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SENTENCIA CONSTITUCIONAL PLURINACIONAL 0035/2014-S1

Sucre, 6 de noviembre de 2014


SALA PRIMERA ESPECIALIZADA
Magistrado Relator:       Dr. Macario Lahor Cortez Chávez
Acción de amparo constitucional
Expediente:                     07163-2014-15-AAC
Departamento:                Santa Cruz
III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO

Los accionantes denuncian la vulneraron los derechos a la educación, a la


igualdad, a la no discriminación, al debido proceso, a la defensa y a la presunción
de inocencia, dado que son alumnos regulares del quinto curso de secundaria del
Colegio Eagles School, quienes cometieron faltas disciplinarias propias de su
adolescencia, por las que pidieron disculpas, siendo su arrepentimiento sincero;
empero, fueron juzgados con extrema rigurosidad y expulsados de dicha Unidad
Educativa, con grave perjuicio para su formación. Agregan que, no obstante que la
Dirección Distrital de Educación, ordenó la reincorporación de los menores, las
autoridades del Colegio ahora demandadas, suspendieron labores e impidieron su
retorno, difamándolos, sin tomar en cuenta su minoridad y lo previsto por el
Código del Niño, Niña y Adolescente, oponiéndose terminantemente a su
restitución como estudiantes regulares del mismo.

Por consiguiente, corresponde analizar en revisión, si tales argumentos son


evidentes y si constituyen actos lesivos de los derechos de los menores con la
finalidad de conceder o denegar la tutela reconocida por este medio de defensa.

III.1. Excepción a la naturaleza subsidiaria de la acción de amparo


constitucional tratándose de menores de edad, al formar parte de un sector
de vulnerabilidad que requiere protección inmediata ante la vulneración de
sus derechos fundamentales
Prima facie, concierne referir que, la naturaleza subsidiaria que caracteriza a la
acción de amparo constitucional, se halla instituida en los arts. 129.I de la CPE y
54.I del Código Procesal Constitución (CPCo); que exigen que para su
presentación, no exista otro medio o recurso legal para la protección inmediata de
los derechos y garantías suprimidos o amenazados -constando que dicha regla
puede ser obviada excepcionalmente, únicamente previa justificación fundada,
cuando se demuestre que: “1. La protección puede resultar tardía. 2. Exista la
inminencia de un daño irremediable e irreparable a producirse de no otorgarse la
tutela” (parágrafo II del art. 54 del Código citado)-; por lo que, la acción de tutela
examinada, es viable sólo en la medida en que el impetrante agote previamente a
su interposición, todos los medios ordinarios o administrativos previstos por el
ordenamiento jurídico en salvaguarda de sus derechos fundamentales o garantías
constitucionales; y sólo ante la persistencia de la lesión, podrá formularla; estando
constreñido entonces a reclamar los actos ilegales u omisiones indebidas que
considera vulneran sus derechos, inicialmente a la autoridad o persona que los
dictó y en su caso, si es viable, impugnarlos ante la instancia superior.
No obstante lo indicado, este Tribunal, ha determinado ciertos casos en los que es
viable obviar el principio de subsidiariedad, en pro de analizar una problemática en
la que se hallen involucrados derechos fundamentales y garantías constitucionales
de grupos prioritarios o sectores de  vulnerabilidad de la sociedad, tomando en
cuenta que por las particularidades de éstos, merecen una atención especial y
oportuna en la defensa de sus derechos.
Sobre el particular, en relación al tema descrito en el intitulado del presente
Fundamento Jurídico; la SC 1879/2012 de 12 de octubre, mencionó que: “…a
partir del interés superior como principio que ampara a los menores de edad, por
cuyo motivo este Tribunal en acciones de libertad ya prescindió de la
subsidiariedad excepcional que la caracteriza; dada la situación especial de este
sector vulnerable de la sociedad que goza de la preeminencia en sus derechos
fundamentales, en acciones de amparo constitucional también deberá
relegarse el carácter subsidiario que exige la interposición de los medios
intra procesales vigentes en forma previa a su activación, tomando en
cuenta que un excesivo celo procesal podría poner a la persona afectada -
accionante menor de edad- en situaciones no deseadas por el orden
constitucional, materializando la transgresión de sus derechos cuando a lo
que se propende con la interposición de las acciones de tutela es a lograr la
máxima eficacia y tutela de los derechos consagrados por nuestra Norma
Suprema” (las negrillas son nuestras).
Conforme a lo desarrollado, en autos, al involucrar la problemática planteada a
menores de edad, que reclaman la protección de sus derechos fundamentales
supuestamente vulnerados, resulta viable efectuar un examen de fondo en
relación a las denuncias contenidas en la demanda tutelar, obviando la
subsidiariedad desarrollada inherente a la acción de amparo constitucional; dado
que, se reitera, al tratarse de adolescentes, éstos requieren una atención y
resolución prioritaria, lo que no implica de modo alguno, se aclara, una obligación
de acceder positivamente a todas las demandas expuestas, pues ello dependerá
de cada caso en contrato y en la medida en que se demuestra la lesión de los
derechos fundamentales alegada, pues aun siendo menores tanto la Constitución
Política del Estado, como las leyes reguladas en el ordenamiento jurídico nacional,
establecen límites a los derechos fundamentales del sector aludido; debiendo
entenderse en este contexto la acción tutelar de exégesis.
III.2. Sobre la reserva y resguardo de la identidad de los menores
A más de lo descrito en el Fundamento Jurídico anterior, como consideración
previa al examen de fondo de la garantía constitucional de análisis, cabe referir
que, este órgano de constitucionalidad, atendiendo la condición especial que
tienen los menores y adolescentes, entre otras, en la SC 1224/2011 de 13 de
septiembre, expresó: “El art. 10 del Código Niño, Niña y Adolescente (CNNA)
señala que ‘Las autoridades judiciales y administrativas tienen la obligación de
resguardar la identidad de los niños, niñas y adolescentes que se vean
involucrados en cualquier tipo de procesos, salvo los casos expresamente
previstos por este Código…’.
Teniendo en cuenta que dicho precepto tiene carácter imperativo, el cumplimiento
del mismo es de carácter obligatorio; consecuentemente, los administradores de
justicia y todos aquellos aludidos en el artículo antes mencionado, deben tener
presente que en todo aquel proceso en el que esté involucrado un menor de edad
-ya sea en calidad de agresor o de víctima- su identidad deberá mantenerse en
absoluta reserva al comprometerse de modo profundo el derecho a su dignidad y
con la finalidad de proteger las garantías constitucionales de que son titulares el
menor y su entorno familiar, deberá protegerse también el derecho fundamental a
la intimidad de éste, por ello durante la tramitación de los procesos, deberán
tomarse medidas tendentes a impedir su identificación. En razón a lo cual, los
jueces y tribunales, deberán suprimir toda referencia que pueda conducir a la
identificación del menor involucrado y el de su familia; debiendo
consecuentemente, reemplazar el nombre de éste no con las iniciales de sus
nombres y apellidos, porque de todos modos serían pasibles de identificación al
señalar que su familiar (nombre completo) lo representa, quebrantando así la
reserva y resguardo de su identidad; entonces deberá identificársele con letras
repetitivas, tales como CC o XX, por ejemplo, lo mismo que a sus familiares
cuando éstos actúen en su representación, esto con el único y exclusivo afán de
guardar estricta reserva de los datos de identidad del menor y dar cabal
cumplimiento a la norma; la inobservancia de la norma por parte del Tribunal
Constitucional cohonestaría la obediencia parcial de la ley o su total infracción”.

En la especie, es preciso aplicar la jurisprudencia extractada, dado que los


accionantes materiales de la presente acción tutelar son menores, que para el
caso están representados formalmente por sus padres, los cuales tienen dicha
potestad al tenor de una interpretación integradora y sistematizada de la
Constitución Política del Estado, el Código de Educación y el Código de
Procedimiento Civil, aún vigente; consiguientemente, el presente fallo utilizará
letras repetitivas para referirse a los menores involucrados en la presente acción
tutelar, o en su caso simplemente “menores” o “alumnos”. Procediendo
igualmente, en relación a sus representantes; es decir, a sus progenitores.

III.3. Sobre el alcance y límites de los derechos fundamentales


El art. 13.I de la CPE, prevé: “Los derechos reconocidos por esta Constitución son
inviolables, universales, interdependientes, indivisibles y progresivos. El Estado
tiene el deber de promoverlos, protegerlos y respetarlos”. A su vez, el art. 9.4 de la
misma Ley Fundamental, impone al Estado garantizar el cumplimiento de los
derechos reconocidos y consagrados en el texto constitucional.
En este punto, cabe aclarar que, los derechos fundamentales así reconocidos no
tienen alcance ilimitado, respondiendo los mismos a una estructura de alcance y
límites, pero además a un examen ponderativo cuando se encuentran en colisión;
es decir ningún derecho es absoluto, concepto equivalente a que ninguna persona
aun teniendo protección especial desde la Constitución Política del Estado, puede
sobreponer sus derechos sobre otras personas; es decir, si bien en el sistema de
protección de derechos fundamentales cada persona es titular de derechos
fundamentales de forma individual, la atribución subjetiva de hacer uso de ellos
bajo ningún justificativo puede exceder el ámbito del libre desarrollo de la persona
para alcanzar lo que la Norma Suprema y el Estado Boliviano, ha denominado
como el “vivir bien”; además, para proteger los bienes constitucionales que no
buscan más que el bienestar individual para alcanzar el bienestar de la
comunidad.
En ese mérito, cada persona es libre de ejercer sus derechos fundamentales;
empero, ese goce individual debe coexistir con el resto de los derechos
fundamentales de todas las demás personas, de ahí que nace la limitación
individual de los derechos de goce individual para lograr el goce de todos, lo que
no implica contraponer los derechos fundamentales o de éstos contra los bienes
constitucionales, sino que propende al no abuso de los derechos fundamentales
en desmedro de los del resto de las personas; por lo que, los privilegios en cuanto
al goce y disfrute de los derechos fundamentales no puede ser equiparado a
solicitar una protección desmedida o que desconozca el bien de la comunidad,
cuya protección debe tener prioridad en su caso para a su vez favorecer al
individuo.
Ahora bien, en cuanto a los límites a la hora de interpretar el alcance de un
derecho en un caso concreto, el juez constitucional debe establecer si la petición
contiene una pretensión de abuso del derecho fundamental, la mala o buena fe en
su ejercicio; es decir, debe encontrar el alcance pero a la vez su límite. A decir, de
Peces-Barba Martínez: “Estos límites, sólo pueden ser considerados desde un
análisis sistemático de la Constitución, porque suponen principios a cuya luz debe
ser interpretado el ejercicio de derechos, libertades e intereses legítimos y es
irrelevante la sede de reconocimiento en que se encuentren. Son normas
princípiales, criterios de interpretación del ejercicio de los derechos que los limitan
en el mismo momento de su ejercicio. Son aplicables a todos los derechos”.
Criterio que concuerda con las limitaciones jurídicas establecidas a partir de la
Constitución Política del Estado y las leyes que reconocen derechos y bienes de
orden fundamental en el sistema de protección constitucional a derechos y
garantías en el orden constitucional boliviano.
A más de lo referido en el párrafo precedente, según el autor referido, el “abuso de
derecho supone un uso excesivo, normalmente con daño para terceros y sin
beneficio propio. El principio de prohibición de abuso del derecho, o del abuso
como límite al ejercicio de los derechos, como norma principal, no establece un
criterio previo que debe ser cumplido, sino que otorga un criterio de acuerdo a
esas coordenadas, para resolver casos en el ámbito del ejercicio, criterio que se
activa y se convierte en operativo ante el caso concreto. El mismo derecho, lo es
de todos y un uso abusivo del mismo, puede dificultar la acción de otros para
ejercer también el derecho. El principio de igualdad se vería seriamente afectado.”
“Lecciones de Derechos Fundamentales, Dykinson, Madrid, 2004, p. 318).
III.3.1. Jurisprudencia emitida sobre el particular
En relación al alcance y límites de los derechos fundamentales, que conforme se
vio en párrafos precedentes, tienen límite en el derecho de los demás, debiendo
velarse en todo caso, por un interés social; la SC 1806/2004-R de 22 de
noviembre, refirió que: “…la ponderación consiste en dilucidar hasta qué punto
está justificado respetar un derecho fundamental cuando hay otros intereses que
deben ser atendidos. La ponderación debe entenderse como la armonización de
principios constitucionales, guiada por las ideas de unidad de la Constitución y
primacía de los derechos fundamentales, entendimiento desarrollado por la SC
1015/2004-R, de 2 de julio; que para realizar la ponderación de bienes debe
considerarse lo dispuesto por el art. 28 de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre 'Los derechos de cada hombre están limitados
por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas
exigencias del bienestar general y el desenvolvimiento democrático'.
En el marco de la norma citada y la doctrina del Derecho Constitucional, la
jurisprudencia ha establecido que 'los derechos fundamentales no son
absolutos -en su ejercicio-, encuentran límites y restricciones en lo derechos
de los demás, la prevalencia del interés general, la primacía del orden
jurídico y los factores de seguridad y salubridad públicos, que no pueden
verse sacrificados en aras de un ejercicio arbitrario o abusivo de las
prerrogativas individuales; es decir, que los derechos fundamentales
pueden ser limitados en función al interés social' (SC 004/2001-R, de 5 de
enero). De lo expresado se concluye que en una situación en la que se
produzca una colisión entre los derechos fundamentales de una persona
con los derechos fundamentales de las demás personas o con el interés
colectivo, es absolutamente conforme a la Constitución, el restringir el
ejercicio de los derechos del primero en resguardo de los derechos de los
segundos, lo que supone sacrificar el bien menor en aras de proteger el bien
mayor; empero, ello exige que esa restricción no suponga eliminar los medios
más adecuados para la restricción de los derechos fundamentales de la persona,
sin afectar su contenido esencial.
En principio, que todos los derechos deben ceder ante la exigencia de mayor
valor, de modo que el Juez, que es el intérprete en general, habrá de sopesar el
valor respectivo del derecho y de los argumentos para sacrificarlo, para decidir, en
consecuencia, a favor del derecho o de su sacrificio total o parcial. Aunque se
acepte que esta ponderación tiene límites -como tiene dicho, en cuanto al respeto
contenido esencial del derecho- el énfasis se pone en la limitabilidad intrínseca de
todo derecho. Ponderar es sopesar. Ponderar los mandatos de la Constitución con
el fin de establecer limitaciones a los derechos fundamentales equivale a
depositar sobre distintos lugares de esa plataforma diversos pesos, en
representación proporcional de la fuerza ejercida por los diversos principios
constitucionales, hasta lograr un equilibrio deseado.
Los derechos humanos existen desde que la persona convive en sociedad. El
derecho fundamental existe desde que la Constitución lo garantiza, sin necesidad
de ninguna intervención posterior; el derecho y su protección normativa preexisten
al intérprete. Entonces, el contenido constitucional posible de un derecho en
su contenido constitucional vigente en tanto no sea alterado por una
intervención posterior conforme a la Constitución, por ejemplo, la
ponderación respecto de otros derechos. En la ponderación no se trata de
un 'o todo o nada', sino de una tarea de optimización, en el que se intente
lograr el mayor equilibrio posible entre los valores en juego” (las negrillas nos
corresponden).
III.4.  Los derechos fundamentales de menores (niños y adolescentes)

Determinado como está que todos los derechos fundamentales tienen alcances
pero también límites, para resolver la problemática planteada, resulta
imprescindible determinar si los derechos fundamentales se privilegian o cualifican
en un mayor rango cuando los titulares de los mismos son menores. Dicho de otro
modo, se debe establecer si el derecho fundamental del cual goza el menor tiene
o no límites, o si el núcleo de dichos derechos tiene mayor alcance.

Para dicho cometido, la Constitución Política del Estado, de manera desarrollada


deja las bases esenciales pero suficientes para comprender el alcance de los
derechos de menores; es así que, en su art. 58, estipula claramente: “Se
considera niña, niño o adolescente a toda persona menor de edad. Las niñas,
niños y adolescentes son titulares de los derechos reconocidos en la
Constitución, con los límites establecidos en ésta, y de los derechos
específicos inherentes a su proceso de desarrollo; a su identidad étnica,
sociocultural, de género y generacional; y a la satisfacción de sus necesidades,
intereses y aspiraciones”.

A partir de esa premisa fundamental, en sentido que los derechos de los menores
también tienen límites y no son absolutos, el Código del Niño, Niña y Adolescente,
vigente a momento de los hechos que se consideran agravios en la presente
acción tutelar, en su art. 1, menciona: “El presente Código establece y regula el
régimen de prevención, protección y atención integral que el Estado y la sociedad
deben garantizar a todo niño, niña o adolescente con el fin de asegurarles un
desarrollo físico, mental, moral, espiritual, emocional y social en condiciones de
libertad, respeto, dignidad, equidad y justicia”.

Debiendo comprenderse, de la interpretación conjunta de dichas normas, que a la


hora de interpretarse un derecho fundamental cuyo titular sea un menor, éstos
también tienen límites en su alcance, no siendo absolutos en su ejercicio,
encontrando límites y restricciones, conforme a la jurisprudencia antes referida, en
los derechos de los demás, la prevalencia del interés general, la primacía del
ordenamiento jurídico, así como los factores de seguridad y salubridad públicos,
que no pueden verse sacrificados en aras de un ejercicio arbitrario o abusivo de
las prerrogativas individuales; emergiendo de ello, la limitación de los derechos en
función al interés social.

En conclusión, si bien los menores gozan de especial protección y al momento de


interpretar el alcance de sus derechos fundamentales, los intérpretes y juzgadores
deben considerar su vulnerabilidad, ello no implica que deba otorgárseles una
protección sin límites en sus derechos fundamentales, pues el ejercicio de éstos
igualmente debe ser limitada, en busca del bienestar de toda la comunidad y del
propio menor, en atención a la educación integral que no implica solamente el
aprendizaje técnico en su vida sino una formación que le inculque valores y
respeto al resto de la sociedad.

III.5.  El derecho a la educación


Expuestos los alcances y límites de los derechos fundamentales, en el
Fundamento Jurídico III.3 de la presente Sentencia; atañe precisar que dentro de
éstos, se encuentra el derecho a la educación, sobre el que, el art. 9.5 de la CPE,
prevé que, son fines del Estado, entre otros: “Garantizar el acceso de las personas
a la educación”; instituyendo el art. 17 del texto constitucional, que: “Toda persona
tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal”;
estipulando el art. 77.I de la Ley Fundamental, que: “La educación constituye una
función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado”.
Por su parte, el art. 79 de la CPE, dispone: “La educación fomentará el civismo, el
diálogo intercultural y los valores ético morales…”. Y, el art. 80 de la CPE: “La
educación tendrá como objetivo la formación integral de las personas y el
fortalecimiento de la conciencia social crítica en la vida y para la vida. La
educación estará orientada a la conciencia social crítica en la vida y para la vida.
La educación estará orientada a la formación individual y colectiva…”.
Los preceptos de nuestra Constitución en materia de educación, están plenamente
acordes con los mandatos de instrumentos internacionales. En efecto, el art. 13.1
del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
recogiendo el art. 26.2. de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
señala: “Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda
persona a la educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el
pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe
fortalecer el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas
para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer a la comprensión, la
tolerancia y a la amistad entre todas las naciones…”.
El art. XII de la Declaración Americana de los Derechos del Hombre (DADH),
señala: “Toda persona tiene derecho a la educación, la que debe estar inspirada
en los principios de libertad, moralidad y solidaridad humana.” Por su parte, la
Convención sobre los Derechos del Niño, es más elocuente y más profunda en su
protección y comprensión, al prever que los Estados Partes, convienen: “…en que
la educación del niño deberá estar encaminada a: a) Desarrollar la personalidad,
las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus
posibilidades, b) Inculcar al niño el respeto de los derechos humanos y
libertades fundamentales y de los principios consagrados en la Carta de Naciones
Unidas; c) Inculcar al niño el respeto de sus padres, de su propia identidad
cultural, de su idioma, y sus valores, de los valores nacionales del país en que
vive, del país de que sea originario y de las civilizaciones distintas a la suya; d)
preparar al niño para asumir una vida responsable en una sociedad libre,
con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad
entre todos los pueblos….” (art. 29.1) (las negrillas fueron agregadas).
En base a dichos mandatos fundamentales que concuerdan con las normas
internacionales, el legislador boliviano le ha prestado igualmente especial atención
al derecho a la educación, promulgando a tal efecto la Ley de la Educación
“Avelino Siñani y Elizardo Pérez”, la cual en su art. 1 menciona: “1. Toda persona
tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal,
productiva, gratuita, integral e intercultural, sin discriminación.” A continuación, el
art. 3 inc. 11) de la misma Ley, reconoce como una de las bases en las que se
asienta el derecho a la educación, declarando: “Es educación de la vida y en la
vida, para vivir bien. Desarrolla una formación integral que promueve la
realización de la identidad, afectividad, espiritualidad y subjetividad de las
personas y comunidades; es vivir en armonía con la madre tierra y en
comunidad entre los seres humanos.” De igual manera, el inc. 12 del mismo
artículo, indica que: “Es promotora de la convivencia pacífica, contribuye a
erradicar toda forma de violencia en el ámbito educativo, para el desarrollo de
una sociedad sustentada en la cultura de la paz, el buen trato y el respeto a
los derechos humanos individuales y colectivos de las personas y de los
pueblos” (las negrillas fueron adicionadas).
En ese orden, de una interpretación sistemática de las normas del ordenamiento
jurídico boliviano, se tiene que el derecho a la educación es un derecho
fundamental, que tiene como finalidad el mejoramiento de la sociedad; estando
destinado no sólo a la formación individual, sino a la colectiva, constituyendo una
función suprema del Estado; empero, dicho derecho fundamental, como el resto,
no es absoluto, encontrando límite igualmente en los derechos de los demás, más
aun si se toma en cuenta, que las normas descritas ut supra, describen que éste
propende a inculcar al niño, entre otros, el respeto por los derechos humanos, y a
prepararlo para vivir en una sociedad cimentada en la paz y en la tolerancia, lo
que sin duda alguna, conlleva a cumplir con el vivir bien, inserto como valor
supremo en la Ley Fundamental.
III.6. Las sanciones escolares como limitación al ejercicio del derecho a la
educación

Al respecto, en el ámbito de la educación, resulta claro que la regular permanencia


de un alumno en un establecimiento educativo, se halla sujeta o limitada al
cumplimiento por parte de éste, del reglamento interno del mismo, marco
normativo que establece las condiciones de permanencia del alumno en el plantel
y el procedimiento en caso de exclusión. Lo que no puede ser considerado de
modo alguno, como vulneración o restricción de sus derechos fundamentales; por
cuanto, conforme se vio, si bien el alumno es titular del derecho a la educación,
éste se halla constreñido a cumplir las reglas instituidas en el plantel educativo
elegido a objeto de poder continuar en el mismo, tomando en cuenta siempre, el
bien mayor; es decir, el interés colectivo, dado que el alcance y límite de los
derechos fundamentales, se insiste, se halla reflejado, en el respeto de los
derechos de los demás. Siendo plenamente conforme a la Constitución Política del
Estado, la restricción del ejercicio de los derechos del primero en resguardo de los
derechos del resto, lo que supone sacrificar el bien menor en aras de proteger el
bien mayor; lo    que no implica, se reitera, la afectación del contenido esencial del
derecho a la educación, siendo que es plenamente viable, que el alumno que
hubiera ameritado una sanción, continúe sus estudios en cualquier
establecimiento educativo, en el que cumpla las disposiciones contenidas en su
reglamento.

En este orden legal, las normas reglamentarias de orden administrativo emitidas


por las autoridades de educación, reconocen la expulsión como una sanción válida
legalmente; así, la RM 162 de 4 de abril de 2011 -Reglamento de Administración y
Funcionamiento para Unidades Educativas de los Niveles Inicial, Primario y
Secundario-, en su art. 21 inc. c), intitulado “sanciones al alumno” dispone: Sólo en
casos comprobados de robo, hurto, agresión física sexual, oferta, venta y/o
consumo de bebidas alcohólicas y otras sustancias controladas y portación de
armas, el alumno será expulsado definitivamente de la Unidad Educativa, dando
parte al Ministerio Público. La expulsión será determinada por el Director de la
Unidad Educativa, el Consejo de profesores y la Junta Escolar, e informada por
escrito al Director Distrital”.

A esa norma, se suman las normas generales para la Gestión Educativa 2014, del
Subsistema de Educación Alternativa y Especial Subsistema de Educación
Superior de Formación Profesional, aprobadas por RM 001/2014 de 2 de enero y
modificada por RM 015 de 17 de enero de 2014, que en su art. 49, titulado
“Expulsión”, dispone: “I. En el marco del respeto a los derechos humanos, está
prohibida la expulsión de estudiantes de unidades educativas fiscales, de convenio
y privadas, salvo en los casos en los que existan pruebas suficientes de
culpabilidad como ser: robo, hurto, agresión física y/o sexual, compra venta y/o
consumo y/o tenencia de bebidas alcohólicas, estupefacientes, sustancias
controladas y armas, así como las prácticas o conductas racistas, discriminatorias
y de acoso escolar. Siendo además la responsabilidad de madres, padres de
familia y apoderados. II. Asimismo serán causales de expulsión las intenciones
comprobadas o confesas de acciones o actitudes violentas contra cualquier
persona al interior de la Unidad Educativa”.

Dentro de este marco general, todas las unidades educativas gozan del derecho
autónomo de reglamentar los derechos y deberes de los alumnos; asimismo,
disponer las faltas, sanciones y el procedimiento para imponerlas. Resultando de
vital importancia en el crecimiento integral de cada ser humano, una formación y
educación en derechos y deberes desde el punto de vista normativo; y desde el
punto de vista axiológico en principios y valores, objetivo que no podría lograrse si
el ser humano no es inculcado desde el seno familiar, transitando por los
establecimientos escolares, universidad y el resto de su existencia, de manera que
coadyuve con la convivencia pacífica y armónica que requiere el Estado a través
de la Constitución Política del Estado, que reiteradamente hace énfasis en el logro
de los fines supremos del Estado, como son los valores de justicia, libertad,
igualdad y el vivir bien, entre otros.

Sobre lo expuesto, la Corte Constitucional de Colombia, en la Sentencia  T-500,


expresó que la Constitución garantiza el acceso y permanencia de los alumnos en
el sistema educativo colombiano, y en el establecimiento en el que se hallan
matriculados, salvo la existencia de elementos razonables, incumplimiento
académico o graves faltas disciplinarias, que llevan a privar a la persona del
beneficio de permanecer en una entidad educativa determinada. Aspecto de
interés no sólo para el establecimiento, la familia y el estudiante, sino que atañe
también a la sociedad y al Estado.

Por otra parte, en la Sentencia T-348/96, la Corte Constitucional aludida, refirió


que: “Los establecimientos educativos se rigen internamente por principios y
reglas de convivencia, las cuales se consignan en los denominados manuales de
convivencia o reglamentos internos, instrumentos que sirven para regular la
convivencia armónica de los distintos estamentos que conforman la comunidad
educativa, y que como tales han de expedirse y hacerse conocer por parte de
quienes integran cada uno de ellos, a quienes obliga, siempre que no sean
contrarios a preceptos constitucionales o legales. En esos instrumentos se
consagran los derechos y deberes de los estudiantes, quienes como sujetos
activos del proceso educativo tienen la prerrogativa de reclamar los primeros y la
obligación de cumplir y acatar los segundos".

Así, la Sentencia T-024/96, aseguró que el derecho a la educación, en cuanto a su


carácter, implica una doble condición de derecho-deber; por lo que, un
incumplimiento, debe forzosamente dar lugar a una sanción, pero enmarcada
dentro de límites razonables, en el marco de un debido proceso, lo que puede
incluso llegar a la expulsión, siempre que ello no implique la negación del núcleo
esencial del derecho fundamental a la educación.

Finalmente, la Sentencia T-519/92, estableció que: "A este propósito, la Corte


estima pertinente observar que si bien la educación es un derecho
fundamental y el estudiante debe tener la posibilidad de permanecer
vinculado al plantel hasta la culminación de sus estudios, de allí no puede
colegirse que el centro docente esté obligado a mantener indefinidamente
entre sus discípulos a quien de manera constante y reiterada desconoce las
directrices disciplinarias y quebranta el orden impuesto por el reglamento
educativo, ya que semejantes conductas, además de constituir
incumplimiento de los deberes ya resaltados como inherentes a la relación
que el estudiante establece con la institución en que se forma, representan
abuso del derecho en cuanto causan perjuicio a la comunidad educativa e
impiden al colegio alcanzar los fines que le son propios" (las negrillas nos
pertenecen).
III.7. De la garantía del debido proceso, en el proceso disciplinario escolar
El art. 115.II de la CPE, prevé: “El Estado garantiza el derecho al debido proceso,
a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y sin
dilaciones”. Por su parte, el art. 117.I de la Norma Suprema, establece: “Ninguna
persona puede ser condenada sin haber sido oída y juzgada previamente en un
debido proceso…”.
El art. 7 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y
proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de
diciembre de 1948, dispone: “Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción,
derecho a igual protección de la ley”. Señalando, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, que el debido proceso no es únicamente exigible a nivel
judicial, sino que es también de cumplimiento obligatorio por toda autoridad que
ejerza funciones de carácter jurisdiccional en sede administrativa, otorgando al
justiciable, un fallo junto, razonable, que le proporcione certeza sobre la decisión
asumida.
En cuanto al derecho a la defensa, atinente al debido proceso, el mismo se
encuentra reconocido por el art. 115.II de la CPE, cuando indica: “El Estado
garantiza el derecho al debido proceso, a la defensa…”. El derecho a la defensa,
es inherente a los procesos disciplinarios sin exclusión, es uno de los mínimos
procesales que debe concurrir dentro de un proceso sancionatorio en procura de
efectivizar un proceso justo.
Sobre el particular, la SCP 2539/2012 de 14 de diciembre, señaló que el debido
proceso: “…exige que los litigantes tengan el beneficio de un juicio imparcial ante
los tribunales y que sus derechos se acomoden a lo establecido por disposiciones
jurídicas generales aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación
similar; es decir, implica el derecho de toda persona a un proceso justo y
equitativo, lo que importa a su vez el derecho a la defensa (…), aplicable a los
procesos judiciales y administrativos en los que se imponga sanciones'”. Conforme
a lo expuesto, el debido proceso, es aplicable a todos los ámbitos y sedes
privadas o públicas que apliquen procedimientos sancionatorios, dado que toda
sanción tiene como presupuesto procesal un juzgamiento acorde a los mandatos
de la Norma Suprema.
Ahora bien, de acuerdo a lo ya desarrollado en el Fundamento Jurídico
precedente, siendo viable la aplicación de sanciones en el ámbito educativo, lo
que no conlleva la afectación del contenido esencial del derecho a la educación,
resulta claro que las mismas deben ser impuestas en el marco de un debido
proceso, en el que se respeten los derechos fundamentales del implicado en la
conducta a ser sancionada, medida educadora que constituye un mensaje
educativo-jurídico, en sentido de que la vida radica en un cumplimiento de
derechos y deberes, y cuándo éstos no se cumplen existe una limitación a fin de
reconducir la conducta hacia la observancia de las normas que conforman el
sistema jurídico boliviano, que a su vez, conlleva a la convivencia pacífica en el
Estado Constitucional, que debe garantizar el ejercicio, goce y disfrute de los
derechos fundamentales de todos los bolivianos, sin privilegios de ninguna
naturaleza.
Es importante señalar que un procedimiento sancionatorio escolar, no está
configurado de forma igual a un proceso sancionador en sede judicial, lo que no
quiere decir que con una falta un alumno no pueda infringir los dos ámbitos,
normas escolares y penales previstas en el Código del Niño, Niña y Adolescente o
en el Código Penal. Siendo diferenciado el procedimiento, también no es contrario
a derecho que los procedimientos sean más ágiles y menos formalistas sin dejar
las normas básicas del derecho al debido proceso, salvo que los alumnos o
menores mediante sus padres o tutores, reconozcan las faltas que hubieran
cometido, en cuyo caso, la entidad escolar a través de sus autoridades
conformadas según Reglamento podrá decidir directamente la sanción que
consideren correspondiente a la falta cometida, y para el caso que el alumno no
esté de acuerdo con la misma debe tener todos los medios para impugnarla en las
instancias internas como en las instancias administrativas escolares de orden
público, así como en su caso y cuando corresponda, ante autoridades judiciales
ordinarias, que tengan facultad para decidir sobre la sanción proporcional a la
falta.   
III.8. Análisis del caso concreto

Los razonamientos y jurisprudencia desarrollados en Fundamentos Jurídicos


precedentes, son aplicables a la problemática de exégesis, en la que los
representantes de los accionantes denuncian la vulneración de los derechos de
éstos, a la educación, a la igualdad, a la no discriminación, al debido proceso, a la
defensa, y a la presunción de inocencia; dado que, como alumnos regulares de
quinto de secundaria del Colegio Eagles School, cometerion faltas disciplinarias
propias de su adolescencia, por las que incluso, pidieron disculpas, mostrando su
arrepentimiento; empero, habrían sido juzgados con extrema rigurosidad y
expulsados de dicha unidad educativa, con grave perjuicio para su formación.
Añadiendo que, no obstante que la Dirección Distrital de Educación, ordenó su
reincorporación al establecimiento educativo, los demandados suspendieron
labores e impidieron su retorno, oponiéndose a su restitución como estudiantes
regulares del mismo.

Al respecto, inicialmente, debe determinarse que, conforme lo reconocen los


mismos representantes de los accionantes, la Corporación Educativa Santa Cruz
S.A. (Colegio Eagles School), tiene su Reglamento denominado “Manual del
Estudiante y Padres de Familia”, el cual en su art. 4.15. inc. j) prevé como falta con
sanción de expulsión definitiva del establecimiento la: “Posesión o uso de bebidas
alcohólicas dentro del Colegio. Ingresar al Colegio dentro del horario académico o
de talleres en estado etílico para pasar clases o desarrollar cualquier otra
actividad, ya sea de una persona o de un grupo de personas”. Estableciendo
asimismo, el mismo Manual, en el art. 4.16, que: “La expulsión definitiva es una
medida extrema, por tanto la decisión estará a cargo del Consejo de Directores”
(fs. 112 a 135). Disposiciones que no infringen ni traspasan los límites o
barómetros reglamentarios generales impuestos por los arts. 58 de la CPE, 113
del CNNA y las normas generales para la Gestión Educativa 2014, aprobadas por
la RM 001/2014 de 2 de enero, modificada por la RM 015/2014 de 17 de enero.

Ahora bien, la parte accionante en los actuados que presenta como prueba señala
que la demandada, Directora de Secundaria, María Eugenia Hortencia Jiménez
Seleme, mediante correo electrónico de 17 de marzo de 2014, le comunicó que los
menores accionantes, habrían infringido el art. 4.15 del Reglamento Interno del
Colegio, por lo que, invitó a pasar a retirarlos hasta que el Consejo de Directores
resuelva, dado que dicha falta era sancionada con la expulsión definitiva; en
consecuencia, de la lectura de los actuados presentados como carga probatoria
(fs. 263 vta. a 264), se tiene que la Directora no expulsó a los alumnos a prima
facie y tras ocurrir las conductas que a decir del Colegio eran infractoras de su
Reglamento.
De los mismos actuados y del acta de audiencia de consideración de la acción de
amparo constitucional analizada, se advierte también que, los representantes de
los accionantes presentaron diversos memoriales ante las autoridades
competentes para resolver controversias en materia educativa, en los cuales si
bien se verifica que adujeron no se había procedido a juzgarlos conforme a las
normas del debido proceso y que rechazaban la expulsión, también se constató
que reconocen que los menores cometieron “faltas disciplinarias perpetradas
emergentes por su juventud e inexperiencia habiendo pedido PERDÓN a la
Dirección del Colegio, demostrando su ARREPENTIMIENTO REAL Y
EFICAZ” (fs. 263 vta.). Constando igualmente a fs. 264 vta., que reconocen: “…
que si bien es cierto que (sus) hijos no asistieron al Colegio al día lunes 17 de
marzo, lo hicieron por su INEXPERIENCIA, IMPRUDENCIA E INMADUREZ
PROPIA DE SU JUVENTUD, por el deseo de encontrarse con otros compañeros,
pasar un buen momento y a raíz de ésta acción incurrieron en un error de tipo y
de prohibición que los exime de responsabilidad…” (sic) (las negrillas fueron
agregadas).
Al margen de estas expresiones en el mismo documento (fs. 266), que está
dirigido al Director Distrital de Educación I, señalan: “…en nuestra condición de
padres de inmediato nos apersonamos al Colegio, a objeto de que sus derechos
constitucionales vulnerados sean reparados en el mismo Colegio, solicitando
entrevistas personales tanto con la Directora de Secundaria como con el Director
del Colegio, a quienes explicamos que se trataba de un error de nuestros hijos
inducidos por su JUVENTUD E INMADUREZ, que de ninguna manera
correspondía la aplicación de la extrema medida de expulsión del Colegio,
solicitando de manera VERBAL en las reuniones, como de manera ESCRITA la
RECONSIDERACIÓN de la medida mediante memorial de fecha 20 de marzo de
2014, pidiendo ‘DISCULPAS, PERDÓN’, por el incidente suscitado, reiterando EL
ARREPENTIMIENTO EFICAZ de nuestros hijos adolescentes por faltas
cometidas, suplicamos, imploramos se respeten los derechos humanos y
constitucionales de nuestros hijos, se LES BRINDE UNA OPORTUNIDAD para
reparar los errores en que incurrieron” (sic) (negrillas adicionadas).
Igualmente, en la audiencia de la acción tutelar, la parte accionante indicó: “…pero
si evidentemente tuvieron un error ¿Quién no comete fallas a los 16 o 17 años” (fs.
206). De la misma manera, a fs. 207, se reitera en el mismo sentido: “… suplique
por último solicite perdón para los accionantes que no les quiten la
esperanza que le den una segunda oportunidad; sin embargo precisamente
esa superioridad inadmisible dentro de un Estado de Derecho de manera abusiva
y arbitraria nos humillan, sometiendo sanciones sin tomar en cuenta que puede
ser perjudicial mas no traumatizarlos, prohibido expresamente por el Art. 108 y
109 del Código Niño, Niña, Adolescente, Señor Presidente el 20 de marzo de
2014, solicitamos reconsideración de la injusta medida y solicitamos al
mismo tiempo que la dejen sin efecto haciendo notar que evidentemente
pedíamos disculpas por las faltas porque se tratara de un estado de fuerza
mayor, porque existía un error de hecho y de prohibición, que los eximía de
responsabilidad”. Expresando asimismo, que hicieron notar a los accionados
Juan Carlos Durán, Eduardo Kilibarda y Dra. Jiménez, que: “…los jóvenes
podían ser sancionados pudiendo cumplir cualquier tipo de actividad social
en asilos, en orfanatos, pero lamentablemente nada sirvió” (negrillas no
forman parte del texto original).
Con lo extractado, es evidente que los representantes de los accionantes
reconocieron ante la parte demandada, las autoridades competentes en
materia educativa y ante esta jurisdicción constitucional, la comisión de la
falta disciplinaria atribuida a los menores de edad, hoy impetrantes de tutela;
empero, no se hallan de acuerdo con la sanción de expulsión por
considerarla muy severa y restrictiva de los derechos a la educación y a la
dignidad, por lo cual, solicitan como tutela se deje sin efecto la sanción y se
restituya a los menores al Colegio sin condiciones ni restricciones.
Al respecto, corresponde aclarar que, si bien la vía administrativa, aún no se
encontraba finalizada, al momento de la interposición de la presente acción tutelar,
al estar pendiente de resolución el recurso jerárquico presentado contra las RRAA
04/2014 y 05/2014, que resolvieron el recurso de revocatoria interpuesto por la
Unidad Educativa Eagles School, contra la decisión de restitución de los alumnos
expulsados de la misma, revocándola, disponiendo sin embargo, la extensión a
favor de éstos de los boletines de calificaciones respectivos para que pudieran
continuar sus estudios en otra Unidad Educativa durante la gestión 2014; aquello
no impide la consideración de fondo de la presente acción tutelar, por la
abstracción del principio de subsidiariedad descrita en el Fundamento Jurídico III.1
de la presente Sentencia, tratándose de menores de edad comprendidos en un
sector de vulnerabilidad ampliamente protegido por la Norma Suprema. 

En ese orden, y tomando en cuenta los antecedentes desarrollados en el presente


apartado, este Tribunal concluye, de un análisis minucioso de la problemática de
estudio y de las normas y jurisprudencia pertinentes citadas en el curso del
presente fallo constitucional plurinacional, no ser cierta la vulneración de los
derechos fundamentales invocados como transgredidos en la demanda tutelar; por
cuanto, se tiene evidencia que como consecuencia de los hechos suscitados el 17
de marzo de 2014, en relación a la agresión física a un transeúnte brasilero por
parte de los alumnos del establecimiento educativo Eagles School, hoy
accionantes, éstos fueron sometidos a un debido proceso, a efectos de establecer
su permanencia o no dentro del plantel educativo aludido, verificando, si su
conducta se adecuaba a las reguladas como faltas disciplinarias sancionadas con
la expulsión del mismo. En ese marco, precisamente, se verifica el agotamiento de
las instancias administrativas previstas en el ordenamiento jurídico, para lograr la
consecución de sus fines.

Ahora bien, resulta claro, conforme a lo descrito en el Fundamento Jurídico III.6 de


esta Sentencia, que toda unidad educativa, tiene la potestad de reglamentar los
derechos y deberes de los alumnos, en el marco constitucional y legal, debiendo
propender en todo caso, a su acceso y permanencia en el establecimiento
educativo, salvo incumplimiento académico o graves faltas disciplinarias, teniendo
como objetivo las disposiciones instituidas en un Reglamento Interno, el lograr una
convivencia armónica de los distintos estamentos que conforman la unidad
educativa. Mereciendo el incumplimiento a un deber contenido en el mismo, una
sanción de exclusión, que de modo alguno implica la afectación del núcleo
esencial del derecho a la educación, dado que si bien, los alumnos tienen los
derechos instituidos en la Norma Suprema y leyes nacionales, también tienen
como deber primordial el cumplir las directrices disciplinarias reguladas y no
infringir el orden impuesto por el reglamento interno educativo.

Así, la sanción de expulsión de un alumno emergente de un debido proceso, en el


que se hayan respetado sus derechos a la defensa y otros derivados de dicha
garantía, no vulnera de modo alguno, el derecho a la educación; dado que el
mismo, como derecho fundamental no es absoluto, encontrando límites, aun
tratándose los involucrados de menores de edad, protegidos ampliamente por la
Norma Suprema, en los derechos de los demás, la prevalencia del interés general,
la primacía del orden jurídico y los factores de seguridad y salubridad públicos,
que no pueden ser sacrificados a objeto de un ejercicio arbitrario o abusivo de las
prerrogativas individuales. Así, el bien mayor; es decir, el interés social, permite la
limitación del derecho a la educación, reflejada en una sanción de exclusión del
alumno de un establecimiento educativo, lo que, se reitera, no implica restricción
total de su núcleo esencial, dado que al ser la educación función primordial del
Estado, el alumno infractor se halla plenamente habilitado a ejercer ese derecho,
en otra institución educativa, en la que respete las normas reglamentarias
instituidas en la misma, coadyuvando a la convivencia pacífica y armónica que
requiere el Estado para la consecución de sus fines. Aspectos ampliamente
desarrollados en el Fundamento Jurídico III.6 de la presente Sentencia
Constitucional Plurinacional.

En ese sentido, la decisión de expulsión de los hoy accionantes, del Colegio


Eagles School, confirmada en instancia jerárquica, conforme a la  Conclusión II.16,
por la Resoluciones 06/2014 y 07/2014, no lesiona de modo alguno el núcleo
esencial del derecho a la educación, ni tampoco el resto de los derechos alegados
de transgredidos; respetándose más bien, su acceso a cualquier otra Unidad
Educativa ubicada en el departamento de Santa Cruz; derivando todos los fallos
pronunciados en consideración a la problemática, de un análisis prolijo y
fundamentado de los hechos fácticos que los motivaron, comprobada la veracidad
de las acusaciones y de las faltas cometidas, debiendo tomarse en cuenta, en este
punto, que incluso, existió reconocimiento expreso de la falta consumada por los
menores de edad; por lo que, la decisión de su exclusión, se reitera, no vulnera los
derechos fundamentales consignados en la acción constitucional, cuya protección
se propende; toda vez que, en consideración al bien mayor, que es el interés
social, y tomando en cuenta que la educación es promotora de la convivencia
pacífica y social en el Estado Boliviano, los educandos deben cumplir las reglas
instituidas dentro del establecimiento educativo al que asisten; siendo pasibles de
las sanciones correspondientes, en el caso de transgredir las normas
reglamentarias respectivas. 

Finalmente, cabe aclarar que, respecto del derecho a la dignidad, la parte


accionante señala haber sido vulnerado porque la parte demandada sometió a los
menores a la opinión pública en medios de comunicación; sin embargo, no
demostró que dicha parte, hubiera sido quien comunicó la noticia sobre el
incidente escolar, extremo que se hace necesario determinar para otorgar con
certeza la tutela respecto a este derecho, pues el sólo hecho de demostrar que
efectivamente la sanción fue de conocimiento público mediante medios de prensa,
no implica que quienes hubieran provocado dicha difusión sean los demandados.

Con relación al derecho a la igualdad, los accionantes no han demostrado que los
menores hubieran tenido un trato diferente con referencia a sus otros compañeros
en situaciones iguales; es decir, no han aportado ninguna documental donde otros
compañeros suyos hubieran sido sancionados con sanciones menos severas por
faltas similares a las que han sido reconocidas.
Por los fundamentos expuestos, el Tribunal de garantías, al haber denegado la
tutela solicitada, aunque con distintos fundamentos, obró correctamente.
POR TANTO
El Tribunal Constitucional Plurinacional, en su Sala Primera Especializada; en
virtud de la autoridad que le confiere la Constitución Política del Estado
Plurinacional de Bolivia, de conformidad con el art. 12.7 de la Ley del Tribunal
Constitucional Plurinacional; en revisión, resuelve CONFIRMAR la Resolución de
2 de mayo de 2014, cursante de fs. 217 a 221, pronunciada por la Sala Civil y
Comercial Primera del Tribunal Departamental de Justicia de Santa Cruz; y, en
consecuencia, DENEGAR la tutela impetrada por los representantes de los
accionantes, conforme a los Fundamentos Jurídicos expuestos en la presente
Sentencia Constitucional Plurinacional.
Regístrese, notifíquese y publíquese en la Gaceta Constitucional
Plurinacional.

Fdo. Dr. Macario Lahor Cortez Chávez

MAGISTRADO

Fdo. Dr. Juan Oswaldo Valencia Alvarado

MAGISTRADO

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