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CAPITULO IV EL MIMETISMO Y EL HOMBRE La ambivalencia del discurso colonial El mimetismo revela algo en la medida en que es distinto de lo que podria ser Hamado un si mismo que est detrds. El efecto del mi- metismo es el camuflaje. [.,.] No es cuestion de armonizar con el fon do, sina de volverse moteada sobre tn fondo moteado -exactamente como ta técnica de! camuflaje practicada en la guerra humana. Jacques LacaN “La lines y la Juz”, De la mitada? Estd fuera de lugar cuestionar ahora fa practica original de otorgar a cada colonia del Imperio Briténico ana representacién mimérica de la Constitucién bbritnica, Pero si la criatuca as{ docada ha olvidado a veces la verdadera trascendencia del don, y bajo la supuesta importancia de oradores y bastones ce mando, y toda la parafernalia y ceremonias de la legislarura imperial, se ha atrevido a desafiar a la madre patcia, ella tiene la culpa por la locura de confe- rit tales privilegios a una sociedad cuya condiciéa no le da pingdn derecho a posicién tan exaltada. Un principio fundamental parece haber sido olvidado o descuidado en nuestro sistema de politica colonial: el de la dependencia colo. nial. Darle a una colonia las formas de la independencia es una burla; no seria colonia por una hora tan siquiera si pudieta mantener una posicién indepen- diente. Sin Enwarn Cust, “Reflections on West African affairs .., addressed to the Colonial Office”, Harchard, Londres, 1839 El discurso del colonialismo inglés postiluminista suele hablar con len- gua maliciosa, no falsa. $i el colonialismo roma el poder en nombre de la historia, repetidamente ejerce su antoridad mediante las figuras de la far- sa, Pues la intencién épica de la misién civilizadora, “hamana y no total- mente humana” en las famosas palabras de Lord Roseberry, “escritas por el dedo de la Divinidad”? suele producir un texto rico en las tradiciones del irompe-'acil, a ironia, el mimetismo y la repeticién. En este gito c6- muco de los altos ideales de la imaginacién colonial a sus bajos efectos mi- méticos literarios, el mimetismo emerge como una de las estrategias mas clusivas y eficaces del poder y del conocimiento colonial, 112 HOMI K. BHABHA Dentro de esa economia conflictiva det discurso colonial que Edward Said’ caracteriza como la tensién entre Ia vision pandptica sincrénica de la dominacién (la demanda por la identidad, estasis) y la concrapresién de la diacronia de Ia historia (el cambio, la diferencia), el mimetismo representa un compromiso rénico. Si puedo adaptar la {6rmula de Samuel Weber de la vision marginalizante de la castraciGn,* el mimetismo colonial es el de- seo de un Otro reformado, reconacible, conto sujeto de una diferencia que es casi [o mismo, pero no exactamentetLo que equivale a decir que el dis- curso del mimetismo se construye alrededor de una ambivalencia; para ser eficaz, el mimetismo debe producir continuamente su deslizamiento, su ex- ceso, su diferencia. La autoridad de ese modo de discutso coionial que he Mamado mimetismo es saboteada en consecuencia poz. una indetermina- cion: e] mimetismo emerge como [a representacion de una diferencia que es en sf misma un proceso de renegacién [d/savowal]. El mimetismo es, entonces, el signo de una doble articulacién; una compleja estrategia de re~ forma, regulacion y disciplina, que se “apropia” del Otro cuando éste visualiza el poder. El mimetismo, no obstante, es también el signo de to inapropiado, una diferencia u obstinacién que cohesiona la funcién estra- tégica dominante del poder colonial, intensifica la vigilancia, y proyecta una amenaza inmanente tanto sobre el saber “normalizado” como sobre los poderes disciplinarios. 4 Elefecto del mimetismo sobre la autoridad del discurso colonial es pro- fundo y perturbador, Pues al “normalizar” el estado 0 sujeto colonial, el suefo de la civilidad postiluminista aliena su propio lenguaje de libertad y produce otro saber de sus normas, La ambivalencia que de ese modo con- forma esta estrategia es discernible, por ejemplo, en el Segundo Tratado de Locke que se escinde para revelar las limitaciones de la libertad en su doble uso de la palabra “esclavo”; primero simplemente, descriptivamente, como ef locus de una forma legitima de propiedad, después como el tropo para un intolerable ejercicio ilegftimo de poder. Lo que se articula en esa distan- cia entre los dos usos es la diferencia absoluta imaginada entre el Estado “Colonial” de Carolina y el Estado Original de la Naturateza. Mis ejemplos de imitacién colonial provienen de esta area entre el mi- metismo y la burla, donde fa misién reformista civilizadora es amenazada por la mirada mévil de su doble disciplinario. Lo que comparten todos es un proceso discursivo en el cual el exceso o deslizamiento praducido por la ambivalencia del mimetismo (casi lo mismo, pero no exactamente) no se limita a efectuar la “ruptura” del discurso sino que se transforma en una incettidumbre que fija al sujeto colonial como una presencia “parcial”. Con “parcial” quiero decir “incompteta” y “virtual”. Es como si la emer- gencia de lo “colonial” dependiera pata su representacién de una limita- cién o prohibicién estratégica dentro del propio discurso autoritativo. EL éxito de la apropiacién colonial depende de una proliferacin de objetos EL MIMETISMO Y EL HOMBRE U3 inapropiados que aseguren su fracaso estratégico, de modo que el mimetis- mo cs.ala vez parecido y amenaza. Un texto clasico de esta parcialidad es el de Charles Grant, “Observa- ciones sobre el estado de Ia sociedad entre fos sibditos asidticos de Gran Bretafa” (1792), s6lo superado por la Historia de Ja tndia de James Mills como el informe més influyente de comienzos det siglo XIX sobre coscurn- bres y moralidad de la India. El suefio de Grant de un sistema evangélico de educacién misionera Hlevada a cabo férreamente en idioma inglés, fue en parte una creencia en la reforma politica sobre lineas cristianas y en parte una conciencia de que la expansion de la administracién de la Com- paiia en la India exigia un sistema de formacién de siibditos (una reforma de las costumbres, en palabras de Grant) que le diera al individuo colonial un “sentimiento de identidad personal tal como nosotros lo conocemos”. Atrapado entre el deseo de reforma teligiosa y el temor de que los indios exigieran su libertad con turbulencia, Grant paraddjicamente sugiere que es la difusién “parcial” de! Cristianismo, y la influencia “parcial” dei pro- greso moral, lo que construira una forma especialmente apropiada de sub- jetividad colonial. Lo que propone es un proceso de reforma mediante el cual fas doctrinas cristianas pudieran acordarse con las practicas de divi- sién de castas, para impedir peligrosas alianzas politicas, Sin notarlo, Grant produce un saber del Cristianismo como forma de control social que entca en conilicto con los supuestos enunciados que autorizan su dis- curso. Al sugerir, en fin, que la “reforma parciat" produciré una forma va- cfa de “la imtitacién (las bastardillas son mias) de las costumbres inglesas que induciran (a ellos, los sujetos coloniales) a permanecer bajo nuestra proteccién”,* Grant se burla de su proyecto moral y viola el ‘Testimonio del Cristianismo (un principio misionero ceritral) que prohibe cualquier to- lerancia a la fe pagana. La absurda extravagancia de 1a “Minuta” (1830) de Macaulay, profun- damente influida por las “observaciones” de Charles Grant, se burla del saber oriental hasta que se enfrenta con el desafio de concebir un sujeto colonial “reformado”. Entonees, la gran tradicién de} humanismo europeo parece slo capaz de ironizar sobre si misma. En Ia interseccidn del saber europeo y el poder colonial, 2 Macaulay ao se le ocurre nada més que “una clase de intérpreres entre nosotros y los millones a los que goberna- mos, una clase de personas indias por la sangre y color, pero inglesas por los gustos, opiniones, moral intelecto”,? en otras palabras, un hombre mimetizado, criado “segan nuestra escuela inglesa”, como escribié un mi- sionero educador en 1819 “para formar un cuerpo de traductores empléa- do en diferentes areas de Trabajo”.* La descendencia del hombre mimeti- zado puede seguirse a lo largo de las obras de Kipling, Forster, Orwell, Naipaul, hasta su emergencia, recienteménte, cn la excelente obra de Bene- dict Anderson sobre el nacionalismo, como el anémalo Bipin Chandra 14 HOM! K. BHABHA Pal.” Es ef efecto de un fallido mimetismo colonial, en el que ser angliciza- do es enfaricamente no set inglés. La figura del mimetismo es localizable dentro de lo que Anderson des- cribe como “la compatibilidad interna de imperio y nacién”."* Problema- tiza los signos de la prioridad racial y cultural, de mado que lo “nacional” ya no es més naturalizabie. Lo que emerge entre la mimesis y el mimetismo ¢s una escritura, un modo de representacién, que marginaliza la monu- mentalidad de la historia, se burla directamente de su poder como modelo, ese poder que supuestamente la hace imitable. El mimetismo repite més que re-presenta y en esa perspectiva de disminucién emerge fa desplazada visi6n europea de Sulaco que tiene Decoud en la novela Nostromo de Conrad, como: Lo interminable de la contienda civil en la que Ia jocura parecla mds dura de sobrellevar que su ignominia (,..) la ilegalidad de un populacho de todos los co- lores y cazas, la barbarie, la tirana iremediable. [...] América es ingobernable,!" O la apostasia de Ralph Singh en The Mimic Men de Naipaul: Simulamos ser reales, ser cultos, preparamos paza la vida, nosotcos los hom- bres mimos del Nuevo Mundo, un sineéa desconocido del mundo, con todos sus recordatorios de la corrupcién que le sodrevino tan pronto a lo nuevo. # Pero Decoud y Singh, y, de modo diferente, Grant y Macaulay, son pa- rodistas de 1a historia. Pese a sus intenciones ¢ invocaciones inscriben el texto colonial de forma erratica, excéntrica, sobre un cuerpo politico que rechaza ser representativo, en una narcativa que rechaza ser representacio- nal, El deseo de emerger como “genuino” a través del mimetismo (a través de un proceso de escritura y repeticién) es la ironia final de la representa

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