A lo largo de la historia, el ser humano ha plasmado el ideal de belleza
de su época en diversas manifestaciones artísticas. Debido a que este ideal ha ido mutando desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días, es posible afirmar que los valores estéticos sobre lo que se considera bello guardan una estrecha relación con el orden social, económico y cultural de cada período histórico. Al respecto, la académica Alejandra Walzer afirma lo siguiente: “La trayectoria histórica del concepto de belleza ha dejado improntas duraderas en la idea que las personas construyen acerca de lo bello. Seguramente, un hombre del Renacimiento difícilmente juzgaría como bella una obra de arte de las vanguardias1 del siglo XX. Sin embargo, en el siglo XXI se siguen juzgando como bellas obras realizadas durante la Antigüedad griega”. El arte ha utilizado, desde sus orígenes, el cuerpo humano como representación de lo bello, por lo que la idea de belleza se ha asociado desde siempre a la armonía, la gracia y el atractivo físico de hombres y mujeres. Sin embargo, los patrones de belleza física han variado desde, por ejemplo, las formas redondeadas y robustas de la figura femenina de la Grecia clásica hasta la delgadez de las modelos actuales. Con la aparición y el desarrollo de los medios masivos de comunicación durante el siglo XX, la percepción de lo bello y la representación de la belleza física se han asentado en estereotipos que están presentes en la televisión, el cine y, especialmente, la publicidad, medios cuyos mensajes llegan a un gran número de personas. Un estereotipo corresponde a una imagen o representación simplificada de un grupo de personas con ciertas características en común. El cine, la televisión y la publicidad, por ejemplo, generan y transmiten diversos estereotipos que pueden relacionarse con la raza, la edad, el género o la clase social de las personas. Uno de los estereotipos que tiene consecuencias más evidentes en la sociedad es el que se relaciona con el ideal de la belleza física.