Considerar modos de acompañamiento al grupo y a la
familia (día de duelo, sepelio). Organizar con los diferentes agentes territoriales la realización de distintas tareas: relevamiento de información, entre otras que pudieran surgir. Dar encuadre a la intervención priorizando con quiénes se va a trabajar y cuándo, armar rutinas escolares para el día después, hacer mención del hecho, que el mismo no sea ignorado. Articular estrategias en función del trabajo para los días siguientes. El fallecimiento de un NNA siempre es un hecho que deja huellas en la institución. La muerte no es una situación que esté dentro de las posibilidades de la cotidianeidad. En el caso de los niños no forma parte de sus intereses y experiencias habituales, y en el caso de los jóvenes confronta con cierto sentimiento de inmortalidad y omnipotencia propio de su edad. El impacto que una muerte puede traer aparejado en el grupo de compañeros puede ser muy significativo, y por ello debe prestarse especial atención para poder transitar el duelo de la mejor manera posible. Diseñar estrategias específicas de acuerdo al impacto y características de la comunidad. Reuniones grupales (escuchar más que hablar) y contención individual cuando se considere indispensable. Articular con actores institucionales y/o comunitarios talleres favorecedores de la tramitación del duelo (plástica, música, literatura, otros).