La Crónica de Indias y el problema de los orígenes de las literaturas

Hispanoamericanas
Elena MarÍa Calderón de Cuervo

I - Introducción

La crónica de Indias conforma el origen de las letras hispanoamericanas. Aunque

algunos autores las denominan “crónicas literarias” y aplican diferentes periodizaciones,
todos las consideran un punto de partida, y toman como referencia un hecho histórico: el
descubrimiento y conquista de América. Walter Mignolo las clasifica, según el tipo
discursivo en “cartas relatorias”, “relaciones” e “historias”.

Cualquiera sea el criterio de sistematización, esas obras se consideran “literatura”.

Además, por hacer referencia a los hechos históricos de descubrimiento y conquista de
América, son “memorias textuales” de esos tiempos inaugurales.

Toda literatura es testimonial, por ello el marco histórico es fundamental para

entenderla. Asimismo, los textos de cada civilización presentan una fisonomía literaria
distintiva. Por ello, cada literatura hispanoamericana tiene rasgos comunes y caracteres
diferenciales. Dichos textos inaugurales son testimoniales y configuran una identidad
literaria y cultural.

II – El historicismo autobiográfico

Walter Mignolo define aquellos textos según el tipo discursivo historiográfico,

siguiendo el principio del criterio de verdad. Estos textos tienen la estructura de un hecho
de comunicación, con un emisor o “yo” histórico que debe dar testimonio de ciertos
acontecimientos; ese testimonio es exigido por el receptor (ej. la carta que los Reyes
Católicos le envían a Colón en su cuarto viaje).

Ese “yo” histórico es a la vez autor y personaje; él es el centro de interés, y los

acontecimientos narrados giran alrededor de ese centro (ej. Alvar Núñez Cabeza de Vaca
intenta un justificativo personal ante el fracaso de la expedición de Pánfilo de Narváez).
Esa proyección del “yo” o carga subjetiva, es un rasgo constante en nuestras letras. Esto
se observa incluso en el Facundo, o en el Martín Fierro. Este historicismo autobiográfico
conforma un perfil nacional.

III – La configuración existencial del espacio

De ese “yo” histórico dependen el desarrollo narrativo, la intención y el espacio. El

análisis del espacio también es un aspecto textualizado: el espacio se vuelve literatura.
Algunos estudiosos consideran que no es una dimensión literaria, sino cognitivo-expresiva
para informar sobre una realidad desconocida (América).

Espacio no es lo mismo que paisaje o naturaleza. En cuanto a la naturaleza, el

narrador es un observador, no comprometido, con mayor o menor capacidad de
observación y carga estético-afectiva. Pero la noción de espacio es mucho más compleja:
el sujeto y el entorno coexisten, es una especie de habitat. Cuando Cieza de León describe
las montañas del Caribe, cada ladera, río o planta se relacionan con su supervivencia;
ocurre una lucha entre hombre y espacio, que configura al conquistador. Para el escritor
criollo, el espacio configura los tipos.

IV – La tendencia a la fabulación

La historiografía tiene un tipo discursivo, o género, característico que le da unidad

y estructura a la narración. Los cronistas eran conscientes de ello. A ellos se suman las
digresiones o amplificaciones imaginativas (amplificatio). Es decir, agregan o completan
los hechos con detalles que son claves o dan dimensiones mistéricas o míticas al relato (ej:
los augurios, profecías, o símbolos como el tigre del cuento de Sarmiento). Es una forma
de interpretar la realidad o el acontecimiento histórico a través de una fábula.

Conclusiones

Identificar los textos inaugurales de las literaturas hispanoamericanas supone

hallar los caracteres originales que se proyectan en una dimensión histórica y conforman
un perfil particular de una literatura y de una cultura.

Estas memorias textuales tienen tres planos: el histórico, el existencial y el

estético, que se corresponden con el historicismo autobiográfico, la configuración
existencial del espacio, y la fabulación.

Por ello, la crónica de Indias supone un “estilo”, es decir, una forma de ser del
escritor americano.