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ae Escaneado con CamScanner MURRUNGATO DEL ZAPATO 1 E, gato Murriin no era empleado ni sastre ni militar. El gato Murriin no era bailarin ni heladero. El gato Murrtin era nada més que linyera, profesién muy respetable entre los gatos, los gatolines y los gatiperros. Vivia vagando, con su colita a cuestas, por la calle y por la plaza, la azotea y la terraza, sin tener duefio ni casa. Una noche fria y luviosa trotaha muy alicafdo pensando dénde dormir. Y de repente... jOooh! Alli, junto al cordén de a vereda, vio un gran zapato viejo. Como Murrtin era muy chiquito, se lo probé, es decir, se acurrucé dentro del zapato, y comprobé que le iba de medi- da. Y que ademas era abrigado y no dejaba pasar Ia Iluvia. (No sé si ustedes habran observado que los gatos y las gotas no se llevan nada bien.) Ronroneé y se durmié, con la puntita de la cola asoma- da por el agujero del zapato. Durmié y réquete durmié. Roncé y réquete roncé y a la mafianita se despertd. Murrain quiere desperezarse y lavarse la cara, pero... gqué pasa? Escaneado con CamScanner El zapato esta lleno de tierra himeda. Murrdn no puede respirar, se ahoga, tiene que darse vuelta trabajosamente y asomar el hocico por el agujero para tomar un poco de aire. {Qué es esto? {Quién ha llenado de tierra mi casa mien- tras yo dormia? Murrdin se pone a arafiar valientemente para remover los terrones. Le cuesta mucho, porque estan endurecidos por el sol, que ya brilla en el Gitimo piso del cielo. Por fin consigue asomar el hocico al aire... ;Y qué es lo que ve? jUna Plantita! jUna Plantita, muy instalada y plantada en el zapato, en su zapato! —jQué bonito! —dijo Murrtin. —Gracias —contesté la P creyendo que era un piropo. —iQuién te ha dado permiso para instalarte en mi casa? —Estaba tan cansada de vivir siempre quieta en el mis- mo lugar... —le contesté la Planta—, sofiaba con mudarme a un Zapato y pasearme de aqui para alla, de alla para aqui, ir a visitar a la mamé del alheli. —iEso si que no! —rezongé Murrin—, esta muy bien que un Gato Murrungato viva en un Zapato, pero tu gpara qué quieres zapatos si no tienes pies? —Yo soy Planta —le contest6 ella muy orgullosa—, y aunque no sea planta de pie, igual tengo derecho a vivir en un Zapato, si sefior, Escaneado con CamScanner —iPero este zapato es mi casa y no quiero inquilinos! iF fffft —iQué lastima! —Iloriques la Piantita—, tendré que pe- dirle a Felipe que me trasplante otra vez a la vereda donde - todos me pisotean... jAy, yo que sofiaba tanto con viajar en Zapato por el mundo! jAy, qué va a ser de mi, de mi y de la mamé del alheli! Murrdn se lavaba la cara de muy mal humor. —Justo cuando habia encontrado una casa tan linda... —rezongaba entre lengiietazo y lengiletazo. —Bueno, si te molesto me voy —dijo la Planta. — Cémo te vas a ir si no tienes patitas, tonta? —Y, esperemos que pase Felipe y me trasplante a la ve- reda —dijo ella lloriqueando. —Esperemos que pase Felipe... —suspiré Murriin con cara de marti. clos muy #allados, la Plantita, Y mientras ya que no tenia ne , 8@ puso a dar flores. Un montén de ficres, como cuatro: una celeste, una colorada, una amarilla y una mas grande. Murriin vio las flores y se puso bizco de la sorpresa. No atiné a decir ni mu ni miau ni prr ni fff. Estiré la patita para juguetear un poco con ellas... Escaneado con CamScanner Y el viento las movia, y Murrtin trataba de acariciar las flores muy Suavemente, escondiendo las ufias. —Cuidado, no las arafies —dijo la Planta. —Debo reconocer —contesté Murrtin sin dejar de ju- gar— que aunque eres una Planta muy molesta, tus flores son realmente lindas y peripuestas. —No faltaba mas —dijo la Planta modestamente, bajan- do las hojas. —Y tienen rico perfume —dijo Murrin con el hocico pe- gado a los pétalos—. La verdad es que me gustaria tenerlas siempre cerca, para jugar. —Si ahora te gusto mas —dijo timidamente la Planta—, ato, como era mi ilusi6n? irarfa con admiracién, porque na- die ha visto n avi maravilloso. Viajariamos... Yo an- daria de aqui para alla, de alla para aqui, veria a la mama del alheli. Entonces Murrtin lo pens6 bien. El también estaba can- sado de vagabundear solo. Y dijo: —Bueno. Murriin se olvidé de su mal humor y empufié los cordones. Alla se fue, llevando a la Plantita con sus flores a pasear en Cochezapato por el mundo. Y asi, con un garabato, se acaba el cuento de Murrungato. Escaneado con CamScanner LA PLAPLA } | Tacattin estaba haciendo los deberes. Incli- nado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, es- cribia enruladas emes, orejudas eles y elegantisimas zetas. De pronto vio algo muy raro sobre el papel. —{Qué es esto? —se pregunté Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos. Una de las letras que habia escr’ patarraba toda y se ponia a caminar muy oronda Felipito no lo podia creer, y sin em tra, como una arafia de tinta, patinaba muy cont pagina. Felipito se puso otro par de anteojos para miraria mejor. Cuando la hubo mirado bien, cerré el cuaderno asusta- do y oy6 una vocecita que decia: —jAy! Volvié a abrir el cuaderno valientemente y se Puso otro par de anteojos, y ya van tres, Pegando la nariz al Papel pregunto: —iQuién es usted, sefiorita? Y la letra caminadora Contesto: Escaneado con CamScanner —Soy una Plapla. —jUna Plapla? —pregunté Felipito asustadisimo—, gqué es eso? —jNo acabo de decirte? Una Plapla soy yo. —Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra lla- mada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno, —Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla. —iY qué hago con la Plapla? —Mirarla. —Sji, la estoy mirando, pero zy después? —Después, nada. ‘o sobre el cuaderno mientras de tinta. Y la Plapla siguié patin: cantaba un vals con su voz Al dia siguiente, *e a mostrarle el cuaderno a su maestra, gritando entusiasmado: —jSefiorita, mire la Plapla, mire la Plapla! La maestra crey6 que Felipito se habia vuelto loco. Pero no. Abri6 el cuaderno, y ailf estaba la Plapla bailando y pati- nando por la pagina y jugando a la rayuela con los renglones. Como podran imaginarse, la Plapla causé mucho revue- lo en el colegio. Ese dia nadie estudié. Todo el mundo, por riguroso turno, desde el portero has- ta los nenes de primer grado, se dedicaron a contemplar a la Plapla. 4 @ Escaneado con CamScanner Tan grande fue el bochinche y la falta de estudio que desde ese dja la Plapla no figura en el Abecedario, Cada vez que un chico, por casualidad, igual que Felipito, escribe una Plapla cantante y patinadora, la maestra la guar- da en una cajita y cuida muy bien de que nadie se entere. Qué le vamos a hacer, asi es la vida. Las letras no han sido hechas para bailar, sino para que- darse quietas una al lado de la otra, gno? Escaneado con CamScanner HISTORIA DE UNA PRINCESA, su PAPA Y EL PRINCIPE KINOTO FUKASUK Srvsouc era una princesa japonesa. Vivia en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil afios, tres meses y media hora. En esa época, las princesas tocio ‘o que tenfe que ha- cer era quedarse quietitas. Nada de ayudarle a la mama a secar los plates. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de to- mar naranjada con pajita. Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz. Nada, nada, nada. Todo Io hacian los sirvientes del palacio: vestirla, peinar- la, estornudar por ella, abanicarla, pelarle las ciruelas. iCémo se aburria la pobre Sukimuki! mI 54 Una tarde estaba, como siempre, sentada en el jardin Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner indo moscas, cuando aparecié una enorme Mariposa de papa todos colores. Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la mira- ba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza. —jQué linda mariposapa! —murmuré al fin Sukimuki, en correcto japonés. Y la Mariposa contest6, también en correctisimo japonés: —jQué linda Princesa! jCémo me gustarfa jugar a la mancha con usted, Princesa! —Nopo puepedopo —le contest6 la Princesa en japonés. —jCémo me gustaria jugar a la escondida, entonces! —Nopo puepedopo —volvié a responder la Princesa, ha- ciendo pucheros. —jCémo me gustaria bailar con usted, Princesa! —insis- tid la Mariposa. —E£so tampocopo puepedopo —contest6 la pobre Princesa. Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le pregunté: —jPor qué usted no puede hacer nada? —Porque mi papa, el Emperador, dice que si una Prin- cesa no se queda quieta quieta quieta como una galleta, en el imperio habra una pataleta. —iY eso por qué? —pregunté la Mariposa. —Porque sipi —contest6 la Princesa—, porque las prin- cesas del Japonpon debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seriamos princesas. Seriamos mucamas, colegia- las, bailarinas 0 dentistas, ;entiendes? “) Escaneado con CamScanner —Entiendo —dijo la Mariposa—, pero escapese un rati- | to y juguemos. He venido volando de muy lejos nada més que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me ha- blaba de su belleza. A la Princesa le gusté la idea y decidié, por una vez, de- sobedecer a su papa. Salié a correr y a bailar por el jardin con la Mariposa. En eso se asomé el Emperador al balcén y, al no ver a su hija, arm6é un escdndalo de mil demonios. —jDé6nde esta la Princesa! —chill6. Y llegaron todos sus sirvientes, sus soldados, sus vigilan- tes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tias para ver qué le | pasaba. —iVaye a a la Princesa! —rugié el Empe- | rador con voz 6 ojos de relampago. Y alla salie ‘vs corriendo y el Emperador se quedé solo en el salén. —jDénde estard la Princesa! —repitid. Y oy6 una voz que respondia a sus espaldas: —La Princesa esta de jarana donde se le da la gana. El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. | Miré un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y entonces sf vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono. —jQuién eres? —rugid el Emperador con voz de trueno ) y ojos de relmpago. Escaneado con CamScanner papando moscas, cuando aparecié una enorme Mariposa de todos colores. Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la mira- ba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza, —jQué linda mariposapa! —murmuré al fin Sukimuki, en correcto japonés. Y la Mariposa contesté, también en correctisimo japonés: —jQué linda Princesa! jComo me gustaria jugar a la mancha con usted, Princesa! —Nopo puepedopo —le contesté la Princesa en japonés. —jCémo me gustaria jugar a la escondida, entonces! —Nopo puepedopo —volvié a responder la Princesa, ha- ciendo pucheros, —iC6mo me gustaria bailar con usted, Princesa! —insis- tid la Mariposa. —Eso tampocopo puepedopo —contesté la pobre Princesa. Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le pregunté: —iPor qué usted no puede hacer nada? —Porque mi papa, el Emperador, dice que si una Prin- cesa no se queda quieta quieta quieta como una galleta, en el imperio habra una pataleta. —iY eso por qué? —pregunté la Mariposa. —Porque sipi —contesté la Princesa—, Porque las prin- cesas del Japonpén debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seriamos princesas. Seriamos mucamas, colegia- las, bailarinas o dentistas, éentiendes? Escaneado con CamScanner —Entiendo —dijo la Mariposa—, pero escdpese un rati- to y juguemos. He venido volando de muy lejos nada mas que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me ha- blaba de su belleza. A la Princesa le gusté la idea y decidié, por una vez, de- sobedecer a su papa. Salié a correr y a bailar por el jardin con la Mariposa. En eso se asomé el Emperador al balcén y, al no ver a su hija, armé un escandalo de mil demonios. —iDonde esta la Princesa! —chillé. Y legaron fd sitvientes, sus soldados, sus vigilan- tes, sus coi y sus tias para ver qué le pasaba. —jVayan a Princesa! —rugié el Empe- rador con voz de trueno y ojos de relampago. Y alla salieron todos corriendo y el Emperador se quedé. solo en el sal6n. —jDonde estard la Princesa! —repiti6. Y oy6 una voz que respondia a sus espaldas: —La Princesa esta de jarana donde se ‘e da la gana. El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. Miré un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y entonces si vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono. —jQuién eres? —rugié el Emperador con voz de trueno y ojos de relampago. Escaneado con CamScanner Y agarré un matamoscas, dispuesto a aplastar a la inso- lente Mariposa. Pero no pudo. Por qué? Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse inmediatamente en un Principe. Un Principe buen mozo, simpatico, inteligente, gordito, estudioso, valiente y con bigotito. El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto. — {Qué quieres? —le pregunté al Principe con voz de trueno y ojos de relampago. —Casarme con la Princesa —dijo el Principe valiente- mente. — {Pero de dénde diab s satido con esas pretensio- nes? —Me met en tu jardin en forma de Mariposa —dijo el Principe—, y la Princesa jugé y bailé conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora nos queremos casar. —jNo lo permitiré! —rugié el Emperador con voz de trueno y ojos de relampago. —Si no lo permites, te declaro la guerra —dijo el Princi- pe, sacando la espada. —jServidores, vigilantes, tias! —Ilamé el Emperador. Y todos entraron corriendo, pero al ver al Principe empu- fiando la espada se pegaron un susto terrible. A todo esto, la Princesa Sukimuki espiaba por la ventana. Escaneado con CamScanner —iEchen a este Principe insolente de mi palacio! —or- dené el Emperador con voz de trueno y ojos de relampago. Pero el Principe no se iba a dejar echar asi només. Pele valientemente contra todos. Y los lustrabotas esca- Paron por una ventana. Y las tias se escondieron aterradas de- bajo de la alfombra. Y los vigilantes se treparon a la lémpara. Cuando el Principe los hubo vencido a todos, pregunté al Emperador: —({Me dejas casar con tu hija, si o no? —Esta bien —dijo el Emperador con voz de laucha y ojos de lauchita—. Casate, siempre que la Princesa no se oponga. El Prine’ la ventana y pregunté a la Princesa: ‘onmigo, Princesa Sukimuki? —Sipi —contesté ia Princesa entusiasmada. Y asi fue como la Princesa dejé de estar quietita y se ca- s6 con el Principe Kinoto Fukasuka. Los dos Ilegaron al tem- plo en monopatin y luego dieron una fiesta en el jardin. Una fiesta que duré diez dias y un enorme chupetin. Asi acaba, como ves, este cuento japonés. Escaneado con CamScanner EL ENANITO Y LAS SIETE BLANCANIEVES E. una casita del bosque de Gulubt estaban senta- das siete chicas escuchando la radio. Eran las siete hijas del jardinero Nieves. Por la radio can- taba el grillo Canuto. —iQué bien canta este grille spiraron las siete se- fioritas embelesadas—, jdéi Cuando el grillo Canuto # rapdes plausos, conté que habia estudiado canto en ja a del profesor enanito Carozo. En cuanto oyeron esto, las siete chicas de Nieves salie- ron disparando por el bosque. Preguntaron a todo bicho viviente, pero nadie supo infor- marles dénde quedaba la dichosa escuela. Hasta que se encontraron con el Sapo Ceferino -un sapo muy sabio-, que estaba leyendo el diario al revés, Le preguntaron: —iUsted no sabe, sefior sapo Ceferino, dénde queda la escuela del profesor enanito Carozo? Escaneado con CamScanner Y el sapo les contest6 sabiamente: —Guau. Asi informadas, salieron corriendo hasta que en una es- quina del bosque encontraron un cartel que deci Alli estaba el profesor, sentado detrds de su escritorio que, como todo el mundo sabe, era un hongo. —jQueremos estudiar en su escuela! —gritaron todas al mismo tiempo—, jqueremos que nos ensefie a cantar como el grillo Canuto! El profesor se asusté mucta y traté de explicarles que en su escuela solo habia alur shiquitos: grillos que estudia- ban canto, araiias que iaban tejido, ranas que apren- dian natacion. Pero ellas insistieron tanto que fue inutil que el profesor enanito Carozo les dijera que era peligroso inscribirlas por- que en cualquier momento podian pisar a los alumnos. Las chicas prometieron caminar con las manos para no pisarlos, y el profesor se decidié por fin a inscribirlas. Sacé un lapiz y un montén de papelitos, papeletas, papelotes y papelones, y les pregunté: —jNombre? —Blancarucha. Escaneado con CamScanner —éApellido? | —Nieves. —

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