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—Se van a dar cuenta de que los estás mirando —susurró Savannah.
Trató de concentrarse en la revista que estaba leyendo, pero la visión de
Caleb, mientras vaciaba una botella de agua sobre su cabeza, era todo un
regalo para sus ojos.
 —¿Tú crees que lo hacen a propósito? —inquirió Cassie con la frente
arrugada.
 —¿El qué?
 —Ya sabes, estar ahí, medio desnudos, haciendo posturitas y
presumiendo de músculos y tatuajes. —Sacudió una mano, como
quitándole importancia—. No es que me moleste, lo estoy disfrutando,
pero hay que tener un ego muy grande para exhibirse de esa forma. ¡No
me gustan los creídos!
 —Para no gustarte, no les quitas los ojos de encima —le hizo notar
Savie.
 —¡Qué quier es, no soy de piedr a!
Savannah les dedicó otra mirada de soslayo bajo sus gafas de sol.
 —No creo que se estén exhibiendo. Hace calor y están trabajando sobre
un tejado.
Y lo creía de verdad. Hacía un calor insoportable y desde donde se
encontraba podía apreciar como a Caleb le brillaba la piel por culpa del
sudor. Pensó en sus manos sosteniéndola por las caderas, en lo que sintió
cuando cayó en sus brazos, y se estremeció. Recordó su penetrante mir ada
y se le aceleró la respiración. Intentó distraerse con la r evista de la que no
había logrado leer ni un solo párrafo en la última hora, y que empezaba a
humedecerse por la presión de sus dedos.
 —Oh, oh, el fracasado se larga —canturreó Cassie.
 —Se llama Tyler —le recordó Savie.
 —¡Nos vemos en el Shooter! —dijo Tyler a Caleb una vez en el suelo.
Alzó la mano a modo de despedida y cruzó el jar dín hacia la salida.
Cassie se giró en la toalla y se apoyó en los codos para tener una mejor
perspectiva del jardín.
 —¿Ya te marchas, Fracasado? —gritó para llamar la atención del chico.
A Savannah se le escapó un gemido de sorpresa.
 —Pero ¿por qué te metes con él? —musitó, poniéndose roja como un
tomate.
Tyler se detuvo y las miró con mala cara.
 —Sí, ¿qué pasa? ¿Quieres cachearme por si estoy robando algún clavo?

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