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Analisis Manifiesto Futurista (FICHA)
Analisis Manifiesto Futurista (FICHA)
Inicio del primer parlamento, en una forma verbal muy significativa: modo imperativo
(orden, declaración performativa), modalidad exclamativa (actitud hablante:
exaltación), primera persona del plural (“colectivo de identificación”, según Eliseo
Veron). Esta reacción redefine el ruido que ha llegado de la calle como un auténtico
llamado, al que se responde con la perentoriedad de quien ha sido elegido para una
misión. (Carácter epifánico del manifiesto).
(…)
Por un lado, aparece la marca de la idolatría que caracteriza la visión de las máquinas
de la velocitá futurista. Se observa a lo largo del manifiesto que el valor del “futuro” no
es argumentado desde una consideración racional, sino que se expresa desde la
convicción eufórica de una fe revelada.
Por otro lado, la metáfora erótica hombre/máquina evidencia la proyección del
dominio masculino, el varon “que está al volante” (dictamen 5), sobre un mundo de
objetos relegados a la animalidad… o a lo femenino (dictamen 9).
Los manifiestos son discursos categóricos, normativos, donde cada pequeño grupo a
su turno, anuncia a la humanidad el camino por donde habrá de conducirla. En este
caso es muy claro “dictamos nuestra voluntad a todos los hombres de la tierra”.
Sin embargo, un adjetivo añadido en cursiva (vivos) deja en claro que no todos serán
abrazados por las bondades del futuro, sino sólo aquellos que -como el protagonista
del accidente- hayan salido del fango de esa muerte metafórica.
Hay quienes no serán abrazados por el torrente inexorable del futuro, que avanzará
indolente dejando atrás lo que sea necesario. Bordeando el racismo, el tristemente
famoso dictamen 9 promulga una necesaria “higiene del mundo”. Mangone y Warley
lo sintetizan muy simplemente: “Para Marinetti, la vida y la historia se dividen entre lo
que es futurista y lo que no merece serlo”. O sea, entre lo que merece y no merece
vivir.
Los dictámenes:
La superación del pasado y la urgencia de un futuro, tópico característico de muchas
vanguardias, encarna en el futurismo una suerte de contraste máximo allí donde
expresa un desprecio particular por los emblemas clásicos. Se afirma que el paroxismo
del futurismo sólo podría haber surgido en Italia: una nación tardíamente unificada
que, al igual que Alemania, había llegado tarde al “reparto colonial”, pero que además
-lejos de esa joven potencia de la “segunda revolución industrial”- se encontraba aún
fracturada entre el desarrollo capitalista del pequeño norte y el gran sur campesino y
empobrecido. Sumado al “complejo de inferioridad” cultural con respecto a París, que
el propio Marinetti había experimentado recientemente. El Futurismo implica la
voluntad de un repentino, violento (y voluntarista) ajuste del reloj.
Como es también común en las vanguardias, sus revoluciones estéticas trascendían los
modos del hacer y los espacios de circulación privativos del arte, pretendiendo
trastocar todas las escalas de valores y hábitos culturales y morales. Las consignas
futuristas de incendiar los museos y de tomar como nuevo modelo estético las
máquinas que atraviesan la urbe moderna ilustran bien la clásica definición doble de
vanguardia de P. Burger (escape de la institución Arte como espacio autónomo/ re-
unión del arte con la vida social). Aunque el manifiesto de Marinetti no avanza en
mayores precisiones, rápidamente el futurismo atraería en su seno a las más variadas
disciplinas, proliferando manifiestos específicos y experimentaciones de diversos
lenguajes artísticos inspiradas en la máquina y la velocidad.
El sindicalismo como doctrina ya está acabado. Le faltan los hombres. Hay que
formarlos. No hagamos del sindicalismo una moda ideológica y literaria de salón o de
café. (…) eso seria la muerte del sindicalismo, que no debe ser teorizado por los
filósofos sino hecho por los obreros. Yo creo que la masa obrera purificada por la
practica sindicalista desarrollará el nuevo carácter humano.
El sindicalista. He aquí en germen uno de los ideologemas básicos del futuro fascismo:
la unión consustancial entre la masa y el líder, y la eliminación -como si de grasa
parásita se tratare- de todo mecanismo de representación democrática.