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Congreso CRC - Cartagena

Hna. Luz Marina Plata fsp

DESAFIOS DE LA VIDA CONSAGRADA


A LA LUZ DE LA CARTA APOSTÓLICA A LOS CONSAGRADOS
Y DE LA CARTA CIRCULAR “ALEGRAOS”

La vida religiosa está en un momento de gracia, al ser declarado el 2015 como el


Año de la Vida Consagrada; es un momento histórico que no podemos dejar
pasar; el Espíritu Santo sopla, se deja sentir nuevamente para despertarnos, para
hacernos percibir que Dios sigue caminando y está presente en nuestra historia.

Es un tiempo para despertar del sueño que nos tiene pasmados; es tiempo de
mirar con ojos nuevos; es tiempo de tomar nuestra realidad en las manos, para
proyectarnos desde una visión renovada.

El Papa Francisco, con visión profética, ha convocado un Año de la Vida


Consagrada haciendo eco del sentir de muchos y de la Congregación para los
Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, con motivo del
50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, que
en el capítulo sexto trata de los religiosos, así como del Decreto Perfectae caritatis
sobre la renovación de la vida religiosa.

El Concilio ha transformado y abierto las puertas en todas las dimensiones, ha


sido una gracia de la Iglesia que, iluminada por el Espíritu Santo, provocó un gran
pentecostés que repercutió en la Vida Religiosa, abriéndonos y sacándonos al
compromiso renovado con el pueblo, a embarrarnos con el sufrimiento y la
angustia de la gente. Sin embargo, hoy constatamos que estamos cansados de
que algunas cosas se hayan enfriado.

Por eso nos urge una lectura atenta de nuestra vida, de nuestro quehacer en la
Iglesia, y es a lo que nos convoca el Papa Francisco, a mirar el pasado con alegría
y proyectarnos hacia el futuro con una mirada renovada.

A la luz de estos documentos y de las nuevas propuestas del Papa Francisco,


acogemos la invitación a una profunda renovación sin desanimarnos; al mirar
nuestra historia acogemos la herencia que hemos recibido, la vida de hombres y
mujeres que ha sido dada en los diversos carismas; descubrir con gratitud
nuestros orígenes, donde nuestros fundadores y fundadoras marcaron una época

1
en la que se lanzaron con pasión a comunicar a Cristo, a través de las diversas
obras y misiones que realizaron.

Es para cantar un himno de acción de gracias, es para decir cómo Dios se ha


manifestado. El Papa nos invita a descubrir en la experiencia de los comienzos
cómo los diversos carismas han ido creciendo, y se han ido “incorporando otros
miembros en nuevos contextos geográficos y culturales, dando vida a nuevos
modos de actuar el carisma, a nuevas iniciativas y formas de caridad apostólica.
Es como la semilla que se convierte en un árbol que expande sus ramas” 1.

Es importante tener presente nuestra historia, somos fruto de ella y esto nos
permitirá no perder nuestra identidad; esto nos permitirá mantener vivo el ardor
misionero, la mística profética que nos lanza a leer los signos de los tiempos, a
marcar nuevos caminos dentro del carisma.

La acción de gracias debe ser constante, debe alimentar nuestro espíritu, porque
la acción de gracias es admitir la presencia de Dios y gustar de su llamada, de su
fidelidad a través del tiempo; es aceptar con humildad que hemos sido
llamados(as) a dar continuidad, a dar vida en el hoy de la historia.

Es también la oportunidad para reconocer nuestra fragilidad, nuestro pecado,


nuestra infidelidad y escándalos que muchas veces han causado ruptura en
nuestras comunidades, en la Iglesia y que, sin embargo, Dios nos sigue
demostrando su fidelidad y Alianza.

Somos partícipes y a la vez responsables de lo que hagamos dentro de nuestras


congregaciones, de hacerlas florecer o dejarlas morir, de transmitirlas con pasión
a las nuevas generaciones o de ser transmisores(as) de desesperanza, de una
vida que se va envejeciendo sin sentido, que perdió la alegría, la cual brota del
encuentro constante y vital con Jesús.

Interpelaciones a la Vida Religiosa

El Papa Francisco también nos lanza una serie de interpelaciones: ¿Cómo nos
dejamos interpelar por el Evangelio, si este es realmente el vademecum para la
vida cotidiana y para las opciones que estamos llamados(as) a tomar? El
Evangelio es exigente y requiere ser vivido con radicalidad y sinceridad. No basta
leerlo (aunque la lectura y el estudio siguen siendo de extrema importancia), no es
suficiente meditarlo (¿y lo hacemos con alegría todos los días?). Jesús nos pide
ponerlo en práctica, vivir sus palabras2.

1
PAPA FRANCISCO, Carta apostólica a todos los consagrados. Bogotá: Editorial Paulinas, 2015, 7.
2
Ibidem, 9.

2
Es Jesús nuestra opción de vida, el único que nos colma en plenitud, y en su
palabra lo encontramos, y vivimos un proceso de cristificación, como Pablo que
llegó a decir: “Ya no soy el que vive, es Cristo el que vive en mí” (Ga 2, 20). Es tan
fuerte su vida en nosotros que llegaremos a considerar: puestos, lugares, objetos,
dinero, poder, basura frente a la sublimidad de conocerlo, amarlo y seguirlo 3.

El seguimiento de Jesús no es algo intimista; a veces por el miedo de abrirnos al


mundo nos hemos encerrado en nuestros muros, olvidándonos que la invitación
de Jesús es ir a evangelizar el mundo, es salir a buscar la oveja perdida, es sentir
con entrañas de misericordia el dolor de la humanidad; es acompañar y
solidarizarnos con el pobre, el explotado, el emigrante, el forastero; es como lo
relata Lucas en la Parábola del buen Samaritano, levantar al herido, al caído, al
rechazado de la sociedad; levantarlo y cubrir sus heridas con ternura,
dignificándolo, haciéndole sentir el amor y la ternura de Dios (cf. Lc 10, 33-35).

Estamos llamados a vivenciar el profetismo de la ternura, de la humanización


dentro de una sociedad fría, intolerante, que se ha dejado llevar por el dios del
consumo, del placer, de la imagen del poder.

Este año es un año de gracia, es un tiempo para reavivar la pasión por la


humanidad, dejar despertar y aflorar la ternura que hay en nosotros, para
compartirla, para hacernos prójimos con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Debemos abrazar el futuro con esperanza

Aunque la globalización nos lleva a vivir en suspenso por los desequilibrios


económicos, sociales; aunque el panorama social muchas veces es tan
fragmentando que afecta nuestras comunidades, nuevas formas de vida
consagrada van surgiendo, van transformando o retando a la vida consagrada,
llevándonos a mirarnos hacia el interior de nuestras propias congregaciones.

Muchas situaciones externas también nos afectan, como la crisis económica,


obras que ya no responden y deben cerrarse, el envejecimiento de los miembros,
las pocas vocaciones y también situaciones complejas que se viven dentro; en
medio de ese panorama desolador, estamos llamados(as) a despertar, a
levantarnos, como la invitación que Jesús hace a Lázaro: “Sal fuera” (Jn 11, 43);
es decir, sal de tus ataduras, de tus miedos, de tu aburguesamiento.

Jesús no ha muerto, está con nosotros, ¡siempre ha estado!; nos invita a


desatarnos y desatar a la humanidad, a los que aún siguen esclavos de sus
propias pasiones; nos dice: “No les tengas miedo, que estoy contigo” (Jr 1, 8).

3
Cf. BIBLIA DE AMÉRICA, Flp 3, 8.

3
La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino
en Aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1, 12) y para quien
“nada es imposible” (Lc 1, 37).

Benedicto XVI nos ha invitado: “No os unáis a los profetas de desventuras que
proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros
días; más bien revestíos de Jesucristo y ‘portad las armas de la luz’, como exhorta
san Pablo (cf. Rm 13, 11-14)”.

Estamos llamados(das) a comunicar la alegría del encuentro con Jesús, en el


perfume que se expande, en el testimonio que no se puede callar ni silenciar. El
sentirnos profundamente amados(as) por Dios nos lleva a traslucirlo, a
comunicarlo de mil formas; es un amor creativo, audaz, que nos impulsa al
servicio, a la caridad, al perdón, a la comunión.

Estamos llamados(as) a comunicar esperanza en medio de la noche, a contagiar


el mundo de la luz del Resucitado, luz que ilumina a todo hombre y mujer que
busca un nuevo horizonte en su vida.

Redescubrir el don profético

Es un momento particular para redescubrir nuestro don profético en tantos lugares


del mundo donde la vida religiosa ha dado su vida, ha donado la sangre en
defensa de los más pobres, en la lucha por la justicia social, en la búsqueda y la
construcción de la paz. Hoy encontramos que muchos cristianos siguen siendo
martirizados por vivir su fe y su seguimiento a Jesús.

Las Sagradas Escrituras nutren esa dimensión sacándonos de nuevo a la frontera,


abriendo nuestros ojos y nuestros oídos para descubrir, escuchar y sentir el dolor
de nuestro pueblo; el profeta recibe de Dios la capacidad para observar la historia
en la que vive y para interpretar los acontecimientos: es como un centinela que
vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba (cf. Is 21, 11-12). Conoce a Dios y
conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de
discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es
libre, no debe rendir cuentas a más amos que a Dios, no tiene otros intereses sino
los de Dios.

A veces, como sucedió a Elías y Jonás, se puede tener la tentación de huir, de


evitar el cometido del profeta, porque es demasiado exigente, porque se está
cansado, decepcionado de los resultados. Pero el profeta sabe que nunca está
solo. También a nosotros, como a Jeremías, Dios nos asegura: “No tengas miedo,
que yo estoy contigo para librarte” (1, 8)4.
4
Cf. PAPA FRANCISCO, Carta apostólica a todos los consagrados. Bogotá: Editorial Paulinas, 2015, 18.

4
Nosotros no tenemos otro camino que la radicalidad del Evangelio, la cual
adquiere valor en la cruz, una cruz que a veces duele, que hace sangrar porque
causa incomprensión, rechazo, miedo. Cuando vivimos el Evangelio la vida
cambia, y seremos perseguidos dentro y fuera de la comunidad por el compromiso
que asumimos. Pero, para eso nos consagramos, para eso hemos dicho “sí” al
amado, por eso lo seguimos buscando a veces en la oscuridad, en la aridez, con
la única certeza que nos hemos fiado de su Palabra.

Expertos en comunión

El Papa nos insiste que la vida consagrada debería ser experta en comunión; es
también otro grito profético de nuestro tiempo, mientras la sociedad actual es cada
vez más secularizada, egocéntrica, individualista, donde por momentos la
tecnología nos aleja de las relaciones sociales, del contacto humano; donde se
constata la crisis de soledad que vive el mundo, lo cual se refleja en nuevos
problemas psicológicos, en la búsqueda de medicina para calmar la ansiedad en
personas que optan por el suicidio, el alcoholismo y la drogadicción. Y no solo
afuera, también en nuestras comunidades cuando se buscan estas y otras formas
de compensación.

El Papa Francisco, en su carta a los consagrados y consagradas, cuestiona e


invita a “releer sus frecuentes intervenciones en las que no se cansa de repetir
que la crítica, el chisme, la envidia, los celos, los antagonismos, son actitudes que
no tienen derecho a vivir en nuestras casas”5.

El seguimiento de Jesús nos debe humanizar y transformar, llevándonos a ser


signos de alegría, una alegría que brota del encuentro profundo con Jesús, que
nos libera y nos lanza a ser comunicadores y comunicadoras en nuestras
comunidades.

No debemos tener miedo a la ternura, al encuentro, al diálogo; a hacer de


nuestras comunidades verdaderos lugares de fraternidad, de perdón, de
solidaridad, de respeto a las diferencias. La comunidad es uno de los lugares
privilegiados de Jesús y trae a nuestra memoria el Icono de Betania: Jesús con
sus amigos Marta, María, Lázaro, la comunidad de la alegría y de las puertas
abiertas, el lugar teológico donde también se revela la humanidad de Jesús.

El amor renovado que nos lanza a la misión

En la última parte del documento “Alegraos”, el Papa nos invita a dar un nuevo
viraje a nuestra vida; no podemos estancarnos y seguir soñando en un pasado

5
PAPA FRANCISCO, ALEGRAOS. Bogotá: Editorial Paulinas, 2014, 48.

5
que fue. La vida continúa, la historia continúa y el momento actual nos lanza a
nuevos desafíos. “Estamos invitados a desestructurar modelos sin vida, para
narrar lo humano tocado por Cristo”6.

Cuando el corazón está lleno de Dios, nuestra mente se vuelve creativa, nos
iniciamos a comprender el lenguaje de la humanidad y nuestro espíritu misionero
capta los nuevos lenguajes y símbolos; busca las estrategias para llegar al
corazón de la cultura, entablar nuevas relaciones, nuevas formas de evangelizar.

El reto que nos lanza el proyecto de nueva evangelización es encontrar y


descubrir a Jesús, en la ciudad, en los nuevos rostros emergentes, en las nuevas
formas en que la sociedad se mueve y se relaciona en la red.

Frente a esta realidad que sentimos a nuestro alrededor y que nos reta, el Papa
Francisco también nos interroga: “¿Me he acomodado en mi vida sacerdotal, en mi
vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la
inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a salir fuera, hacia los demás?” 7.

Este año de gracia nos pide parar, entrar en el desierto, entrar dentro de nosotras
y nosotros, para acoger los interrogantes que nos lanza el Papa; no es fácil a
veces parar, porque ya estamos programados a los miles de asuntos que llenan
nuestras agendas, a nuestros puestos administrativos, a las carreras diarias.

Sin embargo, el parar nos permite constatar en qué punto estamos, evaluar lo que
hemos caminado, descubrir la novedad y volver a contemplar la vida con ojos
nuevos.

Reavivar el amor primero, hacer que las cenizas vuelvan a prender; podremos
tener miles de teorías, imaginarnos caminos nuevos; sin embargo, si no existe el
fuego del amor, de la pasión que nos hizo un día dejarlo todo para seguir al Señor,
nada tendrá sentido.

Es el amor a Jesús el que mueve las opciones, es el amor una fuerza inspiradora,
es el amor el que hace que seamos creativos, es el amor el que nos permite salir y
amar con pasión la humanidad, nos hace fecundos, solidarios, nos hace acoger y
sanar las heridas de nuestro pueblo.

La gente de hoy tiene necesidad de auténticos testigos de la misericordia de Dios,


de ser signos de esperanza, de llevar la alegría y la consolación que brotan de
Dios. La humanidad tiene necesidad de este abrazo, necesita encontrar el Dios

6
Ibidem, 53.
7
Ibidem, 55.

6
que se inclina, que acoge, que llena con su ternura; debemos ser testimonios de
humanidad, son los únicos caminos de renovación de nuestras congregaciones.

Conclusión

La visión que nos ofrece el Papa, en los documentos y en este año dedicado a la
vida consagrada, nos muestra un futuro lleno de esperanza.

Una esperanza que reaviva el fuego interior, el redescubrir de nuevo el llamado


del Señor, su amor profundo que nos revitaliza y nos impulsa nuevamente en el
camino.

Una esperanza que nos lleva a profundizar la Palabra de Dios, asimilarla y llevarla
a la vida.

Una esperanza que se hace testimonio creíble, que nos llevará a los diversos
lugares de misión, donde las personas reconocerán a Jesús, no por lo que
hablemos sino por hechos de vida.

Una esperanza que se hace comunión y fraternidad, donde la acogida, el respeto,


el diálogo y la ternura harán de nuestras comunidades lugares donde se vive el
evangelio.

Una esperanza que nos hace salir de nuestros esquemas personales, que nos
lleva a las periferias existenciales y geográficas para compartir con el que sufre,
con el excluido, con el pobre, con el forastero.

Una esperanza que nos lleva a la alegría profunda de quien ha encontrado en


Jesús el centro de su vida y de sus opciones en la construcción del reino.

No hay fórmulas mágicas, es a la luz de la Palabra de Dios y del discernimiento,


en que iniciamos el éxodo, la búsqueda de nuevos método y nuevas formas de
renovación; es desde Jesús que volveremos a escuchar los gritos de la
humanidad y buscaremos caminos para llegar a las diversas situaciones. “Si
escuchan hoy su voz, no endurezcan el corazón” (Hb 3, 15) sino que ‘salgamos
pronto’; es la voz del Amado que llega y nos invita a construir el reino.

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