ritmo y sin rima, lo suficientemente ágil
para adaptarse a los impulsos líricos del alma, las ondula­
ciones del ensueño, los saltos y sobresaltos de concien­
cia...’ ” Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el
aire. La experiencia de la modernidad (Andrea Morales Vidal,
traducción). México: Siglo XXI Editores, 1999, p. 147.
Antonio Machado, “De mi cartera”, en Antología poética (Jo a ­
quín Benito de Lucas, prólogo y notas). Madrid: Editorial
Edaf, 1979, p. 222.
“La época de la crítica es también la época de la poesía críti­
ca. Cuando digo de la poesía moderna que es extremada­
mente crítica quiero significar que el poeta contemporáneo,
si es algo más que un mero hacedor de versos amables, se
ve forzado a plantearse cuestiones tales como ¿para qué
sirve la poesía?, no simplemente: ¿qué es lo que voy a de­
cir?, sino más bien ¿cómo y a quién se lo voy a decir?” T.S.
Eliot, “Introducción” a Función de la poesía, función de la
crítica (Jaime Gil de Biedma, traducción), en Ensayos esco­
gidos (Pura López Colomé, selección y prólogo). México:
unam (Col. Poemas y Ensayos), 2000, p. 48.
Octavio Paz ofrece algunas de las características más impor­
tantes de la técnica simultaneísta, introducida por Pound a
la poesía en lengua inglesa, y entre cuyos destacados ejem­
plos se encuentra Tierra baldía, de Eliot: “supresión de
nexos y puentes, yuxtaposición de imágenes”, el cambio
de “las citas de las frases coloquiales por citas de textos li­
terarios, históricos y filosóficos en diferentes lenguas”. Lí­
neas abajo, Paz señala que “La grandeza de Pound (...)
consiste en la tentativa por reconquistar la tradición de la
Divina Comedia, es decir, la tradición central de Occidente.
Pound se propuso escribir el gran poema de una civiliza-
ción, pero (...) utilizando los procedimientos y hallazgos
de la poesía más moderna”. Octavio Paz, hijos del limo,
en La casa de la presencia. Poesía e historia. México: Círculo
de Lectores/FCE (Col. Letras Mexicanas), Obras completas,
1, 1999, pp. 444-445.
17 Jorge Fernández Granados, “Poesía mexicana de fin de si­
glo: para una calibración de puntos cardinales”, p. 7.
18 Fue Jaime Gil de Biedma (1 9 29-1990) quien realizó las
más concienzudas investigaciones y aplicaciones de los fun­
damentos teóricos de Robert Langbaum — y su The Poetry
of Experience— , como puede apreciarse en su obra poética
y, con énfasis especial, en los artículos y ensayos que com­
ponen El pie de la letra (1980). Sin embargo, el poeta adaptó
a tal grado los lineamientos de Langbaum para el campo
contextual de la historia, sociedad y literatura españolas
— y el suyo propio como figura intelectual pública— que
terminó por insularizar los valores universales intrínsecos
a una poesía como la “de la experiencia”.
19 “...el poema, lejos de construir un ejercicio teórico sobre
un presupuesto ideológico, debe mostrar la reproducción
de una experiencia. Ahora bien, esa experiencia puede no
ser real, sino ficticia, de manera que el autor se inventa tam­
bién una identidad que sobre el papel se asume como pro­
pia, aunque jamás el poeta debe olvidar la distancia que
media entre quien escribe y lo que escribe”. Carme Riera,
“Prólogo” a Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo.
Barcelona: Editorial Lumen, 1998, p. 9.
20 En sus “Notas sobre poesía”, Gorostiza no se refiere de ma­
nera explícita a la “experiencia” — antes parece traducirlo
como “unidad de emoción”— , pero podemos intuir que la
remite al lugar y a las condiciones que propone y dispone
el poema: “Me gusta pensar en la poesía (...) como en algo
que tuviese una existencia propia en el mundo exterior. De
este modo la contemplo a mis anchas fuera de m í...”, en

49
José Gorostiza, Poesía completa (Guillermo Sheridan, nota
y recopilación). México: fce (Col. Letras Mexicanas), 1996,
p. 22. Las cursivas son nuestras.
21 Para una cabal comprensión de los intereses y perspectivas
de la poesía neobarroca latinoamericana, remitimos al lector
a Roberto Echevarren, José Kozer y Jacobo Sefamí (selec­
ción y notas), M edusaño.Muestra de poesía latinoamericana.
México: fce (Col. Tierra Firme), 1996, 496 pp. En ella se
reúne, al respecto, un par de iluminadores prólogos firma­
dos por Echevarren y Perlongher.
22 José Lezama Lima, La expresión americana (Irlemar Chiam-
pi, edición). México: fce (Col. Tierra Firme), 2001, p. 81.
23 Para Haroldo de Campos, al poema concreto lo definen
“su despojamiento y (...) su voluntaria delimitación de me­
dios (se buscaba el poema como resultado anónimo colec­
tivo; la ‘desaparición elocutoria del yo’, al estilo de Mallar-
mé; las estructuras elementales, al estilo de Oswald [de
Andrade] y [Antón vori] Webern...” Haroldo de Campos,
De la razón antropofágica y otros ensayos (Rodolfo Mata, se­
lección, traducción y prólogo). México: Siglo XXI Edito­
res, 2000, p. 17. Asimismo, De Campos aclara que su pro­
pia obra “se aproxima al lenguaje verbal, pero no en un
sentido estricto, en un sentido cerrado. Se trata de lo ver­
bal que se asoma a otros lenguajes, de lo verbal con aper­
tura intersemiótica...”, postura que funciona como perfil
generalizado de la poética concreta. Ibidem, p. 225.
24 Demetrio Estébanez Calderón, Breve diccionario de términos
literarios. Madrid: Alianza Editorial (Col. Biblioteca Temá­
tica), 2000, p. 254.
25 Octavio Paz, “La imagen”, en El arco y la lira. México: fce

(Col. Lengua y Estudios Literarios), 1998, p. 112.


26 Guillermo Sucre, “Lezama Lima: el logos de la imaginación”,
en La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía hispano­
americana. México: fce (Col. Tierra Firme), 2001, p. 159.

50
27 Derek Walcott, “La musa de la historia”, en La voz del cre­
púsculo (Catalina Martínez Muñoz, traducción). Madrid:
Alianza Editorial (Col. Alianza Literaria), 2000, pp. 54-
55.
28 Su emblema, a últimas fechas y en nuestro país, es la “lite­
ratura basura”, cuyo protagonista es el narrador Guillermo
Fadanelli. No escapan a esta óptica, sin embargo, las políti­
cas que rigen el actual mercado editorial en Iberoamérica,
donde la producción y proyección en serie de narrativa jo ­
ven es directamente proporcional a su fugacidad.
29 Ibidem.
30 “...creo que la más reciente (la más moderna) escritura
poética, debe mostrar que está en posición de remitirse,
como las sensaciones, a la primera escritura de las cosas”.
Odysseas Elytis, Antes que nada la poesía, en Prosa. Seis ensa­
yos (Hugo Gutiérrez Vega, prólogo; Francisco Torres Cór-
dova, traducción). México: unam (Col. Poemas y Ensayos),
2001, p. 65.
31 Una de las más notables excepciones se encuentra en Miguel
de Molinos, importador de la corriente del “quietismo” en la
España de fines del siglo xvn. En su máxima obra, la Guía es­
piritual, insiste en que el conocimiento de Dios no exige ne­
cesariamente el sacrificio mental y corporal, sino, por un
lado, “meditación y discurso”; por otro, “pura fe y contem­
plación”, modalidad que Molinos privilegia. Cfr. Miguel de
Molinos, Guía espiritual 0- García Font, introducción). Bar­
celona: mra Ediciones (Col. Aurum), 1998,15 4 pp.
32 Cfr. con José Ángel Valente, “La experiencia abisal”. Méxi­
co: Letras libres, núm. 21, septiembre de 2000, pp. 44-48.
33 José Ángel Valente, “Como se pinta un dragón”, en Obra
poética 2. Material memoria (1977-1992). Madrid: Alianza
Editorial, 1999, p. 9.
34 “La poesía es visitación, irrupción; el poeta acogida: vacío
de sí (...) El poeta no escribe para llenar ese vacío: lo man­

51
tiene abierto escribiendo (vaciándose) (...) Descrea, por­
que cree en el vacío. Cree en el vacío porque lo abierto
crea. La fuente mana”. Hugo Mujica, Poéticas del vacío:
Orjeo, San Juan de la Cruz, Paul Celan, la utopía, el sueño y
la poesía. Madrid: Editorial Trotta (Col. La dicha de enmu­
decer), 2002, p. 79.
35 André du Bouchet, Portador de un libro en la montaña (Franc
Ducros, selección; Jorge Esquinca, traducción y nota).
Guadalajara: Cuadernos de filodecaballos (Serie poesía), 3,
2001, p. 15.
36 Paul Celan, “El meridiano”, en Obras completas (Carlos Or­
tega, prólogo; José Luis Reina Palazón, traducción). Ma­
drid: Editorial Trotta (Col. La dicha de enmudecer), 2000,
p. 506.

52
JORGE FERNÁNDEZ GRANADOS

(México, D.F., 31 de octubre de 1965)

Estudió música. Además de poeta es narrador, ensayista y tra­


ductor. En 1996 publicó un volumen de cuentos bajo el título
El cartógrafo, cnca , libro con el que obtuvo el Premio Nacional
de Cuento Irma Sabina Sepúlveda de 1993. Ha sido becario
del cme en 1988-89, del inba en 1991-1992 y del fonca -jc en
1992-93 y 1997-98. Actualmente es miembro del Sistema
Nacional de Creadores. Obtuvo el Premio Alfonso Reyes de
las Juventudes en 1989, el Premio Internacional de Poesía
Jaim e Sabines en 1995 y el Premio Nacional de Poesía
Aguascalientes en 2000. Ha traducido a Paul Valéry, Francis
Ponge, Lorand Gaspar, Robert Desnos e Ives Bonnefoy.

Libros: La música de las esferas, Ediciones Castillo, 1990.


El arcángel ebrio, unam , 1992. Resurrección, Aldus, 1995. El
cristal, Era, 2000. Los hábitos de la ceniza, Joaquín Mortiz,
2000.

ce: jfgranad@prodigy.net.mx

53
EL LIEN ZO

No puedo saber
cuánto hilo le faltará a mis manos
para terminar esta tela.
Creo que ha sido la blancura
su tenue vocación y su misterio.
La trama no es más profunda
que el inocente azar de su dibujo
y la solitaria fe que cifra el ritmo
de mis manos a la urdimbre.
Quizás esta tela es toda para el viento,
vela para un largo viaje en la inmensura
de un lento mar que llama, lejos.

54
LA P ER FU M IS T A

Urna de otras reliquias


ante la babilonia de cristal de los estantes
olisca el seco olor del palisandro, la resina
de estoraque (Venus)
o el aroma lunar de la alhucema.
En las alturas habitadas por el polvo
reconoce, con una orientación
de pájaro, los sitios
migratorios de los frascos.
El ámbar gris junto al pebete
y la sortija de durazno del almizcle,
el emoliente de la mirra, la cananga
siamesa que no conoce el frío, el cinamomo,
la perezosa goma del gálbano, el aura de la algalia
y la aromosa Quío de trementina.

Su anciano cuerpo de nao


navega los no muchos
metros cuadrados del negocio
en donde devanó una vida de vahos.
Humecta el heliotropo, el rayado
corazón del opopánax, fija el aceite
de lilas sumisas, glicinas, rododendros,
el inminente jazmín, lavándula, retama.
Líquidas querencias que sahúman
un instante el aire
como un destello íntimo
o un enigma en las narices de los legos.
Ella sonríe (ojos bilingües) satisfecha
del uso y del atisbo y del aviso
que su olfato le argumenta
en ámbar negro.

55
Reconoce a tiempo, como nadie,
cada temperamento
del planeta de las rosas o del dragón
de la gardenia.

(Algún día la busqué en su biblioteca de espíritus. Quería ha­


llar uno. Tuvo conmigo la paciencia de una pitonisa; revolvía
y probaba y negaba y volvía a probar. Dimos por fin con la
síntesis, la sintonía del perfume que mi memoria fijó años
atrás con la imagen de una muchacha en la playa a mediano­
che con los labios en un verso de Lorca: y el mar recordó
¡de pronto! los nombres de todos sus ahogados. Salí de ahí con un
frasquito. Ella tenía ese lugar de mí en un rincón de sus vitri­
nas.)

Cajas, etiquetas que


ella dictamina con el catálogo de un gusto
desconocidamente enciclopédico
mientras afina el pianoforte de
una armonía aromática.

Cálidamente sus muñecas


son un matraz
de enfrascados universos
que frota y airea para regocijar las aletas
de su nariz octogenaria.
Puede que existan tres centímetros de ciencia
en esa silla. Por lo menos
la esencial de los detalles.

56
NADIR

A dónde van las cosas que nos duelen,


las que vivimos así, calladamente,
contando nuestros pasos que se borran.
El muro, una ventana, la canción,
nada importante,
la misma calle, el mismo techo, la misma sombra.
A dónde van
cualquier tarde esas imágenes que aran
hasta el último rincón de lo que somos,
y queman y arden y no hablan.

Qué pobre es el dolor si lo inundan


de gavetas, filigranas o preguntas,
si lo explican.

No se curva
el dolor sobre su lámpara, no pasa
por el umbral de las palabras.
Es sedoso rumor bajo el candil del esqueleto,
cangrejo hambriento que se entierra
en la arena púrpura del alma.

Y a dónde va, igual, toda esa mancha


del dolor que empapa
la hierba, la herrumbre, las baldosas
y el breve riel de las miradas.
A dónde van las cosas
que traemos en un pozo, en la huella de los dedos,
los gritos del espanto y el amor y la tristeza
que nos curva. Sólo cosas
limitadas, nuestras, quietas

57
y casi ofrendas, irremediables,
viejas.

A dónde van entonces que nos duelen


como un crujido de brasas en la noche,
como un asombro de pájaros y rezos.
Una herida que pasa, invisible y súbita,
al otro lado de la carne.
O sólo duele la pobre, pobre maravilla
que se aleja en su viento de detalles,
el truco triste de su apenas, muda
y miserable, duele toda, todavía.

A dónde va la sombra de las cosas, el vaho


de la tibieza negra en el cristal
de la emoción bajo las cosas.
A dónde va el prodigio, ese ver
de pronto
el afilado fuego, la serpiente
a los pies de una diosa de madera.
Ese ver
que sólo es aire, rastro,
música de huellas.
Ese tocar de pronto
algo como una honda, honda grieta
debajo de este mundo.

los ojos

Me pesarán tus ojos


de aquí hasta la muerte.
La culpa ha sido mía:
yo no debí mirarlos.

58
Creo que cabe mi vida
en la esférica tristeza de tus ojos
que parecen de siempre estar mirando
tras la lluvia en el cristal de una ventana
otra lluvia, ya borrada. Otra lluvia.

Qué silenciosamente cabe un mundo en esos ojos


y me pregunto dónde terminan,
cuál es la orilla oscura del relámpago que guardan.
Qué antiguamente caen estrellas
al fondo de esos ojos,
qué justicia o qué barbarie o qué secreto
les dio tal vez la ingobernable luz del cielo.

Ahora que la noche será mi enorme casa


voy a llevar tus ojos oscuramente míos.
Con ellos, la luz será un recuerdo
íntimo y sencillo.

Quiero llegar a ellos sin peso, vaga forma


detenida un instante
en la amorosa memoria de su fuego,
sólo para hablar de ti,
para volver a estar en ti, contigo,
en esa última razón
de mí que son tus ojos.

Los hábitos de la ceniza

EXORCISMO CON MANZ ANA

Las estrellas. Su catástrofe de luz sobre los ojos. Zumbido fi­


nísimo del iris. Las estrellas. Nos borraremos del sueño de al­

59
’P

guien que muy lejos está a punto de despertar (tapiz de tri­


zas). Pero siempre queda un éxtasis oscuro, un fragmento del
ritual extinto donde nuestro ser tomó su forma. Recordarlo,
sucumbir a la fascinación de un probable entonces (vitral), de
un instante donde se presiente la fundación de nuestro signifi­
cado. Los ajenos. Sonámbulos entre los soliloquios que susten­
tan la certeza, somos seducidos por la turbulenta luz que se
refleja, por un signo que se borra sobre el vaho en el atardecer
lluvioso de una ventana, un recuerdo fugaz que corta el tiempo
como un tajo. Unción. La respuesta llega tarde, o antes, o bo­
rrosamente se aleja. No está en el centro. La imagen es, como
la estalactita, una sucesiva sal, un talismán que imanta el re­
cuerdo de otro centro imprescindible e indescifrable.

Sabíamos que este instante tendría que cumplirse alguna vez.


Una habitación llena de espejos donde la figura se ha roto en
irrestañables fragmentos. Los reflejos de su disolución se des­
plazan penosamente en la noche curva del mercurio. Pero
hay un instante, un ángulo desigual de ese universo (mi­
ríada), un movimiento oculto en el azar de los reojos donde
todo vuelve a ser la exacta figura del principio. La claridad de
ese instante es una fisura: el vértigo de los fragmentos fugiti­
vos. Despertamos. Ese instante permea ya el recuerdo desde
una imagen que ha sido separada de las otras porque las con­
tiene en su rápida cristalización (canal de nitro). Las estrellas.
Sabíamos entonces que este instante tendría que cumplirse al­
guna vez para que el alma fuera liberada. La genealogía de su
horror no está en esa imagen, está en el recuerdo que la hechi­
za desde su perdido centro y la vuelve un exquisito desconcier­
to. Basta una vez. Apenas el comienzo. Digamos el comienzo.

El cristal

60
JORGE FE R N Á N D EZ G R A N A D O S

Con un lenguaje que irradia un impulso gozoso, un deleitado


paladeo, Jorge Fernández Granados articula sus textos. Peque­
ños universos precisos. Piedras exactas. Por ellas atraviesa o
se desplaza la luz: un filón cenital que toca fondo, o un ses­
gado fulgor que abre espesuras entre las superficies (...) Cuan­
do Jorge Fernández Granados, uno de los mejores y más res­
petados poetas de su generación, conduce al lector a través
de El cristal, este libro de poemas en prosa innovador y pro­
fundo, no sólo lo enfrenta con una deslumbrante riqueza de
coherencia impecable, un festivo espejeo de eficaces sonori­
dades o una materia que genera y remueve el espesor de una
impresión de misterio, también lo arrastra a una experiencia
límite y lo coloca en el centro vivo de un testimonio conmo­
vedor.

Coral Bracho

61
1

JOSÉ H O M E R O

(Minatitlán, Veracruz, 2 de diciembre de 1965)

Reside en Xalapa desde hace más de 20 años, donde estudió


la carrera de letras. Poeta, ensayista, narrador, periodista,
editor y promotor cultural. Dirige la revista y la editorial
Graffiti. En 1991 apareció La construcción del amor. Efraín
Huerta, sus primeros años, feta. Como antologador preparó La
x en lafrente.Nueva narrativa mexicana, Graffiti, 1995. Próxi­
mamente la editorial Aldus pondrá en circulación su libro de
cuentos Verano en la ciudad. En 1989 obtuvo la Beca Home­
naje Efraín Huerta, otorgada por el cnca. Ha sido becario del
feca en 1991 y en 1999. Pertenece a la generación 1993-94 y
2000-01 del fonca-jc. Entre los poetas que ha traducido se
encuentran Edward Arlington Robinson, John Ashbery y James
Dickey.

Libros: Sitio del verano, uam, 1998. Vista envés de un cuer­


po, Universidad Veracruzana, 2000. La verdad de la poesía,
Durandarte, 2000.

ce: graffiti@avantel.net.rax

62
V O L V I E N D O A LA LÍRICA

Me asumo un poeta heredero del romanticismo, en tanto es a


partir de este periodo que el poeta comienza a mirar sobre su
oficio de un modo ajeno al de los preceptistas y retóricos pre­
cedentes. Comienza a tener problemas; es decir, a buscar cómo
conciliar su deseo con el mundo. O cómo el mundo es ese
deseo. Advierto al imperativo formal indisociable de una bus­
ca ontológica. Descubrir las limitaciones de las palabras es
descubrir que el mundo necesita ser dicho, creado otra vez.
Romanticismo será entonces la busca de una expresión pro­
pia: la forma extiende el contenido, no hay ideas sino formas.
A través de los simulacros, de las sombras, los destellos
(los reflejos) intento aprehender o mejor, atestiguar la inani­
dad de una conciencia, el seguimiento del pájaro cuando des­
aparece tras el aura de los laureles. Si la voz se convierte en
diversa y a menudo no sé quién habla, es porque el tiempo
no sabe cómo habla. Brodsky dijo que el Lenguaje es la mani­
festación del Tiempo. Para mí nada más gozoso que la sen­
sualidad, los encuentros furtivos, la felicidad como una se­
cuencia dimanada de una cinta o una canción adolescente. Y
en esa permanente resolana y perfumado — pero ya pestilen­
te— aire, la muerte cimiendo su sombra. Si mis poemas exal­
tan la dicha adolescente, presagian también el abismo de la
edad adulta, la impotencia del sedentarismo. En cierto modo
apuestan por una escritura nómada, mudable.
Mi poética dimana de esta obsesión por el presente, el ve­
rano y las fiestas. Esta es la situación del mito en la historia;
no de otra cosa hablan las antiguas historias: de adquirir una
personalidad a través de los juegos y los ritos, de acceder a la
Realidad plena mediante hierofanías. Ahora me ocupo de in­
sistir en la promiscuidad genérica. A menudo, incluso en mi
ensayística, hablo de mí, de lo que me sucede, porque no
creo que podamos separar el yo personal del yo de la escritu-

63
ra. Aun cuando como crítico escribo sobre el neobarroco, no
se me oculta la necesidad de volver al poema las emociones y
también de recusar tanta teoría y ese escamoteo referencial
vuelto tópico. El referente siempre será huidizo por más que
se indique, ¿para qué la complicación? Del mismo modo en
que los posmodemos reclamaron una narrativa con anécdota,
yo reclamo una poesía de las emociones. A condición que esta
poesía herede y prolongue el imperativo formal y recapitule
en la herencia de la vanguardia.
Todo arte equivale a mirar por vez primera, a sentir el abis­
mo de la existencia. Y a encontrar la vía adecuada, pues el
kistch amenaza con engullir, con apropiarse de las formas.
Toda forma se petrifica. De ahí la necesidad del cambio cons­
tante. Ningún arte será más intelectual que aquel que propo­
ne la liberación de los sentidos. Una experiencia sensual es
una experiencia formal. Es necesario que la vida esté en el
poema.
La emoción está en la trasmisión. No decir los efectos,
provocarlos. No convencer, contagiar. Que el lector perciba la
conmoción. El poeta debe ser un medio para que la ola de
pasión del invisible océano pase de un cuerpo a otro. Todo
sucede entre cuerpos pero no ocurre un contacto profundo
sino superficial. Teoría de los efectos como afecto.
Creo en la vida, la mayor engendradora de formas. No me
importa acuñar una jerga sino provocar en la imaginación de
un adolescente un deslumbramiento semejante al de un pai­
saje preñado de luces, de halógenos frutos tropicales. Como
el chisporroteo de los cohetes en la noche azul. Como las for­
maciones nubosas en las tardes de junio. O estas noches, tan
cálidas en que la piel se enciende como un lago bajo los re­
flectores de las estrellas y el impecable neón de la luna.

64
EL VIENTO BORRA SU HUELLA DE TODA SUPERFICIE
juega a cambiar tu rostro

para confundirte te entrega un mazo de cartas


con imágenes perfectamente nítidas de hace varios años
te invita
a su fiesta de disfraces
a condición que vistas de ti mismo
le encanta
soplar el fuego del hogar

lo aviva por momentos


de un manotazo lo ahoga

y las llamas que aleteaban contra el techo


se pierden en los oscuros pasadizos
que el viento subarrenda a la memoria

como murciélagos ahuyentados a escobazos

Sitio del verano

65
YOLA VI EMBELLECER
vi sus senos dilatarse como rayode luna en la seca calle
sus labios abrirse para verter fúnebre dulzura en los labios de Rubén

la vi alzar su dedo y señalamos con su alarido


llevaba un capote constelado de miradas
y sus notas trepidaban en nuestros cráneos
cuervos estrellándose contra los cristales

la tierra empapada de fresca sangre


esos senderos que conducen a una tumba
los niños que huían al mirarla

y aunque nos refugiamos en nuestros recuerdos

y conjuramos su presencia
con ensalmos y señales
su lengua penetró nuestros oídos

recorrió los túneles del cerebro

hueste de gusanos volviendo a su madriguera

y aunque corrimos
y aunque gritamos
a dónde iríamos
dónde podíamos ir

as
vi si ya no había gente como nosotros

Dormimos

dichosos de ser parte de esa tenia


PURGABA

Amanecer soñando el cuerpo ungido


las manos palpando la humedad de la entrepierna
el cuello y los pezones untuosos por la crema
que se aplica diligente con los dedos
mientras él y yo la contemplamos
unidos por el sexo separados por el aire

Perderla en el sueño y en la vida


compartirla con las sombras de dó procede
ser sombra en ese mundo de palabras
y ángulos sin cuerpo
llamarla en un grito que se ahonda
de la vida al sueño del sueño a la vida
perderla en un sitio y otro en uno y otro
perderla

salir en su busca hacia la calle


entrar en casas negras e inclinadas
andar por calles de cieno y de silencio
buscando la tapia/lápida, del muro
acariciando el aire remedando sus maneras
buceando su piel frotándose los huesos
conjurando su apariencia
enfrit en redomas voluptuosas
hueco estar en vida y sueño
habitante ya
del limbo

68
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Vista envés de un cuerpo


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70
JOSÉ H O M E R O

La oralidad atomizada que dice y elude, acercando la realidad


no a través de la mimesis, sino del distanciamiento: parece
que conocemos mejor las cosas a través de su silencio. Eso es
un gran logro, creo yo muy poco trabajado en la poesía mexi­
cana, ese logro diría yo feliz a lo Valéry, de entrevistar a los
objetos y a la naturaleza con una frescura increíble. Es decir,
apuesta a lo metafísico sin caer en la retórica traicioneramen­
te filosófica que tanto perjudica a la poesía. Me gustó mucho
también el uso del espacio, en una forma de totalidad hím-
nica que atomiza y sirve a la polifonía tanto como a una se­
mántica diversificada.

Eduardo Espina

71
JESÚS R A M Ó N I B A R R A

(Cuiiacán, Sinaloa, 29 de julio de 1965)

Estudió letras. Actualmente se desempeña como diseñador


gráfico, actor y coordinador de talleres. En 1999 obtuvo el
Premio Regional de Literatura Inés Arredondo y en 1997
el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura. Ha sido be­
cario del feca en 1997-98 y 2001-02. Ha traducido poemas
de Dylan Thomas, WH. Auden y Derek Walcott.

Libros: Paraíso disperso, difocur, 1991. Defensa del viento,


Toque de Poesía, 1994. Barcos para armar, feca, 1998.

ce: bolitaporfavor@hotmail.com

72
ARS P O ÉTICA

A Jesús Hidalgo

Usted no es culpable de estos desajustes


Ate un nudo marino en su corazón
y llévelo oculto en las manos
Compre un arco iris para su alma lluviosa
y otro para su cuarto de hotel
Remita cartas al vuelo de las hojas
y beba el vino de los atardeceres
Cante una y otra vez la melodía
que compusieron sus pasos
Escriba en la página del día
y lea en la página nocturna
la buena nueva de los solitarios
Tome al mundo de la mano
y acompáñelo en su soledad
como al mejor de los amigos
pero por favor:
no trate de enmendar ese giro de viento
No hay ángeles ni dioses
para empequeñecer estos abismos

73
EN LA INMENSA CALÉNDULA DE AGOSTO, donde los
bordes del mar y la niña avivan un relámpago en la playa, un
galeón de proa hendida, la palabra galeón escrita al viento, a
pierna ancha de niña sobre sus castillos.

En el velamen de esos pájaros que sonrojan el poniente, en


esa nube de pasaje augusto: gris sobre gris en la blanca hoja
de Dios. La sirena y su melodía: un mismo puente de donde
arroja piedras esta infancia.

EN EL FUTBOL SE RECOMPONE EL DÍA, mientras el verde


quema su aire de espadas en el bosque. Salimos al campo
que traza una procesión y entramos a la casaca como a la
vida del guerrero.

La estrategia es animar la melodía naciente del grillo en el


pasto, justo cuando la noche nos pise.

Si cantamos un gol, en algún lugar se perfila otro juego de


Dios contra los suyos.

MI PADRE NOS ENSEÑÓ A LEER CARTAS DE NAVEGA­


CIÓN EN TIERRA, a vivir en las avenidas como en las pági­
nas de un libro.

Animados por esa luz, capitaneamos la desolación en esquifes


de viento. ¿Pero quién bebió un primer trago de voluntad para
lanzarse a la cama y convocar espejismos y turbiones roncos?

Porque la vida es un buque inmolando la fe, aprendimos.


Así levamos la noche sobre los patios
como se levan anclas sobre la lumbre del infierno.

74
CO N TRA EL V ENA BLO

A Emma Campaña

No anima al pecho la dulce ingravidez del venablo. Prefiere


la briosa lluvia y su trenza de niña colmando la fuente. Pre­
fiere el tatuaje de la rosa al dardo súbito que áremete la lisura
y penetra el tambor, su pulso de serenísimo estanque.

Todo venablo es infiel, piensa la muchacha mientras toca el nom­


bre del otro, grabado en la fronda de un corazón que crece
encima de un mar que tiembla.

L ÁMP ARAS DE MANO

Leo en un libro de Alvaro Mutis la palabra Gaviero. Pienso en


los que doman nubes con fuste del corazón, en las canciones
que manaban de un burdel macerado, en Flor Estévez y su
sueño trunco en la claridad.

Camino en la lumbre de esa palabra y no me quemo. Cuando


pienso, lo hago desde la ceniza.

ii

Vivo en el mar, amparado en una esclusa que observa los fra­


gores de agua punzante. Desde aquí, armado con cascos de
bajel, entono el drama de ciclones turbios. Mi nombre, Billy
Budd, no lo recuerda nadie, salvo un cofre en sueño de car­
dumen, con un armonio que socava las especies del agua y
las joyas de una reina que no conoció el mar.

75
Extraño a la nativa que crece con la mañana y su aliento pul­
sado en una rama tierna de luz. Aquí también hay luz: sospe­
cho que asisto al nuevo nacimiento de mis alas.

Francisco Hernández guarda su esquife de niño en el baúl.


Enciende su lámpara a la hora de soñar con teatros, máscaras
y bosques devastados. Escribe una canción parecida a un lin­
ce, un poema parecido al venablo ciego de los delirios. Del
baúl salta su esquife: se deshace en un vuelo de palomas ver­
des que cruzan el cielo de la locura.

DOS APUNTES EN EL CEMENTERIO


DE HOLLY CROSS

Hablarás con encono de la muchacha que capitula tus viajes


en un cuaderno quebradizo. Verás en la ceniza de tu memo­
ria su faz centelleante: un dibujo en papel, hecho con la fir­
meza de un niño que se lía a su jardín original. Te dirán el
nombre de ella y pensarás en los que te precedieron: tinieblas
de un conjuro que despide al barco en su rada, y minuciosa
puebla esta bitácora de infortunios.

ii

Conocerás el cielo
y el turbión agreste que lo ciñe a tu barco

Conocerás la piel del cielo


animada lisura que doma nubes con música del aire

76
Conocerás el tambor del cielo
sonido tumultuoso medrando tu bonanza

Conocerás la mujer del cielo


anegada en la hondura de tu lecho fúnebre

Conocerás el amor del cielo


paloma que trae el mensaje del jazmín
y deposita en tu mano la plenitud
de una sola palabra

Barcos para armar

77
JESÚS RAM ÓN IBARRA

Ya desde el título de su libro, Jesús Ramón Ibarra sugiere dos


realidades poéticas: por una parte siempre incierta que en sí
la palabra barco encierra; por otra, esa materia acribillada de
destellos que es la infancia. Barcos para armar también es la
crónica de un viaje. La poesía de Ibarra elige el mar y sus pié­
lagos como punto de partida. Tal movimiento de meteoro, su
escritura se interna tierra adentro y azota una ciudad que, pa­
radójicamente, torna de nuevo habitable ya no por el apre­
mio de la reconstrucción como por la gracia de sus versos.
Poco ayuda la mano del hombre en estos trances. Se agradece
más su canto.

Juan Esmerio Navarro

78
S A M U EL NOYOLA

(Monterrey, Nuevo León, 8 de febrero de 1965)

Libros: Nadar sabe millama, Letras Nuevas, 1986. Tequil


calavera, Vuelta, 1993.

ce: samuelnoyol@hotmail.com
R E C O N O C I M I E N T O

Bajé hasta el fondo de mí,


el ser entregado al cero.
En el fondo un colibrí
gravitaba como el fuego.

Bajé hasta el fondo de mí,


a borrar mi nacimiento.
O crucé un puente de huesos
sobre el río de la sangre.

Fui hasta mí sin encontrarme.


El pensamiento era un arco,
disparé al abismo blanco,
oí que el mar balbuceaba.

Caí al lago del silencio,


laguna mental atónita.
Como el azogue del agua
el ser es una mirada.

OASI S

Centrífuga
¡córtala!
con un hacha de diamante
el eje
de la hélice en la dispersión.

Reúne

todo un siglo de viento

82
en una astilla de vidrio:
ojo que guiña en el desierto.

Tequila con calavera

L I T E R AL E S

Somos lo que soñamos:


el cráneo del anciano y el niño,
la bala perdida y el átomo
que zigzaguea como un ovni en la noche
de la Colonia Obrera.

Por ejemplo: ¿soy yo el que registra


estas sílabas redentoras
y ve el bolígrafo deslizarse entre renglones
y además ve las manos?

HOT E L MANAGUA

AGuillermo Meléndez

Escribo con un bolígrafo Bic que suelta una jugosa tinta


de solera italiana. Estoy en la habitación
94 donde muchas veces caí
con la borrachera desvelada a cuestas.
¿Sabes que es la penúltima y una esotérica suma
me ha detenido al dejarme en el 13:
funesta cifra para un ridículo epitafio?
Meditaba el suicidio con un botellazo de tequila
de manos de la mujer amada. Había cruzado la plaza
de San Femando con la mirada última de quien reconoce

83
en el martirio un signo de independencia.
Pensaba acabar aquí, donde desciframos en los Diálogos
de Pavese a la ginestra nunca florecida
tras el derrumbe de los Mitos. Donde discutimos aquella voz
del Nietzsche bailador sobre el abismo que sentencia
con el mismo mármol de Goethe: Uberhegen!
Vestido de negro dormí en el suelo de tu habitación
nicaragüense:
junto a la selva de Salomón y Pablo Antonio
(A esemuchacho / lo ha picado la tarántula!)
y Carlos Martínez Rivas. Rubén Darío encaguamado,
hincado besando el coño de la Diosa, o desamado: amados
nervios.
Derramando aguachirle con el bautizo del llanto.
El nombre dicho y aquel que fue traspapelado,
todo de acuerdo con el drama hasta que del espejo
escapó la mosca: con un periódico de noticias incestuosas,
asesinatos, hice un arma de repente. Los huesos
del Hotel Managua dormían enyesados por el temblor,
esperando en cualquier esquina la ruina. No soy
el filósofo chino que sueña ser mariposa, soy el poeta auto-
desterrado que en la memoria se funde con un bacanal
ranchero.

El poeta y su trabajo, 4
SAM U EL N O Y O L A

La voz poética de Samuel Noyola, desde Nadar sabe mi llama


y Tequila con calavera hasta sus últimos escritos dispersos, ha
ido mudándose sin pausa hasta desplegar un amplio abanico
de texturas, donde el solo rasgo que permanece y los une es
la inquietud por registrar el instante epifánico, como Stephen
Dedalus en el Retrato del artista adolescente, a través de la os­
cura certeza del recuerdo. Tal instante es, para Noyola, el si­
tio en que la súbita revelación se cristaliza a la luz de la
inteligencia sensible, la ilación y relación del imago mundi so­
bre el cuerpo del poema y del espíritu dionisiaco que lo anima.
JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ

(Guadalajara, Jalisco, 30 de junio de 1965)


i

Reside en Monterrey. Además de poeta dirige espectáculos


multidisciplinarios. En 1991 obtuvo el Premio Poesía Joven
de Monterrey y en 1997 se hizo acreedor del X Premio Inter­
nacional de Poesía de la Fundación Loewe a la joven crea­
ción. Ha sido becario del Centro de Escritores de Nuevo
León, del feca en 1997 y 1999 y del fonca-jc en 1997-98 y
1999-00.

Libros: Tentativa de un sax a media Praxis/Dosfilos,


1992. El azar es un padrote, Ana Fernández Editores, 1998.
Physical graffiti, Visor, 1998.

ce: novio2001@hotmail.com
POÉTICA

escribo lluvia
y más abajo la palabra
paraguas
y abajo de ésta
escribo tu rostro
y borro una avenida
donde pocos vehículos
circulan hasta tarde
agrego plato de sopa
y muchas botellas de vino

después no escribo nada


y paso horas con la mente en blanco

antes de cerrar el cuaderno


anoto rápidamente
tus pelos iluminados
en la luz de la mañana

87
MIS RE NT E RAS

aunque las tres son señoritas


la más joven tiene 62

no me pidieron referencias:
una dijo que me parecía
a cristo

espero no llegue el día


en que me pidan les arregle la puerta
el matamoscas la regadera

ya me imagino yo con una estilson entrando al baño


siendo testigo de una penosa tragedia:

una mujer con piel de trapo


y el cabello enjabonado diciendo:
vente chiquito
o si le tienes miedo al agua vamos a la alcoba
nada más pásame el bastón
sirve que me pegas con él

DE P RONTO NEW YORK SE QUEDÓ


SI N J OS E P H B RODS KY

a ana y al mostro

pasan las risotadas de un carro antiguo


un tipo tembloroso te ofrece lo que quieras
las prostitutas en abrigo se cubren del viento entre ellas
unos uniformados salen de un bar completamente ebrios
un vagabundo extiende la mano

88
al final de la calle se enciende la torreta
de una patrulla de policía que despacito vira a la derecha
una pareja sale del teatro
dos negros conversan
y en el aparador de enfrente
cuelgan silenciosas
un par de medias de seda
que parecen ser más imprescindibles que nosotros

Physical Graffiti

PI ES C AL I E NT E S CABEZA FRÍ A

chucho fino extremo hábil y caracolero


de los que ya no hay
corre hacia el banderín de comer
y orina
el colegiado le muestra la primera tarjeta del partido
chucho orina al árbitro
al árbitro suplente
al inspector autoridad
el botiquín
a los hinchas del santos
y el resto de la fanaticada lo vitorea
chucho chucho oe oe oe
el juez exige garantías
uno de los directivos del rival prueba los orines
y exige por fax que la fifa intervenga
rumora un caso de dopaje
los compañeros y el entrenador intentan calmai a chucho
y chucho orina a los abanderados
a los comentaristas fotógrafos aguador médico porristas
al psicólogo del equipo

89
las siete pelotas oficiales en el terreno no botan
ni a los tobillos
los ultras se desgañitan celebrando ese once que se atreve
y alegre inventa una cascada en los rincones
y amenaza con orinar la vitrina de trofeos
de la selección brasileña
y uruguaya y paraguaya también
qué noche

chucho fino extremo hábil y caracolero


de los que ya no habrá (por recomendación de concacaf)
con gafas oscuras como si hubiera volado un penal
y borracho como si lo hubiera metido
camina por el boulevard

MOVI E STAR

llegué a su puerta con mi caja de herramientas en la mano


y toqué
ella salió vestida en cáscaras de fruta
le dije que venía a reparar la cañería
se despellejó varias cascaritas y me dijo
por qué no empiezas con ésta
se avalanzó sobre mí
me besó mientras desabotonaba mi overol
me quitaba las botas
y las herramientas se regaban por todo el piso
me la chupó durante un rato
y luego en la estufa en la tina
en la mesa donde no permite que suban los codos
en el tapete en el garaje
en todas las posiciones por todos los orificios
y los jadeos los gritos fontanero ahh

90
mi movimiento y mi cadencia la enloquecían
sus ojos se desorbitaban blancamente
ella desfallecía entre orgasmos múltiples consecutivos
y el aroma la humedad los gemidos fontanero umm
los suspiros
se escuchaban a lo lejos
mientras crepitaba la chimenea
y poco a poco aparecían los créditos

AQUÍ EL SOL ES ALGO S ERI O


( COMO EL SOL DE MONT E R R E Y
DE AL F ONS O RE YE S )

la arquitectura es un caldo de res


y una zanahoria sobresale en el macroplato

la gente suda con una leve sonrisa


en la fábrica unos tacos de harina se desenvuelven
del aluminio
mañana temprano varios harán fila
y en la esquina guacharaca puntera antena parabólica
una mano como orden de gerente en el trasero
de una gorda
gafas oscuras solvente tostadas de la siberia
y otros opinan que deberían censurar sólo para mujeres
penalizar el aborto
no dar los impuestos al gobierno no aceptar el horario
de verano
correr al técnico bailar hasta caer
prohibir los avistamientos en la puerta del sol

mientras tanto
los magnates rasuran los cerros

91
chicas en bikini nos llenan la cajuela de cerveza
celso pina toca para nosotros
y según stella — hostess del partenón—
los soldados tardan 12 minutos en eyacular
los meseros tres en atenderte
y los millonarios en helicóptero
7 en cruzar la ciudad como spray sobre la barda

Antología de letras y dramaturgia 1999-2000


JOSÉ E U G E N I O S Á N C H E Z

La poesía de José Eugenio Sánchez transcurre, aparentemente,


en la negación del oficio lírico y de su capacidad de conmo­
ción; en otras palabras, Sánchez evita a sí mismo y al lector
una provincia alterna del sense sensibility (sentido y sen­
sibilidad). A través de una dinámica verbal donde la expre­
sión de la coloquialidad y la impresión de la inmediatez
corren, al parecer, en sentido contrario al sobrecogimiento y
la iluminación, los poemas desautorizan y desactivan sus
propios mecanismos de producción de sentido. Si el tegu­
mento pop es para Sánchez el punto de partida y la línea de
desarrollo, el organismo señala y denota su carácter efíme­
ro, sus deconstrucciones, su conversión hacia el final del
texto — creación personal que religa, que une.

93
0 V A L E R I E M E J E R

(México, D.F., 31 de mayo de 1966)

Estudió psicología. Además de poeta es artista plástica. En


1996 obtuvo el Premio Gerardo Diego de Soria, España. Ha
sido becaria del fonca -jc en los periodos 1997-98 y 2001-02.
Ha traducido a Charles Wright. Actualmente reside en San Mi­
guel de Allende, Guanajuato.

Libros: Deelefante a elefante, Excma. Diputación de Sor


1996. Ante el ojo del cíclope, feta, 1999.

ce: valerie@websma.com

94
LA F LECHA
(O PEQUEÑA SUMA DE A S P I R A C I O N E S )

Proponer una poética es para mí equivalente a proponer una


ética: se trata de proponer un conjunto de aspiraciones. Así
como en la ética existe una noción del bien que no siempre
se puede llevar a cabo en medio de los avatares del destino
humano, así en una propuesta poética existe una idea de lo
que es la belleza y la poesía no siempre posible de escribirse:
escribimos lo que podemos, decía Borges. Sin embargo pro­
ponerlo hace que el cerebro, el corazón, la memoria y la ma­
no se alineen como una flecha en esa dirección. Aun así
tratándose de un propósito es inevitable que esa flecha se
pierda en innumerables ocasiones, pero ¿por qué sería más
hermosa una flecha que siempre da en el blanco a la que vue­
la y se extravía?...
Para empezar con este conjunto de aspiraciones diría nue­
vamente aquello que Borges deseaba para los poetas futuros
(que son ya los poetas presentes): que la poesía tiene que con­
tar y cantar. Es decir, que sea posible que el lenguaje traduz­
ca una historia a la lengua de la poesía, donde lo contado ya
sea indivisible de las palabras con que se cuenta, y que esto
con todos los elementos fantásticos y melancólicos, con todas
las definiciones arbitrarias de las cosas de que se vale un poe­
ta, sea más cierto que el evento mismo mientras sucedía. En
ese sentido diría que no aspiro a decir la verdad sino a descu­
brirla mientras escribo. El tema o el punto de enfoque, si es
que existe, tiene visos teológicos, pero es en suma centrada
sobre lo privado de mi vida. Me asomo a las ciudades, a la re­
ligión, al clima, pero en realidad la columna vertebral es mi
infancia. Escribir para mí es un esfuerzo de nombrar esa
masa de imágenes y descubrir sus nombres propios, indivi­
sibles de esa historia concreta que es la historia de mis per­
cepciones. Esto lo he hecho (y aspiro a poder seguir hacién­

95
dolo) por medio de otros seres que, por decirlo de algún
modo, me sirvieron en la edificación de esta mitología. Aquí
aparecen la vaca, el cordero, el ángel, la señorita, el cíclope y
toda una serie de elementos fantásticos robados de sus mun­
dos originales para definir los límites siempre difusos del
mío. Aspiro a que estas asociaciones no sean convencionales
(¿qué poeta no aspira a esto?) y que una vez presentes hagan lo
propio y se desliguen del servicio de contar mi historia perso-'
nal. Esto que suena contradictorio y que sería imposible en
otro género es posible en la poesía y más aún: deseable.
Para lograr todo esto aspiro al poema largo, simplemente
porque la extensión es más propicia para crear una cosmo-
visión, aun cuando ella trate de ese mínimo espacio que fue
mi vida transcurrida en unas cuantas casas ahora desapareci­
das. Para una épica de los fantasmas de mi genealogía se ne­
cesitan muchas páginas. En ocasiones opto por la prosa, por
su posibilidad de hacer la realidad más densa, así como de li­
berar al poema de una musicalidad estricta y tal vez por su
similitud con un cuadro abstracto, donde todas sus partes va­
len lo mismo y contribuyen a un mismo impacto. Sin embar­
go, continuamente traiciono esta aspiración y escribo en verso
con todo su carácter figurativo y lineal, pero que permite cu­
brir otra aspiración: la de crear un universo verbal con una
lógica propia destinada a dejar que una o dos imágenes bri­
llen como un relámpago que necesita del contexto de la no­
che para hacer su célebre aparición. Aspiro entonces a aque­
llo que Pound definió como literatura: crear un lenguaje
cargado de significado. Y por último aspiro a que ese signifi­
cado suceda por medio de mis asociaciones y que en su curso
brille aquello que soy yo y no los otros y que sin embargo al
leerse tenga en sí mismo algo de los otros, donde éstos se
puedan reflejar (¿qué poeta no aspira a esto?). Es decir, aspiro
a que la flecha vuele y que aun en su extravío atine a algún
círculo concéntrico dibujado en el otro.

96
LA R E S U R R E C C I Ó N

La resurrección sucedió en octubre


en un país de aire finísimo
ante la proliferación de girasoles.

Los sepultureros encontraban aquí y allá cazos de miel,


fragmentos de alas y aureolas deslumbrantes.

Y mientras sometían todo a un riguroso examen


los hirió un enjambre de abejas
y olvidaron los números y ciertos propósitos oscuros.

Apareció en esos días una mujer


con el rostro dibujado por Leonardo
solicitando los restos de su hijo.

Los sepultureros le entregaron un féretro pequeño


que ella colocó debajo de su manto.

Dejó atrás asombro


(porque su carne era de rosas),
avanzó encorvada unos pasos
y al aflojar los goznes de la caja
saltó un corderito balando.

97
P ara Lucila

NO ES UN TROZO DE PAN. SON SUS OJOS. Y sin esos ojos


sería mucho más que un cordero, tal vez sería un aerolito, un
bosque o un espejo. Blanco sobre blanco es leche de virgen o
novia o nube o nieve. Su carne se fugó. Y sin esa carne sería
una sonata, la llama suspendida sobre la cabeza de un pesca­
dor o quizá la palabra niño en hebreo. Sin embargo son estos
sus ojos, este el marfil de su cuerpo y esta su carne de fuego.
Y hay un domingo más en la fábula del alimento.

LISIADA Y MARMÓREA VUELAS A LA VISTA de todos en


una mañana hindú. Desciendes entre rayos que develan foto­
grafías imposibles. Al mediodía hay una niña suspendida en
la punta de una vara, donde su caída es un espectáculo (foca
en un cementerio de focas). Vuelas porque peligra una flor en
la Vía Láctea, llevas miel en la lengua para alimentarla y su
sabor es una palabra concebida en las tinieblas para dar a luz
a la luz. Los espectadores gritan y tú bates las alas. Te agitas
inútilmente en esta jaula de estrellas contrarias.
Cae su cuerpo en la tarde de ese país. Todo es más alto.

Para Luis

Euridice rispondi!
Gluck

DESCENDISTE CON MI RETRATO A MANO. Llevabas una


linterna humilde para esta boca de lobo. Yo estaba perdida
buscando los restos de un naufragio: la copia del Niño de la
burbuja, un reloj de péndulo, las palabras de mi abuela muer­
ta, un secreter de ébano y el día en que aprendí a leer. Cosas

98
que yo llamaba tesoros por estar perdidas. Poco antes de que
el tigre se asomara te dio por cantar. Tu voz descendió pri­
vando a la señora muerte de llevarme. Parece que tu voz
desdibujó el infierno y que el tigre duerme.
No me veas: canta hasta que alumbre por completo.

Ante el ojo del cíclope

99
VALERIE MEJER

Para practicar con éxito una poesía de la sugerencia hay que


tener, sobre todo, un talante rápido y liviano. Ser atrevido y
desenfadado como sin darse cuenta. Un poco — o un mucho—
al estilo de Marco Antonio Montes de Oca, que posee una ju ­
ventud inmarchitable. Muy pocos poseen, aunque sean jóve­
nes, estas cualidades. Tengo la impresión de que podemos leer
con gusto De elefante a elefante, de Valerie Mejer, porque halla­
mos en sus poemas una mixtura de ligereza y de frescura. Sus
poemas echan mano de una sensualidad inventiva, es decir, de
una voluptuosidad verbal en donde podemos encontrar frases
como “un lunes Matilde reventó sus carnes espesas” o “Ella es
aire encerrado en una piel de trigo” (...) El poema nos transmi­
te el sentimiento de sinceridad y de gusto que conlleva la ex­
pectación del placer.

Víctor Manuel Mendiola

100
r FEL IPE V Á Z Q U EZ

(Teotihuacán, Estado de México, 14 de mayo de 1966)

Estudió letras. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía crea en


1987, el Premio Universitario de Poesía en 1988, el Premio de
Poesía Miguel N. Lira en 1991, el Premio de Ensayo del Centro
Toluqueño de Escritores en 1998 y el Premio Nacional de Poe­
sía Gilberto Owen en 1999. Ha sido becario del fonca-jc en los
periodos 1997-98 y 2000-01, así como del Centro de Escrito­
res Juan José Arreóla en el ciclo 1999-2000. En el ámbito de la
crítica literaria publicó Ensayos de literatura mexicana, Ayunta­
miento de Toluca, 1999. Cuenta, asimismo, con un volumen
de ficción, Vitrina del anticuario, feta , 1998, y otro de aforismos,
De apocrypha ratio, Ediciones Arlequín, 1997.

Libros: Tokonoma, jgh Editores, 1997. Signo a-signo, Edi­


ciones Sin Nombre/Difocur/FOECA, Sinaloa, 2002.

ce: felipevazquez@yahoo.com

101
PO ÉT IC A

Arde el naranjo donde el verbo


arder no significa. La serpiente
se anilla en tu silencio, me recluye
Dios en su oquedad sombría. Sé
árbol cuyo fruto diga río, navega
un muerto al filo de la savia. Cae
al fondo de su aroma la naranja
y aun el barro canta desde el ser
vacío. Un sol de qué nos ilumina,
sube al cielo y tira la escalera. Di
a naranja sabe la naranja, el agua
es agua en el cántaro del verso.
Z O Ó T R O P O

Y yedra de nombres, te he adivinado desde siempre y acaso


mueras sin saberme atado a tu silencio. Pues ya la textura de tu
piel y tus fábulas de fuego, ya tus ojos y tu voz en cada rapto de
placer han sido en otros días el espejo de mi ausencia.

El deseo, esa cobra de tiempo, ¿se muerde la cola: se anuda en


nuestra sangre y nos vuelve laberinto que no halla en sí mismo
su salida?

O tal vez soy ese jaguar que adivinara los pasos de una yegua sin
memoria. Y digamos que ella acaso lo ventea, acaso le atrae ese
aroma a barro de la muerte — mas a orillas de sí, huye, huyes de
ti misma.

El jaguar, sin embargo, ya palpita en las calladas vibraciones de


tu cuerpo, te acecha desde el murmullo indolente de tu sangre,
desde las márgenes febriles de tus sueños, y descifra los naufra­
gios de tu más oculta semejanza.

T OKONOMA
[ FUGA PARA F AGOT E X C L US O]
( F R A G ME NT O S )

SI UN MURO SE LEVANTA EN CADA ORILLA,


y aun el mismo
muro en la otra orilla se levanta
— dijiste— ,
entre muro y muro se abre el espacio que da cuerpo
a mi escritura:

103
“ME MIRA UNA CARACOLA DE CRISTAL incrustada en una
grieta.
Su claridad me ilumina
— dijiste—
y por su claridad yo ilumino el otro lado del muro y nada
miro sino la transparencia.”

Otra caracola hoy despierta ojo en la grieta del muro donde


escribo
y me mira y me abisma en su infinito hasta cruzar del otro
lado,
más allá de mí mismo, más allá de todo y aún más allá de
la nada y sin embargo
no hay otro lado,
detrás del muro no hay detrás, el muro tiene sólo una cara
y esa cara no es ya muro:

UN MURO COMO HACHAZO DE FUEGO amanece en medio


de mí pero anochezco
y desde el otro me hago señas y grito y no me oigo — y no
sé qué digo y no puedo cruzar el muro ni reunirme contigo.
El muro nos eclipsa.
Pero es invisible y no sabemos dónde se alza y nos tiene
amurallados.
Innombrable incluso y nos da nombre, y no podemos de­
rribarlo.
Y no hay salida, y aunque el muro sea una puerta, esa
puerta nos conduce al muro mismo, siempre al Muro.
El muro es ya nuestra salida:

Tokonoma
P AL I MP S E S T O
( F R A G ME NT O)

DOS

Si la música es yeso y menos yeso aquí


acaso el mundo sueña y gira en una nota

La mirada es sorda sin embargo


y ausencia encamada es la escritura

Y aun si gira en su eje de silencio


la palabra
una puerta hacia lo blanco
crece desde el centro de mi voz

Escritura
yeso sin yeso
botella con mensaje en lengua muerta

Pero ¿qué página de sí misma se desnuda?


¿Qué silencio es más música en la música?

¿Quién escribe blanco en lo blanco?

T E ORE MA
( F R A G ME NT O S )

Pero una mañana de ojos limpios desperté,


y seguí muerto. Muerto. ¿Me oyes?

Cada palabra suya resbala por mi piel, semejante a las arañas


pegajosas del pantano, y mis senos poco a poco se irisan to­

los
cados por ese ferruginoso cosquilleo, y mi sangre gira en vilo
como brújula al tacto de un imán. Ahora calla, pero esas pa­
tas, esa oxidada entonación parece tejer una cuerda entre mi
silencio y los huecos más agrios de su cuerpo. Sí, un asomo
de puente verbal en cuyo pasmo adivino la asfixia, el ham­
bre de las ratas y la inútil súplica de quien se sabe enterrada
en sí misma:

...[Luego gargajea.]

“Bonita frase”, le diría si pudiera recordar la música, digamos


4'33", de John Cage. Pero ya se aburguesa en sus suspensivos
y sonríe con la distante ironía de quien habla con un idiota.
Oh muy zen:

Si la imagen del féretro vacío no estuviera tan manoseada,


te diría que no sé qué féretro vacío me crece desde adentro.

Lo encontré a orillas de un poema harto patético, y era ya un


ataúd huérfano de cementerios. “Me has devuelto mi nom­
bre”, dijo, “pero ese nombre lo has vaciado de mí mismo”.
Luego me miró desde el barboteo amarillo de un borracho y,
cuando el sin cobraba cuerpo en mis palabras, vino a pedir­
me sintaxis a las puertas del templo. Yo alcé mis faldas, y su
deseo me volvió de piedra. Excepto mis ojos. Agua inconclu­
sa a mitad de la fijeza, ellos ahuecan lo mirado, lo despojan
de sí, y en su lugar izan el simulacro más irrefutable:

106
[ASOMARA]

digamos una cerradura en esta página


rayo de soslayo
que desdobla
hacia sí mismo lo que toca
o bola de cristal
donde el tiempo se muerde la cola
y no se encuentra
u ojo
que se mira y se despuebla
aun rosa
cuyo nombre la desnace
o verso que mirara
al otro lado cuando ya no hay lados

Signo-a-signo

107
r

FELI PE VÁZQUEZ

La reflexión (e inflexión) al interior del poema sobre el sentido


y direccionalidad del fenómeno llamado escritura — su sístole
y diástole— es, en Felipe Vázquez, diagrama y proyección, pre­
ocupación central y ocupamiento periférico. La importancia que
ocupa el blanco de su página — ora como perfil temático, ora
como presencia que cohabita el cuerpo escrito— se debe tanto
a una lectura exponenciada de los valores matéricos que pon­
deraron Stéphane Mallarmé (en Un golpe de ) y Octavio Paz
(Blanco), así como a la necesidad de dotar al alto vacío del poe­
ma de personalidad textual, de crestas de lenguaje y valles de
significación.

108
r
R U B É N C H Á V E Z R U IZ E S P A R Z A

(AguascaI¡entes, AguascaI¡entes, 22 de diciembre de 1967)

Estudio ingeniería civil. Obtuvo el Premio Salvador Gallardo


Dávalos en 1987 y en 1996. Ha sido becario del feca en los
periodos 1994-95 y 1997-98.

Libros: AtlTlachinollí, Instituto Cultural de Aguasc


tes, 1990. El brezal y la noria, Instituto Cultural de Aguasca-
lientes, 1992. Septiembre, Tiempo/Letras, 1996. Versus alia,
Instituto Cultural de Aguascalientes, 1997. Los sagrados afec­
tos, Tiempo/Letras, 1998.

ce: rchavez@aguascalientes.gob.mx

109
D EBACLE

Como renuevos sus votos de montaña, su consigna de tráns­


fuga ladera, a su modo abandonada como un bocado de muer­
te que la tierra precipita: valora su alarido en la catástrofe y
admite durar la suma letárgica de las fabricaciones del invier­
no, ser la excreción a pesar del magnetismo, la temerosa re­
serva de crías obligada a perderse en amuletos, a transigir
con el barrunto del barro: fuego a fuego someterse, mientras
la multitud al margen de las combustiones pulveriza las raí­
ces metálicas, cuaja las estrellas caedizas en una médula que
tañe, campana del instinto amonedada: crea procesiones su
apremiante llamado, cada laceración cumple una sentencia al
llegar, el más cauto no sabría prevenirse aunque la asfixia lo
acompañara: está echada la llave en todos los refugios, demo­
lidos los peldaños, el aviso arrastra en una fe de calle apenas:
sin luz propia, vadeado el fragor de la batalla, el coro de los
rincones que roen, roen, y repiten hasta el delirio el estertor:
esta partitura escaldada de hormigas carroñeras, vehículo tu­
multuoso de todas las voces, que no podría dar cabida al mo­
vimiento y no traslada al derrumbe: lo genera: por la fecunda
cascada de siniestros, la otra gravedad ávida salamandra, pone
a prueba y concilia como renuevos sus votos de montaña.

no
EL NUDO C O R R E D IZ O

He dicho: orden, basta ya de nudos,


aunque haya una serpiente
de interrogación,
así se dibujen las lemniscatas
cruzando dos veces el mismo punto de arena
no voy a permitir que me enmarañes,
que vengas a hundirme con alfileres de silogismos.

Aunque todas las cosas estén llenas de dioses


tú no eres ni el nombre de alguna cosa.

He dicho: orden, basta de una vez,


pero sigue un repique de campanas
al fondo de un retablo,
el sermón reinicia con nudos nuevos,
la barca tiembla
como un exvoto,
como si de un beso colgara el mundo.

DEL C OL UMP I O

Sólo hace falta rodar con el encargo,


hacerse de razón y armar el pleito,
que nos viene justo el letrerito:
Volveré cuando me quieras.

Le llenas el vaso de cucharas.


Te pone un gorro y suenan acordeones.
Todos bailamos, digo, yo sólo observo.

ni
Se echan a reír del puro gusto.
Bonita fiesta, dicen a coro, qué divertido, que no se acabe.
Yo, tú, él, en todas partes, cuatro costados por los que
faltan.
Somos felices.

Cuéntame lo que has visto,


estuve ahí de otra manera, puedo probarlo,
si eso fue lo convenido ya no recuerdo,
ya no,
qué no lo sabes.

Unas pinzas siguen al ojo.


Pasan de largo.
Igual que en el amor. Igual.
Qué frío se nos cuela entre los dientes.
¿Te has dado cuenta?

El tizne que nos deja la cerradura,


los catalejos, las malas palabras, los sillones.
En broma, seguramente.
El tizne maquillaje y la nariz postiza.
El aro encendido. Los elefantes.
El redoble interminable para caer con más prisa,
certeramente.

Y los deformes llenan la carpa.

Versus alia
V EN ERO

Como el venero del adiós fluye sonámbulo, arremetido,


el vendaval de las aldabas ya sin puerta,
el llamado insistente de distancia
ya maduro por los siglos de sequía,
ya con el pañuelo imposible de usarse nuevamente.
Como oculto bajo el ocre de las llamas
la pelea indivisa del abrazo.
Como si no viento, sí noviembre,
consumación por agua le arde el rostro.

EL S E R V I C I O DEL DOMI NGO


(FRAGMENTOS)

Se pronuncia roquedal, archipiélago a propósito de abismo.


Con el pavor sagrado del que canta sobre un muro y decanta­
da con su nombre una lápida contesta.
Como se incuba el corazón en el fondo de una cisterna que
demasiado tarde cambia su multitud a escalinata.
Es el túnel de los ahogados, el ruego sordo del propósito, la
torre invertida.
Escucha al nuncio de la roca: es un ceceo donde el eco ya no
existe.

Conversa la rosa, suspendida de su grado de flor estancia su


desmayo de alas opuestas.
Dice y agrega que se ha dicho en un múltiplo de miles.
Venero de olor que no descansa, se agosta en una orla de ce­
niza como un ensayo de sol.

113
Convertida en una cima de hielo contesta en un código de
respiraciones, y es un baúl de milagros contra la luz revolo­
teante, contra la tormenta ya gastada.
Una posible golondrina ha pagado las exequias.

Los sagrados afectos

114
r

RUBÉN CHÁVEZ RUIZ ESPARZA

En Versus alia, de Rubén Chávez Ruiz Esparza, la poesía comien­


za donde se acaban las palabras, en el silencio y el vacío del
discurso cotidiano. Basada en las imágenes visuales y acústicas,
revela una senda que conduce a un conocimiento íntimo de la
realidad; para ello, asume la duda y el desencanto de un yo
poético que toma al mundo como un pretexto para mostrar al
lector su propio vacío.

Ricardo Esquer

Rubén [Chávez Ruiz Esparza], en este juego que de pronto es


guerra, cuenta con dos aliados poderosos: el humor y el des­
apego; el humor casi barroco, ungüento para curar heridas
incurables, y el desapego que distingue a los verdaderos poe­
tas de los simples artesanos.

Ricardo Bemal

115
ENZIA VERDUCHI

(Roma, Italia, 24 de noviembre de 1967)

Estudió periodismo y ciencias de la comunicación en Campeche.


Además de poeta es narradora, editora y promotora cultural.
En 1992 fue becaria del cme en la disciplina de novela. Obtuvo
en 1993 el Premio Efraín Huerta en el área de cuento. Fue be-
caria del FONCA-jc en el periodo 1996-1997. Es editora de Ácrono
Producciones. Entre los poetas que ha traducido se encuentran
Giuseppe Ungaretti, Daniele Martino, Gianni D’Elia, Enrico Pea
y Franco Marcoaldi.

Libros: Cartas de usurpación, unam, 1992. El bosque de la hor­


miga, Ediciones sin Nombre, 2002.

ce: dassina@prodigy.net.mx
P O É T IC A

Porque un hombre tuvo la dicha de estar junto a ella en Islan-


dia por los versos de Borges; mientras en el exilio Voltaire cui­
daba un jardín gracias a Auden; Ungaretti lentamente poblaba
de nombres el silencio y Pavese recorría el valle del Belbo bau­
tizando los mares del sur. Éluard acogía la mirada de un país
arbitrario. Cavafis de la poesía disfrutó el viaje y, por la gota de
agua, Gorostiza predijo las maneras del mundo; iluminado Rojas
por una fenicia. Paz describió el arco del tiempo. Los emisarios
de Vallejo y el orden encarnado de Rimbaud. Becerra y sus
pupilos escuchan el llanto del héroe y el asfalto.
La palabra lo sostiene, todo es destino.

117
DÍA DE CAMPO

Para Coral Bracho

No conocimos la experiencia de un mantel


a cuadros sobre la hierba, no presenciamos
la huida de un sombrero de paja con el viento.
Quizá segar el campo hubiera sido útil
como importante es para las mujeres
lavar la ropa juntas, contarse anécdotas
que jamás sucedieron.
No existió tiempo, el necesario,
para la contemplación.
Demasiados acres nos alejaron
de la ilusión posible, del paso
de la hormiga por la pierna.

RADI O DE ONDA CORTA

A oscuras mi padre sintonizaba la radio:


una pelea de box en japonés,
la crónica de un avión en ruso.
Aunque los periódicos al día siguiente
desmintieran sus versiones, él se entendía
con la frecuencia y la estática.
Fiel receptor de hechos incomprendidos
a lo largo del cuadrante, insomne
en las ondas de alguna estación.
Mientras, junto a él, mi madre
soñaba encontrar un interlocutor.

118
MAR DE IRLANDA

Para Mauro Bozeto y Marino Zeppa

Las piernas sostenían el galope de animal


luchando contra el aire:
corre, corre, muchacha.
Tanto mar para una isla,
laderas por recorrer,
tanto cielo sobre la bruma.
Desde Dun Laoghaire
se escucha ese golpe de agua
y se desborda el índigo en las landas
de la península de Dingle:
corre, corre, muchacha.
Amigos, jóvenes desbocados,
gritaba: “¡No seré la última en llegar!”
De lodo y viento fue su alegría
en el linde de los acantilados de Moher;
era el mar en los ojos, Dios en la tierra.

Creación joven 1979-1999

P I E T R A L U N GA

Regresaste, María, a la tierra cansada


que aún engendra la semilla de anís:
Pietralunga del terco dialecto.

Las mujeres manchan sus dedos en el aroma


de las almendras, detienen la vista
ante la colina preciada por su reserva de caza.

119
4,

Regresaste para olvidar a la sombra inútil


de un avión, tender al sol sábanas blancas
como hermosas banderas.

Umbría es el ciprés camino a Gubbio,


son los hombres que fuman en la plaza,
nombres ocultos bajo piedras:

Pietralunga son tus manos entre un nido de águilas.

Antología de letras y dramaturgia 1996-1997

120
ENZIA VERDUCHI

Dos son las principales intenciones de la autora de este volu­


men [Cartas de usurpación]:mostrar su mapa de navegante y
dejar constancia de la naturaleza de su jomada; la escritura
de una bitácora del viaje, textos escritos desde la nostalgia y
la supervivencia, o bien versos y poemas donde se bosqueja
un destino, una apuesta.

Bernardo Ruiz

[Cañas de srpación
u
] Notable primer libr ? de una autora que
no se formó en la capital del país. Hecho, por cierto, cada vez
más común, más habitual. Al que escribe le parece un exce­
lente primer libro y, sin exageración alguna, uno de los mejo­
res primeros libros de autores aparecidos en la colección El
Ala del Tigre.

Eduardo Langagne

121
1

<k

LEÓN P L A S C E N C I A ÑOL

(Ameca, Jalisco, 21 de mayo de 1968)

Estudió teatro y guionismo cinematográfico. Obtuvo el Pre­


mio Nacional de Poesía Alí Chumacero en 1996, el Premio
Internacional Alvaro Mutis (México-Colombia) en 1996 y el
Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura en 2001. Ha
sido becario del feca en el ciclo 1998-99 y del fonca-jc en los
periodos 1999-00 y 2001-02. Tradujo con Marco Antonio
Campos y Frangoise Roy El recital de los ángeles de Émile
Nelligan (Poemas y Ensayos, unam, 2000). Actualmente es
editor de filodecaballos.

Libros: El desorden de tu om
n
, Praxis/D
Blues de septiembre, Ediciones Tigremorado, 1990. Arden las
bestias al costado del insomnio, Mala Estrella, 1993. Estación
llena de pájaros, feta, 1993. En los párpados del aire, Secretaría
de Cultura de Jalisco, 1994. Bitácora de anunciaciones, Univer­
sidad Nacional de Colombia, 1997. Enjambres, FCE/Universi-
dad de Guadalajara, 1998. La frágil insistencia, filodecaballos,
2001.

ce: leonpla@ceescritores.com

122
PO ÉT IC A

El lenguaje de la poesía mira al misterio,


lo tiene presente; es lo que lo hace esencial.

Rafael Cadenas

Luz hacia la inmanencia,


fractura
en el fulgor. Nadie en el poema.
No yo, su ausencia — fuego
ante el misterio.

Las palabras son la prolongación


del mundo, el centro, raíz de aire
en la inminencia del lenguaje.
Vienen hacia el silencio
— el cielo — los cuerpos — el centro:
una transparencia incendiada, un residuo
es lo que queda.
— Dijiste el límite.
Fragmentos del estar:
la sustancia del silencio,
su luz visible.
Un enigma.

123
E NJ AMB RE S
( F R A G ME NT O S )

En la cima las palabras escrutándose


(el nardo se perfila). Caen una a una,
despacio, en la sorpresa del bosque. Otro día.
Comienzo del idioma (sitio).
Merodea el aire como siempre, visible anguila.
El lenguaje es la alabanza de los mapas, cisne deseoso,
ortiga (allí en el corazón se olvida todo).
En el aposento los sucesos,
hormigas pálidas, pócimas para el empedrado,
humo delirante.
Hoy el viaje es visible (ruta enmarcada por la risa).
Dijo aire; penumbra al fin, refugio.

Incógnitos los ojos resplandecen entre el cielo


y el aire: los ojos: el ángel.

En la delgada luz flotan los símbolos


de la conversación
(inseguro el parpadeo de las cosas). Allí estás
en el extremo izquierdo del brillo: tarde.
Largamente divagando en los oscuros significados,
en los rostros del día, en las espirales del cielo.
Dijo aire; horas palpables en el olor del guayabo.

El armazón de la primavera cede a tu última


insistencia,

124
fracasaste bajo la lluvia primeriza, extendiste
tus brazos como en medio del teatro.
(Una duda se enrosca en los reflectores del día.)
Hoy se inclina ante ti el follaje de vidrio.

¿Eres tú uno de ellos?

Hablaste del asombro extendido a todo sitio,


restos de sangre por única sorpresa.
(...respira la frescura de la menta la costumbre
de las horas elegidas...)

Hablaste desde el centro del recuerdo: un neblí al inicio


del vuelo, un neblí al inicio de las estaciones, fuego.
(Vuelve a ser el aire un ángel parricida y delicado
como el humo fugaz que todo lo encuentra.)
Hablaste de la dureza de las aguas: carne sobreviviente
en la red del náufrago. Horario de ensombrecidos
panales dentro del sueño. Aquí todo se hunde
en el murmullo de las oraciones, en su herida
de agitados rencores.
La noche.
Hablaste dél viaje como de un rencuentro, desembarco
de ojos anudados en la sombra del que oye,
oye un aire perplejo al igual que la mirada.

Cancel de todos los delitos es el cuerpo, reja de aire,


orilla en donde se arropa la primera caricia
del que escucha. En la puerta el rastro del perfume,
el viento es una repetición de tu nombre, un eco
mineral, una selva calcárea.
Hablaste, sí, hablaste.

125
Miras la porcelana del día,
la lumbre de los meses,
la ansiada viveza de las flores.

Aún queda la certeza


de los rayos a mitad del recuerdo.

¿Es el abismo roca en el aire?

Miras en el asombro
la pirata razón de las aves,
su alegría de ojos,
su animalidad vespertina:
sal y quemadura.

La espuma es una extraña imagen,


arrecifes de cara al sol,
objetos de magnífica limpieza.

Miras en el espejo de las horas


un blanco electrizado,
una inmediata sed de hechos,
un ardor de agua.

Al este del vértigo


una astilla se ancla en el corazón del mediodía
y la lluvia tiene su paciencia animal.

Miras el cielo de las curiosidades,


su caudal de vocales heladas,
su doble crepúsculo trascendental.

126
Dijo aire; huracán de máscaras cobrizas en la arena.

Caudalosa la imagen al principio del umbral


(una sencillez como de rosa),
bifurcaciones difuminadas en el verano.
¿Dónde están tus maneras,
tus cavilaciones sagradas en el azul del llano?

Miras los pronombres del mundo,


filigranas del asombro,
extraviadas sombras que son un hecho.

Enredadas en la claridad de la lumbre


respiran las consonantes: gestos veloces,
párpados el cielo, nubes como venenos ondulantes.

(Ah, cuánta certeza la del ave


que respira
encima del eucalipto: viento inmediato.)

Miras el agua del espíritu


(entrecerrados los ojos de mayo),
mapas vislumbrados en el rostro de la tierra.

Los peces repiten su malabarismo mágico.


Aquí el aire levanta pócimas de la sorpresa,
propagaciones de aire, sutiles ondulaciones,
mareas cifradas como ángeles misteriosos.

Miras el destello múltiple de la roca,


cerámica intempestuosa en la sal de los adverbios.

La sangre tiene una actitud de tristeza,


un tedio animal,

127
un frío tambaleándose en el rostro
y al final de la fragancia
nadie estuvo aquí.

Enjambres

LA F RÁGI L I N S I S T E N C I A
( F R A G ME NT O S )

Esta luz ebria es un pájaro,

un estanque lento.

El borde del aire va hacia el brillo

de las cosas. — Cálida suspensión

en la mano. Roce de alas, de

inagotables adioses.

La mirada:

— pájaro,

aire de luz hacia el centro.

Fracasa en su vuelo
el pájaro celeste.

En los árboles del sueño de los pájaros

todo es igual

que en esta tarde

en que su rostro marcó

el centro de la inminencia.

Tan inextinguible el olvido

como el rumor del aire luminoso.

Allá

los pájaros rodean la isla de su cuerpo.

Una ola — leve espuma: párpado

de ave verdadera.

La frágil insistencia
LEÓN P L A S C E N C IA ÑOL

“El centro de la inminencia”, dice Plascencia Ñol en alguna parte


de La frágil insistencia. A partir de tal centro las ausencias laten­
tes de su palabra poética comparecen frente a la página en blan­
co, se despliegan, se ramifican, crean un alfabeto de desapari­
ciones. Como el vuelo del pájaro, la fuga que constantemente
emprende el discurso poético de Plascencia Ñol deja, como
único vestigio, la huella del decir sn/Re la nevada planicie de la
página; las sombras del ave que son, como escribiera Góngora,
“caracteres tal vez formando alados/ en el papel diáfano del cielo/
las plumas de su vuelo”. Enmudecer en el poema, como quería
Paul Celan, y ausentarse en él, como lo deseara José Ángel
Valente, constituyen el sur y norte de La frágil insistencia; pesos
donde la tentativa del silencio funge como el fiel de su balanza.

13 0
ÓSCAR SANTOS

(Aguasca Mentes, Aguasca Mentes, 17 de junio de 1968)

Estudió ingeniería civil. Ha recibido los siguientes reconoci­


mientos: el Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos en
1992, el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta en 1995 y
el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen en 1996. Obtu­
vo la beca de creadores con trayectoria del feca en el ciclo
1996-97. Miembro del consejo editorial de la revista Tierra
Baldía. Ha traducido poemas de Gary Snyder, Ives Bonnefoy
y Samuel Beckett.

Libros: Palabras largas, Instituto Cultural de Aguascalientes,


1993. Afuera, la ciudad (colectivo), Instituto Cultural de Aguas-
calientes, 1994. Dos habitaciones, Letras de Tiempo de Aguasca­
lientes, 1995. Geometría de acróbatas, feta, 1996.

ce: funambulista@hotmail.com

131
PO ÉT IC A

¿Qué es esto que se asoma entre los trazos apenas insinuados


de la tinta?
¿De qué manera se escoge el primer verso la primera sílaba?
Que arda la razón.
De sus cenizas hoy la noche se habrá inventado un barco.

132
EL CAM IN O

Un camino se construye en tomo de esta casa. Nuevas voces


hablan. Que de dónde venimos. Que cuántas habitaciones
deben prepararse. Que cuál es nuestro nombre.
Nos llamaremos como ellos. Réplica de nuestra sangre.
Así colgados. Balanceando los brazos hacia el pozo negro de­
bajo de nosotros.
Con luctuosas palabras oraremos.

LAS BANDERAS

Uno es cada vez más sedentario:


Los paseos grises por las grandes avenidas y las rutas que fre­
cuentemente lo albergaron, se desvanecen en un fondo sin
mar que desconoce.
Ahora las caminaciones son breves. El retazo de andar que
era la noche ya no cubre con su tela las mismas ansias de an­
tes. Como un manto inconcluso del que se arrancaron hace
meses los demonios flamea. Como lábaro de un país en don­
de los habitantes no se miran a los ojos se alza.

MECÁNICA

Cuando las nubes se sublevan nos encontramos. Cara es la


manera en que los ojos se entrecierran. Que el agua se des­
cuelgue es la mecánica de los juegos celestes.

Por favor, me dices, como si la súplica por una nueva antor­


cha fuera la última tabla para sostenerse en una crecida de
ríos desconocidos. Por favor como una necesidad de levantar
las manos a tocar otros rincones del cuerpo adormecido. Por

133
favor para hacerme callar y no hablar más de ti o de los ab­
surdos medios para llegar hasta nosotros.

S ECES I ÓN
( F R A G ME NT O)

No ames a las hormigas que lleguen.


No les des alojamiento
entre las sábanas de cal de este verano.
Recuerda que ellas sólo saben
vagar sin rumbo entre las camas.
Su tarea siempre es la misma.
Recolectar trozos de amor tirados en el piso
y llevarlos hasta el nido
de las casas lejanas de los que
nos precedieron.

A R MI S T I C I O
( F R A G ME NT O)

Alrededor de estas líneas largas


que sostienen como pedestales a la noche,
en su plena oscuridad adormecida
somos puestos contra la voluntad
de los relámpagos.
Detenidos entre las palabras,
que murmuran otros ruidos,
se escuchan las pequeñas voces de los astros
que nos miran desde casas rodantes.
ALISIO S

Los días crueles comienzan en el hogar de los ancianos ciegos.


Las ventanas del horizonte se abren entonces sobre el rostro
de ellos mismos y como una procesión de nubes rojas se alza
la luz que no conocen.
Todo lo demás es una bienvenida al mundo.

GE OGR AF Í A

Detener el río por donde el agua. Hacer de la alta estación


que se descuelga, un año. Por la palabra incompleta el nom­
bre de la ciudad y de los habitantes.
A todo lo ancho el olor de las cosas que se dejan.
De las sombras y los velos sólo el trazo.
Como una sucesión de símbolos el mar que no despunta. La
distancia enorme hasta su seno que no nos pertenece.
Abrir y cerrar los ojos cuatro veces. Una por cada rumbo ha­
cia la casa.

Geometría de acróbatas

135
Ó SC A R SAN TO S

Geometría de acróbatas, de Óscar Santos (...) es un poemario


que de ninguna manera pasará inadvertido entre la abundan­
te producción de la novísima poesía mexicana.
Además de la atmósfera envolvente que cautiva y estreme­
ce, el manejo del idioma es de la mejor factura, sin perder la
libertad y el vuelo que se requiere en estos casos. Este libro
trae aire fresco y saludable a la actual poesía de México.

Víctor Sandoval

136
ANTONIO MESTRE

(Cárdenas, Tabasco, 28 de octubre de 1969)

Seudónimo de Freddy Domínguez Nárez. Estudió Ciencias


Políticas en la Universidad de la Sorbona, París. Trompetista
en el Atasta All Nights de La Habana, Cuba. Dirige la revista
de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Obtuvo en
1990 el Premio Nacional de Poesía Batalla de Jahuactal de
Cunduacán, Tabasco. Ha traducido poemas de Valéry Larbaud,
Joseph Brodsky y Claude Roy. Actualmente vive en París.

Libros: Transparencia en llamas, Instituto de Cultura de


Tabasco/Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 1989.
Historia natural del olvido, unam, 1993. Intemperies, fce, 1998.

ce: freddydominguez@hotmail.com

137
r
POÉTICA

La poesía es una de las formas de descargar el mundo que


llevamos y concebimos dentro de nosotros. Una de las for­
mas más exigentes, más logradas en su intención de hacer­
nos ver la historia, de apropiárnosla y reconcebirla: hacerla
verdad. La poesía contiene inestabilidad y estabilidad, la fór­
mula que crea la frescura del hombre.

138
Y LOS MONTAZALES ,
¿DÓNDE CRECEN AHORA?

También para César Raúl Ojeda

EL TIEMPO GERMINA el huidizo desorden que tejen las aguas


del Grijalba.
Su certidumbre soterra los bultos estacionales
que cachondean con la espuma,
y empalma las reverberaciones de la corriente
a las migas de realidad fermentada en los cuerpos.
El aire bautiza los coleópteros, corre por los vellos
y aconcha los juncos al fango como a una recua
de muías informes.

En los recodos del río las algas se perturban


oferentes de un regazo para las terquedades del sol.
Y agalambados, plenos en su bastión,
los zanates se congregan junto al boquete del desagüe.

Un tiempo vernal y un tiempo estial se combinan


en estas aguas signadas por la sospecha
— sospecha de reaparecer en otros lados
y de llamarse de otro modo,
sospecha de volver al mismo lugar
bajo otras formas.
Arremeten contra las hebras de humor que trastocan el día
y descomplejan los sitios donde lo fértil es intenso,
o numeroso digamos, para disolver la sofocación.

El ruido de sus albores silencia los élitros.


Su leche íntima riega la flojera y los asuntos de la ciudad.
Buenos señores del humor fumigan el letargo,
buenas mujeres de la prisa asolean la pubescencia del deseo.

139
Cada día el sol desciende
y se entierra en el silencio de los vergeles aguanosos.
El desorden pace en los hombres,
la humedad cubre la diáspora del entusiasmo.
Coros de frezas menean la paciencia de las aguas.
En ellas surgen y se desvanecen los días holgados
en que el calor muestra sus manchas y las tabánidas
desmedran la resolana y el deseo.

EN UN HOTELITO frente al río,


el recepcionista escucha la batahola de los muchachos
sentados en la acera.
A unas cuantas calles, en sus oficinas de vidrios polarizados,
los burócratas mastican sus chocolates de penumbra,
aburridos en sus cubículos de triplay.
Los ritmos impuestos por el río propagan la homilía
de las aguas,
y la pureza se distiende hasta burlar los primeros
acercamientos de la noche.

Cortejos mórbidos de ciudad desfilan.


Y la visión es la misma, y la mortaja es la misma:
voces que tildan el sereno, barbas de iras concéntricas,
solas hasta formar una amalgama de imposibilidades.

Ciudad pluvial. La paciencia cruza de norte a sur


sin aberraciones.
Y con holguras que vienen de las aguas,
oreo todo lo que miro: la marquesina del bar,
la guayabera de un agente viajero subiendo a un taxi,
la franela hedionda del vendedor de nives que suena
la campanilla

140
mientras los chombos decoran su sombrero con gotas
de su vientre,
y al alzar la vista, en una ventana del hotel,
sobre una silla con brocados de falsa seda,
una puta que lee...

Y aquellos que cruzan el puente del Mirador


— hormigones que se ablandan con la canícula— ,
caminan un poco echados hacia adelante,
arrastrando la necesidad de evadir la senectud prematura.
¡Qué les importa si abajo una brillantísima panza
estarce el principio del mundo, con sus propios retales
y sus trémulos hatajos de algas muertas!

S UEÑO DE UNA TARDE DE I NVI E R NO

La niña — es una joven— dispersa el orégano con el bolán.


Salda las costumbres de su cuerpo en la lentitud
y acomoda en la alacena las puscaguas de polvillo
y avena con cacao.

En el patio los trabajadores matan un cerdo


y fríen sus carnes a cielo abierto.

Tú dormitas en la palapa, y al oscurecer,


las aves nocturnas te alebrestan.

— No temas a la noche: es otra su real misión con los vencidos.

141
fe

TENGO UN OLOR VEGETAL en mi conciencia,


un amplio rastro de calor en mis quehaceres.

¡Constelación de solturas!
¡Lluvias inmensas de aquel entonces
que son ahora un solo cuerpo
en este desguinde sobre el océano!
¡Regrésenme los atardeceres en que los lentiscos se clareaban
como una viscosidad benévola,
y las colinas eran un país desguaringado por aguaceros
con el esplendor y la carencia
de un lugar temporalmente fijo...!

Intemperies

142
A N T O N I O MESTRE

De un vértigo amoroso inicial a una clara disección de la sus­


tancia del hombre; de una meridiana eufonía ante la mujer, a
una reconstrucción de los signos de este tiempo. Su obra es más
un paradigma que un torrente.
Desde Transparencia en llamas, un libro decididamente amo­
roso (...), es posible percibir, aun en medio del reconocimiento
festivo, alegre y resuelto del cuerpo femenino, la preeminencia
de la mesura y la razón en este universo poético que apenas
empieza a vertebrarse. Como que el poeta, ahíto de lucidez (no
es vana su filiación con Gorostiza), se reserva, aun dentro de la
fiebre que significa siempre el descubrimiento (...)

Miguel Ángel Ruiz Magdónel

143
4,

JOSÉ LUÍS j u s t e s a m a d o r

(Zaragoza, España, 8 de octubre de 1969)

Estudió letras. Actualmente es profesor de inglés en la Uni­


versidad Autónoma de Aguascalientes. Escribe, además de
poesía, cuento y ensayo. En 1999 y en 2000 obtuvo el Pre­
mio Salvador Gallardo Dávalos en el área de cuento. Ha tra­
ducido poemas de Ezra Pound, T. S. Eliot, Richard Aldington,
W S. Merwin, R. S. Thomas, Ted Hughes y Geoffrey Hill.

Libros: Poemas de viva voz 1991-1992, Diputación Provincial


de Zaragoza, 1992. Poemas ingleses, A la Enseña de la Tortuga,
1992. De Italia y otros amores, Instituto Cultural de Aguas-
calientes, 2000. Panorama de la isla, Instituto Cultural de
Aguascalientes, 2000. Octubre tarde, F E C A -Q u e r é ta r o , 2001.

ce: justecillos@hotmail.com

144
“EVERY POEM IS A P O E M OF
CIRCUMSTANCES”

Mi hermana pequeña murió cuando yo tenía cinco años. La


circunstancia excepcional de aquel fallecimiento es que yo
estaba obsesionado por la luz que desprendía la casa mien­
tras se quemaba. No sé, aunque creo que la respuesta es afir­
mativa, si fue mi primer contacto con la muerte. De lo que
estoy absolutamente seguro es de que aquella fue la primera
vez que descubrí que hay circunstancias (tradúzcase el títu­
lo), dolorosas, alegres o, simplemente, vitales, ante las que la
única salida es poetizar. La poesía, entonces, viene de esa ne­
cesidad.

Para María y Ana María,


madre y hermana

es la hora del vino con azúcar


hora también de cruzar con los abuelos
arderá la casa con la vuelta de los padres

con el mismo fuego que ahora en el poema ardió la casa

una llamarada más cierta


que cualquier metáfora inventada

y porque llegaron tarde a salvarte

estabas destinada concluyo


a brillar en esta línea

Tuvieron que pasar casi veinticinco años hasta que fui capaz
de escribirlo.

145
K

Todo el proceso anterior es aplicable a cualquier poema.


Basta con cambiar las circunstancias.
“...et tout le reste est literature"

146
(PREFACIO DEL DICCIONARIO
DE CASUALIDADES)

este vestido y la lluvia negada de los paseos


son el azar que una saeta dibujara

hay en el aire un tobillo interpuesto

el cuarto de música suda como un pianista ciego


hay novelas que nunca has de leer o el ardor

aprende este idioma de casualidades

secreta caligrafía que en la tarde finge


otros tiempos traspasados por esta casual biografía

147
(TRADUCIENDO A MARGARET A. )

Juan Pablo de Ávila Amador

este libro de pasta blanca y la fotografía


gritando en otro idioma una lengua
hermana de la mía mas inarticulada

necesito esa palabra que transfiguro


la configuración que escriba el diario de otra voz

COMO EL NIÑO QUE VUELVE del patio de juego


como quien vuelve de la guerra
forzando las cuerdas vocales más allá del grito
y de la fuerza

como el niño que vuelve al patio de juegos


olvidando el abrazo materno en una trenza rubia,
amazona en el falso caballo del aire,
y la voz que le devuelve realidad y promesa
del volver mañana otra vez entre el abrazo y la promesa

como el niño que ya en la casa añora


la arena, un sonido que no sabe, el moretón inoportuno

HAZ CON TU VUELTA


de la palabra algo inútil
y déjanos, reina de la roca,
señora secular de este destierro,
un silencio imposible,

■■

148
que como un dios
se cernirá sobre nosotros

(in memoriam José Ángel Valente)

P RI ME RA CARTA A FRANCESCA

Francesca:
son largos los días de esta isla,
largos como la ausencia o el intervalo de los barcos.
Con ellos las muchachas y algún hombre
que busca refugio sereno en esta tierra,
la olvidada de dios y de otras tierras.
Ha llegado con él el ultimo octubre
— el primero de mi tiempo aquí—
y la feroz advertencia del invierno,
del quizá no sea posible o la tormenta.

El azul de los veranos en tus ojos


se ha vuelto amarillo y ocre y memoria.

Las muchachas en la playa se visten y marchan.


Como en el invierno pasado llegarán
no barcos sino peces muertos,
cadáveres de sal hasta la orilla,
las tardes son más cortas y con lo oscuro
el mar ya no es enorme, se hace
un largo aunque aún enorme
y dios pasea a veces sobre el agua con forma de tormenta.
Recuerdo el sanatorio en la montaña,
descanso e imagino
las hojas muertas de lo que fue tu cuerpo.
Simonetta, ella, murió de tuberculosis al acabar agosto.

149
Su cuerpo estaba frío y el tuyo lejos.
El vocabulario del ausente ganará con la estación una palabra.

Ha llegado octubre y largo y frío


y es ahora, cuando la arena también se toma fría,
que siento lo por venir terrible y pienso
cómo escribirte jardines de piedra o memoria
de los templos, de las flautas en los templos,
de las minas de aquello que fueron templos.
Resuenan ahora y aún
en la orilla las flautas,
los himnos compartidos y el silencio
que anticipaba
tras la cena, los truenos.

R. c . E S C R I B E

Principia. No menciona la pérdida de la esperanza por pura


inmodestia, demasiado diáfana.
Sostiene así, fuera de cuadro, la omega de su puerta
capitonada, acomodadora,
de los cuerpos sin elección, es decir, el Siga, paso entre
las corcheas del anónimo.
Se abre de par en par. Cinco minutos de silencio suben
al estrado. Ya encima
del rechinar de dientes, el transbordo para ser arreados
como tortugas sobre la mesa
de registro, para sólo declarar la huida constante
de quincena, tomarle la medida
al andén y adivinar el membrete de cómete y bébeme.
Le sigue con banda numismática el aseo de recuerdos
con un cepillado lento.

150
La voluntad de salvarse tira la piedra y esconde el gesto
en otra boca que no es mía.
Acabamos por entrar barajando las paredes, sacudiéndonos
la corriente de pupilas,
cada vez más cisnes, agrandadas hasta ser sólo un punto
por donde se enhebra
el desfile de camellos. (En las cien lenguas de babel se cuenta
la misma historia
detrás de las vitrinas, la cortina de humo traduce “no te vayas”).
Después del ángel y la herida en el tendón han llegado.
Todos somos extranjeros.

Se nos ve pero no podría decirse fisonomía, la voz acude


primero.
Por fin la llave entra en la cerradura. Todo vira a su
marcha pertinaz.
Sucesión de náufragos en el creciente paso del alcohol,
la brasa apaga la vigilia.
Frente a lo que se dispone de nosotros sobra el coro
de sirenas. El ábrete sésamo,
encargado a una tercera persona, estudia las instrucciones hasta
memorizarlas.

151
«k

JOSÉ LUIS JUSTES AMADOR

La notable heterogeneidad en la producción de Justes Ama­


dor proviene de su nómada registro de las cosas, sólo unidas
por su inevitable sed y saciamiento de transformación. Su
conciencia lírica articula y pulsa lo sensible según su estado
en el presente textual, donde el poema cobra timbre y tono,
sintaxis, dirección, sentido.
Sin embargo, el poema de Justes Amador no se limita a
ello: también es zahori que le orienta para hallar el sitio de
sus fuentes, el borbotón donde se localiza el origen. Los actos
de homenaje, paráfrasis, glosa, retrato o enmascaramiento li­
terarios crean pautas de desciframiento para su hacedor — el
otro en sí, recíproco.
JULIO TRUJILLO

(México, D.F., 16 de septiembre de 1969)

Estudió letras. En 1994 le fue otorgado el Premio Nacional


de Poesía Joven Elias Nandino. Ha sido becario del fonca en
dos ocasiones: 1994-95 y 1996-97. Actualmente es jefe de
redacción de la revista Letras Libres.

Libros: Una sangre, Trilce, 1998. Proa, Marsias, 2000. Tango


del viudo (en prensa).

153
Vivo bajo la feliz opresión del ritmo. Feliz: no existe nada
mejor; el mundo frente a mis ojos se desenvuelve con ritmo y
yo mismo, al caminar, voy contoneando palabras como una
negra caderas. Quisiera cantar, pero mejor escribo. Opresión:
me gustaría rebelarme, algunas veces, contra el ritmo. No he
podido. Entre la naturalidad del ritmo y la deliberación cerebral
de la escritura está la imaginación, que se nutre de palabras.
Casi nunca sé a dónde voy, y voy con gusto. He intentado,
como ejercicio, mentir mientras escribo. Tampoco he podido.
Le tengo demasiada deferencia a la belleza como para inven­
tar. No leo mucho ni reconozco muchas influencias. Prefiero
rasparme una rodilla o sumergirme, dócil, en la tina. En mi
poesía no está el periódico sino el tiempo, que al pasar pasa
con ritmo.
C U ER PO AD EN TRO

Para Alejandro Ortiz

Camino abrupto de la sangre


voy cayendo,
me acantilo,
el vértigo en ascenso
me toma por asalto,
el vértigo navaja
para segar el aire,
el vértigo vacío,
súbito erizo en el enjambre
de los nervios;

voy por la sangre en vilo y


soy tremor,
tremolo el estandarte del asombro,
voy al ansia,
a su vorágine cautiva en la faena
de llegar,
de consumarse;
siento el ansia espiral
helándose en la linfa de la fiebre;

me divulgo,
cundo en los hornos de mi sangre,
me atengo a su fruición
y a su secreto,
pertenezco,
soy una órbita crucial
en la abundancia,
soy la obstinada percusión
de la materia,

155
soy aliento,
el centenar de cuerdas
de mi pulso,
todo es ritmo,
todo es movimiento
(se mueve el árbol hacia adentro,
tenso,
y aunque su voz es muda
su cuerpo es alarido hacia la altura);

sigo mi rastro,
la esencia urgente del instinto,
su rótulo veloz e imperativo: “continúa”,
así que me desplazo
en la espiral,
voy a la herida,
al grito primordial
y su fastidio como un lastre,
como un fardo incurable;
allá en el fondo
está el dolor
y la estridencia,
los garfios del pavor,
el tránsito hacia el frío
y su estocada,
la fauna del afuera.

FRUTAS P AR A ALBERTO CAEIRO

Puedo decir de las guayabas


(las plurales,
las que modestas colman los huecos del frutero)
que en olorosos pares yerguen

15 6
su deseo,
que más allá del fresco
sugieren una turba por venir,
una tibieza presentida que se cumple.
Puedo decirles niñas en puñado
que a punto del sonrojo
se entregaron.

Del mango puedo festejar su lonja,


sus cachetes promiscuos
y el amarillo
que a sí mismo se adjetiva.
Puedo indagar
hasta que el hueso
clausure la espesura.
Puedo exprimirlo como a bota
de Pamplona.
¡Gorda gota solar!

El higo aunque parece


un fruto que ha parido la amargura,
la obesa lágrima
caída
de un cielo atormentado
y pobre en sol,
guarda en su alforja la lascivia misma,
es todo pulpa húmeda y deseante,
libido presa
en el convento de su piel:
brasa incógnita.

Y la asamblea
de las uvas
leales,

15 7
puras:
collar
de cuentas
nítidas,
racimo
de pupilas,
agua
oval.

Puedo decir sandía


y desflorarla,
San Día,
o allanar una penca,
o pervertir los veinte labios
de aquella mandarina.
Pero la fruta no es emblema
ni parábola.
Es.
Ahí está en el frutero,
deslumbrarte,
y así me basta para dártela.

L AS MANOS EN REPOSO

La vida en ellas,
su temblorosa trama,
en reposo.

En el principio del descenso


hacia lo inmóvil
— esa agua— ,
cuando las fibras guardan todavía
un parpadeo

158
— esa grieta— ,
las manos pesan,
son fardos evidentes
y quisieran moverse, o al menos
darse a escuchar como sonajas hondas.

Ya sumergidas,
ya separadas de sí mismas,
dulcemente inútiles,
sueltan el peso por los bordes
— esas vallas—
y se escapan.

No están ahí
donde los ojos las presumen,
se nos han ido
a dónde.

Tal vez en lo profundo


echan raíces.

Tal vez en otros ámbitos el tacto


sea un roce de brevísimas
palomas
— esas manos.

LA S A N G R E ADI CTA

El hilo esbelto de una sangre


indócil
curvea
— negando el cauce—
y en un oleaje lento altera el ras

159
y se difunde,
como un césped porfiado
que más allá de su rectángulo
medrara.

Se sale de sus rieles


pero en calma,
como una lava que se asoma y olfatea
y luego abre las vías de la intuición,
desea,
no sabe que desea,
todo es camino
para una sangre adicta,
todos los surcos que origina
son insólitos.

Cómo rodea y envuelve lo que toca


la sangre tan cintura,
tan anillándose
como amorosa anguila
en la pausada serpentina
de su estela;
cómo se abraza
la voraz
vistiendo la espesura
de granate!

Disuelta piel con rumbo a dónde,


¿en qué homo se fraguó tu desenfado?,
¿qué singular marmita
cuidaba de tu hervor?,
¿qué especia te lanzó su dentellada
pára que así te muevas,
como un céfiro líquido

160
y tan suave
que puedes a tu danza
perseguir?

Tu rastro es una entraña


despeinada,
un cuerpo en su eficacia sorprendido
y qué jovial en su desorden,
qué quiebres en el ritmo
cuando pasas
y tu espiral de espuma azul
— a contrapelo—
alza las curvas
y en lo alto se suspende!

Sangre animal,
hocico echando vaho,
tejido de tortugas deslizadas,
pez impar,
reptil desperdigado,
lengua de buey lozano y cuyos cuernos
ya se escuchan!
Ah, parvada de palomos
sumergidos,
roce de alas!

En lo alto te suspendes,
sangre adicta,
collar de frutas gordas,
y abre su lechuga
el corazón
para absorber tu baño
desplomado,
para mejor inñar su esponja

161
adicta a ti,
mi sangre buscadora.
T
Una sangre

LA PODADORA

La anuncian el aroma y el sonido.

De sus navajas curvas se desprende


— lascas, chispas, enana pirotecnia—
el verde olor del pasto,
golpe
que encaja noblemente en la nariz.
Nostalgia del origen:
esta es la piel del mundo que otra vez
se nos ofrenda,
el ámbar es el mismo.

Y gira en tomo a sí la letanía,


el canto de las aspas
que trabajan.
Rumor que se desliza,
gozando la espiral,
al fondo del oído sosegado.

Todo da vueltas lenta, lentamente.


Todo es cierto.

Inédito

162
JU LIO T R U JILL O

El trabajo del poeta, dice Trujillo en “Celebración de las co­


sas”, es responder a la forma en la que la abundancia de las
cosas, convertidas en emblemas, esperan “el ojo que los cifre
y los detenga”. Cifrar y detener — observar, sentir, presentir,
articular la naturaleza de las cosas y, en ellas, la de quien per­
cibe— podría ser su objetivo, pues él mismo es su congénere
y su aliado: un cómplice de las cosas y cosa él mismo, mas
una cosa que tiene el privilegio, o la desdicha, de observar a
las cosas, de dudarlas y comprobarlas bajo el rigor de la ima­
ginación (...)
En la precisa urdimbre del volumen (...) Trujillo coloca el
desatamiento de esas especulaciones, ahora transfiguradas en
puro canto, como si satisfechas las condiciones de la inteli­
gencia, le tocara el tumo a su celebración lírica.

Guillermo Sheridan

163
SERGIO VALERO

(México, D.F., 12 de julio de 1969)

Estudió letras. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía


Joven Elias Nandino. Miembro del consejo editorial de Eldora-
do Ediciones. Becario del fonca -jc en el periodo 2001-2002.

Libros: Cuaderno de Alejandra, feta , 1997.

ce: xpollox@yahoo.com

164
r
ALLÁ

allá como una ola con crestas como nubes


en la fría dimensión de la hoja de papel rasgada por una línea
muerta

allá como las alas del agua desierta


en el pulcro artificio de congelar la imagen

allá como un desierto con arenas de hielo


en la palma de un mundo dejado a la deriva

allá donde toda el agua del mundo quedará atrapada


en medio de una lluvia verdadera

dejamos caer los versos por el hueco del mundo


y no existe una cima verdaderamente alta

allá como cadenas de una sombra de vidrio


en la grieta en el aire del látigo en la espalda

dejamos caer los huecos por el verso del mundo


y no existe una muerte verdaderamente alta

cuando la lluvia cae tú tienes en las manos un alma de papel


y un pararrayos

allá como escalones de una mano sin huesos


en la mitad exacta del salto incontinente

a veces no aparece sino un sol de neón


esculpido en la parte más oscura del tacto

165
0

cuando explota la lluvia y el grito se transforma en las gotas


del miedo

o un acento perdido en la nieve del sueño

allá como pregunta de un árbol sin palabras


en la marca indeleble de un segundo
metido en la espiral de otro segundo

a veces no aparece sino la semilla


de una larva espiral en la memoria

a la mitad de una frase que no baja de la sílaba impura del


orgullo de tener en las manos una rosa hecha de sal y agua

o una línea de voz o de vos casi palpable

más allá del vacío mi cuerpo es otro cuerpo


en la imposición del agua a la tensa cuerda esperando la tarde
y en la curva del puente tirado sobre el tiempo

a veces no aparece sino la voz


de la flor azul de la distancia

a la mitad del bálsamo del cristal descendiendo la pared


del oído

o la flor montada en su palabra rosa

más allá del vacío la muerte y la palabra


en la punta de un hielo que se funde a sí mismo

cuando vuelve la lluvia para regar el sueño

16 6
allá donde palabra es un vaso sin agua
en la cuenca de un río colgado en la memoria

no máshablar del agua hasta mojar las manos con un líquido


cierto

allá donde se olvidan las ramas de las manos


el fuego es sólo un juego de impuros artificios

no más hablar el mar hasta vaciar los labios de este líquido hueco

allá donde camino es una luz con alas


y el temor del silencio nos hace hablar a solas

no más decir la lluvia hasta dejar el sueño ardiendo en otra gota

más allá es sólo el ave quien define su vuelo


y bebe de la sombra del velo de la rosa

porque basta ser árbol para desear la altura


la inmediatez del agua con el paso al vacío

allá donde desierto es una luz sin alas


la pregunta nos llega desde el fondo del vidrio

sólo queda una frase clavada en el silencio

¿quién va a decir yo sí cuando te vayas?

pero allá donde el grito se pierde si se encuentra


y el reloj se detiene a mitad de la hora

¿quién va a querer besar todo lo que yo soy cuando la


piedra baja con un golpe del viento?

167
pero allá cuando el vidrio es una piel oscura
una marea inconclusa nos arroja a la mente

¿todo lo que yo tengo cuando el ángel se anuncia


con un golpe de lluvia?

pero allá entre las venas sólo corren los ojos


o una marca indeleble nos estalla en la boca

¿todo lo que tú tienes cuando la luz golpea


con su silencio inmóvil?

o acaso puede ser la señal de un mensaje de auxilio perdido entre


la bruma

¿todo lo que yo soy cuando sólo me queda el rumor


de la vela?

pero allá desde adentro nos quema la ceniza


en el golpe rotundo del vuelo de la nada

¿y a qué la vela aquélla si la luz es un foco aterido de frío ?

pero allá sólo somos una sombra del árbol


o una metamorfosis de la memoria en vida

vivimos a la caza del valor de la frase

pero allá somos sombras de la raíz del mundo


cuando el mundo es la flor de la sombra del hombre

nos lanzamos el sol con un núcleo en la mano y atrapamos la


luna con la sal de los dientes

168
vivimos bajo el signo del naufragio perfecto

y si allá no subimos escaleras sin dedos


para alcanzar de tarde la noche de la vela

la palabra desnuda sus sílabas impuras

en el salto impreciso de la palabra llana


y en dirección contraria a la palabra tarde

y si allá los cristales son los ojos vacíos


nos arrastra una sed de fantasmas sumisos

en el vértice opuesto a la frase tormenta


y en el costado interno de la palabra lluvia

y si allá cadenas son ramas de las manos


en la estela del fuego de la sombra en la tarde

la palabra es la luz varada en el silencio

y si allá respuestas son los ritos del grito


nos besamos la voz en la raíz del ojo

la brújula del miedo ha llegado a su sitio

la palabra posible
la palabra con manos
la palabra silencio
la palabra sin signo

169
r

CONTRANATURA

Confianza en el anteojo, no en el ojo;


en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, no en el ave
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.

César Vallejo

antes de morir
abre el sol el único labio de su faz
quién lanzó la piedra del sol sobre las olas
el único labio del sol abre la luz a un nuevo ángulo
la muerte ha pasado como pájaro en la noche
con el sueño tejido a cada pluma
sólo el vago comienzo de un vuelo
interminable
sólo un canto finito hasta cortar las alas

De eso que ya no hay no escribo


nunca. Astrolabio de rima de cola transparente:
faisán. Yo prefiero
decirlo, empeñarme en la fuga hacia la voz
más tenue. Así nacen los versos de labios
suspendidos y surge la deriva como temblor
del verbo.

17 0
3

tu boca es la primera estructura ósea del sol


una fruta sitiada en la música del tacto
toco tu boca
para entrar a una razón de musgo en hueso
muerdo con tu boca para afilar mi gusto por la luz
tu silencio es una iluminación del odio
del cielo serán siempre los soles de tu boca
unas pequeñas nubes blancas encima de la loca inmóvil
de tu lengua
más allá del silencio tu locura no dura nada
no dice luz alguna
calla tu luz al tiempo que tu voz se hace polvo
toco tu voz con la penúltima estría de mi silencio
tu voz es una franja ilimitada en su vacío
tu voz de cielo raso no deviene fuego
no sabe de locuras
sabe sólo de viajes imposibles
toco tu boca de ríos garigoleados
de palabras de invierno

Si de extrañar se trata, hablemos


de la lluvia. Hagamos una hoguera
para hablar de la lluvia. Ven, toca aquí,
humedece tus dedos
en esta estrella líquida, dejemos a la muerte
ser flor
de sólo un día. Ven, decir jamás
no es no beber de esta agua.

171
5

alebrije del humo


es tu palabra
la palabra del humo es una luz indolente
corazón
abre el cielo alas a tu escalera de voces
déjame ser la muerte
no sabes subir los peldaños sí no es con ojos muertos
déjame escalar los riscos de tu tacto
silencio corazón
toma las llaves de mi rostro
toma mi cuerpo como átomo de fe
cree los mitos de la sal
créame una estatua de mármol negro
mi credo es la escala divisoria de tu sed
corazón
déjame creerte como piedra lanzada al infinito

Una palabra dolorosa siempre cae dos o más


veces en el mismo sitio. En esta noche
de relámpagos la luz carece de la inmensidad
del grito. Queda musita la noche
una plegaria: su rezo es la razón
de ser del abandono. De todas estas palabras toma
sólo la música
del rayo, lo demás fue la gris iluminación plateada
del silencio.
7

hasta la próxima manzana


tu aliento mantiene el abandono
el alba tiene vencido el aire de sus manos
deja al agua ser la estación anterior al tacto
el otoño deshoja sus navajas en tus ojos
la estación está próxima a caer entre tus dedos
guarda mi razón hasta la próxima manzana
tu aliento es la montaña que cae por el abismo
el paraíso hasta la próxima manzana
escala una manzana hasta alcanzar el cielo
deja al cielo ser la oscuridad del beso
déjame ser la razón del otoño
hasta la próxima manzana

Cuando la luz sea poca


no guardes esta voz en el silencio. Cuando digas
mi nombre
escucharás la sal cayendo hacia las nubes;
conocerás el agua
por un aire de lluvia entre tus pies
descalzos: un rumor luminoso
de mañana sitiada. Anda, corre tras esa fe
por lo posible; y cuando ésta sea poca
no guardes más la luz con tu silencio.

así como los pies hundidos


en el hielo
como la brisa oscura de un mar

173
inabarcable
mediterráneo amor
como de nubes
como de tristes nubes a la caza del viento
en la casa del sueño
donde no se despierta
así como mil muros donde olvidar
las manos
donde cerrar la boca
cuando el grito es estrecho
así como dos cuerpos
tendidos sobre el agua
así como dos cuerpos
hendidos en su historia
así tú y yo
una indolencia

Cuaderno de Alejandra

174
S E R G IO V A LER O

La poesía de Sergio Valero se ha concebido a sí misma como


una especie de vértigo verbal, en el que participan tantas
voces como su oído poético ha podido recordar y citar. For­
malmente, aquella respiración del extenso poema hispa­
noamericano en Sergio Valero deviene arrebato enumerativo y
anáfora nominativa, proliferación incontinente de imágenes
y reiteración de estrofas con variaciones en las que, a veces,
el autor pierde el registro. El resultado es una cadena de de­
clinaciones poéticas esencialmente interminables (...)
No importa por el momento saber hacia dónde se encami­
na una poesía como la de Sergio Valero. Me llama la atención,
no obstante, que en su primer libro [Cuaderno de ]
parta de la avidez por asimilar una tradición y, en el trayecto,
toque el extremo opuesto: ¿se trata de una conciencia poética
experimentada como imposibilidad de pertenencia?

David Medina Portillo

175
ÁNGEL ORTUÑO

(Guadalajara, Jalisco, 11 de enero de 1969)

Estudió letras. Además de poeta es crítico. Actualmente tra­


baja en la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz y en Edicio­
nes de la Noche.

Libros: Lasbodas químicas, Secretaría de Cultura del Esta­


do de Jalisco, 1994. Siam, filodecaballos, 2001.

176
PO ÉT IC A

Aspiro a formular una secuencia de imágenes continuas, ce­


rradas sobre sí mismas, un poco a la manera del libro mudo
(líber )m
ts de los alquimistas. La diferencia estriba en que no
u
me interesa conservar clave de interpretación alguna: cerrar
la jaula y tirar la llave.
También pueden ser útiles para referir lo que pretendo al­
gunas de las descripciones de la patología conocida como
autismo.

17 7
ff

Se estalla hacia arriba — cáliz—


muesca inversa al sonido del vidrio
delinea — casi es una mano—
hueco al párpado de la comisa

o no

Comisa sólo
Insomne
y mutilada

Casi es una mano

En burbujas
rompe la carne que gotea del tímpano

Crecen las muelas


en los tendones árboles de lija

La lengua es el más espeso


parto de la saliva

Está quieto,
falsamente quieto como un mueble
donde las telarañas
trenzan cuellos
en la nuca de la esquina

Sabe que no moverse


y un vaso de agua
son,

17 8
r

donde las telarañas,


suficiente

CANCI ÓN

El pie sobre las cruces de la raya


sin baile, dado de sí, canta:

Sobran días para el dibujo de la rueda.


Crujir como una pila de platos
el esqueleto de cualquier pianola,
es antes

Un collar
no es del color de tus mandíbulas
sino
— sólo—
antes.

S ABOR P OR T ÁT I L

Es un grito pesado y manco


Se mueve, tren viejo, entre escalofríos de óxido
que alejan en el polvo la posibilidad
de ser molusco

Una escalera
salta haciendo vidrios con la boca de la mujer asesinada
a golpes

179
No
son
nubes

Ilesa
miras el inicio:
algunas sillas
(tres
a veces más)
el aire en que se teje
un maremoto apenas un perfume
y las paredes

Las bodas químicas

Soles de grosella
burbujeantes,
en la garganta el Salve
cuatro pisos abajo.
Canción de la comisa.
Concede,
horrible diosa blanca,
tus vértebras torcidas,
oriflama,
a estas líneas.

Los faros de automóvil y la anciana


en su silla de ruedas,
el obsesivo cielo de las cosas.

18 0
r

ALBO

De sí mismo partido por el leve


párpado del estanque:
dulce lobotomía.
El cisne, lo sabemos,
se desposa
con una pesadilla de tenazas.

(Te verterá agua hirviente en el oído


— luego sabrá cuidarte—
ingresarás al grupo de los monstruos
lisiados mientras duermen)

Son sin duda las plumas


las que piensan.
Raíz que de negrísima se tiñe.
Rubia,
¿tanto cisne insinuado?
Sí. El perfume deslíe, trasunta
el mal
olor.

La hemicránea, la rosa
es el dedo de Dios
que por la nuca
se hace la manicura sobre el nervio.

Él se enoja. Te quiere,
pero no soporta mirar tu cara.

Siam

181
Á N G EL O R T U Ñ O

Un extrañamiento es lo primero que salta al leer los poemas de


Siam. Rispido y árido frente al lenguaje, excesivo y lúcido en la
construcción metafórica, irónico y mordaz, el poeta nos va lle­
vando por una galería de monstruos, de parajes en donde la
lectura neobarroca adquiere una condición de “raíz que de ne­
grísima se tiñe”.
Alejado de cualquier postura, Ángel Ortuño es un avis
dentro del panorama de la actual poesía mexicana.

León Plascencia Ñol

182
SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

(Colima, Colima, 16 de noviembre de 1970)

Estudió letras y periodismo. Obtuvo en 1994 el Premio Esta­


tal de Poesía así como el Premio de Poesía Agustín Santacruz
de la Universidad de Colima. En 2001 se hizo merecedor del
Premio Internacional de Poesía Salvador Díaz Mirón. Ha sido
becario del feca en el periodo 1994-1995. Tradujo bruma
y otros elementos de Oskar W Milosz, que la unam publicó en
1997 en su colección Poemas y Ensayos. Además del poeta
lituano ha traducido poemas de e. e. cummings y de Seamus
Heaney. Actualmente es subdirector editorial del periódico
Diario de Colima.

Libros: Corazón de agua negra, Secretaría de Cultura de Co­


lima, 1994. Catorce fuerzas, Universidad de Colima, 1995.
Saetas, feta, 1997. Ella es Dios, Praxis, 1999.

ce: cocojimado@hotmail.com

183
*

ROSAS ROJAS SOBRE ORO PURO

No existe para mí un poema sin la asistencia mayor de las


imágenes. He buscado que en cada verso mío haya corazón
en rebanadas, oro, rosas, ese “aire embalsamado por las ño­
res” del que habló Balbino Dávalos. La cacería mayor, la del
sonido y la imagen, no se da sin la anticipación de los poetas
mejores, de los videntes. Hay en mí —-y quisiera que los hu­
biese en mi trabajo— los dolores de la “camisa de mil puntas
férreas” que envuelven el alma, como admitió Rubén Darío.
Es lenta la manera en la que este dolor va saliendo, y por eso
he tenido como importante el segmento, la visión momentá­
nea y el episodio que se nos aparece de pronto, en medio de
una conversación. Lo he querido traducir en canto, no sé si
lo he logrado. Creo que de eso estamos hechos. Los miles de
filamentos y esquirlas que nos constituyen deben vibrar a
fondo para obtener el poema. De lo contrario es mejor no
darlo a conocer. Mi proceso, mi búsqueda, es por lo tanto ha­
cia atrás, hacia esa poesía que ya no está en la mesa del deba­
te y que no es pronunciada por los comensales en un festín
de verbos. Mientras más lejana la fuente, más poderosa. Mien­
tras más arcaico el manantial, más puro. Por eso el agua más
transparente y benéfica para el ser humano es la de los
icebergs, con una edad de tantos millones de años. Que sea
una fuente de poesía: un ramo de rosas rojas sobre oro puro.
Un pequeño tributo sangriento a la Mujer, que se encama en
todas las mujeres. He aquí el equipaje del poeta, mi equipaje:
conocimiento del Mito, conocimiento de la Lengua, conoci­
miento del Corazón.

184
LAS M URALLAS DE A CA D EM O

(F R A G M E N T O )

MAREA DE F ONDO

Alto crespón de espuma encima del rumor. Ola del tiempo,


superficie en tanto ignoremos la tempestad interna donde se
arrastran crustáceos y construye grano a grano el molusco su
casa. Evadida luz, no precipites tu aliento a profundidades
extremas, ahí sólo vibra el címbalo de la noche.

MUS EO DE AMOR
( F R A G ME NT O S )

NAUT I LO

De locomoción neumática como el amor, Nautilo, nube sub­


marina, señal de una escalera de alabastro y nácar. Una guari­
da tu concha para el agua.

P EI NE DE VENUS

Osamenta de tiburón para cardar el cabello de la Reina. Man­


go de marfil para sus dedos tenues y una espiga erizada por
la aguja y la flecha para obligar a la Belleza: ñor acuática que
la humedad crispó.

S OL ARI O

Rueda hipnótica, ocre giratorio que alterna con la demencia


hasta llevarte al punto de la flama y el misterio. Concéntrica
oceanía, sus perímetros han convocado al mundo.

185
ARPA DE DORIS

Joya imperial, camafeo en la solapa del príncipe, tu clara voz


resuena en los confines del reino. En cada playa estás, como
antiguo testimonio de una gloria vencida.

GE ÓGR AF O

Tómalo en tus manos, permite al arpón entrar bajo la piel


con su noticia de ponzoña. Vale la pena esta Belleza Mortal,
el plano de su concha que informa de la distribución maríti­
ma de las sirenas de altura, aquellas de la zona escarpada y el
golpe del timón ya cercano el arrecife.

REI NO HUMANO
( F R A G ME NT O S )

Sobre el gris más inerte, un sauce. Confesor del río, amigo


fiel de lágrimas e infancia. Quema su sombra verde. Por él
pasa la muerte del sol, la agonía de la tarde, el silencio.

Ésta es la verdad: lianas de acero lacerándome, semillas de


opio en las grietas del cráneo. Lo que he visto no existe, lu­
cha por germinar sobre mis hombros.

Oh, tempestad, semejante a mi vida. Olor a tierra, golpe, sus­


tancia de la desesperación. Bienvenida seas, imagen, hermana

186
T
mía de angustia y desamparo. Soy tuyo nuevamente porque
por fin el viento ha permitido a tu alma y la mía reunirse en
una sola noche.

Árbol prohibido, alcatraz del misterio, flor salvaje. Aquí están


mis dos centavos. Entrégame tu única belleza, crisantemo no
de aquí sino del alba.

12

Al primer poema lo traté como al pájaro herido que sostienes


en las manos. Con cuánto cuidado pasé en limpio el borra­
dor. Cómo pulse con miedo cada letra en la máquina y, sin
embargo, acudía el error.

27

Olas de lluvia, cortinaje tan cerca de mi corazón. Laven mi


tronco, despójenme del liquen y la epífita. Muy adentro algo
late secretamente y sólo tú escuchas el pulso de la raíz más
honda.

32

Enfermera de fantasmas, reconóceme en la materia que no se


nombra, pero va desplazándose por corredores de bruma y
soledad. Soy este vasto caserón. Nada oculto sino las recáma­
ras donde aconteció el crimen de observar.

187
TRES M U JERES

(F R A G M E N T O S )

14

Tus senos, oh, terrible. Tu ira, oh, grandiosa. Tus leves mus­
los semejando senderos hacia un país sin murallas. Entrégate,
dulce tono de la distancia, resumen de las mujeres.

15

Cien doblones por ver a una mujer orinando.

16

Vendedora de frutas, un par de toronjas pugna por salir de tu


corsé y nadie sabe aún cómo las fresas o la espiral del nabo
reconocen el dígito en la báscula. Pesa mi amor, virgen del si­
lencio y la gota de furia en la mejilla. Inquieta certidumbre,
Pomona, crisantemo de lujuria y estallido. Tu recuerdo estará
siempre en la hoja del apio.

17

Perezosa, incorporaos del diván, lamed el terrón de azúcar.


Sibila inagotable de los mil presagios y el dulce sabor entre
las piernas.

18

Vuelvo a ti, a tu nombre y aroma, hembra superior. Que no que­


den la blusa o el corpiño en el letargo del lecho. Que no reste tu
perfume en la ausencia implacable. No. Yo te convido a perma­
necer bajo la bóveda de un templo crepuscular y olvidado.

188
19

Niña, tu parte más tierna es mejilla insolada, canto atrapado


en la garganta. Podría desear tu inocencia. Prefiero el lengua­
je , la vasta dimensión de lo que no me pertenece, pero es
mío.

20

¿Y tu mezclilla y los tatuajes, diosa subterránea, giro del Ha­


des, novia mía? Muéstrame el deterioro y la vida. Soy tuyo
como la espuma en la rompiente.

21

Diosa ferroviaria, estoy en tu pasado: aquel andén y la brisa,


la viuda templando el alimento de su crío y la toga irresistible
del que ha renunciado a esta vida con una voz de sirena y
éter.

22

El mundo en carne viva, en tres mujeres: la de mi infancia, la


de mi dulce evasión y la que siempre ansié con la fuerza de
todos los que fui.

44

Semilla humana hay sobre su piel, encima del duro vientre.


Ah, cómo se mezcla con el sudor y la brisa mi lluvia seminal.
Mujer negra, te convido a nombrar tu flor de húmedos péta­
los. Vamos a llamarla orquídea o tulipán. Su cáliz encendido
como una luna roja en lo alto de la noche.

189
F

45

¿Quién habría de enamorarte, efigie de ébano? ¿Dónde po­


dría cebarse tu soledad y tu martirio, virgen de trópico plena
de milagros para el pescador? Crecen tus pechos como dos
ópalos vivos, como dos naranjas del profundo Averno. Cre­
cen los estambres en tu bajo vientre para ocultar a los crios
de la tarántula. Yo te invito, oscura, a cazar cigarras cuando
muere el sol y ya nada queda sino ola y musgo en los plata­
nares del húmedo amor.

46

Si hubiera piedras blandas estarían en tus pechos, Preciosa.


Tu olor sería terrestre y tu cabello un lago. En tus manos ha­
bría un mapa de ríos y ciudades que jamás existieron.

47

Un par de nidos de ave grande, garza o faisán, son tus dos


pechos. Tibios, erguidos, plenos de polluelos y mimbre y se­
cas gotas de lodo.

48

Poderosa virginidad, calienta en tu pudor este hielo en los


ojos, esta escarcha que impide ver cómo eres: danza de un
centenar de lobos, escuadrón de agujas, jabalina trenzada en
la garganta o más abajo, allá en el Reino alzado en contra
tuya.

190
49

Desciende sobre el mástil, perfume, brisa de alta mar. Tiende


tus muslos aquí, en la saeta inmóvil que busca un astro como
si buscara un ciervo. Reposa, cielo de carne.

Saetas

191
n

SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Un hondo anhelo de celebración gobierna el arco verbal de


estos poemas. Entre la tensión de la cuerda y el instante del
disparo se templa la voz; una voz que se ha sumergido en la
materia misma de su canto, para surgir después transfigurada
(...) Hay en estas Saetas de Sergio Briceño González el pulso
preciso, la necesaria vibración, el aliento del arquero: “Quise
un latido y vino un mundo en dos manos”. Cada uno de sus
poemas aspira a condensar en la velocidad de la flecha la in­
tensidad de una visión. Saetas: fragmentos, destellos de un
mundo sólo posible mediante la tenacidad de la poesía.

Jorge Esquinca

192
ROSALVA GARCÍA CORAL

(Tonalá, Jalisco, 1 de agosto de 1970)

Libros: Arriba es polvo, filodecaballos, 2001.

193
POÉTICA

Poema querría decir así


Lugar de la fulgurante aparición de la palabra.

José Ángel Valente

Si debo alcanzar y trazar los signos breves del misterio — lumi­


noso y oscuro— que deletrea la palabra; la rapidez del ser, asu­
mo el acallamiento, el sueño vertical, tensa soltura... para trazar
así vertiginosamente, en calma, aquello que es sólo ecuación de
luz, breve cadáver en los signos de su propio misterio.
Uno dice así aquello que está siendo en la velocidad del
ser.
Un segundo después, experiencia desecada o sustancia de
luminoso vértigo,
eternidad aparecida, causa y fin
del silencio que acoge la palabra.

194
ARRI BA ES POLVO
( F R A G ME NT O S )

Ya arriba es polvo
y pronto será abismo llegar
o quedamos.

L. A. C.

Ven
a lo que no quedamos.

Así
hasta el mediodía.

Vacío hasta el ardor.

Entra hasta conmigo:

Adiós y la penumbra.

Te deshaces de sol
desatada:

Húndete, resguardo.
7

El polvo
y lo que permanece
del árbol:

Su edad
y la resaca:

El ojo del viento.

Es donde estábamos
a lo que vinimos.

A lo verde del aire...

En el alba o la sangre
en la limpia estructura del ardor.

En tu soplo

somos

azar

apenas

sofocado.

196
12

Hundido
en la esquina de la tierra.

Confundido
en el aroma blanco
de la cal:

Aspira,
expira

ave de muerte:

Brillar.

13

Levántate
en el polvo de lo que dijiste
que era humo
para salir entero.

Tú,
silencioso.

197
0

ANTES DEL P OR VE NI R
( F R A G ME NT OS )

S E GUNDO

No.
Ninguna vez fui llamada.
Me diste un nombre
y soy el humo
sin flama.

CUARTO

Voy esperando el arribo,


la hora de la fuente,

el sigilo
que va brotando

del agua no escrita.

Silencio.

QUI NT O

Cuando haya pasado


pleno el mediodía,

198
y un fuerte aguacero
haya recorrido la sangre,

vendré de ti
para habitarte.

Arriba es polvo

199
ROSALVA G A R C ÍA C O R A L

En la poesía de Rosalva García Coral existe un pronuncia­


miento del silencio como armazón del mundo, como trazo
del polvo que es el único signo de lo que quizás está aquí o
vendrá con la palabra dicha o incomunicada.
Durante años la poética de esta autora ha venido depurán­
dose sin prisas, hasta lograr un desnudamiento casi seco: se­
quedad blanca, llama que enciende el alfabeto oculto para
nombrar las cosas en su sentido primigenio.

León Plascencia Ñol

200
MÓNiCA NEPOTE

(Guadalajara, Jalisco, 25 de junio de 1970)

Estudió letras. Ha sido becaria del fonca-jc en 1994-95 y


1996-97. En 2001 obtuvo un estímulo para difusión de obra
del iccm. En los últimos años ha realizado guiones para tele­
visión cultural.

Libros: Trazos de noche herida, feca, 1993. Islario, filodeca­


ballos, 2001.

ce: monanep@prodigy.net.mx

201
ORIGEN

Por mera cuestión de ancestros mi nombre está cerca de las


piedras. La lengua ruda y lastimada que hablaron mis abuelos
me pertenece ahora como algún día fueran suyos la pala y la
pica. En tarea semejante a su designio minero me hundo en
la caverna del lenguaje hasta hacer brotar la gema, pájaro que
acude a la ventana de una niña. El secreto radica en descubrir
si el ave es cuervo o petirrojo.

202
MI VOZ SALTA EN EL D E S IE R T O ...

Mi voz salta en el desierto


y no grita
remueve el nervio agudo.

Buscando la azotea más distante


distinta de aquélla que vigila.

Más lejos que la voz de tu boca.


Lejana de la adivinanza de la carne;
interroga a la ausencia de tus manos.

Salta la voz en el desierto


hasta la frontera inasible
del sueño que no despierta.

Revuelve los pétalos caídos


traza su línea hasta llegar al cuerpo.
El mismo cuerpo que la aguarda
como a una profecía temible.

A ESTA MUJ ER. . .

A esta mujer la sangre se le fuga


en un torrente de tardes en el pasto.

Con toda la calma y la paciencia


abotonada entre los dientes,
con las manos lastimadas
por la furia del jabón.

203
Su falda es la bandera
que dibuja los límites del cuerpo.

Y está ahí: quieta


en su misión de sostenerse
de un hilo delgadísimo,
sin murmurar su sueño desvelado
de mujer corrompida
por el alfabeto salvaje de las cosas.

Trazos de noche herida

El viajero vislumbra la isla desde las alturas. Dibuja con la pun­


ta de su dedo la primera insinuación del litoral. Al tocar la gra­
va estará dispuesto a olvidar la bravia del sol — vaga cicatriz
bicolor en las espaldas. El cuerpo del viajero sabe que sus pa­
sos lo conducen a la transfiguración: al blanco de la gota, indi­
cio de lluvia que enturbiará el reflejo del azogue. El verde rostro
de la isla lo golpea. Los ojos azorados notan cómo la bruma
borra las huellas en la arena. El viajero entona un canto melan­
cólico bajo el torrente (el musgo ceñirá su garganta). La silueta
del viajero será un leve contorno en la muralla.

Antología de letras y dramaturgia 1994-1995

Piensa en esa estatua abierta en el corazón de la ciudad.


Piensa en su mano petrificada que señala el corazón,
escucha en su voz el acertijo de la sal.
Piensa en el corazón
(y mastica una hoja de albahaca en la verdad del puente).
Piensa en el corazón señalado.

204
Piensa que en la cercanía del mármol
la inocencia de la viscera es manjar para el depredador.
Pero si digo
Piensa en el corazón
es porque al caer una moneda
en la fractura del hielo
en la violencia del metal
ese corazón aguarda la palabra.

De una frase de Paul Celan

Esa ciudad que visitas cada noche


aquella de los muros blancos
en la que descubres — cada noche— el fósil
esa que es tu ojo y tu oído
la de calles intactas, puertas ligeras
esa donde nadie habita
la de telares mudos y pájaros calcáreos
esa ciudad es mi tributo
una pequeña estampa, un reino de agua
para que tu voz descanse.

HE AV E N’ S GATE

Un veliz en el que cabe la noche. Un veliz fugaz como el últi­


mo pensamiento. Raparon sus cabezas, enterraron los nom­
bres.
Las agujas del reloj perdieron su eje por ellos (para quie­
nes el tiempo es un sapo henchido). Los miras, envueltos en
su muerte. Cuerpos sin rostro, en la gloria de su muerte y un
veliz colmado; con su mapa solar y un cielo hechizo tatuado
en medio de los ojos. Un veliz en el que transmigra el alma,

20 5
un veliz arrojado a un río. Un veliz fuera del círculo donde
navegan las cosas de los muertos.

Antología de letras y dramaturgia 1996-1997

La punta del lápiz


traza un dibujo veloz.
La isla es un pájaro atado.
Huérfana
en el abrazo del mar
ofrece su cintura.

A Seamus Heaney

Es este papel mi universo:


Acá el continente,
la indiferencia café
de las grandes extensiones.
Aquí
un pequeño garabato
relleno de venas azules.
En el mapa,
la isla se adorna con collares de letras.
Escucho el corazón de las olas,
un mote de tinta
mancha la página opuesta.

206
P O ÉT IC A DE LOS MAPAS

Si abro los ojos


me descubro en medio de la isla
que como una vocal oculta
resume sus lindes en riscos.

Raro el alfabeto que aprendí:


la construcción de la palabra
isla
breve y opuesta
a la llanura de los continentes.

En este frágil mundo


la lluvia crece contra los colores.
El mapa húmedo y viejo
muestra una ruta
trazada hace años
un sendero cuyo grosor
coincide con el índice,
cuyo sentido aflora
cada víspera de junio.

Islario

207
MÓN ICA N EPOTE

Centro, círculo, resolución, transparencia: la escritura de


Ménica Nepote está trazada por el equilibrio visual, templada
por una palabra que demora y depura la intervención del sím­
bolo, que mide y controla pacientemente el entramado de sus
significaciones. Es por tal prefiguración de la página como esce­
nario de lo sustantivo — “teatro de los acontecimientos”, Jaime
García Terrés dixit— que la poesía de Nepote se delinea por la
brevedad y la concentración de su decir. Intersectada por dichas
coordenadas, la palabra de Nepote se asoma “quieta/ en su
misión de sostenerse/ de un hilo delgadísimo,/ sin murmurar
su sueño desvelado”.

208
VÍCTOR ORTIZ PARTIDA

(Veracruz, Veracruz, 11 de diciembre de 1970)

Estudió letras. En el periodo 1999-00 fue becario del fonca-


jc . Miembro del consejo editorial de la revista Zahir. Es re­
portero cultural del periódico Público. Desde hace 15 años
reside en Guadalajara. Ha traducido poemas de Eugenio de
Andrade y de Edward Hirsch.

Libros: Escrúpulo del minutero, Secretaría de Cultura de Ja­


lisco, 1994. La sal de los lucientes, feta, 1997.

ce: victorop@hotmail.com
P O ÉT IC A

La poesía es conocimiento. Por medio de las palabras se pue­


de (re)conocer la realidad, ya que dan claves para ver las cosas
de manera diferente, despiertan esas regiones de los sentidos
que todavía duermen, y ayudan a descubrir lo que, aunque vi­
sible, estaba oculto a nuestra conciencia. Además, esas mismas
palabras crean mundos insospechados, realidades paralelas ori­
ginales a las que sólo se tiene acceso a través de ellas si están
acomodadas de manera perfecta. La poesía es magia. Es el rei­
no encantado del conocimiento.

210
CANTO ES EL RAYO QUE SE DICE

El silencio es escondite de los ritmos. Si ocultaras el sol, color


seria tesoro en la alborada.

Antes, en la pura membrana del lenguaje, dos o tres palabras.


La alegría se vuelve joya en las inmediaciones del decir — te­
nue voz contra el sol. Mejor disponer de un vuelo, la claridad
y sus imágenes.

Es este el camino. La misma lengua será ofrenda, nido en la


luz, luz en la maravilla barrosa de la veta. Habitado el arco,
un nudo atará sus bondades. Que el pabellón del sol acepte
frondas, que el viento sólo arrecie con la sílaba.

Vértigo la alta voz, brasa de un supremo pensamiento. Inmi­


nente es el cantar, se elevan ramas famosas por su abismo.

Canto es el rayo que se dice. Reloj a la deriva el silencio.

EL RUIDO DESANDARÍ A SU RUIDO

El ruido desandaría su ruido


para encontrar tu risa
— soporte del oidor:
fino motorista
comparte su gozo.

Aunque el placer
— y en este caso
no serían olas enormes—
no se cumple aquí.

211
El mismo ruido
desandaría su estruendo
para escuchar tu risa.
Tormentón que se une
lubrica la piel del pecho.

Es aquí
donde el gozo
se cumple,
patente,
¿y los labios vinieron
a dormir a esta tierra?,
luego resurrección (reverdece),
alcance,
patente,
pero sobre todo madera,
tótem,
escrúpulo.

EL DESI ERTO ES

Tanta es la piedra que habrá costado


al desierto su inocencia.

Guy Davenport

El desierto es. Pronto se levantará ayudado por sus piedras y


sus vientos. Con cuerpo de arenisca invadirá el resto de la
tierra feliz.
Se ha pensado siempre en un mar de arena. Desde el día
de la invasión se tendrá que pensar en un mundo de arena.
El desierto es también lo que será.

212
Lloverá arena hacia el cielo, expropiará el espacio, un nue­
vo deslinde se vislumbra necesario.
Gotas de cristal de diferentes sonoridades harán mares. La
noche ya no será el invierno del desierto. El simún será un
sueño de la nueva bestia surgida de la marea cristalina. De su
evolución se rescatará una sinfonía.
Por el momento podemos ilusionamos con las fantásticas
formas y el nuevo lenguaje. La procreación es quebradero
para emditos.
El desierto es gracias a nuestras faltas, pero principalmente
por la cordura de su avance desde el margen.

Escrúpulo del minutero

EL VALLE, EL NUEVO MAR

Dime para qué ir al valle a revolver los camellones en busca


de olas.
Todo tiempo pasado será agua, sal de tu cosecha.
Agua y sal entreveradas en las fincas: monumentos de gra­
no, monturas de espuma para los palacios, cúpulas de agua
salada, la marea llega al occidente de la vista.
Punto y despeñadero de la imaginación que no desmerece
junto al nuevo mar.

UNIÓN

Como si yo fuera a decir barca después de la tempestad, a


huir en nave de ceniza antes del fuego.

21 3
Como si viajar fuera alejarse, te acercas siempre confundi­
da. Ojos cerrados, alas tan leves: una travesía por la vastedad
equivocada.

La sal de los lucientes

C ONT RAVE NT URA


( F R A G ME NT OS )

Los juncos escondidos susurran


a la noche un nombre — el de ella—
y mi alma es toda un goce
un desfallecimiento de vergüenza.

J. J-

— No he visto aún a la reina loca — dijo la niña.


— Pues acompáñame, y ella te contará su historia
— dijo la muerte.

A.P.

“La reina señores... ”anunció un tipo, sombríamente grotesco.

A. P. M.

El reino de la perdiz se funda en el parpadeo, dice la reina mien­


tras gira el rubí de su anillo.

Su bosque interior se incendia por los cuatro costados.

214
Tratan de huir sus bestias favoritas.

El rubí que gira es el resumen del incendio

La yegua real orina el humus de este claro y germinan las raí­


ces del poema.

Vuela el escuadrón de la reina.

La imagen de cacería es el relámpago nogal de la zorra y el


galope sordo de los ladridos que la persiguen.

Si morir es dulce, opina la reina a la cabeza de su divertimiento,


dar muerte será la concentración azucarada del betabel.

Mi esperanza completa en la hincada del jabalí, informa la reina


en el momento de liberar al gemelo de su lujuria.

Su tarea es desflorar a las doncellas desperdigadas por la ma­


leza del desamparo.

Tarde se da cuenta la reina de su error: después de un baño


en el mejor lodo, la hembra del jabalí rechaza el amor con
sus reflejos, sustituye el corazón con la fractura de las rosas.

215
7

El ososerá mi ciudad, sueña la reina mientras cabalga deslum­


brada a Berna.

Laberinto de brillos es el plan de cacería en el mapa dorado


de su mente: instalará un panal en medio de la fortaleza de
álamos.

La velocidad del oso hacia la ciudadela de las abejas. Durante


la posesión de su fantasía la reina toma la plaza.

Su nueva piel atesora la vieja oscuridad del tronco hueco.

En el reino de la sombra es común pensar en las estrellas, res­


plandece la reina en el centro de su conquista.

Soy Altamira, la reina abre la boca y escapan bisontes caballos


toros jabalíes...

Un cazador aislado se agazapa en el paladar y con su lanza


derrama la adrenalina de la persecución. Inicia el antiguo
rito.

Soy Altamira, repite la reina y un alud marrón negro rojo inun­


da su boca. Polvillo de ocre se desliza por los pliegues de sus
labios. Parece sangre.

Antología de letras y dramaturgia 1999-2000

216
V ÍC T O R O R TIZ PARTIDA

En Víctor Ortiz Partida me ha interesado la fluidez verbal,


flexibilidad formal y riqueza de visión de su poesía. En su
cuaderno Escrúpulo del minutero, el poema “Tu cuerpo en el
extremo” me pareció sintomático con esa feliz imagen (“puer­
ta futura”) que es emblema de su obra poética. En La sal de
los lucientes, esa imagen se desarrolla con elocuencia y poder
expresivo, lo que hace que la actividad de leer se convierta en
el modo de pasar esa “puerta”. Leer es descifrar el futuro.

Julio Ortega

217
OF E L I A PÉREZ S E P Ú L V E D A

(Guadalupe, Nuevo León, 2 de abril de 1970)

Estudió letras. Ha sido becaria del Centro de Escritores de


Nuevo León, 1992-93; de Financiarte, 1996; del pacmyc, 1997;
y del feca , 1996-97. Obtuvo el Premio Poesía Joven de Mon­
terrey en 1993, el Premio de Poesía Universitaria en 1995 y el
Premio Regional de Poesía Joven en 1995. Actualmente es
guionista y productora en el Sistema Radio de Nuevo León.

Libros: Doménico, Municipalidad de Guadalupe, 1993. De


todos los santos: herejes, Toque, 1995. Cuartos privados, Fondo
Estatal para la Cultura y las Artes, 1997. La inmóvil percepción
de la memoria, Verdehalago, 2000.

ce: ofeliapatricia@hotmail.com

218
POÉTICA

He venerado dioses y oraciones, he creado el aceite y el in­


cienso con que nombro los rituales transitorios de los hom­
bres que veneran a su imagen semejanza.
He atrapado en mi cuerpo los dolores y los dioses, frag­
mentos de una luz imperfectible que me ciega esta humildad
de su reino y su alabanza me han llamado.
Pero me gana el vientre, la inmóvil percepción de la me­
moria.
Bajo Dios toda creatura es un efigie, un ciempiés que atra­
pado nos contiene.
PAUL CELAN Y EL A L T O PENSAMIENTO
COMO UN ÁRBOL

Ningún testigo, Celan,


ha de arrebatar esta hendidura, este clamor
verano e irreversible que es la espera.

En vano afilamos nuestros cuerpos


porque ninguno empuja el marco de la puerta,
ninguno desatornilla las ventanas.

Venir desde la noche con el frío consenso de nombres


que pasan como hojas de afeitar en las esquinas
de tu brazo,
justo en el ángulo de los días y la dicha.

Qué agónica presencia la del arpa que tensa te combate.

SIN TÍTULO

En el Reforma es tu voz un arpón.


No está la rosa en el incendio.
No te respiro en el filtro que encierra el delfín
que no seremos.

Yo te miraba conjugar los verbos


con la mirada del mamífero que teme
y me acercaba a donde has dicho
se guarda el corazón de madrugada.

Existo,
y del pequeño continente del cristal una esquirla salta,
llega, te nombra

220
y me alejo sin nadie detrás de la que vino, de la que es
ausente.
Te me ves inmóvil en el rincón de la cantina
y me voy sin saber en dónde está la Ofelia que conjuras,
sin que abras tu casa a este vampiro.

Guárdame soberbia, hermética, traidora; apenas piedra


que insistes en cargar.
Y si jamás la Ofelia se desnuda
no preguntes quién hiere a quién entre bufones.

El mar es un desierto.
Poetas de la frontera norte 1950-1970

LOS HOS P I T AL E S DE VAL L E I N D E P E N D E N C I A


(FRAGMENTO)

SEIS

El ojo no ha visto ni el corazón de nadie


alcanza aquello que el infierno
diario tiene reservado a los que aman.
El ojo no ha traído lo que frente de él se
ensaya,
el ojo no aguarda lo que frente de él se
erige en nombre de un diario
transitar en lo que ha sido y no llevar
sino la errancia pegada a la
espalda y a los huesos mientras un
guardia revisa tu nombre y
apellidos y entras a verlo en su muerte
y abres una bolsa y en ella un libro de
oraciones para que el enfermo muera

221
1

con miedo de los suyos, se arrepienta.


El hombre no tiene memoria en los
conductos ni en las venas por los que
corre la sangre
y un poco el enfermo se esfuerza y
empieza por ver un halo junto a
aquéllos que siguen vivos y hablan
del trabajo,
de los que venden su alma al diablo
por sólo una sonrisa por lo que sea
su santa voluntad que alguien venga
y desconecte a este cadáver
que infecta el aire, la memoria y los
miembros sudorosos de los que vienen
a verlo a este edificio en donde de vez
en cuando se bañan los que van a
morir de la mano de los suyos,
de la mano que empuña la daga,
de la mano que lleva por extremos la
almohada y no se detiene
y no se abre la mano hasta dejar quieto al
cadáver,
hasta dejarlo en el rictus de agonía,
con las mil preguntas del demonio en la
memoria,
con la muerte lenta desplazada tan de
pronto,
por lo que sea su voluntad, que alguien
venga y se apiade de este hombre
inexistente que ocupa una cama y
contamina el aire de los suyos.

222
DE L OS QUE ESTÁBAMOS Y ÉRAMOS
(FRAGMENTO)

SIETE
Para Ana María Kullick

Hay un poema, madre, que empieza


con un verbo,
con un ápice, con sólo la mirada de aquél
que se ha bebido el miedo de
estar solo de pie sobre una casa y vuelve
sobre sí,
en medio de su cuerpo, adentro de la
noche.

Hay un poema en la punta del verbo,


madre
y la mirada de aquél que lo ha bebido
domina la extensa y larga noche, solo,
en medio de su cuerpo.

Hay un poema, un ápice de infierno en el


iris del ojo que nos mira y el
cuerpo de la madre lo cobija,
le traduce el aliento de la luna y le duerme
la célula de amor y soledad
que lo envenena.

Hay un infierno en el párpado del hombre


a la intemperie.
La noche lo guarece del olivo.
La noche es la madre prometida,

22 3
1

la amante que aborta en medio de su


cuerpo,
infecto el corazón de amar se pierde.

Hay un hombre en el nervio que se altera


de agónica pulsión entre sus
manos.
Hay un músculo enfermo, infecto de
hambre, de soledades contraído
y luego entra aquella que ha hechizado
las estrellas, la dama, la ruleta
que aprieta en el gatillo,
la niña que enamora los desiertos.

Poema para garganta que desuella el


verano, madre,
poema girando como el ave que matamos,
madre mía,
poema escrito en pliegues y plumas que
hierven y en despojo,
poema de hígado, entresijos, de sangre
concentrado
atemporal, buenaventura.

Amo tu nombre, tu anciano amor, tu no


saber a dónde va mi hambre.

La inmóvil percepción de la memoria

224
O F ELIA PÉREZ S E P Ú L V E D A

El versículo en México ha tenido en poetas como José Carlos


Becerra ( Relación delos hechos) y David Huerta ( de
noviembre, Incurable) su paradigma doble, su norte y sur, su
diámetro de averiguaciones. Ofelia Pérez Sepúlveda, desde
este crisol, emplea la forma versicular para llevar a cabo la
historiografía de su cuerpo lírico, inspiración y expiración de
un concepto semántico y sintáctico que pide su justa dimen­
sión; para otorgar, asimismo, la extensión propicia a su músi­
ca e imaginario, cercanos en espíritu a los de la profecía y el
evangelio. El ritmo que mueve los poemas de Ofelia Pérez
Sepúlveda es el aliento de una creación verbal revisionista y
visionaria.

225
LUIS VICENTE DE A G U I N A G A

(Guadalajara, Jalisco, 6 de octubre de 1971)

Estudió letras. Ha sido becario del feca en 1991 y del fonca-jc


en 1995-96. Escribe también ensayo y artículos de divulgación
literaria. Como traductor ha puesto en español a poetas como
Ezra Pound, Samuel Beckett, Ted Hughes, Jacques Dupin y
Mark Strand.

Libros: Noctambulario,Bachillerato en Humanidades de la


Universidad de Guadalajara, 1989. Nombre, Praxis/Dos filos,
1990. Piedras hundidas en las piedras, feta, 1992. El agua cir­
cular, el fuego, unam, 1995. La cercanía, filodecaballos, 2000.

ce: luisvicente@hotmail.com

226
P O É T IC A

A los diecisiete o dieciocho años de edad escribí los poemas


de Nombre, cuademito que publicó la Universidad Autónoma
de Zacatecas en 1990. Son todos ellos “poéticas”, en el senti­
do algo trivial — y eñ todo caso irresponsable— que damos
hoy a esta palabra. Quiero decir que los poemas de Nombre,
que son cuando mucho diez u once, no tienen mayor cosa en
común que la de abordar una y otra vez el tema de la inspira­
ción poética.
Hoy me siento muy lejos de aquella plaquette zacatecana.
Con todo, habiendo comenzado esta página como lo hice,
debo precisar que no hablo de “inspiración poética” por ca­
sualidad ni accidentalmente. Y el significado que tiene para
mí la palabra “tema” exige también mi respaldo consciente,
inmediato y determinado. Hablo de un tema en el sentido
musical de la palabra: se juntan las imágenes, y no son ideas
(por más que la etimología sostenga lo contrario); las frases
toman forma, y son más que palabras o menos que palabras.
Y luego esas frases pueden repetirse, idénticas o transforma­
das, pero ya sus contextos habrán cambiado en ambos casos.
Hablamos del poeta, de su vigilia o su fragilidad con respec­
to al quehacer que ha deseado, al deber que se le ha impuesto,
y no hacemos en realidad sino hablar de la inspiración. Se tra­
ta, ya lo sabemos, de un fenómeno al que no puede aludirse
con ingenuidad. Pero yo lo prefiero a muchas otras explica­
ciones del poema y a muchas otras explicaciones del mundo.
Con las dimensiones que Roberto Juarroz llegó a darle, y de
ningún modo el margen de tales dimensiones: de compren­
sión, de apertura y disponibilidad, la noción de pensamiento
me ayuda hoy a concebir la inspiración como una forma laica
y genuina de intensidad espiritual, de presencia corpórea.
Me veo, en este sentido, como una especie de neo-moder­
nista o modernista sin rimas. Si alguna vez hablé directamen­

227
te de poesía fue porque trataba de hablar y porque sólo podía
ser directo, no porque la poesía despertara junto a mí todas
las mañanas. Hoy me siento lejos de Nombre, y es que al es­
cribir un poema no aspiro a dictar el nombre de nada: aspiro
más bien a oírlo, a merecerlo. O al menos a pedirlo, a pre­
guntarlo sin gesticulaciones, pero también sin frialdad.

7 de septiembre de 2001

228
EL PATIO

Aquel patio mide nueve metros


cuadrados, nueve metros, veintisiete metros
cúbicos, veintisiete metros jaula.
Aquel patio mide catorce años,
ha bebido, preciso, catorce dosis
de febrero. Paredes blancas,
aquel patio midió el campo, midió
una sombra. Aquel patio
mide el cielo
interrumpido por paredes blancas
quietas, higiénicas por detergente
y no por aire. Aquel patio mide
la tierra
estrangulada por baldosas de color baldosa
y rejillas de resumidero, mide
un pedazo de la tierra que habría medido
siendo libre, mide lo que mide a veces
cuando están abiertas las ventanas
o la puerta, mide lo que mide
cuando hay en él un cilindro de gas
o un montón de alambres oxidados, mide
los cien metros de una lámina azulverde
que cumple bien su función de bloquear el día.
Aquel patio mide catorce años
y lo que midió antes, lo que medirá
después de que el tiempo, cantando
la misma cancioncilla del origen,
lo derrumbe.

Piedras hundidas en la piedra

229
EL AGUA CI RCUL AR, EL F UE GO
( S E GUNDO PAS AJ E)

La sombra es un légamo de aire.


Las nubes cobijan el acecho del fuego, son carbones
traslúcidos,
islas que alimentan conspiraciones rituales.
Oigo que las nubes guardan la bondad de las hierbas.
Mentira: la nube es una pantera hecha relámpago.
Se aprieta el cielo como el campo de batalla ante un avance
de yeguas progresivas, se acorta la distancia entre el ave
y la irrupción de celdas como vidrios, se agota la vigilia,
estalla el día: son las nubes
tocándose ya con su reflejo. El agua
no respira, el agua sofocada, el agua calcinada, el agua rota
por ballenas de turbia pesadumbre, el agua echada,
espesa,
enmascarada, grande, linfa, tronco, piedra, techo,
angosta,
asfixia, res, lo dicho: el agua
rota: llovizna que no termina de caer, que apenas toca
el propio
límite, la mera costa de sí misma
y corre atrás, arriba, de regreso
al anclado, al muerto, al seco y al mar vacío de su promesa:
no respira. La sombra.
Dibuja en el clima lo cansado, lo grabado
en las rupestres agonías del sueño.
Dibuja lo grabado, colorea lo grabado
con cinceles difusos. Atora en el viento al viento: sombra,
¿es la vigilia?
Torre, atalaya de agua es esta barca. El centinela
no es yo sino el humo dentado y azul del mediodía (todos
duermen

230
de día, y sin tocar el mar
los cubre un sudor que alarga el cielo, que el cielo desplaza
y arrincona en las ingles, debajo de los párpados,
amargo
entre las uñas). El vigía, no eres tú
el vigía, dice
el aire: sí me ofreces tu cuerpo, sí lo entregas
a mis rápidas aguas que son flechas: nubes. ¿Las miras
de tan cerca? ¿Llueve? Sombra. Volaran golondrinas,
si hubiera, lo cansado, si hubiera
a esta altura, a esta bajura de planta en la semilla. Qué planta
de mar. Desde altamar
la nube espía. La sombra cae a trechos, húmeda.

RETRATO DE F AMI LI A CON J ARDÍ N

El padre al centro, pero al centro


no hay nadie.

Nadie tampoco en las orillas.

Sólo un perro
desdibujado por el hambre
oculta bajo un macizo de gardenias
el cráneo de algún pariente no muy próximo.

231
M EDIO DE C O N T E N C IÓ N

A Ricardo Castillo

Quién oyó nunca el paso de las tribus.


Iban de norte a sur, de un lado a otro, y eran olas
de insectos o parvadas
que azuzaban el aire. Los domingos
burlaban el acoso de unas calles arteras,
ganaban las espaldas del contrario
y se arremolinaban con ventaja
frente al arco rival — y en el momento, en la hora precisa,
al tenderse las redes de la gloria,
despachaban su tiro a las tribunas
(sin que hubiera tribunas)
y un abucheo de todos los demonios
acompañaba su regreso.

Quién recuerda siquiera esa rechifla.

Hoy el tiempo se mide por semáforos


y un latido continuo de luz roja
te ahueca el pecho, zumba en tus pulmones
como un viejo balón que se desinfla.

Algo quiere tu sombra, que no hay manera de borrarla.


Está siempre a tus pies como un sirviente
y repite con soma tus quiebres más audaces.
Si metes la mano a discreción, su mano te delata.
Si corres al espacio, te persigue.

232
Si un balonazo por lo alto
exige tu vuelo en vertical, ella se achica
y se agranda después, al ir bajando,
y como un charco de lodo refleja tu caída.
Mientras te subes las calcetas
puedes verla de frente.
Algo querrá.

Es tu enemiga, y tienes que marcarla.

Libre de culpa, se amarra los botines.


Ajusta el cuello de su camiseta
y enseña, casi por descuido, los tatuajes
que cifran la historia de sus bíceps.
No lleva espinilleras.
Al comienzo del juego está muy serio, y poco a poco
ya grita y maldice y gesticula.
Quizá, puede ser, nunca se sabe: tal vez,
para el segundo tiempo,
consiga entrar de cambio.

No estaré aquí.
Sobre la hierba
grisácea de los parques
anidará un amago de eucalipto, y ese olor
de perros migratorios como peces
calará en las banquetas.

No estaré aquí.
La lluvia

233
enjuagará el paso de los carros,
se dejará patear la piedra hasta la esquina
y arriba del camión, al ver el cielo,
dirás que la luz no brilla como antes.

Cuando se agregue a la curvatura de las brújulas


un territorio inexplorado, el mediodía
consentirá de nuevo que la tarde caiga.

No estaré aquí.
Síganse de frente.

EL AUTOR A LOS T RE I NT A Y TRES AÑOS

Que no he cumplido aún, por cierto. El día


sangraba, desleído, en 1970
y uno, y dos
noches pasaron sin que nada pasara,
sin que el cabello, los huesos o la luz
crecieran. Con lobos, con furias cazadoras,
me han contado,

fueron esas noches.


Un viento de colmillos recorría el pabellón
y los montones de recién nacidos
no proyectaban sombra, y era todo silencio.
Y era helada la calma cuando un paso, dos pasos, pasos
volvían sobre el pasillo.
¡Hospital inocente, abrigo
tan frágil de indefensos! ¡Tempestad,
plomo en los hombros de una vida que nace
y que no puede nacer!
(Calma, calma. La cosa no es tan seria.

234
No es tan grave nacer
como en un sueño, y menos si en el sueño
levantamos un párpado, revisamos el aire,
comprobamos, en fin, que el mundo se ha movido.
justo lo conveniente. Pero tampoco
es malo reconocer que uno despierta

agonizando: la frente aparece cubierta por un velo


y una lluvia nostálgica
se cuela por debajo de las colchas,
y un polvo de cipreses agitados, una herrumbre,
acecha en las pausas del aliento.)

Tempestad. Tempestad sin abrigo,


como íbamos diciendo. No era el día
sino la víspera;
no era el sol
sino el eclipse antiguo de un astro no fundado
lo que llenaba el cielo de temibles pronósticos,
de nieblas duras
y buitres hechizados. No era el cielo

aquello que mirándose — como yo ahora—


en las vidrieras rotas de la duda
sangraba. Desleído, en 1990
y nueve veo mis manos
más grandes que al principio, igual de torpes,
inútiles para el taller y etcétera
y etcétera, y respiro, y veo
que todo, casi todo, mal que bien
ha pasado. Salir del hospital,
nacer, entrar
de nuevo. Decir mi nombre
inmóvil frente al muro

2 35
secreto que separa
lo que no he conocido de cuanto desconozco.

Y no he cumplido
aún los treinta y tres, que nada me dirán
cuando los tenga:
no me dirán
cómo trepar a un árbol
ni como deletrear,
oh musa,
la inalterable canción de los follajes.

La cercanía

MENS AJ E DEL QUE DUDA

Ríen ne m’est sur que la chose incertaine.

Digo salud cuando estornudo, y buenas noches


al mirar contra el sol mi cara en las vidrieras.
Si voy de pie, me cuadro los anteojos

para observar los charcos que no evito,


los setos que atravieso. Y con los mapas
me ha quedado muy claro que en la calle

donde vivo no hay gente, ni casas — no aparece


ni siquiera el buzón que guarda estos renglones.
Ayer, sin ir más lejos, traía metido en la cabeza

que ningún mar excede al pez que lo ha bebido,


que si dejara de pensar por las mañanas
pensaría por las tardes, y las cosas del mundo

236
tropezarían de nuevo con mis dedos
y yo diría salud y buenas noches
y no metería la mano al fuego por mis manos,

que parecen cada minuto menos fuertes,


más largas. Y aunque ya sea otro tema, sólo pido
vagar por una tierra en que las lluvias

no deshagan la flama — y estar vivo


al morir, de pie, despierto
para observar las vidrieras que atraviese,

para testificar que sea seguro lo inseguro.

La cercanía

23 7
LUIS V ICEN TE DE A G U I N A G A

Es el suyo [Piedras hundidas en la piedra] un libro estricto, ri­


guroso, no solamente en las formas que ha decidido utilizar
el poeta; sino sobre todo en el juego de los significados que
esas formas contienen y transmiten. La conjunción de José
Lezama Lima y e. e. cummings me parece, en última instan­
cia, un acierto formidable de su libro. Hablo de una conjun­
ción en la estrategia poética general de Luis Vicente de
Aguinaga; lo que él hace con esa conjunción es, hablando
con rigor, su propia obra, su propio trabajo y la expresión de
su talante.

David Huerta

238
LUIG! AMARA

(México, D.F., 6 de enero de 1971)

Estudió filosofía. Obtuvo el Premio Primera Bienal Metropolita­


na de poesía en 1994, el Certamen Internacional de Poesía
Manuel Acuña en 1995 y el Premio Nacional de Poesía Joven Elias
Nandino en 1998. Ha sido becario del inba 1994-95 y del fonca-
jc en dos periodos: 1996-97 y 1999-00. Practica también el
ensayo y el aforismo. Ha traducido poemas de Giacomo
Leopardi, Lucio Piccolo, Giuseppe Ungaretti, Dylan Thomas y
W H. Auden. Actualmente es jefe de redacción de la revista
Paréntesis.

Libros: El decir y la mancha, UAM-Xochimilco, 1994. El ca­


zador de grietas, feta, 1998. Pasmo (en prensa).

ce: luigiamara@prodigy.net.mx

239
CUANDO FALTA EL IN V IERN O

Ni una forma más a la multiplicidad de las cosas.


Ni una perla de polvo para este cuarto vacío.

Se debe preparar el escenario una vez más.


Segar el campo en el que pacen
las sensaciones dormidas.
Se debe perfeccionar el arte de la sustracción:
desprender en silencio la envoltura,
la pátina del hábito
que ha crecido en las formas,
el polvo con que miente su espesor.
Seguir el desempeño de las uñas.

Limar,
limar hasta que el brillo nos repita
la sencilla verdad de su existencia;
hasta que irradien los matices
al encontrar su expresión.

Se debe reinventar el monstruo en la partícula,


en la miga del pan de cada día,
en el torbellino que se abre
entre una idea y la otra.

Depurar hasta el fin de la atención,


hasta que el radio de visión reviente
sus orillas,
hasta que se escuche únicamente el gong;
el gong de lo singular,
de la belleza
que no resiste el etcétera.

240
SUR

7 pasos ¿y qué? si el sur regresa,


11 pasos tal vez y es siempre otro,
un arranque y un ir
y la sospecha
de que los pies andando, los zapatos,
horizontes reinventan.

7 pasos, y qué, ya el sur regresa,


en aire lento, de ámbar,
centellea,
y es un partir sin anclas
que no cesa,
un arranque sin fin, y una sospecha.

El decir y la mancha

EL CAZADOR DE GRI ETAS

Sólo la luz reviste las paredes


de la habitación vacía.
Sin máscaras ni espejos,
sin clavos que proyecten su descaro.

Busco el error y la hendidura.


Soy un cazador de grietas,
de pequeños pasajes, de señales,
hacia mundos con sombras.

Basta una aparición en la cal


— la fugaz estrella de una araña—
para atar con líneas rectas

241
a este mirar insomne,
alerta,
para saciar su sed de formas.

Busco el error en la lisura.


El estruendo de un punto
en el abismo blanco.

EL VI RAR DE LA MANO

La mano se desdobla
fuera de la cuenta baldía de su bolsillo.
Tranquila en un placer de dedos,
despierta de unos sueños blandos,
saluda al aire con un desdén de guante,
siente la sangre en su viaje más calmo.

Un gesto para nadie,


un simulacro,
de la mano empuñando el mango del vacío,
asiéndose al instante, al ritmo de su abrazo,
un ademán en la contemplación de sí mismo.

Lento despierta el animal de la mano.


Tendones que se sueltan, los dedos liberados
ociosamente al festín de su goce.

No esperan nada,
la invención de un momento,
la inútil pantomima que prolongue
la expresión del sosiego.

242
Cada vez más la manga
oculta las falanges
encorvadas e inertes.
Cual un reptil absorto
la mano despaciosa
se enrolla hacia su invierno.

EL PARÁS I TO
A Héctor Ayala

Nada como el deleite de contemplar la acción


y no mover un dedo;
estar completamente absorto
y en silencio
siguiendo el hilo del evento más nimio.

Nada como apoyar el rostro en el marco del vaho,


con boca, frente y manos cual siniestras ventosas,
mirar la gente que cruza,
sucediendo despacio;
la distorsión de la calle en las gotas del vidrio.

Estoy viviendo el gozo de un bostezo muy largo.


Contento en mi postura,
en la pesantez de mi carne,
nada se escapa,
con nada se interfiere,
me place la manera en que me pego al vidrio,
cómo el cuerpo se adhiere,
se adelgaza,
se engasta;
sonriendo inútilmente
me descubro translúcido.

243
FIN DEL CAM INO

El camino se angosta.
Calmosamente lleva
hacia su muerte en el liquen.
Éste es su extremo y su promesa:
un punto para el pie
— entre puntos cualquiera— ,
el secreto dibujo del cansancio.

Hasta aquí conducía su pulso incierto y ondulante,


la línea que descubro
fue sólo azar entre piedras.
A este lugar me aleja para afirmarse y morir;
para alargar en su estela
el apacible temblor
de haber cruzado a ciegas
de la luz a la sombra.

El cazador de grietas

MI GRAÑA

Oprimida en la prensa
de las horas inútiles,
como una nuez deforme, huraña,
que descree del castigo,
de tal modo en tensión
y torturada,
sostengo mi cabeza entre las manos,
mientras el mundo silba, lejos,
su insultante salud.

244
Debajo de la lengua
una nueva pastilla se disuelve
con el dulzor de la promesa.
“Los suplicios más simples
comportan la belleza del mal”.

Las gotas se suceden


una a una,
siempre en el mismo punto,
en descargas de furia
de un reloj de dolor.
Todo brillo me hiere
y todo brilla;
cada latido es un tambor que irrumpe
con modos de aprendiz
en la caja del cráneo.

Traslado mi cabeza
como un jarrón de Ming
entre mis torpes manos,
y afuera el mundo canta
su terrible esplendor.
“Tanta salud ofende”
— insisto.

Pasmo

245
LUIGI AM ARA

La familiaridad con la filosofía zen, la austeridad tonal y


cromática, su empatia con el silencio, sus senderos sin destino,
guarda desde una apropiación occidental ciertas coordenadas
con los poemas de Amara. El personaje o los personajes de
cazador de grietas viven de sus despropósitos como en un dra­
ma de Beckett o Ionesco. Esta mención con el arte escénico,
debo decirlo, no es gratuita toda vez que la escritura de este
libro proyecta una tensión dramática, un trazo que paradó­
jicamente se resuelve en la inmovilidad y en la perplejidad de
las personas. Es notable, por otra parte, la seguridad de Luigi
Amara. Obviamente que cuando digo seguridad también quie­
ro decir dominio, es decir que la escritura de este libro [El ca­
zador de grietas] es el resultado de un diseño de conjunción de
forma y contenido. Porque para todo poeta crítico, sin demé­
rito de la emoción, la presencia de una filosofía o método de
composición, para utilizar un término de Poe, es ineludible.

246
JULIÁN HERBERT

(Acapulco, Guerrero, 20 de enero de 1971)

Estudió letras. Además de poesía escribe cuento y ensayo. Ob­


tuvo el Premio de Aforismo Santo Tomás de Aquino de
Monterrey en 1995. Ha sido becario del fonca-jc en dos oca­
siones: 1999-2000 y 2001-02. En 1993 publicó una colección
de cuentos: Soldados muertos. Ha traducido poemas de W H.
Auden, George Mackay Brown, Anthony H echt, Alfred
Tennyson y W illiam Carthwright. Desde 1989 reside en
Coahuila donde, actualmente, es subdirector del Instituto Mu­
nicipal de Cultura de Saltillo.

Libros: Claves de Alejandría, Universidad Autónoma de


Coahuila, 1992. Chili Hardcore, Praxis/Dosfilos, 1994. El
nombre de esta casa, feta, 1999. El cielo es el naipe, filodeca­
ballos, 2001.

ce: trespatines500@hotmail.com

247
M OSCAS Y D ÉDALO

Martín Lutero dijo una vez que Alguien había creado a las mos­
cas para distraerlo mientras trabajaba en buenos libros. Sospe­
cho que las poéticas cumplen la misma función. No que nos
distraigan; le dan alas a nuestro ego.
Escribo poemas desde los quince años, y siempre lo he he­
cho con una intención práctica: todos decían que era un mu­
chacho bondadoso, así que — por motivos de seguridad per­
sonal— puse todo mi empeño en arruinarme el carácter. Ya casi
lo logro.
Nunca he sabido de dónde salen los versos. Y no hablo de
inspiración. Más bien creo que en el poema no se es un pensa­
dor, sino un piloto. Es como sufrir una ceguera extravagante,
como si uno leyera de un modo tan absurdo que, de pronto,
descubriera que es capaz de descifrar hojas en blanco.
Soy más despistado que Woody Alien. Mi propia casa es un
laberinto para mí, y ni qué decir del deseo, la memoria, la ca­
lle. Me acostumbré ya tanto, sin embargo, al vértigo nómada
del dédalo, que procuro percibirlo aun mientras finjo estar in­
móvil. Los poemas me son laberintos portátiles, herramientas
para construir atajos y callejones sin salida en la piel de las des­
apariciones.
Escribo para volver al idioma del que nací.

248
LOS QUE C U M PLIER O N MÁS DE CUAREN

Para Pedro y Mabel

Los que cumplieron más de cuarenta


se deprimieron mucho el día de la fiesta,
o fingieron que era la misma fiesta
de hace cuatro años,
o comieron y bebieron tanto
que al día siguiente se sintieron enfermos,
casi viejos.

Pero los que cumplieron más de cuarenta


ya están mejor: sus gestos
han perdido la ostentación de la juventud.
Ahora pueden fumar, sostener una viga,
pelear con el marido por culpa de los closets
y hasta hacer el amor
con ademanes lentos, naturales,
con la resignación
de quien sabe que el tiempo es pura pérdida
de tiempo.

Los que cumplieron más de cuarenta


tienen historias absurdas: accidentes
en motocicleta, piedras en la vesícula,
un rancho y un piano y una mamá que huele
a piloncillo con nuez, un hermano seminarista,
un Volkswagen amarillo,
una infancia resuelta a punta de balazos
en el oscuro de un cine que hoy no existe.

Y así,
vuelta y vuelta la fe de la memoria,

249
inventándose penas adolescentes
para el cuerpo donde viven ahora,
los que cumplieron más de cuarenta recuerdan
no para revivir la juventud, sino para decirla,
porque de veras no tienen miedo de los años
pero sí tienen miedo del silencio.

Los que cumplieron más de cuarenta


se enojan si les hablas de tú,
se enojan si les hablas de usted.
Hay que llamarlos a silbidos, a tientas,
a empujones,
a palmadas en la espalda,
hay que llamar su atención mencionando
políticos rusos o películas francesas,
hay que explicarles casi todo
acerca de los juegos de video
y los nuevos programas de la televisión.

Los que cumplieron más de cuarenta


saben pensar el alba:
un cuerpo gozado en un hotel de paso,
un cuerpo solitario de vodka en el mejor hotel,
una calle vacía y de pronto los pájaros.
El amanecer esa banca en el parque
y las palabras que no llegan a la boca.

Hay que dejarlos recordar


y luego seguirlos hasta la ventana
(hablarles de tú, hablarles de usted),
palmearles despacito sobre un brazo
como a unos hijos nuestros que de pronto
crecieron demasiado y nos asustan.

250
Los que cumplieron más de cuarenta
desean cosas bien sencillas:
que la fiesta se acabe,
que las muchachas no les digan “señor”,
que diosito con su lápiz les borre la panza,
que el café vuelva a saber,
que a las calles de la infancia nadie les cambie
el nombre,
que las piernas de alguien se abran para ellos
y dormir calientitos,
como si una señora difunta los arropara
estirando la mano desde atrás
— muy atrás—
de la vida.

AUT OR R E T R AT O A LOS 27

Yo era un muchacho bastante haragán


cuando me asaltaron las circunstancias
sábados y domingos cantaba en los camiones
ahorraba para unas botas Loredano
y besé a dos
no
a tres muchachas
antes de mudarme a esta ciudad

Aquí me extrajeron el diente cariado


y de paso me arruinaron la sonrisa
este relámpago de fealdad por donde asoma
involuntariamente
el ápice más claro del pozo que yo soy

251

i
Aquí firmé facturas
documentos de empleo
paredes silenciosas
y también me tomé fotografías
me hice archivo me hice historia me volví
un detalle más en el paisaje de la suma
no encontré nada mejor
lo dije antes
yo era un muchacho bastante haragán
y la gente desconfiaba de mí
cómo iba a enamorarse uno tan mal vestido
cómo tendría razón

Pero tuve razón algunas veces


y si no
tuve al menos esa ira luminosa
que convierte a la estupidez en una revelación

En cambio no podría hablar del amor


— y que conste que a mi lado también duerme
y bosteza
el verboso maquillaje que entre cedro y caoba
declaraban en falso los poetas provenzales—
pero tengo el recuerdo de una tarde en el bosque
ardillas mirándonos desde una roca
inmóviles
y nosotros dos guardábamos silencio

Desde entonces algo crece a través de mis ojos


y en mis testículos
y en el rumor que hace mi pensamiento
algo de mí crece en mí como un saludo
como una tregua
como una bandera blanca

252
Pero no hablo de amor
sino de que me gusta agitar esta bandera

Bastante haragán es cierto lo confieso


tres muchachas besadas cuando llegué
a la ciudad
quién me viera hoy caminando por la calle Juárez
mi hijo gritándome papi
mientras pienso en los asuntos de la oficina
en el traje Yves Saint Laurent que me vendieron
de segunda
en los exámenes que falta revisar
en la amistad que mansamente se vacía
o se llena

Pienso en la desnudez
en los malos olores de la gente que pasa
testimonios de salud o promesas de la muerte
pienso en mi país que es sólo un plato
de lentejas

Y también pienso en este poema


que hace 27 años se fragua dentro de mí
y nunca termina
nunca dice las palabras exactas
porque es igual que yo
un muchacho bastante haragán
una verdad fugaz como todas las verdades

Tengo derecho a hablar de mí cuando hablo


del mundo
porque hace muchos años miro al mundo
y tengo derecho a sentirme verdadero
fugazmente verdadero

253
porque mi voz también puede abrazar a la gente
aunque no sea la voz de un santo
ni la voz de la lluvia
ni la voz de una madre que llama a su hijo
difunto
ni la voz de un sabio antiguo
mi voz también puede abrazar a los que pasan
a los que escuchan
a los que abren el libro al azar y en silencio
y a ti
sobre todo a ti
mi voz también puede abrazarte
mi voz también puede abrazarte

Aunque sea la voz de un hombre al que hace


muchos años
le arruinaron la sonrisa
aunque sea la voz de un haragán
mi voz también puede tomarte por los hombros
y decir suavemente
“estoy cantando
estoy cantando para ti”

EL NOMBRE DE ESTA CASA

Bem sei que esta casa é pintada de cimento


Bem sei qual é o nome desta casa.

Fernando Pessoa

Entre un fruto y otro fruto


la exténsión de la tierra.

254
Entre un camino y otro
las colinas,
animales que pastan, ojos
de peregrinos extraviados,
y otra vez
la extensión de la tierra.

Entre un hombre y una mujer


dos jomadas de manglar,
y entre un hombre
y otra mujer,
algo de polvo
que se filtró por la ventana.

Entre los labios. Entre la tarde


y la voz de quien menciona la tarde.

Entre los pliegues de una mano


cuyas líneas ya no existen.

Disipándolo todo — lo piadoso,


el aserrín, lo imperdonable,
las camisas de botones anticuados,
las postales con reproches al reverso,
las botellas vacías llenas de breves mensajes—
la extensión de la tierra:
más larga que un brazo,
más larga que un brazo de Dios.

Y los frutos
nunca llegan a la boca.

255
UNA O RA CIÓ N

Escúchame, Señor: mi cólera


aventaja a la tuya.
Te supliqué no pusieras tu puño
entre los amantes.
Te pedí salvar de plagas a cuantos pudieras.
Te he rogado mes tras mes
no sea la ruina de los justos
el único juguete de tus fines de semana.

Tú vienes del sueño


como cualquiera de nosotros
y tu sonada vocación por la crueldad
no destruirá las canciones antiguas
ni la fe de mis amigos
en tu santidad.
Intenta oírme, Señor:
has pecado mucho.
Es hora de que salgas al balcón
y nos dirijas unas dulces palabras de consuelo.

El nombre de esta casa

I NS C R I P C I Ó N DE P ORT E R MOR E S B Y

Que ningún saldo haya de rabia


ningún cuarto de hotel.

Que en las ruinas las vasijas


no tengan escritura
ni los fémures prestigios milenarios.

256
Que me bese de pronto:
con la pureza
de una muchacha perdida en el desierto;
de un disparo.

El cielo es el naipe

257
JULIÁN H ERBERT

Las palabras salen, brillando, como bañadas por una luz que­
mante, del propio corazón, de la soledad de la mente. Todo
esto sucede en una especie de trayecto o de trance. Nada es
ahí, en ese momento, sin embargo, convenientemente lineal
o cómodamente sencillo; sino proliferante, esteroscópico,
rizomático. Las palabras van depositándose una a una sobre
las páginas, sobre las cuartillas: un poema, dos, quince poe­
mas... Los poemas forman una casa, un libro, y ya poseen el
nombre que les faltaba: El nombre de esta casa.
La escritura de Julián Herbert (...) es el testimonio singular
de todos esos actos y esas apariciones. En El nombre de esta
casa alienta un mundo que es el de todos los días pero que
ha sido transfigurado por una destreza jaspeada de pasiones
luminosas y exactas.

David Huerta

258
MARÍA RIVERA

(México, D.F., 1 de junio de 1971)

Estudió algunos semestres la carrera de psicología, así como la


de ciencias políticas. Cursó el diplomado de la sogem. Obtuvo
la beca del FECA-Estado de México en 1995, la del fonca-jc en
1999-2000 y la del Centro Mexicano de Escritores 2000-2001.
En 2000 mereció el Premio Nacional de Poesía Joven Elias
Nandino. Recibió del iccm, en 2001, un estímulo para la difu­
sión de su obra. Actualmente es jefa de prensa y asistente cul­
tural de la Casa del Poeta.

Libros: Tierra de palabras, tres poetas (colectivo), 1996.


Traslación de dominio, feta, 2000.

ce: mariarri@yahoo.com

259
N OTA

La poesía es la liturgia por la cual el mundo es posible, aun


en su imposibilidad. Ejercicio de la inteligencia emocionada,
el poema es síntesis de combates espirituales. Disciplina inte­
rior cifrada en la educación de la vista y el oído, así como de
la intuición. El poema, esa intención de lo indecible, es tam­
bién indagación en las posibilidades de sentido, una vertical
en la horizontalidad del tiempo. Decantado en el silencio, y
templado por sus altas temperaturas, el poema es el sujeto de
la revelación, y el lenguaje creador de una realidad inaccesi­
ble más que por la poesía. Una poesía crítica, exigente, dis­
puesta a ser, sin miedos impuestos por modas literarias. Una
poesía esencial, potenciada sólo por sí misma, sin abigarra­
mientos ni fuegos de artificio, que dé como resultado poemas
escritos desde el corazón de la fuga: el instante perpetuo del
relámpago. Poemas puertas o poemas muros que logren ha­
cer de la materia verbal una creación. Creo en una poesía
liberadora, satisfecha sólo en el poema; fiel a sí misma, a su
respiración y a su cometido; fiel a su propio decir y a su pro­
pio silencio. Asimismo creo en una poesía alimentada por su
tradición y por su tiempo, histórica. Pero sobre todo en la
condición que la vuelve indispensable: su carácter milagroso.

260
C Y P R E S S US
( F R A G ME N T O S )

[Entonces habría que decir en dónde está la casa,


pero la casa no está en ningún lado
(nunca ha estado)
sólo un féretro cubierto con azaleas, un pulmón colapsado por
un coágulo: la casa. Podría un jardín salvarla. En ella las flores
celebrarían un rosario. Su plegaria iría a tientas por los cuar­
tos. Heriría un paso su soledad y una voz cualquiera, su ante­
sala. ¿Cabe la casa en la palabra, o la palabra es más grande que
la cosa? El sillón, su monótono reproche; la soledad de trape­
cio de la lámpara, la cama, resignación de espalda, qué dirían,
si engarzaran el sujeto con el verbo — alguien entenderá algo—
algo de su ilegible lamento. Podría también salvarla un cana­
rio, un gato pequeño o un hijo, que lograra entender la lengua
de los muros, pudiera descifrar la opaca mirada de los vidrios.
Un hijo, como un fruto tierno. O un pájaro posado en la ven­
tana, o un pájaro.]

Veo arder esta casa y en ella el sueño


que animó sus cortinas,
el charco de fuego en que se ahoga el día.
En sus huesos, la clepsidra susurra:
“Ven, ven, a mirar tu sombra”.

Tú has dejado de ser tú mismo,


ya nada dormirá el mismo sueño
y aún sangra la voz de ti, ensimismada.

Mis manos no contienen el vendaval de sangre, miro


enrojecerse el aire, esta tinta,

261
mi vientre donde nace
un hijo
que ríe ya donde no estuve.

Abre una puerta, abre


el infinito paladar de la ballena.

Ya no quiero decir: He sido


el atónito descubrimiento de una grieta:

T RAS L ACI ÓN DE D OMI NI O


( F R A G ME NT O S )

Bajo el árbol de la noche la escritura fragua la luz,


consume la piedra que sostiene el mundo.

El párpado, donde eres signo sin sonido, escribe


Este tiempo no es eltiempo, es
gota aterida que lenta se desangra,

dice,
día: viste mi noche con antorchas, dame
la mirada, el orden, la precisión:
el instante va, viene, puebla ya otra tarde.

Atada está mi mano y mi escritura, mide ya


su íntimo naufragio:

La palabra yerra en la geografía de la hora. Se extravía.


Vuelve sobre sí misma y agoniza.
No pronuncia nombre

262
porque el nombre está vacío,
quebrado por un accidente sin memoria.

Enciende la luz del mediodía


dice

Algo en mí no es tiempo, es hoguera,


algo en mí no escribe sino dice,
algo en mí no es materia,
es estío en el campo abierto de mi frente.

Yo estoy sangrando contigo, madre


de mi aorta nace una cascada de aves
que caen sobre la duela,
una parvada de pájaros oscuros
que vuelan al árbol de la ciencia
y caen,
caen adentro, se desploman.

En su follaje, ahogada, el agua de mi muerte


me mira,
dice
En este jardín están muriendo, se pudren
los duraznos en la rama.

263
CODA

Alumbra la calle la memoria:


antorcha de lágrimas hendidas.
El cadáver del sol palidece,
árboles se yerguen a la vera.
— El camino era largo—
vieron la hora en que cumplí siete años,
el vestido largo de listones amarillos.
[La memoria: color hora parda de día]

Mariana, Sergio, Ana.


¿Qué luz se ahonda en esos ojos?
¿Qué luz oxidará el brillante metal
de su mirada?

Una bugambilia arde sobre mi frente,


incendia el muro:
me veo en la misma tierra
donde mis pequeños zapatos
¿es la misma?
rozaron el polvo, la palmera
sus espadas amarillas

¿era el mismo tiempo


o es ya, solamente tiempo?

Comenzó a llover
canté, cantamos
¿cantamos?
en el ojo la tierra fundó su imperio
¿era mío?
Ahora se derrumba:
sólo miro, no puedo tocar

264
el azadón que me quema.
¿Dónde el tiempo, esa lluvia?
El primer paso,
florecen estos ojos,
se perderán.
¿Se perderán?

Llueve, ahora llueve


jugamos en los charcos
¿Soy yo Fui?

Ahora llueve
sobre aquella lluvia

mis zapatos pequeños, mojados


los de Ana
la luz de enormes ojos
en sus ojos

Vámonos — el camino es largo—


¿es largo el camino?

nos espera la tina


la franela, la cena
Ayer llegué temblando
a la banca del parque.
El lenguaje siempre
se mueve hacia delante
¿Hay delante?
¿Es el chirrido de sus goznes
el Poema?
¿es
esta luz
que veo en

265
esa luz,
la luz?
¿o es sólo la luz del pensamiento?
¿o será
ésta y aquélla
la Luz?
Pero miro,
aún,
¿aún?

Traslación de dominio

266
MARÍA RIVERA

Desde su apuesta radical, María Rivera toca los límites del len­
guaje, esa orilla en la que la cadena de las explicaciones ya no
tiene ningún otro eslabón. Aquí, en este margen indócil, pre­
guntar qué significa la pérdida equivale a preguntar qué signi­
fican las cosas y las palabras que las designan. La autora se
interna en esa franja oscura donde hallamos a las cosas signifi­
cando sin que podamos reconocer el instante en que empeza­
ron a significar. Perpleja ante esa noche del origen, intenta darle
alcance a un habla capaz de trasladar al terreno del poema la
dicha recordada.

Eduardo Hurtado

267
DANIEL TÉLLEZ

(México, D.F., 21 de julio de 1972)

Estudió educación y letras. Escribe, además de poesía, ensayo


y crítica literaria. En 2001 obturo el Premio Nacional de Poe­
sía Joven Elias Nandino.

L ibros: Paraguas para remediar la soledad (colectivo),


unam, 1997. El ritual de los culpables (colectivo), unam, 1998.
Poesía de La Pluma (colectivo), Editorial Chañaral Alto, 2001.
El aire oscuro, feta, 2001.

268
P O É T IC A

Hay un efecto de retorno y de aproximación a la fuga en el


quehacer poético. La poesía entre la fuga de un presente caó­
tico y el intento de refugiarse en aquellas circunstancias his­
tóricas que consagraban la tranquilidad espiritual bajo
formas poéticas claramente tipificadas, cuyo uso en otras
épocas supuso el surgimiento novedoso de poetizar. La nove­
dad de toda forma hoy parece perdida en tanto tiende a forta­
lecerse la pérdida de la novedad actual. El poeta no suele
proponerse problemas de construcción; de vez en cuando
utiliza ciertos elementos del arte poético tradicional y levanta
una construcción si la unidad interior es profunda. Eliot su­
gería que la poesía de un país era directamente proporcional
al tamaño de su cementerio. Alusión aceptada si se admite el
consenso que hay en relación con la necesidad de la catástrofe
como productora de poesía. Si esto es así, habría que sentarse
a esperar los grandes frutos caídos del árbol de la frivolidad,
el tedio y el reblandecimiento de la época actual. En ese re­
tomo enunciado se oculta el acecho, la intemporalidad, la hui­
da por parte del poeta del tiempo presente, del regreso
constante a la infancia en los terrenos mismos del jardín de la
infancia retocada por el aura de saberse transformado des­
pués del tiempo, no antes, como si la infancia brindara cuotas
de verdad en la mirada de ciertos objetos no gestados por la
palabra. Esa cuota de imposibilidad concretiza un regreso a la
interpretación, pero también un regreso a una infancia ma­
yor, más armónica, en cuanto se viste de objetividad en el
nombrar y sugerir desde el lado anterior de la escritura: la in­
fancia de la escritura poética revisita los momentos primeros
que anteceden al presente caótico. En dicho retomo palpable
lo que se vislumbra es algo parecido al origen no sólo perso­
nal sino también a cierto origen mítico, siempre desde la per­
manencia. La causalidad que la poesía sugiere anuncia la

269
causalidad primera que arroja luz sobre una poesía lateral
que cuestiona a la misma escritura poética. El desvaneci­
miento de las viejas utopías estéticas y el aparente fin del de­
venir temporal no bastan, por el contrario, riñen con las
ideas de evolución tantas veces pregonadas por las vanguar­
dias históricas. Se deshistoriza el pasado y el presente. La
promesa de la escritura poética es vislumbrar un presente,
pero también un pasado. Ir hacia adelante, en la escritura
poética es volver al origen; es la reescritura del comienzo, la
revisión del punto de partida. El ciclo de los retornos no se
cierra y de cierta manera la rebelión poética sigue operando.

270
DÓNDE EL HÍ GADO MA C I L E N T O . . .
( F R A G ME N T O S )

No necesitas tres horas de altura más allá de tu médula


para llamar al pájaro que anida entre tus ojos desiste. Arriba
chapucero a la hora exacta y nombra cangrejo otro mármol
nutre y desmadeja arcillas de esta barda sin nombre
del vuelo del diablo sostén esa mirada de terciopelo
cimbra en el límite la inexactitud naciente.

Fuera de tus visceras deja la amputación del escrito


que las manos cargantes reproduzcan el peso del reptil cuerpo
lleguen dos congojas a mi oído cuando el olor membrillo
de la tarde sea
y vuelen en parejas hasta ti mis dulces cuervos
casamata de polvo en dos mejillas asfixiadas.
Alza los ojos cuando te veas caer en la recámara
un niño con fiebre repetirá tu nombre de memoria
velará la aladrada frente de tu mujer de selva
celará la nada de tu polen de arcilla.

11

Cómo siembra la lectura de luto. Cómo herrero de casa nueva


cómo todo, cómo océano de desnudas lomas
cómo limitas abrupto espinazo mis antojos
cómo hombre de taller de vidrio campeas en Seminario
cómo culminas anhelos viriles
cómo la brava poesía tejida en cuerpo fuerte

271
es el azar del perro y el león de carne.
Baste cazador de pumas de 1947.
En tus trampas no cae ninguno, ni una zorra de fuego.
El ruedo familiar se nutre de tus cuentos.
Lautaro Yankas te reescribe traspuesta la Frontera.

14

Rotativo tu nombre. Devuelve a los diarios nocturnos


la tristeza en la piel de nuestro infierno.
Misericorde regalo trae a esta doncella mirada un pedazo
de mundo
el infortunio brevísimo hágase a voluntad
óseo ojo hasta perfil de la congoja en la campaña
tiembla pájaro siempre que regreses al deseo
extranjero el padre que se lava las manos para provocar
la conversación del rotativo
cuál es el cintillo de nuestro día navegable
cuál es la puerta que rechina para desaparecer por ella.

. . . DE TU I Z QU I E R D O COS T ADO
( F R A G ME NT O S )

20

mi padre es un muerto sin edad/ nunca contó mis


higos/ como dios no permitió contar los suyos/
sólo dos tres miradas muy oscuras a la higuera/

32

envainada su mano mi padre creaba espantos/ mano


mojada como adormidera para los niños/ cartílago

272
r

para el escepticismo/ fardo ligero en la fornicación


sobre la niebla/

'34

duermo como duerme mi padre el aire oscuro/


inmortal a ese aire duermo mis pensamientos
boca arriba/ duermen los pensamientos en corceles
muertos/ duermo la oscuridad en mi pozo de hierba/

. . . Y CURDA MOL É CUL A


( F R A G ME N T O S )

40

roto el
el padre
mármol capibara
metafísico
resbala en el baño de colmenas

45

antes el
que padre
nonato albatros
mira el arcano cuadro
muere en la alcoba de calina negra

47

donde el
escurre padre

273
tiempo polen
une lo separado
pabuliza lo profanable

52

cuando el
ataca padre
un mortal arquero sándalo
divide el tiempo en la santísima trinidad
pierde las tres batallas del lenguaje

El aire oscuro

274
D A N IEL T ÉLLEZ

Inserto en esa peculiar tradición del poema elegiaco en nues­


tro país (que guarda en su corpus obras como sobre la
muerte del mayor Sabines, de Jaime Sabines, “El retorno de
Electra”, de Enriqueta Ochoa, y Oscura palabra, de José Car­
los Becerra), El aire oscuro, de Daniel Téllez, ampara su vio­
lencia verbal y su sesgada estructura en dos estratos de luto a
presencias rectoras de sentido: la figura paterna y la figura lin­
güística. De su mutua caída, en el instante en que operaba un
proceso de reconocimiento y recuperación, se deriva la emer­
gencia de lo ausente, la fractura expuesta del orden y de la
unidad. La escritura de Téllez logra, ajena a las suposiciones
estéticas de Altazor, el registro de un descenso sin fin; una
autopsia lírica al cuerpo de dos fundaciones, trazas (el térmi­
no es de Jacques Derrida) de una imposible reconstrucción
de los hechos.

275
ROCÍO CERÓN

(México, D.F., 19 de junio de 1972)

Estudió historia del arte y el diplomado de la sogem. Becaria


del fonca-jc en el periodo 1998-99. Obtuvo el Premio Nacio­
nal de Poesía Gilberto Owen en 2000. Escribe crítica de arte
y de literatura.

Libros: Estas manos, Mixcóatl, 1997. Litoral, filodecaballos,


2001. Basalto, Ediciones sin Nombre-coNACULTA, 2002.

ce: uraniarc@yahoo.com

276
SOBRE LA PO ESÍA

La experiencia de la poesía es un acto de fe. Es el acto en el que


confluyen dos vertientes: la emoción creadora y el pensamien­
to. La poesía es una de las formas más acabadas de la arquitec­
tura, de la mirada y de la experiencia vital. Un poema, como
diría José Gorostiza, es una “organización inteligente de la ma­
teria poética”. Aun partiendo desde la fragmentación debe ha­
ber siempre una línea invisible, unificadora, de emoción y
tensión reflexivas: la suma de eslabones que permitan que un
poema sea la casa donde un lector pueda reconocerse, asom­
brarse.
La poesía se trata, repito, de una forma de la fe, porque es
la posibilidad de recuperación de la memoria, y la memoria es
sustancia poética, es una huella de identidad entre los hom­
bres. La poesía es siempre una aventura, es movimiento, res­
piración. Todos los días es necesario arriesgarse a rebasar la
dimensión propia, durante el ejercicio de la escritura hay que
arrojarse a los lindes entre el yo mismo y el otro. La auténtica
poesía siempre surge del sí mismo para tocar al otro, siempre
será un péndulo que borre al ego, a saber, la personalidad crea­
da por el exterior, para así llegar a lo profundo humano.

277
PASPIÉ

Orza el timonel (la casa será el mundo),


con la calma de la pausa el mar recorre la proa,
deletrea la quilla,
silencio a derredor, un golpe apenas se aparea:
goteo de alcohol sobre la borda.

Anda curtido de sal, de rastros minúsculos de cielo


(irrumpen olas a destajo),
crujidos, madera engarzada de tempestad y rabia,
irrumpe un paso más:
la caída de un cuerpo en las amarras.

Sin paz, sin voz, mecido al viento y a la suerte,


atrapado por el olor a yodo (el laurel no habita
en su cabeza),
sujeto por la sal que trae consigo la desventura,
huele su líquida fortuna.

En la almadraba los atunes (prisa y bravia, sopor),


ante el calor la ocultación de la fiebre, el pasmo;
embrutece el ruido al oído, rastros, olores:
en el ámbito de su piel (paisaje) se solazan los insectos.

NI VE L ACI ÓN

Aspira antes del miedo,


acontece como aulaga y musgo,
hiedra esparcida hasta el rincón de la arboleda,
mira:
desde la proa configura los hechos,
hace balance de los días caídos.

278
Nivelación.

Ensancha el abecedario de la fuga,


en el reflejo de su ceño observa las marchas, los lindes,
las frondas que devuelven el canto de los felinos en la teja,
los visos del acierto, los labios que guardan el cortejo.
En las zanjas de su rostro se guarda un recuerdo que condena:
ígnea habitación, sangre delatora.

Nivelación.

Herida solar sobre la testa,


festín agudo de las estaciones, del pulso;
en la mirada hay resistencia, aluzamiento de la pérdida.

A cada tramo, cada vez más a la distancia,


viste los ropajes del hastío, de la pesadumbre,
del fuego.

Nivelación.

Desvíos del agua preceden a la calma,


surcos demarcan el gesto de tierra (sucesión de aires,
tiempos y praderas),
las crestas devuelven la nota apacible, la cordura del frío.

Nivelación.

Se detendrá el sol,
no moverá el olivo ya sus hojas,
una arista de vidrio habrá de especular entre las venas,
el deseo será clausura:

279
el tablero marítimo dibujará la cara ansiada,
volverá el amor a su fosa.
Litoral

I NME R S I ÓN

calcinado el hueso se desploma en el abrevadero de los tiempos


en sus pliegues el rostro oculto del que no tiene nombre
la orfandad colma el silencio
la herrumbre implora lo que está por descubrirse
en la magmática gova él espera la señal
el lento encaminar del resposo hacia la claridad
ciego en su último vestigio de ira naufraga desnudo
se humedece los labios con el testimonio de su historia
asciende hacia la sílaba única de su sangre

VACÍ O
( F R A G ME NT O S )

en el anónimo presentimiento se esconde el sitio la guarida


la sal sus torsiones y sesgos son espejo de la ambivalencia
su pureza de fuego es suelo para bonanza de signos
por los pliegues del desierto se ven la sepultura las tinieblas
acaso en la frontera en la oculta escala se vislumbre el vuelo

transcurre el viaje por la misma órbita se repiten las ondas


palabras y líneas cuelgan del mismo vilo
hay prisa por regresar a las cenizas a las rosas basálticas

280
a la ronda del fósforo
en el lance de lo eterno hay una respuesta de claridad negra
una inteligencia devota que doma cuevas y aire
una tibieza de verbo que no tiene muerte nacimiento
sólo sucesión
respuesta

intacto
él horada en el vórtice del suelo
anida en los cimientos
baja y sube por hilos impregnados de mielgas y sangre
lleva en la frente la historia de la brisa la madurez del musgo
ha hallado aquí la consumación de la deriva el traspatio
[de las horas
el revés del relámpago la conquista del exilio
en la fijeza vesperal un sueño se ensancha y desafía al mundo

Basalto
ROCIO CERÓ N

No nos extrañe (...) la fascinación de la autora por las palabras


imán, aquéllas extraídas mediante un trabajo de espeleología
ejemplar justo ahí, desde el sustrato de la lengua se conserva
aún como naturaleza oscura, abisal. Y si a veces la escritura de
Basalto se torna oscura, es por cercanía y contagio de dicho
sustrato, nunca con afán de hermetismo trascendente. Se trata
así de una escritura en donde la revelación sólo es posible como
evidencia, como transparencia extraña a cualquier realidad abs­
tracta, sublimada. Una escritura densa y aérea, corporal y ma­
terial, gracias a la cual Rocío Cerón ha escrito uno de los libros
más significativos y personales; único, sin duda, entre la gene­
ración de poetas jóvenes a la que ella pertenece.

David Medina Portillo

282
JORGE ORTEGA

(Mexicali, Baja California, 2 de febrero de 1972)

Estudió administración de empresas. Obtuvo el Premio Esta­


tal de Poesía Baja California en 2000 y el Premio Nacional de
Poesía Tijuana en 2001. Becario del feca en 1997 y 2001, así
como del fonca-jc 2000-01. Escribe crítica literaria y de artes
plásticas. Publicó en 2000 en la Universidad Autónoma de
Baja California un libro de ensayos: Fronteras de sal. Mar y de­
sierto en la poesía de Baja California. Ese mismo año y bajo
idéntico sello editorial apareció su libro de periodismo cultu­
ral Litoral de prosa. Ha traducido poemas de William Carlos
Williams, T. S. Eliot, Kenneth Rexroth, e. e. cummings y
Seamus Heaney.

Libros: Crepitaciones de junio, Centro de Enseñanza Técni­


ca y Superior, 1992. Rango de vuelo, Instituto de Cultura de
Baja California, 1995. Deserción de los hábitos, La Espina Dor­
sal, 1997. Cuaderno carmesí, feta, 1997. Mudar de casa, Fon­
do Editorial de Baja California, 2001.

ce: ortegacevedo@yahoo.com

283
P O É T IC A

Se ha dicho repetidamente que la poesía no es el poema sino


lo poético en estado puro: todo aquello que circula adentro y
afuera de nosotros mismos y es capaz de propiciar la redacción
de un poema. Solemos escuchar con frecuencia, por boca de
lectores y poetas fervorosos, que lo crucial del fenómeno lírico
no estriba tanto en el reto que interpone la hoja en blanco, sino
en el gozo de percibir la sensación poética en bruto.
Contrario a esta perspectiva romántica, lo poético para mí
no resulta más importante que el acto de su escrituración. Ob­
vio es que ambos cabos del proceso creativo precisan de sí en
una suerte de mimesis: la escritura poética se convierte, igual,
en el mejor ensayo de lo poético, dado que es una prueba de
su decantación, un reverberar del estremecimiento o de la idea
fija que nos impulsa a tomar la pluma.
Por eso creo en la actividad poética que tiene por costum­
bre la experimentación de lo poético durante la realización del
poem a; esto es, durante su proceso de m aterialidad y
concrescencia. Creo en la poesía en cuanto sacrificio explíci­
tamente razonado, a través del cual intento coligar mi recono­
cimiento de lo poético con un manejo decoroso — según yo—
del lenguaje escrito.
Consecuentemente, asumo diariamente la poesía como un
oficio artesanal, imprimiéndole la dignidad del sello propio con
el trastoque de la imaginación analógica; sin duda una tarea de
este mundo, terrenal, movida por la abstracción de sobresal­
tos emotivos y obsesionados intelectuales que tienen, pues, su
mayor evidencia en el revuelo verbal y el formalismo histórico
de la tradición.
Si la libertad es condición fundamental para elegir acorde a
nuestro albedrío, la poesía un simulacro de semejante calibre

284
que obliga a decretar, en pleno lapso creativo, la libertad de las
palabras que hacen del poema un trabajo de elección: dar con
el vocablo adecuado que logre ya no retener, sino vislumbrar,
al menos, la revelación poética de la que hablaba Octavio Paz.

285
J EAN F R OI S S AR T , CRONI S T A EN LA CORTE
DE PHI L1PPA DE HAI NAUT, DELI RA
MOME NT OS ANTES DE SU MUERTE

Yo, Jean Froissart, canónigo y tesorero


de la abadía de Chimay,
lego mis nobles y escasas pertenencias
a los vientos de toda Europa;
este que véis aquí, reducido a nada, labrado
por la minería de la congoja,
anduvo a pierna erguida notariando los picachos
de la gesta;
este que véis ahora, samiento perdigón
de ensoñaciones,
tañó su gaita ante los hombres más refinados
de Occidente:
soy el que a la mañana siguiente ordenó izar
los estandartes
en la albahaca atmosférica de enero, cuando
los zagales
volvían de sus majadas con los cestos tullidos
de ciruela;
yo vi las huestes del rey Eduardo alistarse
para la batalla de Crécy,
el monasterio de Saint-Luci prendido por
equivocación cerca de Beauvais;
vi la descuartización de Hugh Despenser
en la Plaza de Harford
una vez concluida la juerga por el día de Todos
los Santos:
la troquelación del pene y los testículos,
el estómago cascado,
el corazón y las visceras revueltas en arcilla,
la cabeza

286
que enviamos después como advertencia
a la ciudad de Londres;
vi los talles de los más ilustres barones
de Inglaterra
rodar por el sendero como manjares deleznables;
el ascenso de las tropas por los flancos del otero,
el trompeteo de la custodia resonando entre
los bosques;
he visto la sangre maculando el filo legendario
de la espada,
la hermosura de nuestros arqueros cercada
por la sagacidad del enemigo;
he visto los campos gratinados de elegancia,
cañadas modeladas
por el rotundo caballaje de la fe;
he visto las mesnadas de azul y bermellón
candeando francachelas en los ribazos quiméricos
de octubre;
he conocido el amor boletinado en serenatas;
yo oré junto a la reina Isabel en la iglesia
de Nuestra Señora de Boulogne,
el rey Charles nos reverenció cuando llegamos
a Amiens;
en París, el conde Dammartin y los señores
de Coucy y Motmorency
nos condujeron a la casa real, donde gusté
de la repostería palaciega rodeado de prelados
y caballeros;
respiré aires escoceses en el castillo de Dalkeith,
a cuyas faldas concebí Méliador, drama
que les heredo;
en Roma reseñé las bodas de Lionel de Clarence
con Yolanda Visconti;

287
una tarde, en Saboya, me crucé con Francesco
Petrarca,
quien me habló con fascinación de las tierras
italianas y su fertilidad inagotable,
atragantándose borgoña y queso aciago;
Juan Paleólogo y su Santidad Urbano V
me instruyeron sobre artesanías
de la conciencia en simetrías escalonadas
y dorados frontispicios;
yo vi derrumbarse el sueño de Eduardo III,
la infección de sus vasallos,
el despostillamiento de la Tabla Redonda
contra la sensualidad de los nuevos pintores
florentinos...

hayun niño aprendiendo lecciones de latín


en un zaguán almidonado de la aldea
de Valenciennes,
el sol penetra el recinto y atenúa la disposición
de los enseres;
la mirada del niño va más allá del rosetón
atascándose en jalea de travesuras,
donde un batir de alas y el escenario con terneras
que burbujean en los pastizales, se vuelven
transparentes para siempre.

T ORCUAT O TAS S O HUYE DE LA CORTE


DE FERRARA, ENAMORADO DE LA P RI NCES A
LEONOR DE ESTE

Partir es el gesto más digno para ocupar


el disimulo,
mellando arietes que estipulan susurros desatados,

288
victimando aurículas egregias cosidas
en pendones del convite
abocadas a ensalzar los prodigios de la intriga.
Subterfugios maquinados por fruición
de los eunucos,
contubernio acaudalado de pompas militares,
derroteros nochariegos del fisgón.
Bufonadas que hallaron seguimiento en estatuas
y heráldicas impresas
que alternan su gestión en las aldabas
y en tapias de sutil ambivalencia.

Gavilla de filván, clarean las cordilleras.


El cierzo picotea amasijos de pasto en ciertas
cumbres.
No repica taconeo caprino en la cañada
ni el hipo de la fronda encinta de lechuzas.
Todo está en equilibrio. El fortín levita
con la soga al sueño.
El corifeo de mayordomos fluye por sedantes
aurórales,
hora en que revierte la vigilia su desgaste
acumulado.
Huyo porque nadie huele aún el zarpazo
de mi penitencia,
porque amar es colindar con guillotinas
y su plentitud pende de la arritmia vertebral
de la extrañeza.
Huyo porque en mí late sin tregua
el pleonasmo de la humillación:
el acoso del monarca, la ignominia apabullante.
El fortín levita con la soga al sueño.
Nadie huele aún este clamor de alma hendida
por el arbitrio y la heredad,

289
este penar en escondrijos huyendo al rescate
de la musa en los remansos del espíritu,
este recobrar de nueva cuenta el bastimento
de los cantos
bogando hacia el alféizar de moral bien asoleada
en tolerancia de las cortes.
Mas no hay lugar dónde montar otra secuela,
hacia quién dirigir el ritmo chapeteado de la loa,
cómo aterrizar el heroísmo en la cañada, amortizar
el tiempo ya perdido,
cómo dar con el arpa sumergida, con tardes
de verano en la Italia cisalpina;
ahora que el rastrojo ventea bajo mi estola
hasta esquilmar la membrana del sustento,
ahora que la ciudad de Padua es fumarola
de prodigios virulentos
y la intemperie rastrea la mansalva de mi pecho
como arado contagiado de neblina
en un diciembre famélico sin techo.

B AR L OVE NT O

Su misión es detonar la zafra de la aurora, recobrar el color


de la paloma; la blancura que se impone en los pechos de la
novia como un cofre de mármol.
Su transparencia es telón donde pestañas se deshojan por
la bramante alopecia del otoño, develando un busto de triste­
za acumulada, una encomienda de ojos irritados que aligeran
el púrpura besable de los labios.
Comediando aposentos maritales, doblea papalotes contra
la ventana, milita por calles destiladas con allegro alusivo de
azafata, precisando en el asfalto cuarteaduras que signan tra­
vesía.

290
Trapea con su hueste de sirvientes invisibles, remedos que
la boda ha dispersado sobre el alba.

Cuaderno carmesí

V OC AC I ÓN DE NUBE

Meditar el paisaje es apropiárselo,


fundirlo en la placa del recuerdo.
Ser colina que se llena de cabañas
o juega con las casas emergentes.
Aspirar los varaderos de la cima
y aspirarse uno mismo, embarcadero
donde atracan airosos gabarrones,
mistrales rozagantes de febrero.
Que vuelen de mí las parvedades,
que zarpen de mi cara, soberanas;
barájense en la atmósfera, puntuales
al bálsamo ulular del equinoccio.
Canarios al aire sean los pensamientos.

I NTROI TO

El mes es una casa


perentoria, modular,
es un intervalo donde ensaya
el clima variaciones de rutina

sobre la banqueta cotidiana


que camino disponible
a todo cierzo, a toda calma
que reúna bajo el cielo

291
al amor, a los amigos,
a una pizca de familia,
a la tregua del bosque visitado,
a la escritura de octubre en el zaguán

mientras pasamos de Pascua a Corpus Christi,


de Adviento a Navidad
para entronizar la trayectoria
con la rotación del evangelio.

Mudar de casa

292
JORGE ORTEGA

La prerrogativa y el riesgo del poeta es la elección, dentro de


lo que ve viéndolo, de los fragmentos de la vida y del proce­
dimiento intelectual que hace de ellos parte del lenguaje. En
Deserción de los hábitos, este procedimiento lleva a Jorge Orte­
ga a una cuidadosa descomposición de la frase poética en in­
usitadas asociaciones que hay que asumir como una ventana
proteica: el instante en transformación y como una actividad
del observante bifocal: afuera y adentro como dimensiones en
simetría exacta. La experiencia visual transforma al yo que la
transforma.

Eduardo Arellano Elias

293
ALEJANDRO TARRAB

(México, D.F., 23 de septiembre de 1972)

Estudió letras. Ha realizado trabajos editoriales en el fce y en


Jus. Actualmente dirige el proyecto editorial Flor de Cobre.
Ha traducido poemas de Joseph Brodsky y Seamus Heaney

Libros: Siete cantáridas, Ediciones Sin Nombre, 2001. An­


doré, Flor de Cobre, 2001. Centauros, Minimalia/Ediciones del
Ermitaño, 2001.

ce: atarrab@hotmail.com

294
VISTA

Con el tiempo

pesa más el camino hacia la renovación de lo que en algún


momento se consideró como destruido asesinado

Arte Poesía Ser uno más allá de lo tangible Mudar la piel aho­
gado en el cosmos lejos de él Conmoción y espiritualidad Si­
lencio Quietud Plegaria Criatura extrema Camino de luz
Velocidad en el abismo de los lanzamientos Ruido Alteración
Transformación de los paisajes Inundación del vacío y aban­
dono Perdición Canto El punto de esos ojos habitado

295
SEGUNDA CA N TÁ RID A /FLA M M A

Debo decir ahora


no se extiende a lo lejos
se toma estrecho en mi interior
Comienza pronto pronto a inflamarse
Más tarde es un volátil que se angela y se funde
Distiende su veneno en tomo a tomo
es el Cielo
luna hinchada bajo la hora alta
Regresa con la marea
es el viento
Mi primer canto
Canto vientre
en la hondonada
Canto Canto-dolor
Canto de una luz
hace tiempo acribillada
Canto sirenas como presagios
Cuando los astros llegan con todo su esplendor
a alcanzar las aguas
tanto quejo canto

En ninguna parte hallaremos reposo


Sólo el aire inmenso
Solo
cada quien con su caída
Es un nuevo desorden
Déjalo moverse

Entonces se atreve
Corre interior
un viento entero opiáceo
tibio y calmo

296
Es quizá la llama
Deseo de cada ceremonia
Cada paso hacia ti
Diótima
Alma sublime
Estás aquí desde el principio
Ars magna
Concédeme vibrar contigo
en la vastedad
al unísono
voz voz voz

Déjalo pasear en tu interior


Déjalo moverse

CUARTA CANTÁRI DA/PAS S I O

Como adorar las fragancias


que me parten
Verme muerto con los otros

Adorar el sueño
que me ahoga de rodillas en el viento
suave
esta noche
Este cuarto de ciudad
que habito con frío
La luz que seremos
al otro lado del día

Esta marea que se quiebra


de luz en tus ojos
es mi tormenta

297
Este sustalo que sostengo
aquí en el pecho

Este pierdo involuntario


Esta distancia
vertida
e incurable

Y sólo así
al adorar las fragancias
que me parten
me veo muerto con los otros

SEXTA CANTÁRIDA/M N
A G I FI

Así llueve la luz ahora


como un torrente magnífico de cristales
Así llueve el sol visto
entre las ramas de este árbol
que nace de mi boca

Así llueve y se ve la luz ahora


Lluvia caída del sol
reposas con mil pájaros entre mis ramas

¡Tienes que descender como el rayo de luz, como


la lluvia refrescante, tienes que bajar a la tierra
mortal, tienes que iluminar como Apolo, sacudir
y vivificar como Júpiter; si no, no eres digno de
tu cielo!

— Me sorprende verte Hiperión


con esta bandada de animales

298
—Sabes algo de Dios quizá Diótima o
Scardanelli?

— Arbos está en el torrente de minutos


en mitad del bosque
Arbos está en la ceguera de mis manos
contra el follaje
Arbos es el tallo agreste
que te arranca el pecho
y nace de tu boca

E P Í GR AF E MI RANDO EL CI EL O

Quizás un veneno temido durante mucho tiempo,


penetraba en ese preciso instante en
el ventrículo de su corazón.

Rainer María Rilke

Siete cantáridas

[ 16 ]

PRI MER APUNTE PARA UNA ELEGÍ A

Parecía un norte perdurable


Desde todas las distancias
el viento descendía
entre la copa de los espinos
La luna era una aparición violenta
magnífica

299
Con el otoño
tocamos la turbulencia
La fragilidad nos envenenó de pájaros

Las aves eran un incendio


Un canto circular
sobre los cuerpos extendidos

] 12 1
APUNTE PARA UNA E LE GÍ A

Transluce de este modo


el material del viento

Tras la luz en que te tornas


invento tu figura

Y es así que me doy prisa al morir


Toco de un vuelo los paisajes
breves de la lluvia
Transmigro de marismas
a un nocturno de canoas

Y me suceden las miradas


El aliento de una nave en mis ojos
el declinar callado de una nave en mis ojos

300
[ 19]
FAUSTO

—Siervo mío, dime ¿qué clase de Espíritu eres?

— Mi señor Fausto, yo soy un Espíritu, un Espíritu


alado que impera bajo el Cielo.

Anónimo del siglo xvi

Pregunta el perfil
en que te pierdes
Pregunta tus horas
bajo el suceso
De morir al viento
pregunta tus manos
El veneno que corrige
tu vientre
Sordo caminar
ahogado
entre flores nocturnas
— ¿En dónde se inscribe el mercurio
de tu mareaje?

— ¿Dónde el animal de tus descritos?


Fiebre de Dios
Lo que viene es ruido

— ¿Aquél es el trabajo del aire?

— ¿Son tus ojos el perseguidor incansable


en la marea?

301
Pregunta a tus nortes
Océano que se desvía
de tu lado
En la cuesta de tus floraciones
de tus montañas de gigante
Pregunta el perfil
en que te pierdes

— ¿Eres tú este sol negro que se agita?

— ¿Este desluz encantador que me enajena?

Alrededor
Mi figura de-mil-noches-en-el-aire
Pregunta

— ¿Eres tú la palabra encallada en mi pecho?

— ¿Eres tú este perfil ahogado en que me pierdo?

Centauros

302
A L E J A N D R O TARRAB

[Alejandro Tarrab] se trata, a mi juicio, de uno de los poetas


más extraordinarios que han surgido en el ámbito de la poesía
hispanoamericana de los últimos años. Su libro Siete cantáridas
es un poema notable, de una perfección, profundidad y belle­
za muy difícil de encontrar en los poetas de su edad y estoy
fundamentalmente seguro que está destinado a ocupar un lu­
gar de privilegio en la poesía de nuestra lengua.

Raúl Zurita

Aunque el poema en sí mismo [Siete cantáridas] es una edifica­


ción sólida, lo sostiene la fuerza de los versos cuya elaborada
concisión van construyendo cada una de las aristas. Las imá­
genes y metáforas son los puentes precisos de una unidad con­
tundente. Poema alejado del lirismo, donde reflexión y poesía
se convierten en acto de inteligencia.

León Guillermo Gutiérrez

303
GABRIEL BERNAL GRANADOS

(México, D.F., 19 de mayo de 1973)

Ha sido becario del Fideicomiso Nacional para la Cultura


México-Estados Unidos. En el área de ensayo recibió la beca
del fonca -jc en los periodos 1996-97 y 2000-01. Como tra­
ductor ha publicado El museo en sí. 19 ensayos sobre arte y lite­
ratura, de Guy Davenport, Aldus, 1999; La muerte de Picasso,
del mismo Davenport, Verdehalago, 2000; y Aldo Manunzio,
episodios para una biografía, de Paul F. Grendler y Ju lia
Cartwright, Aldus, 2000. La Universidad Veracruzana le pu­
blicó una colección de aforismos bajo el título de Partituras.
Ha traducido poemas de Wallace Stevens, Ronald Johnson,
Philip Foss, Peter Colé y C. D. Wright.

Libros: De persiana que se abre, tsé-tsé, Argentina, 2000.


Simulaciones, Aldus, 2000.

ce: gbemal@prodigy.com

304
r~

ARTE POÉTICA

Nunca he tenido una poética definida. Esto quiere decir que no


he tenido un recetario, un instructivo, un molde o una idea
preconcebida en el momento de ejecutar un poema (o de
blandido, como una espada o un arma blanca). Ni siquiera un
esquema. He tenido un ritmo, una intención y en la mayoría
de los casos, una nostalgia. El poema para mí es la conciencia
de un advenimiento. Un alfiler que empieza por picar en la
punta de un pie o en la yema de un dedo y que termina
poseyéndome por periodos frenéticos. Así escribí mi primer
libro, Simulaciones, como una respuesta basada en una gama de
grises. En ese primer contexto, a Jorge Eduardo Eielson (Ptyx,
París, 1980) le debí la certidumbre de que se vive en un tea­
tro, un teatro que se quiso de palabras y donde el espectador y
el actor son el mismo, nada más que intercambiándose las ca­
retas y tomando del pasado diferentes voces, voces que cuajan
en el libro en forma de ecos más o menos identificables. Simu­
laciones fue una respuesta violenta (o gestual) inscrita en la co­
rriente del barroco latinoamericano. Y la pregunta que motivó
su insurgencia fue: ¿en el español de México se puede escribir
poesía que no esté inspirada en una idea chabacana de lo que
debe ser la poesía: palabras lindas y versos bien medidos y ri­
mados?
De persiana que se abre surgió de un impulso distinto, basa­
do en una gama más amplia de colores. Colores o variedad de
registros tonales. De ahí la sorpresa de algunos de sus lectores,
quienes no encontraron en sus páginas un epicentro localiza­
do sino una serie de ejes que se distancian entre sí a medida
que el libro, en su brevedad, se desarrolla. En él no hay una
persona que hable y que refiera la maravilla o la pesadez del
mundo. Hay una voz que se ejercita y que difiere. Que se trans­
forma en su oponente de una página a otra y que termina o
generando dobleces o disolviéndose casi por completo. A esa

305
'

relativa disolución del yo se debe, creo, mi incapacidad de en­


contrarle una poética a mis libros.
Todo arte poética obedece precisamente a un proceso con­
trario a esto que he descrito: es la definición del yo que se en­
cuentra entre las líneas del poema, escanciando los versos,
equilibrando el tono general de los poemas; significando; o
edificando. Las poéticas son algo muy semejante a un diseño
arquitectónico, a priori o a posteriori. Son justificaciones o
elucubraciones, vivaces, significativas y fecundas en el mejor
de los casos, pero diseño y estrategia a fin de cuentas.
Entre otros motivos, porque entiendo que el poema es su­
cesión y metamorfosis, yo disto de ser el arquitecto a la hora,
demasiado breve e insegura, de escribir poesía. Todo funda­
mento es (y debería ser) inútil.

306
NO MOLESTAR
(p r e v is io n e s )

los ojos, llorosos, semidesnudos, empañados ante el ingrato


paisaje del discurso enemigo del lenguaje que no se atreve
a pintar con claridad lo que no es, lo que palpita más allá
de las pupilas como un barullo
insomne,
como una mezcla de colores apenas embarrados en la
superficie granulosa de un cristal que asoma la nariz a la
calle desolada,
un desierto es casi imposible en estos tiempos, a estas
alturas en que el aire, emblema de la claridad total, atenaza
la garganta con un gesto de rufián albaricoque que no deja
respirar.
Nadie escapa a la locura de los señuelos abiertos. El
discurso yace libre de amenazas, nada impide decir lo que
se viene en gana y sin
embargo
flota sobre la calva prematura del lenguaje una capa
espesa, irrespirable, que impide el cotejo de la proposición
y de la cosa;
esto nos ha hecho olvidar (un daño irreparable) cómo se
ordeña la cabra en la mañana y los olores... qué decir de
los olores...
es inútil tratar de equiparar el olor que dimana de los
cuerpos a una palabra, ya no digamos grata, simplemente
clara que difumine el pensamiento y le dé la consistencia
de una nube esbelta (Constable),
sujeta a cero suspicacias.
Quién intuye lo que fue; los cerebros han partido a sus
ancetros por lo sano y se refugian del chubasco de
aerolitos putrefactos (envueltos en papel de estraza) en las
diatribas de la página perfectamente blanca, abriendo los

307
paraguas de una inteligencia que fluye sin cesar por un
camino que no va a ninguna parte, acariciando como un
ciego
el polvo seco de los sauces, ajeno a la noción de
pasamanos, enfermo de este fin de siglo en que no sucede
nada digno de enmendarse.
Las conciencias relajadas se levantan las camisas y se
entregan al vocinglero desenfreno de una lengua a punto
de estallar.
(Las quijadas, ¿acaso alguien ha pensado qué sucederá con
las quijadas?)

REFLEJO DE UN FARO EN LONTANANZA


SOBRE LA MAR CALLADA

Respuesta de espina amarga


que serpentea por la página
orlando sin sentidos sin
sabores. No sabe cómo continuar
esta decadencia
— tautología de las armas y las viandas,
a sabiendas de que nada descifrando la cifra del secreto,
segregado a secas, sin convalecencias
ni apuros que corrompan
por aquella vía magra de tu espina,
la que calla — sólo a voces.
Dos puntos: ruiseñor o comodoro.
Deseo de valva ardiente — se dice—
une a la pareja sin probar el té
de la mar con sus coplas en
pleno desaliño con las letras
del brillo de la cúpula de oriente,
que no sabe, sólo a secas.

308
Se detiene sin chistar. Palpa en
la página y las branquias. Intuye
sólo el ritmo de los altos (de laá
comas y los puntos) consintiendo
las cuerdas de un sigiloso
violoncello nocturno en la obediencia
de los dedos de una mano que rebosa
mas carece de meñiques para
sólo conquistar, siendo la voz
de quien lo es
porque responde en lontananza.

LÉGAMO Y LEGIBLE

De escribir las palabras más confusas


esta noche,
habría que tachar a cada hora el soldado
de la página,
devolviendo el estómago de todo contenido,
y vaciar en ella, incontenible, la tristeza.
No dejar, después del todo, ningún resquicio en blanco,
inundar con indolencia de manchas que hagan olas,
provocando de dudas la emergencia,
por supuesto no de un banco,
no de arena.
Mas
se revolverían en sus mirtos,
claudicarían en sí mismas
esas olas, dando náusea,
siempre y para cuando
no haya semejante saciedad,
represa de cierto légamo ilegible,
simulando sin embargo

309
violencia por carácter
o acaso carácter,
movimiento desnudo,
arpa casi obscena,
que haga trizas (epilepsia)
que acumule,
que haga lira
y aniquile
(la)
respiración
hacia adentro
— inspiración—
hacia afuera
— expiración—

• No más Novalis,
no más nada
• Cero es poco,
nunca nada

Así, de repetir por poco las palabras más confusas esta


noche, ya de
golpe, ya de bruma,
se atrevería aquél que en la mañana
a cancelar las compuertas del discurso
y a destrozar la gelatina con cuchara.

Simulaciones

310
VERTI CAL

Piensa la flor
para sus adentros

El mundo se bifurca
y parte en dos una ciruela

Es un ámbar que se abre


un error en la escritura

Mas el signo caligráfico


desmiente la palabra aquella que es la flor

Tensa la simiente cuando no rompe la cuerda


no se arroba ni un instante

Coincide con la veta vertical


sutil cual suspicacia incierta

ya no engendro ni dudoso sedimento

Silban los pájaros mas no deben


infiltrarse en la prosa del poema

Deben como siempre permanecer adentro


el pájaro y la flor como facetas

no muy distantes la una de la otra


la cosa y el rigor

Te sumerges hacia afuera


y vas nadando entre la gente

311
Simulas en tu entraña un gozo
un número imperfecto

Círculo cuadrado
Andrajo

Aleluya y fúnebre el punto


carpa como quiera ausente

tez rotunda
audacia en la proximidad del vértice

EN LA SCALA

Cifra dos veces lo invisible y ejecuta un verbo extraño.


Su andadura, de español dominicano, es impecable panamá.
Domina el salitre de la lengua, enjuga un poco de vinagre,
agrega sin embargo sal. Sal de dos veces lo mismo,
sal de acuario y peces sigilosos en busca de pabilo.
¿Qué pabilo si son incompatibles, todo adverbio, sustantivo,
en la suma de los años transcurridos?
Dosifica el silabario y prende una errata en re:
es él, definitivamente es él quien se contempla en las aguas
de narciso,
es él quien se conoce y documenta.
Pájaros de cristal y de ornamento, pájaros de lenguaje
y de entraña
ardiendo. Prosigue en el ritmo de unas sílabas, recuerda
la voracidad
y se lamenta, la conciencia de encontrarse en el espejo.
Reconoce la magnitud del soneto. Anda triste por la escala.
Tiene siempre
un concierto, y un ridículo cayado que no puede ni evitar.

312
Silba
la voz en la aspereza. Silva como un trueno o como un sapo.
Soy yo, el otro que leo en la superficie del cántaro, aquel
cátaro insumiso;
ése en definitiva soy yo: el más triste, el más huraño,
el más fértil
de los báculos.

De persiana que se abre

313
G ABRI EL BERN AL G R A N A D O S

Dar un tono de cierta energía de altura: transmisión inspiradora


de la poesía. La escritura de Gabriel Bernal Granados
reconduce, al enhebrarse, al silencio, ese agudísimo grado del
sentido que traspasa su contemplación.
El estilo en Gabriel Bernal Granados excede sus potencias,
confiere fe en la porosidad, se hace continua desmentida y por
lo tanto borramiento de univocidad. Poética del accidente, del
terreno, de la irregularidad, del recorrido, del despensar que
atañe, de lo afectado aun por una ausencia, de lo presentido,
del espacio que media entre una respiración y otra. Escritura
orgánica. Verbo que abre.

Reynaldo Jiménez

314
DOLORES DORANTES

(Córdoba, Veracruz, 5 de abril de 1973)

Estudió letras. Reside desde hace 12 años en Ciudad Juárez, Chi­


huahua. Obtuvo la beca David Alfaro Siqueiros de poesía,
Chihuahua, 2000. En 2001 fue becaria del feca-Veracruz.
Coeditora de HojaFrugal, pliego de poesía. Ha traducido poe­
mas de Fernando Pessoa y de e. e. cummings.

Libros: A título de muestra, Azar, 1996. Poemas para niños,


El Tucán de Virginia, 1999. Lola (cartas cortas), feta, 2002.

ce: doloresdorantes@yahoo.com.mx

315
CRIM EN SIN CASI

Was sind dasfür zeiter,


wo ein desprach
beinah ein verbrachen ist...?

Paul Celan

En estos tiempos no puede escribirse poesía más que desde el


lugar oscuro del alma. Para lograrlo hay que utilizar del artifi­
cio — el lenguaje— como lámpara, así se consigue el balance.
Bueno, no necesariamente el alma tiene que ser un lugar oscu­
ro y el rigor un utencilio luminoso (aunque suele resultar in­
dispensable), puede ser al revés.
Lo fundamental es el contraste entre los extremos. La crea­
ción desde ahí es el enfrentamiento de los extremos, y en el
punto central del equilibrio, en el corazón de la tensión: un
poema, un libro de poesía: la evidencia y permanencia del ins­
tante único del lenguaje que echará raíces: las raíces del movi­
miento, de la trasformación que se queda, constante: el latido,
pues, incrustado en la hojita.
Entre luz y sombra siempre hay tensión cuando están fren­
te a frente. Estas llamaradas en la oscuridad interior, o los fan­
tasmas traspasando la cortina de luz, se han quedado por los
siglos de los siglos, huérfanos de nombre. Afortunadamente, el
arte sirve (en este caso el arte en la poesía) de asilo para que
los lugares sin nombre del alma aparezcan.

316
ESTALLA UN ¡BANG!

Palpitar
que nos fuiste

arrebatado

Por qué
por quién
por cuál voz bélica
destrozado el vínculo

levantado el muro

TAPIZA LAS CUEVAS DE PALABRA


CON PIELES DE PANTERA...*

En la profunda cueva
laberíntica
oscura

la cada vez más


acalorada discusión

en búsqueda del fósforo o quinqué


de la luz
del fuego
del brillo de la llama

*Paul Celan.

317
¿QUÉ HORA ES?

irradia
la coraza de ceniza

El gris verdoso
de la carne

— adula—

duele la corona
que carga el escarabajo

¿QUÉ TIEMPO?

En coma
el corazón de fuego

yace

duerme
mientras el buitre ronda
las rondas de su infancia

descama
en un abrir de ojos

desde la abertura
el corazón asoma:

su lumbre es-came
es: torva

318
EL GRIS V ER D O SO DE LA CARNE

La tilde impar
glaseante
en la garganta

En su castillo ístmico
idónea

contra paredes de carne


contra latidos

(traspasando vital):

ennegrece

QUÉ CARGA EL ESCARABAJO

Fosfórico
el sitio que hiela

dúctil
para el aceite
viajando por la aguja

En el brazo
la hermanita nerviosa
late

turbia de tentación
por quien respiro

319
ABRE LA CARNE DE MEDIO OJO...
DE MEDIO CUERPO

Perfil
Filoso perfil
como dardo

Perfil dado
en el fondo rojo
del oído:
(arrojado)

Risible
flor de metal

Dardo en el corazón
del pájaro que fue
En el fondo rojo
del pájaro que fue:
oído
— alguna vez—

Poemas para niños

Hambre tendría
que haber
hacia nuestro interior — indestructible—

atraídos
sin
paz ni semejanza lo mirado
En el espejo
una cripta mensajera entrega el yo
de los dos:

320
“Ahí
has de vivir y yo contigo
A nadie como a mí complacerá la miel
de tu cordura”

Señor vuelve en ti bebe


el oscuro veneno del confortable fruto
que nos diste

De ese gatillo pende


(oye)
el (me) nunca surcado
territorio

pulsaré un poco
Mira

La parte
(desde ahí)
es donde (en la brillante caverna de la boca
—bajo el rojo—) te cubren las semillas:
eres
— lugar—
serías
un germinado campo interminable

321
(De llaga
en fondo) las palabras

tienden un manto rojo


(por encima) ensombrece
(estás oyendo
el paleteo)

afuera

(pobre

quisieras
caminar la nieve)
pero no

A la casa (del cuerpo) marcada


(con
una cruz blanca) de cal
entramos todos

Señor, muéstrate
femenino y metálico

con las crudezas duras


del rubor

con sonrosadas posturas


en tus delgados límites

Imantando
cruzaré tu brillo después de capturar

322
(que en mi cofre descanse)
el exacto centro latente

Alas de acero
tiene (de fuego)
ese pájaro

Lo llamamos amor
y un pozo sobreviene

(una hendidura
dónde) no basta para (su fuego
— en vuelo— ) iluminar

resistir

AJesú s G ardea

Tú (el mensaje
que sueñas) igual a ti:

la ciudad de las piedras mana


el canto de ti

Por esa calle


un cortejo fúnebre
ligero se adelanta

323
Yo en tus ojos (desde
la nada del amor) me cierro

En tu frente sobre
la herida luz pongo la sombra
de mi mano:

Inéditos

324
DOLORES DORANTES

Dolores Dorantes escruta la palabra en busca de su tensión


más acendrada, tensión que significa culminación y, al mismo
tiempo, vaciamiento del sentido que guarda también el poe­
ma de lo incomunicable. Cercana a empresas de escritura
como las de Paul Celan y André du Bouchet, su voz poética
no sólo se dirige a la proyección espacial del discurso para
dotarlo de honda verticalidad, sino a una zona de niebla don­
de lo tácito y lo estridente se confunden, donde el esquizo
textual (en libre paráfrasis de Deleuze y Guattari) quiere de­
cir multiplicidad de ámbitos, discursos, lecturas, gradaciones
y ópticas al interior del poema. El espacio de Dorantes — ya
en el gozne, ya en la fisura— tiene elementos para recons­
truir la plenitud del vacío.

325
r

PEDRO GUZMÁN

(México, D.F., 8 de enero de 1973)

Estudió ciencias de la comunicación. En 1991 publicó la co­


lección de cuentos Lasmaneras del mundo, Cuad
Malinalco. Dirigió la revista de literatura Semestral. Fue beca­
rio del inba en el área de cuento durante el ciclo 1994-95. Ha
traducido poemas de Cesare Pavese (los escritos en inglés) y
de Robert Kelly. Actualmente es jefe de marketing de una
compañía de software.

ce: pedro@zoobit.com

326
PO ÉT IC A

George Oppen sostuvo que escribía poesía


para alcanzar la claridad.
Una claridad limitante y limitada:
“lo más bello en el mundo”.

Observó:
“Verdad es también
búsqueda de verdad”.

Emerson sostuvo que para ver claramente


debemos ver mediante círculos.
Vemos claramente algo
— por ejemplo, un instante—
si vemos un círculo ulterior.

Heráclito:
“En la circunferencia de un círculo
se confunden principio y fin”.

¿Todo círculo es vicioso


hasta que se accede a otro círculo?

Si es así,
devenir es bueno.

(Si vemos en círculos


podemos llegar a ver Tao.
Pero Tao no puede verse
ni decirse.)

327
HOSPI TAL DE CARDI OLOGÍ A
( F RAGME NTOS)

No que desespera, digo que si no lo h ace

Vea la m an era d e la poesía.

George Oppen, Ruta

Una vez que los doctores se han llevado al enfermo


sólo queda esperar.

Arnold Heeren:

“La costumbre de hacer casas y tumbas en la roca viva


determinó muy naturalmente el carácter principal
de la arquitectura nubioegipcia: las formas colosales.

En estas cavernas, previamente preparadas por la naturaleza,


la vista estaba habituada a contemplar formas y masas enormes,
de modo que cuando el arte acudió a ayudar a la naturaleza,
no podía moverse en pequeña escala sin degradarse”.

No acostumbramos espacios grandes.


No hoy en la ciudad de México.
Vivimos en departamentos bajo techos bajos,
trabajamos dentro de “cubículos”,
viajamos en metro,
y entre tantos coches y viandantes
en las calles es difícil ver hacia arriba,
adonde el esmog nos impide mirar
la claridad del aire.

328
Ni espacios grandes,
ni espacios amplios,
ni espacios solitarios,
ni espacios silenciosos.

En espacios reducidos,
¿es posible el vigor?

Al sur, en Tlalpan, se encuentra la llamada Zona de Hospitales:


Nutrición, Cancerología, Cardiología, entre otros,
son emblemáticos de la moderna ciudad de México
o de una civilización extraordinariamente avanzada.

En la fachada del Hospital de Cardiología Dr. Ignacio Chávez,


a nivel de basamento,
están tallada en piedra dos serpientes emplumadas.
Fueron agregadas al diseño original,
quizá con la intención de evocar el espíritu
de los mexicanos eminentes
que propiciaron la construcción de hospitales públicos
durante el periodo avilacamachista.

Universitarios representativos como


José Villagrán García,
Salvador Zubirán,
Ignacio Chávez.
Grandes hombres de poder, de largo alcance,
suficientemente grandes
para que su imperativo vital fuera misión.

329
Séneca:
“¿Por qué temer el peligro que nos amenaza siempre?”

El consuelo es la expresión más acabada de la fraternidad.

El consuelo dibuja un círculo más amplio


en tomo al círculo del malestar: esperanza.
¿O la esperanza dibuja el círculo del consuelo?
Entonces es un ciclo.

La fraternidad sustituye al amor en el consuelo.


La enfermedad puede hermanar a los amantes.

Son las doce de la noche y está cansado,


pero no podría dormir ni apenas reposar.
Necesita moverse.

Y piensa:

Esperar es nada sino devenir.

Se asoma
y encuentra un jardín.
Detrás de los cristales
le parece un cultivo
en un recipiente
en un laboratorio.
Descubre adentro

330
una flor anaranjada
de tallo largo.
Ignora su nombre,
que imagina tan
misterioso
como el misterio que encama
el origen de su color.

Imagina que se tumba sobre


la hierba húmeda
y piensa:

Un jardín y una flor


desconocida y abierta
es lo más bello en el mundo.

El corazón es sólo un músculo.

Está claro que una arteria


es anatomía normal humana:
es normal.

Está claro que una arteria bloqueada


no es nada complejo,
es como un rompeolas,
o como el presente:
la realidad real.

Emerson:
“Pero el bien supremo es realidad;
la belleza suprema es realidad”.

.331
Si alguna vez tuve algo o a alguien
fue a mi cuerpo.
Si alguna vez me sentí real
o sentí la realidad
fue en mi cuerpo.

Este podría ser mi lugar secreto,


mi lugar dilecto para el ocio.

Decide permanecer en él.

Camina en círculos,
se sienta,
se recarga,
se mantiene en pie,
se detiene,
se asoma.

Caminamos para avanzar hacia alguna parte.


Pero cuando esperamos y no podemos estar quietos
y damos vueltas por un área limitada
deambular es una manifestación de quietud.

Piensa:
Si tomara una fotografía de ese puente vacío,
¿conseguiría retratar mi introspección?
Decir: “El puente no está vacío.
Es la mirada la que lo llena”.

332
Guy Davenport
a propósito de Montaigne:
“Una introspección exitosa,
siempre que pueda damos la paz
con nosotros mismos,
equivale a la salud misma”.

Introspección en un espacio cerrado


es un asunto de atender
la música del pensamiento
que toma y retoma
a través de la esfera del ojo.

El que espera
no pretende lograr poesía.
Trabaja o juega con experiencias,
con ideas,
ensaya.

Devenir es un instante suspendido,


todo transitorio
todo nudo.

Percibimos que es verdad la realidad


cuando nos reconocemos reconociendo la realidad.

Guillermo Fernández sostuvo


en su homenaje a Heráclito:

“Todo lo llena el instante


que vendrá

333
que pasa
que pasó”

Salmodiar estos versos:


salmodiarlos lentamente
hasta dominar el vértigo
que provocan:

“Todo lo llena el instante


que vendrá
que pasa
que pasó”

“Todo lo llena el instante


que vendrá
que pasa
que pasó”

“Todo lo llena el instante


que vendrá
que pasa
que pasó”

¡Díselo al pacífico muchacho de diecisiete años


que lleva cuatro en cama!

¡Díselo a un hombre justo


cuando sufre un paro cardiaco
y es él mismo
Xipe Totee,
el Desollado!

Díselo al “incompleto”.

334
Díselo al monstruo.

O díselo, si quieres, a la muerte niña.

Martí
a propósito de Emerson:
“La muerte es una victoria”.

Séneca:
“La vida es milicia”.

¿Tendríamos la clarividencia
para decir:
“Muerte es misión”?

Ver la muerte como milicia,


victoria
o misión,
o con templanza,
es juzgar moralmente,
con la intermediación de la voluntad.

Muerte es cuestión moral


sólo si deja de ser “cuestión natural”.
Pues si el ojo se dispersará
en el aire o la tierra,
si el cuerpo deviene ausencia,
es perfectamente simple,
perfectamente impenetrable:
es lo más bello del mundo.

335
Rilke:
“Paciencia es todo”.
Pensaba al sostenerlo en su maestro
Jacobsen:
“¡Voluntad es vida!”

Diríase aquí ahora:


Vida es
solamente
si es
voluntad de vida.

Podemos decir cuerpo


mientras la materia nos permite decir cuerpo.
Pero Tao
no puede decirse.

Tao no es consuelo ni esperanza ni promesa.

Tao es un gemido o un grito


en la mente o en la boca
de un hombre.

Le punza la cara,
se asusta:
despierta.

336
Viene del Este:
es el sol:
una esfera gigante
frente a sus ojos
entreabiertos
o entrecerrados.

Mira su entorno:
figuras de pie
distantes unas de otras:
muchos de los que esperan
se han levantando ya:
reciben en silencio
el calor de los rayos
que se refractan
en los cristales
del puente.

Un ruido lo sorprende,
se espabila,
se levanta también:

es la sirena de una ambulancia


que a lo lejos
se acerca.

Rechaza todo consuelo,


resignación y
esperanza.

Rechaza convencer
a nadie.

337
Desea creer.

(¿Puede en verdad sostener


esto que va a decir?

¿Se lo diría a su padre postrado


y envuelto en cables?)

El ojo se asoma al puente vacío,


visualiza el vacío más allá
y los vacíos más allá.

La forma del secreto es el misterio revelado,


es orgánica, eres tú mismo.

Cuerpo es salud.

A Isabel
Noviembre de 1999-febrero de 2000

El poeta y su trabajo, 1

338
PEDRO GUZMÁN

Si las más notables empresas de escritura poética durante el


siglo xx se caracterizan por un desbordamiento del horizonte
de expectativas en cuanto al código y a la recepción, el exten­
so poema “Hospital de Cardiología” de Pedro Guzmán no lo es
menos: sus estrategias retóricas parecen habitar, irónicamente,
la lejanía del discurso lírico. Incluso, la materia rítmica y mé­
trica está pulida y decantada a grados de aparente desaparición.
Si, como George Oppen afirma en una cita del poema de
Guzmán, “Verdad es también búsqueda de verdad”, el poema
debe indagar y acreditar sus propios medios de composición y
valoración. “Hospital de Cardiología” es, en ese sentido, una
tentativa de respiración y expiración de lo real único.

339
LUI S FELIPE FABRE

(México, D.F., 1 de octubre de 1974)

Estudió comunicación y letras. En 1995 obtuvo el Premio de


Poesía de la revista Punto de Partida. Ha traducido poemas de
Amaut Daniel.

Libros: Vida quieta, Parque Lira-iccM, 2000.

ce: luisfelipefabre@hotmail.com

340
P O ÉT IC A

En éstas andamos: intentando restaurar un decir poético para


intentar desdecirlo, al verso siguiente, con los ruidos del mun­
do: ejercicio de tensión entre lo imposible y lo imposible. Y por
supuesto: fracasando. A veces hermosamente, a veces no tan­
to. Y así hasta nuevo aviso.

341
THE MOON A I N ’ T NOT HI NG
BUT A B ROKE N DI S H

Jack Mendoza, vendedor de biblias, soltero, 57 años,


nunca aprendió a tocar el violín.

El sombrero,
¿lo traes puesto por vanidad
o es que si te lo quitaras el cielo se nos caería encima?

En este pueblo infernal


los hombres se derriten como paletas heladas.

Y tú con traje negro y corbata de moño:


¿vienes de tu entierro?

Ya ni sudas Jack,
de seguir así terminarás por volverte cactus.

Ding-dong, ding-dong.

Jack Mendoza vende biblias


en un país donde ya todos tienen una.

Ya no cabe en tus ojos tanto desierto,


pero en esta carretera nadie se detendrá por ti.

Mira:
allá van las casas rodantes
huyendo de su hipoteca.

3 42
Mira:
muchos son los hombres
que se han vuelto una raya blanca de autopista.

Entonces un tráiler se detiene:


el conductor viene de matar a su rubia
y te necesita de coartada.

Esta vez tuviste suerte, Jack.

Una fila de casas como un tren descompuesto,


algunos hombres bebiendo cerveza.

Las cuatro de la tarde y no has vendido una biblia:


en casos así
es válido robarles a las niñas sus naranjas.

Si Jack Mendoza tuviera una pistola,


bang-bang-bang, asaltaría un banco.

A esta hora en la cafetería ni las moscas,


aquí el polvo ha encontrado su lugar.

Grandes pechos los de estas meseras comestibles:


sus nombres están tatuados en la corteza de los árboles
y en los corazones de todos los traileros.

Solitaria hamburguesa la tuya,


Jack Mendoza, vendedor de biblias, soltero, 57 años:
Jesús te ama.

3 43
Jesús te ama!

Pero los cuervos vienen a morir en tus ojos


y la luna es un plato roto que una mesera arrojó
por la ventana.

Toc-toc: cada puerta que tocas,


Jack Mendoza, vendedor de biblias,
es un portazo.

Y tu nariz cada vez más chata.

Y ya ante ti se desenrolla
la serpiente oscura de la carretera.

Tras las persianas


las muy vacas esperan verte partir.

Pero te quedas como ido.

Pero te quedas
mirando fijamente un punto.

Un punto dejando de ser punto: raya


el aire la trayectoria de una mosca.

LA VI RGE N Y LA PI EDRA

Esa mujer cargando una piedra podría entenderse así:


la Virgen y la piedra: le ha ido anunciado el peso del mundo.
Carga una piedra como otros su cruz. Una cruz:

344
dícese del árbol más reciente en el paisaje: árbol artificial
cuyo fruto es un cadáver natural. Pesa la piedra como
un niño muerto:
no: no como un niño muerto, sino como un niño anunciado:
pesa la piedra como un embarazo: las piedras no están
muertas:
las piedras nunca han estado vivas: las piedras son
algo por nacer. Nacerán las piedras, pero mientras tanto
reconstruyamos el templo palabra por palabra. Una piedra:
una piedra cayendo: una piedra rota no es dos piedras.

I N V E S T I G A C I Ó N DE MERCADO

Una moneda, por el amor de Dios, una moneda,


que el dinero es el tema del mendigo y el mendigo
es el tema de esta investigación: ¿si el mendigo tuviese dinero
hablaría de asuntos menos mundanos? Pero he aquí
un tintinear de monedas en el interior de una lata
de sardinas sin sardinas. ¿Y las sardinas?
Baratas y nutritivas: ricas en hierro, vitamina A y fósforo.
Un paladar exquisito diría que la sardina tiene un ligero dejo a:
a) Metal sobado, b) Dinero rancio, c) Desayuno de mendigos.
¿Un mendigo es básicamente una alcancía?

ELEGÍ A

Ah, todo fuera como una cucharilla de plata que se ha perdido


en el astuto escote de alguna criada: pequeñísimo robo
que no le mengua a la dueña las finanzas ni enriquece
a la ladrona.

345
Y el metálico botín contagiándose de la temperatura
de lo vivo,
allí donde otras entibian crucifijos o medallas.

Vida quieta

CANCI ÓN

Dulce dama: que desprecie al apuesto vasallo que la ama


es indispensable: no arruine pronto beso la canción
ahora que el ruiseñor trina y tan reciente la menta.
Un misterio: ¿por qué sólo en la desdicha vibra mi salterio?
Mas siendo así, si yo en usted me empeño, sea mi corazón
rica sortija que se aligera en la balanza del prestamista:
amañada, quiero darme en prenda a cambio de nada.
Y por nada, nada padecer: deshacer, desandar,
desmontar la desventura: dulce dama: amañada: un misterio:
terminado: nuestros cuerpos desdiciendo lo trovado.

D E L A I NTROVERS I ÓN

Piedras ensimismadas como piedras:

eso dicen los que dicen


haberlas visto. Y los que vieron

a Jesús caminar sobre el agua dicen que Jesús

caminó sobre el agua. Pero


qué certeras son las piedras al hundirse.

Inéditos

346
r

LUIS FELIPE FABRE

Fabre logra una extraña conjunción entre desconfianza semán­


tica y temática y crítica de la sintaxis. El resultado es feliz gra­
cias al rigor constructivo del poeta. Fabre tiene la conciencia
de que ya no es posible un decir poético de primera intención
y de que todo decir en poesía pasa por el examen minucioso
de todos los elementos que componen el poema. Esta concien­
cia sitúa a Fabre en el ámbito muy actual de la poesía latinoa­
mericana: el que busca repensar la poesía desde sus cimientos,
sostenidos en una cultura que, al contrario de negar al aconte­
cimiento lírico, lo acepta como dato de hecho, como simple y
pura manifestación.

Eduardo Milán

347
CÉSAR SI LVA MÁRQUEZ

(Ciudad Juárez, Chihuahua, 10 de julio de 1974)

Estudió ingeniería industrial. Obtuvo la beca de poesía David


Alfaro Siqueiros en dos ocasiones, 1994 y 1997.

Libros: ABCdario, feca , 2000. La mujer de la puerta, en el


colectivo El silencio de lo que cae, unam , 2000. Par / ten (en
coautoría con Edgar Rincón Luna), Solar-Instituto Chihua-
huense de la Cultura, 2000.

348
RELA C IÓ N

como una cuenca de sonidos, como tanto


universo que todo nombra y nadie sabe
qué nombra
con los objetos con rostros de sílabas
este mundo toca mis labios
daga que pronuncia un abismo en el aire
daga de murmullos que irrumpe

11

más valdría decir Mundo, Alba, Principio


que en la distancia observar un simple
movimiento de lluvia o de árbol
y si no existe Mutismo, entonces Hueco no existe
si vemos una casa, decir la Casa
con sus cuatro puertas que preparan la bienvenida
la palabra Llamas, de incendios que se forma
la palabra Mano con las cinco letras de la palabra
Dedos
y Voraz, la voz oculta entre los dientes
y la palabra Mismo
y la Palabra

34 9
VISTA HACIA A D EN TR O

vuelvo a mi sangre
somnolientas aguas
chopos adormecidos por el ojo del hielo
mi garganta se estremece por los versos que dibuja
la mano del frío

es invierno: escribo el brillo de mi respiración


el rumor de mi sangre
la terminal donde crecen la memoria y su fruto:
hay olvido en los muros
en las puntas verdes del olvido los pájaros
se sostienen y cantan la palabra
repta el olvido
tartamudea como una cascada al caer sobre mi piel
y qué decir del relámpago en los amplios
corredores de la voz

todo aquí se abre


todo es letra abierta en los tímpanos de la noche
pozos, cráteres que uncen la nieve a mi interior
grietas por donde observo el agua de la noche
escapar hacia otros ojos

accidentes, hendeduras en el cielo de mi carne


que se foija al coincidir tal pluma con tal página
todo se abre y muestra su médula de sonidos
su luz de huesos, de saliva, de savia profunda

esta es mi sangre
canto de grillo, semilla de blancas sílabas
lecho donde mi sombra duerme después
de caer sobre la mesa

350
y golpear el polvo
barca donde los tambores
signan el ritmo al corazón esclavo

hay que resurgir del cuerpo hacia el poema


ver los ríos avanzar fuera de la piel
y cruzar y perderse
como son el río y después los ríos para perderse
más allá
en la playa de las consonantes
en el mar que pule cada sílaba
en el océano de la escritura

ANUNC I AC I ÓN

— ¿recuerdas? — dices
y los labios son un largo pasillo
que hoy recorro

en los huesos de la plaza adormecida


el día se levanta

algo incierto
algún juego que nuestros dedos inventan
se construye despacio:

apresamos al rumor
como señal de lo nocturno y lo frágil
bajo este pulpito esplendente que es la noche

351
POEMA DE LA MUJER QUE SE ALEJA

mírame decir que los adioses duelen

hoy recorro el invierno


y pregunto
en qué parte de mis brazos
encalló la caricia
como un barco encendido
qué vertiente de voz huye de mis aguas
y cómo hicimos juntos la cauda del relámpago

digo — y las palabras caen al suelo—


María ¿en qué cerrado sol se ha escondido tu
sombra?

la noche como inscripción


juega sobre las puntas del agua
y los días ya no se mueven
se quedan en las esquinas de mis ojos
una lluvia marca la espera de tu nombre:
aquí donde juego a las manos que buscan otras
manos
en la abominación de hablar
conmigo
mismo

LA NI EBLA

ante mí la niebla
figura de palabras repetidas
pensamientos que van hacia mi sombra,
el ojo del río inquieto fluye

35 2
del centro de los nombres
el girasol de instantes organiza los días
transcurrir del tiempo en el hangar
donde pace el frío de la época

entre la fijeza de las horas imagino


los objetos a mi lado:
sillas de minutos, hojas de agua severa
y el día engendra a la noche con sus duras costillas
de luz

dónde estamos, qué vacío somos, qué palabra


qué golpe escindido del tiempo nos dolerá al fin

marca la niebla el muro:


“avanzo por la roca
descargo mi golpe contra las formas del jardín
contra las llamas enfermizas que son los años”

un chasquido y la cicatriz del fuego


y la niebla dictará la permanencia
la invención de los rieles
el escozor en mi cuerpo
muerte tibia, muerte: esta hora en la hoja caída

los nombres inmersos


aquí disparan contra los objetos

ABCdaño

353
R E FL E JO

todo aquí se demora:


el intento [...]
el desorden.

Antonio Castañeda

todo aquí se demora


el intento
el desorden:

el agua irrepetible
que trata de romper
la luz
la piedra

el agua y la piedra
fluyen desde aquí dentro
volcándose en la yema
de los dedos

y la piedra delgada
sube del pozo al mundo

hacia el agua vacía


que cae sobre la tierra

todo esto se agazapa


y se hunde
en el intento

354
R OB I NS ON CRUS OE SE D E T I E NE
A VER EL MAR

decir mi padre lanceó peces gigantes en la frente del día


o noches viejas hoy caen de sus ojos
apenas una herida en la línea del párpado
en la boca de la misma noche como un corazón
inmóvil

mi padre cubre la playa con la sombra de sus maletas:


tantos pájaros se alejan de este lugar, otras voces como
velas se pierden, el pañuelo que de memoria ondea
la taberna en los ojos menos viejos;
mi padre que dice: hace falta un carruaje con fustes
para salir de este sitio: tigre desmoronable
trazo de luz en la arena; el estertor del juego que comienza
por enumerar la marea cuando va llegando

i -a

o decir que todo esto no es cierto


que mi padre murió en el 78
islas fueron sueños en anuncios brillantes
túneles donde el rumor de la navegación
fue un destello en la distancia
el mar igual que un licor en vasos tempestuosos
no conoció “la ballena más grande que he visto”
sólo conoció la arena vidriada del norte

3 55
cuando todo lo golpea, cuando es el hábito
que llevamos todos entre los dientes

o quedarse inmóvil bajo esta hora


que amanece con la noche aún sobre la espalda

La mujer de la puerta

356
CÉSAR SI L V A M Á R Q U E Z

La poesía de César Silva Márquez tiene la cualidad de ser den­


sa y sólida. Es como dialogar con alguien que viene de los sue­
ños y nos cuenta retazos de una aventura que adivinamos
épica, personal, iluminada pero, sobre todo, autorreflexiva.
Alguien escribió — creo que Cari Sandburg— que la poesía
era el abrir y cerrar de una puerta que deja a los que miran pen­
sando en lo que se ve durante un momento. Así es la poesía de
Silva Márquez, pero en su caso hay que abrir la puerta por lo
menos dos veces, para estar seguros de que eso que apenas
entendimos o vimos de reojo es lo que en verdad nos quiso
ofrecer pleno de significados.

José Manuel García García


F E R N A N D O C O R N E J O A L T Ú Z A R

(México, D.F., 15 de noviembre de 1976)

Estudio letras. Ha traducido poemas de Charles Baudelaire.

Libros: La felicidad, Parque Lira-iccM, 2000.


P O ÉT IC A

Y si es verdad que debo. Definir. He visto a los que escriben por


saber cómo se piensa. Engranaje del pensamiento. Creo que le
llaman Escritura: cuervos prensados, laberinto de gente vesti­
da en luto, aparato de sangre, dije de boca, sacra oblea de la
grasa, gajo completo de feria, vara por debajo de los músculos
(muía de encamadas muletas), corona de vidrios, entresijo: los
cabellos en el hueco de tu lengua, a trío de folios o plataforma
a punto de quebrarse, encrucijada de gatos lunáticos, dúctiles
dobleces del vidrio, mordedura quebrada en el diamante, pozos
en las ruinas de algún día, labrada demencia. Certeza demencial,
grumo en cálculo, libro de lobos y de llama. Clavo de oro no de
dos (no de dos) planos, sino cifra extranjera en un mundo de seis
frascos. Surco del disco y del glifo y del imán y de la arcilla y del
tatuaje y de la pluma. Tenía que decirlo todo de una vez. Sarta
de harapos en la aguja de la voz: piedra de ratas.

359
LA FE L IC ID A D

(F R A G M E N T O S )

La palabra bala. Balar, balear. Ráfaga de cifra o letra al hombro.


Pabellón de hormigas sobre carros de agua. Ahora (en este día)
sólo tengo una cruz en fondo negro, quiero decir edredada en
negra lana. Sería. El rocoso cerezo edel escudo. Como dije. La
correría edenal volante de quien ve lo que no he visto. Porque
no lo veré nunca. Y luego le dicen: esos ojos quemados. Zuri­
ta. Disculpen. Perdonen la tristeza.

Que si hoy he estado cinco días en el nido de trenes de tu


cuerpo. Cuerpo cardo. Cuerpo clave de bóveda, cifra del de­
seo. Apenas tres dientes de calle y se van con los ojos deteni­
dos para volver de pronto llenos de ansias — furiosa furia de
los trenes. Como arena derramada llegar hasta ti de nuevo,
justo como frente a un mar parado, un mar sin brisa ni espu­
ma ni olas, a una vena de quedarse seco. Mar desdentado al
que no chocan las piedras. Mar de pies descalzos. Suspensa
tú en el aire, detenida. Como una bala.

Con la flor en el ojo. Y los goznes,


dulces de vino. Con los brazos y
piernas (alguien que no conoces)
mineralmente cortados. Orgullosa:
llena de cieno la boca. Bajo las ra­
mas de su sangre los puentes cru­
zan aguas de crines heladas, con la
copa tejida rebasada en lumbre.
Que el amor no es una cuenta de

360
nombres. Que no es encontrarte
en la música ignorada del rosario.
Que no es reposo de tu cauce ni es
ternura. Que no es esto.

Que yo no pretendo vaciarte, convertido en la serpiente circun­


cisa del odio que se acerca, como un apestado, a tus rodillas.
Como genio que, ungido, esconde tras cuarenta y cuatro tablas
a su imbécil primogénito, así te miro esconder tus direcciones:
el nombre de tus mapas, los números de tus puertas, retablo
de lo que buscas (fecha de losa). Pero siempre supe quién eras.
No te borras como nadie me ha borrado las arrugas del rostro
o los canales del iris. Todas tus palabras (azófar, cruces, fuen­
tes), me parecen triadas de niños maltrechos. Piensa, Fernan­
do, que no puedo regresar un siglo entero para alcanzarte, que
existen muchas piedras al rojo, que las rutas son comidas por
la negra y devorada carne de los árboles.

Quien escribe esto es la velocidad del aire, la leche de la arena,


el gozne con sus clavijas de vino. Es este cristal de hembras,
atrevesado por blancas blandas largas bardas bancas brasas,
gimnastas barajas. Es la espada. — Mi padre era tupamaro. Es­
tuvo quince años en la cárcel. — No vengo muy seguido pero
¿no es una pianola la que se escucha allá abajo? Es un piano
de agua, sueño de habanero. La lengua es hija del vientre y esto
que escribo sale de cascada impromptu, quebradiza alumna del
fuego. Rastros, cuerpos, autos, mares. El mundo es de la escar­
cha. La escarcha es un halcón de nieve.
A N T IFE L 1C ID A D

(F R A G M E N T O S )

Con el mármol de las horas. Blanca agua. O las fisuras del aire.
El lodo de los labios; nunca barro. La saliva de los ojos. Perdi­
do el ritmo de la brújula: el espacio no posee tiempo, no per­
tenecen, craquelada tierra de los cuartos. Habitaciones. Donde
entran y salen brazos con espuelas. La curtida metralla de la
piel del cerdo. Los ojos de las flores que no das. Girasoles.
Cuatro rosas marinas, color bandera o flecos del océano. Las
piernas del océano: archipiélago. Y la facha del tipo que fue y
no vio y ve. Las naranjas habitaciones de los secos, hombros
como árboles de mosquitos (invasores, se comen la selva y la
isla, casi el mar) con sus hojas de alas y sus patas diminutas en
el lodo.

Si ya te lo había dicho. A náusea. El maldito cuerpo que te ten­


go. Te pude haber. Te abriré los ojos con una navaja para que
ya no veas. O no veas con lo que mires Cortado. A náuseas o a
náufraga náusea. Dormida con estas horas como una cerda. Tu
piano de ojo. Te mataré casi o pronto. Si no miras estos voca­
blos tapados que no verás, porque nunca los verás. Jugando a
ser padre de lo que es tuyo. Mar alto y mío, Marcel o folios re­
pugnantes. Y que si esto era.

362
Lo único. Lo único. Fijo. Para ser alguien es necesario matar a.
Ya cada cosa es dicha a alguien,
[no voy a náufrago escribirlo]
, con una cuchara. La
imagen (quiero decir la escritura) es por no querer decir. O por
decir tan claramente que resulta.
(i) Que el retrato quede impreso en la (oscura)
cara de las cosas, (ii) Casi otra u otra. Era un diálogo (pensé)
que sería un diálogo. Hay días en que cualquier lugar allá en
el mundo se siente casa y no porque te sientas bien. Sino por­
que todos parecen visitantes y buscas algo fijo, que no se vaya
cuando la cena termine o no comienza. Y si tu casa dispersa
con tantos letreros. Te recuerdo a náufrago. Te recuerdo a náu­
frago.

La felic id a d

363
FE R N A N D O C O R N E JO A LT Ú Z A R

En La felicidad, de Fernando Cornejo Altúzar, la conciencia por


lo matérico de la palabra se plantea con la espontaneidad lúdica
de multiplicar sus asociaciones; tramadas en ese ánimo que
trastoca, a diestra y siniestra, la palabra se resuelve prófuga de
la ley de lo prestigiado y penetra en el territorio inexorable de
la selva oscura del sentido. (...)
Las afinidades electivas de este primer libro de Fernando
Cornejo [Altúzar] son los poetas barrocos, los herméticos y los
concretos. Sin embargo, la consanguinidad por suprimir la gra­
vedad de sentido al discurso poético lo acerca a los poetas que
Néstor Perlongher agrupó bajo el adjetivo de neobarrocos. Esa
familiaridad lo provee de una libertad, a veces de excesos, para
dotar a su discurso de una potencia asociativa rica en giros de
imágenes y dicciones.

364
J O S É LA N D A

(Acayucan, Veracruz, 13 de junio de 1976)

Desde hace más de diez años vive en Campeche. Ha trabaja­


do como periodista en diarios locales y nacionales. Además
de escritor se ha dedicado a las artes plásticas. En 1994 obtu­
vo el Premio Punto de Partida en el área de dibujo. Publicó
en 1996 una colección de relatos bajo el título El tacto y el ve­
rano, Universidad Autónoma de Campeche. Recibió en 1994
el Premio de Poesía José Gorostiza de Tabasco y el Premio de
Poesía Óscar Alberto Pérez García de Campeche. Actualmen­
te es editor de la revista Opción.

Libros: Tronco abierto, fec a , 1993. Habitación del cuerpo,


Ediciones del Artesano, 1996. La confusión de las avispas, feta ,

1997.

ce: jalrl3@hotmail.com

365
P O ÉT IC A

El poema es un cuerpo aparentemente intangible, pero que


habla su propio lenguaje, emite sus propios significados, cobra
su propia forma. El paridor del poema es, de facto, el poeta,
quien posiblemente ha querido tomar cautivo al lector para
confesar asuntos personales que tal vez no interesen. Quien
habla en el poema es otro, no el autor. No importa si Dante en
verdad bajó al infierno, o si Rimbaud conoció en persona a
Satanás y nombró la “esposa infernal”. Rimbaud mismo advir­
tió desde su “Carta del vidente”: yo es otro. Y en efecto, el yo
del poema, el yo poético es otro, no el poeta.
[La forma] es un problema al que se enfrenta todo practican­
te del oficio poético: definir la personalidad que seguirá a par­
tir del momento en que decide exhibir sus invenciones. No hay
parámetros para decidir lo justo o lo injusto para con nuestra
propia obra. En el momento en que decidimos enfrentamos a
un lector, estamos saliendo al ruedo. Percibimos la necesidad
de una ideología y llegamos a pensar en ciertos momentos,
cumplir con una palabra satánica: la radicalidad. En el momen­
to en que aceptamos ser radicales, ser fieles a nosotros mismos,
estamos haciendo eco del texto de José Emilio Pacheco que
dice: “debo rebelarme ante mi sumisión, para someterme ante
mi rebeldía”. En este sentido, nos estamos aprisionando, nos
volvemos jueces y partes. La solución la tiene cada quien, y los
lectores — críticos o acríticos— no tienen de su lado las leyes
— leyes que no existen— para juzgar y sentenciar las decisio­
nes de cada poeta; para botón: Pessoa.

366
T
I

UN E MB O T E L L A MI E NT O DE T RE NE S

Supongamos que el día se embotella de trenes


Las líneas ferroviarias confunden el camino
El camino confunde a las culebras y las culebras
nos muerden

Supongamos el descuido de dos cuerpos


que se funden sin querer como dos sombras que se
muerden al doblar la esquina como el que
desconfía de las manos como cuando nos hieren
las palabras al acudir a ellas para salvamento y nos
traicionan

Fugaz el viaje no el camino


Al final guardamos los cadáveres las ponzoñas
las mordeduras en la camisa Entonces inventamos
el pasado y mejor aún: inventamos el presente
Un antídoto: un veneno para otro

Ahora saco al tren de la botella


Queda el vino que humedece al día

Con esta mordedura de serpiente si me corto


el pie contaminado

Dónde podrá la confusión tender su nido


Dónde podrá el humo establecerse cuando no es en
el aire

367
UN RÍO C U A LQ U IE R A

Sentado en equis tarde


a la orilla del río Champotón
Dudaba al escribir este poema
Decir que se trataba del Mar Negro
o de cualquier otro
De cierto era el río Champotón (un río que es todos
los ríos las aguas y el desierto)
Arrojé a la corriente un huevo de gallina
El huevo se abrió al caer
Yo dudaba acerca de la belleza: mostrar
el lado perfecto o el imperfecto de los cuerpos
Dudaba en mostrar la cara o cruz de la moneda
Decidí mostrar los dos lados al mismo tiempo
Comprendí que no hay “el mismo tiempo”
Que la belleza continúa siendo imposible

CHARCOS DE ME DI ODÍ A

En la fugacidad del charco al mediodía el zopilote


confunde su reflejo con el reflejo del sol
Demasiada luminosidad para sus ojos de sombra
demasiado reflejo para sus pupilas de moneda sucia
Demasiada fugacidad para el sol

Mañana sólo habrá una porción de tierra cuarteada


Una partícula con olor a zopilote y confusión de
insectos
Todo se perderá

368
Cuando pasemos por allí
ni las suelas de los zapatos recordarán haber pasado
con nosotros encima

E S C UP I T AJ O

Escupo en la palma de la mano aplasto ese poco


de saliva
La fragmento apunta hacia todos lados: es una
estrella de agua

Diariamente alguien escupe en su mano aplasta la


saliva:
Habla del mundo

LOS GE S T OS DEL ANONI MAT O

Tal vez nos equivocamos al bautizar las cosas


Al exigir un corazón un alma un pretexto
cualquiera para creer en lo eterno

Si al despertar somos un objeto sin objeto


Si al final distinguiremos a la ele minúscula de la
ele mayúscula
Si después de todo resulta que la ele sirve para repe­
tir que lamemos con la lengua de lo mismo
Qué importa

Al invocar al azahar nos responde el azahar


Nos construye entonces el aroma del azahar
solamente
No somos quienes dicen del azahar nada sino

369
quienes insisten en darle otro lenguaje además del
aroma

Y nos equivocamos de nuevo caemos a tierra


después de abrazar el humo
Ante la fugacidad de los objetos las piedras no
tienen tiempo
La piedra tiene la edad de la piedra y la edad de las
piedras no importa

A qué res atrapamos al arrojarnos sobre la carne


Lo que desaparece es la palabra carne
Lo que se transforma es la palabra y el producto de
nuestra rara transformación es el estiércol
Nadie dijo que el estiércol deje de ser carne queridos
carnívoros
Al fin y al cabo construiremos el anonimato que
habita el suelo y las nubes

VE RS I ÓN PARA A DE LI TA

Recordarás haber caminado por los valles de


México
El corrido olvidará quién te grabó en los oídos de
los muchachos

(“Y se oía/ que decía/ aquel que tanto la quería”)

Recordarás haber odiado a Huerta “el usurpador”


Pensarás que la gente no decide la confusión de
Zapata y Villa
Que ni en la sopa la vaca deja de ser vaca
Los caldos de pollo no ocultan su sabor bajo la

370
manga y tanta sal en el caldo se vuelve odiosa como
odioso el caldo en la traición del frío

Recordarás haber perdido tu virginidad en una


canción
Sentirás que no hizo falta venderse al pleito entre
las víboras que no valió la pena vulgarizarse entre
nosotros
La niebla todavía es inquilina

(Adelita ve caer un aguacero y mil rayos


y relámpagos)

La confusión de las avispas

371
J O S É L A N DA

En Laconfusión de las avispas, de José Landa, es curioso cómo


se plantea el discurso poético sobre dos vertientes: la irreve­
rencia y la ironía sobre la formalidad gramatical, y la posición
del yo poético frente al mundo, frente al establecimiento de
reacciones con la realidad que se fincan en la duda; en
interrogantes, en vacilaciones, en inseguridades, pero siem­
pre con la audacia, con la osadía de quien, si se desgañita,
puede gritar o susurrar como última alternativa a su discurso.

Teodosio García Ruiz

372
H U G O G A R C Í A M A N R Í Q U E Z

(Ciudad Camargo, Chihuahua, 13 de noviembre de 1978)

Estudia letras. Obtuvo el Premio de Poesía Casa del Lago, así


como el Premio de Poesía de la revista Punto de Partida en
2000. Fue asistente editorial de la revista de fotografía Luna
Córnea.

ce: chalhugo@yahoo.com

373
PARA UNA P O É T IC A

Hablar de poesía es hablar de un ejercicio fundamentalmente


crítico, critico de sí y de sus medios pero también de su épo­
ca. Creación poética como propuesta y respuesta encaminada
a un mismo fin: ser parte de su tiempo en un sentido amplio.
La historia de la poesía es un espacio híbrido en el que están
insertas propuestas diversas, es por eso mismo la historia de
la otredad. La creación poética es a fin de cuentas un recono­
cimiento de la otredad en tanto ejercicio indagatorio de múl­
tiples formas.
Pero también la poesía es juego, son las frescas cerezas de
Williams, es el agua que fluye limpia en la poesía del peruano
Eielson. El dulce Sertón de Guimaráes. Es un juego que sal­
va. Una victoria invisible sobre el tiempo.

374
[CA SCA JO EN R E C O R D A N C IA ]

relámpago de nada que deja el que se

va. más ley del aparato bien engresado

y avesado en el memorar: todos somos

la máquina ésa. tanto así que ni estela

queda del ejercicio, así lo que pasa,

bien cuerpo sin m em orabilia, sin

antecedentes penosos, sin ya nada, por

el m ecanism o del cerca lejo s, que

rejuega penas, impresión de corazón

furiente que sí los hay y bastantes,

exacto, quedamos en que lo furiento y

engrasado en mecanismos bien da a la

m em oria palas y escarbar ya nos

queda, prisa le diera uno al barco del

somos.

Revista X, núm. 32

375
FUKUYAMA DI XI T
( F R A G ME NT OS )

P ara Z aidee Rose

III

Two youths, etcétera.


376

Tal vez la Meca — dice él mientras se reclina en el borde del Puente, viendo el cauce del río seco.

Eso sería, montañas moradas — murmura ella hundiendo los dientes en la tarde sin pájaros
ni nada.

Meca Seca

(y el azul sobre ellos soñándole los ojos)

En una ladera del cerro Dios, escrito con cal. Montañas moradas coronan la ciudad; al norte la Meca.

El cuerpo sabe, dice las auroras, canta, tú dices, canta y persigue;


hasta que supe un día, el cuerpo sabía; hasta entonces fue.

Para que yo abra mi ñenday un oleaje de muslos rescate toda una vida perdida
...quizá me turbe la contemplación de la belleza
377

Años antes. Subimos esas escaleras de caracol, anaranjadas. La presa estaba vacía, llovió después. Regresamos
y olía a romero; era lo cercano del agua lo que saturaba el aire.

IV

About love images

Permeada superficie de dos caras.


Envés crispado
Tensión del cambio

brasa cuerpo cantado en agua macizo de girasoles

Larga música
Rastros / polvo de arquitectura que deja el ala.

...bellísimo ma di poca malizia né di bel parlare


378

tener un dios instantáneo


Pero qué hay de lo que muere lejos

de cidade?
de cité?

El hombre que mide no está de paso, su vida no es un olvidable prólogo,


(De vita longa) o
un rebuscado productor de madonas. Trattato de la vita sobria — Ficcin, Cornaro y Baroccio

Cosa entre las cosas.


En la ladera, Dios, escrito con cal.

Prosa de cal para poner donde estuvo el muerto

todo es medida, música, todo concuerda, según su sitio, evite la luz o la reciba, realidad repujada,
geométrica, ajedrez
379

Tal vez un día volvamos a la presa, ¿te he dicho del trébol?, ahí en medio del lodo seco crece.

v i

Una traza en el fondo de la taza, quién sabe leer las figuras que deja el café.
Minha paixao, qué era.

Una paloma Leer los conventos Música.


Otro arquetipo Esa herida Las palomas arquetipo del rocío la mañana,
olor del romero tras la lluvia. Caballos.

Fondo, trasfondo, risa a traza.

Y esto no ha cesado de ser un suceder de cerrojos,


aquí en la tierra como en las periferias.
Todo resulta/aveía.
380

Pulsante historia de unos días sin centro


Cada punto y su vértigo

Estos días serán


Palomas venidas de nunca

Nunca fueron brilladas estas zonas, abajo


la presa seca,

tréboles

Cosa entre las cosas.

Vacío enamorado de su vértigo.

Y soñadas las zonas hablarán su mañana.

VII
381

Apparve vestita cinta e ornata a la guisa che a la suajovanissima etade si convenia


(Vita Nuova)

Y mece a la brisa una brisa mayor.


Flor de comegoflor de comienzos. Mece la brisa.

Primavera del mundo


in poche parole
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cubiertas por la nieblas de tejido espeso, jamás penetrado

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O Z ¿O C-O

382
HUGO GARCÍA MANRÍQUEZ

Los poemas escritos hasta ahora por Hugo García [Manríquez],


y que yo he leído, son unos pocos. Sin embargo se percibe en
ellos un tipo de búsqueda bastante infrecuente en la poesía que
hoy se publica en México. Muy distante de la retórica tradicio­
nal de filiación hispánica, sus poemas se orientan hacia una
construcción abierta, desplegada en la totalidad de la página y
apoyada en múltiples citas textuales provenientes de la poesía
concreta brasileña, de la poesía norteamericana, de la italiana,
etcétera. Esa mirada inquieta, tendida hacia estructuras forma­
les renovadoras, no inducen — como podría suponerse— a un
distanciamiento de temas o asuntos muy localizados. Significa
más bien, creo yo, una búsqueda en esas corrientes experimen­
tales, de otras posibilidades expresivas, registrando una tona­
lidad que tome en cuenta también el sonido y la inflexión del
habla cotidiana.
Quien se ha iniciado con un rigor tan minucioso está
— me parece— muy bien pertrechado para realizar una obra de
aliento y calidad.

Hugo Gola

383
JUAN PABLO VASCONCELOS

(Oaxaca, Oaxaca, 7 de agosto de 1978)

Estudia derecho. Ha ejercido el periodismo tanto en prensa


como radio. En 2000 obtuvo el Premio de Poesía José Carlos
Becerra. Es miembro del consejo de la editorial Letras Vivas y
de la revista Adoquín.

Libros: Los ojos de la máscara, Letras Vivas, 1999. La siem­


bra, Tintanueva, 2000.

ce: jpvasme@yahoo.coro

38 4
POÉTICA

Una hoja, una palabra en la quietud. Se mecía un rayo de sol


entre las ramas, según recuerdo. La luz caía sobre las otras ho­
jas del prado. La palabra, su movimiento, intentaba trazar una
silueta que hoy no existe. Si había nidos, algún canto, savia, un
tronco reclamando potestad, otro árbol amarillo, más sol, no
lo recuerdo. Yo sólo veía el rayo en la hoja como ahora imagi­
no que lo veo.
No le guardo rencores por quemarme. Hubiese querido, a
veces lo creo y me convenzo, una quietud incendiada y rota por
una imagen que agrietara las visceras, que moviera a náuseas,
al menos que llore a media calle. Pero la mía va despacio,
intuye el acuario en el interior de las cosas; para que no escu­
rran, con tiento se apodera de ellas, comparte su grito al levan­
tarlas, al aspirar las lija. Desagrada que uno ya no pueda ser el
mismo después de sacudirles el nombre; también que algunas,
por lo general las grandes, brillen por su ausencia en la versión
final de los poemas.
Es su ausencia sin embargo, sugerida por los versos, la que
vale. Son el boceto que un lector encuentra detrás de los soni­
dos, del ritmo, del trazo imaginario. Es imposible que las co­
sas presentes, las visibles, las naturalmente palpables, llenen un
universo que se plaga de ausencias. En esto incluyo a los uni­
versos diminutos y aun a los que se desconocen. Por eso el si­
lencio conforta, nos acerca al negro o al blanco de la ausencia;
su complementario, la palabra, lo ilumina, más negro o más
oscuro, lo define, hace que exista.
Las palabras que encuentro hoy son distintas a las de ayer
siendo las mismas. Viven y mueren al tiempo de decirlas, pero
durante el silencio vibran: en las habitaciones, en los pasillos,
en las esquinas y rincones donde me aíslo mañana. Complace
por ello sucederías, impregnarlas de tiempo como a las almas
(la eternidad siempre es para ellas, no para quien las crea). Se

385
les quiere y odia como a ellas. Producen escalofríos cuando se
les encuentra a plena oscuridad o a la luz de la lámpara. Las
lámparas son indispensables. No escribiría un verso sin una
que me hiciera señas. Tampoco sin un disco con acordes a des­
tiempo y letra portuguesa, a media noche.
La anterior no es más que una obsesión. Uno se cree sus
obsesiones como si fueran necesarias para ser. (Tomo café aho­
ra). Alguno creerá que es un trastorno, pero los trastornos tam­
bién son necesarios, dan sentido a los tiempos muertos, hacen
girar las visiones hasta que pueden verse desde una perspecti­
va total. Creemos que se nos dictan, que hay una zarza, un ser
a nuestra derecha que nos guía. Entonces incluimos contradic­
ciones, se comenten yerros, nos desviamos del camino que
pensábamos andar. Todo lo anterior es válido mientras no se
detengan. No se contienen; por el contrario, son urgentes para
seguir el desdoble: uno y otro de mí, se intercalan visiones en
la vigilia y los desvelos internos. Escriben, comparten borrado­
res, edades, golpean el espejo, se desmembran en el trueno, se
desconocen.
Queman y soplan aquellos primeros versos donde había un
rayo, la quietud del verde en las ramas aún tiembla. Ese poe­
ma, su silueta, se me figura un diario.

386
A SFIXIA

Sólo al cubrir el pecho


la vida no se escapa
sólo naciendo el aire de la nada
puede uno seguir vivo
en este sitio de silencios
y de flamas

Nada vive aquí más que el recuerdo


nada renace aquí más que la noche
el hormigueo intenso sube

Baja el sudor
rayos de agua en la piedra
hay un río de muerte que me engulle
hay un monstruo de tierra que me pisa
hay una lágrima confusa
en este mar de sal que se infecta
Estas pieles todas son herida
un lago de lodo
púrpura y oscuro
a punto estoy de ser ceniza
un madero ligero y carcomido
una ciudad sin calles
un plasma
polvo en el recinto.

ii

Hubo acaso un afuera


una vida fuera de este encierro

387
un caminar despacio en los jardines
un ayer de cosas vivas
una barca feliz sobre las olas del sol

Hubo un resquicio del cielo


donde volvía a renacer cada segundo
y cada estrella
era una hora de luz
y cada sombra
era para trazar la luna
crecida por entre las hiedras
que cubrían
a mis sueños
del frío.

iii

En los hilos invisibles de lo que estuvo


hay un pantano
una orilla frágil que nos divide de la estancia
o de la sombra
de las tinieblas queridas de la vida
o del espejo
donde nuestra carne se repite
nostálgicamente
como una lágrima.

IV

Allá Están llorando Allá


Sube la lluvia por sus hombros
y un soplo de agua aparece

Hablo De ella Hablo

388
La que extraña el hueco
de mí en su alegría

o de mi madre
con quien nadaba
más cerca de su pecho
que del cielo

Más No sé Más

Ellas han muerto


o andan tranquilas silbando
una canción.

El peso del universo es insoportable


siento sus miradas escudriñar los restos
la saliva en la brecha de mis uñas
el sofocante dedo en mi garganta
el cuerpo retorcido padre del dolor
la virgen lejana
esta madera de sombra que se quema
no pasará no se irá no volverá
la madre
vendrán las sanguijuelas
un alacrán una bacteria
los gusanos pasarán
los viajeros subterráneos no se irán
todo se llena se quiebra
todo es isla adentro
pasen aire podrido
una boca oscura y sin aliento
un perro enterrado

389
una rata sin piel un hígado
cualquier bestia comiéndose por dentro.

vi

Así debe ser dios


todo le crece
y todo se le muere.

VI I

No queda más que soñar en el regreso


a mi piedra a mi otro cuerpo
a mi unicornio dormido
en las orillas de la casa

Restaurar mi campanario
clavar las cruces en el centro del sueño
jardín y pasadizo
estación del punto final y del primer respiro
catarata que baja como dios
y se devuelve
humo a la vigilia

No es secreto
se exhalan criaturas al dormir
al siguiente parpadeo
seremos niños que comienzan
agua en el aire.

Un caracol ríe en mi garganta


como sapo en la piedra verde

390
del arroyo
un buitre una cruz de sombras
ella misma en el lodo
en el pastizal lleno de huellas
y de buitres
la noche del caníbal

Hay un oasis de fauna entre la asfixia


paisajes secos de cristales que desgarran
tarántulas
nido es el pulmón
hay huevecillos de mariposa y tortuga
que lo llenan todo
hasta la rendija del soplo
en los resquicios
hay mujeres hormiga que besan
y su saliva ahoga
hombres hiedra
amaneceres negros
iluminan la forma exacta del encierro
Este es el recinto:
el animal y sus crías dentro
zoológico y tumba
a cada paso un cordero
inhalo y un niño muere
inhalo y un segundo de patas raudas
muere
el tiempo es una bestia exacta que asesina
el ataúd es la más grande creación
la gruta del infierno
donde los ángeles duermen.
J UAN PABLO V A S C O N C E L O S

La poesía de Juan Pablo Vasconcelos es una amalgama de sen­


timiento y reflexión. Tiene una gran habilidad de construcción
de imágenes y las concatena con un juego de estructuración
que no es meramente un juego, sino una propuesta formal lo­
grada. Vasconcelos reúne a dos poetas, o a uno dividido que
se encuentra en la tensión que implica la toma de decisiones a
nivel de poética. Si Los ojos de la máscara no consignara la jo ­
ven edad de Juan Pablo, se nos dificultaría precisar la de esta
excelente voz poética.

Guillermo Samperio

392
PRI ME R APÉNDICE

De los 38 autores que componen la muestra solamente cinco


no aceptaron contestar la encuesta. No obstante, las respues­
tas de los 33 autores restantes nos dejaron ver que en el vacia­
do de las mismas aparecían ciertas tendencias importantes a
tomar en cuenta respecto de predilecciones de lecturas, y vi­
siones de poesía en particular y de literatura en general. De
manera implícita, la muestra de cada uno de los poetas del ín­
dice de este libro nos permitía entrever un tablero de gustos y
de posiciones al respecto de la tradición poética. Empero, cada
contestación tácita a las preguntas del cuestionario concretaba,
sin mediar ninguna interpretación, la definición de una genea­
logía literaria y poética generacional.
En cierta medida, uno de los propósitos de la encuesta era
compartir nuestro espíritu antológico con los autores que ha­
bíamos seleccionado; este ejercicio dotaba a cada uno de los
poetas del libro de responsabilidad electiva pero al mismo
tiempo de arbitrariedad crítica para concertar una antología de
autores extranjeros, en lengua española y, de forma específica,
mexicanos.
El resultado que a continuación se presenta es un listado de
autores y de obras con su respectivo número de menciones; la
metodología de la encuesta consistió en que cada encuestado
emitía en un marco de máximos y mínimos los nombres de

393
obras y de escritores de su gusto e interés. Los títulos y los au­
tores consignados en este apéndice tuvieron, cuando menos,
cinco menciones, a excepción del inciso de libros de ensayos
de autores extranjeros, donde se tomó el mínimo de cuatro ci­
tas. En el caso de los libros emblemáticos de la tradición poé­
tica mexicana, iberoamericana y de otras lenguas, no hubo
límite preestablecido para su inclusión, ya que en muchas oca­
siones los poetas antologados optaron por una u otra obra de
un mismo autor, hasta que conformaran las cinco menciones
mínimas.
Cabe señalar que la encuesta aplicada también comprendió
otros apartados: edad promedio de publicación de primer li­
bro, opinión sobre becas y premios literarios, publicaciones
que acostumbran leer y en dónde aparecen sus colaboraciones,
conocimiento de lenguas, etcétera. El vaciado de estos rubros
aparece en el prólogo del libro y nos fue útil para reconocer cier­
tas particularidades de esta promoción de novísimos poetas.

394
Novelas o libros de cuentos en lengua extranjera

Ulises, de James Joyce: 9


Del mismo autor, Retrato del artista adolescente y 7

Crimen y castigo, de Fedor Dostoievksy: 6


Del mismo autor, Los demonios, Memorias del subsuelo, Humi­
llados y ofendidos, Noches blancas y El jugador: 5

La metamorfosis, de Franz Kafka: 3


Del mismo autor, El proceso: 2

Novelas o libros de cuentos en español

El Aleph, de Jorge Luis Borges: 22

Pedro Páramo, de Juan Rulfo: 16


Del mismo autor, El llano en llamas: 1

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de


Cervantes Saavedra: 12
Del mismo autor, Novelas ejemplares: 1

Paradiso, de José Lezama Lima: 9

Rayuela, de Julio Cortázar: 8


Del mismo autor, Un tal Lucas, Bestiario y cuentos en general:
5

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez: 4


Del mismo autor, El amor en los tiempos del cólera y El otoño
del patriarca: 2

Corazón tan blanco, de Javier Marías: 3

395
Del mismo autor, Mañana en la batalla piensa en mi, Negra es­
palda del tiempo y Mientras ellas duermen: 3

Libros de ensayo en lengua extranjera

Ensayos, de Michel de Montaigne: 10

Diálogos, de Platón: 4
Del mismo autor, “El banquete”: 1

El ser y el tiempo, de Martin Heidegger: 2


Del mismo autor, Arte y poesía: 2

Ensayos diversos de T. S. Eliot: 4

Erotismo, de Georges Bataille: 3


Del mismo autor, La experiencia interior: 1

Breviario de la podredumbre, de Emil M. Cioran: 3


Del mismo autor, Del inconveniente de haber nacido: 1

Libros de ensayo en lengua española

El arco y la lira, de Octavio Paz: 10


Del mismo autor, El laberinto de la soledad, Conjunciones y
disyunciones, Puertas al campo, La llama doble, Excursiones e
incursiones, El mono gramático: 15

Nuevas inquisiciones, de Jorge Luis Borges: 7


Del mismo autor, Siete noches e Historia de la eternidad: 3

La experiencia literaria, de Alfonso Reyes: 4


Del mismo autor, El deslinde, Estudios gongorinos y Junta de
sombras: 6

3%
Libros de ensayo sobre poesía en lengua española o ex­
tranjera

El arco y la lira, de Octavio Paz: 14


Del mismo autor, Los hijos del limo, Sor Juana Inés de la Cruz o
las trampas de la fe y Cuadrivio: 9

Ensayos diversos sobre poesía, de T. S. Eliot: 10


Del mismo autor, Función de la poesía y función de la crítica: 5

El arte de la poesía, de Ezra Pound: 8


Del mismo autor: El ABC de la lectura y ensayos diversos so­
bre poesía: 5

Arte y poesía, de Martin Heidegger: 5

Poetas de lengua extranjera de todos los tiempos

Dante Alighieri: 19
Arthur Rimbaud: 10
Charles Baudelaire: 9
Friedrich Hólderlin: 9
Homero: 9
T. S. Eliot: 8
Stéphane Mallarmé: 8
William Shakespeare: 8
Femando Pessoa: 7
Rainer María Rilke: 7
Ovidio: 5

Poetas de lengua extranjera del siglo xx

I. S. Eliot: 22
Fernando Pessoa: 17

397
Paul Celan: 15
Ezra Pound: 12
Rainer Mana Rilke: 9
Saint-John Perse: 7
Paul Valéry: 5

Libros o poemas escritos en lengua extranjera de todos


los tiempos

La divina comedia, de Dante Alighieri: 19


Del mismo autor, La vida nueva: 1

Las elegías de Duino, de Rainer María Rilke: 9


Del mismo autor, Los cuadernos de Malte Laurids Bñgge: 1

Un golpe de dados, de Stéphane Mallarmé: 8

Iluminaciones, de Arthur Rimbaud: 6


Del mismo autor, Una temporada en el infierno: 5

La litada, de Homero: 5
Del mismo autor, La Odisea: 5

Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot: 5


Del mismo autor, Tierra baldía: 4

Las flores del mal, de Charles Baudelaire: 4


Del mismo autor, El spleen de París y Pequeños poemas en pro­
sa: 2

Sonetos de William Shakespeare: 4


Del mismo autor, Hamlet: 1

39 8
'

Poemas de lengua extranjera del siglo xx

Tierra baldía, de T. S. Eliot: 20


Del mismo autor, Cuatro cuartetos: 6

Elegías de Duino, de Rainer María Rilke: 8

Cantos, de Ezra Pound: 7


Del mismo autor, Personae:1

“El cementerio marino”, de Paul Valéry: 7

Andbasis, de Saint-John Perse: 6


Del mismo autor, Pájaros: 1

“Tabaquería”, de Femando Pessoa: 5


Del mismo autor (y heterónimos), El guardador de rebaños,
Odas y diversos poemas: 9

Poesía completa, de Paul Celan: 4


Del mismo autor, Amapola y memoria, La rosa de nadie y He­
bras de sol: 5

Poetas en lengua española de todos los tiempos

Francisco de Quevedo y Villegas: 22


Luis de Góngora y Argote: 20
San Juan de la Cruz: 13
Sor Juana Inés de la Cruz: 11
Octavio Paz: 9
César Vallejo: 9
Garcilaso de la Vega: 8
Pablo Neruda: 8

399
Rubén Darío: 7
José Lezama Lima: 6

Poetas en lengua española de siglo xx

César Vallejo: 21
Octavio Paz: 16
José Lezama Lima: 11
Pablo Neruda: 13
Vicente Huidobro: 12
José Ángel Valente: 8
Luis Cemuda: 6
Gonzalo Rojas: 6
Oliverio Girando: 5
José Gorostiza: 5

Poemas o libros de poemas escritos en lengua española


de todos los tiempos

Soledades, de Luis de Góngora y Argote: 11


Del mismo autor, “Fábula de Polifemo y Galatea”: 5

Sonetos de Francisco de Quevedo y Villegas: 10


Del mismo autor su poesía completa: 4

“Cántico espiritual”, de San Juan de la Cruz: 9


Del mismo autor, “Noche oscura del alma” y romances: 3

“Primero sueño”, de Sor Juana Inés de la Cruz: 7


De la misma autora, sonetos: 2

Églogas de Garcilaso de la Vega: 7

“Piedra de sol”, de Octavio Paz: 7

400
Del mismo autor, Blanco, Salamandra y Pasado en claro: 3

Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique: 6

Trilce, de César Vallejo: 6


Del mismo autor, Los heraldos negros y Poemas humanos: 2

Muerte sin fin, de José Gorostiza: 5

Residencia en la tierra, de Pablo Neruda: 3


Del mismo autor, Canto general, La barcarola y La espada en­
cendida: 3

Poemas o libros de poemas escritos en lengua española


durante el siglo xx

Altazor, de Vicente Huidobro: 19

Trilce, de César Vallejo: 16


Del mismo autor, Poemas humanos: 1

Residencia en la tierra, de Pablo Neruda: 13


Del mismo autor, Canto general y Odas elementales: 2

Muerte sin fin, de José Gorostiza: 11

La realidad y el deseo, de Luis Cernuda: 7

Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca: 6

“Piedra de sol”, de Octavio Paz: 6


Del mismo autor, Blanco, Salamandra, Pasado en claro y La es­
tación violenta: 10

401
En la masmédula, de Oliverio Girando: 3
Del mismo autor, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y
Persuasión de los días: 2

Antología de aire, de Gonzalo Rojas: 3


Del mismo autor, Del relámpago: 2

Adjetivos que califican mejor a la poesía en lengua espa­


ñola

Vanguardista: 15
Intelectual: 14
Exuberante: 8
Experimental: 8
Imaginativa: 8
Lúdica: 8
Crítica: 6
Introspectiva: 6
Ornamental: 6
Metafísica: 5

Poetas mexicanos de todos los tiempos

Octavio Paz: 30
José Gorostiza: 28
Ramón López Velarde: 28
Xavier Villaurrutia: 25
Sor juana Inés de la Cruz: 23
José Carlos Becerra: 21
José Juan Tablada: 12
Salvador Díaz Mirón: 10
Carlos Pellicer: 10
Jaime Sabines: 10
Gilberto Owen: 8

402
Eduardo Lizalde: 7
Nezahualcóyotl: 7
Gerardo Deniz: 6
José Emilio Pacheco: 6
Rubén Bonifaz Ñuño: 5
Efraín Huerta: 5

Poemas o libros escritos por poetas mexicanos de todos


los tiempos

Muerte sinfín, de José Gorostiza: 26


Del mismo autor, Canciones para cantar en las barcas: 1

Primero sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz: 21


De la misma autora, sonetos: 2

Nostalgia de la muerte, de Xavier Villaurrutia: 21

“Piedra de sol”, de Octavio Paz: 19


Del mismo autor, Blanco, “Himno entre ruinas”, La estación
violenta, Árbol adentro, El mono gramático, Pasado en claro y
Ladera este: 21

El otoño recorre las islas, de José Carlos Becerra: 18

El tigre en la casa, de Eduardo Lizalde: 9


Del mismo autor, La zorra enferma: 1

Lascas, de Salvador Díaz Mirón: 7

Zozobra, de Ramón López Velarde: 7


Del mismo autor, La sangre devota, El son del corazón, “Don de
febrero” y “La suave patria”: 12

403
En la masmédula, de Oliverio Girando: 3
Del mismo autor, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y
Persuasión de los días: 2

Antología de aire, de Gonzalo Rojas: 3


Del mismo autor, Del relámpago: 2

Adjetivos que califican mejor a la poesía en lengua espa­


ñola

Vanguardista: 15
Intelectual: 14
Exuberante: 8
Experimental: 8
Imaginativa: 8
Lúdica: 8
Crítica: 6
Introspectiva: 6
Ornamental: 6
Metafísica: 5

Poetas mexicanos de todos los tiempos

Octavio Paz: 30
José Gorostiza: 28
Ramón López Velarde: 28
Xavier Villaurrutia: 25
Sor Juana Inés de la Cruz: 23
José Carlos Becerra: 21
José Juan Tablada: 12
Salvador Díaz Mirón: 10
Carlos Pellicer: 10
Jaime Sabines: 10
Gilberto Owen: 8

402
Eduardo Lizalde: 7
Nezahualcóyotl: 7
Gerardo Deniz: 6
José Emilio Pacheco: 6
Rubén Bonifaz Ñuño: 5
Efraín Huerta: 5

Poemas o libros escritos por poetas mexicanos de todos


los tiempos

Muerte sinfín, de José Gorostiza: 26


Del mismo autor, Canciones para cantar en las 1

Primero sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz: 21


De la misma autora, sonetos: 2

Nostalgia de la muerte, de Xavier Villaurrutia: 21

“Piedra de sol”, de Octavio Paz: 19


Del mismo autor, Blanco, “Himno entre ruinas”, La estación
violenta, Árbol adentro, El mono gramático, Pasado en claro y
Ladera este: 21

El otoño recorre las islas, de José Carlos Becerra: 18

El tigre en la casa, de Eduardo Lizalde: 9


Del mismo autor, La zorra enferma: 1

Lascas, de Salvador Díaz Mirón: 7

Zozobra, de Ramón López Velarde: 7


Del mismo autor, La sangre devota, El son del corazón, “Don de
febrero” y “La suave patria”: 12

403
“Sindbad el varado”, de Gilberto Owen: 7
Del mismo autor, Perseo vencido: 1

“Canto a un dios mineral”, de Jorge Cuesta: 5

Incurable, de David Huerta: 5


Del mismo autor, La música de lo que pasa: 1

Anagnórisis, de Tomás Segovia: 5

Li-Poy otros poemas, de José Juan Tablada: 3


Del mismo autor, Un día... y “Nocturno alterno”: 4

“Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”, de Jaime Sabines:


4
Del mismo autor, Llorad y Tarumba: 3

No me preguntes cómo pasa el tiempo, de José Emilio Pacheco:


3
Del mismo autor, Los elementos de la noche, Miro la tierra y Si­
glo pasado (Desenlace): 3

Hora de junio, de Carlos Pellicer: 3


Del mismo autor, Colores en el mar y “Esquemas para una oda
tropical”: 3

Poetas mexicanos (o residentes en México) vivos

David Huerta: 22
Alí Chumacero: 19
Eduardo Lizalde: 18
Gerardo Deniz: 15
Francisco Hernández: 15
Rubén Bonifaz Ñuño: 14

404
Eduardo Milán: 14
Coral Bracho: 13
Marco Antonio Montes de Oca: 12
José Emilio Pacheco: 12
Tomás Segovia: 11
Gabriel Zaid: 8
José Luis Rivas: 7
Jorge Esquinca: 6
Juan Gelman: 6
Elsa Cross: 5

Poemas o libros escritos por poetas mexicanos (o resi­


dentes) vivos

Incurable, de David Huerta: 17


Del mismo autor, Cuaderno de noviembre, Historia, Lápices de
antes y La música de lo que pasa: 6

Moneda de tres caras, de Francisco Hernández: 13


Del mismo autor, Antojo de trampa: 1

El tigre en la casa, de Eduardo Lizalde: 11


Del mismo autor, Cada cosa es Babel y La zorra enferma: 5

Palabras en reposo, de Alí Chumacero: 8


Del mismo autor, Páramo de sueños y Poesía reunida: 4

Anagnórisis, de Tomás Segovia: 8


Del mismo autor, Casa del nómada: 2

El manto y la corona, de Rubén Bonifaz Ñuño: 7


Del mismo autor, Los demonios y los días, Fuego de pobres, La
flama en el espejo, Del templo de su cuerpo y De otro modo lo
mismo: 7

405
Delante de la luz cantan los pájaros, de Marco Antonio Montes
de Oca: 7
Del mismo autor, Ruina de la infame Babilonia y Contrapunto
de la fe: 2

M a n t o ,de Eduardo Milán: 6


Del mismo autor, Errar y Alegrial: 6

El ser que va a morir, de Coral Bracho: 5


De la misma autora, Peces de piel fugaz, Bajo el destello líquido,
Tierra de entraña ardiente y La voluntad del ámbar: 6

No me preguntes cómo pasa el tiempo, de José Emilio Pacheco:


5
Del mismo autor, Los elementos de la noche, Islas a la deriva y
El silencio de la luna: 4

Reloj de sol, de Gabriel Zaid: 5

El cardo en la voz, de Jorge Esquinca: 3


Del mismo autor, Alianza de los reinos y Paso de ciervo: 3

Poetas de la promoción de 1940 a 1949

David Huerta: 23
Francisco Hernández: 21
Elsa Cross: 18
Antonio Deltoro: 9
Gloria Gervitz: 9
Alejandro Aura: 7
Homero Aridjis: 6
Marco Antonio Campos: 5
Ricardo Yáñez: 5

406
Poetas de la promoción de 1950 a 1959

Coral Bracho: 24
Jorge Esquinca: 20
José Luis Rivas: 15
Fabio Morábito: 14
Eduardo Milán: 13
Alberto Blanco: 9
Ricardo Castillo: 6
Myriam Moscona: 6
Vicente Quirarte: 6
Tedi López Mills: 5

Poetas de la promoción de 1960 a 1969

Jorge Fernández Granados: 19


Julio Trujillo: 14
María Baranda: 13
Malva Flores: 6
José Eugenio Sánchez: 6
Sergio Valero: 6
Roberto Rico: 5

Poetas de la promoción de 1970 a 1979

Luigi Amara: 18
Luis Vicente de Aguinaga: 14
Mónica Nepote: 10
Julián Herbert: 9

Adjetivos que califican mejor a la poesía mexicana

Imaginativa: 12
Intelectual: 11

407
Tradicional: 9
Lúdica: 8
Introspectiva: 7
Sinuosa: 7
Exuberante: 6
Experimental: 6
Ornamental: 6
Preciosista: 6
Austera: 5
Coloquial: 5
Metafísica: 5
SEGUNDO APENDICE

El presente censo no es, de ningún modo, exhaustivo; en un


porcentaje muy alto, los más de 300 autores mencionados
han publicado cuando menos un libro. En un registro más
holgado, el número de autores se hubiera triplicado de ha­
bernos propuesto realizar un levantamiento que tomara en
cuenta la publicación de uno o dos poemas en una edición
periódica. Aunque se revisaron archivos especiales, antolo­
gías y muestras de poetas jóvenes, en ningún momento se
pensó incluir a todos los autores habidos y por haber; el
principio de selección fue sencillamente el reconocimiento
de una conciencia escritural que desembocara en un mínimo
decoro poético. Por lo mismo, el universo de lectura para la
realización de este libro también debe comprender a los poe­
tas consignados en esta relación.
Durante el proceso de revisión de materiales, de cara a la
selección de autores de la muestra, algunos de los poetas
consignados en esta larga lista nos llamaron especialmente la
atención; sin embargo, después del cotejo crítico con sus pa­
res notamos ciertos clichés e inconsistencias que afectaban
drásticamente su selección. Obviamente, el hecho de que es­
tos poetas no aparezcan en el cuerpo del libro no descalifica
los méritos de su obra en ciernes; desde otros parámetros
de gusto e interés, desde otro enfoque crítico, nuestro índice

409
de 38 poetas seleccionados podría modificarse en cuanto a
números y nombres de autores. Sin embargo, lejos de toda
autosuficiencia, vale la pena preguntarse si la incorporación
y/o sustitución de autores modifica esencialmente la panorá­
mica de la actual poesía joven de México que deja ver este
trabajo. Nosotros creemos que no: consideramos que en esas
casi cuarenta propuestas se reúnen los diversos tipos de poe­
sía que se escriben hasta este momento.
Con la eventualidad de que la presente generación es un
grupo de autores con una obra en proceso, no excluimos la
posibilidad de que más de un poeta presentado en este censo
escriba el día de mañana un libro excepcional, y que su pre­
sencia haya sido omitida por nuestra selección. Dejando a un
lado nuestra vanidad, sinceramente nos gustaría que esto ocu­
rriera en más de un caso; de momento quedan aquí en orden
cronológico y alfabético esas “otras voces” que también están
definiendo el presente de la poesía mexicana.

410
19 6 5

Angélica Aguilera (México, D.E)


Margarita Alegría (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas)
Marvey Altúzar Figueroa (La Trinitaria, Chiapas)
Sergio Rommel Alfonso Guzmán (Tecate, Baja California)
Mónica Braun (México, D.E)
Raúl Bravo Ferrer (México, D.E)
Juan Casas Ávila (México, D.E)
Jesús R. Cedillo (Saltillo, Coahuila)
Alfredo Cortés Sánchez (Ciudad Guzmán, Jalisco)
Juan Flores (Xalcatzingo, Tlaxcala)
Marcos Fonz (México, D.E)
Francisco Hernández Avilés (México, D.E)
Elizabeth Hernández (Puerto Vallarta, Jalisco)
Leticia Luna (México, D.E)
Mario Nandayapa (Chiapa de Corzo, Chiapas)
María Cruz Silvia Núñez Pérez (Zitácuaro, Michoacán)
Salvador Ortiz Aguirre (Durango, Durango)
Joel Gustavo Rodríguez Toral (México, D.E)
Blas Roldán (Guadalajara, Jalisco)
Verónica Zamora (Colima, Colima)

19 6 6

Raúl Aguilera (San Francisco, California, usa)


Ana Aridjis (Morelia, Michoacán)
Cuauhtémoc Arista (México, D.E)
Adriana Arrieta Munguía (México, D.E)
Jorge Arzate Salgado (Toluca, Estado de México)
Gilberto Cabanillas (Novolato, Sinaloa)
Antonio Cajero (Metepec, Estado de México)
Dolores Corrales (México, D.E)

411
Ramón Cuéllar Márquez (La Paz, Baja California Sur)
Elias Dávila Silva (San Pedro Toltepec, Estado de México)
Carmen Espinosa Maldonado (Uruapan, Michoacán)
Lucía Fortuno (San Andrés Tuxtla, Veracruz)
Sandra Galina Fabela (Chihuahua, Chihuahua)
Guillermo García Guzmán (Campeche, Campeche)
Ricardo Guzmán Wolffer (México, D.E)
Óscar Monter (Tepeji del Río, Hidalgo)
Raquel Olvera (México, D.E)
Adriana Ortega (México, D.E)
Jorge Pech Casanova (Mérida, Yucatán)
Marta Piña Zentella (México, D.E)
Mauricio Ramírez (Guadalajara, Jalisco)
José Reyes González (Durango, Durango)
Dante Salgado (La Paz, Baja California Sur)
Angélica Valero (México, D.E)
Jorge Vega (Colima, Colima)

19 6 7

César Arístides (México, D.E)


Juan Carlos Barreto (Toluca, Estado de México)
Martha Bremauntz (León, Guanajuato)
Flora Calderón (México, D.E)
Ana Coloma (Valencia, España. Reside desde 1988 en México)
Carla Faesler (México, D.E)
Pedro Goché (Tlaquepaque, Jalisco)
Juan Manuel Gómez (México, D.E)
Alberto López Fernández (México, D.E)
Juan de Jesús López (Villahertnosa, Tabasco)
Alma Delia Martínez (Tijuana, Baja California)
Miguel Ángel Méndez Martínez (Moroleón, Guanajuato)
María Teresa Montaño (Toluca, Estado de México)

412
Michele Moreno (Mérida, Yucatán)
Rodolfo Naró (Tequila, Jalisco)
Roberto Nava Fabela (Toluca, Estado de México)
Lourdes Olmos (Monterrey, Nuevo León)
Jorge Orendain (Guadalajara, Jalisco)
Héctor de Paz (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas)
Juan Pablo Picazo (Cuernavaca, Morelos)
Juan Manuel Portillo (Ciudad Juárez, Chihuahua)
Antonio Reyes Cortés (Fresnillo, Zacatecas)
Héctor Leonel Reyes Mora (Xalapa, Veracruz)
César Rodríguez Diez (Veracruz, Veracruz)
Azael Rodríguez (Oaxaca, Oaxaca)
Blas Rosenzweig (México, D.E)
Ángel Carlos Sánchez (Acapulco, Guerrero)
Rosa Sánchez de la Cruz (San Juan Jiquipilco, Estado de
México)
Natalia Toledo (Juchitán, Oaxaca)
Bertha Mónica Treviño (Monterrey, Nuevo León)
Francisco Treviño Elizondo (Monterrey, Nuevo León)
Ernestina Yépiz (Guasave, Sinaloa)

19 6 8

Javier Acosta (Zacatecas, Zacatecas)


Celeste Alba Iris (Ciudad Victoria, Tamaulipas)
Juan Manuel Aranda Vivanco (Arandas, Jalisco)
Alfredo Arcos (Macuspana, Tabasco)
Mario Bojórquez (Los Mochis, Sinaloa)
Freja Cervantes (México, D.E)
Efrén Chávez Cruz (Toluca, Estado de México)
Armando Chong (México, D.E)
Fausta Gantús (Campeche, Campeche)
Arsenio Ernesto G. R. (Agua Dulce, Veracruz)

413
Carla Gómez Jones (México, D.E)
Yabel René Guadarrama (Capulhuac, Estado de México)
Jeremías Marquines (Villahermosa, Tabasco)
Reina Michel (Colima, Colima)
Mauricio Montiel (Guadalajara, Jalisco)
Ángel Rafael Nungaray (Yahualica, Jalisco)
Alejandro Ortiz González (México, D.E)
Rubén Rivera (La Paz, Baja California)
Ana María Serrano (Salina Cruz, Oaxaca)
Marcia Trejo (Querétaro, Querétaro)
Alberto Vega (Colima, Colima)

19 6 9

Armando Alanís Pulido (Monterrey, Nuevo León)


Rodrigo Alemany (Santiago, Chile)
Alejandra Almada (Toluca, Estado de México)
Rafael Ávila (Chihuahua, Chihuahua)
Edith Ávila Romo (México, D.E)
Diego Bonilla (México, D.E)
Jaime Casillas (Guadalajara, Jalisco)
Federico Corral Vallejo (Chihuahua, Chihuahua)
Marcos Davison (México, D.E)
Isolda Dosamantes (Zumpango Atlangatepec, Tlaxcala)
Carlos Ernesto Flores Espinoza (México, D.E)
Alberto Forcada (México, D.E)
Enrique G. Gallegos (Tijuana, Baja California)
Mary Carmen Gerardo (Veracruz, Veracruz)
Mara Gutiérrez (Monterrey, Nuevo León)
Gustavo Hernández (Ocotlán, Jalisco)
Porfirio Hernández (Guadalajara, Jalisco)
Rebeca de Leo (Acayucán, Veracruz)
Felipe Mendoza (Culiacán, Sinaloa)

414
Jorge Octavio Ocaranza (Guadalajara, Jalisco)
Rubén Olachea (La Paz, Baja California Sur)
Víctor Palomo (Saltillo, Coahuila)
Arturo Peniche (Mérida, Yucatán)
Alfredo Quintero (Culiacán, Sinaloa)
Juan Carlos Quiroz (Aguascalientes, Aguascalientes)
Ángela Ramírez (Oaxaca, Oaxaca)
Juan Armando Rojas Joo (Ciudad Juárez, Chihuahua)
Edgar Saavedra (Titutepec, Oaxaca)
Ricardo Sigala (Guadalajara, Jalisco)
Montserrat Soler (San Cristóbal de las Casas, Chiapas)
Claudia Sosa (Mérida, Yucatán)
Enrique Téllez Fabiani (México, D.E)
Alejandrina Torres (Ciudad Guzmán, Jalisco)
Gonzalo Valdivia Herrera (México, D.E)
Janitzio Villamar (México, D.E)
Claudia Villarreal (Monterrey, Nuevo León)

19 70

Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco)


Martín Almádez (Guadalajara, Jalisco)
Sergio Arturo Ávalos Magaña (Paraíso, Tabasco)
Noé Carrillo (Fresnillo, Zacatecas)
Ulises Eliseo Córdova Ochoa (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas)
Ángel Cuevas (México, D.E)
Refugio Díaz Pereida (Ozumbilla, Estado de México)
Georgina Franco (Pachuca, Hidalgo)
Grissel Gómez Estrada (México, D.E)
Francisco R. Gordillo (Comitán de Domínguez, Chiapas)
Lorena Illoldi (Tampico, Tamaulipas)
Edson Lechuga (Pahuatlán, Puebla)
Laura López Argoytia (México, D.E)

415
Víctor Luna (Culiacán, Sinaloa)
Claudia Luna Valdés (Monterrey, Nuevo León)
Mario Martell (Córdoba, Veracruz)
Gloria Dolores Martínez Fabela (Zitácuaro, Michoacán)
Carlos Martínez Villanueva (Tijuana, Baja California)
Juan Manuel Mateo (México, D.E)
Roberto Pacheco (Campeche, Campeche)
Joel Phillips (México, D.E)
Claudia Posadas (México, D.E)
Celeste Ramírez Hernández (México, D.E)
Ena Evia Ricalde (Mérida, Yucatán)
Juan José Rodríguez (Mazatlán, Sinaloa)
Eduardo Rojas Rebolledo (La Paz, Baja California Sur)
Carla Sandomingo (Guadalajara, Jalisco)
Ricardo Manuel Solís (Novojoa, Sonora)
Leonardo Varela Cabral (México, D.E)
María Vázquez Valdez (Zacatecas, Zacatecas)
Cecilia Isabel Velasco (Frontera Comálapa, Chiapas)
Moisés Villavicencio Barras (Oaxaca, Oaxaca)

19 7 1

Víctor Alcocer (Mérida, Yucatán)


Juan Carlos Cano (México, D.E)
Óscar Chamichart (México, D.E)
Angélica Delgado (Río Grande, Zacatecas)
Reyna Echeverría (Mérida, Yucatán)
Angélica Enciso (México, D.E)
María Fermín Gazca (Monclova, Coahuila)
Mariela Gil Sánchez (Apatzingán, Michoacán)
Julio Hernández Ávila (México, D.E)
Le Calvez David Gaelle (París, Francia)
Celina García Ávila (Toluca, Estado de México)

416
Daniel Mir (México, D.E)
Sergio J. Monreal (México, D.E)
Carlos Nóhpal de la Rosa (México, D.E)
Gaspar Orozco (Chihuahua, Chihuahua)
Raúl Rico Guido (Curimeo, Michoacán)
Naty Rigonni (Orizaba, Veracruz)
Sonia Silva-Rosas (México, D.E)
José de Jesús del Toro (México, D.E)
Estrella del Valle (Córdoba, Veracruz)
Susana Zaragoza (Guanajuato, Guanajuato)

19 7 2

César Antonio Aguilar (Coatzacoalcos, Veracruz)


Araceli Alfonso Aguilar (México, D.E)
Julio Aguilar (México, D.E)
Elizabeth Algrávez (Mexicali, Baja California)
Fabiola Aranza Muñoz (México, D.E)
Alejandro Barragán (Chihuahua, Chihuahua)
Fidelia Caballero (San Luis Río Colorado, Sonora)
Daniel Cabrera Padilla (Chetumal, Quintana Roo)
Laura Calderón (México, D.E)
Antonio Calera-Grobet (México, D.E)
Emma Campaña (Culiacán, Sinaloa)
Eduardo Campech Miranda (Ciudad Nezahualcóyotl, Estado
de México)
Kenia Cano (Cuernavaca, Morelos)
Jade Castellanos Rosales (México, D.E)
José Darío Carrillo (Guadalajara, Jalisco)
Guillermo Cervantes (México, D.E)
Carlos Coronel (Paraíso, Tabasco)
Jesús Fuentes Alien (Chetumal, Quintana Roo)
Silvia Hernández Rivas (Cozumel, Quintana Roo)

417
Dimitri Hidalgo (México, D.E)
Alejandro Higashi (Xalapa, Veracruz)
Mayra Ibarra (México, D.E)
Rocío Jiménez Pérez (Comalcalco, Tabasco)
Bruno Madrazo (Coatzacoalcos, Veracruz)
Rocío Magallón Mariné (Cuemavaca, Morelos)
Miguel Ángel Muñoz (Cuemavaca, Morelos)
Gabriela Mustarós (México, D.E)
Patricia Ortiz Lozano (Aguascalientes, Aguascalientes)
Lucía Pava Guillén (San Andrés Tuxtla, Veracruz)
Edgar Piedragil (México, D.E)
Carlos Manuel Pineda (Tehuantepec, Oaxaca)
Andrés Ramírez (Santa Coatlicue, Guerrero)
Marcela Reyna (México, D.E)
Mario Rivas Cortés (México, D.E)
Bierchell Vázquez (México, D.E)
Martín Villarreal (Cortazar, Guanajuato)
Alejandro Zapa (México, D.E)

19 7 3

Luis Enrique del Ángel (Tuxpan, Veracruz)


Gabriela Bomnda (Chihuahua, Chihuahua)
Amaranta Caballero (Guanajuato, Guanajuato)
Verónica Castañeda (Tepic, Nayarit)
Octavio Crespo (Querétaro, Querétaro)
Ervey Castillo (Comalcalco, Tabasco)
Felipe Coronel (Paraíso, Tabasco)
Carlos Manuel Cruz Meza (Xalapa, Veracruz)
Carlos Fuentes Lemus (París, Francia-Puerto Vallarta, Jalisco,
1999)
Luis Arturo Guichard (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas)
Lorena Hernández (Tepic, Nayarit)

418
Dafhné Y. Jiménez (Querétaro, Querétaro)
Diego José (México, D.E)
Gabriela León Vázquez (Cuautla, Morelos)
Alejandra Meza Fourzan (Chihuahua, Chihuahua)
Horacio Ortiz Villacorta (Tijuana, Baja California)
Felipe Ponce (Guadalajara, Jalisco)
Margarita Ríos Faijat (Monterrey, Nuevo León)
Gabriela Riveros (Monterrey, Nuevo León)
Mars Sola (Querétaro, Querétaro)
Fernando Toriz (Guadalajara, Jalisco)
Héctor Manuel Tosca Soriano (Villahermosa, Tabasco)
Cecilia Isabel Velasco (Frontera Comalapa, Chiapas)
Ricardo Venegas (San Luis Potosí, San Luis Potosí)

19 74

José Carlos Aguilar (Tepic, Nayarit)


Gabriel Avilés (Mérida, Yucatán)
José Luis Bobadilla (México, D.F)
Maritza Buendía (Ojo Caliente, Zacatecas)
Sixto Cabrera (Soledad Atzompa, Veracruz)
Omar Cadena (México, D.F)
Octavio César (San Luis Potosí, San Luis Potosí)
Avelino Gómez Guzmán (Tolimán, Jalisco)
Rogelio Guedea (Colima, Colima)
Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal (Mexicali, Baja California)
Adriana Leal (Guadalajara, Jalisco)
Tamara León (Oaxaca, Oaxaca)
Hugo López Fernández (Orizaba, Veracruz)
Román Luján (Monclova, Coahuila)
Óscar Xavier Martínez, firma también como Oxama (Oaxaca,
Oaxaca)
Rodrigo de la Mora (Guadalajara, Jalisco)

419
Bibiana Padilla Maltos (Tijuana, Baja California)
Mónica Reveles Ramírez (Durango, Durango)
Gustavo Rosales (Toluca, Estado de México)
Carlos Reyes Ávila (Saltillo, Coahuila)
Edgar Rincón Luna (Ciudad Juárez, Chihuahua)
Marisol Robles (Veracruz, Veracruz)
Cynthia Rodríguez Leija (Nuevo Laredo, Tamaulipas)
Claudia Santa-Ana Zaldívar (México, D.E)
Karina Simpson (México, D.E)
Alvaro Solís Castillo (Villahermosa, Tabasco)
Eugenio Valle Molina (Cuetzalan, Puebla)
Juan de Dios Vázquez (México, D.E)

19 75

Ángel Castillo (Jalpa de Méndez, Tabasco)


Julio César Félix (Navolato, Sinaloa)
Karla Gamboa (Chihuahua, Chihuahua)
Jeanne Karen Hernández Arriaga (San Luis Potosí, San Luis
Potosí)
Amílcar Orellana (Tenosique, Tabasco)
Tania Portillo Martínez (Acapulco, Guerrero)
Marisol Nava (Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala)
Elvia Navarro (México, D.E)
Claudia Puente (México, D.E)
Simitrio Quezada (Jalpa, Zacatecas)
Lourdes Rangel (Mérida, Yucatán)
Francisco Rosas (México, D.E)
Karla Sandoval (Cuemavaca, Morelos)
Edgar Valencia (Ciudad Victoria, Tamaulipas)
Maribel Urbina (México, D.E)

420
19 7 6

Nadia Contreras (Quesería, Colima)


Fernando Corona (México, D.E)
Irving Domínguez (México, D.E)
Camila Krauss (Boulder, Colorado, E.U., radica en Jalapa
desde 1978)
Antonio Marts (México, D.E)
Santiago Matías (México, D.E, radica en Toluca)
Pablo Molinet (Salamanca, Guanajuato)
Rodolfo Nevelo Ovando (Chetumal, Quintana Roo)
Nirvana Paz (México, D.E)
Billy Peña Sosa (Mérida, Yucatán)
Mariana Pérez Duarte (Monterrey, Nuevo León)
José Puente Hurrle (México, D.E)
Alejandro A. Ramírez (Guaymas, Sonora)
Merlina Rubio (Valle del Mezquital, Hidalgo)
Ignacio Ruiz (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas)
Juan Ruiz Ortiz (Villahermosa, Tabasco)
Gloria Tomás Vázquez (Zaachila, Oaxaca)
Elizabeth Vivero (Guadalajara, Jalisco)
Josué Vega López (México, D.E)

1 9 7 7

Reneé Acato (Chihuahua, Chihuahua)


Ibet Cázares (México, D.E)
César Chagoya (México, D.E)
Jair Cortés Montes (Tlaxcala, Tlaxcala)
Jorge Curioca (México, D.E)
Eduardo Osorio Oláiz (México, D.E)
Marussia Rodarte (La Paz, Baja California Sur)
Daniel Sánchez Vargas (Chihuahua, Chihuahua)

421
19 7 8

Arlene Dopess (Tlahualilo, Durango)


Marcela Gándara (Francisco I. Madero, Durango)
Alejandra Martínez Núñez (México, D.E)
Omar Ortega Lozada (Apan, Hidalgo)
Omar Fabián Rivera (Oaxaca, Oaxaca)
Carlos Rodríguez (México, D.E)

422
TABLA DE A B R E V I A T U R A S

CME Centro Mexicano de Escritores


CONACULTA Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
CREA Consejo Nacional de Recursos para la Atención
de la Juventud
DIFOCUR Dirección de Investigación y Fomento de Cultu­
ra Regional del Gobierno del Estado de Sinaloa
FCE Fondo de Cultura Económica
FECA Fondo Estatal para la Cultura y las Artes
FETA Fondo Editorial Tierra Adentro
FONCA Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
FONCA-JC Fondo Nacional para la Cultura y las Artes-Pro­
grama Jóvenes Creadores
ICCM Instituto de Cultura de la Ciudad de México
INBA Instituto Nacional de Bellas Artes
PACMYC Programa de Apoyo a las Culturas Municipales
y Comunitarias
SOGEM Sociedad General de Escritores de México
UAM Universidad Autónoma Metropolitana
UNAM Universidad Nacional Autónoma de México

423
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS, 9

ADVERTENCIA EDITORIAL, I I

PRÓLOGO, 17

Jorge Fernández Granados, 53


José Homero, 62
Jesús Ramón Ibarra, 72
Samuel Noyola, 79
José Eugenio Sánchez, 86
Valerie Mejer, 94
Felipe Vázquez, 101
Rubén Chávez Ruiz Esparza, 109
Enzia Verduchi, 116
León Plascencia Ñol, 122
Óscar Santos, 131
Antonio Mestre , 1 3 7
José Luis Justes Amador, 144
Julio Trujillo, 153
Sergio Valero, 164
Ángel Ortuño, 176
Sergio Briceño González, 183

425
Rosalva García Coral, 193
Mónica Nepote, 201
Víctor Ortiz Partida, 209
Ofelia Pérez Sepúlveda, 218
Luis Vicente de Aguinaga, 226
Luigi Amara, 239
Julián Herbert, 247
María Rivera, 259
Daniel Téllez, 268
Rocío Cerón, 276
Jorge Ortega, 283
Alejandro Tarrab, 294
Gabriel Bemal Granados, 304
Dolores Dorantes , 3 1 5
Pedro Guzmán, 326
Luis Felipe Fabre, 340
César Silva Márquez, 348
Fernando Cornejo Altúzar, 358
José Landa, 365
Hugo García Manríquez, 373
Juan Pablo Vasconcelos, 384

PRIMER APÉNDICE, 393

SEGUNDO APÉNDICE, 409

TABLA DE ABREVIATURAS, 423

426
La presente edición se terminó de imprimir en el mes
de noviembre de 2002, en los talleres de Litoarte,
S.A., con un tiraje de 2000 ejemplares y estuvo al
cuidado de Silvia Moreno y Rodolfo Bucio
Hernán Bravo Varela
(México, D.F., 10 de noviembre de 1979)

sstudió letras. Obtuvo el premio de


poesía de la revista Punto de
Partida en 1999 y, en ese mismo año,
el Premio Nacional de Poesía Joven
Elias Nandino. Miembro del consejo
editorial de la colección de poesía
filodecaballos. Ha traducido poemas
de W illiam Shakespeare, T.S. Eliot,
Dylan Thomas, La balada de la cárcel
de Reading (Ácrono Ediciones, 2000),
de O scar W ilde y, junto con Marco
Antonio Campos, El hombre redivivo,
de Gastón Mirón (Poemas y Ensayos,
UNAM, 2001).

LIBROS: Oficios de ciega pertenencia, FETa /


Secretaria de Cultura de Jalisco, 1999. Nueve
poemas, filodecaballos, 2001. Comunión, Edi­
ciones del Ermitaño, 2002.

ce: hbravov@hotmail.com
í « Jorge Fernández Granados » Víctor Ortiz Partida
(MÉXICO, D.F., 1965) * (VERACRUZ, VER., 1970)

■José Homero ♦ Ofelia Pérez Sepúlveda


(MINATITLÁN. VER., 1965) _ (GUADALUPE, N.L., 1970)

• Jesús Ramón Ibarra ■Luis Vicente de Aguinaga


(CULIACAN, SIN.. 1965) . ^ (GUADALAJARA, JAL.. 1971)

▼Samuel Noyola • Luigi Amara


(MONTERREY. N. L . 1965) (MÉXICO, D.F., 1971)

• José Eugenio Sánchez t Julián Herbert


(GUADALAJARA, JAL., 1965) \ y.--/ (ACAPULCO, GRO., 1971)

■Valerie Mejer !♦ María Rivera


(MÉXICO, D.F., 1966) ^ \ (MÉXICO, D.F., 1971)

• Felipe Vázquez ■Daniel Téllez

Í
EOTIHUACAN, EDO. DE MÉX.. 1966) (MÉXICO, D.F.. 1972)

Rubén Chávez Ruiz Esparza • Rocío Cerón

GUASCALIENTES, AGS . 1967) (MÉXICO, D.F., 1972)

Enzia Verduchi ▼Jorge Ortega


(ROMA, ITALIA, 1967) ÍArtEX,CALI- B C- 1972>

■León Plascencia Ñol ♦ Alejandro Tarrab


(AMECA, JAL , 1968) V lV , (MÉXICO, D.F., 1972)

• Óscar Santos ■Gabriel Bernal Granados


(AGUASCA LIEN TES. AGS.. 1968) W (MÉXICO. D.F., 1973)

t Antonio Mestre • Dolores Dorantes


(CÁRDENAS, TAB„ 1969) - A ¡jp Í0 <- " (CÓRDOBA, VER., 1973)

♦ José Luis Justes Amador » Pedro Guzmán


(ZARAGOZA, ESPAÑA. 1969) W 1 (MÉXICO, D.F., 1973)

■Julio Trujillo ♦ Luis Felipe Fabre


(MÉXICO. D.F., 1969) \ (MÉXICO. D.F., 1974)

• Sergio Valero ■César Silva Márquez


(MÉXICO, D.F., 1969) . ( (CD. JUÁREZ, CHIH., 1974)

t Ángel Ortuño « Fernando Cornejo Altúzar


(GUADALAJARA, JAL. 1969) . (MÉXICO. D.F., 1976)

♦ Sergio Briceño González ▼José Landa


(COLIMA, COL. , 1970) \ ^ ^ (ACAYUCAN, VER., 1976)

■Rosalva García Coral I* Hugo García Manríquez

®Mónica Nepote ■Juan Pablo Vasconcelos


(GUADALAJARA, JAL., 1970) (OAXACA, OAX., 1978)

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