Lo que en filosofía pretenden los naturalistas o racionalistas, eso mismo pretenden en
la moral y en la política los autores del Liberalismo:
Lo principal es la soberanía de la razón humana que, negando a la divina y
eterna la obediencia debida, y declarándose a sí misma sui juris, se hace a sí propio sumo principio, y fuente y juez de la verdad. Así también los discípulos del Liberalismo, pretenden que en el ejercicio de la vida ninguna potestad divina haya que obedecer, sino que cada uno es la ley para sí, de donde nace esa moral que llaman independiente que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los preceptos divinos, suelen conceder al hombre una licencia sin límites. Para el liberalismo la libertad del individuo es un derecho inalienable. La libertad es un derecho primario, pero debe tener sus límites. Lo que quiere decir que es necesario renunciar a un poco de la libertad individual para evitar que se termine perdiendo la totalidad. Y este es el papel del Estado, que es quien debe velar porque la libertad individual no se destruya El individualismo. El liberalismo adopta el pensamiento renacentista de que el ser humano, y no dios como hasta entonces, debe ser el centro del universo, pero refina este pensamiento al considerar al propio individuo como guía de su propio comportamiento. El individuo debe ser libre para forjar su propio destino al margen de sus orígenes, y sólo debe estar limitado en su hacer por sus propias capacidades. Esta libertad individual se manifiesta en otras libertades, tales como la libertad de pensamiento, libertad de expresión, opinión y publicación, libre mercado, libertad de movimientos o libertad de participación política. Igualdad ante la ley. Para el liberalismo, la ley es el garante de los derechos individuales y colectivos, y una defensa contra la arbitrariedad del absolutismo. El imperio de la ley garantizaría principios como el de legalidad, la ley sancionadora no retroactiva o la imposibilidad de normas secretas, y serviría como límite a los poderes tanto del Estado como de los Gobiernos. Los seres humanos tienen iguales derechos y deberes, y no pueden ser discriminados ante la ley por razones de raza, sexo, opinión, clase, religión u otras. El liberalismo está a favor de la propiedad privada. El liberalismo defiende la propiedad privada de los medios de producción. Considera que es una condición necesaria para el adecuado funcionamiento de la economía. Y naturalmente defiende la propiedad privada en todas las esferas. Lo considera una condición, también necesaria, para el correcto ejercicio de la libertad individual. Los límites a esta propiedad privada suelen ser muy amplios y están determinados por la ley. Y es el Estado el que se encarga de que esos límites se respeten. Lo malo es que en el fondo está una de las características del ser humano: el egoísmo. Este egoísmo lleva a desear el progreso económico y la acumulación de riquezas a cualquier precio. Esto no lo tienen en cuenta, así que para ellos lo importante es que motiva a las personas a emprender proyectos. Son la fuente de los “emprendedores”. Y esos emprendedores son la base en la que se sustenta el desarrollo económico y el crecimiento. El liberalismo y el socialismo están a favor del progreso. Para el liberalismo el progreso nos lleva a lo que se podría llamar la “realización plena de la vida humana”. Este progreso tuvo sus manifestaciones en el logro a nivel universal que se obtuvo con la revolución francesa, al proclamar los derechos del hombre. Y también en el nacimiento de los gobiernos constitucionales. Es indudablemente una visión universalista. En este sentido el liberalismo comparte estos principios básicos con la ideología socialista.