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Módulo 1: Teoría del conocimiento

IN TR ODUCCIÓN AL MÓDULO

Introducción

UN IDAD 1: GN OSEOLOGÍA JUR ÍDICA

Introducción a la unidad

¿Qué es el conocimiento?

El objeto del conocimiento de la ciencia del derecho

Algunas disciplinas que estudian el fenómeno jurídico

Cierre de la unidad

UN IDAD 2: ON TOLOGÍA JUR ÍDICA

Introducción a la unidad

¿Es el hombre un ser inacabado e imperfecto?

Estructura de la acción

Conceptualización técnica y ética de la acción

Cierre de la unidad

UN IDAD 3: AXIOLOGÍA JUR ÍDICA

Introducción a la unidad

¿Cuál es el objeto de la valoración jurídica?

Caracteres de los valores

Tres propuestas de axiología jurídica

Constelación de valores de Miguel Herrera Figueroa


Valores jurídicos que coadyuvan a la justicia

Cierre de la unidad

CIER R E DEL MÓDULO

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Lesson 1 of 19

Introducción

En el presente módulo pretendemos clarificar qué es el conocimiento, contemplando sus distintas modalidades, intentando desentrañar por fin por qué el hombre se afana en
conocer, así como las distintas actitudes que asume frente a lo desconocido.

Centraremos nuestro estudio en la ciencia del Derecho, y nos ocuparemos del análisis de su objeto -el fenómeno jurídico- para luego dedicarnos a observar cada uno de los
elementos que lo integran.

Dos de estos elementos serán analizados en éste modulo, ocupándonos en primer lugar de la "conducta" humana, para lo cual será necesario contemplar al ser humano como
punto de partida y su realidad.

Cerraremos ocupándonos de los “valores”, desarrollando la teoría de los valores.

Objetivos del módulo

1 Explicar la relación que existe entre el conocimiento y la existencia humana.

2 Contemplar las distintas actitudes que los seres humanos pueden asumir frente a lo desconocido.

3 Diferenciar las modalidades del conocimiento.

4 Identificar al derecho como objeto de conocimiento.

5 Conocer el fenómeno jurídico.

6 Distinguir los elementos del fenómeno jurídico.

Contenidos del módulo

Unidad 1- Gnoseología Jurídica

1. ¿Qué es el conocimiento?

2. El objeto del conocimiento de la ciencia del derecho.

3. Algunas disciplinas que estudian el fenómeno jurídico.

Unidad 2- Ontología Jurídica

1. ¿Es el hombre un ser inacabado e imperfecto?

2. Estructura de la acción.

3. Conceptualización técnica y ética de la acción.


Unidad 3- Axiología Jurídica

1. ¿Cuál es el objeto de la valoración jurídica?

2. Caracteres de los valores.

3. Tres propuestas de axiología jurídica.

4. Constelación de valores de Miguel Herrera Figueroa.

5. Valores jurídicos que coadyuvan a la justicia.


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Introducción a la unidad

El conocimiento es la facultad propia del ser humano, que le permite comprender, por medio de la razón, la naturaleza, las cualidades y relaciones de las cosas.

Es su inteligencia la que le permite aprender, entender, razonar, formarse una idea determinada de la realidad y tomar decisiones. Los hombres y mujeres siempre se ocuparon
de adquirir nuevos conocimientos.

Contenidos de la unidad

1 ¿Qué es el conocimiento?

2 El objeto del conocimiento de la ciencia del derecho.

3 Algunas disciplinas que estudian el fenómeno jurídico.

En el estudio de los hechos jurídicos se abordará a los hechos como causa de la relación jurídica y no como un hecho objeto de prestación.

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¿Qué es el conocimiento?

Causa u origen del conocimiento

El conocimiento es la facultad propia del ser humano, que le permite comprender, por medio de la razón, la naturaleza, las cualidades y relaciones de las cosas. Es su

inteligencia la que le permite aprender, entender, razonar, formarse una idea determinada de la realidad y tomar decisiones.

Los hombres y mujeres siempre se ocuparon de adquirir nuevos conocimientos. Algunos filósofos de la antigüedad afirmaron que dicha actitud responde a una curiosidad

innata, mientras que otros sostuvieron que se debe a que tenemos capacidades o facultades para realizar pesquisas.

Algunos autores por el contrario piensan que los seres humanos se afanan en conocer por una necesidad de obtener aquello que les falta. El hombre necesita completarse ya que
es un ser inacabado e imperfecto.

Necesitamos conocimientos, por tal razón, a modo de ejemplo podemos citar el caso de los estudiantes que persiguen en el futuro ser profesionales.

Nos conocemos por lo que somos –curiosos–, o por lo que tenemos –inteligencia, capacidades y facultades–, sino por aquello que nos falta y que necesitamos para ser. Por eso
algunos filósofos sostienen que a los hombres y mujeres no deberíamos llamarlos “seres humanos” sino “siendo humanos”. Permanentemente estamos siendo algo: estudiantes,
cónyuges, propietarios, políticos, actores, etcétera.
Actitud de ignorancia

Desde que nacemos, lo desconocido nos rodea.

Sin embargo nacer en una comunidad, recibir determinada educación nos da una idea del mundo, del universo que nos rodea y de nosotros mismos “un repertorio de creencias”.

Ahora bien, frente a éstas ideas puede ocurrir que el hombre asuma que lo sabe todo y no necesita conocer, limitando de ésta manera su horizonte vital, ignorantes del mundo

que nos rodea.

Cuando los seres humanos se confinan de esa forma rechazando lo desconocido, asumen una actitud de ignorancia que estrecha su universo y limita sus posibilidades de realizar
una vida plena.

Esta actitud se denomina dogmática, y claramente limita las oportunidades de ampliar sus conocimientos, ya que se nutre de creencias religiosas, políticas, económicas, etc., que
se aceptan como verdades permanentes e invariables.

Actitud de conocimiento

Diferente es la actitud del hombre que admite que se encuentra frente a un universo desconocido, pues lo coloca ante la necesidad de la búsqueda de conocimiento. Las lecturas

complementarias les informarán acerca de la actitud de los filósofos y científicos que profesan su amor a la sabiduría.

El conocimiento es una tarea nada sencilla, ya que la realidad es un enigma y para conocerla se requiere un trabajo con mucho esfuerzo.
La realidad se presenta siempre como una manifestación fenoménica.

Un ejemplo clarifica lo expuesto: “…las manzanas maduras siempre se cayeron de Descifrar los jeroglíficos fue una tarea que muchos intentaron pero fue Jean-François
los árboles. Sin embargo hizo falta que un hombre inteligente llamado Isaac Champollion quien lo logro en 1822. Para traducir los textos jeroglíficos, demóticos y
Newton observara ese hecho, experimentara con el desplome de otros cuerpos, y griego de la piedra Rosetta se abocó primero al estudio de las lenguas orientales, y recién
se esforzara luego para formular la ley física que explica la reiteración de ese tipo cuando se sintió capacitado inició la tarea. En el texto epigráfico que contiene un decreto
de fenómenos. Ortega y Gasset comparaba los hechos con las figuras de un del año 196 a. C. de Ptolomeo V y de su esposa Cleopatra, logró identificar grupos de
jeroglífico: “¿Han reparado ustedes en la paradójica condición de tales figuras? signos rodeados por unos anillos, supuso que este relieve era digno del nombre de los
Ellas nos presentan ostentosamente sus clarísimos perfiles, pero ese su claro reyes y comprobó que coincidían, aproximadamente, a la altura en que esos reyes eran
aspecto está ahí precisamente para plantearnos un enigma, para producir en mencionados en el texto griego. No vamos a dar cuenta de todo el proceso que siguió,
nosotros una confusión. La figura jeroglífica nos dice: ‘¿Me ves bien? Bueno, pues pero conviene resaltar la magnitud de la empresa al enfrentarse con la escritura jeroglífica
eso que ves de mí no es mi verdadero ser. Yo estoy aquí para advertirte que yo no que contaba con tres tipos de signos –fonéticos, de palabras y de ideas–, que habían
soy mi efectiva realidad, mi sentido está detrás de mí, oculto por mí. Para llegar a evolucionado a lo largo de tres mil años, y que según las épocas se leía en distintas
él tienes que no fiarte de mí, que no tomarme a mí como la realidad misma, sino, direcciones. Este caso ejemplar, como muchos otros, confirma que el conocimiento es
al contrario, tienes que interpretarme y esto supone que has de buscar como una ardua tarea, un trabajo que consiste en quitar el velo que esconde la realidad, en
verdadero sentido de este jeroglífico otra cosa muy distinta del aspecto que descubrir la existencia efectiva que se oculta detrás de los hechos…” (GARCIA, R. G.,
ofrecen sus figuras”. Lectio, 2016)

Las modalidades del conocimiento


Se reconocen diferentes modalidades del conocimiento: el vulgar, el filosófico y el científico. Cuando los seres humanos se abocaron a responder estas cuestiones empleando su
inteligencia natural se produjo el paso del mito al logos. Nació así en la antigua Grecia un saber nuevo puramente humano, adquirido fundamentalmente empleando la razón y
expresado mediante el lenguaje discursivo, al que llamaron filosofía, del cual, como consecuencia de un proceso de especialización de ciertas áreas del saber filosófico, se han
ido emancipando lentamente toda las ciencias.

Estas tres formas subsisten hasta la actualidad y poseen cada una sus propias características:

Conocimiento vulgar:

Denominado también conocimiento “espontáneo”, “común” o “ingenuo”, existe desde las épocas más antiguas y perdura hasta la presente como un conjunto de experiencias de sentido común
imprescindibles para la vida cotidiana. Se trata de una forma de conocimiento acumulativo que en la actualidad aumentó considerablemente debido a la divulgación científica operada a través
de los medios de comunicación (Romero y Pucciarelli, 1952:119).

Estos conocimientos vulgares no son buscados intencionalmente, ni se emplea método alguno para obtenerlos. Transmitidos de generación en generación, u obtenidos por ensayo, error y
supresión del error, carecen de rigor científico y se presentan agolpados formando un conjunto sin estructura, confuso y de contenido variable.

Se trata de un conocimiento compartido por todos los seres humanos, que se ha ido formando y acrecentado a lo largo del tiempo, y que todos recibimos como una parte significativa del
acervo cultural que hemos heredado. De esta forma los hombres y mujeres poseemos conocimientos muy útiles, pero no podemos dar cuenta de lo que sabemos. Así, muchos de nosotros
sabemos que una persona hipertensa no debe consumir sal pero no podemos explicar por qué.

Conocimiento filosófico:

El conocimiento filosófico es aquel que se persigue para responder a preguntas sobre la existencia y la estructura del universo. A través de éste conocimiento se persigue un saber totalizador de
todo cuanto existe, utilizando un método mediante la inteligencia humana.

La filosofía puede ser definida como el análisis racional del sentido de la existencia humana, tanto individual como colectiva, fundado en la comprensión del ser.

Conocimiento científico:

La ciencia es una modalidad del conocimiento metódicamente buscado que selecciona su objeto de estudio dentro de una parcela del universo y lo investiga racionalmente, reemplazando la
realidad profunda e incognoscible en su esencia, por una serie de conceptos sistemáticamente ordenados. (Romero y Pucciarelli, 1952:119).

El científico delimita su objeto de investigación, teniendo clara conciencia de sus fines y de los medios de que dispone para alcanzarlos, y realiza un proceso ordenado para lograr su
aprehensión.

El conocimiento científico tiene un carácter utilitario por dos aspectos: la predictibilidad que le permite anticipar el desarrollo de los fenómenos, por ejemplo predecir que si un cuerpo queda
sin sostén será atraído hacia la tierra; y la perfectibilidad que, mediante la revisión permanente de sus contenidos, tiende a constituirla lo más completa y perfecta posible.

La vocación contemplativa del científico es siempre menor que la del filósofo que busca el saber por el saber mismo. Sus descubrimientos tienen que tener utilidad, deben ser susceptibles de
producir algún provecho o beneficio para la vida humana.
Clasificación de las ciencias

Las ciencias pueden clasificarse de acuerdo al objeto de estudio en tres clases diferentes: formales, fácticas y del hombre.

Ciencias formales

Su objeto son entes mentales que no poseen existencia natural ni cultural, no están en la experiencia, no poseen sentido valioso, y con ellos sólo se puede operar racionalmente. El método
empleado por estas ciencias es el racional deductivo, el criterio de prueba es la ausencia de contradicción, y expresa sus descubrimientos mediante juicios analíticos que aportan mayor
conocimiento de los principios.

Así, la matemática estudia los números, la geometría el espacio y las figuras que se pueden formar a partir puntos, líneas, planos y volúmenes, y la lógica los modos y formas del razonamiento
humano, y todos ellos son objetos operables únicamente por la mente.

Ciencias fácticas

Su objeto son entes empíricos que poseen existencia natural, están en la experiencia, no poseen sentido valioso, y con ellos solo se puede operar experimentalmente. El método empleado por
estas ciencias es el hipotético deductivo, el criterio de prueba es la corroboración, y expresa sus descubrimientos mediante juicios sintéticos que aportan mayor conocimiento de la naturaleza.

Así, en biología, en física, o química el científico observa, experimenta y registra datos procurando ampliar la escala y formular inductivamente una generalización que, obviamente, jamás será
completa ni definitiva.

Ciencias del hombre



Su objeto son entes culturales creados por los seres humanos, están en la experiencia, poseen sentido valioso, y ellos solo pueden ser abordados mediante un procedimiento particular. El método
empleado por estas ciencias es el fenomenológico y hermenéutico, el criterio de prueba es la ausencia de contradicción en el proceso, y expresa sus descubrimientos en juicios descriptivos que
aportan profundidad en el conocimiento de todo lo humano.

Las ciencias humanas se basan en la reproducción de la experiencia vivida, donde el ser humano actúa como sujeto y objeto del conocimiento, capaz de comprender el sentido valioso e
interpretar el significado social de las creaciones humanas.
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El objeto del conocimiento de la ciencia del derecho

Todas las personas tienen alguna noticia, más o menos precisa, de que en el mundo en que viven hay: robos, homicidios, matrimonios, adopciones, divorcios, locaciones,
compraventas, sociedades comerciales, asociaciones, mutuales, cooperativas, leyes, decretos, reglamentos, abogados, fiscales, jueces, presidentes, gobernadores, diputados,
senadores, cárceles, policías, fuerzas armadas, etcétera.

Es obvio que esas cosas y un sinnúmero de otras similares pertenecen al ámbito de lo jurídico. Pero respecto de las múltiples y variadas manifestaciones jurídicas mencionadas
cabe preguntarse: ¿dónde radica lo “jurídico” en cada una de ellas?, o ¿qué es lo que lo que nos permite agruparlas bajo la denominación “jurídicas”? Esto nos conduce a un
interrogante aún mayor ¿qué clase de objeto es el que estudia la ciencia del derecho que se manifiesta por todas partes y que tan variadas y dispares formas presenta? (Recaséns
Siches, 1985:1).

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Recién nos preguntamos qué tienen en común los robos, homicidios, matrimonios, adopciones, divorcios, locaciones, compraventas, etcétera. Todos ellos son objetos culturales,
realizaciones humanas conforme a ciertos valores. Dicho en otras palabras creaciones de los hombres y mujeres actuando después de haber captado el mundo no como lo que
es, sino como lo que debe ser.

El objeto que estudia la ciencia del derecho reside en el ámbito de la vida de los seres humanos, la zona donde se localiza es la efectiva convivencia que se manifiesta como una
conducta compartida y, dado que los hechos sociales integran la categoría de aquello que hacen los hombres actuando según valoraciones, podemos concluir que se trata de un
ente u objeto cultural.

Estructura del fenómeno jurídico

Concepto de estructura
Estructura es una entidad compleja, con sentido, funcionamiento y fin específicos, cuyos elementos constitutivos son solidarios entre sí, de tal manera que no son
desintegrables, sino que están vinculados y subordinados a la existencia de la entidad de la que forman parte.

La relación de los miembros que la forman es una interrelación activa, por eso, en muchos casos, al modificar un componente se altera el conjunto. Su característica principal es
que como unidad, posee propiedades que no se encuentran en ninguno de sus elementos constitutivos, ni tampoco en la acumulación de ellos. De allí la afirmación “el todo es
más que la suma de sus partes”.

Así, la estructura de un cuaderno está compuesta por tres partes: las tapas, las hojas y el anillado. Ahora bien, imaginemos que el cuaderno ha sido desarmado y sus elementos

colocados unos sobre otros.

Rápidamente advertimos que ha desaparecido la estructura y con ella sus propiedades. Aunque permanecen sus partes, ya no existe el cuaderno como unidad ni tampoco sus

funciones propias, como ser mantener el orden y cuidado de las hojas. Existen infinidad de ejemplos de estructuras. Un organismo vivo, un edificio, una obra de arte, una

sinfonía, y hasta el mismo fenómeno jurídico, son algunas de las estructuras con las que diariamente nos encontramos.

Concepto de fenómeno
La palabra “fenómeno” proviene del griego ‘phainomenon’ y significa lo que se manifiesta, en general todo aquello que aparece ante los sentidos o se hace evidente ante la
conciencia humana. Apoyándose en estas pesquisas filológicas Heidegger definió el fenómeno como “lo que se hace patente por sí mismo” agregando que “Los fenómenos son
la totalidad de lo que está o puede ponerse a la luz” (1993:39; Ferrater Mora, 1999:1235).

Podemos afirmar que toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción constituye un fenómeno. Así, mientras la
caída de un cuerpo o la dilatación de un metal que se calienta son fenómenos físicos estudiados por una ciencia fáctica, un robo o una compraventa son fenómenos humanos
estudiados por una ciencia del hombre.

La experiencia como punto de partida


La experiencia es una forma de acceso al conocimiento que se da a partir del encuentro del ser humano con la realidad. A través de ella los hombres y mujeres toman contacto
con todo lo que constituye el mundo real en su concreción fenoménica. La experiencia de los jurídico vivenciada cotidianamente encierra un “sentido” que debe ser valorado y
un “significado" que requiere ser interpretado.

El punto de partida de nuestro estudio del derecho será la experiencia de nuestra vida cotidiana que, por desarrollarse en un ámbito social, se manifiesta siempre como un

fenómeno de convivencia.

Las diferentes situaciones que vivimos en nuestra vida cotidiana por ejemplo cuando viajamos en un transporte público, cuando realizamos la compra de algún producto, cuando

contratamos con una empresa de telefonía móvil, cuando asistimos a la consulta médica, o pagamos por un servicio público de luz o gas, cuando somos víctimas de un robo, etc.

tienen en común la existencia de conducta compartida. Se trata de fenómenos de conducta compartida.

El derecho es un fenómeno de coexistencia, una conducta compartida voluntaria o involuntariamente por dos o
más seres humanos.

1 El primer componente del fenómeno jurídico es la conducta compartida. Los protagonistas de esos fenómenos o los que presencian la conducta
compartida siempre se sienten de una manera positiva o negativa al vivenciar la justicia o injusticia de los hechos humanos.

2 El segundo componente del fenómeno jurídico es valor positivo o negativo como cualidad de la conducta compartida. El derecho es un fenómeno de
coexistencia, una conducta compartida voluntaria o involuntariamente por dos o más seres humanos. El primer componente del fenómeno jurídico es la
conducta compartida.
3 El tercer componente del fenómeno, son las normas que le adjudican el contenido jurídico, un significado describiendo a los sucesos como actos lícitos o
ilícitos.

De esta forma advertimos que el fenómeno jurídico es una estructura, o sea, un conjunto de partes solidarias entre sí –la conducta compartida, el valor positivo o negativo que la
acompaña siempre, y las normas que le atribuyen su significado lícito o ilícito–, componentes que en la realidad no son desintegrables, sino que están relacionadas y
subordinadas a la existencia de la entidad de la que forman parte –el fenómeno jurídico–.

Consideraciones integrales y parciales del fenómeno jurídico

Sin embargo, no todos los juristas reconocen los tres elementos del fenómeno como integrantes del derecho. Muchos toman en consideración uno o dos de esos componentes.
Tal el caso de Karl Olivecrona que reduce su consideración del derecho tan solo al aspecto sociológico –la conducta–; o la posición de Hans Kelsen que excluyó toda referencia
a la conducta y los valores para terminar afirmando que el derecho son únicamente las normas (1959; 1941).

Un ejemplo de consideración parcial lo encontramos también en Federico Carlos de Savigny. Este pensador distingue por un lado el derecho como “relación de persona a

persona” que “se revela por los acontecimientos de la vida real”, y por otro el derecho como “reglas que gobiernan las relaciones de derecho”. De esta forma, aunque

comprendió la complejidad del fenómeno jurídico, sólo tuvo conciencia clara de dos elementos: la conducta compartida y las normas (1878,I: 223,224; Cossio 1964:138,139).
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Algunas disciplinas que estudian el fenómeno jurídico


De la misma forma que los saberes de las otras ciencias se divulgan incorporándose al bagaje popular, los conocimientos jurídicos adquiridos mediante la experiencia personal o

difundidos por los medios de comunicación, acrecientan permanentemente la cantidad, aunque no necesariamente la calidad del conocimiento vulgar del derecho. Pero a

nosotros no nos interesa este saber jurídico asistemático sino el estudio científico de los fenómenos jurídicos.

Cuando una disciplina estudia metódicamente el fenómeno en su triple dimensión estamos en presencia de una forma de conocimiento de tipo jurídico, sin importar que esta

modalidad privilegie alguno de los elementos en detrimento de los otros. Las disciplinas jurídicas suelen dividirse en auxiliares y principales. Según el criterio dominante son

auxiliares la historia del derecho, la sociología jurídica y el derecho comparado, y son principales la filosofía jurídica, la teoría de los fundamentos del derecho y la ciencia

dogmática del derecho.

Historia del derecho

La historia del derecho es una rama especializada de la historia general que, tomando de ésta sus fines y métodos científicos, estudia el desarrollo y las transformaciones del
derecho en función de los factores reales -sociales, económicos y políticos-, y de las determinaciones ideales que han influido en él a través del tiempo.

Esta disciplina dirige su atención a lo individual e irrepetible, a lo que ha ocurrido una vez y no volverá a suceder. La historia del derecho indaga:

en las fuentes jurídicas, en las normas en su efectiva vigencia histórica; y,

en las fuentes extra jurídicas, en los documentos y demás elementos que dan cuenta de la vida, valores y normas de épocas pasadas, con el fin de descubrir las
aplicaciones de los cuerpos legales en un determinado momento del pasado.

Sociología jurídica
La sociología del derecho es la disciplina especializada de la sociología general que, asumiendo sus fines y empleando sus mismos métodos científicos, estudia cómo se forma y

transforma el derecho visto como hecho social o conducta compartida.

El derecho como realidad es el hecho social de la efectiva coexistencia humana, y como tal un fenómeno presente en todas las comunidades.

La sociología jurídica, denominada también derecho y sociedad, es una disciplina La sociología del derecho tiene por objeto las acciones de los hombres, estudia el
científica que enfoca su atención hacia el aspecto comunitario de la realidad comportamiento práctico de los seres humanos postergando los conocimientos jurídicos
jurídica, estudiando las relaciones de reciprocidad e influencia del derecho con meramente normativos, para utilizarlos cuando no fuese posible comprender la conducta
otros hechos o fenómenos sociales, como la política, la economía, o el lenguaje. humana de otra manera. La sociología jurídica es una disciplina descriptiva y no
normativa.

Derecho comparado

El derecho comparado tiene por objeto el conocimiento de los derechos de los diversos países utilizando como método para ese fin el cotejo de los distintos sistemas jurídicos
vigentes.

Mientras la historia del derecho estudia las transformaciones jurídicas en el tiempo, el derecho comparado sirve para ampliar la visión del jurista en el espacio.

Normalmente todo abogado se capacita en el estudio del derecho de su propio país, sin embargo, el conocimiento de ésta disciplina puede ser importante para facilitar la
comprensión del propio derecho, promover reformas legislativas, o adquirir los conocimientos imprescindibles para llevar adelante los complejos procesos de integración
regional.
Filosofía del derecho

La Filosofía del derecho aspira a un conocimiento absoluto de lo jurídico, rigurosamente universal y necesario, que sin apoyarse en ningún saber anterior sirva de fundamento a
todas las ciencias jurídicas particulares.

Las ciencias particulares del derecho –constitucional, civil, penal, comercial, procesal, administrativo, etcétera– se ocupan sólo de un aspecto o franja del mundo jurídico
limitado en el tiempo y en el espacio y tienen un punto de partida incontrovertible o dogmático, es decir, normativo. Pero, lo que para la ciencia jurídica es obvio, para la
Filosofía del derecho es un semillero de problemas. Lo que para la primera es un dato, lo convierte la segunda en su cuestión (Recaséns Siches, 1934:9).

La ciencia del derecho

Si bien el estudio de los temas de la filosofía del derecho se remonta a la antigüedad la configuración y desarrollo de la ciencia jurídica es reciente. Deslindar los temas de la

ciencia del derecho de los de la filosofía jurídica ha sido condición sine qua non para la constitución de la primera como actividad autónoma.

Mientras la Filosofía del derecho se ocupa de la determinación de la esencia de lo jurídico, de la especificación de sus modos de existencia y de su justificación o valoración, la
ciencia del derecho en cambio, orienta su conocimiento hacia una parcela determinada del universo: la conducta social de los seres humanos. Sin embargo, el conocimiento de
su objeto propio está condicionado por el peculiar método empleado por ésta ciencia, que conoce las conductas mediante las normas.

La tarea del jurista presenta dos facetas que se implican mutuamente: una es la de conocer las normas y se llama dogmática jurídica, y otra la de emplearlas para conocer
objetivamente una determinada realidad social denominada técnica jurisdiccional o doctrina de la aplicación del derecho (García Máynez, 1982:125).
Los fundamentos del derecho como una estructura paradigmática

Los fundamentos del derecho constituyen una construcción conceptual que, vinculada a la Esta construcción debe entenderse organizada como un sistema abierto capaz
filosofía del derecho, tiene por finalidad servir de basamento a todos los estudios jurídicos de acoger nuevos problemas y de adaptarse continuamente, donde la
posteriores. Pretende ser una estructura paradigmática que sirva como modelo para las disposición de sus diferentes partes, se encuentran en un orden en que todas
necesarias operaciones mentales que el estudiante deberá realizar en las siguientes ellas se sostienen mutuamente y donde las últimas se explican por las
asignaturas. primeras.

El eje de nuestra materia es el fenómeno jurídico, una totalidad estructural que se manifiesta como una vivencia a la vez personal y social, integrado por un sustrato real –la
conducta compartida–, que posee un sentido –un valor positivo o negativo–, y un significado que la integra y expresa objetivamente –la norma que lo califica como lícito o
ilícito–.

Para estudiarlo vamos a emplear un método que posee dos pasos: el análisis y la síntesis. El primero consiste en la operación intelectual que procede a considerar por separado
las partes del todo. Partiendo de una estructura real (el fenómeno jurídico) y para su mejor conocimiento, procederemos a descomponerla hasta llegar a sus elementos
fundamentales (conducta valor y norma), y una vez alcanzado ese objetivo podremos hacer una inspección de conjunto o síntesis del objeto antes sometido a análisis.

Conocimiento, es el resultado del ejercicio de una facultad del ser humano que le permite acceder y comprender la naturaleza, las cualidades y relaciones de las cosas a través de la razón; todo
ello para poder aprender, entender, razonar, y de esta manera formarse una idea de la realidad que le permita tomar decisiones.
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Cierre de la unidad

Bibliografía

GARCIA, R. G., Fundamentos del Derecho, Lectio, Buenos Aires, 2016.

DAVID, P., Criminología y sociedad, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2005.

COSSIO, C., La Teoría Egológica del Derecho, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1964.
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Introducción a la unidad

Uno de los elementos del fenómeno jurídico es la conducta compartida, es decir un comportamiento que involucra dos o más seres humanos. El ser humano durante mucho
tiempo fue considerado como “individuo”, una dualidad indivisible, es decir un dúo de partes imposible de dividir o separar conformado por el cuerpo y el alma o espíritu.

Para Herrera Figueroa, el hombre es una realidad compleja, ya que hombres y mujeres al nacer reciben una herencia biológica, (lo vital como sustrato) pero además un legado
de conocimientos que los convierte en seres sociales y racionales (lo cultural como complemento jerarquizaste).

Contenidos de la unidad

1 ¿Es el hombre un ser inacabado e imperfecto?

2 Estructura de la acción.

3 Conceptualización técnica y ética de la acción.

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¿Es el hombre un ser inacabado e imperfecto?

El ser humano como punto de partida

Uno de los elementos del fenómeno jurídico es la conducta compartida, es decir un comportamiento que involucra dos o más seres humanos. El ser humano durante mucho
tiempo fue considerado como “individuo”, una dualidad indivisible, es decir un dúo de partes imposible de dividir o separar conformado por el cuerpo y el alma o espíritu.

Para Herrera Figueroa, el hombre es una realidad compleja, ya que hombres y mujeres al nacer reciben una herencia biológica, (lo vital como sustrato) pero además un legado
de conocimientos que los convierte en seres sociales y racionales (lo cultural como complemento jerarquizaste).

Pero, no somos en el presente únicamente lo que filogenética y culturalmente hemos recibido del pasado, sino que, fundamentalmente, somos seres dinámicos que vivimos en la
pasión y el esfuerzo de realizarnos a nosotros mismos. Somos seres incompletos e inacabados, una oportunidad de llegar a ser en el futuro algo mejor de lo que somos (lo
espiritual valorativo como posibilidad trascendente).

Los adultos con frecuencia solemos preguntar a las criaturas ‘¿qué vas a ser cuando seas grande?’ Esta pregunta nos descubre la realidad del niño, que es también nuestra propia

realidad y modo de ser. Ocurre que al nacer recibimos, por una parte, la herencia biológica que nos ubicó como parte del reino animal (lo vital endotímico como fondo o

asiento) y, por otra, el legado cultural que nos instituyó como seres sociales y racionales (lo teorético cognoscitivo como nivel jerarquizante).
Pero no somos únicamente lo que filogenética y culturalmente hemos recibido, sino que, fundamentalmente, somos seres dinámicos que vivimos en la pasión y el esfuerzo de la
tarea de realizarnos a nosotros mismos.

Los adultos, al igual que los niños, somos seres incompletos, inacabados, somos una mera posibilidad de ser algo valioso (lo espiritual valorativo como nivel trascendente). De
esta forma, venciendo múltiples manifestaciones del prejuicio dicotomista, el ser humano se constituye en una “trialidad” inseparable que no debe ser ser abordada desde la
parcialidad. Una realidad primordial formada por: lo vital, que abarca todo lo orgánico y psicológico genéticamente heredado de nuestros ancestros; lo cultural, que comprende
el legado de conocimientos que recibimos de nuestra sociedad; y lo espiritual valorativo, que a partir de lo recibido del pasado –lo vital y lo cultural–, nos permite valorar y
decidir lo que queremos ser en el futuro.

El ser humano y su libertad vital

La existencia se le impone al hombre como la búsqueda de su propio ser. Desde los impulsos mundanos hacia el placer y el bienestar inmediatos, hasta los más elevados hacia la
trascendencia, todas las actitudes concretas del hombre se encaminan a la búsqueda de un estado, una condición o modo de ser. En todos los casos procura lograr la satisfacción
y estabilidad que le faltan, intenta de distintos modos, llegar a ser, lo que sólo podrá lograr si realiza integralmente su naturaleza, a la vez, finita y trascendente (Abbagnano,
1964).

Recuerdo haber visto un póster que reproducía la foto de un simpático orangután que reticular desplegada entre su boca y sus dedos, debajo de la imagen una inscripción
intentaba ingerir una goma de mascar, mientras miraba preocupado la pegajosa decía “lo único que lamento ... es haber llegado al mundo sin un manual de
estructura instrucciones”.

¿Por qué será que nosotros frente a las urgencias de la vida también nos lamentamos de lo mismo?

Ocurre que la vida no le es dada al hombre como algo ‘hecho’ y regalado, sino que, al acontecerle y descubrir que vive, lo único que le habrá sucedido y descubierto, será que
no tiene más remedio que hacer algo para no dejar de vivir. El ser humano asume entonces la difícil tarea de hacer su propia vida. Pero pronto advierte que, no sólo tiene que
hacerse a sí mismo, sino que previamente tiene que preocuparse en decidir lo que va a ser, en programar su vida. Recién entonces la existencia se torna para él un quehacer que
lo ocupa en la tarea de proyectarse conforme a su autodecisión previa (Ortega, 1971:41).

Ortega y Gasset realizó un prolijo análisis de la vida que, como paradójica realidad primordial, consiste en ser lo que aún no es, en comenzar por ser futuro. Para comprender
esta insólita afirmación nada mejor que proseguir nuestro análisis refiriéndolo a la experiencia de nuestra propia vida. Esta se encuentra anclada en el momento presente, pero
¿qué es mi vida en este instante? No es escribir lo que estoy escribiendo; ni mover los dedos sobre el teclado; todo eso es mecánico, está fuera de mi vida, pertenece a lo que el
filósofo denominaba el ser cósmico (1984:211).
Por el contrario, mi vida en este instante es estar pensando lo que voy a escribir, de esta forma me estoy anticipando, me estoy proyectando hacia el futuro. Pero para escribir

necesito ciertos medios, en este caso palabras que me proporciona mi pasado. Mi futuro me hace revivir el pasado permitiéndome encontrar en él los medios para poder

realizarlo.

El ser humano vive en el presente mientras avanza hacia el futuro apoyado en el pasado que le provee de los medios que necesita para poder hacer su vida. Lo decisivo para los
hombres y mujeres no es, entonces, la suma de lo que ha sido, sino todo aquello que anhela ser, el deseo, el afán, la ilusión. Nuestra vida es en esencia futuridad.

La libertad y responsabilidad humana

El ser humano por ser inacabado e imperfecto debe construir su propia vida, y ello implica que en todo momento debe decidir qué hacer en el futuro.

El futuro, se presenta como un repertorio limitado de posibilidades alternativas, entre las cuales deberá decidirse por realizar una. Pero esta libertad de elección no es absoluta porque ello
importaría el indeterminismo absoluto.

Tampoco se presenta como una sola alternativa, lo que importaría que nos encontramos predestinados por un designio divino o por la naturaleza, y por lo tanto que existe un “determinismo
absoluto”, que nos fuerza a seguir un camino en particular.

La libertad es para el ser humano esa relación con el futuro por la cual éste se le ofrece como un repertorio de posibilidades, contingentes cada una de ellas, pero alguna o algunas necesarias
para seguir viviendo (Cossío, 1964:690; Vilanova, 1975: 17 y 18).
Sin embargo, pronto advertimos que no sólo tenemos que hacernos a nosotros mismos, sino que previamente debemos hacernos cargo de decidir lo que vamos a ser, de programar nuestras
vidas. Recién entonces la existencia se torna para nosotros un quehacer que nos ocupa, la tarea de proyectarnos conforme a nuestra programación previa.

Debemos esforzarnos en construir nuestras propias vidas, reconociendo y aceptando nuestras limitaciones. Los hombres y mujeres somos seres libres y responsables.

La libertad es condición necesaria de la responsabilidad, de tal manera que, si no pudiéramos valorar, elegir y realizar libremente un acto no seríamos jurídicamente responsables de sus
consecuencias. Así, la persona declarada incapaz por causa de una enfermedad mental no es responsable porque su acción no es el resultado de una decisión libre, sino tan solo el síntoma de su
enfermedad.

La elección y realización de una de las múltiples posibilidades que tenemos en la vida conlleva la obligación de hacernos cargo de nuestro proceder mostrando de manera convincente su
sentido de justicia y su significado lícito.

Conducta y acción

El ser humano se manifiesta a través de comportamientos que despliega durante su vida decididos de manera consciente y deliberada, y en otros casos inconsciente resultado de
una preferencia instintiva.

Cuando el comportamiento es consciente se denomina “conducta”. Este comportamiento consciente hace del hombre un artífice de su propia existencia. Vivir no es, por así
decirlo, hacer cualquier cosa mientras uno se haga a sí mismo, porque uno no se hace a sí mismo haciendo cualquier cosa, sino realizando justamente lo que se debe hacer. Por
eso Jaspers afirmaba que:

“El hombre experimenta su propio ser como un deber” (1949).

Cada instante de nuestras vidas, posee un repertorio limitado de posibilidades contenidas en el futuro de la situación. Estas posibilidades constituyen la libertad metafísica de la
voluntad en cuanto poder hacer o no hacer algo. Se trata de una experiencia de libertad donde la creación de algo original y valioso emerge a cada instante como una necesidad.
La libertad consiste en imaginar el futuro como posibilidades y en la necesidad de valorar y elegir una como propósito para hacerla realidad (Cossío, 1964:51, 313 y 496;
Herrera Figueroa, 1997:83).

La libertad metafísica de la voluntad por sí sola, como mero pensamiento que imagina un futuro posible, no llega a ser conducta. Para que podamos hablar de conducta no
alcanza con que el ser humano voluntariamente valore y elija una posibilidad, es necesario además el tránsito de lo posible a lo real mediante una ocupación eficiente, es preciso
que emplee los medios más idóneos para alcanzar el fin programado. De esta forma la posibilidad consciente y libremente elegida se manifiesta como un fenómeno. La
conducta es libertad metafísica fenomenalizada.
El ser humano está siempre construyendo su propia vida lo que se manifiesta constantemente en su conducta. Esta se nos presenta como una realidad biográfica compleja que se

desarrolla ininterrumpidamente hasta su muerte, una totalidad que solo puede ser abordada parcialmente.

Ese mínimo tramo de conducta que le interesa a la ciencia del derecho se denomina acción o acto. Para poder acotar en el continuo de la vida un segmento de conducta es

necesario que tenga un sentido unitario (valioso o disvalioso) y un significado normativo (lícito o ilícito). La acción es un mínimo tramo de conducta con sentido unitario y un

significado jurídico.
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Estructura de la acción

Elementos de la acción

Todo tramo de conducta consciente con sentido unitario y significado jurídico puede ser sometido a una consideración puramente causal, y así podríamos explicar cualquier acto
humano como efecto de alguna causa sociológica o psicológica. Pero el proceder de un ser humano no es simplemente el efecto de una causa, sino el resultado de una decisión
libre, a partir de una opción que, fundada en una preferencia valorativa, supera el mero instinto.

El jurista italiano Giorgio Del Vecchio fue el primero en investigar “¿en qué consiste un acto?”, y concluyó que “es un hecho de naturaleza que al mismo tiempo es también un
hecho de voluntad; es decir, un fenómeno atribuido a un sujeto”. De esta forma disipó la idea de que pudiera haber acciones puramente internas por falta de componente físico,
o de que pudiera haber acciones totalmente externas por falta de componente psíquico. Los dos elementos que componen la estructura de la acción son esenciales, simultáneos y
están íntimamente compenetrados (1959:312; Cossío, 1964:288; Guarneri, 1952:115).

En toda acción cabe distinguir dos elementos inseparables:

uno interno o psíquico (la volición) una decisión de voluntad que involucra los contenidos emocional e intelectual con que se proyecta nuestra consciencia;

otro externo o físico (el suceso) la actividad espacio temporal de nuestro cuerpo como realidad extrínseca perteneciente al mundo natural (Recaséns Siches, 1929:198).

La acción, aunque esté sometida a las leyes naturales, es sin embargo una actividad consciente. Así, frente al impulso del animal que hace lo que siente, encontramos la
deliberación humana como proceso psicológico por el que la voluntad reflexiona antes de proponerse un fin y decidirse a obrar. La deliberación es la aptitud del sujeto para
discernir, después de un período de examen, el pro y contra de cualquier acto antes de elegirlo, proponérselo, y realizarlo.
El ser humano se diferencia de las bestias porque, habiendo recibido un legado cultural, puede dirigir sus acciones. Los hombres y mujeres no debemos ser arrastrados por

nuestras tendencias naturales, sino que, a diferencia del animal, tenemos que actuar de manera premeditada valorando las posibilidades. Resulta evidente que no se puede

considerar de igual manera el comportamiento de un animal macho que por instinto copula con la hembra, que el acto de un hombre que viola a una mujer.

En el ámbito social toda acción que se interfiera con el comportamiento ajeno posee algún valor positivo o negativo, es calificada por las normas como lícita o ilícita, y puede
ser antecedente de consecuencias jurídicas. El agente debe tener consciencia de sus actos, aunque sea una mínima comprensión del valor, del significado normativo, y de las
derivaciones jurídicas de su proceder.

De los ejemplos anteriores, el primero es un hecho natural neutro al valor al que ninguna norma asigna significado ni efectos jurídicos; mientras que el segundo es un acto
deliberado, por el cual un hombre restringe la libertad sexual de una mujer, sabiendo o debiendo saber que su proceder es injusto, un delito al que las normas imputan como
consecuencia una sanción penal.

Puede ocurrir que un ser humano se proponga realizar un acto, pero, por circunstancias ajenas a su voluntad, arribe a un resultado no previsto. Así, si alguien se propuso ir a
pescar, salió en su auto velozmente en dirección al río y en el recorrido atropella a una persona. Resulta evidente que su fin era ir a pescar y no arrollar a alguien. En este caso
¿puede imputársele consecuencias jurídicas a un acto que no fue intencionado?

Aunque pudiera pensarse que el criterio de imputación de las consecuencias es la previsión realizada, como posibilidad de anticipar los efectos normales que pueden derivarse
del acto, en realidad es la previsibilidad que le permite al agente, empleando una adecuada diligencia y conocimiento de la realidad, prever las consecuencias que se apartan de
las previsiones más comunes.

Así, el conductor de nuestro ejemplo debió tener consciencia de que conducir velozmente puede producir como efecto tanto el llegar rápido a destino –fin previsto–, como el
atropellar a alguien –fin no previsto pero previsible–. La acción posee una estructura finalista que se presenta mucho más compleja que la relación de causalidad. Mientras esta
última es simplemente la vinculación de dos fenómenos, uno de los cuales llamado causa, determina la producción de otro denominado efecto, el proceder humano está
integrado por tres momentos sucesivos (Aftalión, 1980:117; Recaséns Siches, 1985:19; García Máynez, 1982:12).
El ser humano:

1. valora las distintas situaciones de futuro y prefiere la mejor, se trata del discernimiento que le permite al sujeto distinguir entre diversas posibilidades aquella que más le conviene;

2. elige la mejor y se la propone como fin, que es la intención o decisión de la voluntad que se propone alcanzar su objetivo; y

3. obra empleando los medios más idóneos para alcanzar el fin, que implica la libertad del agente de llevar a cabo la acción sin que nadie se lo impida.

Acciones por comisión y acciones por omisión

El hombre siempre hace algo, no tiene otra alternativa que la de hacer su propia vida desarrollando alguna acción. Por eso su inacción se define por la omisión deliberada de
actividad, pero jamás por la ausencia total de conducta. Las acciones pueden ser por comisión realizando voluntariamente un acto, o por omisión absteniéndose deliberadamente
de actuar.

La palabra acción parece aludir únicamente a la ejecución de algún comportamiento, sin embargo, involucra también la posibilidad de que el ser humano asuma una inactividad.
En ambos casos siempre se hace algo ya que la vida no deja de transcurrir y la acción no es más que el modo de presentarse la conducta en cada uno de los momentos de su
totalidad sucesiva (Cossío, 1964:288, 699, 702).

Los seres humanos, siempre rodeados de otros seres y cosas, sentimos, pensamos, queremos y creamos nuestra propia vida. Los hombres y mujeres siempre hacemos algo y
siempre haremos algo, ya que no podemos dejar de hacer, pues incluso nuestras omisiones constituyen también una ocupación. Forzados a obrar padecemos la acción ante la
que no solo nos vemos obligados y necesitados, sino también comprometidos y responsabilizados (Fatone, 1969:300).

Así, el individuo que falsifica billetes realiza una actividad ilícita, comete un delito y podrá ser juzgado, responsabilizado y sancionado penalmente por su proceder (art. 82 del
Código penal). En cambio, el padre que no cumple con la cuota alimentaria que debe abonar a sus hijos, incurre en una inactividad ilícita que constituye simultáneamente un
delito penal y una transgresión civil por omisión de lo debido, y podrá ser juzgado, responsabilizado y sancionado criminal y civilmente (art. 537 del Código civil y comercial y
art. 1° de la ley 13.944).

El conocimiento de la acción
La acción es un hecho de la naturaleza que al mismo tiempo es también un hecho de voluntad y, por eso, para lograr su cabal conocimiento debemos emplear un método

complejo fenomenológico y hermenéutico. Como hecho natural debe ser explicada (aspecto fenomenológico), en tanto que como hecho volitivo deberá ser comprendido su

sentido valioso o disvalioso, e interpretado su significado lícito o ilícito (aspecto hermenéutico), pudiendo incluso predecirse sus consecuencias jurídicas.

Siguiendo a Herrera Figueroa trataremos de deshacer la dicotomía entre explicación y comprensión dentro del cuadro de gnoseológico, en el cual ambas son momentos relativos
en el proceso de conocimiento de la acción. No basta con explicar causalmente su fenomenalización, tampoco alcanza con comprender subjetivamente el intrínseco valor que le
da sentido como libertad metafísica, sino que será necesario interpretar objetivamente su significado jurídico.

“En síntesis, -dice Mario Coscio- toda conducta debe ser explicada por la génesis disposicional, comprendida en
función del sentido de la misma e interpretada por su significado sociopersonalitario” (1995:189).

Retomando el ejemplo del padre que no abona la cuota alimentaria que debe a sus hijos, un abogado lo primero que hará es tomar conocimiento explicativo de cómo se
produjeron los hechos, comprenderá el valor que le da sentido unitario al obrar de esa persona y, recién entonces, empleando las normas interpretará objetivamente la omisión
como presunto delito de incumplimiento de los deberes de asistencia familiar. Eventualmente, también predecirá la sanción que se le debería aplicar al presunto transgresor.

Para el cabal conocimiento jurídico de la acción debemos realizar las siguientes tareas:

A)
Explicar causalmente la acción como manifestación fenoménica, lo que significa conocerla como fenómeno natural que puede ser explicado en función de sus causas, tanto en su aspecto
interno como externo. Desde esta perspectiva todas las acciones humanas son simplemente efecto de una causa. Pero reducir el conocimiento de la acción es una explicación causal resulta
insuficiente e implica asumir una posición determinista que disuelve toda responsabilidad.

B)

Comprender el intrínseco valor de la acción es descubrir el sentido de la justicia o injusticia que le da unidad al hecho y lo transforma en una acción relevante para la ciencia del derecho. Cada
proceder humano posee su propio sentido que puede legitimarlo por su valor positivo, o descalificarlo por su valor negativo. Intuir emocionalmente ese valor nos permite acotar de la vida
biográfica, como devenir existencial del agente, un acto jurídico.

C)

Interpretar el significado jurídico de la acción es adjudicarle el carácter lícito o ilícito que las normas le atribuyen. Independientemente de nuestra opinión subjetiva, los actos humanos poseen
siempre un significado social asignado por las normas jurídicas. De esta forma, las normas espontáneamente introducidas o deliberadamente creadas por la comunidad, son los instrumentos
imprescindibles para alcanzar el conocimiento jurídico de cualquier acto.

D)

Predecir las consecuencias jurídicas de la acción significa poder vaticinar los efectos normativos del proceder del agente. Atendiendo a las repercusiones que tienen para ese sujeto, las
consecuencias jurídicas pueden ser favorables o desfavorables. Así, mientras las normas promocionales asignan un premio a quienes realicen la acción que prevén, el resto de las normas
imputan una sanción a los que transgreden sus prescripciones.

Lo primero que se pregunta un juez, un fiscal, o un defensor es qué pasó, cómo ocurrieron los hechos que constituyen el sustrato del caso que debe resolver. Si se le dificulta ese
conocimiento acude a los peritos para que, a partir del conocimiento de otras ciencias, le den una explicación causal de lo ocurrido. Luego van a intuir el valor que le da sentido
a ese acto y, recién entonces, podrán interpretar los hechos como lícitos o ilícitos, y predecir las consecuencias favorables o desfavorables que las normas les imputan.

Para concluir recordemos las enseñanzas de Herrera Figueroa quien sostuvo que “Al comportamiento humano jurídico suele negársele cientificidad en base a ciertos indudables
componentes irracionales y, a la falsa equivalencia del dúo explicación-predicción del que queda extrañada la comprensión. La conducta puede explicarse y también
comprenderse, e inclusive aunque (de manera) no matemáticamente exacta, predecirse. El mensaje que la Ciencia jurídica ensaya permanentemente, es el de practicar
predicciones sobre basamentos explicativos y comprensivos asistidos por disciplinas auxiliadoras de lo específicamente jurídico...” (1991,52).
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Conceptualización técnica y ética de la acción

Conceptualizar una acción es elaborar un pensamiento que la describa. Esta tarea no presenta mayores
dificultades cuando se trata de describir un tramo de conducta del pasado. En este caso estamos fuera del
ámbito de la libertad y basta con una narración descriptiva de lo sucedido.

Por ejemplo, podemos relatar lo ocurrido diciendo “José de San Martín cruzó la Cordillera de los Andes” y, con este breve concepto
conceptualizamos el acto realizado.

La tarea se complica si lo que queremos describir es la conducta humana como experiencia de libertad. En este caso no alcanza con hacer una reseña minuciosa de las distintas
posibilidades, porque lo que caracteriza a la conducta es que a cada instante se presentan nuevas alternativas. Aunque resulte forzosa la elección de una posibilidad y la
exclusión del resto, esta decisión abre imediatamente otro repertorio de opciones.

Cabe preguntarse entonces: ¿cómo describir la conducta humana que todavía no ha sido vivida?; ¿cómo mencionar lo que no es más que el porvenir de alguien?; o, por fin,
¿cómo formular un concepto capaz de aludir a la libertad que se nos presenta como un repertorio de posibilidades contingentes?

La conducta aún no fenomenalizada no es nada más que una programación y no puede ser pensada como algo que existe en el presente, sino solo como aquello que deber ser en
el futuro. Solo un pensamiento que aluda a ella proyectivamente podrá describir un proceder que constituye tan solo un devenir. A la libertad metafísica que es un puro deber ser
existencial, solo le resulta adecuado como concepto descriptivo una norma que exprese lo que debe ser (Cossio, 1964:53, 185, 280, 479, 501, 704).

La acción es una totalidad de momentos integrados y articulados en los que el sujeto valora diversas situaciones de futuro, prefiere la que considera mejor, la elige, se la propone
como fin, y la realiza empleando los medios más idóneos. Sobre este proceder podemos formular dos tipos de conceptualizaciones o descripciones normativas: una técnica de
carácter retroyectivo, y la otra ética de tipo proyectivo (Cossío, 1964:658; Aftalión-Vilanova, 1992:420).

Las especies de la ética

A diferencia de los animales que están determinados a actuar por los instintos, el ser humano, en tanto que posee un sustrato orgánico y psicológico genéticamente heredado, no
puede esquivar las situaciones, pero ni su cuerpo ni su mente le indiquen ineludiblemente que acciones realizar. Forzado a vivir, tiene que actuar y para ello debe, previamente,
elegir qué hacer y cómo hacerlo. Su existencia es una constante elección, y es en ella donde hunde sus raíces el problema ético.
La ética investiga los problemas de la conducta, se refiere a qué debe hacer de su vida el ser humano, cómo tiene que comportarse, cuál ha de ser el comportamiento adecuado

para consigo mismo y con relación a los demás. La cuestión de la elección de la conducta constituye el objeto de esta parte de la filosofía. La ética comprende dos especies: la

moral y el derecho. Ambas disciplinas son normativas y se refieren a las acciones humanas valiosas o disvaliosas.

Solo empleando las normas para interpretar un tramo de conducta podemos interpretar su significado ético como moral o inmoral, o como lícito o ilícito.

Distinción entre moral y derecho

A) Evolución de la distinción entre moral y derecho

1
Sabemos hoy que moral y derecho son dos especies originarias y de igual rango, como lo comprueba la circunstancia de que todo tramo de conducta se ofrece a la percepción

moral y, al mismo tiempo, toda ella se ofrece también a la aprehensión jurídica. Estas formas de abordar la realidad humana son recíprocamente independientes frente a la mera

presencia de una acción como objeto común.

Así, el robo es condenado tanto por la moral como por el derecho, en forma totalmente independiente, mediante normas que se constituyen sin tomar nada prestado entre sí y sin
apoyar sus estructuras fuera de su propia razón de ser (Cossío, 1964:301). La independencia del derecho frente a la moral, sin embargo, se alcanzó después de un largo proceso.

En los pueblos arcaicos esta distinción no existía y las disciplinas normativas (religión, moral y derecho) no estaban diferenciadas. En Roma teóricamente se las confundió,
Ulpiano formuló los tres principios del derecho “vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo” (D. 1,1,1,10) donde vivir honestamente es claramente un
precepto moral en tanto que los otros dos son jurídicos. Pero en la práctica los jurisconsultos supieron discernir claramente los límites del derecho y la moral. Así Paulo
magistralmente resumió que “No todo lo que es lícito es honesto” (D. 50,17,144, pr.).

Resulta interesante recordar cómo fue la evolución de la distinción. En la antigüedad Resulta interesante recordar la encendida defensa que pronuncio M. Catón en el
romana un cuerpo sacerdotal con conocimientos científicos llamado Colegio de los Senado Romano a favor de los rodienses. En esa oportunidad dijo: “no solamente
Pontífices (colegio porque tenía varios miembros y pontífices porque montaban y no han hecho la guerra al pueblo romano, sino que ni siquiera han tenido
desmontaban el puente sobre el río Tíber, lo que poseía una connotación estratégica y intención de hacerla; en tanto muestra que la acción de la justicia solamente
religiosa), vigilaba el culto público y privado, confeccionaba el calendario fijando los días puede caer sobre las acciones, y que no se tiene derecho para perseguir deseos,
fastos y nefastos, hábiles e inhábiles para litigar, e interpretaba las costumbres de los simples pensamientos que escapan a las leyes y a los castigos...” (Aulo Gelio,
antepasados –‘mores maiorum’–, distinguiendo por primera vez, el ius del fas, lo humano 1959:103). Este fue el criterio claramente expresado por Ulpiano al afirmar
de lo divino (D. 1, 2, 6, 6; Tito Livio 9 ,46, 4; García Bazán, 2000:46). “Nadie sufre pena por su pensamiento” (D. 48,19,18).

En época de la República los magistrados heredaron las funciones del rey y, mientras al pretor tuvo la iurisdictio, facultad de decir el derecho, al censor le cupo la cura mores, el
cuidado de las buenas costumbres morales. De esta manera se separaron definitivamente la moral y del derecho.

Tiempo después el cristianismo, a partir de la formula evangélica “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” estableció su propio punto de vista sobre el tema

(Mateo 22,21; Lucas, 20,25). La moral pertenecía a Dios y lo jurídico al Estado y, como éste no procedía de acuerdo con la moral cristiana, el derecho creado por los poderes

seculares resultaba extraño a ella. Esto ocurrió en tiempos del Imperio cuando todavía los emperadores gozaban de un poder superior al de los papas. Pero en la Edad Media el

criterio varió cuando del cesaropapismo se pasó al papacesarismo, y los poderes seculares quedaron subordinados a los de la Iglesia, estableciéndose una subordinación del

derecho a la moral religiosa.

Durante toda la Edad Moderna los monarcas absolutos ejercieron un poder ilimitado y muchas veces despótico que frecuentemente violaba los derechos fundamentales de los
hombres. Tratando de evitar estos abusos, filósofos como Cristián Tomasio e Immanuel Kant intentaron hacer una distinción sistemática entre moral y derecho, como una forma
de limitar los poderes del Estado frente a los derechos de los súbditos.

Tomasio sostuvo que la moral tiene por principio lo honesto y el derecho lo justo, que aquella sólo se refiere al fuero interno, y que éste versa exclusivamente sobre lo externo.
De ello se deduce que la moral tiene por fin la paz interior y el perfeccionamiento personal y, en consecuencia, no es coercible, mientras que el derecho atiende a la coexistencia
social, y por eso es coercible. De esta forma al Estado ya no le es permitido inmiscuirse en el ámbito de la conciencia de los súbditos, el fuero interno de las personas le es
totalmente ajeno. Su pensamiento puede resumirse en dos máximas: una moral “hazte a ti mismo aquello que querrías que los demás se hiciesen a sí mismos” y, otra jurídica
“no hagas a los demás aquello que no quisieses que te fuese hecho” (Del Vecchio, 1946:104).
4

Kant distinguió la moral del derecho fundándose en los motivos del obrar y en las exteriorizaciones físicas Como ya explicamos todo tramo de conducta es una estructura
del obrar, denominando a las primeras acciones internas y las segundas acciones externas. La moral se unitaria que involucra los aspectos psíquico y físico, y tanto la
refiere a las razones del obrar; el derecho considera sólo el aspecto externo de los actos, su conformidad moral como el derecho intentan aprehenderla independientemente
con la ley prescindiendo de los motivos que los determinaron. Su pensamiento se puede resumir en dos y en su totalidad.
principios: uno moral “procede siempre de tal modo que la máxima de tu acción pueda valer en todo
tiempo como principio de legislación universal”, y otro jurídico “procede exteriormente de tal modo que
Savigny también escindió la moral del derecho: “Para que los
el libre uso de tu arbitrio pueda coexistir con el arbitrio de los demás, según una ley universal de
seres libres, ... , puedan ayudarse mutuamente y no estorbarse
libertad”(Kant, 1978; Del Vecchio, 1946:119; Aftalión-Vilanova; 1992: 433).
nunca el desarrollo de una actividad, es necesario que una línea
invisible de separación determine los límites dentro de los cuales
Si bien la distinción entre moral y derecho que hicieron Tomasio y Kant significó un importante aporte a el desenvolvimiento paralelo de los individuos encuentre
la filosofía del derecho adolece de algunas fallas. Ni la moral se limita únicamente a considerar el aspecto seguridad e independencia: ahora bien, la regla que fija estos
interno de la conducta, ni el derecho se circunscribe solamente a examinar su apariencia externa. límites y garantiza esta libertad se llama derecho; y aquí se revela
el carácter que relaciona y distingue el derecho de la moral.

Sirve el derecho a la moral, no cumpliendo directamente sus


preceptos, sino asegurando al individuo el ejercicio de su libre
arbitrio; el derecho tiene su existencia propia, y aunque en ciertos
casos el ejercicio de un derecho particular presenta un carácter de
inmoralidad aparente, no implica esto contradicción alguna”
(Savigny, 1878, I:223).

B) Distinción moderna entre moral y derecho


Esta distinción moderna entre moral y derecho fue realizada por Giorgio Del Vecchio en su libro El concepto de derecho del año 1906, la que fue posteriormente reproducida en

su Filosofía del derecho. A pesar de la importancia de su descubrimiento, este autor no le sacó gran provecho y su obra terminó circunscribiéndose a un racionalismo dogmático

de corte tradicional. Recién a mediados del siglo XX el iusfilósofo argentino Carlos Cossio le asignó ese hallazgo un lugar prioritario en su Teoría egológica del derecho.

Para Del Vecchio el punto de partida en la distinción entre moral y derecho lo constituye el hecho de que todas las acciones son susceptibles de ser consideradas en su relación,
parangón o interferencia con otras acciones humanas (Cossio, 1964:296; Aftalión y Vilanova, 1992:427). Esta confrontación se puede manifestar de dos maneras.

Con relación a otras acciones del mismo sujeto, aquellas que pudo realizar en vez de la que ejecutó, en este caso la interferencia es subjetiva, la correlación se establece entre el
hacer y el omitir de un mismo sujeto, estamos en el ámbito de la moral. De esta forma al accionar del agente se le contrapone la omisión de otros actos que el mismo sujeto
pudo haber realizado en lugar del que llevó a cabo. Toda persona en un momento determinado de su vida es libre de preferir y elegir entre varias acciones posibles una
determinada. De todos estos actos factibles cabe afirmar que se interfieren en el campo subjetivo de la consciencia del sujeto hasta que éste valora, prefiere, elige y la realiza
uno de ellos excluyendo a las demás posibilidades. La moral se define como conducta en interferencia subjetiva.

El ser humano es inacabado e imperfecto, por lo cual necesita construir su propia vida y por ello se ve forzado a decidir en todo momento lo que va a ser. El futuro no tiene
una configuración precisa, sino que se le presenta como un repertorio limitado de posibilidades alternativas entre las cuales decidirse por realizar una.
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Cierre de la unidad

Bibliografía

GARCIA, R. G., Fundamentos del Derecho, Lectio, Buenos Aires, 2016.

DAVID, P., Criminología y sociedad, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2005.

COSSIO, C., La Teoría Egológica del Derecho, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1964.
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Introducción a la unidad

Los valores están presentes en la vida humana. Los hombres y las mujeres advirtieron valores positivos como el bien, la justicia, la belleza, la verdad, la utilidad, la ganancia, o
la fortaleza, y negativos como el mal, la injusticia, la fealdad, la falsedad, la inutilidad, la pérdida, o la debilidad.

Podemos advertir fácilmente su presencia si pensamos en los reclamos de justicia que vemos en los medios de comunicación, las frases de admiración de algunas personas
frente a una obra de arte, cuando se defiende la verdad de un descubrimiento científico, cuando se muestra la utilidad de un invento, la satisfacción por las ganancias obtenidas,
u ostentaciones de fortaleza física.

Contenidos de la unidad

1 ¿Cuál es el objeto de la valoración jurídica?

2 Caracteres de los valores.

3 Tres propuestas de axiología jurídica.

4 Constelación de valores de Miguel Herrera Figueroa.

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Te invitamos a recorrer el contenido de la unidad.

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¿Cuál es el objeto de la valoración jurídica?

Presencia de los valores en la vida cotidiana

Los valores están presentes en la vida humana. Los hombres y las mujeres advirtieron valores positivos como el bien, la justicia, la belleza, la verdad, la utilidad, la ganancia, o
la fortaleza, y negativos como el mal, la injusticia, la fealdad, la falsedad, la inutilidad, la pérdida, o la debilidad.

Podemos advertir fácilmente su presencia si pensamos en los reclamos de justicia que vemos en los medios de comunicación, las frases de admiración de algunas personas
frente a una obra de arte, cuando se defiende la verdad de un descubrimiento científico, cuando se muestra la utilidad de un invento, la satisfacción por las ganancias obtenidas,
u ostentaciones de fortaleza física.

¿Qué es la libertad?

A continuación, te invitamos a revisar el siguiente recurso que nos habla sobre el concepto de libertad.

¿Qué es la libertad? (sencillo) Filosofía en 3 minutos.

Los valores aparecen a cada instante en nuestras vidas, y cada actividad humana tiene su propio y específico valor que la orienta. Por ejemplo el político debe procurar el bien
común, el jurista la justicia, el artista la belleza, el investigador el conocimiento de la verdad, el técnico la utilidad, el comerciante las ganancias, y el deportista la fortaleza
física.
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Ello no impide que algunos se malogren en sus vocaciones realizando algún valor inferior, o incluso el contravalor de lo debido. Así, hay gobernantes que hacen el mal a sus
pueblos, jueces injustos al resolver los casos, y científicos que ocultan la verdad de sus descubrimientos.

Los seres humanos no siempre fueron capaces de advertir la presencia de todos los valores y de sentir la necesidad de su realización. Pero la humanidad evolucionó
desarrollando nuevas formas de convivencia más protectoras y los seres humanos sintieron cada vez más la urgente necesidad de realizar valores más importantes, como la
belleza, la justicia y el bien.

El progreso valorativo no se ha dado de manera continua, y en los últimos tiempos, la difusión del capitalismo a nivel global, que encuentra su razón de ser en el mercado, ha
empleado todos los medios para tergiversar en su beneficio la jerarquía de los valores humanos, y las ganancias que son valores del comercio, han sido priorizadas en perjuicio
de valores éticos de mayor rango como el bien, la justicia y la belleza.

El problema axiológico

Se denomina “axiología” o “teoría de los valores”, a aquella parte de la filosofía que se dedica al estudio genérico de los valores. La imagen moderna que ofrece esta disciplina
no es armónica ni unitaria, por el contrario, las corrientes y puntos de vista son muy diversos y cada una de las tendencias es impugnada por los seguidores de la otra.

La pregunta a responder es si los valores son el resultado de una preferencia personal, o si por el contrario los valores son absolutos y existen de manera objetiva, si el hombre
se limita a descubrirlos, etc. Las corrientes más importantes sobre los valores son el subjetivismo, el objetivismo y la situacionalidad.

A) Subjetivismo o relativismo axiológico


Esta corriente fue la primera en aparecer y descubrió el fundamento emotivo de toda valoración. Comprobó que el valor, como hecho empírico vinculado a la experiencia

personal, no es más que una estimación de alguien, una apreciación de un sujeto, y terminó proclamando el relativismo axiológico.

El subjetivismo afirmó que los valores arraigan en la vida emotiva de la persona, estableció una estrecha relación entre el valor y la valoración, y enunció una tesis que perdura

hasta nuestros días “una cosa tiene valor cuando nos agrada, y sólo en la medida que nos agrada”.
No deseamos algo porque posee valor, sino que, por el contrario, dicho objeto deviene valioso precisamente porque lo deseamos. No es la belleza de una obra de arte la que

provoca nuestro deseo, sino el deseo el que nos hace experimentar un sentimiento de belleza. Así, frente a un cuadro un subjetivista afirmará “ese cuadro me agrada y, por eso,

es bello”. El objeto es valioso sólo en la media de la satisfacción que siente el sujeto valorante.

A nuestro modo de ver el subjetivismo se justifica en parte, pues cada valor requiere un Las teorías subjetivistas concluyeron negando el valor al querer explicarlo, porque
sujeto que lo perciba, y la afirmación de valores absolutamente independientes de todo lo refieren a la realidad inmediata y directamente verificable del sujeto que
ser humano, solo es admisible como planteo metafísico. El peligro es que, como el experimenta el gusto, deseo, satisfacción o complacencia, y lo despoja de su
relativismo no se basa en un principio unitario de certeza y jerarquía de los valores, abre pretensión más importante: la de imponerse por su índole propia a las distintas
la puerta a todo tipo de arbitrariedades y multiplica las posibles jerarquizaciones a tantas conciencias individuales, la de presentarse con la paradójica característica de
como sujetos valorantes haya (Stern, 1960:27). exceder a la experiencia personal a pesar de estar ligado a ella.

Por eso los pensadores se encaminaron hacia un objetivismo axiológico, en la convicción de que sólo éste representa un resguardo contra los peligros éticos del subjetivismo
arbitrario de las apreciaciones (Dujovne, 1959:449).

B) Objetivismo o absolutismo axiológico


Para esta corriente, que surgió como reacción a la anterior, los valores son ideales independientes de los seres humanos, entes ultramundanos que poseen sus propias estructuras

leyes y orden. De esta forma los valores como el bien, la justicia y la belleza existen de manera plena y absoluta como objetos trascendentes.

Los objetivistas afirman la existencia de valores que poseen el carácter de esencias originales e inmutables, independientes de todo pensamiento, deseo o avidez humana. El

modo de ser de los valores es el de un deber ser ideal y que lleva implícita la tendencia a la realidad. Ideales exigentes que, como tales, entran en contacto con los seres

humanos, que los pueden descubrir, conocer y realizar.

Más allá de la dimensión ideal donde residen imperturbables los valores objetivos, existe un plano real donde esos valores se realizan o concretan como cualidades de las cosas

materiales o de las acciones humanas. De esta forma el ideal de belleza se realiza en el cuadro bello, y el de justicia en el acto justo. El cuadro y la acción pasan a ser los

portadores de esas cualidades axiológicas inseparables de sus esencias.

El conocimiento de los valores ideales se alcanza mediante la intuición emocional. Los sentimientos constituyen el medio idóneo por el que los hombres y mujeres pueden
llegar a tener una percepción clara e inmediata de los valores objetivos. Además, las emociones hacen posible la conciencia del valor realizado, la captación de esa cualidad
inherente a las obras y acciones, que no son más que la concreción humana de un valor absoluto.

Así, frente a un cuadro un objetivista dirá “ese cuadro es bello y, por eso, a me agrada”. De esta forma el cuadro, es el objeto material portador de la belleza, una cualidad
valiosa que el observador simplemente descubre a causa de la impresión emocional que le provoca.

Cuando presenciamos o realizamos un acto noble, como ayudar al necesitado, experimentamos un sentimiento positivo, en cambio, cuando vemos o ejecutamos una acción
inicua, por ejemplo maltratar a un niño, soportamos un sentimiento negativo. Los valores bondad e injusticia, son vivencialmente sentidos por las personas, y de misma manera,
aunque con mayor esfuerzo, pueden captarse los valores objetivos.

Al descubrir los valores absolutos, la consciencia humana, advierte que ellos se hallan dispuestos de acuerdo a una Una concepción absoluta de los valores que
jerarquía que les es propia. Se presentan ordenados en una escala axiológica o tabla de valores que resulta ser tan arbitrariamente haga abstracción de su relación con
inmutable y permanente como los valores que la componen. A fuerza de considerar a los valores como ideales los seres humanos corre el riesgo de transformarse
independientes poseedores de una jerarquía propia, los objetivistas terminan por desligarlos de la condición humana y en una ideología capaz de justificar cualquier acto o
ponen en riesgo su experiencia, hasta el límite de admitir que tal experiencia pueda no llegar a ocurrir. proyecto humano.

Además, la intuición emocional de los valores aparece como una facultad casi sobrenatural, propia de algunos sujetos Así, los valores impuestos a los habitantes por un
privilegiados, unos pocos capaces de descubrir, expresar y divulgar los valores. gobierno se pueden hacer pasar por ideales
absolutos e inmutables, independientes de las
personas y sus sentimientos y, en consecuencia,
sustraídos a toda posible protesta humana (Stern,
1960:77).

El riesgo consiste en que en una comunidad y en una


época, un grupo social dominante trate de imponer
sus ideales a los demás, bajo el pretexto de tratarse
de los valores objetivos.
Nos encontramos entonces con una manipulación que oculta la realidad y pretende justificarla, hecho que ocurre con bastante frecuencia y nos descubre la función ideológica
que la palabra “valor” puede cumplir (Vilanova, 1973:248).

C) Situacionalidad o relativismo social de los valores

Tanto el subjetivismo como el objetivismo han hecho importantes aportes para esclarecer el tema axiológico. El primero demostró la imposibilidad de separar el valor de las

reacciones emocionales de un ser humano, en tanto que le segundo señaló la importancia de prestar atención a las propiedades objetivas de las cosas. Pero el error fue creer que

el valor tiene que ser necesariamente subjetivo u objetivo (Frondizi, 1972:97; 1994:191).

Para la situacionalidad el valor no depende por completo de la valoración del sujeto, ni se reduce a las propiedades de las cosas como valor realizado. Concebir la idea de un
valor aislado del sujeto que lo aprecia carece de sentido, siempre será necesaria la presencia de un ser humano situado en algún lugar y tiempo, coexistiendo con otras personas
en alguna situación vital.

Para esta corriente el punto de partida de cualquier análisis debe ser la experiencia axiológica de un sujeto que, poseyendo cierto grado de sensibilidad, valora un objeto que
posee ciertas propiedades (Frondizi,1994:194). Debemos aclarar que, aunque ese nivel de sensibilidad dependa en parte de nuestra herencia biológica, está prioritariamente
subordinado a la calidad del legado cultural recibido que nos instituye como seres sociales y racionales capaces de hacer valoraciones.

Partiendo de esa experiencia, la situacionalidad pretende ser una postura intermedia que Siendo el ser humano un ser social resulta imposible separarlo de su medio
examina el vínculo que se establece entre el objeto que posee ciertas cualidades y el sujeto cultural. La relación del sujeto con el objeto y el valor que como cualidad que le
que lo valora. El valor pasa a ser una cualidad estructural que se sustenta en las propiedades accede, no se da en el vacío, sino en una situación real, en una determinada
empíricas del objeto pero que no se reduce a ellas, porque emerge de la relación del sujeto estructura social, política, y económica, donde tienen vigencia ciertas creencias,
con el objeto en alguna circunstancia vital (Frondizi,1994:194). convenciones, supuestos, prejuicios y actitudes predominantes.
Por eso, la situación no es tan sólo un hecho accesorio, como un telón de fondo de la relación del sujeto con el objeto, sino que, por el contrario, ejerce una gran influencia.

En este contexto la jerarquía de los valores dependerá de los tres factores:

1 Las reacciones, necesidades, intereses, y aspiraciones del sujeto que vienen determinadas por las condiciones fisiológicas, psicológicas y socioculturales
heredadas;

2 las propiedades del objeto; y,

3 la situación concreta en que ambos se la vinculan. Por eso para resolver un conflicto de valores debemos tomar en cuenta esos factores, su resolución
exige el ejercicio pleno de la experiencia y la razón, además de la imaginación para prever y la responsabilidad para decidir.

Si en vez de partir de un sujeto individual que se relaciona con un objeto en una situación particular, tomamos en consideración las relaciones de una serie de seres humanos
que, ubicados en situaciones análogas, se vinculan de maneras similares con determinados tipos de objetos, se puede llegar a componer una escala de valores objetiva y actual
en relación a ese grupo humano y tipo de situaciones.
Si ampliamos el elemento humano estaremos en condiciones de elaborar una tabla de valores inmanentes a la vida que, a pesar de ser esencialmente variable, pueda ser tomada

como objetiva para una sociedad determinada en un momento específico de su historia. Descubriremos así una objetividad fundada en la intersubjetividad que nos permitirá

elaborar una escala de valores capaz de servir de modelo para cualquier valoración contemporánea (Ortega y Gasset, 1938).

Así, podemos hablar de ciertos valores que fueron compartidos por los argentinos durante mucho tiempo y que sirvieron para valorar positivamente el matrimonio heterosexual
como única posibilidad jurídica de vinculación conyugal. Sin embargo, con el paso del tiempo esta apreciación cambió, y hoy la valoración positiva vigente comprende también
al matrimonio igualitario.

El peligro de esta propuesta es que entraña un relativismo social que la inhabilita como pauta universal y
perenne de valoración. Una tabla de valores de este tipo, aunque puede ser muy útil como patrón axiológico
para una sociedad en un momento de su evolución histórica, puede no servir para otra comunidad u otra
época.
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Caracteres de los valores

Presencia de los valores en la vida cotidiana

Los valores poseen los siguientes caracteres:

Polaridad

Se trata de una característica fundada en la esencia misma de los valores que, no siendo entidades indiferentes, necesariamente se manifiestan con signo positivo o negativo. Así, frente al valor
positivo “bondad” se ubica como su opuesto el valor negativo “maldad”; a la “justicia”, en igual forma, se le opone la “injusticia”; a la “nobleza” la “ruindad”; y a la “belleza” la “fealdad”.

Debemos destacar que el valor negativo, llamado también desvalor o contravalor, aunque se manifieste como mera ausencia de valor positivo, existe por sí mismo como forma específica de
ruptura de la indiferencia. La maldad tiene tanta presencia efectiva como la bondad, lo mismo se puede decir de la injusticia, la ruindad, la fealdad y de todos los valores negativos.

Jerarquía

Se trata de otra característica propia de los valores por la cual estos se ordenan según su importancia. Esta propiedad alude a la mutua relación que existe entre los valores, según la cual un valor
es superior o inferior a otro. Por ejemplo, la justicia tiene mayor jerarquía que la belleza y ésta, de igual forma, posee mayor nivel que la utilidad.

La preferencia estimativa revela el nivel que cada valor posee y permite formular una tabla o escala de valores. Todo ser humano al enfrentarse a dos valores prefiere normalmente el superior,
aunque en ocasiones, razones circunstanciales lo impulsen a elegir uno inferior. Si bien resulta sencillo percibir la existencia de una gradación, resulta difícil señalar los criterios que nos permiten
establecerla.

Fuerza

Esta característica de los valores alude a la tendencia del valor a su realización y está en relación inversa a su jerarquía, de forma tal que a menor jerarquía mayor fuerza e, inversamente, a mayor
jerarquía menor fuerza. Así, la utilidad, valor inferior a la belleza, tiene mayor fuerza y posee una considerable tendencia a ser realizada. Con los desvalores ocurre lo mismo, por eso es más
frecuente que la gente asuma inútiles pasatiempos a que encare la realización de obras inicuas.

Los valores son más difíciles de realizar cuanto más alto rango tienen (Rubio y Rubio, 1945:48). En la esfera práctica los valores con mayor tendencia a ser realizados están íntimamente ligados a
la supervivencia humana. Esto explica porque la utilidad posee mayor fuerza que la belleza, y hace comprensible que un ser humano apremiado por sobrevivir pueda terminar canjeando una
preciosa obra de arte por un poco de comida.

Clasificación de los valores éticos

1 Los valores estrictamente morales proponen como suprema misión del ser humano en la vida, la santidad, y son los que fundan la moral religiosa cuyo
valor supremo es el bien.
2 Los valores genéricamente morales aluden al aspecto externo de las relaciones interhumanas, son las que sustentan la moral social cuyo valor supremo es
la honestidad.

3 Los valores jurídicos se circunscriben a la conducta en interferencia intersubjetiva, y son los que fundan el derecho cuyo valor supremo es la justicia.

En las dos primeras categorías se valora un tramo de conducta en interferencia subjetiva, confrontando el accionar del agente con lo que el mismo sujeto debería haber realizado
y omitió. Así, se valora como bueno y honesto el haber dado limosna al tiempo que se omitieron otros posibles cursos de acción egoístas. En la tercera se valora un tramo de
conducta compartida que involucra el hacer de uno frente al impedir o permitir de otro.

 Por ejemplo, se valora como justo el actuar conjunto del que realiza la donación y del que la recibe (Cossio, 1964:681).

En el acto caritativo, si bien existen dos personas, el valor moral de ese proceder radica en el accionar de quien lo ejerce y no en el de quien lo recibe. El valor jurídico, en
cambio, arraiga en un tramo de conducta compartida, precisamente porque se trata de un valor de alteridad que califica ese encuentro de actuaciones donde cada uno aporta su
actividad, la del donante que da la limosna y, simultáneamente, la del donatario que la recibe.

Captación y expresión del valor de las acciones

Las acciones humanas son objetos culturales que pueden asumir formas humildes o sublimes. Es cultura tanto el acto del niño que escribe con dificultad sus primeras letras,

como la acción del científico que redacta un tratado. Pero no solo forman parte de la cultura los actos nobles sino también los viles y ruines como el homicidio, el robo o la

violación. Estos últimos expresan dos cosas: el hecho mismo, negativo y reprochable, y el desvalor que poseen, que afirma implícitamente el valor que debió realizarse.
Cuando alguien observa una acción noble o presencia un acto de justicia, emerge en el espectador un sentimiento positivo; en cambio, cuando presencia un acto ruin o asiste a
una injusticia, percibe el observador un sentimiento negativo. La captación del valor positivo o negativo se cataliza a través de una vivencia emotiva cuyo signo corresponde al
valor o contravalor en cuestión (Scheler, 1941, II:140; Aftalión y Vilanova, 1992:783).

Debemos precisar que el “ser” se hizo digno de llamarse “humano”, no sólo por haber recibido su herencia biológica y su legado cultural, sino por haber alcanzado el nivel
espiritual que le permitió desarrollar su conciencia del valor. Esta es una facultad que todos alcanzamos en alguna medida y que se expresa como un sentimiento positivo o
negativo. Por ella el ser humano puede discernir entre lo valioso y lo desvalioso, y emitir juicios de valor acerca sus acciones y las ajenas.

Descubrimos así que todo ser humano es un sujeto ético que, además de conciencia psíquica posee Esta conciencia viene a ser algo así como un tribunal en el cual se
también una consciencia estimativa o de valor, que no solo le permite fijar un criterio para juzgar sus juzgan las acciones propias y ajenas puesto que, precisamente gracias
propios actos, sino también establecer el fundamento de sus juicios acerca de las acciones de los demás a ella, los seres humanos somos capaces de sentir y captar los valores
en cuanto son susceptibles de ser calificadas como moralmente malas o buenas, y jurídicamente como éticos y de expresar esos sentimientos y captaciones mediante juicios
justas o injustas. de valor.

Retomando la estructura de la acción como totalidad sucesiva podemos distinguir que:

1 el valor del fin: es lo que a éste lo constituye como tal;

2 el fin: es lo que mecánicamente se alcanzará a través de los medios;

3 el medio: es lo que produce mecánicamente el fin;

4 el valor de la acción: se despliega unitariamente sobre los tres elementos anteriores al pasar de uno a otro como obra del sujeto actuante.

Debe quedar claro que, aunque el agente valore la situación de futuro antes de proponerse el fin, ésta
valoración subjetiva no es lo más importante. Al jurista le interesa descubrir el intrínseco valor de la
acción, aquel que le otorga su sentido y la constituye como un acto relevante para el derecho. Así, aunque
tome en consideración la valoración personal del ladrón, previa a la elección y comisión del robo, lo más
importante que debe comprender es el sentido axiológico positivo o negativo del robo como acción
cumplida.
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Tres propuestas de axiología jurídica

Los seres humanos individualmente considerados, los grupos culturales concretos, y las distintas sociedades se apoyan siempre en alguna tabla de valores. Es cierto que tales

escalas no son fijas y que no siempre resultan del todo coherentes; pero es indudable que nuestros comportamientos frente al prójimo, sus actos en relación a nosotros, y en

definitiva todas las conductas humanas compartidas, son preferidos y juzgados de acuerdo con alguna tabla de valores.

Para valorar jurídicamente una acción compartida será necesario tener un patrón estimativo que sirva como base objetiva a la apreciación. Presentamos a continuación tres
paradigmas estimativos, primero “plexo axiológico” de Carlos Cossio, luego la “constelación radiada de valores” de Miguel Herrera Figueroa y, por último, sustentado en los
importantes hallazgos de estos pensadores, destacamos nuestra propuesta axiológica integrativa a la que denominamos: “sistema concéntrico de valores jurídicos”.

Plexo axiológico de Carlos Cossio

El objeto cultural propio de la ciencia del derecho es la conducta en interferencia intersubjetiva, y todo valor de conducta compartida es un valor jurídico. En su trato continuado
con su objeto los juristas no pueden soslayar la presencia del valor. La valoración que realiza el científico del derecho es una valoración positiva. La axiología jurídica positiva
investiga los ideales reales, los valores de una sociedad en un momento histórico determinado, que son los que le proveen de sentido a las conductas concretas.
En cambio, la axiología jurídica pura investiga en qué medida esos ideales a los que se ajusta la ciencia dogmática del derecho, constituyen también ideales verdaderos. Sin

embargo, el tratamiento esencial de los valores jurídicos puros, es decir, como valores objetivos o absolutos que no se encuentren positivizados en instituciones jurídicas, es una

labor que trasciende a la ciencia del derecho y corresponde a la metafísica. Para Cossio, una metafísica de base existencial en la que los valores constituyen categorías

proyectivas, es decir, categorías ontológicas de futuridad (1964:563 y 564).

Si bien resulta extremadamente difícil mostrar el valor objetivo, no resulta tan arduo señalar la mejor posibilidad en una situación determinada. Las conclusiones que saca
Cossio de esta sagaz observación lo llevan a hablar de los valores positivos puros y de su descubrimiento por hombres con vocación (Aftalión, 1992:781).

Partiendo de estas consideraciones, Cossio propuso un plexo axiológico de seis valores jurídicos que culminan en la justicia como valor supremo y central, distribuidos en tres
pares de valores de autonomía y tres de heteronomía, correspondiendo cada uno de esos pares axiológicos a las formas de coexistencia vivida como mundo circundante, como
persona y como sociedad.

Los valores de autonomía, se refieren a la existencia individual de cada ser humano y En el plano de coexistencia como mundo, encontramos a los hombres y mujeres
éste los descubre por sí mismo a partir del despliegue de su personalidad. Estos desarrollando sus programas vitales rodeados de seres humanos desconocidos. Esta
valores admiten sólo un contravalor por defecto o degradación y actúan como soportes circunstancia que abarca el más vasto horizonte de convivencia, puede presentarse
de los de heteronomía. Los valores de heteronomía, en cambio, hacen posible la como protectora u hostil. Si ofrece resguardo habrá seguridad como valor de
existencia de la comunidad y les son socialmente impuestos a los hombres y mujeres autonomía, y si expone al desamparo inseguridad como contravalor. De no haber
como una restricción al despliegue de sus personalidades. Estos valores poseen dos seguridad en la valoración de la coexistencia como mundo, es instaurado
desvalores uno por falta o carencia y otro que, derivado del exceso de heteronomía, heterónomamente el orden como una planificación de la convivencia social. La falta
amenaza siempre con ahogar la singularidad de su destinatario. de orden deviene en el desvalor desorden, y su exceso en el contravalor ritualismo.
En el plano de coexistencia como persona,

Encontramos una pluralidad de seres humanos, cada uno con su diferente personalidad y proyecto vital, donde la coexistencia se manifiesta como una reunión de personas que conviven en
armonía espiritual.
Así, el valor de autonomía respecto a la coexistencia como personas es la paz, y su contravalor el conflicto. Si no hubiere paz, por lo menos debe haber poder, que como valor de heteronomía,
es instaurado mediante el establecimiento de normas. La degradación del poder deviene en el desvalor impotencia, y su exceso en el contravalor opresión.

En el plano de coexistencia como sociedad,

También encontramos una diversidad de hombres cada uno con su diferente personalidad y plan vital pero, al mismo tiempo, mancomunados en un proyecto compartido. El compromiso
asociante a la suerte en común es el valor de autonomía solidaridad y el distanciamiento, la ajenidad del que se siente forastero, es el desvalor secesión o extranjería.
Si no hubiera solidaridad debe imponerse al menos la cooperación. Si se propagara un libre albedrío anárquico que no prestara el mínimo de cooperación estaríamos en presencia del desvalor
minoración, en cambio, si se produjera una adhesión torpe y excesiva ésta se tornaría en el contravalor masificación.

Dentro de cada plano de coexistencia los valores de autonomía se relacionan con los de heteronomía de forma tal que los primeros actúan como soportes de los segundos. De
allí la designación de fundantes que reciben los valores de autonomía y la superior jerarquía con que presentan. Se evidencia lo afirmado con sólo analizar los desvalores
correspondientes, los de autonomía se generan por decrecimiento, en tanto que los heteronomía se producen no sólo por su degradación sino especialmente por su hipertrofia
(Machado Neto, 1974:126).

“La justicia resulta ser un valor de totalidad y por eso la justicia acompaña siempre como una sombra a cada uno de los valores parcelarios; por
ejemplo, si una institución realiza un buen orden, pero una mala solidaridad, ya, por aquello, es parcialmente justa”

- Carlos Cossio

“Así, la justicia se determina siempre por uno, al menos, de los valores del plexo que ella preside; pero también, a la inversa, cualesquiera de éstos
se determina a su vez siempre por la justicia (1964:611)”

- Carlos Cossio
La justicia encabeza el plexo axiológico y todos los valores parcelarios están subsumidos a ella como valor supremo y central. Cada valor jurídico resulta contenido en ella. Así,
la seguridad es justicia, es alguna justicia, una forma de justicia; la paz también es justicia, como es justicia la solidaridad, el orden, el poder y la cooperación.

“La justicia y los demás valores bilaterales –dice Cossio– se reclaman recíprocamente como lo hacen el todo y

las partes, en que el todo es algo más que la suma de las partes, aunque no existe sin ellas” (1964:611 y 613).

La egología descubrió que el problema de la justicia se proyecta y despliega en un plexo de Si lo circunscribimos a una acción particular, por ejemplo a una
valores. De esta forma todos los valores se vinculan con la justicia haciendo directamente compraventa, habrá entendimiento y buena relación si, como se espera de
comprensible su reciprocidad. Pero la justicia como valor cimero posee una evidente prelación ellos, el comprador paga el precio y el vendedor entrega la mercadería. En
ya que, si bien toda seguridad es justicia, resultaría absurdo afirmar que la justicia sea tan sólo cambio, habrá desentendimiento y mala relación si, contrariamente a lo que
seguridad, o tan sólo paz, solidaridad, orden, poder o cooperación. Lo mismo ocurre con la se espera de ellos, el comprador no paga o lo hace con dinero falso, o si el
injusticia y los demás desvalores jurídicos (Cossio, 1964:611y 616; 1987:164). vendedor no entrega la mercadería, o la que da es defectuosa.

Los valores del plexo –decía Cossio– hacen a la gente entenderse entre sí en lo que implica la En términos generales, constatar el nivel de justicia alcanzado en una
conducta que comparten y como un aspecto del compartirla, e inversamente con los desvalores, sociedad implica verificar en qué medida se realizan positivamente los
se origina un desentendimiento. valores jurídicos en los diversos planos de la coexistencia.

La justicia como razón suficiente del plexo axiológico resulta ser, el mejor entendimiento Así, podemos verificar que grado de seguridad y orden, de paz y poder, de
societario dentro de cada situación y se manifiesta a través de alguno, por lo menos, de los seis solidaridad y cooperación, existe en una comunidad. Según el nivel
valores jurídicos, según cual sea la naturaleza del problema en cuestión (1987:164). alcanzado por los valores positivos o negativos será el grado de justicia o
injusticia real en que viven los miembros de esa sociedad, vale decir, el
grado de entendimiento y buena relación o de desentendimiento y mala
Cossio afirma que en general hay entendimiento societario cuando cada uno hace lo que los
relación existente.
demás confían que haga en una determinada situación.
Definida la justicia tradicionalmente como el “dar a cada uno lo suyo” –dice Cossio–, pronto se advirtió que esta fórmula no habilita para determinar qué es lo suyo de cada

cual.” La justicia no es un estado a alcanzar donde cada cual recibe lo suyo sino que, estando en juego la personalidad, es la propia vida viviente. Para el autor de la teoría

egológica hablar de libertad, de conducta y de personalidad, existencialmente es hablar de la misma cosa. La libertad es existencia humana y su esencia es creación. Por eso la

libertad no es un valor jurídico, es mucho más: es la fuente y sustancia de todo valor (1948:1142).

La verdadera justicia, entonces, reclama la cuota de libertad necesaria para que cada uno se diferencie de los otros realizando su propia vida con vocación responsable. Todo
esto queda expresado si decimos que la verdadera justicia consiste en la creación de igualaciones de libertad, en lograr la igualación en cada punto de partida dejando libre la
creación del resto de la vida (1948:1144).
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Constelación de valores de Miguel Herrera Figueroa

Herrera Figueroa propone una constelación radiada de valores, que también convergen en la justicia como valor supremo, y cuyo centro es el hombre plenario como realidad

radical y originaria. Si bien su punto de partida fue el plexo egológico, incorporó tres valores más y reorganizó su axiológica en tres planos estimativos. Distinguió los valores

ius–cosmológicos: orden, seguridad y poder; los valores ius–societarios: solidaridad, cooperación y confraternidad; y, los valores ius–personales: paz, concordia y prudencia.

Los valores ius-cosmológicos orden, seguridad y poder son valores del mundo Cooperación es ayuda, participación del obrar social, hacer conjunto en alguna medida”
que por su exterioridad son los más fuertes. Se trata de valores fundantes del (Herrera Figueroa, 1955:89). Los valores ius-personales paz, concordia y prudencia
derecho porque éste necesita para efectivizarse de ellos. El orden asigna el lugar emergen en el derecho como valores de existencia y premisas indispensables para la
propio que corresponde a cada cosa, conforme la disposición de un plan. La convivencia humana. La concordia supone coincidencia de opiniones en una misma
seguridad es protección y no alude directamente a la norma, sino al resguardo circunstancia, y en torno a ella se alinean la paz y la prudencia. Paz es la ausencia de fuerza,
ínsito en lo normado. El poder está dirigido a afirmar la vida de relación, y su la conformidad de todos en sus relaciones jurídicas. Prudencia es la capacidad de deliberar
íntimo sentido jurídico está en la dependencia en que alguien está respecto de y juzgar en forma conveniente, de considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de
otro. las decisiones.

Los valores ius-societartios solidaridad, cooperación y confraternidad se fundan El valor justicia es una programación existencial referida a la igualdad, pero sólo en el
en la condición coexistencial en que los seres humanos necesitan realizar sus punto de partida que señala la fluencia de creaciones sucesivas, cada una de las cuales,
vidas. La existencia humana sólo logra alcanzar la plenitud de su ser en la patentiza un desarrollo más acabado de la personalidad y de su signo coexistencial. (Herrera
comunidad. “Solidaridad es vinculación de propósitos de la vida comunitaria Figueroa, 1955:72 y 121).
humana. Confraternidad es compañerismo es colaboración de hermanos.
El sistema concéntrico de valores jurídicos

Tomando como punto de partida las distintas corrientes estimativas y, especialmente, el plexo axiológico de Carlos Cossio y la constelación radiada de Miguel Herrera Figueroa,
vamos a reorganizar los valores jurídicos en un sistema concéntrico cuyo eje es la justicia como valor central.

Presentaremos así, un sistema de valores objetivos que están en el futuro existencial y le permite a cualquier persona, sin importar la época y sociedad en que viva, programar,

proyectar y realizar su existencia, no en base a mezquinos y egoístas intereses personales, sino en función de valores sociales compartidos que operen como razón suficiente de

su accionar.

a) Distintas órbitas de valores

Los hombres y mujeres somos seres sociales y, al mismo tiempo, antisociales. Si Los tres tipos de valores jurídicos se estructuran jerárquicamente a partir de tres órbitas
fuéramos plenamente sociales bastaría con que asumiéramos voluntariamente los de valores alrededor de la justicia como valor supremo y central. En la trayectoria más
valores de hiperautonomía, o al menos los de autonomía, cuya realización depende cercana se ubican los valores de máxima jerarquía o hiperautónomos: confraternidad,
sólo de nuestra decisión. Pero debido a nuestras actitudes antisociales, la comunidad concordia y prudencia; más alejados orbitan los valores de jerarquía media o
por insuficiente realización de los valores de máxima o simple autonomía, impone autónomos: solidaridad, paz y seguridad; y, en la trayectoria más distante, los valores
subsidiariamente a sus miembros los valores de heteronomía. de jerarquía mínima o heterónomos, cooperación, poder y orden.
Cada valor de hiperautonomía o de autonomía posee su contravalor. Así, en la primera órbita el desvalor de la confraternidad es la segregación, el de la concordia la discordia, y

el de la prudencia la imprudencia. De la misma manera en la segunda órbita el desvalor de solidaridad es la extranjería o ajenidad, el de la paz el conflicto, y el de la seguridad

la inseguridad.

Sin embargo, como los valores de heteronomía son valores de autoridad normativamente impuestos por la sociedad, deben ser exigidos en su justa medida, sin exageración ni
deficiencia, porque ambas formas constituyen desvalores. Por eso, cada valor heterónomo posee dos contravalores: uno por exceso y otro por defecto. Así, en la tercera órbita,
los desvalores del orden son el desorden o ritualismo, los del poder son la opresión y la impotencia, y los de la cooperación son la masificación y la minoración.

b) Distintos vectores estimativos

El ser humano nunca está totalmente solo, los otros están siempre presentes dotando a su vida de un nivel coexistencial. Según el lugar que estos ocupen, la coexistencia se
manifiesta de tres maneras:

1 Como mundo o desvinculada, cuando los otros son hombres y mujeres desconocidos y anónimos que forman parte del mundo circundante;

2 Como persona o vinculada, cuando los otros son seres humanos cercanos y conocidos, personas con quienes convive de manera cotidiana; y,

3 Como sociedad o asociada cuando los otros son personas con quienes además de convivir, se mancomuna y participa de un proyecto común.
En un sentido muy similar afirma Recaséns Siches–, “Pues cabe distinguir tres clases de formas de vida, las tres vividas por el individuo:

propiamente individuales: en las que el sujeto es no sólo actor, sino también autor de su propio comportamiento;

interindividuales: en las que el sujeto copia a otro sujeto individual o se relaciona con él en lo que ambos tienen de individual: ejemplaridad, amor, amistad, etc.;

colectivas: en las que el sujeto vive no como individuo, sino como titular de un papel o de una función generalizada; y lo que vive es algo comunal, tipificado y anónimo” (Del Vecchio,
1946:680).

Los valores jurídicos que orbitan la justicia convergen hacia ella desde tres direcciones. Cada una corresponde a una forma distinta de coexistencia humana y se muestra como un vector
estimativo donde los valores se organizan jerárquicamente respetando el nivel que les corresponde según la órbita a la que pertenecen. Los valores de coexistencia desvinculada son la
prudencia, la seguridad y el orden; los de coexistencia vinculada son la concordia, la paz y el poder; y, los de coexistencia asociada son la confraternidad, la solidaridad y la cooperación.

En cada vector los valores se relacionan de modo tal que la realización plena del valor De igual manera, si en la coexistencia de manera vinculada entre padres e hijos
hiperautónomo que ocupa el nivel superior, comprende al de autonomía que se ubica en hubiese cordialidad, estarían en paz, pero hay progenitores que no solo no actúan
el nivel medio, y hace innecesaria la imposición social de los de heteronomía que se con concordia sino que entran en conflicto con sus hijos porque ni siquiera les pasan
localizan en el nivel más bajo. De no realizarse el valor superior, deberá concretarse al la cuota alimentaria, en esos casos la sociedad mediante la autoridad de un juez
menos el valor intermedio, porque de lo contrario la sociedad para preservarse impone a través de una sentencia una cuota alimentaria.
impondrá normativamente el valor inferior.

En igual forma, si en la coexistencia asociada los miembros de una sociedad


Por ejemplo, si todos los seres humanos que coexisten de manera desvinculada en una actuaran confraternalmente, serían automáticamente solidarios con el prójimo y
ciudad como peatones, conductores y ciclistas circularan por sus calles con prudencia, ayudarían a los necesitados, pero hay personas que segregan y otras que se sienten
estarían todos seguros, pero como algunos son imprudentes y hay inseguridad, la ajenas a cualquier compromiso social, en estos casos la comunidad impone mediante
sociedad mediante la autoridad de sus legisladores impone el orden estableciendo una leyes tributarias la cooperación mínima necesaria para asegurar el alimento, la salud
ley de tránsito que prevé las sanciones para los que incumplan sus prescripciones. y la vivienda que los excluidos necesitan
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Valores jurídicos que coadyuvan a la justicia

Los valores inferiores de cada vector coadyuvan o contribuyen a realizar la justicia no como valor metafísico, sino como valor positivo y operativo al que deberán adecuarse

todas las construcciones normativas en cada momento histórico en el que funcionan como derecho.

a) Valores de coexistencia desvinculada

Prudencia: Es el discernimiento que le permite a una persona valorar y elegir la mejor posibilidad de actuar en armonía con las acciones de los demás. Es la capacidad de
representarse antes de asumir un curso de acción, los posibles riesgos que éste conlleva, y adecuar o modificar su conducta para no padecer o producir perjuicios innecesarios.
Si alguien actúa de manera precipitada y temeraria, estará obrando con imprudencia, exponiéndose y arriesgando innecesariamente a quienes conviven con él.
Este valor está conformado por diversas capacidades que deben ser ejercidas conjuntamente por el agente: la circunspección que le permite considerar todas las circunstancias

que en concreto rodean a la acción; la previsión que le posibilita avizorar las consecuencias futuras que podrían derivarse del acto; y la perspicacia entendida como agudeza e

ingenio al considerar lo que se aparta de las previsiones comunes. En casos extraordinarios debe agregarse lo que Aristóteles denominaba la sentencia, vale decir, la presteza y

exactitud al resolver casos complejos y difíciles (Casaubon, 1980:48).

Seguridad: Es la protección debida a todos los seres humanos que viven en una sociedad. Es la garantía de que el prójimo no constituye un peligro o riesgo, y se manifiesta
como la sensación de confianza que experimentamos frente a las demás personas con las que coexistimos dentro de una comunidad. Cuando el otro se nos presenta como una
amenaza se da con signo negativo la inseguridad por falta o carencia de resguardo.

La seguridad jurídica alude a los valores de protección y salvaguardia normativa que poseen los habitantes de un Estado de derecho. Este defensa se concreta de dos maneras:
por el amparo efectivo de sus derechos ejercido contra cualquiera que pretenda perturbarlos, y mediante su restauración en caso de hayan sido conculcados.

3
Orden: es la coordinación de las relaciones humanas que se programa mediante una adecuada planificación. Es el más elemental y primario de los valores que se manifiesta
como reiteración de las acciones conforme a un plan normativamente preconcebido. Toda coexistencia significa un riesgo o peligro, el plan contiene previsiones para evitarlo. Si

se mantiene la situación de riesgo la falta de orden deviene en desorden y, por otro lado, el exceso de planificación deviene en un formulismo vacío que ritualiza la convivencia.

El orden referido a lo social es un valor intersubjetivo que le asigna a cada ser humano su lugar propio en relación con los demás. Por eso Robinson Crusoe sólo en su isla no
podía sentir los beneficios de este valor ni tampoco los perjuicios de su falta o exceso. Es el valor de relación más fuerte pero, al mismo tiempo, el de menor jerarquía. Pero a
pesar de su inferioridad, su fuerza condiciona a todos los demás valores, así sin orden no puede haber seguridad, ni solidaridad, ni paz, ni justica.

b) Valores de coexistencia vinculada

1 Concordia: es el mutuo asentimiento y correlación de las relaciones humanas más estrechas. Este valor alude a la convergencia y sincronía en las
relaciones vitales. Cuando falta esta armonía y correspondencia de los proyectos de quienes comparten la vida, cuando no se da el acuerdo o conformidad
entre las personas que conviven o se relacionan de algún modo cercano, se manifiesta el desvalor discordia.

La concordia alude al buen entendimiento y avenencia en las relaciones humanas más cercanas. Así, la coexistencia como familia se beneficia del
ejercicio de este valor que posibilita la unión y mantiene la armonía en esta forma de relación vital. Para lograr este objetivo las normas prescriben los
derechos y deberes recíprocos de cada uno de sus miembros, pero como por lo general existen estrechos vínculos afectivos, sus prescripciones suelen
cumplirse espontáneamente.

2 Paz: es el recíproco respeto y consideración que hace posible la convivencia como relación de personas. Es un estado de tranquilidad y quietud del que
gozan quienes conviven aceptando y respetando mutuamente sus diferencias. Cuando no existe deferencia y tolerancia por las opiniones o prácticas de los
demás se produce el conflicto que enfrenta y dificulta la coexistencia entre los seres humanos.
La paz destaca la conformidad y tranquilidad que debe existir para que sean posibles las relaciones interpersonales. Este valor alude a la cortesía,
deferencia y miramiento necesarios para que la convivencia cercana de los seres humanos sea posible, de manera que el empleo de la fuerza o la violencia
como forma de vinculación, quede definitivamente eliminada.

3 Poder: es la relación de dependencia en que se encuentra un ser humano respecto de otro que puede determinar su comportamiento mediante la
inculcación de determinadas acciones. Esta inducción a actuar se logra mediante la técnica normativa que amenaza con una sanción a quienes realicen lo
prohibido, o promete un premio a aquellos que hagan lo deseado. Cuando la inculcación jurídica no es efectiva, cuando falta el poder, emerge con sentido
negativo la impotencia y, contrariamente, cuando el ejercicio del poder deviene en un exceso autoritario se instaura el contravalor opresión

El poder consiste en infundir en el ánimo de una persona la realización de ciertas acciones y no debe confundirse con la fuerza bruta. Se equivocan los que piensan que el león

es poderoso, se trata tan sólo de un animal que posee mucha fuerza e infunde temor, por eso cuando un hombre lo ve venir se pone fuera de su alcance, pero ni bien se retira

reasume lo que estaba haciendo. El poder en cambio, en tanto que pretende exhortar, no suprime la libertad y se ejerce estableciendo normas que prometen premios o amenazan

con sanciones.

Sin embargo, como los valores de heteronomía son valores de autoridad normativamente impuestos por la sociedad, deben ser exigidos en su justa medida, sin exageración ni
deficiencia, porque ambas formas constituyen desvalores. Por eso, cada valor heterónomo posee dos contravalores: uno por exceso y otro por defecto. Así, en la tercera órbita,
los desvalores del orden son el desorden o ritualismo, los del poder son la opresión y la impotencia, y los de la cooperación son la masificación y la minoración.

c) Valores de coexistencia asociada


1 . Confraternidad

Es relación muy estrecha y entrañable por la cual una persona se siente hermanada con las demás. Implica el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos y se traduce en el
respeto universalmente exigido de sus derechos fundamentales o humanos. Cuando se trata a una persona o a una colectividad con aversión y sentido de inferioridad, desconociendo su
diversidad cultural, religiosa u otra de cualquier índole, emerge el desvalor segregación.

La confraternidad alude al reconocimiento, tolerancia y respeto de la dignidad de todos los hombres y mujeres que habitan el mundo. “Con la idea de fraternidad real que trae el cristianismo –
decía Herrera Figueroa– se instaura la igualdad de Derechos y la eficacia del principio de inviolabilidad de la persona humana” (1955:73). Este valor no debe entenderse como un irrealizable
igualitarismo, sino como el reconocimiento normativo de que todos los seres humanos son personas inviolables e iguales ante la ley.

2 . Solidaridad

Es la vinculación de propósitos de la vida comunitaria que impele a cada persona a asumir la parte que le toca en la empresa común. Dado el hecho de que los seres humanos nacemos y
vivimos en una sociedad, la convivencia se nos presenta como cercanía y compañerismo, como integración en mancomunidad con aquellos con los que compartimos la existencia. Cuando un
ser humano se siente distanciado de los otros, librado a su propia suerte, la solidaridad se degrada en aislamiento o extranjería.

La solidaridad es un valor primario porque se asienta en la dimensión social de los seres humanos, en la necesidad que experimentan hombres y mujeres de vivir formando parte de una
comunidad. Los hombres se sienten y reconocen unidos compartiendo una suerte en común. Cuando la autonomía propia y la ajena se complementan en acciones orientadas por un destino
compartido, la coexistencia es integradora y requiere reciprocidad y mutualidad.

3 . Cooperación

Es la colaboración para la obtención de los fines necesarios para la subsistencia de la sociedad, y se manifiesta como participación en la empresa común exigida por las normas jurídicas. El
exceso de cooperación no es más que una colaboración exagerada que genera una forma de existencia moldeada desde el exterior del ser humano sin contar con su libre y consciente adhesión.
Este modo de vida arrasa las personalidades que le dan existencia y deviene en el contravalor masificación. Por otra parte, cuando no se logra el mínimo de colaboración porque se generaliza
una autodeterminación anárquica, se pone en riesgo la subsistencia de la comunidad que vivencia el desvalor minoración.

La cooperación es la participación mínima y necesaria exigida a los miembros de una comunidad para su subsistencia. Este valor constituye una actitud de defensa que evita el aislamiento y
restaura la posibilidad de la empresa común. El aporte que realiza cada participante implica un obrar conjunto, habida cuenta que la sociedad no posee otra existencia que la de los hombres y
mujeres que la componen, y requiere cierto grado de sinergia (Cossio 1964:591).

Los valores jurídicos están presentes en la conducta en interferencia intersubjetiva, y son los que fundan el
derecho cuyo valor supremo es la justicia.
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Cierre de la unidad

Bibliografía

GARCIA, R. G., Fundamentos del Derecho, Lectio, Buenos Aires, 2016.

DAVID, P., Criminología y sociedad, México, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2005.

COSSIO, C., La Teoría Egológica del Derecho, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1964.
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