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La lluvia arreció, con gotas espesas y turbias de agua de ciudad y

Emma avanzaba de pie sobre los pedales y con la cabeza gachas por lo que

apenas percibió un movimiento borroso en la calle que estaba a su izquier-

da, La sensación no es tanto la de volar por los aires, sino más bien la de ser

agarrada y lanzada con fuerza, y, cuando aterriza sobre el arcén con la cara

contra el asfalto mojado, su primer instinto es buscar la bicicleta, que, de

alguna manera, parece haber desaparecido de debajo de ella. Intenta mover

la cabeza, pero es incapaz de hacerlo. Quiere quitarse el casco porque la

gente la está mirando, todos estiran el cuello para mirarla, y ella tiene un

aspecto ridículo con el casco, pero las personas que se inclinan sobre ella

parecen atemorizadas y no dejan de preguntarle una y otra vez si está bien,

si está bien. Una de ellas está llorando, y Emma se da cuenta, por primera

vez, de que no está bien. Parpadea contra la lluvia que cae sobre su cara.

Ahora seguro que llegará tarde. Dexter la estará esperando.

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