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Unidad 1 - El Mundo de Homero. Palacios micénicos – oikoi

El Mundo de Homero

Tucídides, historiador griego del siglo V a.C, en el libro I de su obra sobre la Guerra del Peloponeso realiza
una introducción a la historia griega.

Menciona fundamentalmente el desarrollo de la historia a partir de la Grecia de las ciudades-estado y sus


características (siglo VIII a.C – siglo V a.C) citando solo para el período anterior al desarrollo de la polis
una Grecia débil con problemas económicos, sociales, políticos y con una sola empresa realizada común:
los acontecimientos de Troya.
Cita como autoridad a Homero de quien escribe: “Y Homero lo prueba sobre todo: pues habiendo existido
todavía mucho más tarde incluso de los sucesos de Troya, él dio a todos los griegos el nombre de helenos
en ninguna parte ... Así pues, los helenos, que hablaban el mismo lenguaje y los que posteriormente
fueron designados con este nombre, no realizaron antes de la Guerra de Troya ninguna empresa común
por su debilidad y aislamiento. Pero se reunieron para esta expedición al servirse de la experiencia del
mar”
(libro I, 3)

Vuelve a mencionar la Guerra de Troya en la misma obra en los libros IX, X, XI, brevemente y apela como
fuente a Homero y la leyenda. De allí salta a la época de crecimiento de las ciudades-estado y las Guerras
Médicas.

Observamos que Tucídides, hombre del período clásico griego no tenía conocimiento, igual que sus
contemporáneos, sobre su pasado lejano. Se orienta según los mitos y las leyendas.

Los griegos de época arcaica y clásica (s. VIII al IV a.C) atribuían las grandes ruinas de sitios como
Micenas, Tirinto a seres sobrenaturales. Habían olvidado y no tenían memoria sobre el período palacial o
micénico de la historia griega (s. XVI al s. XII a.C) destrucción de la misma, surgimiento de la época
oscura
(s. XII al s. IX a.C)

Comienza para ellos concretamente su historia con el surgimiento de las ciudades-estado en el siglo VIII
a.C. con sus problemas y crisis, con la colonización que nos llevará a entender el mundo griego (que es
concepto lingüístico y cultural) como un mundo de ciudades -estado independientes unas de otras situadas
en la zona de la Grecia actual, las costas occidentales de Asia Menor, las islas del Mar Egeo, pero también
en las costas del Mar Negro, en el sur de Italia, la costa mediterránea de Francia y España.

Esta cronología seguirá con el enfrentamiento griego-persa, el triunfo griego, el desarrollo de las dos
ciudades-estado: Atenas y Esparta que serán ámbito de atracción, por voluntad propia o imposición, para
otras ciudades griegas. El enfrentamiento entre estas dos ciudades culminó con la Guerra del Peloponeso
como la llamó Tucídides que a su vez avizoró que era la crisis final de una forma política: la ciudad-estado
que culminó con el ascenso, frente a su debilidad, del reino de Macedonia y la aparición de Alejandro
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Magno que se dedicará a la conquista del imperio persa. Con su muerte temprana se forman los reinos
helenísticos con una civilización propia que finalizarán siendo provincias del imperio romano. Homero, “La
cuestión homérica”. Sus obras.

Volvemos sobre la figura que invocaba Tucídides para tratar la Guerra de Troya: Homero.

¿Quién era? ¿Existió? ¿Es el autor de las obras que se le atribuyen: “La Ilíada” y “La Odisea”?

Existen biografías de Homero, pero son puramente legendarias. Siete ciudades de la Grecia asiática,
situadas en la costa de lo que hoy es Turquía y en las islas vecinas del Egeo se disputan el lugar de su
origen, entre ellas Esmirna y la isla de Quíos.

Los antiguos lo consideraban ciego, pensaban que la memoria de un hombre era tanto más importante por
cuánto carecía de vista. Se ha fantaseado mucho sobre el poeta ciego. ¿Hubo uno, dos, multitud de
Homeros? En la isla de Quíos vivían en una época los Homéridas, un grupo de rapsodas que contaban los
poemas de quien decían ser sus descendientes.

Rapsoda era quien cantaba en puestas poemas que estudiaba. Homero no era un rapsoda sino un aedo:
poeta épico que declamaba sus propios poemas acompañándose de un pequeño instrumento de cuerda.

¿Cuándo vivió?

La opinión general es que “La Ilíada” y “La Odisea” datan del siglo IX a.C o del siglo VIII a.C, siendo la
primera anterior en varios decenios.
Los aedos eran capaces de reproducir con intervalo de algunos años y con escasas variantes, las epopeyas
puramente orales. Se ha observado el mismo fenómeno en otros tiempos y lugares del mundo.

Proceden por lo tanto de una larga tradición oral.

Se trata de saber cuando quedaron fijados los textos. Muy antiguamente según algunos eruditos, pero
para otros no antes del 560 a.C, cuando Pisístrato – “tirano”, es decir gobernante no electo de Atenas –
mandó preparar una edición oficial. Sin hipótesis extremas, lo cierto es que estos textos conocieron pocas
variaciones que fueros fijados hasta el año 1488 cuando fueron impresos en Florencia (no olvidar que la
imprenta aparece en el siglo XV en occidente).

¿Qué sucedió entre la época de Pisístrato hacia el 560 a.C y la primera edición impresa en griego
en 1488?

Para los griegos, de época arcaica en adelante (siglo VIII a.C en más) Homero, era el poeta por
excelencia; y sus obras eran como la Biblia es el libro para los creyentes judíos y cristianos. Los griegos
aprendían con Homero. Los textos se presentaban en rollos de papiro o pergamino llamados volumina, “La
Ilíada” y “La Odisea” formaban parte de la cultura básica.

Homero no era historiador. Tomó para su obra elementos de realidades históricas diferentes y complejas,
pero su obra puede ser utilizada para el conocimiento de la edad oscura y comienzos del período arcaico a
partir de la obra del historiador Moses Finley en la década de 1950.

La cuestión homérica

En la antigüedad no se planteó. Recién a fines del siglo XVII y a partir de 1750 Europa se puso
a pensar en el pasado más lejano.

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¿La sociedad tenía una tradición oral antes que una escrita?

En ese caso la poesía de Homero aparecía como una obra “primitiva” que no era obra de un
aedo o más, sino de poetas populares que disponían de un bagaje inmenso de leyendas. Se
observó que La Ilíada y La Odisea eran textos situados uno a continuación del otro.

La conclusión a la que se llegó, a fines del siglo XVIII, fue que si Homero era el poeta primitivo
de los griegos, cada sociedad tenía derecho a su propio Homero.

Cuando comienza el siglo XX se descubrió una clave para el estudio de los poemas homéricos
como pertenecientes a un ciclo de tradición oral. Se observa que los nombres de los dioses y
personajes de La Ilíada y La Odisea conservaban siempre un epíteto en las obras. Ejemplos:
Zeus, que amontona las nubes; Hera, la diosa de los níveos brazos; Héctor, de tremolante
casco; Aquiles, de pies ligeros; los aqueos, de hermosas grebas; etc. hoy este estilo se llama
formulario.

El descubridor, a comienzos de la década de 1930, fue un filólogo clásico norteamericano


Milman Parry. M. Parry acompañado por su colaborador Albert Lord verifica en los Balcanes, la
hipótesis que habían formulado a partir del texto de Homero.

Allí poetas serbios analfabetos recitaban de memoria millares de versos pertenecientes a una
tradición oral épica procedente de la Edad Media balcánica. Los dos estudiosos realizaron a
través de un extenso período grabaciones fonográficas y observaban que “recomponían” los
poemas utilizando el lenguaje de las fórmulas. La analogía con los poemas homéricos eran
importantes. En la actualidad la “teoría de la dicción formular” ha sido aceptada por todo el
mundo y ha influido fuertemente en el estudio de otras “literaturas orales” del pasado y
presente en todo el mundo.

La continuación de Homero se encuentra en la literatura griega de época clásica y helenística


(volveremos sobre el tema cuando abordemos la historiografía y la tragedia). Los romanos
tradujeron estas obras al latín en el siglo III a.C. Virgilio escribe en el siglo I el poema “La
Eneida”, presentando a los romanos como descendientes de un héroe troyano Eneas. Gracias
a estos textos se conocerán los textos de Homero en la Edad Media occidental. En el siglo XIII
en Francia se escribe un Romance de Troya. Dante Alighieri menciona personajes de los
poemas homéricos en la “Divina Comedia”.

La temática de los poemas homéricos serán retomados en la tradición occidental del siglo XVII
al siglo XX. Recordemos el “Ulises” de James Joyce, escrito en 1922, donde La Odisea sirve
como marco de la colosal novela.

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La Ilíada y La Odisea

En estas obras el tema de la guerra es una saga popular de una sencillez absolutamente
clásica. Paris, hijo del rey Príamo de Troya seduce y llega a esta ciudad a la bella Helena
esposa de Menelao rey de Esparta. Para vengar la ofensa Menelao y su hermano Agamenón
rey de Micenas reúnen una hueste de guerreros aqueos, que se trasladan a Troya y destruyen
la ciudad tras un asedio de 10 años. Si la expedición tuvo lugar en realidad o no carece de
importancia, para los griegos la Guerra de Troya constituían el acontecimiento en torno al que
giraba toda su historia primitiva.

La Ilíada y La Odisea no cuentan toda la Guerra de Troya. La Ilíada encuentra su acción en


unos cuarenta días del último año de la guerra. Comienza con el tema de la cólera de Aquiles
héroe aqueo, contra Agamenón, su retiro de la contienda, su retorno a la misma y culmina con
la muerte del héroe troyano Héctor por Aquiles y la devolución del cuerpo de éste a su padre
para las honras fúnebres.

La Odisea relata el regreso de Ulises a Odisea a su reino de Itaca, sufriendo largas peripecias,
visitando sitios donde existen sociedades humanas y otras míticas.

Homero y la historia

En la década de 1950 el historiador Moses Finley de origen norteamericano, residente en


Londres, publica su obra: “El mundo de Odiseo” (traducción española: FCE, 1961) y marca un
hito. A partir de esta investigación se acepta que los poemas homéricos no describen el
mundo micénico ni la época en que vivió Homero (siglo VIII a.C) sino un mundo intermedio en
el tiempo entre ambos, el mundo griego en la edad oscura de los siglos X y IX a.C, posterior a

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la caída de los palacios micénicos, pero anterior al desarrollo de la polis en el siglo VIII a.C
fenómeno que inaugura una época completamente nueva en la historia de Grecia.

Describir la sociedad no es exactamente describir la sociedad griega de los siglos X-IX a.C.
Ante todo hay que tener en cuenta los anacronismos en un sentido y otro.

ncontramos, según Finley, que existen niveles históricos en Homero: el mundo micénico (siglo
XVI a.C y siglo XII a.C) que el poeta trata de evocar (con la caída de esta civilización palacial
acabaría la Edad del Bronce). La edad oscura (siglo XII a.C y siglo VIII a.C) daría comienzo a
la Edad del Hierro y la época en que vive el poeta (s. VIII a.C) y no siempre resultará fácil
distinguir con claridad lo que pertenece a uno u otro mundo.

Habrá que insistir sobre todo en las diferencias entre La Ilíada y La Odisea. En realidad no
existe una “sociedad homérica” sino dos sociedades: la de La Ilíada y la de La Odisea.
Existe una diferencia de tema: La Ilíada muestra una sociedad en guerra, en que la
aristocracia guerrera desempeña un papel esencial para la supremacía militar que ostenta y el
papel de los otros grupos sociales inferiores queda por consiguiente desdibujado, pues “ni en
la guerra ni en el consejo cuentan” (Ilíada, II).

La Odisea da una imagen mucho más detallada de la sociedad y de lo que nosotros llamamos
economía.

Los valores homéricos

Si en parte el mundo material y las instituciones descritas en La Ilíada y La Odisea constituyen


un conglomerado ajeno a la realidad histórica, los valores que exploran ambos poemas deben
responder a los valores de su público y resultan reveladores en ese sentido.

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Los valores de uno y otro poema debían ser claramente perceptibles y a la vez fundamentales
no solo para un público restringido. Los estudios modernos han descubierto en los poemas
homéricos sentimientos aristocráticos y a la vez marcadamente populares.

Es innegable que en ambos poemas se hace alarde de valores con predominio de un espíritu
competitivo.

Importa el valor de la palabra y el discurso persuasivo es fundamental en ambos poemas. Tal


habilidad no es algo extremo al mundo heroico: la capacidad de dar buenos consejos y de
darlos además de manera persuadida es algo que cabe esperar siempre de la figura del héroe:
la superioridad en el consejo es tan deseable y admirable y admirada en el héroe como su
destreza en el uso de las armas.

Un panorama más amplio de los valores con los que se supone que se identificaría el público
de esos poemas aparece al comprobar las diferencia existentes entre el mundo de Ulises ( La
Odisea) y el mundo con que se encuentra a lo largo de sus viajes (y por supuesto también el
mundo de los muertos – libro XI) que no deja de visitar. Esas diferencias son en parte de
carácter político, pero no solamente tienen que ver de una forma más general con los modos
de vida y las prioridades de cada uno.

Al explorar excesos y defectos, La Odisea pone de manifiesto cuales son los fundamentos de la
vida civilizada y al insistir en que solo Itaca los cumple, el poema subraya el valor singular que
supone ser griego.

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