Fundamentos.
• Las Nuevas Tecnologías: por el sentido que adquieren en los tiempos de hoy,
entendiendo la disparidad de lenguajes, las nuevas prácticas de alfabetización
(mediática, digital, electrónica) que hacen referencia a la capacidad de leer y escribir
distintos tipos de textos, signos, artefactos, matices e imágenes a través de las cuales
nos vinculamos y comprometemos con la sociedad en un sentido amplio.
Pensar en una introducción de las nuevas tecnologías, no solamente como un recurso
didáctico que amplía las posibilidades materiales del aula, sino también y sobre todo,
como ámbito productivo de acceso al conocimiento y de recreación de la cultura,
política e ideología.
Es fundamental también hacer lugar a otros conocimientos y experiencias que circulan
en Internet, que se almacenan en CD; sería importante proponer formas de trabajo
con la imagen y con los productos de la cultura audiovisual que enriquezcan el trabajo
escolar.
• Educación Sexual: en las últimas décadas se ha impuesto con más fuerza un enfoque
personalizante de la sexualidad humana, al comprenderla como una expresión vital de
la personalidad.
Se entiende como construcción simbólica, cultural, económica, política y social de la
sexualidad a todo el legado que se ha ido generando acerca de los modos de actuación
de los sexos, valores, los conocimientos, concepciones y visiones que se interiorizan a
partir de la interacción de los sujetos entre sí, como seres sexuados y con el contexto
socioeconómico en el que viven y se desarrollan.
El Marco Orientador del Programa de Educación Sexual Escolar promueve a la misma
como una labor de comunicación de conocimientos, actitudes y valores que se inicia en
el seno de la familia y se va completando en el proceso de socialización. La escuela
contribuye, no sólo por la difusión de saberes que pueda organizar dentro de su oferta
educativa, sino también porque la misma dinámica escolar favorece el encuentro entre
pares que, a su vez, resulta ser la fuente más importante de búsqueda de
conocimientos de los adolescentes.
Esta implicancia dada en las tres finalidades, lleva a comprender que la ciencia no tiene
un discurso uniforme, unitario, ni perenne, sino que por el contrario renuncia a las
pretensiones de lo absoluto, neutral y homogéneo, asumiendo la historicidad y
constructividad.
Lo epistemológico, entonces, no sólo remite a los fundamentos que dan origen a las
ciencias y que respaldan los modos en los que se enseña en las escuelas, sino que también
apunta a señalar las tramas en que se valida cada ciencia y la forma en la que ésta se consolida
en cada disciplina. Así, pone de manifiesto qué teorías pedagógicas se dan cita en las prácticas
y cómo y por qué esto, al referenciarse en la enseñanza, instala una forma de ver el mundo y
de comprender a quienes lo habitan, en este caso en particular, los adolescentes y jóvenes de
hoy. En este poner en discusión cuáles son los modos con los que enseñamos, intentamos
explorar específicamente las concepciones implícitas y explícitas, las formas en las que las
teorías pedagógicas se muestran y toman cuerpo en lo disciplinar y que no siempre se expresa,
se pone en ejercicio y que quizás resulta muy distinto y distante de lo que realmente se hace.